Prosas Profanas - Rubén Darío
Prosas Profanas - Rubén Darío
Prosas Profanas - Rubén Darío
Por
Rubén Darío
ERA UN AIRE SUAVE...
DIVAGACIÓN
SONATINA
BLASÓN
Para la condesa de Peralta.
DEL CAMPO
CANCIÓN DE CARNAVAL
Le carnaval s'amuse!
Viens le chanter, ma Muse...
Banville.
BOUQUET
EL FAISÁN
GARÇONNIERE
A. G. Grippa.
Como era el instante, dígalo la musa
Que las dichas trae, que las penas lleva:
La tristeza pasa, velada y confusa;
La alegría, rosas y azahares nieva.
Era en un amable nido de soltero,
De risas y versos, de placer sonoro;
Era un inspirado cada caballero,
De sueños azules y vino de oro.
Un rubio decía frases sentenciosas:
Negando y amando las musas eternas
Un bruno decía versos como rosas,
Dos sonantes rimas y palabras tiernas.
Los tapices rojos, de doradas listas,
Cubrían panoplias de pinturas y armas,
Que hablaban de bellas pasadas conquistas,
Amantes coloquios y dulces alarmas.
El verso de fuego de D'Anunzio era
Como un son divino que en las saturnales
Guiara las manchadas pieles de pantera.
A fiestas soberbias y amores triunfales.
E iban con manchadas pieles de pantera,
Con tirsos de flores y copas paganas
Las almas de aquellos jóvenes que viera
Venus en su templo con palmas hermanas.
Venus, la celeste reina que adivina
En las almas vivas alegrías francas
Y que les confía, por gracia divina,
Sus abejos de oro, sus palomas blancas.
Y aquellos amantes de la eterna Dea,
A la dulce música de la regia rima,
Oyen el mensaje de la vasta Idea
Por el compañero que recita y mima.
Y sobre sus frentes que acaricia el lauro,
Abril pone amable su beso sonoro,
Y llevan gozosos, sátiro y centauro.
La alegría noble del vino de oro.
MÍA
DICE MÍA
HERALDOS
¡Helena!
La anuncia el blancor de un cisne.
¡Makheda!
La anuncia un pavo real.
¡Ifigenia, Electra, Catalina!
Anúncialas un caballero con un hacha.
¡Ruth, Lía, Enone!
Anúncialas un paje con un lirio.
¡Yolanda!
Anúnciala una paloma.
¡Clorinda, Carolina!
Anúncialas un paje con un ramo de viña.
¡Sylvia!
Anúnciala una corza blanca.
¡Aurora, Isabel!
Anúncialas de pronto
Un resplandor que ciega mis ojos.
¿Ella?
(No la anuncian. No llega aún.)
VARIA
A Luis Berisso.
PÓRTICO
ELOGIO DE LA SEGUIDILLA
EL CISNE
A Ch. Del Gouffre.
LA PÁGINA BLANCA
A. A. Lamberti.
AÑO NUEVO
A J. Piquet.
LA DEA
A Alberto Ghiraldo.
EPITALAMIO BÁRBARO
A Lugones.
VERLAINE
A Angel Estrada, poeta.
RESPONSO
Padre y maestro mágico, liróforo celeste
Que al instrumento olímpico y a la siringa agreste
Diste tu acento encantador;
Panida! Pan tú mismo, que coros condujiste
Hacia el propíleo sacro que amaba tu alma triste,
Al són del sistro y del tambor!
Que tu sepulcro cubra de flores Primavera,
Que se humedezca el áspero hocico de la fiera,
De amor si pasa por allí;
Que el fúnebre recinto visite Pan bicorne;
Que de sangrientas rosas el fresco Abril te adorne
Y de claveles de rubí.
Que si posarse quiere sobre la tumba el cuervo,
Ahuyenten la negrura del pájaro protervo,
El dulce canto de cristal
Que Filomena vierta sobre tus tristes huesos,
O la harmonía dulce de risas y de besos,
De culto oculto y florestal.
Que púberes canéforas te ofrenden el acanto,
Que sobre tu sepulcro no se derrame el llanto,
Sino rocío, vino, miel:
Que el pámpano allí brote, las flores de Citeres,
Y que se escuchen vagos suspiros de mujeres
Bajo un simbólico laurel!
Que si un pastor su pífano bajo el frescor del haya,
En amorosos días, como en Virgilio, ensaya,
Tu nombre ponga en la canción;
Y que la virgen náyade, cuando ese nombre escuche,
Con ansias y temores entre las linfas luche,
Llena de miedo y de pasión.
De noche, en la montaña, en la negra montaña
De las Visiones, pase gigante sombra extraña,
Sombra de un Sátiro espectral;
Que ella al centauro adusto con su grandeza asuste;
De una extra-humana flauta la melodía ajuste
A la harmonía sideral.
Y huya el tropel equino por la montaña vasta;
Tu rostro de ultratumba bañe la luna casta
De compasiva y blanca luz;
Y el Sátiro contemple sobre un lejano monte
Una cruz que se eleve cubriendo el horizonte
Y un resplandor sobre la cruz!
CANTO DE LA SANGRE
A Miguel Estrada.
I.—FRISO
Cabe una fresca viña de corinto
Que verde techo presta al simulacro
Del Dios viril, que artífice de Atenas
En intacto pentélico labrara,
Un día alegre, al deslumbrar el mundo
La harmonía del carro de la Aurora,
Y en tanto que arrullaban sus ternezas
Dos nevadas palomas venusinas
Sobre rosal purpúreo y pintoresco,
Como Olímpica flor de gracia llena,
Vi el bello rostro de la rubia Eunice.
No más gallarda se encamina al templo
Canéfora gentil, ni más riente
Llega la musa a quien favor prodiga
El divino Sminteo, que mi amada
Al tender hacia mí sus tersos brazos.
**
Era la hora del supremo triunfo
Concedido a mis lágrimas y ofrendas
Por el poder de la celeste Cipris,
Y era el ritmo potente de mi sangre
Verso de fuego que al propicio numen
Cantaba ardiente de la vida el himno.
Cuando mi boca en los bermejos labios
De mi princesa de cabellos de oro
Licor bebía que afrentara al néctar,
Por el sendero de fragantes mirtos
Que guía al blanco pórtico del templo,
Súbitas voces nuestras ansias turban.
**
Lírica procesión al viento esparce
Los cánticos rituales de Dionisio,
El evohé de las triunfales fiestas,
La algazara que enciende con su risa
La impúber tropa de saltantes niños,
Y el vivo son de músicas sonoras
Que anima el coro de bacantes ebrias.
En el concurso báquico el primero,
Regando rosas y tejiendo danzas.
Garrido infante, de Eros por hermoso
Emulo y par, risueño aparecía.
Y de él en pos de las ménades ardientes,
Al aire el busto en que su pompa erigen
Pomas ebúrneas; en la mano el sistro,
Y las curvas caderas mal veladas
Por las flotantes, desceñidas ropas,
Alzaban sus cabezas que en consorcio
Circundaban la flor de Citerea
Y el pámpano fragante de las viñas.
Aun me parece que mis ojos tornan
Al cuadro lleno de color y fuerza:
Dos robustos mancebos que los cabos
De cadenas metálicas empuñan,
Y cuyo porte y músculos de Ares
Divinos dones son, pintada fiera
Que felino pezón nutrió en Hircania,
Con gesto heroico entre la turba rigen;
Y otros dos un leopaldo cuyo cuello
Gracias de Flora ciñen y perfuman
Y cuyos ojos en las anchas cuencas
De furia henchidos sanguinosos giran.
Pétalos y uvas el sendero alfombran,
Y desde el campo azul do el Sagitario
De coruscantes flechas resplandece,
Las urnas de la luz la tierra bañan.
**
Pasó el tropel. En la cercana selva
Lúgubre resonaba el grito de Atis,
Triste pavor de la inviolada ninfa.
Deslizaba su paso misterioso
El apacible coro de las Horas.
Eco volvía la acordada queja
De la flauta de Pan. Joven gallardo,
Más hermoso que Adonis y Narciso,
Con el aire gentil de los efebos
Y la lira en las manos, al boscaje
Como lleno de luz se dirigía.
Amor pasó con su dorada antorcha.
Y no lejos del nido en que las aves,
Las dos aves de Cipris, sus arrullos
Cual tiernas rimas a los aires dieran,
Fuí más feliz que el luminoso cisne
Que vió de Lada la inmortal blancura,
Y Eunice pudo al templo de la diosa
Purpúrea ofrenda y tórtolas amables
Llevar el día en que mi regio triunfo
Vió el Dios viril en mármol cincelado
Cabe la fresca viña de Corinto.
II.—PALIMPSESTO
Escrita en viejo dialecto eolio
Hallé esta página dentro un infolio
Y entre los libros de un monasterio
Del venerable San Agustín,
Un fraile acaso puso el escolio
Que allí se encuentra; dómine serio
De flacas manos y buen latín.
Hay sus lagunas.
...Cuando los toros
De las campañas, bajo los oros
Que vierte el hijo de Hiperión,
Pasan mugiendo, y en las eternas
Rocas salvajes de las cavernas
Esperezándose ruge el león;
Cuando en las vírgenes y verdes parras
Sus secas notas dan las cigarras,
Y en los panales de Himeto deja
Su rubia carga la leve abeja
Que en bocas rojas chupa la miel,
Junto a los mirtos, bajo los lauros,
En grupo lírico van los centauros
Con la harmonía de su tropel.
Uno las patas rítmicas mueve,
Otro alza el cuello con gallardía
Como en hermoso bajo-relieve
Que a golpes mágicos Scopas haría;
Otro alza al aire las manos blancas
Mientras le dora las fincas ancas
[Pg 161]Con baño cálido la luz del sol;
Y otro saltando piedras y troncos
Va dando alegres sus gritos roncos
Como el ruido de un caracol.
Silencio. Señas hace ligero
El que en la tropa va delantero;
Porque a un recodo de la campaña
Llegan en donde Diana se baña.
Se oye el ruido de claras linfas
Y a la algazara que hacen las ninfas.
Risa de plata que el aire riega
Hasta sus ávidos oídos llega;
Golpes en la onda, palabras locas,
Gritos joviales de frescas bocas,
Y los ladridos de la traílla
Que diana tiene junto a la orilla
Del fresco río, donde está ella
Blanca y desnuda como una estrella.
Tanta blancura que al cisne injuria
Abre los ojos de la lujuria:
Sobre las márgenes y rocas áridas
Vuela el enjambre de las cantáridas
Con su bruñido verde metálico,
Siempre propicias al culto fálico.
Amplias caderas, pie fino y breve;
Las dos colinas de rosa y nieve...
Cuadro soberbio de tentación!
¡Ay del cuitado que a ver se atreve
Lo que fué espanto para Acteón!
Cabellos rubios, mejillas tiernas,
Marmóreos cuellos, rosadas piernas,
Gracias ocultas del lindo coro,
En el herido cristal sonoro;
Seno en que hiciérase sagrada copa;
Tal ve en silencio la ardiente tropa.
¿Quién adelanta su firme busto?
¿Qirón experto? ¿Folo robusto?
Es el más joven y es el más bello;
Su piel es blanca, crespo el cabello,
Los cascos finos, y en la mirada
Brilla del sátiro la llamarada.
En un instante, veloz y listo,
A una tan bella como Kalisto,
Ninfa que a la alta diosa acompaña,
Saca de la onda donde se baña:
La grupa vuelve, raudo galopa;
Tal iba el toro raptor de Europa
Con el orgullo de su conquista.
¿A dó va Diana? Viva la vista
La planta alada, la cabellera
Mojada y suelta; terrible, fiera,
Corre del monte por la extensión;
Ladran sus perros enfurecidos;
Entre sus dedos humedecidos
Lleva una flecha para el ladrón.
Ya a los centauros a ver alcanza
La cazadora; ya el dardo lanza,
Y un grito se oye de hondo dolor:
La casta divina de la venganza
Mató al raptor...
La tropa rápida se esparce huyendo,
Forman los cascos sonoro estruendo.
Llegan las ninfas. Lloran. ¿Qué ven?
En la carrera la cazadora
Con su saeta castigadora
A la robada mató También.
EL REINO INTERIOR
A Eugenio de Castro
...with Psychis, my soul!
Poe.
Dezir.
(A la manera de Johan de Duenyas.)
La espiga.
Mira el signo sutil que los dedos del viento
Hacen al agitar el tallo que se inclina
Y se alza en una rítmica virtud de movimiento.
Con el áureo pincel de la flor de la harina
Trazan sobre la tela azul del firmamento
El misterio inmortal de la tierra divina
Y el alma de las cosas que da su sacramento
En una interminable frescura matutina.
Pues en la paz del campo la faz de Dios asoma.
De las floridas urnas místico incienso aroma
El vastor altar en donde triunfa la azul sonrisa;
Aún verde está y cubierto de flores el madero,
Bajo sus ramas llenas de amor pace el cordero
Y en la espiga de oro y luz duerme la misa.
La fuente.
Joven, te ofrezco el don de esta copa de plata
Para que un día puedas calmar la sed ardiente,
La sed que con fuego más que la muerte mata.
Mas debes abrevarte tan sólo en una fuente,
Otro agua que la suya tendrá que serte ingrata,
Busca su oculto origen en la gruta viviente
Donde la interna música de su cristal desata,
Junto al árbol que llora y la roca que siente.
Guíete el misterioso eco de su murmullo,
Asciende por los riscos ásperos del orgullo,
Baja por la constancia y desciende al abismo
Cuya entrada sombría guardan siete panteras:
Son los Siete Pecados las siete bestias fieras.
Llena la copa y bebe: la fuente está en ti mismo.
Palabras de la Satiresa.
Un día oí una risa bajo la fronda espesa,
Vi brotar de lo verde dos manzanas lozanas;
Erectos senos eran las lozanas manzanas
Del busto que bruñía de sol la Satiresa:
Era una Satiresa de mis fiestas paganas,
Que hace brotar clavel o rosa cuando besa;
Y furiosa y riente y que abrasa y que mesa,
Con los labios manchados por las moras tempranas.
«Tú que fuiste, me dijo, un antiguo argonauta,
Alma que el sol sonrosa y que la mar zafira,
Sabe que está el secreto de todo ritmo y pauta
En unir carne y alma a la esfera que gira,
Y amando a Pan y Apolo en la lira y la flauta,
Ser en la flauta Pan, como Apolo en la lira.
La anciana.
Pues la anciana me dijo: mira esta rosa seca
Que encantó el aparato de su estación un día:
El tiempo que los muros altísimos derrueca
No privará este libro de su sabiduría.
En esos secos pétalos hay más filosofía
Que la que darte pueda tu sabia biblioteca;
Ella en mis labios pone la mágica armonía
Con que en mi torno encarno los sueños de mi rueca.
«Sois un hada», le dije: «Soy un hada, me dijo:
Y de la primavera celebro el regocijo
Dándoles vida y vuelo a estas hojas de rosa.»
Y transformóse en una princesa perfumada,
Y en el aire sutil, de los dedos del hada
Vólo la rosa seca como una mariposa.
Ama tu ritmo...
Ama tu ritmo y ritma tus acciones
Bajo su ley, así como tus versos;
Eres un universo de universos
Y tu alma una fuente de canciones.
La celeste unidad que presupones
Hará brotar en ti mundos diversos,
Y al resonar tus números dispersos
Pitagoriza en tus constelaciones.
Escucha la retórica divina
Del pájaro del aire y la nocturna
Irradiación geométrica adivina;
Mata la indificencia taciturna
Y engarza perla y perla cristalina
En donde la verdad vuelca su urna.
A los poetas risueños.
Anacreonte, padre de la sana alegría;
Ovidio, sacerdote de la ciencia amorosa;
Quevedo, en cuyo cáliz licor jovial rebosa;
Banville, insigne orfeo de la sacra Harmonía,
Y con vosotros toda la grey hija del día,
A quien habla el amante corazón de la rosa,
Abejas que fabrican sobre la humana prosa
En sus Himetos mágicos mieles de poesía:
Prefiero vuestra risa sonora, vuestra musa
Risueña, vuestros versos perfumados de vino,
A los versos de sombra y a la canción confusa
Que opone el numen bárbaro al resplandor latino;
Y ante la fiera máscara de la fatal Medusa,
Medrosa huye mi alondra de canto cristalino.
La hoja de oro.
En el verde laurel que decora la frente
Que besaron los sueños y pulieron las horas,
Una hoja suscita como la luz naciente
En que entreabren sus ojos de fuego las auroras;
O las solares pompas, o los fastos de Oriente,
Preseas bizantinas diademas de Theodoras,
O la lejana Cólquida que el soñador presiente
Y adonde los Jasones dirigirán las proras.
Hoja de oro rojo, mayor es tu valía,
Pues para tus colores imperiales evocas
Con el triunfo de otoño y la sangre del día,
El marfil de las frentes, la brasa de las bocas,
y la autumnal tristeza de las vírgenes locas
Por la Lujuria, madre de la Melancolía.
Marina.
Como al fletar mi barca con destino a Citeres
Saludara a las olas, contestaron las olas
Con un saludo alegre de voces de mujeres.
Y los faros celestes prendían sus farolas,
Mientras temblaba el suave crepúsculo violeta.
«Adiós—dije—países que me fuisteis esquivos;
Adiós peñascos enemigos del poeta;
Adiós costas en donde se secaron las viñas,
Y cayeron los términos en los vosques de olivos.
Parto para una tierra de rosas y de niñas,
Para una isla melodiosa
Donde más de una musa me ofrecerá una rosa.»
Mi barca era la misma que condujo a Gautier
Y que Verlaine un día para Chipre fletó,
Y provenía de
El divino astillero del divino Watteau.
Y era un celeste mar de ensueño,
Y la luna empezaba en su rueca de oro
A hilar los mil hilos de su manto sedeño.
Saludaba mi paso de las brisas el coro
Y a dos carrillos daba redondez a las velas.
En mi alma cantaban celestes filomelas
Cuando oí que en la playa sonaba como un grito.
Volví la vista y vi que era una ilusión
Que dejara olvidada mi antiguo corazón.
Entonces, fijo del azur en lo infinito,
Para olvidar del todo las amarguras viejas,
Como Aquiles un día, me tapé las orejas.
Y les dije a las brisas: «Soplad, soplad más fuerte;
Soplad hacia las costas de la isla de la Vida.»
Y en la playa quedaba desolada y perdida
Una ilusión que aullaba como un perro a la Muerte.
Dafne.
¡Dafne, divina Dafne! Buscar quiero la leve
Caña que corresponda a tus labios esquivos;
Haré de ella mi flauta e inventaré motivos
Que extasiarán de amor a los cisnes de nieve.
Al canto mío el tiempo parecerá más breve;
Como Pan en el campo haré danzar los chivos;
Como Orfeo tendré los leones cautivos,
Y moveré el imperio de Amor que todo mueve.
Y todo será, Dafne, por la virtud secreta
Que en la fibra sutil de la caña coloca
Con la pasión del dios el sueño del poeta;
Porque si de la flauta la boca mía toca
El sonoro carrizo, su misterio interpreta
Y la armonía nace del beso de tu boca.
La gitanilla.
A Carolus Durán.
Maravillosamente danzaba. Los diamantes
Negros de sus pupilas vertían su destello;
Era bello su rostro, era un rostro tan bello
Como el de las gitanas de don Miguel Cervantes.
Ornábase con rojos claveles detonantes
La redondez obscura del casco del cabello,
Y la cabeza firme sobre el bronce del cuello
Tenía la patina de las horas errantes.
Las guitarras decían en sus cuerdas sonoras
Las vagas aventuras y las errantes horas,
Volaban los fandangos, daba el clavel fragancia;
La gitana, embriagada de lujuria y cariño,
Sintió cómo caída dentro de su corpiño
El bello luis de oro del artista de Francia.
A maestre Gonzalo de Berceo.
Amo tu delicioso alejandrino
Como el de Hugo, espíritu de España;
Este vale una copa de champaña
Como aquél vale «un vaso do bon vino».
Mas a uno y otro pájaro divino
La primitiva cárcel es extraña;
El barrote maltrata, el grillo daña,
Que vuelo y libertad son su destino,
Así procuro que en la luz resalte
Tu antiguo verso, cuyas alas doro
Y hago brillar con mi moderno esmalte;
Tiene la libertad con el decoro
Y vuelve, como al puño el gerifalte,
Trayendo del azul rimas de oro.
Alma mía.
Alma mía, perdura en tu idea divina;
Todo está bajo el signo de un destino supremo;
Sigue en tu rumbo, sigue hasta el ocaso extremo
Por el camino que hacia la Esfinge te encamina.
Corta la flor al paso, deja la dura espina;
En el río de oro lleva a compás el remo;
Saluda el rudo arado del rudo Triptolemo,
Y sigue como un dios que sus sueños destina...
Y sigue como un dios que la dicha estimula,
Y mientras la retórica del pájaro te adula
Y los astros del cielo te acompañan, y los
Ramos de la Esperanza surgen primaverales,
Atraviesa impertérrita por el bosque de males
Sin temer las serpientes; y sigue, como un dios...
Yo persigo una forma...
Yo persigo una forma que no encuentra mi estilo,
Botón de pensamiento que busca ser la rosa;
Se anuncia con un beso que en mis labios se posa
Al abrazo imposible de la Venus de Milo.
Adornan verdes palmas el blanco peristilo;
Los astros me han predicho la visión de la Diosa;
Y en mi alma reposa la luz como reposa
El ave de la luna sobre un lago tranquilo.
Y no hallo sino la palabra que huye,
La iniciación melódica que de la flauta fluye
Y la barca del sueño que en el espacio boga;
Y bajo la ventana de mi Bella-Durmiente,
El sollozo continuo del chorro de la fuente
Y el cuello del gran cisne blanco que me interroga.