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COORDINACIÓN DE PASANTÍAS

PASANTÍAS PROFESIONALES 2023-1

TEMAS
(POR CARRERA)
INGENIERÍA ELECTRÓNICA
Análisis de los instrumentos de medición eléctricos, analógicos y digitales
existentes en el mercado.
PROCESOS GERENCIALES
Los indicadores de gestión y el mejoramiento continuo, calidad y productividad en
las organizaciones públicas.
DERECHO
Análisis crítico de las distintas etapas que conforman el proceso contencioso
funcionarial

El Contencioso Administrativo y el Amparo Constitucional en la Función Pública


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PUBLICACIÓN RECIENTE

Sala de Casación Social estableció que la carga de la prueba en materia procesal


laboral se distribuye según la forma en la que se conteste la demanda
22-Feb-2023

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I. INTRODUCCIÓN
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El Régimen Jurídico de la Función Pública en Venezuela se encuentra contenido
en la nueva Ley del Estatuto de la Función Pública publicado en la Gaceta Oficial
N° 37.482 de fecha 11 de julio de 2002. Esta Ley, además de regular el régimen
de administración de personal y determinar los derechos y deberes de los
funcionarios públicos, consagra en su título VIII todo un proceso dirigido a
controlar en vía judicial el acto, actuación, hecho u omisión de la Administración
en ejercicio de la función pública que sea contrario a derecho y afecte en forma
negativa la esfera jurídico subjetiva del funcionario.

A los efectos de materializar dicho control, el nuevo Estatuto determinó los


órganos judiciales encargados de la revisión de los actos y actuaciones en vía
judicial, estableció la acción a través de la cual los funcionarios pueden hacer
valer sus derechos frente a la Administración y consagró un proceso contencioso
administrativo funcionarial de naturaleza subjetiva, que se complementa con las
disposiciones previstas en la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia y el
Código de Procedimiento Civil.

En realidad, la nueva Ley del Estatuto de la Función Pública sólo establece la


posibilidad de aplicar supletoriamente al proceso contencioso funcionarial las
normas del Código de Procedimiento Civil que regulan el procedimiento breve, y
no hace mención alguna a las normas de la Ley Orgánica de la Corte Suprema de
Justicia sino únicamente para la revisión de las causales de admisión de la
querella y el procedimiento a seguir en segunda instancia. No obstante,
consideramos que siendo el proceso funcionarial un proceso de naturaleza
contenciosa, tal como lo califica la propia ley, resultan aplicables, sin duda, como
principios generales, las normas previstas en la LOCSJ que regulan los procesos
contenciosos en general.

Hecha esta salvedad, estudiaremos el contencioso de la función pública desde


tres puntos de vista haciendo especial referencia a las modificaciones introducidas
en cada uno de estos ámbitos por el nuevo marco legal. Así, en primer término,
examinaremos el contencioso funcionarial desde el punto de vista orgánico, es
decir, respecto de los órganos a quienes corresponde el control judicial de los
actos, hechos u omisiones de la Administración en ejercicio de la función pública.
Seguidamente, analizaremos el proceso contencioso funcionarial desde el punto
de vista material y, en tal sentido, aludiremos a las materias que pueden ser
objeto de la querella y que fueron ampliadas por el nuevo régimen legal.
Posteriormente, nos referiremos al contencioso de la función pública desde el
punto de vista procesal, ámbito en el que se verificó uno de los más relevantes
cambios al establecerse en el nuevo marco legal del Estatuto de la Función
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Pública un procedimiento expedito, breve, gratuito y oral acorde con el principio de
tutela judicial efectiva consagrado en el artículo 26 de la Constitución.

Finalmente, estudiaremos la acción de amparo en el proceso contencioso


funcionarial y, en tal sentido, haremos referencia al régimen de competencias en
esta materia, las condiciones establecidas por la jurisprudencia para su
procedencia y el procedimiento aplicable.

II. ÁMBITO ORGÁNICO DEL PROCESO CONTENCIOSO


FUNCIONARIAL

La Ley de Carrera Administrativa de 1975, establecía en su artículo 73 la creación


del Tribunal de la Carrera Administrativa como órgano encargado de conocer y
decidir las reclamaciones formuladas por los funcionarios o aspirantes a ingresar
en la carrera administrativa, cuando considerasen lesionados sus derechos por
disposiciones o resoluciones de los órganos de la Administración Pública
Nacional. De esta forma la antigua Ley de Carrera Administrativa confirió a este
tribunal la competencia especial a nivel nacional para ejercer en primera instancia,
el control judicial de los actos y actuaciones de la Administración Pública Nacional
en ejercicio de la función pública.

El nuevo Estatuto de la Función Pública, sin embargo, eliminó el Tribunal de la


Carrera Administrativa, atribuyendo en forma temporal la competencia en esta
materia, hasta tanto se dicte la Ley que regule la jurisdicción contencioso
administrativa, a los Juzgados Superiores Contencioso Administrativos del lugar
donde hubieren ocurrido los hechos o donde funcione el órgano o ente de la
Administración Pública que dio lugar a la controversia (Disposición Transitoria
Primera).

Como puede observarse, ya no se concentra en un solo tribunal la competencia


en materia funcionarial, sino que ésta queda distribuida ahora por razón del
territorio. Asimismo, a diferencia de la regulación contenida en la derogada Ley de
Carrera Administrativa, tampoco se limita la competencia de dichos Juzgados a
las controversias de índole funcionarial que ocurran en el ámbito de nacional de la
Administración Pública, pues el nuevo Estatuto de la Función pública incluye
ahora dentro de su ámbito de aplicación a los funcionarios de la Administración
Pública a nivel estadal y municipal.
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En este sentido, la ley ordena la distribución a los Juzgados Superiores


Contenciosos de los expedientes que cursen en el Tribunal de la Carrera
Administrativa en un lapso máximo de treinta (30) días continuos dentro del cual
se entenderán paralizados los procesos (Disposición Transitoria Cuarta).
Igualmente prevé, hasta tanto se dicte la ley que regule la jurisdicción contencioso
administrativa, la creación en la Región Capital de los Juzgados Superiores
quinto, sexto y séptimo de lo contencioso administrativo, los cuales serán
integrados por cada uno de los magistrados que conformaban el Tribunal de la
Carrera Administrativa (Disposición Transitoria Segunda). Todas estas medidas
deberán implantarse de inmediato pues la nueva ley, a diferencia de su
predecesora, no estableció una vacatio legis para ello.

De esta forma, el nuevo Estatuto de la Función Pública atribuye a los Juzgados


Superiores Contencioso Administrativos la competencia para conocer, en primera
instancia, las controversias que surjan entre la Administración Pública y los
funcionarios a su servicio. Corresponderá a la Corte Primera de lo Contencioso
Administrativo el conocimiento en segunda instancia de las apelaciones que se
intenten contra las decisiones de dichos juzgados.

Concretamente es en el artículo 93 del Estatuto que se consagran las


competencias de estos Juzgados en materia de función pública al establecerse
que a ellos corresponde conocer:

1. Las reclamaciones que formulen los funcionarios o aspirantes a ingresar en la


función pública cuando consideren lesionados sus derechos por actos o hechos
de los órganos de la Administración Pública.
2. Las solicitudes de declaración de nulidad de las cláusulas de los convenios
colectivos que se suscriban entre la Administración Pública y los funcionarios a su
servicio.

Analizando la norma contenida en el artículo 93, puede sostenerse que la


competencia de los Juzgado Superiores Contenciosos se determina, entonces, a
través de los siguientes parámetros, a saber: (i) la materia, (ii) los sujetos y (iii) el
territorio.
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(i) Desde el punto de vista material los Juzgados Superiores conocerán de
todas las controversias de índole funcionarial que surjan con ocasión de
la relación de empleo público que se establece entre los órganos de la
Administración Pública y los funcionarios a su servicio, sobre
situaciones reguladas en el Estatuto de la Función Pública.

(ii) Desde el punto de vista subjetivo la competencia de los Juzgados


Superiores estará limitada a conocer de las controversias de índole
funcionarial que se verifiquen en el ámbito de la Administración Pública
en todos los niveles político-territoriales, pues como ya lo señalamos, el
nuevo Estatuto, a diferencia de las anteriores, extendió también sus
efectos a los administraciones públicos estadales y municipales.

No obstante, debe tenerse presente que ya los Juzgados Superiores mantenían la


competencia para conocer de las controversias de índole funcionarial que se
suscitaban a nivel estadal y municipal, competencia esta que si bien hasta ahora
no venía atribuida por la Ley y los estatutos de carrera derogados, desde que
éstos sólo se aplicaban a los funcionarios de la Administración Pública Nacional,
les corresponde por atribución expresa del artículo 181 de la Ley Orgánica de la
Corte Suprema de Justicia.

(iii) Finalmente, por el territorio la competencia corresponderá, en cada caso


concreto, al Juzgado Superior Contencioso con jurisdicción en el lugar
donde hubieren ocurrido los hechos o donde opere el órgano de la
Administración Pública que dio lugar a la controversia.

III. AMBITO MATERIAL DEL PROCESO CONTENCIOSO FUNCIONARIAL

El ámbito material del proceso contencioso funcionarial atiende a las materias que
pueden ser objeto de la querella como medio típico de impugnación en el proceso
contencioso funcionarial.

En ese sentido, la querella no sólo puede tener por objeto la nulidad de un acto
formal de la administración, sino que puede comprender cualquier otra pretensión
que conlleve al restablecimiento de la situación jurídica infringida. Concretamente,
la querella puede tener por objeto cualquiera de los contenidos que informan la
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competencia de la jurisdicción contencioso administrativa regulados en el artículo
259 de la Constitución, esto es, la anulación de actos administrativos generales o
individuales contrarios a derecho, incluso por desviación de poder; la condena de
la Administración al pago de sumas de dinero y el resarcimiento de daños y
perjuicios; y el restablecimiento de la situación jurídica infringida.

El artículo 93 del nuevo Estatuto sobre la Función Pública al hacer referencia a las
competencias de los tribunales superiores contenciosos en materia funcionarial,
delimita igualmente las materias que pueden ser objeto de la querella. Así, pueden
ser objeto de la querella, todo acto, actuación, hecho u omisión derivado de la
relación de empleo público que se establece entre la Administración y sus
funcionarios y la solicitud de nulidad de las cláusulas de convenciones colectivas.

(i) Cuando la querella se ejerce contra un acto formal de la administración


que causa estado, participa de la naturaleza y elementos que definen al
recurso de anulación y, en este sentido, puede estar referida a la
nulidad de actos de efectos generales (i.e. llamados a concursos) como
de actos de efectos particulares (i.e. destituciones, amonestaciones,
evaluaciones).

(ii) La querella puede tener por objeto también restituir las situaciones
infringidas por actuaciones de hecho de la administración en las que
prescindiendo de todo procedimiento y sin mediar acto alguno se afecta
la esfera del funcionario.

(iii) Pueden también ser objeto de la querella las conductas omisivas,


abstenciones o negativas de la administración, como aquellas que
derivan de la inobservancia de los derechos del funcionario al ascenso,
a la carrera, al cargo, a los permisos y licencias, a las vacaciones etc.

(iv) Constituyen igualmente materia objeto de la querella, la nulidad de las


convenciones colectivas. Tal sería el caso, por ejemplo, de aquellas
convenciones colectivas que hubieren sido suscritas por una
organización sindical que no representa a la mayoría de los
trabajadores del respectivo órgano de la Administración Pública.
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IV. AMBITO PROCESAL DEL PROCESO CONTENCIOSO


FUNCIONARIAL

Siguiendo el esquema establecido en el nuevo Estatuto de la Función Pública,


podemos dividir el proceso contencioso funcionarial en cuatro etapas procesales,
a saber: A. inicio que se configura con la interposición de la querella, B. la
sustanciación que comporta todos los actos típicos de procedimiento, como la
admisión, la novedosa inclusión de una audiencia conciliatoria, la citación,
contestación y la fase probatoria; C. la audiencia oral definitiva en la que el juez
dicta su sentencia y D. la ejecución del fallo.

A. INiCIO DEL PROCESO CONTENCIOSO FUNCIONARIAL


B.
El inicio del proceso contencioso funcionarial se verifica con la interposición de la
querella, medio especial de impugnación que informa al proceso de un verdadero
carácter subjetivo, desde que las materias que constituyen su objeto no se agotan
en un juicio de nulidad al acto, sino que se manifiestan como una contención entre
partes.

(i) La Querella

a. Noción General: El inicio del proceso contencioso


funcionarial, a tenor de lo establecido en los artículos
95 y 97 del Estatuto de la Función Pública, tiene lugar
“mediante el recurso contencioso administrativo en
materia de función pública, el cual consiste en una
querella”. Se trata de un mecanismo que permite a los
funcionarios acudir por ante los órganos judiciales para
solicitar la protección de sus derechos e intereses
frente a actos o actuaciones emanados de la
Administración Pública en ejercicio de la función
pública.

La querella es entonces el medio típico de “impugnación” en el contencioso


administrativo funcionarial y constituye, ante todo, una acción procesal, que no un
recurso en sentido estricto, desde que a través de ella el funcionario afectado
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puede hacer valer distintas pretensiones para la protección de sus derechos e
intereses que no se agotan con la pretensión de nulidad del acto impugnado, tal y
como ocurre en el contencioso general.

Asimismo, nada obsta para que el funcionario afectado solicite las medidas
cautelares que estime pertinentes en protección de sus derechos e intereses pues
el nuevo Estatuto de la Función Pública, en su artículo 109, otorga al juez
contencioso amplios poderes cautelares para dictar las medidas que fueran
necesarias para evitar perjuicios irreparables o de difícil reparación por el fallo
definitivo.

De allí que pueda sostenerse que el objeto de la querella es pleno, no limitado, y


que su naturaleza jurídica es mixta, sui generis, pues podrá accionarse contra
cualquier manifestación del actuar de la Administración funcionarial: actos,
hechos, omisiones y abstenciones y podrá invocarse cualquiera de los supuestos
que informan la competencia de la jurisdicción contencioso administrativa
consagrada en el artículo 259 de la Constitución.

b. Contenido: El nuevo Estatuto de la Función Pública


regula en su artículo 95 el contenido de la querella en
términos similares a los previstos en los artículos 113
de la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia y
340 del Código de Procedimiento Civil, exigiendo a
tales fines la identificación de los accionantes y
accionados, el acto impugnado y los instrumentos
fundamentales, pero con la particularidad -no prevista
en ninguna otra ley hasta los momentos- de que el
planteamiento de las razones de hecho y de derecho
que sirven de fundamento a la querella no podrá ser
extenso ni hacer uso excesivo de consideraciones
doctrinales y jurisprudenciales, o de la transcripción de
normas legales, pues, en esos casos, el juez deberá
devolver la querella al accionante para su
reformulación. Esta prohibición se fundamenta, según
el nuevo Estatuto, en el hecho de que las querellas así
presentadas atentan contra la prestación de una
justicia expedita, pues se presume que el juez conoce
el derecho y no requiere, por tanto, la explicación de
tales consideraciones.
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Cabría analizar cual fue la intención perseguida por el legislador con esta norma,
pues no hay duda que en numerosas ocasiones las posiciones fijadas por la
doctrina y la jurisprudencia constituyen un instrumento importante en apoyo de la
pretensión de las partes en juicio. De hecho consideramos que antes que retardar
la administración de justicia, tales consideraciones facilitan la labor del juez al
sentenciar, permitiéndole formarse un claro criterio sobre el asunto, que se
traduce en una sentencia dictada sin dilación alguna.

Por el contrario, la devolución de la querella si atenta contra la justicia expedita,


pues es obvio que esta decisión retardará el curso del juicio al obligar al
funcionario a modificar su solicitud por meras cuestiones formales. Por ello
consideramos que los jueces deberán ser sumamente cuidadosos en su
aplicación a los fines de evitar que las querellas intentadas se vean
posteriormente desnaturalizadas o vaciadas en su contenido en detrimento de la
pretensión del afectado y de su derecho constitucional a la defensa.

c. Interposición y Reforma: De conformidad con lo


establecido en el artículo 97 de la Ley de Carrera
Administrativa, la querella podrá ser interpuesta “por
ante cualquier Juez de Primera Instancia o de
Municipio, quien deberá remitirla dentro de los tres días
de despacho siguientes a su recepción al Tribunal
competente”. El nuevo Estatuto de la Función Pública
no prevé en sus disposiciones la posibilidad de
reformar la querella incoada, en ese sentido, por
disposición expresa del artículo 111 de la Ley del
Estatuto, resulta aplicable supletoriamente el artículo
343 del Código de Procedimiento Civil conforme al
cual, una vez admitida la demanda, esta sólo podrá ser
reformada por una vez antes de la contestación.

(ii) Legitimación Activa y Pasiva

a. Legitimación Activa: La legitimación exigida al


funcionario accionante es equivalente a aquella
requerida a toda persona por la Ley Orgánica de la
Corte Suprema de Justicia para acudir a la vía
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contencioso administrativa, con la particularidad de que
el interés del recurrente debe ser ahora analizado por
el juez de la manera más amplia, progresiva y
favorable al derecho constitucional de acceso a la
justicia previsto en el artículo 26 de la Constitución Así
lo estableció la Sala Político-Administrativa en decisión
de fecha 13 de abril de 2000 (Caso: Banco Fivenez), al
señalar que los criterios de legitimación previstos en el
artículo 121 de la Ley Orgánica de la Corte Suprema
de Justicia que consagran la exigencia de un interés
calificado para recurrir que sea “personal, legítimo y
directo”, no se compadecen con los previstos en la
Constitución de 1999 que de forma más amplia
consagra el concepto de “interés” sin establecer
calificación alguna (art. 26). De allí que tales
calificativos deban entenderse tácitamente derogados,
por lo que si bien debe exigirse la legitimidad del
interés, no podrá hacerse lo mismo respecto de su
carácter personal y directo.

Esta decisión fue ratificada por la Sala, aunque asumiendo un criterio más flexible,
en sentencia de fecha 11 de mayo de 2000 (Caso: Agremiados del Colegio de
Nutricionistas y Dietistas de Venezuela) en la que luego de reconocer que la
legitimación activa para recurrir contra actos de efectos particulares descansa en
los conceptos de derecho subjetivo e interés legítimo, nociones distintas al interés
simple no calificado por el legislador, reconoció como legitimados a un cuerpo
gremial que si bien no era el destinatario directo del acto impugnado, sí tenía un
interés indirecto en el mismo, representado por la exigencia de que la
administración actuase conforme a derecho.

En criterio de la Sala, las normas previstas en los artículos 25, 26 y 259 de la


Constitución imponen a la Administración Pública la obligación de respetar el
ordenamiento jurídico, sin que se establezcan condiciones de algún tipo a los
sujetos interesados en la legalidad y constitucionalidad de la actividad
administrativa para invocar dicho respeto. Por el contrario -señala la Sala- de
dichas normas se desprende que la intención del constituyente fue la “flexibilizar el
acceso del colectivo a la justicia de manera de garantizar el estado de derecho
dentro de una sociedad contralora y participativa”. Estas normas, en criterio de la
Sala, permiten afirmar que el interés particular y legítimo exigido para recurrir de
un acto de efectos particulares va estar determinado por la especial situación de
hecho en que se encuentren los afectados frente al perjuicio que pueda causar el
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acto administrativo impugnado, la cual, en algunos casos, concuerda con el
interés general de que la autoridad administrativa mantenga su conducta dentro
del orden legal establecido.

Por tales razones, concluye la sentencia, cuando la Administración actúa al


margen de la ley en detrimento de intereses indirectos, distintos a los derechos
subjetivos de los destinatarios directos del acto que se impugna, los titulares de
esos intereses indirectos quedan habilitados para recurrir la nulidad del acto, pues
se encuentran también en una especial situación de hecho frente al mismo,
derivada de los perjuicios que pudieran sufrir por la actuación ilegítima de la
Administración. Esta posición fue ratificada en términos idénticos por la propia
Sala Político-Administrativa en reciente decisión de fecha 11 de octubre de 2002
(Caso: Aventis Pharma, S.A.).

De esta forma, conforme a las sentencias expuestas, será suficiente con que el
interés invocado sea legítimo, esto es, que el afectado se encuentre en una
especial situación de hecho frente al acto ilegal, para considerar que el afectado -
aún indirectamente- por el acto contrario a derecho está legitimado para solicitar
su nulidad.

b. Legitimación Pasiva: En el contencioso funcionarial el


legitimado pasivo será el ente público autor del acto,
actuación. Omisión, abstención o negativa accionada.

Ahora bien, el tema de la legitimación pasiva y la consecuente representación del


ente demandado dentro del proceso contencioso funcionarial ha sido objeto de
discusión en muchas ocasiones dado que, para algunos, la legitimación pasiva en
estos juicios recaía siempre en la República y por ende la representación de los
entes querellados debía ser ejercida por el Procurador General de la República en
todos los casos, en tanto que, para otros, la legitimación pasiva de la República
sólo se producía respecto de aquellos entes que carecían de personalidad jurídica
propia y, por lo tanto, la representación del Procurador sólo era necesaria en estos
casos. Si los entes gozaban de personalidad jurídica como los institutos
autónomos, la legitimación pasiva recaería en estos exclusivamente y la
representación debería ser ejercida por sus apoderados judiciales.

La confusión que se planteaba entre la doctrina y la jurisprudencia era


acrecentada por la derogada Ley de Carrera Administrativa que en sus artículos
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66 y 75, consagraba una representación ex lege del Procurador General de la
República en todas las reclamaciones que intentasen los funcionarios al servicio
de la Administración Pública Nacional, con base a la cual se interpretaba que en
los juicios funcionariales, independientemente de que el órgano demandado
tuviese personalidad jurídica propia, la legitimación pasiva era de la República y la
representación de la misma correspondía siempre, por imperativo de ley, al
Procurador General de la República quien actuaba en esos casos como un
sustituto procesal que desplazaba del juicio al respectivo instituto autónomo al
ejercer en nombre de la República un derecho ajeno -el del instituto autónomo-.

Este criterio fue luego desechado por la jurisprudencia, sosteniéndose que el


Procurador era simplemente un representante judicial del ente descentralizado por
mandato legal y que no operaba sustitución alguna, pues este seguía siendo el
legitimado pasivo.

Sin embargo, esta discusión ha quedado zanjada en el nuevo Estatuto de la


Función Pública que a diferencia de la derogada Ley de Carrera Administrativa y
recogiendo los criterios que venía estableciendo la jurisprudencia de la Sala
Constitucional y de la Corte Primera, no establece la obligación del Procurador de
representar a todos los entes de la Administración Pública y contestar todas las
querellas ejercidas contra estos. En efecto, el Estatuto dispone que dicha carga
corresponde a la “parte accionada”, por lo que debe entenderse que si el ente
carece de personalidad jurídica propia y participa de la personalidad jurídica de la
República será ésta la legitimada pasiva y corresponderá al Procurador su
representación en juicio. Por el contrario, si el ente goza de personalidad jurídica
propia será este el legitimado pasivo -que no la República- y su representación en
juicio corresponderá a los representantes judiciales que hayan tenido a bien
designar.

No obstante, la nueva Ley Orgánica de la Procuraduría General de la República


(G.O. 5.554 Extraordinario del 13/11/01) en su artículo 62 faculta a la Procuraduría
para intervenir en todos los procesos judiciales en que sean parte los institutos
autónomos cuando, a su juicio, dichos procesos afecten los derechos e intereses
patrimoniales de la República.

(i) Admisión de la querella: Respecto de la admisión de la querella en el


proceso contencioso funcionarial cabe destacar dos aspectos:
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A. La eliminación de la instancia conciliatoria o el agotamiento de la vía
administrativa: La nueva Ley del Estatuto de la Función Pública, en
un todo acorde con la tendencia impuesta por la Constitución, que
propugna la desaparición del requisito procedimental relativo al
agotamiento de la vía administrativa por atentar contra el derecho a
la tutela judicial efectiva, dispone en su artículo 92 que los actos
administrativos de carácter particular dictados por los funcionarios en
ejecución de la Ley agotan la vía administrativa. Por tal razón contra
los mismos sólo podrá ejercerse el recurso contencioso
administrativo funcionarial.

De esta forma, rompiendo con la tradición de la derogada Ley de Carrera


Administrativa, el nuevo Estatuto excepciona al funcionario de la obligación de
agotar las gestiones conciliatorias o la vía administrativa y lo habilita para acudir
directamente a la vía judicial y solicitar la protección de sus derechos e intereses
afectados por la ilegitima actuación, hecho u omisión de la Administración Pública.

c. Caducidad: El segundo de los aspectos es el relativo a


la caducidad que es ahora el único requisito especial
de admisibilidad exigido en el nuevo Estatuto de la
Función Pública conforme al cual todo recurso sólo
podrá ser ejercido válidamente dentro de un término de
tres meses a contar del día en que se produjo el hecho
que dio lugar a la reclamación (art. 94). Como puede
observarse, el nuevo Estatuto de la Función Pública
disminuyó a tres (3) meses el lapso de caducidad de
seis (6) meses que regulaba el derogado artículo 82 de
la Ley de Carrera Administrativa. Se trata de un lapso
fatal que no puede ser interrumpido o suspendido y
cuyo vencimiento implica la extinción del derecho que
se pretende hacer valer.

Ahora bien, a pesar de que la norma establece que el lapso de caducidad deberá
computarse a partir de la fecha en que se produjo el hecho que dio lugar a la
querella, consideramos que debe analizarse cada caso en concreto pues, en el
caso de actos administrativos, por ejemplo, la caducidad deberá computarse a
partir de la fecha en que la decisión de la Administración le es notificada o a partir
de la fecha en que se produzca el silencio negativo de la administración, según el
caso.
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Salvo estas particularidades, la admisibilidad de la querella deberá ser analizada


por el juez contencioso atendiendo a las causales previstas en los artículos 124 y
84 de la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia, verificado el cumplimiento
de las mismas, el tribunal deberá, dentro de los tres días siguientes a su recibo o
reformulación según el caso, proceder a su admisión.

(iii) Citación y Contestación de la querella: Admitida la


querella el Tribunal, dentro de los dos (2) días de
despacho siguientes, deberá solicitar, según el caso, al
Procurador General de la República, al Procurador
Estadal, al Síndico Procurador Municipal o a los
representantes judiciales del Instituto Autónomo el
correspondiente expediente administrativo. En esa
misma oportunidad deberá citar a la parte accionada
conminándola a dar contestación a la querella dentro de
un plazo de quince (15) días de despacho contados a
partir de su citación. De esta forma, el nuevo Estatuto de
la Función Pública amplió el lapso con el que cuenta el
ente querellado para dar contestación a la demanda al
establecer su cómputo en días de despacho en contraste
con los quince (15) días continuos que establecía la
derogada Ley de Carrera Administrativa en su artículo
75. Citado el ente querellado, las partes se entienden a
derecho no siendo necesaria la práctica de nuevas
notificaciones para los subsiguientes actos del proceso
salvo que así lo determine la ley.

De otra parte, el nuevo estatuto mantiene en su artículo 102 la prerrogativa


procesal reconocida a la República también en el artículo 66 de la Ley Orgánica
de la Procuraduría General de la República en relación a la improcedencia de los
efectos de la confesión ficta en caso de no darse contestación a la querella.

No obstante, a diferencia de la Ley del Estatuto derogada, que extendía esta


prerrogativa a los Institutos Autónomos, la nueva Ley del Estatuto señala que
dicho privilegio sólo podrá invocarse cuando la parte accionada gozare del mismo.
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En ese sentido, los Estados gozan de este privilegio por disposición expresa del
artículo 33 de la Ley de Descentralización que dispone que éstos tendrán las
mismas prerrogativas procesales que la República.

En el caso de los Institutos Autónomos, estos también gozan ahora de ese


privilegio por disposición expresa del artículo 97 de la Ley Orgánica de
Administración Pública, que extiende ahora a éstos entes, todos los privilegios y
prerrogativas que la ley nacional acuerde a la República, los estados, los distritos
metropolitanos o los municipios.

Los Municipios también gozan de esta prerrogativa por disposición expresa del
artículo 102 de la Ley Orgánica de Régimen Municipal que confiere a estos entes
“los mismos privilegios y prerrogativas que la legislación nacional otorga al Fisco
Nacional” y que se encuentran previstas en la Ley Orgánica de Hacienda Pública
Nacional, entre las que se ubican la improcedencia de la confesión ficta en
aquellos juicios en los que el Municipio es demandado, si sus representantes
judiciales no dieren contestación a la demanda.

De esta forma, ante la falta de contestación por parte de la República, El Estado,


los Municipios o los Institutos Autónomos la demanda se entenderá contradicha
en todas sus partes, sin embargo, esta prerrogativa sólo será aplicable, como la
propia norma lo expresa, en el caso de que el querellado goce de la misma, sin
que en modo alguno pueda extenderse a órganos distintos insertos en la
organización de la Administración Pública.

(iv) Audiencia Preliminar: En forma por demás novedosa y


acorde con los principios constitucionales que consagran
el establecimiento de procedimientos breves, orales y
públicos no sujeto a formalidades rigurosas y la
promoción de los métodos alternativos de resolución de
controversias, el nuevo Estatuto de la Función Pública
prevé la celebración de una audiencia preliminar y oral
dirigida por el juez con el fin de lograr la conciliación de
las partes (arts. 103 y 104).

Así, vencido el lapso de quince (15) días de despacho para la contestación de la


demanda, se haya verificado o no la misma, el Juez deberá fijar uno de los cinco
(5) días de despacho siguientes para que tenga lugar una audiencia preliminar
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entre las partes. En dicha audiencia el juez manifestará oralmente a las partes los
términos en que, en su criterio, ha quedado trabada la litis y podrá formular las
preguntas que estime necesarias para aclarar puntos dudosos y éstas, a su vez,
podrán formular las consideraciones que estimen pertinentes en defensa de su
posición, las cuales podrán ser acogidas por el Juez.

Cabe destacar que en esta audiencia preliminar el juez actúa como un


intermediario o mediador encargado promover su conciliación con el fin de
componer la controversia y poner fin anticipado al proceso, por lo que su
intervención en modo alguno podrá dar lugar a su inhibición o recusación.

Finalmente, debe tenerse en cuenta que la audiencia preliminar se celebrará, en


principio, en un acto único, no obstante, el juez si lo estima pertinente para lograr
el acuerdo de las partes podrá fijar nueva oportunidad para la continuación de la
audiencia preliminar. Si las partes logran conciliar sus diferencias, el proceso
llegará a su fin con efectos de cosa juzgada, de lo contrario, el juicio continuará su
curso en fase probatoria.

(v) Promoción de Pruebas: A diferencia de lo que ocurre en


el contencioso administrativo general, donde la apertura
del lapso probatorio se produce de pleno derecho, el
nuevo Estatuto de la Función Pública prevé la apertura a
pruebas de la causa sólo en el caso de que alguna de
las partes lo hubiese solicitado expresamente al juez en
la oportunidad de la audiencia preliminar. Con ello, sin
duda, se ve disminuido el carácter subjetivo que informa
al proceso contencioso funcionarial pues tratándose de
una controversia entre partes y no de un mero juicio al
acto, la apertura del lapso probatorio de pleno derecho
debería ser la regla general y la tramitación de la causa
como de mero derecho debería verificarse
exclusivamente en el supuesto en que así lo hubiesen
solicitado las partes.

El nuevo Estatuto de la Función Pública no contempla los medios de prueba que


pueden hacerse valer en juicio, por lo que resultan aplicables supletoriamente las
disposiciones contenidas en el Código de Procedimiento Civil sobre la materia que
consagran la libertad probatoria. De allí que podrán promoverse todos los medios
de prueba que determina el Código Civil, el Código de Procedimiento Civil y
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demás leyes de la República, así como cualquier otro medio probatorio que no
esté expresamente prohibido por la ley. Sin embargo, siendo el proceso
contencioso funcionarial un proceso contencioso administrativo, deberán tenerse
presente las limitaciones que en materia probatoria dispone la Ley Orgánica de la
Corte Suprema de Justicia en materia probatoria.

Así, por lo que atañe a la prueba de posiciones juradas y al juramento decisorio,


debe tenerse presente que ni las autoridades ni los representantes legales de la
República, estarán obligados a absolver posiciones juradas ni a prestar juramento
decisorio, sin perjuicio de contestar por escrito las preguntas que les hiciere el
juez o la contraparte sobre los hechos que tenga conocimiento personal y directo
(art. 89 LOCSJ).

En cuanto a la prueba de inspección ocular en el contencioso administrativo, ésta


tiene carácter subsidiario, pues será admisible en tanto el hecho que se pretende
demostrar no pueda traerse de otro modo a los autos.

Finalmente, respecto de la prueba de exhibición (art. 91 LOCSJ), su promoción es


permitida, salvo que se trate de documentos que por su naturaleza sean de
carácter reservado, supuesto en el cual la prueba no podrá ser admitida.

(vi) Oposición: El nuevo Estatuto de la Función Pública nada


establece en relación a la posibilidad de las partes de
oponerse a la admisión de las pruebas promovidas. En
ese sentido, ante la falta de regulación, resulta
igualmente aplicable por vía supletoria la disposición
contenida en el artículo 397 del Código de Procedimiento
Civil, conforme a la cual la oposición a las pruebas
deberá verificarse dentro de los tres (3) días de
despacho siguientes al vencimiento del lapso de
promoción.

(vii) Admisión de las pruebas. Apelación: Culminado el lapso


de oposición el Tribunal deberá pronunciarse sobre la
admisibilidad de las pruebas desechando aquellas que
resulten manifiestamente ilegales o impertinentes. En
cuanto a la apelación del auto que admite o niega las
pruebas promovidas, ante la falta de regulación del
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Estatuto sobre el particular, deberá aplicarse
supletoriamente la disposición contenida en el artículo 92
de la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia
conforme a la cual se oirá en ambos efectos la apelación
contra las decisiones en las que se niegue la admisión
de alguna prueba y en un solo efecto la apelación contra
el auto que las admita.

(viii) Evacuación: La evacuación de las pruebas promovidas


tendrá lugar dentro de los diez (10) días de despacho
siguientes a su admisión por el Tribunal, más el término
de la distancia en los casos de pruebas que se deban
evacuar fuera de la sede del Tribunal. En ese supuesto,
el término de la distancia se calculará a razón de un (1)
día por cada doscientos kilómetros o fracción hasta un
máximo de diez (10) días consecutivos.

En la fase de evacuación, resultan igualmente aplicables de manera supletoria el


artículo 127 de la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia que permite la
prórroga del lapso de evacuación -por un plazo igual al originalmente concedido-
cuando así lo exija la naturaleza del caso, y el artículo 129 ejusdem que faculta al
juez, en ejercicio del principio inquisitivo que rige en el contencioso administrativo,
para ordenar oficiosamente la evacuación de aquellas pruebas que estime
necesarias para la solución del asunto sometido a su conocimiento.

C. AUDIENCIA ORAL DEFINITIVA. SENTENCIA Y ACLARATORIA

El nuevo Estatuto de la función Pública suprimió del proceso contencioso


funcionarial la fase de informes y relación de la causa y, en un todo conforme con
los principios constitucionales que consagran la implantación de procedimientos
breves y orales, no sujetos a formalismos inútiles, asumió un procedimiento similar
a la audiencia pública del amparo constitucional establecida por la jurisprudencia
de la Sala Constitucional en el caso José Amado Mejía (arts. 107 y 108).

Así, culminada la fase probatoria, el Juez fijará dentro de uno de los cinco (5) días
de despacho siguientes la oportunidad en la que tendrá lugar la audiencia
definitiva en la cual las partes podrán exponer oralmente los argumentos de hecho
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y de derecho que respaldan su pretensión y el Juez, a su vez, podrá formular las
preguntas que estime necesarias para aclarar algunos aspectos de la
controversia.

Culminada la exposición oral de las partes, el juez con vista de los argumentos
expuesto y las pruebas aportadas deberá emitir, en esa misma oportunidad, el
dispositivo de su fallo, salvo que en virtud de la complejidad del asunto estime
necesario diferir su decisión, caso en el cual la misma deberá ser emitida dentro
de los cinco (5) días de despacho siguientes a la celebración de la audiencia
definitiva.

Dictada su decisión, el Juez contará con un lapso de diez (10) días de despacho
para dictar su sentencia escrita, la cual no deberá contener narrativa,
transcripciones de actas o documentos ni extenderse en consideraciones
doctrinales o jurisprudenciales.
La aclaratoria y ampliación de la sentencia sobre aquellos puntos que resulten
dudosos o que contengan errores u omisiones podrá ser solicitada por las partes
dentro del lapso de cinco días de despacho siguientes a su publicación. En este
caso no resultará aplicable el artículo 252 del Código de Procedimiento Civil, pues
el mismo ha sido desaplicado por la Sala Político-Administrativa en los procesos
contencioso adminisrativos, al considerar que su excesiva brevedad atenta contra
el principio de razonabilidad de los lapsos. (Sentencia de fecha 20 de noviembre
de 2001). En estos casos, en criterio de la Sala, deberá aplicarse el lapso de cinco
días de despacho previsto en el artículo 298 del Código de Procedimiento Civil.

Finalmente, una vez dictada la decisión escrita por el Juez contencioso


administrativo, las partes cuentan con un lapso de cinco (5) días de despacho
para apelar de la misma por ante la Corte Primera de lo Contencioso
Administrativo a quien corresponde conocer en segunda instancia (art. 110). En
estos casos, según lo dispone la Disposición Transitoria Tercera del Estatuto, el
procedimiento aplicable, hasta tanto se dicte la ley que regule la jurisdicción
contencioso administrativa, será el previsto en los artículos 162 y siguientes de la
Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia.

D. EJECUCIÓN DEL FALLO


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La sentencia definitivamente firme dictada en un proceso determinado no es
suficiente por sí sola para satisfacer las pretensiones del actor aún cuando ésta
las estime en su totalidad, antes bien, será necesario que se dé cumplimiento a lo
ordenado en el fallo, esto es, que se ejecute a los fines de materializar la
satisfacción de la pretensión deducida y garantizar el derecho del funcionario a la
tutela judicial efectiva.

Así, no es suficiente que el particular pueda hacer valer sus derechos ante los
Tribunales competentes, ni que se produzca una decisión de fondo sobre el
asunto planteado, sino que será menester además que se cumpla con lo decidido
por el Tribunal para que efectivamente se materialice el derecho a la tutela
judicial.

Ahora bien, ocurre que en el ámbito del proceso contencioso-administrativo


(general y especial) la ejecución de las sentencias dictadas en contra de la
Administración se encuentra sujeta y limitada a dos principios contemplados por el
ordenamiento jurídico en resguardo de los intereses de la Administración.

Estos dos principios son:

i) El principio de la legalidad presupuestaria (artículo 314


constitucional) conforme al cual, la Administración no
podrá hacer gasto o erogación alguna que no esté
prevista en la Ley de Presupuesto.

ii) El principio de la inembargabilidad de los bienes públicos


(artículo 16 de la Ley Orgánica de Hacienda Pública
Nacional y artículo 73 de la Ley Orgánica de la
Procuraduría General de la República) con fundamento
en el cual, los bienes, rentas, derechos o acciones de la
República no pueden ser objeto de embargos ejecutivos.

Como puede interpretarse de los principios aludidos, es la propia Administración y


no el poder judicial la que ejecuta sus sentencias. Ello, obviamente comporta el
riesgo de que la pretensión deducida por el actor quede ilusoria si la
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Administración no la cumple voluntariamente y, por tanto, se viole su derecho a
obtener una tutela judicial efectiva.

La doctrina española -GARCÍA DE ENTERRÍA- al hacer referencia a la aplicación


del principio de inembargabilidad de los bienes públicos o privilegium fisci señala
que el mismo “es un asombroso fósil medieval viviente fuera de su medio”. En ese
sentido, expresa que “[…] El dinero administrativo es perfectamente ejecutable,
porque esa ejecución no perturba ningún servicio esencial, sino que da al dinero
público precisamente el destino específico que la Ley (concretada mediante la
sentencia ejecutoria) le asigna” .

Siguiendo la posición del autor español, creemos que en nuestro ordenamiento


jurídico las previsiones contenidas en la Constitución que consagran la autonomía
e independencia del Poder Judicial (art. 254), el principio de legalidad (art. 137), el
derecho fundamental a la tutela judicial efectiva (art. 26 y 259), el derecho a la
igualdad y la igualdad procesal como manifestación de aquel (art. 21) y el principio
de la Responsabilidad Patrimonial de la Administración Pública, permiten afirmar,
sin duda, la posibilidad de ejecutar sentencias contra la Administración y obligarla
a cumplir con las condenas dinerarias que se hubieren acordado en su contra.

Sin embargo, en nuestro ordenamiento jurídico, sólo en materia municipal (artículo


104 de la Ley Orgánica de Régimen Municipal) se establecían normas que hacían
viable y procedente la ejecución de sentencias condenatorias contra la
Administración, en este caso, el Municipio. No obstante, tales normas sirvieron de
fundamento a una interpretación jurisprudencial que solucionó el asunto,
aplicando por analogía dicha disposición a otros entes de la Administración
Pública, incluyendo la República.

Pero actualmente, la reciente Ley Orgánica de la Procuraduría General de la


República en sus artículos 85 y 86 prevé el procedimiento a seguir para la
ejecución de sentencias dictadas contra la República el cual resumidamente es
como sigue:

+ El Tribunal deberá notificar al Procurador sobre la sentencia quien, a su vez,


deberá informar al tribunal dentro de los sesenta (60) días siguientes la forma y
oportunidad en que se ejecutara lo acordado.
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+ Recibida la propuesta, la parte interesada previa notificación podrá aceptarla o
rechazarla y, en este último caso, el tribunal fijará oportunidad para la
presentación de una nueva propuesta. Si esta no es aprobada por el interesado, o
si el organismo respectivo no presenta propuesta alguna, el Tribunal deberá
determinar la forma en que se ejecutará lo juzgado según el siguiente
procedimiento:

A. Si se trata de cantidades de dinero, el Tribunal a petición de parte


ordenará que el monto a pagar se incluya en la partida de los
próximos dos ejercicios presupuestarios, debiendo remitir al
Procurador copia certificada de la decisión.

b. Si se trata de entrega de bienes, el Tribunal debe poner en posesión de los


mismos a quien corresponda. Si el inmueble está afectado al uso público el
tribunal deberá acordar la fijación de su precio mediante avalúo.

Ahora bien siendo este procedimiento aplicable exclusivamente a la República. En


el caso de los Institutos Autónomos y demás órganos de la Administración que
gozan de la prerrogativa de inembargabilidad, ante el silencio de la ley y en
obsequio del derecho a la tutela judicial efectiva, se aplicará por analogía el
procedimiento contemplado en el artículo 104 de la Ley Orgánica de Régimen
Municipal que resumidamente es el siguiente:

+ Se otorga un plazo prudencial a la Administración para que cumpla


voluntariamente, por lo general 10 días hábiles.

+ Si no se cumple, se ordena la ejecución forzosa, permitiéndose aún a la


Administración indicar la forma en que cumplirá el fallo.

+ Se le concede una oportunidad a la parte actora para oponerse a la propuesta


de cumplimiento formulada o para aceptarla. Si es rechazada se concederá nuevo
plazo para modificar la propuesta original.

+ Si la propuesta no es presentada dentro del lapso o si es rechazada por la


actora otra vez, la Administración deberá incluir en la Ley de Presupuesto del
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ejercicio fiscal siguiente el monto respectivo para el pago de la cantidad a la que
ha sido condenada. De no cumplir con tal orden se procederá a ejecutar el fallo
forzosamente, aun en contra de los bienes del ente público.

V. LA ACCIÓN DE AMPARO EN EL PROCESO CONTENCIOSO


FUNCIONARIAL

A. COMPETENCIA

Como punto previo debe tenerse presente que los pronunciamientos emitidos por
la Sala Constitucional sobre la competencia en materia de amparo constitucional
funcionarial estaban referidos al Tribunal de la Carrera Administrativa, no
obstante, dado que sus competencias fueron atribuidas ahora a los Juzgados
Superiores Contenciosos Administrativos, dichos criterios jurisprudenciales
resultan perfectamente aplicables a estos Tribunales.

En el caso de los amparos autónomos ejercidos contra autoridades distintas a las


mencionadas en el artículo 8 de la Ley de Amparo, la Sala Constitucional
partiendo del criterio de la competencia por razón de la materia, es decir, la
afinidad que existe entre los derechos constitucionales violados y la materia del
Tribunal, ya ha dejado de manifiesto la competencia del Tribunal de la Carrera
Administrativa al señalar que es éste Tribunal quien tiene atribuida legalmente la
competencia en razón de la materia en todo lo inherente a los deberes y derechos
de los funcionarios públicos al servicio de la Administración Pública. (v. Sentencia
de fecha 24 de noviembre de 2000, Caso: Rafael Mendoza vs ULA).

No obstante, la propia Sala Constitucional ha establecido que el conocimiento de


aquellas acciones autónomas de amparo que se interpongan contra alguna de las
altas autoridades previstas en el artículo 8 de la Ley Orgánica de Amparo sobre
Derechos y Garantías Constitucionales, aún cuando versen sobre controversias
de índole funcionarial, son de su competencia y no le corresponden por tanto a los
Tribunales con competencia contencioso funcionarial. Ello en virtud de que, en
criterio de la Sala, el artículo 8 de la Ley de Amparo no prevé excepción alguna al
establecer la competencia del Máximo Tribunal para conocer de ese tipo de
amparos y constituye una norma especial de aplicación preferente a la contenida
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en el artículo 7 de la Ley. (v. Sentencia de fecha 13 de julio de 2000, Caso: C.A.
Madrid).

Si la querella se ejerce en forma cautelar conjuntamente con acción de amparo la


competencia corresponderá a los Juzgados Superiores Contenciosos por ser
éstos los llamados a conocer habitualmente de la querella principal.

En el caso del amparo cautelar de naturaleza funcionarial ejercido contra las altas
autoridades previstas en el artículo 8 de la Ley Orgánica de Amparo sobre
Derechos y Garantías Constitucionales, la Sala Político-Administrativa ha
interpretado que dichas acciones, dado que derivan de una relación de estricta
naturaleza funcionarial, corresponde conocerlas al Tribunal de la Carrera
Administrativa, ahora, en consecuencia, corresponderán a los Juzgados
Superiores Contenciosos Administrativos. (v. Sentencia de la S.P.A. de fecha 20
de febrero de 2001, Caso: A. González).

B. PROCEDENCIA DEL AMPARO EN MATERIA FUNCIONARIAL

La jurisprudencia ha delimitado también los requisitos que deben concurrir para la


procedencia de la acción de amparo en el proceso contencioso funcionarial que
son, a saber:

(i) “Que no sea controvertida o discutida la condición del presunto


agraviado como funcionario de carrera o haya plena prueba de ello en el
expediente sometido a examen”.

(ii) “Que exista la presunta violación de un derecho constitucional relativo a


la carrera”. (v. sentencias de la Corte Primera de lo Contencioso
Administrativo de fechas 11 de octubre de 2000. Caso: E. J. Machado; y
4 de diciembre de 2000. Caso: N.R. Zuñiga).

Tales requisitos, en criterio de la jurisprudencia, son de naturaleza concurrente, de


manera que la no verificación de uno de ellos resultaría suficiente para declarar la
improcedencia de la acción de amparo intentada, sin embargo, como lo ha
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señalado la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo, “el órgano
jurisdiccional al analizar la pretensión de amparo constitucional, aún cuando sea
en materia funcionarial, no sólo debe tomar en consideración la verificación de
alguna de las condiciones fundamentales antes examinadas, sino que igualmente
debe tomar en cuenta si, en el caso planteado, existen otras situaciones de hecho
en virtud de las cuales pueda llegar a estimarse procedente el amparo
interpuesto”. (v. sentencia del 4 de diciembre de 2000. Caso: N.R. Zuñiga).

C. PROCEDIMIENTO

En cuanto al procedimiento aplicable debe distinguirse como lo ha hecho la


jurisprudencia de la Sala Constitucional, entre el supuesto en que se ejerza una
acción autónoma de amparo o se ejerza como medio cautelar conjuntamente con
la querella, pues en uno u otro caso el procedimiento a seguir es distinto.

(i) Procedimiento Amparos Autónomos

El procedimiento a seguir en este caso es el establecido por la Sala Constitucional


en sentencia de fecha 1 de febrero de 2000 (Caso: José A. Mejía) que
resumidamente es como sigue:

1. Presentada la acción, y una vez admitida ésta, se ordenará la


citación del presunto agraviante y la notificación del Ministerio
Público para que concurran al tribunal a conocer el día en que se
celebrará la audiencia oral, la cual tendrá lugar, tanto en su fijación
como para su práctica, dentro de las noventa y seis (96) horas
siguientes a la fecha de la última notificación efectuada.

2. En la oportunidad fijada para la celebración de audiencia oral y


pública, las partes, oralmente, propondrán sus alegatos y defensas
ante el juez y quien a su vez decidirá si hay lugar a pruebas. En este
caso, el presunto agraviante podrá hacer valer las que considere
legales y pertinentes.
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3. La falta de comparecencia del presunto agraviante a la audiencia
oral señalada producirá los efectos previstos en el artículo 23 de la
LOA (aceptación de los hechos). La falta de comparencia del
presunto agraviado dará por terminado el procedimiento, a menos
que el Tribunal considere que los hechos alegados afectan el orden
público.

4. En la misma audiencia el juez decretará cuáles son las pruebas


admisibles y necesarias, y ordenará, también en la misma audiencia,
la evacuación de aquellas que fueren admitidas. La evacuación se
realizará en ese mismo día, con inmediación del órgano en
cumplimiento del requisito de la oralidad o podrá diferirse para el día
inmediato siguiente.

5. Una vez concluido el debate oral o las pruebas, el juez estudiará


individualmente el expediente o deliberará y podrá:

A. Decidir inmediatamente; en cuyo caso expondrá de forma


oral los términos del dispositivo del fallo, el cual deberá ser
publicado íntegramente dentro de los cinco (5) días
siguientes a la audiencia en la cual se dictó la decisión
correspondiente.

b. Diferir la audiencia por un lapso que en ningún momento será mayor de


cuarenta y ocho (48) horas, por estimar que es necesaria la presentación o
evacuación de alguna prueba que sea fundamental para decidir el caso, o por así
solicitarlo alguna de las partes o el Ministerio Público.

6. Contra la decisión dictada en primera instancia, podrá apelarse


dentro de los tres (3) días siguientes a su publicación del fallo y, en
su defecto, está será remitida en consulta obligatoria al Tribunal
Superior respectivo.

(ii) Procedimiento Amparos cautelares


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En este supuesto deberá aplicarse el procedimiento establecido por la Sala
Político-Administrativa en decisión de fecha 20 de marzo de 2001, en la que se
inaplicó el procedimiento regulado en la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos
y Garantías Constitucionales (arts. 23, 24 y 26) para la tramitación del amparo
cautelar y se determinó que su tratamiento deberá hacerse en términos idénticos
al utilizado para las medidas cautelares en el procedimiento ordinario, es decir,
que el juez contencioso podrá otorgar la cautela inaudita alteram parte al
momento de admitir la acción y el afectado podrá oponerse a la misma en los
términos previstos en el artículo 602 del Código de Procedimiento Civil.

No obstante, la propia Sala Político-Administrativa ha señalado que si bien el


trámite previsto en los artículos 23, 24 y 26 de la Ley de Amparo para la
sustanciación del amparo conjunto resulta inadecuado e inconstitucional, es lo
cierto que su desaplicación por vía del control difuso no debe efectuarse
mecánicamente, sino que deberá analizarse las circunstancias de cada caso
concreto a fin de determinar si el otorgamiento del amparo in limine litis resulta
procedente. De manera que cuando la naturaleza de los intereses y derechos que
deben ser tutelados afecta al bien colectivo, la tramitación del amparo en estos
casos debe efectuarse conforme al procedimiento legalmente establecido en
dichos artículos. (Sentencia de fecha 23 de octubre de 2001, Caso: Refrimaster).
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