1. Orfeo, hijo del dios Apolo y la musa Calíope, era el músico más grande de su tiempo. Se enamoró de la dríade Eurídice pero ella murió tras ser mordida por una serpiente. 2. Destrozado por su pérdida, Orfeo decidió descender al inframundo para pedirle a Hades que le devolviera a Eurídice. 3. Con su música, Orfeo logró conmover a Hades, quien aceptó devolverle a Eurídice con la condición de que no mirara atr
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1. Orfeo, hijo del dios Apolo y la musa Calíope, era el músico más grande de su tiempo. Se enamoró de la dríade Eurídice pero ella murió tras ser mordida por una serpiente. 2. Destrozado por su pérdida, Orfeo decidió descender al inframundo para pedirle a Hades que le devolviera a Eurídice. 3. Con su música, Orfeo logró conmover a Hades, quien aceptó devolverle a Eurídice con la condición de que no mirara atr
1. Orfeo, hijo del dios Apolo y la musa Calíope, era el músico más grande de su tiempo. Se enamoró de la dríade Eurídice pero ella murió tras ser mordida por una serpiente. 2. Destrozado por su pérdida, Orfeo decidió descender al inframundo para pedirle a Hades que le devolviera a Eurídice. 3. Con su música, Orfeo logró conmover a Hades, quien aceptó devolverle a Eurídice con la condición de que no mirara atr
1. Orfeo, hijo del dios Apolo y la musa Calíope, era el músico más grande de su tiempo. Se enamoró de la dríade Eurídice pero ella murió tras ser mordida por una serpiente. 2. Destrozado por su pérdida, Orfeo decidió descender al inframundo para pedirle a Hades que le devolviera a Eurídice. 3. Con su música, Orfeo logró conmover a Hades, quien aceptó devolverle a Eurídice con la condición de que no mirara atr
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Orfeo!». Era Arístides, quien indirectamente había causado la muerte de Eurídice.
«No pude soportar el remordimiento y me quité la vida. Ya solo puedo aspirar a
obtener tu perdón». Perdonarle (21); pedirle algo a cambio (37). MICRODÉDALO: MICRODÉDALO 1 45. «Traicionaste a Hermafrodito conduciéndolo a una trampa» (32). +1 46. Los dedos ágiles del citaredo interpretaron la más triste melodía que jamás se oyó en aquel oscuro reino. Hades la escuchó con deleite, pero entonces observó el frío rostro de Perséfone y vio que de sus ojos brotaban abundantes lágrimas. ORFEO «¡Basta!», gritó. «Está bien, puedes llevarte a Eurídice. Sal de mi reino, ella te Orfeo, hijo del dios Apolo y de la musa Calíope, fue el mú- seguirá. Pero si dudas de mi palabra, volverá a morar entre los muertos» (17). sico más grande de todos los tiempos. Provisto de su lira, 47. Los arpegios disiparon fácilmente aquellas voces crueles, y la marcha, ameni- zada por la música, ya no fue tan penosa, y así Orfeo alcanzó al fin tierra firme (35). fabricada por Hermes con el caparazón de una tortuga, y 48. Orfeo penetró en la oscura gruta indicada por la náyade, siempre acompaña- de su talento, únicamente comparable al de su divino pro- do del ruido de una suave corriente. Así llegó a un maravilloso palacio subterráneo genitor, era capaz de conmover no solo a hombres y a fie- junto a un río en cuyas orillas crecían miles de amapolas. Un vado permitía cruzarlo más allá del palacio. Entonces apareció un muchacho desnudo con alas negras que ras, sino también a los árboles, piedras y ríos, que detenían nacían de sus hombros y se le acercó. «Sé a qué has venido, Orfeo; soy Hipnos, guar- su curso por el influjo de su música. dián de la entrada al Inframundo. Ven, por favor», le indicó, y llevándole a la orilla del río, le dijo: «Te dejaré pasar, pero antes, como tributo a mí, debes beber de Tras acompañar a Jasón y a los argonautas en la aventura estas aguas». Tocar la lira (4); beber (9, si tienes AGUA y 14, si no tienes). en la que lograron hacerse con el vellocino de oro, Orfeo 49. «Me llamo Hermafrodito y me dirijo a Caria», dijo el joven. Orfeo también le volvió a su hogar y allí se enamoró de una dríade llamada contó su historia, y el mancebo se quedó estupefacto cuando escuchó que quería descender al Hades. Entonces le ofreció una moneda, diciendo: «Toma este óbolo; Eurídice, la cual, cautivada por su arte, aceptó unirse a él no llegarás muy lejos sin él, si es que consigues entrar allí. Ahora debo partir». en matrimonio. Pero el día de su boda, Arístides, un rústico Apunta ÓBOLO. Si tienes HERMAFRODITO, ve al 27; si no, apúntalo. Volver y seguir de frente (60); volver e ir por la izquierda (16). amigo de Orfeo, se emborrachó y corrió tras Eurídice con 50. «Pero ofendiste a las Moiras», dijo otra. «Te quedarás aquí para siempre», habló la tercera. «Es el castigo de quien osa perturbar el orden del cosmos». FIN. 51. Como todas las fieras, Cerbero también se plegó al maravilloso citaredo, tan manso como una oveja, permitiendo que continuara su camino (32). la intención de hacerla suya. La dríade, aterrorizada, se alejó de su ebrio perseguidor a la carrera, con tan mala suerte que en su huida pisó una serpiente y esta le mordió ORFEO 52. La melodía cautivó enseguida al implacable Minos, y todo el tribunal se es- en el pie, inoculándole un veneno que acabó con su vida. Microdédalos es una serie de ficción interactiva impresa en una sola tremeció cuando se le escapó una lágrima al mismísimo juez del Infierno (3). Orfeo, destrozado y hundido por la pérdida de su amada hoja de papel. Para jugar necesitas un lápiz, una goma e imprimir este 53. Borra CENIZA. Orfeo tomó en su mano la ceniza y la sopló alrededor, tiznando documento en un folio por ambas caras, doblándolo como un tríptico: con ella los cuerpos invisibles que le acechaban. Eran formas monstruosas, pero Eurídice, se retiró a los bosques, donde lloraba su desgra- nunca se le acercaban demasiado; solo le infundían miedo y desánimo con sus cia entonando elegías con la lira a la sombra de los árbo- voces. Al saberse visibles, huyeron y pudo al fin continuar sin oposición (35). les, que se combaban afligidos por su canto desesperado, 54. Al fin comprendió; supo que aquellas señoras eran trovadoras como él, y que estaba estropeando la armoniosa sinfonía que estaban tejiendo para sustentar los y rodeado de bestias salvajes que gemían constantemente cimientos del cosmos. Se dio la vuelta y la vio, radiante, siguiendo sus pasos con sus a su alrededor, contagiadas de su hondo pesar. Tan sentido gráciles pies desnudos. La abrazó con fuerza, le dijo que la amaba, y al soltarla, su imagen sonriente se desvaneció. Y Orfeo al fin encontró la paz. FIN. fue su canto que incluso las dríades de todos los bosques 55. «He conocido a un joven con ese nombre, pero ya ha partido», explicó Orfeo. cercanos acudieron a llorar a su lado. Una de ellas, pro- La aventura se divide en párrafos numerados, al final de los cuales «Entonces llévate mi llanto contigo, pues del lugar a donde vas no has de regresar fundamente conmovida, le desveló que en una parte del suele haber varias opciones en cursiva y acompañadas de números en jamás», contestó la náyade. Para recoger sus lágrimas en la cantimplora, apunta negrita que indican qué párrafo debes seguir leyendo según tu elección. LÁGRIMAS; si ya tienes AGUA, decide cuál de las dos quieres conservar y borra la otra. bosque donde ella moraba había una entrada al Infra- Más abajo verás una lira y un apartado para anotar claves. Cada vez Volver e ir al frente (60) o a la derecha (34). mundo, el lugar a donde van las almas de los muertos, y le que uses la lira, tacha una cuerda; si tachas las tres, no podrás volver a 56. Unas mujeres de cabellos serpentinos que blandían látigos acudieron a la lla- propuso que se adentrara en las profundidades del reino usarla aunque se te ofrezca la opción. A veces se te indicará que apuntes, mada de Orfeo. «Estoy vivo; no debería estar aquí», advirtió. «Es cierto», dijo una de ellas. Si tienes ERINIAS, ve al 50; si no, ve al 3. gobernado por Hades para pedirle que permitiera a Eurí- borres o uses una clave determinada escrita en mayúsculas; obviamente, dice regresar al mundo de los vivos. Orfeo, sin nada ya que solo puedes usarla o borrarla si la tienes apuntada. Cuando estés listo 57. «Ayudaste a las Moiras a perpetrar la desgracia de Hermafrodito» (32). +1 para comenzar, lee la contraportada (página 6). 58. Por más que lo intentara, Orfeo no podía ocultarse de las Erinias, pues estas perder, se dispuso a emprender la que sería su última portaban antorchas con las que siempre terminaban encontrándolo. Resignado, aventura. ¿Podrás ayudarle a rescatar a su amada Eurídice cerró los ojos esperando su final, pero al abrirlos, sus perseguidoras habían des- CLAVES aparecido. Sin embargo, comenzaron a sonar sus voces en su cabeza. «¡Ríndete, del Inframundo? Compruébalo pasando al párrafo 1. ríndete!», repetían sin cesar, allá a donde iba. Apunta ERINIAS y ve al 24. Microdédalo 1: Orfeo es una obra realizada en 2015 por Juan 59. Borra CARNE y LETEO. Cerbero devoró la carne con avidez, pues no acostum- braba a disfrutar de tales manjares. Pronto, las aguas del Leteo hicieron su efecto y Pablo Fernández del Río para la web Librojuegos.org, revisada el monstruo pareció confundido, lo cual aprovechó Orfeo para escabullirse (32). por Fernando Lafuente Clavero y maquetada por J. P. Fernández. Se prohíbe su reproducción, distribución, comunicación pública o 60. El camino sinuoso no llevaba a ninguna parte, pues tras varias vueltas y revueltas volvía al mismo punto; pero a un lado se erigía una cabaña de la que transformación sin permiso expreso de sus titulares. emergía el olor de un guiso. Entrar en la cabaña (28); volver e ir a la derecha (34) o Más información en http://librojuegos.org/microdedalos a la izquierda (16). e-mail: jp.fdez@hotmail.com
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1. El bosque de la dríade, bañado por la luz de un sol naranja y amenizado con el 17. Orfeo obedeció y desanduvo el camino sin mirar atrás: pasó por el tribunal tribunal: «Este tracio ha venido a la tierra de los muertos, y como ellos será juzgado. coro de mil aves cantoras, parecía sacado de un sueño. Sin embargo, tan idílica es- de Minos, la guarida de Cerbero y volvió a cruzar el Aqueronte. No sabía con certeza Veamos cuáles han sido sus aciertos y errores». Ve al párrafo indicado según las cena se truncó cuando, cerca de un monte, las tupidas copas bloquearon los rayos si Eurídice le seguía, pero no podía cerciorarse, pues, de hacerlo, la perdería para claves que tengas: LÁGRIMAS (57), TRAICIÓN (45), ERINIAS (15), CONDENA (20), causando una noche perpetua y los trinos se acallaron dejando en torno un silencio siempre. Ya cerca de la salida se le acercaron tres ancianas. Eran las Moiras. «Orfeo, PERDÓN (38). Suma las cantidades que aparezcan al final de dichos párrafos; luego sepulcral. A la izquierda se adivinaba el manso rumor de un lago; a la derecha, un estás enredando las hebras del destino», dijo una. «Si sales de la cueva con Eurídice, vuelve y dirígete al párrafo indicado según la suma obtenida: 2 o más (26), 1 (2), 0 o tenue resplandor apenas combatía la oscuridad; de frente la hierba aplastada marca- los mortales sabrán que hay una manera de regresar del mundo de los muertos», menos (10); o bien, toca la lira sin hacer la suma (52). ba una estrecha vereda. Ir a izquierda (16); ir a la derecha (34); seguir de frente (60). dijo otra. «El Infierno acabará invadiéndolo todo», dijo la tercera. «Acepta el des- 33. «No cambiarás tu destino sin ser antes su instrumento», sentenció una. «Te tino, mira atrás y despídete de Eurídice», dijeron todas. Aceptar (54); negarse (5). perderás en las cavernas de Cronos y nunca rescatarás a Eurídice», dijo otra. 2. «Te condeno a expiar tus faltas en el Tártaro», dijo Minos. «Pasarás la eterni- dad contemplando el sufrimiento de los condenados», añadió Radamantis (42). 18. Vertió una de ellas las lágrimas en el guiso, y este al instante despidió un olor «Vuelve y cumple nuestro encargo, o abandona y despídete de tu amada», añadió a melancolía que invadió todo el bosque. «Ahora todas las criaturas cercanas serán la tercera. Entonces Orfeo despertó y se dio cuenta de que todo había sido un mal 3. Y absuelto al fin, Orfeo llegó a los Campos Elíseos, donde Hades, rey del Infra- atraídas al lago, y se cumplirá el destino del hijo de Hermes y Afrodita», dijo una. sueño. Borra todo y vuelve a comenzar en el 1. mundo, tenía su palacio. A su izquierda, su esposa, la bella Perséfone permanecía «Tú lo has hecho posible, Orfeo; por tanto, atente a las consecuencias» (11). muda e impasible en su trono. «Has llegado muy lejos», dijo Hades. «En verdad 34. Ve al 43 si ya has estado aquí. La claridad provenía de una hoguera encendida amas a esa muchacha. Pero debemos respetar las reglas». Tocar la lira (46); apelar 19. «Lo siento, ninfa: marcho al Hades a rescatar a Eurídice; no puedo ayudarte», en un claro, junto a la cual descansaba un hermoso joven que asaba carne en ella. a su compasión (22). le dijo Orfeo. «Entonces llévate mi llanto contigo, pues del lugar a donde vas no has «Ah, un viajero, como yo», exclamó al ver a Orfeo. «Siéntate al fuego, compartiremos de regresar jamás», contestó la náyade. Para recoger sus lágrimas en la cantimplora, este asado». Sentarse con él (49); volver e ir de frente (60) o a la izquierda (16). 4. Apenas comenzó Orfeo a rasgar las cuerdas, cuando la calmosa corriente del apunta LÁGRIMAS; si ya tienes AGUA, decide cuál de las dos quieres conservar y borra río se detuvo y se abrió para que pasara. Entonces Hipnos le dijo: «Ve, pues el río 35. De allí salía un camino que conducía a un inmenso lago burbujeante, por cuya la otra. Borra HERMAFRODITO. Volver e ir al frente (60) o a la derecha (34). playa deambulaban las sombras de miles de muertos que se precipitaban en turba del Olvido no quiere arrebatarte tus recuerdos». Y Orfeo cruzó al otro lado (35). 20. «Condenaste a un amigo a vagar por las playas del Aqueronte» (32). +1 a la orilla suplicando entre gemidos en cuanto veían aparecer una barca. Mezclarse 5. «¡Jamás!», gritó Orfeo, y salió raudo de la cueva. Pero, cuando se dio la vuelta, entre los muertos (44); evitarlos y acercarse directamente a la orilla (7). Eurídice no estaba allí. «¡Maldito seas, Hades! ¡Me has mentido!», se lamentó. Volvió 21. «Te perdono», dijo Orfeo, de corazón. «Gracias, amigo», respondió Arístides, y le suplicó al barquero que le llevara de nuevo, mas este se negó. «No se puede dejando caer una lágrima, y se alejó ya tranquilo. Apunta PERDÓN y ve al 7. 36. Otros muchos como Tántalo sufrían allí, pero Orfeo solo podía contemplar contradecir a las Moiras», adujo. Y Orfeo terminó sus días solo y amargado. FIN. 22. «¿Compasión? En mi reino no existe tal cosa. Vuelve al mundo de los vivos, su tormento sin poder hacer nada. Solo le quedaba el recuerdo de Eurídice. FIN. 6. La náyade había desaparecido del islote y el lago estaba triste y desierto. Aún Orfeo; resígnate». Mas Orfeo se negó a regresar. Se quedó allí como trovador de 37. Arístides llevaba un óbolo en la mano. «Te perdonaré si me das ese óbolo», puedes recoger AGUA, pero si ya tienes LÁGRIMAS, debes elegir una y borrar la otra. Hades esperando encontrarse algún día con Eurídice, pero nunca más la vio. FIN. dijo Orfeo. «¡Pero lo necesito para el barquero! ¡Pasaré cientos de años aquí si no Volver atrás y seguir de frente (60); ir a la izquierda (16). 23. «¿Pretendes conmovernos?», preguntó una. «Somos sordas y ciegas», dijo le pago!». «Ese es el precio de mi perdón», insistió Orfeo. «Está bien», aceptó Arísti- otra. «Pero, ¡si podéis oír mis palabras!», exclamó Orfeo. «Solo vemos y oímos las des, entregándole el óbolo y marchándose después, taciturno. Apunta ÓBOLO, pero 7. Llegó de nuevo la barca a la orilla y la turba volvió a correr hacia ella, pero esta si ya tenías uno, apunta en su lugar DOS ÓBOLOS. Apunta también CONDENA y ve al 7. vez Orfeo era quien se encontraba más cerca. Tenía enfrente al barquero, un viejo hebras de tu sino», afirmó la tercera (33). sucio y de larga barba canosa, con ojos encendidos en llamas, que manejaba el remo 24. Orfeo luchó con todas sus fuerzas contra la pesadumbre que se abría paso en 38. «Perdonaste a Arístides por haber provocado la muerte de Eurídice» (32). -1 con suma destreza. «Tú no eres una sombra», dijo, con su voz cascada. «El viaje te su interior. Para sentirse más ligero, se deshizo de cuanto portaba (borra todas las 39. Dejando atrás el Aqueronte, Orfeo continuó por la gruta, que se estrechaba costará dos óbolos». Tocar la lira (12); pagar DOS ÓBOLOS (31). claves, excepto LÁGRIMAS y ERINIAS, si las tienes), conservando solo su lira. Al cabo de cada vez más, hasta llegar a un paso vigilado por el can más grande y horrendo que 8. La melodía sedante y melancólica que empezó a tejer Orfeo no parecía afectar un tiempo, las voces cesaron y el desalentador pantano dio paso a tierra firme (35). jamás viera. Era Cerbero, el perro tricéfalo, que, olisqueando el aire viciado, perci- a las furiosas Erinias, que sacaron unos látigos con los que pretendían azotarle. 25. Alzaron sus látigos, pero no llegaron a restallarlos, pues de sus ojos, por pri- bió la presencia de un extraño y se lanzó para devorarlo. Solo la cadena que le suje- Seguir intentándolo (25, tacha otra cuerda); correr (58). mera vez, brotaron lágrimas en lugar de sangre, y entonces las Erinias supieron lo taba a la roca lo impidió. Tocar la lira (51) o echarle un trozo de CARNE rociada con que era la compasión. «Nunca te perdonaremos esto. ¡Vete, y maldito seas!» (35). LETEO (59); si no puede hacer nada de lo anterior, Orfeo se quedará atrapado para 9. Orfeo sumergió la cantimplora en el río, pero al estar repleta ya de agua, no se siempre en el Hades (FIN). llenó. La bebió de un trago (borra AGUA), y le pidió al muchacho que le dejara pasar. 26. «Tus errores pesan demasiado, tracio», juzgó Minos. «Crees que todo vale Este, sorprendido, cumplió su palabra y dejó que Orfeo atravesara su palacio. Si para recuperar a Eurídice». Y Radamantis dictó: «Tu alma vagará sola por las recón- 40. «Ven conmigo», le propuso Orfeo, «te llevaré a un lago donde podremos relle- quieres que Orfeo recoja agua del río, apunta LETEO; después ve al 35. ditas sendas de los Campos del Duelo y nunca volverás a ver a quien amas». FIN. nar la cantimplora». El joven, confiado, aceptó ser conducido al lago, y una vez allí se acercó a él para aprovisionarse de agua. De repente, surgieron del interior los 10. «Estás libre de culpa», declaró Minos. «Puedes entrar en el palacio de Hades. 27. Así que aquel era el joven que había rechazado el amor de la náyade. Atraerlo brazos de la náyade, que se agarró con fuerza a Hermafrodito y lo arrastró al fondo. Volveremos a vernos... cuando mueras» (3). al lago (40); volver atrás y seguir de frente (60) o a la izquierda (16). Al poco, el muchacho emergió, pero ya no era el mismo: aunque conservaba su 11. Cayó Orfeo en un sopor del que despertó repentinamente en medio de un 28. Tres ancianas arrugadas hilaban sentadas en sus butacas, y junto a ellas rostro masculino, se le habían desarrollado dos pechos femeninos. «Maldito seas, pantano en el interior de una amplia caverna. Se levantó enlodado, a duras penas, hervía un guiso en una marmita. «¿Cómo podéis vivir, señoras, en este inhóspito Orfeo; ¡me has engañado!», gritó el joven. «Como náyade te debo un favor, y por pues el cuerpo le pesaba; sobre todo los pies, los cuales arrastraba por la ciénaga. lugar?», preguntó Orfeo. «Vivimos, porque aquí hemos de enredar dos hilos de eso te diré por dónde se entra al inframundo; pero como Hermafrodito espero que Pronto aquel pesar anidó en su ánimo y se detuvo, incapaz de avanzar. Soplaba un nuestra madeja», dijo una. «El guiso está preparado, solo faltan las lágrimas de la vayas allí para nunca volver». Apunta TRAICIÓN y ve al 48. viento seco que susurraba al pasar: «Desiste; no puedes seguir; vas a morir». Sin náyade», dijo otra. «¿Nos las darás?», preguntó la tercera. «Solo así podrás bajar al 41. Abrió los ojos Orfeo y despertó en una gruta oscura como la noche. Descendió embargo, nadie había allí. Tocar la lira (47); usar CENIZA (53); continuar (24). Hades», dijeron las tres. Entregar las LÁGRIMAS (18); entregar AGUA (13); tocar la largo trecho hasta llegar a una amplia caverna, donde vio tres grandes murciélagos 12. Al oír la lira, la miríada de sombras que allí se hallaban se sentaron en torno lira (23); no hacer nada (33). revolotear cerca del techo. Estos descendieron con pasmosa rapidez y, plantándose a Orfeo, y por un momento olvidaron sus cuitas. Incluso el adusto barquero quedó 29. «¿Qué congoja podría ensombrecer el corazón de tan hermosa criatura?», frente a él, se descubrieron como las Erinias, de cabellos serpentinos y ojos que llo- tan impresionado que se ofreció a llevarle gratis. «Toma, para el can», le dijo al quiso saber Orfeo. La náyade lo miró con los ojos inundados de negras lágrimas, y raban sangre. «Osaste engañar a nuestras hermanas, las Moiras», afirmó una. «Tal llegar a la otra orilla, entregándole un trozo de carne. Apunta CARNE y ve al 39. enjugándoselos le contestó: «Bien sabes tú, Orfeo, que por amor se sufre un mundo; afrenta al destino clama su venganza», dijo otra. «Pues si tú triunfas, triunfará el 13. Borra AGUA. En cuanto una de las ancianas vertió el agua, todas chillaron al por eso, te pido, compadécete de mí, y si ves a un bello mancebo de nombre Her- caos», sentenció la tercera, tras lo cual, se lanzaron a por su víctima. Tocar la lira unísono: «¡Nos has engañado! ¡Te arrepentirás, Orfeo! ¡Somos las Moiras, y jamás mafrodito, atráelo a mi lago para que pueda recuperar la alegría. A cambio, sabré (8); correr (58). permitiremos que cambies tu destino!» (41). recompensarte». Si tienes HERMAFRODITO, ve al 55; si no, apúntalo. Negarse (19); 42. El Tártaro era el lugar más espantoso del Inframundo; los alaridos de los tor- volver atrás y seguir de frente (60) o a la derecha (34). 14. El trago fue refrescante e incluso reconfortante, porque al poco Orfeo notó turados acentuaban el pavor al contemplar los tormentos a los que eran sometidos. que sus penas se disipaban. Ya no estaba preocupado por Eurídice; es más, ¿quién 30. Borra AGUA o CARNE. Tántalo tragó, colmado de placer durante un breve Allí Orfeo conoció a Tántalo, un rey condenado a pasar sed y hambre; sumergido era Eurídice? ¿Y quién era él? Nunca logró averiguarlo, pero aquel amable mucha- lapso. «¡Gracias!», repetía. «Habla con las Erinias, ellas te sacarán de aquí» (56). hasta el cuello en un lago junto a un árbol frutal, el agua y las ramas se apartaban cho le dejó morar toda su vida en su palacio junto al Leteo, el río del olvido. FIN. 31. Borra DOS ÓBOLOS. Una vez hecho el pago, el barquero transportó a Orfeo cada vez que intentaba llevárselas a la boca. «¡Dame algo de beber o de comer, te 15. «Has sido marcado por las Erinias» (32). +2 por el lago burbujeante hasta la otra orilla. «De todas maneras, no llegarás muy lo suplico!», le rogó al verle. Dar AGUA o CARNE (30); pasar de largo (36). lejos», le dijo. «Cerbero no te dejará pasar» (39). 43. En el claro ya solo quedaban los rescoldos de la hoguera. Recoger un poco de 16. Ve al 6 si ya has estado aquí. Poco a poco, los árboles se fueron abriendo a un lago de negras aguas que infundía en el alma una contagiosa melancolía. Sentada en 32. Superado el último guardián, a Orfeo aún le esperaba la prueba más dura: el ceniza (apunta CENIZA); volver y seguir de frente (60) o a la izquierda (16). un islote cercano, una náyade lloraba y de sus ojos fluía un río de lágrimas oscuras veredicto de Minos, juez del infierno. El antiguo rey de Creta se dedicaba ahora a 44. Cuando la barca se alejaba, las sombras volvían a vagar, unas murmurando y que se vertían en el lago, ennegreciéndolo. Llenar la cantimplora (apunta AGUA); juzgar a los muertos, y su severidad era proverbial. Sentado en una urna gigante, y otras sollozando. Todas ignoraban a Orfeo, absortas como estaban en su errático hablar con la náyade (29); volver y seguir de frente (60) o a la derecha (34). asistido por un jurado mudo y por su hermano Radamantis, recibió a Orfeo ante el caminar; todas excepto una que se le acercó aprisa. «¡Orfeo!», gritaba, «¡Perdóname,