V Panorama Sociolingüístico Del Caribe Hispánico Insular

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V.

Panorama Sociolingüístico del Caribe Hispánico


Insular1

Introducción

El objetivo central del presente artículo consiste en mostrar un pa-


norama sociolingüístico de la zona del Caribe hispánico insular. Desde
esta perspectiva se podrá advertir que, a pesar de las conocidas seme-
janzas existentes en su modo de hablar, Cuba, la República Domini-
cana y Puerto Rico mantienen su propia identidad dialectal, que se
revela tanto por medio de un análisis de las diferencias objetivas,
como de la evaluación subjetiva que hacen los hablantes de su len-
gua en general y de ciertos fenómenos en particular. Por esa razón,
no se justifica plantear la existencia de un español del Caribe, sino
de varias modalidades caribeñas.2 La noción de un solo dialecto cari-
beño ha sido fomentada por el estudio global de una amplia serie de
fenómenos, cuya diversidad se descubre mucho mejor precisamente
por medio del análisis sociolingüístico.
1
Este trabajo reproduce, con muy ligeras modificaciones, mi artículo publicado en la
revista Español Actual 98/2012, 97-126.
2
Tradicionalmente, cuando se habla del español en el Caribe, no solo se alude a las
Antillas, sino también al modo de hablar de la mayor parte de Venezuela, de Panamá
y de la costa atlántica de Colombia, entre otros. En beneficio de la sencillez, la cohe-
rencia y la adecuación del análisis, en este trabajo me limitaré al examen del español en
las islas caribeñas que, según la mayoría de los estudios, exhiben una gran homogenei-
dad y constituyen, además, el centro neurálgico de la zona. Agradezco al colega Lynn
Williams la lectura crítica del borrador de este artículo.

UNA MIRADA PANORÁMICA AL ESPAÑOL ANTILLANO 97


A lo largo de la historia de los estudios lingüísticos caribeños se
pone de manifiesto la existencia de una constante y de una variante
con respecto al nivel de análisis preferido por los investigadores. La
constante para las tres grandes Antillas ha sido en todas las épocas la
escasez de trabajos sobre la sintaxis, una situación que se puede en-
tender por ser este el nivel lingüístico con menor índice de variación
y el que probablemente requiere mayor preparación profesional para
su análisis serio y riguroso. La variante, en cambio, se presenta a
través de la alternancia de los otros componentes lingüísticos. El gra-
do de atención otorgado por los investigadores a esos campos se ha
invertido: mientras en el pasado lejano fue notable la preferencia
por la confección de inventarios y de recuentos lexicográficos (cu-
banismos, provincialismos, indigenismos, dominicanismos), en las
últimas décadas predominan los estudios sobre aspectos fonético-
fonológicos. En este sentido, se ha producido un significativo au-
mento cuantitativo de los trabajos fonéticos y fonológicos, y también
un visible avance en la solidez teórica y metodológica de las investi-
gaciones. La descripción impresionista y atomista de otros tiempos
ha dado paso a estudios que analizan amplios conjuntos de datos de
manera rigurosa por medio de la computación electrónica y que al
mismo tiempo consideran los hechos como etapas que experimen-
tan los procesos evolutivos en cuya realización influyen factores lin-
güísticos y sociales.
En efecto, el área de investigación que, sin lugar a dudas, ha
producido frutos más abundantes es el análisis cuantitativo de la
variación fonética. Los dialectos caribeños no solamente fueron las
primeras variedades hispánicas en ser objeto de investigaciones so-
ciolingüísticas en este terreno, sino que además han servido de base
para el planteamiento de diversas posturas teóricas dentro del mar-
co de las concepciones generativistas y post-generativistas.3 Entre los
3
Entre esos trabajos, se encuentran: en HUMBERTO LÓPEZ MORALES (ed.), Corrientes
Actuales en la Dialectología del Caribe Hispánico, Editorial Universitaria, Universidad
de Puerto Rico, Río Piedras, 1978, el estudio de TRACY TERRELL, “Aportación de los

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temas objeto de análisis cabe mencionar, por ejemplo, la importan-
cia del acento en los procesos de reducción del fonema /s/; el plan-
teamiento, posteriormente rebatido por varios autores, de la ausen-
cia de este segmento a nivel subyacente en el habla popular de los
dominicanos; y la pertinencia de factores gramaticales en la varia-
ción fonética, como es el caso de la verificación realizada por diver-
sos investigadores de la hipótesis funcional, según la cual un seg-
mento fonológico que transmite información gramatical (por ejem-
plo, la /s/ en niños y en cantas, o la /n/ en hablan) se elide con
menor frecuencia que otro que no tiene ese valor (como la /s/ en
lunes o la /n/ en examen).
Asimismo, hay que consignar, en justicia, que, en años más re-
cientes, los estudios léxicos han experimentado un importante ade-
lanto con la realización de rigurosos análisis estadísticos que trabajan
con abundantes materiales recogidos con las técnicas adecuadas.
Aparte de la elaboración de los léxicos básicos de Puerto Rico y de la
República Dominicana, realizados sobre la base de copiosos textos
escritos, también se han realizado varias investigaciones de campo
sobre el léxico disponible.4
estudios dialectales antillanos a la teoría fonológica”; y el de MARÍA VAQUERO, “Hacia
una espectrografía dialectal: el fonema / / en Puerto Rico”; en RAFAEL NÚÑEZ CEDEÑO
y otros (compiladores), Estudios sobre la fonología del español del Caribe, La Casa de
Bello, Caracas, 1986, el de ROBERT HAMMOND, “En torno a una regla global en la
fonología del español de Cuba”; el de SHANA POPLACK, “Acondicionamiento gramati-
cal de la variación fonológica en un dialecto puertorriqueño”; y el de TRACY TERRELL,
“La desaparición de /s/ posnuclear a nivel léxico en el habla dominicana”; y en ROBERT
HAMMOND y MELVIN RESNICK (eds.), Caribbean Spanish Dialectology, Georgetown
University Press, Washington, 1988, el de NELSON ROJAS, “Fonología de las líquidas
en el español cibaeño”; y el de RAFAEL NÚÑEZ CEDEÑO, “Alargamiento vocálico com-
pensatorio en el español cubano: un análisis autosegmental”. Son también exponentes
notables de esta línea de investigación, el libro de HUMBERTO LÓPEZ MORALES, Estrati-
ficación social del español de San Juan de Puerto Rico, UNAM, México, 1983; y el de
ORLANDO ALBA, Variación fonética y diversidad social en el español dominicano de
Santiago, Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, Santiago, 1990.
4
Puerto Rico cuenta con la obra de AMPARO MORALES, Léxico básico del español de Puerto
Rico, Academia Puertorriqueña de la Lengua, San Juan, 1986; y con la de HUMBERTO
LÓPEZ MORALES, Léxico disponible de Puerto Rico, Arco Libros, Madrid, 1999. En

UNA MIRADA PANORÁMICA AL ESPAÑOL ANTILLANO 99


Como es lógico, ha atraído igualmente la atención de los investiga-
dores la influencia del inglés en el español de la región. La mayoría de los
trabajos se concentran en la innegable presencia de los préstamos léxicos
que, como es bien sabido, se manifiestan en todas partes, pero con espe-
cial intensidad en Puerto Rico. Aunque con menor frecuencia, también
se ha discutido la posibilidad del mismo influjo en la sintaxis. En este
campo son fundamentales los trabajos de Amparo Morales sobre la apa-
rición redundante o no necesaria del sujeto pronominal y otras estruc-
turas sintácticas. La investigadora entiende que “en cuanto a la sintaxis,
la posible influencia del inglés es más difícil de probar”, y que lo que
parece estar fuera de duda es que “el inglés puede haber servido de
refuerzo a muchas de las tendencias internas del sistema”.5
Otro tema de interés para muchos investigadores ha sido, sin
duda, el de la polémica sobre la base del español caribeño. Con
relación a este asunto, está claro que la hipótesis andalucista es la que
cuenta con el apoyo mayoritario de la comunidad académica. A los
cuantiosos fenómenos lingüísticos que la zona del Caribe comparte
con la región sur de la Península, se suma también el dato demográ-
fico proporcionado por Boyd Bowman según el cual entre 1493 y
1508, el 60% de los colonizadores eran andaluces; y entre 1509 y
1519, las sevillanas representaban el 67% de las mujeres llegadas a
las Antillas.6 Esta circunstancia histórica es la razón, como señala

República Dominicana se ha publicado el libro de ANTONIO GONZÁLEZ, S. CABANES Y


F. GARCÍA, Léxico básico de la lengua escrita en la República Dominicana, Universidad
Nacional Pedro Henríquez Ureña, Santo Domingo, 1982. Además, las investigacio-
nes de ORLANDO ALBA, El léxico disponible de la República Dominicana, Pontificia
Universidad Católica Madre y Maestra, Santiago, 1995, y Observación del cambio
lingüístico en tiempo real: el nuevo léxico disponible de los dominicanos, Banco de Reser-
vas y Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, Santo Domingo, 2014.
5
Véase su trabajo “El español de Puerto Rico: panorama actual”, en ANA M. CESTERO
MANCERA Y OTROS (eds.), Estudios sociolingüísticos del español de España y América, Arco
Libros, Madrid, 2006, pág. 174. Es muy importante su libro Gramáticas en contacto:
análisis sintácticos sobre el español de Puerto Rico, Editorial Playor, Madrid, 1986.
6
PETER BOYD BOWMAN, Índice geobiográfico de cuarenta mil pobladores españoles de Amé-
rica en el siglo XVI, vol. I, Instituto Caro y Cuervo, Bogotá, 1964, págs. 1493-1519.

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Vaquero, de que ‘la primera nivelación lingüística sea de signo meri-
dional’ y se pueda llegar a la conclusión de que el modo de hablar
andaluz es la base y el punto de partida del posterior desarrollo del
español antillano.7 A este respecto, también conviene considerar la
importancia, ya apuntada por Alvar, del papel jugado por las Islas
Canarias. En ocasiones, el andaluz llega a América adaptado ya en
las Islas.8
Pero sobre esta cuestión se ha planteado también una interpre-
tación diferente según la cual el español antillano surge de un siste-
ma simplificado que se desarrolló desde el siglo XVI por el contacto
con lenguas africanas.9 Se trata de la hipótesis criolla, que supone la
existencia en las Antillas hispánicas de una situación sociolingüística
similar a la que se creó en el Caribe inglés o francés, que propició el
desarrollo de lenguas criollas. No son pocas las críticas hechas a esta
hipótesis, que atribuye origen criollo a fenómenos presentes en to-
das las hablas innovadoras de España y de América (pérdida de la
/s/, neutralización de /r/ y /l/, velarización de la /n/ final, etc.), a
pesar de que en varias de esas regiones no hubo presencia africana.10
7
MARÍA VAQUERO, “Antillas”, en MANUEL ALVAR (director), Manual de dialectología
hispánica. El español de América, Editorial Ariel, S.A., Barcelona, 1996, págs. 51-67.
8
MANUEL ALVAR, “Significación de las Islas Canarias”, en Norma lingüística sevillana y
español de América, Ediciones de Cultura Hispánica, Madrid, 1990, págs. 63-84.
9
Se citan aquí solo algunos de los defensores de esta postura: GERMÁN DE GRANDA,
Español de América, Español de África y hablas criollas hispánicas, Gredos, Madrid,
1994; y del mismo autor, El español en tres mundos. Retenciones y contactos lingüísticos
en América y África, Secretariado de Publicaciones de la Universidad de Valladolid,
Valladolid, 1991. Entre los trabajos de JOHN LIPSKI, véase “Contactos hispano-africa-
nos en el África ecuatorial y su importancia para la fonética del Caribe hispánico”, en
ROBERT HAMMOND y MELVIN RESNICK (eds.), Caribbean Spanish Dialectology, George-
town University Press, Washington, 1988, págs. 50-65; y El español de América,
Cátedra, Madrid, 1994, (Cap. IV, La conexión africana). Finalmente, RICARDO OTHE-
GY, “The Spanish Caribbean: A creole perspective”, en CHARLES-JAMES BAILEY y ROGER
SHUY (eds.), New ways of analyzing variation in English, Georgetown Universtiy,
Washington DC, 1973, págs. 323-339.
10
Algunas de las refutaciones más importantes son: MARÍA BEATRIZ FONTANELLA DE WEIN-
BERG, “El español del Caribe: ¿rasgos peninsulares, contacto lingüístico o innovación?”,
Lingüística Española Actual, II/2, (Madrid, 1980), págs. 189-199; HUMBERTO LÓPEZ

UNA MIRADA PANORÁMICA AL ESPAÑOL ANTILLANO 101


Conviene advertir, por otra parte, que el desarrollo de los estu-
dios lingüísticos no ha corrido paralelo en las tres islas. Si bien es
cierto que correspondió a Cuba desempeñar el papel de pionera o
decana de la labor dialectológica en el Caribe, que se inicia allí a
principios del siglo XIX, entrado el siglo XX, Puerto Rico pasa a
ocupar una indiscutible posición de vanguardia. En efecto, basta un
ligero acercamiento a la bibliografía existente para comprobar que
el español puertorriqueño ha sido asediado de una manera más con-
tinua, sistemática, profesional y científica que el de la República
Dominicana y el de Cuba. Morales (op. cit., 2006) puntualiza que
esta situación privilegiada de Puerto Rico tiene sus raíces en las con-
tribuciones de Navarro Tomás, autor de El español de Puerto Rico, el
primer atlas lingüístico de Hispanoamérica; de Augusto Malaret,
pionero en la redacción de recuentos de americanismos; y de Ma-
nuel Álvarez Nazario con sus trabajos sobre la historia del dialecto
puertorriqueño. Pero es incuestionable que, a partir de esa base ini-
cial, posteriormente el estudio del español de los puertorriqueños se
ha desarrollado y ha prosperado profusamente con los trabajos de,
entre otros, la propia Amparo Morales, María Vaquero y, especial-
mente, Humberto López Morales.

Rasgos compartidos

Es indiscutible que las islas del Caribe hispánico comparten


muchos rasgos lingüísticos. En el terreno fonético vale citar diversos
fenómenos de reducción consonántica, como la realización variable
de la /s/ implosiva como sibilante, aspirada o elidida; la velarización
de la /n/ final de palabra; la pronunciación aspirada de la jota; la
neutralización de /l/ y /r/ en el habla popular.

MORALES, “Sobre la pretendida existencia y pervivencia del criollo cubano”, Anuario


de Letras, 5, (México, 1980), págs. 85-116; y MARÍA VAQUERO, “Reseña a Caribbean
Spanish Dialectology”, ROBERT HAMMOND y MELVIN RESNICK (eds.), Lingüística, I,
(Caracas, 1989), págs. 205-226.

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Con respecto a los fenómenos sintácticos, la coincidencia se re-
vela en la presencia constante del sujeto pronominal frente al verbo
(Cuando tú me llames, yo te digo); la no inversión del orden sujeto-
verbo en la oración interrogativa (¿Qué tú piensas? ¿Dónde usted va?);
la preferencia por el posesivo pospuesto (en el cuarto de nosotros); la
difusión paulatina del leísmo, especialmente en estilos formales, como
las despedidas de cartas, presentaciones (Le saluda atentamente…
Tengo el gusto de invitarle…).
En el campo léxico, suele destacarse el uso de arcaísmos penin-
sulares, como bravo (enojado), bregar (trabajar), dilatarse (demorar-
se), frisa (manta). Tampoco falta la mención de los marinerismos,
como amarrar (atar), botar (echar, tirar), guindar (colgar), zafar (sol-
tar). Como es natural, se insiste en la presencia de indigenismos: ají,
batey, bohío, cacique, caoba, cazabe, conuco, guanábana, güira, hi-
güero, jaiba, maíz, maní. Entre los afronegrismos, se incluyen bembe
o bemba (labio grueso), cachimbo (pipa), champola (refresco de gua-
nábana), fucú (mala suerte, fatalidad), guarapo (jugo de la caña de
azúcar), guineo (banana), mofongo (plátano frito molido con chicha-
rrones), ñame (tubérculo comestible). Y, por supuesto, abundan los
anglicismos en el campo de la ropa: suéter, zipper, jacket, short; de la
casa: closet, pantry, freezer; de la alimentación: corn flakes, catchup,
pancake, fruit punch; del deporte: softbol, rally, béisbol, pitcher, strike.
En este sentido, no resulta extraño que prácticamente todos los
investigadores que estudian estos temas consideren que las tres Anti-
llas hispánicas exhiben un alto grado de homogeneidad y de unidad
lingüística que hace posible y apropiado hablar del español antilla-
no como una entidad dialectal única.
En la obra de conjunto más completa sobre el tema, López
Morales, si bien de forma un tanto cautelosa, afirma lo siguiente:11

“Aunque como en todas las comunidades de habla los rasgos


lingüísticos no son completamente homogéneos, el Caribe
11
Humberto López M., El español del Caribe, Editorial MAPFRE, Madrid, 1992, p. 295.

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hispánico presenta una situación de relativa identidad, sobre
todo si se lo compara con sus vecinos insulares, en los que len-
guas europeas y criollas comparten el escenario en estructura
diglósica.”

En el mismo sentido se expresan Moreno Fernández y Otero


Roth12, cuando declaran:

“En términos generales, el español caribeño configura una


de las grandes áreas del mundo hispánico, caracterizada por su
tendencia a favorecer los usos más innovadores en el plano fo-
nético (debilitamiento de consonantes en posición final de síla-
ba), junto a ciertos rasgos particulares del área (por ejemplo,
orden del pronombre en las interrogativas: ¿qué tú quieres?).”

Más adelante, sin embargo, los autores matizan esa afirmación


al indicar que a pesar de que el español caribeño comparte muchos
rasgos, “cada isla y territorio continental tiene una personalidad lin-
güística suficientemente marcada” (pág. 38).
En realidad, ha sido en trabajos escritos en fechas menos re-
cientes donde se ha insistido de forma más categórica en el carácter
unitario del habla antillana. Por ejemplo, todas las propuestas de
zonificación dialectal del español en América que han sido formula-
das en el pasado coinciden en situar a las tres islas antillanas dentro
del mismo grupo o zona dialectal. Uno de los primeros autores que
esbozó una clasificación fue precisamente el filólogo dominicano
Pedro Henríquez Ureña.13 Curiosamente, sin embargo, el estudioso
12
Francisco Moreno Fernández y Jaime Otero Roth, Atlas de la lengua española en el
mundo, Editorial Ariel, S.A., Barcelona, 2007, pág. 37.
13
Pedro Henríquez Ureña, “Observaciones sobre el español de América”, Revista de Filología
Española, VIII, (Madrid, 1921), págs. 357-390. El autor basaba su división en tres
criterios fundamentales: la proximidad geográfica, los lazos políticos y culturales, el substra-
to indígena. A partir de esa base, planteó la existencia de cinco zonas dialectales: la del Río
de la Plata (Argentina, Uruguay y Paraguay), con substrato guaraní; la chilena (norte,
centro y sur de Chile), con substrato araucano; la andina (la mayor parte de Colombia y

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solo menciona los países incluidos en cada zona, pero parece dar por
supuestos los rasgos lingüísticos que las caracterizan y no los señala ni
los describe. Inconforme con el análisis de Henríquez Ureña, el uru-
guayo José P. Rona, después de criticar severamente la propuesta del
dominicano, plantea su propia división, sin duda mucho más objeti-
va y rigurosa, pero basada únicamente en cuatro fenómenos que,
obviamente, resultan insuficientes para poder establecer una tipifi-
cación válida de la compleja realidad de los dialectos hispanoameri-
canos.14 Más tarde, J. Zamora y J. Guitart consideran inadecuada
esta clasificación y proponen otra, por cierto muy similar a la de
Rona, apoyándose ahora solo en tres fenómenos: dos fonéticos y uno
sintáctico.15 Una revisión crítica de estas y otras propuestas de divi-
sión dialectal del español en América puede consultarse en un tra-
bajo anterior de Orlando Alba.16

parte de Venezuela, Bolivia, Perú y Ecuador), con substrato quechua; la mejicana (México,
América Central y el sudoeste de los Estados Unidos), con substrato nahua; y finalmente,
la del Mar Caribe (las tres Antillas españolas -Cuba, Santo Domingo, Puerto Rico-, gran
parte de Venezuela y la costa atlántica de Colombia), con substrato arahuaco-caribe.
14
JOSÉ PEDRO RONA, “El problema de la división del español americano en zonas dialecta-
les”, en Presente y futuro de la lengua española, Tomo I, Ediciones Cultura Hispánica,
Madrid, 1964, págs. 215-226. La división de Rona se basa en la presencia o la ausencia
de cuatro fenómenos: uno fonológico (el yeísmo), uno fonético (el eísmo), uno sintác-
tico (el voseo) y otro morfológico (la forma verbal que acompaña al vos). De acuerdo con
eso, el autor propone la existencia de 16 zonas en Hispanoamérica. Una de ellas incluye
nada menos que a México (excepto Chiapas, Tabasco, Yucatán y Quintana Roo), las
Antillas, la costa atlántica de Venezuela y Colombia, y la mitad oriental de Panamá, ya
que todas esas regiones coinciden en practicar el yeísmo y no tener eísmo ni voseo.
15
JUAN ZAMORA y JORGE GUITART, Dialectología Hispanoamericana. Teoría-Descripción-
Historia, Ediciones Almar, Salamanca, 1982. Los fenómenos elegidos por los autores
son la presencia (o ausencia) sistemática de la /-s/ implosiva, la pronunciación velar (o
la simple aspiración) de la /x/, y la presencia (o ausencia) del voseo. La aplicación de
esos criterios coloca en una misma zona a las Antillas, junto a la costa oriental de
México, la mitad oriental de Panamá, la costa norte de Colombia, y a Venezuela,
menos la cordillera. Esa amplia región geográfica coincide en el relajamiento de la /-s/
implosiva, la aspiración de la /x/, y el tuteo.
16
ORLANDO ALBA, “Zonificación dialectal del español en América”, en CÉSAR HERNÁN-
DEZ (ed.), Historia y Presente del Español de América, Junta de Castilla y León, Pabecal,
Valladolid, 1992, págs. 63-84.

UNA MIRADA PANORÁMICA AL ESPAÑOL ANTILLANO 105


Distinciones sociolingüísticas

La visión unitaria que suele presentarse del español en la región


es producto de unos análisis dialectales globales que tienden a gene-
ralizaciones no cuantitativas. Es necesario puntualizar que a menu-
do no se separan unos hechos de otros. No son pocas las ocasiones en
las que se mezclan, dentro de una misma lista, fenómenos heterogé-
neos, muy desiguales según su uso y su valor sociolingüístico. Sin
que se haga ningún tipo de aclaración, se presentan hechos genera-
les que tienen prestigio dentro de la comunidad hablante, junto a
otros que son regionales o populares y están estigmatizados.17 Por
ejemplo, en el campo fonético, por un lado se menciona la pronun-
ciación aspirada de la jota y la velarización de la /n/ final de palabra,
y por el otro, siempre se cita la neutralización de las líquidas /r/ y /l/
finales de sílaba y de palabra. Sin embargo, resulta evidente, incluso
para un observador inexperto, que en tanto los dos primeros fenó-
menos son generales y forman parte de la norma lingüística culta y
prestigiosa de las tres islas, el último es un hecho estigmatizado, re-
chazado por la conciencia del hablante educado.
Sirven para ilustrar la pronunciación aspirada de la jota y la
velarización de la /n/ final de palabra los siguientes textos, incluidos
en conversaciones de dos hablantes cultos del Caribe: dominicano
el primero (Cardenal y Arzobispo de Santo Domingo) y cubano el
segundo (Ministro de Relaciones Exteriores), que reiteradamente
pronuncian el fonema /x/ como [h] y /n/ final de palabra como
[ ]:18
“Con tanta deficiencia y con tanta gente [héņte], pasando
calamidad, no, no, no. Yo creo que el médico tiene que medir
17
Son ejemplos de publicaciones donde no se hace la debida distinción, la de ALONSO
ZAMORA VICENTE, Dialectología Española, Gredos, Madrid, 1970, págs. 413-417; y
la de JOSÉ MORENO DE ALBA, El español en América, Fondo de Cultura Económica,
México (segunda edición corregida y aumentada), 1993, págs. 166-167.
18
Estos ejemplos y todos los que se incluyen en el artículo proceden de grabaciones
hechas u obtenidas por el autor a lo largo de varios años.

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mucho más sus decisiones, y su lenguaje [le gwáhe] de, de paro,
porque ¿a quién [kjé ] está afectando? A la población [po-
β lasjó ].”
“Por eso estuvieron [ehtu jéro ] haciendo lo indecible para
no juzgarlo [huh árlo]. Ahora, fíjate [fíhate] cuál eh el proble-
ma: si lo ponen [póne ] en [e ] libertad, eøtá bien [bié ], lo po-
nen [póne ] en [e ] libertad porque la jueza [hwésa] ordenó que
lo soltaran [soltára ], porque a un [u ] mentiroso no se le puede
mantener preso tanto tiempo nada máh que por eso.”

Tales realizaciones relajadas de /x/ y de /n/ se escuchan en los


estilos más formales, como es el caso de la lectura de noticias de radio
y de televisión.
Por su parte, los siguientes trozos corresponden, respectivamente,
a un obrero cubano que participa en un reportaje noticioso de la
televisión de su país y a un empleado puertorriqueño que opina so-
bre los candidatos en las próximas elecciones en la isla. En ambos
textos se observan repetidos ejemplos de lateralización de la /r/ implo-
siva, aparte de los frecuentes casos de reducción de la /s/. Realizacio-
nes similares se encuentran también en el habla popular de varias re-
giones de la República Dominicana. En la actualidad se conoce muy
bien el carácter estigmatizado del fenómeno de la lateralización en el
Caribe, como indican diversas investigaciones sociolingüísticas.19
19
En Cuba, el fenómeno caracteriza sobre todo el habla popular en la zona oriental de
la isla. Ver LUIS ROBERTO CHOY LÓPEZ, “Coordenadas del español de Cuba”, Encuentro
de la cultura cubana, 41/42, (La Habana, 2006), págs. 274-281; y PUICA DOHOTARU,
“El segmento fonológico –/R/ en el habla popular de la ciudad de La Habana”, en
MARLEN A. DOMÍNGUEZ HERNÁNDEZ (ed.), La lengua en Cuba. Estudios, Universidad
de Santiago de Compostela, Santiago, 2007, págs. 101-146. Para Puerto Rico, ver
HUMBERTO LÓPEZ MORALES, op. cit., 1983, págs. 77-103. Para Rep. Dominicana,
ORLANDO ALBA, Cómo hablamos los dominicanos, Colección Centenario-Grupo León
Jimenes, Santo Domingo, 2004, págs. 88-89; y CARLISLE GONZÁLEZ, “Neutralización
de los fonemas r y l implosivos en el dialecto hablado en Santo Domingo”, en Actas del
VII Congreso de la Asociación de Lingüística y Filología de América Latina, Publicación
de ALFAL, tomo II, Santo Domingo, 1987, págs. 19-34.

UNA MIRADA PANORÁMICA AL ESPAÑOL ANTILLANO 107


“Tenemo máh ambiente, aunque aún noh queda mucho
por hacel y tenemo que luchal pol seguil adelante. Hay que
buøcal todo loh medio de que se sienta y se sientan bie y que
en veø de que loh habitanteø de aquí salgan a trabajal a otro
lugal, que aquí mihmo sea donde se ehtabilice la fuelza del in-
genio.”
“Esa eh mi duda, si él va a llegar a malzo del doh mil ocho
con esa fuelza y segundo, Pedro Roselló no sacará votoø fuera
del Penepé, pero tiene un gran sectol del Penepé con él. De eso
no hay duda, y yo creo que el domingo Foltuño va a sentir ese
caliente y, eh como decíamoh ayel, que no le dé el Helnán Padi-
lla syndrom, que parece sel el escenario al que va a enfrentalse.”

Una situación similar de falta de discriminación entre los he-


chos del habla culta y de la popular se presenta en el campo de la
morfosintaxis. Regularmente se menciona como propio de la mor-
fología caribeña, la alternancia en la formación del diminutivo de
los alomorfos –ito, –ico. Se puntualiza, con razón, que –ico solo apa-
rece, por disimilación, cuando la última consonante de la raíz es una
t-. Así, frente a perrito, heladito y arbolito, por ejemplo, se encuen-
tran con frecuencia gatico, zapatico y ratico. Este uso variable de las
marcas diminutivas, que por cierto no forma parte de la norma puer-
torriqueña, es general en el habla espontánea de todos los grupos
sociales de Cuba y de la República Dominicana. El siguiente texto
corresponde a la conversación de una mujer dominicana de clase
media alta:

“Los Santos Reyes en ese entonces nos ponían un cariñito.


Y nosotros hasta decíamos, ay pero los Reyes siempre son muy
pobres. Ya que a ellos también les dejábamos cartitas. Entonces
les poníamos ahí en las cartitas: ‘yo quiero Santos Reyes que
ustedes me dejen tal cosa, tal cosa’. Apenas les dejábamos una
cosita. Y además, les dejábamos con su cartita, bien sea el que
tenía arbolito, arbolito, pero el que no se lo ponía debajo de su

108 ORLANDO ALBA


camita de uno. Y les dejábamos yerbas, una que le decían
dizque yerba de guinea, que mi abuelita salía con nosotros a
buscarla por donde fuera. Entonces les dejábamos esa yer-
ba, ese poquito de agua para los camellos. Entonces, sí, hay
muchos que les ponían galleticas, yo no ponía galleticas,
galleticas.”

El texto anterior demuestra con claridad que el alomorfo regu-


lar que utiliza esta hablante es –it, presente en todos los contextos:
después de ñ (cariñito), de s (cosita), de l (arbolito, abuelita), de m
(camita), de k (poquito). El único contexto donde aparece –ico es
después de t, en alternancia con –it (cartita, galletica). En ocasiones,
esta variación podría atribuirse a razones estilísticas. Se descubre al
principio del párrafo anterior que –it aparece después de t en la
palabra cartitas; sin embargo, al final, cuando la persona habla con
mayor rapidez y parece haber alcanzado más confianza, entonces
utiliza la forma –ic (galleticas), que se considera más informal y es-
pontánea que –it en este contexto. En todo caso, lo importante aquí
es saber que el empleo de la variante diminutiva –ic no actúa como
marca estigmatizada, que identifique de forma exclusiva el habla del
grupo social bajo, sino que aparece en la actuación lingüística de
todos los grupos sociales. En otras palabras, el uso de formas como
gatico o zapatico no permite reconocer la condición social del ha-
blante que las emplea.
Lo mismo ocurre con la consabida no inversión del orden suje-
to-verbo en la interrogación, que es una estructura normal en el
español de los diversos grupos socioculturales. Este rasgo sintáctico
se descubre incluso en los estilos formales de los hablantes cultos del
Caribe. El siguiente ejemplo forma parte de un spot publicitario
que la Secretaría de Educación en Santo Domingo patrocina en su
campaña de promoción de la carrera magisterial.

“Mi hijo, por fin, ¿qué tú vas a estudiar? – Mami, yo quiero


ser maestro.”

UNA MIRADA PANORÁMICA AL ESPAÑOL ANTILLANO 109


Este uso se encuentra tan arraigado en la norma culta de la
zona caribeña que no solo aparece en los registros más formales del
plano oral, sino que también se manifiesta en la lengua académica
escrita. En un diario dominicano se reseña una investigación llevada
a cabo en una universidad del país sobre el problema de la violencia
intrafamiliar. Una de las preguntas del cuestionario que se usó para
recoger la información fue la siguiente:

“¿Qué tipo de violencia usted ha sufrido?”

Ambos ejemplos constituyen, sin duda, un indicio bastante se-


guro del estatus prestigioso de este orden sintáctico que forma parte
de la lengua estándar en esta región del mundo hispánico.
Por su parte, frente a los fenómenos morfosintácticos anterio-
res, a menudo se incluyen otros netamente estigmatizados, como el
uso de haiga (por haya), íbano (íbamos), yo no ha venido (yo no he
venido) y me se olvidó (se me olvidó), que solamente aparecen en el
habla popular y, en consecuencia, no tienen cabida en la norma
culta de ningún lugar de las Antillas. Los siguientes ejemplos perte-
necen a conversaciones efectuadas por un obrero puertorriqueño y
otro dominicano, respectivamente:

“Noh quedamo eh, en el, en el lugar má seguro, que era el


negocio donde ehtábano. Cuando salimo de ahí, la carretera eta-
ba intransitable, entonce, pueh, noh dimoh a la tarea de, de por
lo meno sacar loh, loh ganchoh, los árbole de la, de la carretera.”
“Nosotro cobrábano quince, ahora etamo cobrando trece
peso.”

De acuerdo con las consideraciones anteriores, resulta legítimo


y oportuno subrayar el hecho de que a la hora de realizar descripcio-
nes y clasificaciones dialectales es necesario mantener un orden me-
todológico. Hay que colocar cada cosa en el lugar que le correspon-
de. Y para el logro de esta meta es de trascendental importancia la
adopción de una perspectiva sociolingüística.

110 ORLANDO ALBA


La diversidad lingüística caribeña

A pesar de las semejanzas que se señalan en el modo de hablar


de las islas antillanas, es posible cuestionar la existencia de un espa-
ñol del Caribe desde dos puntos de vista: el subjetivo y el objetivo.

Perspectiva subjetiva

Desde el punto de vista subjetivo, está claro que los antillanos


tienen conciencia de su identidad lingüística nacional. La impresión
de unidad y hasta de uniformidad del español caribeño que tienen
los investigadores y muchas personas que no residen en esta zona
contrasta patentemente con las creencias y las apreciaciones subjeti-
vas de los propios ciudadanos puertorriqueños, dominicanos y cu-
banos. Para los hablantes de la región, sus respectivos dialectos resul-
tan inconfundiblemente distintos. Y por eso, muchos dominicanos
son capaces de reconocer por su manera de hablar a un puertorri-
queño o a un cubano. Y cuando no logran identificarlos de forma
positiva, al menos descubren negativamente que no son dominicanos.
Lo mismo ocurre, naturalmente, en sentido inverso.
Un ejemplo de la percepción de la diferencia se encuentra
en la siguiente anécdota contada por un conocido humorista domi-
nicano:
“Lo dominicano somo una raza que no damo a conocer
dondequiera que vamo. El dominicano no tiene que ver para
darse a conocer. Mira. Lo dominicano vamo a Puerto Rico, y
hablamo como puertorriqueño. Cruzamo pa Miami y habla-
mo una mehcla de puertorriqueño con cubano. Y ponemo vai-
na de aquí. Y te dicen, -pueh nene, epérate un momento, que tengo
que ir a chequear esa vaina, chico-. Que eso e, -etá del carajo-.
Porque se te meclan toda la cosa. El caso e no quedar mal.”

Resulta evidente que cuando dice y hablamo como puertorri-


queño, y más adelante, una mehcla de puertorriqueño con cubano, sin

UNA MIRADA PANORÁMICA AL ESPAÑOL ANTILLANO 111


ambigüedad alguna, el humorista manifiesta la percepción, com-
partida por muchos de sus compatriotas, de que la forma de hablar
de los dominicanos es distinta a la de sus dos vecinos antillanos. En
su caricaturización, enfatiza especialmente el factor de la entona-
ción y un elemento léxico emblemático de cada isla: nene para Puerto
Rico y chico para Cuba.
Otra muestra de la percepción de la propia identidad lingüística
se descubre en las expresiones de una señora dominicana de nivel
sociocultural bajo que, por medio de un video, le envía un mensaje
a una amiga norteamericana que se ha mudado a Puerto Rico:

“Mira, rubia, tú sí ere mala, ni siquiera llama, ni te acuer-


da de nosotro. Te queremo, loca vieja. Mira, rubia, ¿cuándo
viene, nena? Soy boricua ahora. Llama a uno.”

Luego de recriminarla por no haberse comunicado por teléfo-


no, la señora alude de forma festiva al hecho de que su amiga se ha
ido a vivir a Puerto Rico, llamándola nena, un vocativo que en las
Antillas se considera típicamente puertorriqueño, y describiéndose
irónicamente a sí misma como boricua, es decir, puertorriqueña. Al
hacerlo, intenta hablar con vocabulario y entonación propios de
Puerto Rico, revelando así su creencia de que ambos modos de ha-
blar son distintos.
En una encuesta realizada hace unos años en Santo Domingo y
en Santiago, se solicitó a 235 estudiantes universitarios que manifes-
taran su opinión acerca de la siguiente afirmación: “La manera de
hablar de los dominicanos es diferente a la de los cubanos y los puerto-
rriqueños”. Según se puede observar en la gráfica número 1, una
aplastante mayoría del 97% de la muestra evalúa positivamente el
enunciado. Y tres de cada cuatro jóvenes no solo aprueban la idea
expresada en la oración, sino que dicen estar muy de acuerdo con
ella. Estas cifras confirman la hipótesis de que, al menos desde la
perspectiva subjetiva de las creencias que tienen los hablantes, existe
un modo de hablar típico de los dominicanos.

112 ORLANDO ALBA


Gráfica 1. “La manera de hablar de los dominicanos
es diferente a la de los cubanos y los puertorriqueños.”

Otro aspecto que permite establecer una diferencia sociolin-


güística entre las tres Antillas desde la perspectiva subjetiva, es la
presencia de un sentimiento de inseguridad lingüística en la mente
de muchos dominicanos y su ausencia, o la presencia atenuada de
dicha actitud, entre los hablantes de los otros dos dialectos. A este
propósito resulta pertinente hacer referencia al fenómeno de la hi-
percorrección en la pronunciación de la /s/ que se descubre en la
actuación de los locutores y reporteros de las noticias en la televisión
dominicana.20 Los datos del trabajo de Alba sobre este tema revelan
que los presentadores y reporteros de Cuba, de Puerto Rico y de
otros países no tienen reparo en pronunciar variablemente la /s/,
utilizando unas veces la variante [s] y otras, la variante relajada [h].
En cambio, sus homólogos dominicanos, en un obvio despliegue de
inseguridad lingüística, pronuncian de forma exclusiva la variante
sibilante. Es como si se avergonzaran del uso de la variante aspirada,
a pesar de ser esta la forma preferida por los hablantes cultos del
país. No sería absurdo pensar que el sentimiento de inseguridad lin-
güística, presente en la conciencia de muchos dominicanos y que
20
El tema ha sido estudiado por ORLANDO ALBA, “Hipercorrección en los programas de
noticias en la televisión de la República Dominicana”, en RAÚL ÁVILA (ed.), Variación
del español en los medios, El Colegio de México, México, 2011, págs. 165-192.

UNA MIRADA PANORÁMICA AL ESPAÑOL ANTILLANO 113


conduce a una especie de menosprecio del modo de hablar propio,
sea el causante de una reacción extrema, exagerada, de hipercorrec-
ción, de parte de los locutores, de los reporteros, de los presentadores
y, por qué no, incluso de los productores de las noticias y los dueños
de los medios orales de comunicación. Si los comunicadores domi-
nicanos piensan que el habla culta de sus compatriotas no es correc-
ta ni apropiada para usos formales, resulta lógico que, consciente o
inconscientemente, intenten distanciar la manera de hablar empleada
en la transmisión de las noticias, del modo como se expresan ellos
mismos y los demás miembros de la comunidad en situaciones natu-
rales. Y lo hacen utilizando como recurso la retención sistemática
del segmento /s/, cuya eliminación muy frecuente se ha convertido
en emblema del habla popular (‘incorrecta’) dominicana.
Gráfica 2. Variantes de /s/ en el habla de presentadores
y reporteros de noticias en TV dominicana

En la gráfica 2 se ofrecen los datos correspondientes a las va-


riantes de la /s/ final de sílaba y de palabra que aparecen en las
intervenciones de 10 reporteros y presentadores de la televisión
dominicana. La cantidad total de casos de /s/ registrados fue de
523. Según se observa, las cifras de la gráfica son verdaderamente
impresionantes: revelan una pronunciación prácticamente inva-
riable y uniforme de la /s/.

114 ORLANDO ALBA


Para ilustrar la realidad expresada por los porcentajes de la grá-
fica, se muestran aquí los siguientes textos, correspondientes a sen-
dos reporteros de noticias:

“Vamos a iniciar esta entrega con la autoridad metropolita-


na de transporte, que ha detenido cerca de dos mil vehículos en
dos días, por circular sin renovar las placas. Los apurados dueños
reconocen sus faltas y realizan gestiones tales como pagar la multa
que encarece aún más el impuesto para renovar el marbete.”
“Lanzaron escombros a la vía y obstruyeron el tránsito ve-
hicular. Denunciaron que las autoridades veganas han prome-
tido varias veces la reparación de esa importante vía en el Pinito
y nunca han cumplido su promesa.”

Frente a los textos anteriores, resulta oportuno incluir el co-


mentario que en un panel de televisión hizo un conocido abogado,
ex rector de la Universidad Autónoma de Santo Domingo:

“Ninguna política de manera aislada resuelve el proble-


ma, eh, ni siquiera el, la reforma del sihtema penitenciario y
convertirlo en el mejor modelo penitenciario, eso solo no re-
suelve el problema. Ahora, eh, tiene que haber una, una canti-
dad de medidas y entre ellah el tema de la pena es correcto. Yo
ehtoy totalmente de acuerdo con que es saludable, como una
de lah tantah medidah que hay tomar para mejorar el sihtema
de juhticia en la República Dominicana, poner la pe, la cadena
perpetua, simplemente, por el hecho de que aquí nadie cum-
ple la pena que le ponen. Voy a repetirlo: nadie cumple la, la
pena que le ponen. Al que, al que lo condenan a treinta, o lo
indultan o se va a loh quince, y así por el ehtilo. Pero en cadena
perpetua, entonceØ ahí no tiene ninguna posibilidad.”

Fácilmente se comprueba el visible contraste que revela el texto


anterior, en el que la aspirada [h] es la variante mayoritaria del

UNA MIRADA PANORÁMICA AL ESPAÑOL ANTILLANO 115


fonema /s/, con relación a los dos primeros, en los que dicho seg-
mento es realizado de manera constante y sistemática como sibi-
lante [s].
Con su comportamiento, los periodistas que presentan las no-
ticias en la televisión dominicana marcan una neta diferencia con
la norma lingüística culta de su propio país que, incluso en los
estilos más formales, incluye elevados porcentajes de la variante
aspirada.
La gráfica 3, que se presenta a continuación, recoge las va-
riantes de /s/ producidas por 10 hablantes cultos dominicanos
(abogados, médicos, economistas, etc.) cuando participaban en
entrevistas en distintos programas de televisión. Según se puede
observar, la variante aspirada [h] aparece en el 63% de los casos,
una frecuencia casi tres veces mayor que la de la sibilante [s] (22%),
en un contexto comunicativo que, si bien es cierto que se puede
catalogar de natural, implica, sin embargo, un alto nivel de forma-
lidad, como es la situación de un programa de debate o una entre-
vista por televisión.
Gráfica 3. Variantes de /s/ en hablantes
cultos en entrevistas de TV

116 ORLANDO ALBA


Ese marcado distanciamiento de la pronunciación de los lo-
cutores dominicanos con respecto a la de los hablantes cultos de su
país, no se percibe en la actuación de sus homólogos de Cuba y de
Puerto Rico, que parecen aceptar la variante aspirada de la /s/ como
válida para el uso en las transmisiones de noticias de la televisión.
El primero de los siguientes ejemplos corresponde a una reportera
cubana y el segundo, al presentador y a un reportero de un pro-
grama de noticias de Puerto Rico. En ambos casos, la /s/ aparece
alternativamente bajo las variantes [s] y [h], lo que resulta con-
gruente con la pronunciación formal de los hablantes cultos de sus
respectivos países.

“En la velada hizo entrega del original de ‘Canción de


cuna para dehpertar a un negrito’, una poesía ehcrita por Ni-
coláh Guillén, en mil novecientos cincuenta y tres, y que se
encontraba en los archivos del periódico Gramma. La jornada
de la prensa en Camagüey, prevé en su programación el inter-
cambio con ehtudiantes de periodihmo y organismos de la Pro-
vincia, la colocación de una ofrenda floral a José Martí, entre
otras acciones. Dehde Camagüey, Judith Márqueh Díah, Sihte-
ma Informativo de la Televisión Cubana.”
“Chelsea Clinton reiteró en la ihla nena el compromiso de
su madre de devolver y limpiar lah tierrah que fueron ocupa-
dah por la Marina. Rafael Elín López noh tiene la noticia de
primera plana. En un acto estrictamente proselitihta, en el
que otra vez, la prensa no puede preguntar, Chelsea Clinton
caminó por lah calleh de Vieques y visitó varios centroh comu-
nitarios con loh lídereh localeh de la campaña de su madre.”

En resumen, la actuación de los presentadores y reporteros de


las noticias televisivas constituye al menos un síntoma de que en la
mente de una parte de la población dominicana persiste un senti-
miento de inseguridad lingüística o de falta de apego a su propio

UNA MIRADA PANORÁMICA AL ESPAÑOL ANTILLANO 117


modo de hablar que está ausente o, si existe, es muy discreto en el
caso de los cubanos y de los puertorriqueños.21

Perspectiva objetiva

Desde el punto de vista objetivo, existen importantes diferen-


cias dialectales entre las tres Antillas. Los estudios de conjunto desta-
can la unidad lingüística antillana porque se apoyan en la considera-
ción global de ciertos hechos: debilitamiento consonántico, elemen-
tos léxicos de origen marinero, indígena, africano. Suponen que esos
procesos fonéticos están presentes en las tres islas con la misma pro-
porción y que el vocabulario arcaico, indígena, etc., está integrado
por las mismas unidades. Sin embargo, el análisis cuantitativo de
varios fenómenos evidencia distinciones lingüísticas notables entre
las tres Antillas.
En realidad, todo depende de la amplitud o del alcance de la
investigación. Lógicamente, el resultado de la comparación cam-
bia según los rasgos lingüísticos que se elijan para hacer el estudio.
Es indudable que el español hablado en las tres islas coincide si se
toman en cuenta, por ejemplo, el seseo, el yeísmo, la velarización de
la /n/ final, la denominación guagua para el autobús, la no inver-
sión del orden sujeto-verbo en la interrogación. Pero no sucede
igual si en la comparación se trabaja con fenómenos como la varie-
dad de realizaciones de las líquidas /r/ y /l/ en posición implosiva,
la pronunciación de la erre, el uso de ciertos pronombres, la ento-
nación, y una larga serie de unidades léxicas, como los términos
referentes a la cometa (o volantín), al autoestop, o a la papaya, entre
otros.

21
Para más detalles acerca del sentimiento de inseguridad lingüística de los dominicanos,
puede consultarse ORLANDO ALBA, op. cit., 2004, págs. 314-325 (disponible en
Internet: http://scholarsarchive.byu.edu/books/3/). Además, ORLANDO ALBA, “Nues-
tro español es peor, pero es nuestro español”, Español Actual, 80 (Madrid, 2003),
págs. 85-92.

118 ORLANDO ALBA


Diferencias cuantitativas

En muchas ocasiones, un dialecto o modo de hablar se diferen-


cia de otro, no por la presencia frente a la ausencia de ciertos rasgos,
sino más bien porque estos rasgos se encuentran con mayor o con
menor frecuencia en uno u otro modo de hablar. Un examen cuida-
doso permite descubrir distinciones fonéticas cuantitativas entre los
dialectos de Puerto Rico y de la República Dominicana. De acuerdo
con los resultados de los análisis de López Morales22 y de Alba23, el
proceso de desgaste de la /s/ se encuentra en una etapa mucho más
avanzada en la República Dominicana que en Puerto Rico. Los da-
tos del cuadro 1 ponen de manifiesto que, en el español dominicano
de Santiago de los Caballeros, la elisión de la sibilante sobrepasa el
60% de los datos globales y la variante aspirada apenas aparece en
alrededor del 20% de las ocasiones. Sin embargo, en San Juan de
Puerto Rico, los índices de elisión se mantienen por debajo del 20%
en posición interna de palabra, y los de aspiración se elevan hasta
alcanzar el 80%, con lo que se revela el mayor conservadurismo de
la modalidad puertorriqueña.
Cuadro 1. Porcentaje de las variantes de /s/ implosiva,
interna de palabra (esto) y final de palabra (dos),
en San Juan, PR, y en Santiago, RD

Los textos siguientes, tomados de conversaciones libres de dos


jóvenes universitarias, permiten ilustrar la situación que denuncian las
22
Ver Humberto López Morales, op.cit., 1983, pág. 42.
23
Orlando Alba, op. cit., 1990, págs. 58 y 77.

UNA MIRADA PANORÁMICA AL ESPAÑOL ANTILLANO 119


cifras anteriores. En cada caso, las realizaciones aspiradas aparecen in-
dicadas con el símbolo h, y las elisiones, con la ausencia de la letra s.

Estudiante universitaria puertorriqueña:

“Noh hemoh unido, porque hemoh vihto que ehtamoh


peleando lo mihmo, gente no solo ambientalihtah, ciudada-
noh comuneh y corrienteh, que eso eh lo que se le hace difícil a
la gente entender. Somos ciudadanoh comuneh y corrienteh
que noh han pasado ehtah cosa y hemoh vihto que ehtá pasan-
do lo mihmo en todoh lado y noh hemoh unido para que se
ehcuche nuehtra voh, a ver si por fin pasa algo.”

Estudiante universitaria dominicana:

“Y a nosotro lo ingeniero, como ella dijo, se no cataloga


aquí, principalmente, en este país, de que privamo, que sabe-
mo mucho Cálculo, mucha Física, y que todo lo sabemo. No es
así. Bueno, ella epecificó Ingeniería Civil, pero quiero defen-
der lo ingeniero. Simplemente que a nosotro no dan tanta Físi-
ca y tanto Cálculo que de alguna forma tenemo que sacarlo en
cara, ¿uté no cree?”

Una rápida mirada a las breves muestras anteriores pone en


evidencia que mientras la estudiante puertorriqueña utiliza casi de
forma exclusiva la variante aspirada [h], la dominicana, en cambio,
conserva la sibilante [s] en unas pocas palabras, pero elimina com-
pletamente el sonido en la mayor parte de los casos.
Cuando se considera el habla de los sujetos de clase social baja,
se manifiesta con mucha mayor claridad la situación del desgaste
experimentado por el segmento /s/ en la modalidad dominicana.
En este caso, la elisión alcanza unos índices extremos que se aproxi-
man al 100% del total, como queda confirmado en los siguientes
textos:

120 ORLANDO ALBA


Ama de casa dominicana de clase baja:

“Nosotro, por ejemplo, mi papá se iba, una veh mi papá tra-


bajaba en una presa. Y cuando él se iba a trabajar, era como a las
cinco o a la cuatro de la mañana, cuando nosotro no levantábamo
ya él se había ido y no lo veíamo en el día entero, hata las sei de la
tarde o la siete que él llegaba. Pero cuando él llegaba, nosotro lo
eperábamo, aunque no trajera nada, lo eperábamos siempre, ¡ey!,
para que él contara, eh, como, qué sé yo, lo que hizo en el día. Que
él siempre tenía algo que contar, aunque fuera una mentira.”

Obrero dominicano:

“Y necesitaban una persona para que trabajara como maquini-


ta fijo, porque un señor, lamentablemente, que fue el que me llevó, el
padrino mío, dicutió con una persona y dijo que no iba a trabajar
má, y le tiró su puñetazo. Lamentablemente salió el padrino y se
quedó el ahijao. El ahijao atendió el asunto. Resolví la máquina como
ocho mese. Me fijaron como maquinita. A todo el mundo lo fijan
como aparador, a mí me fijaron como maquinita. Otra ecala buena.
Me gutó esa. Luego me interesé, comencé punchando con una lla-
ve, reparando cosita luego. Etudié, etudié, etudié hata que en la
graduación me dieron mi diploma, fui uno de lo mejore…”

Diferencias cualitativas

Pero las diferencias fonéticas existentes no solo son de carácter


cuantitativo. Las realizaciones de otros fonemas permiten establecer
diferencias fonéticas cualitativas que, como se sabe, tienen un poder
de discriminación dialectal mucho mayor que las primeras. La dis-
tinción no se basa en este caso en la presencia numérica desigual de
las mismas variantes de una variable en diversos dialectos, como pasa
con las realizaciones [s], [h] y [Ø] del fonema /s/, sino en la utiliza-
ción de un fenómeno típico o exclusivo de una zona geográfica o de

UNA MIRADA PANORÁMICA AL ESPAÑOL ANTILLANO 121


un grupo social determinado. Son ejemplos de esta situación, la pro-
nunciación velar de la vibrante múltiple / / y la realización fricativa
de la / / en el español de Puerto Rico, hechos que no aparecen de
forma usual y generalizada en la República Dominicana ni en Cuba.24
Con relación al proceso de velarización de la vibrante múltiple,
López Morales (op. cit. 1983, pág. 139) indica que “Puerto Rico se
destaca del resto del Caribe hispánico por este fenómeno que resul-
ta prácticamente desconocido en otros dialectos de la zona”. Por tal
razón, muchos hablantes de las islas vecinas utilizan este rasgo em-
blemático de Puerto Rico para caricaturizar y hacer burla de sus
habitantes. Los análisis sociolingüísticos que se han hecho sobre el
fenómeno dejan ver que se trata de un caso con una fuerte estigma-
tización. Es producido por hablantes que pertenecen a diferentes
niveles del espectro social, pero las diferencias de frecuencia son muy
grandes. Las cifras aumentan considerablemente a medida que se
baja a los estratos inferiores. A continuación, se ofrecen algunas ilus-
traciones del fenómeno, tomadas de conversaciones libres realizadas
por hablantes de Puerto Rico.
“El tanque de oxígeno se usa para respirar. Y ¿quién te lo
dio? ¿Tu abuelo? ¿Y tu abuelo te dijo algo? Me dijo: No te lo
lleves, no te lo lleves. Eso sería el único chiste… que se me ocurre.”
“Se me atahcó aquí, eh, la carreta de bueyes.”
Con respecto al relajamiento de la palatal / /, Vaquero (op.
cit., 1996, pág. 59) señala que “las realizaciones del fonema africado
/ / presentan gran variación: en Puerto Rico pueden organizarse en
seis tipos, con marcada tendencia a la fricación”. Esta propensión
señalada por Vaquero al describir la pronunciación puertorriqueña,
no ha sido documentada en el español dominicano ni en el cubano.
El siguiente ejemplo fue tomado de la respuesta de una em-
pleada del Gobierno en Puerto Rico:
24
En Cuba, solamente en Yateras, una pequeña población del oriente de la isla, parece
producirse el fenómeno de la velarización.

122 ORLANDO ALBA


“Y realmente no sé, no sé si esa es la deuda que tiene el
muchacho [mušášo] o si el papá está mintiendo. Por cuarenta
dólares es poco. Una vida vale mucho, mucho más que eso.”

Por su parte, la vocalización de las líquidas implosivas carac-


teriza de forma cualitativa el español de gran parte de la Repú-
blica Dominicana: comei (comer), paique (parque), aigo (algo).
Se trata de un fenómeno fuertemente estigmatizado, convertido
en emblema del habla popular de la región norte dominicana,
que no se encuentra en el español cubano ni en el puertorrique-
ño.25 El texto que se muestra corresponde a un obrero de la zona
norte dominicana:
“Y yo poi lo meno donde encuentro una peisona que me
dice ‘vamo a tai paite’, que yo veo poi lo meno que e una peiso-
na que yo sé que no me pue hacé un daño, poque como etá la
cosa ahora mihmo también.”
Con respecto al español de Cuba, lo típico en el terreno fonéti-
co es la asimilación de las líquidas a la consonante siguiente ([kobbá-
ta] corbata), originando un proceso de geminación muy minoritario
en la República Dominicana y en Puerto Rico, según atestigua la
bibliografía correspondiente en cada país. Los ejemplos siguientes per-
tenecen a dos cubanos: un obrero y un profesor, respectivamente:
“Lo que sí no puedo per[d]der[l] eh la ehperanza de
lograr[l]lo.”
“Los cubanos estamos todos regados por el mundo pre-
guntándonos el por[k]qué de esta mal[d]dición de estar todos
tan separados.”
25
El hecho de que este y los demás hechos citados sean peculiares de una sola zona
geográfica o de determinado grupo social en una de las islas, demuestra precisamente
que ni siquiera dentro de un mismo país hay completa homogeneidad lingüística,
reforzando así la idea de la diversidad dialectal antillana que se defiende en este
trabajo.

UNA MIRADA PANORÁMICA AL ESPAÑOL ANTILLANO 123


A las distinciones anteriores hay que añadir las notables dife-
rencias en las curvas de entonación propias de cada isla que son la
marca más visible que permite a los hablantes antillanos reconocer el
origen de sus vecinos. En el caso dominicano, un rasgo peculiar de
la entonación, que se ha generalizado sobre todo en el habla femeni-
na, consiste en una subida considerable del tono en enunciados con
valor aclaratorio, tal vez enfático, en el interior de la oración.26 Estas
curvas logran una altura tonal propia de interrogaciones hasta llegar
justo antes de la última sílaba acentuada, para caer bruscamente en
la sílaba final, como se comprueba en el espectrograma 1, que re-
produce la secuencia “en el Grupo médico Bolívar”.

Espectrograma 1: “en el Grupo médico Bolívar”

26
Sobre este y otros esquemas propios de la entonación dominicana, pueden verse los
trabajos de ERIK WILLIS, “Tonal Prominence Relations in Dominican Spanish Decla-
ratives and Interrogatives”, Journal of Portuguese Linguistics, 5/6 1 & 2, (Lisboa, 2007),
págs. 179-202; y ERIK WILLIS, “Dominican Spanish Absolute Interrogatives in Broad
Focus”, en TIMOTHY FACE (ed.), Laboratory Approaches to Spanish Phonology, Mouton
de Gruyter, Berlín, 2004, págs. 61-91.

124 ORLANDO ALBA


El enunciado presentado en el espectrograma 1 forma parte
del texto siguiente, producido por una señora dominicana de clase
media:
“Me lo mandó a hacer el encefalograma, me lo mandó a
hacer en el Grupo Médico Bolívar, pero yo no se lo hice allá
porque había que llamar para coger cita. Y se lo hice en el Vein-
te-treinta. Luego se lo llevé, me dijo que ese estudio no servía,
que yo tenía que volvérselo a hacer al Grupo Médico Bolívar.”

Para resaltar contrastivamente las diferencias, a continuación,


se muestran los esquemas que caracterizan la curva de entonación
propia de la interrogación. La misma frase es pronunciada por un
hablante de cada una de las tres Antillas. Se trata de la pregunta
“¿Llamó Helena?”, que proporciona como ilustración la Real Acade-
mia Española en la reciente obra que acompaña el tomo de Fonética
de la Nueva Gramática.27 Como es lógico, de la comparación de
estos tres ejemplos no se pueden extraer conclusiones definitivas.
Para ello habría que realizar una investigación mucho más amplia,
apoyada en una muestra representativa que incluya hablantes de
ambos sexos y de distinta condición sociocultural. Pero las diferen-
cias reveladas por el análisis al menos son un indicio de la existencia
de unos patrones peculiares que podrían corroborar la percepción
que tienen muchos antillanos de la individualidad dialectal de cada
isla.
La confrontación de las tres gráficas permite apreciar unas di-
ferencias importantes. En primer lugar, es notable el contraste que
revela la curva de entonación desde el punto en que comienza a
subir, el valle, hasta el lugar donde empieza a bajar, el pico final.28
En el caso de Cuba, la diferencia entre ambos puntos es de 165 Hz
27
Real Academia Española, Las voces del español. Tiempo y espacio, Espasa, Madrid,
2011.
28
Dejo constancia aquí de mi agradecimiento al colega Scott Alvord, por su valiosa
ayuda en la confección e interpretación de las gráficas, realizadas con el programa
computacional Praat.

UNA MIRADA PANORÁMICA AL ESPAÑOL ANTILLANO 125


(200 Hz en el punto bajo y 365.3 Hz en el más alto). Estas cifras
revelan un salto brusco que representa más del doble del que se
observa en la gráfica correspondiente a la hablante puertorriqueña,
donde la diferencia es solo de 74 Hz (188.4-262.4 Hz). Pero la
oposición es aun más apreciable cuando se coteja la curva cubana
con la dominicana. En esta ocasión, la distancia es cuatro veces ma-
yor, ya que el hablante dominicano produce un aumento de apenas
39 Hz entre el punto más bajo y el más alto de la secuencia interro-
gativa (111 frente a 150 Hz). Por su parte, otro factor digno de
mención es la duración de las sílabas tónicas, que marca una dife-
rencia muy destacada, especialmente entre Cuba y la República
Dominicana: 213ms frente a 141ms, respectivamente, para la sílaba
acentuada de la palabra Helena. Asimismo, merece subrayarse la
colocación del pico culminante con relación a las sílabas tónicas. En
tanto las gráficas cubana y puertorriqueña manifiestan una corres-
pondencia entre el pico y la última sílaba acentuada de la frase, en la
dominicana el pico se sitúa justo antes de la sílaba tónica, en la He
de Helena.

Espectrograma 2. Cuba: “¿Llamó Helena?”

126 ORLANDO ALBA


Espectrograma 3. Puerto Rico: “¿Llamó Helena?”

Espectrograma 4. República Dominicana: “¿Llamó Helena?”

En el terreno sintáctico también existen diferencias de tipo cua-


litativo entre las tres Antillas. Por ejemplo, en el habla popular do-
minicana se dan fenómenos como la doble negación (No, todavía no
ha salido no.) y el uso del pronombre ello ante verbos impersonales
(Ello hay. Ello no se sabía.), que no se encuentran en el español de las
otras islas. Por su parte, en Puerto Rico es común el orden lo más que,
en vez de lo que más: Eso es lo más que me duele. Lo más que le ilusiona
ahora a Juan es poder regresar a su pueblo. A su vez, en la República
Dominicana y en Cuba es normal el uso de la forma diminutiva –ico

UNA MIRADA PANORÁMICA AL ESPAÑOL ANTILLANO 127


cuando la última consonante de la raíz es t- (ratico, gatico), un fenó-
meno que no ocurre en Puerto Rico.
Además, muchos elementos léxicos marcan una oposición en-
tre las tres Antillas. Aparte del tema de los anglicismos, que por razo-
nes obvias son más abundantes en Puerto Rico que en las otras islas,
existen palabras distintivas de cada país. Dentro de la zona caribeña,
son exclusivos de Cuba, los términos frutabomba (papaya), fula (dó-
lar), guanajo (tonto), jelengue (desorden, discusión), marañón (anacar-
do), papalote (cometa); de Puerto Rico, chango (bromista), chiringa
(cometa), coquí (pequeño sapo), monga (catarro, gripe), pon (autoes-
top); y de la República Dominicana, chichigua (cometa), chin (po-
quito), concón (arroz pegado a la olla), lechosa (papaya), yeyo (desma-
yo), yipeta (vehículo todoterreno), yunyún (granizado). El cuadro 2
reúne algunos de los términos distintivos de cada dialecto.

Cuadro 2. Algunos términos distintivos de cada isla del Caribe

Conclusión

Alguien podría argüir que las distinciones señaladas resultan


escasas en relación con los múltiples rasgos lingüísticos comunes a
las tres Antillas. Y, lógicamente, las semejanzas no solo son, sino
que tienen que ser más numerosas que las discrepancias. No puede
olvidarse que, al fin de cuentas, en las tres islas se habla la misma
lengua, por lo que las diferencias entre el modo de hablar en una y

128 ORLANDO ALBA


otra quedan necesariamente enmarcadas dentro del sistema espa-
ñol. Además, cuando se establece una comparación, se parte de la
premisa de que los elementos que se contrastan son semejantes,
homogéneos, es decir, pertenecientes a la misma clase: comparten
el mismo género o naturaleza. Así, para que dos entidades sean
confrontables, se espera que haya entre ambas una base común de
comparación. Por eso, parece normal que se compare un lápiz con
un bolígrafo o con una pluma, pero no con una gallina ni con la
libertad, por ejemplo. En consecuencia, dando por sentada la co-
incidencia general o básica de la mayoría de sus propiedades, unos
pocos rasgos pueden resultar suficientes para establecer la oposi-
ción entre dos realidades, ya sean dos novelas, dos pinturas, dos
personas o dos dialectos.
Aunque es obvio que el español de las tres grandes islas antilla-
nas comparte muchos rasgos, no muestra la homogeneidad lingüís-
tica necesaria para poder ser considerado como una sola entidad
dialectal. Al contrario, cada isla posee y manifiesta su propia idiosin-
crasia lingüística.
Según se ha mostrado en este trabajo, en el plano objetivo son
muy importantes las diferencias fonéticas cuantitativas y también
las cualitativas entre los dialectos de cada país. Asimismo, son distin-
tas algunas estructuras sintácticas, y una serie de unidades léxicas
actúan también como elementos distintivos. A todo esto, se añade la
entonación, posiblemente el indicador de mayor fuerza diferencia-
dora desde el punto de vista dialectológico y sociolingüístico.
Por otra parte, las diferencias se revelan también desde la pers-
pectiva subjetiva. Hay evidencias de que los hablantes tienen plena
conciencia de su propia identidad lingüística nacional. Por esa ra-
zón, muchos no solamente son capaces de distinguir por su manera
de hablar a los ciudadanos de las otras dos islas, sino que a veces
incluso los caricaturizan y se burlan de su variedad lingüística, por-
que son distintos en cada una de las Antillas los juicios evaluativos y
las actitudes de los hablantes ante determinados hechos, como la

UNA MIRADA PANORÁMICA AL ESPAÑOL ANTILLANO 129


entonación, variantes fonéticas peculiares, algunas formas sintácticas
y ciertas unidades léxicas.
Por tanto, de acuerdo con las ideas de Labov29, aun aceptando
que las coincidencias lingüísticas objetivas entre las islas hispánicas
de las Antillas son predominantes, hay que concluir que las tres per-
tenecen a la misma comunidad lingüística (obviamente, en todas se
habla español), pero que no componen una misma comunidad de
habla. Y esto equivale a reconocer, en definitiva, que no comparten
el mismo modo de hablar, es decir, el mismo dialecto.

29
WILLIAM LABOV, Sociolinguistic Patterns, University of Pennsylvania Press, Philadel-
phia, 1984, pág. 158. De acuerdo con el autor, una comunidad de habla no se puede
concebir como un grupo de hablantes que utilizan las mismas formas, sino como un
grupo que comparte las mismas normas con relación a la lengua.

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