La Moral en San Pablo (Autoguardado)

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Diócesis de Trujillo

Seminario mayor Sagrado Corazón de Jesús


Etapa Configurativa
Trujillo- Trujillo.

Seminarista: Richard Yépez.


Catedrático: Pbro. Julio C. León.
Catedra: Teología Paulina.
III De Teología.

1
Índice

Introducción………………..…..…………………………………………….3
El problema de la moral en San Pablo.……….………………………………4
Fe y moral inseparables en la teología paulina de la Iglesia…………..……...5
La Carta los Corintios.………………………………………………….6
Elementos de continuidad…………………………………………………...6
Interiorización de la Ley………………………………………………….…9
El conocimiento de Dios…………………………………………………...10
Conclusión……………………………………………………………...…..16
Referencias bibliográficas …………………………………………………..17

2
Introducción

3
I – El problema de la moral en San Pablo.

A lo largo de la historia de la Iglesia se han restado importancia a las reflexiones


y advertencias de índole moral en la teología de S. Pablo. La vida moral cristiana es
lo primero y ante todo una determinada conducta. Si bien supone una conducta
determinada, la vida moral cristiana se inicia por la acción de Dios. Es Dios quien
toma la iniciativa, que nos ha elegido en Cristo antes de la fundación del mundo,
para ser santos e inmaculados en su presencia. Por diversas razones, sostienen
que las “secciones parenéticas” del epistolario paulino vienen a ser añadidos que
no se desprenden de su doctrina sobre la fe que justifica, sino que, hasta se le
oponen, ya que la moral se refiere a las obras del hombre. En consecuencia, la
salvación por la fe debería desentenderse del comportamiento ético.

¿Por qué, entonces, Pablo termina invariablemente sus exposiciones con


exhortaciones prácticas? Simplemente, explican porque aquí se deja llevar todavía
de su herencia judaica o acude a la moral profana helenista1.La vida moral cristiana
supone un combate porque el pecado original ha dejado una inclinación que se
opone a la ley de Cristo. Pues, aunque vivimos en la carne, no militamos según la
carne; porque las armas de nuestro combate no son carnales.

Por lo demás, fortaleceos en el Señor y en la fuerza de su poder. Revestíos de


las armas de Dios para poder resistir a las acechanzas del Diablo. Porque nuestra
lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los Principados, contra las
Potestades, contra los Dominadores de este mundo tenebroso, contra los Espíritus
del Mal que están en las alturas. Por eso, tomad las armas de Dios, para que podéis
resistir en el día malo, y después de haber vencido todo, manteneros firmes. i En
pie!, pues; ceñida vuestra cintura con la Verdad y revestidos de la Justicia como
coraza, calzados los pies con el Celo por el Evangelio de la paz, embrazando
siempre el escudo de la Fe, para que podéis apagar con Él todos los encendidos
dardos del Maligno. Tomad, también, el yelmo de la salvación y la espada del

1
Al respecto: G. Segalla, “L’ambiente culturale e vitale dell’ etica paolina” en su obra: Introduzione all’ Etica
Bíblica del Nuevo Testamento – Problema e Storia, Brescia (1989) 200 – 208, sobre las posturas de M.
Dibelius, M. Scott Enslin y otros. Sigue la equilibrada reacción de W. Schrage y O. Merk

4
Espíritu, que es la Palabra de Dios; siempre en oración y súplica, orando en toda
ocasión en el Espíritu, velando juntos con perseverancia e intercediendo por todos
los santos 2 .

II – Fe y moral inseparables en la teología paulina de la Iglesia

Hay, con todo, un tema de suprema importancia, que evidencia por sí mismo la
mutua exigencia entre doctrina y moral en la teología paulina. Si bien, como
afirmamos expresamente, no hay tal dicotomía entre la exposición dogmática y su
prolongación moral en la obra de Pablo, y también: si es verdad que,
pedagógicamente, se puede distinguir lo que en sí está estrechamente unido,
creemos que, toda vez que Pablo toca asuntos eclesiales, inevitablemente surgen
advertencias o aplicaciones muy concretas para la conducta de los creyentes en
Cristo. En tales secciones no hay que esperar otra posterior, que extraerá las
conclusiones para la vida concreta del tratado doctrinal. Todo lo contrario: la fe en
el ser y constitución de la Iglesia llama sin dilación al congruente comportamiento
moral o corrige las conductas desviadas al respecto3.

Más aún, la consideración de extravíos morales es muchas veces la oportunidad


que enciende en la mente del Apóstol las consideraciones más profundas sobre le
Iglesia de Cristo, con la cual están en desacuerdo los vicios, que Pablo reprende en
sus comunidades.

2
Nueva Biblia de Jerusalén. (Ef 6,10-18). Bilbao, España: Desclée de Brouwer; 1998.
3
La importancia del asunto se confirma en que, además de ser tratado de inmediato en su faz moral, no bien
se presenta el tema, vuelve a emerger también en el apartado estrictamente parenético (I Cor 16, 1 – 4:
colecta para los “santos de Jerusalén”, que haría “inclusio” con el comienzo: ”...a la Iglesia...que reside en
Corinto...llamados a ser santos, junto con todos aquellos que en cualquier parte invocan el nombre de
Jesucristo” (ibid., 1,1 – 2); 16, 13: “Todo lo que hagáis, hacedlo en el amor” y v. 24: “Mi amor con todos
vosotros en Cristo”, como compendio del centro mayor de la Carta, su cap. 13.

5
1 - La Carta los Corintios.

1 – Orientación de conjunto

Ante la riqueza del material paulino al respecto, nos ha parecido bien tomar como
hilo conductor la Carta del Apóstol a los cristianos de Corinto. En efecto, aquella
comunidad, dio pie para abundantes desarrollos del pensamiento paulino sobre la
Iglesia y su consiguiente precipitado moral en la vida de los creyentes4. Pareciera
que el escrito de Pablo a los cristianos de Corinto presentara una atomización de
temas, dado que no se trata de un desarrollo sistemático, como el que se puede
observar en la carta dirigida a Roma, pero, justamente esta aparente dispersión,
despierta la reacción unificadora de las respuestas que Pablo ofrece a las variadas
situaciones de las que se enteró.

Ahora bien, en la mayoría de los casos los abusos que ha de corregir tienen
que ver con la vida eclesial y despiertan invariablemente en Pablo, la comparación
del “deber ser” de la Iglesia de Cristo, con la triste realidad que están protagonizando
sus cristianos. Este Apóstol, pues, no sólo se opone a las praxis objetables de los
paganos (donde comulga también con los judíos) o al modo de entender la vida
moral por parte de los judíos (sobre todo en Gál y Rom), sino también a una manera
equivocada de vivir la vida cristiana en la comunidad cristiana.

Brinda una clara visión de conjunto sobre esta problemática moral –


eclesial esta página de Segalla5.

4
“La unidad interior de una iglesia local, la de Corinto, ha planteado el problema (del individualismo helénico
frente al sentido comunitario) en toda su agudeza. “Ninguna frontera delimita la eclesiología de la ética (en la
obra paulina). “En verdad resulta difícil dejar de notar que todas las cartas de Pablo están motivadas por
preocupaciones éticas y algunas epístolas ( I Corintios es el ejemplo más evidente de ello) están dedicadas
casi completamente al problema de cómo deberían comportarse sus convertidos”
5
Si bien el autor se refiere inmediatamente a Rom 12 – 15, los temas de esos tramos son tan afines con toda
la Ia. Cor, que se los puede tomar como calcados de ésta última: Carismas: Rom 12,3 – 8; amor: vv. 9 – 20;
13, 8 – 10; débiles y fuertes: 14 – 15).

6
“La comunidad cristiana y sus miembros, pueden de hecho administrar la
novedad cristiana, con sus fuerzas nuevas y sus dones, de modo errado, es decir
no conforme a la agápe. Se trata de expresiones de soberbia, de intolerancia, de
prevaricación moral sobre el hermano débil en cuestiones secundarias, que no
tocan esencialmente la fe y la praxis cristiana. El amor y la verdadera libertad están
amenazados por una falsa libertad. Es preciso, en realidad estar atento a
salvaguardar la libertad del otro antes que la propia; es menester comprender, ser
complaciente y llevar las debilidades del hermano más que atender a la propia
fortaleza y superioridad. No el Yo en primer lugar y en el primer puesto, sino el
hermano. Este es el principio de Pablo. Por consiguiente no se han de
instrumentalizar las verdades de fe, los dones carismáticos, la misma libertad
cristiana para hacer de sí mismo un ídolo o juez en lugar de Dios. En síntesis, Pablo
critica el principio: «La verdad y la libertad a toda costa», cuando no están
implicados la fe y el amor....

La equivocación fundamental de ambos (o todos los grupos involucrados)


era la de absolutizar su propia diversidad, proveniente de la cultura, religión o
nacionalidades diversas, colocándola al mismo nivel que la fe y la práctica de la fe.
De ahí las recíprocas condenas. Había, pues que renunciar a afirmarse a sí mismos:
al propio derecho a la superioridad, a la justicia hecha por sí mismo, a la libertad
impuesta al hermano diverso.

La praxis nueva, que propone Pablo, tiende a hacer que, todos crezcan
en la agápe, en la edificación recíproca, en la verdadera libertad interior, que une
verdad y caridad para construir así una comunidad de personas y no una masa que
actúa sin convicción (¡y hasta contra la conciencia!) de la misma manera. Se ha de
notar que esto puede suceder tanto en una praxis así llamada «progresista» como
en una «tradicionalista»”.

El Apóstol Pablo trata sobre los dones del Espíritu Santo en los capítulos 12 y 14
de su primera carta a los corintios, pero en el capítulo 13 muestra que, aunque

7
importantes y muchas veces impresionantes, no valen gran cosa si no van
acompañados por una actitud correcta, que es fruto del mismo Espíritu Santo.

Procurad pues los dones mejores. Más yo os muestro un camino aún más
excelente. 1 Corintios 12:31. Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo
amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. Y si tuviese
profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de
tal manera que trasladase los montes, Y NO TENGO AMOR, NADA SOY. Y si
repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo
para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve. 1 Corintios 13:1-3

2 – Las situaciones más delicadas

La primera gran llamada al orden, o corrección de falsos pasos, junto con la


correspondiente exhortación a retomar “los caminos de Pablo en Cristo” ( I Cor 4,
17), surge, precisamente, al enterarse Pablo de las calamitosas reyertas eclesiales
en que se debate la comunidad de Corinto:

“Hermanos míos...estoy informado de vosotros...que existen discordia entre


vosotros. Me refiero a que cada uno de vosotros dice: «Yo soy de Pablo», «Yo de
Apolo», «Yo de Cefas», «Yo de Cristo”. Está dividido Cristo? ¿Acaso fue Pablo
crucificado por vosotros? ¿O habéis sido bautizados en nombre de Pablo?” (I Cor
1, 11 – 13).

Es de notar que el Apóstol no reacciona con antídotos de mera prudencia


sociológica, como: “todo reino dividido va a su ruina” o: “la unión hace la fuerza”,
sino que inmediatamente se eleva a Cristo, que, si no puede ser concebido como
despedazado, tampoco consiente desgarrones entre quienes, por la fe,
fundamentan toda su vida en él[9].

8
No es menos llamativo, que acuda Pablo, acto seguido, al signo eclesial que,
eficazmente ha hecho realidad el injerto de los creyentes en ese Cristo, que no
puede ser más que uno y por tanto, alejado de toda oposición: el bautismo.

Se percibe palmariamente, hasta qué punto el desvío moral eclesial


repercute en la misma fe, ya que, siendo así que los cristianos, por definición, son
aquellos que están llamados a la comunión (koinonía: 1, 9) con Cristo, suponer
diversas clases de creyentes es casi postular diferentes Cristos. Si hay comunión
en una persona (Cristo), necesariamente esta unidad debe redundar en todos los
que con ella comulgan. Como señala G. Barbaglio:“El cuerpo de Cristo no puede
ser desmembrado según polos de agregación concurrentes”[10].

Con el mismo autor, es oportuno observar cómo “en su crítica al espíritu


faccioso y sectario de los corintios, Pablo hace referencia (en particular) a la muerte
de Jesús como el acontecimiento fundante y unificador de la Iglesia. No hay duda:
él contrapone intencionalmente una cristología de la cruz a la interpretación
cristológica de sus interlocutores. Estos privilegiaban la gloria y el poder fulgurantes
en el Resucitado respecto al impotencia humillante del Crucificado”[11].

3 – Implicaciones dogmático – morales de esta situación

9
La misma resurrección, sin embargo, era entendida como una
glorificación espiritualizaste, con desdén del cuerpo. Por ello deberá Pablo insistir
en el realismo de la resurrección del Señor (cap. 15). Para los corintios, la crucifixión
era un acontecimiento superado, irreversiblemente encerrado en el pasado, tanto
para Cristo como para los creyentes. En realidad, muchos de ellos habían llevado a
cabo una violenta oposición entre el Jesús histórico y el Cristo glorioso, para fijarse
en este último, teniendo como insignificante al primero. No en vano, al tratar sobre
la Eucaristía, dirá Pablo que “recordamos la muerte del Señor”, por más que ahora
se encuentre glorioso. Claro que añade: “Hasta que vuelva”. ¨

Pero su victoria no ha de eximir a los suyos de atravesar el camino por el cual


fue obtenida ( I Cor 11, 26). A una “cristología de la gloria” correspondía a su vez
entre los corintios una “antropología de la gloria”. De ahí la exaltación de los
carismas, de los dones de “inteligencia”. El “gnóstico” era tenido como un ser
superior y realizado. Tal engreimiento recibe el reproche de Pablo: “¡Ya vosotros
estáis saciados! ¡Ya llegasteis a ser ricos! Sin nosotros llegasteis ya a reinar. ¡Ojalá
fuera verdad que ya llegasteis a reinar! También nosotros habríamos llegado a
reinar con vosotros... Nosotros somos tontos a causa de Cristo, vosotros en cambio
sabios en Cristo; nosotros débiles y vosotros fuertes; vosotros honrados y nosotros
despreciados” (4, 8. 10).

10
Conclusión

11
Referencias Bibliográficas

12

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