MODERNISMO

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MODERNISMO

SELECCIÓN DE TEXTOS
La condición característica de todo el arte moderno, y muy
particularmente de la literatura, es una tendencia a refinar las
sensaciones y acrecentarlas en el número y en la intensidad. Hay
poetas que sueñan con dar a sus estrofas el ritmo de la danza, la
melodía de la música y la majestad de la estatua. […] Según
Gautier, las palabras alcanzan por el sonido un valor que los
diccionarios no pueden determinar. Por el sonido, unas palabras
son como diamantes, otras fosforecen, otras flotan como una
neblina […] Baudelaire habla de perfumes verdes, Carducci ha
llamado verde al silencio. […] Hoy percibimos gradaciones de
color, gradaciones de sonido y relaciones lejanas entre las cosas
que hace algunos cientos de años no fueron seguramente
percibidas por nuestros antepasados […] Esta analogía y
equivalencia de las sensaciones es lo que constituye el
“modernismo” en literatura.

Modernismo

Ramón María del Valle Inclán


La princesa está triste... ¿Qué tendrá la princesa? Ya no quiere el palacio, ni la rueca de plata,
Los suspiros se escapan de su boca de fresa, ni el halcón encantado, ni el bufón escarlata,
que ha perdido la risa, que ha perdido el color. ni los cisnes unánimes en el lago de azur.
La princesa está pálida en su silla de oro, Y están tristes las flores por la flor de la corte,
está mudo el teclado de su clave sonoro, los jazmines de Oriente, los nelumbos del Norte,
y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor. de Occidente las dalias y las rosas del Sur.
El jardín puebla el triunfo de los pavos reales. ¡Pobrecita princesa de los ojos azules!
Parlanchina, la dueña dice cosas banales, Está presa en sus oros, está presa en sus tules,
y vestido de rojo piruetea el bufón. en la jaula de mármol del palacio real;
La princesa no ríe, la princesa no siente; el palacio soberbio que vigilan los guardas,
la princesa persigue por el cielo de Oriente que custodian cien negros con sus cien alabardas,
la libélula vaga de una vaga ilusión. un lebrel que no duerme y un dragón colosal.
¿Piensa, acaso, en el príncipe de Golconda o de China, ¡Oh, quién fuera hipsipila que dejó la crisálida!
o en el que ha detenido su carroza argentina (La princesa está triste, la princesa está pálida)
para ver de sus ojos la dulzura de luz? ¡Oh visión adorada de oro, rosa y marfil!
¿O en el rey de las islas de las rosas fragantes, ¡Quién volara a la tierra donde un príncipe existe,
o en el que es soberano de los claros diamantes, —la princesa está pálida, la princesa está triste—,
o en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz? más brillante que el alba, más hermoso que abril!
¡Ay!, la pobre princesa de la boca de rosa —«Calla, calla, princesa —dice el hada madrina—;
quiere ser golondrina, quiere ser mariposa, en caballo, con alas, hacia acá se encamina,
tener alas ligeras, bajo el cielo volar; en el cinto la espada y en la mano el azor,
ir al sol por la escala luminosa de un rayo, el feliz caballero que te adora sin verte,
saludar a los lirios con los versos de mayo y que llega de lejos, vencedor de la Muerte,
o perderse en el viento sobre el trueno del mar. a encenderte los labios con un beso de amor».
Sonatina
Rubén Darío
Ella sola, lenta, muy lentamente desabrochó los botones de
su corpiño y desentrenzó el cabello ante el espejo, donde se
contempló sonriendo. Parecía olvidada de mí. Cuando se halló
desnuda tornó a sonreír y a contemplarse. Semejante a una
princesa oriental ungióse con esencias. Después, envuelta en
sedas y encajes, tendióse en la hamaca y esperó: los párpados
entornados y palpitantes, la boca siempre sonriente, con aquella
sonrisa que un poeta de hoy hubiera llamado estrofa halada de
nieve y rosas. Yo, aun cuando parezca extraño, no me acerqué.
Gustaba la divina voluptuosidad de verla y con la ciencia profunda,
exquisita y sádica de un decadente, quería retardar todas las
otras, gozarlas una a una en la quietud sagrada de aquella noche.
Por el balcón abierto se alcanzaba a ver el cielo de un azul
profundo apenas argentado por la luna. El céfiro nocturno traía
del jardín aromas y susurros: el mensaje romántico que le daban
las rosas al deshojarse.
Sonatina de estío
Ramón María del Valle Inclán
Llegué hasta su alcoba que estaba abierta. Allí la oscuridad
era misteriosa, perfumada y tibia, como si guardase el secreto
galante de nuestras citas. ¡Qué trágico secreto debía guardar
entonces! Cauteloso y prudente dejé el cuerpo de Concha tendido
en su lecho y me alejé sin ruido. En la puerta quedé irresoluto y
suspirante. Dudaba si volver atrás para poner en aquellos labios
helados el beso postrero: resistí la tentación. Fue como el
escrúpulo de un místico. Temí que hubiese algo de sacrílego en
aquella melancolía que entonces me embargaba. La tibia
fragancia de su alcoba encendía en mí, como una tortura, la
voluptuosa memoria de los sentidos. Ansié gustar las dulzuras de
un ensueño casto y no pude. También a os místicos las cosas más
santas les sugestionaban, a veces, los más extraños diabolismos.
Todavía hoy el recuerdo de la muerta es para mí de una tristeza
depravada y sutil: me araña el corazón como un gato tísico de ojos
lucientes. El corazón sangra y se retuerce, y dentro de mí ríe el
Diablo que sabe convertir todos los dolores en un placer.
Sonatina de otoño
Ramón María del Valle Inclán
Rinconada en costanilla y una iglesia barroca por fondo. Sobre las campanas
negras, la luna clara. DON LATINO y MAX ESTRELLA filosofan sentados en el quicio
de una puerta. A lo largo de su coloquio, se torna lívido el cielo. En el alero de la
iglesia pían algunos pájaros. Remotos albores de amanecida. Ya se han ido los
serenos, pero aún están las puertas cerradas. Despiertan las porteras. […]
MAX: ¡Don Latino de Hispalis, grotesco personaje, te inmortalizaré en una novela!
DON LATINO: Una tragedia, Max.
MAX: La tragedia nuestra no es tragedia.
DON LATINO: ¡Pues algo será!
MAX: El Esperpento.
DON LATINO: No tuerzas la boca, Max.
Max: ¡Me estoy helando!
DON LATINO: Levántate, vamos a caminar.
MAX: No puedo.
DON LATINO: Deja esa farsa. Vamos a caminar.
MAX: Échame el aliento. ¿Adónde te has ido, Latino?
DON LATINO: Estoy a tu lado.
MAX: Como te has convertido en buey, no podía reconocerte. Échame el aliento,
ilustre buey del pesebre belenita. ¡Muge, Latino! Tú eres el cabestro, y si muges
vendrá el Buey Apis. Le torearemos.
DON LATINO: Me estás asustando. Debías dejar esa broma.
MAX: Los ultraístas son unos farsantes. El esperpentismo lo ha inventado Goya.
Los héroes clásicos han ido a pasearse en el callejón del Gato.
DON LATINO: ¡Estás completamente curda!
MAX: Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el Esperpento.
El sentido trágico de la vida española sólo puede darse con una estética
sistemáticamente deformada.
DON LATINO: ¡Miau! ¡Te estás contagiando!
MAX: España es una deformación grotesca de la civilización europea.
DON LATINO: ¡Pudiera! Yo me inhibo.
MAX: Las imágenes más bellas en un espejo cóncavo son absurdas.
DON LATINO: Conforme. Pero a mí me divierte mirarme en los espejos de la calle
del Gato.
MAX: Y a mí. La deformación deja de serlo cuando está sujeta a una matemática
perfecta. Mi estética actual es transformar con matemática de espejo cóncavo
las normas clásicas.
DON LATINO: ¿Y dónde está el espejo?
MAX: En el fondo del vaso.
DON LATINO: ¡Eres genial! ¡Me quito el cráneo!
MAX: Latino, deformemos la expresión en el mismo espejo que nos deforma las
caras y toda la vida miserable de España.
DON LATINO: Nos mudaremos al callejón del Gato.
Luces de bohemia
Ramón María del Valle Inclán

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