Ideas Utilitarismo

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El utilitarismo se plantea en la moral como la utilidad o la felicidad derivada de las


acciones, identifica placeres y da preferencia a los mentales que a los corporales
El criterio de moralidad es determinado por un estilo de vida que garantice felicidad para
todos (universal en la medida de lo posible)
La utilidad no es lo contrario del placer, de ninguna de sus clases (aunque se usa para
mencionar a los placeres del momento y a la frivolidad) estos significados toman fuerza por
la ignorancia del conocimiento del verdadero y crea una transmisión errada a las nuevas
generaciones
El credo que acepta como fundamento de la moral la Utilidad, o el Principio de la mayor
Felicidad, mantiene que las acciones son correctas en la medida en que tienden a promover
la felicidad, incorrectas en cuanto tienden a producir lo contrario a la felicidad
Por felicidad se entiende el placer y la ausencia de dolor; por infelicidad el dolor y la falta
de placer, pero ¿qué es placer y que es dolor? ¿y en qué medida es ésta una cuestión a
debatir?
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el placer y la exención (liberados o no sometidos) del sufrimiento son las únicas cosas
deseables como fines de la vida
la naturaleza humana comprender la aplicación del utilitarismo, los seguidores de Epicuro
eran acusados de llevar ideales netamente ligados al placer ya que supone que los seres
humanos no son capaces de experimentar más placeres que los que puedan experimentar
los puercos
Resulta degradante la comparación de la vida epicúrea con la de las bestias precisamente
porque los placeres de una bestia no satisfacen la concepción de felicidad de un ser
humano.
Los seres humanos poseen facultades más elevadas que los apetitos animales, y una vez que
son conscientes de su existencia no consideran como felicidad nada que no incluya la
gratificación de aquellas facultades.
Con todo, no existe ninguna teoría conocida de la vida epicúrea que no asigne a los placeres
del intelecto, de los sentimientos y de la imaginación, y de los sentimientos morales, un
valor mucho más elevado en cuanto placeres que a los de la pura sensación.
los placeres mentales son superiores a los corporales principalmente en la mayor
persistencia, seguridad, menor costo, etc. Es una propiedad intrínseca de estos placeres
(aquello que es propio de algo)
Es del todo compatible con el principio de utilidad el reconocer el hecho de que algunos
tipos de placer son más deseables y valiosos que otros.
Los placeres que más satisfacen al ser humano en varias ocasiones son los que más
molestias causan para conseguirlos, y está justificado que asignemos al goce preferido una
superioridad de calidad que exceda de tal modo al valor de la cantidad como para que ésta
sea, en comparación, de muy poca importancia.
Pocos seres humanos accederían a desprenderse de su pensamiento y razón para pasar al rol
de un animal y disfrutar de los placeres netamente de ellos, que son tan comunes; No
cederían aquello que poseen y los otros no, a cambio de la más completa satisfacción de
todos los deseos que poseen en común con estos otros (contemplando una posibilidad más
alta cuando hablamos de situaciones de desgracia).
Un ser con facultades superiores necesita más para sentirse feliz, probablemente está sujeto
a sufrimientos más agudos, y ciertamente los experimenta en mayor número de ocasiones
que un tipo inferior
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Podemos ofrecer la explicación que nos plazca de esta negativa. Podemos atribuirla al
orgullo, nombre que se da indiscriminadamente a algunos de los más y a algunos de los
menos estimables sentimientos de los que la humanidad es capaz
. Quien quiera que suponga que esta preferencia tiene lugar al precio de sacrificar la
felicidad –que el ser superior es, en igualdad de circunstancias, menos feliz que el inferior-
confunde los dos conceptos totalmente distintos de felicidad y contento
Es indiscutible que el ser cuyas capacidades de goce son pequeñas tiene más oportunidades
de satisfacerlas plenamente; por el contrario, un ser muy bien dotado siempre considerará
que cualquier felicidad que pueda alcanzar, tal como el mundo está constituido, es
imperfecta. Pero puede aprender a soportar sus imperfecciones, si son en algún sentido
soportable. mejor ser un Sócrates insatisfecho que un necio satisfecho
Los hombres, a menudo, debido a la debilidad de carácter, eligen el bien más próximo,
aunque saben que es el menos valioso, y esto no sólo cuando se trata de elegir entre un
placer corporal y otro mental, sino también cuando hay que hacerlo entre dos placeres
corporales. Sacrificar la salud por placeres momentáneos cuando sin salud no se puede
hacer nada
La persona cuando va creciendo se va dejando contagiar por la indulgencia y la hostilidad
de su entorno, esto crea que en ocasiones elija los placeres más próximos, aunque no sean
los mas elevados. Y también llegan a eso porque ya no tienen o no creen tener la capacidad
de llagar a los más elevados
Las ocupaciones a las que son sometidas las personas desde su juventud los obliga a no
mantener elevado el mantener los sentimientos más nobles en su actuar. Pierden gustos
intelectuales y sus aspiraciones elevadas por no tener tiempo para ellas y se quedan con los
inferiores no por preferencia si no por fácil acceso o capacidad de goce que tienen para
ellos
¿Cómo podemos saber cuál de los dolores o placeres son más fuertes que por el testimonio
de aquellos que relacionan ambos? ¿Cómo saber si vale la pena cada una de las cosas sin
opiniones?
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Utilidad o Felicidad considerada como la regla directriz de la conducta humana
Si puede haber alguna posible duda acerca de que una persona noble pueda ser más feliz a
causa de su nobleza, lo que sí no puede dudarse es de que hace más felices a los demás y
que el mundo en general gana inmensamente con ello
PRINCIPIO DE LA MAYOR FELICIDAD: es una existencia libre, en la medida de lo
posible, de dolor y tan rica como sea posible en goces
la opinión utilitarista, el fin de la acción humana, también constituye necesariamente el
criterio de la moralidad “las reglas y preceptos de la conducta humana”
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la felicidad no puede constituir, en ninguna de sus formas, el fin racional de la vida y la
acción humana porque es algo inalcanzable
ya que si los seres humanos estuviesen incapacitados para experimentar la felicidad en
modo alguno su consecución no podría constituir el fin de la moralidad ni de ninguna
conducta racional
cuando se afirma que es imposible una vida humana feliz, es una exageración. Si por
felicidad se entiende una continua emoción altamente placentera, resulta bastante evidente
que esto es imposible
Un estado de placer exaltado dura sólo unos instantes, constituyendo el ocasional brillante
destello del goce, no su llama permanente y estable
una existencia constituía por pocos y transitorios dolores, por muchos y variados placeres
que teniendo como fundamento de toda la felicidad no esperar de la vida más de lo que la
vida pueda dar. Una vida así constituida ha resultado siempre, a quienes han sido lo
suficientemente afortunados para disfrutar de ella, acreedora del nombre de felicidad.
Quienes ponen objeciones a esto tal vez pondrán en duda el que los seres humanos, si se les
enseña a considerar la felicidad como el fin de la vida, se puedan sentir satisfechos con una
porción tan moderada de felicidad.
Los principales factores de una vida satisfactoria son la tranquilidad y la emoción
Cuando las personas que son tolerablemente afortunadas con relación a los bienes externos
no encuentran en la vida goce suficiente que la haga valiosa para ellos, la causa radica
generalmente en la falta de preocupación por lo demás. Para aquellos que carecen de
afectos tanto públicos como privados, las emociones de la vida se reducen en gran parte, y
en cualquier caso pierden valor conforme se aproxima el momento en el que todos los
intereses egoístas se acaban con la muerte
mientras que aquellos que dejan tras de sí objetos de afecto personal, especialmente
aquellos que han cultivado un sentimiento de solidaridad respecto a los intereses colectivos
de la humanidad, mantienen en la víspera de la muerte un interés tan vivo por la vida como
en el esplendor de su juventud o su salud. Después del egoísmo, la principal causa de una
vida insatisfactoria es la carencia de cultura intelectual.
la carencia de cultura intelectual. Una mente cultivada encuentra motivos de interés
perenne en cuanto le rodea
Es posible que todo ser humano debidamente educado sienta, en grados diversos, auténticos
afectos privados y un interés sincero por el bien público.
En un mundo en el que hay tanto por lo que interesarse, tanto de lo que disfrutar y también
tanto que enmendar y mejorar, todo aquel que posea esta moderada proporción de
requisitos morales e intelectuales puede disfrutar de una existencia que puede calificarse de
envidiable. A menos que a tales personas se les niegue, mediante leyes nocivas, o a causa
del sometimiento a la voluntad de otros, la libertad para utilizar las fuentes de la felicidad a
su alcance, no dejarán de encontrar esta existencia envidiable, si evitan los males positivos
de la vida, las grandes fuentes de sufrimiento físico y psíquico –tales como la indigencia, la
enfermedad, la carencia de afectos, la falta de dignidad o la pérdida prematura de objetos de
estimación.
La pobreza, que implique en cualquier sentido sufrimiento, puede ser eliminada por
completo mediante las buenas artes de la sociedad, en combinación con el buen sentido y la
buena previsión por parte de los individuos. Incluso el más tenaz enemigo de todos, la
enfermedad, puede ser en gran medida reducido en sus dimensiones mediante una buena
educación física y moral y el control adecuado de las influencias nocivas, al tiempo que el
progreso de la ciencia significa la promesa para el futuro de conquistas todavía más directas
sobre este detestable adversario. Cada uno de los avances en esta dirección nos pone a salvo
de los obstáculos que no sólo acortan nuestras vidas sino, lo que nos importa todavía más,
de los que nos privan de aquellos que nos proporcionan la felicidad.
En suma, todas las fuentes del sufrimiento humano son, en gran medida, muchas de ellas
eliminables mediante el empeño y el esfuerzo humanos, y aunque su supresión es
tremendamente lenta

Indica nobleza el ser capaz de renunciar por completo a la parte de felicidad que a uno le
corresponde, o las posibilidades de la misma, pero, después de todo, esta auto-inmolación
debe tener algún fin. Ella misma no constituye su propio fin. Y si se nos dice que su fin no
es la felicidad sino la virtud,
Merecen toda suerte de alabanzas los que son capaces de sacrificar el goce personal de la
vida, cuando mediante tal renuncia contribuyen meritoriamente al incremento de la suma de
la felicidad del mundo. ¿Lo realizarían el héroe o el mártir si pensaran que la renuncia a su
felicidad no producirá ningún fruto para ninguno de sus semejantes, sino que contribuirá a
que la suerte de los demás sea semejante a la suya
Aunque sólo en un estado muy imperfecto de la organización social uno puede servir mejor
a la felicidad de los demás mediante el sacrificio total de la suya propia, en tanto en cuanto
la sociedad continúe en este imperfecto estado, admito por completo que la disposición a
realizar tal sacrificio es la mayor virtud que puede encontrarse en un hombre.
La moral utilitarista reconoce en los seres humanos la capacidad de sacrificar su propio
mayor bien por el bien de los demás. Sólo se niega a admitir que el sacrificio sea en sí
mismo un bien. La única auto-renuncia que se aplaude es el amor a la felicidad.
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en primer término, que las leyes y organizaciones sociales armonicen en lo posible la
felicidad o (como en términos prácticos podría denominarse) los intereses de cada
individuo con los intereses del conjunto. En segundo lugar, que la educación y la opinión
pública, que tienen un poder tan grande en la formación humana, utilicen de tal modo ese
poder que establezcan en la mente de todo individuo una asociación indisoluble entre su
propia felicidad y el bien del conjunto. de tal modo que no sólo no pueda concebir la felicidad
propia en la conducta que se oponga al bien general, el bien general se convierta en uno de los
motivos habituales de la acción y que los sentimientos que se conecten con este impulso
ocupen un lugar importante y destacado en la experiencia sentiente de todo ser humano.
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Afirman que es una exigencia excesiva el pedir que la gente actúe siempre inducida por la
promoción del interés general de la sociedad. Pero no estamos obligados a hacerlo ya que la
moral nos indica un patrón de cómo podríamos actuar y no de como deberíamos actuar
precisamente los moralistas utilitaristas han ido más allá que casi todos los demás al afirmar
que el motivo no tiene nada que ver con la moralidad de la acción, aunque sí mucho con el
mérito del agente. Quien salva a un semejante de ser ahogado hace lo que es moralmente
correcto, ya sea su motivo el deber o la esperanza de que le recompensen por su esfuerzo.
Quien traiciona al amigo que confía en él es culpable de un crimen, aun cuando su objetivo
sea servir a otro amigo con quien tiene todavía mayores obligaciones.
Pero si nos limitamos a hablar de acciones realizadas por motivos de deber y en obediencia
inmediata a principios, es interpretar erróneamente el pensamiento utilitarista el imaginar
que implica que la gente debe fijar su mente en algo tan general como el mundo o la
sociedad en su conjunto.
La gran mayoría de las acciones están pensadas para beneficio individual, y muchas veces
con ellas se logra el bien social desde que estas no violen los derechos de sus semejantes
El grado de consideración del interés público implícito en este reconocimiento no es mayor
que el que exigen todos los sistemas morales ya que todos aconsejan abstenerse de aquello
que es manifiestamente pernicioso para la sociedad
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Si esta afirmación significa que no permiten que sus juicios concernientes a la corrección
o incorrección de una acción se vean influidos por las cualidades de la persona que la
realiza se trata de una queja que no afecta sólo al utilitarismo, sino a cualquier criterio de
moralidad en absoluto, ya que, ciertamente, ningún criterio ético conocido decide que una
acción sea buena o mala porque sea realizada por un hombre bueno o malo, y menos
todavía porque sea realizada por un hombre amable, valeroso, benevolente, o todo lo
contrario.
También son conscientes de que una acción correcta no indica generalmente una persona
virtuosa, y de que acciones que son condenables proceden con frecuencia de cualidades que
merecen elogio.
Puedo asegurar que, no obstante, consideran que, a la larga, la mejor prueba de que se
posee un buen carácter es realizar buenas acciones, y que se niegan por completo a
considerar buena ninguna disposición mental cuya tendencia predominante sea la de
producir una mala conducta.
Sin embargo, en conjunto, cualquier doctrina que destaque de forma prominente hasta qué
punto interesa a la humanidad reprimir y evitar las conductas que violen la ley moral
posiblemente no esté en peores condiciones que otra que haga lo mismo, en lo que se
refiere a conseguir que la opinión pública sancione negativamente tales violaciones
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De ser necesario salir al paso de algún modo a tan simple presupuesto, podemos afirmar
que la cuestión depende de la idea que nos hayamos formado del carácter moral de la
divinidad. Si es verdad la creencia de que Dios desea, por encima de todo, la felicidad de
sus criaturas, y que éste fue su propósito cuando las creó, el utilitarismo no sólo no es una
doctrina atea sino que es más profundamente religiosa que otra alguna.
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También se repudia a menudo la doctrina de la utilidad como doctrina inmoral dándole el
nombre de doctrina de la “conveniencia”, aprovechándose del uso popular del término que
la opone a los principios morales. Pero lo conveniente, en el sentido en que se opone a lo
correcto, generalmente significa lo que es conveniente para los intereses particulares del
propio agente, como cuando un ministro sacrifica los intereses de su país para mantenerse
en su puesto
significa lo que es conveniente para algún objetivo inmediato, algún propósito pasajero,
pero que viola una regla cuya observancia es conveniente en un grado muy superior. Lo
conveniente, en este sentido, en vez de ser lo mismo que lo útil es una rama de lo dañino.
De este modo, a menudo puede ser conveniente decir una mentira con objeto de superar
alguna situación incómoda del momento, o lograr algún objetivo inmediatamente útil para
nosotros u otros. Mas, el cultivar en nosotros mismos un desarrollo de la sensibilidad
respecto al tema de la verdad es una de las cosas más útiles, y su debilitamiento una de las
más dañinas.
Por otra parte, cualquier desviación de la verdad, aun no intencionada, contribuye en gran
medida al debilitamiento de la confianza en las afirmaciones hechas a los seres humanos, lo
cual no solamente constituye el principal sostén de todo el bienestar social actual, sino que
cuando es insuficiente, contribuye más que cualquier otra cosa al deterioro de la
civilización, la virtud y todo de lo que depende la felicidad humana en gran escala. con
relación a aquello para lo que nuestra conducta puede servir
Por ello consideramos que la violación, por una ventaja actual, de una regla de tal
trascendental conveniencia, no es conveniente y que quien, por motivos de conveniencia
suya o de algún otro individuo, contribuye por su parte a privar a la humanidad del bien, e
infligirle el mal, implícitos en la mayor o menor confianza que pueda depositarse en la
palabra de los demás, representa el papel del peor de los enemigos del género humano
Y si el principio de la utilidad sirve para algo, debe servir para comparar estas utilidades en
conflicto y señalar ámbito dentro del cual cada una de ellas predomina.
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. Esto es exactamente igual a afirmar que es imposible guiar nuestra conducta de acuerdo
con los principios cristianos por no disponer de tiempo en todas las ocasiones en las que ha
de llevarse algo a cabo, para leer en su totalidad el Viejo y el Nuevo Testamento.
Durante todo ese tiempo, la humanidad ha estado aprendiendo por experiencia las
tendencias de las acciones, experiencia de la que depende tanto toda la prudencia como
toda la moralidad de nuestra vida. Se habla como si hasta el momento este curso de la
experiencia no hubiese comenzado y como si, en el instante en que un hombre se sintiese
tentado a interferir en la propiedad o la vida de otro tuviera que empezar a considerar por
primera vez si el asesinato y el robo son perjudiciales para la felicidad humana.
Los corolarios del principio de la utilidad, al igual que los preceptos de todas las artes
prácticas, son susceptibles de mejoras sin límite, y en un estado de progreso de la mente
humana su mejora continua indefinidamente.
principio. Es algo extraño el que se pueda considerar que el reconocimiento de un primer
principio no es compatible con la admisión de principios secundarios. El informar a un
viajero con relación al lugar de su destino final no significa prohibirle el que se guíe por
señales o letreros en su camino
Nadie argumenta que el arte de la navegación no esté fundado en la astronomía porque los
marineros no puedan esperar a calcular por sí mismos la carta de navegación. Siendo
criaturas racionales salen a la mar con ésta ya calculada. Del mismo modo, todas las
criaturas racionales se hacen a la mar de la vida con decisiones ya tomadas respecto a las
cuestiones comunes de corrección e incorrección moral, así como con relación a muchas de
las cuestiones mucho más difíciles relativas a lo que constituye la sabiduría y la necedad.
Por lo demás, argumentar seriamente como si no fuese posible disponer de tales principios
secundarios, como si la humanidad hubiera permanecido hasta ahora, y hubiera de
permanecer por siempre, sin derivar conclusiones generales de la experiencia de la vida
humana, es el absurdo mayor al que jamás se pudiera llegar en las disputas filosóficas.
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Se nos dice que el utilitarismo será capaz de hacer de su propio caso una excepción a la
regla moral y que, cuando sucumba a la tentación, verá mayor utilidad en la violación de la
norma que en su observancia. Pero, ¿es el utilitarismo el único credo que nos permite
presentar excusas para obrar mal y engañar a nuestra propia conciencia? Estas excusas son
suministradas abundantemente por todas las doctrinas que reconocen como un hecho dentro
de la moral el que existan consideraciones en conflicto, cosa que reconocen todas las
doctrinas que han sido aceptadas por personas cabales.
No hay sistema moral alguno dentro del cual no se originen casos de obligaciones
conflictivas. Éstas son las dificultades reales, los puntos dificultosos, tanto en la teoría ética
como en la guía consciente de la conducta personal. Puntos que son superados, en la
práctica, con más o menos éxito, conforme a la inteligencia y virtud del individuo. Pero es
difícil pretender que alguien pueda estar peor cualificado para superarlos por poseer un
criterio último al que puedan referirse los derechos y deberes en conflicto.
Debemos recordar que sólo en estos casos en que aparecen principios secundarios en
conflicto es necesario recurrir a los primeros principios. No existe ninguna obligación
moral que implique algún principio secundario. Cuando se trata de uno solo pocas veces
puede haber dudas verdaderas acerca de cuál es, en la mente de las personas que reconocen
el principio en cuestión.

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