MPMS Tesis
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TESIS DOCTORAL
EN ADOLESCENTES.
realizado por:
Barcelona, 2007.
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Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento
Psicológico.
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AGRADECIMIENTOS
este trabajo ha llegado a su fin; pero ahora empieza la etapa más difícil, abrir nuevos
Será difícil que recuerde a todas las personas que de algún modo me han ayudado o han
estado a mi lado durante estos años, sólo puedo decir: ¡Gracias, Gracias y más Gracias!.
Primero de todo quiero a mis padres su incondicional apoyo y hacer de mí la persona que
soy hoy. A mi abuela, que aunque todavía no endiende por qué he dedicado tanto tiempo a
una tarea que sólo me daba que dolores de cabeza y no podía jugar a cartas con ella. A mis
hermanos, Joan y Josep, por aguantar todos los momentos de desánimo que he ido
pasando a lo largo de este trabajo. Y a la persona más importante, a Quique, que desde el
inicio de nuestra vida en común la tesis fue un acompañante más de nuestro camino y que
No quiero dejar de nombrar a otra gente que también ha estado implicada en este proceso y
A mi director de tesis, Juan Antonio Amador, que desde que empecé a colaborar en su
A Josep Mª Sopena y Enrique Romero por sus aportaciones con la aplicación de nuevas
A las chicas del prácticum que me ayudaron a pasar algunos datos y a administrar pruebas.
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Gracias a las doce escuelas que han participado en este estudio y agradecer a todos los
alumnos su colaboración, ya que gracias a ellos hemos podido avanzar un poco más en el
nuestro contexto. Especialmente quiero dar las gracias a Gloria y a Vicky del IES Infanta
Isabel, por su confianza en mi trabajo y por las posteriores colaboraciones que han surgido
desde entonces.
Sandra y Damaris) y del equipo técnico (Cristina, Mª Antonia y Mª Pilar) que me ayudó a
administrar las pruebas y a pesar y tallar a los 1155 participantes de este estudio, sin
en mí. Gracias a la Fundación Pere Tarrés, por darme la oportunidad de crecer personal y
Gracias a todos los que han apoyado este proyecto y han hecho que se convierta en este
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ÍNDICE
CAPÍTULO 1:
ADOLESCENTES ………………………………………………………………………………..8-63
C. La adolescencia …………………………………………………………………………...…39-48
C. 1. La adolescencia………………...………………………………………………………...40
C.1. 1.Características de la adolescencia:
Cambios físicos……………………………………………………………….41
Cambios psicológicos……………………………………………………..…44
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E. Estrategias de afrontamiento y TCA ……………………………………………………..58-63
E.1. Estrategias de afrontamiento en adolescentes y su relación con los
TCA….………………………………………………………………………………………………59
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
MÉTODO ……………………………………………………………………………………….67-103
A. Muestra …………………………………………………………………………………………...68
B. Instrumentos de evaluación:
C. Procedimiento:
C.1. Selección de la muestra …………………………………………………………………98
C.2. Aplicación de las pruebas………………………………………………………………101
C.3. Fases del estudio………………………………………………………………………..101
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CAPÍTULO 4
RESULTADOS ……………………………………………………………………………….103-198
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C. Prevalencia de los TCA en la muestra de estudio …………………………..….181
CAPÍTULO 5
CONCLUSIONES …………………………………………………………………………....199-205
CAPÍTULO 6
DISCUSIÓN …………………………………………………………………………………..206-213
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
ANEXOS ……………………………………………………………………………………...216-218
Acrónimos
Cuestionario de hábitos alimentarios
CAPÍTULO 9
BIBLIOGRAFÍA ………………………………………………………………………………219-233
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Empresarios y diseñadores de moda se sentarán con el Ministerio de Sanidad y Consumo
para analizar el tallaje y etiquetado de la ropa para después, unificarlo y adecuarlo a la
realidad social. El objetivo es combatir la anorexia. (El País, 20/4/06).
Las modelos que desfilen en la Pasarela Cibeles deberán tener una imagen saludable. Las
modelos que participen deberán tener un 18% de índice de masa corporal como mínimo.
(Diario El Mundo, 8/9/06).
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A pesar de los esfuerzos que se están haciendo estos últimos años desde las entidades
públicas para erradicar la presión social sobre un modelo estético de mujer extremadamente
delgada, todavía queda mucho por avanzar. Es por esta razón que la detección precoz de
estos trastornos en los jóvenes desde la escuela, en casa o en la atención primaria es cada
Es obvio que para vivir es necesario comer, pero para muchos niños y adolescentes este
acto vital se convierte en una pesadilla. El acto de comer es una invitación al disfrute y a
compartir experiencias con los que nos rodean; el olor, el sabor y las texturas serán algunos
de los ingredientes que nos permitirán disfrutar de las comidas y, al mismo tiempo, de
alimentarnos.
Pero, al mismo tiempo, aparecen otros factores que influyen en la alimentación de los
delgadez extrema, lo que conlleva a muchos jóvenes a hacer dietas constantes para
controlar el peso y la imagen corporal, considerándose éste uno de los factores más
Este trabajo pretende dar respuesta a algunos de los factores que pueden influir en la
trastorno. Para ello se escogieron cinco pruebas psicológicas que midieran aquellas
estudio comparativo entre dos submuestras, una que hemos considerado de riesgo y otra
homogénea de control.
capítulo se hace una revisión bibliográfica sobre las variables que hemos medido en los
alimentaria.
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En el segundo capítulo se plantean los objetivos de esta investigación, en el tercero se
explica la metodología que se ha seguido para realizar este trabajo, se presentan las
relación con las variables sociodemográficas como el sexo y el curso escolar. También se
estudian las relaciones entre las variables, y las diferencias entre un grupo de riesgo y un
ideas más relevantes de los análisis extraídos de esta investigación y que serán puntos de
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CAPÍTULO 1
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A. LOS TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES:
“La anorexia es una religión en la que tú impones tus propios mandamientos y reglas y los
cumples a rajatabla porque cuando estás delgada piensas que lo tienes todo. Es como ser
perfecta, eso es ser delgada.” Nieves Álvarez, 2001
(Yo vencí la anorexia, ed. Temas de hoy).
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A.1. Definición y clasificación de los Trastornos de la Conducta Alimentaria:
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Tabla 1.1. Síntomas característicos de la anorexia nerviosa según Morandé y Rodríguez-Cantó, 1991. A partir de Moreno y
Villar (2001), página 263:
• Disminución o ingesta excesiva de • Terror a subir de peso • Niveles altos de urea en sangre
agua o líquidos.
• Aumento de la actividad física para • Negación de sensaciones de hambre, • Alcalosis metabólica (alcalinidad
aumentar el gasto energético. En sed, fatiga y sueño. excesiva de los líquidos del
ocasiones, ejercicio compulsivo. organismo)
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Feighner, Robins, Guze, Woodruff, Winokur y Munoz (1972), fueron los autores que fijaron
los primeros criterios para la anorexia nerviosa. Estos criterios diagnósticos fueron
ampliados y, en algunos aspectos, modificados en los manuales de psiquiatría de la APA
(Asociación Americana de Psiquiatría). La edad de inicio que Feighner et al. (1972)
proponían desapareció como criterio en posteriores criterios diagnósticos adoptados por la
Asociación Americana de Psiquiatría (DSM-III, DSM-III-R, DSM-IV, DSM-IV-TR). En el DSM-
III (1980) se considera la pérdida de peso como criterio diagnóstico, teniendo en cuenta los
cambios evolutivos que sufre el adolescente. Este criterio ha ido variando y ha pasado del
25% de pérdida de peso (según Feighner et al., 1972) a un 15% en el DSM-III, DSM-III-R y
DSM-IV. El DSM-III, elimina la mayor parte de criterios dudosos (amenorrea, edad de inicio,
etc.), y es en su tercera revisión DSM-III-R, APA (1987) cuando se vuelve a incorporar el
criterio de amenorrea y se introduce la alteración de la imagen corporal, peso y silueta. En el
DSM-IV (1995) aparecen subtipos de anorexia nerviosa, diferenciando entre subtipo
bulímico y subtipo no bulímico, que sería equivalente a la anorexia de tipo restrictivo. En la
Clasificación Internacional de Enfermedades, versión 10 (CIE-10) de la Organización
Mundial de la Salud (OMS) encontramos unos criterios diagnósticos más específicos, la
pérdida de peso queda determinada por el Índice de masa corporal (IMC) inferior a 17,5; se
introduce el tema de un trastorno endocrino y cómo este afecta tanto a hombres como a
mujeres. El DSM-IV-TR (APA, 2002) actualiza los síntomas y trastornos asociados a la
anorexia nerviosa, entre los que incluye la comorbilidad con los trastornos de la
personalidad, también amplía los aspectos de prevalencia en chicos y sobre el curso de la
anorexia y bulimia nerviosas.
En la tabla 1.2. se presentan los criterios diagnósticos para la anorexia nerviosa desde
Feighner hasta los propuestos por la APA (DSM-III, DSM-III-R y DSM-IV) y la CIE-10. El
DSM-IV-TR no se incluye debido a que los criterios diagnósticos de la anorexia nerviosa no
han cambiado desde la revisión de 1995, únicamente se ha actualizado la sección de
síntomas y trastornos asociados, y el apartado de prevalencia para los chicos.
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Tabla 1.2. Evolución de los criterios diagnósticos de la anorexia nerviosa.
Rechazo a mantener el Rechazo a mantener el peso Rechazo a mantener el Rechazo a mantener Rechazo a mantener
peso corporal. corporal. peso corporal. el peso corporal. el peso corporal.
Pérdida de al menos el Una pérdida de al menos el Pérdida de peso del Pérdida de peso del Pérdida de peso por
25% del peso corporal 25% del peso corporal 15% por debajo del 15% por debajo del debajo de IMC
original original. peso esperado peso esperado menor de 17,5.
Por debajo de los 18 años, a La pérdida de peso
la pérdida de peso inicial hay está originada por el
que añadir el peso que le propio sujeto
correspondería en función de
su edad y talla.
Actitud o percepción Alteración de la imagen Actitud o percepción Actitud o percepción Actitud o percepción
distorsionada del peso corporal distorsionada del peso distorsionada del distorsionada del
y percepción alterada peso e influencia peso, pavor ante la
de la configuración y exagerada de la gordura o la flacidez
dimensiones silueta o el peso en de las formas
corporales la autoevaluación corporales
Subtipos Restrictivo
y
Compulsivo-
purgativo
Según la clasificación del DSM-IV-TR (APA, 2002) la anorexia nerviosa se caracteriza por el
rechazo a mantener el peso corporal igual o por encima del valor mínimo normal que le
corresponde por edad y sexo, un miedo intenso a ganar peso y una distorsión de la imagen
corporal; en el caso de las chicas también se incluye como criterio diagnóstico la amenorrea.
También se definen dos subtipos de la AN, de restricción o de purga. El de restricción se
refiere a las pacientes anoréxicas que pierden peso haciendo dieta, o haciendo ejercicio;
normalmente, no suelen iniciar conductas purgativas, a no ser que también se clasifique a
esa persona con el subtipo de purga.
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Algunos autores como Nicholls, Chater y Lask (2000) han estudiado la fiabilidad de
diferentes sistemas diagnósticos: DSM-IV, CIE-10 y GOS (Great Ormond Street), para
diagnosticar los TCA en niños y adolescentes (7 a 15 años). El Great Ormond Street (GOS)
(Lask y Bryant-Waugh, 2000) es una guía para analizar los TCA en niños y adolescentes
entre los que incluyen la anorexia y bulimia nerviosa y un nuevo trastorno emocional que
evita comer. Los criterios para la anorexia, según este sistema, son: una forma de pérdida
de peso determinada (Ej.: evitar comer, autoinducción del vómito, ejercicio excesivo, abuso
de laxantes); cogniciones equivocadas sobre el peso y/o la figura y preocupación excesiva
por el peso y/o figura. Estos autores concluyen que los criterios propuestos en el GOS
detectan más población infantil como población de riesgo, aspecto que otros sistemas
diagnósticos como el DSM-IV y la CIE-10 no detectan porque los criterios están hechos para
adultos. Según Bryant-Waugh (2000) el diagnóstico en los niños está menos claro y provoca
mayor discusión y debate por diversas razones: (1) Existen una serie de dificultades en la
alimentación infantil que siguen un continuum que puede empezar desde el nacimiento. Por
ejemplo, manías en la comida o conductas alimentarias anómalas relacionadas con el tipo
de alimento y, en su mayoría, no existe una causa concreta de preocupación. Puede haber
niños que presenten ciertas alteraciones de la conducta alimentaria consecuencia de su
aprendizaje; es durante la guardería o el preescolar cuando el niño empieza a experimentar
nuevos gustos y texturas y son sus cuidadores los que observan sus reacciones ante ellos.
(2) Se cree que los TCA sólo aparecen en las mujeres jóvenes y que no es posible que
aparezcan durante la infancia. Con el criterio diagnóstico de presencia de amenorrea,
supone que las chicas sin la menstruación quedan excluidas de este criterio. Los niños no
pueden cumplir con los criterios diagnósticos para la anorexia nerviosa porque no disponen
de capacidades cognitivas suficientes como para entenderlos. (3) Ha habido muy pocos
instrumentos estandarizados para evaluar los TCA en niños.
Según Garfinkel y Kaplan (1996), en su estudio epidemiológico en Ontario (Canadá) con una
muestra de 4.000 mujeres de edades comprendidas entre los 15 y 65 años, encontraron que
un 0.5% reunía todos los criterios del DSM-IV, para ser diagnosticadas como anoréxicas.
También observaron síndromes parciales, es decir, cuando se cumplían algunos de los
criterios diagnósticos para la anorexia nerviosa, y éstos fueron tres veces más comunes.
Como conclusión estos autores consideraron que la presencia de amenorrea en la anorexia
nerviosa no parece ser un criterio clave a la hora de definir el diagnóstico de anorexia.
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A.1. 1.2. El Índice de Masa Corporal (IMC) como indicador nutricional y criterio
diagnóstico de la Anorexia nerviosa.
El Índice de Masa Corporal (IMC) o también denominado Índice de Quetelet, se utiliza cada
vez más para calcular el estado nutricional de una persona; este índice es el resultado del
cociente entre el peso y la talla, y se compara con el cociente del peso y talla medio para su
edad y sexo. El IMC es un criterio diagnóstico de la anorexia nerviosa; según el DSM-IV-TR
(APA, 2002), un IMC inferior a 17.5% se considerará patológico. Es, por tanto, un indicador
del estado físico y nutricional de la persona.
Varios autores han estudiado la relación entre este índice y las conductas alimentarias.
Durante la adolescencia se observa una preocupación sobre la figura de uno mismo y sobre
la comida; los jóvenes suelen iniciar cambios en su conducta alimentaria con el fin de hacer
frente a la pubertad y al proceso de maduración, tanto físico como psicológico (Yannakoulia,
Matalas, Yiannakouris, Papoustsakis, Passos y Klimis-Zacas, 2004). Las alteraciones de la
conducta alimentaria no aparecen únicamente en participantes con infrapeso, sino que
también son prevalentes en participantes con sobrepeso (Jones, Bennett, Olmsted, Lawson
y Rodin, 2001; Yannaloulia et al., 2004). Yannakoulia et al. (2004) presentan en su estudio
asociaciones entre participantes con sobrepeso y puntuaciones en el EAT (Eating Attitudes
Test). Marcó, Gracia, Trujado, Turro y Olmo (2004) en su estudio sobre Imagen corporal,
autoestima y actitudes alimentarias en preadolescentes españoles, observan que tanto en el
grupo de niñas como el de niños, cuanto mayor es el IMC menor autoestima corporal
manifiestan, aunque para el grupo de niñas un menor IMC se relaciona con un mayor control
sobre la dieta.
Castells, Capdevila, Girbau y Rodríguez (2006) analizan la relación entre el número de
horas que los chicos ven la TV y el IMC, y encuentran una asociación positiva, es decir, se
observa que los participantes que ven más la TV son los que más consumen ciertos
alimentos (chucherías, pipas, cacahuetes, palomitas, patatas fritas y refrescos). Gila, Castro,
Toro y Salamero (2004) observan en su estudio que las adolescentes con un mayor índice
de masa corporal, peso y altura se caracterizan por hacer más sobreestimaciones de su
cuerpo. Bulik, Sullivan, Tozzi, Furberg, Lichtenstein y Pedersen (2006) en un estudio con
gemelos, encontraron que el IMC y el ejercicio físico no eran factores precipitadores de la
aparición de la AN. Kerruish, O’Connor, Humphries, Kohn, Clarke y Briody (2002)
encontraron en pacientes anoréxicas que el nivel de grasa corporal era significativamente
menor al grupo de no riesgo (12.5% menos); también encontraron que la asociación entre el
IMC y el porcentaje de grasa corporal era mayor en participantes controles que en pacientes
anoréxicas, lo que plantea duda sobre la precisión del IMC como medida de composición
corporal en pacientes con anorexia nerviosa.
20
Otros autores (Serra-Majem, Ribas, Raidó, Pérez y Aranceta Bartrina, 2004) manifiestan que
en la etapa de la adolescencia se aprecian situaciones dispares en relación al estado
nutricional; se observa al mismo tiempo un alto porcentaje con riesgo nutricional y una alta
prevalencia de obesidad en adolescentes.
Kraemer, Stice, Kazdin, Offord y Kupfer (2001) definen un factor de riesgo como una
característica, experiencia o hecho que, si aparece, aumentará la probabilidad (riesgo) de
una consecuencia concreta, en comparación con la población general (no expuesta). En la
actualidad Muñoz y Turón (2002) hablan de vulnerabilidad, en lugar de factor de riesgo, y de
factor de cronicidad o de mal pronóstico, para los factores mantenedores.
Existen varios modelos etiológicos que explican la aparición de la anorexia nerviosa. Fue en
1873 cuando, por primera vez, Gull en Londres y Lassègue en París describieron un cuadro
de anorexia. Ambos consideraban la histeria como la causa del trastorno, denominándola
así, anorexia histérica, inclinándose por una etiología orgánica aunque luego cambian de
hipótesis por una de origen psicógeno. Hasta los años 50 persisten las hipótesis de base
endocrinológica para explicar la anorexia nerviosa. Posteriormente, el movimiento
psicoanalítico dio una explicación de este trastorno entendiéndolo como una forma de
neurosis relacionada con la pérdida de la libido. En la actualidad, la visión que se tiene de
esta alteración del comportamiento alimentario va más allá de las teorías monocausales, y
se proponen enfoques multidimensionales del trastorno. Es decir, se considera que esta
alteración está causada por un conjunto de variables de tipo psicológico, socio-cultural y
biológico (Saldaña, 1994).
En este trabajo se desarrollará en mayor profundidad la propuesta de un modelo
multicausal, se tratará sobre los factores de riesgo que pueden influir en la aparición,
desarrollo y mantenimiento de la anorexia nerviosa.
Toro y Vilardell, en 1987, proponen un modelo explicativo sobre los factores de riesgo en la
anorexia nerviosa; según estos autores describen una serie de elementos que (1) precipitan,
21
(2) predisponen y (3) mantienen los trastornos del comportamiento alimentario. Consideran,
asimismo, que la mayoría de las conductas y síntomas de la anorexia son consecuencia del
estado de inanición al que se somete la persona, más que desencadenantes del trastorno.
En la figura 1.1., se observa el modelo secuencial de la etiopatogenia de la anorexia
nerviosa y en la figura 1.2. la relación de factores predisponentes, precipitantes y
mantenedores en la etiopatogenia de la AN según el modelo propuesto por Toro (2004).
.
Figura 1.1. Modelo secuencial de la etiopatogenia de la anorexia nerviosa. Extraído de Toro, 2004, pp. 268.
MODELO CORPORAL
Consecuencias
biológicas y
psicosociales
Disfunción
serotoninérgica
G
E Sexo (mujer)
N
E Insatisfacción
IMC corporal ANOREXIA
T
NERVIOSA
I Pubertad
C Dieta
A Características
temperamentales
Trastornos afines
Actividad física
Rendimiento
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Figura 1.2. Relación de factores en la etiopatogenia de la AN, según Toro (2004). Adaptado de Toro (2004, p .266).
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(1) Los factores predisponentes son características individuales, familiares y socioculturales
que, si una persona presenta, tendrá más probabilidades de desarrollar algún TCA.
Respecto a los factores genéticos, Toro y Vilardell (1987) hablan de una disposición o
vulnerabilidad genética para la anorexia nerviosa. En el año 2004, Toro indica que los
factores genéticos parecen explicar entre el 60% y 70% de la vulnerabilidad de la AN;
aunque todavía no se ha definido un gen específico para esta patología se sigue estudiando
su existencia. En los años 90 fue cuando se cambió la concepción del origen de los TCA a
partir de los resultados de distintos estudios de gemelos y de familias que mostraban un
componente genético de los TCA (Bulik, Sullivan, Wade, y Kendler, 2000; Collier y Treasure,
2004). Ciertas características de personalidad como la obsesión, en la anorexia nerviosa, o
la inducción al vómito, en la bulimia nerviosa, sugieren una posible asociación con el
cromosoma 1, para la obsesión (Devlin, Bacau, Klump, Bulik, Fichter, Halmi et al., 2002) y
una asociación con el cromosoma 10 para la inducción al vómito (Bulik, Devlin y Bacanu,
2003).
Los factores de personalidad que se han relacionado con los TCA son el perfeccionismo,
la ansiedad y la autoexigencia, con la AN, y la impulsividad con la BN. Fairburn, Cooper,
Doll y Welch, (1999), en su estudio sobre factores de riesgo también definen varias
características personales (ver tabla 1.3.). Estos autores encontraron que la mayor
diferencia entre el grupo de anoréxicas y bulímicas se encontró en el área de la
vulnerabilidad personal, las chicas con anorexia nerviosa se distinguían por características
personales como el perfeccionismo y el autoconcepto negativo.
๏ Vulnerabilidad personal:
Características de la niñez
Trastornos psiquiátricos premórbidos
Problemas de comportamiento
Trastorno psiquiátrico de los padres
Los factores individuales son una baja autoestima (Fairburn et al., 1999; Ghaderi, 2003),
miedo a madurar, el sobrepeso u obesidad previa, la edad y el sexo. En la actualidad todos
los estudios sobre los TCA confirman que el sexo es una variable clara para desarrollar un
TCA (Lindberg y Hjerm, 2003; Steiner, Kwan, Graham, Walker, Miller y Sagar, 2003); las
chicas suelen mostrar más deseos de estar más delgadas, muestran mayor preocupación
por el peso y la comida; y son las que siguen un mayor número de dietas restrictivas, en
comparación con los chicos. Beato-Fernández, Rodríguez-Cano, Belmonte-Llario y Martínez
Delgado (2004) encuentran en su estudio de factores de riesgo en niños españoles de 12 y
13 años, que la autoestima puede ser un factor de protección; observaron que las chicas
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que presentaban un TCA tenían una autoestima significativamente más baja que las que no
tenían un TCA. Fairburn et al. (1999) también incluyen como factor individual la aparición de
la menarquia. En cuanto a la obesidad como factor de riesgo, Christakis y Fowler (2007)
encuentran que la obesidad, en adultos norteamericanos, parece propagarse a través de las
relaciones sociales, es decir, analizan la probabilidad de que una persona se convierta en
obesa cuando uno de los semejantes se convierte en obeso. En el caso de amigos del
mismo sexo, la probabilidad de que se vuelva obeso incrementa el 71%; si son hombres la
probabilidad aumenta al 100% y en el caso de mujeres no cambia la probabilidad. Los
hermanos adultos tienen un 40% de probabiliad de convertirse en obesos si uno de los dos
se convierte en obeso; en las hermanas este porcentaje aumenta al 67% y en parejas de
casados la probabilidad es del 37%, afectando por igual a ambos miembros de la pareja.
Las características familiares más frecuentes son: los hábitos alimentarios que la persona
aprende en el contexto familiar, la poca comunicación entre padres e hijos, la preocupación
de los padres por la figura y la sobreprotección (Striegel-Moore, 1997). Ballester y Guirado
(2003) encuentran que el comportamiento alimentario de la madre, como haber hecho dieta,
así como actitudes de los padres hacia la comida como reñirles por no tener apetito o
incitarles a que hagan ejercicio para quemar grasas, podrían tener un efecto negativo en el
comportamiento alimentario de los hijos. Gardner, Stark, Friedman y Jackson (2000)
observaron que niños de 6 a 14 años, que creían que sus padres estaban preocupados por
su peso, mostraron más conductas asociadas a los TCA.
En cuanto a los factores socioculturales se refiere, Toro y Vilardell (1987) consideran que
son los factores más trascendentes de la predisposición al trastorno. Hay un acuerdo
general de los estudiosos sobre el tema de que en las culturas occidentales las mujeres se
sienten más insatisfechas con su cuerpo y su silueta (Wardle y Watters, 2004); estas
preocupaciones se atribuyen a la exposición continuada de los niños y adolescentes a
modelos estéticos que se ven representados en la ropa, la música y los cosméticos
(Valkenburg y Cantor, 2001). Según el estudio longitudinal McKnight (2003) sobre los
factores de riesgo, en EEUU, la presión social era significativamente predictiva de la
aparición de los TCA en chicas jóvenes de edad escolar. Existen varios estudios que
confirman la relación entre los factores socioculturales, entre otros, en la aparición y
desarrollo de los TCA (Grilo, 2006; Toro, 1996, 2004; Toro y Vilardell, 1987). Según Toro y
Vilardell (1987), la presión social y los estereotipos culturales juegan un papel decisivo en el
desarrollo de una alteración del comportamiento alimentario porque el ideal de delgadez ha
ido cambiando a lo largo de los años y de forma diferente en cada una de las sociedades.
Los medios de comunicación de masas intervienen de forma decisiva para que estos
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modelos estéticos se propaguen entre la población adolescente. Cusumano y Thompson
(2000) encontraron que los medios de comunicación, la televisión, las revistas, la radio, etc.,
son factores predictores de insatisfacción corporal; estos autores observaron diferencias
estadísticamente significativas entre niños y niñas de 8 a 11 años de edad. Toro (1996)
habla de factores socioculturales que afectan decisivamente a la aparición, desarrollo y
mantenimiento de la anorexia y bulimia nerviosas. Considera que en nuestro contexto social
existen una serie de mitos erróneos acerca del cuerpo como la pérdida de los supuestos
kilos de más, la obesidad, la lipofobia, y aspectos sociales como la moda o la influencia de
los medios de comunicación y la publicidad, que consiguen que la autoestima personal y el
éxito social se basen en el supuesto de la delgadez.
Fairburn et al. (1999), en su estudio comparativo de diversas muestras clínicas y
comunitarias, propusieron los siguientes factores de vulnerabilidad ambiental: problemas
con los padres, trastorno psiquiátrico de los padres, intimidación, acontecimientos
disruptivos y abuso sexual y físico.
(2) Los factores precipitantes, son hechos o acontecimientos estresantes para la persona;
también se incluyen los cambios biológicos característicos de la pubertad. Entre los factores
precipitantes destacan las separaciones y pérdidas, los contactos sexuales, las situaciones
aversivas (aumento rápido y significativo de peso, comentarios críticos hacia el peso o el
cuerpo, enfermedad somática, etc.), los acontecimientos vitales (hechos que la persona viva
como importantes y estresantes en su vida) y el exceso de actividad física. Autores como
Bulik et al. (2006) consideran que la actividad física no es un factor precipitador para la
aparición de la AN, aunque sí que aprecian en su estudio, que los pacientes con AN hacen
más ejercicio porque consideran que de ese modo están más saludables.
Varios autores (Fairburn et al., 1999; Fairburn, Cooper, Doll y Davies, 2005; Fairburn y
Harrison, 2003) observan que el seguimiento de dietas es un factor de vulnerabilidad
significativo en el desarrollo de la AN, aunque en la actualidad este hecho se haya
normalizado. Según Patton, Selzer, Coffey, Carlin y Wolfe, (1999) las chicas que hacen dieta
tienen un riesgo muy alto, aunque son pocas las que acaban desarrollando un TCA; las
chicas adolescentes que han hecho dieta severa tienen una probabilidad 18 veces mayor de
desarrollar un TCA y en las que han seguido una dieta de forma moderada la probabilidad
es 5 veces superior a la de otras chicas que no han seguido ninguna dieta. Fairburn et al.
(2005) encontraron que las chicas que seguían una dieta y desarrollaron después de dos
años un TCA eran casos, en su mayoría, de trastornos de la conducta alimentaria no
especificados (TCANE). Río et al. (2002) encontraron en su estudio que el inicio de dietas
restrictivas, la insatisfacción corporal y una preocupación excesiva por el control del peso y
de la figura, son los factores más relevantes para el inicio y desarrollo de los TCA y que,
26
incluso, podrían aparecer en la niñez (antes de los 14 años) ya que estas conductas se
observan en muestras preadolescentes. Río et al. (2002) encuentran que el método
preferido por los chicos para perder peso es el ejercicio físico; Toro, Gila, Castro, Pombo y
Guete (2005) también lo detectan en las chicas. Ghaderi (2003) considera que la
preocupación por el peso, la insatisfacción corporal y el control sobre el peso son bastante
frecuentes en los adolescentes. Roy, López, Galán y del Castillo (2004) en su estudio sobre
el comportamiento alimentario en adolescentes canarios encuentran que el hecho de hacer
dieta es cada vez más frecuente, sobre todo, en las chicas.
Las burlas también ha sido un factor estudiado y, según Gardner et al., (2000), son un factor
predictivo para desarrollar alguna alteración de la conducta alimentaria en chicos, aunque no
ocurre lo mismo para el grupo de las chicas.
En resumen,
de todos los factores de riesgo estudiados y revisados, el inicio de las dietas, la
preocupación excesiva por el peso y el deseo de adelgazar, son los factores más relevantes
para el desarrollo de los TCA.
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A. 3. Prevalencia de los TCA en población adolescente española:
Los trastornos del comportamiento alimentario (TCA) son problemas graves de salud que se
caracterizan por su etiología multifactorial, y se presentan como una de las alteraciones
psicopatológicas más frecuentes entre las adolescentes. En España se ha estudiado la
prevalencia de estos trastornos en distintos contextos, presentando índices que oscilan
entre el 3.4% (Gandarillas, Zorrilla, Sepúlveda y Muñoz, 2004) y el 5.89% (Rojo, Livianos,
Conesa, García, Domínguez, Rodrigo, et al., 2003) en adolescentes y adultos jóvenes de
edades comprendidas entre 12 y 21 años. Este trastorno tiene una prevalencia del 0.2% al
0.8% en la población general y entre el 1% y 2% en muchachas adolescentes. La proporción
es de 1 varón por cada 10 mujeres. Según un estudio español realizado en la comunidad
autónoma de Navarra (Pérez-Gaspar, Gual, Irala-Estevez, Martínez-González, Lahortiga y
Cervera, 2000) con una muestra de 2.862 participantes entre 12 y 21 años, se encontró una
prevalencia de TCA de 4.1%: Trastorno del Comportamiento Alimentario No Especificado
(TCANE), 3.1%; Bulimia Nerviosa, 0.8% y Anorexia Nerviosa, 0.3%. Muro y Amador (2007),
en la muestra del presente estudio de 1155 adolescentes catalanes, han encontrado que un
1.28 % del total de la muestra presenta un TCANE (2.31 % de chicas y 0.17% de chicos).
En la tabla 1.4. se recogen los trabajos sobre la prevalencia de los TCA, en adolescentes
españoles, realizados en dos estadios: en una primera fase se administra un cuestionario
para detectar población de riesgo y, posteriormente, mediante una entrevista clínica se
establece el diagnóstico. En todos los estudios los casos clínicos se han identificado
siguiendo los criterios del DSM-IV (APA, 1994). Ruiz Lázaro (2005) actualiza la
epidemiología de los TCA en España, y destaca que los estudios sobre prevalencia han
avanzado en nuestro país, aunque considera que todavía queda mucho por estudiar y
analizar, sobre todo en el colectivo de chicos, niños y adultos.
28
Tabla 1.4. Estudios de prevalencia de los TCA en España con muestras de adolescentes.
EAT = Eating Attittudes Test; EAT-40 = Eating Attittudes Test -40; SCAN = Setting Condition for Anorexia Nervosa Scale; EDI-2
= Eating Disorders Inventory-2.
En resumen,
la prevalencia de los TCA en España en adolescentes oscila entre 3.4% y 5.17%, estas
diferencias podrían deberse a la selección y recogida de la muestra y la aplicación de
criterios diagnósticos distintos según el estudio. Todavía hay pocos estudios con varones y
con niños.
29
B. LOS HÁBITOS ALIMENTARIOS EN LA ADOLESCENCIA
“Ante todo, hay que separar la alimentación (donde la salud es lo más importante) de la gastronomía
(donde el placer es lo que más importa). Tanto una como la otra forman parte de la cultura y los
hábitos sociales”. Ferrán Adrià (Ansón, 2004. Todo sobre Ferràn Adrià, el mejor cocinero del mundo.).
30
Alimentarse es una necesidad fisiológica que va ligada, también, a una dimensión cultural y
social muy importante, sobre todo en nuestra sociedad. Comer quiere decir saciar el
hambre, pero también se unen otros factores como la combinación de alimentos, los gustos,
las texturas y los olores, que hacen de este acto un placer. La comida ha sido, y es, una
necesidad básica innata para la supervivencia del hombre, pero el acto de comer conlleva,
además, unas connotaciones sociales añadidas (Sánchez y Gamella, 2004; Toro, 1996), por
tanto, se podría definir el acto de comer como una manifestación cultural (Turón, 1997).
Según Contreras (1999) los cambios en la historia han promovido cambios en la comida y
en la forma de comer, es decir, en los hábitos alimentarios.
Nomdedeu, García, Migallón, Pérez, Ruiz y Vázquez (2001) consideran los hábitos
alimentarios como el resultado de interacciones y aprendizajes que van evolucionando
según las experiencias personales, positivas o negativas, del consumo de alimentos. Sibel,
Barris, Quiles, Bassas y Tomàs (1999) hablan de estilo alimentario y lo definen como una
serie de conductas relacionadas con el acto de comer (actividades durante las comidas,
estados de ánimo relacionados con el acto de comer, acompañamiento durante las comidas,
etc.).
Es en la niñez y en la adolescencia cuando se adquieren creencias, convicciones y valores
relacionados con la salud y con la alimentación. Por lo tanto, la alimentación dependerá de
varios factores: personales (preferencias, intereses, posibilidades económicas, etc.) y
ambientales (geografía, cultura, tiempo, etc.); algunos de estos factores podrán ser
educados y modelados desde las primeras etapas de la vida, como son los hábitos
alimentarios.
Los hábitos alimentarios se han estudiado desde distintas perspectivas: nutricional, social,
biológica y psicológica. En el trabajo que nos ocupa, se desarrollarán estos enfoques de
los hábitos alimentarios centrados en la etapa de la adolescencia.
Desde un punto de vista nutricional, los profesionales han trabajado diversos aspectos, que
han considerado relevantes en el desarrollo de los hábitos alimentarios de los adolescentes,
teniendo presentes una serie de variables que están relacionadas con la alimentación, como
son: a) la importancia de una dieta equilibrada, b) la necesidad de mayor aporte de
nutrientes específicos para la etapa de la adolescencia, c) los factores que influyen en la
31
alimentación de los adolescentes y, d) la evolución que los hábitos alimentarios han sufrido
en nuestra sociedad.
32
b) La necesidad de un mayor aporte de nutrientes específicos para la etapa de la
adolescencia.
Como consecuencia de los cambios morfológicos, funcionales y psicológicos que ocurren en
la etapa de la adolescencia, también se requiere un cambio en la nutrición. En la etapa de la
adolescencia la nutrición se caracteriza por ser variada en los alimentos y por la cantidad
ingerida de los mismos (Gavino y López, 1999). Según Mataix y Carazo (1995), desde un
punto de vista nutricional, la adolescencia se divide en dos etapas, una primera que
comprende de los once a los catorce años y una segunda etapa que abarca de los quince a
los dieciocho años. Los requerimientos nutricionales más importantes aparecerán en esta
segunda etapa, en ambos sexos, y dependerán de la velocidad de crecimiento y de la
actividad física. En esta etapa de la adolescencia será necesario aumentar el consumo de
determinados nutrientes tales como, las proteínas (carne, pescado, huevos, etc.)
consecuencia del desarrollo físico, que deberá contribuir en la dieta entre un 12% y un 15%
de ingesta calórica; el hierro, aspecto relevante en el desarrollo de las chicas debido a la
aparición de la menstruación, y el fósforo. A esta edad es también importante el calcio,
porque en esta fase de crecimiento se produce un depósito de casi el 50% de calcio óseo
total que va a tener el adolescente a lo largo de su vida (Buttriss, 2002). Un aumento de la
masa magra supondrá, también, un incremento de proteínas; algunas vitaminas
hidrosolubles como la tiamina, riboflavina, niacina, vitamina B12 y ácido fólico y minerales
como el calcio y el cinc serán más necesarios en esta etapa de crecimiento (Aranceta et al.,
2004).
En el caso de una restricción calórica constante o de una malnutrición, se podrían provocar
retrasos, detenciones o alteraciones del desarrollo y del crecimiento normal de una persona.
El mecanismo por el cuál se puede llegar a una enfermedad debido a una restricción
calórica constante se representa en la figura 1.3. Según Mataix y Carazo (1995), una dieta
óptima ocasiona una salud óptima, pero a partir de una ingesta inadecuada de alimentos es
cuando aparece alguna enfermedad con signos clínicos; y es en el caso de la malnutrición
cuando surgen signos clínicos severos, y en algunos casos la muerte, y daños irreversibles
para la persona.
33
Figura 1.3. Representación de la enfermedad por deficiencias nutricionales. Extraído de Mataix y Carazo (1995). Nutrición para
educadores (pp. 336).
MUERTE
Toro (2004) expone los eventos que siguen y anteceden a la malnutrición en el caso de la
AN (ver figura 1.4.). Según este modelo, la malnutrición provocará en la persona cambios de
estado de ánimo, se sentirá disfórico, lo que provocará que se perciba a sí mismo de forma
más negativa y por tanto refuerce las conductas para adelgazar. La preocupación por el
cuerpo y el peso se convertirán en una obsesión y, su alteración con la comida empezará a
aumentar.
Figura 1.4. Secuencia de eventos a partir de la malnutrición en la AN. Extraído de Toro (2004). Riesgo y causas de la anorexia
nerviosa (pp. 268).
DISFORIA
MALNUTRICIÓN
OBSESIVIDAD
COMPULSIVIDAD
RETRAIMIENTO CONFLICTOS
ALTERACIONES SOCIAL FAMILIARES
DEL APETITO
34
c) Factores que influyen en la alimentación de los adolescentes.
Autores como Mataix y Carazo (1995), Vázquez y Nomdedeu (1998) y Nomdedeu et al.
(2001) consideran algunos, entre los que destacan:
1. Los conocimientos que los adolescentes tienen sobre la nutrición son un factor crucial
para su comportamiento alimentario, es la familia el primer agente educador nutricional
(Goñi et al., 1999). Existen mitos erróneos sobre los alimentos, como por ejemplo, sobre los
hidratos de carbono como un nutriente que engorda. Dietas como las supresoras de las
cuatro "p": patatas, pan, pastas y postres, han llevado a interpretar de forma errónea esta
idea (Guelar y Crispo, 2000). En el caso de estos alimentos, las patatas, el pan y las pastas
están formados por hidratos de carbono complejos que son convenientes, no sólo por su
aporte energético, sino porque también contienen otros nutrientes indispensables para una
correcta alimentación. Al contrario que los postres, que son hidratos de carbono simples y
que sólo proporcionan glucosa de absorción inmediata, lo que supone un exceso de
calorías. Otro mito entre los jóvenes es que los lípidos o grasas sólo engordan y, por lo
tanto, deben eliminarse. Los lípidos no pueden suprimirse de la dieta, aportan elementos
esenciales para el desarrollo del organismo. Sólo cuando la alimentación no es variada y
hay un aumento de cantidades de forma que el aporte energético es mayor al gasto, es
cuando se puede dar el exceso de calorías y, consecuentemente, un aumento de peso. En
un estudio en México (Sámano, Flores-Quijano y Casanueva, 2005) sobre los conocimientos
de los adolescentes sobre nutrición, la mayoría de participantes de la investigación fueron
capaces de establecer equivalencias entre grupos de alimentos, pero no para distintos
alimentos de un mismo grupo.
2. La realización de regímenes dietéticos. Muro (2001) realizó un estudio en el que relacionó
las alteraciones de la conducta alimentaria y los hábitos alimentarios en adolescenes de
riesgo y de no-riesgo de presentar un TCA. Encontró dos variables predictoras que
clasificaban a una persona de población normal o de riesgo. Las dos variables más
significativas fueron: ¿Crees que necesitas hacer dieta? y ¿Les has pedido a tus padres
hacer dieta?, que distinguían a los participantes con un 90% de probabilidad (ver el apartado
de factores precipitantes en el desarrollo de la anorexia nerviosa).
3. La eliminación de alguna comida del día, siendo ésta el desayuno. El estudio Enkid
(Serra-Majem, Ribas, Pérez, Roman y Aranceta, 2003) pone de manifiesto que la mayoría
de población adolescente e infantil española hace el desayuno en casa, aunque no
garantiza que cumpla los requerimientos nutricionales necesarios. Moreno et al. (2005)
encuentran un factor común a todos los adolescentes europeos sobre sus hábitos
alimentarios, como la eliminación de alguna de las comidas recomendadas, siendo la más
frecuente el desayuno.
35
4. El consumo frecuente de bocadillos y productos de bollería, que suele disminuir a partir
de los 18 años, al igual que los azúcares y embutidos (Serra-Majem et al., 2003).
5. El consumo de comidas rápidas o para llevar. Son comidas que tienen una alta densidad
calórica y un elevado contenido en grasas saturadas.
6. Nuevos sistemas de organización familiar, la dificultad para compartir las comidas en el
hogar por cuestiones de horarios.
7. El inicio del consumo de alcohol, lo que afectará al metabolismo, además de a otros
aspectos.
8. La aparición de las preferencias y aversiones gustativas características.
9. El trabajo de la mujer fuera del hogar. Serra-Majem et al. (2003) llaman la atención sobre
que el nivel de conocimientos que la madre tenga sobre nutrición, se verá reflejado en un
mayor consumo de nutrientes adecuados a la necesidad del adolescente.
10. El ejercicio físico. En esta etapa se realiza mayor cantidad de ejercicio por lo que
requiere un aumento en el aporte dietético de energía, debe existir una relación equivalente
entre las calorías ingeridas y el gasto energético.
36
de que los niños de edades comprendidas entre los 10 y los 12 años de edad no toman
suficiente pescado, frutas y verduras en su dieta. Un 33% de los escolares no toma fruta
cada día, el 75% de la muestra desayuna sólo un vaso de leche; el consumo de legumbres
es muy bajo, casi inexistente, y en cuanto al consumo de los alimentos proteicos se refiere,
un 49% de los participantes toma todos o casi todos los días carne, y sólo un 12% toma
pescado. Fernández-Aranda, Ramón, Badía, Giménez, Solano, Collier et al. (2004),
encontraron varios factores predictores de desarrollar un posible TCA, durante la infancia y
pubertad (antes de los 12 años de edad) relacionados con los hábitos alimentarios y/o la
comida; estos factores son: no desayunar antes de ir al colegio, importancia excesiva de la
comida según la madre y comer dulces o chucherías en exceso.
En un estudio sobre los hábitos alimentarios en niños de 11 y 13 años en la provincia de
Barcelona (2001) se confirma el bajo consumo de legumbres, verduras y frutas en la dieta
de los escolares. En el año 2006, Castells et al. del Colegio Oficial de Farmacéuticos,
encuentran que el 25% de los alumnos de entre 11 y 13 años hacen el desayuno y merienda
solos. Varios estudios destacan que más del 70% de los encuestados dice hacer otras
actividades mientras come, siendo la más común ver la TV (Calvo, Aroca, Armero, Díaz y
Rico, 2002; Castells et al., 2006).
Los factores sociales también han influido, y siguen influyendo, en nuestra alimentación y,
por consiguiente, en nuestros hábitos alimentarios. Gavino y López (1999) en su estudio
sobre Los comportamientos alimentarios en las etapas de la vida plantean un conjunto de
factores relevantes en los cambios de la alimentación tales como la disponibilidad de
alimentos, los cambios históricos, la cultura, las costumbres, o los medios de comunicación.
Definen los comportamientos alimentarios según tres grupos de factores que influyen en los
cambios que sufre la alimentación: a) La tradición culinaria, que depende de la disponibilidad
de alimentos que cada sujeto tenga a su alcance, de las influencias de la cultura que nos
rodea y culturas inmigrantes, o de la transmisión de generación a generación; b) la moda,
influye también en la elección de alimentos y en la forma de prepararlos; y c) los avances en
el conocimiento sobre los alimentos, tales como el estudio de dietas regionales, el consumo
de alimentos, etc.
El entorno socioeconómico también determina el consumo de alimentos, la clase social
influye en la consumición de ciertos alimentos como el pescado, la carne roja, las frutas,
verduras y lácteos; son los grupos de mayor nivel socioeconómico los que más consumen
estos alimentos (Serra-Majem et al., 2003).
Vázquez y Nomdedeu (1998) postulan que los hábitos alimentarios de una población se
describen según el marco geográfico y económico en el que se desenvuelve. Consideran
otros aspectos que también influyen en los hábitos alimentarios como son las tradiciones, el
37
patrón cultural de alimentos de la familia de origen y el medio social en que vive la persona.
La disponibilidad de los alimentos es un condicionante importante en el modelo de consumo
alimentario de una población (de la Torre, Espino, Perea, Dueñas y Romanos, 1995). La
sociedad española actual se caracteriza por tener una de las mejores ofertas de alimentos
del mundo, tanto por la variedad como por la calidad de los mismos (Nomdedeu et al.,
2001). Estos autores proponen un esquema de los principales factores condicionantes de la
conducta alimentaria, respecto a los factores que influyen en la disponibilidad de alimentos
(la economía, el clima, las tradiciones, las características geográficas, la política, las
comunicaciones) como en la elección de alimentos (la disponibilidad económica, el nivel
cultural o marco educativo, la publicidad, los estudios de salud, la educación nutricional , las
preferencias alimentarias , los tabúes religiosos y el costumbrismo, entre otros (ver figura
1.5.).
Figura 1.5. Esquema de los factores condicionantes de la conducta alimentaria. Extraído de Nutrición saludable y Prevención
de los trastornos alimentarios, pp.17 (Nomdedeu et al., 2001).
DISPONIBILIDAD DE ALIMENTOS
DISPONIBILIDAD
ELECCIÓN DE ALIMENTOS ECONÓMICA
NIVEL
CULTURAL. PUBLICIDAD
EDUCACIÓN
Son muchas las transformaciones que ha vivido la sociedad española y que han influido,
inevitablemente, en nuestro comportamiento alimentario; cambios sociales como los
procesos de industrialización, que afectan al desarrollo de la restauración colectiva
(comedores colectivos), consecuencia del desplazamiento del lugar de trabajo; las
modificaciones en los tiempos de trabajo, es decir, la alimentación va quedando subordinada
a las jornadas de trabajo; la inserción de la mujer en el campo laboral, que ha supuesto una
redefinición de las responsabilidades en las tareas domésticas, la proliferación de los
electrodomésticos, la congelación de alimentos, etc.; lo que permitirá ahorrar tiempo en la
38
preparación de los alimentos. A pesar de la inserción de la mujer en el mundo laboral, Díaz
(2007) encuentra en su estudio sobre las tareas domésticas que los adolescentes catalanes
informan de que en un 82% de los hogares sigue siendo la madre la que realiza las tareas
del hogar, como preparar la lista de la compra y preparar el desayuno (más de un 70%),
entre otras. La revolución en el campo de la distribución y comercialización lo que supone
tener a nuestro alcance muchos alimentos de otros lugares, y al mismo tiempo, un cambio
de los hábitos de compra. Hay otro factor importante que cabe destacar en el cambio de los
hábitos alimentarios: la asimilación cultural (aculturation), es decir, el mundo se ha
convertido en una “aldea global” donde la publicidad y las comunicaciones son un
instrumento de convicción que obtienen una gran uniformidad en los hábitos alimentarios en
todo el mundo, sobre todo en los adolescentes (Nomdedeu et al., 2001).
Es también importante el factor que se refiere a los valores sociales que la sociedad intenta
imponer, como las ideas sobre el cuerpo y las nuevas formas de comer (Contreras, 1999). El
ideal de esbeltez y anhelo de la delgadez han sido, según Toro (1996), una evolución de
diversos aspectos como el vestir, la moda, la aparición de modelos estéticos transmitidos a
la población mediante el cine, los concursos de belleza, los medios de comunicación, la
publicidad, las revistas de moda, etc., que han influenciado a la sociedad, sobre todo, a los
jóvenes en la etapa de la adolescencia. Es difícil no admitir que la TV ocupa un lugar muy
importante en la presión ejercida sobre los adolescentes para modificar ciertos hábitos,
como puedan ser los hábitos alimentarios y la figura, sobre todo en las mujeres (Guerro-
Prado y Barjau, 2002). Los medios de comunicación son uno de los instrumentos más
poderosos en la transmisión de ideales socioculturales; esta presión ejercida en la etapa
adolescente, momento de cambio físico y formación de la identidad, podría suponer un
riesgo mayor de desarrollar un TCA en aquellos participantes con predisposición genética
y/o psicológica (Guerro-Prado y Barjau, 2002).
39
que influyen aspectos como la falta de tiempo para compartir la comida, las preferencias
individuales de la comida, etc.; también se priorizan otros aspectos como ver la TV. Estos
factores provocan una disminución del control sobre los hábitos alimentarios de los hijos. El
tamaño de la familia también puede ser un factor asociado al riesgo nutricional, es decir,
tener dos o más hermanos en casa podría hacer que las familias no puedan atender las
necesidades específicas de cada uno (Serra-Majem et al., 2004). Ballester y Guirado (2003)
encontraron en su estudio que el comportamiento alimentario de los padres, como hacer
dieta la madre, y las actitudes de los padres hacia sus hijos sobre la comida o su aspecto
físico (reñir por falta de apetito, fomentar que hagan ejercicio para quemar grasas) podrían
influir de forma negativa en la adquisición de los hábitos alimentarios de los hijos. Field,
Camargo, Barr, Berkey, Roberts y Colditz (2001) encuentran en su estudio con
preadolescentes americanos que los chicos que perciben que su madre está haciendo dieta
son más propensos a estar más preocupados por el peso, mientras que las chicas son más
propensas a hacer múltiples dietas. Estos resultados apoyan la idea de que el papel de la
madre es muy relevante en la transmisión de valores culturales sobre el peso e imagen
ideal. Es decir, Field et al. (2001) sugieren que la preocupación por el peso de los padres se
transmite a los hijos.
Los medios de comunicación son también una fuente importante en los cambios de
comportamiento alimentario; la publicidad de ciertos alimentos favorece su consumo; por
ejemplo, programas televisivos que favorezcan el consumo de un alimento (Buttriss, 2002;
OMS, 2005). Estos medios también han favorecido los cambios alimentarios por medio de
campañas de difusión de información sobre los alimentos o, por ejemplo, determinadas
campañas sanitarias. Según Gavino y López (1999) los cambios culturales y sociales
influyen, de forma decisiva, en la adaptación alimentaria a lo largo de las distintas
generaciones. En los contextos sociales más occidentalizados, puede que aparezcan
tensiones psicológicas que incrementen la aparición de los TCA, especialmente en jóvenes
que reciben mensajes que, en ocasiones, son confusos, crean mitos erróneos sobre la
comida o, incluso, informaciones de los medios o de profesionales de la salud que están en
su entorno más cercano (Yannakoulia et al., 2004). Martínez, Menéndez, Sánchez, Seoane
y Súarez (2000) han podido constatar que existe relación entre la patología alimentaria y los
factores sociales y culturales que suscitan la delgadez corporal en las mujeres.
Desde una perspectiva biológica, es importante tener en cuenta los cambios físicos que se
producen en la etapa de la adolescencia y su influencia en la alimentación. En esta edad se
inicia un aumento de la masa corporal, consecuencia de los cambios corporales
característicos de esta etapa; estos cambios que suceden en la adolescencia están
40
mediados por varios factores: el potencial genético heredado, los factores hormonales y la
nutrición (Guelar y Crispo, 2000; Vázquez y Nomdedeu 1998). Las posibilidades genéticas
pueden estar condicionadas por factores ambientales, siendo la nutrición el más importante,
aunque también influyen el clima, el estado de salud, el entorno afectivo y el ambiente
socieconómico, entre otros. En cuanto a los factores hormonales se refiere, el más
importante es la hormona de crecimiento que actúa como reguladora del proceso. La
interacción entre los genes y el ambiente influirá en el fenotipo del adolescente. En la figura
1.6. se representan estos factores y su influencia en el crecimiento de un adolescente.
Figura 1.6. Factores determinantes del crecimiento (tomado de Vázquez y Nomdedeu, 1998).
HORMONAS
Las características corporales que se desarrollan en chicos y chicas en esta etapa son
diferentes. En los chicos el cambio corporal se centra en aumentar la masa muscular; en las
chicas aumentan los depósitos de grasa y el diámetro de las caderas y mamas y aparece,
además, la menstruación.
El papel que la alimentación juega en el desarrollo del niño y del adolescente es muy
importante. Esta influencia nutricional se produce a tres niveles: a) por el modo indirecto en
que la alimentación participa en el desarrollo corporal y éste influye sobre las variables
psicológicas; b) por la influencia que la nutrición tiene sobre las variables cognitivas e
intelectuales y, c) por el carácter social que las horas de las comidas tienen para aprender
comportamientos relacionados con el acto de comer, el lenguaje, prestar atención a la
comida, y al acto de comer, e imitar los comportamientos de los demás (Gavino y López,
1999).
41
alimentario como con otros comportamientos más sociales (Gavino y López, 1999). Los
hábitos alimentarios se empiezan a formar en la infancia y se van consolidando a lo largo de
la vida de la persona. Muchas de las conductas que el niño emite durante la comida son de
juego y de interacción con los demás; es decir, el comportamiento alimentario podría
interpretarse como una forma de aprender y manifestar reglas sociales.
Desde un punto de vista psicológico debemos entender que los cambios corporales que se
producen en la etapa adolescente junto con los factores sociales afectan, también, a la
imagen corporal que los adolescentes tienen de sí mismos. Para algunos adolescentes el
aumento de masa corporal empieza a ser una preocupación, especialmente en chicas que
tienen miedo a engordar. En el caso de chicas que tienen una gran preocupación por estar
extremadamente delgadas supone un factor de riesgo, juntos con otros, de padecer una
alteración del comportamiento alimentario. Según Toro (1996) para algunas adolescentes
las preocupaciones que tienen sobre la alimentación se convierten en obsesivas; los
pensamientos, actitudes, el peso y la alimentación son conceptos que se van distorsionando
convirtiéndose en irracionales y desadaptados.
42
En resumen,
los factores nutricionales, socio-culturales, biológicos y psicológicos tienen un papel decisivo
en el estudio y la comprensión de los hábitos alimentarios. De este modo, se entienden los
hábitos alimentarios como el producto que se deriva de la conjunción de factores
nutricionales, socio-culturales, biológicos y psicológicos. El hábito se define como la
tendencia individual a obrar de un modo determinado, adquirida por la reiteración de un
acto. En el caso de hábitos alimentarios se podría decir que es la tendencia individual a
comer de un modo determinado, que se adquiere mediante la educación familiar, escolar y
de otros ambientes en que la persona se encuentra. Además, cabe destacar que los
trabajos que han relacionado los hábitos alimentarios con los TCA han encontrado que en
población comunitaria aparecen conductas similares a los TCA, como son la preocupación
por la delgadez y la insatisfacción corporal. Otros estudios han encontrado variables
sociodemográficas que se relacionan directamente con la anorexia nerviosa (mujeres,
adolescencia, etc.), pero que no son variables decisivas en la aparición y/o desarrollo de un
TCA.
43
C. LA ADOLESCENCIA:
“ A través de la anorexia, hice que mi cuerpo volviera a ser el de una niña; se acabó tener
pechos o caderas, se acabó el período, se acabaron los deseos sexuales, se acabó
masturbarse.” (Apostolides, 1999. Vencer la anorexia y la bulimia).
44
C.1. La adolescencia
Tabla 1.5. Desarrollo de los cambios en la adolescencia, según Christie y Viner (2005, p. 301).
Biológico Psicológico Social
Primera adolescencia Pubertad temprana Aparecen los conceptos Separación emocional de
(chicas: aumento de los morales; el desarrollo de la los padres; aparece una
pechos y aparición de pelo identidad sexual; la identificación fuerte con los
púbico; chicos: crecimiento reevaluación de la imagen iguales; aparecen
de los testículos y del corporal. conductas de exploración,
aparato genital) experiencias nuevas
(fumar, violencia…)
Adolescencia media Chicas: termina el Aparece el pensamiento Aumentan las conductas
“estirón”, se desarrolla el abstracto, aumentan las de riesgo (fumar,
cuerpo de mujer con habilidades verbales, se alcohol…), planificación
depósitos de grasa en asocia ley con moral, del futuro
caderas y muslos, aparece surge la ideología
la menarquia. (religiosa, política).
Chicos: cambio de voz,
empieza el “estirón”.
Adolescencia tardía Chicos: terminan el Se desarrolla el Se desarrolla la autonomía
proceso de pubertad, pensamiento abstracto social, las relaciones
aumenta la masa muscular complejo, se diferencia íntimas, desarrollo de las
y aparece el bello en el entre la ley y la moralidad, capacidades profesionales
cuerpo. aumenta el control de la e independencia
impulsividad, se favorece económica.
la identidad de la persona,
se desarrollan las
ideologías religiosas,
políticas…
45
Por tanto, será importante conocer cuáles son los cambios físicos diferenciadores que
suceden entre chicos y chicas y cómo influyen éstos en su comportamiento y en el
desarrollo de su identidad.
Cambios físicos/corporales:
El proceso de la pubertad se presenta de forma distinta en chicos y chicas tanto en tiempo
como en las características que los diferencian. Estos cambios siguen una cierta secuencia
durante un periodo de 4 años y medio (rango 1 año y medio – 6 años), aunque en las chicas
la pubertad aparece de forma más temprana que en los chicos (Pinyerd y Zipf, 2005). Este
proceso se desencadena por la activación del eje hipotálamo-hipofisiario, que estimulará la
producción de gonadotropinas y a su vez los órganos sexuales. En el caso de las chicas se
estimularán los ovarios mediante la secreción de hormonas sexuales femeninas
(estrógenos) y, en el caso de los chicos, se estimularán los testículos produciendo gran
cantidad de hormonas sexuales masculinas (testosterona).
Cabe destacar que las diferencias individuales en esta etapa son muy significativas. Los
cambios físicos se centran, básicamente, en tres aspectos: a) el aumento de estatura, el
estirón, b) rasgos sexuales primarios, que implican el desarrollo de los órganos
reproductores y, c) rasgos sexuales secundarios, que son visibles en exterior del cuerpo. El
desarrollo de las niñas comienza y termina antes que el de los niños.
46
a) Aumento de estatura:
El estirón es uno de los acontecimientos más significativos en la pubertad, en la que se
experimenta un brusco crecimiento de la estatura. Durante la etapa de la infancia tanto
chicos como chicas crecen como media entre cinco o seis centímetros por año, mientras
que en la etapa de la adolescencia crecen entre unos diez y doce centímetros al año
(Rodríguez-Tomé, 2003). En las chicas el pico del estirón ocurre un año y medio antes de la
regla; después de la aparición de la menarquia el crecimiento de estatura es mucho menor.
En el caso de los chicos, el pico de crecimiento de la estatura ocurre a mitad de la pubertad,
generalmente hacia los 14-15 años (Pinyerd y Zipf, 2005).
47
Los cambios físicos en los jóvenes han ido variando con el tiempo. Hace 15 años era
extraño ver a una joven que empezara a menstruar hacia los doce años, pero la tendencia
secular nos orienta hacia una maduración más temprana que se inició en las sociedades
industrializadas hace más de 100 años. En el S. XX las personas han aumentado de peso y
estatura en los países industrializados. Tanner (1990) cree que una mejor nutrición y los
avances médicos han sido dos de las causas más definitivas en estos cambios. Marshall y
Tanner (1969, 1970) proponen un sistema de cinco estadios para describir el desarrollo
puberal normal, centrándose en el crecimiento del aparato genital y del vello púbico, para
ambos sexos. Pinyerd y Zipf (2005) postulan que, además del sexo y de la raza, existen
otros factores que también contribuyen en la aparición de la pubertad, como son los factores
genéticos, la alimentación y el gasto energético. El peso y la talla son parámetros
antropométricos que han ido variando según la nutrición y las condiciones de vida; por
ejemplo, en Barcelona se ha observado una clara aceleración secular del crecimiento de la
talla, de unos 3,5 cm. en ambos sexos, y del peso, aunque de forma distinta entre chicos y
chicas; los chicos pesan hoy más (entre 4 y 8,2 Kg.) que hace 18 años, y estos incrementos
de peso se empiezan a apreciar en edades prepúberes; por el contrario, en el grupo de las
chicas no se aprecian cambios significativos en el aumento del peso (Carrascosa, Yeste,
Copil y Gussinyé, 2004). Estos autores concluyen en su estudio que esta aceleración del
crecimiento se debe a la mejoría de las condiciones sanitarias y nutricionales de los niños y
adolescentes de nuestra sociedad. Actualmente, los niños tienen mayor probabilidad que
sus antepasados de madurar y crecer más tempranamente porque están mejor alimentados
y, al mismo tiempo, tienen menor probabilidad de desarrollar un trastorno en el desarrollo.
También resaltan las diferencias culturales en relación al crecimiento, estas diferencias de
tamaño y crecimiento pueden ser resultado de la adaptación del individuo al clima en el que
vive. Marco, Méndez y Marco (1999) en su estudio sobre la evolución secular en España,
encuentran que desde los años 50 ha habido un aumento de la talla de 10 cm. en varones,
reduciendo así las diferencias de talla que existían entre las provincias españolas a
mediados del siglo XX.
Aun así, en una sociedad opulenta hay niñas que están malnutridas por voluntad propia y
retrasan su maduración; y niñas altas y con sobrepeso suelen madurar más pronto (Graber
et al., 1994).
48
Cambios psicológicos:
Los cambios psicológicos están íntimamente ligados a los cambios biológicos. Algunos
adolescentes aguardan los cambios que les van a suceder con ilusión, pero en otros casos
esta espera se percibe angustiosa y con miedo. Poco a poco el chico o chica deberá ir
integrando la nueva representación mental de su cuerpo. Los sentimientos y actitudes que el
adolescente tenga sobre su cuerpo dependerán, entre otros factores, de las experiencias
previas que ha ido viviendo desde que es pequeño. La imagen corporal dependerá tanto del
tamaño como de la forma del cuerpo y, según como se perciba, aparecerá una distorsión de
la imagen corporal, sobreestimándola o subestimándola (Guelar y Crispo, 2000). Un chico
que empieza a desarrollarse tempranamente se percibe a sí mismo como atractivo, se
siente a gusto con su cuerpo en buena forma física, lo que promueve una buena imagen de
sí mismo. Por el contrario, las chicas tienen manifestaciones muy ambivalentes, una
pubertad precoz no suele ser percibida de forma positiva; será a partir de los quince años
cuando estos cambios sean bienvenidos. Los efectos de los cambios corporales influyen
sobre la autoestima pero varían según el sexo. En las chicas, una aparición precoz de la
menarquia se asocia a una baja autoestima y en los chicos un desarrollo precoz se asocia a
una autoestima alta (Rodríguez-Tomé, 2003).
Tabla 1.6. Efectos psicológicos de la edad de aparición de la pubertad, tomado de Christie y Viner (2005).
Aparición temprana Aparición tardía
Biológicos La estatura es mayor que los iguales aunque Estatura baja aunque más tarde lleguen a
después su altura final sea más baja un nivel normal; osteoporosis.
Psicológicos Efectos psicológicos positivos en los chicos (mayor Baja autoestima en chicos; no aparecen
autoestima) y efectos psicológicos negativos en las problemas en las chicas
chicas (baja autoestima)
Sociales Las relaciones con los iguales son diferentes, son Los compañeros y los adultos los tratan de
tratados como adolescentes cuando todavía son forma menos madura de la edad real que
niños tienen
En el caso de las chicas la aparición temprana de los senos se asocia a una imagen
corporal favorable, lo que promueve un incremento de la seguridad en sí mismas. Por el
contrario, la aparición temprana de la menarquia se aprecia como una desventaja. Diversos
49
estudios han comprobado que las niñas precoces son un poco menos sociables y menos
populares que el resto de compañeras de su misma clase (Aro y Taipale, 1987, Ruble y
Brooks-Gunn, 1988). Alsaker (1992) sugiere que, además, son más propensas a tener una
imagen corporal más negativa y una autoestima más baja que las compañeras que maduran
más tarde. Field, Camargo, Tylor, Berkey y Colditz (1999) encuentran que las niñas que se
desarrollan tempranamente, presentan más conductas purgativas para controlar su peso.
Hermes y Keel (2003) hallaron en su estudio que las niñas que maduran más
tempranamente tienen un IMC superior a las que maduran más tarde, y una insatisfacción
corporal y obsesión por la delgadez mayor que las chicas menos desarrolladas. También
encuentran que las chicas que se desarrollan antes, tienen una mayor internalización del
modelo estético ideal de delgadez. Quienes maduran más pronto, y no perciben los cambios
como una ventaja, pueden desarrollar alguna patología como la depresión, la ansiedad o un
TCA.
En los chicos, una maduración rápida se asocia a un mayor equilibrio, un comportamiento
más calmado y amable, también suelen ser más populares entre sus compañeros y
presentan, al mismo tiempo, tendencia al liderazgo. Siegel (1982) encontró que los chicos
que maduran más tarde se sienten más desadaptados, rechazados y dominados; también
se manifiestan más dependientes e inseguros de sí mismos. En la mayoría de los casos, la
percepción del adolescente que madura más pronto es percibida como una ventaja y eso
hace que su autoestima sea más alta que aquellos que maduran más tardíamente (Alsaker,
1992). En general, tanto en chicos como en chicas, las consecuencias de una maduración
temprana o tardía serán más negativas cuando los adolescentes sean muy diferentes a su
grupo de iguales.
El atractivo físico y la imagen corporal tienen relación con una autoevaluación positiva del
adolescente (Rice, 1999). Este atractivo influye sobre la personalidad, las relaciones
sociales y la conducta social. Las proporciones de cada cuerpo van cambiando según van
creciendo. En el caso de los adolescentes, tienden a crecer antes que a engordar. Las
extremidades crecen más rápido que el tronco, por eso tiene una apariencia larguirucha y
desmañada. Gradualmente cada parte del cuerpo irá siendo más proporcionada con el
cuerpo. Cuando la etapa del crecimiento acaba es cuando el cuerpo vuelve al equilibrio.
Según Sepúlveda, Botella y León (2001) la imagen corporal se compone de elementos
perceptivos, cognitivo-afectivos y conductuales; y se convierte en alteración cuando la
valoración que una persona hace de su propio cuerpo no coincide con su realidad. La
alteración de la imagen corporal es un criterio diagnóstico según el DSM-IV-TR (APA, 2002)
para la anorexia nerviosa. En la revisión realizada por Borzekowsky y Bayer (2005) sobre la
influencia de la imagen corporal y los medios de comunicación en los adolescentes se
considera que la imagen corporal se define como un constructo multidimensional influido por
50
factores biológicos, psicológicos y sociales. El malestar con el propio cuerpo favorece en
una persona la toma de decisión y la puesta en marcha de una dieta restrictiva, que está
motivada por el deseo de adelgazar para alcanzar el modelo de belleza culturalmente
establecido (Merino, Pombo y Godás, 2001). Para los adolescentes existe una relación muy
estrecha entre la imagen corporal y la autoestima, variaciones entre la figura ideal y la real
pueden provocar una insatisfacción corporal; Rio et al., (2002) encuentran en su estudio que
los chicos están más satisfechos con su cuerpo que las chicas. Variables como la cultura o
el sexo de una persona hacen que durante el periodo de la adolescencia la imagen corporal
no sea estable. En la adolescencia se produce un cambio de la imagen corporal que es
diferente según el sexo, y suele ocurrir entre los 13 y 15 años de edad. Este cambio surge
como resultado de procesos cognitivos que permiten autoevaluarse o prestar más atención
a la imagen corporal. La experiencia que los adolescentes viven sobre la imagen corporal y
el peso no es únicamente una percepción cognitiva, sino que se asocia a una alteración del
peso: la anorexia y la obesidad (Borzekowski y Bayer, 2004). Aunque la obesidad es más
prevalente que la anorexia nerviosa, ambas alteraciones del peso son significativas por sus
efectos negativos sobre el individuo, a nivel físico y psicológico.
Se ha estudiado y demostrado que los medios de comunicación son uno de los factores que
más que influyen en la configuración de la imagen corporal y de los hábitos alimentarios de
los adolescentes. Existe una gran evidencia sobre la influencia que ejercen las madres
sobre la imagen corporal y comportamiento alimentario de sus hijas. La familia es el primer
agente de socialización que transmite al adolescente mensajes para aprender. McCabe y
Ricciardelli (2005) encontraron en su estudio que los padres son una gran influencia para los
chicos en términos de perder peso y aumentar músculo; lo mismo ocurre con las chicas, son
las madres las que juegan un papel decisivo en la puesta en marcha de estrategias para
aumentar los músculos y bajar de peso. En esta edad el grupo de iguales es muy
importante, el adolescente quiere ser aceptado por el grupo. El cambio físico y sexual que
se produce durante la adolescencia resulta un cambio, también, para los del alrededor. La
pubertad está acompañada de cambios sociales importantes como el cambio de escuela al
instituto, los nuevos compañeros, aparece la capacidad de entender distintos puntos de
vista, se empieza a desarrollar la identidad sexual, se establece un sistema de valores y se
aumenta la autonomía respecto de la familia. Los compañeros también son un agente de
socialización importante que transmite mensajes que influyen en la imagen corporal y la
preocupación por el peso, sobre todo porque en la etapa de la adolescencia se dedica más
tiempo a los amigos que a los padres (Field et al., 1999; McCabe y Ricciardelli, 2004;
McCabe, Ricciardelli y Finemore, 2002). Las chicas que comparan su aspecto con otras
compañeras tienen más riesgo de estar insatisfechas con su cuerpo y utilizan métodos como
la dieta para cambiarlo (Smolak, 2004). La adquisición de un modelo estético corporal surge
51
a partir de los 5 años de edad, aunque se puede ir modificando; los comentarios críticos, las
bromas, el refuerzo positivo o negativo de los padres y/o compañeros, influirán en el
desarrollo de una imagen corporal adaptada o desadaptada, sobre todo en la etapa
prepúbere (Toro, 2004). McCabe y Ricciardelli (2005) consideran que son las chicas las que
parecen aprender antes que los chicos el ideal sociocultural femenino, que va siendo más
consciente según va avanzando la adolescencia, y por tanto, va incrementando el riesgo de
las conductas de control de peso; por el contrario, los chicos adoptan estrategias para
cambiar su imagen con el fin de perder peso o aumentar los músculos, este objetivo irá
variando según avance la adolescencia ya que este ideal se irá ajustando más a su
desarrollo.
Según Toro (2004) las adolescentes occidentales u “occidentalizadas” están influidas por un
modelo estético femenino muy delgado que han interiorizado. En la adolescencia será
cuando aparezcan los cambios físicos más significativos que le provocarán a la joven
prestar más atención a estos cambios, provocando una posible insatisfacción corporal.
Ackard y Peterson (2001) consideran que la pubertad en sí misma no puede considerarse
un factor de riesgo para un TCA o provocar insatisfacción corporal. Según su estudio, la
percepción de sobrepeso debe aparecer antes de la pubertad para considerarse un posible
factor de riesgo para desarrollar una alteración de la conducta alimentaria o manifestar
insatisfacción corporal. Baile, Guillén y Garrido (2002) consideran que la insatisfacción
corporal se instaura en el periodo que va desde los 12 a los 16 años de edad.
Acosta y Gómez (2003) en su estudio transcultural sobre la imagen corporal de
adolescentes españoles y mejicanos concluyen que, 1) la insatisfacción corporal no difiere
significativamente según la cultura; 2) la insatisfacción es distinta según el sexo, en el caso
de los chicos quieren estar más musculosos, mientras que las chicas prefieren estar más
delgadas, independientemente del peso real. Gila et al. (2004) observan que las
adolescentes y jóvenes adultas sobreestiman ciertas partes de su cuerpo como el tórax, el
pecho y las caderas. Guirado y Ballester (2005) en su estudio con niños de 11 y 14 años
observaron que la insatisfacción corporal no aparece como síntoma único, sino que va
siempre ligado a otros factores como conductas de restricción de alimentos y el hecho de
percibirse con sobrepeso, aspectos comunes en los adolescentes con TCA (Ackard y
Peterson, 2001). Hermes y Keel (2003) consideran que el incremento de depósitos de grasa
que acompaña a la pubertad de las chicas provoca que vean su cuerpo menos cercano al
ideal cultural de belleza.
Los adolescentes están muy influidos por las imágenes del cuerpo ideal que la sociedad
impone hoy en día (McCabe y Ricciardelli, 2001; Toro, 2004). Las chicas se sienten
insatisfechas porque la cultura occidental resalta una figura femenina extremadamente
52
delgada. Los adolescentes que tienen una imagen corporal distorsionada son vulnerables a
desarrollar trastornos psiquiátricos que pueden ocasionar graves consecuencias en el
desarrollo normal de un individuo (Weinshenker, 2002). La imagen corporal deriva de la
percepción, y ésta, a su vez, está influenciada por factores personales y culturales
(Borzekowski y Bayer, 2005). Varias investigaciones revelan una relación clara entre las
alteraciones de la imagen corporal y alteraciones en la conducta alimentaria (Cash y Deagle,
1997). Smolak y Levine, (1994, 1996, 2001) y Smolak (2004) sugieren que el esquema de la
imagen corporal esclarece la influencia sociocultural, como las imágenes en los medios de
comunicación. Estos autores interpretan este esquema como mediador entre las influencias
socioculturales y una pobre imagen corporal, es decir, sirve para entender la influencia que
los factores socioculturales tienen sobre algunas personas y no sobre otras.
En algunas sociedades los cambios sociales en la adolescencia se acompañan de ritos de
transición que informan al grupo con el que convive el adolescente de su nuevo cambio de
posición (Schaffer, 2000). Las sociedades occidentales apenas reconocen el paso de la
niñez a la adolescencia, aunque determinadas ceremonias religiosas como la confirmación
parecen un rito de transición; pero no todos los adolescentes participan en estas
ceremonias. Christie y Viner (2005) consideran que la mayor parte del desarrollo psicológico
y social dependerá del contexto y de las influencias socioculturales donde crezca el chico/a.
En las culturas occidentales el contexto sociocultural tiene una influencia muy destacada
(Christie y Viner, 2005; Pinyerd y Zipf, 2005; Toro, 2004).
En resumen,
la adolescencia supone una serie de cambios bio-psico-sociales que influyen en el
desarrollo del adolescente, y en su imagen corporal. La familia, los compañeros y los medios
de comunicación tendrán un peso relevante en la formación de la imagen que el adolescente
tendrá de su propio cuerpo. Un desajuste entre la imagen corporal percibida y la real,
supondrá una distorsión en la imagen corporal que podría actuar, según Sepúlveda et al.
(2001), como un factor de riesgo predisponente, precipitante o mantenedor de las
alteraciones de la conducta alimentaria.
53
D. PERSONALIDAD Y TCA:
“Antes de la anorexia tenía una meta: ser perfecta en todo. Es difícil darse cuenta de la
verdad, pero acabas consiguiéndolo: no se puede ser perfecto porque no hay gente
perfecta… (O.R.)”. Extraído de El cuerpo como enemigo (pp.58)
(Toro y Artigas, 2000).
54
Durante la última década se han desarrollado diversos estudios que han analizado la
relación entre personalidad y sintomatología asociada a los TCA. Estos estudios son cada
vez más relevantes para conocer la influencia que la personalidad tiene sobre los TCA, es
decir, relación entre las características de personalidad, el pronóstico de la enfermedad, y el
tratamiento (Fassino, Amianto, Gramaglia, Facchini y Abbate, 2004) así como la
comorbilidad con los trastornos de personalidad (TP) y los TCA (Cassin y Von Ranson,
2005; Godt, 2002; Grilo, Sanislow, Skodol, Gunderson, Stout, Tracie et al., 2003;
Matsunaga, Kaye, McConaha, Plotnicov, Pollice y Rao, 2000; Murcia, Motos y del Aguila,
2001; Wonderlich y Mitchell, 2001;).
En este capítulo se presenta una revisión sobre la relación entre las características de
personalidad y los TCA y los rasgos de personalidad que los diferencian. Aunque existen
estudios que relacionan la personalidad con varios TCA, como la Bulimia nerviosa o el
Trastorno de ingesta compulsiva, en este capítulo nos centraremos, primordialmente, en los
estudios que analizan la relación entre personalidad y la Anorexia Nerviosa (AN).
55
(a) Modelo de efecto estado: propone que la sintomatología asociada al TCA causa cambios
de personalidad a corto plazo. Este modelo hace referencia al impacto que el TCA tiene
durante el episodio del trastorno alimentario.
(b) Modelo de efecto huella: se refiere a los cambios que surgen en la personalidad a largo
plazo, como resultado de la sintomatología asociada a los TCA. En este modelo se observa
el efecto sobre la personalidad incluso cuando el TCA se ha resuelto.
El modelo de causa común sugiere que los rasgos de personalidad y los TCA son
condiciones independientes que pueden tener una causa común, por ejemplo, los factores
genéticos. Lilenfeld et al. (2006) comentan dos tipos de modelos de causa:
(a) Modelo de la tercera variable: las dos alteraciones (de personalidad y alimentaria) se
consideran independientes y primarias; por ejemplo el factor genético como factor que
incrementa el riesgo de desarrollo del TCA y de los trastornos obsesivos compulsivos
(TOC).
(b) Modelo espectrum: postula que algunas variables concretas de personalidad pueden
coexistir con alteraciones de la conducta alimentaria porque representan variaciones
cuantitativas del mismo trastorno; por ejemplo, el perfeccionismo o el TOC se presentan
como variaciones de la misma psicopatología asociada a ciertos TCA.
El diseño que se utiliza para evaluar estos modelos es el de estudios de familias, que
permite analizar qué factores familiares se comparten entre los TCA y los rasgos de
personalidad.
Y, finalmente, el modelo de patoplastia sugiere que ciertas características de personalidad
(por ejemplo, los rasgos obsesivos compulsivos o la impulsividad) y los TCA pueden
interactuar y modificar el curso o el resultado de los TCA. El diseño para evaluar esta
propuesta es el de estudios transversales.
Tabla 1.7. Modelos teóricos de personalidad asociados a TCA, relación de variables y metodología que utilizan.
MODELOS RELACIÓN DE VARIABLES Tipo de estudio para evaluar el
modelo
De predisposición Personalidad → riesgo de TCA Estudio prospectivo
De causa común:
- Modelo de la tercera variable TCA ↔ Personalidad
Estudio de familias
- Modelo espectrum TCA ↔ Personalidad
56
Según los estudios prospectivos revisados por Lilenfeld et al. (2006) la relación entre las
características de personalidad y los TCA sugieren que la obsesión por la delgadez, la
ineficacia, el perfeccionismo y los rasgos obsesivo-compulsivos son factores predisponentes
que pueden favorecer la aparición de los TCA.
En conclusión,
la relación entre la personalidad y los TCA se ha estudiado desde distintos modelos que
pretenden explicar la causa de las alteraciones de la conducta alimentaria, pero debido a la
plurifactorialidad de los TCA, no se puede afirmar que exista un modelo único explicativo de
la interacción entre la personalidad y los TCA.
57
Las ANR evitan más el peligro que los grupos control, lo que confirma que estos pacientes
son más ansiosos, pesimistas y tímidos (Fassino, Abbate, Pierò, Leombruni y Giacomo,
2001). La evitación del peligro no se considera específica de la anorexia nerviosa, se asocia
más estrechamente a síntomas depresivos. Los participantes con TCA que puntúan alto en
esta dimensión, suelen ser pacientes con intento de suicidio, aunque no correlaciona con
intento de suicidio en pacientes depresivos. Wagner, Barbarick, Frank, Bailer, Wonderlich et
al. (2006) encuentran que pacientes anoréxicas, después de su recuperación, obtienen
puntuaciones más altas en la escala Evitación del peligro que el grupo de control.
El grupo de ANR presenta más Dependencia al refuerzo que el grupo de bulímicos aunque
muestra una menor puntuación que los grupos control.
La Persistencia es una dimensión característica de los pacientes ANR: puntúan más alto
que el grupo de no riesgo, grupo de bulímicos y grupo purgativo-anoréxico (ANP). Una
puntuación alta en la Persistencia en pacientes anoréxicos indica una estructura de
personalidad obsesiva. La tabla 1.8. recoge un resumen de las características de
temperamento asociadas a los TCA.
Temperamento TCA
Otros estudios relacionan el temperamento con los hábitos alimentarios. Según Van der
Bree, Przybeck y Cloninger (2006) existen diferencias en la personalidad que reflejan
hábitos alimentarios distintos. Por ejemplo, una baja Cooperación y una alta Evitación del
peligro se asocian a personas que comen incluso estando llenos; mientras que una alta
Dependencia al refuerzo y una baja Búsqueda de novedades se relaciona con personas que
tienen un mayor control en la ingesta de alimentos; este último caso podría asociarse a
pacientes anoréxicas restrictivas. Van der Bree et al. (2006) concluyen que la dieta está
influida por varios factores, entre los que destacan los rasgos de personalidad, así como los
factores demográficos y el estilo de vida. También destacan que se encuentran
asociaciones entre la personalidad y los hábitos alimentarios; es decir, un control dietético
saludable se asocia a una alta Autotrascendencia y a una alta Dependencia del refuerzo,
tanto en hombres como en mujeres; por el contrario, una ausencia de control sobre la
58
comida se asocia a una baja Autotrascendencia y una alta Búsqueda de novedades, en el
caso de los hombres y, en el caso de las mujeres, este último rasgo no se asocia.
En conclusión,
según la revisión de Fassino et al. (2004) hay relaciones entre los TCA y los perfiles de
temperamento y del carácter: una alta evitación del peligro y una baja autosuficiencia son
dos dimensiones que comparten los pacientes con TCA; también se aprecian pequeñas
diferencias entre la tipología de los TCA, como una alta persistencia y autosuficiencia, que
son específicos de las pacientes con ANR. Se observa una relación entre la dieta y los
rasgos de personalidad; una alta Autotrascendencia y una alta Dependencia al refuerzo se
asocia a un control dietético saludable, mientras que una alta puntuación en Búsqueda de
novedades se relaciona con ausencia de control en la comida.
59
D.3. Personalidad y TCA: rasgos de personalidad.
60
mayores puntuaciones en la escala de Auto-orientación (que mide la autoexigencia) que las
adolescentes de grupos controles.
Según la revisión de Lilenfeld et al. (2006) sobre la relación entre rasgos de personalidad y
los TCA, se considera que el perfeccionismo es, entre otros, un rasgo de personalidad que
actúa como factor predisponente de los TCA y que, a su vez, puede incrementar el riesgo de
aparición del mismo.
61
independencia y control. Cassin y Von Rason (2005) consideran que existe vulnerabilidad
para un paciente con TCA si, además, se asocia a un estilo de personalidad dependiente.
Los rasgos de personalidad también se han evaluado según el modelo de personalidad de
Eysenck y Eysenck (Eysenck Personality Inventory, Eysenck y Eysenck, 1964). Según el
modelo de Eysenck y Eysenck (1964) el Neuroticismo se diferencia del perfeccionismo, se
define como una mayor vulnerabilidad cuando se enfrenta a situaciones estresantes;
también se caracteriza como una alta tendencia a la inestabilidad emocional e
hipersensibilidad. Varios estudios proponen que un alto Neuroticismo y una baja autoestima
podrían ser causas y, al mismo tiempo consecuencias, de los TCA, lo que perpetuaría el
trastorno (Cervera, Lahortiga, Martínez-González, Gual et al., 2002, Gual y de Irala-Estévez
y Alonso, 2003). Cervera et al. (2003) encontraron que las chicas que puntuaban alto en
neuroticismo tenían más probabilidad de desarrollar un TCA. Díaz-Marsà (1998) sugiere que
el perfil de la paciente anoréxica se caracteriza por tener un alto neuroticismo, siendo el
subtipo compulsivo-purgativo el que mayor puntuación obtiene en comparación con el
subtipo restrictivo, una elevada persistencia y una baja autosuficiencia. Bulik et al. (2006) en
su estudio con gemelos observan que el neuroticismo aparece como predictor de la AN,
estos autores sugieren que la aparición temprana de este rasgo de personalidad puede
predisponer a una persona a desarrollar una AN.
Aunque existen varios estudios que analizan la comorbilidad entre los trastornos de
personalidad (TP) y los TCA (Bornstein, 2001; Cassin y Von Rason, 2005; Godt, 2002; Grilo
et al., 2003; Larsson y Hellzen, 2004; Murcia et al., 2001; Oyvind, Martinsen, Hoffart, Sexton
y Rosenvinge, 2005), sólo destacaremos algunas ideas, ya que este apartado no es objeto
de estudio en este trabajo. Los TP más asociados a la ANR son, el antisocial (Cassin y Von
Ranson, 2005), el trastorno de personalidad de dependencia, el obsesivo-compulsivo y el
borderline, son característicos de participantes con Trastorno por atracón (Cassin y Von
Ranson, 2005); los TP que se asocian a la BN son el de personalidad antisocial y el
trastorno borderline.
En resumen,
las investigaciones sugieren que la AN y BN se caracterizan por perfeccionismo,
obsesividad-compulsividad, dependencia y neuroticismo; los rasgos de impulsividad y
búsqueda de sensaciones aparecen en los casos de pacientes con ingesta compulsiva. Uno
de los TP más asociados a la anorexia y bulimia nerviosa es el antisocial.
62
E. ESTRATEGIAS DE AFRONTAMIENTO Y LOS TCA.
…”Ahora que mis padres sabían todo, sólo tenía ganas de dormir y que las cosas pasaran
por encima de mí, librarme del problema, de su enfado, de su dolor, y despertar cuando todo
ello hubiera acabado”.(p.127). Cuando comer es un infierno. Espido Freire, 2003.
63
E.1. Estrategias de afrontamiento en adolescentes y su relación con los TCA:
Lazarus y Folkman (1984) plantean una definición de coping desde una perspectiva
transaccional “son esfuerzos cognitivos y conductuales, continuamente cambiantes para
manejar las demandas específicas internas o externas que se valora que requieren un gran
esfuerzo o que exceden los recursos de la persona” (p.114); interpretan que tanto la persona
como el ambiente se influyen el uno al otro para cada proceso, es decir, para cada cambio
que experimenta una persona. Estos autores interpretaron el coping como un proceso
dinámico de cambio en el que la persona hace una valoración de cada situación y actúa
según sus recursos.
64
Figura 1.7. Modelo conceptual de estrés y coping, según Moos.
Panel I:
SISTEMA
AMBIENTAL
(Estresores
vitales, recursos
sociales)
Panel III: Panel IV: Panel V:
Panel II:
SISTEMA
PERSONAL
(Factores socio-
demográficos)
Para Moos (1993) las estrategias de afrontamiento (coping) se clasifican según el foco o el
método. Este autor (1993, 1995) propone un instrumento que contempla estas variables, el
Coping Response Inventory para adolescentes (CRI-Y, Moos, 1993), que evalúa las
estrategias de afrontamiento según el foco: estrategias de afrontamiento de Aproximación y
de Evitación del problema; en el primer caso se analizan los esfuerzos que hace la persona
para resolver un problema, mientras que en el otro, se evita resolver el problema. Según el
método, las estrategias pueden ser Cognitivas y Conductuales.
Cabe destacar que un elemento importante del cuestionario CRI-Y, es el carácter abierto del
evento estresor que se le pide a la persona que exprese. La recogida de estos datos es muy
relevante por varias razones: el hecho de que el propio participante analice los recursos que
ha utilizado para resolver esa situación; la propuesta de preguntas sobre el problema, que
hará referencia a una situación real; una mayor implicación y sinceridad por parte del que
contesta y la posibilidad de analizar la tipología de problemas existentes en la población
estudiada (Zanini, 2003). Para el análisis de esta primera parte del cuestionario, en la que el
participante expone el problema que más le preocupa o le ha preocupado durante los
últimos doce meses, Forns, Amador, Kirchner, Martorell, Zanini y Muro (2004) proponen un
sistema de codificación que tiene en cuenta diversas categorías de los problemas:
naturaleza del problema, identifica a quién le sucede el problema; su contenido, identifica la
temática del problema, los hechos y las circunstancias que lo configuran; los participantes
implicados en la situación estresante y el ámbito de ocurrencia que identifica el contexto en
65
que sucede el problema. En su estudio con 1362 adolescentes de entre 12 y 16 años,
escolarizados en la provincia de Barcelona, destacan las siguientes conclusiones (Forns et
al., 2004):
- Se observan diferencias estadísticamente significativas según sexo en las categorías
de naturaleza del problema, contenido, participantes y ámbito de ocurrencia.
- En cuanto a la naturaleza de los problemas se refiere, las chicas tienden a evocar un
mayor número de problemas interpersonales que los chicos.
- Respecto al contenido de los problemas, tanto chicos como chicas coinciden en
expresar que tienen más conflictos de relación y, en segundo término, las chicas
expresan mayores conflictos con la salud y los chicos expresan más dificultades de
rendimiento escolar.
- Los participantes que intervienen con mayor frecuencia son ellos mismos y el núcleo
familiar.
Los problemas más habituales expresados por los adolescentes de esta muestra son:
problemas interpersonales de relación con compañeros, problemas personales de
rendimiento escolar y problemas ajenos relacionados con muerte de familiares lejanos.
Son pocos los estudios que analizan la relación entre las estrategias de afrontamiento y la
sintomatología asociada a los TCA. Varios autores han encontrado algunas estrategias
características de pacientes con TCA. Troop, Holbrey y Treasure (1998) encontraron que las
estrategias más utilizadas por las pacientes con TCA eran la evitación cognitiva y la
rumiación cognitiva; otros autores como Ball y Lee (2002) muestran en su estudio que las
mujeres que tienen un TCA informan de que utilizan con mayor frecuencia las estrategias de
guardarse las cosas para sí mismas y autoculparse. Nagata, Matsuyama, Kirilike, Toshiya y
Oshima (2000) revisan varios estudios en los que han encontrado una relación positiva entre
la alteración del comportamiento alimentario (síntomas bulímicos más que de tipo anoréxico)
y la estrategia de afrontamiento de evitación. Estos autores observan en su estudio que
únicamente los pacientes con bulimia nerviosa obtienen puntuaciones menores en la
estrategia de organización de las tareas, en comparación con el grupo de no riesgo.
También encontraron que los pacientes con Anorexia Nerviosa restrictiva y con Bulimia
nerviosa utilizaban más frecuentemente estrategias de evitación como la diversión, en
comparación con el grupo de no riesgo; es decir, los recursos que la persona utiliza para
evitar una situación estresante como la comida, son la diversión o la búsqueda de una
nueva distracción. No encuentran diferencias significativas en las estrategias de
afrontamiento entre las tipologías de los TCA, aunque sí entre el resto de grupos. Los
pacientes bulímicos impulsivos son los que obtienen una mayor puntuación en la estrategia
relacionada con las emociones, que los bulímicos menos impulsivos.
66
Nagata et al. (2000) proponen que, es posible que, los TCA sean una consecuencia de
aplicar unas estrategias de afrontamiento no adaptadas; estos autores creen que puede
deberse a la adquisición de hábitos mal adaptados y que este aprendizaje afecta en la
elección de las estrategias de afrontamiento. Wolf, Crosby, Roberts y Wittrock (2000)
encontraron diferencias en las estrategias de afrontamiento entre grupos de ingesta
compulsiva y grupo de no riesgo. Contrariamente a lo que estos autores hipotetizaron en su
estudio, el grupo de ingesta compulsiva mostraba que utilizaba un mayor número de
estrategias de afrontamiento si se comparaba con el grupo de no riesgo. Estos resultados
son congruentes con otros estudios (Kirchner, Forns y Amador, 2006; Kirchner, Forns y
Mohino, 2007) en los que se ha encontrado que los participantes con mayor número de
síntomas psicopatológicos tienden a utilizar más estrategias de afrontamiento, sobre todo
las de evitación, que los participantes que no presentan psicopatología. Hansel y WIttrock
(1997) investigan sobre las estrategias que utilizan los pacientes con ingesta compulsiva
para resolver las dificultades. Encuentran que el grupo de comedores compulsivos percibe
las tareas de forma más estresante que el grupo de no riesgo, y también observan que el
grupo de pacientes utiliza más estrategias de coping negativas en situaciones estresantes
de relación.
Fryer, Waller y Stenferd (1997) proponen evaluar el modelo de Slade (1982) que postula que
existen asociaciones entre el estímulo estresor y la baja autoestima, y entre la baja
autoestima y las alteraciones de la conducta alimentaria. Fryer et al. (1997) comprobaron
que no se cumplían las relaciones que propone el modelo de Slade (1982); por el contrario,
se observa que existe una relación indirecta entre el coping y las alteraciones de la conducta
alimentaria. También encontraron que algunos componentes de los estímulos estresores
estaban relacionados con la etiología de los TCA. Otros autores han revisado varios
estudios que confirman la relación entre los TCA y las estrategias de afrontamiento (Aimé,
Sabourin y Ratté, 2006); estos autores comparan cinco grupos de mujeres (grupo de no
riesgo, grupo con preocupaciones por la comida, grupo con AN, grupo con BN y grupo en
recuperación) y evalúan los estilos de coping, entre otros. Cuando comparan los
participantes de BN y de AN no encuentran diferencias significativas en ninguna de las
variables que evalúan, por lo que se consideró un único grupo. Encuentran que las mujeres
con TCA evalúan cognitivamente las situaciones estresantes de forma mucho más
catastrófica que otras mujeres que se han encontrado en situaciones similares y no han
desarrollado un TCA. Destacan, también, que las mujeres con TCA utilizan más estrategias
de afrontamiento de tipo emocional que los otros grupos. Ghaderi (2003) pretende confirmar
un modelo que explique algunos factores de riesgo en los TCA, entre los que destaca el uso
de las estrategias de evitación y huída, en mujeres suecas de 18 a 32 años. Este autor
67
concluye que este factor tiene un peso relevante (r =.638) en el perfil de riesgo para
desarrollar un TCA. Steiner, Erickson, Hernandez y Pavelski (2002) en su estudio sobre las
estrategias de afrontamiento en población comunitaria escolar encontraron que la estrategia
de evitación era la que presentaba correlaciones más elevadas con problemas de salud y
conductas de riesgo; mientras que la estrategia de aproximación se asoció a un
funcionamiento más estable. También encontraron que es en la adolescencia cuando se
adquieren hábitos saludables que están relacionados con las características de personalidad
y, por consiguiente, con las estrategias de afrontamiento. Seiffge-Krenke (2000) propone
que existen diferencias según la edad en el uso de las estrategias de afrontamiento; a la
edad de 15 años los adolescentes utilizan más estrategias adaptativas y eficaces que en
edades anteriores. Los adolescentes mayores suelen ser más activos y tienen la habilidad
de ver los problemas desde distintas perspectivas (Ebata y Moos, 1991; Seiffge-Krenke,
1995).
Valdés y Arroyo (2004) estudian las creencias irracionales y la autoestima como posibles
elementos que ponen de manifiesto el uso de estrategias cognitivas inadecuadas en
pacientes con TCA. Encuentran que una elevada puntuación en creencias irracionales y una
baja autoestima pueden limitar y dificultar el proceso terapéutico. García-Grau, Fusté, Miró,
Saldaña y Bados (2002) en su estudio de chicas adolescentes, observan que las
participantes que evitan los problemas y no se enfrentan a ellos de forma adaptativa,
muestran una mayor predisposición para desarrollar un TCA. Thome y Espelage (2004)
estudian el ejercicio físico como estrategia de afrontamiento a los problemas de salud, como
las alteraciones de la conducta alimentaria. En su estudio encuentran que el ejercicio físico
tiene un efecto positivo en las chicas universitarias sin TCA, mientras que para el grupo de
riesgo de TCA el ejercicio tiene un efecto negativo. Es decir, el ejercicio está relacionado
con un estado psicológico de salud bueno, pero tiene el efecto contrario cuando forma parte
de la alteración de la conducta alimentaria.
En resumen,
las estrategias de afrontamiento que se estudian en este trabajo hacen referencia al modelo
transaccional de Moos (1993, 1995). Aunque existen pocos estudios que relacionen el
coping o estrategias de afrontamiento con las alteraciones de la conducta alimentaria, se
destacan las siguientes conclusiones: la mayoría de estudios no encuentra diferencias
significativas entre los pacientes diagnosticados con AN o BN, pero sí que se aprecian unas
características comunes a dicha población; parece que los participantes con sintomatología
asociada a los TCA presentan una mayor evitación, autoculpa, rumiación y búsqueda de
recompensas alternativas.
68
CAPÍTULO 2
69
Los trastornos de la conducta alimentaria son un problema de salud importante entre los
adolescentes de nuestra sociedad. Como se ha presentado en el marco teórico, son muchos
los factores que están relacionados con estas alteraciones. Por esta razón es necesario
detectar lo más tempranamente posible los comportamientos relacionados con las
alteraciones de la conducta alimentaria. La adaptación de instrumentos de evaluación al
contexto que se han de utilizar es un aspecto importante en la evaluación de los TCA.
Síntomas Hábitos
asociados a los alimentarios
TCA
COMPARACIÓN DE
GRUPO DE RIESGO Y
GRUPO DE NO RIESGO
70
Los objetivos específicos de este trabajo son los siguientes:
71
CAPÍTULO 3
MÉTODO
72
A. MUESTRA:
La muestra de este estudio se compone de 1155 participantes; 592 (51.3%) son hombres y
563 (48,7%) son mujeres. El rango de edad de esta muestra oscila entre 10.9 años y 17.3
años. La edad media es de 13.6 años (DT =1.3).
Los participantes de esta investigación cursan desde 6º de Educación primaria (EP) hasta 4º
de Educación Secundaria Obligatoria (ESO) en 12 escuelas de la ciudad de Barcelona. En
la tabla 3.1. se muestra la distribución de la población según sexo y curso. Se aprecia que el
72.7% de los participantes corresponden a los tres primeros cursos de ESO, y los cursos
menos representados son los de 6º de EP, que representa un 10.9% del total, y cuarto curso
de ESO que queda representado por un 16.5% de la muestra total.
Chico Chica
6º de EP 67 59 126
(5.8%) (5.1%) (10.9%)
4º de ESO 98 92 190
(8.5%) (8%) (16.5%)
Como se observa en la figura 3.1., las escuelas de Sta. Teresa de Lisieux y el IES Infanta
Isabel son las que aportan el mayor número de participantes, un 20.17% y un 24.07%
respectivamente, sobre la muestra total, seguido de un 10.90% de participantes de la
escuela Betánia-Patmos. La escuela de L’Esperança es la que presenta un menor
porcentaje de participantes en el estudio (1.90%); las seis escuelas restantes muestran
porcentajes similares, que oscilan entre 4.07% y 5.45%.
73
Figura 3.1. Distribución de la muestra total según las escuelas.
278
22 Anna Ravell
50 Sta. Teresa de Lisieux
Betània-Patmos
0
total
154
101
71
74
Descripción del grupo de riesgo y de no riesgo:
El concepto de normal y de riesgo debe entenderse en el contexto en el que se habla. En
nuestro estudio la muestra que contesta los cuestionarios es toda comunitaria, pero se ha
decidido que para “identificar” de algún modo a los participantes con puntuaciones altas en
algunas escalas se les denominaría “grupo de riesgo” de TCA.
Los participantes que superaban el percentil ≥ 95 en, al menos, dos de estas tres escalas
del EDI-2: Obsesión por la delgadez, Bulimia e Insatisfacción corporal, se consideraron
población de riesgo. Este percentil se calculó de forma separada para chicos y chicas. Los
cuestionarios de 63 participantes (5.4%) fueron eliminados por no estar correctamente
cumplimentados, quedando una muestra final de 1092 participantes 50.4% chicos y 49.6%
chicas (media de edad 13.6 años y desviación estándar de 1.33). Garner et al. (1983)
argumentaron que estas escalas eran las que mejor evaluaban la sintomatología asociada a
las alteraciones de la conducta alimentaria. Gandarillas, Febrel, Galán, León, Zorrilla y
Bueno (2004), y Cotrufo, Barreta, Monteleone y Maj (1998) también han utilizado estas tres
escalas para definir la población de riesgo. El grupo de riesgo está formado por 93
participantes (54 mujeres y 39 hombres), es decir, un 9.6% del total de mujeres y un 6.6%
del total de hombres.
En el figura 3.3. se observa la distribución de la población comunitaria y de riesgo según la
variable sexo.
Población
comunitaria 1092
Screening
EDI-2: Eating Disorders and Inventory-2; OB: escala de Obsesión por la delgadez, IC: escala de Insatisfacción corporal, BU:
escala de Bulimia Nerviosa.
75
A.1. Variables antropométricas.
Se recogieron datos de peso y altura de todos los participantes, y se calculó el nivel
nutricional según el Índice de Masa Corporal (IMC) o Índice de Quetelet, como resultado del
cociente entre el peso (Kg.) y la altura (m.) elevada al cuadrado. Se clasificaron los
participantes según su IMC en 5 grupos, según sexo y edad (Adaptado del estudio Enkid;
Serra-Majem, Ribas Barba, Aranceta Bartrina, Pérez Rodrigo y Saavedra Santana, 2001). El
estudio Enkid (2001) es el resultado de la recogida de datos antropométricos de población
infantil y juvenil española, calculando los percentiles del IMC. En la tabla 3.2. se observan
los percentiles propuestos por Enkid y las categorías antropométricas atribuidas. Cabe
destacar que los percentiles del IMC se calcularon según la edad y el sexo.
Tabla 3.3. Distribución de la muestra total según sexo y las categorías del IMC.
76
B. INSTRUMENTOS DE EVALUACIÓN:
El EDI-2 es una versión revisada del cuestionario EDI (Garner et al., 1983), instrumento que
incluía tres escalas principales (Obsesión por la delgadez, Bulimia e Insatisfacción corporal)
y otras cinco escalas que medían comportamientos y actitudes relacionadas con el trastorno
del comportamiento alimentario (Ineficacia, Perfeccionismo, Desconfianza Interpersonal,
Conciencia Interoceptiva y Miedo a la madurez). La versión revisada (EDI-2) incluye las
ocho escalas originales y añade tres escalas más. El número de ítems de la prueba es de
91, con respuesta tipo Likert (0- nunca, 1- pocas veces, 2- a veces, 3- a menudo, 4- casi
siempre, 5- siempre). La tabla 3.4. recoge las escalas del EDI-2 y los objetivos de medida.
77
Objetivos de medida:
El EDI-2 permite recoger información relevante sobre la sintomatología relacionada con la
anorexia y bulimia nerviosa.
Para la población comunitaria los objetivos se centran en:
1. Detectar posible población de riesgo que pueda desarrollar un trastorno
del comportamiento alimentario.
2. Conocer las actitudes y comportamientos relacionados con las
alteraciones de la conducta alimentaria.
En población clínica son dos los objetivos para la aplicación del EDI-2:
1. Conocer las actitudes y síntomas relacionados con el trastorno del
comportamiento alimentario con el fin de planificar el tratamiento.
2. Evaluar la eficacia del tratamiento mediante el test-retest.
Cómo se ha desarrollado:
Garner et al. (1983), consideran la anorexia nerviosa como una dimensión que varía según
la intensidad y gravedad de los síntomas. El autoinforme EDI surge a partir del consenso de
varios clínicos expertos en el trastorno del comportamiento alimentario; los ítems se
plantean a partir de la sintomatología que manifiestan pacientes anoréxicos y bulímicos.
Garner et al. (1983), elaboraron el EDI y agruparon los ítems en ocho escalas. En el año
1990 el autor plantea una nueva revisión en la que amplía el cuestionario con 27 ítems
formando tres escalas más (Ascetismo, Impulsividad e Inseguridad social). El EDI-2 fue
publicado en el año 1990, en España se publicó y baremó con población española en el año
1998.
Características psicométricas:
La fiabilidad del EDI, evaluada mediante el alfa de Cronbach presenta coeficientes
superiores a 0.80 para los grupos de Anorexia Nerviosa (AN) en todas las escalas; la
correlación de ítem-escala es superior a 0.40, excepto en tres ítems que, de acuerdo con
Garner et al. (1983), se mantuvieron debido a la relevancia de su contenido. La fiabilidad
test-retest, después de un intervalo de una semana, presenta coeficientes de consistencia
interna superiores a 0.80 (Welch, Hall, Walkey, 1988); después de tres semanas, la escala
de Miedo a la madurez es la única con coeficientes de fiabilidad inferiores a 0.80. Para
muestras de chicas comunitarias Garner y Olmstead (1984) encuentran coeficientes de
78
fiabilidad superiores a 0.80, a excepción de las escalas de Miedo a la Madurez y
Perfeccionismo. En la tabla 3.5. se observan diversos estudios que analizan la fiabilidad,
utilizando tanto la puntuación directa como la transformada. Los estudios que utilizan
puntuaciones transformadas (Lee et al., 1997; Niv, Kaplan, Mitrani y Shiang, 1998; Rathner,
y Rumpold, 1994; Shore, y Porter, 1990; Spillane, Boerner, Anderson, y Smith, 1994)
muestran una fiabilidad entre .20 y .93 para muestras de chicas y entre .46 y .86 para
chicos. En ambos sexos la fiabilidad más alta se observa en las escalas de Insatisfacción
corporal y Obsesión por la delgadez, y la fiabilidad más baja en las escalas de
Perfeccionismo y Miedo a la Madurez. La fiabilidad del EDI y del EDI-2 con puntuaciones no
transformadas presenta coeficientes que oscilan entre .51 y .94 para mujeres (Schoemaker
et al., 1994; Van Strien y Ouwens, 2003). La fiabilidad más alta, para ambos sexos, se
observa en las escalas de Obsesión por la Delgadez e Insatisfacción corporal, y los
coeficientes más bajos son los de las escalas de Ascetismo y Miedo a la Madurez.
79
Tabla 3.5. Coeficientes de fiabilidad de las escalas del EDI y EDI-2 con puntuaciones directas y transformadas para muestras
no clínicas.
Puntuaciones transformadas
ESCALAS Shore et al., Rathner et al., Lee et al., 1997 Niv et Spillane et al., Schoemaker Van Strien et
EDI/ EDI-2 1990 1994 al., 2004 et al., 1994 al., 2003
1998
Chicas Chicos Chicas Chicos Chicas Chicos Chicas Chicas Chicos Chicas Chicas
Obsesión por .81 .73 .89 .67 .86 .80 .76 .91 .82 .86 .81
la madurez
Bulimia .69 .63 .78 .72 .82 .74 .44 .74 .63 .94 .78
Insatisfacción .91 .86 .88 .74 .89 .84 .86 .93 .83 .78 .93
corporal
Ineficacia .82 .75 .84 .84 .85 .81 .83 .79 .73 .83 .83
Perfeccionismo .70 .62 .60 .67 .70 .62 .60 .76 .69 .67 .68
Desconfianza .77 .66 .77 .72 .78 .76 .50 .74 .57 .73 .72
interpersonal
Conciencia .78 .75 .71 .70 .77 .73 .60 .83 .76 .65 .69
interoceptiva
Miedo a la .65 .46 .70 .64 .77 .76 .20 .80 .82 .65 .64
madurez
En la adaptación española, realizada por TEA ediciones, se contó con tres muestras
distintas, una comunitaria de 3.808 casos (hombres = 2057 y mujeres = 1751), 277
participantes en situación de riesgo (hombres = 26 y mujeres = 251) y 306 casos clínicos
(hombres = 4 y mujeres = 302). En la población comunitaria el rango de edad es de 13 a 21
años; debido a la variabilidad se forman tres subgrupos según la edad: 13-14 años (hombres
= 886 y mujeres 801), 15-16 años (hombres = 742 y mujeres = 631) y 17-18 años (hombres
= 370 y mujeres = 273). En ningún caso, en la población comunitaria aparecen baremos
para edades superiores a 18 años ni inferiores a 13. Shore y Porter (1990) aportan datos en
población de 11 años hasta los 18, según sexo y grupos de edad. En la muestra de
participantes en situación riesgo, de la adaptación española, no hay constancia de los
criterios que se estipulan para identificar a estos participantes. Finalmente, los baremos de
la población española clínica sólo abarcan a la población femenina, por ausencia de muestra
masculina. En la adaptación española del EDI-2, no aparecen datos de la edad de las
muestras clínicas ni las de riesgo.
80
Muro, Amador y Peró (2006) han realizado un análisis factorial exploratorio con rotación
oblimín del EDI-2. Encontraron una estructura de 21 factores, con valores propios mayores
de 1, que explican el 55.70% de la varianza. Como esta estructura no es fácilmente
interpretable se forzó a once (43.25% de la varianza explicada) para hacerla coincidir con el
número de escalas del EDI-2 (ver anexo 8.1.). Finalmente, los autores proponen una
estructura de cinco factores (Autopercepción negativa, Obsesión por la imagen corporal,
Autopercepción positiva, Miedo a la madurez y Pérdida de control sobre la comida) como la
estructura más parsimoniosa para población comunitaria adolescente catalana. La fiabilidad
de estos cinco factores es superior a la obtenida por los once factores propuestos por
Garner (1990).
Administración:
El EDI-2 puede aplicarse de forma individual o colectiva.
La edad de aplicación es de 11 años en adelante. El tiempo aproximado de aplicación es de
20 minutos. La administración de la prueba puede ser individual o colectiva.
El cuestionario se presenta como un instrumento que evalúa sentimientos y actitudes
relacionados con las alteraciones del comportamiento alimentario y en el que no hay
respuestas correctas o incorrectas. La persona deberá contestar para cada ítem un valor,
que oscila entre 0 (nunca) y 5 (siempre).
Corrección:
Los 91 ítems se valoran en una escala de seis puntos, 0 (Nunca), 1 (Pocas veces), 2 (A
veces), 3 (A menudo), 4 (Casi siempre) y 5 (Siempre). La puntuación de cada ítem sólo
contribuye a la valoración de una escala. Las puntuaciones directas de las escalas son el
resultado de la suma de todos los ítems que la componen. Garner et al. (1983) proponen un
sistema de puntuación transformando los puntos a una escala de 0 a 3 en lugar de 0 - 5; a
una puntuación directa de 1 a 3 se le asigna una respuesta “sintomática” (siempre =3, casi
siempre =2 y a menudo =1), y se asigna un 0 a las tres respuestas “asintomáticas” restantes
(a veces, pocas veces y nunca). Hay veintiséis ítems que se corrigen de forma inversa
(siempre = 0, casi siempre = 0, a menudo = 0, a veces = 1, pocas veces = 2, y nunca = 3).
El EDI-2 no proporciona una puntuación total. Puntuaciones altas en una escala indican la
presencia de síntomas asociados al contenido de la misma.
81
B.2. SCOFF:
El SCOFF (Morgan, Reid y Lacey, 1999) es un cuestionario de 5 ítems que se creó con el fin
de proporcionar a los centros de atención primaria un instrumento de screening, rápido y
fácil de administrar, para detectar posibles casos de TCA.
Este cuestionario consta de 5 ítems de respuesta dicotómica (si/no). La prueba se tradujo,
con el permiso de los autores, del inglés al catalán (direct translation), por dos profesionales
psicólogos, expertos en TCA; las dos traducciones se compararon para comprobar el
sentido de los ítems y se elaboró una versión final, que se tradujo al inglés (backtranslation)
por dos expertos, diferentes de los que elaboraron la direct translation. Finalmente, se
elaboró una versión final, a partir del acuerdo entre expertos sobre el contenido y la
traducción.
El SCOFF mide la sensación de saciedad, la pérdida de control sobre la comida, la pérdida
de peso y la obsesión por estar delgado.
Los ítems son:
1. ¿Te provocas el vómito porque te sientes demasiado lleno?
Et provoques el vòmit perquè et sents massa ple?
2. ¿Te preocupa haber perdido el control sobre la cantidad de comida que comes?
Et preocupa haver perdut el control sobre la quantitat de menjar que menges?
3. En los últimos tres meses, ¿Has perdido más de 6 kilos?
En els últims tres mesos, has perdut més de 6 kilos?
4. ¿Crees que estás gordo aunque otros te digan que estás demasiado delgado?
Creus que estàs gras encara que els altres et diguin que estàs massa prim ?
5. ¿Crees que la comida domina tu vida?
Creus que el menjar domina la teva vida ?
Objetivos de medida:
Detectar posibles casos de trastorno del comportamiento alimentario.
Cómo se ha desarrollado:
Los ítems de este cuestionario surgen a partir de la información que algunos especialistas
de TCA recogen en su experiencia profesional. La muestra que utilizan estos profesionales
para elaborar el cuestionario consta de un grupo clínico de 116 mujeres, 68 con diagnóstico
de Anorexia nerviosa y 48 con Bulimia nerviosa, y una muestra de control de 96 mujeres.
Las edades de estos grupos oscilan entre 18 y 40 años. A las participantes de la
investigación se les administró el SCOFF de forma oral, junto a otras dos pruebas escritas
82
(Eating Disorder Inventory- EDI y Bulimic Investigatory Test Edimburg- BITE). No se
encontraron diferencias estadísticamente significativas según la edad o la raza.
Características psicométricas:
La consistencia interna del SCOFF presenta índices entre 0.43 (Rueda, Díaz, Ortiz, Pinzón,
Rodríguez y Cadena, 2005) y 0.47 (Siervo, Boschi, Papa, Bellini y Falconi, 2005). Garcia-
Campayo, Sanz-Carrillo, Ibañez, Lou, Solano y Alda (2005) obtienen coeficientes de
fiabilidad test-retest de 0.97, con un intervalo de aplicación de entre 10 y 15 días.
83
Tabla 3.6. Índices de sensibilidad y especificidad e intervalos del SCOFF para diferentes puntos de corte.
Siervo et Clínica 16-35 2 Criterios DSM-IV 94% (no informado) 21% (no informado)
al. (2005) N=162 chicas (Media=24.6) EAT-26 (r= .34)
Italia (Italiano) TFEQ (r= .36)
SCOFF
3 77% (no informado) 50% (no informado)
Siervo et al. (2005) presentan datos sobre la validez de concurrente del SCOFF, del Three-
Factor Eating Questionnaire: TFEQ (Stunkard y Messick, 1990) y del Eating Attitudes Test:
EAT 26 (Garner, Olmsted, Bohr y Garfinkel, 1982). Encuentran correlaciones significativas
que oscilan entre 0.31 (con las escalas de Desinhibición y Hambre) y 0.36 (puntuación total
del TFEQ), y de 0.34 con las escalas de Dieta, Preocupación por la comida y la puntuación
total del EAT 26.
Muro, Amador y Morgan (2007) presentan datos sobre la validez discriminante del SCOFF
en población comunitaria adolescente catalana (ver apartado resultados A.2.3.). Encuentran
que el mejor punto de corte para esta población es de 2, coincidiendo con los autores del
cuestionario (Morgan et al., 1999). Obtienen una sensibilidad de 70,6% y una especificidad
de 75,6%. Los índices de fiabilidad para esta muestra son medios, y la validez concurrente
con el EDI-2 muestra valores entre bajos y medios (ver tabla 8.1. en anexo).
Administración:
La administración de esta prueba puede ser oral o escrita. Perry, Morgan, Reid, Brunton,
O'Brien, Luck, et al. (2002) analizan el grado de acuerdo entre la administración oral o
escrita del SCOFF en un grupo de 185 estudiantes de enfermería y de obstetricia mediante
la Kappa de Cohen. Obtuvieron un grado de acuerdo de 0.81 para la puntuación total y entre
0.8 y 0.94 para la puntuación de los ítems.
84
Corrección:
Los cinco ítems son de respuesta dicotómica (No = 0; Si = 1). La puntuación total del
cuestionario se obtiene sumando el valor de los cinco ítems, que oscila entre 0 y 5. Según
los autores una puntuación total superior o igual a 2 identifica al participante como
perteneciente al grupo de riesgo de presentar un TCA.
85
B.3. Cuestionario de hábitos alimentarios (Muro y Amador, 2002)
El cuestionario de hábitos alimentarios fue elaborado por Muro y Amador (2002) con el fin de
evaluar las costumbres que los adolescentes tienen en relación a las comidas. Este
autoinforme se elaboró específicamente para este estudio (Ver anexo II).
86
Objetivos de medida:
El cuestionario de hábitos alimentarios se diseñó para este estudio con el fin de evaluar
diferentes variables relacionadas con el acto de comer. Se fundamenta en un modelo
sociocultural, es decir, las horas de las comidas se interpretan como espacios de
comunicación, educación y relaciones sociales.
Cómo se ha desarrollado:
Este cuestionario surge a partir de la necesidad de medir ciertos aspectos sociales que
envuelven el acto de comer en nuestra sociedad. Para ello se tuvieron en cuenta varios
cuestionarios de alimentación (Colegio Oficial de Farmacéuticos de Barcelona, 2001; Sibel
et al., 1999) que se utilizaron como guía para desarrollar el que se presenta en este estudio.
Su elaboración se centró en dos apartados: (a) aspectos sociales que influyen en el acto de
comer del adolescente y, (b) temas relacionados con la dieta. En el año 2002 se elaboró el
cuestionario definitivo de hábitos alimentarios en versión bilingüe, en catalán y castellano.
Administración:
La administración puede ser individual o colectiva. El cuestionario se presenta como un
instrumento que evalúa aspectos sociales relacionados con las comidas y en el que no hay
respuestas correctas o incorrectas. Para cada ítem se debe escoger una respuesta, que en
algunos casos será dicotómica (si/no), en otros la respuesta será de opción múltiple y, en
otros ítems, hay que seleccionar una opción en una escala de tipo likert.
Corrección:
Los 26 ítems se valoran como presentes o ausentes según la respuesta de la persona. La
puntuación de cada ítem sólo contribuye a la valoración de un bloque. Los ítems que tengan
opción múltiple de respuesta se valorarán como presentes o ausentes, aunque en algunos
ítems las categorías no serán excluyentes entre sí y el participante podrá marcar varias
opciones de respuesta. El cuestionario de hábitos alimentarios no proporciona una
puntuación total.
87
B.4. EDE -12 (Eating Disorders Examination, 2001)
La entrevista consta de cuatro escalas que miden aspectos relacionados con el peso, la
figura, la restricción de la comida y la preocupación por la comida. En la tabla 3.7. se
presentan las escalas de la entrevista y los ítems que las componen.
Esta entrevista ofrece el diagnóstico de un TCA, según los criterios diagnósticos del DSM-IV
(APA, 1994), a partir de unos ítems identificados como diagnósticos (ver tabla 3.8.).
Restricción en la comida
Evita comer
Restricción Tener el estómago vacío
Evita la comida
Normas dietéticas
88
La EDE también evalúa el Trastorno de sobreingesta. Incorpora cuatro tipos de episodios de
sobreingesta y episodios bulímicos, según éstos sean objetivos o subjetivos; estas
categorías son mutuamente excluyentes (ver tabla 3.9.). El episodio bulímico objetivo (EBO)
consiste en comer mayor cantidad de comida de lo habitual acompañado de pérdida de
control. El episodio bulímico subjetivo (EBS) consiste en comer de forma excesiva y
acompañado de pérdida de control, pero esta cantidad de comida no se considera
objetivamente excesiva.
No pérdida de control Episodio objetivo de sobreingesta (EOS) Episodio subjetivo de sobreingesta (ESS)
La entrevista EDE-12 fue traducida al catalán para esta investigación. La direct translation
(inglés al catalán) fue realizada por dos profesionales psicólogos, expertos en TCA; ambas
traducciones se compararon para corroborar el sentido de los ítems y se hizo una versión
final, que se tradujo al inglés (backtranslation por dos expertos, diferentes de los que
elaboraron la direct translation. Finalmente, se elaboró una versión final, a partir del acuerdo
entre expertos sobre el contenido y la traducción.
Objetivos de medida:
La entrevista EDE permite diagnosticar TCA (anorexia y bulimia nerviosa y el trastorno por
atracón) según los criterios del DSM-IV. Evalúa la sintomatología de estos trastornos en el
mes anterior (EDE) y en los tres meses anteriores (EDE-12). La EDE recoge información
asociada al TCA que no puede ser evaluada en los cuestionarios de autoinforme.
Cómo se desarrolló:
La EDE se elaboró con el fin de evaluar aspectos no recogidos en los cuestionarios de
autoinforme y con propósitos de diagnóstico y de investigación. La entrevista EDE original
(Cooper y Fairburn, 1987) comprendía 62 ítems agrupados en cinco escalas (ver tabla 3.10.)
que evaluan el estado actual del paciente y los síntomas asociados al TCA durante las
últimas 4 semanas, siguiendo los criterios del DSM-III-R.
89
Tabla 3.10. Escalas originales del EDE (1983).
ESCALAS DEL EDE
Restricción Mide la ingestión de comida, la tendencia a evitar ciertos alimentos y/o
comidas y el seguimiento de normas dietéticas.
Bulimia o sobreingesta Evalúa la frecuencia de episodios bulímicos objetivos y subjetivos. También
mide la pérdida de control, y el grado de severidad de la sobreingesta en
términos de duración de los episodios y la percepción de lo lleno que se
siente la persona.
Preocupación por la comida Mide los pensamientos sobre la comida, el miedo a la pérdida de control
sobre la comida, la preocupación de comer con otros, comer a escondidas y
sentirse culpable después de comer.
Preocupación por el peso Mide la preocupación sobre el peso, la insatisfacción con el peso, la
búsqueda de pérdida de peso.
Mide la preocupación por la figura, el miedo a engordar, la búsqueda de la
Preocupación por la figura delgadez, las situaciones de evitación de exposición del cuerpo.
Corrección:
Los ítems se valoran en términos de severidad y de frecuencia con la que ocurren los
síntomas. La mayoría de las preguntas de la entrevista EDE puntúan en una escala de siete
puntos (0-6), el 0 representaría la ausencia del síntoma y el 6 la presencia del mismo en un
grado extremo. Tanto la severidad como la frecuencia se miden según una escala de siete
puntos, la severidad evalúa la intensidad en que la persona percibe un síntoma y la
frecuencia se mide con el número de días en que aparece dicho síntoma, teniendo como
referencia un mes. En la tabla 3.11. se observan los rangos de las puntuaciones según el
grado de severidad y de frecuencia del síntoma.
90
Tabla 3.11. Rango de respuesta de severidad y frecuencia en la EDE-12.
Puntuaciones de Severidad Puntuaciones de Frecuencia
0- Ausencia del síntoma 0- Ausencia del síntoma
1 1- Presencia del síntoma en 1-5 días
2 Presencia del síntoma leve 2- Presencia del síntoma en 6-12 días
3 3- Presencia del síntoma en 13-15 días
4- Presencia del síntoma moderado 4- Presencia del síntoma en 16-22 días
5- Presencia del síntoma aunque no es 5- Presencia del síntoma en 23-27 días
suficientemente severo para marcar un 6
6- Aparece el síntoma de forma severa 6- Presencia del síntoma cada día
Características psicométricas:
La tabla 3.12. recoge diversos estudios que ofrecen datos sobre la consistencia interna de la
EDE-12. Los coeficientes de fiabilidad oscilan entre 0.60 (escala de Restricción) y 0.88
(escala de Preocupación por la figura).
Ravaldi, Vannacci, Truglia, Zucchi, Mannucci, Rotella et al. (2004) analizaron la fiabilidad
test-retest en población clínica, obteniendo índices superiores a 0.63 en todas las escalas y
superiores a 0.50 para cada ítem, a excepción de los ítems de hacer resopón después de la
cena y un máximo de dos meses de descanso sin episodios bulímicos objetivos.
91
Rosen Vara, Wendt, y Leitenberg, (1990) presentan datos sobre la validez concurrente,
encontrando coeficientes moderados entre la EDE y otras medidas de restricción alimentaria
y sobreingesta recogidas a partir de un dietario alimentario.
En cuanto a la validez discriminante, Rosen et al., (1990) indican que la entrevista EDE no
aporta información nueva que discrimine entre participantes controles en dieta y
participantes con TCA. Raich, Mora, Sánchez y Torras (2000) encontraron que la entrevista
EDE-12 tiene una buena capacidad discriminante para diferenciar entre población
universitaria comunitaria y población clínica española.
Corrección:
Para obtener un diagnóstico de TCA según los criterios diagnósticos del DSM-IV, habrá que
valorar los ítems diagnósticos que se incluyen en la EDE-12, indicando la presencia y/o
ausencia de los mismos. De este modo se obtendrá un diagnóstico de anorexia nerviosa,
bulimia nerviosa, trastorno por atracón o trastorno de la conducta alimentaria no
especificado (TCANE).
92
B.5. APQ (Cuestionario de Personalidad para Adolescentes). 16 PF
Las escalas primarias son bipolares, y sitúan a la personaen uno de los polos. En la tabla
3.13. se muestran las escalas primarias y la descripción de sus polos.
Las dimensiones globales representan cinco factores de personalidad extraídos por Cattell
y corresponden a escalas de segundo orden (ver tabla 3.13.). Cada una de las escalas
globales está formada por un conjunto de escalas primarias y se definen según el polo alto
(+) o bajo (-).
La Extraversión es el resultado de la agrupación de seis escalas primarias; Afabilidad (A+),
Animación (F+), Vigilancia (L-), Privacidad (N-) y Autosuficiencia (Q2-); en el grupo de los
chicos también se incluye la escala de Atrevimiento (H+). La persona extravertida se muestra
abierta hacia las personas y busca relacionarse con los demás. La persona introvertida
suele presentarse menos sociable.
93
La escala de Ansiedad se compone de las escalas de Aprensión (O+), Tensión (Q4+) y
Estabilidad emocional (C-). En el grupo de chicos las escalas de Vigilancia (L+) y Apertura al
cambio (Q1-) también se incluyen; en el caso de las chicas además de las que se añaden al
grupo de chicos, se suma la escala de Atrevimiento (C-). Las personas que puntúan bajo,
poca ansiedad, se manifiestan menos alteradas; mientras que las personas ansiosas, tienen
dificultades para controlar sus emociones.
El factor global de Dureza incluye las escalas de Afabilidad (A-), Sensibilidad (I-), Abstracción
(M-) y Apertura al cambio (Q1-), todos en sentido negativo o polo bajo. Una persona que
puntúa alto en la escala de dureza tendrá dificultades para aceptar nuevos puntos de vista.
La persona receptiva, tenderá a estar abierta a nuevas experiencias.
La escala de Independencia está formada por las escalas de Dominancia (E+), Atrevimiento
(H+), Animación (F+), Vigilancia (L+), Apertura al cambio (Q1+), Tensión (Q4+), todas en
sentido positivo. La persona independiente puede ser ineficaz cuando se requiera adaptarse
a una nueva situación; por el contrario, la persona dependiente o acomodaticia, se mostrará
tímida, confiada y tradicional.
Finalmente, la escala global de Autocontrol incluye las escalas de Atención a las normas
(G+) y Perfeccionismo (Q3+) ambas en sentido positivo, la Abstracción (M-) en sentido
negativo, en ambos sexos se acompaña de Apertura al cambio (Q1-) y Afabilidad (A+). En el
grupo de chicos también destaca la escala de Animación (F1-), en su polo bajo. La persona
con puntuación alta puede inhibir sus impulsos, pero la persona desinhibida tiene problemas
para reprimirse.
La tabla 3.14. presenta las dimensiones globales del APQ y las escalas primarias que las
forman.
Tabla 3.14. Dimensiones globales del APQ y las escalas primarias de cada dimensión.
Polos
Dimensiones globales Escalas primarias
+ -
94
En el apartado de Preferencias Ocupacionales se reúnen seis tipos de actividades
ocupacionales basadas en la teoría de Holland (1973) que define seis tipos de ocupaciones:
Realista, Investigador, Artístico, Social, Emprendedor y Convencional. Se deben valorar de 0
a 5 cada una de las preferencias, según el orden de importancia.
El tipo manual, Realista según la tipología de Holland, representa a una persona a la que le
gusta trabajar con las manos, interesada en los objetos y que tiende a ser práctica.
El tipo Científico, Investigador según Holland, incluye a las personas a las que les atraen las
ideas y la investigación.
El tipo Artístico, igual en la tipología de Holland, hace referencia a personas creativas, a las
que no les suelen gustar las tareas estructuradas.
El tipo de Gestión, Emprendedor según Holland, se trata de personas que tienden a
persuadir a otros y dirigen equipos.
El de Ayuda, Social según Holland, es característico de las personas que quieren ayudar a
otros y estar con ellos.
Y, finalmente, el tipo Organizacional, Convencional para Holland, se refiere a aquella
persona a quien le interesan las actividades relativas a la organización y a la contabilidad.
En la tabla 3.15. se presentan las preferencias ocupacionales del cuestionario APQ y lo que
significa cada una de ellas.
Artístico Es creativo
95
(es el resultado de la suma de las tres escalas anteriores). La segunda categoría formada
por 25 ítems se refiere a Meterse en problemas, se compone de Ira-agresión (sentimientos
violentos hacia otros), Dificultades con la autoridad (meterse en problemas serios),
Dificultades con la adicción (problemas con el alcohol o drogas) y Total problemas
(combinación de las tres escalas anteriores). El Contexto en que se han vivido las
dificultades (casa o escuela) se compone de 10 ítems. Finalmente, la escala de Estrategias
de afrontamiento, compuesta por 7 ítems, evalúa la competencia social, la eficacia en las
tareas y métodos de afrontamiento (resolviendo problemas, utilizando valores aplicables a
las situaciones y/o cambiando la actitud).
Dificultades cotidianas
Malestar personal
Desánimo (5 ítems)
Preocupación (6 ítems)
Imagen pobre de sí mismo (6 ítems)
Disconformidad general (17 ítems)
Meterse en problemas
Ira – agresión (4 ítems)
Dificultades con la autoridad (4 ítems)
Dificultades con la adicción (4 ítems)
Total en dificultades (12 ítems)
Contexto donde se viven las dificultades
Dificultades en su casa (5 ítems)
Dificultades en el colegio (3 ítems)
Estrategias de afrontamiento
Afrontamiento deficiente (6 ítems)
Objetivos de medida:
El objetivo de este autoinforme es evaluar rasgos de personalidad, las preferencias
ocupacionales y las dificultades cotidianas de los adolescentes.
Cómo se ha desarrollado:
El 16 PF Adolescent Personality Questionnaire (APQ) surgió a partir del proyecto de
actualizar el HSPQ (High School Personality Questionnaire; Cattell, Cattell y Johns, 1984;
2001).
La revisión del cuestionario HSPQ fue llevada a cabo a partir del año 1986 por el equipo de
Cattell. En 1992, se reescribieron los ítems de nuevo con el fin de adaptarlos a población
adolescente. En la primera versión propusieron 240 ítems que, posteriormente, se
resumieron en 228 que sólo medían aspectos relacionados con personalidad. Después de
administrar esta versión a participantes menores de 24 años, se creó la segunda versión
96
compuesta por 264 ítems. Posteriormente los ítems fueron reescritos de nuevo y se
administró la última versión a 800 participantes, dando como resultado la estandarización de
la última versión que se denominó 16 PF Adolescent Personality Questionnaire (APQ).
Características psicométricas:
La consistencia interna de la prueba, evaluada mediante el alfa de Cronbach, presenta
coeficientes de fiabilidad de los factores primarios que oscilan entre 0.64 (Apertura al
cambio) y 0.83 (Atrevimiento); en cuanto a las preferencias ocupacionales se refiere, los
índices oscilan entre 0.46 (Organización) y 0.75 (Manual). El índice más alto de fiabilidad en
el apartado de Dificultades cotidianas es de 0.78 (Total de problemas) y el más bajo
corresponde al contexto de la escuela (0.42) (Schuerger, 1991)
En la adaptación española, realizada por TEA (2003), se contó con población adolescente
entre 12 y 17 años de edad (N= 4229), de cursos comprendidos entre 1º de ESO y 2º de
Bachillerato, tanto de centros públicos como concertados.
La fiabilidad de la adaptación española mediante el alfa de Cronbach, presenta índices entre
0.58 (Dominancia) y 0.80 (Atrevimiento) para las escalas primarias; entre 0.42
(Organización) y 0.70 (Manual) para el apartado de Preferencias Ocupacionales y, entre
0.33 (Dificultades en la escuela) y 0.79 (Disconformidad consigo mismo) para las
Dificultades cotidianas. Hasta el momento, no se han realizado estudios sobre la validez de
la adaptación del APQ en España.
Para la baremación española se pidió colaborar con el autor de la adaptación aportando
desde nuestro estudio un total de 1157 participantes, pero el proceso de baremación
concluyó antes de la recogida final de nuestros cuestionarios.
Administración:
97
La edad de aplicación preferente es de 12 a 19 años. El tiempo aproximado de aplicación es
de 45 a 60 minutos. La administración de la prueba puede ser individual o colectiva.
El cuestionario se presenta como un instrumento que evalúa dieciséis rasgos de
personalidad, mide también, estilos de respuesta, preferencias ocupacionales y problemas
cotidianos.
Corrección:
Los 200 ítems se corrigen de forma mecánica y proporcionan un perfil con las puntuaciones
directas y transformadas (centiles o típicas) de todas las escalas. El perfil se presenta con
puntuaciones centiles. Para la corrección de los perfiles de este estudio se pidió a TEA la
corrección mecanizada.
98
B.6. CRI-Y (Coping Responses Inventory- Youth):
FOCO
Aproximación Evitación
M
É
T Cognitivo 1. Análisis lógico (AL) 5. Evitación cognitiva (EC)
99
La descripción de las escalas del CRI-y y lo que evalúan se presentan en la tabla 3.18.
Tabla 3.18. Descripción de las escalas del CRI-Y y aspectos que evalúan.
Estrategias de Aproximación:
1. Análisis lógico (AL) Mide los intentos cognitivos que hace el adolescente para entender o
prepararse mentalmente frente a un estresor o sus consecuencias.
2. Reevaluación positiva (RP) Evalúa los intentos cognitivos que hace el adolescente para evaluar el
problema de forma positiva mientras acepta la situación
3. Búsqueda de guía (BG) Mide los intentos que el adolescente lleva a cabo para buscar información,
guía o apoyo
4. Resolución de problemas Mide los intentos que hace el adolescente para resolver el problema
(RPb)
Estrategias de evitación
1. Evitación cognitiva (EC) Se refiere a los intentos cognitivos que hace la persona para evitar pensar
sobre el problema
2. Aceptación o resignación Mide los intentos cognitivos que realiza el adolescente para resignarse o
(AR) aceptar el problema
3. Búsqueda de gratificación Evalúa los intentos que hace el individuo para alejarse del problema,
(BGr) haciendo actividades, buscando o creando nuevas fuentes de satisfacción
4. Descarga emocional Mide los intentos que hace la persona para reducir su tensión expresando
(DE) emociones
Para este estudio se ha añadido una escala que mide la intensidad que el adolescente
adjudica al problema que describe.
Objetivos de medida:
Evaluar las estrategias de afrontamiento que el participante utiliza según el problema que
expresa.
Cómo se ha desarrollado:
El CRI-Y se desarrolló en cinco fases:
1. Identificación de las estrategias de afrontamiento y desarrollo de los ítems: El autor
escogió para trabajar las estrategias de afrontamiento los dos enfoques que se
refieren al foco y al método de las mismas. Los ítems surgen a partir de las
descripciones de cómo los adolescentes se enfrentan a los problemas.
2. Construcción preliminar del cuestionario: Se inició con 10 dimensiones de estrategias
de afrontamiento. Los ítems se adaptaron a un formato de respuesta estructurado.
Se escogieron 100 ítems y se utilizaron para hacer entrevistas piloto.
3. Revisión de los ítems según las entrevistas piloto: Se llevaron a cabo 40 entrevistas
en las que se presentaban distintas situaciones cotidianas. Se examinó la claridad y
100
el contenido de los ítems. También se incluyeron preguntas abiertas. Un experto
revisó la claridad de los ítems y propuso el CRI-Y con 72 ítems.
4. Primera revisión del inventario: Se administró el CRI-Y de 72 ítems a 315
adolescentes. La población era comunitaria, con problemas de salud y patologías
psiquiátricas. La finalidad de la aplicación en una población tan diversa era comparar
los resultados entre adolescentes con y sin problemas.
5. Segunda revisión del inventario: Se volvió a administrar el cuestionario de 12 a 15
meses después.
Características psicométricas:
Según Moos (1992), la consistencia interna de las escalas es moderada para chicos y
chicas. Los coeficientes oscilan entre 0.55 (Escala de Aceptación o resignación) y 0.72
(Escalas de Búsqueda de guía y Descarga emocional), en el grupo de chicas, y entre 0.61
(Descarga emocional) y 0.79 (Reevaluación positiva) en el grupo de los chicos. La fiabilidad
test-retest con un intervalo de 12 a 15 meses mantiene unos índices de consistencia interna
estables para ambos sexos. La EC y la DE parecen más estables en los chicos (r = 0.46 y
0.39) que en las chicas (r = 0.27). Por el contrario, el AL y la BG muestran más estabilidad
en el grupo de las chicas (r = 0.31 y 0.41) que en los chicos (r = 0.17 y 0.22).
Moos (1992) presenta datos sobre la validez de constructo con distintos grupos de
adolescentes (grupo sano, grupo depresivo, grupo con problemas de conducta y grupo con
enfermedad reumática) entre los que encuentra diferencias según las estrategias de
afrontamiento.
Forns, Amador, Kirchner, Gómez, Martorell y Muro (2005) presentan las características
psicométricas del CRI-Y en versión española. La consistencia interna de las escalas es
moderada y oscila entre .40 y .63. La validez de criterio corrobora la relación entre el uso de
estrategias de evitación y el aumento de síntomas psicopatológicos.
Administración:
La prueba puede aplicarse a adolescentes entre 12 y 18 años, de forma individual o
colectiva.
Corrección:
Para la primera parte del cuestionario, que se refiere a la descripción de un problema, Forns
et al. (2004) han propuesto un sistema de codificación multiaxial de los problemas
expresados por los adolescentes según cuatro categorías: naturaleza del problema
101
(identifica a quién le sucede el problema), contenido del problema (identifica la temática del
problema), participantes del problema (se refiere a quién ha intervenido en el problema) y
ámbito de ocurrencia (identifica el contexto donde ha sucedido el problema). En la tabla
3.19. se concretan todas las categorías del sistema de codificación de los problemas según
Forns et al. (2004).
Cabe destacar que para el presente estudio se añadió una categoría más en el apartado de
Contenido del problema, problema de alimentación. También se añadió una codificación
nueva sobre la intensidad del problema que expresa el adolescente, que valora en una
escala de 1 a 5 (nada, un poco, bastante, mucho, muchísimo).
Tabla 3.19. Sistema de codificación de los problemas relatados por los adolescentes.
N- Naturaleza del problema N-1 Personal
N-2 Interpersonal
N-3 Ajeno
C- Contenido del problema C-1 Relación
C-2 Divorcio, separación
C-3 Autoculpa
C-4 Rendimiento escolar
C-5 Cambio de hogar, residencia, escuela
C-6 Conflicto con normas y reglas
C-7 Victimización
C-8 Deportes, ocio o vacaciones
C-9 Salud, enfermedad, accidentes
C-10 Adicciones
C-11 Dinero, economía, trabajo
C-12 Muerte, suicidio
C-13 Otros, no específico
C-14 Problemas de alimentación
P- Participantes en el problema P-1 Sujeto
P-2 Núcleo familiar: padres, hermanos
P-3 Familia extensa
P-4 Compañeros, amigos
P-5 Pareja
P-6 Profesores
P-7 Adultos
P-8 Animales
AO- Ámbito de ocurrencia del AO-1 Hogar y entorno familiar extenso
problema
AO-2 Escuela, instituto
AO-3 Ocio, deporte
AO-4 Barrio, y contextos físicos y laborales
AO-5 No especificado
102
Ejemplo de codificación de problema:
“Mi bisabuela está en el hospital y ha tenido una embolia”……N3 + C9 + P3 + AO4
“Con la comida soy muy problemática, no me gustan muchas cosas”…N1 + C14 + P1+ AO1
La segunda parte del cuestionario, las diez preguntas referentes al problema, se contabilizan
una a una según la opción de respuesta (Seguro que no = 0, Generalmente no = 1,
Generalmente sí = 2, Seguro que sí = 3).
Para la tercera y última parte del cuestionario, se hace un recuento de los ítems
correspondientes a cada estrategia de afrontamiento. En el caso de ítems no contestados se
hará un prorrateo según sean uno o más ítems sin contestar.
Las puntuaciones directas se transforman en típicas y crean un perfil individual, que incluirá
las respuestas de evitación y afrontamiento expresadas por los adolescentes, también
permite comparar los resultados individuales con el grupo normativo.
103
C. PROCEDIMIENTO:
104
Tabla 3.20. PREVISIÓN DE ESCUELAS
MUESTREO DE LAS ESCUELAS DE BARCELONA CIUDAD
(Según el distrito)
2. EIXAMPLE
106
C.2. Aplicación de las pruebas:
En primer lugar se pidió la participación de la dirección de la escuela, luego se informó a los
padres, mediante una carta, sobre el estudio donde sus hijos podían participar y, finalmente,
se pidió el asentimiento de los chicos para la administración de las pruebas.
La administración de las pruebas fue de forma colectiva. Al inicio de la administración de los
cuestionarios se les explicaba a los participantes el objetivo de la investigación y se
informaba de la confidencialidad de los datos. Para la identificación de los participantes se
les pedía fecha de nacimiento e iniciales de nombre y apellidos y poder así agrupar las cinco
pruebas que se administraron a cada participante. Después de completar los cuestionarios,
el alumno pasaba a un espacio habilitado al efecto donde el examinador lo pesaba y tallaba,
siempre descalzo.
Segundo estadio:
En una segunda fase, se seleccionó la muestra de riesgo a partir de las puntuaciones del
EDI-2, tal y como se ha comentado en el apartado de la muestra (ver pag. 70). A los
participantes que superaban una puntuación en el EDI-2 superior al centil 95 en al menos
dos de tres escalas se les administró, de forma individual, la entrevista semiestructurada
EDE-12 por la autora de este trabajo (P.M.), entrenada por el equipo del Dr. Fairburn.
Veintidós participantes del grupo de riesgo no quisieron colaborar en la segunda parte del
estudio.
107
Una vez recogidos todos los datos se entregaba a cada escuela una carta de
agradecimiento por su colaboración y un informe sobre los datos más característicos de los
hábitos alimentarios de los cursos evaluados y, en los casos del grupo de riesgo, se informó
al psicólogo de la escuela y/o al tutor. En caso necesario se hizo derivación clínica. La
recogida de datos se llevó a cabo desde el mes de mayo de 2003 hasta febrero de 2004.
108
CAPÍTULO 4
RESULTADOS
109
A. Características psicométricas de las pruebas:
En este apartado se presentan las características psicométricas de los instrumentos
administrados a los participantes y se analiza el efecto de las variables del sexo y del curso
académico, para cada cuestionario.
Los análisis realizados con este cuestionario se han hecho a partir de las puntuaciones
directas, no transformadas, tal y como varios autores recomiendan para muestras
comunitarias, ya que consideran que la variabilidad disminuye significativamente con las
puntuaciones transformadas en estas muestras (Lee, Lee, Leung y Yu, 1997; Machado,
Gonçalves, Martins y Soares, 2001; Muro et al., 2006; Schoemaker, Van Strien y Van der
Staak, 1994; Wear y Pratz, 1987). En la tabla 4.1. se presentan las medias y las
desviaciones típicas de las once escalas del EDI-2 (Garner, 1990). Las medias para esta
muestra oscilan entre 7.03 (Bulimia) y 19.60 (Desconfianza interpersonal).
Tabla 4.1. Medias y desviaciones típicas de las puntuaciones de las escalas del EDI-2
110
A.1.1. Análisis de las puntuaciones según sexo y curso escolar:
111
por estar delgadas que aumentan según la edad; en el grupo de los chicos esta
preocupación va disminuyendo con la edad.
112
Figura 4.1. Puntuaciones medias de la escala Obsesión por la delgadez según sexo y curso.
Puntuaciones directas (P.D.)
25
20
Chico
15
Chica
10
5
6º 1º ESO 2º ESO 3º ESO 4º ESO
primaria
25
20
Chico
P.D.
15
Chica
10
5
6º 1º ESO 2º ESO 3º ESO 4º ESO
primaria
Figura 4.3. Puntuaciones medias de la escala Insatisfacción corporal según sexo y curso.
25
20
Chico
P.D.
15
Chica
10
5
6º 1º ESO 2º ESO 3º ESO 4º ESO
primaria
25
20
Chico
P.D.
15
Chica
10
5
6º 1º ESO 2º ESO 3º ESO 4º ESO
primaria
113
En relación a la escala de Perfeccionismo se aprecian diferencias significativas según el
sexo y el curso académico. La puntuación media de los chicos es más elevada y esto indica
que los chicos presentan una mayor exigencia de sí mismos y tienden a pensar más que lo
que se espera de ellos son resultados excelentes, en comparación con el grupo de las
chicas (Medias chicos = 12.65; chicas = 11.08). Según el curso académico, se observan
diferencias estadísticamente significativas entre los cursos de 6º de primaria y 1º y 4º de
ESO; es decir, los chicos y chicas más jóvenes se muestran más exigentes consigo mismos
que los mayores (Medias 6º= 13.79; 1º= 11.68; 4º= 10.99). El tamaño del efecto, tanto para
la variable sexo como curso es muy bajo.
La figura 4.5. presenta la evolución de las puntuaciones medias de la escala de
Perfeccionismo. Se observa que en el caso de los chicos, en 6º de primaria muestran la
mayor puntuación media que va disminuyendo levemente a lo largo de los cursos escolares
hasta 4º de ESO. Para las chicas también se aprecia una disminución de las puntuaciones,
aunque a partir de 1º de ESO hasta 3º de ESO hay un leve ascenso de las mismas, que
vuelven a disminuir en 4º de ESO. Se aprecian diferencias estadísticamente significativas en
el curso de 1º de ESO entre chicos y chicas (t (305) =2.97; p=.003; r=0.17), siendo ellos los
que muestran una mayor autoexigencia que las chicas (Medias chicos = 12.69; chicas =
10.63). También se muestran diferencias significativas en 2º de ESO (t (230) =2.16; p=.032;
r=0.14), en este caso también son ellos los que manifiestan una mayor exigencia de sí
mismos en comparación con el grupo de chicas (Medias chicos = 12.64; chicas = 10.97).
114
chicas = 17.34; chicos = 14.52). El tamaño del efecto para las variables sexo y la interacción
sexo y curso es bajo.
En la figura 4.7., se observan las puntuaciones medias de la escala de Conciencia
interoceptiva según sexo y curso. En cuanto a la evolución de las puntuaciones se refiere,
en el caso de los chicos se aprecia un declive de las medias hasta 4º de ESO, pero de forma
irregular. En el caso de las chicas ocurre una tendencia contraria, hay un aumento de las
puntuaciones medias hasta 3º de ESO, donde alcanza el punto más alto y, en 4º de ESO se
aprecia una disminución de la media. Las flechas de la figura indican diferencias
estadísticamente significativas en el curso de 3º de ESO entre chicos y chicas (t (230) =4.94;
p≤.001; r=0.31); son ellas las que presentan mayores dificultades en interpretar las
sensaciones viscerales, en comparación con el grupo de chicos (Medias chicas = 18.86;
chicos = 13.62). También se observan diferencias estadísticamente significativas en el curso
de 4º de ESO (t (174) =3.80; p≤.001; r=0.28), el grupo de las chicas son las que muestran más
problemas para identificar y reconocer emociones (Media chicas =17.48; chicos = 13.47).
=2.77; p=.007; r=0.25), es el grupo de los chicos quien manifiesta tener mayor miedo a la
etapa adulta que las chicas (Medias chicos = 17.97; chicas = 15.20). También se aprecian
estas diferencias en el curso de 1º de ESO (t (294) =2.70; p=.007; r=0.16), son ellos los que
también expresan un mayor respeto hacia la edad adulta en comparación con las chicas
(Medias chicos = 18.01; chicas = 16.12).
115
Figura 4.5. Puntuaciones medias de la escala de Perfeccionismo según sexo y curso.
25
20
Chico
P.D.
15
Chica
10
5
6º 1º ESO 2º ESO 3º ESO 4º ESO
primaria
Figura 4.6. Puntuaciones medias de la escala de Desconfianza Interpersonal según sexo y curso.
25
20
Chico
P.D.
15
Chica
10
5
6º 1º ESO 2º ESO 3º ESO 4º ESO
primaria
Figura 4.7. Puntuaciones medias de la escala de Conciencia Interoceptiva según sexo y curso.
25
20
Chico
P.D.
15
Chica
10
5
6º 1º ESO 2º ESO 3º ESO 4º ESO
primaria
Figura 4.8. Puntuaciones medias de la escala de Miedo a la madurez según sexo y curso.
25
20
Chico
P.D.
15
Chica
10
5
6º 1º ESO 2º ESO 3º ESO 4º ESO
primaria
116
En la tabla 4.2. se observa que en la escala de Ascetismo se aprecian diferencias
estadísticamente significativas según el sexo pero no según el curso académico ni la
interacción entre las variables de sexo y curso. Son los chicos los que expresan mayores
pensamientos de autodisciplina, sacrificio y autosuperación, en comparación con el grupo de
chicas (Medias chicos = 13.18; chicas = 12.10). El tamaño del efecto es muy bajo para la
variable de sexo.
En la figura 4.9. se muestran las puntuaciones medias de la escala de Ascetismo, según
sexo y curso. La figura nos indica que el perfil de los chicos es muy irregular, en 1º de ESO
se aprecia una disminución leve de las puntuaciones, aunque es a partir de 2º de ESO que
aumentan y se estabilizan hasta 3º de ESO; es en el 4º curso cuando estas puntuaciones
disminuyen. En el grupo de las chicas, desde 6º de primaria se observa un ascenso de las
puntuaciones que llega a su punto máximo en 2º de ESO y, en el tercer curso se aprecia
una disminución de las mismas que intenta recuperarse en el último curso.
117
Figura 4.9. Puntuaciones medias de la escala de Ascetismo según sexo y curso.
25
20
Chico
P.D.
15
Chica
10
5
6º 1º ESO 2º ESO 3º ESO 4º ESO
primaria
** Dado que no hay diferencias estadísticamente significativas en la interacción entre sexo y curso, las flechas de la figura
indican diferencias estadísticamente significativas entre chicos y chicas en 6º de primaria (t (112) =2.26; p=.026; r= 0.21) y 3º de
ESO (t (214) =2.21; p=.029; r= 0.15). En ambos cursos son los chicos los que expresan más autodisciplina y sacrificio (Media 6º
de primaria chicos = 13.36; chicas = 10.89; 3º de ESO chicos = 14.02; chicas = 12.19)
25
20
Chico
P.D.
15
Chica
10
5
6º 1º ESO 2º ESO 3º ESO 4º ESO
primaria
Figura 4.11. Puntuaciones medias de la escala de Inseguridad social según sexo y curso.
25
20
Chico
P.D.
15
Chica
10
5
6º 1º ESO 2º ESO 3º ESO 4º ESO
primaria
118
Tabla 4.2. ANOVA según sexo y curso de las escalas del EDI-2 y contrastes a posteriori.
Escalas Fuente de F g.l. p Tamaño del efecto Contrastes a posteriori: Scheffé Diferencias
variación
Grupos cursos Media p
119
Escalas Fuente de F g.l. p Tamaño del efecto Contrastes a posteriori: Scheffé Diferencias
variación
Grupos cursos Media p
Escalas Fuente de F g.l. p Tamaño del efecto Contrastes a posteriori: Scheffé Diferencias
120
variación
Grupos cursos Media p
121
En resumen,
las diferencias estadísticamente significativas, según el sexo, se refieren a escalas
relacionadas con aspectos más cognitivos como, Obsesión por la delgadez, Conciencia
Interoceptiva, Perfeccionismo y Miedo a la madurez entre otras. Por el contrario, las escalas
que difieren según el curso escolar hacen referencia a aspectos más relacionados con la
conducta (Bulimia e Impulsividad), a excepción de la escala de Insatisfacción corporal que
se relaciona con aspectos más cognitivos.
Las chicas muestran una mayor obsesión por estar delgadas, desconfían más de las
relaciones interpersonales y expresan mayores dificultades para identificar sus emociones y
sensaciones viscerales que los chicos de su edad. Por el contrario, los chicos destacan por
tener más miedo a la edad adulta y se muestran más exigentes consigo mismos, que el
grupo de las chicas. En cuanto a las diferencias según el curso escolar, los cursos donde se
presentan mayores diferencias son los de 6º de primaria y 4º de ESO. Los de 6º curso
destacan con puntuaciones superiores en la escala de Perfeccionismo mientras que en las
otras escalas presentan medias inferiores al resto de cursos. Los de 4º de ESO muestran
medias más bajas que otros cursos.
Cabe destacar que la escala de Obsesión por la delgadez es la única en la que aparecen
diferencias estadísticamente significativas en todas las fuentes de variación (sexo, curso e
interacción entre sexo y curso), es decir, la preocupación por el peso, las dietas y el miedo a
engordar difieren según el sexo y el curso escolar. Las escalas que no difieren en ninguna
de las variables sociodemográficas son las de Ineficacia e Inseguridad social.
A.1.2. Fiabilidad:
En el presente estudio (ver tabla 4.3.), tanto el grupo de chicos como de chicas presentan
coeficientes de fiabilidad iguales o por encima de .70 en las escalas de Insatisfacción
corporal, Obsesión por la delgadez, Ineficacia, Impulsividad, Bulimia, Inseguridad social y
Conciencia interoceptiva; el resto de las escalas presentan coeficientes de .42 en Ascetismo
para el grupo de chicas y .39 para los chicos y .67 en Desconfianza interpersonal para las
chicas y .62 para el grupo de chicos. La escala de Ascetismo presenta la fiabilidad más baja,
122
y la Obsesión por la delgadez y la Insatisfacción corporal presentan los coeficientes más
altos.
Cabe destacar que la consistencia interna de la escala de Obsesión por la delgadez
aumenta si se elimina el ítem 1 (“Como dulces e hidratos de carbono sin preocuparme”)
(chicas = .90, chicos = .84), y para la escala de Ascetismo, se obtienen mejores resultados
si se elimina el ítem 71 (“Me esfuerzo por buscar cosas que producen placer”) (chicas = .55,
chicos = .56).
Chicas Chicos
ESCALAS
EDI/ EDI-2
123
interpretable, el análisis factorial se forzó a 11 factores (anexo). La varianza total explicada
de estos once factores es de 43.25%.
Después de forzar a once factores y observar que la estructura factorial no correspondía
totalmente a las once escalas propuestas por Garner (1991), se propusieron otros AFE con
8, 7 y 5 factores, tal y como otros autores han propuesto (Bennett y Stevens, 1997; Eberenz
y Gleaves, 1994; Lee et al., 1997; Machado et al., 2001; Schaefer, Maclennan, Yaholnistky-
Smith, y Stover, 1998; Schoemaker et al., 1994; Welch et al., 1988). Después de analizar las
diferentes soluciones se escogió la solución de 5 factores como la más parsimoniosa
atendiendo a dos criterios: uno sustantivo (el contenido y la distribución de los ítems en los
factores), y otro de tipo estadístico (gráfico de sedimentación, los valores propios mayores a
1, y el índice de adecuación de la muestra) (Hair, Anderson, Tatham y Black, 1995).
En la tabla 4.4., se muestra la distribución de los ítems en cinco factores los ítems incluidos
en cada factor, la varianza explicada y el índice de consistencia interna. La varianza total
explicada es de 32.53%, esta solución factorial explica un 10.72% menos de variabilidad que
el modelo de once factores, aunque en esta distribución la contribución de los seis últimos
factores a la varianza total explicada es muy baja. Por lo tanto, la solución de cinco factores
se ha considerado la más parsimoniosa. El Factor 1, Autopercepción negativa, comprende
ítems de ocho escalas distintas y explica un 16.06% de la varianza total. El Factor 2,
Obsesión por la imagen corporal, explica un 6.05% de la variabilidad y está formado por
todos los ítems de las escalas de Insatisfacción corporal y Obsesión por la delgadez, a
excepción del ítem 1; y tres ítems de tres escalas distintas. El Factor 3 se refiere a aspectos
positivos del autoconcepto (Autopercepción positiva). Este factor está formado por un total
de dieciocho ítems, doce de los cuales corresponden a las escalas de Desconfianza
interpersonal e Inseguridad social en sentido positivo. El Factor 4 está compuesto por todos
los ítems de Miedo a la madurez, menos uno, y el ítem 1 de Obsesión por la delgadez; este
factor se refiere a la seguridad de la infancia y la madurez hacia la adultez. Finalmente, el
factor 5, Pérdida de control sobre la comida, agrupa ítems de tres escalas distintas. La
varianza explicada de los factores 3, 4, y 5 es de 5.20%, 2.86%, y 2.35%, respectivamente.
Los coeficientes de consistencia interna (Alfa de Cronbach) de esta solución factorial de
cinco factores oscilan entre .63 (Factor 4: Miedo a la madurez) y .93 (Factor 2: Obsesión por
la imagen corporal). Los tres primeros factores presentan coeficientes superiores a .80; los
factores 4 y 5 presentan los coeficientes más bajos. En el anexo XX se presentan los ítems
que configuran cada factor.
124
Tabla 4.4. Solución factorial de cinco factores, varianza explicada y fiabilidad.
1 6/10 ítems de Ineficacia, 5/6 ítems de Perfeccionismo, 8/9 ítems de 16.06% 36 .90
Autopercepción Conciencia interoceptiva, 2/5 ítems de Desconfianza interpersonal,
negativa 4/8 ítems de Ascetismo, 8/11 ítems de Impulsividad, 1/8 de Miedo a
la madurez, y 2/8 ítems de Inseguridad social.
4 2.86% 8 .63
Miedo a la 1/7 de Obsesión por la delgadez, y 7/8 ítems de Miedo a la madurez
madurez
5 2.35% 11 .69
Pérdida de control 6/7 ítems de Bulimia, 2/8 ítem de Ascetismo, y 3/11 de Impulsividad
sobre la comida
125
En resumen,
la consistencia interna del EDI-2 es similar tanto para puntuaciones transformadas como
para las puntuaciones directas; las escalas de Obsesión por la delgadez e Insatisfacción
corporal son las que obtienen los coeficientes más altos en ambos casos. En cuanto a la
agrupación de los ítems se refiere, la distribución más parsimoniosa para esta muestra es de
cinco factores.
126
A.2. SCOFF:
La tabla 4.5. recoge los porcentajes de respuesta según el rango de puntuaciones del
SCOFF. Según se observa en los datos de la tabla, un 27.42% de la muestra supera el
punto de corte igual o superior a 2 que, según consideran los autores del cuestionario
(Morgan et al., 1999), identifica a la población de riesgo de TCA. Cabe destacar que más de
un 70% de la población se sitúa en la franja no patológica, es decir, no se considera
población de riesgo de TCA.
0 496 (49.45%)
1 232 (23.13%)
2 176 (17.55%)
3 76 (7.58%)
4 21 (2.09%)
5 2 (0.20%)
127
ESO y 6º de primaria; los de más edad son los que presentan un rango promedio más alto
que los más jóvenes (Rango promedio 3º= 522.36; 6º=458.48).
128
ítems 2, 4 y 5. El segundo factor (Conductas purgativas) explica el 20.74% de la varianza e
incluye los ítems 1 y 3. Esta estructura factorial es similar a la de la muestra total.
En el grupo de chicos, el KMO es de 0.65, el valor del test de esfericidad de Bartlett es de
163.227 (g.l. =10; p<.0001). Sólo aparece un único factor con valor propio superior a 1 que
explica el 34.92% de la varianza.
Tabla 4.7. Estructura factorial del SCOFF de la muestra total, y para chicos y chicas.
Muestra total Chicas Chicos
(N = 1003) (n=490) (n=513)
129
Tabla 4.8. Índices de sensibilidad y especificidad para diferentes puntos de corte del SCOFF para la muestra total e Intervalos
de confianza (entre paréntesis).
4 5.13 98.52
(.23-10.02) (97.72-99.32)
También se calculó la curva ROC para las puntuaciones del SCOFF (Muro y Amador, 2007).
La figura 4.12. presenta la curva ROC. El área bajo la curva es de .818 (Índice de confianza
95% del área: .771 a .865).
Figura 4.12. Área bajo la curva: .818 (Índice de confianza 95% del área: .771 a .865)
0,9
Sensitividad (verderos positivos)
0,8
0,7
0,6
No discrimination
0,5
SCOFF
0,4
0,3
0,2
0,1
0
0 0,2 0,4 0,6 0,8 1
1 - Especificidad (falsos positivos)
130
A.2.4. Validez concurrente:
Para calcular la validez concurrente del SCOFF se calcularon las correlaciones de Pearson
entre la puntuación total del SCOFF y las escalas del EDI-2. En la tabla 4.9. se muestran las
correlaciones entre los dos cuestionarios; la mayoría de las correlaciones son bajas, aunque
significativas. Sólo en las escalas de Obsesión por la delgadez e Insatisfacción corporal se
muestran correlaciones medias y significativas con la puntuación total del SCOFF (0.63 y
0.53, respectivamente).
Tabla 4.9. Correlaciones de Pearson entre el SCOFF y las escalas del EDI-2.
* p<.05; **p<.01
131
En resumen,
si se utiliza el punto de corte propuesto por los autores del SCOFF casi un 30% de la
muestra se sitúa en la franja de riesgo. Se aprecian diferencias estadísticamente
significativas según sexo y curso; son las chicas las que presentan un rango promedio
mayor que el de los chicos. En cuanto al curso académico se refiere, la mayoría de
diferencias estadísticas se muestran en los cursos de 6º de primaria y 4º de ESO con otros
cursos. El análisis factorial con la muestra total, presenta una distribución de dos factores
que se reproduce en el caso del AFE para las chicas, para el grupo de chicos sólo aparece
un único factor. El mejor punto de corte para la presente muestra es de 2 puntos,
coincidiendo con la propuesta de los autores. Los puntos de corte que presentan una
sensibilidad y especificidad mejor difieren entre chicas y chicos, en el primer caso sigue
siendo un punto de corte de dos puntos positivos o más, y para el grupo de los chicos es 1.
132
A.3. CUESTIONARIO DE HÁBITOS ALIMENTARIOS:
Los resultados del cuestionario de hábitos alimentarios se presentan agrupados según los
cuatro bloques de contenido: Aspectos sociodemográficos, Hábitos alimentarios, Actitudes
hacia el acto de comer y/o comida, y Dieta. Para el análisis de este cuestionario se ha
realizado un recuento de frecuencias de cada variable.
133
Figura 4.34. Porcentajes según las personas que conviven con el participante
100
90
75,8
80
70
60
50
40
30 14,2
20
7,1 1,5
10 1,1 0,4
0
os
s
s
jos
ijo
s
ne
ijo
hij
re
+h
hi
+h
cio
e+
ilia
s+
re
re
dr
op
m
ad
re
ad
pa
fa
ilia
s
m
ra
s
m
e+
ro
ot
fa
ot
dr
s+
s
pa
ro
ijo
ot
+h
es
dr
pa
Figura 4.35. Porcentajes de las actividades extraescolares que realizan los participantes.
100
90
80 72,8
70
60
50
40
30
20 15,5
2,9 5,7 1,8 1,1
10
0
gimnasia patinaje ballet atletismo ninguna de combinación
rítmica o artístico/hielo las anteriores de algunas de
deportiva ellas
134
en la escuela, un 65.3% de la muestra manifiesta que no come en la escuela, mientras que
un 28.9% informa de que sí lo hace y un 5.7% lo hace de vez en cuando.
En cuanto a las cinco comidas diarias, en la figura 4.37. se muestra que más de un 90% de
la muestra hace la comida del mediodía y la cena todos los días de la semana; un 80.6%
informa de que hace el desayuno cada día y entre un 64.7% y un 68.5% informa de que
hacen el bocadillo de media mañana y la merienda. Cabe destacar que casi un 20% de los
participantes informan de que no desayunan cada día, un 31.5% no comen nada a media
mañana y un 35.3% tampoco lo hace en la merienda. Entre un 64.3% y un 93.6% de los
estudiantes informan de que hacen alguna de las comidas en casa, durante la semana, de
lunes a viernes. Cabe resaltar que un 66.4% de los participantes informan de que toman el
bocadillo de media mañana en la escuela, y entre un 4.9% y un 18.6% informan de que
hacen la comida y/o la merienda también en la escuela. Durante los fines de semana, entre
un 65.2% y un 86.3%, informan de que siempre hacen las cuatro comidas en casa
(desayuno, comida, merienda y cena). Entre un 46.5% y un 18.6% informan de que algún
día comen fuera, siendo la comida la más escogida.
135
En cuanto quién acompaña a los participantes durante las comidas entre semana, se
destacan los siguientes datos:
- Durante el desayuno un 23.5% de los participantes informa de que lo hace
acompañado de sus hermanos, seguido de un 18.6% al que acompaña toda la
familia.
- A la hora de la comida un 28.4% informa de que está acompañado de sus
compañeros de escuela y un 21.5% informa de que lo hace con toda su familia.
- En la merienda un 30.2% informa de que está acompañado de sus hermanos.
seguido de un 20.1% que lo hace acompañado de sus compañeros.
- Un 62.1% de los participantes informan de que hacen la cena con toda su familia.
Durante los fines de semana destaca que:
- Más de un 50% de la muestra informa de que está acompañado por toda la
familia en todas las comidas, a excepción de la merienda que sólo lo hace un
33.9%.
El resto de los porcentajes quedan incluidos en las demás opciones o en la combinación de
algunas de ellas. Sólo se comentan las más significativas.
En cuanto a las actividades que los participantes realizan durante las comidas, se
observan en la figura 4.40. los siguientes aspectos:
- Más de un 25% de los participantes informan de que ven la TV durante las cuatro
comidas, alcanzando un 36.5% en la merienda.
- Hablar con los demás también es una constante en todas las comidas para más
del 20% de los participantes en el desayuno y la comida.
- Más de un 20% informa que hace los deberes mientras desayuna o come, y entre
un 11.1 y un 15.8% informan de que lo hacen durante la merienda y la cena.
- La combinación de las actividades más escogidas por los participantes de este
estudio son, ver la TV y hablar con los que tiene alrededor. Los participantes
informan de que las hacen durante todas las comidas, especialmente durante la
comida y la cena, superando el 35% de los participantes.
El resto de los porcentajes quedan incluidos en las demás opciones o en la combinación de
algunas de ellas. Sólo se comentan las más significativas.
136
Figura 4.36. Porcentaje de los que organizan el menú en casa.
2,7
6,4
madre
21,9
padre
madre y padre
otras personas
Figura 4.37. Distribución de las comidas que hacen los participantes cada día en porcentajes.
97,9
100 94
90 80,6
80
68,5
70 64,7
60
Come cada día
50
35,3 No come cada día
40 31,5
30
19,4
20
10 6
2,1
0
desayuno bocadillo de comida merienda cena
media mañana
137
Figura 4.38. Porcentajes de cómo comen los participantes en cada comida de lunes a viernes.
100
93,1
91
90 86,5
80
67,9
70
Sentado a la mesa
60
Sentado en el sofá
50 Tumbado en el sofá o cama
39,8
De pie
40
34
Combinación de algunas
30
20 17,2 17,6
10,8
8,8
10 4,8 5,5 6,1
2,3 3,8 3,1
1,8 0,7 0,7 0,4 1,1 0,8 0,4 1,8
0,3
0
Desayuno Bocadillo de media Comida Merienda Cena
mañana
Figura 4.39. Porcentajes de cómo comen los participantes en cada comida los fines de semana.
100
94,5
89,5
90
80
71,2
70
Sentado a la mesa
60
Sentado en el sofá
50 Tumbado en el sofá o cama
De pie
40 33,9 35 36,6
32,2 Combinación de algunas
30 24,5
20
17,5
20
7,8 8,5
10 6
3,2 4,3 1,4 1,7 3,2 2,3 1,5 1,1 2
0,6 0,8 0,8
0
Desayuno Bocadillo de Comida Merienda Cena
media mañana
138
Figura 4.40. Porcentajes de qué actividades hacen los participantes durante las comidas de lunes a viernes.
100
90
80
Ver TV
70 Hacer deberes
60 Jugar
Ordenador
50
Hablar con los demás
39,2
40 34,8
36,5
Ninguna actividad
32,1 32,8
30 27,1
24,4 Ver TV+hablar
20,9 22 20,9
16,6 Combinación de varias
20 15,1 15,8
11,1
10 6,1 4,9 5,3 3,8 4,4 2,2
6 5,1 5
0,5 1,6 0,4 0,3 0,3 0,3 1,1 0,4 0,6
0
DESAYUNO COMIDA MERIENDA CENA
139
que los otros chicos y chicas de su edad, un 13.7% considera que come menos que sus
iguales y un 12% dice que come más que su mismo grupo de iguales.
En la figura 4.42. se representan los porcentajes de las estrategias que los participantes,
que creen necesitar hacer dieta, han utilizado para bajar de peso. Las siete estrategias que
plantea este cuestionario no son excluyentes entre sí, por lo que la suma de los porcentajes
superará el 100%. El 41.6% de los participantes comenta que a pesar de querer bajar de
peso no ha hecho nada para conseguir dicho objetivo; un 58.4% comenta haber utilizado
alguna o varias de las siguientes estrategias: un 59.7% de los participantes dice que ha
dejado de tomar ciertos alimentos que cree que engordan, el 47.5% dice que dedica muchas
horas a hacer ejercicio físico “para quemar grasas”; un 7.7% informa que ha tomado
diuréticos y/o laxantes alguna vez, un 5.1% reconoce haber vomitado después de comer y
un 14.2% dice haber dejado de comer acompañado.
También se les pregunta si durante los últimos seis meses ha habido alguien cercano
(familia y/o amigos) que haya hecho dieta, un 59.3% de los participantes informa de que
alguien de su familia y/o amigos ha hecho algún tipo de dieta para adelgazar; en un 22.2%
de los casos ha sido la madre, en un 14.5% otros familiares, y un 5.9% informa que ha sido
él mismo quien ha hecho dieta para adelgazar. De estas dietas, un 52.8% han sido
controladas por algún profesional, por lo que un 47.2% lo han hecho según su criterio. El
73.9% de los participantes que informan de que alguien cercano ha hecho dieta dicen que
no le ha influido en su forma de comer, mientras que el 26.1% informa de que sí le ha
influido de algún modo. El 88.9% de estos participantes considera que ahora controla más
el tipo de alimentos que toma, un 55.9% pregunta si engorda o no un alimento y, el 61.8%
ha dejado de tomar algún alimento que antes comía.
140
Figura 4.41. Porcentajes de las razones por las que los participantes creen que necesitan hacer dieta.
100
90
80 74 72,3
70
60
50 38,7
40 31,5 30,1 25,9
30 19,3
20
10
0
Se siente gordo Sus amigos le En casa le Necesita Recomendado Quiere No se siente
dicen que está dicen que tiene adelgazar a por un parecerse a las bien con su
gordo que adelgazar causa de las profesional modelos figura
actividades
extraescolares
Figura 4.42. Porcentajes de las estrategias que han utilizado los participantes para bajar de peso.
100
90
80
70
59,7
60
47,5
50 41,6
40
30
18,5
20 14,2
7,7 5,1
10
0
No he hecho Hago mucho He dejado de Sólo como He tomado Después de He dejado de
nada ejercicio tomar ciertos fruta y diuréticos / comer vomito comer
alimentos verdura laxantes acompañado
141
En resumen,
el modelo familiar más común en esta muestra es del padre, madre e hijos y, en segundo
lugar de importancia, conviven madre e hijos. Más de un 65% de la muestra comenta que
hace alguna actividad fuera del horario escolar.
En cuanto a los hábitos alimentarios se refiere, cabe destacar que la madre sigue siendo la
figura responsable de la organización y compra de la comida; más de la mitad de los
participantes informan de que no hacen la comida en las escuelas; también comentan que
las comidas que menos hacen son el bocadillo de media mañana y la merienda. Las
actividades que realizan con más frecuencia mientras comen son ver la TV y hablar con los
que tienen alrededor. Un tercio de los participantes informa de que utiliza estrategias
distintas para no comer aquello que no quiere; y en primera opción los participantes escogen
la de tardar mucho en comer y así conseguir que le perdonen la comida. En el bloque sobre
la dieta, cabe destacar que un tercio de la muestra informa que cree necesitar hacer dieta, y
las dos razones que escoge, principalmente, son que se siente gordo y/o que no se siente
bien con su figura, aunque cabe destacar que entre un 25-30% de los participantes dice
querer bajar de peso debido a las actividades extraescolares o que se quiere parecer a las
modelos de pasarela. Casi el 60% de los participantes informan de que alguien cercano ha
hecho dieta, y más de un 25% que informa que le ha influido de algún modo, como controlar
más el tipo de alimento que toma.
142
A.4. EDE-12:
143
Se han realizado cuatro ANOVAs, uno por escala, tomando como variable dependiente las
escalas del EDE-12 y como variable independiente los cursos. No se aprecian diferencias
estadísticamente significativas según curso en ninguna de las escalas de la entrevista EDE-
12: Restricción (F(1,107)= 1.393; p=.242), Preocupación por la comida (F(1,102)= 1.570; p=.188),
Preocupación por el peso (F(1,103)= 0.965; p=.430) y Preocupación por la figura (F(1,104)=
0.210; p=.932).
En resumen,
el grupo de las chicas muestran una mayor preocupación por el peso, figura y comida que
los chicos. No se aprecian diferencias estadísticamente significativas según el curso
académico.
144
A.5. APQ:
Tabla 4.24. Mediana y amplitud intercuartil de las escalas primarias del APQ
La tabla 4.25. muestra los centiles para las Preferencias ocupacionales. El centil más alto
pertenece a la preferencia de Gestión o comercio (mediana de centil 70) seguido de las
escalas de preferencia Científico, Artístico y de Organización. Los valores mínimos difieren
según las preferencias pero, por el contrario, los máximos son muy uniformes.
145
En la tabla 4.26. se muestran los centiles para las escalas de dificultades cotidianas. Como
se puede comprobar las medianas más elevadas corresponden a las escalas de Desánimo,
Preocupación y Afrontamiento deficiente, y la escala con menor mediana es la de
Dificultades con la adicción. El resto de las escalas obtienen medianas entre 45 y 55.
Los centiles para las dimensiones globales del APQ se recogen en la tabla 4.27. Se observa
que la mayor mediana pertenece a la escala de Dureza, que es la que presenta una mayor
dispersión; y la escala de Extraversión es la que presenta la mediana menor.
146
A.5.1. Análisis de las puntuaciones según sexo y curso académico:
Escalas primarias:
Para analizar la relación entre la variable sexo y las características de personalidad, se ha
utilizado el estadístico U de Mann-Whitney. Como puede apreciarse en la tabla 4.28., se han
encontrado diferencias estadísticamente significativas según el sexo en las escalas
primarias de Razonamiento, Estabilidad emocional, Dominancia, Atención a las normas,
Vigilancia, Abstracción y Aprensión. El grupo de chicos obtiene puntuaciones más elevadas
en las escalas de Dominancia, Abstracción y Aprensión. Las chicas obtienen puntuaciones
más elevadas en las escalas de Razonamiento, Estabilidad emocional, Atención a las
normas y Vigilancia.
Tabla 4.28. Análisis de las diferencias según sexo en las escalas primarias del APQ mediante la U de Mann-Whitney, rango
promedio, Z y probabilidad.
Chicos Chicas Diferencia entre sexos
Escala n Rango n Rango Z p
promedio promedio
Afabilidad 443 437.76 437 443.27 -.323 .747
Razonamiento 415 407.06 442 449.60 -2.532 .011 Chicas
Estabilidad 448 420.56 447 475.50 -3.186 .001 Chicas
emocional
Dominancia 437 476.10 447 409.65 -3.885 <.001 Chicos
Animación 442 433.80 441 450.22 -.962 .336
Atención a las 448 417.52 447 478.55 -3.540 <.001 Chicas
normas
Atrevimiento 448 450.24 447 445.75 -.260 .795
Sensibilidad 448 451.68 447 444.31 -.428 .669
Vigilancia 448 430.34 447 465.70 -2.052 .040 Chicas
Abstracción 448 475.22 447 420.72 -3.161 .002 Chicos
Privacidad 448 436.14 447 459.88 -1.377 .169
Aprensión 448 468.12 447 427.84 -2.336 .020 Chicos
Apertura al cambio 447 441.36 447 453.64 -.713 .476
Autosuficiencia 448 460.16 447 435.81 -1.413 .158
Perfeccionismo 440 426.44 445 459.37 -1.922 .055
Tensión 448 448.14 447 447.86 -.016 .987
147
Tabla 4.29. Análisis de las diferencias entre cursos en las escalas primarias del APQ mediante la H de Kruskal-Wallis, Χ2 y
probabilidad.
Chi-cuadrado
Escalas Media (Desviación típica) Χ2 p
En la tabla 4.30., se presentan las diferencias entre cursos para las escalas primarias del
APQ. En la escala de Afabilidad se observan diferencias estadísticamente significativas
entre los cursos de 3º de ESO con los de 1º, 2º y 4º de ESO; en todos los casos los de
tercer curso presentan un rango promedio por debajo de los otros cursos. También
aparecen diferencias estadísticamente significativas entre los cursos de 4º de ESO y 6º de
primaria; en este caso son los mayores los que muestran una puntuación media superior. En
la escala de Razonamiento se aprecian diferencias estadísticamente significativas en la
mayoría de los cursos; el curso de 1º obtiene un rango promedio por debajo de los cursos de
3º y 4º de ESO; del mismo modo sucede con el curso de 2º de ESO que presenta valores
inferiores a los cursos de 3º y 4º de ESO. También se observan diferencias entre los cursos
de 3º y 6º y los extremos de 4º de ESO y 6º de primaria, en este caso los mayores obtienen
una puntuación más elevada que los más pequeños. En la escala de Estabilidad
emocional sólo se obtienen diferencias estadísticamente significativas entre los cursos de
4º y los de 1º y 3º de ESO; en ambos casos los de 4º curso presentan un rango promedio
superior al de los participantes de primero y tercer curso. En la escala de Animación se
observan diferencias estadísticamente significativas entre los cursos de 6º de primaria y los
cursos de 1º, 2º y 3º de ESO; en los tres casos los más pequeños presentan un rango
promedio superior al resto de los cursos. Se aprecian diferencias estadísticamente
significativas entre los cursos de 4º de ESO y los de 1º y 2º curso; en ambos casos los de
148
cuarto curso obtienen una puntuación promedio superior a los de primero y segundo. En la
escala de Atención a las normas, aparecen diferencias estadísticamente significativas
entre los cursos de 1º y 2º con los cursos de 3º y 4º de ESO; los de primer curso presentan
un rango promedio superior a los cursos de 3º y 4º de ESO y, los participantes de 2º curso
de ESO obtienen puntuaciones mayores que los de 4º de ESO. También se aprecian
diferencias estadísticamente significativas entre los cursos de 6º de primaria y 3º y 4º de
ESO; en ambos casos son los más pequeños los que obtienen medias superiores. En la
escala de Sensibilidad, se aprecian diferencias estadísticamente significativas entre los
cursos de 6º de primaria y 1º, 2º, 3º y 4º de ESO, en todos los casos los de 6º son los que
presentan un rango promedio más bajo. Se observan diferencias también entre los cursos
de 1º y 3º de ESO; son estos últimos los que muestran un rango promedio superior. Para la
escala de Abstracción sólo se observan diferencias estadísticamente significativas entre 4º
de ESO y los cursos de 1º y 2º de ESO y 6º de primaria; en todas las situaciones los
participantes de 4º de ESO son los que presentan una puntuación menor. También se
aprecian diferencias estadísticamente significativas en la escala de Privacidad entre 6º de
primaria y el resto de cursos, en todos los casos los más pequeños obtienen un rango
promedio superior. En la escala de Apertura al cambio se muestran diferencias
estadísticamente significativas entre 4º de ESO y los cursos de 6º de primaria y 1º de ESO,
son los mayores los que presentan un rango promedio más alto. Para el Perfeccionismo se
observan diferencias estadísticamente significativas entre distintos cursos, 4º de ESO y los
cursos de 6º de primaria, 1º y 2º de ESO, donde los más jóvenes muestran una puntuación
media superior a los participantes de cuarto curso. Finalmente, en la escala de Tensión se
aprecian diferencias estadísticamente significativas según el curso académico entre 3º de
ESO y los cursos de 1º, 2º y 4º de ESO; los más jóvenes muestran un rango promedio
superior al de los participantes de los otros cursos.
149
Tabla 4.30. Análisis de las diferencias entre cursos, rango promedio, Z y probabilidad, de las escalas primarias del APQ.
150
Escalas Grupos cursos Rango promedio Z p Diferencias
151
Escalas globales:
Se ha utilizado el estadístico U de Mann-Whitney para analizar el efecto del sexo en las
escalas globales. Se han encontrado diferencias estadísticamente significativas según sexo
en las escalas globales de Extraversión y Autocontrol; en ambos casos son las chicas las
que obtienen un rango promedio más alto que los chicos. La tabla 4.31. recoge el rango
promedio para chicos y chicas y los valores de Z y la probabilidad.
Tabla 4.31. Análisis de las diferencias según sexo en las escalas primarias del APQ mediante la U de Mann-Whitney, rango
promedio, Z y probabilidad.
Tabla 4.32. Diferencias según curso para las escalas globales del APQ, según H de Kruskal-Wallis.
En la tabla 4.33. se presentan los resultados del análisis de las diferencias según curso. En
la escala de Ansiedad son los participantes del tercer curso de ESO los que presentan
puntuaciones más elevadas que los de primero, segundo y cuarto curso. En cuanto a la
escala de Dureza se refiere, se observa que los más pequeños (6º de primaria) obtienen
puntuaciones más elevadas que los de cursos superiores (1º, 2º, 3º y 4º de ESO). En la
escala de Autocontrol, se aprecian diferencias estadísticamente significativas entre los
152
cursos de 1º y 2º de ESO con el de 4º de ESO. Se observa que en ambos casos, los
mayores tienen puntuaciones más bajas que los más pequeños, es decir, los mayores son
menos autocontrolados que los de primer y segundo curso.
Tabla 4.33. Análisis de las diferencias entre cursos, rango promedio, Z y probabilidad, de las escalas globales del APQ.
153
En resumen,
se han encontrado diferencias estadísticamente significativas entre chicos y chicas en la
mitad de las escalas primarias; las chicas presentan puntuaciones más altas que el grupo de
chicos en las escalas de Razonamiento, Estabilidad emocional, Atención a las normas y
Vigilancia. El grupo de los chicos obtiene rangos promedios por encima de las chicas en las
escalas de Dominancia, Abstracción y Aprensión. En cuanto a las escalas globales se
refiere, son ellas las que despuntan en las escalas de Extraversión y Autocontrol. También
se aprecian diferencias estadísticamente significativas según el curso en todas las escalas
primarias, a excepción de cinco y en las escalas de Ansiedad, Dureza y Autocontrol de las
escalas globales.
154
A.6. CRI-Y:
Los problemas expuestos por los participantes de este estudio se han clasificado siguiendo
el sistema de codificación propuesto por Forns et al. (2004). Estos autores han propuesto un
sistema de codificación multiaxial de los problemas expresados por los adolescentes según
cuatro categorías: naturaleza del problema, contenido del problema, participantes del
problema y ámbito de ocurrencia (ver apartado instrumentos).
En cuanto a la Naturaleza del problema se refiere, según se observa en la figura 4.13., los
participantes de este estudio manifiestan que lo que más le preocupa son los problemas de
naturaleza interpersonal en primer lugar, es decir, las dificultades que surgen en la relación
con otras personas y, en segundo lugar los problemas personales; y el que menos preocupa
es el problema ajeno.
En referencia a los Participantes del problema, en la figura 4.14. se observa que el autor
que expresan más los adolescentes en sus problemas suele ser el propio sujeto, en
segundo lugar son los compañeros y amigos, y la familia, tanto como el núcleo familiar como
la familia extensa, obtienen un porcentaje inferior a las dos primeras categorías. El resto de
las opciones obtienen porcentajes inferiores al 5% cada uno.
En la figura 4.15. se muestra el Ámbito de ocurrencia, más de un 70% se concentra en el
hogar y entorno familiar, y en la escuela e instituto, como los dos entornos en los ocurren los
problemas expresados por los adolescentes. Para el resto de las categorías los porcentajes
son inferiores al 10% en cada una, a excepción de la categoría de ámbito inespecífico
(25%).
Los resultados del Contenido del problema se muestran sintetizados en la figura 4.16.
Según se observa, los adolescentes de esta muestra expresan que el problema más
frecuente se centra en las relaciones con los demás, seguidos del rendimiento escolar y de
la salud. Cabe destacar que en este apartado se incluyó una nueva categoría de Problemas
alimentarios en la que un 4.4% de la muestra expresa tenerlos o saber de algún compañero
o conocido que haya tenido ese problema. También es significativo que un 10.2% de los
chicos y chicas expresan que la muerte y/o suicidio de un ser querido es uno de los temas
que más les preocupan, situándose en cuarto lugar.
En cuanto a la intensidad del problema se refiere, a los participantes se les indicó que
valoraran cuanto les había afectado el problema que ellos mismos expresaban. Según se
observa en la figura 4.17., más de un 45% de los participantes informó de que el problema
les afectaba mucho o muchísimo.
155
Figura 4.13. Gráfico de porcentajes de la naturaleza de los problemas expresados por los adolescentes.
50
35,7
40 33,8 30,4
30
20
10
0
Personal Interpersonal Problema de otras personas
Figura 4.14. Porcentajes de los participantes de los problemas expresados por los adolescentes.
50
40
33,6
30
23,2
20,5
20
14
10
3,2 1,6 2,5 1,3
0
ja
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a
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Nú
Fa
ñe
pa
m
Co
156
Figura 4.15. Porcentajes del ámbito de ocurrencia de los problemas expresados por los adolescentes.
50
40 31,9 31,7
30 25,4
20
10 7,7
3,1
0
Hogar Escuela Ocio, deporte Barrio Inespecífico
Figura 4.16. Porcentajes del contenido de los problemas expresados por los adolescentes.
50
40 32,4
30
20 17,3
14,6 10,2
10
3,4 3,4 4,3 4,2 4,4
2,1 1,2 1,2 0,8 0,8
0
pa
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Co
de
Sa
o
bi
m
Ca
157
Figura 4.17. Porcentajes de la intensidad de los problemas expresada por los adolescentes
50
40
30
30
24,6
21,7
19,4
20
10
4,4
0
Nada Un poco Bastante Mucho Muchísimo
A.6.1. Análisis de las puntuaciones según sexo y curso escolar de los problemas
expresados por los adolescentes:
Los problemas expresados por los participantes en la primera parte del CRI-Y se han
categorizado siguiendo el sistema propuesto por Forns et al. (2004). Para analizar las
diferencias según curso y sexo se ha calculado el estadístico de Chi-cuadrado (Χ2). Todas
las variables cumplen las condiciones de aplicación para la variable sexo, a excepción de la
categoría de Contenido del problema, en la que se opta por eliminar aquellas subcategorías
que tienen una frecuencia esperada inferior a 5 (Victimización, Deportes, Adicciones y
Dinero), y se calcula de nuevo la Chi-cuadrado.
En la tabla 4.19., se presentan las relaciones entre chicos y chicas para todas las
categorías de análisis del problema; se observan diferencias estadísticamente significativas
en todas las categorías: Naturaleza del problema (Χ2=15.433; p<.001), los chicos expresan
un mayor porcentaje de problemas personales (Chicos: 38.92%, chicas: 28.60%) y ajenos
(Chicos: 30.64%, chicas: 30.08%) que las chicas, y el grupo de las chicas destaca por
expresar un mayor número de problemas interpersonales (41.31% vs. 30.43%,
respectivamente). Se observan diferencias estadísticamente significativas entre sexos en las
categorías de problemas Personales (Z=3.65; p≤.001) e Interpersonales (Z=3.51; p≤.001);
en el primer caso son los chicos los que obtienen un porcentaje mayor que las chicas, y en
la categoría de Interpersonal es el grupo de las chicas el que presenta un porcentaje
superior al de los chicos (ver figura 4.18.).
158
Participantes (Χ2= 32.675; p<.001), el grupo de los chicos indica en mayor porcentaje que
las chicas que el protagonista de sus problemas es él mismo (Chicos: 39.13%, chicas:
27.97%); en el caso de las chicas en primer término son los compañeros y amigos los que
obtienen el mayor porcentaje, en comparación con los chicos (Chicas: 28.6%, chicos:
18.01%). En esta categoría se observan diferencias estadísticamente significativas según el
sexo en: Propio sujeto (Z= 3.65; p≤.001), en el que los chicos presentan un porcentaje
superior al grupo de las chicas, y la categoría de Compañeros y amigos (Z= 3.87; p≤.001),
en la que el grupo de las chicas supera en porcentaje al de los chicos (ver figura 4.19.).
Ámbito de ocurrencia (Χ2=11.441; p=.022), los chicos expresan que el lugar donde ocurren
más sus problemas es en la escuela o instituto en comparación con las chicas (34.37% y
29.03%, respectivamente); para ellas son el hogar y su entorno familiar (chicos: 30.23%,
chicas: 33.69%) donde ocurren con mayor frecuencia sus problemas (ver figura 4.20.). Se
observan diferencias estadísticamente significativas según sexo en las categorías de: Ocio y
deporte (Z= 2.16; p=.03), en la que los chicos presentan un porcentaje superior al de las
chicas, y la categoría de ámbito de ocurrencia Inespecífico (Z= 2.07; p=.04) en el que son
las chicas las que presentan un mayor porcentaje, según se observa en la figura 4.20.
En cuanto al Contenido del problema (Χ2=60.659; p<.001), en la figura 4.21., se observa
que la categoría más expresada por los chicos y chicas es la de problemas de relación, y
son ellas quienes obtienen un porcentaje mayor (chicas: 42.6%, chicos: 26.38%); en cuanto
al resto de categorías se observan diferencias en las categorías de rendimiento escolar,
otros problemas o inespecífico, en los que los chicos muestran un porcentaje mayor y, en la
categoría de problema alimentario en el que ellas son las que presentan un mayor
porcentaje. Se aprecian diferencias estadísticamente significativas en las siguientes
categorías según el sexo, de Relación (Z= 5.11; p<.001) y Problema alimentario (Z= 3.20;
p=.001), el grupo de las chicas presenta un porcentaje superior al de los chicos; y en las
categorías de Rendimiento escolar (Z= 3.80; p<.001) y Otros, inespecífico (Z= 4.17; p<.001),
son los chicos los que muestran un porcentaje más alto que el de las chicas.
159
Tabla 4.19. Diferencias según sexo y curso escolar en tipo de problema, participantes, ámbito de ocurrencia y contenido del
problema.
50
41,31
38,92
40
10
0
Personal Interpersonal Ajenos
160
Figura 4.19. Porcentajes de Participantes del problema según sexo.
50
39,13
40
30 27,97 28,6
22,88
20 18,22 18,01
15,53 chicos
12,5 chicas
10
4,24
3,31
2,28 1,66 1,69 1,86
1,48
0,64
0
to
ja
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cle
Nú
50
40
33,69 34,37
30,23
29,03 28,39
30
chicos
22,38
chicas
20
8,49
10 6,99
4,35
1,91
0
Hogar y entorno Escuela, instituto Ocio, deporte Barrio, otros Inespecífico
familiar contextos físicos y
laborales
161
Figura 4.21. Porcentajes de Contenido del problema según sexo.
50
45
40,25
40
35
30
24,64 chicos
25 21,74
chicas
20
15,73
15 12,71 13,35
10,56
10 9,75
6,83 6,57
5,38
4,03 3,52 3,18
5 2,69 2,75
1,45 1,86 1,06 1,48 2,28
1,45 3,18 1,24 0,62
0,85 0,42 0,42
0
n
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Co
de
Sa
o
bi
m
Ca
162
Según se observa en la tabla 4.19., después de realizar las correspondientes agrupaciones,
se aprecia que hay relación estadísticamente significativa según el curso en todas las
categorías del análisis del problema. En el caso del Naturaleza del problema, los
participantes de 2º y 3º de ESO expresan que el mayor número de problemas son de
naturaleza personal (38.6% y 36.7% respectivamente), y de tipo interpersonal para los de 1º
y 4º de ESO (36.5% y 41.8%, respectivamente); para los de 6º de primaria el porcentaje
mayor se sitúa en los problemas ajenos (40.7%). En la figura 4.22. se muestran los
porcentajes de la naturaleza de los problemas según el curso académico. Según la
categoría de Participantes, los participantes de 2º, 3º y 4º de ESO son los que expresan un
mayor número de problemas relativos al propio sujeto (37.8%, 35.4% y 33.7%,
respectivamente), para los de primer curso de ESO y sexto de primaria son los problemas
de otros compañeros, amigos y pareja (34.8% y 47.9%). En la figura 4.23. se muestran los
porcentajes de participantes según el curso académico. Los Ámbitos de ocurrencia como
la Escuela o en el ocio son los más expresados por los estudiantes de 1º y 2º de ESO
(36.5% y 38.2%, respectivamente). Los participantes de 6º de primaria, 3º y 4º de ESO son
los que manifiestan que con mayor frecuencia el hogar es donde ocurren más habitualmente
sus problemas (42.3%, 39.4% y 34.2%, respectivamente). En la figura 4.24. se muestran los
porcentajes de los ámbitos de ocurrencia de los problemas expresados por los participantes
según curso. En cuanto a la Contenido del problema, los participantes de todos los cursos
expresan que el problema más frecuente es de relación (ver figura 4.25.). En la tabla 4.20.
también se muestran las categorías más frecuentes para chicos y chicas.
163
Figura 4.22. Porcentajes de la Naturaleza del problema según curso.
50
41,8
40,7
40 38,6
36,5 36,5 36,7
35
33,2
32 32,1
31,5
30,1
30
26,1 Personal
24,4 24,9
Interpersonal
Ajenos
20
10
0
6º 1º 2º 3º 4º
50 47,9
45
40 37,8
35,4
34,8
35 33,7
32
30 28,9 Sujeto
27,6
Núcleo familiar, padres y hermanos
24,4 24,5
25 22,8
23,4 Familia extensa
21,6 21,2 21,2
Compañeros, amigos y pareja
20
Profesores y adultos
16
15
15 12,7
11,4
9,1
10
6,6
5 3,2 3,8
2,8 2,6
0
6º 1º 2º 3º 4º
164
Figura 4.24. Porcentajes de la categoría Ámbito de ocurrencia según curso.
50
42,3
39,4
40 37,8 38,2
36,5
34,2
31,5 31,5
20,3
21,6 Ocio, deporte, barrio
18,8
20 Inespecífico
13,3
12,5
10,5 9,8
10 8,1
0
6º 1º 2º 3º 4º
50
44
42
40,4
40
36
30,6 Relación
30 Rendimiento escolar
26,9 26,8
25 Salud, enfermedad, accidentes
21,3 Muertes, suicidios
20 17,8 17,4
Otros, inespecífico
16,7
15,6
14,9 15,7 Problema alimentario
14
12 11,3
11,1
0
6º 1º 2º 3º 4º
165
En cuanto a la Intensidad del problema se refiere, se ha analizado el efecto de la variable
sexo, para ello se ha calculado el estadístico U de Mann-Whitney, obteniendo diferencias
estadísticamente significativas (Z= -4.239; p<.001). Son las chicas quienes manifiestan
mayor intensidad del problema que exponen que el grupo de los chicos (Rango promedio:
490.28 vs. 418.72 respectivamente). Para observar el efecto de la variable curso sobre la
intensidad del problema se ha aplicado la prueba H de Kruskal-Wallis, y se observa que no
hay diferencias estadísticamente significativas (Χ2= 6.395; p=.172).
En resumen,
en el análisis de los problemas expresados por los adolescentes, se observan diferencias
entre chicos y chicas en todas las categorías. Los problemas más comunes de las chicas
son de tipo interpersonal, los autores son los compañeros o amigos, sucede en casa o en el
entorno familiar y es de temática relacional. En el caso de los chicos, expresan un problema
personal, donde el autor es él mismo, sucede en la escuela o instituto y también es de
relación. También se observan diferencias estadísticamente significativas en todas las
categorías según el curso escolar. Las chicas expresan una mayor intensidad del problema
que los chicos.
166
Tabla 4.21. Medias y desviaciones típicas de las estrategias de afrontamiento.
N Media N Media
(Desv. (Desv.
Típica) Típica)
943 9.54 942 8.93
Análisis lógico (4.28) Evitación cognitiva (4.03)
Cognitivas
Reevaluación positiva 944 8.93 Aceptación o resignación 940 7.99
(4.01) (3.91)
Búsqueda guía 941 7.84 Búsqueda de gratificación 929 6.43
Conductuales (4.41) (4.28)
Resolución de 937 9.22 Descarga emocional 940 6.27
problemas (4.29) (4.25)
N: el tamaño de la muestra cambia porque en algunos casos los participantes no contestaron todos los ítems y se tuvo que
hacer alguna ponderación.
167
Tabla 4.22. ANOVA para las escalas del CRI-Y según sexo y curso, y contrastes a posteriori.
Estrategias Escalas Fuente de F g.l. p Tamaño del Contrastes a posteriori: Scheffé Diferencias
variación efecto
Grupos cursos Media p
168
Escalas de aproximación:
169
significativas entre cursos (F= 2.757; p=.027), entre 6º de primaria y 4º de ESO, son los de
cuarto curso los que muestran puntuaciones medias superiores a los de 6º de primaria.
En la figura 4.28.; están representadas las puntuaciones medias según el curso y sexo, en el
grupo de las chicas se observa una tendencia ascendente desde 6º de primaria hasta 4º de
ESO; en el caso de los chicos también se observa una leve tendencia creciente que
disminuye en 3º de ESO y se recupera en 4º de ESO. En los cursos de 3º y 4º de ESO se
aprecian diferencias estadísticamente significativas entre chicos y chicas; en el tercer curso
(t (221) =3.77; p<.001; r=0.25) son las chicas las que obtienen medias superiores a los chicos
(Medias chicas = 8.68; chicos = 6.55), y en el 4º curso de ESO (t (182) =2.39; p=.017; r=0.17)
también son ellas las que destacan sobre los chicos (Medias chicas = 9.46; chicos = 7.84).
170
Figura 4.26. Puntuaciones medias de la escala de Análisis Lógico según curso y sexo.
20
15
Chico
10
Chica
0
6º primaria 1º ESO 2º ESO 3º ESO 4º ESO
Figura 4.27. Puntuaciones medias de la escala de Reevaluación positiva según curso y sexo.
20
15
Chico
10
Chica
0
6º primaria 1º ESO 2º ESO 3º ESO 4º ESO
Figura 4.28. Puntuaciones medias de la escala de Búsqueda guía según curso y sexo.
20
15
Chico
Chica
10
5
6º primaria 1º ESO 2º ESO 3º ESO 4º ESO
171
Figura 4.29. Puntuaciones medias de la escala de Resolución de problemas según sexo y curso.
20
15
Chico
Chica
10
5
6º primaria 1º ESO 2º ESO 3º ESO 4º ESO
Escalas de evitación:
172
estadísticamente significativas entre los cursos de 6º de primaria y 4º de ESO; también son
los más jóvenes los que obtienen una puntuación media mayor.
En la figura 4.32., se puede apreciar que la evolución de las puntuaciones medias de los
chicos aumenta en 1º de ESO, pero a partir del siguiente curso se observa un decrecimiento
de las puntuaciones hasta estabilizarse en 3º y 4º de ESO. En las chicas se observa una
tendencia decreciente en las puntuaciones medias hasta 2º de ESO y en 3º se aprecia una
leve subida que vuelve a disminuir en 4º de ESO.
Figura 4.30. Puntuaciones medias de la escala de Evitación cognitiva según sexo y curso.
20
15
Chico
Chica
10
5
6º primaria 1º ESO 2º ESO 3º ESO 4º ESO
173
Figura 4.31. Puntuaciones medias de la escala de Aceptación / Resignación según sexo y curso.
20
15
Chico
Chica
10
5
6º primaria 1º ESO 2º ESO 3º ESO 4º ESO
Figura 4.32. Puntuaciones medias de la escala de Búsqueda de gratificación según sexo y curso.
20
15
Chico
Chica
10
5
6º primaria 1º ESO 2º ESO 3º ESO 4º ESO
Figura 4.33. Puntuaciones medias de la escala de Descarga emocional según sexo y curso.
20
15
Chico
10
Chica
0
6º primaria 1º ESO 2º ESO 3º ESO 4º ESO
174
En resumen,
en la primera parte del CRI-Y que se refiere a la exposición del problema más importante del
último año, se observa que los problemas que más preocupan a los participantes de esta
muestra se refieren a problemas interpersonales, en los que los participantes son ellos
mismos; el ámbito de ocurrencia es el hogar o la escuela y el contenido del problema es de
relación con los demás. Se aprecian diferencias estadísticamente significativas en todas las
categorías de los problemas; las categorías más frecuentes para los chicos son: problema
de tipo personal que se refiere a ellos mismos, sucede en la escuela y de relación; en el
caso de las chicas, las categorías más comunes son: de naturaleza interpersonal, en los que
intervienen los amigos, ocurre en el hogar y es de relación. Se aprecian diferencias
estadísticamente significativas según los cursos en todas las categorías del problema. En la
segunda parte del cuestionario sobre las estrategias de afrontamiento, se aprecian
diferencias estadísticamente significativas entre chicos y chicas en dos estrategias de
aproximación (Análisis lógico y Búsqueda guía) y en una de evitación, Descarga emocional.
En todos los casos son las chicas las que obtienen una puntuación superior al grupo de los
chicos. También se observan diferencias según curso en las estrategias de Análisis lógico,
Reevaluación positiva, Búsqueda guía y Búsqueda de gratificación. La utilización del
Análisis lógico y de la Búsqueda guía tienden a aumentar a lo largo de la ESO; y la
Búsqueda de gratificación disminuye entre 6º de primaria y 4º de ESO. En las estrategias de
Resolución de problemas, Evitación cognitiva y Aceptación/Resignación no se obtienen
diferencias estadísticamente significativas según las variables de sexo, curso ni en la
interacción entre ambas.
175
B. ESTUDIO DE LA RELACIÓN ENTRE VARIABLES:
La relación entre los síntomas asociados a los TCA, evaluados mediante el EDI-2, y las
características de personalidad, evaluadas a partir del APQ, se han estudiado mediante las
correlaciones de Pearson. En la tabla 4.24. se presentan las correlaciones para las escalas
del EDI-2 y las escalas primarias y globales del APQ.
Las correlaciones entre las escalas del EDI-2 y las escalas primarias de personalidad del
APQ oscilan entre 0.01 y 0.41. Como puede apreciarse en la tabla 4.24. las correlaciones
más elevadas se dan entre las escalas de Impulsividad y Estabilidad emocional (0.41),
Impulsividad y Aprensión (0.3), Conciencia interoceptiva y Estabilidad emocional (0.40), y
Conciencia interoceptiva y Aprensión (0.31). La escala de Estabilidad emocional
correlaciona de forma significativa con todas las escalas del EDI-2 aunque con signo
negativo, a excepción de la escala de Insatisfacción corporal. Cabe destacar que la escala
de Perfeccionismo del EDI-2 presenta correlaciones muy bajas (0.08) con la escala de
Perfeccionismo del APQ.
Las correlaciones entre las escalas globales del APQ y las del EDI-2 son de magnitud baja y
oscilan entre 0.02 y 0.32. Las correlaciones más elevadas se dan entre Ansiedad y
Conciencia interoceptiva (0.32), Ansiedad e Impulsividad (0.31) y Extraversión con
Inseguridad social y Desconfianza interpersonal (0.24). Las escalas de Extraversión y
Ansiedad del APQ correlacionan de forma significativa con casi todas las escalas del EDI-2.
En resumen,
las correlaciones entre los síntomas asociados a los TCA y las características de
personalidad son, en su mayoría, bajas o muy bajas. La escala primaria de personalidad del
APQ que correlaciona de forma significativa y negativa con la mayor parte de las escalas del
EDI-2 es la de Estabilidad emocional y, en el caso de las escalas globales, las de
Extraversión y Ansiedad.
176
Tabla 4.24. Correlaciones entre las escalas del EDI-2 y el APQ.
EDI-2
Obsesión
por la Insatisfacción Desconfianza Conciencia Miedo a la Inseguridad
delgadez Bulimia corporal Ineficacia Perfeccionismo interpersonal interoceptiva madurez Ascetismo Impulsividad social
Dominancia -0,045 0,034 0,081* 0,015 0,076* 0,064 0,009 0,010 *0,089 0,070* 0,088*
Animación 0,064 -0,049 -0,012 -0,055 0,020 0,176** 0,004 -0,006 0,042 -0,030 0,184**
Atención a las
normas -0,029 -0,124** -0,060 -0,034 0,009 0,006 -0,041 -0,033 -0,106** -0,134** 0,034
Atrevimiento 0,047 0,023 0,042 -0,007 -0,028 0,244** -0,012 -0,028 0,047 -0,068 0,305**
A Sensibilidad 0,081* 0,012 -0,072* 0,000 0,006 0,045 0,044 0,004 0,026 0,005 0,024
P
Q Vigilancia 0,074* 0,134** 0,064 0,063 0,111** -0,138** 0,149** 0,085* 0,159** 0,211** -0,140**
Abstracción 0,089** 0,158** 0,032 0,087* 0,135** -0,007 0,191** 0,084* 0,134** 0,220** -0,087*
Privacidad -0,025 -0,034 -0,089* 0,013 0,029 -0,261** 0,029 0,010 -0,023 0,014 -0,224**
Aprensión 0,143** 0,139** -0,033 0,108** 0,199** -0,036 0,309** 0,164** 0,210** 0,296** -0,162**
Apertura al
cambio 0,002 -0,030 0,076* 0,005 -0,033 0,052 -0,011 -0,079* 0,001 -0,082* 0,106**
Autosuficiencia 0,005 0,131** 0,029 0,115** 0,137** -0,145** 0,115** 0,096** 0,080* 0,112** -0,229**
Perfeccionismo -0,033 -0,178** -0,081* -0,018 0,083* 0,095** -0,102** -0,072* -0,084* -0,117** 0,125**
Tensión 0,108** 0,131** -0,005 0,054 0,106** -0,042 0,207** 0,121** 0,176** 0,275** -0,131**
Extraversión 0,020 -0,137** -0,069* -0,167** -0,148** 0,242** -0,090* -0,061 -0,117** -0,138** 0,238**
177
EDI-2
Obsesión
por la Insatisfacción Desconfianza Conciencia Miedo a la Inseguridad
delgadez Bulimia corporal Ineficacia Perfeccionismo interpersonal interoceptiva madurez Ascetismo Impulsividad social
Ansiedad **0,188 **0,120 -0,064 **0,105 **0,168 -0,003 **0,316 **0,174 **0,200 **0,305 **-0,130
A Dureza **-0,118 -0,046 -0,007 **-0,114 *-0,087 -0,062 **-0,106 -0,015 **-0,099 *-0,084 -0,057
P
Q Independencia 0,024 0,044 *0,071 0,024 *0,084 **0,123 0,019 -0,023 **0,112 0,035 **0,168
Autocontrol -0,041 **-0,124 -0,048 -0,024 *0,088 **0,096 -0,056 -0,025 -0,031 **-0,094 **0,157
178
B.2. Síntomas asociados al TCA y estrategias de afrontamiento
Las correlaciones entre los síntomas asociados al TCA, evaluados mediante el EDI-2, y las
estrategias de afrontamiento evaluadas con el CRI-Y, se han calculado mediante la
correlación de Pearson.
En la tabla 4.25. se presentan las correlaciones entre los síntomas asociados al TCA y las
estrategias de afrontamiento; las correlaciones son de magnitud baja o muy baja, aunque en
la mayoría significativas, y oscilan entre .07 y .24. La estrategia de Análisis lógico es la única
que obtiene correlaciones significativas con todas las escalas del EDI-2, aunque con
coeficientes que no superan el 0.25. La escala de Descarga emocional es la estrategia que
obtiene los coeficientes de correlación más elevados con las escalas de Obsesión por la
delgadez (0.24), Impulsividad (0.27) y Conciencia interoceptiva (0.33). La estrategia de
Resolución de problemas es la que menos correlaciona con las escalas del EDI-2.
179
Tabla 4.25. Correlaciones de las escalas EDI-2 y estrategias de afrontamiento
OBSESIÓN POR LA ,13** ,01 ,12** ,00 ,10** ,11** ,04 ,24**
DELGADEZ
MIEDO A LA MADUREZ ,13** ,09** ,06 ,07* ,15** ,17** ,16** ,14**
INSEGURIDAD SOCIAL ,07* ,14** ,16** ,13** ,02 -,03 ,01 -,01
180
En resumen,
las correlaciones entre el CRI-Y y el EDI-2 son de magnitud baja o muy baj
estadísticamente significativas. Las estrategias de afrontamiento que
correlaciones significativas con la mayoría de las escalas del EDI-2 son de
(Evitación cognitiva, Aceptación-resignación y Descarga emocional), a excepc
estrategia de Análisis lógico (estrategia de aproximación). Parece que los particip
presentan más sintomatología asociada a los TCA informan de más conductas de
para resolver sus problemas; también tienden a analizar y pensar más sobre las s
y a controlar más sus respuestas.
B.3. Relación entre síntomas asociados al TCA y las medidas antropométricas
Se ha utilizado un ANOVA para estudiar las diferencias entre los diferentes grupos de IMC
establecidos en la presencia de conductas y síntomas asociados a los TCA, evaluados
mediante el EDI-2 y el SCOFF (ver tabla 4.26.). Se cumplen las condiciones de aplicación
del ANOVA para todas las escalas de EDI-2, a excepción de Obsesión por la delgadez e
Insatisfacción corporal. Para estas últimas escalas se ha calculado el estadístico H de
Kruskall-Wallis para ver si existen diferencias entre grupos y, posteriormente se ha aplicado
la U de Mann-Whitney. Según se observa en la tabla 4.26., no hay diferencias significativas
entre los grupos de IMC en las puntuaciones del EDI-2.
Tabla 4.26. ANOVA para las escalas del EDI-2 y las categorías antropométricas, probabilidad y tamaño del efecto.
182
Tabla 4.27. H de Kruskal-Wallis de los grupos de IMC con la escala de Obsesión por la delgadez.
Para analizar las diferencias entre los grupos de IMC y la puntuación total del SCOFF se
calcula la H de Kruskal-Wallis ya que el rango de puntuaciones es muy bajo. Los contrastes
a posteriori se calculan mediante la U de Mann-Whitney. Se aprecian diferencias
estadísticamente significativas en las puntuaciones del SCOFF en el grupo de chicos (Χ2=
49.195; g.l.= 5, p<0.001) y en el grupo de las chicas (Χ2= 35.166; g.l.= 5, p<0.001) según el
IMC. En los chicos no existen diferencias significativas entre los grupos: riesgo de
malnutrición y bajo peso, normopeso y sobrepeso, y obesidad y obesidad grave; en las
chicas no hay diferencias entre los grupos: riesgo de malnutrición y bajo peso, sobrepeso y
obesidad y obesidad y obesidad grave. En consecuencia, se realiza una nueva agrupación
de las categorías antropométricas para chicos y chicas (ver figura 4.35.). En la tabla 4.28. se
muestran las diferencias de los nuevos grupos del IMC según sexo y se observa que no se
aprecian diferencias estadísticamente significativas.
183
Figura 4.35. Agrupación de las categorías del IMC según sexo.
CHICOS: CHICAS:
▪ Riesgo de malnutrición + Bajo
▪ Riesgo de malnutrición + Bajo peso
peso
▪ Normopeso
▪ Normopeso + Sobrepeso
▪ Sobrepeso + Obesidad + Obesidad
▪ Obesidad + Obesidad grave
grave
IMC U de Mann-Whitney Z p
En la tabla 4.29., se muestran las diferencias según sexo entre los ítems del SCOFF y la
nueva agrupación de categorías del IMC. En el grupo de los chicos se observan diferencias
estadísticamente significativas en cuatro de cinco ítems del cuestionario (ítems 1, 2, 3 y 4),
que se refieren a la pérdida de control sobre la comida y el peso y la imagen corporal. En los
cuatro ítems se observa que el grupo de Normopeso presenta puntuaciones superiores que
los grupos de Bajo peso y Sobrepeso. En el segundo y tercer ítem, el grupo de Sobrepeso
presenta una puntuación mayor que el grupo de Bajo peso; y en el cuarto ítem es el grupo
de Bajo peso el que obtiene una puntuación superior al grupo de Sobrepeso. Para el grupo
de las chicas se observan diferencias estadísticamente significativas en los ítems 2, 3, 4 y 5;
en todos los casos el grupo de Normopeso muestra una puntuación total del SCOFF
superior a la del grupo de Bajo peso y de Sobrepeso y, éste último, muestra una puntuación
mayor que el grupo de Bajo peso en los ítems 3 y 5. En el ítem 4 el grupo de Bajo peso
presenta una puntuación superior que el grupo de Sobrepeso.
184
Tabla 4.29. Relación entre chicos y chicas con los ítems del SCOFF.
Χ2 g.l. p Χ2 g.l. p
3. En els últims tres mesos, has 28.557 2 <.001 N>BP 16.345 2 <.001 N>BP
perdut més de 6 Kg.? SP>BP SP>BP
4. Creus que estàs gras encara 50.348 2 <.001 N>BP 62.296 2 <.001 N>BP
que els altres et diguin que estàs BP>SP BP>SP
massa prim?
En resumen,
las escalas de Obsesión por la delgadez y la de Insatisfacción corporal son las únicas
escalas del EDI-2 que presentan relación con el Índice de Masa Corporal; la mayoría de
diferencias estadísticamente significativas entre grupos de IMC se refieren a la escala de
Obsesión por la delgadez. En cuanto a la relación entre los síntomas asociados a los TCA,
medidos mediante el SCOFF, y el IMC, se observa que los chicos y las chicas con
Normopeso difieren estadísticamente de los grupos de Bajo peso y Sobrepeso, y que el
grupo de Sobrepeso difiere del de Bajo peso, en los ítems que hacen referencia al control
hacia la comida (pregunta 2) y la imagen corporal (pregunta 4).
Es decir, los participantes con un peso normal o sobrepeso expresan más preocupación
sobre la comida y sobre la imagen corporal que otros niños y niñas con un peso por debajo
de la media.
185
C. PREVALENCIA DE LOS TCA EN LA MUESTRA DEL ESTUDIO:
Los datos que se presentan en este apartado correspoden al grupo de riesgo. De los 93
participantes del grupo de riesgo, 71 (41 chicas y 31 chicos) aceptaron realizar la entrevista
EDE-12, y 22 rehusaron. La figura 4.36. presenta la distribución de las muestras de riesgo y
de no riesgo según sexo. Las edades oscilan entre 11 y 16 años (Media = 13.6, DT= 1.13).
Se muestra relación estadísticamente significativa según sexo (Χ2 = 4.84, p = .03); el número
de chicas que contestaron la entrevista EDE-12 fue mayor que el de chicos. No aparecen
diferencias estadísticamente significativas según la edad (t = .74; p = .46).
En la tabla 4.30. se muestran los participantes del grupo de riesgo que cumplen alguno de
los criterios diagnósticos del DSM-IV para TCA y el intervalo de confianza. En el caso de los
criterios diagnósticos A, B y C de anorexia nerviosa, las chicas muestran un porcentaje
mayor que los chicos. En ambos casos el criterio con mayor porcentaje fue el A, es decir,
mantenimiento de bajo peso (72.5% para chicas y 64.5% para chicos).
Ambos grupos cumplen los criterios B, C y D de la bulimia nerviosa, solo cuatro chicas
(10%) también cumplen el criterio A. El mayor porcentaje para chicos y chicas corresponde
el criterio B (conductas compensatorias), y hacer ejercicio excesivo para bajar de peso
(67.7% para chicos y 55% para chicas). El 27.5% de las chicas que participó en la segunda
fase del estudio podría ser diagnosticada como Trastorno de la Conducta Alimentaria No
Especificado (TCANE) con síntomas de anorexia, y un 5% como TCANE con síntomas de
bulimia nerviosa. En el grupo de los chicos, solo un caso (3.2%) podría ser diagnosticado
como TCANE con síntomas asociados a anorexia nerviosa.
Figura 4.36. Distribución de las muestras de riesgo y de no riesgo según el sexo.
Muestra comunitaria
Screening N = 1092
Chicas Chicos
Población de 54 (58.06%) 39 (41.94%)
riesgo
186
EDI-2: Eating Disorders Inventory-2; OB: Obsesión por la delgadez; IC: Insatisfacción corporal; BU: Bulimia nerviosa; TCANE:
Trastorno de la conducta alimentaria no especificado; AN: Anorexia Nerviosa; BU: Bulimia nerviosa.
También se ha analizado la relación entre los que realizaron la entrevista y los que
rehusaron contestarla. No hay relación estadísticamente significativa según el sexo
(Χ2=.367; g.l.=1; p= .544) ni según la naturaleza del problema (problema alimentario)
(Χ2=10.352; g.l.=10; p= .410); sólo se observa relación estadísticamente significativa entre
los que sí contestaron la entrevista y los que no lo hicieron en la puntuación total del SCOFF
(Z= -2.998; p=.003): el grupo que rehusó contestar el que obtiene un rango promedio
superior al grupo que respondió a la entrevista.
Tabla 4.30. Participantes de la muestra de riesgo, e intervalo de confianza (entre paréntesis), que cumplen criterios
diagnósticos del DSM-IV para la anorexia y bulimia nerviosas, según el EDE-12.
Chicos (n= 31) Chicas (n = 40)
Criterios diagnósticos para anorexia nervosa n (IC 95%) n (IC 95%)
A. Mantener bajo peso 20 (47.67-81.36) 29 (58.66-86.34)
B. Miedo a ganar peso 9 (13.05-45.01) 22 (39.58-70.42)
C. Sensación de gordura 10 (15.80-48.71) 20 (34.50-65.49)
Importancia de la figura 8 (10.40-41.21) 16 (24.82-55.18)
Importancia del peso 4 (1.10-24.70) 18 (29.58-60.42)
D. Menstruación 0 0
Criterios diagnósticos para la bulimia nerviosa n (IC 95%) n (CI 95%)
A. Episodios recurrentes de sobreingesta 0 4 (0.7-19.29)
B. Conductas compensatorias:
2.a. Vómito autoinducido 1* 3*
2.b. Abuso de laxantes 0 0
2.c. Abuso de diuréticos 0 0
2.d. Ejercicio excesivo 21 (51.29-84.20) 22 (39.58-70.42)
2.e. Ayuno 0 1*
C. Conductas compensatorias inapropiadas 3* 3*
D. Importancia de la figura 8 (10.40-41.21) 16 (24.82-55.18)
Importancia del peso 4 (1.10-24.70) 18 (29.58-60.42)
E. La persona no cumple criterios diagnósticos para la anorexia 0 0
nerviosa
* IC no se llevó a cabo porque no cumplía las condiciones de aplicación
187
En resumen,
la prevalencia para TCANE con síntomas asociados a anorexia nerviosa, es de 1.28% (95%
IC, 0.61-1.94) para la muestra total. La ratio según el sexo es de 11:1 para un TCANE con
síntomas anoréxicos (1.95% chicas, [95% IC, 0.81-3.10] y 0.17% chicos [95% IC no se llevó
a cabo porque no cumplía las condiciones de aplicación]. Para el TCANE con síntomas de
bulimia nerviosa, la prevalencia es de 0.36% para toda la muestra (95% IC no se llevó a
cabo porque no cumplía las condiciones de aplicación). Ningún chico cumplía criterios para
este trastorno. Se aprecian diferencias estadísticamente significativas en el grupo de riesgo
entre los que contestaron la entrevista y los que rehuyeron a contestar en la puntuación total
del SCOFF, son los que rehuyeron los que presentan puntuaciones más elevadas y mayor
riesgo de presentar síntomas de TCA.
188
D. DIFERENCIAS ENTRE EL GRUPO DE RIESGO Y EL GRUPO DE NO RIESGO EN
CARACTERÍSTICAS DE PERSONALIDAD, ESTRATEGIAS DE AFRONTAMIENTO,
HÁBITOS ALIMENTARIOS Y CARÁCTERÍSTICAS ANTROPOMÉTRICAS:
Para comparar las diferencias entre el grupo de riesgo se seleccionó un grupo homogéneo
de no riesgo, es decir que no superara el centil 95 en tres de las escalas del EDI-2,
equivalente en edad y sexo al grupo de riesgo. Tanto el grupo de riesgo como el grupo de
no-riesgo están compuestos por 93 participantes (39 hombres y 54 mujeres), que
representan el 3,38% y el 4,68% de la muestra total, para varones y mujeres,
respectivamente. En este apartado se analizan si hay diferencias entre los dos grupos en
características de personalidad, estrategias de afrontamiento, hábitos alimentarios y
características antropométricas.
Para estudiar las posibles diferencias entre los grupos (adolescentes de riesgo y de no
riesgo) en las características de personalidad, se ha utilizado el estadístico U de Mann-
Whitney debido a que la puntuación en las diferentes escalas del APQ son percentiles.
En la tabla 4.31. se presentan los estadísticos de la prueba U de Mann-Whitney para los
grupos de riesgo y de no riesgo para las escalas de personalidad del APQ. Se observa que
sólo en el caso de la escala global de Dureza aparecen diferencias estadísticamente
significativas; el grupo de riesgo presenta un rango promedio menor que el grupo de no
riesgo. Para el resto de las escalas de personalidad no aparecen diferencias
estadísticamente significativas entre los grupos.
189
Tabla 4.31. Diferencias entre grupo de riesgo y de no riesgo según el APQ.
Rango promedio U de Mann Whitney
En resumen,
Sólo se aprecian diferencias estadísticamente significativas entre el grupo de riesgo y de no
riesgo en la escala de Dureza. Es decir, el grupo de no riesgo se muestra más resolutivo,
insensible y de mentalidad más dura que el grupo de riesgo.
Para analizar las diferencias entre el grupo de no riesgo y el grupo de riesgo en las
estrategias de afrontamiento se ha utilizado el estadístico t de Student. En la tabla 4.32., se
muestran los resultados para los dos grupos. Como puede apreciarse, no hay diferencias
estadísticamente significativas entre los grupos en ninguna estrategia de afrontamiento.
Según la categoría de Contenido del problema, y más concretamente para el problema
alimentario, no se aprecia relación estadísticamente significativa entre los grupos de riesgo y
de no riesgo (Χ2=18.423; g.l.=11; p= .072). Cabe destacar que cuatro sujetos del grupo de
190
no riesgo informan de un problema alimentario, mientras que en el grupo de riesgo lo hacen
catorce personas.
Tabla 4.32. Diferencias según grupo de riesgo y de no riesgo según las estrategias de afrontamiento.
Riesgo No riesgo Diferencia entre grupos
(n=73) (n=84)
Escalas Media DT Media DT t p
Análisis lógico 9.62 .53 9.60 .48 -.034 .973
Reevaluación positiva 8.63 .53 8.85 .43 .316 .753
Búsqueda guía 8.07 .58 7.83 .47 -.316 .753
Resolución de problemas 9.15 .56 8.49 .46 -.909 .365
Evitación cognitiva 9.39 .49 9.24 .42 -.236 .814
Aceptación resignación 8.77 .51 8.24 .39 -.826 .410
Búsqueda de gratificación 6.38 .55 6.88 .44 .707 .481
Descarga emocional 7.58 .57 7.19 .51 -.510 .611
En resumen,
No existen relación estadísticamente significativa entre los grupos de riesgo y de no riesgo
en cuanto a las estrategias de afrontamiento se refiere. Es decir, el grupo de riesgo y de no
riesgo parece que utilicen el mismo tipo de estrategias para resolver sus problemas.
Tampoco se observan diferencias estadísticamente significativas entre los dos grupos en la
categoría de Naturaleza del problema (problema alimentario).
191
antropométricas (peso y altura). Se aprecian diferencias estadísticamente significativas entre
el grupo de riesgo y de no riesgo en las categorías de infrapeso (Z =3.33; p<.001),
normopeso (Z =2.06; p=.04); obesidad (Z =2.29; p=.02) y obesidad grave (Z =3.34;
p<.001). En el caso de la categoría de infrapeso y normopeso el grupo de no riesgo muestra
un porcentaje mayor de participantes, mientras que en las categorías de obesidad y
obesidad grave son los del grupo de riesgo quienes presentan más participantes (véase fig.
4.36.).
Figura 4.36. Porcentajes del IMC según grupo de riesgo y de no riesgo.
100
90
80
70
61,29
60
45,88 No riesgo
50
Riesgo
40
30 22,35
15,05 17,2 16,47
20 14,12
10 4,3 2,15
1,18
0
Infrapeso Normopeso Sobrepeso Obesidad Obesidad grave
En resumen,
se aprecian diferencias estadísticamente significativas entre los grupos de riesgo y de no
riesgo según las categorías antropométricas. Se observa que los porcentajes en las franjas
de normopeso e infrapeso son superiores en el grupo de no riesgo, y en las categorías de
sobrepeso y obesidad son los participantes del grupo de riesgo los que presentan un mayor
porcentaje.
192
D.4. Hábitos alimentarios
Para observar las diferencias entre los dos grupos utilizando la estadística clásica se han
aplicado diversas pruebas según el tipo de variable; en el caso de las variables cualitativas
se ha aplicado el estadístico Chi Cuadrado, y en el caso de variables cuantitativas se ha
calculado la t de Student. Algunas variables no cumplían las condiciones de aplicación de la
Chi Cuadrado, por lo que se ha procedido a la recategorización para su análisis estadístico;
en la tabla 4.33. se muestran las nuevas categorías.
193
Fin de semana desayuna en casa Nunca o un día
Siempre
Fin de semana come en casa Nunca o un día
Siempre
Fin de semana cena en casa Nunca o un día
Siempre
Fin de semana cena fuera de casa Nunca
Un día
Durante la semana cómo desayuna Sentado a la mesa
Sentado o estirado en el sofá o en la cama
De pie
Durante la semana cómo toma un Sentado a la mesa o en el sofá
tentempié De pie
Durante la semana cómo merienda Sentado a la mesa
Sentado o estirado en el sofá o en la cama
De pie
Fin de semana cómo desayuna Sentado a la mesa
Sentado o estirado en el sofá o en la cama
194
Hermanos o padre y hermanos o madre y hermanos
Toda la familia
El fin de semana con quién merienda Padre o madre o padre y madre
Hermanos o madre y hermanos
Toda la familia
Solo
El fin de semana con quién cena Padre o madre o padre y madre
Hermanos o madre y hermanos
Toda la familia
Otros familiares o toda la familia y otros familiares
Se utiliza la comida como castigo No
A veces
Actividades durante el desayuno Miro la TV
Hablo con los que tengo alrededor
No hago ninguna actividad
Hago alguna actividad
Actividades durante la comida Miro la TV
Hablo con los que tengo alrededor
Hago alguna actividad
Actividades durante la merienda Miro la TV
Hablo con los que tengo alrededor
Hago alguna actividad
Quién le ha recomendado hacer dieta Médico o farmacéutico
Amigos, otros o amigos y otros
Quién hace dieta de tu familia Yo/ madre y yo/ padre y yo/ hermanos y yo
Madre
Madre y hermanos / madre y padre
Tabla 4.34. Análisis de Chi cuadrado del Bloque I (Aspectos sociodemográficos) del cuestionario de hábitos alimentarios para
los grupos de riesgo y de no riesgo, Chi cuadrado, grados de libertad y significación estadística.
Variables Χ2 gl p
La tabla 4.35. recoge el análisis de las puntuaciones del Bloque II sobre los Hábitos
alimentarios. Se aprecia relación estadísticamente significativa en el elemento “Merienda
cada día”, en la que el grupo de no riesgo informa de que sí lo hace cada día con un
195
porcentaje mayor que el grupo de riesgo; es decir, este grupo dice no hacer la merienda
cada día. También se observa relación estadísticamente significativa en el ítem de “Durante
la semana merienda en casa”, en la que los participantes del grupo de riesgo indican, con un
mayor porcentaje, que no lo hacen, mientras que el mayor porcentaje de participantes que
informa que sí lo hace son del grupo de no riesgo. En el resto de ítems no se aprecian
diferencias estadísticamente significativas entre grupos.
En la tabla 4.36. se recogen los análisis de las respuestas al Bloque III del cuestionario de
hábitos alimentarios. Las diferencias estadísticamente significativas entre el grupo de riesgo
y de no riesgo aparecen en los ítems de: “Cuando no tiene hambre, no come nada”,
“Cuando no quiere comer lo que le ponen, come lo que le dicen sus padres”, “Cuando no
quiere comer lo que le ponen, no come nada”; en los tres casos el grupo de riesgo presenta
conductas relacionadas con TCA.
196
Tabla 4.35. Análisis del del Bloque II (Hábitos alimentarios) del cuestionario de hábitos alimentarios para los grupos de riesgo/
no-riesgo, Chi cuadrado, grados de libertad y significación estadística.
Variables Χ2 gl p Diferencias
197
Tabla 4.36. Análisis del Bloque III (Actitudes hacia el comer y/o la comida) del cuestionario de hábitos alimentarios según grupo
de riesgo/ no-riesgo, Chi cuadrado, grados de libertad y significación estadística.
Variables Χ2 gl p Diferencias
Los resultados del análisis del Bloque IV quedan recogidos en la tabla 4.37. Se aprecian
diferencias entre los dos grupos en los ítems de: “Le han aconsejado hacer dieta”, “Ha
pedido hacer dieta a sus padres” y “Cree que necesita hacer dieta”; en todos los casos el
grupo de riesgo muestra un porcentaje mayor en todas estas variables que el grupo de no
riesgo. En cuanto a las razones por las que los participantes creen necesitar dieta, se
observan diferencias estadísticamente significativas entre los grupos de riesgo y de no
riesgo; por ejemplo, un porcentaje mayor del grupo de riesgo y de no riesgo cree que
necesita hacer dieta porque el médico se lo ha recomendado. En el ítem sobre qué ha
hecho para perder peso, el grupo de riesgo se diferencia significativamente del de no riesgo
198
en que dice que quiere bajar de peso y ha hecho alguna cosa para adelgazar. Se observan
diferencias estadísticamente significativas entre los dos grupos en el apartado sobre quién
ha hecho dieta de tu familia: el grupo de riesgo presenta un mayor porcentaje que el de no
riesgo en el ítem de “yo hago dieta”, “yo y mi padre”, “yo y mi madre”, “yo y mis hermanos”;
en el ítem de “quien hace dieta” es la madre, el grupo de no riesgo presenta un mayor
porcentaje de respuesta que el grupo de riesgo; y en la categoría de madre y padre, y madre
y hermanos, los que muestran un mayor porcentaje son los del grupo de no riesgo.
Finalmente, en referencia a si ha habido algún cambio en los hábitos alimentarios, se
observan diferencias estadísticamente significativas en todas las variables: ahora controla
más el tipo de alimentos que toma, ahora pregunta si engordan o no ciertos alimentos, ha
dejado de tomar alguna de las comidas y ha dejado de tomar algún alimento; en todos los
casos el grupo de riesgo muestra un porcentaje mayor que el grupo de no riesgo. Cabe
destacar que en la opción de No me ha influido en nada, como igual que siempre, el grupo
de no riesgo muestra un porcentaje mayor que el de riesgo.
199
Tabla 4.37. Análisis del Bloque IV (Dieta) del cuestionario de hábitos alimentarios según grupo de riesgo/ no-riesgo, Chi
cuadrado, grados de libertad y significación estadística.
Variables Χ2 gl p Diferencias
Cree que necesita hacer dieta porque se siente gordo *.693 1 .405
Cree que necesita hacer dieta porque sus amigos le dicen que 1.562 1 .211
está muy gordo
Cree que necesita hacer dieta porque en su casa le dicen que .206 1 .650
adelgace
Cree que necesita hacer dieta porque debido a las actividades 3.493 1 .062
extraescolares tiene que bajar de peso
Cree que necesita hacer dieta porque el médico se lo ha 3.852 1 .05 Riesgo
recomendado
Cree que necesita hacer dieta porque quiere parecerse a las 3.678 1 .055
modelos
Cree que necesita hacer dieta porque no se siente bien con su .295 1 .587
figura
Quiere bajar de peso pero no ha hecho nada 6.219 1 .013 No: Riesgo
Ahora controla más el tipo de alimentos que tomo 19.621 1 <.001 Riesgo
200
En la tabla 4.38. se recogen los ítems cuantitativos del cuestionario de hábitos alimentarios,
se aprecian diferencias estadísticamente significativas entre los dos grupos en el ítem de
“días que merienda”.
Tabla 4.38. Comparación del número de días a la semana que hacen las comidas diarias los grupos de riesgo y de no riesgo,
prueba t de Student, grados de libertad y significación estadística.
t gl p
Tabla 4.39. Porcentaje de respuesta de algunos ítems del cuestionario de hábitos alimentarios.
Categorías Muestra
% de no riesgo % de riesgo
Trabaja el padre: Sí 93.9% 91.7%
Come al mediodía cada día: sí 98.8% 94.3%
Durante la semana cena en casa: sí 95.2% 86.4%
Durante la semana cómo come: sentado a la mesa 95.3% 93%
Durante la semana cómo cena: sentado a la mesa 94.1% 91.8%
Fin de semana cómo come: sentado a la mesa 95.1% 95.3%
Cuando no quieren comer lo que le ponen, lo comen y 94.7% 93.6%
luego lo vomitan: No
201
D.4.2. Modelos de arquitectura neuronal de los hábitos alimentarios según los grupos
de riesgo y de no riesgo:
Este análisis se hizo con dos grupos: el de riesgo y uno equivalente en edad y sexo al grupo
de riesgo, seleccionado a partir de la muestra comunitaria. La muestra total fue de 170
participantes (85 participantes para cada grupo).
De todas las variables estudiadas con el procedimiento de redes neuronales se han
seleccionado varios conjuntos de variables con un porcentaje de predicción que oscila entre
el 86.24% y el 83.65%. Esta predicción será la probabilidad de que un participante sea
202
clasificado como de riesgo o de no riesgo contestando afirmativamente a un conjunto de
ítems.
a) El primer conjunto de ítems seleccionados, al que identificamos como Patrón 1
comprende:
Se siente gordo (ítem nº 7) + mientras come hace alguna actividad (ítem nº 4) + en casa le
dicen que tiene que adelgazar (ítem nº 5) + hace alguna actividad extraescolar (ítem nº 1) +
debido a las actividades extraescolares que hace tiene que bajar de peso (ítem nº 7)
Este Patrón muestra un índice de sensibilidad del 82.24% y un índice de especificidad del
88.71%, y presenta un porcentaje de predicción total del 85.47%.
Mientras come hace alguna actividad (ítem nº 4) + cree que necesita hacer dieta para
adelgazar (ítem nº 6) + en casa le dicen que tiene que adelgazar (ítem nº 5) + realiza alguna
actividad extraescolar (ítem nº 1) + debido a las actividades extraescolares que hace tiene
que bajar de peso (ítem nº 7)
Este patrón muestra una sensibilidad del 79.65% y una especificidad del 89.76%, y presenta
un porcentaje de predicción total del 84.71%.
Sus amigos le dicen que está gordo (ítem nº 7) + sus padres le han aconsejado que haga
dieta para adelgazar (ítem nº 5) + mientras cena hace alguna actividad (ítem nº 4) + cree
que necesita hacer dieta para adelgazar (ítem nº 6)
Presenta una sensibilidad del 87.35% y una especificidad del 80.71%. El porcentaje de
predicción total de este tercer conjunto de ítems es del 84.03%.
También cabe destacar que aparece un ítem común a todos los patrones, lo que puede
interpretarse como una información significativa para clasificar a un participante en un grupo
de riesgo o no: en casa le dicen que tiene que adelgazar o sus padres le han dicho que se
ponga a dieta. También aparecen varios ítems comunes a dos de los modelos: debido a las
203
actividades extraescolares que hace tiene que bajar de peso (patrón 1 y 2), cree que
necesita hacer dieta para adelgazar (patrón 2 y 3), mientras come o cena hace alguna
actividad (patrón 1 y 3).
204
En resumen,
del análisis del cuestionario de hábitos alimentarios se desprende que:
en las variables sociodemográficas no se aprecia ninguna diferencia estadísticamente
significativa entre los grupos de riesgo y de no riesgo. Se aprecian diferencias según los
hábitos alimentarios en el apartado que se refiere a la merienda, en la que el grupo de
riesgo dice no hacerla cada día y que los fines de semana tampoco la hace en casa. En las
estrategias que los participantes utilizan cuando no quieren comer lo que se les pone o no
tienen hambre, destaca que el grupo de riesgo, cuando no tiene hambre, dice no comer
nada y tampoco come lo que le ponen sus padres y, cuando no quiere comer lo que se le
pone, no come nada. En el bloque de la dieta, el grupo de riesgo muestra diferencias
estadísticamente significativas con el de no riesgo en aspectos sobre si le han aconsejado
dieta, ha pedido hacer dieta a sus padres, y cree que necesita hacer dieta; en todos los
casos el grupo de riesgo muestra mayor preocupación por el tema de la dieta. También se
observa que el grupo de riesgo presenta diferencias estadísticamente significativas con el
grupo de no riesgo según si la persona que realiza la dieta es él mismo, mientras que
cuando la persona es otro miembro de la familia el mayor porcentaje se concentra en el
grupo de no riesgo. Finalmente, se aprecian diferencias según el grupo en los cambios de
hábitos alimentarios; en todos los casos el grupo de riesgo muestra más cambios que el
grupo de no riesgo.
Según el análisis de redes neuronales, el primer patrón es el que muestra el mejor
rendimiento global, el segundo es el que presenta la mejor especificidad, y el tercero es el
que muestra mejor sensibilidad.
La variable de decirle al participante que se ponga a dieta es común a los tres modelos.
Si se comparan los resultados de la estadística clásica y los de las redes neuronales,
encontramos aspectos comunes relacionados con el bloque de dieta: ambos análisis
coinciden en que la necesidad de hacer dieta y que alguien le haya pedido hacer dieta son
los dos ítems significativos que mejor clasifican a una persona en el grupo de riesgo o de no
riesgo.
Cabe destacar que el análisis de Redes neuronales acentúa algunas otras variables
relacionadas con hábitos alimentarios que sobresalen por su importancia en el momento de
clasificar un participante como muestra de riesgo o de no riesgo.
205
CAPÍTULO 5
CONCLUSIONES
206
En este apartado se presentan las conclusiones de esta investigación.
Los objetivos generales de esta investigación son:
1. Evaluar y describir los hábitos alimentarios de un grupo de niños y adolescentes
catalanes y los síntomas asociados a las alteraciones de la conducta alimentaria. También,
se pretende estudiar la relación entre estas alteraciones, algunas variables psicosociales,
las características antropométricas, las características de personalidad y las estrategias de
afrontamiento. Además se analizarán las diferencias entre un grupo de riesgo de TCA y un
grupo de no riesgo según las variables anteriormente citadas.
2. Adaptar un cuestionario de cribado de los TCA a nuestro contexto.
En cuanto a los hábitos alimentarios se refiere los resultados son los siguientes:
El modelo de familia más común es el formado por padre, madre e hijos.
La mayoría de los participantes informa de que hace alguna actividad extraescolar, y un
20% de la muestra dedica más de cinco horas a la semana.
La responsabilidad de la organización y compra de la comida la sigue asumiendo la
madre.
Más de la mitad de los participantes informan de que no comen en la escuela.
El bocadillo de media mañana y la merienda son las comidas que menos hacen los
participantes de este estudio.
Ver la TV y hablar con los que tienen alrededor son las actividades más comunes que
realizan los participantes durante las comidas, sobre todo en la merienda y la cena.
Durante el desayuno y merienda los adolescentes informan de que están acompañados
por los hermanos, y la mayoría de los participantes hace la cena con toda la familia.
En cuanto a la dieta, un tercio de los participantes cree que necesita hacer dieta y las
causas más comunes son que se siente gordo y que no se siente bien con su figura.
Más de la mitad de la muestra informa de que algún familiar y/o amigo ha hecho dieta, lo
que ha influido de algún modo en su forma de comer, como controlar más el tipo de alimento
que toma.
207
El análisis mediante redes neuronales aporta información relevante sobre algunos ítems
relacionados con los hábitos alimentarios que sirven para clasificar a los grupos de riesgo y
de no riesgo con una probabilidad superior al 80%. Estos ítems son: en casa le dicen que
tiene que adelgazar o sus padres le han dicho que se ponga a dieta, debido a las
actividades extraescolares que hace tiene que bajar de peso, cree que necesita hacer dieta
para adelgazar y mientras come o cena hace alguna actividad.
208
3. DESCRIBIR EL ESTADO FÍSICO Y NUTRICIONAL DE LOS PARTICIPANTES
MEDIANTE EL ÍNDICE DE MASA CORPORAL (IMC)
A partir de los datos recogidos de talla y peso de los participantes se destacan los siguientes
resultados:
Un tercio de la muestra total se sitúa en la franja de normopeso.
Hay más chicos que se sitúan en la franja de riesgo de bajo peso y de malnutrición que
chicas.
Un 20% tanto de chicos como de chicas están por encima del peso que les corresponde
por edad y talla (sobrepeso y obesidad).
Un 0.7% de la muestra de riesgo no quiso pesarse y un 7.3% de la muestra de no riesgo
tampoco aceptó.
209
Tanto la Extraversión como la Ansiedad muestran correlaciones estadísticamente
significativas, aunque de magnitud baja, con todas las escalas del EDI-2.
A partir de la relación entre las estrategias de afrontamiento y los síntomas asociados a los
TCA, se destacan las siguientes conclusiones:
La relación entre las estrategias de afrontamiento y los síntomas asociados a los TCA
son casi inexistentes.
La Evitación cognitiva, la Aceptación-resignación y la Descarga emocional son las tres
estrategias de afrontamiento que muestran más relación con los síntomas asociados a los
TCA. Es decir, los participantes que presentan más síntomas asociados a los TCA muestran
más conductas de evitación, se resignan con sus problemas y utilizan más la Descarga
emocional para resolver sus problemas.
210
En cuanto a las estrategias de afrontamiento, cabe destacar que:
No existen diferencias estadísticamente significativas entre los grupos de riesgo y de no
riesgo en cuanto a la utilización de estrategias de afrontamiento se refiere, ya que las
estrategias de afrontamiento que utilizan el grupo de riesgo y de no riesgo son similares.
211
8. ADAPTAR UN INSTRUMENTO DE SCREENING DE LOS TCA A NUESTRO
CONTEXTO (SCOFF).
212
CAPÍTULO 6
DISCUSIÓN
213
Los resultados de este trabajo indican que la responsabilidad de la organización y compra
de la comida la sigue asumiendo la madre, tal y como Díaz (2007) encuentra en su estudio
sobre las tareas del hogar. Aunque las horas de las comidas en familia han ido variando y se
han convertido en espacios menos estructurados (Buttriss, 2002), más de la mitad de los
participantes informan de que no comen en la escuela. Durante el desayuno y la merienda
los adolescentes informan estar acompañados por los hermanos, y la mayoría de los
participantes hace la cena con toda la familia; es decir, según nuestros resultados la cena
suele ser el momento que comparten toda la familia y en el que pueden aprender hábitos
alimentarios, tal y como Sámano et al. (2005) observan en su estudio sobre el aprendizaje
de hábitos alimentarios en la etapa infantil.
Según los resultados de este estudio, se ha encontrado que se omiten algunas de las
comidas, siendo las más comunes el bocadillo de media mañana y la merienda. Estos
resultados son parecidos a los encontrados en otros estudios con población infantil y
adolescente española (Goñi et al., 1999; Jiménez et al., 2000; Ortega et al., 2000; Moreno et
al., 2000; Serra-Majem et al., 2004). Esto nos hace pensar sobre la importancia de la
educación para la salud, más concretamente sobre la nutrición y los requerimientos
nutricionales para cada edad.
Una característica a destacar sobre los hábitos alimentarios de los participantes es la
realización de alguna otra actividad durante las comidas, que coincide con una de las
variables que mejor discriminan entre el grupo de riesgo y de no riesgo. Las actividades más
comunes son ver la TV y hablar con los que tienen alrededor, tal y como otros estudios
ponen de relieve (Calvo et al., 2002; Buttriss, 2002; Castells et al., 2006). La importancia de
la TV a las horas de las comidas provoca una disminución de la preocupación sobre la
educación alimentaria, lo que puede tener una influencia importante sobre los niños y los
adolescentes en la elección de alimentos (Buttriss, 2002) y la imagen corporal (Cusumano y
Thompson, 2000) entre otros. Respecto a los hábitos alimentarios se observan diferencias
estadísticamente significativas entre el grupo de riesgo y de no riesgo en cuanto a la
merienda y las estrategias que utilizan para no comer. Los participantes del grupo de riesgo
dicen que no meriendan cada día, que cuando no quieren comer lo que se les pone o no
tienen hambre, no comen nada y tampoco comen lo que le ponen sus padres. Estas son
algunas de las estrategias que utilizan los grupos con TCA, tal y como otros estudios
informan, los participantes con TCA dejan de comer alguna de las comidas o evitan comer,
iniciando así algún tipo de dieta (Fairburn et al., 1999; Fairburn et al., 2003; Fairburn et al.,
2005), siendo ésta un factor precipitante para el desarrollo de un TCA.
La dieta ha sido un tema muy estudiado y discutido en el desarrollo de los TCA. Varios
autores observan que la dieta es un factor de vulnerabilidad para el desarrollo de la AN
214
(Fairburn et al., 1999; Fairburn y Harrison, 2003; Fairburn et al., 2005), aunque otros
estudiosos consideran que, a pesar de tener una importante influencia en el desarrollo de un
TCA, no todos lo desarrollan (Patton et al. 1999). En este estudio, un tercio de los
participantes informa de que quiere ponerse a dieta para adelgazar, siendo las causas más
comunes que se siente gordo y que no se siente bien con su figura, tal y como otros autores
(Ghaderi, 2003 y Río et al., 2002) encuentran en sus estudios. Estos elementos son los más
significativos y que mejor discriminan entre la población de riesgo y de no riesgo de TCA.
Es interesante destacar que más de la mitad de la muestra informa de que algún familiar y/o
amigo ha hecho dieta, lo que ha influido de algún modo en su forma de comer, Ballester y
Guirado, (2003) encuentran que si la madre ha hecho dieta, así como ciertas actitudes de
los padres hacia la comida, ejercen un efecto negativo en el comportamiento alimentario de
los hijos. En este estudio también se destaca la importancia del comportamiento de los
padres en el grupo de riesgo; en este caso, la frecuencia del ítem de: “en casa le dicen que
tiene que adelgazar o sus padres le han dicho que se ponga a dieta”, es mayor en el grupo
de riesgo que en el de no riesgo, lo que coincide con lo que Gardner et al., (2000)
observaron en su estudio, en el que los niños que creían que sus padres estaban
preocupados por su peso, mostraban más conductas relacionadas con los TCA. Una de las
actitudes que más cambian los participantes cuando alguien de su entorno ha hecho dieta
es controlar más el tipo de alimento que toma.
También se ha encontrado que al grupo de riesgo le han aconsejado más hacer dieta, ha
pedido hacer dieta a sus padres, y cree que necesita hacer dieta, o le han cambiado los
hábitos alimentarios cuando alguien cercano ha hecho dieta. Estos resultados son parecidos
a los que Ballester y Guirado (2003) y Field et al. (2001) encontraron en sus estudios, en los
que el comportamiento alimentario de los padres, como hacer dieta la madre, y actitudes de
los padres hacia sus hijos sobre la comida o su aspecto físico podrían influir de forma
negativa en la adquisición de los hábitos alimentarios de los hijos. Es decir, se sugiere que la
preocupación por el peso de los padres se transmite a los hijos.
Cabe destacar que mediante el análisis realizado con redes neuronales, hay algunos
elementos significativos que coinciden con los análisis de estadística clásica, y son: la dieta,
elemento común a todos los patrones; hacer alguna actividad mientras come, creer
necesitar ponerse a dieta debido a las actividades extraescolares que realiza o sentirse
gordo.
215
al., 2003). Las chicas suelen mostrar más deseos de estar más delgadas, muestran mayor
preocupación por el peso y la comida, y son las que siguen un mayor número de dietas
restrictivas, en comparación con los chicos. En este estudio se observa que estas
preocupaciones varían también según la edad: las chicas se preocupan cada vez más
según van aumentando de edad, mientras que en los chicos se observa una disminución de
la preocupación por estar delgados según pasa el tiempo. Estas diferencias en la
preocupación por la delgadez también podrían deberse a las diferencias físicas que se
observan en esta etapa de la pubertad, en la que las chicas ya desarrollan el cuerpo de
mujer, mientras que los chicos empiezan a hacer los cambios (Chirstie y Viner, 2005), y son
ellas las que se sienten más diferentes, inseguras y preocupadas por su imagen (Rodríguez-
Tomé, 2003).
A diferencia de otros estudios españoles (Gandarillas et al., 2004 y Rojo et al., 2003) que
presentan datos sobre la prevalencia de los TCA con porcentajes superiores al 3% en
población adolescente, en este estudio la prevalencia para TCANE con síntomas asociados
a anorexia nerviosa es de 1.28%, y con síntomas de bulimia nerviosa es de 0.36% para toda
la muestra. Algunas de las razones que pueden explicar estas tasas tan bajas serían, en
primer lugar, el que un 13.16% de la muestra de participantes, tienen una edad entre 10 y 11
años. Este rango de edad es menor al de la edad de aparición de los TCA (Ruiz, P., Alonso,
J., Velilla, J., Lobo, A., Martín, A., Paumard, C., et al., 1998). En segundo lugar, es posible
que el hecho de que algunos de los participantes del grupo de riesgo no hayan aceptado
contestar la entrevista puede haber disminuido el porcentaje de la prevalencia, ya que no
podían ser identificados como población susceptible de un TCA.
A partir de los datos recogidos de talla y peso de los participantes se observa que sólo un
tercio de la muestra total se sitúa en la franja de normopeso, es decir, hay más chicos que
se sitúan en la franja de riesgo de bajo peso y de malnutrición que chicas. Estas diferencias
pueden deberse a la diferencia de tiempo de la pubertad entre los chicos y las chicas
(Pinyerd y Zipf, 2005). Estos resultados son también consistentes con los resultados que
Hermes y Keel (2003) hallaron en su estudio en que las niñas que maduran más
tempranamente tienen un IMC superior a las que maduran más tarde.
Es importante destacar que un 20%, tanto de chicos como de chicas, están por encima del
peso que les corresponde por edad y talla (sobrepeso y obesidad); Serra-Majem et al., 2004
manifiestan que en la etapa de la adolescencia es cuando se aprecian situaciones dispares
en relación al estado nutricional. Se observa, asimismo, un alto porcentaje con riesgo
nutricional y una alta prevalencia de obesidad en adolescentes, lo que también podría
hacernos pensar sobre el aumento de prevalencia de la obesidad que está latente en
216
nuestra sociedad (Serra-Majem, Ribas, Aranceta, Pérez y Saavedra, 2001). Estos
resultados también se podrían explicar, según el estudio de Christakis y Fowler (2007), en el
sentido de que la obesidad puede estar mediada por las relaciones sociales, del mismo
modo podríamos pensar que este suceso pudiera también ocurrir con el riesgo de bajo peso,
aunque para ello se requerirán estudios específicos.
La comparación entre el grupo de riesgo y de no riesgo, en cuanto a las medidas
antropométricas se refiere, indica que los participantes con sobrepeso y obesidad son los
que más se preocupan por la imagen corporal y están más obsesionados por adelgazar,
estos resultados van en la dirección de Yannakoulia et al. (2004) y Jones et al, (2001)
quienes observan que los TCA también son prevalentes en participantes con sobrepeso. En
este caso, los de mayor IMC son los que muestran más sintomatología asociada a los TCA;
estos resultados coinciden con los de Gila et al. (2004) quienes encontraron que cuanto
mayor es el IMC, mayores sobreestimaciones hacen de su cuerpo. Toro (2004) también se
manifiesta en el mismo sentido, un alto IMC es un factor predisponente para desarrollar un
TCA.
217
Yannaloulia et al., 2004) que han estudiado la relación entre el IMC y las alteraciones de la
conducta alimentaria, y observan que los TCA no aparecen únicamente en participantes con
infrapeso, sino que también son prevalentes en participantes con sobrepeso.
Nuestros resultados también son coherentes con los que presentan Marcó et al., (2004)
quienes encontraron que tanto en el grupo de niñas como el de niños, cuanto mayor es el
IMC menor autoestima corporal manifiestan, y que, para el grupo de niñas, un menor IMC se
relaciona con un mayor control sobre la dieta.
En esta muestra, los chicos y chicas con normopeso o sobrepeso están más preocupados
por haber perdido el control sobre la cantidad de comida que comen y porque creen estar
más gordos, aunque otros les digan que no lo están, que el grupo de bajo peso. Los
participantes con un peso normal o sobrepeso son los que expresan más preocupación
sobre la comida y sobre la imagen corporal que otros niños y niñas con un peso por debajo
de la media. Estos datos coinciden con los de Gila et al., (2004) quienes encontraron que las
adolescentes con un mayor índice de masa corporal, peso y altura se caracterizan por hacer
más sobreestimaciones de su cuerpo.
Según los resultados del presente estudio, existe muy poca relación entre los síntomas
asociados a los TCA y las características de personalidad, aunque otros estudios (Gual
et al., 2002) confirman su relación, sobre todo con el rasgo de perfeccionismo, que se ha
relacionado con un alto riesgo de desarrollar un TCA
Los síntomas asociados a las alteraciones de la conducta alimentaria se relacionan con la
Inestabilidad emocional, este resultado va en la línea de varios estudios (Gual et al., 2002;
Cervera et al., 2003) que proponen que un alto Neuroticismo o inestabilidad emocional, y
una baja autoestima podrían ser causas y, al mismo tiempo consecuencias, de los TCA.
Otros autores (Bulik et al., 2006; Cervera et al., 2003) encuentran que una puntuación alta
en neuroticismo está relacionada con la aparición de un TCA.
Tanto la Extraversión como la Ansiedad muestran correlaciones bajas y significativas con los
síntomas asociados a los TCA, aunque otros estudios no hacen referencia a estos rasgos en
concreto; algunos estudios apuntan que las conductas de obsesión-compulsión se han
asociado a los TCA en muestras clínicas (Anderluh et al., 2003). Lilenfeld et al. (2006)
consideran que los rasgos de personalidad obsesivo compulsivos pueden ser factores
predisponentes, tal y como se demuestra en estudios retrospectivos y estudios de familias.
No aparecen diferencias en las características de personalidad entre el grupo de riesgo y
de no riesgo, a excepción de la escala de Dureza. Es decir, el grupo de riesgo se muestra
menos resolutivo y más sensible que el grupo de no riesgo. Esta puntuación baja en la
escala de Dureza podría relacionarse con una baja Autosuficiencia; según Bulik et al. (2000)
las personas con anorexia nerviosa se caracterizan por tener una baja autosuficiencia, es
218
decir, no se sienten capaces de hacer cosas, no son resolutivos, se muestran débiles y
sensibles.
219
CAPÍTULO 7
220
Para acabar este trabajo, destacar algunos puntos fuertes y limitaciones del estudio y
futuras líneas de trabajo.
Puntos fuertes:
✦ La extensión de la muestra ha sido considerable, teniendo en cuenta las dificultades en la
recogida de datos para la investigación con población comunitaria.
✦ La presentación de datos sobre la prevalencia de los TCA en población adolescente
catalana, siendo uno de los trabajos más nuevos (Ruiz, 2005), aunque no se entrevistó al
grupo de no riesgo.
✦ La adaptación a nuestro contexto de una prueba de screening para detectar posibles
casos de riesgo de TCA en población adolescente catalana.
Puntos débiles:
✦ La principal limitación de este estudio es la falta de un grupo clínico para comparar los
resultados extraídos de este estudio y así poder extrapolarlos.
✦ El uso de autoinformes para recoger información sobre síntomas asociados a los TCA,
cuando se conoce que una de las características de esta patología es la negación de los
síntomas.
✦ No se han analizado los falsos negativos.
✦ El uso de la técnica de Redes neuronales debe analizarse con más profundidad para
poder extraer más conclusiones sobre el cuestionario de hábitos alimentarios.
✦ Utilizar el EDI-2 como único criterio para identificar la población de riesgo.
221
CAPITULO 8
ANEXOS
222
ANEXO 1: LISTA DE ACRÓNIMOS
223
CUESTIONARIO PARA JÓVENES
Este cuestionario está elaborado para conocer los hábitos alimentarios de los chicos de 11 a 16 años de edad. Las
cuestiones que se presentan a continuación hacen referencia a diferentes aspectos de la alimentación. En este
cuestionario no hay respuestas buenas o malas, cada uno de nosotros tenemos costumbres diferentes a la hora de comer.
Te agradeceríamos que contestaras a las siguientes preguntas.
Marca con una cruz la respuesta o respuestas que sean adecuadas.
☛ Indica cuál:
Gimnasia (rítmica, deportiva...) ❏
Patinaje (artístico, hielo...) ❏
Ballet, danza ❏
Atletismo ❏
Ninguna de las anteriores ❏
Especifica cuál ...........................................
❏ menos de 3 horas
❏ de 3 a 5 horas
❏ más de 5 horas
224
1.¿Quién se encarga de organizar los menús y las comidas en casa, habitualmente?
4. Con qué frecuencia realizas las siguientes comidas durante la semana (de lunes a domingo):
. ¿Tomas algún tentempié a media mañana (bocadillo, bollería, fruta...) todos los días? Sí ❐ No ❐
5. Durante la semana (de lunes a viernes), ¿dónde haces normalmente estas comidas?
6. Los fines de semana y días festivos, ¿dónde haces normalmente estas comidas?
225
7. Durante la semana (de lunes a viernes), ¿Cómo sueles comer?
9. Durante la semana (de lunes a viernes) ¿quién te acompaña durante las comidas?
10. Durante los fines de semana y días festivos ¿quién te acompaña durante las comidas?
12. ¿Qué haces, normalmente, cuando no tienes hambre a las horas de las comidas?
✏ No como nada Sí ❐ No ❐
ä Desayuno: ä Comida:
❏ miro la T.V. ❏ miro la T.V.
❏ hago los deberes ❏ hago los deberes
❏ juego ❏ juego
❏ trabajo con el ordenador ❏ trabajo con el ordenador
❏ Hablo con los que tengo alrededor ❏ Hablo con los que tengo alrededor
❏ No hago ninguna actividad ❏ No hago ninguna actividad
Otros: especifica cuál .......................... Otros: especifica cuál ..........................
ä Merienda: ä Cena:
❏ miro la T.V. ❏ miro la T.V.
❏ hago los deberes ❏ hago los deberes
❏ juego ❏ juego
❏ trabajo con el ordenador ❏ trabajo con el ordenador
❏ Hablo con los que tengo alrededor ❏ Hablo con los que tengo alrededor
❏ No hago ninguna actividad ❏ No hago ninguna actividad
226
Otros: especifica cuál .......................... Otros: especifica cuál ..........................
14. ¿Qué haces cuando no quieres comer lo que te ponen tus padres?
➲ Como todo lo que me ponen pero luego lo vomito (sin que ellos se den cuenta) Sí ❐ No ❐
16. En relación a los chicos/as de tu edad crees que comes (señala lo que corresponda)
17. ¿Te ha aconsejado tu madre o padre que hagas dieta para adelgazar? ❐ Sí ❐ No
❐ Médico
❐ Farmacéutico
❐ Amigos/as
✑ Debido a las actividades extra-escolares que hago (por ejemplo: gimnasia rítmica, ❐ Sí ❐ No
✑ El médico/farmacéutico/dietista me lo ha recomendado ❐ Sí ❐ No
227
➢ Dedico muchas horas a hacer ejercicio físico para “quemar grasas” ❐ Sí ❐ No
➢ He dejado de tomar varios alimentos que creo que engordan (patatas, pasta, pan...) ❐ Sí ❐ No
23. Durante estos últimos 6 meses, ¿ alguien de la familia o de tus amigos ha hecho algún tipo de dieta para adelgazar?
❐ Sí ❐ No
24. ¿Ha controlado esta dieta algún especialista (médico, farmacéutico o dietista)?
❐ Sí ❐ No
25. ¿Crees que ha cambiado tu forma de comer porque alguien de la familia ha hecho dieta?
❐ Sí ❐ No
Elaborado por P.Muro-Sans y J.A. Amador-Campos (2002). Departament de Personalitat, Avaluació i Tractaments
Psicològics. Facultat de Psicologia. Universitat de Barcelona. EDICIÓN EXPERIMENTAL PARA INVESTIGACIÓN.
228
Tabla 8.1. Estructura factorial de once factores con puntuaciones brutas. Ítems con peso factorial ≥ .30.
Factores
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11
Ítems
1 .437
2 -.752
3 .475 .436
4 -.540
5 -.729
6 .451 .410
7 -.780
8 .440
9 -.793
10 .528
11 -.572
12 -.681
13 .696
14 .556
15 .601
16 -.714
17 .376
18 .358
19 -.701
20 .491
21 .514
22 .623
23 .588
24 .485
25 -.752
26 .477
27 .439
28 -.633
29 .460
30 .332 -.338
31 -.537 .319
32 -.833
33 .339 .408
34 .614 .312
35
36 .447
37 .584
38 -.697
39 .625
40
41 .375 -.306
42 .559
43 .725
44 .563
45 -.729
46 -.549
47 .378
48 .444
49 -.714
50 .481
51 .395
52 .408
53 -.378
54 .386 -.373
55 -.691
56 -.312
57 .650
58 .642
229
Factores
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11
Ítems
59 -.738
60 .490
61 -.337 -.328
62 -.670
63 .359 .364
64 -.348
65 .300
66 .356
67 -.377
68
69 .327
70 .421
71 .360
72 .944
73 .572
74
75
76 .358 .324
77 .394
78
79 .568
80 .403
81 .935
82 -.371
83 .470
84 .335
85 .490
86 -.306
87 .358
88 -.520
89 .449
90 -.510
91 .480
Varianza 16.06 6.06 5.2 2.86 2.35 2.20 2.01 1.77 1.72 1.54 1.45
explicada
230
CAPÍTULO 9
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