Responsabilidad Parental

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Responsabilidad parental

Introducción

La regulación de la “responsabilidad parental” está receptada en sesenta

y seis artículos que conforman los nueve capítulos del Título VII, Libro Segundo

(“relaciones de familia”) del Código Civil y Comercial.

Estas normas vienen a reemplazar, con una superadora técnica

legislativa, a la regulación de la “patria potestad” del derogado Código Civil, que

estaba incluida por una parte entre los artículos 264 y 310 (Libro Primero – De

las personas en general-, Sección Segunda – “De los derechos personales en

las relaciones de familia”-, Título III –“De la patria potestad”-) y en otras como el

artículo 206, que establecía lo relativo a la “guarda” de los hijos como efecto de

la separación personal y que había sido incorporado por la denominada ley de

divorcio (25.515/87) hoy, también derogada.

Se trata de una superadora técnica legislativa ya que se incluye a la

responsabilidad parental dentro de un libro especifico, dedicado especialmente

a las “relaciones de familia” (libro segundo, con sus especificidades y

particularidades.

Se la desliga de manera adecuada del libro primero en el que se regulan

las cuestiones atinentes a la “parte general del derecho”.

Otro de los grandes asertos está en que el título sobre la responsabilidad

parental abarca todas las cuestiones que se derivan de esa institución. En el

Código derogado, en cambio, uno de los efectos centrales de ella, como era la

determinación de cuál de los padres se haría cargo del cuidado de sus hijos
luego de la ruptura parental, estaba impropiamente incluido junto a las normas

relativas a la disolución del vinculo matrimonial, en el anterior art. 206 CC.

Esto no era adecuado ya que se ponía esta función a la par de la

determinación de los efectos alimentarios derivados de la separación personal

o del divorcio vincular. Además, parecía que esa función de cuidado solo

estaba regulada para los hijos de las parejas que habían estado unidas

matrimonialmente. Si bien nadie (jurisprudencia y doctrina) dejaron de entender

que ese artículo era de aplicación a todas las situaciones (padres de hijos

unidos convivencialmente, o aquellos que nunca convivieron), ello no deja de

mostrar que la técnica legislativa era deficitaria.

Responsabilidad parental. Concepto. Principios generales. Figuras legales

El primer capítulo del Título VII destinado a la responsabilidad parental,

del Libro Segundo del CCyC (“principios generales de la responsabilidad

parental”), adquiere una singular significación, ya que en él se incluyen tres

normas que resultan claves para la interpretación de todo el sistema y que

importan una piedra angular a la hora de posibles lagunas o superposiciones

normativas.

Comienza con la noción de la institución (en el art. 638 CCyC), prosigue

con la enunciación de los “principios generales” propiamente dichos (en el art.

639 CCyC), para concluir enunciando las “figuras legales derivadas de la

responsabilidad parental (en el art. 640 CCyC).


Responsabilidad parental. Concepto

La forma de su designación

La responsabilidad parental es definida por el CCyC en el artículo 638

que expresa que es “el conjunto de deberes y derechos que corresponden

a los progenitores sobre la persona y bienes del hijo, para su protección,

desarrollo y formación integral mientras sea menor de edad y no se haya

emancipado”.

La norma refiere a la institución desde un lenguaje certero y preciso,

denominándola con claridad “responsabilidad parental”, dejando así de lado la

nominación “patria potestad” presente en el derogado Código Civil que nada

condecía con el contenido, objetivo y fines de la misma.

La idea de “responsabilidad”, importa el ejercicio de una especifica

función en cabeza de los progenitores que se exterioriza y viabiliza en ese

conjunto de facultades y deberes que les son atribuidos para satisfacer el mejor

interés del niño o adolescente.

Los alcances de la noción de responsabilidad parental

La noción legal es comprensiva del contenido, los fines y el alcance de la

institución de la responsabilidad parental.

Contenido: En relación al contenido hace alusión al conjunto de “deberes y

derechos que corresponden a los progenitores sobre la persona y bienes del

hijo”.
Siempre se encuentran antepuestos los deberes y las responsabilidades

de los progenitores con respecto a sus hijos menores de edad, en relación a

sus derechos, los que surgen de manera subsidiaria.

Por su parte, esos deberes se vincularán a diferentes aspectos de la

“persona” de sus hijos, que encuentran relación directa con los que se regulan

en los capítulos 3, 4 y 5 y de los “bienes” que los hijos titularizan, de acuerdo a

lo normado en el capítulo 8 de este Título VII.

Fines: en relación a los fines, la mira de la responsabilidad parental se

encuentra claramente explicitada en la ley, ya que se erige como una institución

destinada a la protección, el desarrollo y la formación integral del hijo.

Se busca así que los progenitores propendan al cuidado, defensa y

amparo de sus hijos menores de edad (protección), que les provean todo lo

necesario para su equilibrado y armonioso crecimiento (desarrollo) y realicen

todas aquellas tareas que permitan la educación, inserción en la vida social,

adiestramiento y autonomía (formación integral).

Alcance: en relación al alcance, la responsabilidad parental será ejercida

durante el tiempo que el hijo sea menor de edad y no se encuentre

emancipado.

Es decir que la misma se extiende hasta los 18 años, sin perjuicio de las

obligaciones alimentarias, que subsisten con posterioridad a que los hijos

hayan alcanzado la mayoría de edad.

Por su parte, podría finiquitar con anterioridad en los casos de

emancipación por el matrimonio de los hijos, de acuerdo a lo previsto por el art.

27 del CCyC.
Principios generales

El art. 639 CCyC recoge los principios generales en los que se basa la

responsabilidad parental, los que constituyen el prisma desde el que la

institución debe ser entendida e interpretada, ya que funcionan como certeras

pautas hermenéuticas de cualquier disposición que se refiera a ella.

Aspectos generales

Junto a la conceptualización, el CCyC también ofrece en materia de

responsabilidad parental (como lo hace en otras instituciones) una serie de

“principios”, en los que se reseñan y explicitan las directivas constitucionales

que sostienen o auspician la regulación de un determinado instituto.

Ellos operan como verdaderas “ideas fuerza” desde los que la institución

de que se trata debe ser mirada, estudiada e interpretada por todos aquellos

que intenten aplicarla.

Constituyen de manera clara (como lo son los principios generales del

derecho) normas que marcan el norte y la guía en materia de interpretación, ya

que toda la institución debe ser aprehendida en base a esos principios.

Su incorporación posibilita una mejor y mas integrada comprensión de

todo el sistema de la responsabilidad parental, brindando elementos

facilitadores a todos aquellos que deban instrumentarlos y se explayan además

hacia otros ámbitos en donde deben ser atendidos, como son, por ejemplo, el

sistema educativo, sanitario y administrativo, entre otros.


Enunciación

El art. 639 CCyC dispone: “La responsabilidad parental se rige por los

siguientes principios:

a) el interés superior del niño;

b) la autonomía progresiva del hijo conforme a sus características psicofísicas,

aptitudes y desarrollo. A mayor autonomía, disminuye la representación de los

progenitores en el ejercicio de los derechos de los hijos;

c) el derecho del niño a ser oído y a que su opinión sea tenida en cuenta según

su edad y grado de madurez”.

Todas las instituciones del derecho que tengan vinculación con los niños,

niñas y adolescentes están indudablemente atravesadas por un verdadero

principio general del derecho, como es el “interés superior”, lugar desde el que

deben ser resueltos todos los conflictos o dilemas que a ellos atañen.

Este principio se encuentra en el art. 3°.1 de la CDN que estipula con

claridad que “en todas las medidas concernientes a los niños que tomen las

instituciones públicas o privadas de bienestar social, los tribunales, las

autoridades administrativas o los órganos legislativos, una consideración

primordial a que se atenderá será el interés superior del niño” y también debe

ser estudiado de acuerdo a lo dispuesto en el art. 3 de la ley de Protección

Integral de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes.

Por su parte “la autonomía progresiva del hijo” se relaciona de manera

directa con la nueva forma de entender la capacidad de ejercicio de las


personas menores de edad, alejándose de un parámetro rígido que divide

capacidad/incapacidad, solo por el hecho de adquirir la mayoría de edad.

Se pasa en el CCyC a un sistema flexible, en el que a mayor autonomía

del hijo, va disminuyendo la representación de los progenitores en el ejercicio

de los derechos de los hijos.

El elenco de principios se completa con el “derecho del niño a ser oído”

que se proyecta en la idea del niño o adolescente como protagonista pleno de

su devenir, dando nueva operatividad a lo dispuesto por la Convención de los

Derechos del Niño y a la ley 26061. Por ello, en todo proceso en que se diriman

cuestiones relativas a los efectos de la responsabilidad parental, surge la

necesidad de oír personalmente a los niños a la hora de la toma de decisiones

que los involucren.

Figuras legales que se derivan de la responsabilidad parental

El artículo 640 del CCyC recepta las denominadas “Figuras legales

derivadas de la responsabilidad parental”, enunciando que son:

a) La titularidad y el ejercicio de la responsabilidad parental;

b) El cuidado personal del hijo por los progenitores;

c) La guarda, otorgada por el juez a un tercero”.

Se pretende que por medio de ellas se puedan hacer efectivos los

derechos consagrados a los hijos en el marco de sus relaciones paterno/filiales.


Cada una de esas figuras merecerá luego un tratamiento pormenorizado

en los diferentes capítulos que siguen en el CCyC, en los que se establecen las

condiciones de procedencia y efectos que cada una de ellas tienen.

Así, La titularidad y el ejercicio de la responsabilidad parental se

encuentran regulados entre los artículos 641 a 645 (Titulo VII, Capitulo 2, del

Libro Segundo).

Por su parte el “cuidado personal del hijo por los progenitores”, es una

figura que se encuentra normada entre los artículos 648 a 657 (Capitulo 4,

Titulo VIII) y en la que se refieren los deberes y derechos sobre el cuidado de

los hijos.

Por último, se prevé como tercera figura la facultad del juez de otorgar la

“guarda a un tercero”, situación que es regulada en el art. 657 CCyC y de la

que surge su carácter excepcional y temporal.

Titularidad y ejercicio de la responsabilidad parental

Si bien las figuras de la “titularidad” y el “ejercicio” de la responsabilidad

parental se encuentran íntimamente vinculadas entre sí, no representan lo

mismo, siendo necesaria su diferenciación.

Ambas figuras son delineadas en el capítulo 2, del Título VII, del Libro

Segundo del CCyC.


Distinción

La titularidad hace referencia a ese conjunto de deberes y derechos que

ambos progenitores ostentan, es decir, en cabeza de los dos (con

independencia de su sexo), salvo en los supuestos de extinción o privación,

más allá que ellos convivan con el hijo o no lo hagan.

Por su parte, el ejercicio de esta responsabilidad parental, es la facultad

que la ley le confiere a los progenitores para actuar concretamente en virtud de

esos derechos-deberes que titularizan, y que pueden corresponder, según el

caso, a ambos progenitores, y de manera excepcional en el CCyC, a uno o a

otro. Este ejercicio (actuación de las funciones) importa la concrecion en el

ámbito de la vida diaria de los hijos, de los derechos y deberes que les confiere

la titularidad.

Ejercicio de la responsabilidad parental: diversas hipótesis

El artículo 641 del CCyC impone como principio general que cuando el

hijo tenga doble vinculo filial, el ejercicio de la responsabilidad parental

corresponde a ambos progenitores, sea que estos convivan o no entre sí y de

manera independiente de la residencia principal del hijo.

Ello marca una verdadera innovación, ya que en el derogado Código

Civil la regla ante la separación de los padres era la atribución de la

responsabilidad al que se le otorgaba la antes impropiamente denominada

“tenencia”.
Por lo tanto, la regla en la responsabilidad parental en el CCyC es el

ejercicio por parte de ambos progenitores, convivan o no convivan, estén o no

en armonía, pauta que expresa un giro radical en el sistema, con relación al

derogado Código Civil.

Los casos de excepción que la misma norma del art. 641 dispone son

los siguientes:

a) Por acuerdo de las partes o por decisión judicial se puede establecer que el

ejercicio sea unilateral, o determinar modalidades, delegando a cada uno de los

padres determinadas funciones emergentes de ese ejercicio. Sólo será viable

cuando ello sea lo que mejor haga al interés del hijo (art. 641, inciso b, segunda

parte, CCyC).

b) En el caso de muerte, ausencia con presunción de fallecimiento, privación de

la responsabilidad parental o suspension del ejercicio de uno de los

progenitores. Resulta obvio que en todos estos supuestos sea el otro

progenitor quien la ejerza (art. 641, inciso c, CCyC).

c) En los supuestos de hijo extramatrimonial con un solo vínculo filial, es

elemental que quien ostenta ese único vínculo, ejerza de manera unilateral la

responsabilidad parental (art. 641, inciso d, CCyC).

d) Cuando la filiación extramatrimonial queda determinada por sentencia

judicial, el ejercicio corresponderá al que lo haya reconocido voluntariamente.


No obstante ello, la misma norma determina que en interés del hijo, los

progenitores de común acuerdo o el juez en su caso pueden decidir que el

ejercicio sea conjunto o restablecer distintas modalidades (art. 641, inciso e,

CCyC).

Los desacuerdos de los progenitores en el ejercicio de la responsabilidad

parental

Como consecuencia de las dificultades que podría acarrear el ejercicio

conjunto de la responsabilidad parental, ante reiterados y permanentes

desacuerdos entre los progenitores, el art. 642 del CCyC contempla las

posibles soluciones.

En esos supuestos será el juez competente quien deberá resolver la

cuestión por el procedimiento más breve que la ley local prevea, con audiencia

de los progenitores e intervención del Ministerio Público, en su rol de

representante complementario del niño o adolescente (art. 103, inciso a,

CCyC).

Para que proceda, los desacuerdos deben ser reiterados o deben ser

reiterados o debe presentarse una situación que traiga aparejado el

entorpecimiento de manera grave del ejercicio de la responsabilidad parental.

En esos supuestos el juez podrá adoptar diferentes soluciones, las que

se consignan seguidamente:

1) atribuir totalmente el ejercicio a uno solo de los progenitores;


2) atribuirlo parcialmente a uno de ellos;

3) distribuir entre ellos las diferentes funciones.

En ninguno de los casos, la resolución adoptada podrá extenderse más

de dos (2) años, pasados los cuales se retornará al ejercicio conjunto, que es la

regla general.

Se prevé especialmente en este supuesto la posibilidad del juez de

observar medidas interdisciplinarias, con la intervención de psicólogos,

trabajadores sociales u otros profesionales, que puedan acercar desde sus

saberes la mejor solución al conflicto familiar que se ha planteado.

Delegacion del ejercicio

En determinados supuestos, los progenitores podrán delegar de manera

transitoria el “ejercicio” de la responsabilidad parental en ciertos parientes,

siempre y cuando se den los requisitos exigidos por el art. 643 del CCyC:

I. Razones suficientemente justificadas; y, II. Que ello redunde en interés del

hijo.

Esa delegación, que no puede establecerse por más de un año, con

opción a una prorroga por un tiempo similar, nace como consecuencia del

acuerdo de voluntades entre el o los progenitores (“delegantes”) y el pariente

(“delegado”), debiendo ser homologado judicialmente, luego de la necesaria

escucha del propio niño o adolescente.

Queda claro que lo que se delega es el “ejercicio” de la responsabilidad

parental, ya que la “titularidad” sigue estando en cabeza del o de los


progenitores, quienes además mantienen el derecho a supervisar la crianza y

educación del hijo en función de sus posibilidades.

Se busca así dar una solución a situaciones transitorias en que los

titulares de la responsabilidad parental, no pueden provisoriamente tomar a su

cargo el ejercicio adecuado de la misma. Se priorizan los vínculos familiares

para que ejerzan esa delegación de la guarda.

Esta norma viene a dar una solución concreta a los casos que se

presentaban durante la vigencia del derogado código civil y que no

encontraban una salida especifica en este sistema, por lo que obligaba a los

jueces a realizar una interpretación amplia de las normas antes existentes, para

poder viabilizar esas “guardas”.

Progenitores adolescentes

Otra de las grandes novedades que introduce el art. 644 CCyC es que

otorga a los progenitores adolescentes el ejercicio de la responsabilidad

parental de sus propios hijos, dejando así de lado la imposibilidad para

ejercerla presente en el sistema derogado.

Por tal motivo, estén ellos casados o no, tendrán el derecho de decidir y

realizar por si mismos, todo lo atinente al cuidado, a la educación y a la salud

de sus hijos, tal como lo dispone el art. 644 CCyC.

No obstante se trata de un ejercicio que se encuentra limitado, ya que

las personas que ejercen la responsabilidad parental sobre ese progenitor

adolescente, tienen la facultad de oponerse a la realización de actos que


podrían resultar perjudiciales para el adecuado desarrollo del niño. También

podrán intervenir en los casos en que el progenitor adolescente omita efectuar

aquellos actos que sean necesarios para el adecuado desarrollo de sus hijos.

Por otra parte, esa limitación se verifica en el hecho que los progenitores

adolescentes deberán integrar su consentimiento, con el de sus propios

progenitores, para la autorización de los actos trascendentes de la vida del niño

que se encuentran regulados en el art. 645 CCyC.

En caso que se presenten conflictos entre unos (progenitores

adolescentes) y otros (quienes ejercen la responsabilidad parental sobre

éstos), deberán ser resueltos por el juez, teniendo en cuenta el mejor interés

del hijo del adolescente y no el del progenitor adolescente, por medio del

proceso más breve que la legislación local prevea.

No puede omitirse la hipótesis de que el progenitor adolescente pueda

estar bajo tutela.

Actos que requieren el consentimiento de ambos progenitores

Como en el sistema anterior, deben diferenciarse los actos relevantes o

trascendentes para la vida del hijo y los actos cotidianos de la vida del niño,

niña o adolescente.

En el art. 645 CCyC se prevé para el caso que los hijos menores de

edad que tengan doble vinculo filial, una serie de actos a otorgarse, que

requieren de manera específica y concreta el consentimiento de ambos


progenitores, sin perjuicio que se le haya otorgado a uno sólo de ellos el

ejercicio de la responsabilidad parental.

Se diferencian de los actos cotidianos de la vida de los hijos, en los que

la actuación de uno de los progenitores se presume realizada con la anuencia

del otro (art. 641, inciso a, CCyC).

Los denominados “actos trascendentes” en la vida de los hijos, se

refieren de manera taxativa en el articulo 645 del CCyC, en los que de modo

indubitable debe estar presente la voluntad de ambos progenitores, o en su

caso ser suplida por la resolución de un juez.

Los cinco supuestos comprendidos como actos trascendentes que

requieren el consentimiento de ambos progenitores, son:

Autorizar a los hijos adolescentes entre 16 y 18 años para contraer matrimonio

En consonancia con lo dispuesto por el artículo 404 CCyC que habilita a

los menores de edad (mayores de 16 años) a contraer matrimonio, se dispone

que ambos progenitores deben prestar su consentimiento para celebrar ese

acto jurídico trascendente de la vida de los hijos, en los que quedarán

automáticamente emancipados.

Autorizar al hijo a ingresar a comunidades religiosas, fuerzas armadas o de

seguridad

La razón de este requerimiento, radica en que el ingreso a esos

establecimientos importa sustraerse permanentemente del hogar de los


progenitores y en la asuncion por otros, del contenido de la responsabilidad

parental.

Salir de la República o cambiar la residencia permanente al extranjero

Se requiere ese consentimiento conjunto para dos situaciones, que son

las que más comúnmente se presentan ante los tribunales (a veces, de familia),

ante la discrepancia de los progenitores:

a) egresar del país; por ejemplo, por vacaciones, estudios, visita de familiares;

b) el cambio de residencia permanente en el extranjero.

Autorizarlo para estar en juicio, cuando no puede el hijo menor de edad actuar

por sí mismo

Esta norma debe estudiarse en concordancia con lo dispuesto por los

artículos 677 a 680 CCyC, que dispone las formas de actuación autónoma de

los hijos en procesos judiciales.

Debe destacarse que será necesaria la autorización de ambos

progenitores en los casos en que el hijo menor de edad actúe de manera

personal (es decir, sin la representación de aquellos) como parte de un proceso

judicial, sea en la calidad de actor o de demandado y para aquellos supuestos

en los que no pueda actuar por sí mismo.

Administrar los bienes del hijo, salvo que exista delegación de la administración
Este inciso debe ser complementado con lo dispuesto por los artículos

685 a 698 CCyC en los que se regula lo relativo a la administración de los

bienes de los hijos.

El principio general impone el consentimiento de ambos progenitores

para administrar los bienes de los hijos, salvo expresa delegación.

No obstante ello, si se trata de actos que requieres a su vez la

autorización judicial (por ejemplo, disposición de los bienes), se requerirá

siempre el consentimiento de ambos, más allá de la delegación otorgada.

En todos estos casos previstos en el articulo 645 CCyC, si uno o ambos

progenitores no dan su consentimiento o se oponen expresamente o media

imposibilidad para prestarlo (no se sabe dónde se encuentran, están limitados

temporariamente por razones de salud, entre otras situaciones), el juez deberá

resolver la cuestión, teniendo en cuenta lo que mejor resulte al interés familiar.

Se prevé asimismo que cuando el acto involucra a hijos adolescentes

(es decir, mayores a 13 años), es necesario su consentimiento expreso,

viabilizando así el principio de autonomía progresiva, que opera como principio

general de la institución.

Deberes y Derechos de los progenitores

Los dos artículos que comprende el capitulo 3 del Titulo VII, receptan

una serie de principios y reglas generales relativos a los deberes y derechos

que tienen a su cargo los progenitores, lo que se complementan con la expresa

prohibición de propinar malos tratos a sus hijos.


Enumeración

Los deberes y derechos se encuentran enunciados de manera

meramente ejemplificativa en el art. 646 CCyC y no hacen más que reflejar las

directivas presentes en la Convención de los Derechos del Niño, que además

habían sido sistematizadas por la doctrina y la jurisprudencia central de nuestro

país de los últimos años.

Los enumerados por la norma del 646 son:

Cuidar del hijo, convivir con él, prestarle alimentos y educarlo

Se relaciona con el contenido y fines esenciales de la responsabilidad

parental, en el que se encuentra comprendido el derecho del hijo a vivir en

familia y a que sus progenitores tomen a su cargo sus necesidades básicas.

Considerar las necesidades específicas del hijo según sus características

psicofísicas, aptitudes y desarrollo madurativo

Este deber importa una manifestación concreta del principio de

autonomía progresiva de los hijos.

Debe tenerse en cuenta que la regla general es la capacidad del hijo y

solo como excepción se considera la incapacidad. Por otra parte, se pretende

que se considere de manera especial la individualidad de cada hijo.


Respetar el derecho del niño y adolescente a ser oído y a participar en su

proceso educativo, así como en todo lo referente a sus derechos

personalísimos

El sistema interactúa nuevamente con los principios generales de la

responsabilidad parental antes referidos, en especial con el derecho a ser oído.

Se pone así un límite a las decisiones inconsultas de los progenitores

que involucran a los procesos educativos y al ejercicio de los derechos

personalísimos de los hijos menores de edad.

Prestar orientación y dirección al hijo para el ejercicio y efectividad de sus

derechos

Se pretende que los derechos de los hijos no sean una entelequia, sino

que ellos puedan ejercerlos de manera eficaz y acabada.

Respetar y facilitar el derecho del hijo a mantener relaciones personales con

abuelos, otros parientes o personas con las cuales tenga un vínculo afectivo.

Importa el respeto de las relaciones vinculares de los hijos, no sólo con

determinados parientes, sino además con aquellos con los que mantenga

“vínculos afectivos” que se presentan como positivos en su desarrollo.


Representarlo y administrar el patrimonio del hijo

En concordancia con las normas relativas a la capacidad de ejercicio, se

establece que los progenitores son los encargados de la administración de los

bienes de los hijos menores de edad. La forma de administración es regulada

de manera acabada entre los artículos 685 al 698 del CCyC.

Prohibición de malos tratos

Esta norma se complementa con la prohibición total de castigos

corporales en cualquiera de sus formas, los malos tratos y cualquier hecho que

lesione la integridad física o psíquica del hijo, tal como lo dispone el art. 647

CCyC.

Es decir, que los progenitores deben educar, formar y cumplir todos los

deberes emanados de la responsabilidad parental en relación a sus hijos

procurando el pleno desarrollo de su personalidad, sin la posibilidad de

utilización de acciones que puedan conllevar algún acto configurativo de

violencia domestica.

El castigo físico o psíquico a los hijos queda así absolutamente

erradicado del derecho de las relaciones paterno/filiales, tal como estaba

admitido, aunque limitadamente, en el sistema del derogado Código Civil.

Deberes y Derechos sobre el cuidado de los hijos


En el Capítulo 4, titulado “Deberes y derechos sobre el cuidado de los

hijos”, se regula lo relativo a las formas en que se podrá atribuir el cuidado

personal de los hijos, normas que tienen especial relevancia en los supuestos

de falta de convivencia de los progenitores.

Cuidado personal. Modalidades

Uno de los deberes/derechos centrales que emergen de la

responsabilidad parental es el “cuidado personal” de los hijos, que es definido

por el art. 648 del CCyC como los “deberes y facultades de los progenitores

referidos a la vida cotidiana del hijo”.

La norma denomina adecuadamente a esta función “cuidado personal”,

dejando de lado anteriores formas de llamarla como “guarda”, “tenencia” o

“custodia”, que no se condicen con el fundamento de la institución.

Si bien se relaciona de manera estrecha con el “ejercicio” de la

responsabilidad parental, se diferencia de ella ya que el “cuidado personal”

importa actos de la cotidianeidad del hijo.

En los casos en que los progenitores no convivan, ese cuidado personal

podrá ser asumido por uno o a ambos (art. 649 CCyC), de acuerdo a las

circunstancias, privilegiándose el cuidado compartido (art. 651 CCyC), como

primera alternativa, que condice con el derecho constitucional de los hijos a la

coparentalidad y es congruente con la legislación que recepta un paradigma de

humanización del derecho de las familias.

Como consecuencia de ello, en los supuestos en que los progenitores

nunca convivieron, o en los casos en que ha cesado la misma por ruptura de


una unión convivencial o matrimonial, uno de ellos, o ambos tendrá a su cargo

el cuidado personal de sus hijos.

Por su parte el art. 650 CCyC diseña de manera clara las modalidades

que puede adquirir ese cuidado personal compartido.

El cuidado personal puede ser compartido o excepcionalmente,

unilateral.

En su expresión de cuidado personal compartido, las maneras que se

prevén son el cuidado personal alternado y el cuidado personal indistinto.

Alternado

El cuidado personal compartido-alternado es aquel en el que el hijo

convive un tiempo con cada uno de los progenitores. Es decir, que no tiene una

residencia principal, sino dos.

La organización familiar dependerá de las posibilidades concretas y

fácticas de cada uno de sus progenitores.

Así podrá convivir una semana con cada uno, día de por medio con cada

progenitor, o cualquier otra alternativa que se plantee y resulte adecuada para

el bienestar de esos hijos (art. 650 CCyC).

Indistinto
El cuidado personal compartido-indistinto es aquel en el que el hijo

reside de manera principal en el domicilio de uno de los progenitores, pero

mantiene un trato permanente y regular con el otro.

Así, por ejemplo, vive con el progenitor A, pero dos días a la semana

permanece con el progenitor B, después de las actividades escolares y también

fines de semana de por medio.

Además, y sin perjuicio de esa residencia principal, ambos progenitores

deben compartir las decisiones atinentes a la vida del hijo y también se

distribuyen de modo equitativo las labores atinentes a su cuidado.

En ambos supuestos de cuidado personal compartido, sea alternado e

indistinto, no existe un progenitor principal, ni uno “subsidiario”, sino que esas

modalidades sólo hacen alusión a la residencia principal del hijo, debiendo los

progenitores en ambos supuestos involucrarse en lo relativo a los cuidados y

decisiones que hacen a la vida de esos hijos.

Cabe destacar que el Código otorga un privilegio al sistema de cuidado

compartido indistinto, ya que se considera que es el que mejor respeta el

derecho constitucional del hijo a “mantener relaciones personales y contacto

directo de modo regular”, con ambos progenitores (art. 651 CCyC).

De esta manera, en caso de discrepancia entre los progenitores en la

forma de atribuir el cuidado personal, será el juez quien deba resolver la

cuestión (a pedido de parte o incluso de oficio), teniendo en cuenta el mejor

interés del hijo, y prefiriendo como primera opción el cuidado personal

compartido indistinto, tal como lo dispone el art. 651 del CCyC.


La excepción a la regla se presenta cuando esta atribución no sea

posible o resulte perjudicial para el hijo o cuando el cuidado compartido en su

modalidad indistinta pueda provocar perjuicios al propio hijo, o pueda no ser

viable. En ese caso el juez podrá atribuir el cuidado personal alternado o

excepcionalmente el cuidado unilateral, si se presentan las situaciones

previstas en el art. 653 CCyC.

Esquema conceptual: Cuidado Personal


Deber de comunicación

Un aspecto que también adquiere una relevancia central en las

relaciones paterno/filiales al momento de la ruptura de la convivencia con sus

progenitores, es el derecho a la adecuada comunicación que aquellos deben

mantener, derecho que también tiene raigambre constitucional, ya que es

acabadamente contemplado en la CDN.

Es receptado en el art. 652 CCyC que entrona este derecho-deber

subjetivo de contenido extrapatrimonial y de doble vertiente, ya que

corresponde tanto al hijo, como a su progenitor no conviviente.

Este derecho posibilita mantener un trato directo, permanente, fluido,

regular y frecuente, teniendo en cuesta las particularidades de cada situación

familiar y la forma de establecer el cuidado personal.

Se pretende así, que más allá que el hijo conviva principalmente con uno

de sus progenitores, y aún con un tercero, pueda tener ese vínculo

comunicacional con el progenitor con quien no habita.

Es decir, que en primer lugar serán los progenitores los que deberán

regular esa forma comunicacional, y sólo ante el desacuerdo será el juez quien

deba intervenir a los efectos de establecerla.

Cuidado personal unilateral

De manera absolutamente excepcional el CCyC plantea en el art. 653 la

posibilidad que el juez atribuya el cuidado personal de los hijos menores de

edad, a uno de los progenitores de manera unilateral.


Ello no implica desplazar al otro progenitor, ya que subsistirá la

obligación de colaborar y el derecho/deber de tener un contacto personal con el

hijo.

Este podrá establecerse en situaciones excepcionales, en donde la

atribución del cuidado personal compartido en alguna de sus modalidades no

sea posible de concretarse.

El Código brinda además las pautas que deberá tener en cuenta el juez

al tiempo de realizar esta atribución unilateral. Ellas son:

 La prioridad del progenitor que facilita el derecho a mantener trato

regular con el otro: aquel progenitor que mejor respete el derecho a la

coparentalidad de su hijo, se presume que se encuentra en mejores

condiciones de tener a su cargo este tipo de cuidado personal;

 La edad del hijo: pauta que se relaciona con el principio de capacidad

progresiva;

 La opinión del hijo: que se vincula con el derecho a ser oído; y

 El mantenimiento de la situación existente y respeto del centro de vida

del hijo, importa priorizar el afianzamiento de su situación de vida.

Es preciso señalar que más allá de esa atribución unilateral

subsistirá el derecho-deber de colaboración del progenitor que no tiene

el cuidado personal del hijo, con el objetivo de garantizar la vinculación y

el auxilio del progenitor que no tiene el cuidado del hijo.

Deber de informar
Como una forma de acentuar el ejercicio compartido de la

responsabilidad parental e independientemente de a quien se atribuye al

cuidado personal de los hijos y la modalidad del mismo, el art. 654 CCyC

consagra que cada progenitor tiene el deber de informar al otro sobre todas

aquellas cuestiones que hacen a la educación, salud y otras relativas a la

persona y bienes de los hijos.

Este deber, contempla los casos de convivencia del hijo con ambos

progenitores, pero adquiere relevancia especial en los supuestos de falta de

convivencia de los progenitores.

Plan de parentalidad

El denominado “plan de parentalidad” es esa facultad que la ley otorga

expresamente a los progenitores en el art. 655 del CCyC, para acordar y

delinear, la manera en que se va a desarrollar todo lo atinente a la vida

cotidiana del hijo menor de edad, especialmente en los supuestos de falta de

convivencia de aquellos. El mismo deberá ser homologado judicialmente (art.

656 CCyC), si no es opuesto al mejor interés del hijo o al orden público familiar.

Esta facultad refleja de manera clara el principio de autonomía de la

voluntad y de libertad de los progenitores para convenir cómo se organiza la

vida familiar, que tiene un apoyo constitucional.

Ese plan de parentalidad debe contener al menos lo relativo a:


a. El lugar y el tiempo en que el hijo permanecerá con cada progenitor, como

una expresión del cuidado personal que se asumirá, relativa a la residencia del

hijo.

b. Responsabilidades que cada uno asume, lo que hace al contenido de la

responsabilidad parental.

c. Régimen de vacaciones, días festivos y otras fechas significativas para la

familia, que permite viabilizar el derecho a la coparentalidad.

d. Régimen de relación y comunicación con el hijo cuando éste reside con el

otro progenitor, que también implica el ejercicio del derecho a la coparentalidad.

Ese plan de parentalidad no importará una cosa juzgada en sentido

formal, ya que podrá ser modificado por los progenitores, tantas veces como

las necesidades del grupo familiar y las del hijo así lo requiera.

Por otra parte, y adecuándose a los principios generales de la

Responsabilidad Parental, la norma prevé que la posibilidad de participación

del hijo en la elaboración del plan de parentalidad y en su modificación.

En los casos que no exista un plan de parentalidad o que el que se

presenta no sea homologado, el juez interviniente deberá determinar la forma

en que se ejercerá el cuidado personal de los hijos (art. 656 CCyC).

Para ello deberá priorizar el cuidado personal compartido e indistinto,

siendo ello concordante con las normas antes estudiadas (arts. 648 a 651

CCyC) y que además se encuentran en consonancia con los principios de

igualdad y no discriminación de ninguno de los progenitores, presumiéndose

que ese régimen es el que mejor se adecua al interés de los hijos.


Solo de manera excepcional y fundando su decisión, el juez podrá

otorgar el cuidado personal unilateral, si ello es lo que más beneficia al hijo.

Nunca esas razones podrán encontrar fundamento en el sexo u orientación

sexual, la religión, las preferencias políticas o ideológicas, situación económica

o cualquier otra condición de alguno de los progenitores.

Algún sector de opinión entiende que también seria excepcional otorgar

o establecer por el juez el cuidado personal compartido alternado, en función

del art. 651 CCyC según su interpretación.

Otorgamiento de la guarda a un pariente

En la anterior regulación del derogado Código Civil la delegación de la

guarda que podían realizar los progenitores a un pariente, la decisión se

basaba en una situación excepcional que había sido convenida por ellos y

homologada judicialmente; era el caso de una situación de verdadera gravedad

que ameritaba que se adoptara esta solución transitoria.

Esta posibilidad hoy se encuentra prevista en el art. 657 del CCyC,

especificándose (como en la delegación de la guarda) que debe ser otorgada a

un pariente por plazo de un año, con opción a ser prorrogado por un periodo

igual, por lo que ella nunca podrá extenderse por mas de dos años. Luego de

ese tiempo deberá resolverse la situación del Niño, Niña o Adolescente,

mediante otras figuras previstas en el mismo código, como podrían ser por

ejemplo la tutela o la adopción.


Como consecuencia de esta atribución, el guardador tendrá a su cargo

el cuidado personal del niño o adolescente y se encuentra facultado para tomar

las decisiones relativas a las actividades de la vida cotidiana.

No obstante ello, la responsabilidad parental queda en cabeza del o los

progenitores, quienes conservarán los derechos y responsabilidades

emergentes de esta titularidad y ejercicio.

Es decir que, durante la delegación de la guarda, subsisten en cabeza

de los progenitores, sus obligaciones de prestar alimentos, de autorizarlos para

salir del país, de administrar sus bienes, entre otros.

Obligación de Alimentos

La obligación de prestar alimentos a los hijos es uno de los efectos de la

responsabilidad parental, que mayores consecuencias tiene en la práctica

cotidiana de los Tribunales en general, y de los de Familia en particular.

Innumerables causas en las que se ventila su fijación, monto, aumento,

disminución, cese o ejecución ante el incumplimiento, tienen lugar cada día en

todos los juzgados, destacándose en aquellos con competencia en familia de

nuestro país.

Es por ello, que la regulación de esta obligación recibió una acabada y

completa sistematización entre los artículos 658 a 670 del CCyC (Capítulo 5 del

Título VII), los que deben concordarse con las pautas generales de la

regulación de los alimentos entre parientes, que funcionan como normas de


carácter residuales y que se encuentran contempladas entre los artículos 537 a

554 CCyC, de este mismo Libro Segundo.

Los alimentos que estudiamos a continuación son aquellos que se

orignan en la filiación, sea cual fuere la fuente de esta (por naturaleza,

mediante las técnicas de reproducción humana asistidas o adoptiva, arts. 558 y

ss. 594 y ss. CCyC).

Regla general. Contenido

Como regla general, y siguiendo los parámetros de la CDN, el art. 658

del CCyC dispone que ambos progenitores tienen la obligación y el derecho de

“criar a sus hijos, alimentarlos y educarlos conforme a su condición y fortuna”.

Ello se traduce de manera clara en la obligación alimentaria entendida

de una manera amplia, que surge en cabeza de ambos progenitores, sin

perjuicio de la manera en que se haya atribuido el cuidado personal de los

hijos. Así, ambos tendrán de manera equivalente y sin distinciones, esta

obligación que tiene fuente directa en la responsabilidad parental.

La idea central de mantener a los hijos conforme a la condición y fortuna

de los padres, abreva en normas de la CDN, que pretenden que la prole pueda

disfrutar del mismo nivel de vida del que gozan sus progenitores.

Asimismo la norma establece que esa obligación se extenderá con las

mismas características más allá de la mayoría de edad, en lo que la doctrina ha

denominado alimentos de la “responsabilidad parental extendida”.


La norma prevé que los mismos subsistían hasta que los hijos cumplan

los 21 años, en donde finiquitarán de pleno derecho, surgiendo allí (si

corresponde) los alimentos para el hijo mayor de 21 años que se capacita,

previstos en el art. 663 CCyC.

Como excepción se dispone que esos alimentos de la responsabilidad

parental extendida no se deberán si el hijo mayor de 18 años cuenta con

recursos suficientes para proveérselos por sí mismo. Este extremo deberá ser

probado por quien pretende desligarse de su obligación. Es decir que no

subsistirá si se acredita que el hijo tiene un trabajo por el que recibe una

remuneración que le permite autosustentarse o bienes que le produzcan una

renta que sea para ese fin.

Esa obligación alimentaria derivada de la responsabilidad parental, es la

más amplia que reconoce el derecho en esta materia, ya que su contenido

abarca “la satisfacción de las necesidades de los hijos de manutención,

educación, esparcimiento, vestimenta, habitación, asistencia, gastos por

enfermedad y los gastos necesarios para adquirir una profesión u oficio”, según

lo dispone el art. 659 del CCyC.

La mayor extensión o alcance encuentra justificación en los fines

mismos de la institución, ya que con su cumplimiento se pretende que logre

“protección, el desarrollo y la formación integral del hijo”.

Es decir que la mesada alimentaria debe poder cubrir los siguientes

gastos de los hijos:


a. Manutención: en este ítem deben comprenderse todos los gastos de

subsistencia, por lo que alcanza los alimentos en sentido estricto. En ella se

incluyen lo que hace a la dieta equilibrada que los hijos deben tener.

b. Educación: se incluyen los gastos de matrícula escolar, así como todos los

útiles, libros, material didáctico, uniforme que requiera el hijo, u otros

implementos necesarios para esa actividad de formación.

c. Vestimenta: comprende lo necesario para un adecuado atuendo.

d. Habitación: aquí se encuentran incluidos no solo los gastos de alquiler (en

caso de corresponder), sino también el costo de los impuestos y servicios.

e. Asistencia y gastos por enfermedad: estos dos supuestos importan esos

gastos extraordinarios que los hijos pudieran requerir para paliar situaciones de

enfermedades físicas y psíquicas, entre otras.

f. Gastos necesarios para adquirir una profesión u oficio: también deben

contemplar este tipo de gastos que permitirán al hijo empezar a forjarse un

futuro para su vida adulta.

Esos alimentos se podrán fijar en prestaciones monetarias o en especie,

es decir, mediante el pago de una suma de dinero periódica (semanal,

quincenal, mensual) o con la entrega de mercadería, alquiler de un inmueble,

pago del colegio, entre otras. También podrá ser cumplida parte en dinero y

parte en especie, teniendo en cuenta las circunstancias particulares de cada

grupo familiar.

Asimismo, se deberá tener en cuenta que para su fijación deben

computarse las posibilidades económicas de los obligados y las necesidades


del alimentado. Ello implicará mirar en cada caso las circunstancias especiales

que involucran a esa familia.

Por su parte, el sistema le otorga una valoración económica al progenitor

que tiene a su cargo el cuidado personal de los hijos, que debe ser merituada

al momento de la fijación de la prestación alimentaria.

El art. 660 CCyC dispone de manera expresa el valor que tienen las

tareas personales que concreta el progenitor que tiene a su cargo el cuidado

personal del hijo, debiendo ser las mismas consideradas como un aporte a la

obligación alimentaria.

Se trata de una forma de aporte en especie que realiza el progenitor que

convive de manera principal con los hijos, e importa de manera indudable la

inclusión de la perspectiva de género, ya que se valoriza el rol de cuidado que

en la mayoría de las ocasiones asumen las mujeres.

Legitimación

Un aspecto que adquiere especial relevancia en materia de reclamo de

alimentos, es determinar quien o quienes son las personas que se encuentran

legitimados para iniciar la acción judicial tendiente a su fijación, lo que se

encuentra resuelto por el art. 661 CCyC.

Hay que contemplar dos situaciones: cuando el hijo es menor de edad y

cuando el hijo es mayor de 18 años.

Hijos menores de edad


En relación al reclamo alimentario de los hijos menores de edad, la

nueva legislación amplía el ámbito de los legitimados procesales para solicitar

judicialmente la prestación alimentaria a quien no cumpla con ella.

Ellos son:

a. El otro progenitor en representación del hijo: resulta lógico que el otro

progenitor del hijo pueda iniciar la acción tendiente al reclamo alimentario, ya

que es habitualmente quién se encuentra en mejores condiciones de hacerlo.

Su actuación será en calidad de representante del hijo, y no por derecho

propio. Esta legitimación surge de la representación necesaria de los hijos

menores por sus padres, que prevé el art. 101, inciso b, CCyC.

b. El hijo con grado de madurez suficiente con asistencia letrada: el propio hijo

podrá interponer la acción a cualquier edad. Sólo deberá verificarse que cuente

con la edad y el grado de madurez suficiente para realizarlo. En su caso debe

contar con un patrocinio letrado (abogado del niño). Esta legitimación es una

muestra del principio de capacidad progresiva que es el eje central del sistema

del CCyC.

c. Subsidiariamente cualquiera de los parientes o el Ministerio Público: podrá

legitimarse además los parientes de los hijos, quienes generalmente actuarán

ante la falta de esa acción por parte del otro progenitor y del propio hijo.

También tendrá la posibilidad de hacerlo quien en cada provincia o en la ciudad

de Buenos Aires cumple el rol de representante principal del Niño, Niña y

Adolescente y de acuerdo a lo dispuesto por el art. 103 inciso b CCyC.

Hijos mayores de edad (18 a 21 años)


Por su parte, en relación al hijo mayor de edad y menor de 21 años, el

art. 662 CCyC prevé la posibilidad que la acción sea iniciada por el propio hijo o

por el progenitor con quien convive.

Es decir que pese a que ha cesado la representación necesaria que los

progenitores tienen en relación a sus hijos, podrá tenerla de manera clara para

iniciar el reclamo alimentario, en caso que conviva con el hijo.

Este progenitor no sólo podrá realizar el reclamo, sino que también se

encuentra facultado para administrar las sumas que se perciben en ese

concepto. Pero también se prevé que las partes de común acuerdo, o el juez, a

pedido de alguno de los progenitores o del hijo, pueden fijar una suma que el

hijo deba percibir directamente del progenitor no conviviente.

Se pretende que una parte sea administrada por el progenitor

conviviente para que con ello se puedan asumir los gastos que genera la

convivencia con su hijo, como por ejemplo habitación o las sumas destinadas a

los alimentos propiamente dichos.

A su vez, una parte podrá ser administrada por el propio hijo mayor de

edad para cubrir los desembolsos de su vida diaria, como esparcimiento,

gastos con fines culturales o educativos, vestimenta u otros rubros que se

estimen pertinentes.

Hijos mayores de edad (21 a 25 años)

Se trata en el próximo párrafo (art. 663 CCyC).


Nuevas viabilidades alimentarias: hijos mayores de 21 años; hijo no

reconocido; mujer embarazada; reclamo a los ascendientes

El CCyC ha receptado también nuevas posibilidades alimentarias a favor

de los hijos y también de la mujer embarazada, que habían sido objeto de

estudios y propuestas doctrinarias antes de su sanción, así como de

resoluciones judiciales durante la vigencia del derogado Código Civil.

Así está expresamente regulada la posibilidad de extender la obligación

alimentaria de los hijos más allá de los 21 años en caso que se encuentre en

etapa de capacitación, la de peticionarlos mientras dure una acción de

reclamación de la filiación, los destinados a la mujer embarazada y los

reclamos a los ascendientes de los progenitores.

Los alimentos para el hijo que se capacita

El artículo 663 del CCyC prolonga la obligación alimentaria a favor de los

hijos hasta que cumplen los veinticinco años de edad, para los supuesto en que

la continuación de los estudios o en su caso la preparación para una profesión,

un arte u oficio, le impide proveerse de medios necesarios para sostenerse

independientemente.

Son los denominados “alimentos del hijo mayor que se capacita” y que

habían sido receptados por la doctrina y jurisprudencia anterior a la entrada en

vigencia del CCyC.


Tienen una característica especial que los distingue claramente de los

alimentos que deben prestar los progenitores a sus hijos hasta los 21 años de

edad y de los derivados del parentesco.

A diferencia de los alimentos de los hijos mayores de edad y menores de

21 años, aquí debe probarse que el hijo se está capacitando para una profesión

o formando en un arte u oficio y que por esas actividades no puede proveerse

de los medios necesarios para sostenerse de forma independiente.

No obstante esa distinción, al igual que ese tipo de prestación se

encuentra legitimado para peticionarla el progenitor con el que el hijo convive, o

por el propio hijo mayor de 21 años.

Por su parte, distanciándose de los alimentos derivados del parentesco,

no es necesario que quien lo invoca pruebe que “le faltan los medios

económicos suficientes y la imposibilidad de adquirirlos con su trabajo,

cualquiera que sea la causa que haya generado tal estado” (art. 545 del

CCyC).

Alimentos para el hijo no reconocido

La posibilidad de reclamar alimentos provisorios durante la tramitación

de un proceso judicial de reclamación de la filiación o incluso antes de su inicio,

también ha sido expresamente regulado en el art. 664 del CCyC, tal como

había empezado a ser resuelto por algunos tribunales del país.

En esas resoluciones que los habían otorgado se realizaron

interpretaciones sistemáticas del ordenamiento jurídico, con un enfoque en el

que prevalecían las normas de la CDN.


Para que proceda este tipo de alimentos, que siempre son de naturaleza

provisoria debe acreditarse sumariamente el vinculo invocado, es decir que

deben presentarse pruebas que avalen la pretensión. La misma debe consistir

en elementos que posibiliten al juez dar curso a la petición con aportes

mínimos de convicción acerca de la verosimilitud de la filiación invocada.

Se pueden peticionar incluso antes del inicio del juicio de reclamación de

la filiación. En este supuesto, y en caso de fijarse los alimentos, el juez deberá

establecer el plazo en que se deberá promover la acción filiatoria, bajo

apercibimiento de hacer cesar la cuota fijada si no se inicia el juicio.

Alimentos para la mujer embarazada

También se posibilita el reclamo de alimentos a las mujeres

embarazadas en contra del presunto progenitor de su hijo. Ellos también

procederán, de acuerdo a lo establecido en el art. 665 CCyC, con la prueba

sumaria de la filiación que se alega.

Esta modalidad alimentaria había sido receptada por algunos fallos

antes de la entrada en vigencia del CCyC, pero en mucha menos medida que

los hijos durante el proceso filiatorio.

Nuevamente el CCyC se hace eco de normas de jerarquia constitucional

a los efectos de la protección acabada del niño por nacer y de la mujer

embarazada, para que pueda reclamar alimentos al progenitor presunto, es esa

especial situación en que se encuentra.


Esos alimentos deberán comprender lo necesario para la atención de las

necesidades de alimentación, salud, vestuario, vivienda, de la progenitora

durante el embarazo, así como su atención en el parto y durante el puerperio.

Reclamo a ascendientes

El CCyC en su articulo 668 preve la posibilidad especial del reclamo de

los alimentos a los ascendientes de algunos de los progenitores, con una

regulación especial en relación a los que esos mismos “abuelos” deben, de

acuerdo a las normas del parentesco.

Así, se admite expresamente la posibilidad de reclamar alimentos contra

el obligado principal, es decir, los progenitores y simultáneamente contra los

ascendientes, debiéndose acreditar verosímilmente la dificultad del primero

para cumplir con la obligación a su cargo.

La norma, al igual que había resuelto la jurisprudencia de los últimos

años, flexibiliza la posibilidad de pedir alimentos a los abuelos, en el supuesto

que los principales obligados no cumplan con su deber.

Se otorgan así certeras medidas de protección de los derechos de los Niños,

Niñas y Adolescentes, evitando excesivas dilaciones en una cuestión tan

trascendente como es el reclamo alimentario. Por ello se flexibiliza el

procedimiento desde la perspectiva procesal.

Alimentos en los casos de cuidado personal


El articulo 666 el CCyC desgrana una serie de reglas para determinar la

forma de solventar los gastos de los hijos en los supuestos de fijación de un

cuidado personal compartido (en cualquiera de sus modalidades: indistinta o

alternada), que es la regla general a seguir.

Esta norma es una consecuencia directa de lo dispuesto en la regla

general de la obligación alimentaria prevista en el articulo 658 (“la obligación y

el derecho de criar a sus hijos, alimentarlos y educarlos conforme a su

condición y fortuna”) y del contenido de la misma incluido en el art. 659 (“la

satisfacción de las necesidades de los hijos de manutención, educación,

esparcimiento, vestimenta, habitación, asistencia, gastos por enfermedad y los

gastos necesarios para adquirir una profesión u oficio”).

Así, si ambos progenitores cuentan con recursos equivalentes, cada uno

deberá hacerse cargo de la manutención cuando el hijo permanece bajo su

cuidado, lo que será evaluado por el juez, en cada caso particular.

Por el contrario si los recursos de los progenitores no son equivalentes,

aquél que cuenta con mayores ingresos debe pasar una cuota alimentaria al

otro para que el hijo pueda gozar del mismo nivel de vida en ambos hogares.

Se pretende de esta manera que el hijo tenga condiciones de desarrollo

similares con ambos progenitores, más allá de los recursos disimiles de cada

uno de ellos.

Por otra parte, la norma prevé que todos los gastos comunes de los hijos

deben ser solventados por ambos progenitores, dando operatividad así a la

característica de obligación conjunta.


En base a este principio general los denominados “gastos comunes”

deben ser afrontados por ambos, cada uno en la medida de sus recursos.

Hijo fuera del país o alejado de sus progenitores

El hijo que se encuentra lejos del hogar de sus progenitores, sea en el

extranjero o en algún lugar de la República Argentina, que tenga necesidad de

recursos para su alimentación o cuestiones urgentes, puede ser autorizado por

el juez del lugar o por la representación diplomática de la República, para

contraer deudas que satisfagan esas necesidades, tal como lo dispone el art.

667 del CCyC.

Si se trata de un adolescente (mayor de 13 años), no necesitará la

autorización judicial ya que bastará el asentimiento del adulto responsable, de

conformidad con la legislación aplicable.

Es preciso destacar que el tercero que se ha obligado con el hijo (sea

autorizado o sea un hijo adolescente con asentimiento del adulto) que cubra las

necesidades puede reclamar contra los padres el reembolso pertinente.

Ésta cuestión tiene un vínculo directo con la capacidad para realizar

actos jurídicos negociales de las personas menores de edad.

El incumplimiento alimentario

Una de las grandes preocupaciones que se presentan a diario en la

praxis de quienes reclaman alimentos, es el efectivo cumplimiento de los

mismos.
En numerosas oportunidades, los jueces resuelven claramente la fijación

de cuotas alimentarias, bajo los parámetros antes estudiados, pero en algunas

ocasiones resultan de difícil cumplimiento o ejecución.

Ante ello, en los artículos 669 y 670 CCyC se brindan a los jueces

algunas herramientas que pueden resultar útiles para hacer efectivo ese

derecho trascendente para el desarrollo de los hijos.

Alimentos impagos

En primer lugar se regula una clara directiva de tipo procesal, ya que se

determina que los alimentos son debidos desde el momento del reclamo

judicial o desde el día del reclamo extrajudicial.

Es decir que los mismos tienen efectos retroactivos al momento de la

presentación de la demanda judicial o en su caso (si lo hubiera intentado) al

tiempo del reclamo extrajudicial, como puede ser desde el envio de una carta

documento, el inicio de un proceso de mediación, la intimación con un

escribano público, entre otras.

Sin perjuicio de ello, ese reclamo extrajudicial, tiene un plazo de

caducidad: debe iniciarse el reclamo judicial en un plazo no mayor de seis

meses bajo pena de perder la posibilidad de reclamo retroactivo a la fecha del

emplazamiento.

Por otra parte, se prevé el denominado “derecho a reembolso” por que

se posibilita al progenitor que hubiera realizado gastos en concepto de


prestación alimentarias, la posibilidad de solicitar el reembolso de tales

erogaciones al otro progenitor, en proporción a lo que solventó.

Medidas ante el incumplimiento

El art. 670 CCyC dispone que las normas de este CCyC relativas al

incumplimiento de los alimentos entre parientes son aplicables a los alimentos

entre padres e hijos.

Existe una remisión concreta a las normas de los alimentos derivados

del parentesco que lucen en los arts. 550 a 552 del CCyC, en relación a las

medidas que puede adoptar el juez ante el caso de incumplimiento de la

obligación alimentaria.

Dentro de ellas pueden reconocerse medidas expresas y otras de

carácter abierto.

Entre las medidas expresas, se podrán disponer:

a. Medidas cautelares tendientes a evitar futuros incumplimientos, tal como lo

habilita el art. 550 del CCyC, lo que marca una verdadera novedad, que faculta

a la traba de este tipo de medidas asegurativas, aún en el caso en que aún no

se haya verificado ese incumplimiento. Se pretende así que las resoluciones

judiciales que condenan a su pago sean verdaderamente efectivas:

b. Tambien se prevé de manera expresa que el juez fije responsabilidad

solidaria por el pago de la deuda alimentaria para quien no cumple la orden

judicial de depositar la suma que debió descontar a su dependiente o a

cualquier otro acreedor (art. 551 del CCyC);


c. Una tercera medida es la aplicación de importantes intereses a las sumas

que no fueron abonadas en fecha oportuna (art. 552 CCyC), los que podrán ser

“una tasa de interés equivalente a la más alta que cobran los bancos a sus

clientes, según las reglamentaciones del Banco Central, o la que el juez fije

según las circunstancias del caso”.

Por su parte también se habilita a la fijación de otras medidas de

carácter abiertas que el juez ponderará en cada caso especial, entre las que

pueden estar la prohibición de salida del país, el retiro de la licencia de

conducir, la inscripción en el registro de deudores alimentarios, entre muchas

otras.

Esquema conceptual: Deber Alimentario


Deberes de los hijos

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