!!FundaDeLaEducacion Resumen TPs 2021
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!!FundaDeLaEducacion Resumen TPs 2021
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La naturalización de nuestras prácticas cotidianas se debe a que la génesis social e
histórica de las mismas se desdibuja y cede su lugar a la inmediatez de lo cotidiano. Suele
sucedernos que nos es imposible decir en qué momento las cosas comenzaron y por qué,
en qué contextos y coordenadas. Así, nuestras propias prácticas sufren una cosificación y
cambiarlas o cuestionarlas nos parece y resulta en ocasiones algo imposible.
El desafío es, desde este espacio, intentar desnaturalizar nuestras concepciones para
adentrarnos en un camino de comprensión da las prácticas escolares que habilite corrernos
de consideraciones que las configuren como eternas y naturales y empezar a interpretarlas
como procesos situados, pasibles de cambio.
[…]¿Qué hace del pie descalzo de un niño de clase media, motivo de atención en una
ciudad con centenares de chicos descalzos, brutalmente descalzos? ¿Por qué, en una
ciudad con decenas de familias que viven a la intemperie, el pie superficialmente descalzo
de Mateo llamaba más la atención que otros pies cuya ausencia de zapatos es la marca
inocultable de la barbarie que supone negar los más elementales derechos humanos a
millares de individuos? La pregunta me parecía trivial. Pero fui percibiendo que encerraba
cuestiones centrales sobre las nuevas (y no tan nuevas) formas de exclusión social y
educativa vividas hoy en América Latina.
Reconocer o percibir acontecimientos es una forma de definir los límites arbitrarios entre
lo “normal” y lo “anormal”, lo aceptado y lo rechazado, lo permitido y lo prohibido. De allí
que, mientras es “anormal” que un niño de clase media ande descalzo, es absolutamente
“normal” que centenares de chicos deambulen sin zapatos por las calles de Copacabana
pidiendo limosna. La “anormalidad” vuelve los acontecimientos visibles, cotidianos, al
tiempo que la “normalidad” tiene la facultad de ocultarlos.
La exclusión es, hoy, invisible a los ojos. Y la invisibilidad es la marca más visible de los
procesos de exclusión en este milenio que comienza. Pero la exclusión parece haber
perdido poder para producir espanto e indignación en una buena parte de la sociedad. En
los “otros” y en “nosotros”. La exclusión se normaliza y, así, se naturaliza. Desaparece como
“problema” y se vuelve sólo un “dato”, que, en su trivialidad, nos acostumbra a su presencia
y nos produce una indignación tan efímera como lo es el recuerdo de la estadística que
informa del porcentaje de individuos que viven por debajo de la “línea de pobreza”.
La selectividad de la mirada cotidiana es implacable: dos pies descalzos no son dos pies
descalzos. Uno es un pie que perdió el zapato. El otro es un pie que, simplemente no existe.
Nunca existió ni existirá. Uno es el pie de un niño. El otro es el pie de nadie y un obstáculo.
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La exclusión se desvanece en el silencio de los que la sufren y de los que la ignoran… o
la temen.
La universalidad y la pretendida eternidad de la Escuela son algo más que una ilusión;
si la escuela existió siempre y en todas partes, no solo está justificado que siga existiendo,
sino que su universalidad y eternidad la hacen tan natural como la vida misma convirtiendo,
de rechazo, su puesta en cuestión en algo impensable o antinatural.
Lentamente las escuelas se han ido organizando en sistemas educativos que, en líneas
generales, cristalizaron los proyectos trazados en el siglo XIX para la mayoría de los países
occidentales.
Les autores se limiten a esbozar las condiciones sociales de aparición de una serie de
instancias a su juicio fundamentales que, al coagularse a principios de este siglo,
permitieron la aparición de la llamada escuela nacional:
Explicitan los autores que las infancias son objeto de una intervención educativa
diferenciada, en consonancia con su origen: noble, distinguido o popular.
En ese marco parece “natural”, desde una perspectiva actual, que los individuos de tierna
edad se convirtiesen en uno de los blancos privilegiados de asimilación a las respectivas
ortodoxias: los jóvenes de hoy son los futuros católicos o protestantes del mañana y,
además, su propia debilidad biológica y si incipiente proceso de socialización los hacen
especialmente aptos para ser objeto de inculcación y de moralización. Los moralistas
elaboraron programas educativos destinados a la instrucción de la juventud formando parte
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del nuevo contexto misional; se configura entonces un catecumenado 1 privilegiado: “la
infancia”. al igual que en la Republicada de Platón, la educación saro uno de los
instrumentos claves utilizados naturalizar una sociedad de clases o estamentos (programas
educativos diferenciados); en consecuencia se instituyeron, poco a poco, diferentes
infancias que abarcan desde la infancia angélica y nobilística del príncipe, pasando por la
infancia e calidad de los hijos de las clases distinguidas hasta la infancia ruda de las clases
populares; la acción educativa de la recién estrenada familia cristiana, y una acción
educativa difusa que se vincula con las prácticas de recristianización.
(Clase escrita) A partir de la aparición de una infancia que deja de estar en convivencia
constante con los adultos y por ende, de conocer el mundo con y por ellos se produce su
aislamiento, su “encierro”. Ese proceso de aislamiento comienza a desarrollarse en
espacios cerrados “de pared de cal y canto que separe a las generaciones jóvenes del
mundo y sus placeres”, los cuales acogerán/cercarán a los infantes en sus procesos de
escolarización. Nuevamente nos encontramos aquí con que, en consonancia con el origen
de los infantes, los espacios cerrados portarán características heterogéneas.
A partir de finales del siglo XVII, de una manera definitiva e imperativa, se produce un
cambio considerable en el estado de las costumbres: en primer lugar, la escuela sustituye
al aprendizaje como medio de educación, esto significa que el niño deja de estar mezclado
con los adultos y deja de conocer la vida directamente en contacto con ellos. Comienza así
un largo proceso de encierro de los niños (semejante al de los locos, los pobres y las
prostitutas) que no cesó y se extendió hasta nuestros días y se llama “escolarización”.
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Def.1. Tiempo durante el cual se preparaba el catecúmeno para recibir el bautismo en el primer
cristianismo.
2. Iniciación e instrucción de una persona en una doctrina.
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El aislamiento se convierte en un dispositivo que contribuye a la constitución de la
infancia a la que vez el propio concepto de la infancia quedó asociado de forma casi natural
a la demarcación espacio-temporal.
Estatuto del maestro como autoridad moral esto supone que, además de poseer
conocimientos solo él tiene las claves de una correcta interpretación la infancia así como
del programa que los colegiales has de seguir para adquirir los comportamientos y los
principios que corresponden a su condición y edad.
El Estado espera del maestro que se integre en una política de control encaminada a
establecer las bases de la nueva configuración social a través de la imposición del
castellano como lengua nacional, el empleo de técnicas para que los niños aprendan los
rudimentos de la lectura, la escritura y el cálculo que los capacite para conocer y cumplir
los deberes ciudadanos, y la propagación del nuevo sistema métrico decimas indispensable
para formación de un mercado nacional. La idea de patria y unidad política estará a su vez
cimentada en la enseñanza de una geografía y una historia singular.
Esta enseñanza rudimentaria para gente ruda e ignorante no tiene por finalidad facilitar
el acceso a “la cultura”, sino inculcar estereotipos y valores morales en oposición abierta a
las formas de vida de las clases populares, y sobre todo, imponerles hábitos de limpieza,
regularidad, compostura, obediencia, diligencia, respeto a la autoridad, amor al trabajo y
espíritu de ahorro.
El maestro no posee técnicas de domesticación sino que trasmite más una moral
adquirida en su paso por la Escuela Normal que conocimientos. De ahí ese carácter
rutinario, repetitivo e insustancial de los cursos escolares. El maestro intentara transmitir su
aminoración por la cultura burguesa en lo que no están completamente integrados y en la
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que desean integrarse (no pertenecen a las clases populares pero tampoco a las clases
altas, razón por la cual buscaron esta profesión).
El pago que el maestro recibe por contribuir a producir seres híbridos y soportar su propia
ambivalencia posicional no será de orden material (siempre, y más aún en el siglo XIX,
tuvieron una baja retribución económica) sino de tipo simbólico se lo compara con el
sacerdote y se lo inviste de autoridad, dignidad y respetuosidad.
A medida que avanza el siglo XVII los nobles también enviaran a sus hijos a escuelas
(abandonando los preceptores e institutrices), evidentemente la educación no sería la
misma que la de los niños de sectores populares.
Los colegios inauguraran una nueva forma de socialización que rompe la relación
existente entre formación (de la nobleza) y el aprendizaje de oficios (de las clases
populares). se distinguirá cada vez más entre trabajo manual y trabajo intelectual.
La fabricación del alma infantil, a la cual contribuyen de forma especial los colegios,
tendrá como contrapartida el sometimiento de los cuerpos y la educación de las voluntades
de las que tanto insisten los educadores religiosos.
Los colegios jesuitas son precisamente una preservación del contagio de las multitudes;
desde ahora la memoria de los pueblos, los saberes adquiridos en el trabajo, sus
producciones culturales, sus luchas, quedaran marcadas con el estigma del error y
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desterradas del campo de la cultura, la única legitima porque legitimada por el mito de la
neutralidad y de la objetividad de la ciencia.
Se establece, así, una relación entre el saber dominante y los saberes sometidos, entre
maestro-alumno que no es estrictamente una relación interpersonal ni una relación de
saberes que den cuenta de las realidades circundantes sino que es un relación social, de
carácter desigual, marcada por el poder y avalada por el estatuto de verdad conferido a los
nuevos saberes.
Los jesuitas, y más tarde los escolapios y otros grupos dedicados a la enseñanza,
despreciaban muy especialmente el sistema de transmisión de saberes que suponía el
aprendizaje propiamente dicho o aprendizaje de oficios, el cual, dejara entonces de ser una
función noble para convertirse en el desprestigiado trabajo manual o mecánico. El colegial
se verá excluido del saber y de los medios e instrumentos que permiten el acceso a él.
Este encierro de los hijos de artesanos, obreros y (más tarde) campesinos rompió los
lazos con el barrio, la comunidad, con los adultos, con el trabajo y con la tierra. el niño
popular nace en gran medida de esta violencia legal que lo arranca de su medio, de su
clase, de su cultura, para convertirlo en una mercancía de la escuela, una planta doméstica.
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La escuela, al igual que el colegio jesuita, le adjudica la responsabilidad del fracaso al
individuo: si el niño fracasa se debe a que es incapaz de asimilar esos conocimiento y
hábitos tan distantes a los de su entorno.
Destacan los autores la educación escolar nacional como dispositivo de control de los
sectores populares. Particularmente presentan la configuración de programas de tutela y
moralización del obrero a partir de la inculcación de hábitos (como el ahorro, la previsión),
de la instauración del sentimiento de familia conyugal y de principios de vida “bien
ordenada”, en pos del mantenimiento de un orden social que podría peligrar ante rebeliones
populares.
Todos estos dispositivos tienen por finalidad tutelar al obrero, moralizarle, convertirle en
honrado productos; intentan asimismo neutralizar e impedir que la lucha social se desborde
poniendo en peligro la estabilidad política. No es casual que las intervenciones para
instaurar en les trabajadores el sentimiento de familia conyugal hayan coincidido con la
promulgación de la obligatoriedad escolar.
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El niño obrero constituyo un blanco privilegiado de esta política de transformación de los
sujetos ya que, en el caso de los adultos, los “malos” hábitos son más difíciles de arraigar
ya que han vivido durante mucho tiempo en la promiscuidad, el derroche, el desorden de
todos los excesos. el niño, como si se tratase de un capital en potencia, debe ser cuidado,
protegido y educado para obtener de él más adelante los máximos beneficios económicos
y sociales (cuestan menos las escuelas que las rebeliones); de su educación se esperan
los mayores y mejores frutos.
La educación del niño obrero tiene como objetivo enseñarle a obedecer.
Las funciones que la escuela cumple en tanto arma de gestión política de las clases
sociales se orientan al control de los cuerpos y morales; el espacio, rígidamente ordenado
y reglamentado, trataría de inculcarles que el tiempo es oro y el trabajo disciplina y, que
para ser hombres y mujeres de principios, han de renunciar a sus hábitos de clase y, en el
mejor de los casos avergonzarse de pertenecer a ella.
El maestro, al igual que otros técnicos de multitudes, se verá obligado, para gobernar, a
romper los lazos de compañerismo, amistad y solidaridad entre sus subordinados,
inculcando la competitividad, las odiosas comparaciones, la rivalidad en las notas, la
separación entre buenos y malos alumnos. De este modo cualquier tipo de resistencia
colectiva o grupal queda descartada.
Entonces, la escuela es una auténtica invención de la burguesía para “civilizar” a los hijos
de los trabajadores; tal violencia, que no es exclusivamente simbólica, se asienta en un
pretendido derecho: el derecho de todos a la educación.
En este primer capítulo, la autora analiza las fuentes desde las que se configura un
discurso acerca de la infancia en la Argentina, en el seno de un proceso histórico en que
va gestándose un Sistema de Instrucción Pública Centralizado. En el marco de organización
de este sistema, con la creación de las Escuelas Normales (y la aparición en el espacio
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público de los primeros Maestros y Maestras Normales) y en paralelo con la sanción de
leyes de educación en el nivel nacional y en las provincias, es que se configura un nuevo
campo discursivo, que es el de la escuela pública y el de los alcances de los procesos de
la escolarización infantil.
Pues, si de la pregunta por cómo la sociedad argentina ha pensado a los niños y cómo
los ha situado en la experiencia escolar se trata nuestra reflexión, asumimos que el texto
que aquí presentamos ha de conducirnos necesariamente a la obra de Domingo Faustino
Sarmiento. En Sarmiento el pensamiento pedagógico y el pensamiento político se
entraman y de ese entramado surge en su obra la certidumbre de que una generación
escolarizada (niños devenidos alumnos) garantizará la entrada del país en el orden de la
modernidad. Los niños/alumnos comienzan a ser pues, objeto de políticas públicas que se
propondrán metas de gran impacto cultural y social. (Ver Ley 1420 de Educación Común,
sancionada en 1884 que impone la obligatoriedad escolar en el país para todos los niños
de entre 6 y 14 años).
Sarmiento configura al niño como menor y frente a él instituye la autoridad del maestro.
El maestro, como funcionario del estado, se impone así como representante de una
autoridad suprafamiliar estatal, en un contexto de gradual diferenciación en la sociedad de
las esferas pública y privada.
En las últimas décadas del siglo XIX, a partir de acontecimientos con la fundación de las
primeras escuelas normales, la sanción de leyes provinciales y nacionales de educación y
la creación del sistema educativo de alcance nacional, se configuro un nuevo campo
discursivo de la instrucción pública, en el marco de la conformación del nuevo Estado
Nación. En este contexto se fueron se fueron delimitado discursos modernos acerca de la
infancia (en la medida en que la niñez fue gradualmente diferenciada del mundo adulto y
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se debatió arduamente acerca de las nuevas formas de sujetación de la misma autoridad
suprafamiliar estatal y su integración en un orden nacional).
Cabe destacarse que la población infantil de las últimas décadas del siglo XIX está
compuesta por hijos de núcleos familiares de sectores sociales muy diversos (inmigrantes,
criollos, oligárquicas, etc.), cuya experiencia infantil estaba lejos de responder a un
imaginario común; las historias infantiles estaban afectadas por la dispersión, las
diferencias culturales y las desigualdades sociales fragantes.
En este contexto de mutación cultural, social y política, agudizada en la década del ’80 a
partir de una inmigración masiva centralmente adulta y masculina, y de la conformación de
nuevos núcleos familiares que combinaron padre inmigrante con madre nativa, la
escolarización opero no solo como un factor de homogeneización de las identidades de las
nuevas generaciones, sino también como factor de socialización de las generación adultas.
La escolarización estatal favoreció la configuración del niño como sujeto que desbordaba
los núcleos familiares y los sectores sociales de origen, y que debía inscribirse en un orden
público.
La sociedad se estaba construyendo con los niños, y las políticas de instrucción pública
permitieron discontinuar la nueva etapa respecto del pasado, neutralizar las polémicas
ideológicas y las luchas sociales de la época, y crear, literalmente, una población nacional.
La niñez comenzó entonces, a partir de la década del ’80, a ser objeto de una
institucionalización estatal y de un proceso de disciplinamiento social. Paralelamente, la
niñez y la infancia comenzaron a ser objeto de un saber especializado, la pedagogía, que
a la vez que dio lugar a la profesionalización de la enseñanza y dotó de sentidos técnicos
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a la identidad del maestro, proveyó de contenidos a la construcción de la identidad del
alumno, y dio forma a un modelo de identificación.
El discurso de Sarmiento -al que distintos autores adjudicas un fuerte rasgo exterminador
de la realidad cultural y social de su época, pero a la vez notoriamente rico en la producción
de un nuevo imaginario- puede ser analizado siguiendo los distintos procesos educativos
del siglo XIX que se ligan con su trayectoria histórico- biográfica; en dichas etapas se puede
apreciar el pasaje de una primera confrontación entre infancia bárbara e infancia civilizada
hacia una tematización estricta de la identidad del niño como alumno.
Menores eran, según Sarmiento, todos los niños sin distinciones sociales y conservaban
ese estatus en el interior del espacio de la escuela. A la minoridad del niño, Sarmiento,
oponía la mayoría de edad del adulto: era entonces el concepto de patria potestad el que
le permitió argumentar acerca de la autoridad disciplinaria del maestro, quien era el
representante de la patria potestad de los padres en el espacio de la escuela.
Mientras que la suspensión del castigo en las escuelas era, según los pedagogos, un
avance en lo relativo a la dignidad del niño y al mejoramiento de las costumbres sociales;
para Sarmiento esto suponía una disminución de la autoridad disciplinaria (clave del éxito
del proceso educativo) y la dignidad del maestro. Además, la suspensión del adagio “la letra
con sangre entra”, provocada por la condena de la violencia con los niños, se acompañó
por la suspensión de otro adagio: “el maestro siempre tiene razón”; lo cual preocupaba a
Sarmiento, quien necesitaban establecer las diferencias entre adultos y niños como medio
para fundas la jerarquía y autoridad de la educación del maestro.
Para Sarmiento, “el maestro sabe lo que hace” era una verdad moral y un freno puesto
a la autoridad del padre o a la irreflexiva ternura de la madre. Este adagio debía ser la única
respuesta a los padres ante la queja del niño y la única respuesta del juez. Por lo cual la
autoridad del maestro no debía tener límites.
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padres que “ponen límites a la autoridad del maestro” y recomendar medidas punitivas
contra aquellos que impedían la asistencia de los niños a las escuelas.
El empleo de la violencia contra los alumnos era objeto de debate en la época; mientras
que algunos como Sarmiento lo abalabas, otros se oponían fuertemente, como Tolstoi quien
sostenía que el empleo de la violencia estaba fundado en una irreflexible e irrespetuosa
interpretación sobre la naturaleza humana. Mientras que este último planteaba a los niños
como sujetos de derechos y rechazaba la violencia bajo el argumento de que se podía
educar sin violentar, Sarmiento ratificaba al niño en su lugar de menor y desde allí
autorizaba el poder omnímodo del maestro.
La identidad del niño como alumno de la escuela común debía operar, para Sarmiento,
compensando la carencia de la una sociedad burguesa. Era necesario modificar
estructuralmente a los niños hijos de familias oligárquicas o de familias populares porque
las identidades sociales y culturales de origen eran infértiles para conformar el elemento
humano de una nación sin grandes fracturas sociales: en la escuela debían disolverse las
marcas sociales de origen familiar para fundar una igualdad imaginaria con importantes
consecuencias futuras. Efectos retroactivos sobre la familia del niño. La educación
pública a través de la intervención sobre la población infantil debía operar en la
trasformación de las costumbres y hábitos sociales y en la educación familiar o doméstica.
La educación, para Sarmiento, debía comenzar lo antes posible con el ingreso a las
Cunas públicas (para bebes recién nacidos, con el fin de evitar la mortalidad infantil) y a las
Salas de Asilo (de 2 a 7 años). (Lo que hoy en día llamamos guardería y jardín). En estas
instituciones se solventarían los dos extremos de las crianzas antes mencionadas.
La función del maestro sucedía a la del sacerdote: el sacerdote le quita el pecado originas
con que nación y el maestro la tacha de salvaje.
La educación debía dar lugar a una nueva socialidad creando en el niño una segunda
naturaleza dejar de reconocer el crecimiento como un fenómeno biológico para ser
sesgado por la educación.
Sarmiento el niño no es más que un animal que se educa y dociliza, se domestica para
que este menos dispuesto al mal.
Sarmiento reconocía los límites del dispositivo escolar el alcance de la instrucción
pública era parcial frente a ciertos sectores de la población infantil. Las grandes ciudades
tienen su enfermedades propias y una de ellas son los niños abandonados, callejeros, niños
sin padres, arrojados a los brazos de la miseria, o vicioso por la herencia, contagio o
disposición natural. El niño callejero constituía un peligro social futuro ya que decantaría en
un ladrón, asesino, ebrio, en un habitante incurable del hospital o la penitenciaria.
Fuera de los alcances del sistema educativo común quedaron los niños expulsados del
sistema social en el marco de la urbanización acelerada, la concentración económica
oligárquica y la inmigración masiva. Sarmiento buscó paliar la pobreza infantil mediante
distintas alternativas institucionales articuladas con el origen social de los niños.
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Sarmiento denuncio que el Senado desconocía cuantos niños había en el país debido a
antecedentes administrativos que habían impedido, durante una década, conocer
exactamente el número de asistentes a las escuelas, sobre todo de las provincias. Esta
denuncia se vincula con un cambio del papel de la estadística que paso a ser un instrumento
fundamental de gobierno cuando se descubre poco a poco que la población tiene
regularidades y la familia desaparece como modelo de gobierno. La estadística escolar de
Sarmiento juzgaba imprecisa debía transformarse en una tecnología que auxiliase al
gobierno para dar forma y despliegue al dispositivo escolar.
Según el Censo de 1883, sobre una población de 597.769 niños en edad escolar, el
27,36% asistían a las escuelas; la alta cifra de analfabetos se adjudicaba a los niños
procedentes de la inmigración. En 1883, el número de niños argentinos con padre
extranjero y madre nativa constituía un porcentaje considerable dentro de la población total.
La escolaridad pública se instaló aquí como una ruptura intergeneracional que inauguró
un nuevo ciclo histórico de la Argentina moderna.
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En el seno del Normalismo y con la expansión de la escolarización básica, el oficio de
docente se fue convirtiendo “no sólo en un trabajo para mujeres sino de mujeres” (Morgade,
1997) con crecimiento notable del número de mujeres maestras, entre 1880 hasta las
primeras décadas del siglo XX. El magisterio representó una oportunidad de ingreso al
mundo del trabajo para las mujeres y, para aquellas incluidas en sectores sociales medios
y medio-bajos, una posibilidad de ascenso social y de entrada en la esfera pública.
(Pensemos aquí en la historia de Rosa del Río)Desde un posicionamiento masculino
hegemónico en torno al ejercicio del magisterio, se produjo una articulación mujer-
maternidad-docencia. A su vez, debemos considerar para dar cuenta de la situación de las
trabajadoras docentes, la circunstancia de que las mujeres/maestras fueran contratadas
como “trabajadoras baratas” (Morgade, Op.Cit) y que, con notable frecuencia, sus contratos
de trabajo significaran una imposición disciplinaria muy estricta (Ver en Anexo “Contrato de
una maestra”)
La docencia para las mujeres: una alternativa contradictoria en el camino hacia los
saberes “legítimos” G. Morgade plantea en su trabajo, que el ingreso masivo de las
mujeres a la docenciasignificó “una particular relación con el saber académico y con el
mundo del trabajo” (Morgade, op.cit). La autora nos remite a representaciones en torno al
género femenino, hegemónicas al momento de ingreso de las mujeres al trabajo docente:
educadoras “naturales”, relacionadas con el mundo infantil, de trato dulcificado y
consideradas menores ellas mismas como los destinatarios de sus enseñanzas.
Explicita además que el trabajo docente se desarrolló como actividad mal remunerada y
que las condiciones de trabajo fueron en extremo precarias. Nos recuerda además que en
Argentina de fines del siglo XIX el ámbito doméstico era el lugar de las mujeres con pocas
excepciones, recuperando luego en su texto la emergencia del movimiento feminista en el
país, así como sus consideraciones en torno al ejercicio de la docencia
A continuación presenta tres enunciados asociados al ejercicio del oficio de maestra, que
desarrolla en el texto:
-Enseñar no es dirigir
-Las mujeres son “infinitamente superiores a los hombres para la enseñanza de la tierna
infancia”
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enseñantes, sus posicionamientos de impugnación o aceptación frente al discurso de la
instrucción pública, su relación con las infancias.
Daniel Pinkasz acude a los estudios de P. Bourdieu, en rigor a su teoría de los campos,
desde la cual el teórico francés explica las tensiones al interior de distintas esferas de la
vida social, en las que se produce una lucha por la apropiación de cierto capital simbólico.
Las profesiones docentes para Bourdieu pertenecen a un conjunto más amplio, el de la
producción y circulación de bienes simbólicos
Se presentan entonces en el texto en primer lugar los conflictos al interior del campo del
profesorado, los colectivos en lucha disputan como dijimos, el lugar de privilegio en el
ejercicio de la docencia en el nivel, agrupándose en asociaciones y centros profesionales y
definiendo posiciones de defensa para unos y francamente ofensivas para los otros.
Se presentan luego los límites y autonomía del campo del profesorado en el debate
parlamentario en torno al Estatuto del docente y finaliza la presentación con un planteo en
torno a las relaciones entre el proceso de profesionalización docente, el conocimiento y la
escuela
Una particular relación con el saber académico y con el mundo del trabajo signó el
ingreso masivo de las mujeres a la docencia. Masivo porque en Argentina la feminización
de la docencia primaria se produjo en forma acelerada a fines del siglo XIX y la primera
década del XX. Una serie de medidas políticas fueron mediación concreta para la
conformación de una “masa crítica” femenina habilitada para educar a los niños en las
escuelas de la ley 1420.
Por otra parte, los hombres comenzaban a “confesar” su desconocimiento acerca del
mundo infantil con el que se habían vinculado como educadores a partir de la violencia
física o la amenaza, y la imposición, mientras que las mujeres se movían con naturalidad
entre los niños (inclusive eran consideradas ellas también como menores) y aseguraban
una “dulcificación” de la enseñanza escolar.
Durante los siglos XVIII y XIX en las sociedades europeas, en Argentina también, se fue
construyendo el ideal femenino por excelencia: el ideal maternal caracterizado por la
afectividad y el altruismo y ejercido fundamentalmente en el mundo doméstico.
En Argentina, las tareas que encaraban las mujeres en todas las clases sociales seguían,
como en todo el mundo occidental, la división sexual del trabajo. El grueso de la población
femenina se dedicaba a las tareas domésticas.
Durante el siglo XIX sin embargo algunas mujeres intentaron quebrar los estrechos
límites de la domesticidad y aventurarse en el mundo político o el mundo cultural y
educativo. Pero es recién a comienzos del siglo XX que resulta posible comenzar a analizar
movimientos de grupos o instituciones creadas con el objetivo de colocar como tema de
discusión la situación femenina.
Una condición que cruzaba las clases sociales y ocupacionales era el analfabetismo.
Así, la apertura de la Escuela Normal como opción de estudios secundarios y como
formación para un campo de trabajo legítimo y protegido constituyó rápidamente un lugar
atrayente para las mujeres y sus familias (mayoritariamente de las capas ascendentes
aunque también de la élite), ya que respondía, por diferentes razones, a las inquietudes de
distintos grupos de mujeres, convergiendo con la necesidad estatal de brindar educación,
y la urgencia del proyecto político de la época: la pacificación y unificación definitiva del
país, y fundamentalmente, la homogeneización ideológica.
La educación escolar brindada por las maestras sería el medio para aplacar a las “masas
bárbaras y vernáculas" y nacionalizar a los enormes contingentes de extranjeros
inmigrantes.
Las mujeres como posible sujeto del programa político pedagógico de la época fue objeto
de discusión para los “fundadores” de la escuela. Sarmiento fue quien más espacio desde
el discurso y desde la práctica brindó a las mujeres de su época. Esta temática estuvo
presente en las instancias más importantes de organización del sistema educativo: el
Congreso Pedagógico de 1882 y la ley 1420 de Educación Común.
Ahora bien aparentemente las cualidades femeninas hacen que las mujeres sean más
educadoras qué instructoras remitiéndonos hacía la polémica entre la instrucción y la
educación como opciones fundantes para la escuela Argentina.
Uno de los conceptos de educación aparentemente vigentes a fines del siglo aparece en
estrecha correlación con la función moralizadora de inculcación de hábitos y valores
mientras que desde este punto de vista la instrucción significaría la enseñanza de saberes
académicos.
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Enseñar no es dirigir
Ahora bien, las cualidades femeninas hacían a las mujeres más “educadoras” que
“instructoras”, dos oposiciones fundantes para la escuela argentina. “Educación” parecía
estar en estrecha correlación con la función “moralizadora” de inculcación de hábitos y
valores, mientras que, la “instrucción” significaría la enseñanza de saberes académicos.
Siguiendo con esto las mujeres no representaban ni el conocimiento científico, ni el saber
filosófico, por el contrario tenían una “inteligencia dominada por el corazón” en términos de
Sarmiento. Por eso, ocupar posiciones de mayor poder en el sistema educativo no resultaba
tan “natural” para las mujeres.
La mujer para hacer institutriz No necesita salir de sus atribuciones naturales le basta
con extender su esfera de acción mientras que el hombre para ser maestro tiene que entrar
en un orden de ideas y ocupaciones que no son interesantes a su sexo.
La primera ventaja entonces sería que a las mujeres la docencia les interesa siempre.
Además la mujer y el niño tendrían la afinidad que no existe entre el hombre y el niño. Por
una parte a partir de la bondad y la paciencia femeninas. Por otra porque la mujer siempre
es un poco niño.
Por otra parte las mujeres serán siempre consideradas como dependientes
económicamente lo cual permitiría el gobierno pagar menores salarios.
Así como desde la creación de la escuela normal se había estimulado el ingreso de los
alumnos de bajos recursos mediante becas se comienza entonces otorgar becas
preferenciales para las niñas.
La educación parecía el mecanismo más eficiente para convertir a los sectores populares
a partir de su potencial moralizador.
Moralizar sería en este caso nacionalizar a los inmigrantes desarrollar lazos afectivos
con la tierra que lo recibiera y propender a la integración ciudadana de sus hijos. Pero esta
moralización tiene diferentes connotaciones. En Sarmiento, el significado de la función
moralizadora implicaba: protección de la propiedad privada, resguardo del orden social,
internalización en los sujetos del control individual, controles externos represivos,
adquisición de las pautas de vida de las clases hegemónicas.
El tono moralizador y formalista parece imperar con gran fuerza hasta mediados de la
segunda década del siglo a pesar de las presiones de los grupos no hegemónicos, los y las
socialistas, los/as democráticos/as, pero, y sobre todo, los y las anarquistas.
Hacia 1916 comienza a las demandas de participación directa en las acciones educativas
y la formulación de políticas por parte de los grupos en ascenso a la par que reclamos por
la modernización nacionalización y des-burocratización del sistema.
La mayoría de las mujeres en las escuelas eran solteras y de clases de bajos recursos.
Podemos decir que para las mujeres elegir la docencia era convertirse en una “madre
educadora”, disciplinada y disciplinadora, ordenada y ordenadora, moral y moralizadora.
Por otro lado, para el mundo masculino la docencia era una actividad de poco prestigio
social, mientras que para el mundo de las mujeres la docencia configuraba la realización
de una esperada conquista.
Las mujeres se incorporaron masivamente al trabajo escolar por razones que poco tenían
que ver con las condiciones concretas del ejercicio labora. Solo las satisfacciones sociales
y afectivas que organizan el campo simbólico de la tarea docente son señaladas con
frecuencia en las escasas fuentes disponibles sobre la docencia de fin de siglo.
Estos puestos de trabajo sufrían de una extrema precariedad, estaban mal remunerados,
no tenían estabilidad ni regulación, aunque estaban altamente reglamentados en sus
formas y sus contenidos. Con estas características resultaban poco atractivos para los
varones de la época. Para ellos, la docencia implicaba “bajar” un escalón y “sacrificar su
dignidad”. Para las mujeres, el magisterio, resultaba no solamente un lugar digno sino
también un espacio laboral decente.
La primera huelga docente en argentina fue en San Luis, en el año 1881, y llevada a
cabo por mujeres maestras influidas por el socialismo y ligadas a luchas sociales con los
trabajadores.
La Escuela Normal ha creado para la mujer particularmente para las hijas de familias de
escasos recursos para la representante del hogar humilde una verdadera carrera de
mejoramiento intelectual social y económico.
Así parecería que las primeras docentes no gozaron de todas las aceptación que permitía
suponer las expresiones político pedagógicas de la época. Más concretamente según este
documento se desconfiaba de su capacidad intelectual y de su entereza moral.
24
Y denotar además que en el pensamiento pedagógico argentino se verifica un casi
absoluto predominio masculino.
Las mujeres aportan a la educación sus dones maternales y las tendencias de su espíritu
ellos no han sido las teóricas de la educación.
El guardapolvo es una creación de una maestra de escuela. La cual repartió tela blanca
para evitar la distinción que observaba entre los niños de familias modestas y los niños ricos
y para evitar también los problemas de aseo.
Algunas acataron las normas hasta sus últimos detalles mientras otras usaron ese
espacio en sentido creativo o innovador sin trascender los límites de su aula o su institución
escolar. Otras usaron la docencia como estrategia personal de inserción social. Otras por
su parte expresaron públicamente una crítica a la escuela y el proyecto político que la
sustentaba
Evidentemente las maestras se ocupaban de temas y sujetos de los que los hombres no
querían ocuparse. Tal vez porque no les incomodaba tal vez porque el beneficio obtenido
era mayor que el sacrificio.
25
Pinkasz, D. (1992) Orígenes del profesorado secundario en la Argentina.
Aunque la aparición del rol de enseñante diferenciado del de aprendiz se remonte a los
mismos orígenes de la escuela, es recién con la conformación de los sistemas educativos
nacionales que se crea una instancia sistemática de reproducción de la fuerza de trabajo
docente.
Estos saberes cuentan con sus especialistas, quienes están socialmente “autorizados”
para disponer de ellos, para actuar en función de los mismos y ser reconocidos y retribuidos
por dicho ejercicio. A estos especialistas se los denomina profesionales.
La expansión del nivel medio implicó una acelerada demanda de nuevos profesores que
llevó a un fuerte incremento del cuerpo de docentes. Se produjo también una rápida
feminización del campo.
Los docentes están condicionados por las funciones de reproducción del conocimiento
más que las de producción.
En la Argentina, la Escuela Normal se incorpora desde un principio como modalidad del
nivel medio. Los graduados universitarios fueron los profesores “naturales” de los colegios
nacionales. Era “natural” que los docentes de la escuela preparatoria para la Universidad
fueran los propios egresados universitarios.
El profesor del colegio Nacional lo era por su pertenencia social al mismo estrato del cual
venían los alumnos del Nacional y para el cual se los formaba.
Había dos circuitos dominantes: Bachillerato-Universidad y Normal- escuela primaria.
Hay quienes tienen una preparación específica para el ejercicio docente: los profesores que
trabajan en el circuito Normal-primaria; y hay quienes no la tienen: los profesores enrolados
en el circuito Bachillerato-Universidad, aunque sí poseen, la “preparación” apropiada desde
el punto de vista social: el título y el prestigio universitario.
A medida que la educación secundaria se expande por la presión de una nueva clase
media, la función del Colegio Nacional, en tanto escuela preparatoria, comienza a
desdibujarse.
En la primera década del siglo XX, se crean tres ámbitos de formación de un profesorado
especializado. Sus egresados se diferenciaran de los egresados universitarios, modelo del
profesor vigente hasta entonces.
En el año 1904 se crea el Seminario Pedagógico, como instancia específica para la
formación de Profesores de Enseñanza Secundaria Normal y Especial. Era un espacio de
preparación pedagógica de graduados universitarios que desearan desempeñarse como
docentes en el nivel medio. Paulatinamente se aceptará entre los ingresantes a los
bachilleres y tempranamente desaparecerá el graduado universitario entre los ingresantes.
El seminario se convierte en Instituto, modificándose su concepción original.
Estas creaciones dan origen a un profesorado que se denominará “profesorado
diplomado” y que constituirá un nuevo sujeto social con notas diferentes de los profesores
anteriores. Estos dos grupos entrarán en conflicto por la hegemonía del campo.
Este conflicto asumió la forma de lucha por la legitimidad del ejercicio de la docencia en
el nivel medio, a partir de la aparición de un título profesional. La profesión se constituye a
partir de que, en virtud del proceso de expansión de la escuela media, se produce el ingreso
de nuevos sectores sociales a la docencia secundaria. Dichos sectores procuraran
27
profesionalizar el campo como medio para obtener un mayor espacio en el mercado de
bienes simbólicos.
La estructura del campo “es un estado de relación de fuerzas entre los agentes o
instituciones comprometidas en la lucha, o si se prefiere, un estado de la distribución del
capital especifico.”
El capital especifico, en tanto capital cultural, existe bajo tres formas: incorporado, es
decir bajo la forma de disposiciones duraderas del organismo; objetivado bajo las formas
de bienes culturales y; en estado institucionalizado, que es al cual corresponde a los títulos
y diplomas.
La existencia de una instancia de formación específica explicita el establecimiento de
una distinción dentro del campo, a partir de la posesión o no del diploma de profesor.
Este conflicto es un conflicto de poder. El nuevo grupo ocupacional que reivindica la
profesionalización docente se diferencia del anterior por su origen de clase. La aparición de
este grupo es parte del mismo proceso de crecimiento de la clase media que está en la
base de la expansión de la escuela media.
Está en juego el conflicto entre dos estados del capital cultural diferentes. El diploma es
un capital cultural en estado “institucionalizado” que no existía como tal y por lo tanto no era
requisito para el ejercicio legítimo de la ocupación de profesor de la escuela secundaria,
según había sido concebida en el modelo original. En este modelo alcanzaba la posesión
el capital cultural en estado “incorporado”, al que se acceda por pertenecer a la clase política
argentina. La posesión de un tipo de capital cultural incorporado era el requisito principal
para la incorporación del cargo de profesor secundario.
Se discute una nueva legitimidad apoyada en una formación específica que reemplaza
el origen de clase. La disputa entre dos sujetos sociales que poseen capitales culturales
diferentes.
La presencia de los dos grupos de profesores que venimos mencionando está
evidenciada por las posturas de asociaciones en las cuales se agrupan representantes de
uno y otro: la Asociación Nacional de Profesorado y el Centro de Profesores Diplomados
de Enseñanza Secundaria.
[Clase escrita] La Escuela Nueva surge en Europa y en su seno aparece un interés por
el niño y la infancia y por su estudio científico. Sus experiencias se instalan enfrentándose
29
a la rigidez y enciclopedismo de la escuela tradicional y a una relación alumno-maestro en
la que predomina la figura del maestro desde un posicionamiento impositivo/coercitivo.
Recordemos que, entre fines del siglo XIX y principios del siglo XX los sistemas escolares
se han configurado en la mayoría de los países occidentales, articulados al surgimiento de
los Estados Nación y a cargo de la cristalización de los proyectos de transmisión de saberes
para la construcción de ciudadanía y la capacitación para el mundo del trabajo.
-La identificación de una población destinataria del corpus de saberes a transmitir para
la reproducción social: los niños y los jóvenes. La graduación y agrupamiento etarios de los
destinatarios ha sido sabemos, una de las características de la escuela de la modernidad.
- Vinculación con objetivos políticos y económicos. En los orígenes del sistema educativo
la creación de hábitos de conducta moral se articuló a la figura del alumno aplicado y es
interesante aquí rastrear cómo comienza a vincularse en la vida escolar, aplicación e
inteligencia. Los maestros instalaron rituales de veneración y respeto por los emblemas de
la nacionalidad. Desde sus prácticas se formateó un sujeto poco proclive a las
manifestaciones del conflicto social y un trabajador disciplinado.
En Argentina el movimiento que dirigieron las hermanas Olga y Leticia Cossettini fracturó
los cánones de una escuela tradicional, signada por el enciclopedismo y alejada del entorno
cotidiano de los niños, que centralizaba la figura del maestro y alentaba el castigo como
recurso pedagógico.
La Escuela Serena de Rosario fue dirigida por Olga Cossettini (1898-1987) y de ella
participó su hermana Leticia (1904-2004). En ella, el niño/alumno fue puesto en el centro
de la escena escolar, fue escuchado y observado, tuvo voz y voto, la escuela se abrió a la
comunidad y se promovió un aprendizaje activo.
Respecto del trayecto escolar que proponía la “escuela de la señorita Olga” algunos
tópicos resultan de particular interés: la calificación cuantitativa se sustituyó por informes
que las familias recibían, en los cuales se plasmaban fortalezas y debilidades de los niños
y el énfasis se trasladaba de los resultados a los procesos que atravesaba cada niño en
sus aprendizajes. El clásico esquema de distribución espacial del aula con bancos en hilera
fue sustituido por mesas hexagonales que habilitaban la distribución de los niños en
pequeños grupos. La biblioteca escolar fue centro de lectura para la comunidad toda
traspasando la frontera de lo escolar.
[Apunte] Se retoma la teoría de los campos de Bourdieu para entender cómo funcionan
las sociedades, las instituciones, etc. El campo es entendido como un juego de fuerzas, con
agentes participantes (capacidad de agencia, pueden luchas y disputar). Cada campo tiene
sus reglas y estas tienen sentido y validez al interior de cada campo.
Es condición para jugar en el campo, pactar, aceptar sus reglas. Es necesario aceptarlas
para poder disputarlas y cambiarlas. No todxs lxs sujetxs tienen la misma posición en el
interior del campo.
Una crítica o revolucionaaria, que “transa” con el campo para poder hacer cambios.
32
Todo el tiempo estamos disputando la legitimidad, el prestigio y la autoridad del campo.
Despliegue de estrategias para esa disputa.
A fines del siglo XIX y principios del siglo XX el capitalismo desarrollaba su fase más
industrialista con un régimen de explotación que requería modalidades de capacitación de
la fuerza de trabajo que abarcaban desde la formación de los ciudadanos y la transmisión
masiva de saberes elementales hasta especializaciones técnicas. El normalismo
predominaba como formación discursiva, como cultura escolar, como modalidad de
organización de la vida escolar. Surgen en la época nuevos pensamientos y experiencias
que pondrían en cuestión el modelo escolar tal como había sido planteado por aquella
corriente “normalizadora” que estaba subordinada a la imposición del orden cultural, moral
y político de la oligarquía.
En el texto lxs autorxs delinearán los principios pedagógicos que sedimentan el modelo
escolar normalista producto de una acumulación de saberes y conocimientos que se
sintetizan en una estructura tecnológica que constituye la institución escolar tal como la
conocemos.
33
Delimitación de una serie de contenidos para ser transmitidos
La preocupación por generar hábitos de conducta por medio de la disciplina suele ser un
contenido de atención por parte de los normalistas. Las clasificaciones de los alumnos
comprenden tanto las referidas al nivel del conocimiento alcanzado como también el grado
de ajuste de la conducta de los alumnos a ciertas cualidades morales resumidas en la
categoría de “aplicación”. El alumno aplicado como modelo se ajusta a las indicaciones del
maestro en todo lo que pueda llegar a comprender el cumplimiento: cumplir reglas, trato
respetuoso a maestro y autoridades, asistencia y puntualidad.
Subrayan una serie de normas y rituales que el normalismo enlaza con la conformación
de un sujeto-ciudadano fuertemente identificado con las pautas que son propias de la
nacionalidad. (El reconocimiento y respeto por los símbolos patrios, la historia y geografía
del territorio nacional.)
La escuela nueva
Uno de los ejes ideológicos de la escuela nueva, se vincula con las posturas sobre el
carácter de la naturaleza infantil. Esta naturaleza obedecía a un “espíritu” infantil
fuertemente diferenciado de un espíritu adulto más regido por la razón y la orientación
utilitaria. Uno de los rasgos distintivos de la naturaleza infantil es la pureza. La educación
tendría una misión de proteger y posibilitar el libre desarrollo de ese espíritu originario.
35
La escuela nueva en Sudamérica
Las escuelas estaban divididas en tres clases: las infantiles, las elementales y las
superiores. Gran parte de la población solo podía acceder a las elementales, por su
distribución geográfica; también era parte de la preocupación la forma en que se enseñaba
enciclopedista y alejado de las situaciones cotidianas de los alumnos, producía mayores
dificultades y desinterés por parte de las familias para cumplir con la educación obligatoria.
No hay una sola y única forma de organizar la educación dentro de una sociedad, las
diferentes maneras están asociadas a grupos sociales diferenciados y del conjunto de esto
resulta de un pensamiento pedagógico en acción. La educación se enfrenta a una tensión
de sus componentes básicos: el educador, el alumno/educando y el conocimiento/ saber.
36
La manera en que se resuelve esta relación determina la forma que toma la experiencia
educativa. No es suficiente si no la asociamos con la situación educativa en donde también
se agregan los componentes del ambiente social y de los objetos que se asocian a la
enseñanza y al aprendizaje.
Describe los argumentos de por qué la docencia debía asumir, y asumió cuerpo
femenino. Enseñar sería “naturalmente” para las mujeres. La educación era entendida
como “moralización”. Desde ahí se entiende a la docencia por parte el Estado. Si la
docencia es una extensión de la “naturaleza maternal femenina”... Por qué se debe pagar?
Baja paga desde los inicios.
Pincasz: educación como campo, con sujetxs que disputan sentidos y van a dar pelea
para garantizar una nueva legitimidad. Las clases en la secundaria estaban a cargo de
personas con cierto capital acumulado generalmente abogados y médicos que pertenecían
a las clases altas con acceso universitario. Son quienes tienen capital incorporado, derecho
adquirido por su pertenencia a la elite.
Frente a esto emerge un nuevo sujetx social que va a representar aquellos que tienen el
capital cultural en estado institucionalizado (títulos que emite una institución): el ayudante
diplomado.
37
Fundamentos psicológicos y pedagógicos
La educación del niño ya no aparece ligada hoy tan sólo los principios filosóficos de uno
y otro pedagogo, sino más bien a un sentimiento de amor hacia el niño qué ha llegado a
dominar en las conciencias.
El juego y el respeto del niño por otro fueron los dos focos que orientaron la acción
educativa.
Se quiere que el niño viva al aire libre que se alimente bien que reciba los auxilios
materiales y morales necesarios cuando su familia no se halla en condiciones de
ofrecérselos; se quiere que sea sano y feliz. Esto es lo que importa.
Así entendida la ayuda a la infancia ya no es tan sólo obra pedagógica sino también obra
social y humana. La personalidad real del niño se ha impuesto por sobre los métodos de
educación.
Se han intentado infinitos remedios contra estos males. Pero un hecho se ha derivado
principalmente de los modernos estudios positivos; la comprobación de que al desarrollo
normal del niño están directamente ligados la salud física y el bienestar moral del adulto y
la esencia de una sociedad depende del período infantil. Ayudar al niño para que crezca
normalmente, no es tan solo ayudar al niño sino también al adulto. La educación estaría
entre límites que sobrepasan la escuela y el momento, para extenderse hacia el porvenir
total de la sociedad humana.
Sobre esos resultados, retoma unas palabras del principal cultor de la psicología positiva
y de la nueva escuela: Claparede “La necesidad de volver atrayentes la educación y la
instrucción aún se la desconoce en la práctica cotidiana de la escuela. El primer deber de
la educación es el de no hacer mal: no dañar. Cada método de educación escolástica daña
38
en cierto modo al desarrollo normal del niño. Pero el educador tratara de aliviar el daño que
la instrucción trae necesariamente aparejada.
¿Será verdaderamente necesario optar o por el bienestar del niño, o por la cultura para
mantener y continuar le progreso humano?
Montessori combatió un error fundamental del que derivan todos los males relacionados
con la educación. El adulto ha creído erróneamente poder “crear al niño”, poder plasmarlo
según sus formas, darle la comprensión de las cosas, virtudes, afectos, etc. Es un error del
adulto creer que se puede crear al niño trazándole e imponiéndole un camino para hacerlo
semejante a él; el niño es quien tiene una energía creadora a la cual está ligado su
desarrollo.
La autora propone que lo ideal sería recurrir a la observación de los niños, pero para
observar la expresión espontanea es necesario quitar del medio dos obstáculos:
39
creado para los niños; sin embargo, es fácil reconocer en ella los signos de que la persona
para la que fue destinada, no le dio su propia contribución. La autora postula crear el
ambiente del niño: no arbitrariamente, sino teniendo en cuenta las revelaciones que el niño
nos facilita, libre de nuestra opresión y rodeado de respeto. La escuela, resultado del
método de Montessori, es un ambiente donde se encuentran los objetos necesarios para el
ejercicio de las actividades que llevan hacia un perfecto crecimiento destacando la libre
elección que debería tener. El hombre adulto debe crear un ambiente propicio, donde se
hallen todos los medios necesarios para el desarrollo del alma infantil.
Cada niño elige la ocupación que más le agrada. La actividad más importante del niño
es esta: libre elección, dictada por los profundos instintos ocultos en su alma. Así el niño
atraído por las cosas hermosas que le rodean halla por fin el objeto que representa el medio
necesario a sus necesidades interiores, subconscientes; se dedica a él con prolongada
labor, concentra en el todas sus energías.
Por otra parte, suele pensarse y decirse que la escuela es igual para todos, y que por
tanto cada uno llega a donde le permiten sus capacidades/talentos y su trabajo personal. Y
de allí es que las desigualdades aparecen (y aquí hay que estar atentos para desocultar el
supuesto) como el resultado natural e inevitable de las diferencias individuales en
capacidades y esfuerzo. “Éste es pues uno de los pilares del proceso de socialización como
reproducción en la escuela.”(Pérez Gómez 2009).
La escuela como AIE toma a su cargo a niños de todas las clases sociales y les inculca
habilidades atravesadas por la ideología. Hay pues niños formados para ser obreros,
empleados, funcionarios.
Ángel Diaz Barriga plantea que, desde las teorías de la reproducción la escuela parece
condenada a “permanecer bajo la inmovilidad del cuestionamiento” (Díaz Barriga, 1995).
41
Da Silva, T. (1999). Documentos de Identidad. Una introducción a las teorías del
currículo. Cap. II (Selección).
Las teorías tradicionales eran teorías de aceptación, ajuste y adaptación; mientras que
las teorías críticas son teorías de desconfianza, cuestionamiento y transformación radical.
Para estas últimas, lo importante no es desarrollar técnicas de cómo hacer el currículo, sino
desarrollar conceptos que nos permitan comprender lo que el currículo hace.
Breve cronología de los marcos fundamentales tanto de la teoría educacional crítica más
general como de la teoría critica del currículo:
1970 – Louis Althusser, La ideología y los aparatos ideológicos del estado. *1
1970 – Pierre Bourdieu y Jean-Claude Passeron, La reproducción. *3
1971 – Baudelot y Establet, La escuela capitalista en Francia.
1971 – Basil Bernstein, Clases, códigos y control, v. I.
1971 – Michael Young, Conocimiento y control: nuevas direcciones de la sociología de
la educación.
1976 – Samuel Bowles y Herbert Gintis, Schooling in capitalist America *2
1976 – William Pinar y Madeleine Grumet, Toward a por curriculum.
1979 – Michael Apple, Ideología y curriculum.
*1 Particularmente, en ese ensayo Althusser iba a hacer una importante conexión entre
educación e ideología que va a ser central para las subsiguientes teorizaciones críticas de
la educación y del currículo basadas en el análisis marxista de la sociedad.
La ideología está constituida por aquellas creencias que nos llevan a aceptar las
estructuras sociales (capitalistas) existentes como buenas y deseables. Esa definición es
sustancialmente modificada en la segunda parte del ensayo, en la cual el concepto de
ideología se vuelve bastante más complejo, pero esta es otra discusión. La producción y la
difusión de la ideología es hecha, como vimos, por los aparatos ideológicos del estado,
entre los cuales se sitúa, de manera privilegiada en la argumentación de Althusser,
justamente la escuela. La escuela se constituye en un aparato ideológico central porque
atiende prácticamente a toda la población por un período prolongado de tiempo. la
escuela contribuye a la reproducción de la sociedad capitalista al transmitir, a través de las
materias escolares, las creencias que nos hacen ver la composición social existente como
buena y deseable.
43
superiores de la escala ocupacional tienden a favorecer relaciones sociales en las cuales
los estudiantes tienen la oportunidad de practicar actitudes de autonomía y dirección.
Este capital cultural puede manifestarse de distintas manera: puede aparecer en el arte,
en la literatura; puede parecer en títulos y diplomas (capital cultural institucionalizado), así
como también aparece de forma internalizada constituyendo el hábitus 2 está
naturalizada.
Los niños de las clases dominantes pueden fácilmente comprender ese código, pues
durante toda su vida estuvieron inmersos, todo el tiempo, en ese código; este es natural
para ellos. Mientras que para los niños y jóvenes de las clases dominadas, ese código es
2
Estructuras sociales y culturales internalizadas.
44
simplemente indescifrable; ese código funciona como una lengua extranjera: es
incomprensible.
En su conjunto, esos textos forman la base de la teoría educacional crítica que se irá
desarrollando en los años siguientes. Pueden haber sido ampliamente criticados y
cuestionados en la explosión de la literatura crítica producida en los años 70 y 80, sobre
todo por su supuesto determinismo económico, pero, después de ellos, la teoría curricular
sería radicalmente modificada. La teoría del curricular reciente aún vive de ese legado.
Las teorías de la resistencia surgidas en los años 80’ y 90’ han propugnado el potencial
transformador de la escuela y han sido partícipes de la generación de una pedagogía crítica,
en oposición a las teorías de la reproducción, que hemos mencionado anteriormente y que
focalizaron sus análisis en el papel reproductor de la escuela en el capitalismo. Las teorías
de la resistencia postulan que una lucha es posible, aún en el seno de las prácticas
escolares, para resistir la reproducción material e ideológica de un orden desigual.
En sus obras ambos intelectuales se proponen estudiar las escuelas y las relaciones
sociales que los sujetos establecen al interior de ellas. De este modo intentan sentar bases
para elaborar una teoría crítica del sistema escolar.
Este autor plantea que las teorías de la reproducción no dan cuenta de la posibilidad de
cambio de las características represivas de la escuela, al negar protagonismo a la
45
intervención humana y la experiencia. Y al negar/menospreciar esa intervención, legitiman
de alguna manera la reproducción del orden social y económico dominante.
Las teorías de la reproducción ofrecen muy poca esperanza para desafiar y cambiar las
características represivas de la escolaridad al restar importancia a la intervención humana
y a la noción de resistencia, y no sólo las disuelven sino que desapercibidamente
proporcionan una legitimación para no examinar a los maestros y a los estudiantes en
situaciones escolares concretas al ignorar las contradicciones y las luchas que existen en
las escuelas. De esta manera pierden la oportunidad de determinar si hay una diferencia
sustancial entre la existencia de varios modos de dominación estructurales e ideológicos y
su desarrollo real y sus efectos.
Uno de los más importantes supuestos de la teoría de la resistencia es que las escuelas
representan espacios de contestación marcados por las contradicciones ideológicas y
estructurales y por una resistencia estudiantil colectivamente informada. En otras palabras,
las escuelas son espacios sociales caracterizados por una currícula abierta y oculta, por
grupos jerarquizados según habilidades o conocimientos, por culturas, dominantes y
subordinadas y por ideologías de clase en competencia. Por supuesto, los conflictos y la
resistencia se desarrollan dentro de relaciones asimétricas de poder que siempre favorecen
a las clases dominantes pero el punto esencial es que hay campos complejos y creativos
de resistencia en los cuales los mensajes principales de las escuelas a menudo se rehusan,
rechazan y descartan a través de prácticas mediadas por la clase social, la raza o el sexo.
Mientras que los teóricos de la reproducción enfocan sus estudios exclusivamente sobre
el poder y sobre la forma en que la cultura dominante asegura el consenso y la derrota de
las clases y grupos subordinados, las teorías de la resistencia restauran un grado de
innovación y de acción a las culturas de esos grupos.
A pesar de sus diferencias concretas los enfoques sobre la educación que parten de las
nociones de resistencia o de reproducción comparten la falla de reciclar y reproducir el
dualismo entre intervención y estructura, fracaso que ha dañado la teoría y las prácticas
47
educativas por décadas, al tiempo que representa su mayor desafío. Consecuentemente
ninguna de estas dos posiciones proporciona los fundamentos para una teoría de la
educación que relacione las estructuras y las instituciones a la acción y la intervención
humana de manera dialéctica.
48
modos contradictorios de resistencia y lucha. Lo que falta en esta perspectiva son análisis
de aquellos factores, mediados histórica y culturalmente, que producen una gama de
comportamientos de oposición, algunos de los cuales constituyen resistencia y otros no.
Para ponerlo de manera simple, no todo comportamiento de oposición tiene un significado
radical ni es una respuesta clara a la dominación.
En relación a esto último, las teorías de la resistencia han ido demasiado lejos en su
visión de las escuelas como instituciones caracterizadas exclusivamente por formas de
dominación ideológica. En esta visión se pierde la percepción proporcionada ya por los
teóricos que ofrecen el modelo estatal hegemónico-reproductivo: la noción de que las
escuelas son también instituciones represivas que usan varias agencias coercitivas del
Estado, incluyendo la policía y las cortes, para hacer cumplir, por ejemplo, la asistencia a
ellas.
Una segunda debilidad en las teorías de la resistencia es que muy rara vez toman en
cuenta tópicos de sexo y raza. Numerosas feministas han señalado que los estudios de la
resistencia cuando analizan la dominación, la lucha y la escolaridad, generalmente ignoran
a las mujeres y se centran en temas de clase.
Una tercera debilidad que caracteriza las teorías de la resistencia es que se enfocan
principalmente sobre los actos abiertos de comportamiento estudiantil rebelde. Al limitar sus
análisis a estos actos, los teóricos de la resistencia han ignorado formas menos obvias de
resistencia entre los estudiantes y a menudo han construido erróneamente el valor político
de la resistencia abierta.
[Clase escrita] A veces una clase, un encuentro para pensar en un autor es como un
viaje. No hay plena coincidencia entre el mapa que llevamos como viajeros y la senda del
recorrido. El viaje de este encuentro no augura otra cosa que el inicio de otro viaje, acaso
con nuestros morrales más llenos, o con promesas de nuevas maneras de pensar y de
interpretar y de interpretarnos en cada acto educativo.
49
La catedra propone asumir que el pedagogo es el viaje y que la lectura de Freire promete
salirse de los mapas y transformarnos en viajeros nocturnos que son alumbrados desde los
mojones de su obra. Si hay un mapa en este viaje, lo que propone es el reto de pensar,
hablar y reconocer experiencias libertarias en el campo de la educación. Deberíamos
intentar no ceder ante la trampa que restringe la lectura de Paulo Freire y en particular de
Pedagogìa del oprimido (1973) a meras cuestiones metodológicas, usos, didácticas
instrumentales e intentar no eludir la complejidad de prácticas, saberes, estrategias,
políticas, en la puesta en común de experiencias como la que hoy leeremos.
Freire nos propone partir del aquí y ahora de los otros y no enuncia sólo un principio
metodológico en este aquí y ahora, sino un principio ético-político que hace referencia a la
situacionalidad del otro: quién es y dónde está. Hay un otro que puede decir quién es y no
sólo ser dicho. Y entonces puede darse un reconocimiento mutuo, un proceso donde se
construye un nosotros con los otros, en diálogo intercultural que implica problematización
de las culturas en diálogo y prácticas de transformación de las relaciones de opresión que
ha naturalizado cada cultura.
50
Freire, Paulo. (1973) Pedagogía del oprimido.
Paulo Freire presenta lo que no es meramente una nueva pedagogía, sino un plan para
la liberación auténtica del hombre, sea opresor u oprimido. En este libro Paulo Freire critica
el sistema tradicional de la educación (lo que él llama “la educación bancaria”) y presenta
una nueva pedagogía donde los educadores y los educandos trabajan juntos para
desarrollar una visión crítica del mundo en que viven (que él llama “pedagogía de la
pregunta”).
Freire empieza escribiendo sobre la búsqueda de las raíces de los problemas que la
humanidad enfrentaba a fines de los sesenta y sugiere que el hombre es un “ser
inconcluso”, y que la deshumanización existente en el mundo “es distorsión de la vocación
de SER MÁS”. Esta distorsión conduce a los oprimidos a “luchar contra quien los minimizó”.
Su lucha sólo tiene sentido cuando los oprimidos no se transforman en opresores de sus
opresores, “sino en restauradores de la humanidad de ambos”. Esta restauración solamente
puede venir de los oprimidos porque son ellos los que entienden la necesidad de la
liberación: “¿Quién mejor que los oprimidos se encontrará preparado para entender el
significado terrible de una sociedad opresora?” pregunta Freire.
Freire propone que el acto de solidarizarse con los oprimidos es necesario para construir
el camino hacia el hombre nuevo. Pero este camino no puede resultar de acciones
paternalistas hacia los oprimidos, pues terminaría “manteniéndolos atados a la misma
posición de dependencia”.
51
El opresor sólo se solidariza con los oprimidos cuando su gesto deja de ser un gesto
ingenuo y sentimental de carácter individual, y pasa a ser un acto de amor hacia aquellos;
cuando, para él, los oprimidos dejan de ser una designación abstracta y devienen hombres
concretos, despojados y en una situación de injusticia: despojados de su palabra, y por esto
comprados en su trabajo, lo que significa la venta de la persona misma. Sólo en la plenitud
de este acto de amar, en su dar vida, en su praxis, se constituye la solidaridad verdadera.
Lo que la sociedad piensa que son actos de generosidad hacia los oprimidos muchas
veces no lo son: “por el contrario, la pedagogía que, partiendo de los intereses egoístas de
los opresores, egoísmo camuflado de falsa generosidad, hace de los oprimidos objeto de
su humanitarismo, mantiene y encarna la propia opresión. Es el instrumento de la
deshumanización”.
La práctica de esta nueva pedagogía implica el poder político para que se pueda
implementarla, pero Freire explica que hay mucho que se puede hacer antes de transformar
la realidad opresora. Estos “trabajos educativos” buscan que el oprimido tome conciencia
de su situación de opresión y se comprometa, en la praxis, con su transformación. Durante
esta transformación, el aspecto fundamental “será siempre la acción profunda a través de
la cual se enfrentará, culturalmente, la cultura de la dominación”.
A los opresores no les será fácil aceptar la caída de su posición de poder, porque
indoctrinados en una cultura de dominación, se sentirán oprimidos afuera de ella. “Todo lo
que no sea su derecho antiguo de oprimir significa la opresión”. La raíz de su problema es
su percepción de los oprimidos como “objetos, cosas”. La violencia opresora “pasa de una
generación de opresores a otra”, enraizada en una cultura de dinero y posesiones con una
concepción materialista de la existencia humana.
52
Es por esto por lo que, para los opresores, el valor máximo radica en el tener más y cada
vez más, a costa, inclusive del hecho del tener menos o simplemente no tener nada de los
oprimidos. Ser, para ellos, es equivalente a tener y tener como clase poseedora. Ahogarse
en su propia riqueza es “un derecho inalienable” de la clase dominante, escribe Freire, y lo
justifica con decir que los pobres “son incapaces y perezosos”. En este contexto cita al
psicoanalista y escritor Eric Fromm para señalar el estado enfermo de la clase dominante
en su necesidad de controlar a los oprimidos constantemente: “el placer del dominio
completo sobre otra persona es la esencia misma del impulso sádico”. Freire sugiere que
las innovaciones científicas y tecnológicas sirven para “mantener el orden opresor, con el
cual manipulan y aplastan”.
No son pocos los campesinos que conocemos de nuestra experiencia educativa que,
después de algunos momentos de discusión viva en torno de un tema que se les plantea
como problema, se detienen de repente y dicen al educador: “Disculpe, nosotros
deberíamos estar callados y usted, señor, hablando. Usted es el que sabe, nosotros lo que
no sabemos.
Liberarse de un estado oprimido exige la acción, pero Freire indica que la acción
liberadora sin una verdadera reflexión crítica “se vuelve mero activismo”. Sin embargo, esta
reflexión no significa que el líder revolucionario les impone una “propaganda liberadora” a
los oprimidos: esto significaría usar los métodos educativos del opresor. “Es necesario que
se inserten críticamente en la situación en que se encuentran y por la cual están marcados.
Y esto no lo hace la propaganda”. Freire señala que la liberación de los oprimidos, en todas
sus formas, debe empezar ahora, no después de la revolución, y por ende, el líder necesita
la confianza en el pueblo como seres capaces de formular sus propias conclusiones y
planes. “No pueden comparecer a la lucha como ‘cosas’ para transformarse después en
hombres”. Freire concluye el primer capítulo con énfasis en la unión entre el liderazgo y el
pueblo:
53
Educadores y educandos, liderazgo y masas, cointencionados hacia la realidad, se
encuentran en una tarea en que ambos son sujetos en el acto, no sólo de descubrirla y así
conocerla críticamente, sino también en el acto de recrear este conocimiento.
El segundo capítulo tiene cinco partes: “La concepción bancaria de la educación como
instrumento de opresión. Sus supuestos. Su crítica”; “La concepción problematizadora de
la educación y la liberación. Sus supuestos”; La concepción bancaria y la contradicción
educador-educando”; “La concepción problematizadora y la superación de la contradicción
educador-educando: nadie educa a nadie –nadie se educa a sí mismo–, los hombres se
educan entre sí con la mediación del mundo” y “El hombre como ser inconcluso y consciente
de su inconclusión y su permanente movimiento tras la búsqueda del SER MÁS”.
En este capítulo, Freire señala las faltas en el sistema tradicional de educación y cómo
sirve a los opresores. En él, las relaciones entre el educador y los educandos son de
naturaleza “fundamentalmente, narrativa, discursiva” y “disertadora”: “El educador aparece
como su agente indiscutible, como su sujeto real, cuya tarea indeclinable es ‘llenar’ a los
educandos con los contenidos de su narración”. Clasificando este sistema como una
concepción “bancaria” de la educación, Freire señala que “cuando más vaya llenando los
recipientes con sus ‘depósitos’, tanto mejor educador será. Cuanto más se dejen ‘llenar’
dócilmente, tanto mejor educandos serán”. Los estudiantes en tal sistema pedagógico son
tan pasivos que “el único margen de acción que se ofrece” a ellos “es el de recibir los
depósitos, guardarlos y archivarlos”. Como el dueño exclusivo de la información que será
“depositada”, el educador siempre va a ser “él que sabe, en tanto los educandos serán
siempre los que no saben”.
Freire opina que la educación debe superar esta dinámica, para que los educadores y
los educandos se compartan el rol del otro. El sistema bancario no llegó a ser por
casualidad: en entrenar a los educandos a ser agentes dóciles que pasivamente reciben la
información dictada por un superior, está preparándolos para una vida bajo el control de
sus opresores. La educación bancaria “sólo puede interesar a los opresores que estarán
tanto más tranquilos cuanto más adecuados sean los hombres al mundo. Y tanto más
preocupados cuanto más cuestionen los hombres el mundo”. Para los dominadores, “el
problema radica en que pensar auténticamente es peligroso”, y, por ende, “uno de sus
objetivos fundamentales, aunque no sea éste advertido por muchos de los que la llevan a
cabo, sea dificultar al máximo el pensamiento auténtico”. Freire cita de nuevo a Fromm,
para señalar el estado enfermo de los opresores y el sistema educativo implementado por
ellos: “mientras la vida se caracteriza por el crecimiento de una manera estructurada,
funcional, el individuo necrófilo ama todo lo que no crece, todo lo que es mecánico”,
añadiendo que tal persona “ama el control y, en el acto de controlar, mata la vida”.
La liberación no puede resultar de una educación bancaria según Freire. “La liberación
auténtica es la humanización en el proceso” y “no es cosa que se deposita en los hombres”.
Usar el sistema de la educación bancaria demuestra una falta de confianza en las
habilidades del pueblo en no dejarlo tomar una función más activa.
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En el método propuesto por Freire, el educador se transforma en educador-educando y
los educandos en educando-educador. En esta nueva dinámica, los educandos son
agentes activos en el proceso educativo y, al superar sus estados pasivos, ya no son
herramientas que sirven a los opresores. “Éstos, en vez de ser dóciles receptores de los
depósitos, se transforman ahora en investigadores críticos en diálogo con el educador,
quien a su vez es también un investigador crítico”. Esta “educación problematizadora” exige
la reflexión ausente en la educación bancaria, e “implica un acto permanente de
descubrimiento de la realidad”.
Hasta el final del capítulo Freire sigue señalando como la educación bancaria sirve a la
clase dominante y deja a los oprimidos en la oscuridad: “La ‘bancaria’ insiste en mantener
ocultas ciertas razones que explican la manera como están siendo los hombres en el mundo
y, para esto, mitifican la realidad”. Sin embargo, la pedagogía problematizadora de Freire
“se empeña en la desmitificación”. Él añade que “la primera niega el diálogo en tanto que
la segunda tiene en él la relación indispensable con el acto cognoscente, descubridor de la
realidad”.
En las últimas páginas del segundo capítulo, Freire enfatiza que esta transformación
educativa no tiene sentido si los oprimidos quieren meramente asumir el puesto ocupado
previamente por sus dominadores: “Este movimiento de búsqueda sólo se justifica en la
medida en que se dirige al ser más, a la humanización de los hombres”. Tampoco es un
trabajo que se puede hacer de una manera individualista:
El tercer capítulo tiene seis partes: “La dialogicidad: Esencia de la educación como
práctica de la libertad”; “Dialogicidad y diálogo”; El diálogo empieza en la búsqueda del
contenido programático”; “Las relaciones hombres-mundo, los temas generadores y el
contenido programático de la educación”; “La investigación de los temas generadores y su
metodología”; “La significación concienciadora de la investigación de los temas
generadores” y “Los momentos de la investigación”. Ya desarrollada su crítica de la
educación bancaria, en este capítulo Freire presenta lo que debe ser el trabajo del educador
en esta nueva pedagogía del oprimido.
Freire empieza con el concepto de que la existencia humana significa una transformación
del mundo. Participar en esta transformación no es un privilegio de una cierta clase, “sino
55
derecho de todos los hombres”. En el capítulo anterior indicó ya que no se trata de un
trabajo que se pueda hacer de una manera individualista, pues se necesita el diálogo entre
los hombres para poder “pronunciar” el mundo. En este capítulo Freire escribe de los
requisitos necesarios para tener un diálogo verdadero, y, antes de todo, señala la
importancia del amor: “No hay diálogo si no hay un profundo amor al mundo y a los
hombres” nos dice, añadiendo que la revolución misma es un acto de amor.
Cada vez nos convencemos más, dice Freire, de la necesidad de que los verdaderos
revolucionarios reconozcan en la revolución un acto de amor, en tanto es un acto creador
y humanizador.
Para el autor, la revolución que no se hace sin una teoría de la revolución y por lo tanto
sin conciencia, no tiene en ésta algo irreconciliable con el amor. Por el contrario, la
revolución que es hecha por los hombres es hecha en nombre de su humanización.
Tampoco hay diálogo sin la humildad: “la pronunciación del mundo, con el cual los
hombres lo recrean permanentemente, no puede ser un acto arrogante”. Esto implica una
fe en el pueblo: “fe en su poder de hacer y rehacer. De crear y recrear. Fe en su vocación
de ser más”. Pasando de la fe, Freire muestra la importancia de la confianza y la esperanza.
De lo primero, él sugiere que “la confianza va haciendo que los sujetos dialógicos se vayan
sintiendo cada vez más compañeros en su pronunciación del mundo”.
Freire observa los errores hechos por líderes revolucionarios por no tener estas
necesidades inherentes en el diálogo verdadero. En no tener el amor, la fe y confianza en
el pueblo, ellos acaban actuándose como el educador de la educación bancaria,
depositando sus pensamientos y metas en el pueblo. “En el trabajo con las masas es
preciso partir de éstas, y no de nuestros propios deseos, por buenos que fueren”, escribe
Mao Tse Tung (109), y Freire añade que actuarse en tal manera acaba siendo más un
dominador del pueblo. “Nuestro papel no es hablar al pueblo sobre nuestra visión del
mundo, o intentar imponerla a él, sino dialogar con él sobre su visión y la nuestra”.
Este diálogo con el pueblo no debe ser con lenguaje demasiado intelectual que cree una
barrera lingüística entre el líder y el pueblo. Es preciso que el educador sea capaz de
“conocer las condiciones estructurales en que el pensamiento y el lenguaje del pueblo se
constituyen dialécticamente”.
Al hablar de los temas que sirvan para generar un diálogo verdadero, Freire primero
escribe de las “situaciones límites”. Citando al profesor brasileño, Álvaro Vieira Pinto, Freire
las define como “el margen real donde empiezan todas las posibilidades; la frontera entre
el ser y el ser más”. El ambiente de esperanza y confianza creado por el líder y el pueblo
conduce a los hombres a “empeñarse en la superación” de estas situaciones y “surgirán
situaciones nuevas que provoquen otros ‘actos límites’ de los hombres”. Es solamente con
56
la praxis, la reflexión y la acción, que el hombre llega a superar las situaciones límites, que
“implican la existencia de aquellos a quienes directa o indirectamente sirven y de aquellos
a quienes niegan y frenan”. En referencia a los países latinoamericanos, Freire observa:
La búsqueda por un tema generador “envuelve la investigación del propio pensar del
pueblo”, escribe Freire. “Cuanto más investigo el pensar del pueblo con él, tanto más nos
educamos juntos”. Para conseguir una visión clara de sus vidas, tal investigación incluye
todas las facetas de su vida cotidiana.
Al concluir esta fase inicial del estudio, los investigadores, juntos con representantes del
pueblo, deben reunirse para evaluar los resultados. En la pedagogía de Freire, no existe un
momento donde el pueblo no participe activamente en el proceso.
De sus observaciones del pueblo en todos los aspectos de su vida, los investigadores
preparan imágenes visuales (“la codificación”), para empezar el diálogo con el pueblo y
“descodificar” las imágenes. Freire cita el trabajo del chileno Gabriel Brode en cuanto al
contenido de la codificación: “los campesinos solamente se interesaban por la discusión
cuando la codificación se refería, directamente, a dimensiones concretas de sus
necesidades sentidas”. El papel del investigador auxiliar al presentar estas codificaciones
al pueblo es “no sólo escuchar a los individuos, sino desafiarlos cada vez más,
problematizando, por un lado, la situación existencial codificada y, por otro, las propias
respuestas que van dando aquéllos a lo largo del diálogo”.
El último capítulo del libro hace un resumen de las ideas propuestas en los capítulos
anteriores, señalando como la pedagogía liberadora propuesta por Freire sirve a la
liberación, contrastándola con la pedagogía bancaria que sirve a la opresión. El capítulo
tiene tres partes: “La antidialogicidad y la dialogicidad como matrices de teorías de acción
cultural antagónicas: la primera sirve a la opresión; la segunda, a la liberación”; “La teoría
de la acción antidialógica y sus características: la conquista, la división, la manipulación, la
invasión cultural”, y “La teoría de la acción dialógica y sus características: la colaboración,
la unión, la organización y la síntesis cultural”.
Freire escribe que los hombres “son seres del quehacer” y “que su hacer es acción y
reflexión”. Este quehacer de los hombres no puede florecer en el sistema tradicional
educativo. “El esfuerzo revolucionario de transformación radical de estas estructuras no
puede tener en el liderazgo a los hombres del quehacer y en las masas oprimidas hombres
reducidos al mero hacer”.
Para dominar a las masas, los dominadores les niegan la praxis verdadera. El diálogo
verdadero es el único camino hacia la liberación de todos los hombres: “Nuestra convicción
es aquella que dice que cuanto más pronto se inicie el diálogo, más revolución será”. Al
prohibir a las masas la participación como sujetos de la historia el pueblo “se encuentran
dominadas y alienadas”. En el sistema dominador los pensamientos vienen de un “señor”,
mientras la pedagogía del oprimido ofrece los de un “compañero”. La función del liderazgo
revolucionario, en el sistema horizontal de Freire, es “problematizar a los oprimidos” y
denunciar el mito de la “absolutización de la ignorancia de las masas”. Este diálogo debe
ser un “encuentro de los hombres para la pronunciación del mundo”.
Freire lanza su ataque más directo del libro contra los mitos propuestos por los
dominadores del mundo y generalmente aceptados por la sociedad como hechos:
-El mito, por ejemplo, de que el orden opresor es un orden de libertad. De que todos son
libres para trabajar donde quieren. Si no les agrada el patrón, pueden dejarlo y buscar otro
empleo.
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-El mito de que este “orden” respeta los derechos de la persona humana y que, por lo
tanto, es digno de todo aprecio.
-El mito de que todos pueden llegar a ser empresarios siempre que no sean perezosos
y, más aun, el mito de que el hombre que vende por las calles, gritando: “dulce de banana
y guayaba” es un empresario tanto cuanto lo es el dueño de una gran fábrica.
-El mito de la igualdad de clases cuando el “¿sabe usted con quién está hablando?” es
aún una pregunta de nuestros días.
-El mito del heroísmo de las clases opresoras, como guardianas del orden que encarna
la “civilización occidental y cristiana”, a la cual defienden de la “barbarie materialista”.
-El mito de que las élites dominadoras, “en el reconocimiento de sus deberes”, son las
promotoras del pueblo, debiendo éste, en un gesto de gratitud, aceptar su palabra y
conformarse con ella.
-El mito de la propiedad privada como fundamento del desarrollo de la persona humana,
en tanto se considere como personas humanas sólo a los opresores.
Luego Freire pasa a la táctica de “dividir para oprimir”: “En la medida que las minorías,
sometiendo a su dominio a las mayorías, las oprimen, [para] dividirlas y mantenerlas
divididas son condiciones indispensables para la continuidad de su poder”. La visión
focalista planteada por los dominadores prohíbe la visión de una sociedad, o el mundo, en
su totalidad.
59
Freire argumenta que esta división para mantener el orden existente es “un objetivo
fundamental de la teoría de la acción dominadora antidialógica”.
Los hogares y las escuelas, primarias, medias y universitarias, que no existen en el aire,
sino en el tiempo y en el espacio, no pueden escapar a las influencias de las condiciones
estructurales objetivas. Funcionan, en gran medida, en las estructuras dominadoras, como
agencias formadoras de futuros “invasores”. Las relaciones padres-hijos, en los hogares,
reflejan de modo general las condiciones objetivo-culturales de la totalidad de que
participan. Y si éstas son condiciones autoritarias, rígidas, dominadoras, penetran en los
hogares que incrementan el clima de opresión.
En la segunda mitad del capítulo, Freire escribe sobre las tareas del liderazgo
revolucionario. Según él, estos líderes vienen de la clase dominante pero la han rechazado
y han optado solidarizarse con la clase oprimida. El camino hacia los oprimidos debe ser
60
“espontáneamente dialógico”, con el líder buscando “los verdaderos caminos por los cuales
pueda llegar a la comunión” con la gente. “Comunión en el sentido de ayudarlo a que se
ayude en la visualización crítica de la realidad opresora que lo torna oprimido”.
Freire sugiere una colaboración entre el líder y el pueblo. “Lo que exige la teoría de la
acción dialógica es que, cualquiera que sea el momento de la acción revolucionaria, ésta
no puede prescindir de la comunión con las masas populares”. El esfuerzo por una unión
con el pueblo “no puede ser un trabajo de mera esloganización ideológica”, sino el resultado
de la acción dialógica con él.
Una verdadera revolución social exige organización, pero no en la forma vertical de los
opresores. “Si para la élite dominadora la organización es la de sí misma, para el liderazgo
revolucionario la organización es de él con las masas populares”.
61
producen calidad en educación; una representación que se hizo hegemónica en América
Latina y que está inscripta en nosotros hasta hoy.
A partir de allí, no sólo las políticas, sino el sentido común, han anudado incorporación
de medios, tecnologías y planificación, con calidad de la educación (y con ella, el anunciado
pasaje de sociedades subdesarrolladas a sociedades desarrolladas). Desde el mismo texto
podrán acercarse a una amplia corriente de impugnación a la hegemonía desarrollista.
Podemos decir que esa corriente se desenvolvió en diferentes frentes “críticos”: uno fue el
de la construcción de prácticas de comunicación popular, ligadas con sectores campesinos,
mineros, indígenas, otro es el del pensamiento crítico liberador, particularmente el de Paulo
Freire, y también el de las narrativas vinculadas a la Teología de la Liberación, el socialismo
latinoamericano, entre otros.
El pensamiento de Freire reclama que pensemos una fuerte articulación entre el campo
de la producción de conocimientos académicos y el campo político-cultural.
Un cambio de fuentes
Si se toma 1960 como el momento inicial de ese cuerpo histórico, puede sostenerse que
todo el período que entonces comienza representó un verdadero cambio de frentes en las
acciones y visiones pedagógicas de América Latina. El cual, se hace patente a través de
algunos hechos y movimientos, entre ellos el compromiso del discurso pedagógico con la
realidad global y, por ende, la conformación y el empleo de nuevos marcos referenciales
para la comprensión y la conducción de los procesos educativos.
62
La antinomia ‘dependencia-liberación’ en las pedagogías
Esa diversificación que, poco a poco, se ha ido convirtiendo en una polarización, muchas
veces radical, se da particularmente en la vinculación de las tendencias con las
concepciones del ‘cambio’ y del ‘desarrollo' que, por lo visto, siguen orientaciones
diametralmente opuestas y determinan un tratamiento muy diferente de la problemática de
la marginalidad.
Si se mantuviera a toda costa una separación absoluta entre las dos tendencias, habría
que decir lisa y llanamente que las pedagogías desarrollistas no pueden sino ser
‘reformistas’, mientras que las liberadoras son, o debieran ser, esencialmente
‘transformistas', es decir, debieran ir más allá de las meras ‘re-formas' o de los simples
‘cambios de formas’ en los procesos y sistemas educativos.
63
La argumentación desarrollista se maneja con las categorías de tecnificación,
racionalización y eficiencia, buscando el cambio educativo y social por la vía de la
preparación de los recursos humanos para el desarrollo en vista de la industrialización de
los países no desarrollados, a cuyo servicio ha estado —al menos en su primera etapa no
crítica— la técnica de la planificación integral de la educación.
Cada hombre tiene que ser educado en función de las necesidades de un mercado
de trabajo que se supone será cada vez más tecnificado y que, como tal, requiere sujetos
con las habilidades y los conocimientos imprescindibles para ser “económicamente
productivos”. Aquí encuentra su mayor fuerza la categoría de eficiencia puesto que el
problema del desarrollo no implica necesariamente proporcionar los recursos adecuados ni
tampoco aumentarlos sino, fundamentalmente, asegurar la eficiencia de esos recursos, y
su productividad, igualmente beneficiosa para las empresas y para los individuos.
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Las pedagogías de la liberación
Es tan evidente esta contradicción entre una educación dependiente, que acrecienta la
dependencia, y una educación que ayude a generar o a consolidar, según los casos, formas
diversas de liberación, que su conciencia se ha generalizado aun en la afirmación un tanto
abstracta de volcar los esfuerzos educativos sobre las mayorías ‘menos favorecidas’. Por
eso mismo, el objetivo de la liberación se ha convertido en uno de los motores para la
elaboración de una pedagogía que viene naciendo y que, aunque sometida a muchas
vicisitudes, tipifica gran parte del movimiento pedagógico latinoamericano en las dos últimas
décadas (60 y 70).
Esto último se debe a que se ha demorado porque una pedagogía de este tipo requiere
el ejercicio previo y paralelo de una praxis liberadora que va creando formas y estilos
educativos liberadores. Sin esa praxis —que es también praxis educativa— se corre el
riesgo de que no se trasciendan las simples postulaciones teóricas o los niveles de una
ideología tan general en la que los procesos humanos, como la educación, pierdan sus
perfiles y no puedan ser explicados ni organizados en función de objetivos probados de
transformación.
Una de las líneas que ha conseguido un mayor desarrollo en este sentido —no importa
si se está o no de acuerdo parcial o totalmente con ella— es la impulsada por Paulo Freire,
de gran difusión no sólo en América Latina, sino también en los otros países del Tercer
Mundo y aun en los altamente industrializados. Todavía más: es la línea que,
expresamente, se ha asumido y se ha presentado como una “pedagogía de la liberación”
o, mejor dicho, como una “filosofía de la educación liberadora”.
Las influencias sobre el pensamiento de Freire si bien se ha declarado partidario del
método dialectico, que parece llegarle más por la vía directa de Hegel, que por la
intermediación modificada de Marx.
65
Uno de los supuestos más firmes del pensamiento de este autor es que la educación es
un hecho político, un asunto de poder.
La de Freire es, influencias aparte, una de las primeras pedagogías que busca su
coherencia en el intento de constituirse desde y con los oprimidos, antes que pero ellos, y
que, por sobre todo, se construye con la mentalidad puesta en la situación latinoamericana
y en función de su problemática más aguda.
Esta deshumanización es igualmente real tanto en los explotados (los ‘oprimidos’) como
en los explotadores (los ‘opresores’). La situación opresora, la distorsión del ‘ser más’, que
es la vocación humana por excelencia, no lleva a los oprimidos a ‘ser menos’, sino, “tarde
o temprano, a luchar contra quien los minimizó”.
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La pedagogía del oprimido no admite ningún tipo de liderazgo, ninguna donación. Para
Freire es el fruto de la concientización. No se nutre ni lleva a ‘depósitos’ de creencias en la
libertad, ni busca “ganar confianzas” en los oprimidos. Sólo vale como un ‘diálogo' con ellos
y entre ellos.
La educación dialogal
Si los hombres se educan entre sí, o ‘en comunión', es porque cada uno de nosotros
educa y es educado por otros, y sobre todo, porque podemos educarnos a nosotros
mismos. La concientización no puede ser individual ni egoísta. Tampoco podría serlo una
verdadera educación, precisamente porque ésta es interacción de los hombres entre sí, de
los hombres con su medio, de transformación mutua de los hombres y su ambiente.
Con esta concepción dialógica Freire da una versión original que refuerza y acompaña
las teorías no directivistas de la relación pedagógica, y hasta se anticipa a ellas.
Educación y concientización
Para movernos con mayor precisión dentro de la terminología de Freire, los dos extremos
de la conciencia serían los correspondientes a la ‘conciencia intransitiva’ y a la “conciencia
crítica’. Siendo que la primera refleja literalmente una situación en la cual el hombre está
inmerso en una sociedad cerrada; sin embargo, el mismo Freire reconoce que la
‘intransitividad’ no implica un total encerramiento del hombre, aunque sea un oprimido (ya
que admite la posibilidad de una liberación).
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Desde esta perspectiva, la educación ha de sustituir “las explicaciones mágicas por
explicaciones causales”, “comprobar los descubrimientos y estar dispuesta siempre a las
revisiones”, “despojar al máximo los pre-conceptos”, “negar el quietismo”, “practicar el
diálogo”, abrir “la receptividad de lo nuevo” y “la no negación de lo viejo, sólo por viejo, sino
por la aceptación de ambos en cuanto a su validez”.
Ocurre que quien induce de manera engañosa es el Estado contra la naturaleza de las
personas y de acuerdo a sus propios fines. Así es que muchos trabajan para adquirir la
cultura, pero esta es accesible para unos pocos.
Pero ¿es la educación un derecho? En muchas ocasiones, las personas creen que si
alguien fracasa en su escolaridad o en su carrera es porque careció de voluntad, no se
esforzó o no tiene suficiente inteligencia. Concluyen que no deberían gastarse fondos
públicos en su educación. Pero ¿acaso todas las personas nacen con la misma posibilidad
de acceso a la satisfacción de sus derechos? ¿La igualdad está asegurada para todos
desde el nacimiento?
Vivimos en una sociedad en la cual las condiciones desde las cuales parte cada individuo
son las de su comunidad, la inserción social de su familia, su género, su cultura, su lengua
y las eventualidades de la vida. Todas esas variables son vividas de maneras distintas.
Cada sujeto se constituye en el marco de particulares combinaciones entre ellas. Las
posibilidades, sin embargo, no son infinitas porque están limitadas por el sistema de poder
establecido. Por eso es un error culpabilizar a nuestros alumnos cuando fracasan.
Desde los comienzos del sistema escolar argentino se hicieron propuestas destinadas a
ordenar los derechos de los alumnos, teórica y prácticamente, de acuerdo a sus
condiciones sociales, culturales, genéricas y raciales. Esa operación de división artificial,
arbitraria, de los niños, adolescentes y adultos educandos sirve a quienes detentan la
riqueza, y una y otra vez consiguen instalarse en el gobierno. Los medios de prensa
conservadores los han acompañado siempre distinguiendo a los triunfadores en la larga
escalinata educativa y poniéndolos como ejemplo.
En los últimos años la distancia entre los ricos y los pobres aumentó de manera
espectacular en el mundo, y alcanzó un récord histórico en nuestro país. Se trata de
desigualdades que son usadas por el mercado a su favor. Este responde en el plano
educativo con una variedad de ofertas que incluyen propuestas de distinta «calidad» y
cantidad. La educación de «calidad» es la que determinan grandes corporaciones
vendedoras de subproductos pedagógicos como paquetes de contenidos, pruebas de
evaluación, cursos para formación de líderes, tutores o animadores culturales, entre
muchos otros.
Lo que acabamos de decir nos permite dudar del acceso igualitario al derecho a la
educación.
-la postura neoliberal, que triunfó, quiso que la igualdad pudiera ser moldeada y
redefinida. Para ello la asoció al término equidad. La igualdad equitativa permite cualquier
injusticia.
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contrario, prefiere programas focalizados, grupos controlables, capaces de ser subsumidos
en las brumas de la accountability. Quiere decidir cuántos y cuáles terminarán cada ciclo o
modalidad escolar. En el gobierno de Cambiemos, corporaciones profesionales y
universidades privadas vinculadas al mercado han invadido los lugares de decisión de la
educación. No solamente atacan a la educación pública y a la educación privada tradicional,
sino que compiten entre sí, como cualquier sujeto del mercado.
La libertad de educación es una categoría que en la Argentina –y en casi todos los países
católicos– quedó ligada a la relación entre la Iglesia y el Estado, como una tensión
permanente. La Iglesia se ha considerado educadora universal por definición doctrinaria, y
solo ha admitido por razones políticas que el Estado cumpla una función supletoria. Con el
crecimiento de la educación como comercio, y más cercanamente de la mercantilización
educativa, la libertad de educación fue cambiando de sentido y contradiciendo tanto al
universalismo pedagógico católico como al papel principal del Estado. El concepto de
educación, antes que avanzar hacia su admisión como derecho, se desliza hacia la idea de
opción o posibilidad, vinculada a voluntad del individuo.
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La Ley No 1420 eligió la primera opción, y aseguró la obligatoriedad y gratuidad de la
educación primaria; estableció condiciones profesionales para el ejercicio de la docencia y
habilitó la enseñanza de la religión fuera de las horas de clase, por los ministros de cada
culto.
En los últimos veinte años el escenario educativo se llenó de altas tensiones entre la
maquinaria segregacionista renovada por el neoliberalismo y los gobiernos nacional
populares y democráticos, alternándose unos y otros en el poder. Aumentó la tensión entre
posturas libertarias, derecho a la educación y deber de educarse para los distintos sujetos
de la educación.
La tensión entre libertad, derecho y deber se pone al rojo vivo cuando los trabajadores
de la educación luchan por sus propios derechos, lo que provoca la emergencia de una
masa de prejuicios y de generalizaciones, así como posturas reactivas derivadas de los
perjuicios que produce en la organización familiar la ausencia de los docentes.
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La política neoliberal hacia los docentes va más allá de su colonización y deja ver el
interés por disolver ese rasgo del educador que actúa en la producción de cierta autonomía
del sistema educativo, a la que me referiré más adelante. La saña con la que el
neoliberalismo actúa sobre los educadores profesionales denuncia la importancia que tiene
un ejercicio democrático de la educación para el tipo de sociedad que cada día se vaya
generando
Debe notarse que la «educación común» aplicada por las oligarquías liberal-
conservadoras pecó de contener la conocida contradicción entre «civilización y barbarie»,
sin poder evitar que la cruzaran otras perspectivas. Esas mismas contradicciones
estuvieron presentes en la formación de maestros y profesores. En el caso argentino ya se
puede vislumbrar en la primera Escuela Normal, la de Paraná, donde se registran posturas
distintas entre sus directivos, docentes y graduados. En otros trabajos hemos denominado
normalizadores a los normalistas que egresaban preparados para instruir a una población
a la cual no reconocían saberes de utilidad para el progreso.
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PRIMER ARGUMENTO
SEGUNDO ARGUMENTO
-Hay ciertos rasgos del magisterio argentino que tienen un tinte romántico.
TERCER ARGUMENTO
CUARTO ARGUMENTO
La autora refiere, en este punto, ahora al elemento más dinámico que interviene en la
autonomía relativa del sistema: el sindicalismo docente. Este siempre ha sostenido un
acervo histórico, la experiencia de acontecimientos anteriores, la honra de sus mártires y
de sus figuras más queridas. La tradición de lucha por reivindicaciones laborales viene
acompañada por posturas político-educativas y pedagógicas. Ello puede comprobarse en
las demandas de los sindicatos, así como en el Movimiento Pedagógico Latinoamericano.
En la Argentina, esto se registra desde la fundación de la Confederación de Trabajadores
de la República Argentina hasta la actualidad en los temarios de las convenciones
colectivas de trabajo. (Por supuesto, la publicidad contra los docentes niega el interés
gremial por la pedagogía.)
Los docentes fueron un factor importante en los golpes de Estado de 1930 y 1955, en
cuanto integrantes de sectores de clase media y media baja desencantados de los
gobiernos nacionales populares. Esas dos situaciones son ejemplares para analizar un
factor que merecería ser objeto de una investigación especial: la disociación, en esas
ocasiones, entre el patriotismo de aula y la soberanía nacional en juego. El discurso
patriótico normalizador prevaleció sobre el apoyo a la política de defensa de los intereses
nacionales, la independencia económica y justicia social.
73
QUINTO ARGUMENTO
Otro ángulo desde el cual analizar la posible «autonomía relativa» del sistema es la
permanente tensión entre normalismo y catolicismo. La absoluta mayoría de los docentes
se reconocieron como católicos, al menos hasta hace pocas décadas.
SEXTO ARGUMENTO
SÉPTIMO ARGUMENTO
Si bien el voto docente aparece ligado al de los sectores medios, hay elementos para
sostener la posibilidad de conseguir respuestas relativamente más autónomas del sector
respecto a su grupo social, ligadas a su identidad de trabajadores y profesionales.
OCTAVO ARGUMENTO
El desinterés tiene relación con la descalificación a la cual está sujeta la profesión, entre
muchos otros factores que deben ser atendidos en la formación, capacitación y conducción
de los educadores. ¡Y menos mal que están interesados/as en el trabajo educativo y que
este es fuente de trabajo! La «vocación» es un término muy problemático que remite a
posturas metafísicas.
NOVENO ARGUMENTO
En el caso del cuidado del sistema educativo como espacio propio, hay una instancia en
la cual lo femenino cobra fuerza política y determina situaciones. El poder machista ha
actuado y actúa limitándolo cuanto puede. Pero la lucha en cuanto trabajadoras se expresa
en esas situaciones articulándose fuertemente con las determinaciones feministas.
DÉCIMO ARGUMENTO
Hay preguntas para hacerse. ¿El enunciado «educación bancaria» designa una relación
de puro sometimiento? ¿Puede haber una clase o una lección donde solamente se enseñe?
¿Siempre se produce educación cuando interactúan maestro/a y alumno/as? La respuesta
es abarcativa del conjunto: en la situación educativa se produce un vínculo transferencial-
contratransferencial (tomo los términos del psicoanálisis pero con cierta libertad) o bien
subsiste un vacío que es visualizado a través de síntomas: los chicos no se desprenden de
su programa en el celu, no se enganchan en el trabajo, no protestan, no se oponen
activamente, se van, miran pasivamente esperando que el tiempo pase; los docentes
sienten que nadie los escucha, a los pibes no les importa nada, que mejor terminar rápido
y no se les ocurre ninguna alternativa didáctica.
CAPÍTULO X ¿Aceleramos?
Claro está que en el clima del nacionalismo popular la lucha es cuerpo a cuerpo con las
organizaciones corporativas, con nuevas iglesias alineadas en políticas de derecha, con la
pedagogía de los medios monopólicos, que se deslizan ávidas en los territorios y en los
organismos de gestión educativa. El camino que más valoran las corporaciones es el
destinado a evaluar a alumnos, docentes y escuelas; es su arma privilegiada. Durante los
gobiernos kirchneristas, las organizaciones neoliberales siguieron su tarea de asentarse en
el territorio nacional comenzada en el menemismo. No lograron imponer una agencia
autónoma de evaluación preparada para ceder funciones a empresas ad hoc, pero tuvieron
la precaución de impulsar varios proyectos de ley que quedaran listos para ser aprobados.
75
Gobiernos como el de Mauricio Macri y el de Jair Bolsonaro aceleran sus medidas
destructivas de los derechos sociales, la industria nacional, las fuentes de trabajo, los
acuerdos regionales, las reformas educativas de tinte popular, y buscan que queden a la
vista debilidades políticas y de gestión de las construcciones de los gobiernos populares.
Pero hay quienes piden más desde la ortodoxia neoliberal. Reclaman medidas de shock
que eviten reacciones de la sociedad, que paralicen los reflejos de aquellos que
repentinamente bajan varios escalones en la pirámide social.
Coincidentemente, es tarea del educador trabajar sobre el «inédito viable», esa rica
categoría elaborada por Paulo Freire. Combina la imaginación y la creación con la
factibilidad. Es el momento de la leve crispación frente a la imposibilidad, el momento de
decidir si se corre el riesgo, de suponer la posible aceptación por parte de otros sujetos. Es
un instante para la imaginación, o sea un momento negativo para la pedagogía neoliberal.
Esta supone el fin de la imaginación.
Cabe preguntar cuál sería el punto de apoyo, desde dónde partir para atravesar la
brecha, lo cual trae de regreso la discusión sobre la teoría descolonial. Probablemente el
principal trabajo de una educación que pretenda escapar al loop neoliberal sea
producir procesos de enseñanza-aprendizaje desde el lugar de la crisis de la cultura
moderna, lo cual implica aprehenderla, a la vez que desprenderse de su negatividad.
Necesitamos enseñar qué es la guerra discutiendo sobre ella con los alumnos;
enseñar historia poniendo a disposición modelos distintos de sociedades reales y
proyectadas o imaginadas. Disponernos a no limitarles la libertad de creación.
Relación con Freire
76
Clase n°7: Escuelas, Estado y sociedad civil en la Argentina de finales
del siglo XX y comienzos del XXI.
Contenidos La escuela empresa y la educación como mercancía. Las propuestas
educativas neoliberales de los 90 en Argentina.
[Clase escrita] Algunas consideraciones iniciales para pensar los procesos neoliberales
Esa condición histórica que Occidente llamó modernidad (modernización del mundo
occidental), implicó no sólo acontecimientos industriales, sociales y técnicos sino la
necesidad de una nueva comprensión del mundo que produjo un quiebre, una certificación
de agotamiento de una vieja representación regida por lo religioso, sabemos que a
mediados del siglo XX se produjo un debate teórico-político-cultural: la discusión/crisis de
lo moderno y una sucesión de aconteceres que fracturaron los pilares de la condición
moderna occidental.
Crisis del sistema capitalista: sabemos que no se trata de una crisis terminal sino de
reformulación y para contextualizarla recuperamos la década de los ’70, la llamada crisis
del petróleo y la naciente forma capitalista financiero-especulativa.
Crisis del Estado de Bienestar: en el marco de la crisis global del capitalismo, se genera
una crisis de un modelo de Estado garante de políticas de empleo, protector y organizador
de la fuerza de trabajo y generador de políticas públicas para el acceso a la educación y la
salud públicas
Crisis del proyecto político e ideológico alternativo al sistema capitalista: se trata de una
crisis teórica, política ¸ideológica y pragmática de experiencias históricas alternativas al
capitalismo.
Crisis de los sujetos sociales históricos: la década de los ’60 tuvo un elemento de enorme
potencia, que fue pensar a ciertos sujetos sociales como los insoslayables protagonistas
del cambio político/social: la clase obrera portaba en sí misma la potencia de construir un
mundo postcapitalista. Pero plantea el autor que seguimos, ese sujeto social pierde parte
de su potencia político/sindical a la vez que se interrumpe su crecimiento real (en términos
cuali y cuantitativos)
Crisis de la sociedad del trabajo: nos referimos aquí a la crisis de la sociedad basada en
un aumento constante de sus fuerzas productivas, que se articula a la inversión capitalista
clásica con ‘énfasis en lo fabril y a la sociedad de pleno empleo del Estado de bienestar.
Crisis de las formas burguesas de la política y de lo político: para referirnos a este punto
recuperamos la producción de Ch. Mouffe (2009) quien define “la política” como el conjunto
de prácticas e instituciones correspondientes a la actividad política tradicional (de las formas
tradicionales de representación, de los partidos políticos). Por otro lado “lo político” refiere
77
para nuestra autora a lo instituyente de una sociedad, en sus palabras “la dimensión del
antagonismo que es constitutivo de las sociedades humanas” y que define un nosotros y
los otros en tanto adversarios (y no alteridad irreductible).
[Clase escrita] Desde el texto de M Apple (2001) se nos presentan las posturas
educativas de dos corrientes, neoliberal y conservadora como respuesta al “fracaso” de las
instituciones educativas.
Apple problematiza las formas en que atraviesan las sociedades y en particular el campo
educativo elementos que ingresan al discurso y las prácticas formateando sentidos que
deben desocultarse: mercado, competencia, libertad, moralidad, para mencionar algunos.
Sería simplista interpretar que lo que ocurre sólo es el resultado de los intentos de las
élites económicas dominantes de imponer su voluntad en el campo de la educación. Sin
duda muchos de estos ataques representan un intento de reintegrar la educación en la
agenda económica. Las luchas culturales y las luchas en torno a la raza los sexos y la
sexualidad coinciden con alianzas y poderes de clases.
78
La educación en sí misma es una de las principales áreas donde se definen los recursos
del poder y de la ideología, en relación con la política la financiación, currículo la pedagogía,
y la evaluación. Por lo tanto la educación es a la vez causa y efecto, es determinante y está
determinada.
Los neoliberales son el grupo más poderoso dentro de la alianza que impulsa la
modernización conservadora. Se guían por la visión de un Estado débil y por la
presuposición de que lo privado es necesariamente bueno y lo público es necesariamente
malo. Las instituciones públicas como las escuelas son agujeros negros donde se vierte
dinero a raudales, sin proporcionar unos resultados adecuados. Para los neoliberales hay
una forma de racionalidad que es más poderosa que cualquier otra: la racionalidad
económica. La eficacia y una ética basada en el análisis de la relación coste-beneficio son
las normas a seguir.
Tras esta postura se encuentra una concepción del estudiante como capital humano. El
mundo es intensamente competitivo desde el punto de vista económico y a los estudiantes,
como futuros trabajadores, se le deben proporcionar las actitudes y las aptitudes necesarias
para competir con eficacia. Al ser agujeros negros las escuelas y otros servicios públicos
tal como están actualmente organizados y controlados malgastan recursos económicos que
deberían destinarse a la empresa privada.
La totalidad del proyecto neoliberal está vinculada con un proceso más amplio
consistente en culpar al Estado y a los desposeídos de las decisiones de los grupos
dominantes.
Ante todo esto, es natural que nos preguntemos cuál es la verdadera naturaleza de la
economía que subas a las posturas neoliberales. Lejos de la imagen ideal que están los
presentan donde el simple hecho de dejar nuestras escuelas y nuestros hijos en manos del
79
mercado ahora que el trabajo monótono y pesado El subempleo y el desempleo que hoy
padecen tantas personas dejen pasó a trabajadores tecnológicamente avanzados la
realidad insiste en ser muy diferente. Por desgracia es evidente que los mercados tienen
una influencia tan destructiva como productiva la vida de la gente.
El mercado laboral estará cada vez más dominado por el trabajo repetitivo y mal pagado
de los sectores de servicio comercio y venta al por menor. Se prevé que el 95% de todos
los nuevos puestos de trabajo pertenecen al sector de servicios. Es evidente que la mayoría
de estas ocupaciones no exigen unos niveles elevados de información. Muchas de ellas
están mal pagadas no están sindicadas son temporales o a tiempo parcial y tiene unas
prestaciones sociales escasas o nulas, qué es la economía emergente que nos espera no
la imagen exageradamente romántica que nos han pintado los neoliberales para hacerlos
confiar en el mercado.
Entre las políticas que se proponen desde esta postura ideológica se encuentran los
currículos los exámenes obligatorios de ámbito nacional y estatal, el retorno a unos niveles
de calidad más elevados, la revivificación de la tradición occidental y del patriotismo y
variantes conservadoras de la formación del carácter. Pero tras parte de la ofensiva
neoconservadora la educación y en la política social en general no sólo se encuentra una
llamada al retorno. También se encuentra el miedo al otro miedo que se expresa en su
apoyo a un currículo nacional normalizado en sus ataques al bilingüismo y al
multiculturalismo y en su insistencia en unos niveles de exigencia más elevados.
Estás posturas no sólo han ejercido una gran influencia en el sentido común de la
sociedad sino que también han proporcionado un gran impulso el movimiento en favor de
las escuelas francas. Estas escuelas se rigen por los estatutos propios que les permiten
prescindir de la mayoría de los requisitos estatales y desarrollar currículos basados en los
deseos de su clientela. Aunque en teoría está políticas tiene mucho de recomendable más
adelante demostraré que los activistas religiosos conservadores y otros grupos han
convertido muchas escuelas francas en mecanismo para recaudar fondos públicos.
80
Este temor a la contaminación cultural se puede ver en los ataques cada vez más
virulentos al multiculturalismo en la creación de escuelas y otros servicios sociales para los
hijos de inmigrantes en el movimiento conservador en pro de una enseñanza exclusiva en
inglés.
La falta de confianza los enseñantes la preocupación por una supuesta pérdida del
control cultural y el presunto peligro de la contaminación se encuentran entre los muchos
temores culturales y sociales que impulsan las políticas neoconservadoras. Tras estas
posturas también suele haber una visión del mundo teocéntrica incluso racista. Los
neoconservadores han forjado una coalición creativa con los neoliberales, una coalición
que está modificando el terreno en el que se debaten estas políticas.
[Clase escrita] En este escrito, la autora presenta el argumento que fundamenta a las
políticas educativas neoliberales en educación y que es una suerte de acusación de
ineficiencia, inequidad y baja calidad realizada hacia los sistemas escolares y que justifica
luego la retirada de los estados del campo educativo.
La educación argentina en el contexto neoliberal fue pensada como gasto para el caso
de la gestión estatal o como inversión para el caso de la gestión privada.
81
Al hacerse masivas la pobreza y la marginalidad social el gobierno estableció políticas
asistenciales focalizadas, que se implementaron aún desde las propias escuelas.
Se destaca en la década de los ’90 en nuestro país la sanción de tres leyes: Ley de
Transferencia, Ley Federal de Educación y Ley de Educación Superior.
El argumento central que sostiene las políticas educativas neoliberales es que los
grandes sistemas escolares son ineficientes inequitativos y sus productos de baja de
calidad. En relación con el diagnóstico de ineficiencia de la inversión que se realiza en
educación pública, las soluciones propuestas no tienden a mejorar la sino reducir
paulatinamente la inversión cuando no eliminarla.
Hacia la década de 1980 los sistemas escolares y las universidades de la región tenían
un funcionamiento relativamente estable. Se había demostrado que los mayores problemas
educativos latinoamericanos tenían solución: el analfabetismo estaba disminuyendo en
términos porcentuales y se habían experimentado varias soluciones exitosas entre las
cuales se destacan algunas distintas como las campañas de alfabetización de Cuba y
Nicaragua, las experiencias de Paulo Freire.
Críticos de los modelos educativos del capitalismo señalaban por entonces que los
sistemas sellen produciendo deserción escolar y distribuyendo los alumnos en circuitos
relativamente coincidentes con la clase y sector social de origen.
Los sistemas escolares y las universidades de carácter público tenían aún mucho para
dar y al mismo tiempo las alternativas desarrolladas no proponían ningún sujeto capaz de
sustituir al estado en su papel de educador público y de garante de la calidad de la
educación privada.
82
El dislocamiento
En los años 80 dentro del proceso educativo ocurrirían otras cosas que es indispensable
destacar. La principal de ellas era que se habían deteriorado los lazos tradicionales de la
relación entre adultos y niños o jóvenes y entre profesores y alumnos. Los rituales y las
normas reproducidas durante más de 100 años perdieron rápidamente su carácter
imaginariamente necesario y de cumplimiento automático. Los saberes programados para
la enseñanza carecían de interés para docentes y alumnos, las currículas se
desprestigiaban. La crítica a la enseñanza tradicional había cobrado fuerza entre los
pedagogos pero no se llegaron a desarmar las categorías pedagógicas en cuestión ni se
construyeron nuevas.
El neoliberalismo pedagógico ha sido posible porque fue asumido como estrategia por
gobiernos que contaron con el amplio voto popular. Esa política se dirigen en primer término
achicar los gastos del Estado para derivar los ingresos hacia el pago de la deuda externa,
pero esta afirmación no alcanza ni para explicar sus modelos educativos.
83
definición de la educación como la categoría calidad que ocupa un lugar destacado en el
discurso neoliberal.
Durante algún tiempo sobre gran parte de la población fue efectiva la propaganda
educativa neoliberal que insistió los beneficios de su reforma. La reforma estaba
destruyendo las instituciones educativas.
El neoliberalismo ha roto con aquel conjunto de tradiciones pero debe usar algunas de
sus enunciados para adquirir legitimidad.
Sus reformas avanzan cobijadas en promesas tales como mejorar la inversión educativa
y hacer más eficiente el gasto con el fin de lograr una equidad la provisión de educación a
la población. Lejos de cumplir tales promesas el porcentaje de los PBI destinados a
educación dista de alcanzar el 6% considerado el mínimo en el consenso internacional. Se
construyó la cuarta parte de las escuelas previstas a las metas de la reforma y se
proporcionaron cursos breves a la tercera parte de los docentes que se había prometido
capacitar.
Gran parte de los programas en los cuales se apoya la reforma es financiada con
préstamos del banco mundial. De tal manera los gobiernos neoliberales endeudan las
sociedades para reducir el servicio educacional que les prestan.
84
Pero la profundidad de la crisis no se debe solamente a los cambios producidos a la
ciencia la técnica y la vida social en el fin de siglo. Las políticas neoliberales han
descentralizado los sistemas en medio de la retracción social producida por su propia
política económica. Las comunidades los gobiernos provinciales y municipales los
empresarios las asociaciones civiles no están en condiciones de sustituir el estado la
educación de millones de niños y jóvenes. Se ha dejado que la enseñanza media se
deteriore hasta niveles dramáticos. Los programas neoliberales tratan de reducir la
población que ingresa en ese nivel medio y con más decisión la que pretende ingresar a la
educación superior.
Conclusión
-Una reforma responsable debe ser respetuoso de los tiempos y modalidades culturales
de las demandas específicas y del derecho de los sujetos de la comunidad educativa a
participar en la reforma de su educación de la de sus hijos o de la que los compromete
como docente.
[Clase escrita]
Hacia 1863 el entonces presidente Bartolomé Mitre promulgó un decreto que fundaba el
Colegio Nacional de Buenos Aires sobre la base del antiguo Colegio de Ciencias Morales y
el Colegio Seminario. Dicho Colegio Nacional fue el modelo sobre el que se fundaron en
1864 los Colegios Nacionales de Catamarca, San Juan, Mendoza, Tucumán y Salta. Con
posterioridad se crearon nuevos colegios contabilizándose en 1898 diecisiete colegios
nacionales en el territorio nacional.
85
Cabe aclarar que junto a los Colegios Nacionales mencionados coexistían en nuestro
territorio colegios de órdenes religiosas que ofrecían estudios pos primarios o de segundo
nivel desde antes de la conformación del Estado Nacional.
En estos inicios del sistema educativo nacional, el Nivel Medio, representado por los
Colegios Nacionales reforzó su impronta fuertemente excluyente, congruente con el
proyecto político oligárquico y con una propuesta dirigida a un grupo selecto de la población,
los hijos de su clase dirigente, que luego accedería a estudios universitarios y al desempeño
de funciones de gobierno. Los planes de estudio portaron en general un enfoque humanista,
enciclopedista y eurocéntrico.
Si bien hubo varios intentos de reforma, el currículum humanista conservó una fuerte
impronta en el bachillerato a lo largo de todo el siglo XX.
Acercándose el fin de siglo XIX se crean también las Escuelas de Artes y Oficios que
estaban destinadas únicamente a la formación en actividades prácticas. Esta formación era
de carácter terminal o sea no habilitante para continuar estudios superiores.
Como vemos hasta aquí el propósito de los estudios secundarios en nuestro país se asocia
en principio a la función propedéutica y selectiva de los colegios nacionales, pero con la
creación de Escuelas Normales, Comerciales e Industriales el nivel parece asumir además
un propósito de formación para el mundo del trabajo.
Hacia 1916 con la llegada del radicalismo al gobierno aumenta la matrícula en el nivel
medio como en el resto de los niveles, ciertos sectores sociales asumen que la educación
vehiculiza la movilidad social.
C Braslavsky señala para esta etapa el cierre de escuelas de educación técnica como
resultado del auge de políticas económicas de desindustrialización del gobierno dictatorial
que redujeron la importancia de las modalidades vinculadas con el sistema productivo.
(Braslavsky, 1987) En este período las escuelas normales, formadoras hasta el momento
de maestros para el nivel primario, dejan de otorgar ese título y se traslada la formación
docente al nivel terciario.
La educación en el contexto neoliberal fue pensada como gasto para el caso de la gestión
estatal o como inversión para el caso de la gestión privada.
Se destaca para este período la sanción de tres leyes: Ley de Transferencia, Ley Federal
de Educación y Ley de Educación Superior.
87
Ley Federal de Educación: gestada en el seno de fuertes críticas a la educación
secundaria por ser enciclopedista y alejada de las necesidades del sistema productivo y de
los nuevos requerimientos de la vida democrática, su estructura comprendía una Educación
Inicial para niños de 3 a 5años, siendo el último obligatorio; una Educación General Básica,
obligatoria, de nueve años, organizada en tres ciclos y una Educación Polimodal después
del cumplimiento de la Educación General Básica que ofrecería saberes orientados a
sectores diversos de la vida productiva en cinco modalidades, una Educación Superior y
una Educación Cuaternaria.
Todo ello representa un cambio radical tanto en los propósitos como en el sentido
formativo del nivel. Propósito y sentidos que necesariamente cuestionan mandatos
fundantes y problematizan históricos formatos y viejas prácticas. De este modo estamos
entendiendo que esta nueva escuela secundaria es hoy un desafío político y pedagógico.
Cabe entonces, preguntarnos ¿qué formatos y cuáles prácticas perviven desde los
orígenes en las escuelas secundarias? ¿Qué cambios habilitan? ¿Cuáles obstaculizan?
Esta situación a la que la autora caracteriza como “trípode de hierro” impide pues
procesar toda propuesta de interdisciplinariedad o bien de apropiación de conocimientos
que no reconocen ninguna pertenencia disciplinar específica.
Más que considerar al individuo y a la sociedad como entidades separadas habría que
pensar las en términos relacionales donde las partes constituyen interdependientemente
por lo que insistimos en destacar que ninguna persona existe por fuera de lo social.
Esta postura entiende que los individuos son los responsables exclusivos de sus
propios éxitos o fracasos.
La implementación del modelo económico neoliberal dio lugar a una nueva configuración
social muy distinta. Sostenemos que las políticas implementadas en los 90 impactaron en
la construcción de las subjetividades y más aún en la de los jóvenes principalmente en los
que pertenecen a los sectores más vulnerables y postergados.
89
El nivel secundario en tiempos de neoliberalismo
Tanto la transferencia de las instituciones educativas que aún quedaban en manos del
Estado Nacional a las provincias, en los primeros años 90, y la implementación de la Ley
Federal de Educación: contribuyen a consolidar procesos de deterioro fragmentación
desigualdad y diferenciación social al interior de la escuela. Se fue configurando un mapa
educativo donde la educación pública de gestión estatal se constituyó en el lugar destinado
a los sectores más vulnerados, mientras que la educación privada fue el campo donde los
jóvenes de sectores sociales altos y sectores medios que se acomodaba en el modelo
consolidado en su trayectoria escolar.
En el año 1993 se sanciona la ley federal de educación que consolidaba una nueva
organización para el sistema educativo nacional.
En rasgos generales dicha ley planteaba rediseñar la estructura del sistema educativo
extendiendo la educación primaria de 7 a 9 años produciendo no sólo un recorte en los dos
primeros años de escolaridad del antiguo nivel secundario sino incorporando estos años a
la escolaridad primaria. La educación secundaria quedaba reducida a sólo 3 años, bajo la
denominación de enseñanza media o polimodal. Otro de los puntos clave de la reforma
estuvo ligado a los procesos de descentralización administrativa de los establecimientos sin
acompañamiento financiero las provincias.
La escuela secundaria fue blanco de múltiples críticas, entre ella que no podía cumplir
con las 3 promesas tradicionales que le competían en ese entonces: el acceso al mercado
de trabajo en condiciones dignas, la posibilidad de continuar los estudios superiores y la
participación ciudadana plena.
90
-La perspectiva de las trayectorias educativas, en cambio, permite considerar y
reconocer todos aquellos ámbitos formativos por los cuales se van constituyendo las
biografías y los recorridos de los estudiantes (el primer trabajo variadas experiencias
laborales actividades y participación política permanencia en instituciones educativas no
formales entre otras). Para analizar e intentar comprender tales recorrido se necesario
centrar la mirada en ese mosaico complejo en el que el sujeto se va configurando a medida
que avanza en el recorrido escolar.
Partir de esto es pensar que los jóvenes utilizan diferentes estrategias para construir sus
trayectorias sociales y escolares traccionando contra aquellas miradas hegemónicas
presentes.
Tenti entiende que si bien hubo un tiempo en el que el mundo de la vida cotidiana se
mantenía afuera y alejada de la cultura escolar hoy resulta insostenible separar ambos
universos culturales. Por eso el autor sostiene que todo cambio propuesto para el sistema
educativo debe contemplar el trabajo sobre las propias prácticas de los sujetos sus
intereses y particularidades como un grupo fundamentalmente heterogéneo en sus historias
sus contextos y convicciones.
La literatura sobre la educación secundaria ofrece dos maneras de enfocar los problemas
actuales del nivel, el del curriculum entre ellos; dos hipótesis de trabajo que debemos
considerar:
-Sabemos por los diagnósticos usuales que la escuela secundaria tiene problemas de
antigua data, como la tendencia academicista de su formación, el llamado enciclopedismo
de su curriculum, o las arbitrariedades de su régimen académico. Según la primera
hipótesis, estos antiguos problemas se verían agravados por la masividad, la cual,
agravaría las consecuencias de problemas que sin embargo no se generan con ella ni son
exclusivos de este tiempo.
-La otra hipótesis considera que estamos ante problemas nuevos, que nunca antes
habíamos tenido. Algunos de estos nuevos problemas, por ejemplo, se corresponden con
hechos de violencia en las escuelas. Quizá el más importante entre los nuevos problemas
sea el de la relevancia de la escuela secundaria, la crisis del sentido mismo de asistir a la
escuela: nadie niega la importancia del conocimiento y de la formación en la sociedad
presente y mucho menos en la del futuro, pero muchos dudan de que sea la escuela
secundaria la institución capaz de asegurar este conocimiento o esta formación a los
adolescentes y jóvenes.
Aquí en particular, la autora se enfoca en la cuestión del curriculum; al respecto dice que
tenemos antiguos problemas como el enciclopedismo, el cual define como el exceso de
contenido informativo de los programas: durante muchas décadas la calidad de la
educación secundaria ha sido equivalente a un extenso contenido informativo de los
programas que hoy se encuentra en cuestión.
Ahora bien, sin quitar especificidad a la cuestión de las culturas juveniles, en este trabajo
me propongo colocarla como parte de un problema más general: el de una
contemporaneidad con la cual el curriculum escolar tiene dificultades para entrar en
92
relación. Hay que reconocer un cierto anacronismo que porta el curriculum de la escuela
secundaria, porque ha sido construido sobre la organización de los saberes propia de fines
del siglo XIX.
93
Cuando se producen cambios en las ideologías en la escolarización, son cambios
en el sentido de la escolarización y por tanto cambios en las concepciones sobre los
conocimientos básicos que hacen falta para la vida en sociedad.
Ahora bien, si la ideología de la escolarización determina que los chicos tienen que
acceder a un curriculum que es amplio en cuanto a las expectativas acerca de lo que
deberían saber o aprender, el ordenamiento de la experiencia educativa no puede ser el
mismo: no alcanza con uno o dos años de escolarización, hace falta más tiempo en la
escuela; los chicos son muchos y están durante mucho tiempo, por lo cual se requiere algún
criterio para organizarlos; quienes enseñan tienen que dominar ellos mismos un conjunto
mayor de conocimientos, pero también un conjunto de técnicas de organización de la
enseñanza; y así de seguido.
Construyendo posibilidades
Vistas las dificultades para producir una reestructuración del curriculum de la escuela
secundaria, tiene el mayor interés interrogarse acerca de cuáles son los cambios que
podrían promoverse sin alterar de manera sustantiva la organización curricular, y que
podrían contribuir a resolver algunos de los puntos críticos que señalan los análisis. Dicho
de modo llano: ¿qué cambios relevantes soporta la estructura actual del curriculum, sin
someterla a grandes transformaciones? ¿Cuáles son las posibilidades que tenemos
mientras se discuten cambios de otra envergadura? La autora propone a este respecto
cuatro posibilidades:
Ahora bien, inclusive frente a cambios que no son estructurales se activan alarmas que
corresponde advertir. Muchas de ellas provienen de los profesores, pero algunas son
formuladas por los adolescentes y jóvenes.
Si queremos que los profesores consideren que les estamos pidiendo cosas que ellos
pueden hacer, es necesario construir y distribuir herramientas para enseñar en estas
nuevas condiciones, a fin de que la sensación de desautorización ceda paso a un proceso
de aprendizaje en la profesión.
97
Clase n°9: La escuela secundaria y los jóvenes del siglo XX
Contenidos Culturas juveniles. Nuevas socializaciones y construcción de nuevas
subjetividades en contextos globales y locales.
[Clase escrita]
Ahora bien ¿Qué aporta el estudio de trayectorias para pensar los itinerarios de nuestros
jóvenes estudiantes en la escuela secundaria hoy?
En principio nos permite corrernos de posturas que ubican toda la responsabilidad de los
itinerarios estrictamente en las biografías de los estudiantes, sin recuperar la
responsabilidad de otros agentes, instituciones y de condicionamientos socio-políticos
económicos y culturales en que la vida de los jóvenes se entrama.
Bracchi Y Gabbai (2013) abrevando en la producción de Karina Kaplan plantean que “el
análisis de trayectorias requiere poner en diálogo los límites objetivos y las esperanzas
subjetivas: los límites objetivos configuran un sentido de los límites subjetivos, una suerte
de cálculo simbólico anticipado de lo que se puede o no se puede proyectar para la propia
carrera social y escolar”
Sabemos que los itinerarios escolares de los jóvenes no son homogéneos y entonces
siguiendo a Brachi y Gabbai (2013) sostenemos que la experiencia escolar de los jóvenes
es “diversa y heterogénea y adquiere rasgos propios y singulares según los diferentes
grupos de estudiantes”.
98
Hoy en día nos enfrentamos al interrogante acerca de los sentidos que asumen para los
estudiantes el estar y transitar por la escuela, a la pregunta sobre cómo pensar las diversas
maneras de ser jóvenes y cómo acompañar las trayectorias educativas.
Introducción
¿Por qué no se ha podido construir una secundaria en América Latina que realmente
atienda los intereses y las necesidades de los jóvenes de la región? ¿Por qué sigue
habiendo una brecha tan abismal entre la expectativa del joven y la oferta de la escuela?
Comienza por definir el problema y adelantar el camino que pienso tomar. El “problema,”
que ya se ha empezado a perfilar, también se puede definir en términos de una pregunta:
mientras se dé cada vez más cabida a nuevos sujetos sociales en la escuela (los jóvenes
que anteriormente se dejaban fuera), ¿cómo lograr un mayor aprovechamiento, un
aprendizaje significativo y duradero para nuestros jóvenes y para nuestras democracias, y
una tasa de deserción casi nula en la escuela secundaria? El responde a esto en cuatro
apartados: el primero, que presenta el contexto amplio del problema; el segundo, que
aborda la cuestión de las culturas juveniles en el contexto de la escuela (sus formas de
relación, identidad, y conocimiento); el tercero, que aborda la cuestión de la cultura docente
como una manifestación de una cultura escolar más amplia, y que tiende a oponerse a la
cultura juvenil; y el cuarto, donde expongo algunas conclusiones y aventuro algunas
sugerencias para reducir las brechas existentes entre las dos.
Son muy pocos los que cuestionan la creciente importancia que tiene la educación
secundaria en la época actual.
Hoy más que nunca, en medio de la globalización, los jóvenes necesitan métodos de
enseñanza sofisticados y atractivos que les permitan navegar en el complejo entorno social,
moral y tecnológico del mundo moderno y recapturar el entusiasmo, interés y, ¿por qué no
decirlo?, asombro que debe inspirar la educación. Lo ideal sería que las escuelas puedan
proveer a los jóvenes las herramientas necesarias para navegar en este nuevo entorno.
99
Sin embargo, lamentablemente, las escuelas y los sistemas escolares en nuestra región
aún reflejan los imperativos burocráticos y estatales de un tiempo pasado. Con pocas
excepciones, y con frecuencia a pesar de los mejores esfuerzos propios para cambiar, las
escuelas siguen impartiendo conocimientos estandarizados por medios autoritarios.
Las reformas de la educación secundaria en todas las Américas se han impuesto como
lema la calidad, la equidad y la relevancia de la enseñanza. Desde principios de la década
de los años 90, la mayoría de los países han impuesto la obligatoriedad en ciertos niveles
de educación secundaria, especialmente hasta la edad de 15 años, y de esta forma
ampliaron el acceso del público y la responsabilidad del Estado en proveer este servicio.
En algunos países, mediante reformas introducidas más recientemente, se exige la
obligatoriedad de todo el ciclo de educación secundaria, lo cual señala un cambio en la
definición de los objetivos de esta enseñanza y el papel que cumple al ofrecer igualdad de
oportunidades. Además, en la mayoría de los casos se han replanteado nuevos programas
de estudio y nuevas directrices pedagógicas con relación a los intereses y preocupaciones
de los adolescentes y los jóvenes.
Las reformas han tendido a enfocar el currículo, y, por cierto, ni estas reformas de los
programas de estudio están suficientemente refinadas o realistas; se debe continuar
reduciendo la proliferación de contenidos y procurar una mayor coherencia temática, así
como mayor flexibilidad en la práctica, para la comprensión, la aplicación y la solución de
problemas, y para su articulación con los intereses e inquietudes de los jóvenes. Pero lo
más importante es que los nuevos programas de estudio deben estar acompañados de
reformas estructurales e incrementos estratégicos del gasto público para que las metas
fijadas sean viables.
100
conflictiva, rebelde, confusa) que han sido cuestionados desde las comparaciones astutas
de la antropóloga Margaret Mead (Mead, 1928), y ayuda a sostener relaciones de poder a
veces bastante arbitrarias.
Concibe al ser humano que tiene entre 13-19 años, aproximadamente, como alguien
que adolece de, carece de ¿qué? ¿De sus facultades? ¿Del uso de razón y juicio crítico?
¿Su pleno desarrollo? ¿Su plena madurez? Desde una perspectiva adulta puede que todo
esto sea cierto, y claro, no hay que ser demasiado idealista acerca de la madurez efectiva
de un joven de esta edad. Pero esta perspectiva hace hincapié en lo que el joven no tiene,
o en lo que el joven va a ser, no en lo que es. Nos hemos dejado llevar por una especie de
profecía autocumplida, en que las mismas condiciones que han creado el “adolescente
despistado” –y a las cuales hemos sido testigos, si no cómplices– se nos borran de la vista.
De igual forma, se nos borra de la vista lo que el joven en esta edad sí tiene, lo que piensa,
lo que pueda aportar ahora mismo. Quisiera partir de la premisa de que el joven entre 13-
19 años tiene mucho que aportar, mucho de que admirarse, y que su participación en la
sociedad, cuando es bien encauzada, puede ser muy potenciadora y generadora.
Con todo y las nuevas tecnologías de comunicación, creo que estamos presenciando
una creciente brecha entre las generaciones, pero no es una brecha tan tajante como entre
“lo alfabético” y “lo digital”, o entre “lo sólido” (pre/modernidad) y “lo líquido” (pos/
modernidad) (Bauman, 2000), o las muchas otras dicotomías que se han venido
comentando. Los jóvenes de hoy son el producto de una sociedad que cada vez más los
exalta (en lo comercial, lo mediático, lo consumista) mientras los aísla o los estigmatiza. Por
tanto, tienden a socializarse entre sí cada vez más, sin la presencia y la guía de los adultos.
101
En términos educativos, el autor considera que conviene poner el énfasis en la cuestión
de la identidad y el sentido de pertenencia a una sociedad más allá de las culturas juveniles
propias en las cuales un joven se puede encontrar inmerso. él maneja el concepto de
“cultura estudiantil”, entendida como la expresión de las culturas juveniles dentro del
espacio físico y simbólico de la escuela como institución. La misma escuela sirve para
destilar la pluralidad de culturas juveniles y dejar expresar cierta unanimidad de interés y
perspectiva.
Ya pasados son los conceptos del estudiante como receptáculo pasivo de los
conocimientos. Al contrario, los alumnos le dan sentido a su experiencia en la escuela; a
través de las interacciones con sus padres, maestros y compañeros, construyen
aspiraciones e identidades duraderas. La cultura estudiantil es un crisol de significados,
todo un aprendizaje de querer y ser, que viene incidiendo en sus trayectorias personales.
Además de las materias en sí, los estudiantes aprenden a ser cierto tipo de persona, y este
aprendizaje se transfiere a sus vidas posteriores.
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política educativa, decide contenidos y autoriza y regula formación docente. Concibe el
currículo de la escuela y los docentes que lo presentan como infalibles e inapelables. De
esta forma, se va conformando una cultura escolar un tanto rígida, donde el conocimiento
escolar es “bueno” por definición, y lo de afuera es “malo.” Los docentes tienden a
internalizar esta cultura por su propia formación inicial y luego su socialización profesional
en cada plantel.
Esta concepción del adolescente y del proceso educativo como una forma de trabajo
tiene raíces muy profundas, como he dicho: desde el discurso modernizador del Estado
desarrollista hasta la concepción laboral-sindical del plantel como “centro de trabajo”. Y este
discurso “trabajo-adolescente” hace más difícil el acercamiento y la invitación al diálogo que
describiré más adelante. Pone a los maestros y los estudiantes en una relación antagónica,
donde el maestro posee un conocimiento; solamente con un trabajo ordenado, con
disciplina, según las indicaciones del maestro, el estudiante puede tener algún acceso a
ese conocimiento y así “aprovecharlo.” En lugar de este desprecio hacia el alumno, y esta
concepción básicamente negativa del proceso de aprendizaje, habría que construir
situaciones significativas en sí que hicieran del aprendizaje una actividad más amena y
vivencial.
Cualquier observador del ámbito educativo latinoamericano desde principios de los años
90 en adelante habría notado la creciente preocupación por la falta de “valores” en los niños
y jóvenes de la región. Como respuesta, tanto en lo privado como en lo público hemos
presenciado un auge del discurso de los valores en América Latina.
Seguramente este énfasis en los valores tiene que ver con un fuerte sentido de
descomposición social; se observan tasas crecientes de violencia personal e institucional,
se dice que los jóvenes andan vagos y “despistados”, que ya no “se ubican” en las
instituciones tradicionales de familia, escuela, o iglesia; que ya no respetan los símbolos
patrios o las verdades eclesiásticas, que “se dejan llevar” por las imágenes seductoras de
los medios de comunicación, en fin. Una parte del discurso de los valores entonces se basa
en la preocupación por “la pérdida de valores” tradicionales, y esta inquietud seguramente
tiene fuertes raíces conservadoras, de sectores sociales que tal vez aspiren a recuperar
una situación jerárquica y en cierto sentido autoritaria.
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Pero también el discurso de los valores tiene otra vertiente donde se ha perfilado una
esfera pública y cívica. Se inspira este discurso en el afán progresista de “construir nuevos
valores” para una cultura democrática. En este sentido, se apuesta a una práctica más
abierta, más deliberativa, según criterios críticos.
Sin embargo, sigue existiendo la noción de que los valores no vistos positivamente desde
la escuela son “antivalores.” Al juicio del autor, esto es un concepto equivocado. En el
sentido filosófico pragmatista, así como el relativismo antropológico, no existe fundamento
esencial para determinar lo que es un valor y un anti-valor. Todos son valores, por más
negativos que se juzguen desde la escuela o desde cierto consenso de una sociedad.
La teoría sociocultural del aprendizaje plantea que cada aprendizaje implica el desarrollo
de una identidad, es decir, el aprendizaje no se puede desprender de la identidad. Un
corolario de esto es que cada aprendizaje es situado, es decir, se hace en determinado
momento, en determinado contexto social, con determinados fines. Sin embargo, el modus
operandi de la escuela moderna es precisamente desvincular el aprendizaje de la identidad
y de la situación, planteando así la superioridad de un aprendizaje “de-contextualizado”
donde se apuesta a “ensayar” hasta alcanzar una destreza general en ciertas operaciones
cognitivas para luego “aplicarlas” en sendos contextos difícilmente previstos.
Ahora, en nuestros tiempos, se ha rebasado este enfoque meramente cognitivo con una
orientación pedagógica para las famosas competencias, el “saber hacer” y poner en juego
habilidades en lugar de simplemente “saber”.
Parece ser un paso adelante, y en cierto sentido lo es, pero la teoría sociocultural todavía
tacharía este tipo de aprendizaje de “frágil”. Según estos teóricos, se desarrolla a través de
este tipo de aprendizaje una identidad relativamente vacía, de “escolarizado”, en
situaciones escolares que carecen de sentido, aparte de cierta lógica instrumental de
“echarle ganas” a estudiar para “ser alguien en la vida”, o sea, para avanzar social y
económicamente. Su aprendizaje situacional en la escuela es poco significativo para otras
situaciones que viva fuera de la escuela, tanto en el presente como el futuro. Así lo siente
y así lo vive el alumno.
Si bien es cierto que puede haber individuos fuertes, innovadores, incluso “heroicos” en
estos temas de transformar pedagogía y clima escolar, lo es más que son imprescindibles
las condiciones institucionales que favorezcan estos cambios. Cada escuela es una
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institución y ciertamente el liderazgo de la escuela y el sello que le impone es muy
importante. Hay que contar con directores y supervisores comprometidos con esta dirección
de cambio.
Sin embargo, cada escuela como institución está igualmente inmiscuida en la Institución
que es la Escuela, o “el sistema educativo”, y esto tiene dimensiones regionales, nacionales
e internacionales. Por eso hay que ver cuestiones estructurales como las formas de hacer
política pública en materia educativa, las presiones internacionales para favorecer ciertos
tipos de conocimientos o formar ciertos tipos de gestión educativa, las maneras de formar
y contratar a los docentes, los regímenes de “rendición de cuentas” que favorecen lo
cuantitativo y relegan lo humanístico de la mejor educación, en fin, todo esto también
conforma la Institución y condiciona las actuaciones de los docentes.
- Otra forma de pensar la escuela con sentido de una forma holística e integral es de
reconocer y, si el caso lo indica, resistir el papel de la economía en la generación de
comportamientos y actitudes desesperado y agresivo. Como nos explica otra vez el
sociólogo argentino Emilio Tenti (2007), en un capítulo sobre los “problemas sociales del
nuevo capitalismo”:
“Muchos hombres y mujeres, niñas y niños tienen una existencia totalmente al margen,
sin ningún significado para el conjunto mayor de la sociedad mundial. El Estado que
garantizaba la integración y el bienestar de las mayorías ahora se convierte en un amplio y
difuso Estado de malestar, de inseguridad y de angustia de porciones significativas del
planeta (…). Las formas de la exclusión y precarización laboral aportan su contribución en
la generación de personalidades y comportamientos desintegrados y desintegradores. La
experiencia del desempleo prolongado, la sensación de inestabilidad, la ausencia de futuro
asegurado generan una sensación de impotencia.”
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