Clase 3

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Transformaciones en el mundo del Trabajo y la Producción

Carrera: Contador Público

Materia: Transformaciones en el mundo del Trabajo y la Producción


Docente: Ant, Daiana.
Número de clase: 3
Unidad temática: Unidad 1

Contenido de la clase:
● La crisis de los años 70 y el cambio del paradigma productivo hacia el posfordismo.
● Transformaciones en el mundo del trabajo a partir de los años 70.
● Toyotismo.
● Flexibilidad en el trabajo.

Bibliografía:
● María Virginia Guerriere, Bárbara Altshuler, Martín Garo “Carpeta de trabajo.
Transformaciones del mundo del trabajo y la producción” Universidad Nacional
de Quilmes, 2021. https://repositorio.uvq.edu.ar/detail/8044/
● Coriat, B. (1992) Pensar al revés. Trabajo y organización en la empresa japonesa,
Edit. Siglo XXI, México. Cap. 1 “El espíritu Toyota”
https://repositorio.uvq.edu.ar/detail/8011/

Bibliografía complementaria:
● De la Garza, Enrique. 2016. “Epílogo. Fin del trabajo o trabajo sin fin”, En De
la Garza, Enrique (Ed.) Los Estudios Laborales en América Latina. Orígenes,
desarrollo y perspectivas.
Transformaciones en el mundo del Trabajo y la Producción
Carrera: Contador Público

DESARROLLO DE LA CLASE

La crisis de los años 70 y el cambio del paradigma productivo hacia el posfordismo.


La crisis de los años 70 se desencadenó a partir de una serie de acontecimientos
históricos y limitaciones del modelo de acumulación vigente hasta el momento. Esto
generó a su vez un conjunto de efectos adversos cuya consecuencia fue una situación
de vulnerabilidad general, que se expresa en una multiplicidad de aspectos productivos,
técnicos y sociales.
Este nuevo contexto histórico emergió en las principales economías del mundo y se
caracterizó por la organización flexible del trabajo y la producción, un consumo
fragmentado y segmentado en nichos de mercado y un Estado enmarcado en una
práctica política y económica de tipo neoliberal. Esto implicó un retroceso en los
derechos sociales y colectivos vinculados al trabajo que se venían consolidando en las
décadas anteriores, centralmente a partir del modelo económico keynesiano y el Estado
de bienestar.
El debilitamiento de los aparatos productivos en los países occidentales fue resultado
de un quiebre en la continuidad de las ganancias extraídas en la productividad social del
trabajo. Esto da cuenta de la creciente debilidad que por diversos motivos comenzaban
a mostrar los modelos fordistas y tayloristas de organización del trabajo y la producción.
Recordemos que estos modelos venían garantizando hasta entonces la valorización del
capital.
Frente a esa situación, se presentó la necesidad de cambiar el paradigma de producción
por otros más eficaz, que permita incrementar la extracción de plusvalor y a la vez
asegure la acumulación del capital. Es importante entender que no se trató de un proceso
lineal, sino que tuvo sus idas y vueltas, así como también contradicciones intrínsecas.
Por un lado, la disminución de las tasas de ganancia por la crisis, llevó a una búsqueda
de aumento de la producción de mercancías para incrementar las ganancias, lo cual
provocó un contraefecto de sobreacumulación y una profundización del quiebre del
sistema productivo vigente. Se dará entonces, un fenómeno de sobreproducción de
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mercancías, las cuales no logran colocarse en el mercado, emergiendo de este modo, la
crisis del modelo de acumulación. Esta crisis se irá haciendo cada vez más aguda,
generando desvalorización y depreciación del capital.
Las economías europeas luego de la Segunda Guerra Mundial habían posibilitado una
expansión inédita del capitalismo, atada a un crecimiento exponencial de la demanda.
Pero este crecimiento encuentra sus límites en una crisis de sobreproducción. Lo cual
trae un incremento de la competencia de los mercados entre las distintas potencias.
La eminente crisis que conlleva el abarrotamiento de productos en los mercados,
acompañado de una disminución de la demanda efectiva, van a caracterizar a este
momento histórico. Se le suma un elemento de vulnerabilidad general cómo fue la
llamada crisis del petróleo en 1973, dando lugar a un incremento de los costos de
producción y un aumento de la resistencia obrera.
La crisis de los años 70, además de generar sobreproducción con imposibilidad de
venderse, también se expande como crisis financiera, generando imposibilidad de
pagos, endeudamiento y quiebre del sector financiero.
M. Aglietta, considera que “la disminución de la productividad, la penuria de los
recursos disponibles para la formación de capital, el agravamiento de las cargas fijas en
el precio de coste”1, van a relacionarse con un crecimiento del endeudamiento y un
agravamiento de los gastos financieros, a partir de lo cual se profundiza la disminución
de la productividad, el deterioro de las condiciones financieras y el debilitamiento de la
rentabilidad.
De este modo se convierte en una necesidad central encontrar un nuevo modelo que
permita bajar los costos y aumentar los beneficios para la producción capitalista. Un
dispositivo que permita alcanzar un nuevo modelo de acumulación. De esta manera, se
buscará reinventar el modelo productivo, en un nuevo paradigma.
Una serie de elementos se convierten en prioritarios para el capitalismo en esta etapa:
● La reconfiguración en la forma de contratar fuerza productiva de trabajo que
permita romper con la resistencia obrera y sus modos de lucha.

1 AGLIETTA, M., “Monnaie et inflation: quelques lecons de l`experience américaine des dix dernieres années” artículo citado por Coriat, B., op.
cit., pág. 149.
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● Reconversión de la base tecnológica productiva que permita superar la crisis del
petróleo.
● Conformación de una legislación que legitime la precarización del trabajo
adecuándose a la fragmentación y flexibilidad de los mercados.

Podemos decir entonces que el modelo de acumulación vigente hasta el momento se


encontraba agotado en dos sentidos. Tanto en su eficacia de dominio técnico sobre el
trabajo, como también en la forma de valorización del capital. Con lo cual el nuevo
paradigma productivo deberá superar estas dificultades, desarrollando un concepto
central en este periodo, la flexibilidad en la producción, en los productos, en los
procesos de trabajo y en los mercados.

Transformaciones en el mundo del trabajo a partir de los años 70.


La sociedad salarial, en el período posfordista, comienza a evidenciar cambios
estructurales que van a determinar transformaciones en la manera de trabajar tal como
se conocía hasta el momento. Estos cambios no solamente se dan en los países más
desarrollados, sino que también se van a expresar a nivel mundial. Como característica
central del período se inicia un proceso de retroceso en los derechos sociales y
colectivos conquistados hasta entonces.
La crisis capitalista, desencadenada por el aumento del precio del petróleo y el
agotamiento del Estado de bienestar, ocurrió al mismo tiempo en que entraban en crisis
también los países socialistas, lo cual tuvo un punto de inflexión en la caída del Muro
de Berlín en 1989. Ello dio lugar a una reconversión del marco político del liberalismo,
renovándose como único modelo económico y como un modo de vida y consumo.
Además, esa fortaleza le permitió avanzar sobre las conquistas obreras y más en general
contra la idea de sujeto colectivo.
Las nuevas tecnologías implementadas en la producción, principalmente en Japón a
partir del modelo toyotista, fueron transformando el modo de producir, lo cual también
iba configurando un nuevo sujeto trabajador. Los patrones rígidos de producción que
dominaban la era fordista-taylorista se modificaron definitivamente. Ya no resultaba
viable producir indefinidamente, acumulando una gran cantidad de stock, sino que el
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volumen de producción quedaba atado ahora a una demanda cambiante y restringida,
altamente especializada y fragmentada. Así, comenzó a definirse una nueva idea sobre
el modelo socioeconómico y productivo que marcaría una relación diferente entre la
producción y el consumo.
Por otra parte, se fue extendiendo también en este período el formato de empresa
multinacional, atenta al mercado global y con libertad de movimiento para instalarse en
los países que garantizaran mayor tasa de ganancia. Para esto necesitaban que los
Estados nacionales no intervinieran en la planificación de la producción ni en la
colocación de barreras a la movilidad del capital. De manera coherente con el nuevo
período neoliberal que se inaugura en los años 70, se generaba una pérdida de autonomía
en relación con la influencia estatal en política económica, cediendo espacio a los
organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco
Mundial (BM).
El Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Grupo Banco Mundial fueron creados en
la Conferencia de Bretton Woods en 1944 con fines complementarios. El Banco
Mundial trabaja con los países en desarrollo con el fin de reducir la pobreza y aumentar
la prosperidad compartida, mientras que el FMI se ocupa de estabilizar el sistema
monetario internacional y actúa como autoridad de supervisión del sistema monetario
internacional. El Grupo Banco Mundial proporciona financiamiento, asesoramiento en
materia de políticas y asistencia técnica a los Gobiernos, y también se centra en el
fortalecimiento del sector privado de los países en desarrollo. El FMI hace el
seguimiento de la economía mundial y a los países miembros, concede préstamos a los
países que enfrentan problemas de balanza de pagos, y presta ayuda práctica a los
miembros. Para ser elegibles y ser miembros del Grupo Banco Mundial, los países
deben primero adherirse al FMI; en la actualidad, cada una de estas instituciones cuenta
con 189 países miembros.
La flexibilidad en las relaciones laborales hacia fines de la década de 1970 empezó a
tomar relevancia, caracterizando a este período por una mayor inestabilidad y
vulnerabilidad del trabajo, así como por tasas crecientes de subocupación y
desocupación. No solo la flexibilidad del trabajo cobró centralidad en esta época, sino
también la idea de un trabajador polifuncional dentro del proceso productivo. Buscando
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que el trabajador tenga una mayor responsabilidad sobre el producto de su trabajo.
Retomaremos las características que adquiere el trabajo más adelante.
Por otra parte, la crisis del Estado de bienestar, asociada a la crisis de acumulación de
las empresas, se vinculaba también a un problema en la regulación de la sociedad,
centralmente asociada al control sobre los trabajadores (Neffa, 2000).
La crisis de los años 70 generó cambios profundos en la forma de organización del
trabajo y en la liberalización de los mercados, restando autonomía estatal y
recrudeciendo la competencia entre empresas de manera desigual. Paralelamente, el
desarrollo de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC) incidió
fuertemente en la forma en que se iría estructurando la organización del trabajo.
También se modificaron los criterios de durabilidad de los productos, ingresando en una
era de obsolescencia programada. Esta se entiende como la acción intencional que
realizan los fabricantes o empresas para que los productos dejen de servir en un tiempo
determinado y, de este modo, se pueda sostener un nivel de demanda.

Toyotismo
La necesidad de implementar un cambio en la rigidez sobre la forma de producir se
instala como alternativa ante la crisis del modelo fordista- taylorista. El incremento de
la competitividad y la volatilidad de los mercados exigían configuraciones productivas
con mayor nivel de fluidez. A partir de los límites que mostraba el paradigma vigente,
centrado en la producción masiva de productos indiferenciados, se inicia en la
producción un proceso creciente de innovación en la oferta de productos para el
mercado. Ello busca dar respuesta a una demanda que exigía productos cada vez más
diferenciados, de acuerdo a la mayor fragmentación y segmentación de los mercados en
nichos específicos, en un marco general de achicamiento de dichos mercados como
consecuencia de la demanda decreciente. Emerge en este contexto en Japón, a principios
de los años 70, el modelo de producción toyotista, como respuesta innovadora a las
rigideces propias del fordismo-taylorismo y la producción en cadena (Altschuler, 1999).
A diferencia de la etapa anterior, donde se fabricaban en serie productos indiferenciados
para un mercado relativamente homogéneo, se intenta ahora aumentar la calidad y la
diferenciación de los productos para obtener una oferta más flexible que logre
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acomodarse a nichos específicos de mercado. Se reduce la escala de producción con
vistas a evitar, o al menos disminuir, la acumulación de stock. El riesgo de
desvalorización de las mercancías acumuladas es aún mayor si se tiene en cuenta la
disminución del período de vigencia del producto antes de que este sea reemplazado
por un modelo superior o, directamente, desechado del mercado. Es decir, lo que
aumenta es el riesgo de que el producto quede rápidamente anticuado si no se realiza su
valor en el período de vigencia.
La flexibilidad y la programabilidad de los medios y de la fuerza de trabajo pasan a ser
fundamentales en relación con la competencia. La principal variable de ajuste será la
fuerza de trabajo, pero también en este sentido las nuevas tecnologías, principalmente
la electrónica y la informática, van a actuar como soporte material al permitir dicha
programabilidad sin grandes costos de los medios de trabajo.
Hay dos principios centrales en la configuración del sistema toyotista, la fábrica mínima
y el control por los ojos. El primero hace referencia al famoso criterio de cero
existencias, característico de este método japonés, que postula que sólo debe producirse
aquello que ya ha sido vendido, oponiéndose así a la acumulación de stock,
caracteristica de la empresa fordista. Pero lo importante es que detrás de él hay una
intención de “adelgazar” a la empresa en general. En efecto, de acuerdo con Ohno,
“eliminando las existencias, también se elimina el exceso de personal y de equipo”
(Altschuler, 1999: 114). La fábrica mínima o fábrica “delgada” –por oposición a la
fábrica fordista que se considera “gorda” por la acumulación de “grasa” a lo largo de
las líneas de producción y en los depósitos, lo que impide la flexibilidad– es indisociable
de la búsqueda de reducción de los efectivos como modo directo de lograr la reducción
de costos. Por ello Coriat afirma que “no se trata de un método de gestión de las
existencias, sino un método de gestión de los efectivos por las existencias” (Coriat,
1992c: 24). Esto tendrá importantes implicaciones para la comprensión de las reformas
laborales implementadas. Por ello puede adelantarse la siguiente proposición: con el
toyotismo se construye una nueva forma de racionalización del trabajo, en la que el
concepto de efectivo mínimo pasa a ser fundamental (Altschuler, 1999).
El segundo principio, el control por los ojos, se remonta a una preocupación tradicional
y siempre presente del capital: poder ejercer un control directo y constante sobre el
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trabajo (Coriat, 1992c). Los dispositivos técnicos especialmente diseñados para esto se
materializan en las fábricas de Toyota como pizarras electrónicas denominadas Andon,
cuyo objetivo es informar de modo permanente sobre los problemas y el estado de la
línea. Cada puesto de trabajo queda representado por una caja rectangular. Si algún
trabajador se retrasa o requiere algún tipo de ayuda, presiona un interruptor y su área
rectangular se enciende. Si la luz permanece encendida un minuto o más, la cadena de
producción se para.
El obrero, en este tipo de producción, debe convertirse en un trabajador polivalente
encargado de una multiplicidad de tareas coordinadas y dialogadas con su grupo de
trabajo, afirma Coriat (1992c). De esta forma la organización centralizada es
reemplazada por grupos de trabajo autoorganizados, separados unos de otros. Se busca
que el obrero reflexione sobre su propio trabajo, aportando de manera permanente
mejoras que puedan introducirse en la organización de la producción.
En el toyotismo, la dirección jerárquica debe ser simulada por otro tipo de relación, que
implique caminos indirectos de conducción del capital. Por lo tanto, la estructura
organizativa en el trabajo se ve más favorecida por las comunicaciones y la cooperación
entre las distintas áreas de la empresa.
Las y los trabajadores en este tipo de fábricas no solo deben ser polivalentes, además
deben estar calificados para resolver la multiplicidad de problemas que aparecen en la
producción, donde tienen una variedad de responsabilidades y de tareas diferenciadas.
En lo que respecta al trabajo de ensamble en la producción, se desarrolla por equipos
de por lo menos quince trabajadores. Cada uno de estos grupos tiene un líder que
conduce al equipo. Además, hay rotación de tareas y toma de decisiones colectivas.
También se plantean espacios de reflexión grupal sobre la tarea y el modo de mejorar
la producción y organización, lo cual da lugar a los llamados círculos de calidad para la
mejora continua (Kaizen).
Como ya señalamos, los equipos de trabajo tienen amplia autonomía, a tal punto que
estos grupos pueden frenar el proceso de trabajo si este no marcha de manera eficiente.
De este modo se les otorga libertad para planificar y corregir el funcionamiento y la
coordinación del equipo. Los salarios se definen sobre la base del rendimiento
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económico de los equipos y del resultado final que presente la empresa a partir del
trabajo realizado.

Flexibilidad en el trabajo

Tal como lo plantea André Gorz, la fortaleza de la clase obrera se convertía para el
capital en algo insostenible, las grandes estructuras centralizadas de poder sindical
generaban crisis de gobernabilidad tanto adentro como afuera de la fábrica. La opción
de generar un cambio en el formato organizativo del trabajo aparece como una
necesidad inminente para el capital. Comienza a pensarse en un obrero que pueda
desarrollar más tareas en el proceso de producción. Se instala la noción de trabajo en
equipo con diferentes grados de autonomía. Se va construyendo la idea de un formato
de trabajo cuyo montaje estará compuesto por grupo de trabajadores a quienes se le
plantea objetivos generales de producción con mayor nivel de flexibilidad. En este
formato el trabajador asume responsabilidades sobre los resultados de la producción.

En esta etapa las empresas ya no van a asegurar a los trabajadores un empleo estable,
de tiempo completo y con contratos de larga duración. Es a partir de este momento en
dónde surgen contrataciones con finalidad acordada, trabajo a tiempo parcial, empleo
precario, trabajo clandestino e informal. El salario se ajustará al tipo de rendimiento de
cada trabajador teniendo en cuenta la cantidad de productividad y calidad del trabajo
realizado, en dónde la amenaza de la desocupación se convierte en un factor
condicionante. Es cuando el movimiento sindical se debilita, pierde legitimidad y
prestigio, disminuyen la gran cantidad de afiliados por la situación de desocupación y
se cambia la percepción de la participación en las organizaciones sindicales.

Sobre el concepto de flexibilidad en el trabajo podemos diferenciar dos tipos. Por un


lado, está la flexibilidad interna, la cual tendrá que ver con la acción de las empresas
para realizar de manera más flexible el proceso productivo, modificando y
diversificando los roles desarrollados por los trabajadores en las mismas. Por otro lado,
llamamos flexibilidad externa a la capacidad de las empresas para despedir trabajadores
según sus necesidades productivas.
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La flexibilidad va a consistir en la capacidad de adaptar la organización del trabajo y la
conformación de equipos en función del volumen de demanda que posean. En este
modelo productivo dependiente de las demandas instantáneas, la flexibilidad para el
capital tomará un rol central. Los medios productivos serán adaptados a la demanda
cambiante.

Por otro lado, consistirá también en adaptar al trabajador a tareas diversas, a esto se lo
llamará trabajador polivalente, el cual tendrá a su cargo diferentes tareas según las
necesidades de estas empresas. Este tipo de trabajador será para el capital un elemento
adaptable a los cambios del momento.

En este periodo el Estado se convierte en un actor débil sin capacidad de fiscalización


y legislación sobre el trabajo. El debilitamiento de los estados para legislar las
relaciones de contrato de trabajo, centralmente las concernientes a las regulaciones por
despidos define también la idea de flexibilidad externa, dando lugar a contratos
temporarios o tiempo parcial. Las empresas podrán adaptar el número de puestos de
trabajo según la demanda existente. En este mismo sentido se eliminarán disposiciones
legales de seguridad social con el argumento de la competitividad empresarial. La
reducción de las cargas patronales será una forma de reducir el costo del trabajo.
También esto afectará a los niveles salariales que se adecuarán a la situación económica
de la empresa o bien a la economía del país.

En relación a la proliferación de empresas tercerizadas, estas realizaran tareas que antes


se hacían en una misma unidad productiva, los trabajadores de estas empresas tendrán
una situación laboral mucho más precaria que aquellos que forman parte de las grandes
empresas.

Si bien la flexibilidad en la mayor parte de los casos se dio de hecho, a partir de la


implementación y acción de las empresas, también debemos mencionar que en algunos
casos se cristalizó en normativas y cláusulas sobre derecho laboral, lo cual lo convierte
en una situación más difícil de revertir. En este sentido debemos identificar que durante
el fordismo las negociaciones realizadas a partir de los convenios colectivos de trabajo
se centran más en la reducción de la carga laboral, pero en este periodo tendrán más que
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ver con negociaciones en torno a los montos de los salarios, los periodos de descanso,
la actividad gremial, los horarios de trabajo y las formas de contrato.

En síntesis, la flexibilidad tendrá que ver con la capacidad que tenían las empresas para
disponer de mano de obra, considerándola como una variable más desde donde ajustar
si así lo requiere la situación. En dónde la única limitación será la relación de fuerza, de
lucha y negociación entre los distintos actores, sean trabajadores o capitalistas.

En este último sentido, las empresas buscarán generar las condiciones para regular y
limitar la capacidad de organización del movimiento obrero. Estas condiciones darán
cuenta del desmantelamiento de los derechos conquistados por los trabajadores en el
período anterior. Con la excusa de evitar el elemento de la desocupación, las empresas
dispondrán de normativas que les permitirán modalidades de contratación que se
adecuen a las características de su actividad.

Llegamos al final de esta clase.


Les invito a plantear las dudas que les puedan llegar a surgir, tanto de la lectura de esta
clase como de la bibliografía consignada.

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