Resumen Durkheim-División Del Trabajo
Resumen Durkheim-División Del Trabajo
Resumen Durkheim-División Del Trabajo
El derecho represivo corresponde al lazo de solidaridad social y su ruptura es el crimen, el cual determina
una pena contra su autor. Buscar ese lazo implica buscar la causa de la pena o en que consiste el crimen. A
pesar de que los crímenes sean muy diferentes entre si, hay algo común a todos ellos y es la reacción que ellos
determinan por parte de la sociedad: la pena. La unidad del efecto es decir la pena, revela la unidad de la
causa, es decir el crimen.
Por mas diferentes que parezcan es imposible que no tengan algún fondo en común y a decir verdad los crímenes
según Durkheim afectan en todas partes la conciencia moral de las naciones de la misma manera y producen en
todas partes la misma consecuencia. Todos son crímenes, actos reprimidos por castigos definidos. Lo que Durkheim
plantea es rastrear los rasgos que se repiten en todas las variedades criminológicas de los diferentes tipos sociales
para así saber en que consiste el crimen.
Luego de un amplio desarrollo acerca de lo que el crimen no es, Durkheim afirma que el único carácter común a
todos los crímenes es que ellos consisten en actos universalmente reprobados por los miembros de cada sociedad. El
crimen hiere los sentimientos que, para un mismo tipo social, aparecen en todas las conciencias sanas. Sin embargo
estos sentimientos no se pueden determinar en función de sus objetos particulares pues estos varían, por ende no se
podría hacer una lista de los sentimientos cuya violación constituye un acto criminal. Solo podemos decir que se
distinguen de los otros por el rasgo de ser comunes a la mayoría de los individuos de la misma sociedad.
Para entender mejor esto Durkheim hace referencia nuevamente al derecho penal. Este por ejemplo solo dicta
sanciones pero nada dice de las obligaciones a las que aquellas se refieren. No especifica como el derecho civil cual
es el deber sino cual es la pena. De esto se extrae que si la acción es castigada es que es contraria a una regla
obligatoria, si esta norma no esta expresamente formulada no puede deberse a otra cosa mas que, que todo el mundo
conoce y acepta la norma.
Sin embargo el crimen no fue aun definido a pesar de decir que consiste en una ofensa a los sentimientos colectivos,
pues puede haber algunos que sean ofendidos sin que haya crimen. Los sentimientos colectivos a los cuales el
crimen corresponde deben tener una cierta intensidad media, deben estar fuertemente grabados en todas las
conciencias. Esto lo prueba por ejemplo la lentitud extrema con la que evoluciona el derecho penal. Pero aun así no
basta con que los sentimientos sean fuertes, también deben ser precisos. Esto es así puesto que las normas penales
son notables por su nitidez y precisión, mientras que las reglas puramente morales tienen generalmente algo de
fluctuante. Los sentimientos que las reglas penales encarnan tienen una uniformidad mayor, son concretos y
determinados al ser así no pueden comprenderse de maneras diferentes y entonces son los mismos en todas partes.
El conjunto de creencias y de sentimientos comunes al término medio de los miembros de una sociedad forma la
conciencia común o colectiva, esto es un sistema determinado que tiene vida propia. Esta conciencia común es
difusa en toda la extensión de la sociedad pero tienen igualmente caracteres específicos. Ella es independiente de las
condiciones particulares en que se encuentran los individuos, los cuales pasan y sin embargo la conciencia común
queda. Es algo completamente distinto a las conciencias particulares aunque solo se realice en los individuos.
Uniendo todo lo anterior se podría decir que un acto es criminal cuando ofende los estados fuertes y definidos de la
conciencia colectiva. Lo único que satisface la condición de carácter común a todas las variedades criminológicas es
entonces, esa oposición que hay entre el crimen y ciertos sentimientos. Es esa oposición la que hace el crimen, a
pesar de que derive de el. No hay que decir pues, que un acto ofende la conciencia común, no lo reprobamos porque
es un crimen sino que es un crimen porque lo reprobamos.
Solo dado un sentimiento, cualquiera que sea el origen y el fin, que se encuentre en todas las conciencias con un
cierto grado de fuerza y precisión, todo acto que lo hiera es un crimen. Igualmente siempre hay que volver a la
conciencia común, directa o indirectamente de ella deriva toda criminalidad. Luego de plantear la problemática del
crimen, Durkheim se centra en el concepto de pena. Para tal fin, primero la define, para luego explicar su verdadera
función dentro de un sistema social.
Durkheim parte de una definición básica de la pena, que luego va enriqueciendo a medida que se explaya en su
exposición. Entonces esta definición plantea que la pena es una reacción pasional. A partir de aquí se busca
encontrar cuál es la naturaleza de la pena, y para tal fin recurre a la comparación entre las sociedades antiguas y las
sociedades modernas. Durkheim ve que el elemento común, tanto en el pasado como en el presente, es la venganza
entendida como el instinto de conservación exaltado por el peligro. La diferencia es que en las sociedades más
primitivas esta venganza es desmedida e inconsciente, en cambio en la modernidad se encuentra graduada, en algún
punto contenida. Justamente la graduación de la pena nos demuestra que aún en la actualidad se conserva el espíritu
de la venganza, ya que la pena varía según la naturaleza del acto criminal y no según la calidad del criminal, la
inclinación al crimen. Entonces la pena se calcula como una ecuación entre la extensión de la falta y la extensión
del castigo.
Gracias al precedente planteo Durkheim redefine el concepto de la pena. Es ahora una reacción pasional de
intensidad graduada. Es decir, no se le deja un libre campo de acción a la pasión, se controla la violencia absurda.
Posteriormente se afirma que la pena posee un carácter social, y esto se demuestra porque una vez pronunciada solo
puede ser levantada por el gobierno en nombre de la sociedad. Aquí se introduce al segunda redefinición de la pena,
es entonces una reacción pasional de intensidad graduada que la sociedad ejerce por intermedio de un cuerpo
constituido sobre aquellos miembros que violaran ciertas normas de conducta. Este cuerpo constituido es el tribunal.
Una vez definida la pena, Durkheim analiza la función que esta cumple. Esta función es la de vengar los
sentimientos que el crimen ofende que son los sentimientos más colectivos que existen, los estados fuertes de la
conciencia común. Por ende estos sentimientos no toleran la contradicción y no basta con restituir el orden previo al
acto criminal. A estos sentimientos, que representan a la sociedad, los podemos caracterizar con tres rasgos: son
universales, ya que están presentes en todas las conciencias; son de origen colectivo y permanecen en el tiempo.
También es importante señalar la reacción frente al crimen es general y colectiva. Es decir, esta reacción no se
produce aisladamente en cada individuo, sino en conjunto y en unidad. Como se ataca a la conciencia común, es
lógico y esperable que la reacción sea colectiva.
Entonces podemos concluir que para Durkheim la función de la pena es mantener la cohesión social, no corregir al
culpable o intimidar a sus imitadores; sino sostener la vitalidad de la conciencia social.
A través del análisis de la pena se verifico la definición del crimen, el cual consistía en un acto contrario a los
estados fuertes y definidos de la conciencia común. Además se confirmo que todos los caracteres de la pena
derivaban de la naturaleza del crimen y que las reglas que esta sanciona expresan las similitudes más esenciales de
una sociedad.
Por otra parte podemos decir que hay una cohesión social cuya causa se encuentra en una cierta conformidad de
todas las conciencias particulares a un tipo común, el cual vendría a ser el tipo psíquico de la sociedad. Los
miembros del grupo en forma particular se atraen unos con otros porque comparten semejanzas pero además
porque están ligados a la sociedad que es resultado de esa misma reunión. Sin ella habría una parte de su psíquica
cuyo funcionamiento estaría entorpecido. A su vez la sociedad tiene interés en que todos presenten esas semejanzas
que los unen, puesto que es una condición de su cohesión.
Durkheim diferencia dos tipos de conciencia. La primera es la que solo contiene los estados que le son personales a
cada individuo y que lo caracterizan. La segunda en cambio contiene estados que son comunes para la sociedad
toda, esta representa el tipo colectivo y la sociedad sin la cual no existiría. A pesar de ser distintas, ambas
conciencias se encuentran relacionadas porque en suma son solo una, hay para las dos un solo y mismo substrato
orgánico. Podemos decir entonces que son solidarias y que es una solidaridad de tipo mecánica que nace de las
semejanzas y que une al individuo con la sociedad y armoniza los movimientos. Esto ocurre así porque al ser los
móviles colectivos, en todas partes son los mismos y producen efectos iguales por ende cada vez que entran en
juego, las voluntades se mueven de manera espontánea y en conjunto en el mismo sentido.
Esta solidaridad que Durkheim denomina mecánica se expresa en el derecho represivo. Los actos que este prohíbe
son de dos clases a saber: o manifiestan una desemejanza demasiado violenta entre quien lo lleva a cabo y el tipo
social, o bien ofenden el órgano de la conciencia común. En ambos casos la fuerza herida por este crimen, que a su
vez lo rechaza, es la misma, producto de las semejanzas sociales mas esenciales y destinada a mantener la cohesión
social resultante de dichas semejanzas.
A modo de conclusión se podría extraer de todo lo anterior que existe entonces una solidaridad social que proviene
del hecho de que un cierto número de estados de conciencia son comunes a todos los miembros de una misma
sociedad y es a ella a quien el derecho represivo representa materialmente.
Durkheim postula la existencia de una solidaridad distinta a la mecánica; una forma superior que se encuentra en
directa relación con la sanción restitutiva.
Expone entonces las características de este tipo de sanción, para dar cuenta de las particularidades de la solidaridad
orgánica o debida a la división del trabajo.
El autor explica que la característica esencial de la sanción restitutiva, lejos de ser expiatoria, consiste en un intento
de volver las cosas a su estado anterior. En efecto, una condena que se corresponda a esta tipo de sanción no será
penal. La pena existe donde hay proporción entre castigo y falta, y quien falta a las reglas de las sanción restitutiva
ni siquiera ve manchado su honor ni es castigado con una pena difusa.
Es evidente la diferencia diametral que puede encontrarse comparando este caso con uno perteneciente a la
violación de reglas correspondientes a la sanción represiva: toleraríamos por ejemplo una modificación en el
derecho sucesorio pero jamás aceptaríamos que un crimen sea tolerado.
La diferencia radica en que las reglas de la sanción restitutiva o bien no forman parte en absoluto de la conciencia
colectiva, o lo hacen pero en estados débiles.
Durkheim identifica al derecho represivo como el corazón de la conciencia colectiva; mientras que el restitutivo,
compuesto de reglas puramente morales, constituye una parte menos central. Advierte empero que aunque estas
reglas se hallen poco arraigadas, no son acontecimientos de la vida privada que ligan individuos sin unirlos a la
sociedad. Si bien la misma no interviene sin pedido de parte en esta fracción de la vida jurídica, en su función de
dictar el derecho no actúa como conciliadora de intereses privados: aplica las reglas del derecho a la particularidad
del caso.
En efecto, no puede concebirse al derecho de otra manera que socialmente, y por ende su interés no puede ser el
mismo que el de los litigantes.
Ejemplifica, entonces, con el caso del matrimonio para ilustrar cómo incluso en una de las relaciones más privadas
reguladas por el derecho restitutivo se encuentra la sociedad por detrás. Evidentemente el acto de casarse o
separarse es decisión personal de las voluntades, pero la sociedad es quien respalda el poder de estas decisiones y
quien interviene en el caso de incumplimiento del contrato.
Ahora bien, en virtud de sus características la sanción restitutiva reglamenta relaciones de un tipo distinto a las del
derecho represivo; pues no liga directamente la conciencia particular con la colectiva sino aquellas que se producen
entre partes limitadas y especiales de la sociedad.
En estas circunstancias, la misma intervendrá mediante sus órganos especiales con mayor o menos intensidad, según
sienta el contragolpe. Las relaciones resultantes son clasificadas por Durkheim en dos formas: negativas / de
abstención o positivas / de cooperación; correspondiéndole a cada una clase de solidaridad.
El caso paradigmático de la relación negativa es la que une a la cosa con la persona y se corresponde con el derecho
real, que por si solo da nacimiento al derecho de pertenencia y persecución de la cosa.
El caso es ejemplificado con la validez de la primera hipoteca únicamente, tomando en consideración un objeto
hipotecado dos veces. Se demuestra así sencillamente el componente negativo de esta clase de solidaridad; que no
hace que las voluntades se muevan hacia fines comunes sino simplemente que las cosas graviten en torno a las
voluntades sin chocarse. Es verdad que esto supone reglamentación y prevención de los conflictos, pero nunca
consenso.
Además del derecho de propiedad y sus diversas modalidades, el autor aclara que también relaciones entre personas
generan una solidaridad de la misma clase. Cuando se ponen en ejercicio los derechos reales, las personas que los
detentan se relacionan para reparar o prevenir una lesión, como en el caso de la indemnización que un vecino
pagaría al otro por la construcción de una medianera. La relación repara o previene el perjuicio, pero no tiene nada
de positivo: no implica la cooperación sino solamente la manutención de este tipo de solidaridad, de carácter
negativo.
La conclusión extraída por Durkheim es que en base a las reglas relativas a los derechos reales y a las relaciones
personales caracterizadas anteriormente, se conforma un sistema que no tiene por función el ligar a las partes de la
sociedad, sino diferenciarlas. El lazo social no es entonces positivo aquí y la solidaridad no es verdadera: estamos en
efecto ante su lado negativo, que supone la existencia del positivo.
Es decir, la solidaridad negativa puede existir sólo donde existe otra de naturaleza positiva de la cual es, a la vez,
resultante y condición.
Pues para que los hombres se reconozcan y garanticen los derechos mutuamente es preciso que se sientan atraídos
unos a otros y a una misma sociedad de la que formen parte. No es por la tanto esta una solidaridad específica, sino
el acompañamiento necesario de todo tipo de solidaridad.
Si se quita del derecho restitutivo el de propiedad y semejantes, nos encontramos con un sistema que incluye al de
familia, contractual comercial y administrativo entre otros; regulados estos por un concurso positivo. Por
contraposición al caso anterior, expresan una cooperación derivada de la división del trabajo.
Uno de los ejemplos utilizados por Durkheim es el derecho familiar, encargado de determinar las disposiciones
matrimoniales y los deberes y derechos de los esposos. Es la parte del derecho civil que dispone la distribución de
las funciones familiares y evidencia la solidaridad que une a los miembros de una familia como consecuencia de la
división del trabajo domestico.
El autor reconoce que no es lo más usual pensar a la familia bajo este aspecto; sino considerar que la cohesión al
interior de la misma es producto de la comunidad de creencias y sentimientos. Empero, asegura que es ésta división
del trabajo la que domina todo el desenvolvimiento de la familia La reciprocidad, afirma, existe sólo donde hay
cooperación, y la misma no macha sin la división del trabajo. Cooperar es, simplemente, distribuirse una tarea
común.
Es posible afirmar, entonces, que todo el derecho cooperativo de sanciones restitutivas y la solidaridad positiva que
expresa derivan, siguiendo las conclusiones del sociólogo, de la división del trabajo social.
Esta especialización hace que esté en la naturaleza misma de las tareas el escapar a la acción de la conciencia
colectiva. Es por esta razón que las reglas que la determinan no tienen una autoridad trascendente que al ser violada
reclame expiación.
Los objetos a los que se refiere no están siempre presentes en las conciencias y los derechos correspondientes no
siempre deben ser ejercidos. Justamente esa es la causal de la correspondencia de este tipo de reglas con un derecho
de naturaleza restitutiva: no puede haber estados de conciencia fuertes allí donde no hay permanencia ni arraigo.
Las tareas especiales escapan a la conciencia colectiva, pues para que una cosa sea objeto de sentimientos comunes,
debe evidentemente, ser común.
La violación de este tipo de reglas no atenta al alma común de la sociedad, por lo que suscita una reacción
moderada, que opera reestableciendo la regularidad afectada.
Durkheim utiliza su clásica metáfora organicista para comparar este derecho en la sociedad con la función del
sistema nervioso en el organismo: la regulación de las funciones corporales con el objeto de que concurran
armónicamente.
La conclusión extraída de este trabajo es clara: la solidaridad negativa no produce por sí misma ninguna integración
y además no tiene nada de específica.
1. La que liga al individuo directamente a la sociedad, definiendo a la misma como un conjunto más o menos
organizado de creencias y de sentimientos comunes a todos los miembros del grupo. Este tipo colectivo sólo puede
fortalecerse en la medida en que las ideas y las tendencias comunes a todos los miembros de la sociedad sobrepasan
en número e intensidad a las personales. Se caracteriza por ser más enérgica cuanto mayor es este excedente, por lo
que aumenta en relación inversa a la personalidad. El rango máximo de este tipo de solidaridad se alcanzaría
suponiendo la individualidad nula de los integrantes de la comunidad: nada sería en ellos personal y distinto, sino
que su conciencia coincidiría totalmente con la colectiva. Cuando esta solidaridad ejerce su acción, la personalidad
se desvanece: ya no hablamos de individuos sino del ser colectivo. Recibe el nombre de mecánica, bajo este aspecto
la conciencia individual depende del tipo colectivo y sólo sigue sus movimientos como un objeto lo hace con su
propietario.
2. La que, por el contrario, supone la diferencia entre los individuos de una sociedad. Este tipo de solidaridad no es
posible en la medida en que cada uno no tenga una esfera de acción propia, una personalidad. La conciencia
colectiva deja al descubierto una parte de la conciencia individual para que se establezcan funciones especiales que
no reglamentará; y cuanto más extensa sea esta región, más fuerte será la cohesión que resulte de esta solidaridad.
La individualidad del todo aumenta al mismo tiempo que la de las partes; la sociedad resulta cada vez más capaz de
moverse con unidad y simultáneamente cada uno de los elementos (individuos), tiene más movimientos propios.
Esta es la solidaridad orgánica o debida a la división del trabajo, en analogía con los órganos de los animales
superiores: son autónomos, siendo esta la condición de la unidad del organismo.
La división del trabajo anómica
Para el autor la división del trabajo genera, principalmente, solidaridad orgánica. Esta se da en las sociedades
modernas, las cuales son más complejas por el aumento en la densidad material (población) y en la densidad moral
(aumento en las relaciones entre los individuos). En estas se genera una complementariedad de funciones.
La división del trabajo produce, para Durkheim, un intercambio de servicios, una reciprocidad de obligaciones.
Cada uno comienza a depender más de la sociedad cuanto más dividido esta el trabajo, pero a su vez la actividad de
cada uno es más personal cuanto más especializada se halla.
Oponiéndose a las teorías que afirman que la división del trabajo fragmenta la personalidad y que paraliza el libre
ejercicio de las propias facultades, el autor asegura que esta división del trabajo permite que el trabajador no pierda
de vista a sus colaboradores, él actúa sobre ellos y al mismo tiempo recibe su acción. El trabajador no es una
máquina que repite sus movimientos cuya dirección no percibe, sino que sabe que estos van dirigidos a alguna parte,
hacia un fin. Sus acciones tienen un fin fuera de ellas mismas, entonces por uniforme que pueda ser su actividad es
la de un ser inteligente.
La división de trabajo es ante todo una fuente de solidaridad, donde cada función especial exige que el individuo no
se encierre en ella estrechamente, sino que se mantenga en relaciones constantes con las funciones vecinas, que
adquiera conciencia de sus necesidades, etc. Durkheim aclara que el papel que cumple la solidaridad orgánica no es
el de eliminar los conflictos, ya que esto es imposible, sino de moderarlos.
Sin embargo, explica que para que la división del trabajo genere solidaridad orgánica es necesaria una regulación
adecuadamente elaborada que determine las relaciones mutuas de las funciones, cuando esto no sucede la división
del trabajo cae en un estado de anomia (falta de normas), donde las relaciones entre los órganos no se hallan
reglamentadas, Durkheim las llama formas patológicas de la división del trabajo. Y distingue tres:
-El antagonismo entre trabajo y capital. -Las crisis industriales o económicas. -La desunión de las ciencias
En estas tres formas la reglamentación o no existe o no se encuentra en relación con el grado de desenvolvimiento
de la división del trabajo. El primero de los casos se produce como consecuencia de las nuevas condiciones de la
vida industrial. En un principio el aprendiz y el maestro trabajaban en un mismo espacio físico y no sufrían grandes
diferencias, en el siglo XV, con el surgimiento de los gremios aumentó la distinción entre el patrón y el obrero, lo
que generó discordias. Luego las ideas socialistas generaron la enemistad permanente entre obreros y patrones, los
convirtieron en dos razas enemigas. Estas transformaciones en las relaciones se dieron extremadamente rápido lo
cual no permitió una apropiada organización ni equilibrio, las relaciones se encontraban en un estado de
indeterminación jurídica.
En el segundo caso el mercado se extendió tanto que el productor no puede abarcarlo, no puede representarse los
límites, entones la producción carece de regla y freno, se producen de esta forma, crisis económicas.
Las primeras dos formas patológicas, son a las que Durkheim les da más importancia. En la tercera, el autor explica
que los sabios en un principio tenían un sentimiento de unidad, los métodos eran muy generales, tenían un tronco
común y las verdades podían ver el lazo que las unía a un único y mismo sistema. Pero ahora, dice Durkheim, la
ciencia se encuentra dividida en una multitud de estudios de detalle que no se vuelven a juntar y cada una de estas
especialidades utiliza un método diferente. Ya no forman un todo solidario. Lo que necesitan las ciencias es una
ciencia independiente que reconstruya su unidad. Esta función la tiene la Filosofía, la cual sería la conciencia
colectiva de la ciencia. Y es aquí donde introduce una analogía entre el gobierno y la filosofía: “el gobierno es a la
sociedad lo que la filosofía a la ciencia”. Por último es importante destacar la concepción de Durkheim sobre el
gobierno. El gobierno o estado, como organismo independiente, es el encargado de realizar y mantener la unidad
mediante una reglamentación. El autor cree muy importante idear formas morales apropiadas por las cuales fuera
posible equilibrar los intereses en conflicto.