Analisis - Patologías Psiquiatricas

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MAESTRIA:

Psicología Clínica y Salud.

ASIGNATURA 5:

Introducción a la Psicofarmacología.

SEGUNDO CUATRIMESTRE

DOCENTE:

Dra. Ambar Karina López Pola.

ALUMNO:

Jorge Rafael Torres Morelos.

Asignatura 5_Semana 4_Actividad 1:

Análisis de lectura: Patologías Psiquiátricas


(Esquizofrenia, Ansiedad y Depresión).

CDMX 29 de Octubre del 2020.


ESQUIZOFRENIA
¿QUÉ ES LA ESQUIZOFRENIA?
La esquizofrenia es la patología psiquiátrica más grave. La esquizofrenia es una
enfermedad compleja, caracterizada por la presencia de síntomas positivos
(alucinaciones, delirios, desorganización conductual, etc.) y negativos (apatía,
abulia, empobrecimiento afectivo, etc.). En distinto grado a lo largo del curso de la
enfermedad y que puede llevar al deterioro. Comienza en edades muy jóvenes y
no son raros los casos que se inician en la adolescencia.
La enfermedad de la esquizofrenia tiene un curso crónico y frecuentes recaídas.
Suele producir deterioro de las funciones psíquicas superiores (disminución del
rendimiento de la atención, la memoria, la concentración, la capacidad del
pensamiento y la asociación de ideas) y la vida sociolaboral (el paciente sufre un
retraimiento general que se conoce como autismo).
Actualmente se admite que la esquizofrenia tiene una causa biológica-hereditaria
más que psicológica-ambiental. Puede tratarse con fármacos antipsicóticos, que
mejoran los síntomas y frenan el curso progresivo de la enfermedad, lo que
permite una mejora notable del paciente.
Los criterios para diagnosticar la esquizofrenia son los mismos en niños y
adolescentes que en adultos, aunque en los niños más pequeños no se pueden
dar todos los síntomas psicopatológicos por la inmadurez cognitiva que presentan.
Es una enfermedad frecuente que padece 1 de cada 100 personas.

¿CÓMO SE HACE EL DIAGNÓSTICO DE ESQUIZOFRENIA?


El diagnóstico se basa en síntomas y signos, es decir, en lo que dice el paciente,
la familia y lo que observa el médico.
Para hacer un diagnóstico de esquizofrenia el médico tiene que excluir otras
posibles enfermedades físicas o problemas que presentan síntomas parecidos
como abuso de drogas, epilepsia, tumor cerebral o trastornos metabólicos. Es
difícil hacer un diagnóstico de esquizofrenia, y muchas veces se requiere mucho
tiempo para establecerlo.

¿CUÁLES SON LOS SÍNTOMAS?


Cuando la persona con esquizofrenia sufre un brote de la enfermedad, puede
escuchar voces que otros no oyen, o pensar que los demás pueden leer su mente,
controlar sus pensamientos o confabular para hacerles daño. Esto puede
aterrorizarlas y convertirlas en personas retraídas y fácilmente irritables. En estos
episodios, las personas con esquizofrenia pueden hablar sin sentido, pueden
sentarse durante horas sin moverse ni hablar e incluso puede parecer que se
sienten perfectamente bien hasta que expresan lo que verdaderamente están
pensando.
Los médicos describen los síntomas de la esquizofrenia como "positivos" o
"negativos". Los síntomas causados por la enfermedad como alucinaciones o
delirios, son los llamados síntomas positivos. La pérdida de motivación o energía,
indiferencia, inactividad, aislamiento se llaman síntomas negativos.
Los síntomas más característicos de la esquizofrenia son:
 Pensamientos desordenados: Dificultad para ordenar los pensamientos,
para concentrarse o recordar cosas.
 Creencias falsas: Ideas erróneas de persecución, daño, etc.
 Alucinaciones: Oír, ver u oler cosas que no existen.
 Negación: Falta de reconocimiento de la enfermedad.
 Sentido de sí mismo alterado: Percepción falsa de su cuerpo.
 Cambios emocionales: Alteración de las emociones, ausencia de expresión
facial, cambios de comportamiento repentinos.
 Retraimiento: Aislamiento del mundo que le rodea.
 Depresión: Sentimientos de desesperanza, impotencia, tristeza.

La esquizofrenia NO es una inferioridad mental o una personalidad mala.


La esquizofrenia es una enfermedad común que afecta a una de cada cien
personas en el mundo, independientemente de la raza, ambiente cultural, clase
social o inteligencia.
La enfermedad inicia entre los 15 y 30 años de edad. Se presenta por igual en
hombres que en mujeres.

¿CUÁLES SON LAS CAUSAS?


Actualmente se habla de un trastorno orgánico (bioquímico). Existe una sustancia
química en el cerebro llamada dopamina. Se piensa que en el cerebro de los
pacientes con esquizofrenia se produce un exceso de esta sustancia, y que este
exceso da por resultado los síntomas característicos de la enfermedad.
Además del trastorno orgánico, se ha encontrado que la susceptibilidad a la
esquizofrenia es parcialmente heredada. Es más probable que se presente la
esquizofrenia en personas que tengan un pariente en primer grado afectado.
Se considera a la esquizofrenia un trastorno de base genética en el que pueden
influir diferentes factores.
Genes y medio ambiente. La esquizofrenia tiene una base hereditaria. La
enfermedad ocurre en un 1% de la población general y en un 10% de las personas
que tienen un parentesco de primer grado con alguien que padece del trastorno,
como un padre o un hermano. Las personas que tienen un parentesco de segundo
grado con alguien que padece la enfermedad (tíos, abuelos o primos) también
tienen más probabilidades de desarrollar esquizofrenia que la población general.
El riesgo es mayor para un gemelo idéntico de una persona con esquizofrenia. En
este caso, existe entre un 40% a 65% de posibilidades de desarrollar el trastorno.
Estudios recientes indican que la esquizofrenia puede resultar, en parte, por la
disfunción de un cierto gen que es clave en la creación de importantes químicos
del cerebro.
Diferente química y estructura del cerebro. Un desequilibrio en las reacciones
químicas complejas e interrelacionadas del cerebro, que incluyen los
neurotransmisores dopamina y glutamato (entre otros), pueden jugar un papel
decisivo en el desarrollo de la esquizofrenia. Los neurotransmisores son
sustancias que permiten la comunicación entre las neuronas. Hoy en día se sigue
estudiando la química del cerebro y su relación con la esquizofrenia.
Los factores psicosociales de la esquizofrenia no parecen tener una acción causal,
y las condiciones sociales negativas más bien parecen consecuencia y no causa
de la enfermedad. Si bien en el pasado se identificó a la familia como generadora
de la esquizofrenia, en la actualidad se ha desestimado esta propuesta, y la familia
tan sólo se vincula al pronóstico del trastorno, puesto que las recaídas son más
frecuentes en sujetos con familias que expresan un elevado grado de hostilidad e
incomprensión hacia la enfermedad. Parece evidente que la esquizofrenia se
relaciona con una elevada vulnerabilidad biológica específica, que quizá pudiera
ser desencadenada por estrés o aparecer de forma autónoma sin
desencadenantes concretos.

¿CÓMO SE CLASIFICA LA ESQUIZOFRENIA?


Pueden presentarse síntomas muy variados en la esquizofrenia, pero en distinta
proporción y relevancia, configurando las diferentes formas clínicas de esta
enfermedad. Estas pueden ser la esquizofrenia simple, la esquizofrenia paranoide,
la esquizofrenia hebefrénica (o desorganizada) y la esquizofrenia catatónica.

Esquizofrenia catatónica
Los trastornos psicomotores (inhibición motora, catalepsia, estupor, flexibilidad
cérea) son los síntomas predominantes en la esquizofrenia catatónica. La llamada
catatonía estuporosa se presenta junto a negativismo, mutismo, obediencia
automática, manierismos, ecopraxia o acolalia, y puede alternar con episodios de
agitación. En el pasado esta modalidad de esquizofrenia era más frecuente que en
el momento actual, pues hoy se diagnostican con más facilidad causas orgánicas
(tóxicas, metabólicas, infecciones, tumores, medicamentos, etc.), que antes
pasaban desapercibidas y provocaban cuadros catatónicos parecidos al que
causa la esquizofrenia.
Esquizofrenia hebefrénica (desorganizada)
Esta forma de esquizofrenia aparece en la pubertad de forma insidiosa. Es una
forma muy agresiva, deteriorante y crónica de la enfermedad. Se caracteriza por
un lenguaje y comportamiento desorganizados, afectividad aplanada o inapropiada
(son típicas las risas o sonrisas vacuas, insulsas e improcedentes) y, en general,
una conducta regresiva (aspecto infantil y bobo).
Las ideas delirantes y las pseudoalucinaciones, si están presentes, son
fragmentadas y poco sistematizadas.

Esquizofrenia paranoide
Es la forma más frecuente de esquizofrenia y de aparición más tardía. Tiene mejor
evolución que los otros subtipos. El núcleo del cuadro lo ocupan los delirios de
persecución e ideas de referencia y las pseudoalucinaciones que le acompañan.
El deterioro, también posible, no es tan acusado como en otras formas clínicas.

Esquizofrenia simple
Este subtipo de esquizofrenia es extremadamente grave se inicia de forma
insidiosa y cursa con deterioro importante y autismo. Se caracteriza por ausencia
de síntomas positivos (delirios, pseudoalucinaciones) y presencia de síntomas
negativos, como pobre respuesta emocional, disminución del impulso, del interés y
de la iniciativa, así como tendencia al aislamiento, apatía y mutismo. La respuesta
al tratamiento es muy pobre.

¿CUÁL ES SU TRATAMIENTO?
Los tratamientos ayudan a aliviar mucho los síntomas de la esquizofrenia, si bien
en algunos casos las personas tienen que lidiar con ellos a lo largo de toda la vida.
No obstante, muchas personas con esquizofrenia pueden llevar una vida
gratificante y significativa en la comunidad. Los investigadores están desarrollando
medicamentos cada vez más eficaces y utilizando nuevas herramientas de
investigación para comprender las causas de la esquizofrenia.
La base del tratamiento es la medicación antipsicótica que debe tomarse tanto en
las exacerbaciones como en el mantenimiento para evitar las recaídas.
Hay que tener en cuenta que la causa más frecuente de recaída es el abandono
de la medicación seguida del consumo de tóxicos.
No obstante, las personas responden de diferentes maneras a los medicamentos
antipsicóticos y no se puede garantizar de antemano cómo una persona
responderá. Algunas personas padecen efectos secundarios cuando comienzan a
tomar estos medicamentos, pero en su mayoría desaparecen después de unos
días y a menudo pueden ser tratados con éxito.
Los tratamientos psicosociales pueden ayudar a las personas con esquizofrenia
que ya están estabilizadas con medicamentos antipsicóticos. Estos tratamientos
ayudan a las personas a afrontar los desafíos diarios de la enfermedad, como
dificultad con la comunicación, el cuidado personal, el trabajo y las relaciones con
los demás. Aprender y usar mecanismos para hacer frente a estos problemas les
permite a las personas con esquizofrenia socializarse y asistir a la escuela y al
trabajo.
Los pacientes que reciben tratamiento psicosocial de forma regular y
complementaria a la medicación, tienen más probabilidades de continuar con los
medicamentos (adherencia) y menos probabilidades de sufrir recaídas o terminar
hospitalizados.

¿CÓMO EVOLUCIONA LA ENFERMEDAD?


La evolución de la enfermedad es diferente en cada caso. Un pronóstico seguro
no es posible.
Sin embargo, se puede observar mejoría incluso en casos de enfermedades
prolongadas durante años.
Los síntomas pueden, en poco tiempo, variar, aumentar o disminuir, desaparecer
o ser sustituidos por otros.
Un 60 % de los pacientes pueden vivir la mayor parte del tiempo fuera del hospital.
Tendrán algunas dificultades o alteraciones por lo que necesitarán ayuda temporal
o constante.
DEPRESION
La depresión es un conjunto de síntomas que se manifiestan por la pérdida de
interés y la incapacidad de satisfacción por las actividades y experiencias de la
vida diaria. Incluye desmotivación, alteraciones emocionales, cognitivas, físicas y
conductuales.
Según el DSM IV (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorder), el
diagnóstico de depresión mayor se efectúa con el hallazgo de 5 o más de los
siguientes síntomas, siendo obligados la presencia de los dos primeros:
1. Estado de ánimo depresivo la mayor parte del día.
2. Pérdida del interés de actividades previamente placenteras.
3. Aumento o pérdida de peso.
4. Agitación o lentitud psicomotriz.
5. Fatiga o pérdida de energía.
6. Sentimientos de inutilidad o culpa.
7. Disminución de la capacidad para concentrarse.
8. Pensamientos recurrentes de muerte.

CLASIFICACIÓN
Los profesionales de la salud mental, distinguen entre dos formas graves de
depresión: Trastorno depresivo mayor que incluye episodios agudos pero de
tiempo limitado, y trastorno distímico que es una depresión más crónica, pero
menos grave.

1. Trastorno depresivo mayor: Un episodio depresivo mayor se caracteriza por


estado de ánimo de tristeza de una intensidad que sobrepasa sentimientos
comunes de desilusión de la vida diaria. Se presenta como un abatimiento
extremo o como una pérdida dramática de interés en aspectos de la vida que
antes eran placenteros. En algunos casos tiene sus raíces en una experiencia de
duelo debido a la eventos traumáticos como la muerte de un ser querido, la
pérdida de un trabajo, etc. Sin embargo muchos episodios depresivos mayores no
son precipitados por un evento particular, es decir, puede surgir de forma
repentina, aspecto que provoca que las personas se sientan abrumadas, con la
sensación de que su vida es un caos debido a lo incapacitante que resulta en
todas sus áreas de vida (personal, familiar, laboral, social).
Se presentan algunas señales físicas que se denominan síntomas somáticos
como movimientos corporales lentos (retardo psicomotor), alteraciones en la
alimentación que se presentan en los extremos ya sea evitando la comida o
comiendo demasiado, cambios en los patrones de sueño, durmiendo mucho más
de lo habitual o presentación de insomnio, despertares intermitentes o el despertar
muy temprano por la mañana, se presenta autoconcepto muy negativo, baja
autoestima y la idea de ser castigados, recuerdos recurrentes de los errores del
pasado, indecisión en asuntos insignificantes, sentimiento de desesperanza que
los lleva a tener pensamientos suicidas.
Una vez que se inicia el episodio depresivo mayor pueden experimentar síntomas
durante dos semanas o meses, curiosamente sin tratamiento la mayoría de los
episodios depresivos mayores parecen detenerse en algún momento después de
6 meses y la mayoría de las personas regresan a su vida normal, sin embargo
aproximadamente una cuarta parte de estos individuos continua experimentando
los síntomas durante meses o años.

El trastorno depresivo mayor se presenta bajo dos modalidades:

a) Episodios melancólicos. Pérdida de interés en la mayoría de las actividades,


dificultad para reaccionar ante situaciones que les causaban placer, la mañana es
difícil pues experimentan melancolía, culpa, lentitud en movimientos y tiempos de
reacción.
b) Episodios con un patrón estacional. La depresión se presenta en la misma
época del año aproximadamente de dos meses de duración, durante el otoño o
invierno, pero después regresan a su funcionamiento habitual. Estudio realizados
con personas que padecen depresión estacional que puede estar asociada a
alteración en los ritmos biológicos relacionada con variaciones de la cantidad de
luz.
2. Trastorno distímico. Presentan al menos durante dos años algunos de los
síntomas similares a los experimentados por personas con un trastorno depresivo
mayor como alteraciones en el apetito, de sueño, fatiga, concentración disminuida,
baja autoestima, dificultad para tomar decisiones , incapacidad para sentir placer,
sentimientos de inadecuación en la mayoría de sus actividades, irritabilidad,
alejamiento. Son síntomas mantenidos y la persona nunca está libre de esos
síntomas por un período mayor de dos meses, presentando sentimientos de
desesperanza, pero la característica principal es que los síntomas no son tan
severos.
Es poco común que se hospitalicen a las personas con este trastorno, excepto
cuando la depresión conduce a una conducta suicida.

FACTORES PREDISPONENTES PARA DEPRESIÓN


Dentro de los principales factores predisponentes a depresión se encuentran: la
familia, la presencia de enfermedades, algunos fármacos, alteraciones
ambientales, y circunstanciales.
Los factores de riesgo para la depresión en el adulto: Sexo femenino, aislamiento
social, viudez, divorcio o estado de separación marital, enfermedades médicas
asociadas, enfermedad medica incapacitante reciente, polifarmacia, nivel
socioeconómico bajo, dolor crónico, trastornos del sueño (Insomnio), abatimiento
funcional, duelo familiar, económico o funcional, deterioro cognoscitivo,
institucionalización, dependencia a alcohol, benzodiacepinas, etc.
Dentro de los factores de riesgo más importantes para desarrollar depresión es el
insomnio no solo como un factor de riesgo, también está asociado a la
persistencia y recurrencia de la depresión.
Otro factor de riesgo importante, es la ocurrencia de un infarto del miocardio ya
que el riesgo de presentar depresión se incrementa 4 veces, así mismo posterior a
un evento vascular cerebral hay 3.4 veces más probabilidades de morir en los
siguientes 10 años.
TRATAMIENTO DE LA DEPRESION
La depresión es tratable en el 65 a 75 % de los casos, requiere un manejo efectivo
con un abordaje biopsicosocial combinando con farmacoterapia y psicoterapia,
mejora la calidad de vida y la capacidad funcional, así como la salud, longevidad y
disminución en los costos de servicios de salud. Esta mejoría de los síntomas es
evidente en las 2 a 6 semanas de haber iniciado la terapia antidepresiva.
El tratamiento en la fase inicial debe ser encaminado a inducir la remisión del
episodio depresivo mayor y llevar al paciente a un completo nivel de funcionalidad
basal, para ello es importante la colaboración interdisciplinaria en el primer nivel
de atención (Médico, enfermera, psicología, trabajo social). Así mismo, los
médicos deben proveer a los pacientes y sus familiares la información adecuada y
referirlo a centros de atención social a la salud para distintos tipos de ayuda
complementaría que ahí se ofrece.
El médico en atención primaria debe de conocer las opciones terapéuticas no
farmacológicas para el manejo de la depresión que no responde a manejo
farmacológico y psicológico habitual. Por lo que se recomienda conozca las
opciones de la terapia electroconvulsiva, ya que es una opción de primera línea
para pacientes con depresión y características psicóticas quienes no respondieron
a la farmacoterapia.

Tratamiento no farmacológico
La psicoterapia aunada a la farmacoterapia debe ser usada como tratamiento
inicial para pacientes con depresión mayor.
Existe una amplia disponibilidad de intervenciones psicológicas que pueden ser
utilizadas con depresión: terapia cognitivo conductual, terapia interpersonal,
terapia por resolución de problemas, reminiscencia, biblioterapia, musicoterapia, la
mesoterapia y como herramienta general, se recomienda enviar al paciente
deprimido a grupos de atención social a la salud para que se les otorgue alguna
de las terapias antes comentadas.
Tratamiento farmacológico
El tratamiento antidepresivo es recomendado como tratamiento inicial en
pacientes con depresión mayor. El médico debe enfatizar los beneficios del
tratamiento antidepresivo y los efectos en la funcionalidad del paciente.
El médico de primer contacto debe de conocer las características y el perfil
farmacológico de los distintos medicamentos antidepresivos, así mismo se
recomienda iniciar con la mitad de la dosis mínima recomendada durante una o
dos semanas y de acuerdo con la respuesta y presencia de efectos secundarios,
incrementar gradualmente hasta alcanzar la dosis óptima, las siguientes dosis se
recomiendan al inicio del tratamiento en el paciente:
• Paroxetina 10mg cada 24hrs.
• Sertralina 25mg cada 24 horas.
• Fluoxetina 20mg cada 24 hrs (su presentación es en cápsula y no permite
disminuir la dosis).
• Venlafaxina 75mg cada 24 horas.
• Citalopram 10mg cada 24 horas.

En el paciente frágil se recomienda disminuir al 25% de la dosis habitual por el


potencial de riesgo de efectos adversos y de preferencia utilizar por la mañana,
(solo en un porcentaje mínimo de pacientes provocan somnolencia y se
recomendarían en la noche).

SEGUIMIENTO AL TRATAMIENTO
Se requieren al menos 2 a 6 semanas de terapia para obtener una respuesta
clínica con cualquier fármaco antidepresivo. La recuperación de un episodio
depresivo usualmente toma 6 a 12 meses, por lo que la terapia debe ser
continuada mínimo por un año después del primer episodio de depresión, al
menos dos años después del segundo episodio y tres a cinco años después del
tercero. La recurrencia de la depresión después de los primeros tres episodios de
depresión mayor es de 50, 70 y 90% respectivamente.
Los pacientes deben ser vigilados cada mes durante los primeros 6 a 12 meses
después de la remisión, luego cada 3 meses después del año de remisión.
Para minimizar los síntomas de descontinuación de los medicamentos, debe
avisarse al paciente que no debe descontinuar abruptamente el fármaco. Al
término del tratamiento, se debe retirar gradualmente el medicamento
antidepresivo durante un periodo de 4 semanas, en algunos casos, dicho periodo
podrá ser mayor para evitar la aparición de los efectos secundarios por supresión
de fármacos: ansiedad, ataxia, diarrea, mareo, fatiga, cefalea, insomnio,
irritabilidad, nausea, parestesias, tremor, alteraciones visuales, vómito.

ANSIEDAD
La ansiedad puede definirse como una anticipación de un daño o desgracia
futuros, acompañada de un sentimiento de disforia (desagradable) y/o de síntomas
somáticos de tensión.
El objetivo del daño anticipado puede ser interno o externo. Es una señal de alerta
que advierte sobre un peligro inminente y permite a la persona que adopte las
medidas necesarias para enfrentarse a una amenaza.
Es importante entender la ansiedad como una sensación o un estado emocional
normal ante determinadas situaciones y que constituye una respuesta habitual a
diferentes situaciones cotidianas estresantes. Así, cierto grado de ansiedad es
incluso deseable para el manejo normal de las exigencias del día a día. Tan sólo
cuando sobrepasa cierta intensidad o supera la capacidad adaptativa de la
persona, es cuando la ansiedad se convierte en patológica, provocando malestar
significativo con síntomas que afectan tanto al plano físico, como al psicológico y
conductual.
Los trastornos de ansiedad como tal, son un grupo de enfermedades
caracterizadas por la presencia de preocupación, miedo o temor excesivo, tensión,
o activación que provoca un malestar notable o un deterioro clínicamente
significativo de la actividad del individuo.
Las causas de los trastornos de ansiedad no son totalmente conocidas, pero están
implicados tanto factores biológicos, como ambientales y psicosociales. Parece
ser que es la interacción de múltiples determinantes lo que favorece la aparición
de estos trastornos de ansiedad, siendo además muy común la comorbilidad con
otros trastornos mentales como los trastornos del estado de ánimo.

CLASIFICACIÓN
Existen unos criterios universales para determinar si el comportamiento de una
persona cabe diagnosticarlo como un trastorno de ansiedad. Estos criterios están
recogidos en las dos clasificaciones de trastornos mentales (o psicopatológicos)
más importantes, la DSM-IV-TR (Asociación de Psiquiatras Americanos) y la CIE-
10 (Organización Mundial de la Salud, OMS).
La DSM-IV-TR enumera doce trastornos de ansiedad y en la CIE-10 los trastornos
neuróticos (ansiedad) se agrupan con trastornos relacionados con el estrés y
somatomorfos.

Según el CIE-10:
Trastornos de ansiedad fóbica:
- Agorafobia.
- Sin trastorno de pánico.
- Con trastorno de pánico.
Fobia social.
Fobias específicas (aisladas).
Otros trastornos de ansiedad fóbica.
Trastorno de ansiedad fóbica sin especificación.
Trastorno de pánico.
Trastorno de ansiedad generalizada.
Trastorno mixto ansioso-depresivo.
Otro trastorno mixto de ansiedad.
Otros trastornos de ansiedad especificada.
Otros trastornos de ansiedad no especificados.
Trastorno obsesivo-compulsivo.
Reacciones a estrés grave y trastornos de adaptación.
Trastornos disociativos (de conversión).
Trastornos somatomorfos.
Otros trastornos neuróticos.

Según el DSM-V:
Trastorno de ansiedad por separación.
Mutismo selectivo.
Agorafobia.
Trastorno de ansiedad social.
Fobia específica.
Trastorno de pánico.
Trastorno de ansiedad generalizada.

Los cambios más relevantes del DSM-5 respecto al DSM-IV en relación a los
trastornos de ansiedad:
 El trastorno obsesivo-compulsivo y el trastorno por estrés postraumático,
aunque sigue considerándose su estrecha relación con los trastornos por
ansiedad, ya no se incluyen en este apartado.
 El trastorno de ansiedad por separación y el mutismo selectivo, antes
incluidos en los trastornos con inicio habitual en la infancia, la niñez o la
adolescencia, se incluyen dentro de esta entidad, ya que se considera que
pueden tener su inicio más allá de los 18 años.
 El trastorno por angustia y la agorafobia se erigen como diagnósticos
independientes que se codifican por separado.

TRATAMIENTO DE LA ANSIEDAD
El tratamiento del Trastorno de Ansiedad Generalizada (TAG) y Trastorno de
Angustia (TA) en Atención Primaria intenta: aliviar los síntomas, evitar las secuelas
y ayudar y/o asesorar en la resolución de problemas psicosociales, buscando la
efectividad en términos de coste/beneficio.
Se debe plantear un enfoque terapéutico integral, teniendo en cuenta tanto las
medidas psicosociales como las biológicas y farmacológicas.

Tratamiento psicológico
Aunque el abordaje pisocoterapéutico se plantea desde numerosos enfoques
teóricos, describimos, dentro de los diferentes modelos de intervención para el
tratamiento de los trastornos de ansiedad, los dos grandes grupos en los que las
investigaciones han centrado, principalmente, sus estudios y dentro de los cuales
se están realizando intervenciones psicológicas breves y estructuradas en
Atención Primaria.

Tratamiento farmacológico
El tratamiento farmacológico de los trastornos de ansiedad tiene como objetivo
aliviar los síntomas, prevenir las recaídas y evitar las secuelas, con la mayor
tolerabilidad posible hacia la medicación.
La ansiedad como mecanismo adaptativo de defensa da lugar en el organismo a
cambios psicológicos, fisiológicos y conductuales. Se genera y manifiesta a nivel
del sistema nervioso, que está compuesto fundamentalmente por unas células
denominadas neuronas. Las neuronas constituyen las unidades elementales para
la trasmisión de información del sistema nervioso. La información dentro de una
misma célula viaja de un extremo al otro mediante impulsos eléctricos. Pero este
impulso eléctrico no puede pasar directamente de una neurona a la otra, dado que
entre ellas hay un espacio (el llamado espacio sináptico) y no se tocan entre sí. La
comunicación de una neurona con otra se produce mediante neurotransmisores,
que son sustancias químicas liberadas por los terminales neuronales. Estos
neurotransmisores, que para entendernos son como llaves químicas, son
liberados al espacio sináptico (que separa una neurona de la contigua) por donde
viajan hasta alcanzar los receptores (digamos que son como cerraduras químicas)
de la neurona siguiente, originando cambios en la permeabilidad de su membrana
lo que genera un impulso o potencial eléctrico, que viajará a lo largo de la célula,
hasta el otro extremo, y así sucesivamente hasta que sea necesario.

La mayoría de los tratamientos psicofarmacológicos empleados en la actualidad


por la psiquiatría actúan químicamente sobre los sistemas de
neurotransmisión tratando de regular, convenientemente, la actividad de
determinadas áreas del sistema nervioso implicadas en el trastorno que se desea
tratar.

En el tratamiento de la ansiedad, se emplean habitualmente dos tipos de


fármacos: los ansiolíticos, y los antidepresivos.

Los ansiolíticos más utilizados pertenecen al grupo de las benzodiacepinas de alta


potencia (Alprazolam, Loracepam, Diacepam, Cloracepam, etc). Producen un
efecto tranquilizante. Actúan reduciendo los síntomas de ansiedad en cuestión de
minutos y disminuyendo tanto la intensidad como la frecuencia de los episodios de
angustia.

Los principales efectos adversos de las bezodiacepinas consisten en somnolencia,


alteraciones de la memoria, alteraciones de la atención y de la concentración. El
deterioro de estas funciones cognitivas suele ser transitorio (se experimenta
mientras se está tomando el medicamento) y sólo se produce con dosis elevadas
y prolongadas en el tiempo. Otro inconveniente es que su consumo prolongado
puede generar efectos de dependencia (adicción) y tolerancia (pérdida progresiva
de efectividad).

Los antidepresivos comúnmente empleados hoy en día en el tratamiento de los


trastornos de angustia son los ISRS (Inhibidores Selectivos de la Recaptación de
la Serotonina). Constituyen el tratamiento de elección primaria. Diversos estudios
apuntan a la implicación de la serotonina como principal neurotransmisor
involucrado en los trastornos de ansiedad, aunque hay otros. El grupo de los ISRS
está constituido por la Fluoxetina, Paroxetina, Fluvoxamina, Sertralina, Citalopram
y Escitalopram. Poseen una alta especificidad contra la ansiedad y escasos
efectos colaterales (principalmente la ganancia de peso, somnolencia, y disfunción
sexual). Apenas presentan interacciones con otros medicamentos y no crean
dependencia.

Como inconvenientes de los ISRS citaremos los efectos secundarios de los


primeros días (náuseas, cefaleas, incremento transitorio de la ansiedad, etc.) Por
ello es conveniente iniciar el tratamiento con dosis bajas, y asociar tranquilizantes
las primeras semanas. En algunos pacientes, dependiendo también del fármaco
elegido, pueden ocasionar alguna ganancia de peso, o cierta pérdida de apetito o
respuesta sexual. Normalmente, el médico informará al paciente sobre el carácter
leve y transitorio de estos posibles síntomas adversos. Otro inconveniente es que
el efecto terapéutico no se inicia hasta las 2-3 semanas de iniciar la toma del
antidepresivo.

Existe con mucha frecuencia una reticencia inicial al tratamiento


psicofarmacológico, fundamentada principalmente en el desconocimiento del
paciente respecto a la medicación y el temor por su parte a hacerse dependiente
de la toma de éstos medicamentos, o a que le ocasione una excesiva sedación.

En muchos casos, tras lograrse el efecto terapéutico y remitir o desaparecer la


sintomatología, el enfermo ya se cree curado y en ocasiones abandona
precipitada y bruscamente la medicación. El profesional deberá advertirle de los
riesgos inherentes a esta suspensión brusca o prematura. La retirada del
medicamento deberá ser programada por el médico en el momento apropiado y de
una forma paulatina. Así mismo el profesional deberá insistir en el correcto
cumplimiento de las tomas del fármaco como única vía para lograr el deseado
efecto terapéutico. Deberá informar también al paciente sobre la posibilidad de
otras alternativas farmacológicas distintas a las benzodiacepinas y los ISRS para
el caso que no se lograse con ellos una evolución clínica favorable. De la misma
manera informará al enfermo sobre los riesgos de la automedicación.

Como co-ayudante al tratamiento psicofarmacológico se deberá intentar una


modificación de los posibles hábitos que pudieran influir negativamente en la
mejoría de la ansiedad (por ejemplo: consumo de cafeína, alcohol, cannabis, etc.)
El abordaje psicoterapéutico de los trastornos de angustia consiste principalmente
en eliminar los temores que pueden dar lugar a los síntomas somáticos que el
paciente percibe, así como suprimir las interpretaciones erróneas de las diferentes
sensaciones corporales, junto a la anulación de las posibles conductas de
evitación respecto a los estímulos ansiógenos.

Existen numerosos estudios que demuestran las ventajas de los tratamientos


combinados (psicofarmacológico y psicoterapéuticos) de los trastornos de
ansiedad.

Parece que incluso en ciertos casos la estrategia de utilizar tratamientos


combinados produce un resultado terapéutico inmediato superior al obtenido con
un abordaje psicoterapéutico o psicofarmacológico por separado. También se ha
observado que a largo plazo, y en ciertas ocasiones que estas ventajas parecen
ser menores o incluso desaparecer. La secuenciación adecuada de
farmacoterapia y psicoterapia cognitivo-conductual puede ofrecer muy buenos
resultados. Las técnicas cognitivo-conductuales pueden ayudar, también, en los
procesos de discontinuación de la medicación, muy particularmente en el caso de
largos periodos de consumo de ansiolíticos.

BIBLIOGRAFÍA

Goodman and Gillman. “Las bases farmacológicas de la terapéutica” novena


edición, editorial Mc GrawHill - Interamericana. México 1998.

Michel Salazar Vallejo, Concha Peralta Rodrigo: “Manual de psicofarmacología”


segunda edición, editorial panamericana. España 2011.

Vallejo Ruiloba. Julio. Introducción a la psicopatología y la psiquiatría. Editorial


ELSEVIER. Año 2015. Edición 8ª.

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