UD 8 La Alianza de Dios

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Cultura, religión y valores

UD 8. LA ALIANZA DE DIOS CON SU PUEBLO.

0. La revelación de Dios en la historia: significado religioso de la historia de Israel.

Llamamos Alianza al pacto de amistad que Dios establece con los hombres. En esta

Alianza es Dios el primero en tomar la iniciativa, cuya finalidad es encontrarse con el

hombre. Dios, por medio de la Alianza, se compromete con el hombre a ser fiel hasta el

final, y propone a los hombres que respondan libremente a su Amor cumpliendo los

mandamientos, que serán para el hombre camino seguro de salvación, vida y felicidad.

Cuando los hombres desobedezcan al pacto y se alejen de Dios, será el mismo Dios el

que renueve la Alianza y se comprometa hasta, de nuevo, con el género humano; pues

el amor de Dios es misericordioso y justo. Dios inició desde el inicio un diálogo de

amor con el hombre: lo creó para hacerlo hijo suyo, semejante a Jesucristo; por eso San

Pablo adorna a Cristo con el título de «primogénito de toda criatura» (Col 1, 15). Este

diálogo de amor, nunca interrumpido por Dios a pesar del pecado del hombre,

culminó en la entrega que Dios nos hizo de su mismo Hijo Jesucristo, por quien quiso

reconciliar consigo todos los seres. Al resucitarlo de entre los muertos inauguró con Él una

«nueva creación», es decir, estos mismos cielos y esta misma tierra pero renovados y

transfigurados por la gloria inmensa de Dios.

1. Etapas de la revelación de Dios en la historia: La Alianza.

En la Biblia encontramos las referencias a los distintos pactos o alianzas. En definitiva

tendríamos que hablar de una sola y única Alianza, que se resume en el Amor que Dios

siente por los hombres, pero desgraciadamente el hombre, lejos de responder a este

amor gratuito, se aleja constantemente de los preceptos divino y se marcha con otros

ídolos, esperando que éstos le den la vida que sólo Dios le puede dar. El hombre ante

Dios siempre podrá responder y escoger libremente, aunque muchas veces la elección

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del hombre se pueda tornar dramática por sus consecuencias, así nos lo muestra el

libro del Deuteronomio:

«Hoy tomo por testigos contra vosotros al cielo y a la tierra; yo he puesto

delante de ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Elige la vida, y

vivirás, tú y tus descendientes, con tal que ames al Señor, tu Dios, escuches su

voz y le seas fiel. Porque de ello depende tu vida y tu larga permanencia en la

tierra que el Señor juró dar a tus padres, a Abraham, a Isaac y a Jacob» (Dt 30,

19-20)

a) Creación del hombre, Alianza y pecado original.

Dios creó todo cuanto existe y dio a los hombres testimonio de su existencia en las

cosas creadas, y, quiso abrir el camino de la salvación sobrenatural, se manifestó,

además, personalmente a nuestros primeros padres, Adán y Eva, ya desde el principio.

Los invitó a una comunión íntima con Él revistiéndolos de una gracia y de una justicia

resplandeciente, donde no anidaba el pecado ni la malicia. Aunque sobrevino el

pecado por la soberbia humana, la revelación de Dios y su plan salvífico no fueron

interrumpidos por este primer pecado llamado pecado original. Dios, en efecto, después

de la caída en el pecado por parte del hombre y la mujer, alentó en ellos [los hombres]

la esperanza de la salvación con la promesa de la redención, y tuvo incesante cuidado

del género humano, para dar la vida eterna a todos los que buscan la salvación con la

perseverancia en las buenas obras” Cuando por desobediencia el hombre se alejó de la

amistad que Dios le ofreció, no fue abandonado al poder de la muerte... Dios reiteró su

Alianza con los hombres, pues desde el inicio le confió la creación como prenda de su

amor:

«El Señor Dios tomó al hombre y lo puso en el jardín de Edén, para que lo

cultivara y lo cuidara. Y le dio esta orden: “Puedes comer de todos los árboles

que hay en el jardín, exceptuando únicamente el árbol del conocimiento del

bien y del mal. De él no deberás comer, porque el día que lo hagas quedarás

sujeto a la muerte” » (Gn 2, 15-17)

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b) Noé y el Tiempo de las Naciones.

Una vez rota la unidad de todo género humano debido al pecado original, Dios decide

desde el comienzo salvar a la humanidad a través de una serie de etapas. La Alianza

con Noé después del diluvio, expresa el principio de la Economía divina con las

“naciones”, es decir con los hombres agrupados “según sus países, cada uno según su

lengua, y según sus clanes”. El Tiempo de las Naciones es el periodo comprendido entre

la Creación y el anuncio del Evangelio a los hombres. Hasta que no sea proclamado el

Evangelio a todos los pueblos de la tierra, los gentiles, que no pertenecen al pueblo

elegido [Israel], siguen su curso amparándose en la ley moral natural. Los gentiles son

conocidos por el pueblo hebreo como los goyim [‫]גוי‬, y traducido al griego como [ethné],

naciones, gentiles, todo lo que no es Israel. Dios busca en todo momento abrir las

puertas de la vida a los hombres, para que estos tengan vida y la tengan en

abundancia: « […] contigo estableceré mi alianza: tú entrarás en el arca con tus hijos, tu mujer

y las mujeres de tus hijos» (Gn 6, 18). Para que los hombres sepan que Dios no olvida lo

que promete, anuncia un signo celeste que manifestará el pacto que Dios ha establecido

desde antiguo:

«Dios añadió: “Este será el signo de la alianza que establezco con vosotros, y con

todos los seres vivientes que os acompañan, para todos los tiempos futuros: yo pongo

mi arco en las nubes, como un signo de mi alianza con la tierra» (Gn 9, 12-13)

c) Dios elige a Abraham

Para reunir a la humanidad dispersa por el pecado, Dios elige a Abraham llamándolo

“fuera de su tierra, de su patria y de su casa”, para hacer de él [Abraham] el padre de

una multitud de naciones: “En ti serán benditas todas las naciones de la tierra”. El pueblo

nacido de Abraham será el depositario de la promesa hecha a los patriarcas, el pueblo

de la elección, llamado a preparar la reunión un día de todos los hijos de Dios en la

unidad de la Iglesia: ese pueblo será la raíz en la que serán injertados los gentiles

[goyim (‫ ])גוי‬hechos creyentes. Dios promete a Abraham una tierra, que será el signo de

la Alianza «Ahora recorre el país a lo largo y a lo ancho, porque yo te lo daré» (Gn 13,17). La

Alianza no se agota con Abraham, sino que se perpetúa en el tiempo y con los hijos de

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sus hijos, se trata de una promesa que alcanzará a todos los hombres: «Aquel día, el

Señor hizo una alianza con Abraham diciendo: “Yo he dado esta tierra a tu descendencia desde

el Torrente de Egipto hasta el Gran Río, el río Eufrates” » (Gn 15, 18).

d) Dios forma a su pueblo Israel

Después de la etapa de los patriarcas [Abraham, Isaac, Jacob y José], Dios constituyó a

Israel como su pueblo salvándolo de la esclavitud de Egipto. Estableció con él la

alianza del Sinaí y le dio por medio de Moisés su Ley, para que lo reconociese y le

sirviera como al único Dios vivo y verdadero, Padre providente y juez justo, y para que

se fuera preparando, utilizando la pedagogía divina, para la espera del Salvador

prometido [Jesús de Nazaret]. Dios, al oír el lamento del pueblo hebreo esclavo en

Egipto, se acordó de la Alianza que estableció con los patriarcas «Dios escuchó sus

gemidos y se acordó de su alianza con Abraham, Isaac y Jacob. Entonces dirigió su mirada hacia

los israelitas y los tuvo en cuenta» (Ex 2, 24). La promesa permanecía intacta aunque el

pueblo no hubiera sido fiel, y estaba dispuesto a darles la tierra prometida que

Abraham recibió en herencia «También establecí mi alianza con ellos, para darles la tierra de

Canaán, esa tierra donde ellos residieron como extranjeros. Y cuando escuché los gemidos de los

israelitas, esclavizados por los egipcios, me acordé de mi alianza» (Ex 6, 4). El pueblo debía

ser fiel al pacto que Dios le ofrecía y con ello Dios les daría gracia tras gracia: « Ahora, si

escucháis mi voz y observáis mi alianza, seréis mi propiedad exclusiva entre todos los pueblos,

porque toda la tierra me pertenece. Vosotros seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación

que me está consagrada. Estas son las palabras que transmitirás [Moisés] a los israelitas » (Ex

19, 5-6). El signo de Alianza, que fue sellada con sangre de cordero por Moisés, será

guardar el sábado como dedicación a Dios por todos os bienes recibidos: «Los israelitas

observarán el sábado, celebrándolo a través de las generaciones como signo de alianza eterna»

(Ex 31, 16). La Alianza que Dios estableció con el pueblo judío quedó escrita en las

tablas de la Ley, para que fueran la norma de conducta agradable a Dios y fuente de

vida para el pueblo: «Moisés estuvo allí con el Señor cuarenta días y cuarenta noches, sin

comer ni beber. Y escribió sobre las tablas las palabras de la alianza, es decir, los diez

Mandamientos» (Ex 34, 28).

e) Los profetas

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Dios forma a su pueblo en la esperanza de la salvación, en la espera de una Alianza

nueva y eterna destinada a todos los hombres, y que será grabada en los corazones. Los

profetas anuncian una redención radical del pueblo de Dios, la purificación de todas

sus infidelidades, una salvación que incluirá a todas las naciones. Será por medio del

profeta Jeremías, donde Dios apunte la Alianza definitiva que se dará en su Hijo

Jesucristo, donde el cumplimiento de la ley sea superada por la caridad y no en mero

un ritual externo:

«Les daré un corazón íntegro y una conducta íntegra, a fin de que me teman

constantemente, para su propia felicidad y la de sus hijos después de ellos. Estableceré

con ellos una alianza eterna, por la cual nunca dejaré de seguirlos para hacerles el

bien, y pondré mi temor en sus corazones, para que nunca se aparten de mí. Mi

alegría será colmarlos de bienes, y los plantaré sólidamente en este país, con todo mi

corazón y con toda mi alma» (Jer 32, 39-41)

Serán sobre todo los pobres y los humildes del Señor quienes mantendrán esta

esperanza definitiva. Las mujeres santas como Sara, Rebeca, Raquel, Miriam, Débora,

Ana, Judit y Ester conservaron viva la esperanza de la salvación de Israel. De ellas la

figura más pura es María.

f) Jesucristo: Mediador y Plenitud de la Revelación

Cristo selló la Nueva y definitiva Alianza prefigurada por los antiguos pactos y ha

hecho entrar en ella a los cristianos, herederos de Abraham por la fe. En cuanto a la

Ley, fue dada para guardar las promesas, como pedagogo que conduce hacia Cristo, en

quien estas promesas se realizan: “De una manera fragmentaria y de muchos modos habló

Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los Profetas; en estos últimos tiempos nos ha

hablado por su Hijo” (Hb 1,1-2). Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre, es la Palabra

única, perfecta e insuperable del Padre. En El, el Padre lo dice todo, no habrá otra

palabra más que ésta. En el N.T. se nos muestra como este pacto se basa en la sangre

derramada por Jesús como expiación por los pecados de todos los hombres: «Después

tomó una copa, dio gracias y se la entregó, diciendo: “Bebed todos de ella, porque esta es mi

Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos para la remisión de los pecados »

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(Mt 26, 28). No hay que esperar, por tanto, ninguna revelación pública antes de la

gloriosa manifestación de nuestro Señor Jesucristo [su segunda venida]. A lo largo de

los siglos ha habido revelaciones llamadas “privadas”, algunas de las cuales han sido

reconocidas por la autoridad de la Iglesia. Estas, sin embargo, no pertenecen al

depósito de la fe. Su función no es la de “mejorar” o “completar” la Revelación

definitiva alcanzada por Cristo, sino la de ayudar a vivirla más plenamente en una

cierta época de la historia. Guiado por el Magisterio de la Iglesia, el sentido de los fieles

sabe discernir y acoger lo que en estas revelaciones constituye una llamada auténtica

de Cristo o de sus santos a la Iglesia. La Alianza “Nueva y Eterna” queda plenamente

manifestada por Jesús en la entrega de su vida por amor a todo el género humano, ya

no será lo que el hombre pueda o no cumplir, sino la entrega sin límites por amor.

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2. Relato de la Historia de la Salvación en el Antiguo Testamento.

Llamamos Historia de la Salvación o también Historia de la Alianza de Dios con los

hombres, al proyecto o designio de Dios de comunicar a los hombres su amor

misericordioso, haciéndoles participar de su propia vida. Dios llevó a cabo este

proyecto entrando de veras en la historia humana con obras y palabras y sembrando en

los corazones de todos los hombres semillas de verdad y bien para ayudar a todos a

alcanzar la salvación. Para ello se formó un pueblo, por el cual se diera entrada en la

humanidad a esta Historia de la Salvación, que no es más que una Historia de Amor de

Dios para con el hombre.

Génesis
• Consta de dos partes: cap I al II, narra los comienzos del mundo y la
humanidad. Todo su origen en Dios Creador: desde la primera materia a la primera
pareja humana y los mundos más lejanos.
• El pecado rompió la armonía primitiva. Desde lo albores el género humano se
halla marcado por esta dura condición.
1. ¿Qué rompió el pecado original?
• Capit. 12 al 50: Dios ha escogido de entre la raza de Sem a Abrahán. Este acoge
la llamada del verdadero Dios y obedece todos sus mandatos con absoluta confianza.
Es el padre de los creyentes y transmite la fe a los herederos de la Promesa: Isaac y
luego Jacob. Uno de los doce hijos de Jacob, José, ministro del Faraón, instala a toda la
tribu (s. XVII a.C.), que lentamente se irá transformando en un pueblo, que vive en país
extranjero, hasta el éxodo en el siglo XIII.
Éxodo
2. ¿De qué etnia procede Abraham? ¿Quiénes son los herederos de La Promesa hecha
por Dios a Abraham?
• Israel, perseguido por el Faraón fue milagrosamente salvado. El Señor prepara a
Moisés como su liberador que asistido por Dios realiza una serie de prodigios: las
plagas.
3. ¿Quién libera a Israel de la esclavitud del Faraón?
• La liberación se realiza tras el paso por el Mar Rojo. Todo ello se celebra en la
fiesta de la Pascua.
4. ¿Qué se celebra en la fiesta de la Pascua hebrea?
• La Alianza del Sinaí: Dios estará siempre en medio de su pueblo, a condición de
que éste permanezca fiel al Decálogo.
5. ¿En qué consiste al Alianza del Sinaí?

Levítico

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• Contiene la legislación mosaica. Se va adaptando al ritmo de las necesidades
exigidas por la evolución social y cultural, pero en consonancia con el espíritu de
Moisés.
• Leyes que sitúan la vida bajo la mirada de Dios y de acuerdo con sus deseos.
6. ¿Qué tipo de leyes contiene la legislación mosaica?
• Leyes cultuales relativas a la fiesta, a los sacrificios y a los sacerdotes.
• Inculcar la majestad del Dios tres veces santo, enseñar la manera de servirlo
santamente y dar respuesta al deseo de pureza que sienten todos sus fieles, por ejemplo
por medio del día grande de las Expiaciones.

Números
• Reviste un carácter histórico. Relata la marcha de Israel desde el Sinaí hasta
Cades. La información acerca de la tierra prometida desilusiona al pueblo. De ahí el
vagar seminómada durante cuarenta años por el desierto.
• La generación nueva es entusiasta y joven: es el momento de partir a la
conquista. Israel se apodera de Moab y se instala en sus llanuras (Balac rey de Moab y
el adivino Balaam de Mesopotamia, Núm 23,7-24). Allí muere Moisés (1300 a. C.) Los
moabitas fueron un pueblo histórico, cuya existencia está atestiguada por numerosos
hallazgos arqueológicos, muy notablemente la estela de Mesha, que describe la victoria
moabita sobre un anónimo hijo del Rey Omri de Israel.[1] Su capital fue Dibon, situada
cerca de la moderna localidad jordana de Dhiban.

Deuteronomio
• Dios se dirige al corazón de cada uno de sus fieles; se constituye en el prójimo
de cada uno y exige su amor.
• “Escucha, Israel: Yahvé es nuestro Dios, Yahvé es único. Amarás al Señor, tu
Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas”.
• Moisés contempla desde la cima del monte Nebo el conjunto de la tierra
prometida.
7. ¿Desde qué cima contempla Moisés la Tierra Prometida?

Jueces
• Los jueces representan los libertadores, que, durante un cierto tiempo, restauran
la independencia de esta o de aquella tribu y que mantienen la religión verdadera: la
profetisa Débora, Gedeón y Jefté. Dios a través de ellos confirma la fidelidad a sus
promesas.
• Bajo la presión de los acontecimientos, comienza a despertarse el deseo de
contar con un rey que asegure la unidad de las tribus, su independencia y fidelidad al
verdadero Dios.

Ruth
• La obra se escribe en el s.V a.C., el autor ha recogido los recuerdos que de forma
oral y escrita circulaban acerca de esta heroica mujer.
• Encierra una historia de amor filial y de exaltación de las virtudes familiares.

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• Pone de relieve como una extranjera, de la tierra enemiga de Moab, goza del
favor divino: Ruth la moabita, por su matrimonio con un hebreo, entra a formar parte
del tronco de David, y por ello, figura entre los antepasados del Mesías esperado.
8. ¿Por qué motivo entra Ruth a formar parte del tronco de David? ¿Cuál era su raza
originaria?
• La salvación por Dios ofertada es para todos los pueblos.

I y II de Samuel
• Samuel, escogido por Dios frena los avances de los Filisteos. No era hombre de
guerra y ya en su vejez consagra a Saúl como rey, anunciando la misión que debe
cumplir todo rey de Israel: ser fiel a Dios.
• Saúl falta a Dios y consagra rey al joven David, cuya popularidad provoca sus
celos.
• El reinado de David va desde el año 1010-970 a.C. Rehizo la unidad de las
tribus de Israel; conquistó Jerusalén hacia el a.1000 y preparó el reinado pacífico de
Salomón.
• David no es un hombre intachable: reconoce su pecado con Betsabé; se
arrepiente sincera y noblemente y recibe como justo castigo las amarguras del final de
su reinado. Santificado por la humildad y la prueba, seguirá siendo el gran rey que
convirtió a Jerusalén en la ciudad santa de Israel, instalando en ella el Arca de la
Alianza como símbolo de la presencia de Dios.
• El profeta Natán denuncia su pecado y David compone los Salmos.
9. Cita tres nombres de los grandes Reyes de Israel
I y II de Reyes
• Nos ofrece la historia de Salomón y sus sucesores hasta la caída del reino.
• Salomón hombre sabio, de una habilidad sobrehumana y constructor del
magnifico Templo de Jerusalén.
• “Todo el mundo buscaba ver a Salomón para oír la sabiduría que había puesto
Yahvé en su corazón”.
• Desgraciadamente el pueblo se divide en dos reinos que se enfrentan como
enemigos. Los reyes de Samaría que pretenden volver al culto a los ídolos; por su
parte, el profeta Elías combate enérgicamente y con éxito la introducción oficial del
paganismo en el reino del Norte. Recuerda que Yahvé es el único Dios en el cielo y en
la tierra.

10. ¿Qué rey construyó el magnifico Templo de Jerusalén y cuáles eran sus virtudes?

• El reino de Judá subsiste gracias a los profetas Miqueas e Isaías.


• Jerusalén es tomada y destruida en el año 586 y sus supervivientes son
deportados a Babilonia. Lo que provoca su destrucción es la infidelidad del pueblo y
sus reyes que hacen caso omiso a la Alianza divina.

Tobías
• Compuesto entre el 250-200 a.C. Es una obra didáctica donde se ensalza la
virtud y la intervención divina a favor de los justos.

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• El arcángel San Rafael acompaña a Tobías y le muestra cómo liberar a Sara -
víctima del odio del demonio Asmoneo- para tomarla por esposa. Dios protege a sus
fieles y exalta el valor de la oración y la grandeza del matrimonio; recuerda que todas
las naciones son llamadas a conocer y adorar al verdadero y único Dios.
11. ¿Qué arcángel acompaña a Tobías y le muestra cómo liberar a Sara?

1 y 2 de Crónicas
• Escrito en el 300 a.C. Se ocupa de la historia de Israel: bajo el prisma de la
Alianza de Dios con Abraham y el pueblo que se ha ampliado con la Alianza con
David.
• Pese a todo acontecimiento desgraciado hay que permanecer fieles a la
esperanza de la salvación universal del Mesías, en el culto divino y la docilidad a los
profetas que transmiten los designios de Dios.
• Muestra la infidelidad del reino de Samaría; infiel a la vocación que recibió
como pueblo de Dios. Pero Dios no rechaza a su pueblo.

Esdras, Nehemías y Esther


• Se instaura la ley mosaica para que el pueblo resista al paganismo.
• Se reedifican las murallas de Jerusalén, a pesar de la hostilidad de los pueblos
paganos.
• El libro de Esther es una obra de arte, s.II a.C. en que los judíos son amenazados
de exterminación por el ministro persa Amánn. Esther llegó a ser esposa de Asuero,
rey de Persia; logrando la desgracia de Amánn y que le rey le dé su favor a los judíos.
Todo se recuerda en la fiesta hebrea de los “Purim” o las “suertes”. Dios jamás
abandona a su pueblo.

El libro de Job
• Plantea los problemas del sufrimiento y del dolor en la vida del hombre.
• Job, varón justo e integro que sufre sin merecerlo. Se rompe el binomio
pecado=dolor.
• Job se vuelve a Dios. El hombre no puede dar explicación a todo el complejo
mundo visible; mucho menos dominar las fuerzas del mal. Que mantenga su fe en la
justicia de Dios, que algún día intervendrá para hacer justicia de los oprimidos de
Israel.
12. ¿Cuál es la idea principal del libro de Job?
13. Nombra los cinco profetas mayores
14. Nombra los 12 profetas menores.
15. ¿A qué gran apóstol dedicó el pasado 2008 un curso litúrgico la Iglesia Católica?

Salmos, Proverbios y Sabiduría, Eclesiastés y Cantares.


• Israel es un pueblo que canta a Dios y grita sus alegrías y sufrimientos,
esperanzas y temores.
• David inspiró estos cantos, pero se desarrollan a lo largo de los siglos.
• Hay que descubrir en ellos la esperanza del Mesías esperado.
• “Más fuerte que la muerte es la amor de Dios y triunfará por siempre jamás”.

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• Reflexiones sobre el misterio de Dios y del mundo; consejos de prudencia para
orientar la vida personal, familiar y social. La sabiduría animada por la fe, es el medio
más seguro para alcanzar la felicidad. La sabiduría es fuente de todo saber.
• En Israel se encuentra la auténtica Sabiduría que procede de Dios.

Cinco Profetas Mayores:


Isaías y Jeremías
• Isaías: Hombre de estado y santo al mismo tiempo. Su vocación es ser el
oráculo de Dios recordando sus exigencias.
• Profetiza la llegada del Hijo de David, que establecerá el reino mesiánico.
• Jeremías: le toca anunciar una religión en espíritu y verdad; pero ellos prefieren
el formalismo y persiguen al profeta.

Baruc y Ezequiel
• La vocación del profeta Ezequiel data del año 593 a.C. La ruina del pueblo es
inevitable, pues ha pecado, pero salvará a los verdaderos fieles. Dios se halla presente
en medio del sufrimiento del pueblo. Se inaugurará una nueva Alianza que establecerá
el Israel ideal en la nueva y gloriosa Jerusalén.

• Daniel: Dios salva siempre a sus fieles seguidores, gracias el Hijo del Hombre.

12 Profetas Menores
• Oseas: Asiría había destruido todo. Preparado para la experiencia de sus
desventuras conyugales, Oseas recibe la misión de elevar los ánimos y demostrar que
le castigo que se avecina constituye una prueba del amor de Dios. El Señor no desea
destruir, sino purificar y preparar la salvación, pues ama a Israel con un amor de
elección. Predice que el amor divino soportará todo y la esposa adúltera volverá al
Señor.
• Joel: Hay que prepararse para el supremo encuentro con el Señor en el “valle de
Josafat”, nombre simbólico que significa el valle donde Dios-juzga. No es un lugar
geográfico y sí de conversión del corazón.
• Amós: Los ricos realizan injusticias contra los pobres; grita que se halla próximo
el día del Señor. Amós es expulsado y aparentemente fracasa, pero años después el
castigo se cumple y los Asirios invaden Samaría, quedando ésta en una situación
realmente penosa.

• Abdías: El libro mas breve del A.T. El Día del Señor ha llegado, los enemigos de
Israel serán dispersados.

• Jonás: s. VIII a.C. Jonás enviado por Dios a Nínive (ciudad destruida el año 612),
intenta eludir su misión embarcándose hacia Hispania; surge la tempestad; los
marineros arrojan al mar al profeta; un pez lo vomita mansamente en las costas de
Palestina; marca finalmente a Nínive. En virtud de su predicación se convierte toda la
ciudad y Dios concede el perdón. Dios desea la salvación de todos los hombres,
también los que habitan lejos de Israel.

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• Miqueas: Defiende a los humildes y proclama la justicia divina. Anuncia la
llegada del Mesías.
• Nahum: Nos transmite la caída de Nínive, capital del imperio Asirio, que
durante más de un siglo oprimió a todo el Oriente-Medio. Es el Dios de la justicia el
que interviene. Dios es el dueño de la historia que castiga la crueldad y al tiranía.
• Habacuc: Después de la caída de Nínive, los Babilonios y su rey Nabucodonor
imponen su dominio. Dicho canto es una plegaria a Dios para pedir que realice la
liberación de los suyos.
• Verdi.Nabucco.Va Pensiero.MET.2002
• http://es.youtube.com/watch?v=DzdDf9hKfJw

• Sofonías: Anuncia la caída de Judá, debido a sus crímenes religiosos y sociales.


Jerusalén sucumbirá, pero será una purificación.
• Ageo: Después del exilio, los repatriados se enfrentan a toda suerte de
dificultades. Hay que continuar con la construcción del Templo que acoja al Mesías
esperado.
• Zacarías: insiste en la reforma moral de los judíos. Anuncia al Mesías como el
príncipe de la paz.
• Malaquías: Es enviado por Dios para denunciar los pecados de su pueblo.
Ataca las faltas contra el matrimonio y el divorcio, pues el matrimonio es un acto
sagrado concluido ante la presencia de Dios. Denuncia a los sacerdotes que han
olvidado su misión sacerdotal.
• 1y 2 Macabeos: 100 a.C. relato histórico muy bien documentado. Antíoco I
pretende helenizar a los judías e inducirles a la apostasía. Hay numerosos mártires.
Insiste sobre el valor y coraje de los mártires que dan testimonio de las luces de la
Revelación, ya no se duda de la resurreción de los muertos. Dios todopoderoso y fiel
retribuirá a cada uno según sus méritos.
Año Paulino
• “Bonum certamen certavi, cursum consummavi, fides servavi”. II Tim. 4,7.
• “He luchado un buen combate, he llegado a la meta, he guardado la fe”.

3.- Grandes temas bíblicos y su significación religiosa y social: Éxodo, Alianza,


Profetas.

a) Del éxodo veterotestamentario al Reino de Dios operado en Jesucristo

El éxodo marcó el verdadero nacimiento del pueblo de Díos. Entonces fue cuando

engendró Dios al pueblo de Israel, después de que ellos se apartaran del Dios vivo y

verdadero y decidieran adorar ídolos falsos. Dios al ver que el pueblo se había

corrompido, prometió a Moisés que de él suscitaría una gran nación, no como los

primeros israelitas que decidieron adorar a “becerros de oro” y apartarse de Yahvé:

«De ti, en cambio, suscitaré una gran nación» (Ex 32, 10). El éxodo del pueblo hebreo por

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la travesía del desierto, lejos de ser un castigo, pasa por ser signo del amor divino, el

éxodo es por esto mismo prenda de salvación: Dios, que libró una vez a su pueblo de la

cautividad de Egipto, lo salvará todavía en el momento del peligro asirio o babilónico.

A esta solicitud divina, manifestada por los prodigios del éxodo, no respondió Israel

sino con ingratitud, como muy bien manifestó el profeta Miqueas:

« ¿Qué te hice, pueblo mío, o en qué te molesté? Respóndeme. ¿Será porque te

hice subir de Egipto, porque te rescaté de un lugar de esclavitud y envié

delante de ti a Moisés, Aarón y Miriam? Recuerda, pueblo mío, lo que

tramaba Balac, rey de Moab, y qué le respondió Balaam, hijo de Beor.

Recuerda el trayecto desde Sitím hasta Guilgal, y así reconocerás los actos

justicieros del Señor» (Miq 6, 3ss)

Al pueblo nuevamente cautivo en Babilonia por razón de sus infidelidades se le

anuncia la liberación como una renovación del éxodo. De nuevo va Dios a rescatar a su

pueblo: «Porque tú eres nuestro padre, porque Abraham no nos conoce ni Israel se acuerda de

nosotros. ¡Tú, Señor, eres nuestro padre, «nuestro Redentor» es tu Nombre desde siempre!» (Is

63,16). Que todos los lisiados y débiles recobren fuerzas para prepararse a la partida

«Yo aparté de ti la desgracia, para que no cargues más con el oprobio» (Sof 3, 18). Se trazará

un camino en el desierto; Dios hará brotar allí el agua como en otro tiempo en Meriba y

el desierto se convertirá en un vergel. El Eufrates, como en otro tiempo el mar Rojo, se

dividirá para dejar pasar a la caravana del nuevo éxodo, a la que Dios llevará sobre sus

alas y cuyo guía será él mismo:

« ¡Regocíjese el desierto y la tierra reseca, alégrese y florezca la estepa! ¡Sí,

florezca como el narciso, que se alegre y prorrumpa en cantos de júbilo! […].

Ellos verán la gloria del Señor, el esplendor de nuestro Dios. Fortalezcan los

brazos débiles, robustezcan las rodillas vacilantes; digan a los que están

desalentados: «¡Sean fuertes, no teman: ahí está su Dios! Llega la venganza, la

represalia de Dios: él mismo viene a salvarlos!». Entonces se abrirán los ojos

de los ciegos y se destaparán los oídos de los sordos; entonces el tullido

saltará como un ciervo y la lengua de los mudos gritará de júbilo. Porque

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brotarán aguas en el desierto y torrentes en la estepa; el páramo se convertirá

en un estanque y la tierra sedienta en manantiales; la morada donde se

recostaban los chacales será un paraje de caña y papiros. Allí habrá una senda

y un camino que se llamará Camino santo. No lo recorrerá ningún impuro ni

los necios vagarán por él; no habrá allí ningún león ni penetrarán en él las

fieras salvajes. Por allí caminarán los redimidos, volverán los rescatados por

el Señor; y entrarán en Sión con gritos de júbilo, coronados de una alegría

perpetua: los acompañarán el gozo y la alegría, la tristeza y los gemidos se

alejarán» (Is 35, 1-10)

La tradición apostólica, viendo en Juan Bautista «la voz de aquel que clama: En el desierto

preparad el camino del Señor» quiso afirmar que la obra de redención efectuada por

Cristo era el cumplimiento del misterio de salvación prefigurado por el éxodo. Con la

misma intención consideró a Jesús como el nuevo Moisés anunciado por el libro del

Deuteronomio: «Por eso, suscitaré entre sus hermanos un profeta semejante a ti, pondré mis

palabras en su boca, y él dirá todo lo que yo le ordene» (Dt 18,18) San Pablo, en cambio, no

entra de lleno en el tema del éxodo, pero sí que acentúa la idea de que Jesús es el

verdadero cordero pascual inmolado por nosotros y que todos los prodigios y

portentos que se dieron en el éxodo, fueron como una prenda de lo que vino a

significar Cristo en la cruz, el cual realizó el verdadero éxodo, el paso de este mundo al

Padre, por el que todos somos llamados a la vida en plenitud:

«Porque no debéis ignorar, hermanos, que todos nuestros padres fueron

guiados por la nube y todos atravesaron el mar; y para todos, la marcha bajo

la nube y el paso del mar, fue un bautismo que los unió a Moisés. También

todos comieron la misma comida y bebieron la misma bebida espiritual. En

efecto, bebían el agua de una roca espiritual que los acompañaba, y esa roca

era Cristo. A pesar de esto, muy pocos de ellos fueron agradables a Dios,

porque sus cuerpos quedaron tendidos en el desierto. Todo esto aconteció

simbólicamente para ejemplo nuestro, a fin de que no nos dejemos arrastrar

por los malos deseos, como lo hicieron nuestros padres» (1 Cor 10, 1-6).

14
b) Alianza:

Ya hemos abordado ampliamente el concepto de Alianza, no obstante en este punto del

último tema intentaremos aportar un par ideas conclusivas. La Traducción de Alianza

viene del hebreo berith, que viene a significar un contrato de asociación, pero de una

naturaleza sagrada. Dentro del pueblo hebreo será Dios el que tome la iniciativa de

forma soberana y libre. La Alianza que Dios establece con el pueblo hebreo le

constituye a éste como pueblo de Dios. Dios se mostrará fiel, en todo momento, a su

promesa, pero no el pueblo, como ya se ha dicho. De esta manera, serán los profetas los

que anuncien al pueblo que la Alianza sigue patente y está plasmada en el decálogo. Es

cierto que la Ley había ritualizado la Alianza y los profetas anuncian una “Nueva

Alianza” que se cumpla con el corazón y no únicamente con los labios. Será Jesús de

Nazaret, el que en la noche de la Pascua judía, y dentro del grandioso acto de la

“última cena”, instituya la nueva alianza y la selle con su entrega cruenta.

c) Profeta:

La palabra profeta no deriva de phaino, como muchos han creído y han traducido por

«el que muestra o anticipa lo que va ha suceder», sino que su traducción acertada

deriva del concepto phemi, y significa «aquel que habla por otro». Los griegos

empleaban corrientemente esta voz con referencia a los oráculos que daban consejos

más que predicciones. En Israel, el profeta es aquél que habla en nombre de Dios para

expresar sus exigencias o sus promesas. La profecía en Israel estaba enmarcada dentro

de la función sacerdotal, por lo que eran los sacerdotes los que ejercían esta misión.

Entre los célebres profetas que pertenecieron a la casta sacerdotal podemos encontrar a

Jeremías o Ezequiel. Sus profecías estaban íntimamente ligadas al culto y el objeto

común de las profecías es el designio de Dios sobre el pueblo. Su cometido no era tanto

el de predecir aconteciéndoos, y sí orientar al pueblo hacia cumplimiento de los

designios divinos. En el N.T. Juan el Bautista se nos presenta como el último de los

profetas de Israel, pues anuncia la promesa divina del cumplimiento del tiempo

mesiánico. El mismo Jesús es tenido como un profeta, pues en Él convergen todas las

promesa hechas por Dios en el A.T., parece que Jesús da cumplimiento a lo que

15
anunció Moisés al pueblo hebreo en Dt 18, 15. «El Señor, tu Dios, te suscitará un profeta

como yo; lo haréis surgir de entre vosotros, de entre tus hermanos, y es a él a quien escucharán ».

Es decir, un último y definitivo profeta, de la casa de Israel. Estos datos explican que

cese la profecía después de la venida de Cristo. A la profecía le sucede la enseñanza de

los apóstoles, que se ciñe a difundir y profundizar la enseñanza de Jesús.

4. Personajes bíblicos y su significado en la experiencia creyente de Israel y en la


experiencia cristiana.

a) Del Abram de la creencia al Abraham de la fe: del politeísmo al monoteísmo

Abram era el primer nombre de Abraham y viene a significar “padre de una multitud”,

(Gn. 17, 5). A Abraham se le conoce como el fundador y padre de Israel, pues su «sí»,

permitió a Dios entrar en la historia de la humanidad. Su vida, como pastor

seminómada, fue un ejemplo extraordinario de fe, de modo que se ganó el apelativo de

“amigo de Dios”: «¿No has sido tú, Dios nuestro, el que expulsaste a los habitantes de esta

tierra delante de tu pueblo Israel, y se la entregaste para siempre a los descendientes de tu amigo

Abraham?» (2 Cr 20, 7). Fue padre de dos hijos: Isaac, con su esposa Sara, e Ismael, con

la sierva de Sara, Agar. Abram nació en Ur1, ciudad caldea del creciente fértil. Allí vivió

como un pastor seminómada con su padre y sus hermanos, Nacor y Harán, y fue

donde se casó con Sara. Llamado por Dios, abandonó a su parentela que adoraba falsos

ídolos y se trasladó a Harán, en Mesopotamia:

« El Señor dijo a Abram: “Deja tu tierra natal y la casa de tu padre, y ve al país

que yo te mostraré. Yo haré de ti una gran nación y te bendeciré;

engrandeceré tu nombre y serás una bendición. Bendeciré a los que te

bendigan y maldeciré al que te maldiga, y por ti se bendecirán todos los

pueblos de la tierra”. Abram partió, como el Señor se lo había ordenado, y Lot

se fue con él. Cuando salió de Jarán, Abram tenía setenta y cinco años. Tomó

a su esposa Sarai, a su sobrino Lot, con todos los bienes que habían adquirido

1
Ur fue una antigua ciudad del sur de Mesopotamia. Originalmente, estaba localizada cerca de Eridu y de
la desembocadura del río Éufrates en el Golfo Pérsico. Hoy en día, sus ruinas se encuentran a 24 km al
suroeste de Nasiriya, en el actual Iraq

16
y todas las personas que habían reunido en Jarán, y se encaminaron hacia la

tierra de Canaán. Al llegar a Canaán, Abram recorrió el país hasta el lugar

santo de Siquem, hasta la encina de Moré. En ese tiempo, los cananeos

ocupaban el país. Entonces el Señor se apareció a Abram y le dijo: “Yo daré

esta tierra a tu descendencia”. Allí Abram erigió un altar al Señor, que se la

había aparecido» (Gn 12, 1-7)

La promesa del hijo que Dios le hizo tardaba en cumplirse, por lo que Abram pensó

que el hijo prometido debería tenerlo con su esclava Agar y no con su legítima mujer

Sara, que era estéril y entrada en años. De la unión entre Abraham y su esclava nació

su primer hijo, Ismael. Agar consideró que el hecho de darle un hijo a su señor Abram

la privilegiaba ante Sara y, por ello, la miró con desdén:

El se unió con Agar, y ella concibió un hijo. Al ver que estaba embarazada,

comenzó a mirar con desprecio a su dueña. Entonces Sarai dijo a Abram:

«Que mi afrenta recaiga sobre ti. Yo misma te entregué a mi esclava, y ahora,

al ver que estaba embarazada, ella me mira con desprecio. El Señor sea

nuestro juez, el tuyo y el mío». Abram respondió a Sarai: «Puedes disponer de

tu esclava. Trátala como mejor te parezca». Entonces Sarai la humilló de tal

manera, que ella huyó de su presencia. El Angel del Señor la encontró en el

desierto, junto a un manantial –la fuente que está en el camino a Sur– y le

preguntó: «Agar, esclava de Sarai, ¿de dónde vienes y adónde vas?». «Estoy

huyendo de Sarai, mi dueña», le respondió ella. Pero el Ángel del Señor le

dijo: «Vuelve con tu dueña y permanece sometida a ella» (Gn 16, 4-9)

Dios quiso probar la fe de Abraham, ordenándole el sacrificio de su hijo Isaac, el

heredero de las promesas divinas. El mandato divino era insólito, después de

prometerle un hijo en su vejez, Abraham deberá sacrificarlo, con la finalidad de

mostrar a Dios y mostrarse a sí mismo que nada ni nadie está por encima de Dios. Hay

que entender la pedagogía que utiliza Dios para con Abraham, pues la cultura de la

época está acostumbrada a sacrificios e idolatrías varias. Dios, al constatar la fe de

Abraham, le bendecirá con toda clase de bienes materiales y espirituales. Pero vayamos

17
al relato, pues es de obligada lectura para cualquiera que se introduzca en los temas

bíblicos:

Después de estos acontecimientos, Dios puso a prueba a Abraham:


«¡Abraham!», le dijo. El respondió: «Aquí estoy». Entonces Dios le siguió
diciendo: «Toma a tu hijo único, el que tanto amas, a Isaac; ve a la región de
Moria, y ofrécelo en holocausto sobre la montaña que yo te indicaré». A la
madrugada del día siguiente, Abraham ensilló su asno, tomó consigo a dos de
sus servidores y a su hijo Isaac, y después de cortar la leña para el holocausto,
se dirigió hacia el lugar que Dios le había indicado. Al tercer día, alzando los
ojos, divisó el lugar desde lejos, y dijo a sus servidores: Quédense aquí con el
asno, mientras yo y el muchacho seguimos adelante. Daremos culto a Dios, y
después volveremos a reunirnos con ustedes». Abraham recogió la leña para
el holocausto y la cargó sobre su hijo Isaac; él, por su parte, tomó en sus
manos el fuego y el cuchillo, y siguieron caminando los dos juntos. Isaac
rompió el silencio y dijo a su padre Abraham: «¡Padre!». El respondió: «Sí,
hijo mío». «Tenemos el fuego y la leña, continuó Isaac, pero ¿dónde está el
cordero para el holocausto?». «Dios proveerá el cordero para el holocausto»,
respondió Abraham. Y siguieron caminando los dos juntos. Cuando llegaron
al lugar que Dios le había indicado, Abraham erigió un altar, dispuso la leña,
ató a su hijo Isaac, y lo puso sobre el altar encima de la leña. Luego extendió
su mano y tomó el cuchillo para inmolar a su hijo. Pero el Ángel del Señor lo
llamó desde el cielo: «¡Abraham, Abraham!». «Aquí estoy», respondió él. Y el
Ángel le dijo: «No pongas tu mano sobre el muchacho ni le hagas ningún
daño. Ahora sé que temes a Dios, porque no me has negado ni siquiera a tu
hijo único». Al levantar la vista, Abraham vio un carnero que tenía los
cuernos enredados en una zarza. Entonces fue a tomar el carnero, y lo ofreció
en holocausto en lugar de su hijo. Abraham llamó a ese lugar: «El Señor
proveerá», y de allí se origina el siguiente dicho: «En la montaña del Señor se
proveerá». Luego el Ángel del Señor llamó por segunda vez a Abraham desde
el cielo, y le dijo: «Juro por mí mismo –oráculo del Señor–: porque has obrado
de esa manera y no me has negado a tu hijo único, yo te colmaré de
bendiciones y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como
la arena que está a la orilla del mar. Tus descendientes conquistarán las
ciudades de sus enemigos, y por tu descendencia se bendecirán todas las
naciones de la tierra, ya que has obedecido mi voz» (Gn 22, 1-18)

Abraham ocupa un lugar preponderante en la Historia de la salvación por confiar en

Dios y darle el primer «sí» de la historia. Dios, que no necesita de los hombres, desea

que la respuesta del hombre sea libre. El puesto que Abraham ocupa en la historia

bíblica es único. Yahvé se reveló a Moisés como "el Díos de Abraham", y esta expresión

se usa en las Escrituras desde Isaac en adelante. Todo lo que Abraham recibió por la

elección divina lo hereda su descendencia: la promesa, la bendición, la misericordia, el

18
juramento y el pacto. La unidad de los hebreos, como hijos de Abraham, se presenta

como analogía de la unidad de los creyentes en Cristo: «Las promesas fueron hechas a

Abraham y a su descendencia. La Escritura no dice: “y a los descendientes”, como si se tratara

de muchos, sino en singular: y a su descendencia, es decir, a Cristo. Y si vosotros pertenecéis a

Cristo, entonces sois descendientes de Abraham, herederos en virtud de la promesa» (Gá 3, 16.

29)

b) El rey David: un corazón “según Dios”


El más grande y el más amado rey de Israel y, juntamente

con Salomón, uno de sus monarcas más queridos. Era el

menor de ocho hermanos y tenía dones musicales y

poéticos notables, que cultivaba mientras pastoreaba

ovejas, tanto es así que compuso multitud de salmos.

Cuando Saúl –después de muchas persecuciones y recelos

contra David- murió en el monte Gilboa en 1010 a.C., el pueblo lo coronó como rey de

Judá. Tras derrotar a los filisteos capturó Jerusalén y la convirtió en capital religiosa

llevando allí el arca de la alianza: organizó la adoración; amplió el reino por los cuatro

costados; dio gran impulso al culto de Yahvé y ensanchó su reino por sucesivas y

extensas conquistas. Durante la guerra con los amonitas, cometió su gran pecado, por

el cual recibió castigo y del que «se arrepintió sinceramente». Conforme a las

costumbres de su tiempo, tuvo varias esposas, una de ellas hija de Saúl. David es uno

de los grandes hombres del Antiguo Testamento, uno de los precursores de Cristo,

pues de su descendencia nacerá el Mesías. David, incluso despues de haber pecado

gravemente, cuenta con el favor de Dios, pues tiene un corazón «según Dios». El

hecho de tener el favor divino no es por haber sido intachable en su conducta, sino

por tener un corazón humilde que es capaz de reconocerse pecador y de abrirse a la

misericordia divina. Repasemos el relato del pecado de David y de cómo el profeta

Natán denuncia públicamente al rey. La respuesta desgarradora de David no se hará

19
esperar «¡He pecado contra el Señor!». No esconde su falta, sino que la reconoce y asume

sus consecuencias, al responder de esta manera no le faltará la protección de Yahvé.

2 Sam 11 y 12

Al comienzo del año, en la época en que los reyes salen de campaña, David
envió a Joab con sus servidores y todo Israel, y ellos arrasaron a los amonitas
y sitiaron Rabá. Mientras tanto, David permanecía en Jerusalén. Una tarde,
después que se levantó de la siesta, David se puso a caminar por la azotea del
palacio real, y desde allí vio a una mujer que se estaba bañando. La mujer era
muy hermosa. David mandó a averiguar quién era esa mujer, y le dijeron:
«¡Pero si es Betsabé, hija de Eliam, la mujer de Urías, el hitita!». Entonces
David mandó unos mensajeros para que se la trajeran. La mujer vino, y David
se acostó con ella, que acababa de purificarse de su menstruación. Después
ella volvió a su casa. La mujer quedó embarazada y envió a David este
mensaje: «Estoy embarazada». Entonces David mandó decir a Joab: «Envíame
a Urías, el hitita». Joab se lo envió, y cuando Urías se presentó ante el rey,
David le preguntó cómo estaban Joab y la tropa y cómo iba la guerra. Luego
David dijo a Urías: «Baja a tu casa y lávate los pies». Urías salió de la casa del
rey y le mandaron detrás un obsequio de la mesa real. Pero Urías se acostó a
la puerta de la casa del rey junto a todos los servidores de su señor, y no bajó
a su casa. Cuando informaron a David que Urías no había bajado a su casa, el
rey le dijo: «Tú acabas de llegar de viaje. ¿Por qué no has bajado a tu casa?».
Urías respondió a David: «El Arca, Israel y Judá viven en tiendas de campaña;
mi señor Joab y los servidores de mi señor acampan a la intemperie, ¿y yo iré
a mi casa a comer, a beber y a acostarme con mi mujer» ¡Por la vida del Señor
y por tu propia vida, nunca haré una cosa sí!». David dijo entonces a Urías:
«Quédate aquí todavía hoy, y mañana te dejaré partir». Urías se quedó en
Jerusalén aquel día y el día siguiente. David lo invitó a comer y a beber en su
presencia y lo embriagó. A la noche, Urías salió y se acostó junto a los
servidores de su señor, pero no bajó a su casa. A la mañana siguiente, David
escribió una carta a Joab y se la mandó por intermedio de Urías. En esa carta,
había escrito lo siguiente: «Pongan a Urías en primera línea, donde el combate
sea más encarnizado, y después déjenlo solo, para que sea herido y muera».
Joab, que tenía cercada la ciudad, puso a Urías en el sitio donde sabía que
estaban los soldados más aguerridos. Los hombres de la ciudad hicieron una
salida y atacaron a Joab. Así cayeron unos cuantos servidores de David, y
también murió Urías, el hitita. Joab envió a David el parte de batalla, y dio
esta orden al mensajero: «Cuando termines de comunicar al rey el parte de
batalla, si él se enfurece y te dice: «¿Por qué se acercaron tanto a la ciudad
para librar combate? ¿No sabían que arrojan proyectiles desde lo alto de la
muralla? ¿Quién hirió mortalmente a Abimélec, hijo de Ierubaal? ¿No fue una
mujer la que le arrojó una piedra de molino desde lo alto del muro, y así
murió en Tébes? ¿Por qué se acercaron tanto a la muralla?», entonces tú le
dirás: «También ha muerto tu servidor Urías, el hitita». El mensajero partió y
fue a comunicar a David todo lo que Joab le había mandado decir. El

20
mensajero dijo a David: «Esa gente logró sacarnos ventaja. Hicieron una
salida contra nosotros en campo raso, pero lo hicimos retroceder hasta la
entrada de la ciudad. Entonces los arqueros dispararon contra tus servidores
desde lo alto del muro, y murieron unos cuantos servidores del rey. También
murió tu servidor Urías, el hitita». David respondió al mensajero: «Esto es lo
que dirás a Joab: «No se preocupes por lo que ha sucedido. La espada devora
hoy a este y mañana a aquel. Intensifica el ataque contra la ciudad, y
destrúyela». Así le devolverás el ánimo». Cuando la mujer de Urías se enteró
de que su marido había muerto, estuvo de duelo por él. Cuando dejó de estar
de luto, David mandó a buscarla y la recibió en su casa. Ella se convirtió en su
esposa y le dio un hijo. Pero lo que había hecho David desagradó al Señor.

Entonces el Señor le envió al profeta Natán. El se presentó a David y le dijo:


«Había dos hombres en una misma ciudad, uno rico y el otro pobre. El rico
tenía una enorme cantidad de ovejas y de bueyes. El pobre no tenía nada,
fuera de una sola oveja pequeña que había comprado. La iba criando, y ella
crecía junto a él y a sus hijos: comía de su pan, bebía de su copa y dormía en
su regazo. ¡Era para él como una hija! Pero llegó un viajero a la casa del
hombre rico, y este no quiso sacrificar un animal de su propio ganado para
agasajar al huésped que había recibido. Tomó en cambio la oveja del hombre
pobre, y se la preparó al que le había llegado de visita». David se enfureció
contra aquel hombre y dijo a Natán: «¡Por la vida del Señor, el hombre que ha
hecho eso merece la muerte! Pagará cuatro veces el valor de la oveja, por
haber obrado así y no haber tenido compasión». Entonces Natán dijo a David:
«¡Ese hombre eres tú! Así habla el Señor, el Dios de Israel: Yo te ungí rey de
Israel y te libré de las manos de Saúl; te entregué la casa de tu señor y puse a
sus mujeres en tus brazos; te di la casa de Israel y de Judá, y por si esto fuera
poco, añadiría otro tanto y aún más. ¿Por qué entonces has despreciado la
palabra del Señor, haciendo lo que es malo a sus ojos? ¡Tú has matado al filo
de la espada a Urías, el hitita! Has tomado por esposa a su mujer, y a él lo has
hecho morir bajo la espada de los amonitas. Por eso, la espada nunca más se
apartará de tu casa, ya que me has despreciado y has tomado por esposa a la
mujer de Urías, el hitita. David dijo a Natán: «¡He pecado contra el Señor!».
Natán le respondió: «El Señor, por su parte, ha borrado tu pecado: no
morirás.

c) La vocación de Samuel: el valor de la escucha atenta.

El joven Samuel servía al Señor en la presencia de Elí. La palabra del Señor era rara en
aquellos días, y la visión no era frecuente. Un día, Elí estaba acostado en su habitación.
Sus ojos comenzaban a debilitarse y no podía ver. La lámpara de Dios aún no se había
apagado, y Samuel estaba acostado en el Templo del Señor, donde se encontraba el
Arca de Dios. El Señor llamó a Samuel, y él respondió: «Aquí estoy». Samuel fue
corriendo adonde estaba Elí y le dijo: «Aquí estoy, porque me has llamado». Pero Elí le
dijo: «Yo no te llamé; vuelve a acostarte». Y él se fue a acostar. El Señor llamó a Samuel
una vez más. El se levantó, fue adonde estaba Elí y le dijo: «Aquí estoy, porque me has
llamado». Elí le respondió: «Yo no te llamé, hijo mío; vuelve a acostarte». Samuel aún

21
no conocía al Señor, y la palabra del Señor todavía no le había sido revelada. El Señor
llamó a Samuel por tercera vez. El se levantó, fue adonde estaba Elí y le dijo: «Aquí
estoy, porque me has llamado». Entonces Elí comprendió que era el Señor el que
llamaba al joven, y dijo a Samuel: «Ve a acostarte, y si alguien te llama, tú dirás: Habla,
Señor, porque tu servidor escucha». Y Samuel fue a acostarse en su sitio. Entonces vino
el Señor, se detuvo, y llamó como las otras veces: «¡Samuel, Samuel!». El respondió:
«Habla, porque tu servidor escucha». El Señor dijo a Samuel: «Mira, voy a hacer una
cosa en Israel, que a todo el que la oiga le zumbarán los oídos. Aquel día, realizaré
contra Elí todo lo que dije acerca de su casa, desde el comienzo hasta el fin. Yo le
anuncio que condeno a su casa para siempre a causa de su iniquidad, porque él sabía
que sus hijos maldecían a Dios, y no los reprendió. Por eso, juro a la casa de Elí: jamás
será expiada la falta de su casa, ni con sacrificios ni con oblaciones». Samuel se quedó
acostado hasta la mañana. Después abrió las puertas de la Casa del Señor, pero no se
atrevía a contar la visión a Elí. Entonces Elí lo llamó y le dijo: «Samuel, hijo mío».
«Aquí estoy», respondió él. Elí preguntó: «¿Qué es lo que te ha dicho? Por favor, no me
ocultes nada. Que Dios te castigue, si me ocultas algo de lo que él te dijo». Samuel le
contó todo, sin ocultarte nada. Elí exclamó: «El es el Señor; que haga lo que mejor le
parezca». Samuel creció; el Señor estaba con él, y no dejó que cayera por tierra ninguna
de sus palabras. Todo Israel, desde Dan hasta Berseba, supo que Samuel estaba
acreditado como profeta del Señor. El Señor continuó apareciéndose en Silo, porque
era allí donde él se revelaba a Samuel.

d) Jacob: “fuerte con Dios”

Nombre del patriarca del Antiguo Testamento, padre del pueblo

hebreo; fue hijo de Isaac y de Rebeca y hermano gemelo de Esaú.

Su nacimiento fue ansiosamente esperado por su padre que

oraba al Señor para que le diese hijos que perpetuasen su

nombre y su heredad. Ates del nacimiento su madre supo, por

revelación divina, que en su seno se originarían dos grandes naciones ya divididas

entre sí. Esaú nació primero pero Jacob le siguió asido de su talón: «El que salió primero

era rubio, y estaba todo cubierto de vello, como si tuviera un manto de piel. A este lo llamaron

Esaú. Después salió su hermano, que con su mano tenía agarrado el talón de Esaú» (Gn 25, 25-

26a) Según la ley, la primogenitura le correspondía a Esaú, pero Jacob, con notable

astucia, se la arrebató:

«Los niños crecieron. Esaú se convirtió en un hombre agreste, experto en la

caza. Jacob, en cambio, era un hombre apacible y apegado a su carpa. Isaac

22
quería más a Esaú, porque las presas de caza eran su plato preferido; pero

Rebeca sentía más cariño por Jacob. En cierta ocasión, Esaú volvió exhausto

del campo, mientras Jacob estaba preparando un guiso. Esaú dijo a Jacob:

«Déjame comer un poco de esa comida rojiza, porque estoy extenuado». Pero

Jacob le respondió: «Dame antes tu derecho de hijo primogénito». «Me estoy

muriendo», dijo Esaú. «¿De qué me servirá ese derecho?». Pero Jacob insistió:

«Júramelo antes». El se lo juró y le vendió su derecho de hijo primogénito.

Jacob le dio entonces pan y guiso de lentejas. Esaú comió y bebió; después se

levantó y se fue. Así menospreció Esaú el derecho que le correspondía por ser

el hijo primogénito» ( Gn 25, 27-34)

Protegido por su madre, Jacob logró suplantar a su hermano y obtuvo con engaño la
bendición paterna y Esaú indignado, prometió matarlo:

«Cuando Isaac envejeció, sus ojos se debilitaron tanto que ya no veía nada.
Entonces llamó a Esaú, su hijo mayor, y le dijo: […] yo estoy viejo y puedo
morir en cualquier momento. Toma tus armas ve al campo, y cázame algún
animal silvestre. Después prepárame una buena comida, de esas que a mí me
gustan, y tráemela para que la coma. Así podré darte mi bendición antes de
morir». Rebeca había estado escuchando cuando Isaac hablaba con su hijo
Esaú. Y apenas este se fue al campo a cazar un animal para su padre, Rebeca
dijo a Jacob: «Acabo de oír que tu padre le decía a tu hermano Esaú: […]
Ahora, hijo mío, escucha bien lo que voy a ordenar. Ve al corral y tráeme de
allí dos cabritos bien cebados. Yo prepararé con ellos una buena comida para
tu padre, de esas que le agradan a él, y tú se la llevarás para que la coma. Así
él te bendecirá antes de morir». Pero Jacob respondió a su madre Rebeca:
«Mira que mi hermano Esaú es velludo y yo soy lampiño. Si mi padre me
llega a tocar, pensará que me estoy burlando de él, y entonces atraeré sobre
mí una maldición, y no una bendición». Que esa maldición caiga sobre mí,
hijo mío», le respondió su madre. «Tú obedéceme, y tráeme los cabritos». […]
Rebeca tomó una ropa de su hijo mayor Esaú, la mejor que había en la casa, y
se la puso a Jacob, su hijo menor; y con el cuero de los cabritos le cubrió las
manos y la parte lampiña del cuello. Luego le entregó la comida y el pan que
había preparado. Jacob se presentó ante su padre y le dijo: «¡Padre!». Este
respondió: «Sí, ¿quién eres, hijo mío?». «Soy Esaú, tu hijo primogénito,
respondió Jacob a su padre, y ya hice lo que me mandaste. Por favor, siéntate
y come lo que cacé, para que puedas bendecirme». Entonces Isaac le dijo:
«¡Qué rápido lo has logrado, hijo mío!». Jacob respondió: «El Señor, tu Dios,
hizo que las cosas me salieran bien». Pero Isaac añadió: «Acércate, hijo mío, y
deja que te toque, para ver si eres realmente mi hijo Esaú o no». El se acercó a
su padre; este lo palpó y dijo: «La voy es de Jacob, pero las manos son de
Esaú». Y no lo reconoció, porque sus manos estaban cubiertas de vello, como

23
las de su hermano Esaú. Sin embargo, cuando ya se disponía a bendecirlo, le
preguntó otra vez: «¿Tú eres mi hijo Esaú?». «Por supuesto», respondió él.
«Entonces sírveme, continuó diciendo Isaac, y déjame comer lo que has
cazado, para que pueda darte mi bendición». Jacob le acercó la comida, y su
padre la comió; también le sirvió vino, y lo bebió. Luego su padre Isaac le
dijo: «Acércate, hijo mío, y dame un beso». Cuando él se acercó para besarlo,
Isaac percibió la fragancia de su ropa. Entonces lo bendijo diciendo: «Sí, la
fragancia de mi hijo es como el aroma de un campo que el Señor ha
bendecido. Que el Señor te dé el rocío del cielo, y la fertilidad de la tierra,
trigo y vino en abundancia. Que los pueblos te sirvan y las naciones te rindan
homenaje. Tú serás el señor de tus hermanos, y los hijos de tu madre se
inclinarán ante ti. Maldito sea el que te maldiga, y bendito el que te bendiga».
Apenas Isaac había terminado de bendecir a Jacob, en el preciso momento que
este se apartaba de su padre, su hermano Esaú volvió de cazar. El también
preparó una comida apetitosa y la presentó a su padre, diciendo: «Levántate,
padre, y come la presa que tu hijo ha cazado. Así podrás bendecirme». Isaac,
su padre, le preguntó: «Y tú, ¿quién eres?». «Soy Esaú, tu hijo primogénito»,
le respondió él. Isaac quedó profundamente turbado y exclamó: «¿Quién ha
sido entonces el que cazó una presa y me la trajo? Yo la comí antes que tú
llegaras, lo bendije, y quedará bendecido». Al oír las palabras de su padre,
Esaú lanzó un fuerte grito lleno de amargura. Luego dijo: «¡Padre, bendíceme
también a mí!». Pero Isaac respondió a Esaú: «Ha venido tu hermano y,
valiéndose de un engaño, se llevó tu bendición». Esaú dijo a su padre:
«¿Acaso tienes sólo una bendición?». Isaac permaneció en silencio. Esaú lanzó
un grito y se puso a llorar. Esaú sintió hacia su hermano un profundo rencor,
por la bendición que le había dado su padre. Y pensó: «Pronto estaremos de
duelo por mi padre. Entonces mataré a mi hermano Jacob». Cuando contaron
a Rebeca las palabras de Esaú, su hijo mayor, ella mandó llamar a Jacob, su
hijo menor y le dijo: «Tu hermano te quiere matar para vengarse de ti. Ahora,
hijo mío, obedéceme. Huye inmediatamente a Jarán, a casa de mi hermano
Labán, y quédate con él algún tiempo, hasta que tu hermano se tranquilice,
hasta que se calme su ira contra ti y olvide lo que le has hecho. Después yo te
mandaré a buscar. ¿Por qué voy a perderlos a los dos en un solo día?» (Gn 27,
1-45)

Rebeca misma se vio obligada a procurar que Isaac enviara a Jacob a Harán, con el

pretexto de elegir esposa allí. Durante su viaje Jacob tuvo una visión de una escalera

que llegaba hasta el cielo y ángeles de Dios que subían y bajaban. En aquel lugar Dios

confirmó a Jacob el pacto con Abraham. Jacob erigió un altar, llamó a aquel lugar Be-tel

e hizo voto ante Dios. Labán hospedó a Jacob en su casa y éste le sirvió durante siete

largos años, cuidando de su hacienda y rebaños. Jacob se había enamorado de Raquel,

pero Labán astutamente le entregó a su hija Lea, pues según las costumbres hebreas al

tomar una de sus hijas debería permanecer siete años más en servidumbre. Jacob era

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tremendamente astuto, y todo cuanto emprendía tenía éxito, por ello Labán no quería

dejarle marchar. Al final, Labán dejó salir a Jacob junto a su familia, pero Jacob se tuvo

que enfrentar en una noche dura a su hermano Esaú que había salido para matarle.

Jacob se encontró en medio de dos luchas, por una parte su hermano Esaú y por otra el

ángel de Dios que le hirió en la cadera. Jacob experimentó la debilidad y de cómo sin

Dios se volvía vulnerable y débil. Se reconcilió con su hermano, al que pidió

humildemente perdón, y al ángel de Dios le arrancó la bendición, por la que pasó a

llamarse Israel que significa “fuerte con Dios”.

e) Pedro: discípulo de Jesús y -aunque en su debilidad-, es elegido por Cristo como


cabeza de la Iglesia

Pedro probablemente conoció a Jesús por intermedio de Andrés, su hermano, casi al

comienzo del ministerio en Galilea. Después fue agregado al grupo íntimo de los doce.

Jesús le llamó Cefas ya desde desde el comienzo: «Entonces lo llevó a donde estaba Jesús.

Jesús lo miró y le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan: tú te llamarás Cefas », que traducido

significa Pedro» (Jn 1, 42). La confesión del mesianismo de Jesús en Cesarea de Filippo

es representativa «Tú eres el Mesías» (Mc 8, 27-29). Fue testigo de la transfiguración de

Jesús en el Monte Tabor, camino de Jerusalén. Su ímpetu apostólico se vio envuelto de

la debilidad al negar a Jesús, pero el mismo Cristo le hizo entender que el amor de Dios

está muy encima de la debilidad humana. Jesús, después de la resurrección, no le

reprochará su actitud cobarde, sino todo lo contrario, le preguntará si verdaderamente

le amaba, para así confiarle el “timón de la Iglesia”:

«Después de comer, Jesús dijo a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas

más que estos?». El le respondió: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Jesús le

dijo: «Apacienta mis corderos». Le volvió a decir por segunda vez: «Simón,

hijo de Juan, ¿me amas?». El le respondió: «Sí, Señor, saber que te quiero».

Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas». Le preguntó por tercera vez: «Simón,

hijo de Juan, ¿me quieres?». Pedro se entristeció de que por tercera vez le

preguntara si lo quería, y le dijo: «Señor, tú lo sabes todo; sabes que te

quiero». Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas» (Jn 21, 15-17)

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No se puede dudar de la posición tan importante de Pedro en la iglesia. El Espíritu

Santo lo constituyó en el portavoz de los discípulos el día de Pentecostés. Al leer el

libro de Hechos nos damos cuenta de que los creyentes de la iglesia primitiva seguían

el liderazgo de Pedro. Sus epístolas muestran que en verdad poseía un corazón

pastoral, a pesar de su mentalidad judía. Una de sus mayores preocupaciones eran

los cristianos que se encontraban dispersos por el mundo. Acabó dando su vida por

amor a Cristo y al evangelio. En Roma, como un maldito, crucificado boca abajo por

no hallarse digno de morir como su maestro.

f) Pablo, el Apóstol de los gentiles

Saulo nació en Tarso, centro de cultura y saber griegos, de familia judía de la tribu de

Benjamín. Cuando se realizó el primer martirio de Esteban, era aún «joven» y parece

ser que aguantaba los mantos de los adultos. Saulo fue circuncidado al octavo día de

su nacimiento y recibió el nombre de Saúl (es decir «el deseado»; de donde Saulo) y el

romano de Pablo (Hch. 13, 9). El niño fue instruido en la lengua aramea y educado en

la fiel observancia de la ley y de las tradiciones de los mayores. A los quince años,

Pablo fue enviado Jerusalén para formarse a fondo en el conocimiento de la Escritura

y de las tradiciones y métodos rabínicos; según algunos los padres de Pablo se habrían

nuevamente establecido en Jerusalén cuando era aún muy niño. Allí fue discípulo de

Gamaliel (Hch 22, 3). Según la costumbre judía, Pablo aprendió también un oficio;

Pablo era de profesión fabricante de tiendas (Hch 18, 3).

- La personalidad de Pablo

Pablo es la personalidad más influyente en la historia del cristianismo. Desde su

conversión en el camino de Damasco su vida estuvo siempre dominada por una

ardiente devoción a Cristo, quien se convirtió en el motivo, el objeto y el motor de su

predicación, que ha marcado la dirección del cristianismo desde entonces. Pablo

murió decapitado en el año 67 d.C. dejando numerosas comunidades cristianas por

todo el mediterráneo y escritas numerosas cartas que son de enorme valía para los

creyentes: la Carta a los Romanos, 1ª y 2ª Corintios, Gálatas, Efesios, Filipenses,

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Colosenses, 1ª y 2ª Tesalonicenses, 1ª y 2ª a Timoteo, Tito, Filemón y la Carta a los

Hebreos.

4. La promesa y los compromisos, su importancia en la vida social.

Según la Biblia, la promesa es el compromiso de conceder bienes a ciertas personas,

instituciones o grupos que Dios asume libremente y que mantiene con su poder y

fidelidad. La promesa es correlativa al amor de Dios y a la fe que quiere suscitar en el

corazón del hombre. Las promesas divinas van unidas a la idea de alianza o de pacto.

Dios es fiel a las promesas hechas a los Patriarcas, aun cuando sus herederos no

cumplan las exigencias de la alianza. Sin embargo, Dios puede restringir o volver a

proponer las promesas sobre nuevas bases. El primer depositario de la promesa (una

descendencia numerosa y la posesión de la tierra de Canaán) es Abrahán; este hecho

marca el comienzo de una nueva relación entre Dios y el hombre después del pecado

original (Gn 17 7). Las exigencias de la promesa se extienden, a través de la ley, de

Abrahán a todo el pueblo de Israel (Heb 19,5-6). La monarquía davídica es objeto de

nuevas promesas: un descendiente de David (2 Sam 7 5- 16) será mediador de la nueva

alianza (1s 9,117. 11,1-5). La herencia de la promesa no depende de la descendencia

carnal de Abrahán, sino de la fidelidad a la bendición divina. A través de los profetas,

las promesas se espiritualizan; se trata de una nueva relación interior con Dios y de la

esperanza de un salvador príncipe de la paz (Is 9,61, de un nuevo pastor de su rebaño

(Ez 34,23), de un Hijo del hombre, que es el representante de todos los herederos de la

promesa (Dn 7).

En el Nuevo Testamento aparece el término griego evangelía para indicar la palabra

dada. No es una casualidad que posea cierta afinidad con euangelion, la buena nueva.

En los sinópticos, Jesús es el Mesías prometido y el anunciador de nuevas promesas

(Mt 1,1 17). Para Mateo, las promesas de Jesús comienzan va en este mundo: Jesús

permanecerá con los suyos (28,20), la roca de su Iglesia nunca se quebrará (16,18); sin

embargo, los bienes serán poseídos substancialmente en una era escatológica. Para

Pablo y Lucas, la promesa se ha cumplido ya desde ahora a través de Cristo y los

creyentes están ya en posesión del Espíritu Santo, prenda de la salvación futura. Pablo

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subraya que por la incredulidad de Israel los paganos han heredado ahora la promesa

(Rom 1 1,11), pero cree en la fidelidad de Dios para con su pueblo. Para Juan, Jesús es

la presencia viva de las promesas de Dios (Jn 5,39), aunque prosigue la esperanza de

participar del triunfo pleno de Cristo y de su Iglesia: ésta es la substancia del

Apocalipsis, La epístola a los Hebreos se refiere a las promesas hechas a los padres

como figura de una herencia eterna (6,13; 11,32). El esquema promesa-cumplimiento es

la ley propia de la historia de la salvación. Dios cumple sus promesas y esto es garantía

de porvenir hasta e1 momento de la parusía. En la teología contemporánea el tema de

la promesa vuelve a presentarse fundamentalmente con la Teología de la esperanza. El

Dios de la revelación es el Dios de la promesa, «poder del futuro», en cuanto que

promete, mediante la resurrección de Cristo, un mundo nuevo.

5. El valor de la lealtad, la responsabilidad, la fidelidad.

La fidelidad es una propiedad esencial del amor. Por su misma esencia el amor tiende a

crear una comunidad entre personas, que sólo puede conservarse con la voluntad de

ser fieles con la convicción de la fidelidad del amor recíproco. Lo que caracteriza a la

fidelidad es el elemento de la perseverancia, de la duración en el tiempo. La fidelidad

se refiere siempre a otra persona. Incluso cuando hablamos de “fidelidad a nosotros

mismos”, a nuestra palabra, a nuestros deberes, etc., entendemos la fidelidad a la

persona a la que hemos dado nuestra palabra y con la que tenemos ciertos deberes:

Dios, el esposo, un amigo, etc. La fidelidad en sentido pleno afirma siempre una

relación personal con un tú. Por eso la fidelidad es una propiedad indisoluble del amor

y una expresión de la veracidad y de la constancia. Cuanto más íntima es una relación

personal, tanto más tiene que estar marcada por la fidelidad.

En un sentido más especial la fidelidad se define comúnmente por los moralistas como

la virtud que hace al hombre dispuesto a dar a los demás lo que se les debe en virtud

de una promesa, que puede incluir una obligación de justicia, como ocurre en un

contrato de cualquier naturaleza, o bien ser una promesa gratuita o una simple palabra

dada. Se exige y se acepta en cierto modo la obligación de la fidelidad no sólo en

virtud de nuestras promesas; sino también y sobre todo en virtud del amor indefectible

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de Dios que se nos ha dado. El prototipo y el primer fundamento de toda fidelidad

humana es la fidelidad de Dios.

Los salmos no se cansan nunca de alabar la fidelidad de Dios, fundamento de nuestra

esperanza. "Señor, tu amor llega hasta el cielo, hasta las nubes tu fidelidad» (Sal 35,6;

cf. 56,11; 33,4). La fidelidad de Dios se muestra especialmente en el hecho de que

siempre acoge de nuevo al pueblo infiel (Os 3,2). Dios es fiel a sus promesas: "De mi

boca sale una sentencia, una palabra irrevocable» (1s 45,23). En la misteriosa fidelidad

de Dios nos viene la esperanza de nuestra perseverancia final, nuestra fidelidad hasta

la muerte (cf. 1 Cor 10,13. 1 Tes 5,24; 2 Tes 3,3). La fidelidad' como valor auténtica-

mente humano y, al mismo tiempo profundamente religioso, es una propiedad esencial

del matrimonio cristiano. En el plano antropológico la fidelidad se presenta como el

signo de la capacidad del amor humano de pasar a ser, de una realidad transitoria

(como es, al menos inicialmente), una decisión definitiva e irrevocable, capaz de

comprometer a la persona para toda la vida. La fidelidad, en esta perspectiva, tiene que

verse no sólo de forma negativa, como rechazo del adulterio y de toda forma de

evasión espiritual, afectiva y sexual, sino más bien de forma positiva, como capacidad

de compartir un proyecto común de vida. La fidelidad conyugal, percibida ya en el

plano humano como un valor, difícilmente puede practicarse y vivirse fuera de un

contexto auténticamente religioso (bien sea de fe explícita o de fe solamente implícita).

La infidelidad estructural del hombre no puede ser superada ni sanada más que con la

ayuda que le viene de la suprema fidelidad de Dios. El pacto de amor conyugal, se basa

en el amor eternamente fiel de Dios. "En virtud del pacto de amor conyugal, el hombre

y la mujer no son ya dos, sino una sola carne, y están llamados a crecer continuamente

en su comunión, a través de su fidelidad cotidiana a la promesa matrimonial del don

recíproco total» (Familiaris consortio 19). Un amor de este género sólo se puede

comprender plenamente a la luz de la cruz, es decir, del Cristo esposo que «amó a la

Iglesia y se entregó a sí mismo por ella» (Ef 5,25).

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