Carli, Sandra (Resumen)

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Carli, Sandra

Capitulo I. La infancia como construcción social

En este capítulo se intenta reflexionar sobre los niños en la sociedad contemporánea y


los desafíos de la educación infantil en la Argentina actual.

Los niños por-venir

A partir de la modernidad, la infancia adquirió un status propio como edad diferenciada


de la adultez, donde el niño se convirtió en heredero de un porvenir. La mirada de los
psicoanalistas, en cambio, ha estado atenta a la singularidad del niño, ha focalizado la
temporalización de la subjetividad, para leer y analizar las articulaciones complejas que
se tejen en la historia infantil con lo histórico-social.

En la actualidad se está produciendo un debate acerca del alcance de la invención de la


infancia moderna, cuyos rasgos más importantes la ligan con la escolarización publica
y privatización familiar; por otra parte, las interpretaciones psicoanalíticas sobre la
subjetividad infantil son objeto de revisión ante la complejidad de los vínculos
parentales, de los procesos de identificación y de la construcción psíquica de cada niño
en la vida contemporánea. Las nuevas formas de la experiencia social, en un contexto de
redefinición de las políticas públicas, de las lógicas familiares y de los sistemas
educativos, están modificando en forma inédita las condiciones en las cuales se
construye la identidad de los niños y trascurren las infancias de las nuevas generaciones.

El comentario cotidiano que señala que “los niños son diferentes hoy” se asienta en una
verdad: los niños siempre son testigos y contemporáneos de un presente histórico frente
al cual la percepción e interpretación de los adultos se hallan más mediados por la
inscripción del pasado en su memoria generacional. Difícil es la situación del maestro,
en este sentido, que tiene que sortear esto para llevar adelante la tarea de enseñanza.

Algunos autores sostienen que los medios masivos de comunicación barrieron con el
concepto de infancia construido por la escuela. Neil Postman, llega a sostener la
“desaparición de la infancia”, a partir de la erosión de esta línea divisoria entre la
infancia y a la adultez; afirma que así como los medios gráficos crearon la infancia, los
electrónicos la están expulsando o haciendo desaparecer, al modicar las formas de
acceso a la información y al conocimiento. El poliolitico italiano Giovanni Sartori, se
extiende en la idea de construcción de un nuevo tipo de niño, el video-niño, a partir de
considerar a la televisión como una verdadera paideia. Coincidiendo con Sartori, Ortiz
sostiene que los medios proveen a un tipo de socialización y cumplen funciones
pedagógicas que antes desempeñaba la escuela; proveen referencias culturales para las
identidades de los niños.

Lo que queremos afirmar es que las infancias se configuran con nuevos rasgos en
sociedades caracterizadas por la incertidumbre frente al futuro y la dificultad de crear a
un nuevo imaginario sobre la infancia; esto es volver a construir una mirada de los
cuerpos y las almas de nuestros niños. Se carece no de niños, sino de un discurso adulto
que ofrezca sentidos para un tiempo de infancia que está aconteciendo en nuevas
condiciones históricas.

El niño como sujeto de crecimiento.

Si admitimos que la infancia es una construcción social, el tiempo de infancia es posible


si hay prolongación de la vida en el imaginario de una sociedad; es decir, pensar la
infancia supone previamente la posibilidad de que el niño devenga un sujeto social, que
permanezca vivo, que pueda imaginarse en el futuro, que llegue a tener historia.

Esto remite a lo que Hanna Arendt denomino “actitud hacia la natalidad”, entendiendo
por ello, actitud frente a lo nuevo que nace al mundo y que compromete a los adultos a
una trasmisión del sentido propio de ese mundo.

En siglos pasados, la prolongación de la vida infantil requería no solo combatir


epidemias sino desterrar las practicas del infanticidio; en la actualidad, a pesar de los
avances científicos y del reconocimiento jurídico de los derechos del niño, su vida sigue
estando amenazada por las políticas de ajuste y la desresponsabilizacion del Estado de
su rol público. Afirmar la continuidad de la vida no implica sostener una visión
naturalista, sino seguir valorando simbólicamente la dimensión vital del crecimiento del
niño. Basil Bernstein, llama a esto “el derecho al crecimiento”, entendiendo el
crecimiento como la posibilidad de experimentar los limites, sean estos de naturaleza
social, intelectual o personal..

Educar en la sociedad contemporánea requiere de volver a considerar al niño como un


sujeto de crecimiento, como un sujeto que esta constituyendo, que vive, juega, sufre y
ama en condiciones más complejas, diversas y desiguales. De acá que la trasmisión
cultural puede tornarse promesa; si bien el mercado y otros fenómenos modifican las
identidades de los niños y adultos, no eliminan las posiciones que unos y otros ocupan
en dicha trasmisión cultural. Tal como lo señalaba Freud, la brecha entre la memoria de
nuestra infancia y el presente de los niños, debería dejar de ser motivo de repetición y
de una nostalgia conservadora, para convertirse en argumento para restituir a niños y
educadores.

Infancia y modernidad. ¿Se perdió algo?

En los proyectos de la modernidad europea y latinoamericana, la educación de la niñez


fue una de las estrategias nodales para la concreción de un orden social y cultural nuevo
que eliminara el atraso y la barbarie del mundo medieval y colonial. , lo cual apunto a
una significación de la infancia a partir de la concepción de la niñez como germen de la
sociedad política y civil del futuro, y de su escolarización como garantía de un cambio
social y de progreso.

La educadora Ellen Key denomino al siglo xx el “siglo del niño”, para nombrar aquellos
sectores interesados en propiciar este tipo de trasformaciones de la niñez.
En argentina, el problema era el de esos “salvajes” niños de distintos sectores sociales
convertidos en alumnos. Con esto se recuerda a Sarmiento, con su esfuerzo por
construir una infancia modelo.

No hay dudas que la historia de la infancia, al igual que cualquier otro campo de
interpretación histórica, estuvo siempre y está atravesada por las luchas políticas, las
ideologías y los cambios económicos.

Fue Philippe Aries, historiador francés, con su obra pionera “el niño y la infancia” que
suscito el interés por la cuestión de la infancia, y contemplo su deseo de salir de la idea
política de niñez y pensar más bien en generar cambios desde otras perspectivas: estas
eran desde la mentalidad del adulto respecto a los niños. Este vuelco hacia un mayor
interés por el niño se vincula con la emergencia de la familia nuclear y era
acompañado más tarde por la reducción del número de nacimientos y por la
organización de la familia como espacio privado. Según Aries, la socialización familiar
reemplazaba a la sociedad comunitaria, produciéndose una revolución sentimental y
escolar.

La escolarización de la infancia

La construcción social de la infancia moderna se relaciona no solo con las


trasformaciones de la familia sino con la emergencia de la escolaridad; es decir, la
emergencia de un espacio específico para la educación de los niños; junto con la
aparición de un grupo de especialistas en la infancia, y la destrucción de otros modos de
educación e institucionalización de la escuela a partir de la obligatoriedad escolar.

En la Argentina, la escolaridad obligatoria funcionó como un dispositivo disciplinador


de los niños de los sectores populares, pero al mismo tiempo tuvo una incidencia
efectiva en la conformación del tejido social y cultural del país; ya que la escuela
favoreció la constitución de una cultura publica que incidió generacionalmente en el
quiebre de la sociedad patriarcal, en la lucha por un horizonte de ciudadanía
democrática. Los niños se inscribieron, a través de la escuela, en un orden público.

Los niños en el siglo xx: entre la permisión y la represión

Lawrence Stone, sostiene que el único cambio lineal constante en los últimos 400 años
parece haber sido el creciente interés por los niños, aunque su trato en la actualidad
oscila cíclicamente entre la permisividad y la represión; ya que las miradas a la infancia
siempre han estado entre los derechos de los niños y los mandatos represivos, entre la
libertad del niño y la autoridad del adulto.

En la actualidad encontramos esta tensión entre represión y permisión, que es síntoma,


entre otras cosas, en las dificultades de generación adulta para construirle un horizonte
a los niños.
La tesis sobre el niño

La historia de la educación y de la pedagogía esta vertebrada por la tesis acerca del


niño, que se encuentran en la base de muchas prácticas educativas, pero que a la vez
sedimentan un tipo de relación histórica entre las generaciones.

La pedagogía moderna impugno una tesis clásica que consideraba al niño como un
“adulto en miniatura”. Hoy, en el contexto de la rediscusión de las fronteras entre las
edades, esta tesis vuelve a adquirir significado en el debate pedagógico. Así mismo se
reeditan otras tesis relacionadas con la maldad o inocencia (que consideraban al niño
como un criminal que había que corregir), y con la autonomía o heteronomía del niño
(relacionado con el problema de la autoridad y el papel del educador frente al sujeto en
constitución)

Estas tesis operaron como mitos y dieron un estatuto rígido a la identidad infantil, y si
bien tuvieron como condición de producción histórica otros escenarios, se repitieron
acríticamente ante el drama que inunda hoy los vínculos entre las generaciones.

Por otro lado, la tesis de Freud sobre la sexualidad infantil, en cambio, más que apelar a
un mito permitió ubicar al niño en un lugar de mayor paridad respecto del adulto y
afirmar la presencia de lo infantil en el mismo adulto.

Sea cual sean los debates, lo que importa es como los adultos y los maestros construyen
una mirada del niño que lo que perfila es al que mira. La construcción social y
teórica de la infancia denuncia más que nunca en este fin de siglo los pensamientos,
deseos y temores de una sociedad.

La cadena de las generaciones

El fin del siglo nos enfrenta a la tarea, como educadores, ante el desafío de las lógicas
del mercado y ante la ausencia de un sostenimiento del Estado. La población infantil ha
dejado de ser concebida como una promesa para el futuro; los procesos de globalización
política y económica neoliberal han generado un cambio sustantivo que dio lugar al
reconocimiento de los derechos de los niños.

Por otra parte, ya no es la escuela la que produce las definiciones acerca de la infancia o
discute críticamente las definiciones heredadas, sino que son los propios niños los que
desafían a redefinir las escuelas. Por lo que la cuestión radica en como configurar una
nueva mirada pedagógica de la infancia hoy frente a estos desafíos.

Para ello, se necesita, en primer lugar una mirada con dimensión histórica, en la medida
en que ella permite restituir la cadena histórica entre las generaciones en un contexto
de desintegración de lazos sociales y volver a ubicar la condición humana de todo
proceso educativo para desde allí potenciar demandas, desafíos y ejercicios de
responsabilidad pública. Pero debe ser también una mirada hacia lo contemporáneo,
atenta al devenir, con la temporalidad de cada generación, en un esfuerzo de
descentramiento de los adultos que favorezca la construcción de una nueva posición
educadora acorde con condiciones históricas siempre cambiantes, que explore el
impacto de las nuevas tecnologías, de los cambios perceptivos, de las formas de
construcción de conocimientos, de los procesos de identificación infantiles, de los
cambios de la cotidianeidad. Por último, una mirada constructora de futuros que
potencie tanto las demandas como las autocriticas, y la imaginación pedagógica
orientadas a los niños.

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