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, mayo 2015
CAPITULO V
De la adopción y otras formas de protección de
menores
Rúbrica modificado por art. 2 de Ley núm. 21/1987, de 11 noviembre
Sección 1ª
De la guarda y acogimiento de menores
Artículo 172.
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Ap. 5 modificado por disp. final 2.4 de Ley Orgánica núm. 8/2021, de 4 junio
Doctrina-comentario
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1. «Reinserción del menor en su propia familia» (art. 172.4). Las disposiciones autonómicas
hablan de apoyo a la familia. Es la medida más respetuosa con el menor y con su familia.
Puede hacerse técnica o económicamente.
2. Asunción temporal de la guarda (art. 172.2). Exige distinguir entre titularidad y ejercicio de
la patria potestad. La guarda no priva de la titularidad, pero sí del ejercicio de algunos
deberes (personales). El ejercicio lo asume la entidad y lo encomienda a familias de acogida,
personas acogedoras o a casas o establecimientos de internamiento.
3. Tutela legal (art. 172.1). Es la intervención más enérgica. Sólo puede adoptarse cuando
sean insuficientes las anteriores. Si realmente es una tutela significa privación de la
titularidad de la patria potestad.
La entidad pública ante la falta de asistencia moral y material puede adoptar diversas
medidas. Ejemplo: la «enfermedad» (art. 172.2), que posibilita la guarda, puede remediarse
con un apoyo económico a la familia.
II. Consideraciones críticas. 1. Falta de coordinación entre el art. 172.1 y otras figuras del
CC y demás leyes civiles. Se introduce una tutela cuya regulación se hace en otro tít. (el X)
del mismo CC, lo que significa defectuosa colocación sistemática del precepto dentro del
sistema (Pillado, RDP 1987, p. 447). Otra crítica es que la tutela se constituye siempre por
la autoridad judicial (art. 231), mientras que el 172.1 no hace intervenir para nada a la
autoridad judicial, ya que surge cuando se da una situación «de hecho». Está también
descoordinado con los preceptos de la patria potestad (art. 170 CC) que exigen sentencia
para la privación de la potestad (y no se diga que esta tutela es compatible con la patria
potestad, ya que ambas instituciones están reguladas en relación de subsidiariedad e
incompatibilidad (por la compatibilidad Informe, 1988, p. 224; igual que el texto Ruiz-Rico
Ruiz, AC 1988, p. 65). Está descoordinado, por último, con los preceptos del RC, pues no se
adivina el procedimiento para que llegue a los libros del Registro (cfr. art. 23 LRC).
graves. La letra del precepto dice que los menores desamparados están bajo tutela y que el
desamparo se produce «de hecho»; entendido a la letra lleva el absurdo de que la entidad
puede ser tutora sin saberlo (Ruiz-Rico Rico, AC 1988, p. 60).
3. Los supuestos de quién puede desamparar son muy numerosos: los titulares de la patria
potestad (tanto padres naturales como adoptivos) y los tutores; los acogedores que tienen las
obligaciones del 173.1 CC; la propia entidad pública; el defensor judicial (arts. 299 y 302 CC);
el guardador de hecho (art. 303 CC); el delegado paterno (Ruiz-Rico Ruiz, AC 1988, p. 62).
B) Cuando resulte imposible ejercitar los deberes de guarda, lo que les ocurrirá a los
incapaces (hay que atender a la sentencia; art. 210 CC; pero no es necesaria la declaración
judicial de la incapacidad; lo decisivo es que el menor se encuentre privado de la necesaria
asistencia moral o material), los ausentes, los que sufran enfermedades físicas o psíquicas
que pueden generar comportamientos u omisiones que hagan necesaria la intervención de la
entidad, la necesidad económica y el intenso déficit socio-cultural.
IV. La guarda. Tienen que solicitarla «quienes tengan potestad sobre el menor» y puede
basarse en circunstancias de los guardadores (art. 172.2 CC: «enfermedad») o de los
menores (art. 154 CC). En este caso son competentes los Juzgados de Menores si han
incurrido en conductas tipificadas como delito o falta (art. 97 LOPJ). Deja abierto el artículo
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VI. Principio de integración familiar. Está en el art. 172.4 CC, pero no es propiamente una
norma jurídica, sino más bien una declaración de intenciones; «Se procurará». Todo lo que
menciona el 172.4 CC está íntimamente conectado con las posibles medidas que la entidad
puede adoptar y de las que se ha hecho mención anteriormente. La tutela es provisional (art.
239 II CC), la guarda es temporal («durante el tiempo necesario»; 172.2 CC) y el acogimiento
también puede cesar como dispone el 173; todo esto, junto al seguimiento que de estas
situaciones tiene que hacer la entidad y comunicarlo al MF, hace que la entidad y el propio
MF deban intentar la reintegración del menor en su propia familia y el no separar a los
hermanos si para los menores resulta beneficioso.
A r t í c u l o 1 7 2 t e r.
No podrán ser acogedores los que no puedan ser tutores de acuerdo con
lo previsto en la ley.
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Artículo 173.
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Doctrina-comentario
Puede destacarse que se establece en favor del menor; es esencialmente temporal (el límite
máximo es la mayoría de edad); es revocable (aunque razonablemente la revocación debe
estar justificada, los términos del 173.3.2.º son tajantes: para cesar basta «comunicación»);
es de inserción familiar asimilado a la patria potestad y a la tutela, pero sólo en su aspecto
personal, ya que los acogedores carecen de potestades de orden patrimonial (Ruiz-Rico
Ruiz, AC 1988, p. 146; Feliú, Comentarios, p. 72). Puede ser retribuido; la retribución correrá
a cargo de la entidad si la formalización del mismo es administrativa y la fijará el Juez si es
judicial. Si el menor tiene patrimonio suficiente pueden utilizarse analógicamente las normas
para la retribución del tutor (art. 274 CC) (V. Feliú, Comentarios, p. 74).
II. Capacidad. Por parte del acogedor puede serlo una persona sola, una pareja no casada
(disp. ad. 3.ª L 21/87) o un matrimonio. La ley sólo dice: en 172.3, «persona o personas»; en
173.1, «quien le recibe»; en 173.2, «las personas que reciben al menor»; en 173.3.2.º, «las
personas que lo tienen acogido». Podría incluso pensarse en varias personas dedicadas a
recibir en acogimiento, más cuando éste puede ser remunerado. No se requiere especial
capacidad para ser acogedor, aunque como indica el precepto que tiene que prestar
consentimiento parece evidente que debe tener capacidad de obrar e idoneidad para la tarea
que va a desempeñar (velar por el menor, tenerlo en su compañía,…). No hay prohibiciones.
Para ser acogido, debe tratarse de un menor. Parece que debe estar desatendido, pero no se
requiere que esté desamparado ya que el 173.2 dice: «tenga o no la tutela», lo que indica
que puede estar desamparado o tener asumida sólo la guarda temporal (art. 172.2 CC). No
se prevé el acogimiento de mayores, pero no puede descartarse (Arce, RGLJ 1987, p. 752;
Feliú, Comentarios, pp. 60-62). Si de la guarda solicitada por quienes tienen potestad sobre
el menor hemos mantenido que es relación cuasi-negocial, con mayor motivo hemos de
considerar el acogimiento como un negocio de carácter familiar que, además, puede
desembocar en una adopción.
III. Constitución. Hay dos formas de constituirlo: una primera administrativa y otra judicial.
La constitución administrativa del acogimiento sólo exige que se formalice «por escrito» y
que se expresen los consentimientos que luego se dirán. No son iguales todos los
consentimientos. El de la entidad y el de los acogedores son imprescindibles ya que el del
menor, si tiene menos de doce años, no se requiere, y el de los padres puede obviarse en
algunos casos. El consentimiento de la entidad tiene que estar debidamente fundado en la
idoneidad de las personas a las que se va a entregar el menor. La entidad tiene que controlar
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El consentimiento del menor, mayor de doce años, también es básico y no se puede obviar.
La edad indicada hace referencia a una estimación del legislador de que al alcanzarla se
obtiene capacidad de entender y querer. Si no alcanza dicha edad, puede pensarse que debe
ser oído si es capaz de expresar una opinión. El consentimiento del menor es previo al de la
entidad, que sólo se pronunciará resolviendo favorablemente cuando se hayan reunido en el
expediente todos los consentimientos requeridos.
La opinión de los padres o tutores no privados de la potestad debe ser escuchada en todo
caso, salvo que no quieran comparecer en el expediente (administrativo o judicial). Pero tiene
diferente valor según que el acogimiento sea administrativo o judicial. Si es administrativo
tienen que consentir, mientras que si es judicial tienen que ser oídos, porque no han querido
consentir ante la entidad. Por tanto en el trámite administrativo tiene mucha mayor fuerza,
porque la entidad no puede formalizar el acogimiento ante la oposición de los padres, y debe,
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Artículo 174.
Doctrina-comentario
I. Vigilancia del Fiscal. Las figuras que contempla la L 21/87 en la Sec. 1.ª del Cap. V del
Tít. VIII del Lib. I están sometidas a la vigilancia del Fiscal, que por lo que hace referencia a
la tutela y a la guarda suple la anterior vigilancia judicial. La ausencia de vigilancia judicial y
el protagonismo de la Administración merecen, sin duda, censuras. Las razones que se han
esgrimido para encomendar a los Fiscales esta misión, son la existencia de un Pr. de Ley de
menores en el que los Fiscales tendrían mayor protagonismo y que debe descargarse a los
jueces de tareas, dada la enorme carga que soportan (Ruiz-Rico Ruiz, AC 1988, p. 80).
Esta vigilancia queda explicitada en el apdo. 2 del art. 174 al decir que la entidad pública le
dará noticia inmediata de los nuevos ingresos y le remitirá copia de los escritos de
formalización de los acogimientos. El Fiscal comprobará, al menos semestralmente, la
situación del menor y promoverá ante el Juez las medidas de protección que estime
convenientes. Sorprende de este apdo. el que no se comunique al Fiscal la situación de
desamparo que, como hemos señalado, debe ser apreciada por la entidad. El desamparo se
produce «de hecho»; esto no requiere mayor argumentación; un menor o está atendido o se
encuentra privado de la necesaria asistencia y está desamparado. Pero con independencia
de que el desamparo se produzca en la realidad de la vida, la entidad tendrá que apreciarlo
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para adoptar las medidas más convenientes para el menor. El art. 174.2 sólo prevé que se
notifiquen los nuevos ingresos y que se remita copia de la formalización de los acogimientos.
Puede quedar sustraída a la superior vigilancia del Fiscal aquella situación de un menor
desamparado, comprobada por la entidad, pero respecto de la cual no se haya producido
aún un ingreso en establecimiento adecuado o una entrega en guarda o en acogimiento. Y es
extremadamente conveniente que el Fiscal conozca estas situaciones, porque en la práctica
existen con penosa frecuencia menores que no son aceptados por casas o establecimientos
de internamiento y menos aún son aceptados por familias para su guarda o acogimiento. La
entidad, por sí misma, poco puede hacer en estos casos, pero la intervención del MF y la
decisión judicial son mucho más eficaces para remediar esta situación.
Se puede obviar la crítica anterior con lo que dispone el apdo. 1 del art. 174 al determinar
que el Fiscal tiene la vigilancia de la tutela. Esta tutela para que pueda vigilarse tiene que ser
conocida por el Fiscal; por ello la entidad, apreciado el desamparo y asumida la tutela,
pondrá en conocimiento del Fiscal estas actuaciones, y ello aunque no lo diga el apdo. 2 del
art. 174.
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