En Todas Partes Se Habla de Ética

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En todas partes se habla de ética.

Nunca se había utilizado con tanta profusión esta


palabra como en la actualidad. Cada día la encontramos en un sinfín de discursos,
impresa en todos los diarios y en incontables libros, la oímos en la radio, en la televisión,
en la escuela, en la univer- sidad.

Nuestra época se preocupa por la ética en muchos ámbitos: en los negocios y en la vida
económica (donde la actual crisis ha revelado cuántas reglas son necesarias), en los
deportes (donde el dopaje y los partidos amañados ame- nazan con destruir el concepto
de <juego lim- pio»), en los medios de comunicación (donde la información suele estar
sesgada o manipulada). Y por añadidura, la medicina se ha converti- do en un campo
donde los debates éticos están
a la orden del día. Gracias a las nuevas técnicas, hoy son posibles situaciones que antes
eran im- pensables. Situaciones que amenazan con cam- biar radicalmente la existencia
humana, así como los sistemas de parentesco y de filiación, y que nos obligan a
preguntarnos qué convie- ne impulsar, autorizar o prohibir. Y en nombre de qué habría que
hacer una cosa u otra. Estos interrogantes son los que han dado forma a lo largo de las
últimas décadas a la bioética, un ám- bito de reflexión que acoge debates filosóficos
fundamentales: el sentido de la vida, los límites de nuestra intervención sobre la materia
viva, o incluso la dignidad humana.

En la vida cotidiana, la ética está también omnipresente. Las agresiones verbales o físicas
se multiplican, las explosiones de violencia y los actos incívicos van en aumento mientras
pier- den fuerza la disciplina y la autoridad. De ahí que cada vez sean más frecuentes los
llamamien- tos al respeto a las personas, a la solidaridad, a la necesidad de defender
unas normas colectivas para mantener la convivencia.

No obstante, por más omnipresente que esté la palabra <<ética, no estamos seguros de
tener claro su significado. ¿De qué hablamos en reali- dad cuando hablamos de ética?
¿De moral? ¿De principios generales o de decisiones particula- res? ¿Hablamos de la
aplicación de principios antiguos a situaciones nuevas, o de la creación
de nuevas normas? ¿Es la ética una especialidad sólo para expertos, o una reflexión que
incumbe a todo el mundo?

Con la idea de ayudar a que todos puedan entenderlo, este libro propone volver al punto
de partida. Eso significa recordar el origen de este interrogante llamado «ética», explicar
cómo se formó la palabra, cómo ha evolucionado, ex- poner los principales enfoques que
distinguen a las escuelas de pensamiento, sacar a la luz los estrechos vínculos, pero
también las diferencias perceptibles entre las discusiones filosóficas an- tiguas y los
debates actuales.

El objetivo es ofrecer una información acce- sible y clara, sin sacrificar la exactitud ni la
per- tinencia, sin volver a «inventar la rueda» ni re- cordar inútilmente lo evidente. Si hay
que volver al punto de partida es para dilucidar mejor los aspectos claves de los debates
éticos que hoy están sobre la mesa.

Si al acabar de leer este libro, el lector tiene las ideas claras, y mayor «profundidad de
cam- po», podré decir que he alcanzado mi objetivo.
-Extraña palabra, ¡«ética»! ¿De dónde viene? Viene del griego èthos. Sin embargo, no creas
que es fácil explicar qué significaba èthos para los griegos. Porque es imposible encontrar
en nuestro vocabulario actual una única palabra que sirva para traducir este término. No
es fácil ya que poseía varios significados y carecemos de un equivalente único, pues el
esquema de ideas de la época era muy distinto del nuestro.

Ethos significaba, en primer lugar, el <<hábi- tat», exactamente la manera cómo una
especie animal <<habitaba el mundo. ¿Cuál sería el èthos de los pájaros? Volar, cantar,
picotear, construir nidos, poner huevos, trasladarse por el aire de una región o de un
continente a otro. Hoy exis- te una disciplina científica llamada «etología», que estudia el
comportamiento de los animales

LAS AVENTURAS DE UNA PALABRA

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èthikè, de donde deriva directamente «ética», Ethikè es el adjetivo forjado a partir de èthos
y que, literalmente, se traduce como «comporta- mental». El término ya aparece en boca
del filó- sofo Aristóteles, el primero en forjar la expre- siónèthíkè théôría (literalmente,
<<contemplación comportamental») para designar un saber <<re- lativo a la manera de
comportarse»,

en su medio natural. Esta disciplina difiere de la ética, aunque su nombre se ha formado a


partir de la misma palabra, èthos.

Y la cosa no acaba ahí. Pues èthos, en griego antiguo, puede querer decir también el
«carác ter>> de una persona, la forma en que ésta «habi- ta el mundo en función de sus
disposiciones naturales. Ethos significa también las «costum- bres», los modos de
comportarse en una socie- dad dada, en una época dada. Es decir, la mane- ra que tienen
los hombres de vivir, las costumbres que observan, el tipo de reglas que siguen, las leyes
a las que se atienen.

Como ves, detrás de los diferentes usos que menciono de la palabra èthos, se repite el
sen- tido general de «comportamiento». Y puedes constatar, además, que el esquema de
significa- dos no es el mismo que el nuestro. Porque noso- tros no establecemos un nexo
entre las leyes de una sociedad, el carácter de los individuos y la manera de ser de un
animal. El término, en grie- go antiguo, abarca un ámbito diferente de lo que ha llegado a
ser hoy, más vasto y diverso.

-¡Sí! ¡Eso no se parece nada al significado que le damos nosotros!

Y, sin embargo, aún tenemos que continuar el viaje para rastrear las aventuras que la pala-
bra ha vivido hasta llegar a nosotros. Hasta aquí hemos hablado de èthos. Ahora
hablaremos de

Ahí tenemos la primera de las posibles defi- niciones, y sin duda la mejor, de «ética» para
los griegos: una forma de conocimiento relativa a los comportamientos. Pero, enseguida,
uno se da cuenta de que existe una distinción impor tante entre dos actitudes, dos
maneras, de con- siderar los comportamientos.

De un lado, podemos decir cómo se compor ta la gente en tal región, tal pueblo o tal tribu.
No nos pondremos a juzgar ni a averiguar si lo que hacen está bien o mal, si se portan
peor o mejor que sus vecinos. Nos limitaremos a decir cómo se comportan.

-¡Así resulta más objetivo!


No estoy muy seguro de eso. En todo caso, es un método puramente descriptivo.
Procedemos así, además, cuando observamos una especie ani- mal. Nadie dirá que está
mal que los peces respiren con branquias, o que los mamíferos ha- cen «bien» en respirar
con los pulmones. Nos li- mitamos a describir sus distintas maneras de ser.

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LA ETICA EXPLICADA A TODO EL MUNDO

Sin embargo, al observar los comportamientos, es posible otra actitud. Consiste en


buscar cómo comportarse de la mejor manera. Una actitud que intenta determinar cuáles
son los «buenos>> com- portamientos, que buscaremos y trataremos de seguir, y cuáles
son los «malos», aquellos que con- viene evitar, descartar o combatir. Ahí se planteará la
cuestión de los juicios normativos, que señalan qué está bien y qué mal. Y entonces es
preciso averiguar desde qué punto de vista son mejores estos comportamientos y no
aquéllos. Se trata, por lo tanto, de emitir juicios morales sobre los com- portamientos; de
discernir aquellos que son porta- dores de valores positivos y aquellos otros que, por el
contrario, son inmorales o antimorales, que en- trañan peligros o valores destructivos.

-Estás hablando de juicios morales, del bien y del mal, de valores, etc. ¿La ética, en
definitiva, equivale a la moral?

¡Cuántos debates ha provocado esta pregun- ta! El problema es que da exactamente lo


mis- mo responder: «Sí, es lo mismo» que: «No, es diferente».

-Y ¿cómo se sale de ese callejón sin salida? Muy sencillo, se trata de dos términos pareci-
dos y diferentes, pero a un nivel distinto.

Empecemos por el nivel donde se confunden. Acabamos de decir que los griegos de la
Anti-

LAS AVENTURAS DE UNA PALABKA

17 güedad utilizaban la palabra «ética» para desig- nar todo lo relativo a los
comportamientos de una colectividad o de un individuo, lo relativo a las costumbres,
buenas o malas, a los seres hu- manos en un momento dado. Los romanos, lue- go,
hicieron lo mismo en su lengua, el latín. Para traducir ēthikè al latín, Cicerón tomó primero
el equivalente latino de èthos, es decir, mos, «cos- tumbres», que en plural es mores. Para
expresar <<lo relativo a las costumbres», inventó el térmi no moralia, esto es, los datos
morales», término construido sobre el mismo modelo que èthikè. Así, <<moral» dice en
latín exactamente lo mismo que èthikè en griego. Son dos palabras muy similares, a pesar
de que están forjadas a partir de raíces distintas.

<<<Moral>> es precisamente la traducción, en latín clásico, de lo que los griegos


llamaban <<ética». A partir de estos fundamentos idénticos, se conformaron una serie de
ámbitos parecidos: <<<ética» y «moral» se preocupan indistintamente de los valores, y
primordialmente del bien y del mal; una y otra reflexionan idénticamente sobre los
fundamentos de dichas distinciones, y se plantean también cómo reconocer y cómo
aplicar las reglas fundamentales. Estos pasos se producen en paralelo, en griego o en
latín.
-Entonces, ¿dónde está la diferencia? -Aún hoy algunos pensadores afirman que,

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LA ÉTICA EXPLICADA A TODO EL MUNDO

de hecho, no existe una verdadera diferencia entre ética y moral. Yo creo que es verdad
que no hay un corte radical entre ambas nociones. Pero sí se ha ido estableciendo una
distinción progresiva en el uso que se da a estos dos términos.

En la época moderna, con frecuencia se con- sideraba que el término «moral» podía
quedar reservado para el tipo de normas y de valores heredados del pasado y de la
tradición, o bien de la religión.

<<Moral» se ha especializado en mayor o me- nor grado con el significado de «lo


transmitido», como un código de comportamientos y de juicios ya construido y más o
menos establecido. En este sentido, aceptamos o rechazamos la moral de nuestra familia
y de nuestro medio social, segui- mos o no los preceptos que la caracterizan, o bien los
transgredimos. La moral parece constituir un conjunto fijo y acabado de normas y de
reglas.

Hoy, por el contrario, el término «ética» se em- plea sobre todo en aquellos ámbitos donde
las normas y las reglas de comportamiento están por construir, por inventar, por forjar
mediante una reflexión, en general de tipo colectivo. Por ejem- plo, los avances técnicos
en medicina han creado en nuestra época situaciones completamente des- conocidas
para las generaciones precedentes. Hoy día resulta posible practicar fecundaciones in vi
tro, o conseguir que una mujer, durante su perío- do de gestación, geste un niño para otra -
es lo

LAS AVENTURAS DE UNA PALABRA

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que llamamos una «madre sustituta» o «madre portadora y se lo entregue al nacimiento.


Ante este conjunto de situaciones inéditas, nos

preguntamos si hay que autorizar o prohibir tales

prácticas, si son buenas o malas, y en qué casos,

para qué personas y en qué condiciones. Enton- ces hay que elaborar unas reglas, darles
forma, tomar en cuenta varios puntos de vista y, final- mente, dar con un compromiso. Así
se entiende el trabajo de la ética en el mundo contemporáneo. En resumen, si queremos
distinguir ambos términos, <<moral» se referiría a las normas here- dadas, y «ética» a las
normas en construcción. <<<Moral>» designará principalmente los valores existentes y
transmitidos, y «éticas el trabajo de elaboración o de ajuste que exigen los cambios que
se están produciendo en la actualidad.

-¿Es ésa la única diferencia?

No, claro que no. A esta distinción habría que añadir el hecho de que, en los últimos
tiempos, la palabra <<moral» a menudo equivalía a «sermón moralista». Suponemos
entonces que la «moral>», por fuerza, se refiere a un tipo de discurso aburri- do, represivo,
superado, a la vez penoso e inútil porque ni nos ayuda ni nos dice nada. <<Moral>> parece
haberse convertido en un término pesado, duro, que evoca reprimendas y límites, prohibi-
ciones, preceptos que parecen rígidos y obsoletos. En consecuencia, preferimos dejarla
de lado.

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LA ETICA EXPLICADA A TODO EL MUNDO

Y por ese motivo he decidido volver al térmi- no antiguo, que, paradójicamente, parecía
más nuevo. Hemos empezado por hablar de «ética» en lugar de hablar de «moral».
Preveíamos tu respuesta: <<No me sueltes un rollo moral, es abu- rrido. Pero, bueno,
háblame de ética, parece más interesante». En realidad, no sería más que un juego de
manos, un cambio de palabras y no de puntos de vista; si es que admitimos que ambos
términos designan el mismo tipo de reflexión.

-En tu opinión, ¿hay alguna diferencia entre estos dos términos?

Durante mucho tiempo no hubo práctica- mente ninguna. Luego, como ya he dicho, el
término «ética» en épocas recientes ha sido uti- lizado para hablar de lo que está
pendiente de elaboración en el terreno moral. La ética es el nombre que recibe la moral
que se está forjan- do, mientras la buscamos, en particular la que se ocupa de temas
nuevos que suscitan preocupa- ción. Esos casos nuevos no están reservados al terreno
de la medicina, al que ya me he referido. El matrimonio homosexual, la protección de los
menores en Internet, la libre difusión de la por- nografía, la legalización de las drogas
blandas, y muchos otros temas de nuestra sociedad, no suscitan la unanimidad en la
opinión pública. La discusión, por lo tanto, sigue abierta y las opiniones están divididas.

LAS AVENTURAS DE UNA PALABRA

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Pero conviene tomar conciencia de una cosa; todos estos debates, a los que se van
sumando otros nuevos, y que seguirán multiplicándose en el futuro, están relacionados
con el hecho de que nuestra época ha dejado de vivir bajo la in- fluencia de una moral
dominante capaz de regir- lo todo. Al contrario, a menudo lo que domina son las dudas
sobre las reglas que hay que se- guir, la perplejidad ante los principios que con- vendría
aplicar.

-¿Adónde quieres ir a parar?

Imagínate una sociedad enteramente domi- nada por una religión y que sólo tenga
autoridad para proclamar qué hay que hacer. Su tradición dicta qué comportamientos y
qué valores hay que seguir. En tal caso, prácticamente no hay lu- gar para la reflexión. Es
cierto que podemos pre- guntarnos cómo aplicar tal o cual regla en un caso peliagudo,
pero, en conjunto, bastará con seguir las reglas: la solución existe, independien- temente
de cualquier reflexión. La verdad ya está dada, ya está fijada, ya es conocida. No hay que
elaborarla ni construirla.

No ocurre así en las sociedades contemporá- neas desarrolladas. Las evidencias morales
son menos obvias, pues siempre hay varias maneras de enfocar las cuestiones morales.
No hay res- puestas únicas. Vivimos en un mundo plural en cuanto a criterios de
moralidad, con una especie
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LA ÉTICA EXPLICADA A TODO EL MUNDO

de policentrismo o de estructura en archipiélago, que ha supuesto una explosión de


valores, y de maneras de apreciar qué está bien y qué está mal.

Dada esta pluralidad de morales, la reflexión ética como búsqueda, como indagación,
necesa- riamente ha de ser más activa. E incluso se vuel- ve indispensable en la medida
en que, en una sociedad en vías de globalización, hay que elabo- rar formas de
coexistencia de distintos sistemas de valores que en otros tiempos no se conocían y que
muy ocasionalmente tenían la oportuni- dad de oponerse en la vida diaria. No vivimos
bajo el imperio de una moral única capaz de dominarlo todo y de controlarlo todo. De
ahora en adelante, nos vamos a encontrar frente a pun- tos de vista diversos, diversos
criterios. El de- safío actual consiste en hacer que converjan, en intentar equilibrarlos, en
proponer soluciones que puedan suscitar un consenso o, en todo caso, un acuerdo
aceptable para todos. En este sentido, podríamos decir que la nueva tarea de la ética
consiste, de algún modo, en organizar la vida común de las diferentes morales.

-Para conseguirlo, habrá que conocerlas, imagino.

Por supuesto. En todo caso, al menos es nece- sario haber comprendido las principales
actitudes que se registran en nuestras sociedades. Y para ello, todavía nos queda un
trecho por delante.

CAPÍTULO

Un ámbito sin fronteras

-En definitiva, ¿de qué se ocupa la ética? ¡De nuestras acciones! De nuestras ocupa-
ciones de cada día, pero también de las grandes decisiones que tomamos en momentos
deter- minados de nuestra vida. Pero esta respuesta no está completa, pues también es
preciso espe- cificar de qué modo concreto la ética considera nuestros hechos y nuestros
gestos más diversos. Porque hay numerosas maneras de examinar nuestro
comportamiento... Por ejemplo, desde el punto de vista de la energía muscular em-
pleada (leer esta página quema menos calorías que subir cinco plantas por la escalera), o
bien desde el punto de vista de las motivaciones psi- cológicas (sentirse más atraído por
la lectura que por el esfuerzo físico, o a la inversa), o tam- bién desde el punto de vista del
rendimiento
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LA ÉTICA EXPLICADA A TODO EL MUNDO

económico (entregar un paquete en el quinto piso puede proporcionar alguno, leer este
capí- tulo es seguramente enriquecedor, pero en otro sentido).

¿Cuál es, entonces, el enfoque particular desde el que la ética aborda nuestros
comportamientos? Para encontrar una respuesta, conviene recordar que nunca dejamos
de preguntarnos <<cómo he de actuar». Porque no somos máquinas, no somos robots
programados para ejecutar una tarea sin reflexionar previamente. Al contrario, a lo largo
del día, y a lo largo de toda nuestra vida, toma- mos decisiones. Asumimos
responsabilidades, hasta en las cosas más simples que hacemos.

De niños, nos preguntamos si es mejor desobe- decer las órdenes que nos dan. Podemos
decidir si hay que delatar al niño que ha hecho una tra- vesura y ha provocado un
desastre. De adoles- centes, nos preguntamos si hay que guardar los secretos de
nuestros mejores amigos o si, en si- tuaciones concretas, es preferible revelarlos. De
adultos, se nos presentarán miles de ocasiones de cuestionarnos si es bueno o malo
decir esta o aquella verdad a nuestros hijos, a nuestros pa- dres, allegados, amigos o
colegas. De ancianos, podremos preguntarnos si debemos esperar a que llegue la
muerte, sin importar qué enferme- dades padecemos y qué sufrimiento nos causan, o si
es posible elegir el día y la hora de nuestro adiós definitivo.

UN AMBITO SIN FRONTERAS

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Y éstos son sólo algunos ejemplos. En rea- lidad, nunca dejamos de preguntarnos cómo
actuar de la mejor manera». Esto nos permi- te ofrecer una nueva respuesta, también muy
simple, a tu pregunta: la ética es ante todo el conjunto de reflexiones derivadas de estas
dos cuestiones: «¿Qué debo hacer? ¿Cómo debo actuar?».

-¿Significa eso que siempre queremos hacer lo mejor? De hecho, sí. Pero lo que complica
las cosas

es que ese «mejor» no es necesariamente lo mis- mo para todos nosotros. No siempre es


lo que la mayoría de la gente considera que está «bien». Imagínate que alguien se
pregunta: «¿Qué po- dría hacer yo para comportarme de la peor ma- nera?». No es una
hipótesis imposible. Por ejemplo, esa pregunta se la podría hacer alguien que busca
venganza, impulsado por el odio o por la intención de hacer daño. Es obvio, en este caso,
que, al hacernos esta pregunta pensamos en realidad que ese «peor>> será... ¡lo mejor!
Lo mejor será <«lo peor que puedo hacer». De ma- nera que, incluso en este caso siempre
queremos hacerlo «bien».

Sócrates, el filósofo que vivió en Atenas en el siglo v antes de nuestra era, fue el primero
en subrayar esta paradoja: también el ladrón, el cri- minal y el dictador quieren el bien. Lo
que ocu-

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LA ÉTICA EXPLICADA A TODO EL MUNDO

rre es que ellos se equivocan de bien. Por lo tanto, según Sócrates, no existe una voluntad
enteramente negativa: no podemos querer el mal por el mal. Parece que se elige el mal,
pero en realidad se quiere el bien. El problema es que se confunden, se equivocan de
bien.

-De todos modos, parece algo curioso... A primera vista, sin duda. Lo que por ahora
debemos recordar es que, detrás de nuestras decisiones cotidianas, por banales que
puedan parecer, surgen muchas preguntas. Como telón de fondo, nos planteamos
muchas reflexiones que resultan necesarias para saber cómo debe- mos actuar.
Ya se trate de elecciones simples o de deci- siones fundamentales, sobre todo
sentimentales o políticas, de tomas de posición individuales o colectivas en
asociaciones, empresas, o en ins- tituciones, cada vez resulta más pertinente este
interrogante ético. Además, el campo de la éti- ca no termina ahí; es mucho más vasto, ya
que la ética concierne también a las decisiones de la vida internacional, como son la
guerra y la paz, o la lucha contra las desigualdades entre los paí- ses del mundo.

Podemos incluso ampliar la lista, dado que existe, además, una dimensión ética en las
ac- ciones destinadas al mantenimiento de los equi- librios naturales, como la
preservación de las

UN AMBITO SIN FRONTERAS

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condiciones de vida de las futuras generaciones o remediar los estragos contra el planeta.
Como ves, el ámbito de los interrogantes éticos no tie- ne fronteras. Lo encontramos por
todas partes, en todos los sectores de las actividades huma- nas, individuales o
colectivas.

-Entonces, en todos estos ámbitos la ética debería proporcionarnos respuestas para


actuar, ¿no? ¿Debe decirnos cómo hemos de actuar? No exactamente. Es, a la vez, más
sencillo

y más sutil. Porque no se trata simplemente de saber qué debemos decidir dentro de
quince minutos, en función de la situación concreta en que nos encontremos. Se trata
también de saber en nombre de qué vamos a tomar una decisión en lugar de otra, cuáles
son los valores que vamos a tener en cuenta, y qué criterios rigen nuestra de- cisión. La
cuestión fundamental no es qué deci- sión vamos a tomar, sino entender en función de
qué asumimos o rechazamos una solución entre dos -o entre cuatro, cinco o diez-
posibilida- des que se presentan.

Dicho de otro modo, la ética no es una acti- vidad práctica donde basta con aplicar unas
reglas de manera mecánica. También es preciso que reflexionemos sobre lo que justifica
esas reglas, sobre qué se basan las alternativas que se nos ofrecen antes de tomar una
decisión, sobre el punto de partida que adoptamos, los méto-

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LA ÉTICA EXPLICADA A TODO EL MUNDO

dos que queremos poner en práctica, los resul- tados que queremos obtener... ¡y las
razones que justifican todo eso!

-Sin embargo, muchas veces tomamos deci- siones sin pararnos a pensar. ¿Significa eso
que, cuando actuamos de inmediato, espontáneamen- te, lo hacemos al margen de la
ética?

No, no necesariamente. En realidad, cuando actuamos sin detenernos a pensar, cuando


deci- dimos rápidamente, sin devanarnos los sesos, también estamos ofreciendo un
modelo de con- ducta a los demás. Incluso sin pensar, incluso sin quererlo, estamos
construyendo una ética.
-¿Podrías explicar eso?

Si yo decido actuar de una determinada ma- nera en vez de otra, es porque considero mi
manera de actuar la mejor, o la menos mala. Hago lo que creo que hay que hacer. Eso
sigue siendo cierto incluso cuando tengo la impresión de actuar «sin pensar,
maquinalmente. Incluso si no me hago demasiadas preguntas, estoy pro- poniendo a los
otros, por el mero hecho de ac- tuar así, una especie de modelo.

Esta idea fue defendida, sobre todo, por el fi- lósofo francés Jean-Paul Sartre, que murió
en 1980. «Al elegirme, elijo al hombre», afirmó. ¿Qué significa esta sentencia? Imagínate
que alguien hace trampas en el juego (evidentemen-

UN AMBITO SIN FRONTERAS

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te, no seremos ni tú ni yo). La persona que hace trampas seguro que se dice algo como:
«Sé bien que esto no se hace, que no hay que hacer tram- pas, porque falsea el resultado
del juego. Pero, por una vez, yo, a solas con mi conciencia, he decidido hacerlo. Es una
decisión que me con- cierne sólo a mí». Sartre le habría respondido esto, poco más o
menos: «Cuando haces tram- pas, estás diciendo "hay que hacer trampas": sugieres que
eso está bien, y que todos debemos hacer trampas. Con tu pequeño fraude personal
estás ofreciendo un modelo. En ese sentido, tú eliges que el hombre sea un tramposo.
Eso es lo que ofreces como modelo a la humanidad. Di- ces que no afecta a los otros?
Eso es una pelícu- la china que te cuentas a ti mismo para eludir tu responsabilidad».

-Entonces, si lo he entendido bien, cuando hago algo que en apariencia sólo me


concierne a mí, ¿en realidad estoy proponiendo un ejemplo a todo el mundo?

Sí, lo has entendido perfectamente. Es eso lo que Sartre quería decir. En nuestras
actuacio- nes, no actuamos para nosotros mismos nada más; nunca actuamos sólo por
nuestra cuenta, también decidimos, indirectamente, para los demás, para todo el mundo.
Esta idea se resume en esta frase: «Al elegirme (es decir, al tomar decisiones que parece
que sólo conciernen a mi

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LA ÉTICA EXPLICADA A TODO EL MUNDO

caso concreto, a mi existencia personal), elijo al hombre (decido, en realidad, en último


extre- mo, para la humanidad entera)».

-¡Me parece bastante exagerado! Por supuesto, es un razonamiento extremo. Pero es una
manera de explicar que nunca esta- mos completamente solos. Las elecciones que
hacemos, aunque parezcan egoístas, afectan a los demás.

-Sin embargo, si decido, por ejemplo, ocupar- me sólo de mí, vivir en mi rincón sin
preocuparme de los demás, ¡no puede decirse que esté ofrecien- do ningún modelo!

¡Piénsalo un poco más!

-¿El qué?
Lo que acabas de decir. Creo que estás con- fundido, sin darte cuenta. Estás diciendo, si
no me equivoco, que quedándose en casa y vivien- do de manera egoísta, sin compartir
nada con nadie, no se está proponiendo un ejemplo a na- die, y por lo tanto, menos que
nadie a la huma- nidad. ¿Es eso?

-Si, ¡me parece muy evidente! Bien, repito entonces: ¡piénsalo un poco más! Si eliges vivir
así, es porque consideras que es mejor para ti. ¿De acuerdo?

UN ÁMBITO SIN FRONTERAS

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-Sí, claro.

Al creerlo así, piensas que «cada uno tiene que vivir para sí mismo, ése es el secreto, ésa
es la mejor manera de salir adelante».

-Es lógico...

Entonces, no es menos lógico llegar a la con- clusión de que, al pensar eso, estás
proponien- do como modelo para la humanidad la vida egoísta y el «sálvese quien
pueda»... Y así he- mos vuelto a la casilla de salida: puedes elegir ser egoísta, tanto como
ser altruista, vivir para tus intereses nada más u ocuparte del prójimo. Pero cada vez, en
realidad, lo que eliges también lo estás proponiendo a los demás.

-¡Vale! ¡Ahora lo he entendido! Eso quiere

decir que el héroe o el traidor, el bueno y el malo,

están diciendo cada uno, a través de sus actos, «hay

que ser un héroe», «hay que ser un traidor», etc.

Efectivamente. Si actuamos de la manera que

consideramos mejor (con independencia de cuál

sea esa manera), estamos planteando una regla de

conducta, estamos utilizando un criterio para de-

cidir. El problema es que la mayoría de las veces

no nos damos cuenta. Podríamos decir que la éti-

ca consiste en realizar el esfuerzo de deducir esas

reglas y esos criterios. Es preguntarse cuáles son

las reglas por las que nos regimos, y con qué crite-

rios valoramos las actuaciones de otras personas.

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LA ÉTICA EXPLICADA A TODO EL MUNDO


Con esto, no hemos llegado al final del cami- no. Al contrario, nos encontramos en el
punto de partida nada más. A partir de ahí surgen un montón de preguntas, del tipo ¿quién
decide lo que está bien y lo que está mal? ¿En nombre de qué? ¿Las reglas que
determinan nuestras ac- ciones son transmitidas o son producto de una elaboración?
¿Las formuló un dios y se las hizo llegar un día a los hombres, de manera que basta con
aplicarlas? ¿O, por el contrario, los hom- bres han ido forjando ellos mismos sus reglas de
conducta, y han fabricado las nociones de bien y de mal?

¿Es la naturaleza la auténtica fuente de dichas nociones y, por lo tanto, la fuente de la


ética? En el mundo, allá donde vayamos, encontramos puntos comunes en la sensibilidad
de los seres humanos: a nadie le parece bien que los niños sean asesinados ante los ojos
de sus madres; a todo el mundo le conmueve el sufrimiento aje- no, tanto más cuando es
injusto, y todo el mundo se siente impulsado a socorrer a desconocidos que sufren algún
tipo de desgracia. Es algo que podemos constatar, por ejemplo, cuando se pro- duce una
catástrofe natural, un terremoto, un tsunami, una inundación, una hambruna, una
epidemia...

En estos casos, se organiza una cadena soli- daria. Las personas que ofrecen su tiempo o
su dinero para organizar la ayuda no conocen a las

UN AMBITO SIN FRONTERAS

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víctimas. A veces, no saben nada del país donde ha ocurrido la catástrofe, pero se sienten
impre- sionados por el sufrimiento de sus semejantes. Los filósofos han destacado ese
«impulso del corazón que lleva a los seres humanos a con- moverse espontáneamente
por la desgracia aje- na. Este sentimiento existe al margen de la re- flexión, atraviesa todas
las épocas y las culturas. Ya se le llame «amistad» (Aristóteles), «humani- dad» (Cicerón),
«piedad» (Rousseau, Scho- penhauer) o «compasión», parece que se trata de un
fenómeno natural y universal. Lo encon- tramos asimismo en China, donde el filósofo
Mencio lo considera el punto de partida de la moral.

No importa cuántos años tenemos, ni si so- mos hombre o mujer, no importa nuestra reli-
gión, ni nuestro idioma, y tampoco nuestra épo- ca: son muchas las situaciones de
emergencia en que todos los seres humanos estamos espontá- neamente de acuerdo en
calificar como «bue- nas>> un determinado tipo de acciones. ¿Quiere eso decir que se
trata de una realidad incontes- table? ¿Es una apariencia? ¿Qué conclusiones hay que
extraer de ello? Entre los problemas que la reflexión sobre la ética pone de relieve está el
preguntarse si existen impulsos o senti- mientos totalmente universales y si podemos ex-
traer reglas válidas que lo sean realmente para todos y en todas partes.
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LA ÉTICA EXPLICADA A TODO EL MUNDO

-¿Y por qué no habrían de ser universales esas reglas?

Porque, al mismo tiempo, constatamos que existe una gran variedad de reglas éticas.
Muchas de esas reglas difieren o cambian según las épocas, las civilizaciones, los grupos
sociales, las creen- cias. Lo que es considerado «bueno» en un deter- minado lugar y en
un determinado tiempo tal vez sea condenado en otro tiempo y en otro lugar. ¿Significa
eso que todo es relativo? Algunos ac- tos que en la actualidad a la mayoría de nosotros
nos horrorizan, como el canibalismo o la pena de muerte, por poner ejemplos bastante
distintos, se consideraban actos nobles, valerosos y dig- nos en otras épocas o en otras
zonas del mundo.

Llevarse a los abuelitos, ya muy ancianos, de noche, en medio de una intensa nevada,
lejos de cualquier vivienda o refugio y abandonarlos allí, es un comportamiento que
juzgamos crimi- nal, sin paliativos. En la sociedad tradicional de los esquimales era, al
contrario, un gesto de pie- dad, de respeto, una acción moral que permitía al grupo
sobrevivir al dejar de alimentar varias bocas inútiles.

Podríamos dar muchos ejemplos más. La conclusión ya la adivinas: las costumbres más
opuestas han sido consideradas alguna vez legíti- mas. Todavía hoy, muchas veces basta
con cam- biar de país para que un mismo acto sea juzgado de manera diferente. Hoy en
día coexiste todo y

UN ÁMBITO SIN FRONTERAS

35

su contrario. Lo que aquí es ético, allá no lo es y a la inversa. La verdad de ayer se ha


revelado hoy como un error.

-¿Y entonces?

Si siempre fuese así, todo sería relativo. Las normas y las reglas dependerían únicamente
del lugar y de la época en la que cada persona vive. Nos encontraríamos entonces en el
caso exacta- mente inverso del anterior: no habría nada uni- versal, todo dependería del
momento o del lugar en que nos situásemos. En ese caso, deberíamos renunciar a buscar
la verdad de la ética, ya que bastaría con informarnos sobre las costumbres del lugar en el
que nos encontramos. Y también por definición, no serían ni mejores ni peores que
cualquier otras.

-Sin embargo, se ve un denominador común, no? ¿

Podemos afirmar que existen algunas reglas generales. Por ejemplo, respetar la dignidad
hu- mana, no humillar o maltratar, son exigencias que consideramos inseparables de la
ética. No obstante, siempre se podrá responder que son <<<<nuestras>> certezas, y
«nuestras>> maneras de ver, que proyectamos sobre la totalidad de la historia y de las
culturas. Desde esta perspecti- va, veremos entonces que determinados puntos clave de
nuestros conceptos como dignidad,

36

LA ETICA EXPLICADA A TODO EL MUNDO

integridad física, respeto a la libertad indivi- dual-no existen necesariamente con esa
forma en todas las sociedades.

-Entonces, ¿no hay solución?

Afortunadamente, no. Pero si buscamos un primer denominador común, simple y exacto,


me parece posible encontrarlo. Este es el que yo propongo: la ética es, en primer lugar, la
pre- ocupación por los demás. Porque la existencia de los otros, la presencia de los otros,
las múlti- ples relaciones entre ellos y yo, constituyen el punto de partida más universal
de todas las for- mas de ética.

A la inversa, imaginemos que los otros no existen. Si yo estuviese, o tú estuvieses,


comple- tamente solo en el mundo, prácticamente no se plantearían más problemas
éticos. ¿Qué podría significar actuar bien o mal hacia ti mismo si es- tuvieses solo? Si ése
fuera el caso, te preguntarías qué puede hacerte daño o bien, qué es positivo o negativo
para tu salud o para tu supervivencia. Pero, al margen de estas cuestiones elementales,
no tendrías verdaderos problemas éticos, ya que éstos existen solamente en función de
nuestras relaciones con los demás.

Ése es el punto principal que debemos tener presente. Cuando alguien pregunta: «¿Qué
ac- ciones son las mejores?», o bien: <<¿Qué princi- pios nos permiten discernir las
mejores accio-

UN ÁMBITO SIN FRONTERAS

37

nes?», estas preguntas siempre se refieren a las relaciones entre «nosotros y los demás»,
y entre <<los demás y nosotros». La ética es, en primer lugar, la preocupación por el
prójimo, el inte- rés que nos suscita su existencia, su presencia, sus expectativas, sus
deseos, su dignidad y su libertad.

-Es algo así como «ama a tu prójimo como a ti mismo», ¿no?

No exactamente. Esta máxima cristiana supo- ne una especie de heroísmo sublime. No es


nece- sariamente lo que la ética exige. Llegar a amar a todos los seres humanos como a
uno mismo es un objetivo muy difícil de conseguir. La ética es más modesta y más
accesible, y dice aproximadamen- te: «Piensa que los otros están ahí. Empieza por no
hacerles lo que no te gustaría que te hiciesen a ti». Antes de amar, antes incluso de
ayudar, se trata de no perjudicar, de no hacer daño. <<No hacer a los otros lo que no nos
gustaría

que nos hiciesen» es lo que se llama La Regla de Oro. La encontramos, bajo una forma u
otra, en prácticamente todas las culturas. En el fondo, se basa en el respeto a los demás.
El núcleo de la reflexión ética tiene que ver con que los seres humanos son múltiples, y
que se relacionan en- tre ellos de maneras muy distintas. En última instancia, se trata de
elaborar las reglas que ayu- den a vivir mejor.

38

LA ETICA EXPLICADA A TODO EL MUNDO

-Y una vez tenemos esas reglas, ¿ya está? No es tan sencillo. Primero porque esas re-

glas pueden ser distintas de una cultura a otra, como acabamos de ver. Pero también
porque pueden darse conflictos entre diferentes reglas, según las circunstancias.
Imaginemos a un juga- dor de póquer. Está convencido de que no hay que hacer trampas,
es una regla que considera indiscutible, un deber fundamental. Pero su hijo cae
gravemente enfermo, y él no tiene dinero suficiente para que lo operen de urgencia. Sal-
var la vida de su hijo es también su deber, ésa es otra regla fundamental. Por lo tanto,
deberá ele- gir entre dos formas de deber, entre dos reglas que entran en conflicto. En
realidad, la mayoría de los <<casos de conciencia» surgen de un con- flicto entre reglas
éticas.

Creo que eso empieza a responder a tu pre- gunta. Porque el problema de la reflexión y de
las decisiones éticas es que, aunque tengamos reglas generales, nos enfrentamos a
casos par ticulares. Y por eso hay que distinguir entre la <<<ética general» y eso «ética
aplicada». La prime- ra reflexiona sobre los principios, las normas, los valores, sin entrar
en el detalle de las situa- ciones ni de los casos concretos. La segunda se ocupa de
adaptar las reglas generales a las situa- ciones individuales, siempre particulares.

La ética aplicada es siempre como un traje a medida. Hay que cortar, ajustar punto por
pun-

UN AMBITO SIN FRONTERAS

39

to, comprobar que no hemos olvidado ningún aspecto de la situación, que hemos
sopesado todos los elementos.

-Esto me recuerda a las decisiones que se to- man en los tribunales...

Tienes toda la razón, es parecido. Por defini- ción, ninguna ley prevé el caso de X, que robó
una vespino anoche, en la esquina de la calle Y, en la ciudad Z. No existe ninguna ley para
los robos de ciclomotores y para los niños de esta ciudad, todavía menos para esa
vespino en con- creto y ese chaval en concreto. Hay una ley que prevé determinadas
sanciones en caso de robo. El trabajo del juez será adaptar el marco general que la ley
proporciona al caso único que se está juzgando.

Aristóteles, el filósofo griego, ya lo sabía. Afirmó que todos los jueces tienen que utilizar la
misma regla que los arquitectos. Hay que sa- ber que la regla que los arquitectos griegos
utili- zaban para tomar medidas no era rígida como lo es una regla de madera. Era una
plomada, es decir, era flexible, capaz de adaptarse a formas distintas; por ejemplo, para
medir la curva de un pórtico o los relieves de una columna. Igual que el arquitecto, el juez
tiene que interpretar la ley

para el caso concreto que se le presenta. La ética adopta el mismo modelo. También en
este caso tenemos unas reglas generales y unos
40

LA ETICA EXPLICADA A TODO EL MUNDO

casos particulares. La adaptación se lleva a cabo mediante la reflexión y la discusión, a


menudo entre titubeos y vacilaciones. Porque, en la ética aplicada, nunca hay una
solución lista y definiti- va. Es preciso inventar, probar, retocar. Por úl- timo, dicho en el
mejor sentido de la palabra, la ética aplicada viene a ser como el bricolaje.

¿Cón qué materiales se hace ese bricolaje? ¿Con qué herramientas?

-Bueno, ahora mismo lo vamos a ver...

CAPÍTULO

3
Entre religiones y filosofías

-¿Dónde podemos encontrar las grandes ac- titudes éticas? ¿En las religiones del mundo?
¿En la obra de los filósofos?

En ambas. Primero tenemos que entender los puntos en común y las diferencias entre la
moral religiosa y la moral laica, entre la ética de la religión y la ética de la filosofía. Se
trata, en definitiva, de saber siempre, de decir, cómo podemos hacer mejor el mundo, de
definir con qué criterios juzgamos los actos de los se- res humanos. No obstante, aunque
las pregun- tas siguen siendo casi las mismas en todos estos ámbitos, las respuestas son
muchas, y muy dife- rentes.

En realidad, son tantas y tan dispares que no podemos mencionarlas todas...

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