4 Palabra Sermon de Las Siete Palabras
4 Palabra Sermon de Las Siete Palabras
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CUARTA PALABRA
“DIOS MIO, DIOS MIO, PORQUE ME HAS ABANDONADO”
Las tres primeras palabras manifiestan la caridad infinita que brilla en el centro del
mismo dolor. Jesús parece olvidar sus torturas, pues pide perdón por quien le
maltrata, ofrece el paraíso a quien se arrepiente y entrega a su Madre y la cuida.
Han pasado ya varias horas desde la crucifixión; la mayoría de estas han sido en
silencio. Como nos lo dice la escritura, desde el mediodía y hasta las tres de la
tarde la oscuridad empezó a cubrió la tierra. Y es allí en este instante donde Jesús
irrumpe con fuerte voz y clama al Padre, "¡Elí, Elí! ¿lemá sabactaní?», esto es:
“¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?" (Mt 27, 46).
Con este grito fuerte se abre una ventana al hondo dolor por el que Jesús
atraviesa. Dios parece inerme, distante, pasivo, permitiendo el dolor de su Hijo.
Ahora Jesús experimenta el abandono, y apura el cáliz del dolor. Es el momento
de la total desnudez de quien no tiene ya nadie en quien apoyarse. Todos aquellos
que lo seguían lo han abandonado, sus discípulos y sus apóstoles quienes eran
los más cercanos a él y quienes sabiendo por todo lo que iba a pasar huyen, solo
uno permanece allí junto a María su querida madre. Parece como si la prueba
fuese excesiva y Jesús estuviera a punto de quebrarse. Este grito es más hondo
aún que, cuando en la agonía del huerto, pide al Padre que aleje aquel cáliz, no lo
hizo en la flagelación, ni camino al calvario donde todos después de alabarlo en la
entrada triunfante a Jerusalén lo injuriaban, golpeaban y escupían, mucho menos
en el momento de la crucifixión, pero si en este instante, donde sus fuerzas ya no
le dan más. El cáliz está aquí, ya no es agonía, es muerte, es abandono. Ahora,
Parece que la humanidad de Jesús no experimenta el consuelo de la presencia de
Dios, como si no se sintiese Hijo, siéndolo realmente, más que sentirse
abandonado por Dios Padre, se siente abandonado por todos nosotros, que lo
rechazamos siempre.
Somo reprochadores porque nos deja solos ante todas estas dificultades, pero no
es Él, somos nosotros quienes nos alejamos, cada vez que pecamos, cada vez
que no somos fieles a sus mandatos y no cumplimos su Palabra, cuando como
esposos, padres, hijos, niños, jóvenes, ancianos, cumplimos nuestra propia
voluntad en vez de cumplir la suya, cuando en vez de buscar su gloria buscamos
la nuestra, ante todo esto seguimos creyendo que Dios nos abandona, pero no,
somos nosotros quienes le damos la espalda a él, y es por esto que dejamos que
el espíritu del mal actué muchas veces en nuestra vidas al encerrarnos en nuestro
propio egoísmo, orgullo y vanidad, en vanagloriarnos, en creernos más que los
demás, en no aceptarnos tal cual somos y todo esto se da por una sencilla razón,
porque no confiamos plenamente en Dios.
No hemos entendido que Dios nos ama tanto que permitió que su hijo hecho
hombre muriera en la cruz por nosotros, por nuestros pecados para redimirnos y
permitirnos así volver a Él, depende de nostros ahora hacer valer el sacrificio de
Jesús en la cruz, cada vez que yo peco estoy clavando nuevamente a Jesús en la
cruz, no nos debemos sentir mas abandonados por Dios, a pesar de todas
nuestras dudas de una cosa debemos estar seguro que Dios siempre está ahí con
nosotros acompañándonos en cada instante de nuestra existencia.
Cada vez que sintamos que Dios nos abandona y nuestras fuerzas flaquean,
cuando estemos tristes, cuando en nuestro corazón haya soledad la única
medicina para esto es la oración, pues a través de ella Dios nos habla, ya que nos
dice, “Pero tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cuando hayas cerrado la
puerta, ora a tu Padre que está en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te
recompensará.” Y de esta manera podremos volver nuestra mirada y contemplar a
Jesús crucificado, saber que él murió por tí y por mí.