Peron 1974

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MODELO ARGENTINO
PARA EL PROYECTO NACIONAL
por Juan Domingo Perón

DISCURSO DEL TENIENTE GENERAL PERON ANTE EL CONGRESO DE LA


NACION EL 1° DE MAYO DE 1974

SEÑORES SENADORES Y SEÑORES DIPUTADOS:

Antes de dar lectura al mensaje del Poder Ejecutivo, deseo presentar en nombre de éste, el
más profundo agradecimiento a los señores Legisladores, que han hecho posible la
aprobación de leyes que eran absolutamente indispensables. Y en esto quiero también rendir
homenaje a los señores senadores y diputados de la oposición, que con una actitud altamente
patriótica no han hecho una oposición sino una colaboración permanente que el Poder
Ejecutivo aprecia en su más alto valor.
En una ocasión solemne como ésta, ante un Congreso reunido en idéntica oportunidad a
la de hoy, hace exactamente veinte años, dije al pueblo argentino dirigiéndome a sus
representantes: “Nunca me he sentido otra cosa que un hombre demasiado humilde al
servicio de una causa siempre demasiado grande para mí, y no hubiese aceptado nunca mi
destino si no fuera porque siempre me decidió el apoyo cordial de nuestro pueblo”.
La conformación de nuestra doctrina, que pueden aceptar todos los argentinos, porque
tiene caracteres de solución universal – y que incluso, puede ser aplicada como solución
humana a la mayor parte de los problemas del mundo como tercera posición filosófica,
social, económica y política – constituyó la primera etapa de lo que podría denominarse la
“despersonalización” de los propósitos que la revolución había encarnado en mí; tal vez
porque yo sentía desde mucho tiempo antes vibrar la revolución total del pueblo, y estaba
decidido, tal como lo expresé a los trabajadores argentinos el 2 de diciembre de 1943, a
“quemarme en una llama épica y sagrada para alumbrar el camino de la victoria”.
La doctrina fue adoptada primero por los trabajadores. “Yo los elegí para dejar en ellos
la semilla”. “Lo acabo de expresar: ¡Ellos fueron mis hombres!”. “Elegí a los humildes; ya
entonces había alcanzado a comprender que solamente los humildes podían salvar a los
humildes”.
Recuerdo que, cuando me despedía de la Secretaría de Trabajo y previsión el 10 de octubre
de 1945, entregué a ellos todos mis ideales, diciéndoles más o menos, estas mismas palabras:
“No se vence con violencia: se vence con inteligencia y organización”; “las conquistas
alcanzadas serán inamovibles y seguirán su curso”; “necesitamos seguir estructurando
nuestras organizaciones y hacerlas tan poderosas que en el futuro sean invencibles”; “el
futuro será nuestro”.
Antiguas palabras éstas, pero conservan aún toda su vigencia. Regresan hoy a esta alta
tribuna para señalar el curso de nuestro irreversible proceso revolucionario y de una vocación
nacional de grandeza, que no se pueden torcer ni desvirtuar.
Vivimos tiempos tumultuosos y excitantes. Lo que antes apareciera como simple
hipótesis y, generalmente, como teoría negada o discutida, es hoy una realidad universal que
está determinando el curso de la historia.
La masas del Tercer Mundo se han puesto de pie y las naciones y pueblos hasta ahora
postergados pasan a un primer plano. La hora de los localismos cede el lugar a la necesidad
de continentalizarnos y de marchar hacia la unidad planetaria.
Felizmente, este tiempo que nos toca vivir y dentro del que somos protagonistas inevitables,
nos encuentra a los argentinos unidos como en las épocas más fecundas de nuestra historia.
Es un verdadero milagro el que podamos ahora dialogar y discrepar entre nosotros, pensar de
diferente manera y estimar como válidas distintas soluciones, habiendo llegado a la
conclusión de que por encima de los desencuentros, nos pertenece por igual la suerte de la
Patria, en la que está contenida la suerte de cada uno de nosotros, en su presente porvenir.

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Nuestra Argentina está pacificada, aunque todavía no vivimos totalmente en paz.
Heredamos del pasado un vendaval de conflictos y de enfrentamientos.
Hubo y hay todavía sangre entre nosotros; reconocemos esta herencia inmediata a que
me he referido, y extraemos de ella la conclusión de su negatividad. Pero no podemos
ignorar que el mundo padece de violencia, no como episodio sino como fenómeno que
caracteriza a toda esta época. Que caracteriza, diría a toda época de cambio revolucionario y
de reacomodamientos, en que un período de la historia concluye para abrir paso a otro.
Nosotros hemos encarado la Reconstrucción Nacional. Entre sus más importantes
objetivos está el de reconstruir nuestra paz. Lo lograremos. No hay nada que no pueda
alcanzarse con nuestras inmensas posibilidades y con este pueblo maravilloso al que con
orgullo pertenecemos.
No ignoramos que la violencia nos llega también desde fuera de nuestras fronteras, por
la vía de un calculado sabotaje a nuestra irrevocable decisión de liberarnos de todos asomo
de colonialismo.
Agentes del desorden son los que pretenden impedir la consolidación de un orden
impuesto por la revolución en paz que propugnamos y aceptamos la mayoría de los
argentinos.
Agentes del caos son los que tratan, inútilmente, de fomentar la violencia como
alternativa a nuestro irrevocable propósitos de alcanza en paz el desarrollo propio y la
integración latinoamericana, únicas metas para evitar que el año 2000 nos encuentre
sometidos a cualquier imperialismo.
Superaremos también esta violencia, sea cual fuere su origen. Superaremos la
subversión. Aislaremos a los violentos y a los inadaptados. Los combatiremos con nuestras
fuerzas y los derrotaremos dentro de la Constitución y la Ley. Ninguna victoria que no sea
también política es válida en este frente. Y la lograremos. Tenemos no sólo una doctrina y
una fe, sino una decisión que nada ni nadie hará que cambie.
Tenemos, también, la razón y los medios de hacerla triunfar. Triunfaremos, pero no en
el limitado campo de una victoria material contra la subversión y sus agentes, sino en el de la
consolidación de los procesos fundamentales que nos conducen a la Liberación Nacional y
Social del Pueblo Argentino, que sentimos como capítulo fundamental de la liberación
nacional y social de los pueblos del continente.

Las fuerzas del orden -pero del orden nuevo, del orden revolucionario, del orden del cambio
en profundidad- han de imponerse sobre las fuerzas del desorden entre las que se incluyen,
por cierto las del viejo orden de la explotación de las naciones por el imperialismo, y la
explotación de los hombres por el imperialismo, y la explotación de los hombres por quienes
son sus hermanos y debieran comportarse como tales.
Todo esto -y todos tenemos conciencia de ello- se encuentra en marcha. Cada día que
pasa nos acerca a las metas señaladas.
Ha comenzado de este modo el tiempo en que para un argentino no hay nada mejor que
otro argentino. Ésto sólo es ya revolución de suficiente trascendencia como para agradecer a
Dios que nos haya permitido vivir para disfrutarlo.
Estamos terminando con la improvisación, porque no sólo el País lo exige, sino que el
mundo no admite otra alternativa.
Se percibe ya con firmeza que la sociedad mundial se orienta hacia u Universalismo
que, a pocas décadas del presente, nos puede conducir a formas integradas, tanto en el orden
económico como en el político.
La integración social del hombre en la tierra será un proceso paralelo, par lo cual es
necesaria una firme y efectiva unión de todos los trabajadores del mundo, dada por el hecho
de serlo y por lo que ellos representan en la vida de los pueblos.
La integración económica podrá realizarse cuando los imperialismos tomen debida
conciencia de que han entrado en una nueva etapa de su accionar histórico, y que servirán
mejor al mundo en su conjunto y a ellos mismos, en la medida en que contribuyan a concebir
y accionar a la sociedad mundial como un sistema, cuyo único objetivo resida en lograr la
realización del hombre en plenitud, dentro de esa sociedad mundial
La integración política brindará el margen de seguridad necesario para el cumplimiento
de las metas sociales, económicas, científico-tecnológicas y de medio ambiente, al servicio

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de la sociedad mundial.
El itinerario es inexorable y tenemos que prepararnos para recorrerlo. Y aunque ello
parezca contradictorio, tal evento nos exige desarrollar desde ya un profundo nacionalismo
cultural como única manera de fortificar el ser nacional, para preservarlo con individualidad
propia en las etapas que se avecinan.
El mundo en su conjunto no podrá constituir un sistema, sin que a su vez están
integrados los países en procesos paralelos. Mientras se realice el proceso universalista,
existen dos únicas alternativas para nuestros países: neocolonialismo o liberación.
La pertinacia en levantar fronteras ideológicas no hace sino demorar el proceso y
aumentar el costo de construcción de la sociedad mundial.
Para construir la sociedad mundial, la etapa del continentalismo configura una
transición necesaria. Los países han de unirse progresivamente sobre la base de la vecindad
geográfica y sin imperialismos locales y pequeños. Esta es la concepción de la Argentina
para Latinoamérica: justa, abierta, generosa, y sobre todas las cosas, sincera.
A niveles nacionales, nadie puede realizarse en un país que no se realiza. De la misma
manera, a nivel continental, ningún país podrá realizarse en un continente que no se realice.
Queremos trabajar juntos para edificar Latinoamérica dentro del concepto de
comunidad organizada. Su triunfo será el nuestro. Hemos de contribuir al proceso con toda la
visión, la perseverancia y el tesón que hagan falta.
Sólo queremos caminar al ritmo del más rápido. Y teniendo en cuenta que no todos han
de pensar de la misma manera, respetuosos de sus decisiones, habremos de unirnos
resueltamente con quienes quieran seguir nuestro propio ritmo.
Latinoamérica es de los latinoamericanos. Tenemos una historia tras de nosotros. La
historia del futuro no nos perdonaría el haber dejado de ser fieles a ella.
Paralelamente, nos uniremos a la acción d los países del Tercer Mundo, con los cuales
ya estamos unidos en la idea.
Nuestra tarea común es la liberación. LIBERACIÓN tiene muchos significados:
En lo POLÍTICO, configurar una nación sustancial, con capacidad suficiente de decisión
nacional, y no una nación en apariencia que conserva los atributos formales del poder, pero
no su esencia
En lo ECONÓMICO, hemos de producir básicamente según las necesidades del pueblo
y de la Nación, y teniendo también en cuenta las necesidades de nuestros hermanos de
Latinoamérica y del mundo en su conjunto. Y, a partir de un sistema económica que hoy
produce según el beneficio, hemos de armonizar ambos elementos para preservar recursos,
lograr una real justicia distributiva, y mantener siempre viva la llama de la creatividad.
En lo SOCIO-CULTURAL, queremos una comunidad que tome lo mejor del mundo del
espíritu, del mundo de las ideas y del mundo de los sentidos, y que agregue a ello todo lo que
nos es propio, autóctono, para desarrollar un profundo nacionalismo cultural, como antes
expresé. Tal será la única forma de preservar nuestra identidad y nuestra auto-identificación.
Argentina, como cultura, tiene una sola manera de identificarse: ARGENTINA. Y para la
fase continentalista en la que vivimos y universalista hacia la cual vamos, abierta nuestra
cultura a la comunicación con todas las culturas del mundo, tenemos que recordar siempre
que Argentina es el hogar.
En lo CIENTIFICO-TECNOLOGICO, se reconoce el núcleo del problema de la
liberación. Sin base científico-tecnológica propia y suficiente, la liberación se hace también
imposible. La liberación del mundo en desarrollo exige que este conocimiento sea libremente
internacionalizado sin ningún costo para él. Hemos de luchar por conseguirlo; y tenemos
para esta lucha que recordar las escencias: todo conocimiento viene de Dios.
La lucha por la liberación es, en gran medida, lucha también por los RECURSOS Y LA
PRESERVACIÓN ECOLÓGICA, y en ella estamos empeñados. Los pueblos del Tercer
Mundo albergan las grandes reservas de materias primas, particularmente las agotables. Pasó
la época en que podían tomarse riquezas por la fuerza, con el argumento de la lucha política
entre países o entre ideologías.
Tenemos que trabajar para hacer también del Tercer Mundo una comunidad
organizada. Esta es la hora de los pueblos y concebimos que, en ella, debe concretarse la
unión de la humanidad.
Finalmente, la liberación exige una correcta BASE INSTITUTCIONAL, tanto a nivel

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mundial como en los países individualmente.
La organización institucional tendrá que ser establecida una vez clarificado: qué se
quiere, cómo se ha de lograrse lo que se quiere, y quién ha de ser responsable por cada cosa.
Venimos haciendo en el País una revolución en paz para organizar a la comunidad y
ubicarla en óptimas condiciones a fin de afrontar el futuro.
Revolución en paz significa para nosotros desarmar no sólo las manos sino los
espíritus, y sustituir la agresión por la idea, como instrumento de lucha política.
Hemos sido consecuentes con este principio. Así reunimos a los máximos líderes de los
PARTIDOS POLITICOS que no integran el Frente Justicialista de Liberación, en diálogo
abierto y espontáneo con los Ministros del Poder Ejecutivo Nacional, y seguiremos
haciéndolo en adelante.
La JUVENTUD ARGENTINA, llamada a tener un papel activo en la conducción
concreta del futuro, ha sido invitada a organizarse. Estamos ayudándola a hacerlo sobre la
base de la discusión de ideas, y comenzando por pedir a cada grupo juvenil que se defina y
que identifique cuáles son los objetivos que concibe para el País en su conjunto.
Este es el inicio. El fin es la unión de la juventud argentina sin distinciones partidarias;
y el camino es el respeto mutuo y la lucha, ardorosa sí, pero por la idea.
Los TRABAJADORES, columna vertebral del proceso, están organizándose para que
su participación trascienda largamente de la discusión de salarios y condiciones de trabajo.
El país necesita que los trabajadores, como grupo social, definan cuál es la sociedad a
la cual aspiran de la misma manera que los demás grupos políticos y sociales.
Ello exige capacitación intensa y requiere también que la idea constituya la materia
prima que supere a todos los demás instrumentos de lucha.
Los EMPRESARIOS se han organizado sobre las bases que han hecho posible su
participación en el diálogo y el compromiso. De aquí en más, el Gobierno ha de definir
políticamente, actividad por actividad, y comprometer al empresario en una tarea conjunta,
para que su capacidad creativa se integre al máximo el interés del País.
Para identificar el papel de los INTELECTUALES, haya que comenzar por recordar
que el País necesita un modelo de referencia que contenga, por lo menos, los atributos de la
sociedad a la cual aspira, los medios de alcanzarlos, y una distribución social de
responsabilidades para hacerlo.
Este proceso de elaboración nacional tendrá que lograrse convergiendo tres bases al
mismo tiempo: lo que los intelectuales formulen, lo que el País quiera y lo que resulte
posible realizar.
A ellos toca organizarse para hacerlo. El intelectual argentino debe participar en el
proceso, cualquiera sea el país en que se encuentre.
Las FUERZAS ARMADAS están trabajando en el concepto de guerra total y, en
consecuencia, de defensa total. La verdadera tarea nacional es la de la liberación, y nuestras
Fuerzas Armadas la han asumido en plenitud. La defensa se hace así contra el
neocolonialismo y, el compromiso de las Fuerzas es con el desarrollo social integrado del
País en su conjunto, realizado con sentido nacional, social y cristiano.
Hay una cabal coincidencia entre la concepción de la IGLESIA, nuestra visión del
mundo y nuestro planteo de justicia social, por cuanto nos basamos en una misma ética, en
una misma moral, e igual prédica por la paz y el amor entre los hombres.
En cuanto a la MUJER, estamos profundamente satisfechos, como mandatarios y como
hombres, de su evolución en nuestra sociedad. Más de veinticinco años pasaron desde que la
asignación del derecho de voto femenino terminó con su subordinación política. Nuestras
mujeres mostraron desde entonces que pueden trabajar, elegir y luchar como los varones y
preservar, al mismo tiempo, los atributos de femineidad y de esposas y madres ejemplares
con que impregnan de afecto nuestra vida.
Estas concepciones, que vienen fortificando nuestra acción presente y que constituyen
nuestro programa grande para el futuro, configuran el contenido básico del MODELO
ARGENTINO que en breve ofreceremos a la consideración del País.
Nuestra Argentina necesita un PROYECTO NACIONAL, perteneciente al país en su
totalidad. Estoy persuadido de que, si nos pusiéramos todos a realizar este trabajo y si
entonces comparáramos nuestro pensamiento, obtendríamos un gran espacio de coincidencia
nacional.

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Otros países que han elaborado un estilo nacional tuvieron uno de dos elementos en su
ayuda: o siglos para pensarse a sí mismos, o el catalizador de la agresión externa. Nosotros
no tenemos ni una ni otra cosa. Por ello, la incitación para redactar nuestro propio MODELO
tiene que venir simplemente de nuestra toma de conciencia.
Como Presidente de los argentinos propondré un MODELO a la consideración del país,
humilde trabajo, fruto de tres décadas de experiencia en el pensamiento y en la acción. Si de
allí surgen propuestas que motiven coincidencia, su misión estará más que cumplida.
El MODELO ARGENTINO precisa la naturaleza de la democracia a la cual aspiramos,
concibiendo a nuestra Argentina como una democracia plena de justicia social. Y en
consecuencia, concibe al Gobierno con la forma representativa, republicana, federal y social.
Social por su forma de ser, por sus objetivos y por su estilo de funcionamiento.
Definida así la naturaleza de la democracia a la cual se aspira, hay un solo camino para
alcanzarla: gobernar con PLANIFICACIÓN.
Habremos también de proponer al País una reforma de la CONSTITUCION
NACIONAL. Para ello estamos ya trabajando desde dos vertientes: por un lado, recogiendo
las opiniones del País; y por el otro, identificando las solicitaciones del MODELO
ARGENTINO.
Quiero finalmente referirme a la PARTICIPACION dentro de nuestra democracia
plena de justicia social. EL ciudadano como tal se expresa a través de los partidos políticos,
cuyo eficiente funcionamiento ha dado a este recinto su capacidad de elaborar historia. Pero
también el hombre se expresa a través de su condición de trabajador, intelectual, empresario,
militar, sacerdote, etc. Como tal, tiene que participar en otro tipo de recinto: el CONSEJO
PARA EL PROYECTO NACIONAL que habremos de crear enfocando su tarea sólo hacia
esa gran obra en la que todo el País tiene que empeñarse.
Ningún partícipe de este CONSEJO ha de ser un emisario que vaya a exponer la
posición del Poder Ejecutivo o de cualquier otra autoridad que no sea el grupo social al que
represente.
Queremos, además, concretar nuestro pensamiento acerca de la forma de configurar las
concepciones de cada grupo social y también de cada grupo político. Concebimos que los
criterios formalizados en bases, plataformas u otros cuerpos escritos que expresen el
pensamiento de partidos políticos y grupos sociales, no pueden ser otra cosa que su versión
de PROYECTO NACIONAL.
Esclarezcamos nuestras discrepancias, y, para hacerlo, no transportemos al diálogo
social institucionalizado nuestras propias confusiones. Limpiemos por dentro nuestras ideas,
primero, para construir el diálogo social después.
Estas son, señores Legisladores, las principales reflexiones que, como Presidente de
todos los Argentino me he sentido en el deber de traer hoy a vuestra alta consideración.

DISCURSO DEL TENIENTE GENERAL PERON ANTE EL CONGRESO DE LA


NACION EL 1° DE MAYO DE 1974

SEÑORES SENADORES Y SEÑORES DIPUTADOS:

Antes de dar lectura al mensaje del Poder Ejecutivo, deseo presentar en nombre de éste, el
más profundo agradecimiento a los señores Legisladores, que han hecho posible la
aprobación de leyes que eran absolutamente indispensables. Y en esto quiero también rendir
homenaje a los señores senadores y diputados de la oposición, que con una actitud altamente
patriótica no han hecho una oposición sino una colaboración permanente que el Poder
Ejecutivo aprecia en su más alto valor.
En una ocasión solemne como ésta, ante un Congreso reunido en idéntica oportunidad a
la de hoy, hace exactamente veinte años, dije al pueblo argentino dirigiéndome a sus
representantes: “Nunca me he sentido otra cosa que un hombre demasiado humilde al

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servicio de una causa siempre demasiado grande para mí, y no hubiese aceptado nunca mi
destino si no fuera porque siempre me decidió el apoyo cordial de nuestro pueblo”.
La conformación de nuestra doctrina, que pueden aceptar todos los argentinos, porque
tiene caracteres de solución universal – y que incluso, puede ser aplicada como solución
humana a la mayor parte de los problemas del mundo como tercera posición filosófica,
social, económica y política – constituyó la primera etapa de lo que podría denominarse la
“despersonalización” de los propósitos que la revolución había encarnado en mí; tal vez
porque yo sentía desde mucho tiempo antes vibrar la revolución total del pueblo, y estaba
decidido, tal como lo expresé a los trabajadores argentinos el 2 de diciembre de 1943, a
“quemarme en una llama épica y sagrada para alumbrar el camino de la victoria”.
La doctrina fue adoptada primero por los trabajadores. “Yo los elegí para dejar en ellos
la semilla”. “Lo acabo de expresar: ¡Ellos fueron mis hombres!”. “Elegí a los humildes; ya
entonces había alcanzado a comprender que solamente los humildes podían salvar a los
humildes”.
Recuerdo que, cuando me despedía de la Secretaría de Trabajo y previsión el 10 de octubre
de 1945, entregué a ellos todos mis ideales, diciéndoles más o menos, estas mismas palabras:
“No se vence con violencia: se vence con inteligencia y organización”; “las conquistas
alcanzadas serán inamovibles y seguirán su curso”; “necesitamos seguir estructurando
nuestras organizaciones y hacerlas tan poderosas que en el futuro sean invencibles”; “el
futuro será nuestro”.
Antiguas palabras éstas, pero conservan aún toda su vigencia. Regresan hoy a esta alta
tribuna para señalar el curso de nuestro irreversible proceso revolucionario y de una vocación
nacional de grandeza, que no se pueden torcer ni desvirtuar.
Vivimos tiempos tumultuosos y excitantes. Lo que antes apareciera como simple
hipótesis y, generalmente, como teoría negada o discutida, es hoy una realidad universal que
está determinando el curso de la historia.
La masas del Tercer Mundo se han puesto de pie y las naciones y pueblos hasta ahora
postergados pasan a un primer plano. La hora de los localismos cede el lugar a la necesidad
de continentalizarnos y de marchar hacia la unidad planetaria.
Felizmente, este tiempo que nos toca vivir y dentro del que somos protagonistas inevitables,
nos encuentra a los argentinos unidos como en las épocas más fecundas de nuestra historia.
Es un verdadero milagro el que podamos ahora dialogar y discrepar entre nosotros, pensar de
diferente manera y estimar como válidas distintas soluciones, habiendo llegado a la
conclusión de que por encima de los desencuentros, nos pertenece por igual la suerte de la
Patria, en la que está contenida la suerte de cada uno de nosotros, en su presente porvenir.
Nuestra Argentina está pacificada, aunque todavía no vivimos totalmente en paz.
Heredamos del pasado un vendaval de conflictos y de enfrentamientos.
Hubo y hay todavía sangre entre nosotros; reconocemos esta herencia inmediata a que
me he referido, y extraemos de ella la conclusión de su negatividad. Pero no podemos
ignorar que el mundo padece de violencia, no como episodio sino como fenómeno que
caracteriza a toda esta época. Que caracteriza, diría a toda época de cambio revolucionario y
de reacomodamientos, en que un período de la historia concluye para abrir paso a otro.
Nosotros hemos encarado la Reconstrucción Nacional. Entre sus más importantes
objetivos está el de reconstruir nuestra paz. Lo lograremos. No hay nada que no pueda
alcanzarse con nuestras inmensas posibilidades y con este pueblo maravilloso al que con
orgullo pertenecemos.
No ignoramos que la violencia nos llega también desde fuera de nuestras fronteras, por
la vía de un calculado sabotaje a nuestra irrevocable decisión de liberarnos de todos asomo
de colonialismo.
Agentes del desorden son los que pretenden impedir la consolidación de un orden
impuesto por la revolución en paz que propugnamos y aceptamos la mayoría de los
argentinos.
Agentes del caos son los que tratan, inútilmente, de fomentar la violencia como
alternativa a nuestro irrevocable propósitos de alcanza en paz el desarrollo propio y la
integración latinoamericana, únicas metas para evitar que el año 2000 nos encuentre
sometidos a cualquier imperialismo.
Superaremos también esta violencia, sea cual fuere su origen. Superaremos la

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subversión. Aislaremos a los violentos y a los inadaptados. Los combatiremos con nuestras
fuerzas y los derrotaremos dentro de la Constitución y la Ley. Ninguna victoria que no sea
también política es válida en este frente. Y la lograremos. Tenemos no sólo una doctrina y
una fe, sino una decisión que nada ni nadie hará que cambie.
Tenemos, también, la razón y los medios de hacerla triunfar. Triunfaremos, pero no en
el limitado campo de una victoria material contra la subversión y sus agentes, sino en el de la
consolidación de los procesos fundamentales que nos conducen a la Liberación Nacional y
Social del Pueblo Argentino, que sentimos como capítulo fundamental de la liberación
nacional y social de los pueblos del continente.

Las fuerzas del orden -pero del orden nuevo, del orden revolucionario, del orden del cambio
en profundidad- han de imponerse sobre las fuerzas del desorden entre las que se incluyen,
por cierto las del viejo orden de la explotación de las naciones por el imperialismo, y la
explotación de los hombres por el imperialismo, y la explotación de los hombres por quienes
son sus hermanos y debieran comportarse como tales.
Todo esto -y todos tenemos conciencia de ello- se encuentra en marcha. Cada día que
pasa nos acerca a las metas señaladas.
Ha comenzado de este modo el tiempo en que para un argentino no hay nada mejor que
otro argentino. Ésto sólo es ya revolución de suficiente trascendencia como para agradecer a
Dios que nos haya permitido vivir para disfrutarlo.
Estamos terminando con la improvisación, porque no sólo el País lo exige, sino que el
mundo no admite otra alternativa.
Se percibe ya con firmeza que la sociedad mundial se orienta hacia u Universalismo
que, a pocas décadas del presente, nos puede conducir a formas integradas, tanto en el orden
económico como en el político.
La integración social del hombre en la tierra será un proceso paralelo, par lo cual es
necesaria una firme y efectiva unión de todos los trabajadores del mundo, dada por el hecho
de serlo y por lo que ellos representan en la vida de los pueblos.
La integración económica podrá realizarse cuando los imperialismos tomen debida
conciencia de que han entrado en una nueva etapa de su accionar histórico, y que servirán
mejor al mundo en su conjunto y a ellos mismos, en la medida en que contribuyan a concebir
y accionar a la sociedad mundial como un sistema, cuyo único objetivo resida en lograr la
realización del hombre en plenitud, dentro de esa sociedad mundial
La integración política brindará el margen de seguridad necesario para el cumplimiento
de las metas sociales, económicas, científico-tecnológicas y de medio ambiente, al servicio
de la sociedad mundial.
El itinerario es inexorable y tenemos que prepararnos para recorrerlo. Y aunque ello
parezca contradictorio, tal evento nos exige desarrollar desde ya un profundo nacionalismo
cultural como única manera de fortificar el ser nacional, para preservarlo con individualidad
propia en las etapas que se avecinan.
El mundo en su conjunto no podrá constituir un sistema, sin que a su vez están
integrados los países en procesos paralelos. Mientras se realice el proceso universalista,
existen dos únicas alternativas para nuestros países: neocolonialismo o liberación.
La pertinacia en levantar fronteras ideológicas no hace sino demorar el proceso y
aumentar el costo de construcción de la sociedad mundial.
Para construir la sociedad mundial, la etapa del continentalismo configura una
transición necesaria. Los países han de unirse progresivamente sobre la base de la vecindad
geográfica y sin imperialismos locales y pequeños. Esta es la concepción de la Argentina
para Latinoamérica: justa, abierta, generosa, y sobre todas las cosas, sincera.
A niveles nacionales, nadie puede realizarse en un país que no se realiza. De la misma
manera, a nivel continental, ningún país podrá realizarse en un continente que no se realice.
Queremos trabajar juntos para edificar Latinoamérica dentro del concepto de
comunidad organizada. Su triunfo será el nuestro. Hemos de contribuir al proceso con toda la
visión, la perseverancia y el tesón que hagan falta.
Sólo queremos caminar al ritmo del más rápido. Y teniendo en cuenta que no todos han
de pensar de la misma manera, respetuosos de sus decisiones, habremos de unirnos
resueltamente con quienes quieran seguir nuestro propio ritmo.

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Latinoamérica es de los latinoamericanos. Tenemos una historia tras de nosotros. La
historia del futuro no nos perdonaría el haber dejado de ser fieles a ella.
Paralelamente, nos uniremos a la acción d los países del Tercer Mundo, con los cuales
ya estamos unidos en la idea.
Nuestra tarea común es la liberación. LIBERACIÓN tiene muchos significados:
En lo POLÍTICO, configurar una nación sustancial, con capacidad suficiente de decisión
nacional, y no una nación en apariencia que conserva los atributos formales del poder, pero
no su esencia
En lo ECONÓMICO, hemos de producir básicamente según las necesidades del pueblo
y de la Nación, y teniendo también en cuenta las necesidades de nuestros hermanos de
Latinoamérica y del mundo en su conjunto. Y, a partir de un sistema económica que hoy
produce según el beneficio, hemos de armonizar ambos elementos para preservar recursos,
lograr una real justicia distributiva, y mantener siempre viva la llama de la creatividad.
En lo SOCIO-CULTURAL, queremos una comunidad que tome lo mejor del mundo del
espíritu, del mundo de las ideas y del mundo de los sentidos, y que agregue a ello todo lo que
nos es propio, autóctono, para desarrollar un profundo nacionalismo cultural, como antes
expresé. Tal será la única forma de preservar nuestra identidad y nuestra auto-identificación.
Argentina, como cultura, tiene una sola manera de identificarse: ARGENTINA. Y para la
fase continentalista en la que vivimos y universalista hacia la cual vamos, abierta nuestra
cultura a la comunicación con todas las culturas del mundo, tenemos que recordar siempre
que Argentina es el hogar.
En lo CIENTIFICO-TECNOLOGICO, se reconoce el núcleo del problema de la
liberación. Sin base científico-tecnológica propia y suficiente, la liberación se hace también
imposible. La liberación del mundo en desarrollo exige que este conocimiento sea libremente
internacionalizado sin ningún costo para él. Hemos de luchar por conseguirlo; y tenemos
para esta lucha que recordar las escencias: todo conocimiento viene de Dios.
La lucha por la liberación es, en gran medida, lucha también por los RECURSOS Y LA
PRESERVACIÓN ECOLÓGICA, y en ella estamos empeñados. Los pueblos del Tercer
Mundo albergan las grandes reservas de materias primas, particularmente las agotables. Pasó
la época en que podían tomarse riquezas por la fuerza, con el argumento de la lucha política
entre países o entre ideologías.
Tenemos que trabajar para hacer también del Tercer Mundo una comunidad
organizada. Esta es la hora de los pueblos y concebimos que, en ella, debe concretarse la
unión de la humanidad.
Finalmente, la liberación exige una correcta BASE INSTITUTCIONAL, tanto a nivel
mundial como en los países individualmente.
La organización institucional tendrá que ser establecida una vez clarificado: qué se
quiere, cómo se ha de lograrse lo que se quiere, y quién ha de ser responsable por cada cosa.
Venimos haciendo en el País una revolución en paz para organizar a la comunidad y
ubicarla en óptimas condiciones a fin de afrontar el futuro.
Revolución en paz significa para nosotros desarmar no sólo las manos sino los
espíritus, y sustituir la agresión por la idea, como instrumento de lucha política.
Hemos sido consecuentes con este principio. Así reunimos a los máximos líderes de los
PARTIDOS POLITICOS que no integran el Frente Justicialista de Liberación, en diálogo
abierto y espontáneo con los Ministros del Poder Ejecutivo Nacional, y seguiremos
haciéndolo en adelante.
La JUVENTUD ARGENTINA, llamada a tener un papel activo en la conducción
concreta del futuro, ha sido invitada a organizarse. Estamos ayudándola a hacerlo sobre la
base de la discusión de ideas, y comenzando por pedir a cada grupo juvenil que se defina y
que identifique cuáles son los objetivos que concibe para el País en su conjunto.
Este es el inicio. El fin es la unión de la juventud argentina sin distinciones partidarias;
y el camino es el respeto mutuo y la lucha, ardorosa sí, pero por la idea.
Los TRABAJADORES, columna vertebral del proceso, están organizándose para que
su participación trascienda largamente de la discusión de salarios y condiciones de trabajo.
El país necesita que los trabajadores, como grupo social, definan cuál es la sociedad a
la cual aspiran de la misma manera que los demás grupos políticos y sociales.
Ello exige capacitación intensa y requiere también que la idea constituya la materia

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prima que supere a todos los demás instrumentos de lucha.
Los EMPRESARIOS se han organizado sobre las bases que han hecho posible su
participación en el diálogo y el compromiso. De aquí en más, el Gobierno ha de definir
políticamente, actividad por actividad, y comprometer al empresario en una tarea conjunta,
para que su capacidad creativa se integre al máximo el interés del País.
Para identificar el papel de los INTELECTUALES, haya que comenzar por recordar
que el País necesita un modelo de referencia que contenga, por lo menos, los atributos de la
sociedad a la cual aspira, los medios de alcanzarlos, y una distribución social de
responsabilidades para hacerlo.
Este proceso de elaboración nacional tendrá que lograrse convergiendo tres bases al
mismo tiempo: lo que los intelectuales formulen, lo que el País quiera y lo que resulte
posible realizar.
A ellos toca organizarse para hacerlo. El intelectual argentino debe participar en el
proceso, cualquiera sea el país en que se encuentre.
Las FUERZAS ARMADAS están trabajando en el concepto de guerra total y, en
consecuencia, de defensa total. La verdadera tarea nacional es la de la liberación, y nuestras
Fuerzas Armadas la han asumido en plenitud. La defensa se hace así contra el
neocolonialismo y, el compromiso de las Fuerzas es con el desarrollo social integrado del
País en su conjunto, realizado con sentido nacional, social y cristiano.
Hay una cabal coincidencia entre la concepción de la IGLESIA, nuestra visión del
mundo y nuestro planteo de justicia social, por cuanto nos basamos en una misma ética, en
una misma moral, e igual prédica por la paz y el amor entre los hombres.
En cuanto a la MUJER, estamos profundamente satisfechos, como mandatarios y como
hombres, de su evolución en nuestra sociedad. Más de veinticinco años pasaron desde que la
asignación del derecho de voto femenino terminó con su subordinación política. Nuestras
mujeres mostraron desde entonces que pueden trabajar, elegir y luchar como los varones y
preservar, al mismo tiempo, los atributos de femineidad y de esposas y madres ejemplares
con que impregnan de afecto nuestra vida.
Estas concepciones, que vienen fortificando nuestra acción presente y que constituyen
nuestro programa grande para el futuro, configuran el contenido básico del MODELO
ARGENTINO que en breve ofreceremos a la consideración del País.
Nuestra Argentina necesita un PROYECTO NACIONAL, perteneciente al país en su
totalidad. Estoy persuadido de que, si nos pusiéramos todos a realizar este trabajo y si
entonces comparáramos nuestro pensamiento, obtendríamos un gran espacio de coincidencia
nacional.
Otros países que han elaborado un estilo nacional tuvieron uno de dos elementos en su
ayuda: o siglos para pensarse a sí mismos, o el catalizador de la agresión externa. Nosotros
no tenemos ni una ni otra cosa. Por ello, la incitación para redactar nuestro propio MODELO
tiene que venir simplemente de nuestra toma de conciencia.
Como Presidente de los argentinos propondré un MODELO a la consideración del país,
humilde trabajo, fruto de tres décadas de experiencia en el pensamiento y en la acción. Si de
allí surgen propuestas que motiven coincidencia, su misión estará más que cumplida.
El MODELO ARGENTINO precisa la naturaleza de la democracia a la cual aspiramos,
concibiendo a nuestra Argentina como una democracia plena de justicia social. Y en
consecuencia, concibe al Gobierno con la forma representativa, republicana, federal y social.
Social por su forma de ser, por sus objetivos y por su estilo de funcionamiento.
Definida así la naturaleza de la democracia a la cual se aspira, hay un solo camino para
alcanzarla: gobernar con PLANIFICACIÓN.
Habremos también de proponer al País una reforma de la CONSTITUCION
NACIONAL. Para ello estamos ya trabajando desde dos vertientes: por un lado, recogiendo
las opiniones del País; y por el otro, identificando las solicitaciones del MODELO
ARGENTINO.
Quiero finalmente referirme a la PARTICIPACION dentro de nuestra democracia
plena de justicia social. EL ciudadano como tal se expresa a través de los partidos políticos,
cuyo eficiente funcionamiento ha dado a este recinto su capacidad de elaborar historia. Pero
también el hombre se expresa a través de su condición de trabajador, intelectual, empresario,
militar, sacerdote, etc. Como tal, tiene que participar en otro tipo de recinto: el CONSEJO

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PARA EL PROYECTO NACIONAL que habremos de crear enfocando su tarea sólo hacia
esa gran obra en la que todo el País tiene que empeñarse.
Ningún partícipe de este CONSEJO ha de ser un emisario que vaya a exponer la
posición del Poder Ejecutivo o de cualquier otra autoridad que no sea el grupo social al que
represente.
Queremos, además, concretar nuestro pensamiento acerca de la forma de configurar las
concepciones de cada grupo social y también de cada grupo político. Concebimos que los
criterios formalizados en bases, plataformas u otros cuerpos escritos que expresen el
pensamiento de partidos políticos y grupos sociales, no pueden ser otra cosa que su versión
de PROYECTO NACIONAL.
Esclarezcamos nuestras discrepancias, y, para hacerlo, no transportemos al diálogo
social institucionalizado nuestras propias confusiones. Limpiemos por dentro nuestras ideas,
primero, para construir el diálogo social después.
Estas son, señores Legisladores, las principales reflexiones que, como Presidente de
todos los Argentino me he sentido en el deber de traer hoy a vuestra alta consideración.

MODELO ARGENTINO PARA EL PROYECTO NACIONAL


Juan Domingo Perón

INTRODUCCION

A mis compatriotas:

Treinta años de lucha política por el País, en el pensamiento, la acción y la reflexión, me han
suscitado la convicción de que nuestra argentina necesita definir y escribir un Proyecto
Nacional. Este Proyecto tiene que ser verdaderamente “nacional”; vale decir, realizado por el
país.
En consecuencia, todos los sectores políticos y sociales y todos los ciudadanos, tienen el
deber cívico y moral de aportar su idea.
Para cumplir con este deber, hoy entrego al país este trabajo al que denomino “Modelo
Argentino”. Están aquí sistematizados los pensamientos de una vida de servicio, en la forma
más sencilla en que ellos pueden ofrecerse al Pueblo.
Las inevitables imperfecciones de la obra humana que este Modelo Argentino signifique, me
han sugerido también la necesidad de considerarlo como una propuesta de lineamientos
generales, antes que de soluciones definitivas.
Su discusión esclarecedora por parte de todos los grupos representativos de nuestra
comunidad, posibilitará establecer el camino más acertado para alcanzar los propios
objetivos nacionales. Ello contribuirá, a su vez, a profundizar este Modelo para que de él
surja lo que deberá ser nuestro Proyecto Nacional.
El Modelo Argentino se constituirá también en un importante elemento de juicio a ser
considerado en la Reforma de nuestra Constitución Nacional, toda vez que su contenido
reflejará el sentir de la inmensa mayoría de los argentinos.
Invité a todos a participar de la doble empresa: analizar este Modelo Argentino y elaborar su
propia expresión de nuestro Proyecto Nacional.
Hasta aquí el aporte del ciudadano. El del gobernante será crear el Consejo para el Proyecto
Nacional, a fin de que la participación del ciudadano, de los grupos sociales y partidos
políticos, tenga un cauce institucionalizado para posibilitar que toda idea útil se aproveche y
preservar permanentemente el Modelo, ajustándolo a la realidad de un mundo en constante
evolución.
Sólo la idea vence al tiempo. Hagamos de ella nuestro medio esencial para la lucha interna;
institucionalicemos la lucha por la idea y usemos todo nuestro patriotismo para dar más

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potencia a la institucionalización de este proceso nacional.
El mundo será universalista; la organización de los países del Tercer mundo constituye una
forma de tránsito necesario hacia un universalismo justo; la etapa del continentalismo, a su
vez, es un camino para ambas cosas.
Nuestra Argentina tiene que tener un papel activo y relevante en todo este proceso y no debe
seguir resignadamente lo que elaboran los demás.
Tanto el incentivo interno de nuestra propia responsabilidad para con el país y sus hijos,
como el devenir histórico del mundo en su totalidad, nos convencen de la necesidad de
elaborar nuestro propio modelo.
No necesitamos soportar agresiones que actúan como factor desencadenante de nuestra
acción creativa. Nos basta con nuestra capacidad para ver el futuro.
Tal vez éste sea uno de los mayores aportes que puedo hacer a mi Patria. Sólo con su
entrega, me siento reconfortado y agradecido de haber nacido en esta tierra argentina.

JUAN D. PERON

PRIMERA PARTE

FUNDAMENTACION

CONCEPTO DEL MODELO ARGENTINO

Cuando pienso en los acontecimientos cruciales de la historia del país, encuentro en ellos las
huellas profundas de una toma de conciencia verdaderamente nacional.
Este proceso se ha distinguido por una denodada pugna entre esa creciente conciencia y las
fuerzas que han tratado de impedir implacablemente su libre expresión.
El Modelo Argentino pretende ser, precisamente, la interpretación de esa conciencia nacional
en procura de encontrar su cauce definitivo.

1. -Ideología y Doctrina Nacional

Nuestra Patria necesita imperiosamente una ideología creativa que marque con claridad el
rumbo a seguir y una doctrina que sistematice los principios fundamentales de esa ideología.
Para ello debemos tener en cuenta que la conformación ideológica de un país proviene de la
adopción de una ideología foránea o de su propia creación. Con respecto a la importación de
ideologías -directamente o adecuándolas- se alimenta un vicio de origen y es insuficiente
para satisfacer las necesidades espirituales de nuestro Pueblo y del país como unidad
jurídicamente constituida.
El mundo nos ha ofrecido dos posibilidades extremas: el capitalismo y el comunismo.
Interpreto que ambas carecen de los valores substanciales que permiten concebirlas como
únicas alternativas histórico-políticas. Paralelamente, la concepción cristiana presenta otra
posibilidad, impregnada de una profunda riqueza espiritual pero sin una versión política,
suficiente para el ejercicio efectivo del gobierno.
Los argentinos tenemos una larga experiencia en esto de importar ideologías, ya sea en forma
total o parcial. Es contra esta actitud que ha debido enfrentarse permanentemente nuestra
conciencia. Las bases fértiles para la concepción de una ideología nacional coherente con
nuestro espíritu argentino, han surgido del mismo seno de nuestra Patria.
El Pueblo, fuente de permanente creación y autoperfeccionamiento, estaba preparado hace
treinta años para conformar una ideología nacional, social y cristiana.
Sin embargo, no fuimos comprendidos cuando, respondiendo a esa particular exigencia
histórica, propugnamos la justicia social como inmanente al ser nacional, a pesar de que la

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justicia social está en la base de la doctrina cristiana que surgió en el mundo hace 2.000 años.
Al calor de intereses políticos y económicos se originaron numerosos equívocos -como la
identificación de la democracia con el liberalismo - promoviendo confusiones ideológicas
que, en su momento, configuraron el marco necesario para el mantenimiento de intereses
imperialistas.
No obstante esa ideología intrínsecamente argentina, y la consecuente doctrina, crecieron en
la conciencia del Pueblo. El Modelo Argentino no quiere ser otra cosa que la expresión
representativa y la síntesis prospectiva de una ideología y una doctrina nacionales.
La creación ha nacido del Pueblo y el ciudadano que ofrece hoy el presente conjunto de
ideas, valores y objetivos concretados bajo el nombre de Modelo Argentino, tal vez no tenga
otra virtud que la de haber querido e interpretado la voluntad de ese Pueblo.
Es por eso que este Modelo no es una construcción intelectual surgida de minorías, sino una
sistematización orgánica de ideas básicas desarrolladas a lo largo de treinta años. Ahora es
posible ofrecer este Modelo al país, después de que la representación popular ha sido
reimplantada.
Si el Modelo Argentino encarna la voluntad de nuestro Pueblo, será auténtico. Si es
auténtico, será útil a la Patria. Y si es útil, cumplirá su propósito histórico.

2. -El Modelo Argentino y el Justicialismo

El Justicialismo es el resultado de un conjunto de ideas y valores que no se postulan; se


deducen y se obtienen del ser de nuestro propio Pueblo. Es como el Pueblo: nacional, social
y cristiano.
Hace muchos años anuncié tales características del Justicialismo prácticamente en estos
mismos términos, y afirmé su sentido al expresar que “el Justicialismo es una filosofía de la
vida, simple, práctica, popular, profundamente cristiana y profundamente humanista.
Esta búsqueda de respuestas a las necesidades integrales del país, que parten de una clara
ideología, comenzó en la década de los años 40. El 1º de mayo de 1948 la posición fue
llamada “Justicialismo”, abriéndose así las posibilidades de una elaboración conceptual en la
que intervengan mandatarios, líderes, políticos y Pueblo.
La aparición y la evolución de la concepción Justicialista es la del desarrollo histórico natural
de nuestras ideas, y es patrimonio de todo el Pueblo argentino; en esa medida, el ideólogo es
sólo un intérprete.
No obstante en nuestro país todavía persisten muchos esclavos de la injusticia y de la
inseguridad. Ni la justicia social ni la libertad -recíprocamente apoyadas- son comprensibles
en una comunidad integrada por hombres que no se han realizado plenamente en su
condición humana.
Es por eso que el Justicialismo quiere para el hombre argentino:
- Que se realicen en sociedad, armonizando los valores espirituales con los materiales y los
derechos del individuo con los derechos de la sociedad;
- Que haga una ética de su responsabilidad social;
- Que se desenvuelva en plena libertad en un ámbito de justicia social;
- Que esa justicia social esté fundada en la ley del corazón y la solidaridad del Pueblo, antes
que en la ley fría y exterior;
- Que tal solidaridad sea asumida por todos los argentinos, sobre la base de compartir los
beneficios y los sacrificios equitativamente distribuidos;
- Que comprenda a la Nación como unidad abierta generosamente con espíritu universalista,
pero consciente de su propia identidad.
He dicho una vez que la comunidad a la que aspiramos es aquella donde la libertad, la
justicia y la responsabilidad son fundamentos de una alegría de ser, basada en la certeza de
una propia dignidad. En tal comunidad el individuo posee realmente algo que ofrecer e
integrar al bien general, y no sólo su presencia muda y temerosa.
Nosotros creemos en la comunidad, pero en la base de esa convicción se conserva un
profundo respeto por la individualidad y su raíz es una suprema fe en el tesoro que el hombre
representa, por el solo hecho de su existencia.
Cuando en la Segunda Guerra Mundial las dos potencias ideológicas opuestas se unieron

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para terminar con un tercer grupo de países en discordia con el orden imperante, Argentina
no se sometió.
Nuestra rebelión fue entonces como sigue siendo ahora, una cuestión de personalidad y de
dignidad nacional.
Para no someterse, había que crear una respuesta diferente, propia, argentina. Esa respuesta
fue el Justicialismo. Pero como un Modelo que aspire a servir seriamente al país, sólo puede
ofrecerse después de un período histórico de prueba, hubo que esperar tres décadas para
poder elaborar la expresión, ya más formalizada, de una ideología, a fin de entregarla ahora a
la fuerza creativa de nuestra nacionalidad.

OBJETIVOS DEL MODELO ARGENTINO

1. -Un Ambito de Coincidencia Nacional

El primer objetivo del Modelo Argentino consiste en ofrecer un amplio ámbito de


coincidencia para que de una vez por todas los argentinos clausuremos la discusión acerca de
aquellos aspectos sobre los cuales ya deberíamos estar de acuerdo.
Es imprescindible que mis conciudadanos comprendan que la presencia central del
Justicialismo en un Modelo que deseo para todos los argentinos, sin exclusiones de sectores,
no responde al intento de forzar una indebida generalización de principios meramente
partidarios. Si acudo a la respuesta justicialista no es por sectarismo o personalismo; estoy
lejos de una actitud semejante.
La fundamentación justicialista no se incorpora por reflejar un sector parcial de opinión
ideológico-política, sino por razones de índole totalmente diferentes.
En primer lugar, porque encarna principios permanentes emanados de la esencia misma del
hombre. En segunda instancia, porque el Pueblo ha impregnado al Justicialismo de las
constantes básicas de nuestra nacionalidad. Por último, como Tercera Posición, porque
define una histórica determinación de autonomía e identidad nacional. Sin tales principios y
constantes, sin esa identidad, no hay posibilidad de conformar un Modelo en el cual cada
argentino que ama a su Patria se reconozca.
Estos motivos me alientan en la aspiración de obtener la coincidencia necesaria para trazar
una política nacional.
La grandeza del país y la felicidad del Pueblo argentino, son dos objetivos esenciales que, a
mi juicio, deben guiar nuestro pensamiento y acción.
Partiendo de esa premisa podemos empezar a construir. Sólo necesitamos unanimidad
conceptual para hacer lo que la mayoría decida. Por eso, las grandes líneas de coincidencia
únicamente pueden nacer del Pueblo, manifestándose en sus representantes a través de
organizaciones de pacífica convivencia republicana.
Si se quiere salvaguardar la Nación que hemos recibido y seguir adelante en el proceso de
preservarla y depurarla, o se usa la política de la fuerza, o bien se elabora la fuerza necesaria
para respaldar una política.
Una Argentina de felicidad y de grandeza admite únicamente la segunda alternativa.
Necesitamos pues, crear la fuerza requerida para sustentar una política nacional.
Es ésta la hora de su realización. Tengamos en cuenta el ejemplo que nos muestra el mundo;
en el que está ganando terreno la idea de que el bienestar de los Pueblos se halla por encima
de las concepciones políticas dogmáticas. Esto origina un campo de mutuo respeto, que
parece nutrirse en bases de civilización, de comprensión y de tolerancia hacia las ideas de los
demás.
No tengo dudas que éste es un momento crucial de nuestra Patria; o profundizamos las
coincidencias para emprender la formidable empresa de clarificar y edificar una gran Nación,
o continuamos paralizados en una absurda intolerancia que nos conducirá a una definitiva

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frustración.

2. -La Futura Comunidad Argentina

El segundo de los objetivos radica en concretar el ámbito de consenso, configurando los


caracteres que los argentinos anhelamos para nuestra comunidad del futuro.
Todo país se enfrenta, en algún momento de su historia, con la obligación de definir
principios, valores y conductas generales, pero también caracteres que perfilen y recorten su
nacionalidad. Corresponde a un Modelo la estructuración de esas propiedades que no hacen
más que traducir la idiosincrasia del Pueblo.
La carencia de un Modelo de referencia ha causado, en nuestro país, graves efectos sociales,
económicos y, particularmente, políticos. Ha llegado el momento de tomar conciencia de que
en la Argentina nadie tiene el derecho de esperar que la sociedad madure por sí sola.
Los argentinos intuimos ya que no es posible insistir en nuestras vacilaciones: la historia
reclama de nosotros la consolidación de una fisonomía nacional.
Para ello, corresponde al Modelo Argentino refirmar la forma socio-política que satisfaga a
todo el país.
Estoy convencido de que sólo la comunidad argentina puede proporcionar el juicio definitivo
sobre las cualidades que para ellas se anhelan. Es mi deseo que todos mis conciudadanos
consideren este Modelo como una propuesta inicial; ya las generaciones que nos siguen, a
través de un diálogo franco en el que participen todos los entes representativos de la
comunidad, han de asumir la patriótica misión de perfeccionarlo.
Alguna vez prediqué la armonía como categoría fundamental de la existencia humana; sigo
creyendo en ella como condición inalienable para la configuración de la Argentina que todos
anhelamos. Esa básica consonancia excluye la violencia e implica comprender que el único
camino para la construcción fértil es partir de ideas, valores y principios, cuya práctica
concreta no cercena el cauce de la paz. Esto no distorsiona en absoluto la vocación de
cambio del Justicialismo, concretado en este Modelo Argentino: ya he afirmado que la
doctrina es revolucionaria en su concepción, pero pacífica en su realización.
No puede persistir duda alguna acerca de los caracteres buscados: se trata de una democracia
social, que, como se verá más adelante, será una estructura político-social absolutamente
coherente con los principios esenciales de la Comunidad Organizada.
Cuando utilizo la palabra “social”, estoy pensando en una democracia en la que cada
integrante de la comunidad pueda realizarse con la única condición de poseer idoneidad y
condiciones morales indispensables para aquella a que aspira. En este sentido, la forma de
gobierno que sirve a la democracia social resulta ser “Representativa, Republicana, Federal y
social”.
Todo lo que acabo de expresar no es más que otra forma de decir que seguimos deseando
fervorosamente una Argentina socialmente justa, económicamente libre y políticamente
soberana.
Se conecta estrechamente con lo expuesto el hecho de que el Modelo define asimismo una
clara dimensión ética que no es otra cosa que un llamado a la autonomía de la conciencia
moral. Hace años sostuve que el vertiginoso progreso material de nuestro tiempo lanzó al
hombre fuera de sí mismo sin proporcionarle paralelamente una plena conciencia de su
personalidad.
Por eso, en el camino de la consolidación de la comunidad argentina desempeña un papel
primordial la propuesta de un esquema de valores morales y espirituales, que confiera al
Pueblo la templanza que el futuro de la Nación requiere.
Resultará necesario precisar el nivel de nuestras aspiraciones respecto de la futura sociedad
argentina; sólo así se estará en condiciones de clarificar la concepción estratégica que
deberemos adoptar para hacer realidad lo que todo hombre de bien, nacido en esta Patria,
espera: “una Argentina íntegra, cabalmente dueña de su insobornable identidad nacional.”

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3. -Orientación para las Distintas Areas

Los objetivos anteriormente delineados asocian al Modelo Argentino con valores, principios
y caracteres tanto de estructura permanente y universal, como de perfiles intrínsecamente
nacionales.
Si allí finalizara nuestro propósito no iríamos más allá de un lineamiento teórico y normativo
de carácter general que no contemplaría la creciente complejidad de una comunidad
orgánicamente constituida. Quiere decir que, tal conjunto de verdades, adquiere una
fisonomía específica y diferente en los distintos ámbitos de la vida nacional, así como una
proyección igualmente específica.
Con la mirada orientada en el futuro, es necesario identificar cuál es la medida en que cada
una las áreas de la sociedad argentina puede participar del Modelo, y es preciso definir de
qué forma aquellos principios, valores y caracteres cobran una dimensión particular, aunque
interrelacionada, en cada ámbito del quehacer nacional.
Para que cada ciudadano se reconozca en el Modelo, es imprescindible que éste no naufrague
en abstracciones, sino que aquello que define y propone, cobre realidad en cada una de las
áreas de la comunidad, pues es a través de su área de competencia que el ciudadano se inserta
en su Patria y la siente como propia.
Tengo la convicción de que la transformación de la comunidad argentina sólo podrá lograrse
mediante una adecuada conjunción de resultados eficientes en todos los campos del quehacer
nacional.

4 .-Guía Programática y Político-Administrativa

A la luz de este objetivo, el Modelo Argentino debe conformar un sustrato programático


superior, orientativo de la conducción.
Creo que no podemos detenernos en discutir si es más aconsejable la programación que el
desarrollo espontáneo, porque la segunda alternativa implica dejar a la sociedad librada a sus
propias fuerzas y es, por ello, terreno fértil para distorsiones neocolonialistas.
Al hacer referencia a la conducción debe tomarse en cuenta que la conducción política se
diferencia del gobierno político-administrativo.
La conducción política es una materia indelegable de quien ejerza la Primera Magistratura, y
ella da sustento a la capacidad de hacer en lo político-administrativo.
Lo político-administrativo corresponde a las decisiones y acciones que se adopten a través de
los mecanismos corrientes del gobierno.
Las condiciones objetivas que hacen a la conducción superior, implican que nadie puede
gobernar sin el apoyo del Pueblo, ni en Argentina ni en ningún otro país. Significa también
que el Proyecto final es del Pueblo y no de determinados gobiernos, ni de minorías
intelectuales.
El Modelo Argentino quiere servir a estos dos ámbitos de conducción superior, en estrecha
conexión con una orientación programática lúcida y precisa.

5 .-La Liberación y la Integración

Afirmé anteriormente que la importación de ideologías alimenta un vicio de origen.


Detengámonos en este problema. Si una ideología no resulta naturalmente del proceso
histórico de un Pueblo, mal puede pretender que ese Pueblo la admita como representativa de
su destino. Este es el primer motivo por el cual nuestro Modelo no puede optar ni por el
capitalismo liberal ni por el comunismo.
Pero es evidente que la cuestión, como lo he repetido en numerosas oportunidades, no se
reduce a la elección o configuración de una ideología y una doctrina que perfilen la identidad
de nuestro Pueblo, porque tal identidad se diluye sin una firme decisión de autonomía
nacional.
El rechazo de las posibilidades extremas que nos brindan el capitalismo y el comunismo, no

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sólo se fundamentan en su desconexión con la estructura íntima de nuestra nacionalidad, sino
también en el hecho de que su adopción implica servir automáticamente al neocolonialismo,
sea cual fuere su signo doctrinario.
Optar por un Modelo Argentino equidistante de las viejas ideologías es, consecuentemente,
decidirse por la liberación. Por más coherencia que exhiba un modelo, no será argentino si no
se inserta en el camino de la liberación.
Me parece innecesario insistir en un hecho evidente: no estamos solos en esta lucha, aunque
cada pueblo debe dar, frente a la historia, la respuesta que emana de su esencia.
Es por eso que la progresiva transformación de nuestra Patria para lograr la liberación debe,
paralelamente, preparar al país para participar de dos procesos que ya se perfilan con un
vigor incontenible: la integración continental y la integración universalista.
Si aisláramos nuestra respuesta, la comunidad por la que luchamos quedaría a espaldas de un
destino superior que espera a todos los hombres que en el mundo comparten ideales de
Justicia y Verdad.

ANTECEDENTES HISTORICO-POLITICOS QUE CONDUCEN AL MODELO


ARGENTINO

1 .-Las Enseñanzas del Proceso Histórico Mundial

De dos fuentes proviene el crecimiento económico de los países más avanzados. Por un lado,
de sus propios recursos tecnológicos y acumulación de capital. Por el otro, del acceso a las
riquezas y el trabajo de los países colonizados.
El traspaso de las riquezas de estos últimos países a las grandes potencias, se efectuó de muy
diversas formas. De acuerdo con las circunstancias, se utilizó desde el procedimiento de la
apropiación física hasta el de la remesa de beneficios para las inversiones imperiales,
pasando por las etapas intermedias de ambos extremos.
De esa manera, muchos países colonizados expandieron su producto pero no su ingreso,
mostrando al mismo tiempo un aparente progreso que, en realidad, encubría su miseria.
Para mantener este sistema se necesitó de la dominación política. El arma empleada para
ello, también se adecuó a las circunstancias.
Fue así como se acudió al empleo de las fuerzas militares, en intervenciones directas o
indirectas; al copamiento de gobiernos o de sectores claves del país; a la complicidad de los
grupos dirigentes; a la acción sutil de las organizaciones que sirvan a intereses
supernacionales; a los empréstitos, que bajo la forma de “ayudas” atan cada vez más a los
países dependientes. Es decir, se recurrió a cuanto procedimiento fuera útil para los fines de
dominación perseguidos.
Esta ha sido una evolución particularmente notable del sistema imperialista durante casi todo
el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX. En su transcurso, las espaldas de los
trabajadores de los pueblos sometidos - tanto del mundo oriental como del occidental - han
sobrellevado, en buena medida, la carga del progreso de las metrópolis imperialistas.
Pero la situación internacional está sufriendo profundas conmociones: los pueblos comienzan
a despertar, motivando que los países dependientes se vean obligados a tomar partido frente a
dos elecciones:
- Por un lado, elegir entre neocolonialismo y liberación.
Para nosotros la elección resulta obvia, y cuando dijimos que había que construir el “Tercer
Mundo” no hicimos otra cosa que dar un nombre y un sentido al camino de liberación
elegido.
- Por el otro, se presenta la elección entre capitalismo y comunismo como opciones
inevitables. Nosotros percibimos el error de considerar, como únicas alternativas, a dos
posiciones extremas que han servido para la dominación. Así surgió la “Tercera Posición”.

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Venimos sosteniendo estos conceptos desde hace tres décadas. Consecuente con ellos,
Argentina inició un proceso de cooperación latinoamericana para lograr la liberación. Ya la
idea de Comunidad Latinoamericana estaba en San Martín y Bolívar, ellos sembraron las
grandes ideas y nosotros: hemos perdido un siglo y medio vacilando en llevarlas a la
práctica.
Ahora, para corregir el rumbo que equivocadamente tomamos, debemos profundizar, entre
otros lazos de unión, la línea de los tratados de complementación económica, que, como el
firmado en Santiago de Chile, hace 25 años, entre este país y la Argentina, estén abiertos a la
adhesión de los demás países del área con la finalidad de alcanzar una integración económica
sudamericana.
Este proceso arroja algunas enseñanzas que es conveniente no desaprovechar en una acción
futura. Podemos sintetizar tales enseñanzas en las siguientes consideraciones:

Unión Latinoamericana. - Cada país participa de un contexto internacional del que no puede
sustraerse. Las influencias recíprocas son tan significativas que reducen las posibilidades de
éxito en acciones aisladas.
Es por ello que la Comunidad Latinoamericana debe retomar la creación de su propia
historia, tal como lo vislumbró la clarividencia de nuestros libertadores, en lugar de
conducirse por la historia que quieren crearle los mercaderes internos y externos.
Lo repito una vez más: “El año 2000 nos encontrará unidos o dominados”. Nuestra respuesta,
contra la política de “dividir para reinar”, debe ser la de construir la política de “unirnos para
liberarnos”.

Reacción Imperialista. - Tenemos que admitir como lógica la acción de los imperialismo en
procura de evitar que la unión de nuestros países se realice, ya que ello es opuesto a su
interés económico y político.

En consecuencia, debemos admitir que la lucha es necesaria. Pero nosotros también


aprendimos a reducir el costo social de la lucha.

Verdad y Justicia. - Puede discutirse mucho acerca de si existe o no determinismo histórico.


Pero yo tengo, al menos, la certeza de que existe una constante en el hecho de que el hombre
tiene sed de verdad y justicia y de que cualquier solución de futuro no podrá apartarse del
camino que las satisfaga.

Trabajar con los Pueblos. - Para tener éxito en esta empresa, lo esencial reside en trabajar
con los pueblos, y no simplemente con los gobiernos; porque los pueblos están encaminados
a una tarea permanente, y los gobiernos muchas veces a una administración circunstancial de
la coyuntura histórica.

Fin de las oligarquías y burguesías. - La historia muestra también que está terminando en el
mundo el reinado de las oligarquías y las burguesías y que comienza el gobierno de los
pueblos. Con ello, el demoliberalismo y su consecuencia, el capitalismo, están cerrando su
ciclo. El futuro, realmente es patrimonio de los pueblos.

La brecha tecnológica. - Las diferencias que nos separan de las grandes potencias han sido
ahondadas por la brecha tecnológica.
Debemos, entonces, desarrollar tecnología. Pero ello exige una mínima dimensión
económica que sólo pocos países del Tercer Mundo pueden elaborar sobre la base del
esfuerzo nacional. Además, tampoco podrán abarcar la totalidad de la gama tecnológica.

Esta es otra de las causas que exigen la unión de los países que quieren liberarse.

Falsas virtudes de los extremos. - Hemos aprendido también que “occidental y cristiano”,
“occidental y libre”, “capitalista y creativo”, “comunista e igualitario”, son muchas veces,
asociaciones declamatorias.
Sabemos que en ambos sentidos, las falsas virtudes de un extremo fertilizan la potencia del

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otro extremo, y que no debemos seguir admitiendo que la tarea se reduce a enfrentar a los
dos modelos extremos. Es ésta otra razón que justifica la creación de nuestro modelo propio.

Acercamiento de los Extremos. - Los extremos se tocan cada vez más. En efecto, mientras en
las economías capitalistas es creciente el grado de intervención del Estado y el contenido de
sujeción de la libertad individual a formas programadas superiores, por el otro lado, en
algunas economías colectivistas se introduce el beneficio como motor de incitación para
incrementar la eficiencia.

La Cruel Realidad de los Imperialismo. - Cuando se expresaba, hace algunos años, que “el
imperialismo no perdona”, se estaba también afirmando que ningún imperialismo perdona.
La experiencia de la década del 60 ha sido suficientemente dura en estos aspectos, y el
mundo aprendió mucho de ella.
Las invasiones militares en que los dos imperialismos han incurrido en los últimos 15 años, a
contratiempo de la historia, han constituido un poderoso factor para que el Tercer Mundo
asuma la necesidad de su autodefensa.
Además, ésto evidencia la creación de un derecho no escrito, en el plano mundial, que
fortifica los principios de autodeterminación y de no intervención de los pueblos. Ello tendrá,
tarde o temprano, que encontrar el eco adecuado en las Naciones Unidas para que éstas
adquieran un efectivo poder de arbitraje.

Autodestrucción de los Imperios. - Las coaliciones imperialistas no impiden que se cumpla


una constante histórica: los imperios se autodestruyen. Ya están a la vista algunos signos de
una seria pérdida de la capacidad hegemónica en los imperialismos hasta ayer dominantes.

Complicidad de Sectores Internos - Surge, también, una experiencia importante para nuestros
países: hay sectores internos cuyos objetivos coinciden con los de los imperialismos.
Obviamente, la capacidad de decisión de estos sectores debe ser debilitada o anulada.

Imperialismo y Tercer Mundo - La dinámica mundial no obedece sólo a los designios de los
poderosos. Ahora responde a una articulación que encuentra imperialismos por un lado y
Tercer Mundo por otro.
Repito en este aspecto: las ideologías van siendo superadas por las necesidades de la lucha
por la liberación.

El Tipo de Democracia. - No siempre los países han definido con exactitud la democracia
que desean, ni han calificado la democracia en la cual viven. Hemos aprendido que ocultar el
tipo de democracia que se quiere, constituye la mejor manera de preservar el tipo de
democracia que quieren los demás.

El Egoísmo y la Sociedad Competitiva. - En el transcurso del tiempo, hemos venido


progresando de manera gigantesca en el orden material y científico, pero veinte siglos de
cristianismo parecen no haber logrado, suficientemente, hasta ahora, la superación del
egoísmo como factor motriz del desarrollo de los pueblos. La sociedad competitiva es su
consecuencia.
Esto arroja luz sobre el hecho de que la cooperación y la solidaridad son elementos básicos a
considerar en el futuro.

El Materialismo. - El pragmatismo ha sido el motor del progreso económico. Pero también


hemos aprendido que una de las características de este proceso ha sido la de reducir la vida
interior del hombre, persuadiéndolo de pasar de un idealismo riguroso a un materialismo
utilitario.
El mundo debe salir de una etapa egoísta y pensar más en las necesidades y esperanzas de la
comunidad. Lo que importa hoy es persistir en ese principio de justicia, para recuperar el
sentido de la vida y para devolver al hombre su valor absoluto.

Necesidad de una Etica. - La historia nos indica que es imprescindiblemente necesario

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promover la ética individual primero, desarrollar después la consecuente conducta social y
desprender finalmente de ellas la conducta económica. La libertad se instala en los pueblos
que poseen una ética y es ocasional donde esa ética falta.

Pensamiento y Acción. - No puede haber divorcio alguno entre el pensamiento y la acción,


mientras la sociedad y el hombre se enfrenten con la actual crisis de valores, acaso una de las
más profundas de cuantas se hayan registrado. Es posible que el pensamiento haya perdido,
en los últimos tiempos, contacto directo con las realidades del devenir histórico. Pero es
cierto también que ha llegado “la Hora de los Pueblos” y que ella exige “un pensamiento en
acción”.

El Imperativo de la Comunidad Organizada. - Es por ésto que las grandes alternativas que
presenta la historia a nuestro país, terminan deduciéndose y no postulándose. Como
deducción de la experiencia que viene de la historia cada día se ahonda más el imperativo
moderno de la Comunidad Organizada como punto de partida de toda idea de formación y
consolidación de las nacionalidades.

Tercer Mundo y Tercera Posición. - Asimismo, se deduce la consolidación del Tercer


Mundo, y la Tercera Posición como resultantes históricas definidas. La Tercera Posición
como unidad conceptual, y el Tercer Mundo, como entidad política.

Sectarismo y Liberación. - Finalmente, la más importante de las enseñanzas, es la revelación


de que los sectarismos no nos conducirán jamás a la liberación. Las diferencias de ideas son
positivas en tanto estén abiertas a la confrontación sincera y honesta en busca de la verdad.
Encerrarnos en nuestras ideas y procurar imponerlas por el peso de una fuerza circunstancial,
significaría caer en el mismo error por el que han transitado aquéllos a quienes hoy
enfrentamos.

2 .-La Situación Histórica Argentina

Si queremos realizar entre todos un proyecto del país que anhelamos, creo necesario tomar
previamente conciencia de nuestra situación actual. Por ese motivo, haré una breve reseña de
la evolución histórica argentina en los diferentes ámbitos.

EN EL AMBITO POLITICO

En nuestro país se han dado dos procesos paralelos, íntimamente interrelacionados, que el
advenimiento del Gobierno Popular está frenando decididamente: una creciente intervención
externa y una vacilante política interna.
La intervención externa fue cambiando de forma a lo largo del tiempo consistiendo sus
últimas exteriorizaciones en condicionamientos impuestos a nuestra libertad de decisión.
Por su parte, la vacilación política interna fue influida principalmente por los siguientes
factores:
- Las plataformas políticas no siempre definieron fines conjuntamente con los medios para
alcanzarlos. Esto trajo como consecuencia que los ciudadanos carecieran de la información
completa para ejercer su derecho al voto y a la crítica constructiva de los actos de gobierno.
- Se pretendió diluir el poder del Justicialismo, acudiéndose a sistemas como el de la
representación proporcional, estimulando el aumento de partidos políticos y limitando la
relevancia de cada uno de ellos.
- La proscripción se utilizó para contrarrestar la vigencia de los grandes movimientos
nacionales.
- La violencia fue ejercida para reprimir las corrientes que luchaban por un proceso
transformador.
- El concepto de democracia pocas veces fue debidamente especificado con claridad

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suficiente para que el Pueblo supiese de qué se trataba.
- El nacionalismo fue declamado al tiempo que se destruía lo autóctono y copiaban
apresuradamente moldes extranjeros reñidos con nuestra idiosincrasia.
- La participación externa en las decisiones que afectaban al país fue creciendo consciente e
inconscientemente.
Sin embargo, los valores permanentes afloran siempre. En el Pueblo argentino estaba latente
el sentimiento de independencia nacional, lo que tarde o temprano habría de provocar el
enfrentamiento contra la distorsión del contenido social de la democracia y contra la
tendencia a la desnacionalización progresiva.
La historia se encarga de formular una severa advertencia a quienes pretenden debilitar la
vigencia de los valores permanentes de un Pueblo. El intento de desvío no hace sino demorar
el progreso de la Nación, pero no logra impedir esa realización que lleva consigo la
supresión de cuanto obstáculo se le interponga.
En nuestra Patria, siguiendo el proceso natural de maduración política, fue aumentando la
participación de los ciudadanos en las urnas. Con ello, las elecciones han adquirido un
significado de legitimidad distinto al de la legalidad: hoy la elección legalmente realizada
pero con alta abstención -cualquiera sea la forma de tal abstención- es legal pero no otorga
un poder legítimo. La legitimidad viene del Pueblo en su totalidad y no solamente de aquella
parte del Pueblo que acepta reglas del juego que, como la proscripción, restringen la
voluntad popular. Voto con proscripción puede otorgar legalidad; pero legitimidad nunca.
Crecieron también la sensibilidad y la capacidad política, al impulso de la mayor
participación del ciudadano.
Pero esta mayor capacidad de intervención política de la ciudadanía, más allá de su
participación en las urnas, fue bastante mal usada. Se pusieron frente a ellas los árboles que
no dejaron ver el bosque. Se saturó el panorama político nacional con cuestiones menores, y
el ciudadano no llegó a formarse una concepción general de la problemática nacional que
abarca suficientemente todos los campos de sus actividades.
Así, el Pueblo fue comprendiendo que no debía permanecer indiferente ante los problemas
políticos nacionales y adoptó la decisión de ser protagonista de su historia, rompiendo con
los esquemas tradicionales que intentaron relegarlo a la simple condición de espectador.
El “cambio” ya no consiste en una abstracción vacía. El Pueblo todo quiere conocer el signo,
el sentido y el contenido preciso de una expresión. Es que el Pueblo advierte con claridad
que si el cambio no es nacional, no responderá a sus reales necesidades.
Finalmente, cabe una reflexión respecto del poder de decisión: a lo largo de nuestra historia,
dicho poder se ha ido conformando, tejiéndose una red de compromisos políticos que
representan a diferentes intereses.
Tales intereses pueden ser internos o externos. Si las alternativas son neocolonialismo o
liberación, y si hemos optado por la liberación, el ajuste de ese poder es indispensable para
lograr que responda a nuestros intereses.
En lo político, liberación significa tener una Nación con suficiente capacidad de decisión
propia, en lugar de una Nación que conserva las formas exteriores del poder, pero no su
esencia. La Nación no se simula. Existe o no existe.
En síntesis, el problema actual es eminentemente político y sin solución para otros sectores
en particular.

EN EL AMBITO ECONOMICO

El país ha producido siempre en función del beneficio, sin disciplinar cabalmente su


producción en función de las necesidades esenciales de la población.
Es indudable que se perdió tiempo y que los recursos no fueron convenientemente utilizados.
Sin embargo, en la actualidad tenemos un ingreso por habitante razonablemente elevado y,
además, el país se está industrializando aceleradamente. Esta realidad me permite afirmar
que no somos un país subdesarrollado.
La distribución del ingreso familiar no es aún la más adecuada y mucho debe hacerse para
vigorizarla. En realidad, hacia 1955, se había llegado a un nivel en la distribución y en la

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participación del salario en el ingreso nacional, que satisfacía las necesidades de la
población.
Desde allí las soluciones económicas siguieron a las soluciones políticas y la participación
del salario en el ingreso disminuyó.
Es imposible mantener una distribución socialmente aceptable si las decisiones económicas
no acompañan a la política social que se desea imponer. Cuando las decisiones económicas
siguen un patrón inadecuado, la distribución del ingreso queda subordinada al mismo, más
allá de los buenos deseos de cualquier gobierno. En consecuencia, lo que llamamos “Justicia
Social” también requiere para su materialización efectiva participación del gobierno y
elevada eficiencia del mismo.
Se produjo, por otra parte, un decisivo retroceso en el terreno de las decisiones económicas.
Hasta 1943, con industrialización incipiente, dichas decisiones estaban adaptadas a los
intereses del campo. Buscamos establecer un sano equilibrio para promover la
industrialización y una organización del poder de decisión para nuestro sector industrial. En
1955 no se había alcanzado a afirmar la existencia de un empresariado industrial argentino
como factor contribuyente al desarrollo nacional, pero se estaba en el camino. Desde
entonces la industria creció con alto apoyo externo, pero el capital extranjero se concentró,
en gran medida, en el aporte tecnológico y también en la compra de empresas existentes en el
país.
Debemos tener en claro que lo esencial con respecto a los objetivos debe perseguir una
actividad radicada en el país, es que éstos deberán atender tanto al aporte de la economía
nacional como el beneficio del empresario. Esto debe definir una conducta coherente
respecto de los intereses nacionales y los del empresariado.
Pero si se trata de obtener tantos beneficios como sea posible, consolidando intereses que
están en el exterior, los aportes a la economía nacional se alejarán considerablemente de lo
que resulta conveniente para el país.
En esta materia no basta con lograr soluciones apresuradas para las grandes cuestiones,
pensando que todo lo demás ha de resolverse por sí solo. No basta tampoco con elaborar
soluciones a medidas, tomando decisiones sobre la inversión externa sin establecer
claramente la actividad en la cual han de insertarse. Hay que establecer políticas
diferenciales, en todos los campos, y fijar con precisión suficiente la forma de preservar los
objetivos nacionales.
También se comprueba que no hubo una conciencia adecuada sobre la utilización de los
recursos financieros del país, por cuanto no se alcanzó a determinar con claridad si la masa
de capital interno disponible posibilitaba el desarrollo y la expansión, o si era necesaria su
incrementación con el aporte de capital extranjero para alcanzar tales objetivos.
Igualmente, es necesario tener en cuenta que no existe similitud entre concentración de
capital y concentración empresaria. Eso debe conducirse armoniosamente de acuerdo con las
reales necesidades nacionales.
Analizando el proceso, se ve -en otro tipo de problemas- que cuando una sociedad
incrementa el grado de sofisticación del consumo, aumenta a la vez su nivel de dependencia.
Esto es, en gran medida, lo que ocurrió entre nosotros.
Por un lado, el ciudadano se ve forzado a pagar por la tecnología de lo banal; por otro, el país
gasta en divisas en un consumo innecesario.
Pero a la vez, es impostergable expandir el consumo esencial de las familias de menor
ingreso, atendiendo sus necesidades con sentido social y sin formas superfluas. Esta es la
verdadera base que integra la demanda nacional, la cual es motor esencial del desarrollo
económico.
El proceso económico ha mostrado, además, que el país acumula más ahorro del que usa. En
otras palabras, que lo que gana con sus exportaciones, excede a lo que necesita gastar a
través de sus importaciones y otros conceptos. No obstante ello, tal posibilidad fue
insuficientemente explotada, ya que a la par de incrementar la deuda pública no se logró el
desarrollo nacional requerido por el país.
Tuvimos todo tipo de experiencias en este sentido y ahora, entre otras cosas, sabemos
combatir establemente un mal como la inflación, y ello se consigue sólo cuando hay
capacidad política para usar el remedio natural dado por una política de precios e ingresos.
Es evidente que las “recetas” internacionales que nos han sugerido bajar la demanda para

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detener la inflación, no condujeron sino a frenar el proceso y a mantener y aumentar la
inflación.
En esta cuestión no se acertaba con la solución adecuada. Por épocas se bajó la demanda
pública a través de la contención del gasto -olvidando el sentido social del gasto público- ; se
bajó la demanda de las empresas a través de la restricción del crédito -olvidando también el
papel generador de empleo que desempeña la expansión de las empresas-; y se bajó la
demanda de los trabajadores a través de la baja del salario real.
Pero como al mismo tiempo no se adoptaban las medidas para que todos participaran en el
sacrificio, en definitiva fueron las espaldas de los trabajadores las que soportaron el peso de
estas políticas de represión de demanda para combatir la inflación que el país aceptó, y que
repitió aunque su ineptitud quedó bien probada por la propia historia.
Es ésta una experiencia muy importante derivada de nuestro proceso; y puesto que
necesitamos evitar la inflación para seguir adelante con auténtica efectividad, debemos
tenerla permanentemente en cuenta.
Por otra parte, se puede ver que hubo una insuficiente utilización de recursos, especialmente
del recurso humano que ha sido deficientemente incorporado en los últimos lustros, de
acuerdo con la evidencia surgida de las tasas de desempleo. Lo mismo aconteció con el
recurso formidable que significa el capital intelectual, científico y técnico nacional,
emigrando por falta de oportunidades de trabajo en el país.
A esto se llegó por carecerse de planificación, ya que cuando se planifica adecuadamente,
pude lograrse una utilización total de los recursos disponibles.

Para que la planificación sea efectiva no bastan los planes de mediano o largo plazo. Las
decisiones concretas de política económica requieren también planes de corto plazo, que
deben ser los reales propulsores de la actividad. Es a través de ellos que la coyuntura puede
ser manejada en función de su verdadero valor de instrumento para conducir la economía en
el mediano y largo plazo.

Realizada la planificación en tales términos, es posible actuar realmente con la eficiencia


necesaria para lograr la mayor parte de la expansión física que el país debe producir año a
año.

En gran medida, en los últimos lustros nos hemos manejado con nombres y no con
programas; y - salvo en algunos períodos que deben ser rescatados por la seriedad de
conducción - la política que resultó, ha sido de neto corte liberal.
La conducción en el campo económico está en excelentes condiciones para alcanzar sus
objetivos, cuando su contexto aparece definido en programas de acción claramente
concebidos.
En última instancia, la experiencia de lo que hace a la planificación en este campo es también
definitiva; el gobierno en lo económico no tiene otra forma de conducirse. La planificación
es consecuencia necesaria de la organización, e instrumento para la conducción concreta.

EN EL AMBITO SOCIAL

En materia social, nuestro proceso ha sido muy significativo y aporta experiencias de cambio
realmente aleccionadoras.
Veamos separadamente los distintos aspectos de esta cuestión:

Características Socio-demográficas Generales:

Las características socio-demográficas básicas de nuestro país son bien conocidas:


- Escasa población, frente a su dilatada extensión;
- Tasas bajas de crecimiento vegetativo;
- Alta esperanza de vida;

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- Concentración urbana con macrocefalia del área metropolitana;
- Alta tasa de alfabetización con elevada deserción escolar;
- Ausencia de conflictos raciales o religiosos;
- Amplia difusión de los medios de comunicación masivos con limitaciones en cuanto a su
calidad intrínseca;
- Nivel elevado de salubridad pero con desequilibrios regionales que se verifican en la tasa
de mortalidad infantil, que aún es elevada, etcétera.

La Movilidad Social y los Líderes:

La Movilidad Social fue y sigue siendo alta en el país. El hijo del trabajador más modesto
puede llegar a ser Presidente de la República.
No son muchas las sociedades que en el mundo ofrecen esta posibilidad.
Sin embargo, en la práctica se obstaculizó reiteradamente esta movilidad. Los líderes
naturales encuentran un camino difícil: hay una maquinaria aplastante que cuesta mucho
desmontar.
La supuesta igualdad de oportunidades ha sido determinada, en ciertas circunstancias, por la
capacidad económica, de la cual siguen dependiendo en gran medida las posibilidades de
formación.
La misma forma de emerger de muchos líderes, no ha asegurado una alta calidad de
liderazgo en todos los casos. Así se comprende que haya existido cierto “elitismo”, en la
medida en que el grupo tenía poder, oportunidad e influencia, se autoidentificaba como más
apto para imponer su voluntad a los demás.
Por otra parte, durante casi dos decenios funcionaron mecanismos que coartaron la
posibilidad de expresión de los líderes que se mantuvieron fieles a las concepciones
doctrinarias existentes hasta 1955. En este terreno se echó mano a la discriminación directa.
Por lo demás, el proceso montó sistemas de promoción que en grado apreciable dependieron
de la adscripción ideológica de los líderes a las pautas políticas del ámbito liberal dominante
por entonces.
En consecuencia, no puede asegurarse que todos los liderazgos hayan surgido de los dos
requisitos fundamentales requeridos: vocación de servicio al país y capacidad.
Para no caer en la trampa liberal, en el futuro deberá emprenderse con inteligencia y
honestidad la formación de líderes, particularmente para que los líderes intermedios en los
campos políticos y sociales complementen su información y cultiven sus valores personales
en forma metódica y sistemática.
El mismo mecanismo de promoción de líderes tiene que sentarse, en todos los cuerpos
políticos y sociales, sobre una verticalidad institucionalizada que transporte la corriente de
poder desde la base.
De este modo, el líder resulta un verdadero conductor, con mandato real y capacidad probada
por el Pueblo, del cual, además de representante, debe ser auténtico y permanente intérprete.

La Familia

Una de las experiencias más fecundas que surgen de nuestro proceso, es el hecho de que la
sociedad argentina ha sabido preservar a la familia como la célula social. Es claro que hay
fisuras inevitables cuando los cambios son demasiado rápidos y es obvio que la dimensión de
las fisuras puede agrandarse en la medida en que el cambio se acelere, o asuma una dirección
equivocada.
En las sociedades altamente competitivas devoradas por el consumo, se debilitó el núcleo
familiar y aparecieron diversas desviaciones, de las cuales las drogas y el alcoholismo son
dos manifestaciones lamentables.
Nuestra Patria todavía está a tiempo de preservar a la familia, ya que si bien no todos han
conservado su integridad ante la agresión externa motivada por el sistema liberal,
afortunadamente, la mayor parte de ellas ha salvado firmemente su contextura.

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Medios de Comunicación Masivos y Promoción del Consumo:

Los medios de comunicaciones masivos se incrementaron, pese a ser sometidos a


restricciones selectivas que respondían a los intereses de las filosofías dominantes.
Así, dichos medios se convirtieron en vehículos para la penetración cultural.
El país debe establecer principios específicos y claros no sólo en lo referente al nivel de
intercambio socio-cultural con el exterior, sino también respecto de cuáles han de ser las
condiciones para salvaguardar la identidad cultural argentina.
Por otra parte, es interesante observar lo que sucede con la comunicación de los grupos
postergados o aislados de la sociedad, como en la práctica aconteció con el Movimiento
Justicialista durante casi 20 años. La respuesta no dejó lugar a dudas: cuando se observa una
profunda fe en ideas y valores, la coerción externa no pude impedir que se desarrollen
mecanismos informales de comunicación directa. Puede destruir los medios formales, pero
no puede hacer lo mismo con aquellos cuya energía de transmisión nace del poder de la
ideología del grupo.
La opinión pública del país está lo suficientemente preparada para criticar las informaciones
que recibe. En algunos sectores sociales se pensó que esa opinión había sido confundida con
información tendenciosa, pero no fue así. A pesar de que prácticamente los dos tercios de la
opinión ciudadana soportó décadas de prédica destructiva, mantuvo una monolítica unidad
de convicción.
No es posible “vender” ideas al Pueblo. Menos aún cuando, como en nuestro caso, se
encuentra en él una incontenible sed de verdad.
En otro orden de cosas, se ha buscado promover actitudes profundamente negativas,
incrementando artificialmente un consumo voraz de productos inútiles.
Directos responsables de esta situación han sido quienes instrumentaron los medios de
comunicación masivos para aniquilar la conciencia del Pueblo.

Es decir, se procuró motivar un consumo prescindible excitando los sentidos. Ese sistemas es
incompatible con la forma nacional y social a la que aspiramos, en la que el hombre no
puede ser utilizado como un instrumento de apetitos ajenos sino como punto de partida de
toda actividad creadora.

No se puede ignorar que el sistema empleado incrementa la demanda de bienes, provocando


una actitud competitiva que incita al aumento de eficiencia. Es evidente, además, que ambos
factores constituyen el impulso del progreso económico.
Pero una cosa es el progreso económico y otra muy diferente es el desarrollo social del país
en pro de la felicidad del hombre que lo integra.
Es por eso que será necesario corregir ciertas pautas de consumo que no responden a las
reales necesidades de nuestro Pueblo. Este necesita liberarse de los moldes prefabricados que
hacen de la exhibición de bienes una cuestión de prestigio, premiando diversas formas de
parasitismo social.
Precisamente el consumo artificialmente estimulado unido a la mentalidad competitiva ha
actuado como factor desestimulante de determinaciones fundamentales de la creatividad del
hombre, como son, por ejemplo, la ciencia y el arte.

Los Factores del Cambio:

No extraña, pues, que una evolución de la escala de valores vigentes hasta el momento,
incluya el aprecio por “tener” y la “seguridad”.
Sin embargo, el “querer seguridad” no implica necesariamente resistencia al cambio; sólo se
oponen a él determinados grupos tradicionales de poder de la sociedad argentina.
La actitud frente al esfuerzo no se ha perdido, y tal vez sea éste uno de los mejores capitales
que importó el país con los inmigrantes que lo construyeron. Pero debemos emprender una
buena organización que atienda a la realidad altamente compleja del sistema social del país,
que reactive apropiadamente el conjunto de elementos que entran en él, y que ofrezca

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resultados simples y adecuados a la concepción del ciudadano.
Pese a todo, es posible evaluar que nuestra sociedad ha mantenido una alta capacidad de
desarrollo interno. Configura una estructura moderna, en la cual la demanda de un cambio
que reubique valores está adoptando ostensiblemente la forma de un mandato.
En consecuencia, es preciso determinar los factores de cambio con los cuales pueda actuar
nuestra comunidad en bien de su propio desarrollo social. Al respecto, se pueden contemplar
varias posibilidades:
- Confiar en la evolución espontánea del propio cuerpo social;
- Procurar formas cruentas de cambio, confiando, por ejemplo, en el valor purificador de la
destrucción, de la violencia y el caos;
- Proponer una elaboración sistemática y racional, que permita fijar las cualidades que se
anhelan para la comunidad argentina y comprometer el trabajo necesario para llevarla a cabo.

El proceso parece enseñar que librada la sociedad a una evolución espontánea, resulta
inexorablemente víctima de pautas externas. Permite concluir, asimismo, que las formas
cruentas conducen a un estéril y dolorosos sacrificio de vidas humanas. Por lo tanto, no
tenemos derecho a eludir el compromiso ético e histórico de crear un modelo lúcido, que no
sólo sirva a las generaciones adulta e intermedia, sino que constituya un eje de orientación
para la juventud argentina.

Naturalmente, la conformación del Modelo tendrá que tender hacia una síntesis entre lo que
elaboramos racionalmente y lo que la propia comunidad quiera.
Insisto en que es fundamental determinar la forma de alcanzar el cambio deseado. Hace
muchos años podía apelarse emotivamente a la Patria o a la tradición; más tarde se apeló al
bienestar. Ya eso no basta.
Hay que levantar ahora, además, y con gran vigor, el poder del espíritu y la idea, teniendo en
cuenta que el bienestar material no debe aniquilar los básicos principios que hacen del
hombre un ser libre, realizado en sociedad, y valorizado en su plena dignidad.
Para ello, entre otras medidas, debe limitarse el consumismo sofisticado, estableciendo el
camino apropiado para reconstruir al hombre argentino.
Debe ser valorizada en toda su intensidad la gran coincidencia expresada en la comunidad
argentina en 1973: de un lado, están los que quieren el cambio y del otro, los que no lo
quieren.
Los que quieren el cambio constituyen el 90 por ciento del país. En principio a ellos está
destinado este Modelo, cuyo propósito es el de responder fielmente a un mandato otorgado
en las urnas.

EN EL AMBITO CULTURAL

Resulta imprescindible realizar un breve balance de la situación de la Argentina hasta el


momento actual en el terreno cultural. La importancia que cobra este ámbito en la
conformación de una comunidad madura y autóctona es enorme, al punto que me atrevo a
decir que constituye una suerte de red que conecta los ámbitos económico, político y social.
En el terreno cultural se incluye tanto a la formación humanística (filosofía y ciencias del
hombre) como a la actividad artística, pues lo científico tecnológico será expuesto en un
párrafo aparte.
Un examen somero permite eslabonar varias reflexiones, que se concentran en una
conclusión central: el proceso argentino de las últimas décadas evidencia un creciente
desarrollo de la penetración cultural. La consolidación de una cultura nacional se ha
enfrentado con el serio obstáculo de la reiterada importación de determinaciones culturales
ajenas a la historia de nuestro Pueblo, así como a la identidad que como comunidad
organizada necesitamos definir.
Dos han sido los fundamentales agentes desencadenantes de tal penetración.
- En primer lugar, la desaprensiva - o interesada - utilización de los medios de comunicación
masivos como eficaces factores del vasallaje cultural.
Ya me he referido a este problema. Solo quisiera añadir algunas ideas. Me parece evidente

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que la indebida utilización de tales mecanismos de difusión cultural enferman
espiritualmente al hombre, haciéndolo víctima de una patología compleja que va mucho más
allá de la dolencia física o psíquica. Este uso vicioso de los medios de comunicación masivos
implica instrumentar la imagen del placer para excitar el ansia de tener. Así la técnica de
difusión absorbe todos los sentidos del hombre, a través de una mecánica de penetración y la
consecuente mecánica repetitiva, que diluyen su capacidad crítica.
En la medida en que los valores se vierten hacia lo sensorial, el hombre deja de madurar y se
cristaliza en lo que podemos llamar un “hombre-niño”, que nunca colma su apetencia. Vive
atiborrado de falsas expectativas que lo conducen a la frustración, al inconformismo y la
agresividad insensata. Pierde progresivamente su autenticidad, porque oscurece o anula su
capacidad creativa para convertirse en pasivo fetichista del consumo, en agente y destinatario
de una subcultura de valores triviales y verdades aparentes.
- El segundo factor desencadenante del colonialismo cultural tiene su origen en la vocación
elitista y extranjerizante de diferentes sectores de la cultura argentina.
Pese a enarbolar distintos fundamentos ideológicos, tales sectores se han unido en la actitud
expectante y reverente respecto de la “civilización” encarnada por pautas culturales siempre
externas a nuestra Patria y su creciente búsqueda de conformación del ser nacional.
En muchas ocasiones me he referido a la sinarquía, como coincidencia básica de grandes
potencias que se unen -a despecho de discrepancias ideológicas- en la explotación de los
pueblos colonizados.
Estoy convencido que asimismo existe una sinarquía cultural. Obsérvese que las grandes
potencias exhiben sugestivas semejanzas culturales; el mismo materialismo en la visión del
hombre, el mismo debilitamiento de la vida del espíritu, el mismo desencadenamiento de la
mentalidad tecnocrática como excluyente patrón de cultura, la creciente opacidad del arte y
la filosofía, la distorsión o aniquilación de los valores trascendentes.
Un examen superficial de los dos polos principales del poder mundial sólo alcanza a captar
las diferencias ideológicas; ahondando en el análisis, surge -entre otras determinaciones
igualmente importantes- la cultura como evidencia cierta de la unidad sinárquica.
Todo argentino que , a través de una actitud libresca y elitista, asimile las pautas culturales
de ambas potencias, ya sea asumiendo una visión competitiva y tecnocrática del hombre,
como una interpretación marxista de los valores de la cultura, trabaja deliberada o
inconscientemente para que la sinarquía cercene irreparablemente nuestra vocación de
autonomía espiritual y obstruya interminablemente la formación de una auténtica cultura
nacional.

EN EL AMBITO CIENTIFICO - TECNOLOGICO

El desarrollo de la ciencia y la tecnología argentina ha sido hasta ahora fecundo, pero


insuficiente.
Fecundo, por el efectivo nivel de acumulación de conocimientos científicos y tecnológicos
alcanzado, principalmente impulsado por cuatro factores:
1. - El crecimiento de las universidades.
2. - La incorporación de tecnología proveniente del exterior.
3. - La investigación nacional aplicada particularmente al sector agropecuario, y
4. - El avance de la investigación de postgrado.
Insuficiente, porque los elementos disponibles para el avance científico y tecnológico están
escasamente aprovechados y porque no se han creado las condiciones básicas para que exista
una consagración plena del hombre a la investigación científica y tecnológica.
Insuficiente, también, porque el país aún no ha organizado convenientemente vinculaciones
estables y verdaderamente productivas entre el sistema científico-tecnológico, el gobierno, el
sistema de producción física y el sistema financiero.
Ello ha contribuido a dispersar la investigación, a no permitir una demanda de ciencia y
tecnología estable y creciente y a incrementar el conocido drenaje de inteligencia.
La incorporación de tecnología atada al capital extranjero, particularmente para el sector
industrial, creó compromisos tecnológicos onerosos en divisas.

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No obstante ello, la acumulación de conocimientos tecnológicos ha sido efectiva y acelerada
por la misma naturaleza de la producción industrial.
El costo de la tecnología que venimos empleando es muy alto, principalmente porque el
ingreso del conocimiento tecnológico no ha sido programado ni administrado con sentido
nacional, preservando los intereses del país.
Prueba de ello es el ingreso de tecnología extranjera en terrenos en los que se mantienen
ociosos recursos materiales nacionales capaces de producir la misma tecnología que se
importa.
Es natural que empresas de capital extranjero estén ubicadas especialmente en actividades
más densas en tecnología foránea.
Por otra parte, la selección de técnicos no ha sido siempre afortunada. En numerosas
oportunidades se han importado técnicas obsoletas poco adaptadas a las condiciones locales.
Por añadidura, en muchos casos hubo restricciones tales como la prohibición de exportar
artículos producidos con tecnología importada y el establecimiento de determinados
controles, realmente inaceptables.
Ahora se trata de aprovechar la experiencia pasada y corregir desvíos cuyos efectos resultan
sumamente costosos.
Sin embargo, se ha hecho efectivo un fuerte aporte nacional a la tecnología autóctona,
particularmente en los sectores agropecuario e industrial.
Estamos valorando muy alto nuestra capacidad para originar una tecnología propia; sólo
debemos ponerla en movimiento, conectándola con la producción concreta, con las
decisiones de gobierno y con los apoyos financieros.
La comunidad científica argentina es todavía reducida con relación al ingreso por habitante
que el país posee. La mitad del personal de investigación trabaja en ello sólo parte de su
tiempo útil. La mayoría de los institutos son pequeños y no llegan a una capacidad de
investigación tal que permita un verdadero trabajo interdisciplinario.
Hay miles de proyectos en ejecución al mismo tiempo, lo cual, por un lado, hace que cada
proyecto tarde demasiado en fructificar y, por el otro, dificulta la materialización de nuevos
proyectos por falta de continuidad en los recursos.
Los institutos están prácticamente concentrados en el área metropolitana y pampeana.
Además, la remuneración de los investigadores es tan limitada que sólo una vocación
acendrada puede retener el talento en esta actividad.
Me parece claro que no existe hasta el presente una política científica y tecnológica
centralmente diseñada y de fácil realización. Tampoco se posee una base institucional
suficientemente coherente como para lograr una necesaria centralización de conducción y
descentralización de operación.
Las mentalidades científicas y técnicas especializadas fueron emigrando sin que el país
encontrara un mecanismo que preserve su conexión con los intereses nacionales.

EN EL AMBITO ECOLOGICO

Ya el hombre a tomado conciencia de su capacidad para alterar el medio en que vive, como
también del uso indebido del avance tecnológico respecto de dicho medio.
El tema no es nuevo. La concientización mundial sí.
Factores tales como la polución, el sobrecultivo, la desforestación, la acumulación de
desperdicios, entre otros, indican claramente el perjuicio que ocasionan a los seres vivos.
El ser humano, como simple eslabón del ciclo biológico, está condicionado por un
determinismo geográfico y ecológico del cual no puede sustraerse.
Estamos, pues, en un campo nuevo de la realidad nacional e internacional, en el que debemos
comprender la necesidad - como individuos y como Nación - de superar estrechas miras
egoístas y coordinar esfuerzos.
Hace casi 30 años, cuando aún no se había iniciado el proceso de descolonización
contemporánea, anunciamos la Tercera Posición en defensa de la soberanía y
autodeterminación de las pequeñas naciones, frente a los bloques en que se dividieron los
vencedores de la Segunda Guerra Mundial.

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Hoy, cuando aquellas pequeñas naciones han crecido en número y constituyen el gigantesco
y multitudinario Tercer Mundo, un riesgo mayor, que afecta a la humanidad y pone en
peligro su misma supervivencia, nos obliga a plantear la cuestión en nuevos términos, que
van más allá de lo estrictamente político, que superan las divisiones partidarias e ideológicas,
y entran en la esfera de las relaciones de la humanidad con la naturaleza.
Creo que ha llegado la hora en que todos los pueblos y gobiernos del mundo cobren
conciencia de la marcha suicida que la humanidad ha emprendido a través de la
contaminación del medio ambiente y la biosfera, la dilapidación de recursos naturales, el
crecimiento sin freno de la población y la sobreestimación de la tecnología y de la necesidad
de invertir de inmediato la dirección de esta marcha, a través de una acción mancomunada
internacional.
El ser humano no puede ser concebido aisladamente del medio ambiente que él mismo ha
creado. Ya es una poderosa fuerza biológica, y si continúa destruyendo los recursos vitales
que le brinda la Tierra sólo puede esperar catástrofes sociales para las próximas décadas.
La humanidad está cambiando las condiciones de vida con tal rapidez que no llega a
adaptarse a las nuevas condiciones: va más rápido que su captación de la realidad y no ha
llegado a comprender, entre otras cosas, que los recursos vitales para él y sus descendientes
derivan de la naturaleza y no de su poder mental. De este modo, a diario su vida se
transforma en una interminable cadena de contradicciones.
En el último siglo ha saqueado continentes enteros y le han bastado un par de décadas para
convertir a ríos y mares en basurales, y al aire de las grandes ciudades en un gas tóxico y
espeso. Inventó el automóvil para facilitar su traslado, pero ahora ha erigido una civilización
del automóvil, que se asienta sobre un cúmulo de problemas de circulación, urbanización,
seguridad y contaminación en las ciudades, y que agrava las consecuencias de su vida
sedentaria.
Las mal llamadas “sociedades de consumo” son, en realidad, sistemas sociales de
despilfarrar masivo, basados en el gasto, porque el gasto produce lucro. Se despilfarra
mediante la producción de bienes innecesarios o superfluos y, entre éstos, a los que deberían
ser de consumo duradero, con toda intención se les asigna corta vida porque la renovación
produce utilidades. Se gastan millones en inversiones para cambiar el aspecto de los
artículos, pero no para reemplazar los bienes dañinos para la salud humana, y hasta se apela a
nuevos procedimientos tóxicos para satisfacer la vanidad humana. Como ejemplo, bastan los
automóviles actuales que debieran haber sido reemplazados por otros con motores eléctricos,
o el tóxico plomo que se agrega a las naftas simplemente para aumentar el pique de los
mismos.
No menos grave resulta el hecho de que los sistemas sociales de despilfarro de los países
tecnológicamente más avanzados funcionan mediante el consumo de ingentes recursos
naturales aportados por el Tercer Mundo. De este modo el problema de las relaciones dentro
de la humanidad es paradójicamente doble: algunas clases sociales - las de los países de baja
tecnología en particular - sufren los efectos del hambre, el analfabetismo y las enfermedades,
pero al mismo tiempo las clases sociales y los países que asientan su exceso de consumo en
el sufrimiento de los primeros, tampoco están racionalmente alimentados, ni gozan de una
auténtica cultura o de una vida espiritual o físicamente sana. Se debaten en medio de la
ansiedad y del tedio y los vicios que produce el ocio mal empleado.
Lo peor es que, debido a la existencia de poderosos intereses creados o por la falsa creencia
generalizada de que los recursos naturales vitales para el hombre son inagotables, este estado
de cosas tiende a agravarse. Mientras un fantasma - el hambre - recorre el mundo devorando
55.000.000 de vidas humanas cada 20 meses, afectando hasta a países que ayer fueron
graneros del mundo y amenazando expandirse de modo fulmino en las próximas décadas, en
los centros de más alta tecnología se anuncia, entre otras maravillas, que pronto la ropa se
cortará con rayos láser y que las amas de casa harán sus compras desde sus hogares por
televisión y las pagarán mediante sistemas electrónicos. La separación dentro de la
humanidad se está agudizando de modo tan visible que parece que estuviera constituida por
más de una especie.
El ser humano, cegado por el espejismo de la tecnología, ha olvidado las verdades que están
en la base de su existencia. Y así, mientras llega a la Luna gracias a la cibernética, la nueva
metalurgia, combustibles poderosos, la electrónica y una serie de conocimientos fabulosos,

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mata el oxígeno que respira, el agua que bebe y el suelo que le da de comer, y eleva la
temperatura permanente del medio ambiente sin medir sus consecuencias biológicas. Ya en
el colmo de su insensatez, mata al mar, que podía servirle de última base de sustentación.
En el curso del último siglo el ser humano ha exterminado cerca de doscientas especies y
animales terrestres. Ahora ha pasado a liquidar especies marinas. Aparte de los efectos de la
pesca excesiva, amplias zonas de los océanos, especialmente costeras, ya han sido
convertidas en cementerios de peces y crustáceos, tanto por los desperdicios arrojados como
por el petróleo involuntariamente derramado. Sólo el petróleo liberado por los buques
cisterna hundidos ha matado en la última década cerca de 600.000 millones de peces. Sin
embargo, seguimos arrojando al mar más desechos que nunca, perforamos miles de pozos
petrolíferos en el mar o sus costas y ampliamos al infinito el tonelaje de los petroleros sin
tomar medidas de protección de la fauna y flora marinas.

La creciente toxicidad del aire de las grandes ciudades es bien conocida, aunque muy poco se
ha hecho para disminuirla. En cambio, todavía ni siquiera existe un conocimiento
mundialmente difundido acerca del problema planteado por el despilfarro de agua dulce,
tanto para el consumo humano como para la agricultura. La liquidación de aguas profundas
ya ha convertido en desiertos extensas zonas otrora fértiles del globo, y los ríos han pasado a
ser gigantescos desagües cloacales más que fuentes de agua potable o vías de comunicación.
Al mismo tiempo, la erosión provocada por el cultivo irracional o por la supresión de la
vegetación natural se ha convertido en un problema mundial, y se pretende reemplazar con
productos químicos el ciclo biológico del suelo, uno de los más complejos de la naturaleza.
Para colmo, muchas fuentes naturales han sido contaminadas; las reservas de agua dulce
están pésimamente repartidas por el planeta, y cuando nos quedaría como último recurso la
desalinización del mar, nos enteramos que una empresa de ese tipo, de dimensión universal,
exigiría una infraestructura que la humanidad no está en condiciones de financiar y armar en
este momento.
Por otra parte a pesar de la llamada revolución verde, el Tercer Mundo todavía ni ha
alcanzado a producir la cantidad de alimentos que consume, y para llegar a su
autoabastecimiento necesita un desarrollo industrial, reformas estructurales y la vigencia de
una justicia social que todavía está lejos de alcanzar. Para colmo, el desarrollo de la
producción de alimentos sustitutivos está frenado por la insuficiencia financiera y las
dificultades técnicas.
Por supuesto, todos estos desatinos culminan con una tan desenfrenada como irracional
carrera armamentistas, que le cuesta a la humanidad 200.000 millones de dólares anuales.
A este complejo de problemas creados artificialmente se suma el crecimiento explosivo de la
humanidad. El número de seres humanos que puebla el planeta se ha duplicado en el último
siglo y volverá a duplicarse para fines del actual o comienzos del próximo, de continuar el
mismo ritmo de crecimiento. De seguir por este camino, en el año 2500 cada ser humano
dispondrá de un solo metro cuadrado sobre el planeta. Esta visión global está lejana en el
tiempo pero no difiere mucho de la que ya corresponde a las grandes urbes, y no debe
olvidarse que dentro de veinte años más de la mitad de la humanidad vivirá en ciudades
grandes y medianas.
Es indudable, pues, que la humanidad necesita tener una política demográfica. Debe tenerse
en cuenta que una política demográfica no produce los efectos deseados si no va acompañada
por una política económica y social correspondiente. De todos modos, mantener el actual
ritmo de crecimiento de la población humana, no es tan suicida como mantener el despilfarro
de los recursos naturales de los centros altamente industrializados donde rige la economía de
mercado, o en aquellos países que han copiado sus modelos de desarrollo. Lo que no debe
aceptarse es que la política demográfica esté basada en la acción de píldoras que ponen en
peligro la salud de quienes las toman o de sus descendientes.
Si se observan en su conjunto los problemas que se nos plantean y que hemos enumerado
comprobaremos que provienen tanto de la codicia y la imprevisión humana, como de las
características de algunos sistemas sociales, del abuso de la tecnología, del desconocimiento
de las relaciones biológicas y de la progresión natural del crecimiento de la población
humana. Esta heterogeneidad de causas debe dar lugar a una heterogeneidad de las
respuestas, aunque en última instancia tengan como denominador común la utilización de la

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inteligencia humana. A la irracionalidad del suicidio colectivo debemos responder con la
racionalidad del deseo de supervivencia.
Estos conceptos, que tienen su origen en torno a las reflexiones acerca del problema mundial
de la ecología, son válidos también para nuestro país. Sin embargo, afortunadamente,
tenemos una enorme ventaja. Nuestro extenso territorio con enormes reservas naturales, aún
no explotadas, nos permite albergar la esperanza de salvarnos de muchos de los peligros
mencionados a poco que evitemos cometer los mismos errores en que incurrieron las grandes
naciones.
De hecho, la solución no surgirá solamente de lo que realicemos en el orden interno, sino que
tendrá mucho que ver con lo que hagan los demás países en la materia. Es por esto que
debemos insistir denodadamente ante el mundo para que se ponga freno a esta carrera que
nos llevará inexorablemente a nuestra autodestrucción.

EN EL AMBITO INSTITUCIONAL

Las instituciones que aquí analizo son las jurídicas, es decir, las creadas por el Derecho.
El método de creación de las instituciones jurídicas debe comenzar por establecer funciones.
Para esto es necesario definir, en cada caso, cómo se cumplirán dichas funciones y cuáles
serán las responsabilidades concretas a fijar. De esta forma, es posible caracterizar el marco
jurídico en el cual tienen que funcionar.

Pero este marco jurídico debe incluir no sólo la creación y función de los entes respectivos,
sino también las relaciones entre los distintos entes y la naturaleza, características y formas
de uso de los medios a utilizar.

Lamentablemente, no siempre se ha trabajado con tal forma de programación institucional.


En su lugar, hemos encontrado numerosos ejemplos en sentido contrario. Es decir, que se
dictó la ley primero, se crearon luego los entes, se les asignaron funciones y después, en la
práctica, se verificó si las funciones asignadas estaban totalmente ajustadas a lo que se
quería.
Este defecto metodológico tiene menor importancia en el Estado liberal, que confía
principalmente en la acción privada.
Por eso, la forma juridicista de crear instituciones empezando por la ley, no es tan peligrosa
para los designios de los conductores de ese Estado.
En cambio, para nuestro país el problema es diferente. Necesitamos más gobierno y más
eficiencia en el mismo, puesto que lo concebimos como un verdadero proveedor de servicios
a la comunidad. Para ello tiene que programar funcionando, como un sistema de vasos
comunicantes. En él debe eliminarse el despilfarro de recursos, porque cada recurso
desperdiciado representa un servicio menos que se le presta al ciudadano y al país.
Por lo tanto, no podemos copiar el método juridicista que ha sido útil para el Estado liberal.
El Estado liberal, mientras no tuvo necesidad de elevar al máximo la eficiencia del gobierno,
pudo permitirse actuar con muchas instituciones formalmente establecidas y una burocracia
adecuada a sus estatutos jurídicos, pero sus servicios al país no guardaron relación con las
verdaderas necesidades sociales.
También se ha visto una interesante evolución el problema institucional.
En la época liberal, la intervención estatal ha sido naturalmente escasa, porque ello respondía
a su propia filosofía. Cuando el justicialismo empezó a servir al país, nuestra concepción
exigió un incremento de la intervención estatal. Junto a esto pusimos el peso que otorgaba la
ley a la autoridad del Poder Ejecutivo. Este procedimiento fue criticado como “autoritarista”.
Fue necesario adoptar dicha actitud, porque teníamos que forzarnos en la obtención de un
justo medio que nos alejara de extremos indeseables.
Luego, cuando se produjo la reacción liberal, el nivel de intervención estatal era elevado,
precisamente por la naturaleza misma de los problemas que el Estado Argentino tenía que
afrontar.
Como el gobierno liberal que nos sucedió no supo ver las razones de ese crecimiento, se
encargó de destruir la administración pública y realizó su labor golpeando muy

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especialmente sobre el servidor público, ahora tenemos que reconstruir una administración
pública adaptada a nuestras necesidades. Para ello, debemos hacer un serio esfuerzo para
jerarquizar el funcionario público, restituyéndole la dignidad que el país le había reconocido.
Por supuesto no necesitamos saturarnos de funcionarios . Debemos tener sólo los que nos
hagan falta, pero con el máximo nivel de capacidad y responsabilidad que corresponda a
cada cargo.
Mi experiencia anterior me ha enseñado que la conducción gubernamental necesita de una
administración pública vigorosa y creativa. De lo contrario, la labor de conducción no llega
al ciudadano, por bien inspirada que esté.
Por otra parte, constituir las instituciones primero y conferirles funciones después ha dado
lugar al nacimiento de burocracias que, sin objetivos claros, concluyen siendo un fin en sí
mismas y sirviendo sólo a su autoconservación.
Tales burocracias sirven exclusivamente para proponer lo que es visible para el gobierno de
turno. Debemos procurar, precisamente, lo contrario: ajustar las estructuras de poder a lo que
el país necesita.
Si no procedemos con esa mentalidad, será imposible introducir cambios de fondo, porque la
eficiencia de la administración pública resulta limitada por las propias restricciones
institucionales y porque esas burocracias han aprendido que duran más los que menos
deciden.

LA EXIGENCIA DE UN MODELO

Cuando caractericé el Modelo Argentino y expuse sus objetivos principales, quedó claro que
constituye una exigencia prospectiva que debe contribuir a consolidar la Patria por la que
todos bregamos.
Ahora es evidente, además, que la experiencia mundial y el propio proceso histórico
argentino conducen, rectamente, a la misma necesidad. Volvemos entonces al comienzo de
este trabajo añadiendo, al concepto de modelo y a sus objetivos, la clara conciencia de su
inexorabilidad histórica.
A ello debemos agregar que, para elaborar con precisión un Modelo Argentino, es
conveniente una evaluación orgánica de la situación presente, lo que resulta imposible sin
una perspectiva histórica: la historia no es una acumulación de etapas inconexas sino un
proceso generativo, dinámico y constante.
De ahí que en modo alguno puede proponerse un modelo estático y cerrado para una
Argentina en constante transformación. Nuestro Modelo Argentino debe presentar el
dinamismo de todo lo que se vincula con el devenir de un Pueblo. Por esa razón, los
argentinos debemos juzgar al Modelo Argentino como una propuesta abierta a sucesivas
correcciones para estar en armonía con la fascinante vitalidad de la historia.
En síntesis, tenemos la responsabilidad histórica de definir el país que deseamos, con el
propósito de abandonar las luchas internas que desgastan nuestra esperanza y nos desvían del
camino por el que podemos y debemos transitar.
Nuestra Patria tiene todo lo necesario para que sus hijos sientan el gozo infinito de la vida.
Dios nos ha brindado riquezas incalculables, sólo falta que asumamos la decisión irrevocable
de realizar la empresa que nos aguarda.
Cada uno de mis conciudadanos, cada grupo social y político, que sienta el deber de
contribuir a la grandeza del país, deberá formular sus sugerencias para que este
Modelo sea cada vez más un ideal de vida nacional.

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