Origen Del Conocimiento

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1.

El origen del conocimiento y sus clases


A diferencia del racionalismo, que afirmaba que la razón era la fuente del conocimiento, el
empirismo tomará la experiencia como la fuente y el límite de nuestros conocimientos. Ello
supondrá la crítica del innatismo, es decir, la negación de que existan "ideas" o contenidos
mentales que no procedan de la experiencia. Cuando nacemos la mente es una "tabula rasa"
en la que no hay nada impreso. Todos sus contenidos dependen, pues, de la experiencia. En
el caso de Hume, como veremos a continuación, la experiencia está constituida por un
conjunto de impresiones, cuya causa desconocemos y, estrictamente hablando, no debe
identificarse con "el mundo", con "las cosas".

Al igual que el racionalismo, el empirismo tomará como punto de partida de la reflexión


filosófica el análisis de la conciencia; ante el fracaso de la filosofía antigua y de la filosofía
medieval, que habían tomado como referencia el mundo y Dios, respectivamente, la
filosofía moderna se caracteriza por tomar el sujeto como punto de partida de la reflexión
filosófica. Así, del mismo modo que Descartes, una vez descubierto el "yo pienso", pasa a
analizar el contenido del pensamiento, los empiristas comenzarán sus indagaciones
analizando los contenidos de la conciencia.

EL ANÁLISIS DEL CONOCIMIENTO EN HUME

He aquí, pues, que podemos dividir todas las percepciones de la mente en dos clases o
especies, que se distinguen por sus distintos grados de fuerza o vivacidad. Las menos
fuertes e intensas comúnmente son llamadas pensamientos o ideas; la otra especie carece de
un nombre en nuestro idioma, como en la mayoría de los demás, según creo, porque
solamente con fines filosóficos era necesario encuadrarlos bajo un término o denominación
general. Concedámosnos, pues, a nosotros mismos un poco de libertad, y llamémoslas
impresiones, empleando este término en una acepción un poco distinta de la usual. Con el
término impresión, pues, quiero denotar nuestras percepciones más intensas: cuando oímos,
o vemos, o sentimos, o amamos, u odiamos, o deseamos, o queremos. (Investigación,
sec.2)

1.-Los elementos del conocimiento.

Tanto en el Tratado como en la "Investigación sobre el entendimiento humano" Hume


comienza la presentación de su filosofía con el análisis de los contenidos mentales. A
diferencia de Descartes, para quien todos los contenidos mentales eran "ideas", Hume
encuentra dos tipos distintos de contenidos: las impresiones y las ideas. La diferencia que
existe entre ambas es simplemente la intensidad o vivacidad con que las percibimos, siendo
las impresiones contenidos mentales más intensos y las ideas contenidos mentales menos
intensos. Además, la relación que existe entre las impresiones y las ideas es la misma que la
del original a la copia: "o, para expresarme en un lenguaje filosófico, todas nuestras ideas, o
percepciones más endebles, son copias de nuestras impresiones o percepciones más
intensas". Es decir, las ideas derivan de las impresiones; las impresiones son, pues, los
elementos originarios del conocimiento; de esta relación entre las impresiones y las ideas
extraerá Hume el criterio de verdad: una proposición será verdadera si las ideas que
contiene corresponden a alguna impresión; y falsa sino hay tal correspondencia.

Por tanto, si albergamos la sospecha de que un término filosófico se emplea sin significado
o idea alguna (como ocurre con demasiada frecuencia), no tenemos más que preguntarnos
de qué impresión se deriva la supuesta idea, y si es imposible asignarle una; esto serviría
para confirmar nuestra sospecha.

Las impresiones, por su parte, puede ser de dos tipos: de sensación, y de reflexión. Las
impresiones de sensación, cuya causa es desconocida, las atribuimos a la acción de los
sentidos, y son las que percibimos cuando decimos que vemos, oímos, sentimos, etc; las
impresiones de reflexión son aquellas que van asociadas a la percepción de una idea, como
cuando sentimos aversión ante la idea de frío, y casos similares. Además, las impresiones
pueden clasificarse también como simples o complejas; una impresión simple sería la
percepción de un color, por ejemplo; una impresión compleja, la percepción de una ciudad.

Las ideas, a su vez, pueden clasificarse en simples y complejas. Las ideas simples son la
copia de una impresión simple, como la idea de un color, por ejemplo. Las ideas complejas
pueden ser la copia de impresiones complejas, como la idea de la ciudad, o pueden ser
elaboradas por la mente a partir de otras ideas simples o complejas, mediante la operación
de mezclarlas o combinarlas según las leyes que regulan su propio funcionamiento.

2.-Las leyes de la asociación de ideas.

Es evidente que hay un principio de conexión entre los distintos pensamientos o ideas de la
mente y que, al presentarse a la memoria o a la imaginación, unos introducen a otros con un
cierto grado de orden y regularidad.

La capacidad de la mente para combinar ideas parece ilimitada, nos dice Hume. Pero por
poco que nos hayamos detenido a reflexionar sobre la forma en que se produce esta
combinación de ideas podremos observar cómo "incluso en nuestras más locas y errantes
fantasías, incluso en nuestros mismos sueños", esa asociación se produce siempre siguiendo
determinadas leyes: la de semejanza, la de contigüidad en el tiempo o en el espacio, y la de
causa o efecto.

Cuando la mente se remonta de los objetos representados en una pintura al original, lo hace
siguiendo la ley de semejanza. Si alguien menciona una habitación de un edificio
difícilmente podremos evitar que nuestra mente se pregunte por, o se represente, las
habitaciones contiguas; del mismo modo, el relato de un acontecimiento pasado nos llevará
a preguntarnos por otros acontecimientos de la época; en ambos casos está actuando la ley
de asociación por contigüidad: en el espacio, el primer caso; y en el tiempo, en el segundo
caso. El caso de pensar en un accidente difícilmente podremos evitar que venga nuestra
mente la pregunta por la causa, o por las consecuencias del mismo, actuando en este caso la
ley de la causa y el efecto.

Según Hume, pues, son estas tres leyes las únicas que permiten explicar la asociación de
ideas, de tal modo que todas las creaciones de la imaginación, por delirantes que puedan
parecernos, y las sencillas o profundas elaboraciones intelectuales, por razonables que sean,
les están inevitablemente sometidas.

3.-Los tipos de conocimiento.

En la sección cuarta de la "Investigación sobre el entendimiento humano", que lleva por


título "dudas escépticas acerca de las operaciones del entendimiento" se plantea Hume la
cuestión de determinar cuáles son las formas posibles de conocimiento. Siguiendo la
distinción que había hecho Leibniz entre verdades de razón y verdades de hecho, Hume nos
dirá que todos los objetos de la razón e investigación humana puede dividirse en dos
grupos: relaciones de ideas y cuestiones de hecho.

Los objetos de la razón pertenecientes al primer grupo son "las ciencias de la Geometría,
Álgebra y Aritmética y, en resumen, toda afirmación que sea intuitiva o demostrativamente
cierta". La característica de estos objetos es que pueden ser conocidos independientemente
de lo que exista "en cualquier parte del universo". Dependen exclusivamente de la actividad
de la razón, ya que una proposición como "el cuadrado de la hipotenusa es igual al
cuadrado de los dos lados de un triángulo rectángulo" expresa simplemente una
determinada relación que existe entre los lados del triángulo, independientemente de que
exista o no exista un triángulo en el mundo. De ahí que Hume afirme que las verdades
demostradas por Euclides conservarán siempre su certeza. Las proposiciones de este tipo
expresa simplemente relaciones entre ideas, de tal modo que el principio de contradicción
sería la guía para determinar su verdad o falsedad.

El segundo tipo de objetos de la razón, las cuestiones de hecho, no pueden ser investigadas
de la misma manera, ya que lo contrario de un hecho es, en principio, siempre posible. No
hay ninguna contradicción, dice Hume, en la proposición "el sol no saldrá mañana", ni es
menos inteligible que la proposición "el sol saldrá mañana". No podríamos demostrar su
falsedad recurriendo al principio de contradicción. ¿A qué debemos recurrir, pues, para
determinar si una cuestión de hecho es verdadera o falsa? Todas los razonamientos sobre
cuestiones de hechos parece estar fundados, nos dice, en la relación de causa y efecto.

Si estamos convencidos de que un hecho ha de producirse de una determinada manera, es


porque la experiencia nos lo ha presentado siempre asociado a otro hecho que le precede o
que le sigue, como su causa o efecto. Si oímos una voz en la oscuridad, estamos seguros de
la presencia de una persona: no porque hayamos alcanzado tal seguridad mediante un
razonamiento a priori, sino que "surge enteramente de la experiencia, cuando encontramos
que objetos particulares cualesquiera están constantemente unidos entre sí". Las causas y
efectos, por lo tanto, no puede ser descubiertas por la razón, sino sólo por experiencia.

Podemos hablar, pues, de dos tipos de conocimiento en Hume: el conocimiento de


relaciones de ideas y el conocimiento de hechos. En el primer caso el conocimiento
depende de las operaciones de entendimiento reguladas por el principio de contradicción;
en el segundo caso las operaciones del entendimiento están reguladas necesariamente por la
experiencia, ya que al depender de la ley de asociación de la causa y el efecto, siendo una
distinta del otro, no hay razonamiento a priori posible que nos permita deducir una a partir
del otro, y viceversa:
Cuando razonamos a priori y consideramos meramente un objeto o causa, tal como aparece
a la mente, independientemente de cualquier observación, nunca puede sugerirnos la noción
de un objeto distinto, como lo es su efecto, ni mucho menos mostrarnos una conexión
inseparable e inviolable entre ellos. Un hombre ha de ser muy sagaz para descubrir
mediante razonamiento, que el cristal es el efecto del calor, y el hielo del frío, sin conocer
previamente la conexión entre estos estados.

Por lo general, se tiende a pensar que el empirismo supone la aceptación de la existencia de


objetos externos al sujeto, "las cosas", que son la causa de todas mis impresiones y, por lo
tanto, de todos mis conocimientos. Esta interpretación del empirismo puede ser aceptada,
siguiendo a Hume, siempre que se tenga en cuenta que ello significa una concesión al
"sentido común", una "creencia razonable", pero que no se puede demostrar que los
supuestos objetos externos sean la causa de mis impresiones.

El conocimiento de hechos se funda en la experiencia, pero ¿en qué se funda la


experiencia?¿hay alguna forma de justificar la regularidad que suponemos en la
experiencia, sin caer en una petición de principio?. Son esas las dudas escépticas a que se
refiere el título de la sección IV, que se verán ampliadas y reforzadas por la crítica de la
idea de conexión necesaria entre la causa y el efecto que nos ofrecerá Hume en la sección
VII de la Investigación.

5. ORIGEN Y LÍMITES DEL CONOCIMIENTO

           

            Hasta aquí hemos intentado aclarar en qué consiste el conocimiento.


Ahora veremos de dónde provienen nuestros conceptos, si surgen a partir de las
intuiciones o si de alguna manera los poseemos ya en nuestro intelecto. Por otra
parte, analizaremos si el conocimiento tiene límites. Para interrogarnos por lo
anteriormente dicho nos situaremos en tres perspectivas diferentes:

            5.1. RACIONALISMO: entendemos por racionalismo una corriente


filosófica surgida de modo explícito en el s. XVII con Descartes (aunque tiene sus
antecedentes en el idealismo de Parménides y Platón), y que defiende la
existencia de ideas innatas y la preeminencia de la razón frente a los sentidos.
Para el racionalismo el conocimiento sólo puede fundamentarse en la razón
(garantizada por la bondad divina), ya que los conocimientos que provienen de
nuestros sentidos pueden ser erróneos, tal como demuestran las ilusiones ópticas,
por ejemplo. Nuestro conocimiento tiene su origen en las ideas innatas: no son
ideas que ya tengamos en nuestra mente, sino que existen como la mera
posibilidad de tener ideas. La primera idea innata es el yo, idea sin la cual
ningún conocimiento sería posible, ya que todo conocimiento debe tener un sujeto.
Por otra parte, los racionalistas tenían plena confianza en el poder de la razón, y
no pensaban que estuviera limitada.
           

"Así, puesto que los sentidos nos engañan, a las veces, quise suponer que
no hay cosa alguna que sea tal y como ellos nos la presentan en la
imaginación; y puesto que hay hombres que yerran al razonar, aun acerca
de los más simples asuntos de geometría, y cometen paralogismos, juzgué
que yo estaba tan expuesto al error como otro cualquiera, y rechacé como
falsas todas las razones que anteriormente había tenido por demostrativas;
y, en fin, considerando que todos los pensamientos que nos vienen estando
despiertos pueden también ocurrírsenos durante el sueño, sin que ninguno
entonces sea verdadero, resolví fingir que todas las cosas, que hasta entonces habían
entrado en mi espíritu, no eran más verdaderas que las ilusiones de mis sueños. Pero
advertí luego que, queriendo yo pensar, de esa suerte, que todo es falso, era necesario que
yo, que lo pensaba, fuese alguna cosa; y observando que esta verdad: «yo pienso, luego
soy», era tan firme y segura que las más extravagantes suposiciones de los escépticos no
son capaces de conmoverla, juzgué que podía recibirla sin escrúpulo, como el primer
principio de la filosofía que andaba buscando.[Descartes Cuarta parte de El Discurso del
Método]

            5.2. EMPIRISMO: entendemos por empirismo toda reflexión gnoseológica


que defienda que el origen del conocimiento y sus límites vienen dados por la
experiencia que nos suministran los sentidos.

            Según los empiristas: nada hay en nuestro entendimiento que no haya
pasado antes por nuestros sentidos. Eso significa que nuestros conceptos o
ideas tienen su origen en impresiones (recordad el criterio empirista del
significado de Hume). En definitiva, nuestros conocimientos tienen su origen en la
experiencia y no pueden ir más allá de ella. Por lo tanto carecen de sentido
conceptos como el de Dios o alma, porque no podemos hallar la impresión a la
que se refieren. El límite del conocimiento es, por lo tanto, la experiencia.

 “Todas las ideas vienen de la sensación o de la reflexión. Supongamos,


pues, que la mente es, como decimos, un papel en blanco, desprovisto de
cualquier signo, sin ninguna idea; ¿cómo llega a estar provista de ellas? ¿De
dónde obtiene aquel vasto almacén que la activa e ¡limitada imaginación del
hombre ha pintado en ella con una variedad casi infinita? ¿De dónde tiene
todos los materiales de la razón y del conocimiento? A eso respondo con
una palabra: de la experiencia. En ella se funda todo nuestro conocimiento,
y de ella deriva en último término. Nuestra observación -ocupada bien en objetos sensibles
externos, bien en operaciones internas de nuestra mente, percibidas y reflexionadas por
nosotros mismos- es la que abastece nuestros entendimientos con todos los materiales del
pensamiento. Estas dos son las fuentes del conocimiento, de donde dimanan todas las ideas
que tenemos o que podemos tener naturalmente. (..)

Digo que estas dos cosas --a saber, las cosas externas materiales, como objetos de la
sensación, y las operaciones interiores de nuestras propias mentes, como objetos de la
reflexión--, son para mí los únicos originales donde todas nuestras ideas hallan su
comienzo. [...]

Todas nuestras ideas pertenecen a una u otra de ellas. Me parece que el entendimiento no
tiene ni el más mínimo indicio de ninguna idea que no reciba de una de estas dos. Los
objetos externos suministran a la mente las ideas de las cualidades sensíbles, que son todas
aquellas percepciones diversas que ellos producen en nosotros; y la rnente suministra al
entendimiento las ideas de sus propias operaciones.

Cuando hayamos hecho una revisión completa de ellas, hallaremos que éstas y sus
respectivos modos, combinaciones y relaciones, contienen nuestro entero almacén de ideas
y; que no tenemos nada en nuestras mentes que no haya venido por uno de estos dos
caminos. [Locke. Ensayo sobre el entendimiento humano.]

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