Ud 6. Sistema Inmune
Ud 6. Sistema Inmune
Ud 6. Sistema Inmune
1. El sistema inmune
La inmunología es un área de la biología que estudia los mecanismos fisiológicos de defensa del
organismo. Dichos mecanismos consisten en la identificación de cualquier elemento extraño que entre
en él (antígeno) y su eliminación. El sistema encargado de llevar a cabo esta respuesta se denomina
sistema inmune.
El sistema inmunitario de los vertebrados contiene varios tipos de células especializadas en llevar a cabo
la respuesta inmune. Todas ellas proceden de células primordiales pluripotenciales originadas en la
médula ósea.
Línea mieloide.
A partir de un progenitor mieloide pueden diferenciarse un gran número de células distintas, entre las
que destacan los glóbulos rojos o eritrocitos, cuya función es el transporte de oxígeno, nutrientes y
sustancias de desecho a través del sistema circulatorio, las plaquetas, implicadas en la coagulación de la
sangre, y los glóbulos blancos o leucocitos, especializados en la defensa del organismo.
Los glóbulos blancos, a diferencia de los glóbulos rojos, son células con núcleo y pueden diversificarse
en muchos tipos de células, con funciones inmunitarias diferentes (basófilos, eosinófilos, neutrófilos,
mastocitos, monocitos, macrófagos y células dendríticas).
Línea linfoide.
Esta línea da lugar a la producción de linfocitos, entre los que se distinguen las células T, las células B y
las células natural killer (NK), morfológicamente idénticas pero funcionalmente diferentes.
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1.2 Órganos y tejidos del sistema inmune
Desde el punto de vista anatómico, podemos distinguir dos tipos de estructuras implicadas en la respuesta
inmune. Unas son órganos macizos, como el timo, el bazo y los ganglios linfáticos, y otras son tejidos como
la médula ósea, un tejido con capacidad hematopoyética, los tejidos linfáticos y los vasos del sistema
circulatorio, que transportan las células del sistema inmune a todo el organismo, sirven de conexión con
los tejidos y constituyen un sistema unitario, entrelazado y bien comunicado.
Según su función, estos componentes del sistema inmune se pueden clasificar en:
El timo se encuentra en la zona superior y anterior del tórax. Tiene dos lóbulos, cada uno de ellos
organizado en lobulillos separados por trabéculas de tejido conjuntivo. En él se produce la maduración
de los linfocitos T que se dirigen a la sangre a través de los vasos linfáticos
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— Secundarios. Son los que se encargan de almacenar las células capaces de interactuar con los
antígenos. En ellos, las células del sistema inmune terminan su diferenciación o bien se activan. Incluyen los
ganglios linfáticos y el bazo.
Los ganglios linfáticos son acúmulos de tejido linfoide encapsulados distribuidos por el organismo. En
ellos, se distinguen tres zonas: una superficial o corteza, donde están los linfocitos B, una paracorteza por
debajo, en la que se hallan los linfocitos T, y una región central o medular.
Los ganglios linfáticos filtran la linfa y presentan los antígenos a los linfocitos B y T, con la consiguiente
activación de estas células.
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El bazo es un órgano linfoide secundario, situado en el abdomen, por detrás del estómago. Su función
es filtrar la sangre, destruyendo los hematíes viejos. También contiene linfocitos T y B, que se activan en
presencia de antígenos.
Los tejidos linfáticos, también conocidos como nódulos, son fracciones del sistema linfático
asociados a otros tejidos u órganos, que contienen linfocitos T y B, y que, a diferencia de los ganglios linfáticos
no están encapsulados. Los más conocidos son las placas de Peyer, la mucosa del intestino delgado, y las
amígdalas, en la faringe.
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2. Fisiología del sistema inmune
Para llevar a cabo su función protectora, el sistema inmunológico tiene dos niveles de defensa, uno
externo y otro interno.
Las barreras externas actúan como primera línea de defensa, ya que permiten controlar y detener la
mayor parte de los agentes externos que llegan al organismo. La acción de este tipo de defensas es
inespecífica.
Todas las personas nacen con estos mecanismos (inmunidad innata) que incluyen:
— Tejidos: como la piel y las mucosas (en el interior de nariz, pulmones, tracto digestivo, etc.).
— Células fagocitarias: como los macrófagos (que derivan de los monocitos) y los neutrófilos, entre
otros, que eliminan inespecíficamente muchos agentes que el organismo no reconoce como propios. La
flora microbiana, constituida por las poblaciones bacterianas habituales del organismo, por ejemplo, en
el tracto digestivo, que impiden el crecimiento de otras bacterias extrañas.
En el caso de la piel, esta actúa como una barrera física, gracias a su grosor y a su resistencia, generada
por la queratina. Además, también actúa como una barrera química, pues las secreciones de las glándulas
sebáceas y sudoríparas generan un pH ácido en la superficie de la piel que impide el desarrollo de ciertos
gérmenes que se depositan sobre ella.
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Existen cinco tipos generales (IgG, IgdD, IgM, IgA e IgE) con una configuración molecular común (región
constante) y otra específica (región variable) que es la que reconoce al determinante antigénico. El tipo más
común de inmunoglobulina es el tipo G, formada por cuatro cadenas, dos pesadas y dos ligeras, y dos
regiones de unión con antígenos.
Cuando el cuerpo extraño es reconocido por los anticuerpos el sistema inmune procede a su gestión,
proceso que puede llevarse a cabo de distintas maneras, de las cuales las más habituales son:
Opsonización, en la que los anticuerpos estimulan a las células fagocitarias para que eliminen los
antígenos a los que están unidos.
Neutralización, desactivando los efectos tóxicos que pudiera tener.
Aglutinación, en la que se genera un complejo cada vez mayor de antígenos y anticuerpos unidos que
termina por precipitar
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Esta técnica no genera memoria inmunológica, por lo que si el antígeno vuelve a penetrar, afectaría de
nuevo al organismo.
• Activa: es la que se consigue mediante la vacunación, que con en inocular agentes patógenos
debilitados con la intención de que sean reconocidos por las células del sistema inmunológico para que
produzcan anticuerpos.
Esto genera una memoria inmunológica específica que actuará cuando el agente patógeno penetre en
el organismo, encontrándose con la respuesta inmune preparada.
La hipersensibilidad reúne un conjunto de trastornos que se caracterizan por una respuesta exagerada
y excesiva ante antígenos que no afectan al organismo o que tienen efectos muy leves. Una de las
formas más conocidas y comunes de este tipo de trastornos son las alergias.
Pueden generar una serie de trastornos como secreción excesiva de las mucosas, rinitis, urticaria,
dermatitis, dilatación de los vasos sanguíneos, inflamación y dificultades respiratorias. En casos graves,
se puede producir una reacción muy intensa del sistema inmunitario denominada anafi laxia, que
puede poner en riesgo la vida.
Gran parte de estos síntomas se deben a los efectos de la liberación de histaminas por los basófilos (un
tipo de glóbulos blancos), por lo que muchos de estos trastornos se combaten con antihistamínicos.
Las alergias se deben a la respuesta ante un grupo variado de sustancias, denominadas alérgenos, entre
las que destacan algunos alimentos, como el cacahuete, el polen de algunas plantas, como las
gramíneas, o los generados por animales, como el pelo de los gatos o los ácaros.
Uno de los trastornos más comunes es el conocido como asma, una patología crónica que afecta a los
pulmones provocando graves dificultades respiratorias debido a una inflamación de los tejidos de las
vías respiratorias que produce su estrechamiento, con lo que se reduce la cantidad de aire que llega
a los pulmones.
Artritis reumatoide. Es una enfermedad crónica de causa desconocida, en la que las células T no
diferencian a las células propias. Se caracteriza por una amplia gama de síntomas, aunque la alteración
más característica es la inflamación de las articulaciones, lo que produce una degradación del cartílago
y deformidad ósea en fases posteriores.
Lupus eritematoso. Es una enfermedad en la que el organismo presenta anticuerpos contra muchas
estructuras celulares propias y, al unirse a ellas, pueden producir daños importantes en gran variedad
de tejidos, provocando su inflamación. El lupus puede comenzar con manifestaciones más o menos
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leves y los síntomas se van agravando hasta estadios más peligrosos en los que hay inflamación de
articulaciones, dolor muscular y trastornos renales, neurológicos y hematológicos.
Tiroiditis de Hashimoto: en este caso el sistema inmune reacciona creando anticuerpos que
reconocen como extraños a los productos secretados por la hormona tiroides, como las hormonas T3, T4
y calcitonina, creando un hipotiroidismo crónico que afecta gravemente a todos los procesos que están
regulados por estas hormonas. Los síntomas son bocio, fatiga crónica, depresión y pérdida rápida de peso.
Son un conjunto de enfermedades generadas por una respuesta anormalmente reducida del sistema
inmune o incluso por ausencia de respuesta ante la presencia de antígenos.
la inmunodeficiencia puede estar presente desde el nacimiento, en este caso son trastornos conocidos
como inmunodeficiencias congénitas primarias, o pueden desarrollarse a lo largo de los años,
denominándose inmunodeficiencias secundarias o adquiridas.
Inmunodeficiencias primarias
Este tipo de trastornos suelen clasificarse según la causa que los provoca que, por regla general, se deben
a la ausencia o a una actividad afectada de los fagocitos, las células B o las células T. Entre ellas destacan:
— Síndrome de DiGeorge: es un trastorno congénito provocado por la alteración en uno de los brazos
largos del cromosoma 22. Esto afecta al correcto desarrollo del timo, por lo que los afectados sufren
frecuentes infecciones debido a la falta de desarrollo o ausencia de linfocitos. Además, pueden sufrir
hipoparatiroidismo por fallos en la glándula paratiroides y deformaciones faciales.
Inmunodeficiencias adquiridas
Son aquellas que se generan a lo largo de la vida; están causadas por factores ambientales, entre los que
destacan los efectos de algunos fármacos, diversos tipos de infecciones o experiencias como la
desnutrición.
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La enfermedad más conocida es el sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida), generada
por la infección de un retrovirus conocido como VIH (virus de inmunodeficiencia humana) y que
actualmente está considerada una epidemia.
El sida es una enfermedad que pasa por diferentes etapas. En la fase inicial, el virus infecta a las células
T y los macrófagos, que actúan como trasportadores del virus por el interior del organismo hasta llegar
al bazo y los nódulos linfáticos, donde continúan infectando otras células T y reproduciéndose de forma
excepcionalmente rápida (hasta 10 000 millones en un día). Esta fase se detiene temporalmente debido
a la respuesta del sistema inmune.
Tras un periodo de tiempo, que puede oscilar entre meses y varias décadas (periodo de letargo), los
efectos se agravan y se produce una caída drástica en el número de células T, por lo que el afectado es
susceptible de sufrir una gran variedad de enfermedades oportunistas, entre las que destacan el
sarcoma de Kaposi, un tumor maligno de los tejidos linfáticos causado por un tipo de herpes (virus), y
diversos tipos de neumonías, dependiendo del agente infeccioso que las provoque.
Son este tipo de enfermedades las que acaban provocando la muerte del afectado en poco tiempo, si
este no puede acceder a un tratamiento adecuado.
El HIV puede transmitirse a través del intercambio de mucosas, secreciones y fluidos corporales entre
una persona sana y otra infectada por el virus, aunque la sangre y el semen son los dos elementos más
frecuentes de transmisión. Entre las formas de prevención destacan:
— Evitar compartir agujas, maquinillas de afeitar o cepillos de dientes
— No tener relaciones sexuales con personas desconocidas sin protección.
— Extremar el cuidado en las donaciones de sangre.
— No entrar en contacto con la sangre y fluidos de otras personas sin el uso de guantes adecuados.
3,4 > Enfermedades del sistema inmunitario provocadas por tumores
Los tumores más habituales del sistema inmune son los linfomas, que afectan a los tejidos linfáticos, y
la leucemia, que afecta a la producción de glóbulos blancos.