II Prueba de Evaluación Contínua 2024-2025

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 4

HISTORIA CONTEMPORÁNEA DE ESPAÑA I: 1808-1823

SEGUNDA PRUEBA DE EVALUACIÓN CONTINUA. CURSO 2024-2025

Consta de dos partes:


1. COMENTARIO DE TEXTO
2. COMENTARIO DE UN MAPA

Respecto a la extensión de los comentarios, el tamaño aconsejado es de 3 o 4


páginas en letra Times New Roman, 12 puntos, a espacio y medio por cada
apartado. Si se usa bibliografía complementaria, se recomienda recogerla al
final del comentario, sin incluirla en el cómputo.
1. COMENTARIO DE TEXTO

"Varones Ilustres, ¿hasta cuándo seréis de corazón duro?


¿Por qué amáis la vanidad y vais tras la
mentira?" (Isaías. Salmo IV)

Quisiéramos oír esas o parecidas palabras brotando de los


labios del pueblo; pero no se oye nada: no se percibe agitación en los espíritus, ni
movimiento en las gentes. Los doctores de la política y los facultativos de cabecera
estudiarán, sin duda, el mal: discurrirán sobre sus orígenes, su clasificación y sus remedios;
pero el más ajeno a la ciencia que preste alguna atención a asuntos públicos observa este
singular estado de España: dondequiera que se ponga el tacto, no se encuentra el pulso.

Monárquicos, republicanos, conservadores, liberales,


todos los que tengan algún interés en que este cuerpo nacional viva, es fuerza se alarmen y
preocupen con tal suceso. Las turbulencias se encauzan; las rebeldías se reprimen: hasta las
locuras se reducen a la razón por la pena o por el acertado régimen: pero el corazón que
cesa de latir y va dejando frías e insensibles todas las regiones del cuerpo, anuncia la
descomposición y la muerte al más lego.

La guerra con los ingratos hijos de Cuba no movió una


sola fibra del sentimiento popular. Hablaban con elocuencia los oradores en las cámaras de
sacrificar la última peseta y derramar la postrer gota de sangre... de los demás; obsequiaban
los Ayuntamientos a los soldados, que saludaban y marchaban sumisos, trayendo a la
memoria el Ave César de los gladiadores romanos: sonaba la Marcha de Cádiz; aplaudía la
prensa, y el país, inerte, dejaba hacer. Era, decíamos, que no interesaba su alma una lucha
civil, una guerra contra la naturaleza y el clima, sin triunfos y sin derrotas.
1
Se descubre más tarde nuestro verdadero enemigo; lanza
un reto brutal; vamos a la guerra extranjera; se acumulan en pocos días, en breves horas,
las excitaciones más vivas de la esperanza, de la ilusión, de la victoria, de las decepciones
crueles. de los desencantos más amargos, y apenas si se intenta en las arterias del Suizo y
de las Cuatro Calles una leve agitación por el gastado procedimiento de las antiguas
recepciones y despedidas de andén de los tiempos heroicos del señor Romero Robledo.

Se hace la paz, la razón la aconseja, los hombres de


sereno juicio no la discuten; pero ella significa nuestro vencimiento, la expulsión de
nuestra bandera de las tierras que descubrimos y conquistamos; todos ven que alguna
diligencia más en los caudillos, mayor previsión en los Gobiernos hubieran bastado para
arrancar algún momento de gloria para nosotros, una fecha o una victoria en la que
descansar de tan universal decadencia y posar los ojos y los de nuestros hijos con fe en
nuestra raza: todos esperaban o temían algún estremecimiento de la conciencia popular;
sólo se advierte una nube general de silenciosa tristeza que presta como un fondo gris al
cuadro, pero sin alterar vida, ni costumbres, ni diversiones, ni sumisión al que, sin saber
por qué ni para qué, le toque ocupar el Gobierno.

Es que el materialismo nos ha invadido, se dice: es que el


egoísmo nos mata: que han pasado las ideas del deber, de la gloria, del honor nacional; que
se han amortiguado las pasiones guerreras, que nadie piensa más que en su personal
beneficio. Profundo error; ese conjunto de pasiones buenas y malas constituyen el alma de
los pueblos, vivirán lo que viva el hombre, porque son expresión de su naturaleza esencial.
Lo que hay es que cuando los pueblos se debilitan y mueren su pasiones, no es que se
transforman y se modifican sus instintos, o sus ideas, o sus afecciones y maneras de sentir;
es que se acaban por una causa más grave aún: por la extinción de la vida.

Así hemos visto que la propia pasividad que ha


demostrado el país ante la guerra civil, ante la lucha con el extranjero, ante el vencimiento
sin gloria, ante la incapacidad que esterilizaba los esfuerzos y desperdiciaba las ocasiones
la ha acreditado para dejarse arrebatar sus hijos y perder sus tesoros; y amputaciones tan
crueles como el pago en pesetas de las Cubas y del Exterior, se han sufrido sin una queja
por las clases medias, siempre las más prontas y mejor habilitadas para la resistencia y el
ruido.

En vano la prensa de gran circulación, alentada por los


éxitos logrados en sucesos de menor monta, se ha esforzado en mover la opinión, llamando
a la puerta de las pasiones populares, sin reparar en medios y con sobradas razones muchas
veces en cuanto se refiere a errores, deficiencias e imprevisiones de gobernantes: todo ha
sido inútil y con visible simpatía mira gran parte del país la censura previa, no porque
entienda defiende el orden y la paz, sino porque le atenúa y suaviza el pasto espiritual que a
diario le sirven los periódicos y los pone más en armonía con su indiferencia y flojedad de
nervios. No hay exageración en esta pintura, ni pesimismo en deducir de ella, como en el
clásico epigrama, que una cosa tan bellaca no puede parar en bien.

Que contemplen tal y tan notorio estrago los extraños con


indiferencia, y que lo señalen y lo hagan constar los que pudieran ser herederos de nuestro
patrimonio con delectación poco disimulada, se explica: pero los que tienen por oficio y
ministerio la dirección del estado no cumplirán sus más elementales deberes si no acuden
con apremio y con energía al remedio, procurando atajar el daño con el total cambio del
régimen que ha traído a tal estado el espíritu público.
2
Hay que dejar la mentira y desposarse con la verdad; hay
que abandonar las vanidades y sujetarse a la realidad, reconstituyendo todos los organismos
de la vida nacional sobre los cimientos, modestos, pero firmes, que nuestros medios nos
consienten, no sobre las formas huecas de un convencionalismo que, como a nadie engaña,
a todos desalienta y burla. No hay que fingir arsenales y astilleros donde sólo hay edificios
y plantillas de personal que nada guardan y nada construyen: no hay que suponer escuadras
que no maniobran ni disparan, ni citar como ejércitos las meras agregaciones de mozos
sorteables ni empeñarse con conservar más de lo que podamos administrar sin ficciones
desastrosas, ni prodigar recompensas para que se deduzcan de ellas heroísmos, y hay que
levantar a toda costa, y sin pararse en amarguras y sacrificios y riesgos de parciales
disgustos y rebeldías, el concepto moral de los gobiernos centrales, porque si esa
dignificación no se logra, la descomposición del cuerpo nacional es segura.

El efecto inevitable del menosprecio de un país respecto


de su Poder central es el mismo que en todos los cuerpos vivos produce la anemia y la
decadencia de la fuerza cerebral: primero, la atonía, y después, la disgregación y la muerte.
Las enfermedades dice el vulgo, que entran por arrobas y salen por adarmes, y esta popular
expresión es harto más visible y clara en los males públicos.

La degeneración de nuestras facultades y potencias


tutelares ha desbaratado nuestra dominación en América y tiene en grave disputa la del
Extremo Oriente; pero aún es más grave que la misma corrupción y endeblez del avance de
las extremidades a los organismos más nobles y preciosos del tronco, y ello vendrá sin
remedio si no se reconstituye y dignifica la acción del Estado. Engañados grandemente
vivirán los que crean que por no vocear los republicanos en las ciudades, ni alzarse los
carlistas en la montaña, ni cuajar los intentos de tales o cuales jefes de los cuarteles, ni
cuidarse el país de que la imprenta calle o las elecciones se mixtifiquen, o los
Ayuntamientos exploten sin ruido las concejalías y los Gobernadores los juegos y los
servicios, está asegurado el orden y es inconmovible el Trono, y nada hay que temer ya de
los males interiores que a otras generaciones afligieron. Si pronto no se cambia
radicalmente de rumbo, el riesgo es infinitamente mayor, por lo mismo que es más hondo,
y de remedio imposible, si se acude tarde; el riesgo es el total quebranto de los vínculos
nacionales y la condenación, por nosotros mismos, de nuestro destino como pueblo
europeo y tras de la propia condenación, claro es que no se hará esperar quien en su
provecho y en nuestro daño la ejecute.

Francisco SILVELA: “Sin pulso”. Madrid: El Tiempo. (16 de agosto de 1898)

3
2. COMENTARIO DE UN MAPA

El Protectorado hispanofrancés de Marruecos tras la Conferencia de Algeciras


(1906). Fuente: Víctor Morales, 1998 (vol. XXIV): 119.

También podría gustarte

pFad - Phonifier reborn

Pfad - The Proxy pFad of © 2024 Garber Painting. All rights reserved.

Note: This service is not intended for secure transactions such as banking, social media, email, or purchasing. Use at your own risk. We assume no liability whatsoever for broken pages.


Alternative Proxies:

Alternative Proxy

pFad Proxy

pFad v3 Proxy

pFad v4 Proxy