Manuel Reina - La Vida Inquieta

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LA VIDA INQUIETA

PO E SIA S
M A D R ID : 1S94.— Est. tip. de Ricardo Fé, Olmo, 4. Teléfono 1.114.
M A ÍÍU EL R E IN A

LA VIDA INQUIETA

P O E S IA S —

SEGUNDA EDICION

M A D R ID
LIBRERÍA DE FERNANDO FE
C a r. d e Sa n yerónhno^ 2

1894
S s propiedad del autor.—Derechos reservados.
CARTA AUTÓGRAFA

D. GASPAR NÚÑEZ DE ARCE


í * : !T'i
DEDICATORIA
A M I M U SA

¡Oh, musa! de la envidia bramadora


Mo te inquieten los trágicos furores:
■toda guirnalda de loza:ias flores
■esconde alguna espinapunzadora.

A lza la noble fre n te soñadora


y da a l viento tus himnos triunfadores:
cuando cantan los dulces ruiseñores
nadie escucha á la sierpe silbadora.

¡Oh, musa! ante la saña y el embate


d e l v il rencor y la perfldia impura,
no pliegues triste las potentes alas.

¡Sé como la bandera en el combate,


que ríe a l sol y espléndida fu lg u ra
■entre el horrible estrago de las balas!

12 Mayo Q3.
LA VIDA INQUIETA
Á UN POETA

^^iOMA el sonoro bandolín ceñido


— de pámpanos y flores perfumadas;
toma el brillante bandolín sonoro,
y la hermosura y los placeres canta.
M A N U E L R EI N A

Canta con entusiasmo los amores,


el cielo azul, las verdes enramadas,
las caricias, los ojos centellantes,
las héticas aleares serenatas.

Canta los esplendores de la vida,


la primavera fúlgida y lozana,
los tersos lagos, las fragantes rosas,
el sol de fuego y las estrellas pálidas.

Canta las relucientes cabelleras,


los senos de alabastro, la inflamada
risa que bulle entre los labios rojos,
como abeja entre pétalos de grana.

Canta el lujo oriental, los frescos lirios,


los collares de perlas, las escalas
•de seda y oro, la radiante gloria,
Jas tibias noches de zafir y plata.
X UN PO E TA

¡Canta todos los plácidos idilios!


¡Canta todos los besos de tu amada!
¡Canta todas las dulces armonías!
¡Canta, vate feliz, todas las llamas!

Que ¿por qué los deleites y venturas,


no canto yo, como en la edad pasada?
Porque el negro pesar con mano fiera
hundió en mi pecho su punzante daga.

Ya no cojo encendidas amapolas,


de la ilusión en la pradera mágica;
seca la fuente está de mi alegría
y mudo el ruiseñor de mi esperanza.

Del coro de las musas juveniles


no escucho ya las melodiosas flautas;
y las aves, las olas y los vientos,
gritan desesperados en mi alma.
MANUEL REIN A

Y en la alta noche, en las febriles horas


en que el insomnio, mi cabeza abrasa,
rumor de alas crujientes y gemidos
resuenan pavorosos en mi estancia.

Es que los genios lúgubres, los vates


en cuyos cantos el dolor estalla,
á visitarme vienen. Y en las sombras,
de resplandor vestidos, se destacan.

Dante, el viejo león de la poesía,


el gibelino de facciones trágicas,
aparece el primero. Luego surge
Shakespeare, de luz la frente coronada.

Y les siguen el tierno Garcilaso;


el ciego y noble Milton; la bizarra
sombra del Lord sublime; el gran Leopardi
con el buitre clavado en las entrañas.
A UN POETA It

Pouchkine, rasgado el pecho, y en la herida


la sierpe de los celos enroscada;
Heine, el sarcasmo en la risueña boca
y en el doliente corazón las lágrimas.

Alfredo de Musset, rota en la mano


la copa de los goces; la romántica
figura de Espronceda, y el siniestro
Baudelaire con su tétrica mirada.

Todos á mí se acercan, y á mi oído


algo terrible y lastimero cantan;
algo que impone al ánimo valiente
y ayes de angustia al corazón arranca.

;Qué cantos misteriosos y fatídicos


murmuran en la noche esos fantasmas?.
Lo ignoro; sólo sé que está más triste
y amarilla mi faz, por la mañana.
12 MANUEL REINA

Y cuando mis estrofas palpitantes


por la atmósfera azul tienden sus alas,
cual voladores pájaros heridos
gotas de sangre á los espacios lanzan.

1884.
LA PERLA

Contemplaban tus ojos centellantes


. la palma de cristal, la linfa pura
del surtidor que vierte en la espesura
su polvo de zafiros y diamantes;

cuando enferma, con pasos vacilantes


se acercó una mujer todo tristura,
y te pidió limosna con dulzura,
fijando en tí miradas suplicantes.
*4 MA N U EL R E I N A

La perla que en tu mano refulgía


diste á aquella mujer pobre y doliente,
que se alejó llorando de alegría.

Yo, entonces, conmovido y reverente,


no te besé en los labios, cual solía,
jsino en la noble y luminosa frente!

Septiembre i8
UN DESAFIO

Es la mañana; el céfiro sonante


las relucientes frondas estremece.
El sol de Abril, magnífico y triunfante,
en cielo de zafiro resplandece.
l6 M A N U E L REIN A

El fragor deLtorrente y la cascada,


las risas del arroyo cristalino,
de las aves la música perlada
forman de amor un cántico divino.

Todo dice: «La vida es un poema


de luz, placer, belleza y armonía.
¡Amar, vivir, gozar... dicha suprema
en tan hermoso y rutilante día!»

Mas, escondidos en el bosque, esgrimen


la venganza y el odio dos espadas
que crujen, chocan, brillan y se oprimen,
como rivales sierpes irritadas.

De pronto un ¡ay! desgarrador, que llena


el pecho de ansiedad, de espanto y frío,
cruza la limpia atmósfera serena,
como siniestro pájaro sombrío.
UN D ES AF IO 17

Y exclamo con el alma dolorida:


«¡Aves, luciente sol, campo de flores,
cascada, cielo azul, mentís! La vida
es horrible tragedia entre esplendores.
1892.
EN MAYO

¡Ven al prado de lirios y claveles,


mi bello y dulce bien! El campo llena
de perfumes la atmósfera serena
y el mes de Mayo irradia en los verjeles.

¡Ven! Entre los rosales y laureles


flauta invisible melodiosa suena.
¡Ven! Que en la orilla del Jenil amena
el amor es panal de ricas mieles.
MANUEL REIN A

¡Ven, mi ilusión! Las auras su frescura


nos ofrecen; las aves su armonía,
y recóndito nido la espesura.

¡Mas no, no vengas, adorada mía:


que el inmenso raudal de nii amargura
tu corazón feliz destrozaría!

M a y o 1893.
BYRON EN LA BACANAL

A Agustín Fernando Laserna.

Es la alta noche. La ciudad fantástica,


con sus torres y alcázares labrados,
cual florentinas joyas, duerme envuelta
en la más densa oscuridad. Tan sólo
fulgura en las tinieblas de la noche,
como alegre sonrisa de una hermosa
al través de tupido y negro velo,
una góndola azul, iluminada
con antorcha? y globos de colores.
MANUEL REINA

En el esquife suenan voces, risas


y canciones de amor. La pintoresca
góndola es el magnífico teatro
de loca bacanal. Sueño parece,
fruto de la dorada fantasía
de un poeta oriental, la deslumbrante
fiesta que ríe en las calladas ondas.
Bajo un dosel de púrpura y de oro,
y en torno de una mesa coronada
de resplandores y fragantes rosas,
seis regias hermosuras de luciente
cabellera estrellada de diamantes,
y otros tantos mancebos bulliciosos,
celebran un festín en el esquife.
Sobre la falda de crujiente seda
de una rubia beldad de ojos azules,
que recuerda á la blanca Fornarina,
gallardo joven tiene reclinada
la cabeza gentil.
—¡Que hable el poeta!
¡Que entone el lord una canción de amoresl-
gritan las diosas de la fiesta báquica.
É irguiéndose de pronto aquel mancebo
BYKON EN LA BA CA N A L 23

de ojos radiantes y cabeza olímpica,


y tomando una copa fabricada
con un cráneo montado en oro y perlas,
así exclama con voz clara y vibrante:
—Como el rey Jorge IV, que vivía
entregado á las fiestas licenciosas,
y olvidando, entre impúdicas hermosas,
la oculta pena que su pecho hería,
así mi corazón vivir ansia.
¡Dadme vino; ceñid mi sien de rosas,
y acariciadme tiernas y amorosas,
estrellas fulgurantes de la orgía!
¡Así quiero vivir! ¡Y cuando muera,
fabricad mi ataúd con la madera
de vuestro dulce bandolín sonoro;
y colocad sobre mi cuerpo helado
un sudario magnífico, formado
con vuestros chales de brocado y oro!—

Mientras los comensales aplaudían


este erótico canto, el lord sublime,
apurando febril hasta las heces
el áureo vino en la siniestra copa.
24 M AN U EL R E I N A

desplomóse embriagado sobre el suelo.


¡Rodando su corona de poeta,
su corona de estrellas inmortales,
á los pies de infamadas meretrices!

1885.
LA GOTA DE SANGRE

Sentados en la gótica ventana


estábamos tú y yo, mi antigua amante:
tú, de hermosura y de placer, radiante;
yo, absorto en tu belleza soberana.

Al ver tu fresca juventud lozana,


una abeja lasciva y susurrante
clavó su oculto dardo penetrante
en tu seno gentil de nieve y grana.
26 M A N Ü EL R E IN A

Viva gota de sangre transparente


sobre tu piel rosada y hechicera
brilló como un rubí resplandeciente.

Mi ansioso labio en la pequeña herida


estampé con afán... ¡Nunca lo hiciera;
que aquella gota envenenó mi vida!

1894.
LA LEGIÓN SAGRADA

A Carlos Ossorio Gallardo^

Espléndida legión de paladines


cruza por la ancha vía;
resuenan en los aires sus clarines
con mágica armonía.
28 M AN U EL R E IN A

Alados son sus ágiles corceles


de crines desatadas;
bajo lluvia de ñores y laureles
relumbran sus espadas.

A la lid va el ejército brillante


con noble gentileza,
luciendo esta divisa fulgurante:
«Ideal y belleza.»

II

Libraron cien combates ardorosos


los paladines bravos
con fieros enemigos numerosos,
de la ignorancia esclavos.

La sagrada legión su fe indomable


mostró en la lucha airada,
siendo por su contrario formidable
al cabo derrotada.
L A L E G IÓ N SAG RA D A 29

Vencidos, los gallardos paladines


vuelven por la ancha vía.
¡Mas siguen resonando sus clarines
con mágica armonía!

1891.
Á UNA HERMOSA

Mujer de negros ojos centellantes,


si quieres disipar la helada bruma
de la tristeza que mi frente abruma,
ahógame en tus caricias delirantes.

Yo joyas te daré, galas brillantes,


encajes vaporosos cual la espuma,
blancas palomas de rizada pluma
y cuello guarnecido de diamantes.
32 M AN U EL R E IN A

Que no quieres—me dices cariñosa-


joyas ni encajes, ni opulentas galas;
y el corazón me pides con anhelo.

¡Mi amante corazón es de una diosa


de ojos de luz y refulgentes alas,
que augusta mora en la mansión del cielo!

1894
DESDE LA CORTE

A José Contrems^

En la gran capital, sepulcro inmenso


de césped y de flores revestido;
selva intrincada cuya regia pompa
y espléndido follaje oculta sierpes,
terribles hienas y rabiosos tigres;
34 M A N U EL REIN A

en la gran capital bella y culpada,


tu epístola recibo, rayo de oro
que viene á iluminar la obscura noche
de mi doliente corazón.—Tu carta,
llena de los reflejos y perfumes
de esa dichosa tierra en que nacimos,
llega á mis manos en las horas tristes
de cansancio y angustia y desaliento;
horas de maldición por tí ignoradas,
cuanto por mí sufridas.

¿Quién, osado,
mintió que la amistad nunca ha existido?
¿Quién niega ese consuelo de la vida,
cristalino raudal, fresco y sonoro,
en el desierto abrasador?—Sí; existe
la amistad generosa. Yo lo afirmo.
¡Yo que en el vil comercio de los hombres,
Yagos he conocido más siniestros
que el gran traidor del pavoroso drama!
¡Yo que en el mundo infame he cosechado
ingratitudes tantas como arenas
y olas tiene lá mar! Sí; yo lo fío:
D E S D E L A CO RTE

•existe la amistad pura y sublime.


De igual modo que hay áspides y rosas,
ruiseñores y cuervos, noche y día,
hay amigos honrados y falaces.
Tú eres de los primeros, alma noble:
tú, que en la adversidad rígida y fiera
como en los áureos tiempos, siempre has sido
dulce, franco, leal y cariñoso.
,¡Salud, corazón fiel, salud mil veces!

Gracias, mi amigo. Acabo la lectura


de tu inspirada epístola halagüeña,
y ábrese ante mis ojos deslumbrados
la puerta de marfil de los ensueños.
Al conjuro feliz de tu elocuencia,
cual hermosa visión de azul y plata,
álzase nuestro pueblo delicioso
del fondo de mi espíritu exaltado.
El Jenil con sus ondas de zafiro;
las casas, que semejan palomares;
el fértil ruedo; las fioridas rgas
donde anida el amor; los frescos patios
con sus fuentes de mármol bullidoras;
M A N U EL R E IN A
36

las huertas con sus frutos y sus aves,


y la torre gentil del blanco templo,
cuya amarilla cúspide flamea
al sol, como pirámide de oro...
todo, animado, cruza ante mi vista.
¡Pueblo fascinador, villa adorada,
con qué placer tan íntimo recuerdo
aquellas breves noches de verano,
en que á la verde orilla de tu río
poblado de rumores y de estrellas,
y al compás de los trinos melodiosos
del ruiseñor, nacieron mis amores!
¿Cómo olvidar tus giras y verbenas
—ornadas de mujeres seductoras—
donde el vino dorado resplandece
en las negras pupilas y en los cantos
de la lozana juventud gozosa?
;Cómo no recordar tus procesiones
llenas de los matices del Oriente,
con sus alegres músicas profanas,
sus lujosas banderas, sus romanos
de oro y seda vestidos, sus piadosos
vivas atronadores, sus saetas
D E S D E LA CO RTE 37

rebosando tristura, y sus efigies


—aunque mal esculpidas, bien amadas,—
•entre las cuales con fulgor de aurora,
se destaca el divino Nazareno,
cuyas tiernas miradas celestiales
á los áridos ojos llanto arrancan
y al hombre más incrédulo conmueven!...
¡Oh, pueblo, donde vi la luz primera,
patria del sol, del vino y de las rosas!
¡Oh, cielo azul! ¡Oh, rústicos paisajes,
encanto de la ardiente fantasía!...
Todos esos deleites y dulzuras,
la amable paz, los hábitos sencillos
de una vida sin odios ni combates,
á abandonar, mi amigo, te decides
por este mar airado y tenebroso.
¡Ay! así me lo anuncias, y suplicas
te pinte el cuadro que Madrid presenta.
—Siempre amé la verdad, y, pues lo quieres,
te narraré con expresión amarga
mis impresiones tétricas del día,
sobre este centro, donde todo es grande,
excepto la virtud.
38 M A N U EL R EIN A

Madrid sonríe,
ceñido el cuerpo de preciosas galas
y bañada la faz en resplandores,
como una bella ruborosa virgen
que á desposarse va.—Yo su locura
conozco y su perfidia y su impudencia;
pero en las de sus mágicos hechizos
doradas redes caigo prisionero.
Y ¡cómo no! si su hermosura irradia
con cegadora luz y ostenta el cetro
del arte, la política, la ciencia,
el lujo y el placer.?...—Madrid sonríe
en las serenas azuladas tardes
de la estación feliz.—Arrebatado
por tantos esplendores y atractivos,
salíme ayer á disfrutar los goces
que en rutilante copa nos ofrece
la tentadora capital.—Las calles
á la lumbre del sol resplandecían;
y alegre, inmenso, bullidor gentío
por ellas avanzaba presuroso,
en una misma dirección.
D ESD E LA CORTE 39

—¿A dónde
—me pregunté—de júbilo va henchida
esta ruidosa y varia muchedumbre?
:A celebrar acaso algún suceso,
magnífico blasón de nuestra historia?
¿A coronar la frente de algún sabio
insigne ó de un artista esclarecido?
¿A recibir tal vez á algún guerrero,
que á la patria salvó dé extraño yugo?
—No; esa gran multitud iba ¡á los toros!
como en la negra edad abominable
que marcó con el rayo de su ira
el ínclito y valiente Jovellanos.
Huyendo de tan tristes reflexiones,
por remontar el ánimo á la altura,
entré en el Parlamento.—¡El Parlamento!...
;Quién no soñó con él? ¿Quién desde el fondo
de su provincia, no entrevió esa cumbre
de truenos y centellas coronada?
¿Quién el radiante verbo y la elocuencia
no admiró de las glorias tribunicias,
como un clarín sonoras y brillantes
como el cristal y el oro? ¿Quién no ha ansiada
40 M A N U EL R EIN A

ser adalid ó espectador siquiera


de esas grandes batallas que se libran
en la candente arena del Congreso?...
A uno de esos combates encendidos
asistí ayer; mas lejos de elevarse
mi espíritu en el templo de las leyes,
se abatió más y más para mi daño;
que al ver tanta ambición, miseria tanta,
tanta pasión innoble revestida
de solemnes palabras fulgurantes,
muchos de aquellos bravos paladines
me parecieron héroes de teatro
con espadas, arneses y cimeras
de luciente cartón.

Grave y sombrío,
solaz buscando y dulce esparcimiento,
me refugié en el templo de Talía;
mas ¡qué espantosa decepción!... Las musas,
las generosas musas inmortales
de Calderón, de Lope, de Moreto,
de Ayala y de Tamayo—las que un día,
de mirto y de laurel la frente orlada,
D E S D E L A CO R TE 41

llenaron nuestra escena con las voces


de sus liras de oro—esas deidades
que al sacro nombre de la patria han dado
fama eternal y el universo adora,
arrojadas han sido del proscenio
por el coro de impúdicas bacantes,
cuya canción obscena y loca risa
¡el pueblo imbécil, delirante aclama!
■Cubierto de rubor y en ira ardiendo
salí del espectáculo; y, ansioso
de encontrar algo ameno y deleitable
al alma por la angustia combatida,
fui á un espléndido baile del gran mundo.

Los salones, poblados de hermosuras


cual los brillantes lienzos del Ticiano,
torrentes de vivísimos fulgores
y ritmos y fragancias despedían.
Todo era animación, placer y lujo
en aquella morada suntuosa,
donde sus cascabeles resonantes
la Locura agitaba. A las cadencias
de músicas lascivas, como abrazo
42 M AN U EL R E IN A

de meretriz, y más embriagadoras


que el néctar de Falerno, en torbellino
luminoso de blondas, seda y flores,
cien bellezas pasaban con los hombros
y la espalda desnudos, la sonrisa
de la pasión en la entreabierta boca
y á las torpes miradas ofrecido,
el seno de azucenas, mal velado.
Todas eran casadas; mas ¡ninguna
bailaba con su esposo!... El adulterio,
triunfador y satánico, reía;
reía... y sus siniestras carcajadas
mezclábanse á las músicas ligeras,
cuyas notas sonaban en mi oído
como ayes lastimeros, maldiciones,
cantos de bacanal, besos impuros
y roncos estampidos de pistolas.

Cuando salí del baile amanecía.


¡Qué alboradas tan lúgubres aquellas
que siguen á las fiestas y placeres!...
Todo era soledad, silencio y frío,
en la dormida capital. La lluvia
D ESD E L A C O R TE 43

con plañidera voz, tenaz cayendo,


llorar por los pecados parecía
de la noche pasada.—Sobre el fango
vi derribada á una mujer, el traje
desceñido y vistoso. Era una joven
—casi una niña—blanca como un nardo
y rubia cual las mieses. En su rostro
delicado, infantil, pero marchito
por el amor culpable, los licores
sus ósculos de púrpura estamparon;
y su resplandeciente cabellera,
en hilos esparcida, semejaba
arpa deslumbradora sobre el cieno.
Contemplando desdicha tan horrenda,
sentí anegarse en lágrimas mis ojos,
y en la Corte pensé, lúbrica diosa
en el obscuro légamo caída.

Ya conoces, amigo, los encantos


que te ofrece Madrid, no sus torturas.
:A qué hablar de los trágicos dolores,
la cólera sangrienta y el estrago
de la tremenda lid que aquí se libra
44 M A N U EL R E IN A

para escalar la suspirada cumbre?...


Pero ¡ah! tienes razón, mi fiel amigo:
si recio y pavoroso es el combate,
más funesta cien veces y temible
es la inacción: las aguas estancadas
la muerte encierran en sus turbias ondas;
¡mas el agua corriente canta y brilla
y hace brotar los frutos y las flores!
Tienes razón, espíritu animoso;
vivir es batallar. ¡Ven, pues, y lucha!
Te saldrán al encuentro la ignorancia,
el odio ruin, la ponzoñosa envidia
y la burla menguada. ¡Qué te importa!
Presenta á las pasiones miserables
la poderosa llama de tu mente
y el escudo de bronce del desprecio.
¡Ven, pues, á combatir, y ojalá venzas!
¡Ojalá, noble amigo, que la fama
tu genio aclame en no remoto día,
y que el buril de fuego de la Historia
grabe tu nombre en la corteza dura
del árbol gigantesco de la gloria!
EL CARNAVAL DE VENECIA

Bacanales, sonoras mandolinas,


fantásticas y alegres mascaradas;
las góndolas, de antorchas coronadas,
meciéndose en las aguas cristalinas;

rubias sirenas, pálidas ondinas


de hermosa faz y eléctricas miradas,
citas de amor, terribles emboscadas,
olas de fuego y músicas divinas;
46 M AN U EL R E IN A

palacios esplendentes, noches bellas,


lujo oriental, él combatir violento
de espadas al fulgor de las estrellas;

bailes, fiestas,, celosos corazones...


y la lira de Byron dando al viento
satánicas y lúgubres canciones!
BOCETO

A Jo sé M arta Alcalde.

La náyade sagrada de la fuente,


entre gemidos y sollozos, canta
una historia de trágicos amores,
bajo las ondas de zafir y plata.
48 M A N U EL R E IN A

Es una noche del risueño estío;


noche feliz, serena y perfumada.
Como el redondo seno de una virgen
brilla la luna blanca.

En medio del jardín esplendoroso,


sobre la fresca alfombra de esmeralda,
un hombre yace, atravesado el pecho
por fieras estocadas.

Vese á sus pies un bandolín quebrado;


las estrellas de luz su rostro bañan,
y las flores, movidas por el céfiro,
besan su frente pálida.

Todo es misterio y paz; sólo resuena


en el silencio de la noche plácida
una doliente voz de arpa de oro
que se deshace en lágrimas.
BOCETO 49

Es la náyade triste de la fuente


que, entre gemidos y sollozos, canta
una historia de trágicos amores,
bajo las ondas de zafir y plata.

i8go.
LA ETERNA MASCARADA

¡Todo es disfraz! Bajo una frente hermosa


■descubro un pensamiento pervertido:
allá contemplo un sér empedernido
con tristes ojos y la voz llorosa.

Aquí la corrupción con faz de diosa;


y allá, en risueño y apartado nido
de amores, el rencor vela escondido,
cual víbora en el cáliz de una rosa.
52 M AN U EL R E IN A

¡Todo es disfraz! Con cara placentera


y en el labio la alegre carcajada
la horrorosa perfidia nos espera.

¡Tuvo siempre el cobarde audaz miradal


¡Piel sedosa y brillante la pantera!
¡Y resplandores la traidora espada!

1883.
LA DIOSA DE LA ALHAMBRA

(Á PROPÓSITO D E LA CORONACIÓN DE ZORRILLA)

A Fernanflor.

La mañana está llena de alegría,


de pájaros y rosas,
de perfumes, violetas, mariposas,
olas de lumbre y rústica armonía.
54 M AN U EL R E IN A

Feliz la primavera resplandece


bajo el cielo dorado;
el agua ríe, el campo reverdece,
canta el céfiro alado;
quiebra el arroyo su onda cristalina;
ciñe el verjel su espléndida guirnalda;
el sol besa el paisaje y lo ilumina,
y, en plena luz, la alegre golondrina
lanza vivos reflejos de esmeralda.
Todo en esta mañana rutilante
es venturoso y plácido. Las flores,
las cascadas, el cielo centellante,
el insecto, la cumbre, la llanura,
floresta, lago azul, valle, espesura,
brisas, arroyos, frondas, ruiseñores...
todo, todo murmura
la sublime canción de los amores.
Irisado de esmaltes y esplendores,
se alza el árabe alcázar, el lujoso
palacio del placer y los festines,
cincelado, gentil, maravilloso, ,
entre cármenes, bosques y jardines.
El arte y la feraz naturaleza
L A D IO SA D E L A A LH A M BRA 55

en retiro tan bello y deleitoso,


muestran todo su encanto y poesía,
su gracia y majestad, pompa y grandeza,
á la luz cegadora de este día.
Asombro son aquí de las miradas
las columnas en pórfido labradas;
las cúpulas de estaño brilladoras;
las moriscas arcadas
de azul, púrpura y oro recamadas,
reflejándose en fuentes bullidoras.
Allí, bajo los árboles frondosos
que hiere el sol con flechas de diamante,
arpas atronadoras
son los roncos torrentes espumosos;
bruñido espejo el lago fulgurante,
y la enramada, pródiga en colores,
imperio de las aves y las flores.
Sobre el mullido césped de amaranto,
ostenta el pavo real su hermoso manto
bordado de zafiros y rubíes;
vuela de rama en rama
el jilguero de plumas carmesíes,
cruza el aire el pinzón como una llamaj
56 M AN U EL R E IN A

la abubilla despide entre las frondas


magnífico destello,
y el blanco cisne, de arrogante cuello,
surca solemne las tranquilas ondas.
Flora, como los pájaros sus alas,
extiende allí sus opulentas galas.
Abre la rosa fresca y encendida
sus rojos labios en el bosque umbrío;
la azucena, cargada de rocío,
copa semeja de licor henchida;
yérguese esbelto el girasol bravio
con su regia aureola;
luce el jazmín su cáliz nacarado,
sus pétalos de fuego la amapola
y el tulipán sus hojas de brocado;
la sensitiva irradia y se estremece;
el nardo joya de marfil parece;
del copudo granado,
tendida entre las flores de escarlata,
la tela de la araña resplandece
como una red de plata;
flota al aire la obscura enredadera,
■como rota bandera;
L A D IO S A D E L A A LH A M BRA 57

da el jacinto sus áureos tornasoles;


la magnolia triunfante
todo es color, pujanza y lozanía;
muestra el lirio fragante
su túnica de raso y pedrería,
y entre el césped fulgura la violeta,
como pupila inquieta
al través de una verde celosía.
Pero ¡Alhambra! tu flor más olorosa,
más pura y delicada,
tu pájaro de pluma más vistosa
y voz más regalada,
tu gloria insigne, tu mejor tesoro
es la augusta beldad, la casta diosa
que en las nítidas manos de jazmines
lleva una lira de oro
y vaga por tus bosques y jardines.
Vedla en esta mañana deliciosa,
la rubia cabellera desatada
y en vivo resplandor la faz bañada.
Su redonda garganta alabastrina
tiene el lánguido y dulce movimiento
de la enarcada azul ola marina.
58 M AN U EL R E IN A

que levanta y deprime el raudo viento.


Su figura hechicera,
envuelta en blanca túnica de encaje,
deja, al cruzar ligera,
relámpagos de nieve entre el follaje.
Vedla deslumbradora,
coronada de rayos la alta frente,
siguiendo el curso de ondulosa fuente
de linfa de zafir y voz sonora.
De sus celestes ojos soñadores
una lágrima rueda diamantina,
que arrastra la corriente cristalina
llena de sol y pétalos de flores.
Y dominando cantos y rumores,
del plectro arranca una canción divina,
á cuyos dulces ecos inmortales
del palacio oriental, de los raudales,
del tronco de los árboles ingentes,
de los bosques, florestas y torrentes,
salen ondinas, silfos y nayadas
de ojos reverberantes como estrellas;
odaliscas de eléctricas miradas;
paladines, ceñida la armadura
LA D IO S A D E L A A LH A M BRA 59

que despide centellas;


pajes, reinas de mágica hermosura,
dueñas con negros mantos, escuderos,
astrólogos, monarcas, embozados,
guerreros, monjas bellas,
heraldos, caballeros
con chambergo y tizona, enmascarados,
trovadores, sultanas
vestidas de tisú, seda y bordados;
moros, fascinadoras castellanas,
hosteleros, soldados
de los tercios de Flandes; infanzones,
ministriles, deidades africanas,
duendes, gnomos, juglares y bufones.
¡Vedlos pasar! Al frente
de la legión fantástica figura
galán altivo de ademán valiente,
de seductora faz, pupila ardiente
y bizarra apostura.
Ostenta primorosa vestidura
á la usanza gentil de Carlos Quinto;
lleva pluma en la toca, y en el cinto
larga espada de rica empuñadura.
6o M A N U EL R E IN A

¡Vedlos pasar! Detiénense delante


de la diosa del plectro resonante;
una corona de laurel le ofrecen
y cual visión fugaz, desaparecen.
^Sabéis quién es el hada
que llena el ancho espacio de armonía?
Es la musa radiante
del cantor de Toledo y de Granada;
y la legión errante,
los héroes que engendró su fantasía:
soberbias, poderosas creaciones
que poblarán ¡oh, Alhambra! tus salones,
tus claras fuentes, tu enramada umbría
y tus viejos moriscos torreones,
mientras haya en la tierra poesía
y en los pechos amantes corazones!

Ju n io 89.
LAS ALMAS TRISTES

Yo amo las tristes almas dolorosas


que la intensa amargura han devorado:
el valle por la lava calcinado,
dá ricas vides y fragantes rosas.

¡Lejos de mí las risas bulliciosas!


¡Lejos de mí el placer emponzoñado!
Yo amé siempre el dolor, raudal sagrado
de purísimas lágrimas hermosas.
Ó2 M A N U EL R E IN A

Triste es todo lo grande, noble y fuerte:


el libro de la Historia, los profetas,
los abismos, los templos seculares.

Tétrico es el amor como la muerte;


lúgubre el corazón de los poetas
y amargos son los dilatados mares.
13 M a y o 93.
EL CAMPANARIO DE MI ALDEA

En las felices horas


de la niñez serena
cuando se encuentra el alma
en nube azul envuelta,
y sobre nuestra frente
la aurora centellea,
64 M A N U EL R E IN A

recuerdo que mis glorias,


mis dichas más supremas,
no eran buscar los nidos
en la frondosa selva,
ni arrebatar el fruto
dorado á la arboleda,
ni disparar al pájaro
la voladora flecha.
No; todos mis placeres
y mis encantos eran
tocar la alegre esquila
del blanco campanario de mi aldea.

II

Cuando la dulce esquila


en su prisión de piedra
daba al callado viento
sus notas placenteras,
como en su jaula el ave
entona sus endechas,
todo mi ser vibraba
E L C A M P A N A R IO D E M I A LD EA 65

cual melodiosa cuerda;


poblábase mi mente
de imágenes risueñas,
y el alma, de entusiasmo
y de delicias llena,
hermosa fulguraba
como radiante estrella.
La voz de aquella esquila
fué mi primer poema,
y el arpa de mi infancia
el blanco campanario de mi aldea.

III

Hoy que del alma mía


la hermosa fe se aleja,
cual huyen de la rota
cítara las cadencias;
hoy que en mi triste pecho
el huracán arrecia
los dioses derribando
de mi niñez serena;
66 M A N U EL R E IN A

hoy que es mi augusto templo


la catedral excelsa
del arte, y que es mi vida
batalla gigantea;
hoy que las tempestades
sobre mi frente truenan,
en mis amargas horas
de dudas y tristezas
¡con cuánto amor recuerdo
el blanco campanario de mi aldea!

1882.
LA OPINIÓN

Soy la opinión, tu esclava y tu tirana

A. R íos Y R osas

¿Quién no amó alguna vez á esa bacante


de ardientes ojos y de boca impura?
¿Quién no admira su espléndida hermosura?
¿Quién no buscó su seno palpitante?

¿Quién en su beso erótico y vibrante


no oyó sublime canto de ventura,
y el frenesí no siente y la locura
al recibir su abrazo delirante?...
68 M AN U EL R E IK A

¡Feliz el varón fuerte, el alma altiva


que huye de la sirena engañadora
y sus halagos pérfidos esquiva:

que es la opinión la llama abrasadora


que acariciando fúlgida y lasciva
al tronco, lo abrillanta... y lo devoral

1894.
ULTIMA PRIMAVERA DEL POETA

A Jo sé J . Herrero.

Coronado de lirios y esplendores,


mayo aparece tibio y perfumado;
y ¡ay! en la dura cruz de los dolores
el lírico alemán yace enclavado.
70 M AN U EL R E IN A

El que trocó las gotas de rocío


en lágrimas y en fúlgidos diamantes,
en fantástico mundo el mar bravio
y las rosas en senos palpitantes;

el autor de la nueva prim avera;


el que vida y lenguaje dió á las flores^
ninfas á la enramada y la pradera
y en su pecho anidó á los ruiseñores.

hoy cierra, airado, los dolientes ojos-


para no ver el sol áureo y triunfante,
y maldice con lúgubres enojos
la primavera nítida y fragante.

¡La primavera!... Dulce y luminosa


palabra que, en su ardiente fantasía,
hace vibrar la mágica poesía
de su risueña juventud hermosa!
Ú L T IM A P R IM A V E R A D E L P O E TA 71

¡La primavera!... La estación lozana


que el cuadro iluminado de fulgores
despliega por su mente soberana,
de su dicha fugaz' y sus amores!

Y sueña el triste en los remotos días


de alegre cielo y de ilusiones bellas,
en que entonaba cantos y armonías
su musa coronada de centellas.

Ora vése bogando entre las olas,


en las azules noches estrelladas,
y oyendo las mentidas barcarolas
que cantan las sirenas y nayadas;

ya recorriendo el bosque misterioso;


ora surcando el lago de cristales;
ya cantando un idilio venturoso
al pie de los laureles y rosales.
72 M A N U EL R E IN A

Entonces surgen, en su mente inquieta,


sus amadas de rostro alabastrino,
rubios cabellos y ojos de violeta
y blanca veste de flotante lino.

Y al comparar delicias y esplendores


de aquel plácido tiempo sonrosado
con los presentes trágicos dolores,
llora su corazón desesperado.

Y el vate cierra los cansados ojos


para no ver el sol áureo y triunfante,
y maldice con lúgubres enojos
la primavera nítida y fragante.

Mientras responde mayo, sonriente,


á su inmortal poeta con un coro
de arpados ruiseñores, y en su frente
coloca el sol una diadema de oro.
1892.
EN LA FLORESTA

Fuera del mundo y de su pompa vana


seré feliz—me dije cierto día—:
el verde bosque y la floresta umbría
libres están de la miseria humana.

Al campo vine; la estación lozana


me brinda sus deleites y poesía,
y raudales de lumbre y armonía
vierte sobre los prados la mañana.
74 M A N U EL R E IN A

Mas ¡ay! lejos de hallar el bien ansiado,


se avivan los tormentos y dolores
de mi sensible espíritu angustiado;

¡que en estos valles de olorosas flores


vaga siempre el fantasma desolado
de mis muertos, idílicos amores!

i6 m ay o 93.
A ANTONIO AGUILAR Y CANO
CON MOTIVO D E LA M U E R TE DE SU H IJO

¡Ven á mis brazos, cariñoso amigo!


Sólo los corazones desgarrados
por los tormentos de la horrible vida
saben lo que es dolor; sólo en las almas
76 M A N U EL R E IN A

grandes y tristes hallará consuelo


tu desesperación. ¡Ven á mis brazos,
y el raudal de tus lágrimas sangrientas
se mezclará al torrente de las mías!
Sí, yo he rodado, como tú, del cielo
al espantoso abismo: la campana
del funeral de mi adorada esposa,
¡por mí también, por mí doblaba á muerto!
Yo he sentido, cual tú, las garras fieras
de un buitre destrozando mis entrañas,
/ mientras la recia tempestad rompía
• furiosa mi cerebro, y la blasfemia
brutal y atronadora como un tiro,
en mis trémulos labios estallaba!
' Sí, yo he vertido lágrimas á mares,
y tengo, como tú, llagado el pecho;
y he visto negro el sol, negras las rosas,
y á un mismo tiempo he orado y maldecido!
-j Y ¡cómo no! si el ángel de mis sueños,
la dorada ilusión de mis amores,
./ el astro de mi gloria... todo fuéme,
como á tí, por el cielo arrebatado!
¡El cielo!... No es posible que se esconda
Á A N TO N IO A G U ILA R Y CANO 77

bajo su faz azul, tanta negrura!


¡No, no es posible que el sagrado cielo
hiera la frente cándida de un niño,
y corte la existencia inmaculada
de una esposa feliz y tierna madre,
mientras respetan sus mortales rayos
abominables seres, pechos viles
y corazones de serpientes nidos!
...Pero estoy delirando. Sí, es el cielo;
es el cielo benigno el que arrebata
de la vida infernal las almas bellas.
¿Sabes por qué los astros relucían
con esplendores mágicos, la noche
en que expiró tu idolatrado hijo?
¿Sabes por qué sus galas y perfumes
las flores esa noche prodigaban,
y eran más seductoras las endechas
del ruiseñor y el céfiro más blando?
¿Sabes por qué las rosas y los lirios •
del triste cementerio en esa noche,
palpitaban de amor al dulce beso
de las enamoradas mariposas?
¿Sabes por qué la rutilante luna
78 M A N U EL R E IN A

bañaba en luz de plata el campo-santo,


y de las tumbas lúgubres surgían
músicas, regaladas y canciones?...
Porque tu angelical hijo adorado
iba á morar en la mansión eterna,
y su divino espíritu radiante
piadoso el alto cielo nos robaba.
¡Oh, piadoso mil veces, sí, piadoso!
¡Feliz quien muere niño, y no conoce
la espantosa miseria de la vida!
,jQué mayor bien á un alma fresca y virgen,
como la de un querube, puede el cielo
dispensar que librarla del naufragio
de las fascinadoras ilusiones,
de la fe, de la dicha y la esperanza!
¿Qué más grande supremo beneficio
que salir para siempre ileso y puro
del antro pavoroso de chacales,
de víboras, de tigres y panteras,
que titulamos mundo...?
Pero en vano
alivio busco á tu terrible duelo.
No hay bálsamo que cure las heridas
A A N T O N IO A G Ü IL A R Y CANO
79

que nos abrió el destino. Los sollozos


tu garganta estrangulan... ¡Llora, llora,
y reclina la pálida cabeza
sobre este corazón que sufre y ama!

A g o sto 93.
LA POESIA

A Teodoro Llórente.

Como el raudal que corre en la pradera


copia en su espejo pájaros y flores,
la alada mariposa de colores,
el verde arbusto y la radiante esfera;

la sublime poesía reverbera


combates, glorias, risas y dolores,
odio y amor, tinieblas y esplendores,
el cielo, el campo, el mar... ¡la vida entera!
6
82 M A N U EL REIN A

¡Así Homero es la lid; Virgilio, el día;


Esquilo, la tormenta bramadora;
Anacreonte, el vino y la alegría;

Dante', la noche con su negro arcano;


Calderón, el honor; Milton, la aurora;
Shakespeare, el triste corazón humano!

14 m a y o 93.
LA ESTATUA

En medio del jardín yérguese altiva


en riquísimo mármol cincelada
la figura de un dios de ojos serenos,
cabeza varonil y formas clásicas.
84 M ANUEL R E IN A

En el invierno la punzante nieve


y el viento azotan la soberbia estatua;
pero ésta, en su actitud noble y severa,
■sigue en el pedestal, augusta, impávida.
En primavera el aureo sol le ofrece
un manto de brocado; las arpadas
aves con sus endechas la saludan;
los arboles le tejen con sus ramas
verde dosel; el cristalino estanque
la refleja en sus ondas azuladas,
y los astros colocan en su frente
una diadema de bruñida plata.
Mas la estatua impasible está en su puesto
sin cambiar la actitud ni la mirada.

el genio inmortal, dios de la tierra,


siempre blanco de envidias ó alabanzas,
impávido, sereno y arrogante,
sobre las muchedumbres se levanta!
AL JENIL

¿Sabes, claro Jenil, por qué te adoro?


Porque en tiempos felices tu onda pura
ciñó encajes de plata á su hermosura,
velando de sus gracias el tesoro.

¡Jenil divino, en tu raudal sonoro


fulguró luminosa su figura
como cisne de espléndida blancura,
cual bella ondina de cabellos de oró!
S6 M A N U EL R E IN A

¡Tuyo es mi corazón, sagrado río;


que en tu florida margen deleitosa
duerme el sueño eternal el amor mío;

y triste compartiendo mil dolores


tu corriente, al besar su helada fosa,
lanza llanto, gemidos y clamores!

1894.
BYRON EN VENECIA

A Arturo Reyes.

Sobre la frágil onda iluminada


por el radiante sol, surca ligera
del bardo inglés la-góndola dorada
desplegando á los aires su bandera.
88 M AN U EL R E IN A

De pie en la popa; la ápolina fíente


bañada en rayos, la mirada inquieta
tendida por el mar resplandeciente,
boga triunfante el inmortal poeta.

Desde los cincelados miradores


las venecianas vírgenes hermosas
fijan en él sus ojos seductores
y le mandan sonrisas amorosas.

Y sueñan por la noche, enamoradas,


con la canción del bandolín sonoro,
el recio combatir de dos espadas
y el choque alegre de las copas de oro.
LA V ISIÓ N AM ADA

Cuando en la noche pura y silenciosa


por mis mejillas .corre el llanto ardiente
y vuela audaz mi arrebatada mente
por la sublime esfera luminosa,

pálida, surge con su faz de diosa


en el azul espacio transparente
la blanca musa de ala refulgente
y túnica flotante y vaporosa.
90 M AN U EL R E I N A

La divina beldad, en raudos giros,


traza envuelta en un nimbo plateado
sobre los aires, brilladora estela.

Viene á mis brazos, bebe mis suspiros:


me da en la frente un ósculo sagrado;
mi lloro enjuga y á los cielos vuela.
2r mayo 93.

\(
ÁL AUTOR DE «LA M USA ABANDONADA» w

¡Salud, cantor de fuego! tu poesía


ha reanimado la luciente llama
que, ya triste, en mi mente se extinguía.

(i) H e rm o so c a n to q u e e l S r . O r te g a d e la P a r r a d e d i­
c ó á la m u sa d e l a u to r d e este lib ro .
92 M ANU EL r e in a

y despliega el brillante panorama


del tiempo de la luz y de las rosas,
^ recuerdo el corazón me inflama.

Horas risueñas, noches deliciosas


consagradas al arte y la locura,
¡ay, cuanto más distantes, más hermosas!

¿No recuerdas la plácida lectura


de Hugo, de Heine, Becquer y Espronceda,
suspendida al pasar una hermosura.

cuya falda gentil de encaje y seda


resonaba tan dulce en nuestro oído
como el murmullo de la brisa leda?
A L A U T O R D E « L A MUSA ABAN D ON A DA » 93

Deslumbradora edad, tiempo querido


en que eran más espléndidas las flores,
más claro el cielo, el sol más encendido.

y en que abrasado el corazón de amores


lleno estaba de alegre melodía
como un nido de arpados ruiseñores. ^

¿Te acuerdas...? Nuestra ardiente fantasía


por regiones serenas y estrelladas
sus alas poderosas extendía;

y nuestro labio, en rimas inspiradas,


cantaba el arte, la beldad suprema,
la patria y libertad inmaculadas.
94 MANUEL REIN A

Nuestra vida era entonces un poema


de soberbias estrofas centellantes
y de glorioso y levantado lema;

mas ¡ay! las ilusiones delirantes,


la fe, la pasión viva, los albores
de aquellos verdes años rutilantes

huyeron con sus iris y colores


para no volver m ás.. Y en nuestros pechos
entraron como espadas los dolores.

Aflojáronse entonces los estrechos


vínculos con que el arte nos unía,
y en polvo miserable vi deshechos
A L A U T O R D E « L A MUSA A B A N D O N A D A »
95

los palacios que alzó mi fantasía,


que al recio choque de la horrible pena
perdió su pompa, brillo y lozanía.

Y mi musa calló. Y entré en la arena


parlamentaria, de entusiasmo henchido,
y de noble ambición el alma llena.

Allí por el progreso he combatido,


y en la inflamada lid he relegado
el estro y las canciones al olvido.

Pero hoy, que tú descorres del pasado


el velo de oro, y que tu voz vibrante
lanza á los vientos himno arrebatado.
96 MA N U EL R E I N A

mi noble musa yérguese triunfante,


y canta al recordar los áureos días
de su dichosa juventud radiante.

Mas ¡ay! que en sus cadencias y armonías


late el clamor, el lúgubre y sonoro
clamor de las solemnes elegías.

Ya no ostenta la púrpura y el oro


mi musa como ayer; negros cendales
viste, y derrama ensangrentado lloro.

ante los pavorosos funerales


de lo bello, lo grande, lo elevado
de todos los sublimes ideales...
A L A U T O R D E « L A MUSA- A B A N D O N A D A »
97

El paraíso de cristal soñado,


á la firme y potente sacudida
de la ciencia, se ha roto y desplomado.

Y hoy, como débil nave combatida


por fiera tempestad, la raza humana
cruza incierta los mares de la vida.

¿Qué fué de aquella juventud lozana


que llevaba en el pecho el heroísmo,
y en la mente el fulgor de la mañana.?

Presa del insaciable escepticismo,


cambió la fe gigante en osadía
y el entusiasmo férvido en cinismo.
98 M AN U EL REI NA

Én las almas ha muerto la alegría;


de su trono cayó la augusta diosa
de la inmortal, excelsa poesía.

Hasta la ingenua risa generosa


que cantaba el satírico valiente (l),
la risa placentera y bulliciosa,

fresca como raudal de oculta fuente,


la risa juvenil, dulce y perlada,
se ha vuelto impura, trágica y doliente.

Cruje en los aires formidable espada


anunciando la guerra; sus terrores
extiende por doquier la noche helada,
(i) A u g u sto B a rb ie r .
A L A UT OR D E « L A MUSA A BA N D O N A D A » 99

Trocáronse los himnos en clamores,


y vuela por el mundo, desatado
huracán de perfidias y rencores. -

¡Todo ruinoso está, todo infamado!


La verdad en el suelo escarnecida,
el ara rota, el arte profanado.

¿Dónde posar la frente dolorida?


;En qué corriente plácida y serena
beber la inspiración y hallar la vidar

¿Qué onda reverberante, aun la más llena


de frescura, de luz y de rumores,
traidora, no corrompe y envenenar
100 MA N U EL R E I N A

¿Quién canta entre rugidos y furores?


¿Cómo volar, cuando en el aire estalla
la tempestad con todos sus horrores?

¿Comprendes ya, comprendes por qué calla


tu pobre amigo? ¿Quién le escucharía
en medio del fragor de la batalla?

No canto, pero adoro la poesía


como en mis tiernos voladores años;
con ciego amor, con loca-idolatría:

Que ni angustias ni fieros desengaños


pueden matar pasión tan acendrada,
vencedora de males y de daños.
AL Au t o r de «la m usa abandonada » io i

La adoro, sí, lo mismo cuando airada


por defender la libertad querida
convierte el plectro en vengadora espada.

que cuando clama, en cólera encendida,


al mirar con espanto, horror y pena
á la patria ultrajada y abatida.

La adoro, sí, no sólo cuando truena


como la nube lóbrega y rujíente
de sombras, rayos y furores llenat

sino cuando contempla sonriente


su cuerpo virginal de nieve y rosa
en la linfa de un lago transparente.
M AN U EL R E I N A

Siempre la encuentro espléndida y grandiosa;


arrebatando al pueblo en la tribuna;
vertiendo llanto al borde de la fosa;

cantando, en noche de argentada luna,


un canto melancólico de amores,
al pie de la feliz reja moruna;

maldiciendo á tiranos y traidores,


ó en brazos del deleite adormecida
en blando lecho de olorosas flores;

ya de celeste resplandor vestida,


ya con negros crespones enlutada
ó la armadura bélica ceñida;
A L AU TO R D E « L A MUSA A B A N D O N A D A » 103

lo mismo en el taller que en la enramada;


en la vivienda humilde y venturosa
como en la altiva catedral sagrada;

en la bóveda ingente y luminosa


como en el ancho mar: la poesía
siempre es grande, magnífica y hermosa.

Pero hoy do la prefiere el alma mía


es en el patrio hogar, caliente nido
bañado de fulgores y armonía;

en el hogar seguro y escondido,


severo templo de virtud, distante
de toda pompa y mundanal ruido;
104 M AN U EL R E I N A

adonde hoy llego triste y anhelante,


en busca del reposo y la dulzura
para el enfermo corazón amante.

Sólo aquí la existencia es noble y pura;


aquí alienta la virgen poesía
rica de juventud y de ternura.

¡Aquí, amigo del alma, la sombría


noche que cubre el mundo desparece
al divino esplendor del claro día
que en la faz de mis hijos resplandece!
J u lio 1890.
E L E T E R N O DON JUAN

Mayo fascinador, bello y triunfante,


delicioso Don Juan, siempre adorado,
luce su vestidura de brocado,
sus joyas y su espada deslumbrante.

— ¡Terrible seductor, pérfido amante,


con tu encendido beso perfumado
cuánta, cuánta virtud has ablandado
más resistente y dura que el diamante!—
io 6 M A N U E L R EI N A

Mayo os sonríe, jóvenes dichosas.


¡Ya pulsa alegre su laúd sonoro!
¡Ya os da claveles y fragantes rosas!

¡Ya la escala gentil de seda y oro


pone en vuestro balcón!... ¡Temblad, hermosas;
que pronto verteréis amargo lloro!

M ayo 1894.
A UN AMIGO

Si no has tenido amantes como huríes


de espléndidas miradas,
cuerpo de nieve, labios de rubíes
y formas cinceladas;
io 8 MANUEL REINA

Si el canto de los dulces ruiseñores


tu pecho no enajena,
ni bañaste la mente en los fulgores
de la noche serena;

Si el licor de la gloria no has gustado,


que al delirio provoca;
si el seno de una virgen no ha rozado
tu enamorada boca;

Si pinturas, estatuas, monumentos


y estrofas cristalinas,
no te inspiran sublimes pensamientos
y emociones divinas;

Si Mayo con sus aves y colores


y su radiante velo
de auroras y crepúsculos y flores
no te remonta al cielo;
L UN AMIGO 109

Si de Shakespeare el mágico tesoro


tu vista no ha cegado,
y de Cervantes en la copa de oro
jamás te has embriagado,

No puedes ser feliz. Pero ¿qué digo?


Yo sé de un alma tierna y escogida
que probó esos deleites, noble amigo,
y es infeliz. ¡Tan lúgubre es la vida!

Ju lio 93.
¡\^-Ui''S--ú~'-',
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i l l a » .rv:; .’;.,'--., ■ . i'--'.-;


L E Y E N D O Á BYRON

Los dos ocultos en la verde umbría


reclinada mi sien sobre tu seno,
con voz sonora y de entusiasmo lleno,
el M a7ifredo inmortal yo te leía.

Al son de la inflamada poesía


lúgubre y estallante como el trueno,
temblaba conmovido el bosque ameno,
y el ruiseñor de espanto enmudecía.
M AN U EL R E I N A •

¿Te acuerdas?... De tus puras y lucientes


pupilas de zafir corrió en hilera,
mudo raudal de lágrimas ardientes.

Yo, entonces, desgarrando con enojos


el libro magistral que te afligiera,
con mi boca enjugué tus claros ojos!

1894.
LA R EIN A D E L A O RGÍA

La noche es azulada, espléndida, radiante.


En un jardín bañado de aromas y fulgores,
la juventud romántica celebra delirante
deslumbradora orgía bajo un dosel de flores.
8
II4 MA N U EL R E I N A

Es una seductora y alegre cortesana


la diosa de la fiesta, la reina de la orgía:
los brazos de alabastro; la faz de nieve y grana;
la noche en los cabellos y en la mirada el día.

Va envuelta en vaporoso y nítido oleaje


de gasas, de brocado, de terciopelo y blondas;
y muestra el seno mórbido más blanco que el
[plumaje
del cisne que resbala por las lucientes ondas.

La bacanal inflama cerebros y pasiones


y estalla el entusiasmo en férvidas corrientes:
suenan perladas risas, eróticas canciones,
crujidos de cristales y de ósculos ardientes.

y al cadencioso ritmo de un cántico sonoro


que entonan dulces arpas y alegres bandolines,
la juventud escancia en grandes copas de oro
licores perfumados con rosas y jazmines.
L A R E I N A D E L A ORGIA II 5

De pronto se interrumpe la bacanal dorada:


en medio de la fiesta siniestro ha aparecido
un fuerte y rudo obrero, de lúgubre mirada,
y á la arrogante diosa, veloz se ha dirigido.

«¡Perdón, esposo!» exclama la cortesanaher-


[mosa;
mas el obrero rudo la mira despiadado,
y en su desnudo seno de nácar y de rosa,
clava un puñal y grita: «¡Mi honor está ven-
[gadol»
li^ ® é ¥ ^ ií* y s jiíi;\
J ¿ .íS í'f» Á .Í íii^ S f^ I £ r ^ .< Á k .fT t. .• -í
E L PU EBLO P O E T A

A Francisco Rodrigues M arín.

El pueblo rey del sol y los amores,


el pueblo de alma ardiente y faz morena,
que vence al toro en la encendida arena
y ventana y altar cubre de flores;

el pueblo que sus épicos furores


muestra en la lid, su rumbo en la verbena,
en rudos versos de inspirada vena
sus dichas canta y llora sus dolores.
ii8 M A N U E L REINA

Cuando en las noches puras y radiantes


surca el espacio su cantar sonoro,
mi corazón redobla sus latidos.

Y oigo en las notas ósculos vibrantes,


crótalos de marfil, flautas de oro
y clamores, sollozos y gemidos.

S e p tie m b re 94.
***

¿Te acuerdas, vida mía,


de aquella tarde del abril radioso,
en que llenas las almas de alegría,
en el bosque frondoso
hablábamos de amor y poesía?
120 MA N U EL RE IN A

¡Cuánta empresa de gloria y de ventura


forjaba nuestra mente soñadora,
ai compás de la endecha embriagadora
del ruiseñor oculto en la espesural
¡Qué tarde tan feliz!... Enamoradas
brillaron de placer nuestras miradas;
tiñóse de rubor tu faz de aurora,
y con dulce embeleso
se unieron nuestras bocas inflamadas,
en ardoroso y prolongado beso.
Luego en la fuente cristalina y pura,
que da al bosque rumores y frescura,
las nacaradas manos sumergiste;
y haciendo copa de ellas
las claras linfas á beber me diste.
¡Cómo resplandecían
al sol tus manos bellas!
¡Y cómo al agitarlas parecían
verter lluvia de estrellas!...
Desde entonces tu imagen adorada
en mi fiel corazón llevo grabada;
y cuando imprime el ósculo de fuego
sobre mi sien la inspiración sagrada
Á. *** I2I

y al trabajo me entrego,
miro cruzar sobre el papel tus ojos
lucientes y azulados,
tu helénico perfil, tus labios rojos
y tus rubios cabellos desatados.

¿Te acuerdas, vida mía?


Un lustro apenas transcurrido había
desde aquella radiante y perfumada
tarde de primavera,
y eras ya la preciosa compañera,
la esposa idolatrada
de un tierno amigo de mi edad dorada.
Fiesta deslumbradora
en tus regios salones esplendía
y en ella tu hermosura aparecía,
como nunca, gentil y arrolladora.
Fresca nube de encajes, brilladora,
dibujaba tus formas cinceladas,
para las lides del amor labradas;
y en tu escote feliz, de aromas lleno,
encendido clavel se estremecía.
122 MANUEL R E IN A

cual boca enamorada que se abría


ansiosa de besar tu blanco seno.
¿Te acuerdas, mi ilusión? Tu alada mano
en las bruñidas teclas del piano
descifraba la célebre sonata
de Kreutzer, ese mágico tesoro
de notas peregrinas y triunfantes,
que ya semeja lluvia de diamantes
sobre un cristal sonoro;
ya rugidos de hirviente catarata;
ya pájaros que cantan y aletean;
ya copioso raudal de amargo lloro;
ya, en fin, recias espadas que golpean
sobre un arnés de oro.
Y pensé en las nerviosas y vibrantes
páginas delirantes
de la novela rusa, en que el poeta
traza el lúgubre cuadro de furores,
de odio, de excepticismo y de impudores,
de nuestra edad inquieta.
Clavando entonces mis amantes ojos
en tu faz expresiva y delicada,
vi una sonrisa entre tus labios rojos;
k 123

y vi alzarse tu seno, ola argentada


ceñida de la espuma de los tules,
mientras en tus magnéticas y azules
pupilas la pasión resplandecía,
y fija en mí tu eléctrica mirada,
en un beso de llamas me envolvía!
¡Supremo instante aquél! En mi doliente
pecho estalló el amor con ansia loca,
y de mis ojos la centella ardiente
quemó tu seno y tu fragante boca.
¡Supremo instante aquél!... Mas de repente
pensé en el hombre honrado,
en el amigo noble y generoso
á quien te uniste, y se nubló mi frente,
y, del afán lascivo, victorioso,
me alejé para siempre de tu lado.
¡Para siempre, mujer fascinadora;
aunque en acerbas lágrimas bañado,
mi enardecido corazón te adora!
D A D M E C H IPR E!

¡Dadme del añejo Chipre, rebosante


la copa de oro que el artista griego
modelara, encendido en sacro fuego,
sobre el redondo seno de su amante!

Sumergida en el néctar embriagante,


luminosa y feliz mi mente luego
á la patria inmortal del vate ciego
tenderá el ala inquieta y fulgurante.
126 M AN U EL R E IN A

¡Dadme Chipre: ver quiero los rientes


campos de Grecia, el Partenón divino,
musas, deidades, cielos esplendentes...

y olvidar negras cuitas y dolores,


reclinado en el pecho alabastrino
de la diosa gentil de los amores!

23 a g o sto 94.
LA C A N C IÓ N D E MI PU EBLO

¿V iste el país donde el limón florece?

(G oethe)

Mi pueblo es tan alegre, risueño y bullicioso


como una pandereta;
su cielo es de zafiro, su sol esplendoroso,
y del Jenil radiante mi pueblo delicioso
se baña en la onda inquieta.
128 M A N U EL R E IN A

Mi pueblo está cercado de huertas y olivares,


de viñas y jardines;
sus blancos campanarios semejan palomares;
y en él dan las guitarras sus plácidos cantares,
su aroma los jazmines.

Todo en mi pueblo ríe; la cristalina fuente,


el pájaro canoro,
la cincelada torre, la reja floreciente
y el vino generoso, el vino reluciente
que lanza rayos de oro.

Es un verjel soñado, feliz nido de amores


mi pueblo dulce y bello:
poblado está de notas, perfumes y colores,
de pechos entusiastas y rostros seductores
de mágico destello.
L A C A N C IO N D E M I PUEBLO 129

Mi pueblo es tan alegre, risueño y bullicioso


como una pandereta;
mas ¡ay! que en su brillante regazo delicioso
hay algo enfermo y triste, doliente y angustioso:
el alma del poeta.

i8go.
i|¿=- *. ■^ ' '^ -, -
-- -
Á SH A K E S PE A R E

En tus sublimes obras siempre late


tierno y crüel, feliz y desgraciado,
el corazón del hombre, atormentado
de las pasiones por el recio embate.

Como al infierno el florentino vate,


del alma á los abismos has bajado,
y rival de los dioses, has creado
toda una humanidad que ama y combate.
132 M A N U EL R E IN A

¡Oh, soberbio titán de la poesía


que ora me arrancas lastimero lloro,
ó ya de horror y angustia me estremeces:

Mi alma entusiasta y loca desearía


que el mar, que el vasto mar fuera de oro
para alzarte la estatua que mereces!

19 m a y o 93.
C A N C IO N ES D E MAYO

Ya el mes de mayo sonríe;


ya se llenan de canciones
las liras de los poetas
los espacios y los bosques.
Ya el mes de mayo sonríe;
¡ya en las fosas de los pobres,
tan tristes y abandonadas,
se ven coronas de flores!
134 M A N U EL R E IN A

II

Este es el mejor idilio:


lago brillante y sereno,
cielo azul, astros de oro,
notas, perfumes y céfiros;
el amor cruzando el lago
en un esquife ligero;
endechas de ruiseñores
y rumor de dulces besos.

III

De notas y alas vibrantes


poblada está la arboleda;
es que entre las verdes hojas
un ruiseñor canta y vuela.
También en mi corazón
alas y notas resuenan;
es que dentro de mi pecho
un ruiseñor aletea.
CA N C IO N ES D E MAYO 135

IV

Ha vuelto la golondrina
con el lacito encarnado
que le puso mi adorada
una mañana de mayo.
Al volver la golondrina
con el lacito encarnado,
me halla vestido de negro
y por mi amada llorando.

Es noche de azul y plata,


noche de amor y verbena:
en el cielo arden los astros,
y los besos en la tierra.
Entre el alegre bullicio
camina solo el poeta;
¡sólo con sus pensamientos
y sus profundas tristezas!
H A M L ET

A Conrado Solsona.

En la mente un volcán; en la mirada


la cólera sangrienta reprimida;
el sarcasmo en la boca contraída;
el amor en el alma desgarrada.

Ruje en su cráneo la tormenta airada;


venganza fiera, indómita^ encendida,
al noble corazón lleva ceñida
como serpiente al árbol enroscada.
138 M A N U EL REIN A -

Sus ensueños de amor, sus ilusiones,


placeres, gloria, porvenir hermoso...
¡todo al suelo cayó despedazado!

Y víctima de recios aquilones,


en esquife deshecho y tenebroso
navega por un mar ensangrentado!

1880.
D . JUAN EN LO S IN FIE R N O S

(p e n s a m i e n t o de b a u d e l a ir e )

El joyel diamantino en el sombrero,


la espada al cinto, el cuello de oro y blondas,
surca don Juan gallardo y altanero,
en fúnebre bajel las negras ondas.
i 40 M A N U EL REIN-A

Mujeres, peregrinas hermosuras


de ojos de luz y formas nacaradas,
abiertas las flotantes vestiduras,
detrás del seductor, gimen airadas.

Su padre, ensangrentada la mejilla,


á la legión terrible y clamorosa
de los muertos que vaga por la orilla,
muestra al hijo, con mano temblorosa.

La dulce Elvira triste y demacrada,


oculto él rostro con las trenzas de oro,
al lado de su amante va sentada,
vertiendo silenciosa amargo lloro.

Y en el timón la mano poderosa


una estatua de mármol, impasible,
traza cortando el agua tenebrosa,
de los infiernos el camino horrible.
D . JU A N E N LOS IN F IE R N O S 141

Mientras don Juan tranquilo, indiferente


á tantas desventuras y dolores,
los ojos clava en la fatal corriente
y lanza al viento una canción de amores.
E N ABRIL

Cuando Abril en los campos centellea,


poblarse miro de encendidas flores,
de césped, mariposas y colores,
el pobre cementerio de mi aldea.

Sobre sus tumbas canta y aletea


un coro de parleros ruiseñores,
y su tapia, del sol á los fulgores,
como risueño palomar blanquea.
144 M A N U EL R E IN A

Así mi pobre corazón herido,


cementerio olvidado y aterido,
baña Abril con un rayo de alegría.

Y entre sus tristes, removidas fosas,


del amor paternal brillan las rosas,
y canta el ruiseñor de la poesía.

M a y o 1893.
LA F IE S T A D E L CO RPU S

EN LA ALDEA-

La mañana risueña y perfumada


prodiga sus deleites y esplendores.
De verde juncia y pétalos de flores
la bulliciosa calle está alfombrada.
lO
146 M AN U EL R E IN A

Color y vida, jóvenes hermosas,


júbilo y paz, ingenuos madrigales,
fajas de seda, pintorescos chales,
bucles ornados de fragantes rosas.

Fulgura el sol en las tostadas frentes;


en las rejas, que brillan como plata,
abre el clavel sus hojas de escarlata
junto á los frescos labios sonrientes.

Llena de sencillez y poesía,


entre las vagas nubes del incienso,
pasa la procesión. Un grito inmenso
resuena de entusiasmo y alegría.

Bajo el palio de grana resplandece


el sagrado viril, símbolo santo.
Laten los corazones; dulce llanto
las serenas pupilas humedece.
L A F IE S T A D E L CORPUS 147

Mientras en el azul se alza y blanquea,


con sus nidos de alegres golondrinas
y sus vibrantes notas argentinas,
el pobre campanario de la aldea.

EN M AD RI D

Prodiga sus deleites y esplendores


sobre Madrid la virgen primavera.
Bañada está la capital entera
en encendida atmósfera de amores.

Lujo y animación, risas perladas,


balcones coronados de hermosuras
y de tiernos galanes, colgaduras
que parecen banderas desplegadas.

Ríe el sol en las joyas y en los trajes,


y besa el rostro de apretada nieve,
en tanto el aura voladora mueve
de las blancas mantillas los encajes.
148 M ANUEL R E IN A

Con la oficial brillante comitiva,


pasa la procesión majestuosa;
la muchedumbre apíñase curiosa,
muerta la fe, la sed de goces viva.

Bajo el palio magnífico aparece


la soberbia custodia de diamantes.
Hablan con entusiasmo los amantes,
y el fuego en las pupilas resplandece.

Mientras en el espacio centellea,


con sus radiantes formas cinceladas,
sus trenzas de oro y fúlgidas miradas,,
lasciva y triunfadora Citerea.

1892.
C L A V E L E S R O JO S

Rojo clavel abierto y perfumado


ostentaba su pompa y lozanía
sobre el nítido encaje, que cubría
las gracias de tu seno cincelado.

Aquella flor de pétalo encarnado


—viva llama que aromas esparcía—
deshojéla, gozoso, en la onda fría
del champaña de espuma coronado.
15° M AN U EL R E IN A

Ciego de amor, la copa, reluciente


del áureo vino, que al placer provoca,
apuré con afán y ansia vehemente.

Mas calmada no vi mi fiebre loca,


hasta que deshojó mi labio ardiente
el clavel encendido de tu boca.
ULTIMA NOCHE DE EDGARDO POE

En el vaso tallado y luciente


fulgura el ajenjo,
como el ojo de un tigre ó las ondas
de un lago sereno.
152 M ANUEL K E IN A

Bebe ansioso el licor de esmeralda


el vate bohemio,
el cantor de Eleonora, y se abisma
en plácidos sueños.

De repente, fantástica, surge


del vaso de ajenjo,
una virgen de túnica verde
y rostro siniestro.

Sus pupilas están apagadas


como un astro muerto,
y en sus lívidos labios la risa
parece un lamento.

Es la virgen la horrible Locura


que abraza al bohemio,
y se lanza con él á un abismo
terrífico y negro.
U L T I M A N O C H E D E ED G A R D O P OE IS 3

II

Enlazado á la virgen fantástica


de ojos yertos y frente de mármol,
así exclama, con lúgubre acento,
el pobre noctámbulo:

—¡Oh, bebamos, bebamos, hermosa!


Que los besos abrasan los labios
y el amor da una sed insaciable.
¡Bebamos, bebamos!

¡A gozar! Este néctar de fuego


tiene perlas, perfumes y rayos
como tú, mi gentil adorada.
¡Bebamos, bebamos!!
MANDEL REINA
JS 4

¡A cantar, á reir! Luego puedes


descansar en tu lecho de sándalo
bajo el rico dosel de oro y púrpura.
¡Bebamos, bebamos!

¡Sí, bebamos! La vida es horrible,


y ahogar quiero en el fondo del vaso
mis angustias y negros dolores.
¡Bebamos, bebamos!

III

En su raudo corcel de tinieblas


huyó luego el fantasma temido
de la noche glacial con los trasgos
y los mónstruos que engendra el delirio.
Ú L T I M A N O C H E D E ED G AR D O POE 155

De la aurora la antorcha de oro


alumbró con fulgores magníficos,
á la puerta de obscura taberna,
el cadáver del genio sombrío.

¡Sobre el cuerpo del mísero Edgardo


revolaba aquel cuervo fatídico
de su triste espantable poema,
dando roncos y fúnebres gritos!
T U S O JO S

Son tus ojos, mi bien, negros diamantes


en que relumbra el sol del Mediodía;'
ojos llenos de erótica poesía,
de llamas y promesas embriagantes.

Tus ojos son espejos fulgurantes


que reflejan la hermosa Andalucía
con su pompa, su gracia y alegría,
sus campos y sus cielos deslumbrantes.
«58 MANUEL REIN A

Cuando me asomo á tus pupilas bellas,


miro verjeles, árabes palacios,
mares de plata y luz, noches de estrellas.

patios floridos, ferias bulliciosas,


la Giralda riendo en los espacios,
y el amor sobre céspedes y rosas.

1894.
LO S CA BELLO S RUBIOS

¡Oh, rubias cabelleras desatadas,


como alegre raudal de olas de oro
os volcáis sobre el mágico tesoro
de divinas bellezas ignoradas!

¡Trenzas resplandecientes, esmaltadas


de claveles y rosas, yo os adoro:
diademas fuisteis del radiante coro
de mis dulces espléndidas amadas!
i6o M AN U EL R E I N A

¡Rizos de aureo vapor, rubios cabellos,


que haz de rayos de vividos destellos
parecéis, deslumbrando, á quien os mira:

Con vosotros tejió mi edad riente


la hamaca de mis sueños refulgente
y las doradas cuerdas de mi lira!
1894.
EL SUEÑO DE UNA NOCHE DE VERANO

(e n e l c o n c ie r t o )

A Juan Calvo de León.

Llueve: la tarde es triste y nebulosa.


Al beso de la lluvia fecundante
su frente inclina la purpúrea rosa,
como al ósculo fresco de su amante
la enamorada virgen ruborosa.
IÓ2 M A N Ü E L REI NA

El agua cristalina
en las frondosas ramas centellea,
cual joya de diamantes que campea
en los verdes cabellos de una ondina;
el ruiseñor se oculta y enmudece,
busca el nido la oscura golondrina,
la floresta reluce y se estremece,
y la lluvia, entre tanto, gime y llora,
y con sus hilos fúlgidos parece
arpa gigante de cristal, sonora.

Con el alma tan triste como el cielo


de este lluvioso día,
entro, buscando á mi dolor consuelo,
en el templo inmortal de la armonía.

De pronto en la alta esfera,


brilló, como sonrisa placentera,
la luz del sol, entre vapores rojos,
■que irradiando en los vidrios de colores
del templo musical, mostró á mis ojos
un agitado mar de resplandores.
EL sd e S o d e u na noche d e verano 163

Allí el cuello de encajes, la lujosa


seda y el raso espléndido, las- flores
entre los rizos negros ó dorados,
los seductores rostros de las bellas,
los lindos arabescos esmaltados
de la sala elegante y anchurosa,
las joyas coronadas de centellas,
el alegre abanico fulgurante,
la mantilla de nieve, la lustrosa
pechera de marfil, el chal brillante
bordado de vistosos colorines,
la luz artificial vertiendo estrellas
sobre trompas, timbales y clarines,
y dorando la lira melodiosa...
todo resplandecía,
todo lanzaba rayos y fulgores,
formando una grandiosa sinfonía
de relámpagos, lumbres y colores.

La orquesta abrió el concierto soberano


con la maravillosa melodía '
E l Sueño de una noche de verano.
M A N U aL R E IN A
IÓ4

Y en aquella cascada de armonía,


como en un cosmorama, yo veía
mi adolescencia, plácida alborada;
el blanco campanario de mi aldea,
con su rota veleta cincelada,
que en lo azul se destaca y centellea,
mis primeros amores;
las rejas llenas de olorosas flores
y de besos ardientes,
y aquellas noches puras y-lucientes
en que el alma volaba
de astro en astro, y en lumbre se bañaba.
Después mi arrebatada fantasía
se pobló de magníficos ensueños
de luz y poesía,
ora tristes, ya alegres y risueños.
Vi entonces la serena y argentada
noche del seco estío,
y en la corriente de brillante río
una barca poblada
de bulliciosos jóvenes y hermosas
coronados de rosas,
que al viento daban risas y canciones;
EL SUEÑO D E UNA N O C H E D E V E R A N O 165

€n tanto que en la orilla floreciente


un mancebo de pálidas facciones,
de tristes ojos y abatida frente,
alejarse miraba en la corriente
el esquife sonoro.
Borróse luego esta visión de oro,
y apareció una noche tenebrosa,
en cuyo fondo lúgubre y sombrío
alzábase la imagen pavorosa
de trágico y sangriento desafío.
Y semejaba en el oscuro cielo
la amarillenta luna agonizante
un cráneo de marfil sobre un gigante
catafalco de negro terciopelo. •
Tras este cuadro fulguró radiante
bello tropel de náyades y ondinas,
bañándose en azul y terso lago,
al cadencioso halago
de canciones y músicas divinas
que entonaban las ondas cristalinas.
Luego una huerta apareció frondosa
con sus parras, su fuente rumorosa,
sus rosales y arpados ruiseñores;
i66 M A N U E L REIN A

y bajo de un granado, cuyás flores


de púrpura y de fuego parecían
labios abrasadores,
dos amantes besábanse y reían.
Desvanecida esta visión de amores,
surgió un gótico templo iluminado,
todo vestido de tisú de oro,
con su altar de azucenas adornado
y su esculpido coro,
donde cantaba el órgano sonoro.
Al pie del ara una gentil doncella,
de rubia cabellera reluciente,
como el fleco dorado de una estrella,
ceñida de azahar la casta frente,
y la figura bella
envuelta en blanco velo transparente,
daba su mano fina y delicada
á un gallardo mancebo, de mirada
placentera y airoso continente.

Mas ¡ay! enmudeciendo de repente


la orquesta, desplomóse el atrevido
alcázar que elevó mi fantasía.
EL SUENO D E UNA. N O C H E D E VE RANO 167

volviendo yo, doliente y abatido,


á la espantosa realidad sombría.
¡Entonces, comparando
mi alborozada juventud serena
con estos tiempos de cansancio y pena,
toda la tarde la pasé llorando!

1885.
Á UNA DAMA

Soberbia emperatriz de la hermosura,


áureo sol de !a gracia y la alegría,
el cincel, la pintura y la poesía
enaltecen tu helénica figura.

¿Quién osará decir que tu dulzura,


tu belleza, esplendor y lozanía
cubren un alma engañadora y fría,
nido de la traición y la impostura!
170 M AN U EL R E I N A

¡Ah, qué risa te causa y menosprecio


la sociedad, que eleva himno sonoro
á tu falsa virtud y honor mentido!...

¡Ríe, diosa feliz; que el mundo necio


no ve en tu pedestal de bronce y oro
el bíasón de mis triunfos esculpido!

1894.
A V IC T O R B A LA G U ER

AUTOR D E L POEMA «SAFO»

Hay un arpa inmortal, arpa terrible


de pavorosos lúgubres acentos,
que recuerdan coléricos y bravos,
el furor de los mares y los cielos.
172 M AN U EL R EI N A

De sus cuerdas de bronce Homero arranca


de los combates el marcial estruendo;
la maldición Esquilo de los dioses
y el ronco sollozar de Prometeo.

Dante la voz de un siglo tenebroso;


Shakespeare los gritos, llantos y lamentos
del corazón humano; el lord sublime
sordos gemidos y sarcasmos fieros.

Hoy me parece oir, noble poeta,


al resonar tu cántico de fuego,
en que estallan de Safo los clamores
y el rugido espantoso de sus celos.

el arpa atronadora, el arpa eterna


de pavorosos lúgubres acentos
que recuerdan coléricos y bravos,
el furor de los mares y los cielos.

1889.
L A N O C H E -B U EN A

Risas, placeres, el altar dorado;


la familia que canta y se recrea
en torno de la blanca chimenea;
el vals alegre, rítmico y alado.

El corazón valiente del soldado,


henchido del recuerdo de su aldea,
y el champañ, que en la copa centellea,
de cristalina espuma coronado.
174 M A N U E L REIN A

Los infelices, la tormenta, el frío;


el niño abandonado, que suspira
triste y glacial; la voz atronadora

del vasto mar indómito y bravio,


y la campana, que, cual férrea lira,
ya parece que canta, ya que llora.
1883.
LA O L A N EG R A

Gritos de horror, lamentos y gemidos.


Tempestad en los aires y en las almas.
La ola negra, terrible y silenciosa,
avanza, avanza, avanza.
l^6 M AN U EL R EI N A

Los cerebros se rompen; las conciencias


envueltas en las sombras agonizan;
los corazones, yertos desfallecen...
¡Todo cruje y vacila!

Hasta la hermosa juventud sucumbe


en el naufragio horrendo, el pecho herido
por la insaciable garra de pantera
del torpe escepticismo.

Desquiciada la ciencia se derrumba;


la matrona del arte, ayer excelsa,
rueda en el turbio lodazal, quebrada
la corona de estrellas.

¡Todo se desespera, gime y llora!


En la inmensa catástrofe naufragan
el honor, la virtud, el entusiasmo,
la gloria, la esperanza!
LA. OLA N E G R A J77

Y sobre la ola negra que va hundiendo


templos y tronos, pueblos y naciones,
flotan los cuerpos lívidos y helados
de los vencidos dioses.

Gritos de horror, lamentos y gemidos.


Tempestad en los aires y en las almas.
La ola negra, terrible y silenciosa,
avanza, avanza, avanza.

1888.
Á NÚÑEZ D E A R C E

EN SU CORONACIÓN

Un genio ardiente, un alma vengadora,


reclama ya la universal conciencia:
brilla el cinismo, triunfa la licencia,
y la maldad se yergue vencedora.

Falta un genio de voz atronadora


que maldiga del vicio y la impudencia,
reduzca al ambicioso á la impotencia
y arranque tanta máscara traidora.
i8 o MA N U EL R EI N A

Un genio, sí, de frente inmaculada


que convierta su pluma de diamante
en látigo de fuego ó recia espada;

y que ostente en su espíritu radiante


de Tácito la cólera sagrada
y el estro airado del terrible Dante.
A n u S ez d e arce i8i

II

Ese genio inmortal, esa alma austera


solo puedes ser tú, sublime vate:
tú en cuya estrofa cincelada late
noble y augusta la verdad severa.

Tú cuya inspiración robusta y fiera


da al crimen y al error tremendo embate
en los valientes Gritos del combate,
donde solloza nuestra edad entera.
i 82 MANU EL R E I N A

Tú solo puedes ser el soberano


poeta vengador, porque has reunido
las virtudes del pueblo castellano,

y en tu grandioso canto enardecido


suena potente del león hispano
el formidable aterrador rugido!
Á NÓÑEZ D E ARCE

III

Hoy que el mundo latino te proclama


emperador del arte; hoy que un senado,
de noble admiración arrebatado,
ciñe á tu frente el lauro de la fama,

piensa en la humanidad que sufre y clama,


y pon la vista en nuestro pueblo amado
que roto, escarnecido y desgraciado,
en tí, varón insigne, espera y ama.
i 84 M AN U EL R E I N A

¡Y hace bien, vive Dios!... ¡Ya me parece


que estallan furibundos tus acentos!
¡Ya el mal, amedrentado, se estremece!

¡Ya las cuerdas de bronce de tu lira


se transforman en látigos sangrientos!
¡Ya miro arder el hierro de tu ira! .
D E S D E E L CAMPO

A ÜN AMIG

¡Salud, mi tierno, cariñoso amigo,


á cuyo dulce nombre la empolvada
lira del vate obscuro y solitario,
gozosa se estremece y grata suena!
i 86 M AN U EL RE NA

¡Salud, amigo fiel, alma escogida,


á quien ofrece pródigo el destino
en su espléndida copa de diamantes
el vino del placer y de la gloria!
A tí, que bogas en dorado esquife
por el azul, resplandeciente lago
de la felicidad, vuelen mis versos;
vuelen mis pobres versos, de violetas
y rosas coronados: que mi musa
rasgó los tristes, fúnebres crespones,
al refugiarse en los alegres campos,
huyendo de las pérfidas ciudades.
¡Oh, las ciudades!... Son como esas frutas
cuya sedosa piel de grana y oro
oculta un corazón seco y podrido.
Conozco bien esos brillantes centros
donde rugen los odios y rencores
como tigres hircanos; silba ronca
la sierpe de la envidia; el ave negra
de la calumnia da su grito horrible;
la voraz ambición maldice y llora...
Formando todo el mundanal tumulto,
que estalla como un trueno y finge airado
D ESDE E L CAMPO 187

satánica y terrible sinfonía


de ayes dolientes, lúgubres sollozos,
lamentos y siniestras carcajadas.
:Y no he de conocer esas mansiones
de la traición, colonias de los vicios,
antros de horrores, vastos coliseos
donde se representa el negro drama
de la vida infernal, si en las ciudades
corrió, para mi eterna desventura,
mi rutilante juventud?... Henchido
el corazón de férvido entusiasmo
y la mente bañada de fulgores,
pisé la arena del sangriento circo
de las fascinadoras capitales.
¡Edad feliz! Cantaban en mi pecho
los ruiseñores; nardos, azucenas
y perfumadas rosas florecían
en el risueño campo de mi espíritu.
A la bondad y tolerancia abierto,
mi virgen corazón su áureo tesoro
de afectos y ternura prodigaba;
y el mundo y las mujeres y los hombres
al través de la lente poderosa
ü88 M AN U EL F E IN A

de mi loco cerebro de poeta,


á mi absorta mirada aparecían
envueltos entre lumbres y esplendores.
¡Oh tiempo venturoso, en que anidaba
la celeste canción de alas de fuego
entre las cuerdas de mi dulce lira!
¡Risueña edad en que el licor divino
del amor y la dicha me embriagaba!
¡Cuán veloces corristeis, claros días
de rosadas auroras, arrancando
á mi frente la mágica diadema
de las puras radiantes ilusiones!
¡Cuán veloces corristeis, cuán veloces,
llevándoos con vosotros los celajes
de púrpura y azul, la primavera,
el sol y las florestas encantadas!...
Plegó la fe sus alas de paloma
en mi angustiado espíritu, y rasgado
el velo brillador que me ocultaba
la espantosa miseria de los hombres,
el árbol de mi vida, todo lleno
de pájaros y flores, cayó herido
por el hacha fatal del desengaño!
D ESD E E L CAMPO 189

Volví entonces los ojos á mis dulces


rústicas soledades, donde alegres
se deslizaron mis mejores días,
y al refugiarme en ellas, el reposo
y la paz encontré y el bien perdido.
¡Cómo refrescan la ardorosa frente
las auras puras de los verdes campos!
Los pájaros, arroyos y cascadas,
¡cómo llenan el alma de armonías!
¡Oh valle delicioso! ¡Oh bosque umbrío!
De vuestras arboledas y espesuras,
como alegre bandada de palomas,
salen deslumbradores los recuerdos .
y las horas más bellas de mi, vida.
Ameno valle, en tu feraz llanura
la blanca mariposa de mis sueños
tendió sus alas por la vez primera,
y en tus lirios, violetas y jazmines,
se embriagó de colores y perfumes.
Bajo los pabellones temblorosos
del intrincado bosque ¡cuántas veces
al calor de la plácida lectura
de los sublimes libros inmortales.
í9o M A N U EL R E IN A

mi inspiración, cual náyade sagrada,


se bañó en el raudal de la poesíab
Ante mis ojos admirados veo
poblarse estos verjeles y espesuras,
como en mi tierna edad, de ninfas bellas,
hadas, musas, deidades y heroinas.
Allí miro asomada entre el follaje,
á la gentil, provocativa Lesbia,
en los labios la risa bulliciosa
y el amor en los ojos centellantes.
Por los húmedos prados florecidos
pasa Beatriz, ceñida de fulgores
y blanca como el lino de su velo.
Reflejada en las linfas de una fuente
contemplo á Laura, la arrogante musa
de trenzas de oro, cuerpo de alabastro
y radiantes pupilas de zafiro.
Y allá, entre los rosales y laureles,
canta la dulce Ofelia y prende flores
en sus rubios cabellos desatados.
A la margen del bosque se dilata
resplandeciendo al sol, la hojosa viña,
bajo cuyas guirnaldas, recostado.
D ESD E EL CAMPO I9I

cantaba yo las báquicas estrofas


del lírico de Grecia, y los ardientes
cantos de amor de la latina musa.
Hoy como ayer, al mágico coniuro
de tan embriagadora poesía,
surgen locas y alegres las bacantes
coronadas de vides y de hiedras,
los ojos llenos de encendidas llamas
y sueltas las flotantes vestiduras.
Mientras el viejo Anacreon, ceñida
la cabeza de pámpanos lascivos,
vierte la fulgurante copa de oro
sobre el redondo seno de su amada.
Allá diviso en la floresta verde
el coro de las ninfas y nereidas,
y oigo sus frescas voces juveniles
y de sus liras de cristal las notas.
Y contemplo la pura y deslumbrante
belleza de las náyades desnudas,
que al rumor de los céfiros, se duermen
sobre el luciente espejo de las aguas.
Paréceme que vuelvo, noble amigo,
á mi dichosa edad: hoy como entonces.
192 M A N U EL REIN A

e020 de las delicias de estos campos,


donde, libre de afanes, vuela el alma
por la región azul de los ensueños,
olvidando las fieras tempestades,
entre-angustias y lágrimas, corridas.
Aquí todo es deleite y hermosura:
por todas partes la potente savia
se siente circular; brisas y aromas
flotan en los espacios transparentes;
llenas están de lirios las praderas,
de luz el cielo, el alma de alegría.
Sí, dulce amigo, aquí todo sonríe:
desde el altivo monte que el sol dora,
hasta la humilde funte; desde el álamo
de tronco brillador y hojas de plata,
hasta la brizna de mojada hierba
cuya punta sutil muestra un diamante.
¡Qué espléndidos paisajes! ¡Qué espec-
[táculos
se ofrecen á mi vista alucinada!
Sobre los campos la divina aurora
su veste de zafir y grana ostenta,
mientras el sol levanta entre el ramaje,
D E S D E E L CAMPO
^93

su palacio oriental de roja cúpula;


desgárranse los tules de la niebla;
los amplios horizontes se iluminan...
y aparece triunfante la mañana
llena de azul, de rayos y de flores.
Camino entonces por el hondo valle
donde el arroyo fugitivo quiebra
sus joyas de luciente pedrería;
donde' se yergue con su regia pompa
el arbusto gentil; tiemblan los nidos
resonantes de besos y canciones;
las abejas, de mieles embriagadas,
como en lecho de púrpura se duermen
en el seno encendido de las rosas;
suspira el ruiseñor; la primavera,
con su velo nupcial de luz tejido,
envuelve prados, ondas, monte y.nubes,
y el alma se sumerge en el profundo
corazón de la gran naturaleza.
Cuando la tarde, plácida y tranquila
como el cándido sueño de una virgen,
arroja sobre el campo su paleta
de tintas y matices delicados,
«3
194 M AN U EL R E IN A

y fingen los celajes áureas torres,


bajeles rotos, fúlgidas montañas,
monstruos de fuego, alcázares de lumbre,
recuerdo aquellas tardes deliciosas
de primavera, en que la pobre niña
de faz de nieve y celestiales ojos
—mi adorada beldad de trece abriles—
á mi lado sentábase á la sombra
de los almendros. Tierno adolescente
de casto corazón, yo entretejía
en sus rizos de seda, hojas y flores,
mientras con ojos puros me miraba
dando á los aires sus perladas risas.
Y pienso en los rosales de su tumba,
por mi mano plantados, donde moran
los ruiseñores, y amorosas lágrimas
resbalan por mis pálidas mejillas.
Al declinar la tarde, de los prados
suben emanaciones azuladas
como nubes de incienso; los paisajes
se desdibujan; brilla alguna estrella;
la obscuridad avanza, y pronto borra
del vasto lienzo céspedes floridos.
D E S D E E L CAMPO 195

diáfanas aguas, retorcidas vides,


horizontes y cielos irisados.
Y surge, envuelta en plácido silencio,
la noche, llena de misterio y calma
y augusta majestad. ¡Nada en el mundo
tan solemne, magnífico y grandioso,
como la noche en los desiertos campos!
¡Oh dulzuras! ¡Oh goces inefables!
En esas horas de éxtasis supremos
yo me siento feliz, y algo sublime
y superior al hombre en mí se agita;
mi mente vuela por el ancho espacio
que hermoso templo á mi mirada ofrece;
el hálito de Dios mi ser penetra;
la olvidada oración consoladora
vuelve á mi labio, y caigo de rodillas
bajo la inmensa bóveda estrellada.

C a m p o -R e a l, A b r il 1893.
A N D A LU C ÍA

A José Vignott.

Cielo brillante, fuentes rumorosas,


ojos negros, cantores y verbenas,
altares adornados de azucenas,
rostros tostados, perfumadas rosas.

Bellas noches de amor esplendorosas,


mares de plata y luz, brisas serenas,
rejas de nardos y claveles llenas,
serenatas, mujeres deliciosas.
M A N U EL R E IN A

Cancelas, orientales miradores,


la guitarra y su triste melodía,
vinos dorados, huertas, ruiseñores.

deslumbradora y plácida poesía...


He aquí al pueblo del sol y los amores,
la mañana del mundo: ¡Andalucía!
i8 8 i.
A H O R A C IO

En la profunda copa reluciente


de tus versos dorados, gran latino,
el néctar de tu numen peregrino
bebió mi corazón adolescente.

Tú me enseñaste a amar el bien presente,


las hermosas de cuerpo alabastrino,
la sagrada amistad, el áureo vino,
el verde campo, el patriotismo ardiente.
200 M A N U EL R E IN A

Tú, eñ horas de cansancio y amargura,


mitigaste mis lúgubres dolores
con tus máximas llenas de dulzura.

Por tí yo desdeñé pompas y honores,


y soy feliz con mi existencia obscura
entre pájaros, árboles y flores.

1894.

FIN
INDICE

P ágs.

C arta au tó grafa d e D. G a spa r N úñez de Arce.


D e d i c a t o r i a .— ^ m i M u sa ................................. 3
A u n p o e t a ..................... 7
L a p e r l a ........................................ ^ ................................... i3
U n d e s a ñ o ....................................... > 15
E n M a y o ..................................................... 19
B y r o n e n la b a c a n a l..................................... 21
L a g o ta d e sa n g re . ....................... 25
L a le g ió n s a g r a d a ..................................................... . . . 27
A u n a h e r m o s a .......................................................................... 3^
D e s d e la C o r t e . ...................................................................... 33
E l c a rn a v a l d e V e n e c ia . . . . ' ...................... .... 45
B o c e t o .................................................... .... • ........................... 47
L a e te rn a m a s c a r a d a . ......................................................... 51
L a d io sa d e la A lh a m b r a . ................................................. 53
L a s a lm a s t r is t e s ........................................... 61
E l ca m p a n a rio d e m i a ld e a ................................................ 63
L a o p in ió n ............................................... 67
Ú ltim a p r im a v e ra d el p o e ta ..................... 69
E n la flo re sta ..................................................................... • 73
A Antonio Aguilar y Cano. .............................................. 75
L a p o e s ía .................... 81
L a e s t a t u a ............................................... 83
A l J e n il............................ 85
14
202 ÍN D IC E

P ágs.

B y r o n en V e n e c ia .................................................................... . 87
L a v is ió n a m a d a .......................... ..............................- • • 89
A l a u to r d e « La m u sa a b a n d o n a d a » ................................... Qt
E l ete rn o D o n J u a n ................................................................ ^°5
A u n a m ig o ..................................................................................
Leyendo á B yro n . . . . . . . . r ...................... .... •
L a re in a d e la o r g ía .................................................................... ^^3
E l p u e b lo p o e ta .............................................. ^^7
*** ^^9
D a d m e c h ip r e ! ..................................................................' • • ^^5
L a c a n c ió n d e m i p u e b lo . . • . ............................................. ^27
A S h a k e s p e a r e ....................................... ^3 t
C a n cio n e s d e M a y o ............................. ^33
H a m le t ....................................................... ^37
D . Juan en los infiernos..................................... • • ' • ^39
E n A b r i l .......................... ............................................... , • • • i 43
L a fie sta d e l C o r p u s ......................................................................
Claveles rojos. . .................................................................. ......
Ú ltim a n o ch e de E d g a r d o P o e . ...............................- . 151
T u s o j o s ....................................................... ^57
L o s c a b e llo s ru b io s . . ........................ 159
E l su eñ o d e u n a n o ch e d e v e r a n o ...........................................161
A u n a d a m a .............................................................. 169
A V íc t o r B a la g u e r ............................................................... • 171
L a n o c h e -b u e n a ..............................................................................i 73
L a o la n e g r a .....................................................................................i 75
A N ú ñ e z d e A r c e ...........................................................................I 79
D e s d e el c a m p o . ........................................... 185
A n d a lu c ía ..........................................................................................197
A H o r a c io .................................................................. i 99
ERRATAS PRINCIPALES

Página. Línea. Dice. Debe decir.

86 4 m il d o lo re s m is d olores

125 2 ¡D a d m e d el añejo ¡D a d m e d e añejo

185 2 Á UN AMIG Á UN AMIGO

• f tBIEUOTECA^
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:

OBRAS DEL MISMO AUTOR

Andantes y allegros (poesías).


Cromos y acuarelas (poesías).
El dedal de plata (m o n ó lo go dram ático).

EN P R E P A R A C IO N

Poemas.
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