En primera línea contra la desertificación
Alrededor de mil millones de personas menores de veinticinco años en todo el mundo viven en regiones donde dependen de la tierra y los recursos naturales para trabajar y ganarse la vida, según la ONU, pero su futuro está cada vez más amenazado por la desertificación y la degradación de la tierra.
En todo el mundo, jóvenes y mayores están respondiendo a la amenaza de la desertificación adoptando nuevos enfoques para trabajarla que no sólo pueden evitar una mayor degradación, sino que también pueden ofrecer nuevas oportunidades de subsistencia.
El tema de la desertificación, la sequía y la recuperación de tierras se está debatiendo en una reunión mundial de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (CNULD), que continúa en Riad (Arabia Saudí) hasta el 13 de diciembre.
Trazar una línea en la arena en Madagascar
En el sur de la isla de Madagascar, frente a la costa oriental de África, las tierras productivas se pierden a un ritmo alarmante a causa de la arena, que los fuertes vientos estacionales arrastran tierra adentro.
Las comunidades que viven aquí se encuentran entre las más vulnerables de Madagascar y, a medida que los suelos arenosos que cultivan se degradan cada vez más, ya no pueden cultivar sus tierras y sus medios de vida se ven amenazados.
Pero ahora, con el apoyo de la ONU, las comunidades han estado cultivando plantas de sisal, resistentes a condiciones severas y bien adaptadas a un entorno más árido.
Cuando se cultivan en rejillas, pueden ayudar a asegurar la capa superficial del suelo y evitar una mayor erosión. Esto significa menos tormentas de arena y más oportunidades de trabajar la tierra.
«Antes, en la tierra donde estamos no había nada, sólo arena. Así que no podíamos cultivar. Pero ahora hemos plantado sisal, lo que ha sido bueno para el pueblo», dice Lydia Monique Anjarasoa.
Reverdecer el desierto en Arabia Saudí
En Arabia Saudí, Abdullah Ibrahim Alissa describe cómo la árida tierra en la que creció al norte de la capital del país, Riad, se deterioró y sufrió los efectos de la desertificación.
El terreno está dentro del rocoso Parque Nacional de Thadiq, conocido por sus amplios valles, y Abdullah Ibrahim Alissa, como actual gestor del parque, emprendió un proyecto para rehabilitar los 660 kilómetros cuadrados del parque. Para ello se han plantado 250.000 árboles y un millón de arbustos y se han construido presas en terrazas para recoger el escaso agua de lluvia de la zona.
«Gracias a los proyectos de forestación, protección y cuidado, la zona ha cambiado por completo», afirma Alissa.
La recuperación del Parque Nacional de Thadiq forma parte de un plan más amplio de Arabia Saudí para regenerar enormes extensiones de desierto dentro y fuera del país. El objetivo es hacer frente a la sequía, la desertificación y la degradación del suelo, que amenazan a países de Asia Occidental y el Norte de África.
Tres cuartas partes de las tierras cultivables de la región ya están degradadas y el 60% de la población sufre escasez de agua, cifra que aumentará de aquí a 2050.
Arabia Saudí se ha asociado con la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (CNULD) para lanzar la Iniciativa Global de la Tierra del G20, cuyo objetivo es reducir la degradación de la tierra en un 50% para 2040.
Cosechar la esperanza en Níger
El cambio climático, la degradación de la tierra, la subida de los precios y los conflictos han hecho aún más precaria la ya difícil vida de los agricultores de la región africana del Sahel, pero las comunidades se han unido con el apoyo del programa integrado de resiliencia del Programa Mundial de Alimentos (PMA) para cultivar una vida mejor.
Foureyratou Saidou, madre soltera de cuatro hijos y viuda reciente de la zona nigerina de Tilaberi, es una de los cerca de tres millones de personas de la región que se han beneficiado de la iniciativa, que promueve la rehabilitación de tierras, la diversificación de los medios de subsistencia, las comidas escolares, las intervenciones en materia de nutrición y la mejora de la producción agrícola y el acceso a los mercados.
«En este huerto, ahora cultivamos y cosechamos cebollas, tomates, lechugas y otras verduras que comemos y que podemos vender en el mercado local», explica. «Antes no teníamos mucho para vivir. Ahora sí, y no queremos irnos».
Con un mejor acceso a los mercados, Saidou puede vender los alimentos que no consume en casa y mantener a sus hijos.