Epilepsia

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CIRCULAR 395/15

ASUNTO: Punto Farmacológico nº 95 “Epilepsia”

DESTINATARIO: Ilmo/a. Sr/a. Presidente/a del Colegio Oficial de Farmacéuticos

Para su conocimiento y efectos oportunos, adjunto se remite el Punto Farmacológico nº 95


“Epilepsia”.
Se sugiere el empleo de este documento, con motivo de la celebración del Día Nacional de la Epilepsia
en España, el próximo día 24 de mayo.

Además, se adjunta nota de prensa, así como una serie de tuits, por si pueden ser de utilidad al dar
difusión a este informe.

Madrid, 18 de mayo de 2015


LA SECRETARIA
(en funciones)

Eh/04

c/. Villanueva, 11-7º - Teléfono: 91 431 25 60 – Fax: 91 432 81 00 – E Mail: congral@redfarma.org 28001 Madrid
Abril 2015
EPILEPSIA

SUMARIO
- Introducción
- Definición
- Epidemiología e impacto social
- Aspectos clínicos
- Fisiopatología
- Tratamiento
o Medicamentos antiepilépticos
o Selección de medicamentos
o Directrices terapéuticas
o Tratamiento no farmacológico
- El papel del farmacéutico
- Bibliografía

INTRODUCCIÓN
La epilepsia es uno de los trastornos neurológicos más comunes del sistema nervioso
central, caracterizada por la presencia de crisis transitorias y autolimitadas de la función de la
corteza cerebral. Dichas crisis se dan de forma diversa y tienen relación con la función de la
región cortical afectada. El actual arsenal farmacológico permite controlar las crisis en el 75-
80% de los enfermos, por lo que el restante 25-20% requiere otros tratamientos,
principalmente quirúrgicos. Los fármacos antiepilépticos no curan la enfermedad, pero
permiten mejorar sustancialmente el control de las crisis y la calidad de vida de los pacientes.
Su selección se realiza en función del tipo de epilepsia, las características del paciente y las
posibilidades de efectos adversos y de interacción con otros medicamentos. La necesidad de
disponer de un diagnóstico médico adecuado enfatiza la importancia de la detección precoz;
asimismo, el seguimiento farmacoterapéutico en estos pacientes, una vez establecido el
tratamiento por el neurólogo, es fundamental para reducir el riesgo de eventos adversos y de
interacciones, y optimizar la respuesta global al tratamiento. Atendiendo a todo ello, los
servicios asistenciales farmacéuticos pueden y deben jugar un papel particularmente relevante
para este tipo de pacientes.
El día 24 de mayo se conmemora como el día Nacional de la Epilepsia en España. A nivel
mundial, la Liga Internacional contra la Epilepsia (ILAE) y el Buró Internacional para la Epilepsia
(IBE) han establecido que a partir del 2015 se celebrará todos los años El Día Internacional de
la Epilepsia el segundo lunes de febrero (en concreto, en 2015 lo fue el día 9 de febrero). El día
internacional no surge con la intención de ser un sustituto de los Días Nacionales, sino de
mostrar que la epilepsia es un trastorno neurológico global y que en todo el mundo se está
concienciando sobre ella y buscando mejorar la calidad de vida de los afectados; por tanto, la
ILAE anima a continuar con los días nacionales, ya que cuanta más visibilidad se tenga en los
medios, mayor será el efecto para educar a la población en general, acabando con mitos y
prejuicios.

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Epilepsia
DEFINICIÓN
Una crisis cerebral es cualquier episodio brusco y transitorio motor, sensitivo, sensorial
y psíquico, consecutivo a una disfunción pasajera, parcial o global del cerebro. Por su parte,
una crisis epiléptica es aquella crisis cerebral que resulta de una descarga neuronal de alta
frecuencia en una zona del cerebro, que se repetirá a lo largo del tiempo y es el resultado de
una afección crónica. De hecho, la International League Against Epilepsy (ILAE, Liga Interna-
cional contra la Epilepsia) define a la epilepsia como una condición caracterizada por crisis
epilépticas recurrentes (dos o más) no provocadas por alguna causa inmediatamente
identificable. Un concepto íntimamente relacionado con las crisis epilépticos es el de síndrome
epiléptico, un trastorno cerebral caracterizado por un grupo de síntomas y signos que se
presentan habitualmente de manera conjunta, aunque puedan tener etiologías diversas. Por
último, el estado de mal epiléptico (status epilepticus) es un síndrome bastante especial y
grave, generalmente referido como cualquier crisis epiléptica que dure más de 30 minutos, o
bien la reiteración de crisis epilépticas sin restablecimiento de la consciencia entre ellas. Los
síntomas relacionados con el cuadro epiléptico se relacionan con la localización anatómica del
foco epiléptico y su extensión, y pueden ir desde un leve tic o un breve paréntesis en la
atención del sujeto a una crisis convulsiva generalizada de varios minutos de duración.

EPIDEMIOLOGÍA E IMPACTO SOCIAL


La tasa de prevalencia de epilepsia entre la población española mayor de 18 años es de
18 casos por cada mil habitantes, lo que representa que actualmente hay algo más de 700.000
enfermos en todo el país, según se desprende de los datos preliminares del estudio Epiberia,
presentado durante la LXV Reunión Anual de la Sociedad Española de Neurología (SEN) en
noviembre de 2013. La prevalencia de epilepsia activa, es decir, los pacientes que presentan
sintomatología y que son los que requieren intervención médica y más recursos sanitarios, es
de 237.099 individuos y la tasa cruda de incidencia se sitúa en 7,04 casos por cada millar de
habitantes.
La incidencia es mayor en niños entre 6 y 14 años, adolescentes y ancianos (en las
edades por encima de 60 años la incidencia se sitúa 1,3/1.000 habitantes). La incidencia
acumulada de epilepsia hasta la edad de 80 años alcanza el 3%. Aproximadamente el 5-10% de
la población experimentará una crisis a lo largo de su vida y hasta un 20 % de estos tendrán
crisis recurrentes Ligeramente más del 50% de las crisis son parciales (57%). Por otro lado más
del 60% de los síndromes epilépticos son síndromes focales (García- Ramos, 2011).
En muchos estudios se ha encontrado una incidencia y una prevalencia relativamente
superiores en varones. Un paciente epiléptico tiene dos o tres veces más riesgo de morir que
uno no epiléptico. Las tasas de mortalidad oscilan entre un 1 a un 2 por 100.000 pacientes
epilépticos, en la mayoría de los países. La menor tasa de mortalidad la encontramos en
epilepsias idiopáticas, pero sigue siendo mayor que la población general. Por el contrario, la
mayor tasa se da en pacientes con epilepsias sintomáticas (tasa de mortalidad estandarizada
de hasta el 4,3%).
Los pacientes con epilepsia presentan problemas médicos y sociales importantes, en
relación con las crisis recurrentes, la enfermedad neurológica subyacente, los efectos
secundarios de la medicación y la estigmatización social que acompaña a esta enfermedad. La
epilepsia incrementa entre 5 y 10 veces el riesgo de muerte con la relación a la población
general. Los enfermos con frecuencia padecen dificultades cognitivas e inadaptación social,

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como fracaso escolar no relacionado con su capacidad cognitiva, desempleo, bajo índice de
matrimonio y menor número de hijos (Gil-Nagel, 2012).
La discriminación de las personas con epilepsia es importante en el ámbito laboral,
donde casi un quinto ha tenido problemas debido a su patología y la tercera parte de los
pacientes prefiere no revelar en su lugar de trabajo que sufre epilepsia. El 22% llega a pedir
incluso su baja laboral y el 8,2% fue despedido por causas directas de la epilepsia, según un
informe dado a conocer por la Sociedad Española de Neurología. En líneas generales un 10%
de los encuestados dijo que la enfermedad le impide relacionarse como lo hacían antes de ser
diagnosticados, la mitad reveló influencias del tema en su vida social habitual (SEN, 2015).
En realidad, la capacidad para trabajar depende de la frecuencia y la gravedad de las
crisis, en el caso de que se produzcan. En las epilepsias bien controladas, las personas pueden
llevar a cabo cualquier actividad, aunque hay ciertas profesiones que no pueden realizar
legalmente, como por ejemplo ser conductor profesional, piloto, militar o policía; asimismo, la
legislación española prohíbe conducir a las personas con epilepsia activa (con crisis en el
último año). En las personas con crisis frecuentes, las posibilidades de conseguir o mantener
un empleo son mucho menores, debido en mayor medida a la reacción de los demás ante las
crisis que al propio impedimento que suponen las mismas.
Por todos estos motivos, un problema que se plantean con frecuencia las personas con
epilepsia es si necesitan declarar su epilepsia al solicitar un empleo. Muchos prefieren
ocultarlo y hacerse valer en el trabajo con la esperanza de que sus mandos, al enterarse a
posteriori, sopesen sus probadas habilidades personales frente a los riesgos reales derivados
de la enfermedad. De hecho, diversos trabajos de investigación han demostrado que las
personas con epilepsia tienen menos accidentes en el trabajo, faltan menos al mismo y son
más leales a la empresa, comparados con personas sin esta enfermedad.

ASPECTOS CLÍNICOS
Los síntomas relacionados con el cuadro epiléptico se relacionan con la localización
anatómica del foco epiléptico y su extensión, y pueden ir desde un leve tic o un breve
paréntesis en la atención del paciente a una crisis convulsiva generalizada, de varios minutos
de duración. La Clasificación de las Crisis Epilépticas de la ILAE (Fisher, 2014) las agrupa en:
1. Crisis Generalizadas
a. Crisis tónico-clónicas (en cualquier combinación)
b. Ausencias:
i. Típicas
ii. Atípicas
iii. Con características especiales (ausencia mioclónica, mioclonía palpebral)
c. Crisis mioclónicas
d. Crisis tónicas
e. Crisis clónicas
f. Crisis atónicas
2. Crisis focales o locales: Pueden describirse en función de la gravedad de la crisis, el
supuesto lugar de origen, la secuencia básica de fenómenos y otras

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Las crisis epilépticas generalizadas se originan en un punto y rápidamente
comprometen redes de distribución bilateral (en ambos hemisferios), que pueden incluir
estructuras corticales y subcorticales, si bien no tienen que afectar necesariamente a todo la
corteza cerebral; pueden ser asimétricas. Aunque una crisis individual pueda aparecer
localizada, la localización y lateralización no tienen por qué repetirse de una crisis a otra. Las
crisis generalizadas pueden ser convulsivas, es decir, con movimientos asociados (tónicas,
clónicas, tónico-clónicas y mioclónicas), y no convulsivas (ausencias y crisis atónicas).
Representan aproximadamente el 30% del total de casos de epilepsia diagnosticados.
 Crisis mioclónicas: contracciones breves que se producen de forma espontánea o
provocadas por estímulos sensoriales. Pueden ser generalizadas o afectar sólo a la cara, el
tronco o a las extremidades, o incluso a grupos musculares o músculos aislados.
 Crisis clónicas: contracciones repetitivas muy bruscas, a veces enlazadas.
 Crisis tónicas: contracción generalizada de la musculatura de los miembros, generalmente
acompañada de rotación de los ojos o incluso del cuerpo hacia un lado. Suelen ser muy
breves y provocan la caída del enfermo.
 Crisis tónico-clónicas (grand mal): la crisis suele iniciarse con una pérdida brusca de la
consciencia, produciéndose a continuación una contracción muscular tónica intensa. El
paciente tiene dificultad para respirar (puede aparecer cianosis), cae al suelo
completamente rígido. Tras unos segundos, se inicia la fase clónica, con sacudidas
repetidas, respiración estertórea, cianosis e hipersalivación. Finalmente, el paciente se
relaja, y la respiración se hace profunda, pudiendo permanecer inconsciente durante
periodos que abarcan desde unos segundos hasta varias horas. Al despertar, no suele
recordar lo sucedido (amnesia) y experimentará dolor muscular difuso, cefalea e incluso
agarrotamiento general.
 Ausencias (petit mal): implican una interrupción brusca de la actividad, con mirada
extraviada y, en algunos casos, con rotación de los ojos (crisis oculógiras), que
comúnmente duran menos de 30 segundos. Suelen finalizar repentinamente, sin dejar
ningún tipo de secuela ni pérdida de la consciencia. En algunas ocasiones, las crisis de
ausencia pueden ir acompañadas de sacudidas clónicas de los párpados o de los labios, así
como de automatismos o de otros signos y síntomas vegetativos (cambios en los ritmos
cardiaco y respiratorio, incontinencia urinaria, etc.). En general, las ausencias típicas son
simples, y en ellas el paciente sólo sufre una momentánea desconexión de lo que le rodea.
Por el contrario, las ausencias atípicas casi siempre son complejas y se combinan con
diversos tipos de crisis convulsivas.
 Crisis atónicas. Se caracterizan por una pérdida brusca del tono corporal, que puede ser
fragmentaria o generalizada, lo cual puede conducir desde la flexión de la cabeza y la caída
del maxilar, hasta la caída súbita del paciente. La pérdida de la consciencia suele ser
momentánea, recuperándose el paciente de forma rápida.
 Status epilepticus o estado epiléptico. Se define como la aparición y persistencia de crisis
epilépticas tan prolongadas (<30 minutos) o que se repiten con tal frecuencia que causan
una alteración cerebral permanente.
Las crisis epilépticas focales se originan en redes que se limitan a un hemisferio, con una
localización más o menos amplia. Para cada tipo de crisis, la localización de su inicio se repite
de una crisis a otra, con patrones de propagación que pueden implicar el hemisferio
contralateral (secundariamente generalizadas). Suponen en torno al 60% de todos los cuadros

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diagnosticados de epilepsia. De acuerdo con su localización, pueden ser frontales, parietales,
temporales u occipitales. Según haya o no afectación de la conciencia, se consideran simples o
complejas. En las crisis epilépticas focales se pueden observar:
 Signos motores: pueden afectar a cualquier parte del organismo. Pueden ser locales o
extenderse a áreas corticales vecinas, produciendo el movimiento secuencial de varias
partes del cuerpo (marcha epiléptica o crisis jacksoniana). Tras experimentar la crisis, la
zona afectada puede quedar paralizada durante varios minutos o incluso horas.
 Síntomas somatosensoriales: se suelen manifestar como pinchazos o entumecimiento y
pueden seguir una marcha similar a las crisis jacksonianas. Pueden ser visuales (destellos
luminosos, alucinaciones visuales), auditivos (incluyendo sonidos musicales), olfativos
(generalmente en forma de olores desagradables) y/o gustativos (frecuentemente, bajo la
forma de sabor metálico).
 Síntomas vegetativos. Cursan con vómitos, palidez, sudoración profusa, piloerección,
dilatación de la pupila (midriasis), incontinencia urinaria o fecal, etc.
 Síntomas psíquicos: incluyen alteraciones de las funciones superiores y se asocian
frecuentemente a pérdida de la consciencia. Son frecuentes las alteraciones del lenguaje, y
la distorsión de la memoria y del sentido del tiempo. Los síntomas afectivos suelen
manifestarse en forma extrema, tanto si son de tipo agradable como desagradable.
También son comunes los episodios de miedo intenso y de depresión, que duran apenas
unos minutos, pero que, dado que aparecen de forma brusca, pueden provocar una fuga
del paciente.
 Alteración de la conciencia: típica de lo que se denominó antiguamente como crisis
epilépticas complejas, puede ser total (pérdida de conocimiento) o simplemente una
desconexión del medio (mirada ausente, etc.). Este síntoma puede ser la única
manifestación de una crisis epiléptica o puede ir ésta acompañada de ciertos
automatismos, consistentes en actividades motoras involuntarias más o menos
coordinadas. Son típicos los automatismos alimentarios (masticación, deglución,
succión…), los gestuales (vestirse o desvestirse, deambular...) y los verbales (repetir una
palabra o frase, contestar inadecuadamente a lo que se le pregunta...). La alteración de la
conciencia se produce desde el inicio de la crisis y suele seguirse de amnesia posterior para
el episodio. Las crisis con alteración de la conciencia tienen casi siempre su origen en el
lóbulo temporal. Cuando afectan al lóbulo frontal, las crisis suelen ser breves y frecuentes,
con mucha actividad motora de tipo repetitivo (pegar con un brazo, patalear…), a veces
movimientos histéricos, vocalizaciones, conducta sexual impulsiva y confusión posterior,
generalmente breve.
Los síndromes epilépticos agrupan a aquellos tipos de epilepsia que, teniendo formas
de presentación y cursos clínicos similares, responden a etiologías diversas. Cada uno de los
síndromes epilépticos combina uno o más tipos de crisis epilépticas, con distintos signos y
síntomas. Los más comunes son:
 Epilepsia benigna infantil con puntas centrotemporales, que es la forma más común de
epilepsia benigna infantil.
 Epilepsia mioclónica benigna de la infancia.
 Epilepsia de ausencia infantil, típica de niños en edad escolar, especialmente entre los
6 y los 7 años de edad.

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 Epilepsia de ausencia juvenil, menos frecuente que la variedad infantil.
 Epilepsia con crisis generalizadas tónico-clónicas del despertar, que aparece de forma
casi exclusiva durante la primera media hora tras el despertar del paciente y supone
entre el 20 y el 50% de todas las epilepsias con crisis convulsivas generalizadas tónico-
clónicas.
 Epilepsia mioclónica juvenil, la cual representa en torno al 6% de todas las epilepsias.
 Síndrome de West, un síndrome epiléptico infantil, con crisis espasmódicas, grave
retraso mental y otras importantes secuelas neurológicas.
 Síndrome de Lennox-Gastaut, que se caracteriza por convulsiones muy frecuentes y
muy resistentes al tratamiento; casi siempre va ligado a retraso mental y psicomotriz,
con un electroencefalograma característico, siendo también frecuente el desarrollo de
status epilepticus. Puede presentarse asociado a diferentes enfermedades
subyacentes: asfixia del recién nacido, encefalitis, meningitis, deshidratación,
traumatismo cerebral, esclerosis tuberosa, displasias corticales, malformaciones
cerebrales y errores innatos del metabolismo. Representa el 1% de todos los nuevos
casos de epilepsia, aunque también supone hasta el 10% de todos los nuevos casos
graves de epilepsia. En la Unión Europea la prevalencia general del síndrome es de 0,9
(0,7-2,0) casos por 10.000 habitantes (Cuéllar, 2008).

FISIOPATOLOGÍA
Las causas de la epilepsia varían notablemente con la edad del paciente. En algunos
tipos se presentan crisis en una etapa determinada de la vida y, con el tiempo, cesan; en otros,
se producen crisis durante toda la vida. Un 30% de los casos de epilepsia son de origen
genético; el 40% están originados por malformaciones cerebrales, traumatismos
craneoencefálicos, infecciones del sistema nervioso, hemorragias intracraneales, tumores
cerebrales o trastornos metabólicos, y el 30% restante son de causa desconocida. Según la
edad, las causas más comunes son:
 Neonatos: Hipoxia e isquemia perinatal, infección (meningitis, encefalitis, abscesos
cerebrales), trastornos metabólicos (hipoglucemia, hipocalcemia, hipomagnesemia, déficit
de piridoxina), traumatismos craneoencefálicos, malformaciones congénitas, trastornos
genéticos.
 Infancia (< 12 años): Crisis febriles, infecciones, traumatismos craneoencefálicos, tóxicos y
defectos metabólicos, enfermedades degenerativas cerebrales, idiopáticas.
 Adolescencia: Idiopáticas, traumatismos craneoencefálicos, infecciones, enfermedades
degenerativas cerebrales, alcoholismo.
 18-35 años: traumatismos craneoencefálicos, alcoholismo, tumores cerebrales (primarios
y secundarios).
 36-50 años: tumores cerebrales (primarios y secundarios), accidente vascular cerebral,
uremia, hepatopatía, hipoglucemia, alteraciones electrolíticas, alcoholismo.
 50 años: secuela de un accidente vascular cerebral
Sea cual sea la causa inmediata, la base fisiopatológica de las crisis epilépticas consiste
siempre en una descarga neuronal anormal y exagerada. A nivel sináptico, la transmisión de
los impulsos nerviosos está modulada fundamentalmente por la acción de dos neurotrans-

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misores, uno de carácter neuroexcitatorio, el ácido glutámico, y otro neuroinhibitorio, el ácido
gamma-aminobutírico (GABA).
El ácido glutámico actúa como neuroexcitador, favoreciendo la despolarización de la
neurona al abrir los canales iónicos de sodio (Na+). Se han descrito numerosos receptores
celulares de glutamato, aunque los más conocidos son:
 NMDA: ácido N-metil-D-aspártico.
 AMPA (también llamado QUIS/AMPA): ácido α-amino-3-hidroxi-4-isoxazolpropiónico y
ácido quiscuálico.
 KAIN: ácido kaínico.
 AP4: ácido L-2-amino-4-fosfonobutanoico.
Los receptores de glutamato están formados por subunidades que se ensamblan para
formar un poro, permitiendo el intercambio de diferentes iones entre el interior y el exterior
neuronal. Entre los receptores celulares para el ácido glutámico (GluR), el más estudiado es el
N-metil-D-aspartato (NMDA), cuya activación produce una intensa despolarización de la
membrana, suficiente como para permitir la apertura de canales iónicos de calcio (Ca2+)
dependientes del voltaje. Esto conduce a una entrada (influjo) de Ca2+ en el interior neuronal,
lo cual, a su vez, conduce a la liberación de neurotransmisores excitatorios capaces de
estimular otras neuronas, aunque una excesiva entrada de Ca2+ puede acabar con la muerte
neuronal.
Recientes
estudios han
demostrado que la
sobreestimulación de
los receptores de
AMPA (AMPAR) es
una de las principales
causas de la
sobrecarga de Ca2+ en
el interior de las
neuronas,
produciendo daño y
muerte celular, y
desempeña un papel
crítico en la
generación y
propagación de las crisis convulsivas. Como el resto de receptores ionotrópicos de glutamato
(iGluR), los AMPAR se componen de una combinación de cuatro tipos de subunidades α
(GluA1-4, anteriormente GluR1-4 o GluRA-D), cada una de las cuales está codificada por un gen
diferente. A través de la combinación de subunidades GluA1-4, los AMPAR son ensamblados
como complejos tetraméricos de dímeros de dímeros (homo/heterodímeros), que incluyen un
dominio amino-terminal (NTD), una zona de unión del ligando principal (LBD), un dominio
transmembrana (TMD, que forman el área de poro del canal) y un dominio carboxi terminal
(CTD). Un par de dímeros NTD recubre la zona más distal de la membrana, mientras que el par
de dímeros LBD forma una zona intermedia y el área tetramérica TMD se incorpora en la
bicapa lipídica para formar el núcleo del canal iónico (Crépel, 2015).

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La zona de unión del ligando principal (LBD), formada por dos segmentos de polipéptidos
denominados D1 y D2, adopta una conformación de tipo concha conteniendo el sitio de
reconocimiento de agonistas y antagonistas competitivos. El ácido glutámico activa el AMPAR
a través de la hendidura o bolsillo entre los dominios D1 y D2 de la LBD, induciendo el cierre
del dominio y provocando ciertos eventos conformacionales que inducen la apertura del canal
iónico. La unión del ácido glutámico se produce mediante un conjunto de interacciones dentro
del bolsillo de unión del ligando agonista. Por su parte, el dominio transmembrana (TMD)
consta de tres hélices transmembrana (M1, M3 y M4) y un bucle reentrante (M2); este área
está conectado a través de la LBD enlazadores cortos que rodean el poro del canal. Los
moduladores positivos y negativos alostéricos interactúan con varios sitios específicos que se
encuentran en la interfaz del dímero LBD-TMD y en el poro del canal iónico. Finalmente,
dominio intracelular carboxi terminal (CTD) contiene diferentes sitios de fosforilación y de
unión para proteínas intracelulares implicadas en la regulación del tráfico iónico de
membrana. Adicionalmente, los receptores AMPA (AMPAR) también se asocian con
subunidades auxiliares denominadas proteínas transmembrana reguladoras de AMPA
(transmembrane AMPA regulatory proteins, TARP) que controlan el tráfico del receptor y la
compuerta del canal iónico (Cuéllar, 2014).
Por su parte, el ácido γ-aminobutírico (GABA) actúa como neuroinhibidor al activar su
principal receptor sobre la célula postsináptica (GABAA). Este receptor está acoplado a un canal
iónico de cloruro (Cl–), y su activación por el GABA regula la apertura de este canal tanto en
duración como en amplitud. Al activar el receptor, se incrementa el flujo de iones Cl– hacia el
interior de la célula, lo que tiende a hiperpolarizar la membrana, impidiendo así la excitación
neuronal. A este canal de cloruro
están acopladas, en asociación al
receptor del GABA, otras
estructuras receptoras de diversas
sustancias, algunas de ellas
fármacos, como los derivados
ureídicos (hidantoínas,
barbitúricos, etc.) y las
benzodiazepinas, ignorándose
hasta el momento cuáles son los
correspondientes ligandos
endógenos. La activación de estos
receptores “adicionales” es capaz
de amplificar la respuesta del canal
de cloruro a la acción agonista del
GABA sobre el receptor GABAA,
magnificando la hiperpolarización
de la membrana neuronal y, con
ello, su insensibilidad a los estímulos externos. Existe un segundo receptor del GABA, el GABAB,
que actúa facilitando la liberación presináptica de GABA. Se conoce mucho menos acerca de la
bioquímica de este receptor, aunque se sabe que sobre él actúa el baclofeno (un miorrelajante
de acción central) y, posiblemente, algunos fármacos antiepilépticos, aunque no parece ser un
mecanismo farmacológico relevante en este área (Cuéllar, 2012).

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Epilepsia
La epilepsia comporta la presencia de uno o varios núcleos de neuronas epileptógenas o
epilépticas – con una actividad eléctrica anormal y persistente – en una zona cerebral que
presenta una alteración del tejido cerebral y que es denominada foco epiléptico. Las crisis
epilépticas se deben a una descarga anómala y de frecuencia muy elevada en uno o varios
grupos pequeños de neuronas epilépticas, que pueden difundir a otras áreas o incluso
generalizarse. Estas descargas se producen por la activación sincrónica (al mismo tiempo) de
estos pequeños grupos celulares que constituyen el foco epiléptico, capaces de desencadenar
una actividad sináptica excitatoria excesiva, a través de descargas de potenciales de acción de
frecuencia muy alta.
Las neuronas epilépticas son intrínsecamente hiperexcitables y presentan
despolarizaciones anormales, lentas, muy amplias y prolongadas (más de 100 ms). Se conocen
como PDS (paroxysmal depolarization shift) y son las responsables de la génesis de potenciales
de acción de alta frecuencia. La estimulación de receptores de aminoácidos excitatorios –
como el NMDA o el AMPA – produce también este patrón de respuestas. La dispersión de las
descargas epilépticas está relacionada básicamente por un desequilibrio entre la
neurotransmisión inhibitoria y la excitatoria.
Una consecuencia de las crisis inducidas por estímulos eléctricos, químicos o lesiones
cerebrales es la producción de brotes axónicos (sprouting) en varias áreas del sistema nervioso
central (SNC) que facilitarían la expansión de las descargas epilépticas en posteriores ataques.
Este fenómeno también se observa en el cerebro humano epiléptico. Los pasos intermedios
entre el estímulo de NMDA y la aparición de los brotes ha sido relacionado con la estimulación
de ciertos genes de respuesta inmediata (c-fos, c-jun), cuya expresión favorecería la formación
del factor de crecimiento nervioso (nerve growth factor) que, actuando sobre sus propios
receptores, favorecería la aparición de los brotes axónicos (Buckmaster, 2014).
Parece que en muchos de los pacientes se ponen en marcha diversos mecanismos
homeostáticos para contrarrestar la hiperexcitabilidad, probablemente relacionados con la
expresión de varios genes que codifican distintos péptidos implicados en un aumento de la
transmisión inhibitoria (GABAérgica) o una disminución de la excitatoria (glutamatérgica).
Existen distintas hipótesis – no necesariamente excluyentes entre sí – que pueden explicar la
génesis y extensión de las descargas epileptógenas:
 Cambios en la permeabilidad de la membrana neuronal.
 Cambios en los canales iónicos (Na+ y, en menor grado, K+ y Ca2+).
 Liberación de aminoácidos excitadores, especialmente glutamato.
 Potenciación de agentes como la noradrenalina y la somatostatina.
 Alteraciones en las dendritas de las neuronas postsinápticas.
 Reducción del potencial inhibidor de los circuitos gabaérgicos.
 Acoplamientos sinápticos de subpoblaciones neuronales.
Se considera que el mejor correlato biofísico de la crisis epiléptica es la desviación de la
despolarización paroxística (PDS). Cuando ésta tiene lugar, se produce una elevación del
potencial de reposo de la neurona por encima del umbral del potencial de acción normal
(Gorji, 2009). El primer periodo de la DPS comienza con la apertura de canales de Na+ y luego
la despolarización; transcurridos unos pocos milisegundos, se produce la apertura de canales
de Ca2+, penetrando el Ca2+ al interior de la neurona, donde se une a proteínas fijadoras espe-
cíficas y es secuestrado en la mitocondria, con el fin de prevenir una excesiva concentración

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Epilepsia
intracelular de Ca2+, que sería citotóxica. A continuación, se abren canales de K+ que producen
la repolarización necesaria para una nueva despolarización.

TRATAMIENTO
El 75-80 % de los enfermos con epilepsia se controlan bien con la medicación durante
los dos primeros años después del diagnóstico. Un 10-15% de estos casos se controla con la
asociación de varios fármacos anticonvulsivantes y los nuevos fármacos introducidos
recientemente sólo consiguen el control en menos de un 10% adicional de pacientes. En
conjunto, se calcula que entre el 8 y el 33% de las epilepsias son incontrolables con
tratamiento médico, esto significa, que en España hay aproximadamente unos 100.000
enfermos para los que se deben considerar tratamientos alternativos, entre los que se
encuentra la cirugía de la epilepsia (García-Ramos, 2011).

Medicamentos antiepilépticos
Actualmente se dispone de un amplio arsenal de medicamentos antiepilépticos. Es difícil
hacer una clasificación única que permita una comprensión definitiva del grupo, por lo que
optamos por una clasificación sencilla de carácter mixto químico-farmacológico, en la que ine-
vitablemente hay que dar cabida a un amplio grupo de “otros”.

Mecanismos farmacológicos antiepilépticos


Atendiendo a la hipótesis predominante sobre la naturaleza electroquímica de la
epilepsia, podemos clasificar a los fármacos antiepilépticos actualmente disponibles en dos
grandes grupos, según actúen primordialmente sobre las neuronas del sistema nervioso
central inhibiendo su hiperexcitabilidad o bien potenciando su estabilización.
En términos farmacológicos, el proceso de inhibición de la hiperexcitabilidad neuronal
cortical se consigue a través de tres mecanismos básicos:
- Modulando determinados canales iónicos presentes en las membranas neuronales que
son responsables del intercambio iónico entre el interior y el exterior neuronal, lo
que permite actuar sobre las propiedades eléctricas de las neuronas corticales y su
capacidad para ser excitadas por las descargas de otras neuronas. Esto incluye
diversos canales de sodio (Na+), potasio (K+) y calcio (Ca2+)
- Inhibiendo el sistema glutamato-aspartato, implicado en la activación – reducción del
umbral de excitabilidad – de las neuronas corticales
- Inhibiendo la exocitosis de neurotransmisores (incluyendo la de glutamato y aspartato),
mediante la actuación sobre las proteínas SV2. La proteína de la vesícula sináptica 2
(SV2) es una glucoproteína presente en las membranas neuronales, donde es
necesaria para la neurotransmisión normal mediante su intervención en la
regulación de la exocitosis estimulada por el calcio. La SV2 existe en tres isoformas
(SV2A, SV2B y SV2C), presentes en todas las vesículas sinápticas
independientemente del tipo de transmisor. La SV2A y SV2B están ampliamente
distribuidas en el sistema nervioso, mientras que la SV2C solo se observa en un
pequeño número de neuronas en ciertas zonas cerebrales. En el cerebro, la SV2A se
expresa con los niveles mayores en las regiones subcorticales, mientras que el
mayor nivel de expresión de la SV2B se produce en la corteza y el hipocampo. La SV2

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Epilepsia
se expresa también en las vesículas secretoras de las células neuroendocrinas en el
tubo digestivo, el páncreas, la adenohipófisis, la glándula tiroidea, la glándula
paratiroidea y el bulbo raquídeo anterior, y además en las células principales
exocrinas de la mucosa gástrica.
La segunda opción farmacológica principal consiste en la inhibición de la
hiperexcitabilidad neuronal cortical, que se consigue fundamentalmente potenciando el
sistema GABAérgico. A pesar de la notable simplicidad molecular del GABA, que invita a
diseñar análogos más potentes y más modulables farmacocinéticamente que este
neurotransmisor neurohibitorio, lo cierto es que los diferentes fármacos que han ido
desarrollándose y que emulan dicha estructura han mostrado una complejidad
farmacodinámica mucho mayor de lo previsto. En la práctica, los mecanismos activos sobre la
cinética fisiológica del GABA o sobre sus receptores neuronales son muy diversos y,
frecuentemente, coexisten para un mismo fármaco; así, nos encontramos con agonistas de los
receptores GABAA y GABAB, potenciadores de la síntesis de GABA, inhibidores de su
metabolismo o de su recaptación presináptica.
Junto con la potenciación GABAérgica, suele citarse a los inhibidores de la anhidrasa
carbónica, en particular la acetazolamida. Este diurético ha venido siendo utilizado en epilepsia
– aunque de forma restringida – desde hace más de 50 años. Produce una acumulación de CO2
a nivel cerebral por inhibición del 90% de la anhidrasa carbónica localizada en la neuroglia,
mielina y plexo coroideo (Rho, 1999). Su efecto antiepiléptico parece relacionarse con su
capacidad para producir acidosis metabólica y, con ello, facilitar la estabilización neuronal. Sin
embargo, algunos autores apuntan también otros efectos más directos sobre la membrana
neuronal; no obstante, su utilidad en cuadros epilépticos es muy limitada y suele reservarse
para cuadros refractarios a los tratamientos farmacológicos convencionales.
Como ya ha sido sugerido, en realidad la gran mayoría de los fármacos antiepilépticos
actualmente utilizados en clínica (Tabla 1) actúan a través de varios mecanismos al mismo
tiempo, aunque con diferente relevancia en cuanto a sus efectos clínicos, lo que – junto a las
particularidades farmacocinéticas de cada agente – se traduce en la práctica clínica que el
perfil de cada fármaco es bastante específico (Cuéllar, 2012).

Tabla 1. Mecanismos de acción de los antiepilépticos


Tipo Acción global Acción específica Mecanismo Mecanismo Mecanismo
principal secundario marginal
Bloqueo de canales de sodio (Na+) Carbamazepina Fenobarbital Benzodiazepinas
Eslicarbazepina Topiramato Etosuximida
Fenitoína Zonisamida Gabapentina
excitabilidad neuronal

Lacosamida Valproico, ácido


Inhibidores de la

Lamotrigina
Oxcarbazepina
Rufinamida
Modulación de
Bloqueo de canales de calcio (Ca2+) Etosuximida Valproico, ácido
canales iónicos
tipo T Zonisamida
Bloqueo de canales de calcio (Ca2+) Gabapentina Lamotrigina Benzodiazepinas
tipo N y P/Q Pregabalina Oxacarbazepina Fenobarbital
Zonisamida Fenitoína
Levetiracetam
Bloqueo de canales de calcio (Ca2+) Carbamazepina
tipo L Topiramato

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Activación de canales de potasio Retigabina Oxcarbazepina Carbamazepina
(K+) Topiramato Eslicarbazepina
Etosuximida
Inhibición de la liberación de Carbamazepina Fenitoína
glutamato Eslicarbazepina Zonisamida
Fenobarbital
Gabapentina
Lamotrigina
Oxcarbazepina
Pregabalina
Inhibición del Valproico, ácido
sistema Vigabatrina
glutamato-
Inhibición de la liberación de Valproico, ácido
aspartato
aspartato
Antagonismo sobre receptores Levetiracetam
NMDA
Antagonismo sobre receptores Perampanel Fenobarbital
AMPA Lamotrigina
Topiramato
Antagonismo sobre receptores KA Topiramato
Inhibidores de Fijación a proteínas SV2 Levetiracetam
la exocitosis
Agonismo sobre receptores GABAA Benzodiazepinas Topiramato Estiripentol
Fenobarbital Fenitoína
Levetiracetam
estabilización neuronal

Retigabina
Potenciadores de la

Agonismo sobre receptores GABAB Gabapentina Vigabatrina


Aumento de la síntesis de GABA Gabapentina
Potenciación
Valproico, ácido
del sistema
Inhibición del metabolismo del Vigabatrina Estiripentol Retigabina
GABAérgico
GABA Gabapentina
Valproico, ácido
Aumento de la liberación de GABA Gabapentina Valproico, ácido
Zonisamida
Inhibición de la recaptación de Estiripentol Gabapentina
GABA Tiogabina Vigabatrina
Inhibición de la anhidrasa carbónica Topiramato
Otros
Zonisamida

Todos los fármacos antiepilépticos tienen en común determinados efectos adversos,


relacionados en buena medida con sus acciones neurológicas. En este sentido, es
prácticamente universal en este grupo de fármacos el efecto depresor funcional del sistema
nervioso central, manifestado con frecuencia como sedación excesiva, mareos (o vértigo),
ataxia (descoordinación motriz), alteraciones cognitivas y visuales. Tampoco son infrecuentes
las molestias gastrointestinales, sobre todo náuseas y, menos frecuentemente, vómitos. La
mayoría de estos efectos son benignos y predecibles, son proporcionales a la dosis o al
escalado de la dosificación y tienden a desaparecer o al menos a amortiguarse a medida que
progresa el tratamiento.

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Ureidos
El término se aplica normalmente a las estructuras químicas que contienen un resto de
urea (H2N-CO-NH2), más o menos sustituida. Forman parte de este grupo algunos de los
medicamentos antiepilépticos más antiguos (y eficaces) usados en epilepsia: barbitúricos
(fenobarbital), hidantoínas (fenitoína) y oxazolidinodionas (etosuximida). Durante décadas se
dispuso de otros dentro de estos mismos grupos o análogos, pero ya han desaparecido.
Pese a la evidente relación estructural, sus perfiles farmacológicos no son superponibles,
aunque todos ellos actúan fundamentalmente como inhibidores de la excitabilidad neuronal.
Su farmacocinética es compleja y ello impide establecer una correlación entre las dosis
administradas y los niveles séricos alcanzados. Con frecuencia, la administración de las dosis
recomendadas, incluso calculadas con relación al peso de cada paciente, se traduce en niveles
séricos del fármaco –o de alguno de sus metabolitos activos, en su caso– que pueden ser
subterapéuticos o, por el contrario, tóxicos. El motivo es que suele haber una gran variabilidad
interindividual en la capacidad metabólica hepática (Vajda, 2014).
Son mayoritariamente metabolizados en el hígado y, además, tienen un efecto inductor
enzimático provocado por una reacción refleja de desintoxicación, que induce la síntesis de
grandes cantidades de enzimas metabolizadoras en los hepatocitos (mayoritariamente, del
complejo citocromo P450, CYP). Muchos son, al mismo tiempo, inhibidores enzimáticos, lo que
da idea del complejo problema de las interacciones farmacocinéticas al que están ligados estos
fármacos. A ello se añade el hecho de que algunos, como el fenobarbital, tienen además
metabolitos activos. Todo esto determina que los ureidos son una fuente de abundantes e
importantes interacciones con otros medicamentos, incluyendo a antiepilépticos del mismo
grupo o de otros (Zaccara, 2014).
Además de los efectos adversos compartidos con otros antiepilépticos, entre los
potencialmente más graves que pueden aparecer con los antiepilépticos ureídicos están los
cuadros de aplasia y las reacciones graves de hipersensibilidad y, en particular, el síndrome de
Stevens-Johnson y la necrolisis epidérmica tóxica, dos graves manifestaciones dermatológicas
potencialmente letales, caracterizadas por la separación entre la epidermis y la dermis.
Adicionalmente, existen circunstancias que podrían agravar la toxicidad de los medicamentos
antiepilépticos en general, como por ejemplo la deshidratación asociada a los periodos de
calor más intenso, en los que muchos medicamentos antiepilépticos podrían ver alterados sus
perfiles cinéticos.

Carboxamidas
En un sentido estructural, pueden considerarse como un caso particular entre los
antiepilépticos de tipo ureídico. El medicamento de referencia del grupo es la carbamazepina;
la oxcarbazepina es el ceto-derivado de la carbamazepina, similar a ésta desde el punto de
vista químico y farmacodinámico, pero con diferencias farmacocinéticas, en especial en lo que
se refiere a las vías de metabolización. En concreto, la oxcarbazepina es transformada
rápidamente y casi por completo sin formación del metabolito epóxido, considerado como
responsable de algunos de los efectos colaterales neurotóxicos más graves de la
carbamazepina. La eslicarbazepina es el isómero óptico S del metabolito activo (MHD) de la
oxcarbazepina y de la carbamazepina pero, a diferencia de esta última, la eslicarbazepina –

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como la oxcarbazepina – no da lugar la formación metabólica del epoxi-derivado. Finalmente,
la rufinamida también forma parte del grupo.
Todos las carboxamidas actúan como inhibidores de la excitación neuronal,
principalmente mediante una modulación de los canales iónicos y, especialmente, por un
bloqueo de los canales de Na+. La inhibición de la liberación de glutamato por las neuronas
glutamatérgicas es secundaria en todos ellos.
Se unen moderadamente a las proteínas plasmáticas, aunque más la carbamazepina,
sufriendo un metabolismo hepático que conduce a la formación de metabolitos activos, salvo
la rufinamida, poco afectada metabólicamente (Montouris, 2014). Estas peculiaridades se
trasladan al ámbito de las interacciones farmacológicas caracterizadas por el efecto inductor
enzimático, especialmente marcado en la carbamazepina, que da lugar a una amplia lista de
interacciones clínicamente relevantes. Por su parte, la eslicarbazepina es un inductor leve de la
isoforma CYP3A4 del citocromo P450 y de la UDP-glucuronil-transferasa (UGT1A1); también
tiene un leve efecto inhibidor del CYP2C19. Fruto de esta actividad, pueden producirse algunas
interacciones de relevancia clínica con fenitoína, warfarina y anticonceptivos hormonales que
contengan estrógenos; sin embargo, parece afectar relativamente poco a la farmacocinética
de otros agentes antiepilépticos (Zaccara, 2015). La rufinamida se une poco a proteínas
plasmáticas y es escasamente metabolizada por el citocromo P450, por lo que no es de esperar
que sufra interacciones farmacológicas a estos niveles.
Los efectos adversos de la carbamazepina son frecuentes y relativamente importantes,
equiparables – cuando no peores – a los de los antiepilépticos de tipo ureídico. Sin embargo,
salvo la aparición de cuadros graves hematológicos o dermatológicos de hipersensibilidad, la
mayoría acaban por ser tolerados por la mayoría de los pacientes. La eslicarbazepina muestra
un perfil toxicológico aceptable, con frecuentes reacciones adversas, aunque reversibles y
generalmente leves o moderadas, localizadas fundamentalmente al inicio del tratamiento. La
frecuencia registrada de eventos adversos con rufinamida es muy similar a la observada con
placebo.

Ácidos grasos y derivados


El caso del ácido valproico es único, por muchos y notables motivos. Empezando por su
descubrimiento como agente antiepiléptico, siguiendo por su engañosa simplicidad molecular
y terminando por sus múltiples y diversos mecanismos de acción antiepiléptica que le hacen
tener el más amplio espectro de indicaciones anticonvulsivantes conocido e incluso ser
utilizado en otros ámbitos de la medicina, como el trastorno bipolar o la migraña. Fue
sintetizado en 1882 y sus propiedades antiepilépticas fueron descubiertas fortuitamente al
demostrar varios productos independientes entre sí – que utilizaban al valproato solo como
cosolvente – una propiedad antiepiléptica similar. La valpromida es un profármaco del ácido
valproico, en el que se transforma prácticamente en su totalidad, mediante metabolismo
hepático (Bialer, 1991).
Presenta una clara relación estructural con el neurotransmisor neuroinhibitorio GABA, a
la que se atribuyen los efectos del ácido valproico sobre la síntesis, liberación y metabolismo
del GABA; además, parece actuar también bloqueando la liberación de aminoácidos
neuroexcitatorios (glutamato y aspartato) y varios canales iónicos (Na+ y Ca2+). De hecho, no
puede atribuirse claramente a este fármaco un mecanismo principal.

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Es un potente inductor enzimático y, dado su intenso metabolismo hepático, es
susceptible de provocar numerosas e importantes interacciones. Desde el punto de vista
toxicológico, además de las consabidas reacciones de tipo neurológico comunes para
prácticamente todos los antiepilépticos, es capaz de provocar coagulopatías y trastornos
metabólicos (hiperamonemia) potencialmente serios, además de las reacciones de
hipersensibilidad ya vistas con otros antiepilépticos.

GABAmiméticos
La sencilla estructura del GABA (ácido γ-aminobutírico: H2NCH2CH2CH2CH2COOH) ha sido
utilizada como una referencia para numerosos e importantes fármacos anticonvulsivantes,
aunque no siempre siguiendo la lógica aparentemente obvia de que cualquier modificador de
la acción del GABA y/o de la cinética intra- y extracelular debería conducir a un antiepiléptico.
En cualquier caso, es la justificación para denominar como GABAmiméticos a un grupo que en
realidad es, desde el punto de vista mecanístico, mucho más heterogéneo de lo que sugiere el
término.
La vigabatrina inhibe irreversiblemente la GABA transaminasa, reduciendo la
degradación fisiológica del GABA (Hemming, 2013). Por su parte, la tiagabina actúa inhibiendo
la recaptación presináptica del GABA por las neuronas y las células de la glía, incrementando
así la concentración del GABA en el espacio sináptico y, con ello, la capacidad neuroinhibitoria
de este neurotransmisor (Pulman, 2014a). A pesar de su evidente relación estructural con el
GABA, el mecanismo de acción de la gabapentina (Al-Bachari, 2013) y de su análogo, la
pregabalina, no parece depender de los efectos clásicos sobre el GABA, sino sobre todo del
bloqueo de canales de Ca2+ de tipo N y Q (Pulman, 2014b); posiblemente debido a esto, ambos
fármacos son más empleados en el tratamiento del dolor neuropático que en indicaciones de
epilepsia.
La farmacocinética de estos productos es bastante lineal y predecible, lo que se traduce
en un manejo sencillo y una tasa notablemente baja de interacciones, incluso con otros
agentes antiepilépticos. El perfil toxicológico es también algo diferente de los antiepilépticos
más antiguos, aunque no dejan de ser frecuentes la somnolencia, los mareos, la ataxia, la
astenia y otros problemas de orden neurológico.

Benzodiazepinas
Las benzodiazepinas actúan de forma muy similar a como lo hacen los barbitúricos (al
menos, en parte), aunque sobre receptores específicos, denominados receptores
benzodiazepínicos (BZ) u omega (ϖ), de los que se han descrito varias isoformas. Estos
receptores están acoplados al canal de Cl– presente en la membrana de las neuronas, como los
receptores GABAA y los de barbitúricos, y su activación por el GABA regula la apertura de este
canal. Al activar el receptor, se incrementa el flujo de iones Cl– hacia el interior de la célula, lo
que tiende a hiperpolarizar la membrana, impidiendo así la excitación neuronal. La activación
de estos correceptores adicionales a los del propio GABA es capaz de amplificar la respuesta
del canal de Cl– a la acción agonista del GABA sobre el receptor GABAA, magnificando la
hiperpolarización de la membrana neuronal y, con ello, su insensibilidad a los estímulos
externos.

Punto Farmacológico Página 15

Epilepsia
Las benzodiazepinas forman un grupo farmacológico muy homogéneo, por lo que no
puede hablarse de benzodiazepinas antiepilépticas, como tampoco se puede hablar – stricto
sensu – de benzodiazepinas hipnóticas o ansiolíticas. Las diferencias farmacodinámicas dentro
del grupo son mínimas y no parecen afectar significativamente al perfil farmacológico, sino
más bien a su afinidad hacia los receptores omega (ϖ) y a sus propiedades cinéticas, en
particular, a su metabolismo y a la producción o no de metabolitos activos. En términos
prácticos, los derivados más utilizados con indicación de antiepiléptico son clobazam,
clonazepam y diazepam (Arya, 2014).

Otros antiepilépticos
Como indicábamos anteriormente, el desarrollo de nuevos fármacos antiepilépticos
busca dianas farmacológicas innovadoras que permitan ampliar el arsenal terapéutico
disponible e incrementar con ello la tasa de pacientes respondedores, además de mejorar los
perfiles toxicológico y de interacciones que, en el ámbito de los antiepilépticos, son muy
relevantes.
El topiramato es uno de los antiepilépticos más complejos, tanto desde el punto de vista
mecanístico como clínico. Se han citado hasta seis mecanismos bioquímicos relacionados con
la acción antiepiléptica del topiramato, sin que pueda establecerse claramente ninguno de
ellos como el principal. Los más relevantes consisten en un bloqueo de los canales de Na+ y de
Ca2+ y estabilización de la configuración abierta de los canales de K+, un efecto agonista sobre
los receptores GABAA, un efecto antagonista (débil) de la actividad neuroexcitatoria del
receptor AMPA/kainato del glutamato, sin afectar al receptor NMDA, un efecto inhibidor
(débil) sobre la anhidrasa carbónica, que no parece contribuir significativamente al efecto
terapéutico, aunque sí posiblemente a su perfil toxicológico. Fruto de esta multiplicidad de
dianas farmacológicas, el topiramato presenta un amplio espectro de indicaciones
antiepilépticas, utilizándose tanto en crisis generalizadas (ausencias, atónicas, mioclónicas,
tónicas, espasmos infantiles y tónico-clónicas), como en crisis focales simples y complejas, con
o sin generalización secundaria, así como en el síndrome de Lennox-Gastaut y en la profilaxis
de la migraña (Latini, 2008).
Su toxicidad es significativa, como lo demuestra que más del 10 % de los pacientes se
ven obligados a suspender el tratamiento como consecuencia de los efectos adversos,
originados en muchos casos por ajuste demasiado rápido de la dosis. Las reacciones adversas
que se han detectado más frecuentemente han sido trastornos neurológicos y psiquiátricos
(mareo, somnolencia, cefalea, ataxia, astenia), y especialmente la pérdida de peso (>10%,
dosis dependiente, hasta en el 90%, debido al posible efecto diurético). Son frecuentes (1-
10%), los efectos gastrointestinales (náuseas, dolor abdominal, hipersalivación, etc.). La
incidencia de acidosis metabólica es del orden del 7% con 50 mg/día y hasta el 20% con 400
mg/día, y se asocia con una disminución de los niveles de bicarbonato sérico. Se ha
comunicado pancreatitis en raras ocasiones y también con carácter excepcional se han
descrito reacciones ampollosas de la piel y mucosas incluyendo eritema multiforme, pénfigo,
síndrome de Stevens-Johnson y necrolisis epidermica toxica. En la mayoría de los casos se
produjeron con el uso concomitante de otros antiepilépticos. El topiramato interacciona con
muchos otros antiepilépticos.
El principal mecanismo antiepiléptico de la zonisamida es el bloqueo de los canales de
Ca2+ de tipo T, aunque secundariamente también bloquea los de tipo N/Q y los de Na +.

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Epilepsia
También inhibe la liberación de glutamato e incrementa la de GABA; por último, es un débil
inhibidor de la anhidrasa carbónica. Está indicada en crisis generalizadas (ausencias, atónicas,
mioclónicas, tónicas, espasmos infantiles y tónico-clónicas) y en crisis focales simples y
complejas, con o sin generalización secundaria; también en el síndrome de Lennox-Gastaut
(Hoy, 2014).
La principal forma de toxicidad es neurológica, consistiendo mayoritariamente en
somnolencia, vértigo y cefalea. Un 11% de los pacientes tratados con zonisamida (y un 4,5%
con placebo) en ensayos clínicos controlados suspendieron el tratamiento debido a la
incidencia de eventos adversos, siendo los principales motivos de ello la aparición de
irritabilidad y/o agitación, vértigo y anorexia. Su potencial de interaccionar con otros
medicamentos, especialmente con otros antiepilépticos, es limitado.
Desde el punto de vista mecanístico y en comparación con otros antiepilépticos, la
lamotrigina es relativamente simple, actuando principalmente como un bloqueante de los
canales de Na+ y, secundariamente, inhibiendo la liberación de glutamato (Biton, 2013). Como
en los dos fármacos anteriores, presenta un amplio espectro de indicaciones antiepilépticas:
crisis generalizadas (ausencias, atónicas, mioclónicas, tónicas, espasmos infantiles y tónico-
clónicas), crisis focales simples y complejas, con o sin generalización secundari y síndrome de
Lennox-Gastaut. También está indicada en la prevención de episodios depresivos en trastorno
bipolar.
En tratamientos combinados se ha descrito la aparición de erupciones cutáneas hasta en
un 10% de los pacientes tratados con lamotrigina, el doble que en aquellos tratados con
placebo, hasta el punto de requerir la retirada del tratamiento en un 2% de los pacientes.
Incluso en algunos pacientes se ha comunicado la aparición de alteraciones dermatológicas
graves, incluyendo síndrome de Stevens-Johnson (0,8% de los niños y en 0,3% en adultos,
cuando se asocia a otros antiepilépticos). Tiene un perfil moderado de interacciones, aunque
son varios los antiepilépticos capaces de interaccionar con la lamotrigina con resultados
clínicamente relevantes.
El levetiracetam está relacionado con el piracetam, un medicamento nootrópico. Su
peculiar mecanismo de acción antiepiléptico consiste en la fijación selectiva a las proteínas
SV2, determinantes en el proceso de exocitosis de neurotransmisores de tipo excitatorio,
como el glutamato o el aspartato (Wright, 2013). No parece afectar a sistemas de segundos
mensajeros, canales iónicos y sistemas enzimáticos implicados en la síntesis y metabolismo del
GABA, aunque sí parece tener un efecto marginal como antagonista de los receptores NMDA
del ácido glutámico y como agonista de los receptores GABAA. Como los anteriores, tiene un
amplio espectro de indicaciones: crisis generalizadas (ausencias, atónicas, mioclónicas, tónicas,
espasmos infantiles y tónico-clónicas) y crisis focales: simples y complejas, con o sin
generalización secundaria. Presenta un perfil de interacciones moderado, aunque algunas
clínicamente relevantes, en particular con otros antiepilépticos. Las reacciones adversas más
frecuentes (>10%) son somnolencia, vértigo, cefalea, astenia, anorexia.
La lacosamida bloquea la actividad de los canales del sodio (Na+) presentes en la
membrana neuronal; adicionalmente, parece intervenir en el desarrollo de las células
nerviosas que han resultado dañadas en episodios epilépticos previos. En este sentido, se une
selectivamente a una proteína mediadora de la respuesta a colapsina de tipo 2 (CRMP-2), una
fosfoproteína expresada en el sistema nervioso que parece estar implicada en la diferenciación

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neuronal, polarización y control del crecimiento axonal (Hoy, 2013). Se utiliza en clínica como
coadyuvante en crisis parciales o generalizadas.
En cuanto a su toxicidad, se ha podido establecer una clara relación directamente
proporcional a la dosis utilizada. Son muy frecuentes el mareo, la cefalea, las náuseas y la
diplopía. La tasa de descontinuación del tratamiento debida a los efectos adversos en ensayos
clínicos controlados fue del 12% para lacosamida vs. 1,6% con placebo. La lacosamida presenta
un perfil moderador de interacciones, aunque el potencial alargamiento del intervalo PR del
electrocardiograma podría aumentar el riesgo de arritmia cardiaca al asociar a otros fármacos
que produzca este mismo efecto PR (antiarrítmicos tipo I, carbamazepina, lamotrigina,
pregabalina).
La retigabina es un activador de determinados canales de potasio regulados por voltaje,
presentes en las neuronas e implicados en la regulación de la actividad de éstas. Además, se ha
observado que la retigabina reduce el tono glutamatérgico a través de un efecto
neuroinhibitorio agonista sobre receptores GABAB presinápticos, y aumenta el gabaérgico
aumentando la síntesis de GABA, facilitando la acción del GABA sobre el receptor GABAA, y
bloqueando el catabolismo del GABA (Splinter, 2013). Está autorizada para el tratamiento
complementario de las crisis parciales, con o sin generalización secundaria.
Desde el punto de vista toxicológico, la retigabina muestra un perfil complejo, con
presencia mayoritaria y frecuente de efectos adversos de tipo neurológico, en línea con lo
observado con otros antiepilépticos. La frecuencia y la gravedad de los eventos observados
parecen estar relacionados con la dosis utilizada, especialmente entre los más comunes:
mareos, somnolencia y fatiga, que son las principales causas de abandono por efectos
adversos (25% vs. 11% con placebo). La retigabina tiene un perfil moderado de interacciones,
sin que afecte o sea afectada significativamente por otros antiepilépticos, salvo carbamazepina
y fenitoína, que reducen la exposición sistémica a la retigabina en un tercio aproximadamente.
El perampanel actúa como antagonista selectivo y no competitivo de los receptores
ionotrópicos de glutamato de tipo AMPA en las neuronas postsinápticas. Ha sido autorizado
para el tratamiento concomitante de las crisis de inicio parcial con o sin generalización
secundaria en pacientes con epilepsia de 12 años y mayores. El perfil toxicológico está en línea
con el de otros nuevos agentes antiepilépticos, predominando los mareos y la somnolencia por
encima cualquier evento adverso. Hay una notable distancia en la incidencia de los mismos
entre la dosis de 12 y la de 8 mg/día; así, con la dosis de 12 mg/día cerca de un 20% de los
pacientes suspende el tratamiento por este motivo, frente a menos del 8% con la dosis de 8
mg/día y el 6% con placebo. El perampanel presenta una prolongada semivida de eliminación
terminal (105 h) y un potencial de interacciones no especialmente preocupante, donde solo los
inductores del CYP3A4 (carbamazepina, oxacarbazepina, fenitoína) pueden llegar a afectar
notablemente la farmacocinética del perampanel (Patsalos, 2015).
Por último, el estiripentol1 es un medicamento huérfano, autorizado para el tratamiento
coadyuvante de las convulsiones tónico-clónicas generalizadas y refractarias en niños con
síndrome de Dravet, cuyas convulsiones no se controlen adecuadamente con clobazam y
valproato. Actúa principalmente inhibiendo la recaptación presináptica de GABA,
incrementando así la concentración sináptica de GABA. Parecen tener un papel secundario
otros mecanismos, tales como la inhibición del metabolismo del GABA por la GABA-

1
El estiripentol está autorizado por la Agencia Europea de Medicamentos (como Diacomit®) pero no está
comercializado en España.

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Epilepsia
transaminasa o un moderado efecto agonista directo sobre los receptores GABAA. Potencia los
efectos anticonvulsivantes de otros fármacos antiepilépticos como consecuencia de su elevada
capacidad inhibidora enzimática de varias isoenzimas del citocromo P450, como CYP1A2, 2C9,
2C19, 2D6 y 3A4. En cuanto al perfil toxicológico, las reacciones adversas más comunes (>10%)
son insomnio, somnolencia, distonía, hipotonía muscular, anorexia y pérdida de peso (Brigo,
2014).

Selección de medicamentos
La selección del medicamento más adecuado tiene relación con el tipo de epilepsia. En
cada epilepsia hay un grupo de fármacos de primera elección o de primera línea que pueden
seleccionarse en función de su perfil de efectos adversos y las características del enfermo (Gil-
Nagel, 2012).

Epilepsias focales o parciales


 Fármacos de primera línea, utilizados en monoterapia o en terapia asociada:
carbamazepina, lamotrigina, levetiracetam y oxcarbazepina, y ácido valproico (en
epilepsias focales benignas de la infancia).
 Fármacos de segunda línea, generalmente utilizados en terapia asociada: clobazam,
clonazepam, acetato de eslicarbazepina, fenitoína, fenobarbital, gabapentina, lacosamida,
perampanel, pregabalina, tiagabina, topiramato, retigabina, vigabatrina (uso muy
restringido por riesgo elevado de retracción concéntrica irreversible del campo visual),
ácido valproico (en epilepsias que no sean focales benignas de la infancia), zonisamida (se
encuentra en realidad en transición a primera línea en todas las epilepsias focales
exceptuando las focales benignas de la infancia, en las que el ácido valproico es el
tratamiento de elección).

Epilepsias generalizadas y síndromes especiales


• Epilepsia de ausencias (infantil o juvenil): En primera línea: etoxuximida, lamotrigina o
ácido valproico; en segunda línea: zonisamida. Alternativamente, se pueden utilizar
benzodiazepinas (clobazam, clonazepam). Están contraindicadas: carbamazepina,
fenitoína y vigabatrina.
• Epilepsias mioclónicas sintomáticas y criptogénicas: En primera línea: ácido valproico o
levetiracetam; en segunda línea: combinación de benzodiazepinas y ácido valproico.
Alternativamente, se pueden utilizar combinaciones de los anteriores con piracetam o
lamotrigina; ocasionalmente se ha utilizado una dieta cotegénica. Están contraindicadas:
carbamazepina, fenitoína, gabapentina y vigabatrina.
• Epilepsia mioclónica juvenil: En primera línea: ácido valproico o levetericetam; en
segunda línea: zonisamida. Alternativamente, se pueden utilizar benzodiazepinas
(clobazam, clonazepam) o piracetam. Están contraindicadas: carbamazepina, fenitoína,
gabapentina y vigabatrina.

Punto Farmacológico Página 19

Epilepsia
• Epilepsias con crisis de gran mal al despertar: En primera línea: ácido valproico,
lamatrigina o levetiracetam; en segunda línea: topiramato o zonisamida.
Alternativamente, se pueden utilizar fenobarbital.
• Espasmos infantiles: En primera línea: corticotropina (ACTH), ácido valproico o
vigabatrina; en segunda línea: clobazam, levetiracetam, prednisona o zonisamida.
Alternativamente, se pueden utilizar topiramato, acetazolamida o dieta cetogénica.
• Síndrome de Lennox-Gastaut: En primera línea: levetiracetam, rufinamida o ácido
valproico; en segunda línea: clobazam, lamotrigina, topiramato o zonisamida.
Alternativamente, se puede utilizar una dieta cetogénica. Están contraindicadas:
carbamazepina y fenitoína.

Status epilepticus (Estado epiléptico)


El status epilepticus o estado epiléptico se define como la aparición y persistencia de
crisis epilépticas tan prolongadas (<30 minutos) o que se repiten con tal frecuencia que causan
una alteración cerebral permanente. Es una emergencia neurológica que se asocia con una
morbilidad y mortalidad elevadas, debido a la enfermedad subyacente que lo causa y a las
alteraciones cerebrales y sistémicas directamente causadas por las crisis repetidas. Requiere
una atención inmediata, ya que la mortalidad intrínseca es del 1-7%, aunque la mortalidad
global puede llegar al 20% y en casos refractarios hasta al 50%. En la población general la
incidencia anual se cifra en 18-28 personas/100.000 habitantes, lo que supone entre 8.500 y
13.000 casos al año en España (Corral-Ansa,2008)
El tratamiento urgente debe iniciarse en todos los tipos de status, puesto que cuanto
más precoz se tratamiento, más posibilidades hay de limitar los daños neurológicos
permanentes. Sin embargo, existen algunas situaciones especiales en las que el tratamiento
puede ser modificado:
• En los enfermos con epilepsia generalizada sintomática (p. ej., síndrome de Lennox-
Gastaut) son frecuentes los episodios de aumento del número de ataques y status no
convulsivo generalizado (ausencias atípicas) en relación con enfermedades sistémicas, fár-
macos sedantes del SNC o interacciones medicamentosas. En estos casos, el status puede
empeorar con la administración de benzodiazepinas, y suele ceder cuando desaparece la
causa.
• En las fases iniciales de epilepsia parcial continua (encefalitis crónica de Rasmussen,
tumores rolándicos y displasias corticales) es frecuente que el status no responda al
tratamiento, siendo las medidas agresivas (intubación y anestesia general) generalmente de
poca utilidad.
• En pacientes débiles, con enfermedades sistémicas graves, que presentan status
parcial no convulsivo (crisis parciales complejas y simples), no se ha observado que el
pronóstico sea mejor cuando se realiza intubación y anestesia general.
• En los status generalizados de ausencia y mioclónicos, el tratamiento farmacológico
más idóneo es la combinación por vía intravenosa de una benzodiazepina (10 mg de diazepam
o 1 mg de clonazepam) y ácido valproico (15 mg/kg a administrar en 3-5 min, seguido de
infusión continua a 1 mg/kg/h).

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Epilepsia
Epilepsia durante el embarazo
La gestación en pacientes con epilepsia se considera de alto riesgo, dada la mayor
incidencia de complicaciones obstétricas, como prematuridad y muerte neonatal. Durante el
embarazo, la frecuencia de las crisis puede permanecer inalterada (61%), disminuir (24%) o
incrementarse (15%). Esta variación se debe principalmente a cambios en la farmacocinética
de los fármacos. En los casos de empeoramiento, debe considerarse la posibilidad de un
incumplimiento del tratamiento, muchas veces motivado por temor a los efectos
teratogénicos de los antiepilépticos (Gil-Nagel, 2012).
Por todos estos motivos, es muy aconsejable la adopción de medidas anticonceptivas
eficaces por parte de las mujeres epilépticas sujetas a tratamiento. Aunque en modelos
animales se ha demostrado que los estrógenos podrían tener un efecto proconvulsionante, en
la práctica clínica no se ha observado que los anticonceptivos orales provoquen un
empeoramiento de las crisis, por lo que no existe una contraindicación general para su uso en
mujeres con epilepsia. Los fármacos inductores del citocromo P450 (fenitoína, carbamazepina,
primidona, fenobarbital, oxcarbazepina, eslicarbazepina, topiramato) incrementan la síntesis
de la globulina plasmática que liga las hormonas sexuales y aceleran el metabolismo de las
hormonas esteroideas, disminuyendo la eficacia de los anovulatorios. También disminuyen la
eficacia del levonorgestrel y de la medroxiprogesterona. Estos problemas pueden paliarse con
el uso de anovulatorios con mayor contenido de estrógenos (50-100 mg) pero, aun así, se ha
observado una disminución de la eficacia de los anticonceptivos hormonales, por lo que es
aconsejable usar adicionalmente un anticonceptivo de barrera (preservativo).
Las crisis durante el embarazo no se han relacionado con una mayor incidencia de
malformaciones, pero las crisis generalizadas tónico-clónicas pueden producir hipoxia fetal y el
traumatismo abdominal de la madre puede afectar al feto. En casos aislados, las crisis parciales
complejas durante el parto han causado alteraciones de la frecuencia cardiaca fetal, sin que se
conozca la relevancia clínica de este hecho.
En definitiva, el mayor riesgo de malformaciones congénitas en niños nacidos de madres
epilépticas se debe principalmente a los efectos teratogénicos de los fármacos antiepilépticos,
aunque pueden contribuir otros factores, tales como la susceptibilidad individual determinada
genéticamente. Reciente estudios epidemiológicos a gran escala parecen indicar que la tasa de
malformaciones congénitas puede ser como máximo dos veces mayor de lo esperado con la
exposición en el útero a los fármacos antiepilépticos utilizados actualmente con más
frecuencia, tales como carbamazepina o lamotrigina, y algo mayor con valproato. El riesgo de
efectos teratogénicos parece ser dependiente de la dosis y, por ello, debe establecerse antes
del embarazo la dosis efectiva más baja del medicamento seleccionado, sea cual sea. En
cualquier caso, no se aconseja realizar cambios sustanciales del tratamiento durante el
embarazo, particularmente sustituir un fármaco por otro (Tomson, 2015).
Para reducir en lo posible los riesgos, se recomienda transmitir a la paciente la
conveniencia de una maternidad planificada, considerar la retirada progresiva de la medica-
ción en pacientes que no hayan padecido ninguna crisis durante un periodo superior a 2 años
y, si el tratamiento es aconsejable, se debe recurrir al medicamento más eficaz evitando, si es
posible, la politerapia. Puede ser útil incrementar el número de dosis diarias para reducir la
presencia de niveles máximos (pico) plasmáticos demasiado elevados. Por este motivo, es
recomendable controlar los niveles plasmáticos antes de la concepción y cada 3 meses durante
la gestación, aunque su interpretación debe ser cautelosa debido a los cambios

Punto Farmacológico Página 21

Epilepsia
farmacocinéticos que ocurren durante el embarazo. En concreto, en caso de aumento en el
número de crisis con niveles adecuados, debe controlarse especialmente la fracción libre del
fármaco en plasma.
Se ha demostrado que el ácido fólico disminuye la incidencia de defectos del tubo
neural en la población general. Pero, para que sea eficaz debe iniciarse antes de la concepción,
por lo que se recomienda administrar 0,4 mg a todas las mujeres epilépticas en edad fértil y
susceptibles que quedarse embarazadas. En aquellas con déficit crónico de folato o con ante-
cedentes de defectos del tubo neural, la dosis diaria debe ser de 5 mg.
A las pacientes epilépticas embarazadas debe practicárseles una determinación de α-
fetoproteína en sangre y una ecografía de alta resolución en la semana 18ª de gestación. Estas
pruebas permiten detectar la mayoría de las malformaciones del tubo neural. Por otro lado, en
pacientes tratadas con fármacos inductores hepáticos (fenobarbital, benzodiazepinas,
carbamazepina y fenitoína, principalmente), la administración de vitamina K (20 mg/día por vía
oral) a la gestante durante el último mes de embarazo parece reducir el riesgo de hemorragia
en la madre y de enfermedad hemorrágica del neonato. También es recomendable administrar
1 mg por vía intramuscular al recién nacido.

Epilepsia durante la lactancia


La mayoría de los medicamentos antiepilépticos aparecen en la leche materna en
niveles inversamente proporcionales a su grado de unión a las proteínas séricas. Esto significa
que, en términos reales, las concentraciones en la leche materna son muy pequeñas (dado que
la mayoría de los antiepilépticos se unen en alta proporción a la albúmina plasmática); por el
contrario, en el feto y el recién nacido, las concentraciones son más elevadas, debido a la
reducida capacidad de unión de las proteínas séricas neonatales y al inmaduro metabolismo
hepático. En principio, el uso de fármacos antiepilépticos no constituye una contraindicación
absoluta para la lactancia, aunque debe sopesarse cuidadosamente las ventajas e
inconvenientes. En este sentido, los efectos secundarios más comunes en el lactante son
sedación y problemas con la alimentación, particularmente con ureídicos (fenobarbital,
fenitoína, etc.). Los trastornos hematológicos y hepáticos son muy raros.

Epilepsia en el anciano
La mayoría de las epilepsias en el anciano son parciales, generalmente de causa
vascular, metabólica o degenerativa. Las involuciones relacionadas con la edad
(hipoproteinemia, atrofia de la mucosa gástrica, disminución de la función y masa hepática y
renal) modifican la farmacocinética de los fármacos antiepilépticos. Por otro lado, las
interacciones farmacodinámicas son frecuentes y explican, por ejemplo, la aparición de
sedación excesiva y síndromes confusionales. Dado que la polifarmacia es común en esta
población, los efectos adversos por interacciones farmacológicas son muy frecuentes y a veces
catastróficos. Por estos motivos, la introducción de la medicación debe ser más lenta y, en
general, son necesarias dosis menores que en el adulto joven. Los nuevos fármacos, en
general, suelen ser mejor tolerados que los fármacos clásicos.
En definitiva, la edad influencia de forma notable el perfil farmacocinético de los
fármacos antiepilépticos. Sin embargo, la variabilidad farmacocinética puede ocurrir a

Punto Farmacológico Página 22

Epilepsia
cualquier edad y, además, hay que considerar otros factores, tales como los genéticos,
comorbilidades, interacciones con otros fármacos en politerapia, etc. (Italiano, 2013).

Directrices terapéuticas
Obviamente, las recomendaciones incluidas en las diferentes guías clínicas están sujetas
a una permanente revisión y evolución. Como criterio básico, se considera globalmente la
efectividad (eficacia + tolerabilidad), junto con la farmacocinética, la facilidad de uso, el perfil
de interacciones, la experiencia a largo plazo y la indicación para su uso en monoterapia. Sea
como fuere, la elección de un tratamiento antiepiléptico debe ser individualizada en función
del perfil del paciente, por lo que, en ocasiones, las opciones alternativas, consideradas
inicialmente como de segunda elección, pueden ser la primera opción (Mercadé, 2012).
Sea como fuere, alrededor del 40% de los enfermos con una primera crisis tiene
recidivas, por lo que el tratamiento no está indicado en todos los pacientes con una primera
crisis. El riesgo de recidiva tras la segunda crisis es de aproximadamente el 65%, por lo que en
estos casos el tratamiento está indicado casi siempre. El riesgo de recurrencia tras una primera
crisis es mayor cuando se asocia con patología cerebral adicional (p. ej., lesiones estructurales
o retraso del desarrollo mental), alteraciones epileptiformes en el EEG y antecedentes
familiares de epilepsia, por lo que en estos casos puede estar indicado iniciar el tratamiento a
partir de la primera crisis, sobre todo cuando se asocian los tres factores. En este sentido, en
adultos con factores de riesgo, la probabilidad de recurrencia es alta (50 a 70%), por lo que se
recomienda tratamiento. Por el contrario, en las crisis agudas sintomáticas (p. ej., inmedia-
tamente después de un traumatismo craneal), en los niños con una primera crisis de cualquier
tipo y en los adultos con una primera crisis generalizada tonicoclónica, el riesgo de recurrencia
es bajo y no suele estar indicado el tratamiento.
Por consiguiente, la decisión de tratar a los pacientes tras una primera crisis debe
basarse en considerar factores fisiopatológicos y aún otros, como el tipo de actividad laboral,
la cercanía a un centro médico y las preferencias del paciente y las de sus familiares. La norma
general es esperar al segundo ataque antes de iniciar el tratamiento; sin embargo, en adultos
puede ser difícil aplicar esta regla por las repercusiones laborales, en la conducción de
automóviles, etc. En cualquier caso, la decisión de introducir una terapia antiepiléptica crónica
sobre la base de un único episodio debe ser sopesada cuidadosamente teniendo en cuenta los
factores de riesgo de recurrencia, tales como un electroencefalograma (EEG) anormal, historial
familiar de epilepsia, lesión neurológica previa, etc. (Gil-Nagel, 2012).
En general, el tratamiento debe iniciarse con un solo fármaco, procediendo a titular la
dosis hasta alcanzar la dosis eficaz o la dosis máxima tolerada. Si persisten las crisis, el primer
fármaco antiepiléptico debe ser sustituido por otro, añadiendo primero el segundo hasta
alcanzar la dosis eficaz y, a continuación, reduciendo lentamente la dosis del primer fármaco
hasta suspenderlo. No debe demorarse el cambio del fármaco una vez que se ha comprobado
que las crisis persisten a pesar de emplear la dosis máxima tolerada. La determinación de los
niveles plasmáticos es de utilidad limitada para establecer la dosificación y no debe sustituir la
basada en la respuesta clínica; por el contrario, sí son especialmente útiles para evaluar el
grado de adherencia al tratamiento por el paciente.
Numerosos ensayos clínicos controlados han registrado que en torno a un 60-65% de los
pacientes responden bien al primer fármaco ensayado y un 20-25% adicional terminan

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Epilepsia
respondiendo a la monoterapia mediante cambio de fármaco. Sólo un 10% de los pacientes
obtienen mayor beneficio de una combinación inicial de medicamentos que de un régimen
monoterápico. Este concepto ha cambiado el enfoque del tratamiento antiepiléptico, que
tradicionalmente se basaba en un régimen escalonado aditivo que desembocaba rápidamente
en la politerapia. La idea prevalente en la actualidad es el cambio de medicación hasta
encontrar el más adecuado y solo después de que se haya comprobado que la monoterapia es
insatisfactoria, recurrir a las combinaciones.
En cualquier caso, la clave del tratamiento antiepiléptico reside en buscar un equilibrio
entre la eficacia y los efectos colaterales. La dosis debe ajustarse individualmente para cada
paciente, a lo que ayuda bastante el conocimiento de las características farmacocinéticas de
los medicamentos y en muchos casos es útil la determinación de niveles plasmáticos. En
particular es importante tener en cuenta el tiempo que tarda cada medicamento en alcanzar
niveles plasmáticos estables o estado estacionario (steady state), porque algunos fracasos de
la terapia antiepiléptica son atribuidos al abandono prematuro del fármaco por no obtener
respuesta a corto plazo.
El tiempo que debe mantenerse el tratamiento antiepiléptico es una cuestión delicada.
Algunos pacientes necesitarán seguir la terapia de por vida, pero es un hecho comprobado que
un porcentaje elevado no recaen una vez suspendida la medicación. Parece que son factores
desfavorables presentar anormalidades neurológicas, ataques de más de un tipo, necesitar
más de un medicamento o haber aparecido la epilepsia en edad adulta; pero la única forma de
dilucidar definitivamente cada caso es hacer la prueba. En niños que han pasado dos años sin
ataques, el índice de remisión es algo superior al 75%, mientras que en adultos es del orden
del 60%. Muchos autores recomiendan una retirada muy gradual de la medicación una vez
transcurridos dos años sin ataques; otros elevan el tiempo de espera a cuatro años.
No siempre la causa de tener que recurrir a una combinación de fármacos
antiepilépticos es mejorar la respuesta clínica antiepiléptica, sino reducir el perfil de toxicidad
a niveles que sean razonablemente tolerados por el paciente. Más que en ningún otro caso, se
trata de un proceso especialmente individualizado de acuerdo a las condiciones y necesidades
de cada paciente, determinadas previamente mediante una cuidadosa evaluación neurológica
por el especialista. En definitiva, a la hora de estudiar la conveniencia de asociación dos o más
antiepilépticos deben considerarse los siguientes aspectos (Herranz, 2009):
- Diagnóstico preciso del tipo (o tipos) de epilepsia del paciente.
- Características fisiológicas del paciente (edad, sexo, peso, etc.).
- Características patológicas (tipo o tipos de epilepsia, duración de la enfermedad, historial
de resistencia a uno o varios fármacos antiepilépticos, etc.).
- Perfil farmacológico (mecanismos de acción) y terapéutico (indicaciones autorizadas) de
cada medicamento.
- Experiencia clínica disponible de cada fármaco considerado.
- Perfil toxicológico de cada fármaco, tanto por frecuencia como por gravedad de los efectos
adversos más serios.
- Potencial de interacciones de cada fármaco, tanto a nivel farmacodinámico como
farmacocinético.

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Epilepsia
Teniendo en cuenta los indicados aspectos, la combinación ideal debería estar formada
por fármacos:
 Con mecanismo de acción diferente. Por ejemplo:
o Inhibidores de la excitabilidad neuronal (moduladores de canales iónicos o
inhibidores del sistema glutamatérgico) con potenciadores de la estabilización
neuronal (GABAérgicos directos o indirectos): Bloqueantes de canales de sodio
(Na+) con fármacos potenciadores del GABA, por ejemplo.
o Potenciadores del sistema GABAérgico por diferentes mecanismos (agonismo
directo sobre receptores GABAA, inhibición de la recaptación o del
metabolismo del GABA, etc.).
o Inhibidores del sistema glutamatérgico por diferentes mecanismos (inhibición
de la liberación, antagonismo sobre receptores NMDA o AMPA/KA del
glutamato, etc.).
o Con acción selectiva (uno) y con mecanismos múltiples (otro).
 Con perfiles toxicológicos complementarios o, al menos, con efectos toxicológicos no
aditivos ni sinérgicos. Por ejemplo, los inhibidores de los canales de Na+ (carbamazepina,
fenitoína, etc.) producen alteraciones neurológicas (sedación, somnolencia) que son
aditivas con las asociadas con el uso de fármacos GABAérgicos (fenobarbital,
benzodiazepinas).
 Con bajo potencial inductor o inhibidor enzimático. En este sentido, los anticonvulsivantes
más modernos (lacosamida, levetiracetam, lamotrigina, zonisamida, retigabina, etc.) son
menos propensos a provocar interacciones cinéticas clínicamente relevantes, aunque
siempre es difícil predecir la intensidad o, incluso, el sentido de muchas de las
interacciones entre agentes antiepilépticos.
 Con experiencia clínica contrastada en combinación. En este sentido, están bien
documentadas las combinaciones de:
o Ácido valproico/Etosuximida en crisis generalizadas de ausencia que sea
refractarias.
o Ácido valproico/Lamotrigina en crisis generalizadas de ausencia y mioclonía, y
en crisis focales, aunque puede haber un incremento de la incidencia de
exantemas y/o de temblor.
o Ácido valproico/Carbamazepina (u oxacarbazepina) en crisis focales.
Finalmente, en la mayoría de las situaciones, la prevención de las crisis epilépticas no es
eficaz y no está indicada. Sin embargo, se ha planteado la profilaxis de las crisis epilépticas en
determinadas situaciones que pueden incrementar el riesgo de presentar crisis. En este
sentido, en pacientes sometidos a cirugía neurológica el tratamiento con fenitoína o ácido
valproico reduce el riesgo durante el periodo de tratamiento, habitualmente de unos meses,
pero no hay evidencia de que reduzca el riesgo de padecer epilepsia o crisis una vez retirado.
En sujetos con traumatismo craneal el criterio es similar al anterior, ya que permite reducir la
incidencia de crisis en la fase aguda y mientras dura el tratamiento, pero tampoco evidencia de
que reduzca el riesgo de epilepsia a medio o largo plazo. Finalmente, en pacientes afectados
por hemorragia subaracnoidea por ruptura de un aneurisma cerebral es recomendable realizar
profilaxis en la fase aguda, debido al elevado riesgo de crisis y de que éstas causen un
resangrado por ruptura del aneurisma.

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Epilepsia
Tratamiento no farmacológico
El tratamiento quirúrgico está indicado en pacientes con crisis parciales resistentes al
tratamiento farmacológico y localización adecuada del área epileptógena. La opción quirúrgica
se suele considerar cuando las crisis persisten durante un año o bien después de intentar el
tratamiento con dos fármacos en monoterapia, lo que ocurra antes. Dependiendo de la causa
de la epilepsia y la localización de la lesión, la probabilidad de control completo de las crisis
tras tratamiento quirúrgico está entre el 40% y el 80%, y de mejoría clínica significativa entre el
60 y el 95%.
Un reciente meta-análisis realizado a partir de nueve revisiones sistemáticas y dos
grandes series de casos de pacientes con epilepsia refractaria al tratamiento farmacológico,
mostró que la tasa de éxito (ausencia de crisis) osciló entre un 34% y un 74% (mediana del
62%). En general, la cirugía fue menos eficaz cuando había lesiones extratemporales o cuando
la epilepsia no estaba asociada con una lesión estructural, o ambas cosas. Las tasas de eficacia
fueron similares entre niños y adultos, encontrándose que la esclerosis del hipocampo y los
tumores benignos se asociaron con mejores resultados en relación con otras patologías. Por
otro lado, la mortalidad perioperatoria parece ser baja (0,1-0,5%) y la complicación
neurológica más frecuente son defectos del campo visual, debidos a la resección del lóbulo
temporal. En general, la calidad de vida mejoró después de la cirugía (Jobst, 2015).
Cuando se trata de lesiones cerebrales bien circunscritas y de tamaño relativamente
pequeño (hasta un máximo de 30 cm3), existen diversas técnicas mínimamente invasivas que
pueden ser utilizadas como sustitución del tratamiento quirúrgico en epilepsias lesionales
resistentes al tratamiento farmacológico. La más utilizada (desde principios de los años 90 del
pasado siglo) es la radiocirugía estereotáxica con Gamma Knife2, aunque también se utilizan
otras como la termocoagulación estereotáctica con radiofrecuencia, termoterapia inducida por
láser y la ablación con ultrasonidos guiada por RMN (Quigg, 2014). En concreto, la radiocirugía
estereotáxica con Gamma Knife requiere la colocación de un marco metálico que se fija
sólidamente en el cráneo del paciente, con el objetivo de mantener la precisión en la ubicación
del paciente requerida por la radiocirugía de sesión única. Con la ayuda de este marco, se le
fija el casco (colimador secundario), con el que es introducido en el dispositivo de radiación
gamma (Gamma Knife), manteniéndole durante un periodo que oscila entre 30 minutos y dos
horas.
La estimulación eléctrica del nervio vago es otra técnica utilizada también en caso de
epilepsias farmacorresistentes, especialmente como tratamiento coadyuvante en epilepsias
parciales y generalizadas criptogénicas y secundarias, en pacientes que no sean candidatos a
cirugía o que tengan aversión a este tipo de tratamiento. En el 40% de los enfermos se
produce una reducción superior al 50% en la frecuencia de las crisis y el efecto persiste a largo
plazo. Los efectos secundarios más comunes son disfonía, dolor de garganta, tos, parestesias y
cefalea, pero carece de efectos cognitivos, sedantes, afectivos, visuales, ni produce cambios en
la función pulmonar (Chambers, 2013).
Finalmente, la dieta cetogénica puede ser eficaz en algunas epilepsias resistentes al
tratamiento farmacológico. Como su nombre indica, se trata de un plan dietético cuyo objetivo
es provocar una situación de cetosis metabólica, similar a la que se alcanza con un ayuno

2
Literalmente, Cuchillo Gamma (un dispositivo que es capaz de producir una radiación gamma altamente selectiva).

Punto Farmacológico Página 26

Epilepsia
prolongado o con restricción de glúcidos (utilizando menús con alto contenido en proteínas o
grasas). En la dieta se mantiene una relación calórica entre grasa y glúcidos y proteínas de 2:1
a 5:1. Como fuente principal de calorías se utilizan ácidos grasos de cadena media. Esta forma
de tratamiento es más eficaz en niños que en adultos. Está indicada principalmente en niños
con epilepsias parciales y generalizadas criptogénicas y sintomáticas.
Un reciente meta-análisis realizado sobre estudios controlados con dieta cetogénica en
adultos con epilepsia refractaria (Klein, 2014) encontró que el 32% de los pacientes
experimentaban una reducción de al menos un 50% de las crisis epilépticas, incluyendo un 9%
que experimentaron una reducción superior al 90%. Los efectos de la dieta parecen persistir
durante periodos prolongados pero, a diferencia de los niños, no parece producir resultados
demasiado porsistentes. Los efectos anticonvulsivantes aparecen en cuestión de pocos días o
semanas y los efectos adversos suelen ser tolerables (que incluyen la pérdida de peso, lo que
puede ser beneficioso para los pacientes obesos). No obstante, el porcentaje de pacientes que
suspende la dieta antes del final planificado es elevado (la mitad, aproximadamente, en los
estudios controlados).

EL PAPEL DEL FARMACÉUTICO


Básicamente, las actuaciones de la Atención Farmacéutica, tanto en el ámbito de la
farmacia comunitaria como la hospitalaria, comprenden tres elementos fundamentales: el
seguimiento farmacoterapéutico (revisión de la adecuación, efectividad y seguridad de los
tratamientos), la formación y educación del paciente (aprovechando fundamentalmente el
acto de dispensación) y, en función del ámbito de actuación profesional, la coordinación con el
equipo asistencial (elaboración de protocolos, guías, procedimientos normalizados de trabajo
– PNT –, docencia, unificación de criterios entre los diferentes profesionales sanitarios y
niveles asistenciales, documentación/historia clínica compartida, etc) (SEFH, 2013).
La promoción de la adherencia al tratamiento prescrito es considerada como un
componente fundamental de la práctica de la atención farmacéutica y sanitaria del paciente.
Es evidente que un enfoque que se centre solo en la elección del fármaco antiepiléptico y la
dosis tendrá un éxito limitado, si no se consigue la adherencia a la medicación. De nada sirve
un diagnóstico preciso y la selección personalizada del fármaco y de la pauta posológica más
científicamente rigurosas, si el paciente no hace caso – o no le da la importancia requerida – a
la necesidad de adherirse estrechamente a las indicaciones recibidas.
Se estima que entre el 35% y el 50% de los pacientes con epilepsia no se adhieren
adecuadamente a su tratamiento farmacológico (Plumpton, 2015). Y esto tiene graves
consecuencia, como las que se reflejan en un estudio (Samsonsen, 2014), en el que se
comprobó falta de adherencia al tratamiento farmacológico en el 39% de los pacientes
hospitalizados por crisis convulsivas, particularmente de aquellos con crisis generalizadas y en
pacientes jóvenes (<30 años). Curiosamente, el 44% de los pacientes no adherentes (tras
comprobarse los niveles plasmáticos reales con los teóricos que debería tener) negó su falta de
adherencia terapéutica, lo que enfatiza el hecho de que muchos pacientes no son conscientes
de la necesidad de la adherencia estricta al tratamiento prescrito.
Aunque la adherencia al tratamiento antiepiléptico parece mejorar después de la cirugía
antiepiléptica en comparación con las estimaciones prequirúrgicas, también es un problema
común y grave en estos pacientes. Un reciente estudio (Liu, 2015) ha medido esta adherencia y
ha analizado los factores que influyen en el incumplimiento del tratamiento. 214 pacientes

Punto Farmacológico Página 27

Epilepsia
posquirúrgicos con epilepsia fueron controlados durante 18 meses. De ellos, 58 (27%) fueron
no adherentes después de la cirugía, sin que se apreciasen diferencias entre los pacientes
adherentes y no adherentes en las variables demográficas y clínicas: edad, duración de la
enfermedad, sexo o lugar de residencia (urbana o rural). Por otra parte, la adhesión no se
relacionó con el resultado quirúrgico y las razones más comunes para la no adhesión fueron la
ausencia de ataques durante un período prolongado (27%), falta de memoria (19%) e
imposibilidad de disponer los medicamentos antiepilépticos a nivel local (19%).
Sin duda alguna, uno de los aspectos más relevantes en los que los farmacéuticos
pueden y deben participar es en la detección de interacciones farmacológicas. Los fármacos
antiepilépticos y especialmente los más antiguos – pero todavía ampliamente usados – son
una fuente de numerosas interacciones, muchas de ellas clínicamente relevantes.
La utilización de la Base de Datos del Consejo General de Colegios Oficiales de
Farmacéuticos (Bot PLUS 2.0) permite detectar automáticamente las principales interacciones
descritas. A título meramente ilustrativo, el número de interacciones de la fenitoína con otros
principios activos es de 162 (64 de las cuales son valoradas como clínicamente importantes y
bien documentadas), fenobarbital (76/27), carbamazepina (103/39), eslicarbazepina (98/36),
ácido valproico (21/5), diazepam (46/22), topiramato (19/13)… Incluso algunos de los
antiepilépticos más modernos presentan un perfil de interacciones complejo, como la
zonisamida (19/13) o el perampanel (22/7). Evidentemente, el número de interacciones
farmacológicas descritas tiende a ser claramente menor en los nuevos fármacos, por dos
motivos fundamentales: tienen menos experiencia clínica y su desarrollo como medicamentos
ha tenido en cuenta el potencial de interaccionar con otros.
En cuanto a la farmacovigilancia, la notificación de eventos adversos constituye una
obligación de todos los profesionales y en el ámbito de los medicamentos antiepilépticos es
una fuente inagotable. Desde Panorama Actual del Medicamento se han descrito numerosas
notas de seguridad de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) y
de la Agencia Europea de Medicamentos (EMA):
- Acido valproico: nuevas recomendaciones de uso en niños y en mujeres fértiles. PAM.
2014; 38(378): 997-8.
- Clobazam: reacciones adversas graves. PAM. 2014; 38(374): 527-8.
- Retigabina: pigmentación ocular y cutánea. PAM. 2013; 37(365): 660-2.
- Topiramato: malformaciones congénitas. PAM. 2012; 36(351): 195.
- Antiepilépticos: alteraciones cutáneas. PAM. 2011; 35(349): 1127-8.
- Síndrome de Stevens-Johnson y necrolisis epidérmica tóxica. PAM. 2011; 35(348): 1000-1.
- Fenitoína: síndrome de Stevens-Johnson. PAM. 2009; 33(329): 1238.
- Carbamazepina: reacciones cutáneas graves. PAM. 2008; 32(312): 338-40.
- Levetiracetam: errores de dosificación. PAM. 2007; 31(309): 1279-80.
- Lamotrigina: teratogénesis. PAM. 2006; 30(295): 680-2.
- Topiramato: acidosis láctica. PAM. 2004; 28(273): 366-7.
- Topiramato: hipertermia y reducción de la sudoración. PAM. 2003; 27(265): 732-3.
- Topiramato: glaucoma. PAM. 2001; 25(248): 926-7.
- Vigabatrina: defectos del campos visual. PAM. 2000; 24(231): 175-7.

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Epilepsia
Son numerosos los estudios controlados que han demostrado el positivo papel de la
atención farmacéutica de los pacientes epilépticos. Un ejemplo reciente demostró que la
aplicación de un programa de atención farmacéutica (IPHIWWE) mejora significativamente la
calidad de vida relacionada con la salud en mujeres epilépticas (Losada, 2014). En concreto, se
trata de un ensayo controlado aleatorio pragmático realizado con 182 mujeres adultas con
epilepsia (de las que un 79% lo completaron), con el fin de determinar la utilidad de dicho
programa de atención farmacéutica sobre la calidad de vida de las pacientes. Se utilizó como
instrumento de medida el QOLIE-31, un cuestionario validado de calidad de vida relacionada
con la salud, específico para la epilepsia. La escala QOLIE-31 valora siete aspectos:
preocupación por las crisis, valoración global de la calidad de vida, bienestar emocional,
sensaciones de energía o fatiga, funciones cognoscitivas, efectos de la medicación y relaciones
sociales. Estos valores se convierten en una escala de 1 a 100 puntos.
La variación en la puntuación QOLIE-31 para el grupo de intervención farmacéutica fue
12,45 puntos (p <0,001) y para el grupo control fue 2,61 (p=0,072). Considerando 10,7 como el
cambio mínimamente importante en la calidad de vida, la razón de disparidades favoreció
claramente a la intervención farmacéutica (RR=2,17; IC95% 1,37 a 3,43), con un número
necesario a tratar (NNT) de 3,5. En definitiva, el estudio demostró que la aplicación de un
programa de atención farmacéutica mejora significativamente la calidad de vida relacionada
con la salud en mujeres epilépticas y el NNT encontrado permite recomendar, en opinión de
los autores, la implementación de un programa de atención farmacéutica en este tipo de
pacientes.
Otro aspecto que debe ser especialmente considerado es el de las sustituciones de
medicamentos antiepilépticos. Aunque la mayoría de los nuevos antiepilépticos presentan
perfiles farmacocinéticos relativamente simples, la mayoría presentan peculiaridades que
desaconsejan la sustitución en este grupo específico de medicamentos.
En principio, iniciar el tratamiento con un medicamento antiepiléptico innovador o con
un genérico no da lugar a diferencias significativas en la eficacia, la tolerabilidad y la seguridad,
pero una vez establecido el tratamiento, el cambio de uno por otro puede estar asociado con
más hospitalizaciones y estancias hospitalarias más prolongadas (Talati, 2012). Asimismo, se
han documentado casos aislados de aparición de fenómenos tóxicos con lamotrigina al
cambiar, por imperativo administrativo, un genérico por otro (Martínez, 2014).
Es importante ofrecer consejos sencillos a los pacientes diagnosticados y que estén bajo
tratamiento. Los más relevantes son:
- Tomar la medicación cada día (y preferiblemente a la misma hora y en las mismas
condiciones: ayuno, etc.), según le fue prescrita por el médico.
- No beber alcohol o utilizar drogas de abuso.
- Hacer ejercicio físico frecuente pero de forma moderada (pasear, etc.).
- Si se trata de una mujer en edad fértil, adoptar medidas anticonceptivas eficaces, de
acuerdo con el ginecólogo. Si pretende quedarse embarazada, planificar el tratamiento
previamente con el neurólogo y el ginecólogo.
En el caso de necesitar atender a una persona que experimenta una crisis epiléptica de
tipo convulsivo, es aconsejable adoptar las siguientes medidas
- Proteger a la persona de posibles golpes, pero sin llegar a limitar totalmente sus
movimientos. Es preciso retirar cualquier objeto o mueble con el que pudiera golpearse.

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Epilepsia
- Aflojar el cuello de la camisa, en el caso de que lo lleve prieto.
- Poner a la persona de lado, si está en el suelo, con una almohada o algo de ropa enrollada
bajo la cabeza.
- No introducir nada en la boca del paciente, aunque exista el riesgo de que se muerda la
lengua (el riesgo de asfixia es aún mayor).
- Esperar a que finalice la crisis. Es recomendable llamar al teléfono de urgencias médicas,
especialmente si la crisis dura más de cinco minutos.

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Epilepsia
DÍA NACIONAL DE LA EPILEPSIA – 24 DE MAYO

La adherencia al tratamiento fundamental


para los pacientes con epilepsia

 La Profesión Farmacéutica se suma a la celebración del Día Nacional de la


Epilepsia

 El Consejo General de Colegios Farmacéuticos ha elaborado el Punto


Farmacológico nº 95 sobre epilepsia, disponible en www.portalfarma.com

MADRID, xx DE MAYO DE 2015.- El Consejo General de Colegios Oficiales de


Farmacéuticos, con motivo de la celebración del Día Nacional de la Epilepsia -24 de
mayo- ha elaborado el Punto Farmacológico nº 95 sobre esta patología, su
epidemiología, tratamientos disponibles y el papel del farmacéutico, accesible a través
de www.portalfarma.com. La tasa de prevalencia de la epilepsia entre la población
española mayor de edad es de 18 casos por cada mil habitantes, según se desprende de
los datos preliminares de un estudio presentado por la Sociedad Española de Neurología.

El papel del farmacéutico


El profesional farmacéutico tiene un papel clave en la adherencia al tratamiento de los
pacientes con epilepsia; se estima que entre el 35% y el 50% de los pacientes con
epilepsia no se adhieren adecuadamente al tratamiento farmacológico, lo cual tiene
graves consecuencias. Numerosos estudios han demostrado el papel positivo de la
atención farmacéutica de los pacientes epilépticos. Este papel se desarrolla
fundamentalemente a través del seguimiento farmacoterapéutico, la formación y
educación del paciente y la coordinación con el equipo asistencial.

Uno de los aspectos más relevantes en los que contribuye el farmacéutico es en la


detección de interacciones farmacológicas. Algunos fármacos antiepilépticos presentan
numerosas interacciones descritas. A modo de ejemplo, el número de interacciones de la
fenitoína con otros principios activos es de 162; fenobarbital 76, carbamazepina 103;
incluso algunos de los epilépticos más modernos presentan un perfil de interacciones
complejos, como la zonisamida, 19 interacciones o el perampanel 22. Para ayudar al
farmacéutico en su ejercicio profesional diario cuenta con la Base de Datos del Consejo
General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos - Bot PLUS 2.0- que recoge las
principales interacciones descritas.

Accede al Punto Farmacológico nº 95 en www.portalfarma.com

Para más información: Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos


91 431 25 60 - comunicacion@redfarma.org - www.portalfarma.com
Propuesta de tuits para el Día Nacional de la Epilepsia – 24 de mayo

 El próximo 24 de mayo se celebra el Día Nacional de la Epilepsia. Accede a más


información (enlace al espacio o al Pto. Farmacológico)

 El 24 de mayo – Día Nacional de la Epilepsia @IlaeWeb @IBESocialMedia


#epilepsia

 Consulta el Punto Farmacológico nº 95 sobre Epilepsia #DíaNacional #epilepsia


#concienciación (enlace al documento)

 La epilepsia es uno de los trastornos neurológicos más comunes del sistema


nervioso central. #concienciación

 El actual arsenal terapéutico permite controlar las crisis en el 75-80% de los


pacientes #DíaNacional #Epilepsia

 #Epilepsia El seguimiento de la medicación, una vez establecido tratamiento por el


neurólogo, es clave para reducir riesgo de eventos adversos

 Se estima que entre el 35% y 50% de pacientes con #epilepsia no se adhieren


adecuadamente al tratamiento

 Estudios señalan falta de adherencia al tratamiento en el 39% de los pacientes


hospitalizados por crisis convulsivas #epilepsia

 En España, la tasa de prevalencia entre mayores de 18 años es de 18 casos por


cada 1.000 habitantes #epilepsia

 En España, habría más de 700.000 pacientes con #epilepsia según datos


preliminares estudio Epiberia de @seneurologia

 ¿Qué sabes de la epilepsia? Accede al Punto Farmacológico nº 95 sobre la


patología y su tratamiento (enlace al documento)

 Disponible el Punto Farmacológico nº 95 sobre epilepsia, tratamiento y aspectos


asistenciales farmacéuticos (enlace al documento)

 Epilepsia y el papel del farmacéutico. Consulta el Punto Farmacológico nº95


sobre la patología (enlace al documento)

 La labor del farmacéutico es clave en la detección de interacciones


farmacológicas #epilepsia

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