Secretos Oscuros - Nat Lia Lee
Secretos Oscuros - Nat Lia Lee
Secretos Oscuros - Nat Lia Lee
Natália Lee
Derechos de autor © 2024 Natália Lee
Los personajes y eventos que se presentan en este libro son ficticios. Cualquier similitud con
personas reales, vivas o muertas, es una coincidencia y no algo intencionado por parte del autor.
Ninguna parte de este libro puede ser reproducida ni almacenada en un sistema de recuperación, ni
transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico, o de fotocopia, grabación o de
cualquier otro modo, sin el permiso expreso del editor.
CONTENIDO
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PRÓLOGO
Por favor, cáete por las escaleras, pensé, saboreando lágrimas saladas
en mis labios secos. Que tropiece y caiga hasta morir para liberarme de una
vida de oscuridad solitaria y cadenas inhumanas.
El suelo crujió.
Kathy me lanzó una mirada condenatoria.
Con los ojos muy abiertos y pálida, Kathy se inclina contra un árbol,
mientras sus manos se fusionan con la corteza rugosa.
Me caí y gruñí.
Volví a caer.
―¿Por qué te has detenido, Alexa? ― Kathy puso una mano gentil en
mi espalda baja. ―Necesitamos seguir.
―Kathy. ― Con ojo de águila, detecté temblores bajo mis pies. ―¿Lo
sientes?
―No hay nada aquí, Alexa. ― Kathy tiró el palo a un lado, quitándose
la tierra de las manos. ―Creo que deberíamos subir a uno de esos árboles
para tener una mejor vista de nuestro entorno. ― Mientras ella parloteaba,
yo agarré las enredaderas, rompiéndolas y desenredándolas. ―Quiero decir,
¿quién sabe? Probablemente haya una granja cerca... ¿Qué estás haciendo?
Imposible, pensé.
Asentí.
Algunas tan jóvenes que parecían tener tres años en las fotos. Me
concentré durante un rato en la carpeta que nos pertenecía a nosotras, a
Kathy y a mí. Al alcanzar la imagen con grapas, la desenganché del archivo
y toqué el hermoso rostro de mi madre.
Éramos sólo las tres. Yo llevaba un vestido suelto decorado con flores
rojas y verdes. Mi madre preparó un picnic para la cena. Pasamos toda la
tarde en ese parque, jugando, corriendo, parando para tomar zumo y algún
bocadillo ocasional, volviendo a los columpios e intentando pararnos de
cabeza sin éxito.
Era un día abrasador. Mi madre nos aplicó crema solar en la piel para
evitar quemaduras y ampollas. Kathy se quejó durante horas del calor y de
que quería estar con sus amigos, no en el parque con su hermanita. Pero aún
así lo intentó. Me enseñó a patear una pelota en la red, y cuando fallé, me
animó a nunca rendirme y, eventualmente, aunque sin mucho entusiasmo,
logré acertar en la red. Pateé la pelota recto y marqué, y ella estaba muy
orgullosa. Mi madre también nos compró helado. Ellas hablaban mientras
yo escuchaba. Madre era una mujer hermosa. Tenía un cabello negro
lustroso que caía justo por encima de sus hombros, labios pintados de rojo,
pómulos altos ligeramente brillantes y llevaba un largos vestido de verano,
sandalias de tiras y gafas de sol grandes. Recuerdo su acalorada discusión.
Kathy prometió no quedarse fuera hasta tarde si mamá le dejaba asistir a
una fiesta, y a mamá le preocupaba que nuestro padre se enfadara si
permitía que su hija mayor saliera de fiesta con amigos. Al final, mamá
accedió con la condición de que Kathy mantuviera su secreto. No estoy
segura de cómo terminó el día. Sin embargo, sí recuerdo a nuestra madre
persiguiéndonos hasta que nos escondimos detrás de un árbol...
Sonreí al recordar.
¿Dónde te quedaste?
¿Había otros?
Sus labios se afinaban en una línea sombría. Me miró por encima de las
gafas de lectura de armazón negro, con simpatía en su mirada suave.
―¿Puedes decirnos dónde dormías? ― Cambió de tema. ―¿Había una
rutina? ¿Estabas autorizada a salir de la casa?
Hogar, pensé.
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CAPÍTULO UNO
EN LA ACTUALIDAD
Alexa
Fue otra pregunta que me dejó sin habla. Hubo un momento en la vida
en que anhelaba la felicidad más que el oxígeno. No, no quería vivir con los
demonios de mi pasado. Quería hacer más amigos, asistir a la universidad y
conseguir un trabajo de fin de semana. También quería conocer a un chico
guapo y salir, como todas las otras chicas adolescentes.
Kathy tuvo que crecer más rápido de lo esperado. Supongo que ambas
lo hicimos en algún sentido. Siendo ella la mayor, asumió todas las
responsabilidades y me animó a vivir la vida de una adolescente típica, lo
cual intenté, independientemente de los miedos.
―No podemos seguir así, Alexa. ― Kathy estaba triste. ―Te niegas a
tomar medicamentos que ayudan con la ansiedad, y ya no deseas buscar
terapia, y sin embargo, no hay mejora. Aún lloras. Aún sufres ataques de
pánico. Estoy cansada. Estoy tan, tan cansada, hermana. Algo tiene que
suceder. Es inevitable. Debemos abordar esto de una vez por todas. No
puedo quedarme de brazos cruzados y no hacer nada. Así que, tengo una
idea. Es algo en lo que he estado pensando por un tiempo. Escúchame
primero. ¿Qué pasaría si te dijera que hice algunas averiguaciones?
―Creo que conozco a alguien que puede ayudar. Pregunté por ahí.
Obtuve información sobre este tipo que podría ayudarnos, pero debo jugar
bien mis cartas. Tampoco es alguien a quien puedas simplemente acercarte.
Liam Warren.
Hay más hombres de traje afuera, junto a los Bentleys negros, fumando
cigarrillos o alguno que otro porro. Esos hombres nunca se involucran con
Liam y su rutina. Se mantienen al margen, vigilantes, siempre pendientes
de la seguridad de su jefe.
A sus ojos, soy una chica universitaria típica de diecinueve años, que
estudia en un ambiente agradable, y que bebe muchos cafés.
Sabiendo que Kathy estaba en una excelente posición para pedir ayuda
a Liam, seguí presionándola sobre nuestra motivación inicial (para localizar
a nuestro captor, ¿recuerdas?), pero ella seguía sin poder pedir la asistencia
de su jefe. Me costaba creerlo, considerando que se acostaba con el tipo.
Pero, oye. ¿Qué sé yo, verdad?
Hasta el día de hoy, nunca entenderé por qué me preocupé tanto por
Kathy. No es como si su comportamiento poco comunicativo fuese algo
fuera de lo común. Pero, llámalo intuición femenina, su ausencia me
inquietaba. Llamé al departamento de policía. Visité el departamento de
policía. Casi rogué al departamento de policía que me ayudara a
encontrarla. Pero Kathy no era una menor. Era una adulta. Su desaparición
no era sospechosa ni cuestionable. Gracias por la asistencia y el consuelo,
imbéciles.
Llamé a su móvil.
Le mandé mensajes.
Liam Warren.
Todo lo que tenía que hacer era acercarme y pedirle trabajo en el Club
11.
Como cabría esperar, antes de este momento, había hecho mis deberes
y escuchado rumores y especulaciones. Este hombre era despiadado, sin
principios, implacable, corrupto y peligroso. Era un asesino desalmado y
antipático del que debía mantenerme a distancia.
Me quedé desconcertada.
Liam podía ser un asesino psicópata que era mejor manejar con
precaución.
Liam no era una persona promedio, así que sabía que mi plan sería
mucho más difícil de lo anticipado. Inicialmente, pensé preguntarle
directamente sobre el papel de mi hermana en su club y si sabía de su
paradero. Pero, siguiendo lo que habíadescubierto sobre ese hombre,
cuestionarlo ya no era una alternativa.
Según una de mis fuentes, si cuestionas a un hombre como Liam
Warren, es probable que termines en una zanja. No es el tipo de hombre al
que podía exigir respuestas y en el que se podía confiar sin reservas.
Madre mía.
Su ceja se arqueó.
—Bueno, las etiquetas de diseñador son una gran pista, pero esa no es
la razón por la que conozco a los diseñadores favoritos de hombre.
―¿Puedes traerle otro café, por favor? ― le pregunté a la pelirroja,
poniendo fin a este incómodo intercambio. ―Yo pago ―.
Ahora podría ser un buen momento para preguntar por un trabajo, pero
por nada del mundo me atreví a hacerlo. Simplemente lo miré, pensando en
cómo abordar el tema ahora que tenía su atención.
Aparté la mirada para centrarme, y sin decir otra palabra, tiró el vaso a
la basura, me empujó con el hombro y salió de la cafetería.
Incapaz de escapar de las garras del hombre, llevé un brazo hacia atrás
y arañé la cara de mi captor con uñas afiladas.
Usé el creyón para dibujar círculos. Rojo. Amarillo. Rosa. Azul. Una
flor. Dos flores. Tres flores. Cuatro. Una margarita. Una amapola. Dos hojas
y césped verde.
Asentí.
Escuché.
No lo sé.
Soy demasiado mayor para un regalo tan inútil, pero estar aquí, día tras
día, significaba que la simplicidad proporcionaba mucha alegría y
satisfacción.
Despedazó los papeles hasta que no quedó más que confeti, luego pasó
a los rotuladores, rompiéndolos y lanzándolos al otro lado de la habitación.
Liam se agachaba frente a mí, con sus manos a cada lado de mis
brazos. ―¿Qué pasó?
Liam se irguió con todo su imperial porte y dio un paso cauteloso atrás,
levantando las palmas para hacerme saber que no tenía malas intenciones.
No puedo creer que esto haya sucedido. No he tenido un ataque de
pánico en meses. Si mis piernas funcionaran correctamente, le daría una
patada en los huevos al calvo de traje.
―No soy una maldita niña. ― No había querido sonar ruda ni usar
groserías, pero necesitaba que Liam me viera como una mujer, no como una
joven tímida con una dulce boca incapaz de trabajar junto a sus bailarinas
eróticas.
―No hay que preocuparse por lo que dice su sudadera, chicos. Sus
tetas cuentan otra historia. ― Otro sujeto de traje a mi izquierda decidió
lanzar ese comentario como si no estuviera suficientemente avergonzada.
Quería que Liam se quedara para intentar pedirle trabajo, pero cuando
me dio la espalda y se subió al Bentley, supe que había perdido la
oportunidad.
Lo siento, Kathy.
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CAPÍTULO DOS
Alexa
Los ojos verdes de Chloe se agrandaron con cada segundo que pasaba.
—Entonces, aclárame esto. Hiciste que el hombre derramara su café,
hiciste sangrar a su colega calvo y entraste en una especie de frenesí de
manicomio. —Su pecho voluptuoso rebotó deliberadamente mientras me
seguía al baño—. Y les mostraste los pechos a todos los pervertidos.
—Lo siento —Chloe roció el agua del baño con sal de Radox—. Sé que
puedo ser insensible. A veces olvido lo mucho que significa esto para ti,
Alexa.
Me senté en el inodoro cerrado mientras esperaba que la bañera se
llenara. —Chloe, la cagué —susurré, abatida—. Meses y meses de trabajo
duro para nada. Arruiné todo en minutos. Lo del café hizo efecto. Liam se
detuvo. Incluso tuvimos una conversación surrealista. Bueno, prácticamente
me preguntó si tenía problemas mentales y luego me desmayé, lo cual
básicamente le confirmaría que, sin duda, tenía problemas mentales.
Reí por dentro. Ojalá atrapar a Liam Warren fuera tan fácil. —Siento
ganas de golpear mi cabeza contra una pared de ladrillos. —Me froté el
cuero cabelludo con champú, enjuagué la espuma y luego coloqué
acondicionador en las puntas de mi cabello—. Por supuesto que volveré.
¿Qué otra opción tengo? Necesito averiguar qué le pasó a mi hermana.
¿Es normal que seamos tan cercanas? Podría bien meterse en la bañera
conmigo.
—Lo siento, cariño —se frotó la cara con ambas manos—. Sigo
diciendo las cosas equivocadas. Soy una mala amiga esta noche.
Con los años, nuestra amistad se fortaleció. Chloe tenía una relación
complicada con su padre y una aún peor con su madrastra.
Lamentablemente, su madre biológica falleció de cáncer, lo que significaba
que vivía en un lugar donde no se sentía querida.
Qué irónico.
Me costaba entender por qué odiaba tanto vivir allí, pero nunca traté
sus lágrimas con una ignorancia desdeñosa. Cuando te ves privado de una
familia amorosa, los aceptas sean como sean . Habría vendido mi alma al
diablo por tener un padre, aunque fuera tiránico y dominante.
***
No podría haber gritado eso más alto. Imaginando todas las formas en
que me encantaría estrangular a mi amiga por entretener a la línea de
personas curiosas que esperaban entrar al Club 11, les lancé una sonrisa de
disculpa y seguí los pasos de Chloe.
Chloe pasó de largo la fila larguísima y fue a las puertas principales del
club. Cinco fornidos porteros con trajes negros estaban reunidos. Según mi
amiga, el tipo impasible de la derecha era amigo de su padre. Para poder
entrar a un lugar para mayores de veintiún años a los diecinueve tenías que
tener conexiones. Esperemos que el hombre cumpla.
―¿Cómo está todo por aquí? ― Chloe miró por encima de su hombro
para ver el vestíbulo. ―Estábamos buscando un lugar para salir de fiesta.
¿Lo recomiendas?
Gavin brevemente hizo contacto visual con uno de los porteros. ―Está
decente, ― dijo con frialdad. ―Podría estar fuera de tu presupuesto, sin
embargo. ― Mordisqueaba chicle. ―Entra y échale un vistazo. ―
Inclinando su cabeza hacia un lado, usó sus ojos para ordenar un rápido
deslizamiento a través de las puertas dobles. ―Pórtense bien . Disfruten,
chicas.
No pasa nada, podía disfrutar muy bien sola. Pasé por alto el hecho de
que estaba bailando sola. Levanté mi cabello, dejando que el aire llegara a
la nuca. Me sentía eufórica, más que contenta y emocionada por pasar un
buen rato. Me sentía libre, despreocupada y sin cargas. Sonaba horrible.
Kathy estaba desaparecida y yo en un club. La culpa se abrió camino en mi
mente, y la alegría pronto se convirtió en arrepentimiento.
Hice una nota mental para preguntar a Chloe si quería robar un banco
mañana.
El tipo del traje verde está ahí ahora. Dijo algo al oído de su jefe, y una
media sonrisa apareció en los labios de Liam.
Me paré junto al lavabo, abrí el grifo y usé mis manos para reunir agua
fría y enfriar mi piel sonrojada. Mentalmente preguntándome por qué había
venido aquí, miré mi reflejo en el espejo. Por Kathy, pensé. Tenía que
descubrir la verdad detrás de la desaparición de mi hermana. Pero, ¿ tengo
la suficiente confianza en mí misma para manejar la atención de un hombre
como Liam Warren? ¿Y si Chloe tenía razón? Tal vez Kathy se fue
voluntariamente. Quizás no quería ser encontrada.
Seco mis manos con una toalla antes de salir del baño. Le diré a Chloe
que he terminado con esta farsa y rezaré a Dios para que mi hermana vuelva
y—Un brazo fuerte se enroscó de repente alrededor de mi cintura. ―¿Qué
mierda? ― Grité, luchando con desesperación mental. ―¡Suéltame!
Liam
El rechazo prematuro teñía sus mejillas de rojo. ―¿Te parece bien que
otro hombre me toque? Así es como termina una cita, ¿verdad? Me lleva a
casa, le ofrezco un café, hablamos y luego le follo el cerebro.
―¿Qué necesitas?
Brad había esposado las muñecas y los tobillos del hombre y le había
atado una corbata de seda alrededor de los ojos. Llevaba un chándal gris,
zapatillas deportivas blancas y una gorra de visera. A juzgar por la mancha
húmeda, también se había orinado en algún momento de la noche.
―¿Cuál es el problema?
―Te dejó por muerto, ― dije con un tono de fingida simpatía. ―Debes
pensar que nací ayer.
Me sonreí con eso. ―Supongo que ella está fuera de los límites.
Miré sus ojos, que parecían más verdes que antes. Podría jurar que eran
marrones. ―Estoy probando el terreno.
―No soy de los que insisten. ― Retirando mis manos, las metí en los
bolsillos del pantalón. ―Y puedo manejar el rechazo. Así que, vayamos al
grano. ¿Qué es lo que quieres?
―Ya te lo dije. Estoy fuera con amigas. Es lo que hacen las chicas,
¿no? Beben alcohol y salen de fiesta con sus amigas mientras buscan... ―
Su cuerpo se estremeció. ―Chicos y esas cosas.
―¿Eso importa?
―Importa.
Sabía que era más joven, pero diecinueve era realmente poco.
Alexa
Sí, lo sé.
Me quedé callada.
***
Son las once y veinte pasadas. Liam llega tarde. Nunca llega tarde.
Todos los viernes, a las once de la mañana, sin falta, y hoy no está aquí.
Mierda.
Mensaje entregado.
La esperanza saltóen mi pecho. Marqué su número y llevé el móvil a
mi oído. ―Sí, ― contestó el tipo, su mal humor dejándome en un estado de
náusea. ―¿Quién es? ¿Por qué siempre me mandas mensajes?
¡Auch! No soy la mujer con más curvas, pero tampoco estoy tan
escuálida. ―No te estoy siguiendo. ― La confusión se reflejó en mi cara.
―Estoy tomando café.
Así que nuestro último encuentro no fue tan olvidable para él.
Apuntado. ―Diecinueve.
Liam me miró con asombro estupefacto. ―Soy casi diez años mayor
que tú. ― Tosiendo en un puño cerrado, se aclaró la garganta y fue directo
al grano. ―Tu pequeño enamoramiento hacia mí es algo tierno, pero te
ahorraré la molestia. No me interesa. Verás, soy un hombre con multitud de
predilecciones. Sin embargo, una joven adolescente impresionable no es
una de ellas.
―Con todo respeto, no soy una niña, Sr. Warren. Además, no recuerdo
ninguna queja de nuestro último encuentro. Me habrías follado en ese
cuarto si lo hubiera permitido .
―No soy responsable de los delitos de otra persona. Pensé que eras
mayor, ― gritó en un susurro, mientras su agitación alcanzaba alturas
peligrosas. ―El Club 11 es sólo para mayores de veintiún años por una
razón. El comportamiento juvenil no es bienvenido.
―Me llamo Alexa Haines. Siento haber llamado a mis tetas 'boobs'.
Soy innatamente educada, así que los modales son mi segunda naturaleza y,
bueno, algunas personas desaprueban la vulgaridad. Llamaré a mi vagina
'fanny' si eso te hace feliz.
Se frotó la cara con una mano. ―Iros, ― ordenó, y sus hombres, todos
observando nuestro intercambio, se lanzaron miradas curiosas antes de
desaparecer en los vehículos Bentley.
Con sus hombres fuera de alcance, se acercó más, tan cerca que
nuestras narices se tocaban. ―Coño, ― murmuró a mis labios, y lo miré
desde debajo de mis pestañas. ―Dilo.
No soy una Afrodita, pero nunca pensé que era fea como un perro,
tampoco. Kathy, que se parecía a su hermana menor, consiguió un puesto en
el Club 11 asegundos de conocer a Liam.
Alexa
Esperé en la cola del Club 11 durante más de dos horas. Sabía que la
discoteca de Liam Warren era una atracción muy concurrida, pero el
ineficiente proceso de admisión tenía un efecto soporífero, que casi me
hizo dormir. Ahora, dos personas estaban frente a mí. Lucían tarjetas de
identificación, y en un estado de fortaleza esquemática, me escondí en sus
sombras para entrar al edificio sin que el personal de seguridad me notara.
―¿Dónde la llevaste?
―¿Oyeron algo?
Levanto el vaso vacío sobre mi cabeza. ―¿Puedo pedir otro, por favor?
***
Está bailando detrás de mí. Sus manos recorren mis caderas. Sus labios
lamen el sudor de la nuca.
―¿Cuál es la pregunta?
―Ya sabes la respuesta a esa pregunta, Sr. Warren, ― dije con tono
sarcástico, y su mandíbula se tensó. ―Supongo que ambos hicimos nuestra
tarea.
Liam miraba a través de mí. ―¿Por qué asumes que está solo?
Agarré la silla para apoyarme, monté sus muslos y giré mis caderas al
ritmo de la voz de tenor lírico de Abel.
Liam mostró una gran contención, con sus dedos aferrándose a los
reposabrazos. Su prolongada excitación, cubierta por los pantalones,
descansaba sobre el encaje translúcido entre mis muslos, la sensación de
restregarme contra él era demasiado para mí. Dejé de moverme. Luché
físicamente por continuar. Seguramente, no se supone que sea tan
afrodisíaco.
Alexa
Una buena noche de sueño era vital para mi primer turno en el Club 11,
pero los nervios no me dejaron dormir la mayor parte de la noche. Me
revolqué en la cama hasta el amanecer, mientras los pájaros chirriaban
afuera, torturándome onomatopéyicamente .
Aún no estoy segura de cómo logré esto, pero asumiré que mi trasero
en sus manos nubló su juicio. Es un hombre de sangre caliente. Me presenté
en ropa interior de encaje. En ese momento acalorado, pasó por alto las
reservas anteriores.
―Soy Cherry, ― dijo mirando por encima del hombro. ―¿Y tú eres?
―Ya era hora, jovencita, ― gruñó el cliente detrás de mí. ―Ven aquí y
dame ese baile.
¿Recargos adicionales?
¿Cherry me puso aquí para darle favores sexuales a este hombre por
dinero? Palidecí ante la temible idea. He oído muchos rumores de que las
actividades de prostitución son una de las muchas ilegalidades en el Club
11.
Me tambaleé fuera del regazo del tipo, con mis piernas casi
convirtiéndose en gelatina. Estaba agradecida de que el rubio de traje
hubiese intervenido. No quería estar en esta habitación, y mucho menos
bailar para ese hombre.
Liam nos miró entre nosotros. ―No contraté a Alexa para clientes
exclusivos. ― Se echó un trago de whisky. ―Trae a Cherry a mi oficina.
Oh, mierda. Liam está cabreado. Si Cherry no fuera tan perra conmigo,
me sentiría mal por ella, pero ¿por qué debería? Ella me mintió. Yo trabajo
para una persona, el hombre que está delante de mí. Recordaré eso la
próxima vez que alguien más me ordene hacer algo.
―Alexa. ― Liam observó mi cuerpo cubierto de encaje. ―He tenido
tiempo para reconsiderar mi decisión. No encajas en el criterio. Nada de
jaulas.
―No dije que la vida fuera justa. Además, no deberías haber estado en
esa jodida habitación, para empezar.
Ambos hombres me miraron, pero fue Liam quien respondió, ―No vas
a hacer las malditas jaulas. Se acabó.
No hay nada más que pueda hacer para persuadir a este hombre. Hice
todo lo que estaba en mis manos para convencerlo de que soy capaz, sin
embargo, todavía me ve como una niña ingenua que es demasiado
incompetente para tentar a la especie masculina.
¿Es por eso que Cherry me puso en la habitación con Hank? Quería que
Liam me despidiera. ―¿Por qué me mentiste?
En el segundo que me acerqué al bar, una mujer rubia, que parecía una
diosa griega, se acercó a mí. ―Debes ser la chica nueva. Soy Natalie. Usa
pantalones cortos negros y una camiseta blanca durante el turno. Tus
tacones funcionarán bien. ― Escudriñó mis zapatos. ―Por ahora no te
hagas trenzas ni colas de caballo. Debes llevar el pelo suelto. Asegúrate de
lavarlo todos los días también. No queremos que te veas grasosa mientras
atiendes a los clientes. ― Lanzando su largo cabello rubio sobre su hombro,
me arrojó el uniforme del club. ―Debes comportarte lo mejor posible.
Nunca he servido una pinta en mi vida, pero usé la llave para entrar en
la caja registradora, eché un vistazo a la interminable cantidad de clientes y
grité, ―El siguiente.
Durante las siguientes horas, demostré ser la peor camarera de la
historia. Tardo demasiado en hacer las bebidas. Derramé más cerveza de
barril de la que suministré. Y ya he roto como siete vasos.
―¡Muévete!
―No tengo idea de por qué contratarían a alguien como tú. Eres
patética. Deberías sentir lástima por ti.
¿Por qué mis compañeros de trabajo no pueden ser tan amables como
los clientes?
Trabajar para Liam Warren ibaa ser mucho más difícil de lo que pensé.
CAPÍTULO SIETE
Liam
Salí de la oficina para asistir a una reunión con los hombres en el piso
de abajo. Natalie se acercó a mí antes de que cerrara la puerta con llave, con
su largo cabello rubio cayendo sobre un hombro. Su sonrisa insinuante tuvo
el efecto contrario. No estaba de humor para follar esta noche. Sin embargo,
tenía tiempo para una mamada. Aun así, cuando su mano acarició mi brazo,
sentí un fuerte impulso de rechazarla.
Sus dedos tocaron mi pecho como si fuera un piano. ―Yo puedo hacer
todo el trabajo, ― ronroneó, tirando del cuello de mi camisa. ―Tus
hombres pueden mirar. No me importa.
Lo que había pasado era que Brad Jones había tenido una relación.
Tiffany Fisher.
Rechiné los dientes. ―Dos veces, ― dije cortante, exhalando una nube
de humo. ―En el transcurso de un año, los ladrones de cajas fuertes me han
robado con éxito. Es hora de que invirtamos en una mejora. Quiero dos
cajas fuertes biométricas para la próxima semana.
Dando una larga calada, dejé que el humo fluyera hacia el fondo de mi
garganta, abrí la carpeta y comencé a leer. Tres minutos en la evaluación y
supe que algo andaba mal. Su expediente estaba prácticamente vacío o era
sumamente intrascendente. Aún no lo había decidido.
Yo: Brad...
Un golpe en la puerta.
―Bueno, eso es un trato injusto, Sr. Warren. No estoy aquí para ser
victimizada por los compañeros. Estoy aquí para ganar dinero.
―Y están muertos?
―¿Por qué?
No, odio las redes sociales. ―No tienes autorización para hacerme
preguntas.
―Siento que me atacas, ― dijo con una risa nerviosa. ―Sr. Warren,
sólo soy una don nadie.
―Entonces, me iré, ― dijo, y levanté las cejas. ―No soy una amenaza
para ti, Sr. Warren. Lo que haces tras puertas cerradas no es de mi
incumbencia, pero es injusto esperar total transparencia de mí. Tengo
derecho a la privacidad.
Usó una tarjeta de débito para separar las líneas. ―¿Podemos confiar
en ella?
Brad cruzó los brazos. ―¿Quieres que me pase por su casa? Puedo
hacerlo mientras está trabajando. Si hay algo que encontrar, estará en su
piso.
―¿Puedo perseguirla?
Estiré los brazos detrás del sofá mientras cruzaba una pierna. ―Me
escuchaste.
Alexa
Soy la peor persona para dar consejos sobre relaciones. ―Gracias por
la noche pasada. Me lo pasé muy bien.
Me encogí de hombros.
―¿Quién es Josh?
―Es el chico que nos sirvió bebidas la noche que nos colamos en el
Club 11.
―De todos modos, como estaba diciendo, estaba en la barra con Josh
cuando Brad—
―¿Quién es Brad?
―¿Quién es Natalie?
―No, ― la corté. ―No tiene nada que ver con él. Se fue, Chloe.
***
Llegué al trabajo treinta minutos antes para volver a explorar la sala del
personal. Anteriormente, había revisado la cocina y buscado en los cajones
de los cubiertos, el refrigerador y los armarios. Por supuesto, no encontré
nada, al igual que ahora, pero tenía que seguir buscando por si me había
pasado algo.
Más tonterías.
Cerré los ojos con fuerza, obligando a callar a las voces al fondo de mi
mente. No hoy, Alexa. No quieres ir allí.
***
―No fui yo. ― Tenía ojos con cataratas. ―Trabajo seis días a la
semana y no me pierdo nada. Recordaría si ella lo hubiera empeñado aquí.
Cogí el folleto en el mostrador y señalé lo obvio. ―Abierto siete días a
la semana.
Madre mía.
Kathy usó un nombre falso para ocultar los detalles de su amante. ―Es
Liam.
CAPÍTULO NUEVE
Alexa
Kathy prácticamente vivía dentro del edificio, así que debería haber
rastros de ella por algún lado, ¿verdad? Incorrecto. Revisé cada habitación,
rincón y grieta, omitiendo el bolso, que ahora está guardado bajo la cama.
He descubierto conocimientos inútiles. Si el bar está tranquilo y las
bailarinas están paradas charlando, finjo estar ocupada y escucho sus
conversaciones, ignorando su vulgaridad y sus risas teatrales, esperando que
alguna de ellas mencione a Kathy. Mi hermana actuaba junto a esas
personas todos los días, sin embargo, nadie menciona nunca su nombre.
¿Qué se me está pasando de todo este asunto?
Dado que la mayor parte del Club 11 está fuera del alcance de los
empleados de bajo rango, no puedo extender más la investigación. No estoy
en una posición segura para interrogar a nadie, especialmente a esas
mujeres de mal carácter y rencorosas. En particular, Natalie y Cherry. Esas
dos están esperando la oportunidad perfecta para exponer mis motivos
ulteriores y correr a decirle a nuestro jefe.
Liam Warren.
Cuando ese hombre aparece, que es pocas veces ya que rara vez sale
de la oficina, me siento irremediablemente atraída por él.
Es nuevo para mí, esas cosquillas en el pecho, los latidos erráticos del
corazón.
Me lanzó una risa mordaz. ―¿Y qué supones que hace Liam con todos
esos cadáveres?
―¿Cómo diablos se supone que voy a saberlo? No es la primera vez
que los veo arrastrar a alguien al subterráneo. Esas víctimas nunca regresan.
Una vez arrastradas, ese es el fin del camino para ellas. Desaparecidas.
―No tiene sentido. ¿Por qué querría hacerle daño a Kathy? ― Se subió
al mostrador y cruzó los brazos. ―¿Liam parece estar extrañando a su
novia?
***
―Está bien. ― Se inclinó aún más cerca y bajó su voz suave y melosa.
―Es que todos necesitan saber si eres virgen.
―Quieres decir, ― estreché mis ojos hacia él, ―que tú necesitas saber.
Sin esperar a que terminara la frase, Brad se marchó a buscar a Josh sin
un vistazo atrás. Honestamente, ¿qué pasa con este lugar? A todos les
faltaban habilidades sociales; por ejemplo, modales.
Llevé los cócteles al cliente, entregándole el menú a él y a su
acompañante del almuerzo y regresé a la barra.
―Ya hablé con Brad antes de venir. ― Le lanzó las llaves a otro
empleado antes de decir: ―Vamos, Alexa. Vamos a buscar algo de comer.
***
Echaba un vistazo.
Pez, la llamó Josh. Su cabello rubio hasta la cintura caía liso sobre su
espalda. Tenía ojos grises y tormentosos entre gruesas pestañas negras, y
sus labios carnosos se movían rápido mientras daba lo que parecía ser una
brutal lección. Josh murmuró algo que no pude descifrar bajo su aliento, y
sus atractivos ojos se dirigieron hacia mí. ―¿Y ella? ― siseó. ―¿Quién es
ella, Josh?
Con las mejillas ruborizadas en tres tonos de rosa, bajé mis enormes
ojos a la planta artificial sobre la mesa.
A juzgar por la tensión entre estos dos, diría que todavía hay algo entre
ellos. ―¿Y?
Diría que todavía la ama. ―¿Es por eso que elegiste este café?
¿Esperabas encontrarte con ella?
Celosa, miré mi pan medio horneado y jugueteé con una patata frita.
Josh había considerado que podría estar acostándome con Liam. Suerte
para él que me cae lo suficientemente bien como para dejar el tema y
continuar con el almuerzo. ―No soy una de ellas.
El silencio se alargó entre nosotros. ―De todos modos, ¿por qué estás
tan interesada en Kathy? ― Ingerió su batido. ―¿La conoces o algo?
―No la conozco personalmente. Escuché a Natalie decirle a una de las
bailarinas que Kathy se fugó o algo así, por lo que me dio curiosidad.
―No puedo hablar por Warren, pero entre los rangos inferiores,
ninguno de nosotros entendió por qué Kathy simplemente se fue. ― Se secó
la boca con una servilleta. ―Le encantaba trabajar en el club, así que el
hecho de que no volviera, pues sí, fue un poco raro.
―¿Qué quieres decir con 'amasando dinero'? ¿Estaba teniendo sexo por
dinero? ― Por favor, dime que no has insinuado eso. ―¿Era una chica de
noche también?
―Claro que sí, ― exageró con un tono agudo. ―Las bailarinas sólo
atienden a un cliente por noche. ¿Kathy? No tenía límites.
Josh silbó. ―Entre tres y seis mil libras. Más si es un cliente habitual
con favoritas.
Sentí que alguien nos observaba con interés y desvié mi atención hacia
la amiga de Josh, Perri. Estaba ocupada limpiando mesas cuando miré al
otro lado de la habitación, pero sus ojos nunca dejaban a Josh.
Josh no se dio cuenta hasta que puse una mano en su hombro. ―¿Qué
pasa? ― Frunció el ceño, ajeno a la maldad de mi plan. ―Alexa?
―Maldita sea, Alexa ―, murmuró con voz ronca, mientras sus manos
agarraban mis caderas. ―Eres impredecible.
Nuestros labios se rozaron, suaves y tiernos, pero inseguros.
Perri decidió unirse a nosotros. ―¿Os gustaría que retirara los platos?
― Preguntó, y la miré de reojo. ―¿Otra bebida? ― Dios, está al borde de
las lágrimas. ―¿Bueno?
―Sí, está bien ―, dije rudamente, sin dejar que Josh entretuviera sus
lágrimas de cocodrilo. Volví mi atención a él, besándole la comisura de la
boca. ―Josh ―, suspiré, escuchando cómo los platos tintineaban detrás de
nosotros. ―Hueles tan bien ―.
Una vez fuera de peligro, el pecho de Josh vibró con risas pesadas.
―Tal vez, verte con otra persona era el empujón en el trasero que
necesitaba, Josh. Ella está casada y está jugando con tus emociones ―. Me
abroché la chaqueta y me dirigí a la salida. ―Tarde o temprano tenía que
tomar una decisión, ¿verdad?
Alexa
Gracias por esa información, Josh. No habría dormido sin ella esta
noche.
¿Por qué Liam me haría preguntas sobre Natalie? Estoy bastante segura
de que si quiere hablar con la desquiciada, la contactaría directamente.
Liam rechaza a Natalie. Bueno, eso es nuevo para mí. ―No lo sé. ¿Por
qué no le haces estas preguntas directamente?
Sacudí mis manos a los lados para generar flujo sanguíneo y golpeé con
los nudillos en la puerta de Liam. Ocho hombres de traje custodian el piso
del jefe y, aunque están reservados y serenos, siento sus ojos curiosos
perforándome. ―Hace frío, ¿verdad? ― Le pregunté al alto, frotándome los
brazos para quitarme el frío. ―¿Siempre es así? Mis vellos están erizados.
Con sus ojos fijos en mí, estiró un brazo a lo largo del respaldo del
sofá. —Fuiste a comer hoy.
No era mentira de ninguna manera, así que decidí no premiarlo con una
réplica.
Respiré ligeramente.
—Brad mencionó que cubrió un turno doble —exhaló una nube de
humo de cigarrillo, y yo asentí—. Ahora está todo en calma, así que podrías
irte temprano —levantándose, recogió los vasos vacíos y fue a la barra para
rellenarlos—. ¿Querrías otra bebida?
Liam me pasó otra bebida llena de ámbar. Su dedo tocó el mío, y una
descarga eléctrica aguda recorrió mi cuerpo, aunque aparentemente él no
sintió nada. Se sentó más cerca esta vez, con su muslo presionándose contra
el mío. Su contacto inocuo hizo que mi columna se enderezara. A menudo
me pregunto si esos roces inocentes son intencionales. No es la primera vez
que hace toques sutiles. Recibió la misma respuesta de mi parte en cada
ocasión, mejillas sonrojadas, postura incómoda y respiración entrecortada.
Sí, estaba tan asombrada que no retiré fondos del cajero automático.
Me conformé con veinte libras y sólo compré un litro de leche. —Me
encanta trabajar aquí —admití, omitiendo a Natalie y a Cherry porque las
odio con una pasión ardiente—. Los chicos son geniales. He aprendido los
nombres de los habituales. Brad está comenzando a caerme bien.
Cuando conocí a Brad Jones por primera vez, pensé que era un
engreído y arrogante. No es tan malo, sin embargo. Tiene una confianza
equivocada, es hermosamente egocéntrico. No me gusta cómo descarta a las
mujeres, pero prefiero mantenerme al margen de donde no pertenecen mi
nariz ni mis asuntos.
Una leve sonrisa curvó su boca. —¿Te gusta trabajar para mí?
Liam dejó el vaso vacío sobre la mesa de café, y cuando cruzó sus
musculosos brazos sobre su pecho, pude oler la fragancia masculina de su
colonia. Me dio una sonrisa divertida pero complacida, la química
gravitacional con este hombre me robaba el aliento. —Eres modesta —dijo
tan silenciosamente que casi no lo escuché—. ¿Cómo te llevas con las
chicas?
Su rostro estaba más cerca ahora, con nuestras narices casi tocándose.
La sonrisa de Liam era baja y sexy. Sus ojos pesados capturaron los
míos, y luego, las yemas de sus dedos fríos trazaron cautelosamente la línea
protuberante de mi clavícula. Sus caricias exploratorias se detuvieron, y un
desafío provocativo brillaba en sus fríos ojos. Al menos, creo que me estaba
desafiando, pero no puedo estar muy segura. Mi mirada se dirigió a sus
labios llenos mientras él tiraba del inferior entre los dientes. Todo mi ser
gritaba ser atrevida, poner una mano en su pecho e iniciar algo, incitarlo a
venir más cerca o tentarlo a besarme. No un beso robado que me hiciera
querer vomitar. Un beso que robara el aire de mis pulmones como los de las
películas. Un momento que me robara el aliento.
Liam
Asintió vigorosamente.
¿Por qué una chica de diecinueve años está prácticamente sola y sin un
céntimo?
Sus padres murieron, pero ¿por qué vive con una amiga y no con su
familia? Un tío o tía, tal vez.
Se supone que debería estar en el trabajo... por otra hora, para ser
exactos.
No tengo reparos en explicar mis razones para estar aquí. Sin embargo,
preferiría evitar esa conversación si puedo.
¿Qué diría?
Encaje negro adornaba su perfecto trasero. Miré hacia otro lado cuando
se giró, no queriendo una imagen permanente de sus pechos en mi mente.
La tentación de mirar estaba allí, sin embargo. La inmensa necesidad de
admirarla podía superar fácilmente la contención. No robaré su belleza, sin
embargo. Es inmoral, estar aquí es inmoral, pero la perversión es algo
completamente diferente.
―Alexa, ¿has comido? ― gritó su amiga desde el pasillo. ―Hay
sobras en el frigorífico.
―¿Y a Warren?
La pregunta de Chloe captó toda mi atención.
Alexa soltó un gruñido. ―Puede que esté bueno, Chloe. Pero ese
hombre es un mujeriego infame. Francamente, su comportamiento de
mujeriego me repugna.
―De todas formas, te veré por la mañana, ― Alexa bostezó, sus brazos
estirados sobre su cabeza. ―Estoy agotada.
Hostia puta .
¿Por qué pensé que venir aquí era una buena idea?
Joshua Fitzpatrick.
―Tú me llamaste.
Mi polla se suavizó.
***
El viaje en coche hacia el club terminó demasiado pronto. Aún estaba
mentalmente alterado cuando volví a la oficina. Coloqué la medicación de
Mirtazapina en el escritorio, me serví un Jameson puro y, apoyando el
hombro en la pared de vidrio unidireccional, observé lo que estaba
ocurriendo esta noche abajo.
Con la yema del dedo alisé el borde del vaso de whisky. ―Nunca
estamos tranquilos.
―Me parece bien. ― Con interés entusiasta, revisé los detalles y arrojé
las notas sobre mi escritorio. ―Dale luz verde a los hombres.
Parpadeó una vez, dos veces, y luego sus cejas se alzaron hasta la línea
del cabello. ―Hostia. Te gusta la chica nueva.
―Si no es nada, ¿por qué la prohibición? Verás, pensé que tal vez
querías probarla tú primero... ― Sus ojos se entrecerraron. ―Necesitas
follártela para sacártela del sistema.
Sus piernas, estiradas, se cruzaron por los tobillos. ―Sin embargo, está
aquí.
Sacudí la cabeza.
No, no estoy de humor para tratar con la rubia esta noche. ―Otra vez.
Opté por agua embotellada en su lugar. ―No te está permitido salir con
compañeras de trabajo.
Alexa
Inhalando el olor de la hierba recién cortada, cerré los ojos y dejé caer
la cabeza hacia atrás mientras la brisa cálida fluía a través de mi cabello.
De un lado a otro.
De un lado a otro.
No importa.
Mis yemas rozaron los altos gladiolos que salpicaban nuestro jardín, los
bonitos colores, amarillo, rojo y naranja, recordándome un arco iris.
Corriendo a través de flores hasta la cintura, viendo pétalos caer mientras
apartaba los tallos altos, llegué a la cima de la colina, la que mamá me hizo
prometer no subir, para supervisar el bosque encantado adelante. Es nuestro
lugar favorito, el de Kathy y el mío. Nos gusta escondernos detrás de los
árboles misteriosos y la vegetación interminable cuando, estando en casa,
escuchando a mamá llorar, se vuelve demasiado difícil de soportar.
Kathy se fue al amanecer para visitar la playa con amigos. Cuando seas
mayor, prometo llevarte con nosotras, me dijo. Oye, incluso podemos hacer
castillos de arena, continuó, sólo pórtate bien con mamá mientras estoy
fuera, Alexa. Ella no se siente bien.
Sí, mamá estaba triste esta mañana. Le hice un sándwich de
mantequilla de maní, y ni siquiera me dio las gracias. No es propio de
mamá no comer un sándwich de mantequilla de maní, así que
definitivamente está enferma.
Me encanta pasar tiempo con Mamá, pero ella está ocupada limpiando,
horneando o descansando, y me siento tan sola. No hay niños por aquí con
los que pueda jugar. Nuestros vecinos son viejos y gruñones y apenas
escuchan una palabra de lo que digo.
No pienso en ello.
Lo hago.
Vale, eso fue muy divertido. Tengo que hacerlo otra vez.
―Bueno, está bien. Te creeré esta vez. Ahora entra. ― Mamá volvió a
entrar en la casa por la puerta chirriante. ―Te hice el almuerzo.
Mamá hace muchos atrapasueños y los cuelga por toda la casa. Dijo
que me protegerían de las pesadillas. ―Me gusta todo lo que haces, Mamá.
― Cuando no respondió, levanté la vista y la encontré observándome. Sus
ojos estaban terriblemente abiertos. Sus labios pintados de rojo, estaban
apretados e inmóviles. ―¿Estás bien, Mamá?
Mamá no dijo nada. Pero sus ojos sin parpadear, cada vez más abiertos,
oscuros, como charcos de alquitrán, se clavaron en mí hasta que los
escalofríos me pusieron la piel de gallina en los brazos.
De un lado a otro.
De un lado a otro.
Odiaba el silencio.
¿Estaba asustada?
¿Le dolió?
¿Lo conocía?
¿Cuándo me cubrí?
Mi sonrisa se amplió.
―¿Sabes qué? No te estoy suplicando. Vas a salir. Insisto. ― Sus
brazos se cruzaron. ―No me opongo a la tortura, nena. No me hagas
derramar un cubo de agua fría sobre tu cabeza.
Sí, mamá.
―De todos los clubes que podrías haber elegido, tenemos que venir a
este― murmuré para mis adentros, bebiendo el trago que Chloe me forzó a
coger. Era verde. Era asqueroso. No tomaré más tragos por el resto de la
noche. ―Estoy harta de este lugar.
―Nena, la última vez que vinimos aquí, había bombones por todas
partes. Quiero disfrutarlos. ― Chloe se tomó un trago azul, y su cara se
arrugó. ―Además, tienes beneficios de empleada. Puedes conseguirnos
alcohol con descuento.
Sí, mejor no. ―En realidad, estábamos a punto de encontrar una mesa.
― Cogí la mano de Chloe. ―¿Tal vez después?
―No se sienten aquí con todos los idiotas. ― Sus dedos se curvaron
alrededor de mi codo. ―Vengan. ― Nos arrastró entre la multitud de gente.
―Pueden tener una de las suites VIP.
―Sí, ― coincidí.
En otra pantalla, las mujeres hacen cola abajo para usar los baños. La
pista de baile está repleta de clientes embriagados, bajo luces
estroboscópicas intermitentes.
―No creo que seamos suficientes para acabar con todo eso.
***
―¡Pino! ― grité.
Otro trago.
―¡Caca! ― murmuré.
Más tragos.
―¡Sexo! ― canté.
¡Shot!
Lo seguí hasta el final del pasillo, mientras la luz disminuía con cada
paso. Se detuvo en la puerta y deslizó la tarjeta de llave por el candado.
―Adelante.
Reí nerviosamente.
Alexa
Lo miré con los ojos muy abiertos. ―Josh, te das cuenta de que este
tipo de juego se juega con tus amigos hombres, ¿verdad? ―.
Él aprobó. ―Follable ―.
Josh indicó al tipo que llevaba una gorra de visera, girando un silbato
alrededor de su dedo. ―¿Él? ―.
Me reí a carcajadas.
―Follable ―, mentí.
Lo quería matar.
―¿¡Qué demonios, Alexa?! ¡No pienso salir con ella! ― Sus ojos
prácticamente se salieron de sus órbitas. ―¿Estás loca? ¡No! ― Señaló el
suelo. ―No pienso moverme en lo absoluto ―.
Obedecí.
―No quiero—
Oí a los hombres de traje llevar el cuerpo sin vida del hombre fuera del
baño, y sentí la cercanía de Liam antes de abrir los ojos. Atrapé su reflejo
ensangrentado en el espejo. Su mano rozó delicadamente mi espalda baja.
―¿Alexa?
Liam estaba enfadado antes, pero esto es mucho peor. Sus ojos
desquiciados me desafiaban a mentirle. Su implacable agarre en mi
garganta me estaba asfixiando. ―¡Alexa!
¿Cómo le cuento?
Su mirada se estrechó.
―No hagas esa mierda. ― Liam me sacudió por los brazos. ―Respira.
Liam usó la fuerza para desenredar mis dedos. Me aferré a él, mis
manos en sus antebrazos, mis uñas pinchando su piel. ―Respira, Alexa, ―
dijo, pero todo lo que escuché fue a Él.
Oscuridad.
Dolor.
―Buena niña.
Trauma.
―Tócame.
Maldad.
―Tócame.
Oscuridad.
Oscuridad.
Oscuridad.
―No es real, ― dijo Liam como si leyera mi mente. ―Lo que sea que
esté pasando por tu cabeza ahora, no es real.
Liam
Kathy Pearl.
Funcionó.
¿Es esa la razón por la que Alexa vino aquí? ¿Planeaba continuar donde
lo dejó su hermana?
Nathaniel Alzaim.
Tu alma es irredimible.
Me froté el pliegue entre las cejas con los dedos pinzados. Traté de
mantener la calma. No sirve de nada, sin embargo. Lancé la botella de
Jameson contra la pared. Se fragmentó en pedazos, el líquido marrón
goteando por la pared.
―Vale, Alexa parece una mujer poseída ―, Brad abrió los ojos de par
en par. ―Y yo que pensaba que era inofensiva. Creo que deberíamos
llevarla a la cámara, atarla a una silla y invocar a Cristo para que la exorcice
―.
Caso Haines.
―Si Alexa tiene algún sentido común, correrá ―, dije al vaso mientras
bebía whisky. ―Sin embargo, la perseguiré de todas maneras. Quiero
respuestas. Exijo respuestas ―.
Nate vació la caja de patatas fritas con sal y pimienta en el plato. ―No
hay problema ―.
Nate atacó el pollo frito con arroz en el plato. ―Temo que hay una rata
entre nuestros hombres ―.
Alexa
Levanté las cejas para añadir un poco de humor a la situación tan grave.
―De todos modos, ¿realmente quieres sentarte en el suelo a ordeñar vacas?
―Necesito aclarar esto ―. Se masajeó las sienes con las puntas de los
dedos en un gesto terapéutico. ―Liam tuvo una oportunidad perfecta para
reaccionar anoche. Si la muerte es el castigo, ¿por qué no te mató ahí
mismo? ¿Cuál es la razón exacta de su enfado? ― Sus preguntas
aumentaron. ―¿Le dijiste que Kathy desapareció? ¿Le dijiste que sólo
fuiste al Club 11 para encontrar respuestas? ¿Al menos le explicaste la
razón de mantener en secreto lo de Kathy?
―Quizás Kathy pensó que lo que tenían era real ―, añadí con un gesto
triste. ―Ella no está aquí, así que no puedo preguntarle ―. Una lágrima
rodó por mi mejilla. La limpié. ―Dios, la extraño ―, lloré en el dorso de
mi mano. ―La extraño tanto ―.
―Lo siento. Sólo quiero que vuelva a casa. Me siento vacía sin ella. ―
Pasé demasiado tiempo separada de mi hermana. ―Hicimos una promesa.
― Éramos nosotras contra el mundo. ―Ella y yo. Para siempre.
Tal vez Chloe tiene razón. Dejar Londres podría ser lo mejor.
―Lo que quieres. Cariño, lo tengo. Lo que necesitas. ― Sus dos dedos
me señalaron. ―¿Sabes que lo tengo?
***
Cuando finalmente tuve valor para entrar al club, debería haber ido a la
oficina de Liam, pero el miedo me dominó. Fui directamente al bar y atendí
a los clientes en su lugar.
Unas tres horas después de la noche, avisté a Josh, pálido y sin espíritu,
dirigiéndose hacia el bar.
Entregando los dos vasos de chupito al cliente, le ofrecí a Josh una leve
sonrisa. ―Llegas tarde.
Estallé de risa. ―¿Qué hay de malo en ser perversa? Pensé que a los
hombres les gustaba que las mujeres fueran seguras en la cama.
Realmente adoro a este tipo. ―Entonces, supongo que otra cita con Kat
está descartada.
No te desmayes, Alexa.
Al menos Josh me mantuvo ocupada por un rato. Me ayudó a olvidar.
Ahora es tiempo de hacer frente a la tormenta.
Sin demora, abrí la carpeta y pasé las páginas. Liam tenía razón. Todo
sobre mi vida está allí: artículos de periódico, informes policiales pasados,
copias de certificados de nacimiento.
Adelante y atrás.
Adelante y atrás.
Mi cabeza cayó hacia atrás. Con los dedos aferrados a las cuerdas
desgastadas, sentí el viento soplar a través de mi cabello. ―¡No quiero
caerme!
―Si te caes, ― ella corrió frente a mí, extendiendo los brazos, ―te
atraparé.
· Desnutrida.
· Infecciones.
· Huesos rotos.
· Mentalmente inestable.
· Dispositivo de anticoncepción.
¿A dónde iban?
Echó un vistazo a los edredones y las almohadas sin lavar y decidió que
el colchón era mejor que el suelo frío.
La ayudé a cruzar la habitación, y nos acostamos juntas, mirando el
techo agrietado. ―¿Cómo llegaste aquí?
―Lexi, ― susurró.
―Ven a mí.
Su voz me asustaba.
No me gusta su voz.
¡La odio! ¡La odio! ¡La odio!
―Somewhere over the rainbow, skies are blue, ― canté. ―And the
dreams that you dare to dream really do come true.
Él siempre me persigue.
―No, no nos vamos, dulce Lexi. ― Sus manos agarraron mis caderas,
y me puse rígida por completo. ―Tu miedo sólo me excita más, pequeña.
―¿Qué pasó con ella? ― Las lágrimas saturaban mis ojos. ―Por
favor, dime. Necesito saber qué le hiciste a mi hermana.
Enjugando las lágrimas de mis ojos, bajé mis manos a mis muslos.
―Entonces, ¿por qué me mintió? ― Estaba demasiado destrozada para
mirarlo cuando pregunté, ―¿Está muerta?
Liam acabó el resto del whisky, dejó el vaso sobre la mesa de café y se
acercó más. ―Mírame, ― ordenó, y obedecí. ―¿Fuiste al Club 11 bajo
falsos pretextos?
―Merece pagar por lo que te hizo, ― dijo con una voz baja e irritada.
―Pídemelo.
―¿Qué pido?
―Tenía razón.
Se olvidó de mí.
Liam
―¿Hice algo mal? ― Sus mejillas se sonrojaron. ―Es sólo que, bueno,
no has solicitado mi tiempo... ― Cuando permanecí en silencio, buscó las
palabras correctas. ―¿Hay alguien más?
Sólo con una mirada le dije a seguridad que recogiera el dinero y cerré
la puerta. ―Fue un accidente ―, dije, y ella asintió. ―Déjame ver ―.
Agarrando la nuca, pellizqué el puente de su nariz y le incliné la cabeza
hacia atrás. ―No está rota ―.
Alexa hizo una mueca. ―Entonces, ¿por qué duele? ― Sus manos se
abanicaban el rostro en un intento de enfriarse, y sus ojos estaban vidriosos
debido a los nervios golpeados. ―No quería interrumpir ―.
―Sí ―, dijo, parpadeando para apartar las lágrimas de sus ojos. ―Por
eso Josh me envió con el dinero. Estaba atascando las cajas registradoras
―.
Verifiqué el mensaje.
―Los clientes ―.
―¿Por qué está Darren atado a esta silla? ― Mi mirada recorrió a los
hombres trajeados de pie en la habitación. ―¿Alguien quiere decirme qué
coño está pasando?
―Muerta ―, cortó Nate. ―La dejé allí para las autoridades. Planeo
informar a Reginald una vez que tratemos con ese bastardo ―.
Nate ajustó las esposas metálicas a las muñecas de Darren, las cuales,
por medio de cadenas de alta resistencia, lo conectaban al techo. Tirando de
la cadena hacia atrás, Nate elevó a Darren fuera de la silla hasta que su
única fuente de equilibrio fueron los dedos de los pies, y luego aseguró la
posición erguida del traidor para que yo pudiera interrogarlo.
Los ojos de Darren, sorprendidos, se clavaron en los míos hasta que fui
testigo desu alma.
Brad asintió.
―¿Qué harás?
Alexa
Llevé una bandeja de vasos llenos de hielo a la parte trasera del bar,
donde numerosas mujeres, ataviadas con trajes de pedrería, maquillaje
exorbitante y zapatos de tacón alto , se inclinaban para un merecido
descanso. ―Aquí. ― Coloqué detergente líquido en el lavavajillas.
―Hacedme saber si necesitáis algo más.
Por supuesto, nadie expresó gratitud, pero he aprendido a pasar por alto
la aparente antipatía de todos.
―¿Qué? ― chilló con una risa aguda. ―Bueno, eso apesta. Apenas
salgo del edificio, y no he recibido ningún jodido reconocimiento ni
valoración.
Miré la hora en mi móvil, aliviada de ver que quedaba sólo media hora
en el reloj. Mientras Josh estaba ocupado en algún lugar y las demandas de
los clientes disminuían, limpié el bar, reaprovisioné los frigoríficos y
comencé a drenar los generadores de hielo. Técnicamente, estaba autorizada
para tomar un turno más fácil desde que Liam decidió darme un codazo en
la cara. Sin embargo, hice lo contrario. Es difícil quedarse quieto y no hacer
nada cuando el personal sobrecargado necesita manos extras.
Sí, Liam podría intervenir para mantener a Natalie alejada de mí, pero
no quería causar más problemas. Tengo que trabajar junto a estas mujeres
rencorosas. ―Quizás.
Por primera vez desde que conocí a Liam Warren, veo al monstruoso
asesino que todos temían. Era cierto el mal que prometían sus engañosos
ojos azules. Y la sangre. Sus rasgos pálidos y hermosos, empapados en
grotesca sangre.
Mierda.
***
Aun así, esperé otros veinte minutos para asegurarme de que los
hombres no regresaran.
Una vez más, miré por sobre un hombro para asegurarme de que el
camino estaba despejado y abrí la puerta principal parcialmente para evitar
ser detectada. Me derrumbé en el vestíbulo con olor a moho. Sé que los
hombres se han ido, pero sigo demasiado asustada para subir y evaluar los
daños o incluso contemplar hacer una maleta.
Dando la vuelta a la escalera en un estado caótico, me tropecé con la
puerta principal, la desbloqueé, entré, y cerré con llave. Me detuve para
mirar la madera raspada, la pintura desconchada y la cerradura manipulada.
¿Y Chloe?
―Tres strikes y fuera, ¿eh? ― Medio bromeé. No era cosa de risa, sin
embargo. ―¿Cómo entraste? ― No hay manera de que no lo haya visto
entrar a este edificio. ―Los hombres—
Por supuesto, aún sigo siendo culpable por el error de Natalie. ―Me
disculpo. ― Me agarró del codo antes de que pudiera escapar. ―Señor
Warren, yo no tengo la culpa aquí.
Sacudió la cabeza.
Lo miré, larga y detenidamente hasta que sus manos se deslizaron
alrededor de mi cuello y mis pestañas amenazaron con cerrarse. ―¿Me
rechazarás? ― Susurró su pregunta contra mi mejilla. ―Tal vez a la tercera
va la vencida. ― había una grave ligereza en su tono mientras sus labios,
suaves pero vacilantes, besaban la esquina de mi boca. ―Señorita Haines.
Liam inclinó su cabeza para robar un beso. Sus labios, firmes contra los
míos, buscaban permiso para alcanzar mi lengua. Una inhalación vacía se
atascó en mi garganta, y él aprovechó la oportunidad para acariciar
perezosamente nuestras lenguas juntas, mientras su boca se movía con
firmeza, , más hambrienta, dominando y buscando más.
Era mi primer beso real, pero todo en lo que podía pensar era en las
mariposas en mi pecho.
Con las mejillas ardiendo por la inseguridad, aparté sus manos y traté
de cubrirme.
Las mujeres del club tienen pechos perfectos. Los míos son más bien
pequeños. No expresé mis preocupaciones, pero él percibió la vergüenza en
mis ojos abiertos y asustados.
Rechazar a Liam no tenía nada que ver con mi pasado. Si fuera otro
hombre encima de mí, esos oscuros demonios y recuerdos angustiosos
podrían arruinar el momento.
―No hiciste nada mal. Soy yo. ― Estoy más que lista para eliminar
malos recuerdos y reemplazarlos con buenos. Y no podría pensar en nadie
mejor que Liam para superar el miedo que tengo con respecto a que los
hombres me toquen, pero su experiencia con mujeres me preocupaba. ―No
es el momento adecuado.
No quiero decepcionarlo.
―No puedes quedarte aquí esta noche. ― Agitando las llaves del
coche en su bolsillo, miró la desordenada habitación. ―Los hombres
desordenaron el lugar. Puedes venir a la oficina y esperar hasta la mañana.
CAPÍTULO DIECIOCHO
Liam
―Sí. ― Encendí una llama, prendí el extremo del porro e inhalé dos
profundas caladas. ―Ventajas de vivir en la ciudad.
Mantuve la imperturbabilidad.
Asentí.
Alexa me miró.
Mi pecho se apretó.
Sacudí la cabeza.
Su risa era esperada. ―No me has tocado desde nuestros años más
jóvenes.
Natalie asintió.
―Señor, ― sollozó.
Mi móvil vibró.
Revisé el mensaje.
***
Verás, conocí a Reginald cuando apenas tenía quince años (una historia
para otro momento), y él estaba a días de perderlo todo: esposa, casa,
trabajo. Tenía un sueño. Quería ser policía. Yo tenía fondos robados por ahí
y los invertí en su futuro. Supongo que puedo atribuirme el mérito de su
devoción. Después de todo, le di una nueva oportunidad de vida. Es justo
que devolviera el favor.
―Warren, tengo cuerpos muertos flotando en el maldito Támesis, con
collares de perro que te pertenecen. ― Echó una bocanada de humo de
cigarro. ―Sin mencionar la cabeza que han encontrado en el maldito
centro de Londres Bridge. ― El hombre es como un maldito cerdo. Está
rojo como un tomate y prácticamente tosiendo sus pulmones. Su corto
paseo hasta la oficina fue demasiado laborioso. ―¿Por qué me haces la vida
tan difícil? ― Su pregunta fue para Brad. ―¿Cómo puedo mantener la
mierda alejada de tu puerta cuando te empeñas en exponerte?
―Genial, ¿no? ― intervino Brad. ―La foto del buen Darren estará en
todas las noticias en unas horas. Nuestros amigos albaneses habrán recibido
tu mensaje. ― Su sonrisa prácticamente tocaba sus orejas. ―Alto y claro.
Casi.
―Debería haber sabido que fue obra tuya, Jones. ― Reginald saboreó
su vaso de bourbon. ―Siempre tan travieso.
Estoy de acuerdo.
Reginald se acercó al escritorio y bajó la voz. ―¿Cuáles son tus
intenciones?
Sonreí.
―¿Qué tal Alexa? ― sugirió Brad mientras ella se sentaba con las
piernas cruzadas en el sofá. ―¿Está bien?
Anticipé su respuesta.
Alexa
Mis pensamientos volvían a Liam. Dios, ese hombre. Las cosas que me
hace. El plan nunca fue apegarme emocionalmente a él, pero ¿cómo podía
no hacerlo? Es, sin duda, uno de los hombres más atractivos con los que he
tenido el placer de compartir compañía. Y sus ojos. Hace que el trabajo sea
un ambiente extremadamente desafiante.
Mientras estoy en mi tarea de desinfectar-todo-lo-que-veo, me dirijo al
dormitorio de Chloe para ordenar sus armarios y cajones. Cambié la colcha
blanca por una fucsia, recogí el maquillaje esparcido por el suelo, lo
organicé en el contenedor del tocador, y tiré la planta muerta.
Querido Diario,
Lo siento, Alexa.
Kathy.
Querido Diario,
¿Está mal que la tortura que una vez sentí por nuestra separación ya no
me duela?
Me temo que no hay mucho más que pueda hacer por ella.
Lo siento, Alexa.
Kathy.
¿Por qué querría Kathy que me comportara bien? Ese hombre nos llevó
—nos robó de nuestra madre. Además, yo era una niña aterrorizada. No
tenía el sentido ni la madurez para jugar con esos hombres repugnantes su
propio juego. Apenas reunía la fuerza suficiente para terminar esas comidas
desagradables que rara vez me tiraban.
Querido Diario,
Luego cantó esa canción. La que nuestra madre cantaba cuando éramos
pequeñas. Por un segundo fugaz, tocó un nervio, pero me encogí de
hombros y me negué a dejarme engañar.
Solté el picaporte.
Ya no lo siento, Alexa.
Kathy.
Querido Diario,
Hoy salimos fuera del bosque. Sólo al lago cercano, para que
pudiéramos usar el bote de remos para nuestra aventura.
Pero él también la ama a ella. ¿Por qué complica las cosas, Diario? ¿La
dejará en paz? Necesita entender que él es mío.
No te preocupes, Diario, tengo un plan, y ella no está en él.
Estoy avanzando.
Kathy.
Torciendo una mueca de desdén, cerré el diario con tanta fuerza que
salieron partículas de polvo y lo arrojé al otro lado de la habitación.
Kathy dijo que recordaba mal el infierno. Pero todo lo que me había
dicho era una mentira. La dejó salir afuera, así que ¿por qué me engañó
durante tanto tiempo?
La noche que escapamos no fue la primera vez que Kathy visitó el lago.
Me sentí enferma.
No entiendo.
Mi hermana.
Mi guardiana.
Mi protectora.
Chloe sabe cuánto amo a mi hermana, así que está seleccionando sus
palabras con cautela. ―No tienes que mentirme. Tienes derecho a tu
opinión, incluso si piensas que me hará daño.
―¿Por qué haría eso? Kathy apenas estaba en casa. Pensarías que le
alegraría que yo te tuviera.
Chloe asintió.
―Sí. Josh es el chico que nos sirvió la primera noche que nos colamos
en el club de Liam.
―Alexa—
Voy a vomitar.
Poniendo una mano sobre mi boca, corrí al baño y caí al suelo a tiempo
para vomitar el almuerzo en el inodoro , en arcadas violentas, mientras oíaa
Chloe abrir el grifo de agua fría.
―Tal vez Kathy tenía ese síndrome, ¿cómo le llaman cuando alguien
desarrolla sentimientos por la persona que lo mantiene en contra de su
voluntad?
Chloe me lanzó una mirada sabiendo. ―Eso suena como una cita.
Alexa
Cerré la tapa.
Mi estómago se hundió.
―Leí una cita una vez. ― Su boca dejó besos a lo largo de mi cuello.
―Dale a una mujer el lápiz labial correcto y podrá conquistar el mundo. ―
Sus ojos azules encontraron los míos en el espejo. ―Te ves hermosa. ―
Girándome en sus brazos, me levantó sobre el mostrador y se paró entre mis
muslos. ―¿Qué hacías aquí?
No pasó otra palabra entre nosotros hasta que el coche llegó a nuestro
destino. El conductor abrió la puerta. Liam salió primero. Extendí una
pierna, el tacón conectando con la alfombra roja desenrollada, y me sumergí
en la vivacidad. Muchas personas merodeaban cerca de la gran entrada del
lugar, elegantemente vestidos o modelando exquisitos vestidos de cóctel de
diseñador.
Liam llegó a las puertas principales, aunque todavía sin poder pasar. De
nuevo, me quedé atrás, insegura de qué hacer conmigo misma o si era
descortés ignorar la oportunidad de conocer a personas adineradas en los
negocios.
Me electriza su cercanía.
Llámame Liam.
Sonreí cortésmente.
Se cepilló su cabello negro hasta los hombros. —Sí, puede que tengas
razón. —Sonrió hasta los ojos, donde ligeras arrugas creaban finas líneas—.
No me dijiste tu nombre.
Contuve el aliento.
Cuando me hizo girar fuera de sus brazos, me asusté, imaginando un
temido tropezón contra el suelo de madera, pero me recuperó tan rápido
como me soltó. Mis palmas chocaron contra su pecho, y una risa brillante
salió de mis labios. Su mano volvió a mi espalda. Me hizo girar, el tren de
satén de mi vestido siguiendo segundos después. La felicidad irradiaba en
nuestra cercanía. El salón de baile nos cubría como una cúpula. Los suelos
pulidos elevaban nuestros pies, y la música asistía nuestros movimientos.
Avanzaba con suavidad, elegancia, formalidad y gracia depredadora.
Alexa
Liam declinó más vino pero señaló mi copa vacía. ―Es una pobre
posibilidad si no te inclinas a comprar la membresía de oro.
Me abstuve de resoplar.
―Bajramovic, ― dijo Liam con esa voz ruda y dictatorial que erizaba
mi piel con escalofríos de atracción. ―Estoy en todas las listas de
invitados. ― Exudaba imperiosidad. ―Además, nunca me perdería un
evento tan grandioso.
Flamur soltó su apretón sobre mis dedos y, por alguna razón extraña,
cuando retiré mi brazo, posé una mano sobre la rodilla de Liam debajo de la
mesa. Su muslo se tensó bajo mi toque inocente. Casi retiré la mano cuando
entrelazó nuestros dedos.
―No del todo verdes, ― dijo, y suspiré audiblemente. ―No del todo
marrones—
Me sentí aliviada.
Mi ceño se endureció.
―Si pudiera ser tu cita falsa por cualquier asunto grave que pueda o
no ocurrir esta noche.
Me mantuve modesta.
Me quedé inmóvil.
Inmovilizada.
―Extraño a mamá.
―Someday, I'll wish upon a star. And wake up where the clouds are
right behind me, ― croó, y una lágrima solitaria rodó por mi mejilla.
―Where troubles melt like lemon drops. Away above the chimney tops.
―Para siempre, ― dijo con una risita angustiada. ―¿Qué fue eso? ―
Mis oídos se aguzaron. ―Alexa, alguien viene. Aléjate de la puerta.
Me sentí culpable por sus amigos malos. ―No quiero que castigues a
la gente. Eso no es muy agradable.
Mechones rubios caían sobre sus cejas fruncidas. ―Me miras a los ojos
y mientes.
Me abofeteó en la mejilla.
Liam
―Está bien, ― aceptó Nate por una vida tranquila. ―Pero mañana, yo
compro comida tailandesa.
Nate me ofreció las llaves del Bentley antes de que se fuera con Brad a
recoger la limusina.
Desbloqueé el coche.
***
Aparqué el Bentley en el parking subterráneo del edificio residencial de
lujo. Abriendo la puerta del conductor, me bajé al vasto aparcamiento junto
con Alexa, aseguré el vehículo y me dirigí a la puerta que conduce al
edificio.
Esta noche es la primera vez que invito a una mujer al ático. Sí, me he
acostado con muchas mujeres a lo largo de los años, pero nunca les di
falsas esperanzas. Las aventuras sexuales se quedan en la oficina. En
algunas raras ocasiones, podría dejar que intereses femeninos me sedujeran
para ir a sus pisos para una noche de sexo casual, pero me iba luego de
terminar.
Alexa me siguió por el largo pasillo hasta el gran vestíbulo, donde los
residentes merodeaban cerca de la recepción de mármol para discutir
asuntos con la recepcionista vivaz.
Mi garganta se tensó.
―De igual manera, ― asentí, y ella sonrió más. ―Sin embargo, una
vez reservé una flota única de barcos privados para el cumpleaños de Brad.
―Quiero entender.
―Dame algo con qué trabajar, ― gruñí mientras ella se limpiaba una
única lágrima que caía por su mejilla. ―Ayúdame a entender.
―La vida es cruel, ― susurré, y ella escuchó cada una de mis palabras.
―Sobrevivir a la atrocidad de la infancia es un milagro.
Sujeté sus mejillas con mis dos manos a la vez. ―¿Me vas a rechazar?
Quise decir un beso, pero cuando Alexa se llevó las manos a la espalda
para desabrocharse el vestido, no tuve quejas. Sus dedos temblaban
mientras deslizaba las finas tiras del vestido por sus brazos, revelando sus
pequeños senos. Sus pezones, del color de un suave rosa, estaban tensos y
tentadores.
Le atrapé los tobillos y la arrastré por la cama, lo que me ganó una risa
nerviosa. ―Mejor estar aquí, ― medio bromeé, poniéndome de pie para
descartar los calzoncillos. Mi pene completamente erecto se liberó de la
restricción, y sus muslos se apretaron con inquietud. Me acaricié desde la
base hasta la punta. La pre-eyaculación se filtraba por la corona hinchada.
Mi pulgar extendió la excitación por la cabeza mientras ponía una rodilla en
la cama. ―Coge un condón de mi billetera.
―Liam. ― Sus manos atraparon las sábanas. ―Oh, Dios. No creo que
me guste esto.
Mis dedos recubrieron sus labios con excitación brillante. Besé sus
labios suaves, saboreando su sensualidad mientras un gemido erótico caía
de su boca a la mía. Con una mano apoyada sobre su cabeza, me acomodé
entre sus muslos y, con un empuje áspero, me enterré hasta el fondo. Sus
uñas rasparon mi columna vertebral, y me estremecí. ―Cuidado, ―
advertí, lamiendo el borde de su oreja con mi lengua. ―No podrías
manejarme en mi peor momento.
―No soy frágil, ― respiró en mi oído. ―Quiero lo que sea que le das
a las demás.
No, soy cruel y egoísta. Follo a las mujeres con violencia hasta que
termino y las desecho como descartes inútiles. Alexa no quería ni merecía
tal falta de respeto.
Puede que no sea su objetivo final, pero haré que esta noche sea
memorable para ella.
Sus ojos se percataron tardíamente del espejo en el techo, y observó
fascinada mientras la penetraba. Susurré en su oído, ―¿Te gusta lo que ves?
Sus labios dominaban los míos. Moví mis caderas, enterré mis gemidos
en su hombro y reposicioné mis brazos sobre su cabeza. Sus pechos se
sacudían con cada embestida, provocándome. ―Alexa, ― gruñí,
penetrando su anhelante vulva. Su beso consumador me incendió. ―Hostia
puta.
Su trasero chocaba contra mis muslos cada vez que bajaba. Gimiendo
sin aliento, inclinó su cabeza hacia mi hombro. Con ella en el fervor de mis
brazos, moví mis rodillas hacia la parte trasera de sus muslos y me levanté,
embistiendo dentro y fuera. Sus gritos guturales enviaban escalofríos por mi
cuerpo.
Estirándome sobre la cama junto a ella, deslicé una mano entre sus
muslos y comprimí su sexo hinchado.
Liam
Los ojos azules de Cherry brillaban con irritación. ―Aún así tuve que
poner mi boca ahí abajo.
―Pagé por una oleada de placer libidinoso, ― sibiló él. ―No me iré
insatisfecho.
Según seguridad, huyó del ático con gran prisa y saltó directamente a
un taxi.
―No, ― dije mientras Alexa y Josh bajaban las escaleras para empezar
su turno. ―Ven a la oficina más tarde.
Brad me saludó con dos dedos.
La música fuerte del club se reiteraba por la sala cavernosa junto con el
humo húmedo y las luces estroboscópicas parpadeantes. Cuerpos ebrios
llenaban el espacio. Abrí camino entre la multitud y me dirigí al bullicioso
bar. Al empujar la puerta, pasé por delante de los lavavajillas en
funcionamiento en la parte trasera y me quedé en el umbral para observar a
los empleados enérgicos atender la demanda de los clientes.
La miré. ―¿Qué?
Me puse a su lado para servir una bebida. ―¿Por qué huiste anoche?
Roció desinfectante sobre el derrame de alcohol. ―Sería arrogante
suponer que tenía una invitación para pasar la noche, Señor Warren.
Los pies de Alexa luchaban por igualar mis largas zancadas. ―¿A
dónde vamos?
―¿Ella lo sabe?
Aceleré lejos del club. ―No eres culpable por el interés de otra
persona.
Estoy de acuerdo.
Su cabeza se inclinó.
―No. ― Pasé por alto su extraño sentido del humor. ―¿Qué opinas
sobre las relaciones casuales?
Cerré la puerta principal con llave, metí las llaves por el buzón. Al girar
para volver al coche, me detuve abruptamente. Un hombre con un gorro
raído fumaba un cigarrillo mentolado junto a la ventana entreabierta en el
vestíbulo. Lo miré cercade la puerta de los vecinos, enfrente del piso de
Alexa. ―¿Vives aquí?
―¿Sí? ― Metí las manos en los bolsillos de mis pantalones. ―¿En qué
piso?
Yo: Brad...
Alexa
Son las seis de la mañana y Josh está ingiriendo una bazofia maloliente
que compró en un lugar abierto las veinticuatro horas como alternativa a la
fruta cortada y el café. No sé cómo puede soportar la cantidad de porquerías
que come o dónde las pone. Su cuerpo está esculpido de manera insana con
un esfuerzo mínimo.
Supongo que tenía razón. Sería un buen día si consumiera dos comidas.
―Así se habla.
―Ve y toma el tren. ― Tiré las frutas sobrantes al basurero. ―El mío
llega en cualquier momento.
Josh se golpeó el pecho con una mano. ―Oh, nunca podría dejarte
sufrir tan malvadamente.
Con el móvil entre las dos manos, extendí los brazos, tomé una selfie y
subí la imagen despeinada en línea. No tengo amigos. Nadie le dará me
gusta a la foto o comentará, pero es un comienzo en la dirección correcta.
Hice clic en safari para ser recibida por Google. Mi pulgar sobrevoló la
barra de búsqueda mientras pensaba en a quién acosar, y por supuesto, el
rostro de Liam apareció en mi mente. Escribí su nombre, hojeando sitios
web no oficiales. Me pareció raro que no hubiera mala publicidad
considerando su reputación. Hay muchos artículos en foros de chismes
donde los columnistas lo elogian por modelar trajes atemporales y conducir
vehículos de alta gama.
No, no puedo.
Es una relación casual, Alexa.
Le pregunté a Google.
Mensaje entregado.
Mensaje leído.
Mi corazón se aceleró.
Está respondiendo.
Yo: Digamos que estoy en el trabajo. ¿Está en contra de las reglas pasar
por la oficina en mi descanso?
Liam: No.
Estaba sola.
―No dijo nada. Y no pude ver su cara porque llevaba su capucha bien
abajo... quiero decir, creo que llevaba sudadera con capucha... ― Repasé la
calle vacía y me rasqué la cabeza, donde el cabello sudoroso se juntaba en
la nuca. ―¿Qué haces aquí? ― pregunté sospechosamente. ―Estás
bastante lejos del club, Brad.
Brad me mintió. Dijo que dejé la tarjeta en el trabajo, pero esta expiró
hace dos años. No me pertenece.
Tirando de la máscara para los ojos hacia su frente, se lamió los labios
secos y me entrecerró los ojos. ―¿Qué? ― El lápiz labial fucsia estaba
manchado en su mejilla. ―¿Eres tú, Alexa?
―¿La trajo?
Asentí.
Continuará...
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