Tratado Sobre Los Grados de Humildad y Soberbia
Tratado Sobre Los Grados de Humildad y Soberbia
Tratado Sobre Los Grados de Humildad y Soberbia
(RB 7-12)
Cuando San Bernardo nos habla de la humildad en su tratado Sobre los grados
de humildad y de soberbia lo hace presentando dichos grados en sentido inverso a como
lo hace la RB, comenzando por los primeros de la soberbia, que coinciden con los
ltimos de la humildad. Para Bernardo la humildad no es propiamente el vivir en la
verdad, sino el camino esforzado que nos lleva a la verdad. Bernardo tiene muy claro
que el monasterio es un lugar de ejercicio, un gimnasio. Por eso comienza su tratado
diciendo que l no va a hablar de los grados de humildad para enumerarlos, sino para
subir por ellos.
La humildad nos da la luz que nos permite conocer la verdad, vernos en verdad,
y esta visin de nosotros mismos tal y como somos en verdad nos lleva a no jactarnos
de nada. Y si de nada podemos jactarnos, nada tenemos que aparentar, nada tenemos
que proteger, lo que slo puede producirnos paz y traernos descanso, pues la inquietud
es fruto del miedo a lo que los dems puedan pensar de uno mismo o cosas similares. La
nada, nada teme perder. Nosotros no es que no seamos nada, sino que nada de lo que
tenemos es estrictamente propio, todo nos ha sido dado y todo permanece en el seno del
Dador de todo bien, donde nadie puede robar. Temer perder es signo de que antes nos lo
hemos apropiado, es decir, que hemos subido algn grado de soberbia. Pero esa verdad
no todos la ven, sino slo los humildes: Gracias, Padre, porque has ocultado estas
cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a los pequeos y humildes.
Bernardo alude a los tres estados clsicos del camino espiritual: el de los
principiantes, los proficientes y los perfectos. Los principiantes son los que trabajan en
el camino de la humildad, aceptando las renuncias y el dolor que produce, buscando no
ser esclavos de los propios antojos (me agrada - no me agrada; me gusta - no me gusta;
me produce bienestar - no me produce bienestar). Los proficientes ya experimentan la
humildad y gozan del deleite que produce la caridad. Los perfectos, sin embargo, aoran
ms, desean la contemplacin, ver y vivir en la verdad asentados como estn en la
humildad y la caridad. En este banquete el primer plato es la humildad, el segundo la
caridad y el tercero la contemplacin.
Segn esto, el Claravalense nos dice que la bsqueda de la verdad la hemos de
comenzar primero en nosotros mismos, por la autocrtica que es lo que nos hace
humildes; despus, en los dems, por la compasin fruto de la caridad, llorando con los
que lloran, enfermando con los que enferman, etc.; y, finalmente, hemos de buscar la
verdad en s misma por la contemplacin de un corazn puro. Este camino ascendente
desde lo que somos a lo que no somos es lo que impulsa a Bernardo a invertir su
comentario del captulo sobre la humildad de la RB: no comienza exponiendo la
humildad desde el temor de Dios, sino por la prctica corporal de tener los ojos
clavados en tierra -duodcimos grado en la RB-, que encuentra su contrapunto en el
primer grado de la soberbia, donde prevalece la curiosidad estril por todo.
As, al primer grado de humildad de la RB le corresponde el duodcimo grado
de soberbia de San Bernardo, que consiste en la costumbre de pecar. Si el primer grado
de humildad es vivir en el temor de Dios, sabindonos siempre en su presencia, bajo su
mirada, lo que nos impulsa a actuar bien, el duodcimo grado de soberbia ser
precisamente el olvidarnos de esa presencia, vivir para nosotros y desde nosotros, ir a
nuestro aire y abandonarnos a nuestros placeres, centrados exclusivamente en nosotros
mismos. Si la presencia de Dios nos mueve al amor que mira al prjimo, la ausencia de