Los Procesos Psíquicos

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 21

Los procesos psíquicos

Carmen Regina Victoria García-Viniegras

Los procesos cognoscitivos. Función

Los procesos psíquicos tienen la función fundamental de reflejar el mundo, de conocerlo. El reflejo
psicológico en el ser humano, se produce de manera integrada y organizada. Ese reflejo ocurre en
un marco histórico-social determinado. Los procesos cognitivos brindan una imagen de los objetos.
Conocemos, percibimos, nos representamos las cosas, tenemos ideas, reflexionamos. Al mismo
tiempo, esas imágenes nos afectan de determinada forma. Mediante los procesos afectivos, nos
alegramos o sentimos tristeza, odio, ira, miedo. El proceso afectivo refleja la relación entre las
necesidades y su satisfacción.

Los procesos cognitivos son los procesos de conocimiento, mediante los cuales los seres humanos
somos capaces de conocer el mundo que nos rodea e interactuar con él. En el mundo se incluye
todo lo material y lo social, es decir, la relación con los demás seres humanos y las condiciones
históricas en la que esta relación ocurre. El proceso del conocimiento permite también saber el
resultado de nuestras acciones para con ese mundo que nos rodea. El proceso del conocimiento
nos da la posibilidad de aprender.

Dentro de una clase práctica de procederes de enfermería, para aprender lo que el profesor está
demostrando, necesitamos en primer lugar atender (proceso de atención). Para comprender el
mensaje que el profesor envía, debemos captar su voz, sus movimientos, su imagen, lo cual nos
vendrá a la memoria en el momento en que lo necesitemos para aplicar ese conocimiento. Para
realizar esas acciones no hay duda que debemos tener el pensamiento alrededor de eso que
estamos haciendo, ya que tenemos que analizar la situación problémica, escoger el procedimiento
técnico que debemos aplicar en cada caso, razonar cuál es el que mejor se aplica. Lo que vamos
diciendo en ese momento al paciente y lo que nos decimos interiormente nosotros mismos, ayuda
a organizar nuestras ideas y nuestro accionar. El lenguaje es ese sistema de símbolos y signos
que dan significación a nuestras acciones y a las acciones de los otros.

Los procesos cognitivos comprenden todos esos procesos (atención, memoria, pensamiento,
lenguaje), que permiten conocer e interactuar con el mundo y con nuestros semejantes. El
conocimiento es un elemento central en la determinación de las acciones que los seres humanos
realizan. Por ejemplo, un individuo diabético no puede llevar una dieta adecuada a su enfermedad
si, en primer lugar, no la conoce. Claro está,que en la determinación de las conductas de las
personas frente a los problemas del proceso salud-enfermedad, influyen otros factores además
del conocimiento, pero no hay duda de que el conocimiento es un elemento imprescindible, un
necesario punto de partida.

A continuación abordaremos algunos aspectos o momentos de este proceso del conocimiento, los
cuales no se dan en la realidad de forma aislada, pero en estos momentos los separaremos para
su mejor análisis y comprensión.

La sensación y la percepción. Semejanzas y diferencias. Propiedades de la


percepción
La sensación constituye el punto de partida de todos los fenómenos psíquicos y tiene una doble
significación. La primera es que da lugar al reflejo sensorial, conocimiento inmediato de la realidad,
y la segunda es que es el momento inicial que nos lleva al pensamiento.

La sensación es el proceso psíquico mediante el cual se reflejan las cualidades aisladas de los objetos y
fenómenos de la realidad, pero también los estados internos del propio organismo, cuando los estímulos
materiales actúan directamente sobre los correspondientes receptores.

La sensación capta cualidades como la forma, el color, el peso, el sabor. Es el proceso psíquico
más simple y primitivo, y resulta difícil apreciarlo en forma pura en la medida en que nos alejamos
del momento del nacimiento del individuo. La base fisiológica de las sensaciones son los
analizadores, estructuras anatomofisiológicas encargadas de discriminar los diferentes estímulos
que actúan sobre el hombre.

Sin embargo, el reflejo de la realidad no se da en forma caótica, no como una suma de


sensaciones, sino que en la conciencia se producen complejas integraciones de las distintas
cualidades de los objetos y fenómenos. Esta integración da lugar a la percepción, que es un
proceso más complejo e integrado que la sensación.

La percepción es la función psíquica que permite al organismo, a través de los sentidos, recibir y
elaborar la información proveniente de su entorno. Mediante la percepción, la conciencia integra
los estímulos sensoriales sobre objetos, hechos o situaciones y los transforma en experiencias
útiles. Podemos decir que la percepción es el acto físico de recibir impresiones sensoriales; por
ejemplo: registrar la reflexión de luz, registrar ondas sonoras. Se debe establecer una distinción
básica entre sensación, es decir la recepción del estímulo y percepción que incluye el conocimiento
de la existencia del objeto.

La percepción incluye la interpretación de sensaciones dándole significado y organización. La


organización, interpretación y análisis e integración de estímulos implica la actividad no solo de
nuestros órganos sensoriales, sino también de nuestro cerebro. La mayoría de los estímulos puros
desorganizados de la experiencia sensorial (vista, audición, olfato, gusto y tacto) son corregidos
de inmediato y de forma inconsciente transformado en percepción o experiencia útil, reconocible.

El proceso de percepción se limita a organizar los estímulos sensoriales directos en forma de


percepciones, por sí mismas recuperadas de la experiencia pasada se organizan favoreciendo una
más rápida y adecuada formación del proceso de percepción actual. Diversas investigaciones han
demostrado que algunos factores básicos de la percepción son biológicos y en la mayoría de los
casos cumplen funciones adaptativas.

La percepción puede considerarse el momento inicial o primer eslabón de los procesos del
conocimiento y de los procesos psíquicos en general. La percepción es el reflejo concreto sensorial
de la realidad, sobre el cual se levanta el reflejo del mundo en forma abstracta (lógica y teórica).
Los estímulos del medio actúan sobre los órganos sensoriales y se produce como resultado, la
percepción.

La percepción es un proceso activo, ya que los aparatos receptores deben "activarse" ponerse en
función de percibir algo. También se producen determinados movimientos del cuerpo que permiten
captar esa percepción. Por ejemplo, los movimientos oculares nos permiten percibir correctamente
la señal de un monitor al que está acoplado un paciente en terapia intensiva. Para eso debemos
también haber movido nuestro cuerpo para acercarnos al aparato que emite la señal. También el
movimiento de las manos es importante para percibir adecuadamente cuando hacemos una
exploración táctil, por ejemplo palpar el abdomen o determinar la presencia de edema o hinchazón
de una pierna. Por eso decimos que la percepción es un proceso activo.

Así por ejemplo, una enfermera que pasa por una sala a recoger unos papeles de trabajo que se
le quedaron cuando salió de su turno, no tiene la misma "actividad" para percibir las señales de
sus pacientes que la que está en ese momento trabajando en la sala, con la responsabilidad de
los cuidados de enfermería, en este caso particular, la vigilancia. Por eso decimos que la percepción
es un proceso activo.

Por ejemplo, si estamos en presencia de un niño al cual hay que hacer una sutura debido a una
herida que recibió, la percepción jugará un papel muy importante. Para poder cumplimentar esta
acción debemos percibir el tamaño de la herida, pero también percibimos al niño, si llora, si
coopera en alguna medida, a la madre acompañante, lo que dice, lo que espera de nosotros.
Debemos tomar en nuestras manos los materiales de sutura adecuados a las condiciones que se
nos presentan.

Todas estas acciones, se realizan casi automáticamente, pero exigen la percepción del color, la
textura, la ubicación de los materiales en el espacio, la percepción del tamaño y forma de la herida,
a percepción de las personas presentes, la percepción de sus manifestaciones verbales, etc. Todas
nuestras actividades, orientadas por un motivo que satisface una necesidad, exigen la realización
de una serie de acciones, muchas de las cuales son netamente acciones perceptivas.

La percepción tiene, al igual que todos los procesos psíquicos, un carácter histórico.

La experiencia, acumulada en la historia personal o en la historia de la humanidad, determina un


particular modo de percibir las cosas. Las percepciones de una enfermera de 10 años de trabajo
en un sanatorio de SIDA son diferentes a las de la enfermera de un consultorio. La enfermera del
sanatorio es capaz de percibir el tono particular de la voz de un paciente cuando miente acerca de
sus contactos sexuales, lo cual pudiera pasar inadvertido para la otra, de menor experiencia en
este trabajo; mientras, la mentira de una mujer víctima de violencia intrafamiliar será
inmediatamente percibida por la enfermera del consultorio.

El carácter histórico de las percepciones también tiene un contenido social. Aprendemos en


continua interacción con otros seres humanos. Las acciones que realizamos con nuestros pacientes
son aprendidas, tienen una historia, la historia de un proceso activo en el cual hemos sido
enseñados a realizar dichas acciones. Cada nueva generación es enseñada por sus mayores a
utilizar los instrumentos de la cultura, proceso que recibe el nombre de apropiación de la cultura,
e incluye el desarrollo y perfeccionamiento de las acciones perceptivas.

La percepción posee un carácter integral. Esta integralidad es la que nos hace reflejar un objeto
en su totalidad y no sus cualidades aisladas. Cuando nos llega un paciente herido no percibimos
la sangre, sino una herida sangrante. También se dice que la percepción es organizada. Aún
cuando el paciente lleve una camisa roja, somos capaces de organizar la percepción del color rojo
y distinguir la sangre de la tela. Esta organización perceptiva nos permite separar la figura del
fondo, separar el color, valorar la ubicación de los objetos en el espacio. Otra característica es la
constancia perceptiva. Nos acostumbramos al tamaño de los objetos y sabemos cuál es su tamaño
real aunque estemos a distancia. No por ver a un perro de lejos creemos que es del tamaño de un
ratón, por ejemplo.

Otro elemento muy importante y que ayuda a pensar y a aprender es el carácter racional de la
percepción. La racionalidad consiste en la categorización del objeto percibido y la designación de
este por medio de la palabra. Reflejamos no sólo el objeto de la realidad sino su significación, que
ha sido elaborada por la sociedad o por la Ciencia durante su desarrollo. Cuando auscultamos a
un paciente y no sentimos los latidos cardíacos no decimos tranquilamente "no hay latidos", sino
que vemos la situación de una manera racional y con todo el significado que posee un "paro
cardíaco".

En las percepciones pueden intervenir uno o varios sistemas. Los sistemas perceptivos
fundamentales son:
• Sistema visual.
• Sistema auditivo.
• Sistema cutáneo-muscular.
• Sistema olfativo-gustativo.
• Sistema vestibular.

Cada sistema realiza una serie de tareas que le son propias. El sistema visual desempeña un papel
fundamental en la percepción del color, de la forma, del espacio y del movimiento. Es el más
"objetal" de todos los sistemas. La percepción visual se destaca por el alto nivel de constancia.
Desde el punto de vista del conocimiento, permite la percepción simultánea de diferentes objetos
colocados a diferentes distancias del observador.

El sistema auditivo tiene que ver con la percepción de los sonidos y de los ruidos. Su importancia
está dada porque participa en la percepción del habla y de la música.

El sistema cutáneo-muscular presenta una gran complejidad. Está compuesto por varios
subsistemas: sensibilidad dolorosa, sensibilidad térmica y sensaciones táctiles. Tiene una
participación muy grande en la formación del esquema corporal y la regulación de los movimientos.
Por último, la percepción activa permite la formación de una imagen completa del objeto.

El sistema olfativo-gustativo permite percibir las características químicas de los objetos. De gran
importancia en algunas especies animales, participa en el control de la conducta alimentaria.

El sistema vestibular se caracteriza por el nivel de interacción que tiene con el resto de los sistemas
perceptivos. Permite valorar la posición del cuerpo en el espacio y el movimiento del cuerpo en
diferentes direcciones. Los estudios acerca de las situaciones en las cuales el ser humano no está
sometido a la ley de la gravedad han hecho avanzar la comprensión acerca del papel de este
sistema perceptivo.

El pensamiento. Relación con el lenguaje

El pensamiento surge basado en la actividad práctica del conocimiento sensible (sensaciones y


percepciones) pero rebasa considerablemente sus límites.

El pensamiento es el proceso psíquico socialmente condicionado dirigido a la búsqueda y descubrimiento de algo


sustancialmente nuevo. Es un reflejo indirecto (mediatizado) y generalizado de la realidad objetiva a través de las
operaciones de análisis y síntesis.

La actividad cognoscitiva comienza por las sensaciones y percepciones, y pasa al pensamiento.


Todo pensamiento, incluso el más "elevado", mantiene siempre el vínculo, el nexo, con el
conocimiento sensible, o sea, con las sensaciones, percepciones y representaciones. La actividad
mental recibe los "insumos" del conocimiento sensible. La sensación y la percepción permiten el
conocimiento sensible. El pensamiento es reflejo del mundo exterior. Dicho reflejo se modifica, se
somete a comprobación en la práctica social, en la interacción del individuo con la naturaleza y la
sociedad.

Nuestras sensaciones y percepciones ofrecen continuamente información sobre el mundo que nos
rodea. Los diferentes objetos, imágenes, acontecimientos no se organizan en nuestra mente si no
fuera por el proceso del pensamiento, surgido al calor de la experiencia. El hombre primitivo
percibía un marcado aumento de temperatura en el cuerpo de otra persona y era incapaz de
pensar en la fiebre, ni en las medidas necesarias de aplicar para reducir esa temperatura corporal.
En la percepción se ofrece solo un resultado general, total, de la interacción del sujeto (hombre)
con el mundo cognoscible. Pero para vivir y actuar hay que conocer, ante todo, cuáles son los
objetos y acontecimientos exteriores por sí mismos.
El conocimiento sensible no permite descomponer el efecto total de la interacción del sujeto con
el objeto cognoscible, es necesario ir desde las sensaciones y percepciones hasta el pensamiento.
En el curso del pensamiento se produce la comprensión posterior, más profunda, del mundo
exterior. Mediante este proceso se desentrañan las complejas interdependencias entre los objetos,
acontecimientos, fenómenos, etc.

En el ejemplo del aumento de la temperatura corporal, gracias al pensamiento, se hace posible


hacer inferencias sobre el estado de salud del individuo en cuestión. Gracias a la experiencia se
utilizará un termómetro, y se interpretarán las imágenes visuales que se observan en este al
marcar determinados grados de temperatura. El juicio sobre el estado de salud no se realiza
solamente sobre la base de la sensación térmica del que tocó al enfermo con fiebre, sino que
vemos que fue capaz de solucionar el problema, es decir, que pensó.

Es decir, que la imagen sensible de un objeto, sus distintas propiedades, se determinan solo con
el propio objeto (objetivamente). De esta manera el pensamiento abstracto, actúa abstrayéndose
de unas propiedades del objeto, por ejemplo, de la interacción de la mano con el objeto externo,
para comprender más profundamente otras propiedades suyas (temperatura real de dicho objeto,
significación de esa temperatura dentro de un cuadro clínico, etc.).

En el proceso de pensamiento, utilizando los datos de las sensaciones y percepciones, el hombre,


simultáneamente, excede los límites del conocimiento sensible, o sea, comienza a conocer
fenómenos tales del mundo exterior, sus propiedades y relaciones, sus regularidades, que no
están dadas directamente en las percepciones, que no son observables.

Llega un momento en que el pensamiento sensible resulta insuficiente o ineficaz. Allí es donde
comienza el pensamiento. El pensamiento engendra y desarrolla el papel cognoscitivo de las
sensaciones, percepciones y representaciones, y amplía el alcance del conocimiento. El
pensamiento posibilita conocer cosas que ninguna sensación o percepción brinda directamente,
por sí solo. Sabemos que los impulsos cerebrales son actividad eléctrica del cerebro, aunque nunca
hayamos visto o tocado dicha electricidad. En la actividad cognoscitiva real de cada hombre, el
conocimiento sensible y el pensamiento pasan continuamente de uno a otro y se intercondicionan
entre sí.

El pensamiento tiene diferentes niveles de complejidad, desde el pensamiento elemental,


sencillísimo de los animales, siempre apegado a lo inmediato, y sin que medie la palabra, hasta el
pensamiento abstracto, indirecto. El pensamiento primitivo opera con objetos en un plano real-
objetivo y no va más allá. Por el contrario, el pensamiento humano cuenta con la palabra. La
palabra, es decir, el lenguaje articulado, hace posible extraer del objeto cognoscible una u otra
propiedad y, por así decirlo, fijarla como una representación identificada con un vocablo.

Operaciones del pensamiento. El proceso de pensamiento incluye el análisis, la síntesis y la


generalización. El análisis es la distinción en el objeto de unos u otros aspectos, elementos,
propiedades, vínculos y relaciones, es decir, la descomposición del objeto cognoscible en sus
distintas partes o componentes.

Por ejemplo, el análisis de la situación de salud de una comunidad, significa descomponer los
diferentes elementos que componen la comunidad, como es el caso de los grupos de riesgo (niños,
embarazadas, enfermos crónicos, adultos mayores) y dentro de cada uno de ellos ver
determinados factores. Estos factores, serán las propiedades más importantes, esenciales,
significativas, que tengan que ver con su estado de salud.

La unión e integración de los componentes del todo separado mediante el análisis, es la síntesis.
En el proceso de síntesis ocurre la integración de los elementos en los cuales fue desmembrado el
objeto cognoscible.
El análisis y la síntesis están siempre interrelacionados. La unidad indisoluble entre ellos se
manifiesta ya claramente en el proceso cognoscitivo de la comparación. En las etapas iniciales de
familiarización con el mundo circundante, los distintos objetos se conocen, ante todo, mediante la
comparación. Toda comparación de dos o varios objetos comienza por la confrontación o
correlación de dichos objetos unos con otros, o sea, comienza con la síntesis.

En el curso de este acto sintético, ocurre el análisis de los objetos, fenómenos y acontecimientos
que se comparan entre sí. Por ejemplo, cuando no se había aún descrito el síndrome de
inmunodeficiencia adquirida, el personal médico y de enfermería comparaba los cuadros clínicos
aparatosos de determinados pacientes que llegaban a buscar atención médica. Mediante
comparaciones sucesivas se identificó lo que era común en todos esos enfermos. Se fueron
distinguiendo paulatinamente los rasgos clínicos más esenciales de este síndrome, que condujeron
a estudios que permitieron identificar que estos cuadros respondían a un nuevo virus que explicaba
una deficiencia inmunológica generalizada en todos esos casos. De esta manera se llegó a
generalizar que se trataba de un síndrome de inmunodeficiencia adquirida mediante un virus.

En el curso de la generalización de los objetos que se comparan, se distingue algo común. Estas
propiedades comunes para distintos objetos suelen ser de dos tipos, unas son comunes por
semejanza y otras son comunes por sus signos o rasgos esenciales. Puede hallarse algo semejante
entre objetos muy diferentes, sin embargo, esta semejanza no expresa de modo alguno las
propiedades realmente esenciales de los objetos; la semejanza está basada en sus signos o rasgos
puramente externos, muy superficiales, no esenciales. Las generalizaciones que se hacen como
resultado de este análisis superficial, no profundo de los objetos, no tiene gran valor y
continuamente conduce a errores. Es decir, existen rasgos o características comunes entre
objetos, pero que no son esenciales.

Es decir, toda propiedad esencial es simultáneamente común para un grupo determinado de


objetos homogéneos, pero no viceversa: no toda propiedad general (semejante) es esencial para
un grupo dado de objetos.

Estos rasgos generales esenciales se manifiestan en el transcurso y como resultado del análisis y
la síntesis profundos. Así, algunos signos y síntomas que vemos en urgencias, pueden ser comunes
para un determinado grupo de pacientes, como ocurre por ejemplo en el shock. Para diagnosticar
un cuadro de shock nos basamos en la presencia de frialdad, sudoración, palidez, diseña y
alteraciones de la conciencia. Sin embargo, la disnea puede estar presente en cuadros de ansiedad
y en status asmático, pues es una propiedad semejante que ocurre en estas situaciones, sin que
digamos por eso que se trata de pacientes en shock, ni que podamos afirmar que sea esencial una
disnea en un paciente ansioso.

Las regularidades del análisis, la síntesis y la generalización son las regularidades, leyes
fundamentales y específicas (internas) del pensamiento. Solo sobre la base de estas regularidades
o leyes pueden explicarse todas las manifestaciones externas de la actividad mental.

Pensamiento y lenguaje. Se dice que la palabra es la envoltura material, tangible, del


pensamiento, convirtiéndolo en algo que se puede comunicar a otras personas y conservar para
nosotros mismos. El pensamiento humano es imposible sin el lenguaje. Toda idea surge y se
desarrolla en correspondencia con el lenguaje, con su expresión en forma de lenguaje. La
fundamentación de una idea se expresa en palabras.

Cuanto mejor fundamentada sea una idea, se expresará mejor mediante palabras, y viceversa,
cuanto más se perfecciona la formulación verbal de cualquier idea, tanto más clara y comprensible
resultará esa idea.

Cuando un enfermero tiene que comunicar una mala noticia al familiar de un paciente, suele
ayudarse a sí mismo hablando en alta voz, organizando cómo va a proceder. Puede decir: "Ahora
entro a la habitación, llamo aparte al familiar y le pongo la mano en el hombro, le digo que puede
contar conmigo para todo o que se hizo todo lo posible y según se manifieste entonces le digo, tal
cosa o cual otra cosa....".

Al formular nuestras ideas en voz alta, el individuo las está formulando también para sí. Esa
formulación, retención y fijación de la idea en palabras significa la desmembración de la idea, o
sea, ayuda a retener la atención en los distintos momentos y "partes" de esta idea y contribuye a
que se comprenda más profundamente. Gracias a esto se hace posible el juicio desarrollado,
consecutivo y sistemático, o sea, la clara y correcta confrontación de todas las ideas
fundamentales que surgen durante el proceso del pensamiento.

Esto posibilita el pensamiento reflexivo, lógico, desmembrado, consciente. El lenguaje escrito


permite retornar a las ideas allí expresadas cada vez que sea necesario. El lenguaje escrito permite
la acumulación del conocimiento de la humanidad. El pensamiento humano e histórico está
indisolublemente relacionado con el lenguaje.

El pensamiento y el lenguaje poseen un carácter histórico-social por naturaleza. El conocimiento


necesita la acumulación de todo lo que la humanidad ha conocido en el transcurso de la historia.
Lo que distingue al hombre del resto de los animales es que su personalidad, su experiencia
individual está permanentemente relacionada con la experiencia de la humanidad, la actividad de
cada hombre aislado se relaciona con la experiencia inmediata de otras personas.

El lenguaje hablado primero, el escrito después y el digitalizado en la actualidad permite la


transmisión efectiva del conocimiento, es decir, la fijación, retención, conservación y transmisión
del conocimiento de generación en generación, en lo cual se pone en juego la memoria individual
y la memoria social o cultural.

El lenguaje es un sistema de señales verbales, que posee un determinado significado. El lenguaje


verbal posee un conjunto de signos verbales (organizados en forma de reglas y maneras de
expresión) que no son más que el idioma. También existe el llamado lenguaje extraverbal que son
aquellos signos no verbales que también son capaces de transmitir información. Por ejemplo,
cuando llega un paciente a urgencias podemos observar su rostro, su expresión y percatarnos de
si está en estado de confusión, si padece dolor, si está ebrio. También cuando un paciente llega a
consulta, la forma de sentarse, la dirección de su mirada, la expresión facial en general, pueden
brindar una valiosa información, es decir, constituye una vía de comunicación, que debemos saber
aprovechar para obtener datos de interés clínico.

La atención y la memoria. Concepto y función

Atención. El individuo está inmerso constantemente en un gran mar de información, que llega a
sus órganos de los sentidos. Se hace necesario que tenga lugar una selección, es decir, escoger
aquellos contenidos sobre los cuales se habrá de concentrar. La atención es el mecanismo de
control activo que garantiza la disposición general del organismo para que un estímulo cualquiera,
durante la vigilia, pueda ser procesado. Es la capacidad de focalizar y seleccionar el estímulo,
mantener la concentración sobre él y dejar de atenderlo cuando otro es más importante. Es el
resultado de una red de conexiones corticales y subcorticales.

Según Luria, conocido investigador en el campo de la Psicología General, la atención no es un


proceso unitario, sino que está dividido en diferentes componentes.

La atención puede ser clasificada en involuntaria y voluntaria. La primera se refiere al llamado


reflejo de orientación, o sea, la atracción que ejerce sobre el organismo un estímulo
biológicamente significativo. La segunda, a las formas más complejas de atención, que permiten
orientarse hacia un objeto o situación de forma consciente e independientemente de las
características del medio.
El individuo posee un determinado nivel o estado de alerta, cuyo responsable anatomofisiológico
es la formación reticular. Sin embargo, las formas más complejas de atención voluntaria, que
necesitan que se reconozca selectivamente un estímulo y se inhiba la respuesta correspondiente
a estímulos irrelevantes, involucran estructuras de la corteza límbica y la región frontal.

La atención posee cuatro componentes:

• Selectividad: es el mecanismo que filtra los estímulos que llegan al organismo y le permite
atender solo a los importantes.
• Vigilancia: capacidad para mantener la atención sobre un estímulo a lo largo del tiempo.
• Amplitud: cantidad de estímulos que se pueden atender al mismo tiempo.
• Alerta: capacidad de examinar y dejar de atender a un estímulo cuando aparece otro más
importante. Implica que el individuo se desconecte (de lo que estaba atendiendo), se
reubique (se oriente hacia lo nuevo que va a atender), se conecte (se concentre en el
nuevo estímulo).

La atención, así como también la memoria, que estudiaremos más adelante, son dos procesos que
se exploran en el contexto del examen neurocognitivo. Son de particular importancia para el
funcionamiento mental, y resultan afectadas en muchas enfermedades neurológicas, por ejemplo
las cerebrovasculares y las demencias. Su exploración habitualmente se realiza en conjunto con
el diagnóstico de trastornos de la conciencia, lenguaje y funciones psicológicas superiores. Sin
embargo, dada su importancia, pueden evaluarse de manera exclusiva en un paciente.

De hecho, su evaluación comienza desde el momento mismo en que le preguntamos a un paciente


sus datos generales y desde ese mismo instante el enfermero o enfermera ha de estar atento a
una serie de elementos que puedan ser indicativos de trastornos de estas funciones cognitivas.

El análisis clínico de la atención y la memoria requiere de conocimientos básicos de neuroanatomía


funcional así como tener claros los conceptos de estos procesos cognitivos. Una forma de
exploración es mediante los tests psicológicos, pero estos no son instrumentos de trabajo de
enfermería. De hecho un buen uso de la clínica, en muchas ocasiones, es suficiente para orientar
preliminarmente un diagnóstico.

Un examen de estas funciones cognitivas se impone en los siguientes casos:

• En un paciente con un trastorno conocido del sistema nervioso central, para determinar
su nivel de funcionamiento cognitivo.
• En un paciente que se sospeche una alteración del sistema nervioso central y se quiera
establecer un diagnóstico diferencial.
• Antes de una intervención terapéutica y después de ella, para poder establecer cambios
en estas funciones mentales.
• Para evaluar la evolución de una demencia o de un trastorno vascular o traumático del
cerebro.
• Para evaluar en qué medida un déficit cognitivo contribuye a que se manifieste un
trastorno conductual.

Memoria. El ser humano necesita que la información que va adquiriendo por diferentes vías, le
sirva para la regulación de su conducta presente y planificación de la futura. La información
derivada del aprendizaje formal e informal y de la experiencia social común constituye el contenido
de la memoria. Existen un conjunto de áreas funcionales en el cerebro que se vinculan con los
procesos de memoria, entre ellas la amígdala, el hipocampo y el diencéfalo.

La memoria puede ser analizada desde diferentes puntos de vista, y por eso existen varias
clasificaciones. Una de ellas se refiere a la vinculación con las actividades que permite hacer al
individuo. Así tenemos la memoria declarativa o explícita y la no declarativa o implícita.
La declarativa es la memoria para palabras, escenas, caras, historias, etc. Su afectación es lo que
llamamos amnesia. Se conoce también como memoria relacional, consciente e intencionada. La
memoria no declarativa o implícita es a la que nos referimos cuando hablamos de habilidades y
aprendizajes, como manejar un automóvil, montar bicicleta, etc. Este tipo de memoria puede estar
conservado en casos de amnesia.

Desde el punto de vista clínico podemos señalar que no todas las alteraciones de la memoria se
deben a orígenes neurológicos. Gran parte de ellas obedecen a causas psicógenas o a la
interferencia de otros procesos psicológicos.

El examen de la memoria de un paciente puede aportar importantes elementos para el diagnóstico.


Es necesario tener en consideración algunos elementos para el examen de la memoria de un
paciente, en especial, tener disponible fuentes de información alternativa para verificar la
veracidad y precisión de la información brindada por el paciente.

Además, debe tenerse en cuenta el nivel educacional e intelectual del paciente antes de su
enfermedad para poder evaluar justamente sus respuestas. La existencia de alteraciones de la
conciencia, de la atención, de funciones sensoriales o del lenguaje, debe ser también tenida en
consideración. Por otra parte, condiciones psicopatológicas como trastornos de la afectividad,
como ansiedad o depresión, así como el consumo de medicamentos, pueden interferir con el
resultado del examen clínico de la memoria.

El proceso afectivo como reflejo de la relación entre la necesidad y su


satisfacción

El proceso afectivo es el tono vivencial que experimentamos cuando nos relacionamos con el
medio, cuando reflejamos la realidad exterior. Todo proceso cognitivo lleva aparejado un
determinado estado afectivo. El ser humano reacciona de muy diversas formas frente a los sucesos
del mundo que le rodea y frente a sus propias acciones sobre el mundo y sobre las personas. Así
vemos que ante una misma situación dos personas pueden reaccionar de diferente manera. La
alegría, la tristeza, la cólera, el miedo, la incertidumbre, son diferen tes formas de sentir
provocadas por los objetos o situaciones, que poseen determinado valor o significación para cada
uno de nosotros.

Por ejemplo, el proceso de enfermar y las condiciones del tratamiento indicado, constituyen
situaciones que provocan determinadas reacciones afectivas en las personas, pero que varían
considerablemente de una persona a otra, en función de las características propias de cada
enfermedad, su significado para los diferentes individuos, la experiencia anterior de cada persona
en cuanto a esa enfermedad, y otras condiciones tales como la co-morbilidad y el momento del
ciclo vital, por mencionar algunas.

El proceso afectivo posee un sustrato anátomofisiológico, que tiene como punto de partida la
información que llega a la corteza cerebral, originada en los órganos receptores. Este proceso de
excitación se generaliza en distintos centros subcorticales, y llega desde allí, por vía aferente, a
las diversas regiones del cuerpo, tales como glándulas y músculos, corazón, estómago, etc.

Se producen diferentes reacciones como aumento de adrenalina en sangre, taquicardia,


contracción muscular, enrojecimiento de la cara, sudoración y otras manifestaciones fisiológicas,
cuya cualidad, variedad e intensidad estará en relación con características de la situación, de la
personalidad del individuo y de la interacción entre ambas. En el proceso emocional intervienen
los centros subcorticales y, en especial, el sistema hipotálamo-límbico y la formación reticular.

Aquellas situaciones que se acompañan de estados emocionales relativamente intensos,


mantenidos, predominantemente desagradables, situaciones que poseen connotación de demanda
o desafío, a las cuales el individuo debe responder y para lo cual considera no poseer los suficientes
recursos, son denominadas situaciones de estrés. El síndrome de estrés fue descrito por Seyle,
con el nombre de Síndrome General de Adaptación (SGA) a mediados del siglo pasado, y
actualmente es un reconocido factor de riesgo de enfermedad, en particular de enfermedades
crónicas no trasmisibles. Dicho síndrome se caracteriza por un cuadro de reacción de la médula
suprarrenal, y la secreción por la corteza suprarrenal de adrenalina y noradrenalina, todo lo cual
se produce bajo la acción de la estimulación provocada por la hormona de la hipófisis anterior.

Esto ocurre ante estímulos que posean connotación de alarma o desafío, y sirve de respuesta
emergente al organismo para resistir la tensión y responder con dinamismo al estímulo o situación
externa que desencadenó este proceso. Cuando este estado se mantiene por encima de las
posibilidades de respuesta del individuo puede sobrevenir un estado de agotamiento
neuroendocrino, que se vincula a la patogénesis de diversas enfermedades.

Los estados afectivos reflejan la relación entre las necesidades y motivaciones, los deseos y
aspiraciones de las personas, con los objetos y situaciones capaces de satisfacerlos.

La afectividad acompaña toda la vida psíquica del individuo. Cualquier proceso cognitivo se
relaciona con un proceso afectivo, la afectividad es el reflejo en el cerebro del hombre, de sus
relaciones vitales La afectividad es dinamizadora de la conducta y del pensamiento.

Podemos afirmar que la variedad de situaciones que existen, en las cuales el individuo puede verse
involucrado, es infinita. Sin embargo, es posible destacar algunas características. En cuanto a la
relación de los afectos con la satisfacción de necesidades, deseos y aspiraciones del individuo, los
estados emocionales pueden ser positivos o negativos.

Por ejemplo, cuando una enfermera recibe una evaluación excelente en una inspección efectuada
a su sala o área de trabajo, evidencia un estado afectivo de alegría, de felicidad, que será mayor
mientras más amor ella sienta por su trabajo, mientras más esfuerzo y dedicación haya tenido
que emplear para obtener esos buenos resultados. Su estado emocional puede ser clasificado
como positivo.

En esa misma situación, otra enfermera que reciba una evaluación deficiente, sufrirá un estado
afectivo negativo, que puede variar desde la tristeza hasta la angustia, según la significación de
las consecuencias que producirá en su trabajo dicha evaluación. En este caso el estado afectivo
refleja la insatisfacción o frustración de los intereses y expectativas de la enfermera.

Las experiencias del ser humano suelen ser extraordinariamente complejas y pueden reflejar
estados afectivos ambivalentes. Por ejemplo, una estudiante de enfermería debe realizar un
proceder cruento a un paciente pediátrico. Afectivamente se encuentra motivada por el deseo de
aprender, y al mismo tiempo le puede resultar penoso realizar dicho proceder, por lo que su estado
afectivo es dual o ambivalente.

Otro ejemplo sería el de un estudiante de enfermería ante la idea de participar en un trabajo


investigativo que requiera su presencia durante varios meses en un lugar apartado, pero que
resulta de gran importancia para su formación profesional. Este estudiante siente alegría ante esta
oportunidad, pero no deja de sentirse apenado por tener que apartarse de sus seres queridos.

Un estado afectivo particular es el de sorpresa. Se trata de un estado de orientación primaria o


indeterminación afectiva frente a un objeto desconocido e incomprendido por él. Cuando el
individuo se enfrenta con algo que no sabe cómo relacionar con sus necesidades básicas, es decir,
desconoce si resultará beneficioso o dañino para su persona, se produce ese estado de sorpresa,
el cual es poco estable y se asocia al interés, la curiosidad y el asombro. Luego derivará hacia
estados positivos o negativos, según el objeto que lo provoque se relacione con la satisfacción o
insatisfacción de necesidades.
Este estado es el que ocurre cuando un paciente entra en el departamento de enfermería, con la
idea de entregar su tarjeta de vacunación, que supone está en regla, y la enfermera le comunica
que debe recibir alguna nueva dosis de vacunación en ese mismo momento. La primera impresión
del paciente es de sorpresa, pues él suponía que no iba a recibir ningún pinchazo (lo cual detesta).
La sorpresa cederá ante cualquier explicación de la enfermera en relación con la necesidad de
recibir dicha dosis de vacunación.

Emociones y sentimientos. Los elementos que conforman la situación afectiva comprenden una
variada gama de fenómenos, entre los que se encuentran las necesidades, los deseos, las
aspiraciones, los valores, etc., formados a lo largo de la experiencia de cada persona. En el
desarrollo de cualquier estado afectivo intervienen, como ya hemos señalado, características
propias de la situación, características de la personalidad del individuo y, sobre todo, a las
condiciones derivadas de la interacción entre la situación y el individuo, la significación o relevancia
que aquella tiene para éste, en un determinado entorno social.

Aquellos estados afectivos más relacionados con las necesidades biológicas son las emociones y
se caracterizan por una mayor intensidad y brevedad. Por ejemplo, el miedo moviliza todos los
recursos del organismo y lo prepara para la lucha. La emoción se asocia con intensos cambios
fisiológicos y neuroendocrinos. La subcorteza tiene un papel dominante en estas reacciones.

Por otra parte, los sentimientos se relacionan más con las necesidades sociales. El sentimiento de
miedo puede producirse cuando un paciente teme no poder cumplir con su trabajo, teme que su
departamento incumpla debido a las ausencias al trabajo que la enfermedad le impone, teme
incluso ser rechazado por sus compañeros.

Este tipo de estado afectivo es mucho más duradero y estable que la emoción, aunque de menor
intensidad. En el sentimiento los cambios fisiológicos son menos evidentes y drásticos que en la
emoción, y el papel de la corteza cerebral predomina sobre el de la subcorteza.

En el estado afectivo amoroso, por ejemplo, coexisten en realidad emoción y sentimiento. En la


situación particular de la relación sexual de la pareja de enamorados, predomina la emoción, pero
fuera de ese momento los lazos son fundamentalmente sentimentales.

Los estados afectivos pueden ser cambiantes, son estados dinámicos. Así, vemos que de un
sentimiento de amistad puede surgir una pasión intensa.

La emoción de ira hacia algo que impida la satisfacción de nuestras metas puede fomentar un
sentimiento de odio hacia aquella situación que generó la frustración.

Las emociones presentan las siguientes características generales:

• Se relacionan con las necesidades biológicas


• Pueden aparecer bruscamente
• Se manifiestan con gran intensidad
• Su duración es corta
• Se acompañan de cambios somáticos

Los sentimientos presentan las siguientes características generales:

• Se relacionan con necesidades sociales, aprendidas a través de la historia personal


• Se instalan lentamente, en la interacción social
• Se prolongan en el tiempo
• Son de menor intensidad
• No se acompañan de cambios somáticos

Los estados afectivos tienen un componente o expresión interna, vivencial, subjetiva, que el
individuo "siente" como estado emocional; un componente externo, que es la expresión del afecto,
que se manifiesta en expresiones motoras y en la conducta social del individuo. En la expresión
externa es interesante observar las manifestaciones afectivas del rostro y del cuerpo, que
representan una comunicación de los afectos (primer sistema de señales).

Además de la mímica y la pantomima, expresivas de estados afectivos, también pueden ocurrir


modificaciones del funcionamiento de los órganos internos, así como cambios en la sangre, como
consecuencia de la secreción de diversas glándulas que participan en la respuesta emocional. Por
otra parte, los estados emocionales se expresan verbalmente (segundo sistema de señales)
mediante expresiones verbales, de acuerdo con la intensidad y características del proceso afectivo,
todo lo cual ocurre en estrecha interrelación con la cultura y las condiciones sociohistóricas.

Los estados afectivos se encuentran indisolublemente ligados con los procesos cognitivos, con el
componente de la personalidad denominado "sentido personal".

Niveles de complejidad de los estados afectivos. Los estados afectivos son de relativa
complejidad y representan una dimensión importante en la vida psíquica del individuo. En cuanto
a la complejidad suelen identificarse emociones primarias, tales como el miedo, el amor y la ira,
que constituyen los estados afectivos más primitivos, tanto desde el punto de vista filogenético
como ontogenético.

En el desarrollo filogenético aparecen muy tempranamente y provocan un tipo de conducta que


puede ser observado en muchos animales inferiores. En cuanto al desarrollo ontogenético, estas
emociones primarias se manifiestan en el recién nacido a los pocos días de vida.

En la emoción de miedo, el sujeto siente que el objeto puede hacerle daño, y la conducta
consecuente es la huída.

En la emoción de ira, el sujeto siente que el objeto es peligroso, pero que él puede destruirlo; en
este caso la conducta es de ataque.

Por otra parte, en la emoción de amor, el objeto es fuente de satisfacción y la conducta del sujeto
es la de relacionarse con aquel.

Otras emociones más complejas son las llamadas emociones secundarias, que suelen ser un paso
intermedio entre las emociones primarias y los sentimientos. Son la tristeza, la alegría y la
ansiedad. La tristeza es un estado afectivo desagradable de insatisfacción. Se produce por la
pérdida del objeto amado, es decir, de aquello que garantizaba la satisfacción de una necesidad.
Con frecuencia encontramos estados de tristeza en nuestros pacientes debido a la presencia de
una enfermedad que impide la satisfacción de necesidades.

La tristeza provoca una visión pesimista de todo lo que rodea al individuo, de los sucesos que le
acontecen, propiciando a su vez, estados afectivos negativos. Puede presentarse como un estado
anímico que no se relaciona conscientemente con un suceso concreto, aunque se mantiene como
reflejo de situaciones frustrantes y sirve de caldo de cultivo a una baja autoestima.
La alegría, por el contrario es un estado afectivo placentero, de agrado y satisfacción. Produce un
aumento en el nivel de actividad, propicia otros estados afectivos positivos, y contribuye a que la
vida sea percibida como agradable. Suele ser un estado voluble y superficial, escapando de los
aspectos serios o profundos de la vida.

El estado de ansiedad, tensión o estrés, se produce ante una situación conflictiva, frustrante,
frente a la posibilidad de peligro o de inseguridad. Transcurre sobre un fondo de desagradable
impaciencia, desasosiego e intranquilidad que puede llegar a convertirse en insoportable para el
equilibrio del sujeto. El grado máximo de la ansiedad es la angustia. La ansiedad repercute
intensamente sobre el funcionamiento fisiológico del individuo que la padece y está en la base de
múltiples afecciones psíquicas y orgánicas, tales como la neurosis de ansiedad, la hipertensión
arterial y la úlcera gastroduodenal.

En el tercer nivel de complejidad, tenemos los sentimientos superiores. Son aquellos que surgen
de necesidades culturales y tienen un marcado predominio intelectual, por lo cual los elementos
afectivos tienden a ocultarse detrás de razonamientos o ideas. Por ejemplo la vocación por la
profesión, los sentimientos patrióticos, etc. Si bien es cierto que en todos los sentimientos existe
un componente en ideas o imágenes a los que se suele asociar el pensamiento abstracto, puede
afirmarse que donde más predomina este último es en el sentimiento superior.

Por otra parte, podemos identificar estados afectivos en los que se mezclan características de los
sentimientos y las emociones, y que dominan la vida psíquica del sujeto y dirigen su conducta
social. Son las llamadas pasiones.

Las pasiones constituyen el centro de la vida para el que las siente, son intensas. En muchas
ocasiones las pasiones conducen a actos heroicos o a descubrimientos trascendentales, sobre todo
cuando se asocian a sentimientos superiores. Por el contrario si se asocian a sentimientos
negativos pueden llegar a ser muy destructivas.

Otros estados afectivos. También existen otros tipos de estados afectivos que están
relacionados directamente con estímulos sensoriales, ellos son el disgusto, el placer y el dolor,
aunque situaciones de carácter social también pueden ser el punto de partida. El disgusto como
su nombre lo indica es lo contrario al gusto.

Por ejemplo, un mal olor provoca disgusto, un disgusto "biológico" que puede provocar hasta
náuseas y vómitos. Una situación social desagradable, también puede provocar disgusto. Por el
contrario, otras situaciones como los roces suaves sobre la piel, los colores agradables, los
sabores, los sonidos armoniosos pueden producir una vivencia de bienestar, pudiendo llegar hasta
el éxtasis.

Por otra parte, el dolor físico es una estimulación violenta que conduce a un estado afectivo
displacentero, mayor mientras menos sea capaz el individuo de identificar la fuente de su molestia,
y mientras menos recursos ponga en práctica para su control.

Tipos de estados afectivos. Los estados afectivos son parte inseparable del proceso de
socialización del hombre, por lo cual están directamente relacionados con los patrones
socioculturales y condiciones económicas en las que se desenvuelve.

Así ocurre con estados afectivos de diferente cualidad como, por ejemplo, los sentimientos de
autoestima (sentido de eficiencia personal en correspondencia con los patrones culturales), los
sentimientos de éxito o de fracaso (correspondencia entre aspiraciones y logros), los sentimientos
de orgullo (autoevaluación exitosa, satisfacción consigo mismo) o de pena (pérdida de algo
valioso), la culpabilidad (juicio ético desfavorable de la propia conducta) y el remordimiento
(sentimiento de culpabilidad proyectado hacia el pasado).
Otros estados afectivos tienen que ver con la relación con otros seres humanos, como por ejemplo
el amor, los celos, la envidia y el odio. Estos estados efectivos varían en calidad e intensidad,
según el objeto o situación que los provoque y su relación con las necesidades, motivos y valores
del individuo, en fin, con su personalidad.

Tipos de estados afectivos:

• Sentimientos de autoestima
• Sentimientos de éxito o fracaso
• Orgullo
• Culpabilidad
• Remordimiento
• Pena por pérdidas

Las necesidades. Condicionamiento sociohistórico

Las necesidades orientan la conducta del individuo en determinada dirección, propician una
búsqueda. Las necesidades pueden entenderse como "la cualidad estable de la personalidad,
portadora de un contenido emocional constante, que orienta al sujeto en una dirección igualmente
estable de su comportamiento, en forma de relación o de realización con objetos o personas,
garantizando en este proceso la expresión activa y creadora de la personalidad, que busca de
manera activa nuevos niveles cualitativos en esa relación" (González, F. 1989.p.55).

El proceso psicológico de búsqueda de satisfacción, integra en sí mismo, momentos de


insatisfacción, lo cual, aunque contradictorio, representa a su vez el dinamismo del
comportamiento humano.

Existe un grupo de necesidades relacionadas de manera directa con el equilibrio del organismo
para mantener la vida, a las que suelen denominarse necesidades biológicas, como dormir, comer,
respirar. Este tipo de necesidades tiene una gran fuerza motivacional. Sin embargo, el hombre
como ser social, inmerso en una cultura determinada, aprende un conjunto de reglas sociales, que
satisfacen su seguridad y que lo conducen a comprender que no basta con realizar actividades
para conservar su vida y así van surgiendo las motivaciones sociales.

Mientras que las necesidades biológicas son unas pocas, las motivaciones sociales son
innumerables, pues incluyen las relaciones humanas y todas aquellas experiencias que se derivan
de los nuevos objetos y las nuevas tecnologías que se han ido desarrollando a lo largo de la historia
de la humanidad. Las motivaciones sociales llegan a ser promotores de la actividad humana con
más fuerza que las necesidades biológicas.

Por ejemplo, una enfermera en misión internacionalista o dentro de un equipo de salud que trabaja
en situaciones de desastres, pone por encima de su necesidad de seguridad física, las motivaciones
sociales y el altruismo, desde el mismo momento en que se compromete a cumplir dicha misión.

Las necesidades humanas están condicionadas sociohistóricamente. El hombre siente necesidad


de ingerir alimentos mucho antes de estar realmente en una situación de emergencia. Se alimenta
en los horarios del día que su grupo social (generalmente su familia) le enseña. La sociedad impone
con qué instrumentos debemos comer, en qué horarios, con qué personas y qué tipo de alimentos
debemos ingerir.

Esta necesidad de cumplir con los preceptos rituales suele ser fuerte aún en situaciones extremas
como la hambruna. Son conocidas las historias de personas que mueren o dejan morir a sus hijos
sin que se vuelvan caníbales, ni coman el animal prohibido; la repulsión socialmente aprendida y
el compromiso con el grupo resultan más fuertes que la motivación de supervivencia.
Las motivaciones. Jerarquía motivacional

El motivo de la actividad humana es el reflejo de la posibilidad real, objetivo, de poder satisfacer


una necesidad. Los motivos constituyen contenidos de la personalidad y la forma en que dicha
personalidad asume sus diferentes necesidades, brindándole fuerza, intensidad, dirección y
sentido al comportamiento.

Los motivos, portadores de elevada carga emocional se convierten en nudos vitales de la


personalidad, expresándose tanto en el plano de la conducta como de la subjetividad.

Los motivos se estructuran en una jerarquía. El nivel superior de esa jerarquía lo integran las
tendencias orientadoras, las cuales son motivos que movilizan al sujeto hacia los objetivos
esenciales de la vida.

La expresión de estos contenidos en estos motivos, se caracteriza por la reflexión comprometida


y lo dinámico, permitiendo que su potencial regulador trascienda el presente para proyectarse al
futuro (González, F. 1985,1989).

Los diversos motivos y necesidades se aglutinan alrededor de una tendencia orientadora, la cual
confiere el sentido psicológico a las formaciones motivacionales que se integran. Estas últimas,
constituyen configuraciones subjetivas de la personalidad, siendo este el modo de organización y
de expresión de las tendencias orientadoras en las esferas concretas de la vida, lo cual se produce
como parte del complejo sistema de regulación. Los motivos llegan a expresarse de manera
estable en forma de intereses. Los intereses dotan de selectividad la conducta del individuo. No
funcionan aislados sino en un complejo sistema que se constituye en estilo de vida. Orienta y
unifica lo que hace y piensa el sujeto.

Los rasgos caracterológicos, elementos que imprimen una estabilidad dentro de la personalidad,
constituyen realmente motivos estables, generalizados, que se expresan en un tipo de conducta
definida, convirtiéndose en una necesidad del comportamiento para el ser humano. Sin embargo,
el carácter no es una suma de rasgos, sino un sistema, interrelacionándose entre sí, formando
parte de la estructura de la personalidad e imprimiéndole a la actuación integral del sujeto un sello
propio.

Son, entre otros, rasgos del carácter: la sociabilidad, persistencia, sinceridad, honestidad, timidez,
extroversión, introversión, amabilidad, etc., y actúan como vías ejecutoras operativas de cualquier
motivación de la personalidad.

Los rasgos del carácter se expresan con mayor fuerza en aquellas esferas de la vida en las cuales
el sujeto se siente comprometido motivacionalmente. Es por ello que un mismo rasgo del carácter
puede expresarse de modo diferente en sujetos diferentes por su estructura motivacional o
expresarse de modo diferentes en esferas distintas de la vida hacia las cuales un mismo sujeto
experimenta intereses diferentes.

La expresión de los rasgos del carácter también se subordina a las particularidades funcionales de
la personalidad como un todo. Una persona reflexiva y segura de sí misma (características de
personalidad), por ejemplo, puede controlar su carácter rígido, compulsivo y poco controlado
(rasgos de carácter). Los diversos motivos y necesidades se aglutinan alrededor de los motivos
jerárquicamente más significativos.

Las formaciones motivacionales, aunque conscientes por su modo de expresión (concepciones,


valoraciones, objetivos, proyectos), articulan también contenidos no conscientes, que si bien no
definen la orientación general de la formación, sí dinamizan el sistema regulador al cual se
integran. Entre estas se encuentran: la concepción del mundo, los ideales, el sentido de la vida,
las intenciones, la autovaloración, todas las cuales se interrelacionan dando lugar a una compleja
configuración subjetiva.

Jerarquía motivacional. Las motivaciones, en relación con la importancia que el individuo le


conceda a estas necesidades, no tienen la misma intensidad y tampoco la misma prioridad. Es por
ello que cada cual, a partir de su aprendizaje social, tiene una determinada escala de motivaciones
que lo orienta a decidir hacia cuál necesidad va a dirigir su actividad en cada momento.

Existen motivaciones centrales de la personalidad, que dirigen la actividad la mayor parte del
tiempo y hasta pueden dirigir largas etapas en la vida del sujeto, como por ejemplo la obtención
de un título universitario o de un doctorado en ciencias.

La escala de motivos de una persona varía de una etapa del ciclo vital a otra y también en función
de sus condiciones de vida concretas e incluso de situaciones de la vida diaria. Por ejemplo, un
estudiante de enfermería con una fuerte motivación hacia sus estudios, o hacia el estudio con
vistas a una prueba final en particular, puede orientar su conducta hacia el estudio, dedicando
largas horas del día a esta actividad. Sin embargo, al pasar horas sin satisfacer sus necesidades
de alimentación o de sueño, se producirá un cambio en la jerarquía de motivos, hasta el punto de
que el estudiante deja a un lado sus libros y decide dormir o comer.

Una de las características distintivas del ser humano es su propiedad de ser conciente no solo de
sus necesidades inmediatas, sino de sus necesidades futuras. De tal manera el individuo puede
realizar actividades con vistas a la satisfacción de esas necesidades futuras que él ha sido capaz
de prever.

El conjunto de motivaciones de un individuo deben guardar entre sí determinada armonía, para


no tener que verse inmerso en conflictos y frustraciones (lo cual estudiaremos de inmediato) y
para que las motivaciones personales y las sociales no sean antagónicas sino complementarias.

Frustración y conflictos

La frustración es el fenómeno psicológico que se produce cuando la actividad realizada no logra la


satisfacción de la necesidad. Ocurre cuando determinado obstáculo impide la realización de los
objetivos trazados. Los obstáculos pueden ser internos, es decir, atribuibles al propio individuo,
como por ejemplo, tener miedo, o subvalorar las propias posibilidades. Son externos cuando se
trata de situaciones ajenas al individuo, por ejemplo, no existencia del objeto que puede satisfacer
la necesidad.

Cada sujeto tiene un umbral de tolerancia a la frustración. Pasado ciertos límites la conducta de
un individuo puede desorganizarse y llegar al sufrimiento y la derrota. Las personas varían en
estas reacciones según su experiencia anterior y su personalidad. No lograr una meta puede ser
valorado por una persona como una catástrofe, mientras para otros es un pequeño trance o
impedimento pasajero.

En general, las frustraciones suelen tener consecuencias negativas. Con frecuencia se observan
afectos negativos como por ejemplo la ira, la tristeza o la desesperanza. Tal reacción pudiera
ocurrir en una enfermera que realiza en ejercicio para obtener la categoría docente y es
desaprobada por el tribunal.

Por otra parte, un individuo al enfrentar una enfermedad propia o de un familiar puede presentar
diferentes respuestas de frustración, ante las cuales la enfermera y todo el equipo de salud, deben
estar atentos, ya que guardan una estrecha relación con el curso de la enfermedad. La valoración
que hace un individuo al hecho de encontrarse enfermo determina la conducta ante las limitaciones
o el tratamiento que la enfermedad conlleva, por tanto condiciona la cooperación del paciente, su
protagonismo en el curso de la enfermedad. Además dicha valoración producirá estados
emocionales que pueden disminuir las defensas inmunológicas que protegen contra las defensas
inmunológicas del organismo y por tanto tener un vínculo directo con la patogénesis y dinámica
de la propia enfermedad.

Por otra parte, se denomina conflicto al fenómeno psicológico que se produce cuando el sujeto no
puede decidir entre dos o más motivaciones, o entre las acciones que serían necesarias para
satisfacer una necesidad.

La esencia del conflicto siempre está dada porque al satisfacer una necesidad, dejaría de satisfacer
otra y otras que tienen una jerarquía similar en la escala de motivos.

Puede producirse conflicto entre dos objetivos deseables igualmente motivantes, pero que el hecho
de escoger uno, implica renunciar al otro.

Tal sería el caso del enfermero que tiene una fuerte inclinación al trabajo con pacientes quirúrgicos,
pero también se siente atraído por el trabajo en el nivel primario de atención. Debe escoger entre
uno de ellos, como ocupación fundamental, para ocupar una plaza en el hospital o en el policlínico.
Este tipo de conflicto se conoce como conflicto aproximación-aproximación.

También puede haber conflicto entre dos estímulos desagradables o negativos, en los casos en
que evitar uno significa enfrentar el otro. Es el llamado conflicto evitación-evitación.

Otra forma es el tipo de aproximación-evitación, que puede ser de dos tipos: el conflicto de
aproximación-evitación simple, que es aquel donde el objetivo en sí tiene cosas positivas y
negativas al mismo tiempo, lo cual produce en la persona un estado afectivo dual o ambivalente;
y el conflicto aproximación-evitación doble o múltiple, donde se debe escoger entre dos o más
objetos y cada uno de ellos tiene elementos positivos y negativos.

Un ejemplo de conflicto aproximación evitación puede darse en un enfermero que es llamado para
realizar una misión internacionalista, lo cual le atrae desde el punto de vista profesional, pero al
mismo tiempo lo rechaza porque implica una separación prolongada de su familia.

El conflicto siempre está acompañado de afectos negativos como la ansiedad y la inseguridad,


pero que son de diferentes intensidades, según un conjunto de factores, tales como la experiencia
anterior y los recursos personales, entre ellos, la flexibilidad de estrategias de afrontamiento, la
capacidad de elección y la creatividad del individuo para encontrar soluciones alternativas.

En el campo de la salud, para llevar conductas en pro de la salud, en muchas ocasiones el individuo
se enfrenta a situaciones de conflicto aproximación-evitación, por ejemplo, el placer de fumar (en
un individuo habituado) y la conciencia de riesgo de enfermedad, el placer de ciertas comidas y el
riesgo de enfermedad. Claro que con frecuencia encontramos fumadores que no están en conflicto
por la sencilla razón de que no se han planteado el esfuerzo de proteger su salud, o encontramos
exfumadores que vencieron la etapa de conflicto y ejecutaron con éxito la toma de decisión de
dejar de fumar. Pero una buena parte de los que hoy fuman, y que conocen el daño de este hábito,
se enfrentan a los efectos ambivalentes que les produce el cigarro y la toma de decisiones fallidas
y recaídas, sin poder salir de esta situación.

El conflicto y sus afectos negativos, desaparecen con una gran sensación de alivio, cuando se
produce la toma de decisiones; de ahí en lo adelante, el sujeto puede que sufra las consecuencias
de la decisión tomada, pero ya no estaría en conflicto. Sin embargo, con cierta frecuencia los
conflictos que parecen resueltos, reaparecen. Mientras hay situaciones en que la toma de
decisiones impide la posibilidad de una marcha atrás, en otras, mantener la decisión tomada
depende de la firmeza, perseverancia y autodominio del sujeto, que para mantener su decisión
debe vencer obstáculos internos causados por sus miedos y deseos.

La escala de motivos no tiene una estructura rígida, y puede haber motivos que suban o bajen
cuando las necesidades se satisfacen. A un individuo puede parecerle fácil tomar una decisión a
favor de otras motivaciones cuando dicha necesidad está satisfecha, y a medida que aumenta la
carencia se acumulan inclinaciones provocadas por esa necesidad insatisfecha; puede pensar que
es un buen negocio renunciar a todas las otras necesidades y motivaciones con tal de satisfacer
una necesidad que antes había pensado que no merecía un "precio" tan alto.

Las personas difieren en sus escalas de motivos, por lo cual difieren también en la dificultad que
han de enfrentar para resolver determinados conflictos que se le puedan presentar. En ocasiones
hay discrepancia entre la jerarquía de valores y la jerarquía de motivos. Un sujeto puede enfrentar
una situación de conflicto entre lo que desea y lo que cree correcto o ético que debe hacer.
Entonces la solución solo es posible si logra modificar su jerarquía de valores o su escala de
motivos.

Actividad volitiva. Cualidades volitivas de la personalidad

La actividad volitiva es la actividad que desarrolla el ser humano, orientada a la obtención de un


determinado producto o resultado. Como es lógico suponer, todas las actuaciones humanas son
volitivas.

Aunque algunos autores ponen en duda la existencia de la voluntad como categoría reguladora de
la conducta humana y se limitan al estudio de las motivaciones, no hay dudas de que el estudio
de la actividad volitiva posee un especial interés didáctico y práctico. Es un hecho que algunos
sujetos, frente a necesidades que reconocían como importantes y que mostraban real interés por
resolver, se detenían ante pequeños obstáculos o se cansaban de esforzarse, mientras que otros
sujetos frente a tareas arduas y aún desagradables, eran tenaces y las enfrentaban con éxito.

Como todo elemento en la personalidad humana, el proceso de socialización juega un importante


papel en la actividad volitiva. Han sido planteados cuatro elementos como aspectos o componentes
de la actividad volitiva: independencia, firmeza, perseverancia y autodominio.

La independencia es la capacidad de tomar decisiones y ejecutar acciones por sí mismo, mientras


que su opuesto, la dependencia es la tendencia a que lo hagan otros.

El predominio de la independencia sobre los rasgos dependientes es algo deseable en el adulto


normal. La dependencia o la independencia, tiene mucho que ver con el rol que le corresponde al
individuo desempeñar en su contexto

social y con la etapa del ciclo vital. En el ser humano, como sabemos es característico la
dependencia en las primeras etapas de la vida.

Observamos la influencia del contexto social cuando vemos un sujeto que muestra independencia
en su vida laboral y sin embargo manifiesta dependencia en el área familiar. O un paciente que
siempre ha sido una persona independiente y luego de enfermar adopta una posición totalmente
dependiente.

Por otra parte, la firmeza se manifiesta cuando el individuo adopta sin vacilación sus decisiones y
las lleva a cabo. Se considera un rasgo positivo la mayoría de las veces, siempre y cuando las
decisiones estén bien fundamentadas y se realicen en el momento oportuno. Por el contrario, la
indecisión se manifiesta no solo en las dudas y vacilaciones durante la toma de decisiones, sino
también durante la ejecución de la decisión tomada.

En el individuo caracterizado por la firmeza, una vez que queda claro para él la necesidad que
debe priorizar, expresada por la motivación de mayor jerarquía en su escala de motivos en un
momento y circunstancia dados, y que establece un plan de acción para alcanzar la satisfacción
de esa necesidad, mantendrá firmemente, la motivación inicial sin que decaiga su interés ni su
actividad.
Por el contrario, la persona indecisa, no solo tendrá dificultad para identificar la motivación
predominante, sino que durante su ejecución puede seguir atormentado por los pro y los contra
de la decisión tomada, hasta tal punto, que la motivación que le permitió elaborar el plan de acción
puede decaer y, por tanto, ser superada por otros motivos que lo incitan a dirigirse a otras
acciones. Por lo general, este tipo de personas termina sin conseguir la satisfacción de sus metas.

Es importante conocer en nuestros pacientes en qué medida posee la cualidad de firmeza o


indecisión ante las situaciones de salud sobre las que pretendemos actuar con ellos. Si debemos
actuar ante una persona indecisa, es necesario utilizar mecanismos de convencimiento y apoyo
constantes, hasta el fin de nuestra intervención.

El otro elemento, la perseverancia, está dada por la constancia con que se lleva a cabo el plan de
acciones trazado por el sujeto a partir de la toma de decisiones, a pesar de los obstáculos externos
que pueden presentarse en el logro de los objetivos. En el polo opuesto, la inconstancia, hace que
el sujeto abandone su objetivo a la menor dificultad.

Mientras que la firmeza depende de que la motivación inicial no decaiga, la perseverancia pudiera
fracasar en inconstancia, aunque la motivación mantuviera de forma inalterable el interés del
sujeto; en este caso, la inconstancia se produce al no querer realizar esfuerzos mayores o soportar
grandes incomodidades, cuya existencia o magnitud no había sido prevista.

Para desarrollar estas cualidades de la voluntad, es importante el valor que se le atribuye a estas
cualidades dentro del grupo de referencia del sujeto.

La perseverancia extrema puede conducir a la terquedad, la cual no permite una adecuada


flexibilidad que puede ser necesaria para adecuar las acciones encaminadas a un fin, en función
de determinados obstáculos que pudieran aparecer.

La perseverancia en materia de cuidados de la salud suele ser un factor de primera importancia


para el paciente, en el control de una enfermedad crónica. Es necesaria una buena dosis de
perseverancia en el autocuidado, que comprende la higiene personal, las medidas dietéticas y la
higiene ambiental.

Por otra parte, el autodominio es aquella capacidad del individuo de dominar su propia conducta,
lo cual resulta imprescindible para enfrentar con éxito los obstáculos externos. El autodominio se
expresa sobre todo en el control de los estados afectivos que pueden obstaculizar nuestra toma
de decisiones y nuestra conducta.

Por ejemplo, la mayor parte de las personas pueden tener miedos o inseguridades a la hora de
enfrentar una intervención quirúrgica o un proceder diagnóstico cruento. Para que actúe como
conviene a su salud, es necesaria una determinada dosis de autodominio. En el sentido contrario,
la inseguridad puede ser un impedimento para tomar una decisión en los casos antes
mencionados. La falta de autodominio puede llegar a ser un verdadero obstáculo en lograr la
cooperación del paciente.

En algunas ocasiones un paciente puede ser capaz de renunciar a la sal en las comidas, pero no
al hábito de fumar, porque en estas dos situaciones, la significación personal de la situación puede
ser diferente y requerir niveles diferentes de autodominio. Tampoco es lo mismo según sea el
riesgo percibido o las molestias sufridas por nuestro paciente.

Todas estas cualidades de la personalidad se forman en el devenir sociohistórico de los individuos,


donde desempeñan un papel fundamental la familia, los grupos sociales y los medios masivos de
comunicación.

Los hábitos
Los hábitos están definidos como la automatización de la conducta que se inserta en un sistema
e incluso en la concepción de un estilo de vida. Los hábitos como formas de actividad están
constituidos por acciones y movimientos que responden a un fin consciente previamente
propuesto.

En toda acción existen componentes motores, sensoriales y centrales que realizan funciones de
ejecución, regulación y control respectivamente. Mediante el aprendizaje y la ejercitación, el
hombre llega a realizar los movimientos de forma automatizada, y la conciencia queda liberada
del control en las operaciones motrices, sensoriales e intelectuales que componen las acciones.

El hábito es la automatización parcial de la ejecución y regulación de los movimientos dirigidos


hacia un fin. Es una forma de llevar a cabo las acciones como resultado de un aprendizaje, en el
cual se han establecido conexiones nerviosas temporales que son la base fisiológica de los hábitos.
La formación del sistema de conexiones temporales, también llamado estereotipo dinámico,
permite que las acciones se realicen con rapidez y precisión, eliminando movimientos innecesarios
y gasto de energía.

En la formación de los hábitos es importante la dirección del aprendizaje, la imitación de modelos


y la ejercitación, con corrección de los errores. Cuando el hábito ha sido elaborado
cuidadosamente, el individuo actuará con rapidez y calidad. Por ejemplo, un niño diabético que
aprendió desde pequeño el autocontrol de su enfermedad y la observación de una dieta adecuada,
o sea que formó bien los hábitos de vida saludables que proceden en el caso de una diabetes, será
una persona eficiente en el control de su enfermedad durante toda la vida.

Suelen identificarse tres tipos de hábitos: sensoriales, motores e intelectuales. Los hábitos
sensoriales están vinculados con las sensopercepciones y los distintos órganos de los sentidos, y
son el resultado de la experiencia obtenida mediante la ejercitación y el perfeccionamiento.

Por ejemplo, la discriminación que una enfermera es capaz de hacer de los diferentes ruidos de
los equipos de ventilación asistida, la discriminación de las diferentes expresiones faciales de los
pacientes que traducen miedo o dolor. Por su parte, los hábitos motores como caminar, escribir,
montar bicicleta o el desempeño deportivo, tienen que ver con la automatización de los
componentes motores de las acciones.

Estos hábitos se combinan con acciones sensoriales y se les llama sensitivomotores. Por ejemplo,
conducir un automóvil, palpar el abdomen, etc. Por último los llamados hábitos intelectuales son
resultado de la actividad del pensamiento. Por ejemplo cuando una enfermera toma los signos
vitales a un paciente, se evidencian hábitos sensoriales (discriminación auditiva), motores
(manipulación del termómetro y el esfigmomanómetro) e intelectuales (interpretación de los
signos observados).

Los hábitos están determinados por la experiencia del individuo, se forman de manera
interrelacionada en el curso de la experiencia individual y social, de tal manera que forman un
sistema.

Bibliografía

1. Fernández Ruiz L: La personalidad. Algunos presupuestos para su estudio. Material de


apoyo para la docencia. Facultad de Psicología, 2004.
2. González, F. (1989) Psicología. Principios y Categorías. Editorial Pueblo y Educación,
Ciudad de La Habana.
3. González, F. (1985) Psicología de la Personalidad. Editorial Pueblo y Educación, Ciudad de
La Habana.
4. Bello Dávila Z; Casales Fernández JC: Psicología General. Editorial Félix Valera. La Habana,
2003.
5. Núñez de Villavicencio F: Psicología y Salud. Editorial de Ciencias Médicas. La Habana,
2001.
6. Campa Gallarda D; Orosa Fraiz T: Introducción a la Psicología. Editorial Féliz Valera. La
Habana, 2002.

También podría gustarte

pFad - Phonifier reborn

Pfad - The Proxy pFad of © 2024 Garber Painting. All rights reserved.

Note: This service is not intended for secure transactions such as banking, social media, email, or purchasing. Use at your own risk. We assume no liability whatsoever for broken pages.


Alternative Proxies:

Alternative Proxy

pFad Proxy

pFad v3 Proxy

pFad v4 Proxy