Caso Jesuitas
Caso Jesuitas
Caso Jesuitas
I. INTRODUCCIÓN
Los Sacerdotes Jesuitas Ignacio Ellacuría, Ignacio Martín Baró, Segundo Montes
Mozo, Joaquín López y López, Amando López, Juan Ramón Moreno, así como la señora
Julia Elba Ramos y su hija adolescente, Celina Mariceth Ramos, fueron asesinados por
miembros de la Fuerza Armada del Gobierno de El Salvador en el interior del recinto de
la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas”, durante la madrugada del 16 de
noviembre de 1989. Las ejecuciones arbitrarias se produjeron en el contexto de una
ofensiva guerrillera de gran envergadura, especialmente en la capital de la República. Las
víctimas eran civiles que no participaban, en modo alguno, de actividades militares y el
padre Ignacio Ellacuría se había destacado notablemente en promover una solución
pacífica al conflicto armado salvadoreño, así como en la denuncia de las injusticias
sociales que afligían a las mayorías más desposeídas de la población.
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Transcurridos trece años, desde la masacre, estos crímenes aún siguen en la
impunidad. Como se referirá más adelante, algunos de los autores materiales fueron
llevados a un tribunal de jurado en septiembre de 1991; inexplicablemente, el jurado
absolvió a los integrantes del comando de ejecución, todos ellos miembros del Batallón
de Infantería Atlacatl, por lo que únicamente se condenó a dos oficiales del ejército –uno
de ellos de alto rango-, quienes se vieron favorecidos con la amnistía general de 19931.
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paz y la democracia requiere del olvido y abandono de estas víctimas, es una aberración
que altera en su esencia el alto principio constitucional que consagra a la persona humana
como el origen y el fin del Estado”.
El perdón es necesario, por supuesto, pero tal como ha señalado el Señor Louis
Joinet: “el perdón, condición de toda reconciliación, supone, como acto privado, que la
víctima conozca al autor de las violaciones y que éste haya tenido la posibilidad de
manifestar su arrepentimiento: en efecto, para que pueda ser concedido el perdón, es
menester que haya sido previamente solicitado”4.
4
L. Joinet, Informe acerca de la cuestión de la impunidad de los autores de violaciones a los derechos
humanos, ONU, 26 de junio de 1997, E/CN.4/Sub.2/1997/20.
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procederse así, correrían el riesgo de ser ensuciados por una incriminación global e
injusta. Verdad y Justicia que permitirán a esas fuerzas considerarse como
auténticas herederas de aquellos ejércitos que, con tanta heroicidad como pobreza,
llevaron la libertad a medio continente (…) Únicamente así podremos estar seguros
de que NUNCA MÁS en nuestra patria se repetirán hechos que nos han vuelto
trágicamente famosos en el mundo civilizado” 5.
5
NUNCA MÁS, Informe de la COMISIÓN NACIONAL SOBRE LA DESAPARICIÓN DE PERSONAS;
Prólogo, 1984. Editorial Universitaria de Buenos Aires, Argentina, Edición de Abril de 1996.
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DESCRIPCIÓN DE LOS HECHOS
En las primeras horas del 16 de noviembre de 1989, un grupo de efectivos del Batallón
Atlacatl ingresó al recinto de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas”
(UCA) en San Salvador. Se dirigieron al edificio del Centro Pastoral donde residían los
sacerdotes jesuitas (...)
Los militares intentaron forzar la entrada del Centro Pastoral. Al darse cuenta los
sacerdotes les dieron entrada voluntariamente. Los efectivos del ejército registraron el
edificio y ordenaron a los sacerdotes salir al jardín posterior y tenderse boca abajo.
El teniente al mando, José Ricardo Espinoza Guerra, dio la orden de matar a los
sacerdotes. El soldado Oscar Mariano Amaya Grimaldi dio muerte a tiros a los
sacerdotes Ellacuría, Martín-Baró y Montes; el Subsargento Antonio Ramiro Avalos
Vargas a los sacerdotes López y Moreno. Poco después los soldados, entre ellos el
Cabo Ángel Pérez Vásquez, encontraron al sacerdote Joaquín López y López en el
interior de la residencia y le dieron muerte. El Subsargento Tomás Zarpate Castillo le
disparó a la señora Julia Elba Ramos, quien trabajaba en la residencia, y a su hija de
dieciséis años, Celina Mariceth Ramos. El soldado José Alberto Sierra Ascencio disparó
contra ellas, nuevamente rematándolas.
Los efectivos del Atlacatl se apoderaron de un maletín que pertenecía a los sacerdotes, y
con él, fotografías, documentos y cinco mil dólares.
Pocas horas antes, entre las diez y las once de la noche del día 15, el Coronel Guillermo
Alfredo Benavides Moreno, Director de la Escuela Militar se reunió con los oficiales bajo
su mando. Entre los oficiales presentes estaban el Mayor Camilo Hernández Barahona,
el Capitán José Fuentes Rodas, los tenientes Mario Arévalo Meléndez, Nelson Alberto
Barra Zamora, Francisco Mónico Gallardo Mata, José Vicente Hernández Ayala, Ramón
Eduardo López Larios, René Roberto López Morales, Yusshy René Mendoza Vallecillos,
Edgar Santiago Martínez Marroquín y el subteniente Juan de Jesús Guzmán Morales.
El Coronel Benavides informó que acababa de llegar de una reunión en el Estado Mayor
donde se habían adoptado medidas extraordinarias para combatir la ofensiva del FMLN
iniciada el día 11 de noviembre. En esa reunión se informó que la situación era crítica y
se decidió utilizar artillería y vehículos blindados.
También se informó que era necesario eliminar a todos los elementos subversivos
conocidos. El Coronel Benavides dijo que había recibido órdenes de eliminar al padre
Ignacio Ellacuría sin dejar testigos.
El Coronel Benavides pidió que levantaran la mano los que no estuvieran de acuerdo
con la orden. Ningún oficial lo hizo.
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El Mayor Hernández Barahona organizó la operación. Para ello se utilizó a los comandos
del Atlacatl al mando del Teniente José Ricardo Espinosa Guerra. Con el objeto de evitar
su renuencia se dispuso que también participara su compañero de promoción (“tanda”),
el Teniente Yusshy René Mendoza Vallecillos.
Para llegar a la UCA era preciso atravesar los cordones de defensa del complejo militar.
El Teniente Martínez Marroquín coordinó el paso de los efectivos del Atlacatl.
(...)
La ofensiva
También se estableció una cadena nacional de radio cuya emisora piloto era la Radio
Cuscatlán de la Fuerza Armada. A través de un “micrófono abierto” se difundieron
llamadas telefónicas a esa emisora. En ellas se hacían acusaciones contra el padre
Ellacuría y se llegó a pedir su muerte.
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El 11 de noviembre, guerrilleros volaron un portón de la UCA y atravesaron el recinto
universitario. Al día siguiente un destacamento militar se instaló para vigilar la entrada y
salida de la universidad. A partir del 13 impidieron el ingreso al recinto.
El día 13, el Coronel Ponce ordenó al Coronel Joaquín Arnoldo Cerna Flores, Jefe del
Conjunto III del Estado Mayor que dispusiera un registro (cateo) de las instalaciones de
la UCA. Según el Coronel Ponce ordenó el cateo porque le habían informado que más
de 200 guerrilleros se encontraban en el interior de la universidad.
El Coronel Cerna Flores encomendó el cateo al Teniente José Ricardo Espinoza Guerra,
quien llevó unos cien efectivos del Batallón Atlacatl. El Teniente Héctor Ulises Cuenca
Ocampo, de la Dirección Nacional de Inteligencia (DNI) se encontró con las tropas en la
entrada de la UCA para asistir al cateo. El Teniente Espinoza Guerra dirigió
personalmente el registro de la residencia de los sacerdotes. No encontraron señales de
la presencia de guerrilleros, material de guerra o propaganda.
El 15 de noviembre a las 6:30 p.m. se realizó una reunión del Estado Mayor con jefes y
comandantes militares para adoptar nuevas medidas frente a la ofensiva. El Coronel
Ponce autorizó la eliminación de cabecillas, sindicalistas y reconocidos miembros líderes
del FMLN.
El Ministro de Defensa, General Rafael Humberto Larios López pidió que el que
estuviera en desacuerdo levantara la mano. Nadie lo hizo. Asimismo, se acordó
consultar estas medidas con el Presidente Cristiani.
El Presidente Cristiani se reunió con el Alto Mando entre las 12.00 p.m. y las 2.30 a.m.
del día 16. De acuerdo a su declaración, el Presidente aprobó un nuevo dispositivo de
uso de unidades blindadas del regimiento de Caballería y de piezas de artillería, y en
ningún momento de esa reunión se trató tema alguno relacionado con la UCA.
El encubrimiento
En las primeras horas de la mañana del día 16 el Mayor Carlos Camilo Hernández
Barahona y el Teniente José Vicente Hernández Ayala fueron personalmente a la oficina
del Coronel Ponce a dar parte de todo lo ocurrido en la UCA. Los oficiales informaron
que tenían un maletín con fotos, documentos y dinero que los soldados habían sustraído
de los jesuitas horas antes. El Coronel Ponce ordenó destruirlo porque era prueba de la
responsabilidad de la Fuerza Armada. Destruyeron el maletín en la Escuela Militar.
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Al reintegrarse a su unidad, el Teniente Espinoza Guerra dio parte de lo ocurrido al
Comandante del Batallón Atlacatl, el Teniente Coronel Oscar Alberto León Linares.
El Coronel Benavides relató los hechos al Teniente Coronel Manuel Antonio Rivas Mejía,
Jefe de la CIHD, y solicitó ayuda. Este último recomendó destruir los cañones de las
armas utilizadas y sustituirlos por otros para evitar su identificación en las pruebas
balísticas. Luego se hizo esta destrucción de los cañones con la ayuda del Teniente
Coronel Oscar Alberto León Linares.
Al poco tiempo de iniciada la investigación, el Coronel René Emilio Ponce dispuso que
se incorporara a la CIHD –para colaborar con la investigación sobre el caso- el Coronel
Nelson Iván López y López, Jefe del Conjunto I del Estado Mayor, quien además había
estado al mando del Centro de Operaciones Tácticas del Estado Mayor durante toda la
noche del 15 al 16 de noviembre.
Otro testigo también se retractó de su versión inicial. Lucía Barrera de Cerna, empleada
de la Universidad declaró haber visto desde un edificio adyacente a la residencia de los
jesuitas a los soldados con uniformes camuflados y gorras. En los Estados Unidos,
donde fue por protección, la interrogó el Federal Bureau of Investigation (FBI) y se
retractó de lo dicho. En sus interrogatorios estuvo presente el Teniente Coronel Rivas
Mejía, Jefe de la CIHD. Posteriormente ratificó su versión original.
La CIHD no tomó declaración al Coronel Benavides, a pesar de que los hechos habían
ocurrido en la zona de su Comando. De acuerdo al expediente judicial, la primera
declaración de Benavides es el 11 de enero ante la Comisión de Honor.
El día 2 de enero de 1990, mes y medio después de los asesinatos, un oficial del ejército
de los Estados Unidos y asesor de la Fuerza Armada de El Salvador, el Mayor Eric
Warren Buckland, informó a su superior, el Teniente Coronel William Hunter, sobre una
conversación sostenida días antes con el Coronel Carlos Armando Avilés Buitrago. En
esa conversación Avilés Buitrago le contó que se había enterado –a través del Coronel
López y López- que Benavides había dispuesto los asesinatos y una unidad del Batallón
Atlacatl los había ejecutado. También le informó que Benavides había solicitado la ayuda
del Teniente Coronel Rivas Mejía.
El Teniente Coronel William Hunter informó al Jefe de la Misión Militar de los Estados
Unidos, Coronel Milton Menjívar, quien arregló una reunión en la oficina del Coronel
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Ponce en donde fueron confrontados Buckland y Avilés. Este último negó haberle dado
esa información a Buckland.
Los Tenientes Espinoza y Mendoza y el Subteniente Guevara, así como los soldados
que participaron en el asesinato, confesaron su delito en declaraciones extrajudiciales
ante la Comisión de Honor.
La instrucción del proceso tardó casi dos años. Durante este período el Coronel
(actualmente General) René Emilio Ponce, el Coronel (actualmente General) Juan
Orlando Zepeda, el Coronel Inocente Orlando Montano y el Coronel (actualmente
General) Gilberto Rubio Rubio, presionaron a oficiales de menor rango para que no
mencionaran órdenes superiores en sus testimonios ante la Corte.
Finalmente se realizó el juicio ante jurado los días 26, 27 y 28 de septiembre de 1991, en
el edificio de la Corte Suprema de Justicia. La identidad de los cinco jurados fue
mantenida en secreto. Los procesados y los cargos fueron los siguientes:
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Teniente Coronel Carlos Camilo Hernández Barahona. Acusado de
encubrimiento real.
CONCLUSIONES
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a) El Coronel Oscar Alberto León Linares, Comandante del
Batallón Atlacatl, tuvo conocimiento del asesinato y ocultó pruebas
incriminatorias.
6
Decreto Legislativo N° 5, del 15 de junio de 1978; publicado en Diario Oficial N° 113, del 19 de junio de
1978.
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En el esclarecimiento de los hechos, revistió trascendental importancia para la
Comisión Interamericana, los resultados presentados por la Comisión de la Verdad sobre
el caso Jesuitas, ya relacionados en el presente informe.
“En cuanto a la ejecución material de los asesinatos, cabe señalar que ocho de los
encausados confesaron claramente y con lujo de detalles su participación en la
operación del 16 de noviembre de 1989, en los siguientes términos: el Subsargento
Ramiro Avalos Vargas asesinó a los Padres Juan Ramón Moreno y Amando López; el
soldado Oscar Amaya Grimaldi asesinó a los Padres Ignacio Ellacuría, Ignacio Martín
Baró y Segundo Montes; el Subsargento Tomás Zarpate Castillos disparó sobre Elba y
Celina Mariceth Ramos hasta creer que estaban muertas; finalmente ambas, fueron
rematadas por el soldado Jorge Sierra Asencio; el Cabo Angel Pérez Vázquez asesinó al
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Padre Joaquín López y López y los Tenientes Yusshy Mendoza y José Ricardo Espinoza
dirigieron la operación, secundados por el Subteniente Gonzalo Guevara Cerritos. Todos
ellos pertenecían al Batallón Atlacatl, menos el Teniente Mendoza, que pertenecía a la
Escuela Militar.
La validez de dichas declaraciones, por otra parte, fue resuelta en Plenario por el Juez
4o de lo Penal, por la Cámara Primera de lo Penal de San Salvador y por la Corte
Suprema de Justicia de dicho país, todos los que se expidieron por su validación. A
pesar de ello, ninguno de los miembros del Batallón Atlacatl fue condenado”.
“Tomás Zarpate Castillo admitió haber disparado sobre las dos mujeres y que al estar
seguro que habían muerto, ya que no se quejaban, emprendió la retirada…Las
mencionadas confesiones contienen pruebas contundentes. El Subsargento Antonio
Ramiro Avalos Vargas confesó que él y Amaya Grimaldi habían obligado a cinco de los
sacerdotes jesuitas a acostarse boca abajo sobre el pasto y que después de que el
Teniente Espinoza le dijera "a qué horas vas a proceder", se acercó a Amaya Grimaldi y
le dijo "procedamos". Inmediatamente Amaya Grimaldi, con el fusil AK-47 que le había
dado el teniente de la Escuela Militar, comenzó a disparar a los dos sacerdotes que tenía
enfrente, mientras que el deponente, con su fusil M-16 de equipo procedió a dispararles
en la cabeza y el cuerpo a los dos restantes que tenía frente a él. Luego se dirigió a la
residencia y en una habitación encontró a dos mujeres tiradas en el suelo que estaban
abrazadas pujando, por lo que le ordenó al soldado Sierra Asencio que las rematara, de
tal manera que este soldado, con su fusil M-16, disparó una ráfaga como de diez
cartuchos hacia el cuerpo de las mujeres hasta que dejaron de pujar. Amaya Grimaldi,
por su parte, reconoció que cuando Avalos Vargas empezó a disparar contra los
sacerdotes que yacían más cerca sobre el pasto, él empezó a dispararles a los dos que
tenía más cerca con su fusil M-16; seguidamente les disparó a todos los cinco
sacerdotes que yacían sobre el pasto. En esos instantes, oyó la voz del Teniente
Espinoza, que le dio la siguiente orden al Cabo Cotta Hernández: "mételos para adentro
aunque sea de arrastradas".
El Cabo Ángel Pérez Vásquez, por su parte, admitió haber rematado al Padre López y
López, previamente herido por otro soldado. Según el Cabo, al entrar al segundo piso de
la Universidad, donde había varias habitaciones, vio que del pasillo salía un señor alto y
con ropa blanca (el Padre López López). Uno de los soldados le disparó al sacerdote,
quien cayó al piso. Luego, cuando el Cabo Pérez Vásquez se dirigía a hacer un registro
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de la habitación, sintió que el sacerdote herido lo agarraba por los pies. Entonces el cabo
retrocedió y le disparó cuatro veces.
El Teniente Mendoza declaró, entre otras cosas, que el 15 de noviembre de 1989, a las
veintitrés o veinticuatro horas aproximadamente, recibió una orden de presentarse ante
el Coronel Benavides en el despacho del Director de la Escuela Militar. Ya en la
Dirección, Mendoza se encontró con el Coronel Benavides y con dos oficiales más, de
los cuales pudo reconocer al Teniente Espinoza porque era su compañero de promoción.
Al otro no lo reconoció, pero luego oyó que le decían Teniente Cerritos. Según el
deponente, el Coronel Benavides le dijo: "mirá Mendoza, vas a acompañar a Espinosa a
cumplir una misión, él ya sabe qué es", a lo que el declarante respondió... "está bien mi
Coronel". Luego el declarante participó en la operación.
El Teniente Espinoza declaró que el Coronel Benavides le había dicho: "ésta es una
situación donde son ellos o somos nosotros; vamos a comenzar por los cabecillas;
dentro del sector de nosotros tenemos la universidad y ahí está Ellacuría", luego se
dirigió a Espinoza y le dijo: "vos hiciste el registro y hay que eliminarlo y no quiero
testigos, el Teniente Mendoza va a ir con ustedes como el encargado de la operación
para que no haya problemas". El deponente le dijo a Benavides que eso era un problema
serio y el Coronel le respondió: "no te preocupes, tenés mi apoyo".
El Subteniente Guevara Cerritos, por su parte, admitió haber recibido, junto con los dos
tenientes, órdenes del Coronel Benavides de realizar la operación en la UCA. El
deponente declaró que el Coronel Benavides les dijo: "Bueno señores, nos estamos
jugando el todo por el todo, o somos nosotros o son ellos, ya que éstos han sido los
intelectuales que han dirigido la guerra por mucho tiempo". Según Guevara Cerritos,
Benavides siguió diciendo: "que ahí se encontraba el Teniente Mendoza y que por ser
compañero del Teniente Espinoza y más antiguo, sería él quien iba a dirigir la operación,
pues los soldados de Espinoza ya conocen donde duermen los padres jesuitas y no
quiero testigos". Guevara Cerritos también reconoció que seguidamente él y Espinoza
reunieron a los Jefes de Patrullas que se encontraban ahí y les comunicaron la orden
que habían recibido del Coronel Benavides.
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testimonial que por el hecho de ser el Coronel Benavides Comandante de la zona donde
se cometió el hecho, tenía responsabilidad en el mismo; que en su declaración
testimonial rendida por medio de certificación jurada, el Coronel Ponce declaró que la
unidad BIRI del Batallón Atlacatl, desde que se constituyó en refuerzo para el
cumplimiento de la misión del Comando de Seguridad quedó bajo el comando
operacional de dicho comando y por ende del Comandante del mismo, Coronel
Guillermo Alfredo Benavides Moreno; que las órdenes dentro de la Fuerza Armada
deben ser dadas dentro de los marcos establecidos por la ley y "cualquier miembro de la
institución que diere una orden contraria al ordenamiento jurídico, es personalmente
responsable de sus resultados y por consiguiente acreedor de las sanciones
correspondientes"; que a partir de las experticias balísticas practicadas, se determinó
que las vainillas que se encontraron en la escena del crimen pertenecían a una
ametralladora M-60 y un fusil AK-47, armas que, según consta en el proceso judicial, se
encontraban bajo la responsabilidad del Coronel Benavides quien era el único que podía
autorizar su utilización, en su calidad de Director de la Escuela Militar.
Con respecto a los oficiales superiores que dieron las órdenes o planearon las
ejecuciones extra-judiciales, cabe señalar que ninguno de los oficiales de alto grado
reconoció en su declaración testimonial que hubiera existido anuencia, tolerancia,
órdenes superiores o inclusive, órdenes del poder político. Sin embargo, las pruebas al
alcance de la CIDH, incluido el informe de la Comisión de la Verdad, demuestran que el
Coronel Benavides no actuó por su cuenta al ordenar los asesinatos de la UCA.
Benavides dependía desde el punto de vista operativo del Coronel René Emilio Ponce
Ponce y el comando de seguridad dependía directamente del Estado Mayor Conjunto.
Fue Ponce quien, conforme al Informe de la Comisión de la Verdad, dio al Coronel
Guillermo Alfredo Benavides la orden de dar muerte al sacerdote Ignacio Ellacuría sin
dejar testigos. Para ello dispuso la utilización de una unidad del Batallón Atlacatl que dos
días antes se había enviado a hacer un registro en la residencia de los sacerdotes.
Ponce impartió esta orden a Benavides en la noche del día 15 de noviembre de 1989, en
presencia y en confabulación con el General Juan Rafael Bustillo, el Coronel Juan
Orlando Zepeda, el Coronel Inocente Orlando Montano y el Coronel Francisco Elena
Fuentes”.
B. La negación de la justicia
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Salvador, que se declaró incompetente para revisar la inconstitucionalidad del decreto, con el
argumento de que la amnistía constituía un acto “eminentemente político”. Los condenados por
el delito de asesinato, el Coronel Guillermo Alfredo Benavides y el Teniente Yusshy René
Mendoza Vallecillos, fueron amnistiados y posteriormente liberados el 1° de abril de 1993”.
El sumario judicial --al que están agregadas las diligencias extrajudiciales de la Comisión
de Investigación, órgano que tuvo originalmente a su cargo la investigación-- aporta
suficientes pruebas de las que surge que dicha Comisión no llevó a cabo una
investigación completa ni oportuna; y que hubo desaparición e, incluso, destrucción de
pruebas fundamentales. Esto permitió a los militares organizar un vasto encubrimiento.
Un ejemplo gráfico es la destrucción de los libros de registro de la Escuela Militar, ya que
cuando el juez Zamora los pidió, se determinó que habían sido incinerados en diciembre
de 1989.
(...)
La CIDH considera que estos actos estuvieron encaminados a encubrir a parte de los
autores materiales y a los autores intelectuales del asesinato de los jesuitas, ya que
dichos registros hubieran probado quiénes entraron y salieron de la Academia Militar el
día de los asesinatos y los días previos. A este respecto, debe tenerse en cuenta que las
órdenes de efectuar primero el cateo y luego el asesinato de los jesuitas fueron
impartidas desde la Escuela Militar, donde se encontraba el comando de la Zona de
Seguridad creada el 13 de noviembre por el Estado Mayor. Los referidos registros
hubieran sido una prueba clave para determinar la responsabilidad de todos los autores
del acto delictivo.
(...)
La investigación fue defectuosa desde el principio, ya que los detectives de la Comisión
de Investigación ni siquiera acordonaron la escena del crimen antes de que las pruebas
pudieran ser alteradas. Según los informes de la Comisión de Investigación, dos de sus
detectives llegaron al lugar de los hechos a las nueve y diez de la mañana del 16 de
16
noviembre, unas siete horas después de cometidos los asesinatos. Empezaron a tomar
fotografías y a recoger pruebas físicas: proyectiles, casquillos, huellas dactilares, etc.
También empezaron a preparar planos y a interrogar a posibles testigos. Otras posibles
pruebas importantes que se hallaban en el lugar del crimen, fueron ignoradas por los
agentes de la Comisión de Investigación.
(...)
El Cabo Ángel Pérez Vásquez, que después confesó haber dado muerte al Padre López
y López, declaró a la Comisión de Investigación que "con respecto al asesinato de seis
sacerdotes jesuitas, lo primero que supo fue unos 15 días después de abandonar la
Escuela Militar, leyendo un periódico". El soldado Juan Antonio González Torres llegó a
decir que no había oído nada sobre la muerte de los jesuitas hasta el momento de su
declaración, el 28 de diciembre.
Este tipo de declaraciones, encaminadas a ocultar más que a revelar, fueron la regla, no
sólo de los primeros testigos, sino de cientos de miembros en servicio activo en la
Fuerza Armada salvadoreña, que no tuvieron inconveniente en incurrir en perjurio ante el
juez.
(...)
A pesar de la gran cantidad de pruebas recogidas por este órgano hasta esa fecha, lo
conseguido fue realmente pobre. De todas las huellas digitales recolectadas no se
obtuvo nada positivo, los análisis grafológicos no fueron concluyentes y las pruebas
balísticas no habían proporcionado resultados útiles. La policía inglesa de investigación
(Scotland Yard) criticó el modo como la Comisión de Investigación manejó las pruebas,
ya que la forma en que lo hizo creó confusión e impidió que se pudiera saber dónde se
había encontrado cada objeto. Peor aún, la Comisión de Investigación nunca terminó las
pruebas balísticas, ni relacionó con el crimen a ninguno de los acusados a través de
dichas pruebas.
(...)
Es inexplicable, por otra parte, que la Comisión de Investigación no interrogara al
Coronel Benavides antes de enero de 1990, puesto que era el comandante de la zona
militar de seguridad en que estaba situada la UCA y había registrado disparos y
explosiones en la universidad aquella noche, atribuyéndolos al FMLN. Sólo uno de los
subordinados del Coronel Benavides, el Capitán García Oliva --citado por el Coronel
Ponce como oficial al mando de las tropas situadas al sur y suroeste de la UCA-- fue
interrogado. Tampoco existe indicación alguna de que la Comisión de Investigación haya
tomado declaración al entonces subdirector de la Escuela Militar, Mayor Camilo
Hernández, para saber lo que pasó aquella noche. El Mayor Hernández, ya ascendido a
Teniente Coronel, fue posteriormente procesado por "encubrimiento real", acusado de
destruir pruebas, y condenado a tres años de prisión.
A pesar de que todos los indicios señalaban a los militares, la postura oficial del Ejército
y de las autoridades civiles durante noviembre y diciembre de 1989 fue la de culpar al
FMLN. El Coronel Heriberto Hernández, entonces director de la Policía de Hacienda,
acusado de estar complicado en los asesinatos en una carta anónima de "oficiales
jóvenes", negó esta acusación el 9 de diciembre de 1989, en una declaración jurada a la
Comisión de Investigación. Concluía su declaración diciendo que los "delincuentes
terroristas" cometen este tipo de crímenes con el objetivo de desacreditar a la Fuerza
Armada haciendo creer a la gente que es la Fuerza Armada quien los ha cometido.
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Sobre la Comisión de Honor, la Comisión Interamericana estableció las
siguientes conclusiones:
Los miembros de la Comisión de Honor también dijeron explícitamente que los nombres
de los nueve acusados los proporcionó el Teniente Coronel Rivas Mejía, como Jefe de la
Comisión de Investigación. Inexplicablemente, tanto la Comisión de Investigación como
la Comisión de Honor afirmaron que fueron los otros quienes dieron los nombres.
El informe de la Comisión de Honor, que consta de siete páginas y dos anexos, no arroja
nueva luz sobre los mecanismos internos de trabajo de dicha Comisión o sobre cómo
llegaron a las conclusiones que figuran en el sumario. A grandes rasgos, el documento
señala las razones que llevaron a formar la Comisión de Honor, explica que la Comisión
de Investigación había determinado la "posible participación de elementos de la Fuerza
Armada" y añade que "se designó a esta Comisión para apoyar la investigación del
caso". En forma sucinta da los nombres de los soldados y de las personas asesinadas
por ellos. En sus conclusiones, el informe establece que "los hechos ocurridos involucran
responsabilidad" de los nueve acusados y "recomienda" que "sean puestos a disposición
de los tribunales comunes competentes". La descripción de los hechos que aparece en
el informe coincide con la que se encuentra en el sumario. En el informe no existe
ninguna indicación de cómo los miembros de la Comisión de Honor pudieron obtener
dicha información.
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Lo anterior permite a la CIDH concluir que la Comisión de Investigación, autoridad
encargada de investigar el caso, no cumplió su trabajo de manera adecuada, ya que no
efectuó de inmediato una serie de diligencias habituales en caso de delito. De tal forma,
la Comisión de Investigación permitió que se perdiera y aun se destruyera
intencionalmente evidencia, y al dar tiempo a los sospechosos para formular coartadas y
salir exitosos en su tarea de encubrimiento. Si bien esta actitud cambió luego del informe
de la Comisión de Honor, todos los hechos sugieren que se trató de restringir la
investigación a los nueve culpables identificados en dicho informe. A partir de entonces,
la Comisión de Investigación investigó a fondo, pero sólo a los nueve finalmente
procesados, sin mostrar voluntad alguna de buscar a los responsables intelectuales en
otras esferas más elevadas de las Fuerzas Armadas.
“El veredicto del jurado permitió que se llegara al resultado absurdo de que siete de los
enjuiciados, precisamente los pertenecientes al Batallón Atlacatl, fueran absueltos y que
los dos únicos declarados culpables (el Coronel Benavides y el Teniente Mendoza)
pertenecieran a la Escuela Militar. De los dos Tenientes que dirigieron la operación,
Mendoza, de la Escuela Militar y Espinoza, del Atlacatl, sólo el primero fue condenado, a
pesar de que las balas que mataron a Celina Mariceth Ramos no provinieron de su arma
de dotación.
Tanto el Teniente Mendoza, condenado por asesinato, como los miembros del Batallón
Atlacatl, revelaron con sus conductas una singular peligrosidad y desprecio por la vida
humana. Además, la orden de matar no fue dada sorpresivamente en medio de un
combate, sino fría, reflexiva y premeditadamente, y quienes la recibieron tuvieron varias
horas para meditarla, apreciar su carácter manifiestamente ilegítimo y prever las
consecuencias de sus actos.
La decisión judicial tampoco condenó a los autores intelectuales, lo que significa que en
este caso la política de encubrimiento resultó totalmente efectiva. Sólo con posterioridad
a la firma de los acuerdos de paz y a la creación de la Comisión de la Verdad, se
investigó con seriedad la responsabilidad del Alto Mando y del Batallón Atlacatl. Fue con
base en esta investigación que dicha Comisión, en su Informe del 15 de marzo de 1993,
concluyó que la orden de dar muerte al Padre Ellacuría sin dejar testigos había sido dada
al Coronel Alfredo Benavides, en la noche del 15 de noviembre de 1989, por el entonces
Coronel René Emilio Ponce, en presencia y en confabulación con el General Juan Rafael
Bustillo, el entonces Coronel Juan Orlando Zepeda, el Coronel Inocente Orlando
Montano y el Coronel Francisco Elena Fuentes. Dicha Comisión concluyó asimismo que
el Coronel Ponce había dispuesto para esta operación "la utilización de una unidad del
Batallón Atlacatl que dos días antes había enviado a hacer un registro en la residencia
de los sacerdotes". Además, conforme lo estableció dicha Comisión, el Coronel Oscar
Alberto León Linares, Comandante del Batallón Atlacatl, tuvo conocimiento del asesinato
y ocultó pruebas incriminatorias. El Coronel Nelson Iván López y López, asignado para
ayudar en las tareas de la Comisión de Investigación, y el Coronel Manuel Antonio Rivas
Mejía, jefe de dicha Comisión (quien además "encomendó al Coronel Benavides la
destrucción de pruebas incriminatorias") también conocieron la verdad y la ocultaron.
Ninguno de estos militares fue debidamente investigado, procesado y condenado.
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De conformidad con todo lo dicho, la CIDH concluye que la investigación emprendida por
el Estado salvadoreño con relación a las ejecuciones extrajudiciales de las víctimas en el
presente caso, no fue emprendida con seriedad ni buena fe, y estuvo orientada a
encubrir a algunos de los autores materiales y a todos los autores intelectuales del delito.
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Asimismo, la Comisión ha concluido que “el Estado ha faltado a su obligación
de respetar los derechos reconocidos en la Convención Americana y de garantizar
su libre y pleno ejercicio (artículo 1(1)); y a su obligación de abstenerse de adoptar
disposiciones de derecho interno que afecten el goce de los derechos consagrados en
dicha Convención (artículo 2)”.
“Dicha ley se aplicó con el fin de evitar el castigo o juzgamiento de graves violaciones de
derechos humanos ocurridas antes del 1° de enero de 1992, incluidos aquellos
examinados por la Comisión de la Verdad, entre los que se cuenta el presente caso. El
efecto de la amnistía se extendió, entre otros, a delitos tales como las ejecuciones
sumarias, la tortura y la desaparición forzada de personas practicadas por agentes del
Estado. Algunos de los delitos amparados por este Decreto han sido considerados de tal
gravedad por la comunidad internacional que han justificado la adopción de
convenciones especiales sobre la materia y la inclusión de medidas específicas para
evitar su impunidad, incluso la jurisdicción universal y la imprescriptibilidad de la acción”.
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Convención Americana. Específicamente, las disposiciones de la Convención que
transgrede la Ley de Amnistía son:
“La CIDH ha señalado reiteradamente que la aplicación de leyes de amnistía que impiden el
acceso a la justicia en casos de violaciones serias de los derechos humanos, hace ineficaz la
obligación de los Estados partes de respetar los derechos y libertades reconocidos en ella y
de garantizar su libre y pleno ejercicio a toda persona sujeta a su jurisdicción sin
discriminación de ninguna clase, según establece el artículo 1(1) de la Convención
Americana. En efecto, dichas leyes eliminan la medida más efectiva para la vigencia de los
derechos humanos, vale decir, el enjuiciamiento y castigo a los responsables.
22
La Comisión desea llamar la atención de Su Excelencia respecto al hecho
de que los acuerdos de carácter político celebrados entre las partes, no
pueden eximir de ningún modo al Estado de las obligaciones y
responsabilidades que éste ha asumido en virtud de la ratificación, tanto de
la Convención Americana sobre Derechos Humanos, como de otros
instrumentos internacionales sobre la materia.
En este sentido, debe tenerse en cuenta que el Artículo 27 de la Convención
de Viena sobre el Derecho de los Tratados prohíbe que un Estado invoque
unilateralmente la ley nacional como justificación para no cumplir con las
obligaciones legales impuestas por un tratado internacional. Finalmente, en
este orden de ideas, el artículo 144, Inciso 2º de la Constitución de El
Salvador consagra que "La ley no podrá modificar o derogar lo acordado en
un tratado vigente para El Salvador. En caso de conflicto entre el tratado y la
ley, prevalecerá el tratado".
La Comisión Interamericana se permite recordar, además, al Gobierno de Su
Excelencia que El Salvador, como Estado parte en la Convención Americana
sobre Derechos Humanos, tiene, en virtud de la ratificación de la
Convención Americana, según señaló la Corte Interamericana de Derechos
Humanos, "el deber jurídico de (...) investigar seriamente con los medios a
su alcance las violaciones que se hayan cometido dentro del ámbito de su
jurisdicción a fin de identificar a los responsables, de imponerles las
sanciones pertinentes y de asegurar a la víctima una adecuada reparación".
Y agregó la Corte, refiriéndose al artículo 1º de la Convención, que: "Si el
aparato del Estado actúa de modo que tal violación quede impune (...) puede
afirmarse que ha incumplido el deber de garantizar su libre y pleno ejercicio
a las personas sujetas a su jurisdicción".
Conclusiones de la Comisión
El Estado salvadoreño, a través de los agentes de la fuerza armada que perpetraron las
ejecuciones extrajudiciales aquí descritas, ha violado el derecho a la vida consagrado en
el artículo 4 de la Convención Americana, conjuntamente con los principios recogidos en
el artículo 3 común de los Convenios de Ginebra de 1949, en perjuicio de los sacerdotes
jesuitas Ignacio Ellacuría, Ignacio Martín Baró, Segundo Montes, Amando López,
Joaquín López y López, Juan Ramón Moreno; de la señora Julia Elba Ramos; y de la
hija de ésta, la menor Celina Mariceth Ramos.
23
la Convención Americana. Todo ello afectó la integridad del proceso e implicó una
manipulación de la justicia con un evidente abuso y desviación de poder. El resultado es
que estos crímenes permanecen hasta el día de hoy en la impunidad ante una evidente
denegación de justicia. El Estado ha violado, además, en perjuicio de las víctimas, el
derecho a las garantías judiciales y a la tutela judicial efectiva establecido en los
artículos 1(1), 8(1) y 25 de la Convención Americana.
Las únicas personas declaradas culpables por los tribunales salvadoreños fueron
amnistiadas poco después, mediante la aplicación de la Ley de Amnistía General. Los
autores intelectuales que han sido identificados hasta la fecha, es decir los que dieron la
orden de matar a los sacerdotes jesuitas, a la señora Ramos y a su hija, pertenecientes
al Alto Mando de la Fuerza Armada salvadoreña, nunca fueron investigados, procesados
ni castigados. Como consecuencia de la sanción de la Ley de Amnistía, el Estado
salvadoreño ha violado el artículo 2 de la Convención Americana. Además, a raíz de su
aplicación al presente caso, el Estado ha violado el derecho a la justicia y su obligación
de investigar, procesar y reparar establecidos en los artículos 1(1), 8 y 25 de la
Convención Americana, en perjuicio de los familiares de las víctimas y de los miembros
de la comunidad religiosa y académica a la que pertenecían.
Recomendaciones de la Comisión
24
III. DENEGACIÓN DE JUSTICIA
RESPECTO DE LA AUTORÍA INTELECTUAL
La PDDH tuvo acceso a los documentos oficiales del caso; también entrevistó a
diversos funcionarios del sistema de justicia involucrados.
“La Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA) presentó el día trece de
marzo de este año, una denuncia formal ante la Fiscalía General de la República para
que se reabra las investigaciones en torno al asesinato de seis sacerdotes jesuitas y dos
de sus colaboradoras” (...) “los argumentos de los sacerdotes jesuitas que hicieron la
petición es que la Ley de Amnistía es inconstitucional. Además consideraron que dicha
Ley viola la Convención Americana sobre Derechos Humanos que es Ley de la
República por haber sido suscrita por El Salvador” (...) “en la denuncia formulada ante el
Ministerio Público, los ofendidos (UCA) solicitan la detención provisional contra el Ex
Jefe del Estado Mayor, René Emilio Ponce; el Ex Viceministro de Defensa, Orlando
Zepeda; el comandante de la Primera Brigada de Infantería, Coronel Francisco Elena
Fuentes; el Ex Comandante de la Fuerza Aérea, Juan Rafael Bustillo; el Ex Viceministro
de Seguridad Pública, Inocente Orlando Montano, todos por considerarlos autores
mediatos de dichos crímenes. Asimismo, piden procesar al Ex Presidente de la
República, Alfredo Cristiani, al señalarlo como uno de los autores del asesinato por
omisión, junto al Ex Ministro de Defensa, Rafael Humberto Larios”.
25
La segunda referencia periodística, del mismo rotativo (LPG, 29 de marzo de
2000, p. 12) dice en lo medular:
B.1 La denuncia
26
193 de la Constitución de la República y 230 del Código Procesal Penal, para interponer
denuncia penal en contra de las siguientes personas: General retirado René Emilio
Ponce, ex Jefe del Estado Mayor Conjunto y ex Ministro de Defensa y Seguridad
Pública; General retirado Juan Rafael Bustillo, ex Comandante de la Fuerza Aérea
Salvadoreña; General retirado Juan Orlando Zepeda, ex Viceministro de Defensa
Nacional; General retirado Inocente Orlando Montano, ex Viceministro de Seguridad
Pública; Coronel retirado Francisco Elena Fuentes, ex Jefe de la Primera Brigada de
Infantería de la Fuerza Armada de El Salvador; General retirado Rafael Humberto
Larios, ex Ministro de Defensa Nacional y el empresario Alfredo Félix Cristiani
Burkard, ex Presidente de la República y ex Comandante General de la Fuerza Armada
de El Salvador; así como contra todos los demás que resultaren involucrados en las
investigaciones, por el delito de asesinato en perjuicio de los Sacerdotes Jesuitas, la
señora Ramos y su hija, la madrugada del 16 de noviembre de 1989.
Sobre los hechos, el padre Tojeira Pelayo denunció, como antecedente, una
campaña de difamación y atentados contra la UCA durante la guerra; algunas de las
afirmaciones contenidas en la denuncia y que cabe destacar, son las siguientes:
“Durante esos años, en el país existía una aversión extrema de sectores militares y
políticos contra la Iglesia Católica en general y contra los sacerdotes jesuitas en
particular.
Cabe destacar que en abril de mil novecientos ochenta y nueve, la campaña contra los
sacerdotes de la UCA se recrudeció con pronunciamientos públicos del Partido Alianza
Republicana Nacionalista (ARENA) y de la institución castrense. Después del asesinato
del doctor Roberto García Alvarado, Fiscal General de la República, el Coronel Juan
Orlando Zepeda —entonces Comandante de la Primera Brigada de Infantería— afirmó
que la UCA era el centro de operaciones donde se había planificado dicho crimen, según
apareció en "El Diario de Hoy", en su edición del veinte de abril de ese mismo año. En
seguida, la imprenta de la Universidad fue objeto de un atentado con cargas de dinamita.
Otro hecho más cercano al dieciséis de noviembre de mil novecientos ochenta y nueve
es el que a continuación se relata. El tres de julio de ese año, la llamada "Cruzada Pro
Paz y Trabajo" publicó una carta abierta dirigida al Presidente Alfredo Cristiani,
reclamando la captura y el juicio sumario de —entre otros— los padres Ellacuría y
Montes, culpándolos de "toda la destrucción de la infraestructura y de todos los viles y
cobardes asesinatos que han cometido en nombre de la teología de la liberación", tal
como apareció en "El Diario de Hoy". Al día siguiente, el entonces Viceministro de
Seguridad Pública, Coronel Inocente Orlando Montano, acusó a la UCA de valerse de
espacios pagados "para tratar de desprestigiar a la Seguridad Pública y a la Fuerza
Armada", según se registra en el "Diario Latino" de fecha cuatro de julio. Días después,
siete bombas fueron colocadas en la imprenta de la UCA y causaron cuantiosos daños
materiales”.
27
frecuentes expresiones como: "Ellacuría es guerrillero, que le corten la cabeza...,
"Deberían sacar a Ellacuría para matarlo a escupidas"; además, señala que nunca se
difundieron en el micrófono abierto opiniones contrarias al Gobierno y el manejo del
mismo “creó un clima propicio y justificativo de los asesinatos posteriores”. El
denunciante agregó que dicha cadena de radio estaba bajo la responsabilidad del “Centro
de Información Nacional (CIN)”, bajo la dirección del señor Mauricio Eduardo Sandoval
Avilés, entonces Secretario de Información de la Presidencia de la República y, durante
el siguiente período presidencial, Director del Organismo de Inteligencia del Estado,
ostentando en la actualidad el cargo de Director General de la Policía Nacional Civil. El
padre Tojeira Pelayo señaló en su denuncia, dentro del contexto de irregularidades en la
investigación, la circunstancia de que este funcionario no fue interrogado o investigado
en torno al caso.
El denunciante sostuvo que era aplicable al caso el Código Penal de 1973, pues el
Código actual cobró vigencia hasta el año de 1998. Dentro de la citada normativa penal,
los hechos denunciados se tipificarían como asesinatos (Arts. 153 y 154 del Código Penal
anterior), sancionados con 30 años de prisión. No encuentra confusión, el denunciante,
respecto a la legislación procesal penal que debe aplicarse, pues debería ser la vigente, en
virtud del artículo 453 del Código Procesal Penal actual7.
7
El artículo 453 del Código Procesal Penal actual, establece que “Las disposiciones de este Código se
aplicarán desde su vigencia a los procesos futuros, cualquiera que sea la fecha en que se hubiere cometido
el delito o falta”.
28
responsabilidad en los asesinatos sería de autoría mediata, para los Generales René
Emilio Ponce, Juan Rafael Bustillo y Orlando Zepeda y para los Coroneles Francisco
Elena Fuentes e Inocente Orlando Montano.
“…Con la muerte de los padres Jesuitas y otros no se violó, infringió o alteró las
disposiciones constitucionales, sino que por el contrario fue una grave violación de la Ley
Secundaria y específicamente del Derecho Punitivo o Código Penal. En otras palabras,
la improcedencia de la Amnistía que se menciona en el Art. 244 Cn., se refiere
exclusivamente a violaciones, infracciones o alteraciones de "disposiciones
constitucionales" y no de normas secundarias como lo es el Código Penal”.
“Es claro e innegable que cuando se comete un delito de asesinato, secuestro, hurto,
etc., se violentan derechos constitucionales cuya protección se tipifica como delitos por
lo que el juzgamiento se hace a través del poder sancionador de los tribunales
competentes. En el presente caso las investigaciones se judicializaron a tal grado que se
ventiló un juicio que llegó hasta la etapa final de sentencia; pero ocurrió el acto jurídico-
29
político de la amnistía y con ello se originaron todos los efectos consiguientes de la
misma”.
Con fecha 26 de abril de 2000, el denunciante José María Tojeira Pelayo presentó
impugnación a la resolución fiscal anteriormente descrita.
“Parece que en este caso se ha hecho un análisis contrario, tomando nuestra actual
denuncia como si fuese sobre la misma materia que fue ventilada hace varios años, en el
30
ahora Juzgado Cuarto de Instrucción. Y eso no es cierto ya que, aunque las víctimas
sean las mismas, en aquel juicio se procesó a los autores materiales, mientras que con
lo ahora denunciado buscamos se procese a los autores mediatos y por omisión, con
nombres y responsabilidades concretas y diferentes a aquéllas.
Recordemos que nuestra denuncia del veintisiete de marzo del año en curso se refiere a
un caso no juzgado, porque los denunciados no lo han sido aún. Por tanto, en el caso
que nos ocupa se hace necesaria otra declaración judicial y no aquella que se refería a
otros imputados —entiéndase entonces, a otro caso— ya que no podemos transgredir el
principio que sostiene que la aplicación del derecho penal es personalísima”.
8
Las citas textuales de este apartado, corresponden al texto de la Resolución pronunciada por la Sala de lo
Constitucional del 26 de septiembre de 2000, correspondiente a los procesos de inconstitucionalidad
acumulados N° 24-97 y 21-98. Dicha Sentencia fue notificada legalmente el 04 de octubre del año de su
emisión.
31
Morales de Cabrera, Emelina Panameño de García, Guadalupe Mejía Delgado y Carlos
Rafael Urquilla Bonilla, a fin de que se declarara la inconstitucionalidad de los artículos 1
y 4 de la Ley de Amnistía de 1993.
La resolución fue emitida por los señores Magistrados Agustín García Calderón,
René Hernández Valiente, Mario Solano, José Eduardo Tenorio y Julio Enrique Acosta.
“a) el artículo 1 de la LAGCP viola el artículo 244 Cn. porque amnistió delitos que fueron
cometidos durante el período presidencial en el cual se emitió la ley en referencia; b) el
artículo 1 de la LAGCP viola el artículo 2 inciso 1º de la Cn., ya que impide investigar y
juzgar las violaciones a derechos humanos cometidas durante cierto período,
configurando así una violación al deber del Estado de proteger a la persona en la
conservación y defensa de sus derechos fundamentales y a la obligación de indemnizar
a las víctimas por los daños materiales y morales sufridos; c) el artículo 4 letra e de la
LAGCP viola los artículos 2 inciso 3º y 245 Cn., puesto que extingue en todo caso la
responsabilidad civil derivada de los delitos amnistiados; y d) tanto el artículo 1 como el
artículo 4 de la ley en referencia violan el artículo 144 Cn. puesto que, al ser contrarias a
las disposiciones internacionales en materia de derechos humanos, atentan contra la
jerarquía establecida en la Constitución.”
32
texto, por lo cual forman parte de una especial situación de bloque de constitucionalidad.
Simplemente, son Derechos Humanos que nacen de la dignidad de las personas, y no
los que el Estado reconoce exclusivamente en la Constitución (…) el artículo 144 Cn.
genera una obligación al legislador -y a todos los que pueden generar fuentes formales
del derecho- que les impide legislar contrariando las obligaciones contraídas por el
Estado salvadoreño mediante los Convenios o Tratados que haya ratificado de
conformidad con su propia Constitución. Es evidente pues, que el sentido de tal
disposición constitucional “no es el de convertirse en una regla hermenéutica, sino en un
verdadero imperativo a los poderes constituidos: no vaciar en fuentes formales del
derecho intereses opuestos a los contenidos por los Convenios o Tratados ratificados
por El Salvador...Si tal obligación se incumple se genera un acto contrario a la
Constitución.”
“... en nuestro medio la inconstitucionalidad de las fuentes formales del Derecho está
percibida como una nulidad, que debe ser declarada judicialmente –argumento que sería
extraíble de lo prescrito en el artículo 164 Cn.– las sentencias relativas a dicha nulidad,
según lo establece la doctrina procesal, nuestra legislación supletoria –artículo 1557 del
Código Civil- y el derecho procesal y constitucional comparado, producen un efecto
reparador en el tiempo, es decir, vuelven las cosas a la situación en la que se
encontraban antes de la existencia de dicho acto nulo.”
“solicitaron que el efecto en el tiempo sea establecido [en esta sentencia] y que, como
consecuencia de ese efecto, el tiempo transcurrido [se declare] un tiempo
inconstitucionalmente transcurrido, de suerte que debe declararse que dicho lapso,
comprendido desde la vigencia de la ley impugnada, hasta la publicación de esta
sentencia en el Diario Oficial, no es abonable al cómputo de la prescripción”.
33
Constitución ni forman con ella un bloque de constitucionalidad". Sobre la aludida
violación al artículo 144 de la Constitución de la República9, la Sala adujo:
“no se trata de una norma que establezca una jerarquización entre dos normas jurídicas
-tratado ley-, sino de una norma que determina instrumentos de solución de conflictos
entre normas…”
“el artículo 144 de la Cn. lo que hace es proporcionar criterios o principios de solución de
conflictos entre dos normas…y en consecuencia, dichos criterios deben ser utilizados por
los aplicadores del derecho en cada caso concreto, por lo que esta Sala reitera que el
enfrentamiento entre tales normas no implica per se una inconstitucionalidad.
“…el análisis del artículo 244 Cn. debe limitarse al caso de amnistía, -el cual- constituye
una excepción a la regla general del artículo 131 ordinal 26º Cn.; lo que equivale a decir
que los delitos conexos con políticos y comunes cometidos por un número de personas
que no baje de veinte pueden ser amnistiados siempre que no sean a su vez delitos
contra el orden constitucional, cometidos por funcionarios públicos dentro del período
presidencial en el cual se pretende amnistiarlos".
“…en relación con esta disposición, los demandantes señalan que el artículo 1 de la
LAGCP viola el artículo 244 Cn. porque amnistió delitos que fueron cometidos durante el
período presidencial en el cual se emitió la ley en referencia; así los actores interpretan
que el artículo 244 Cn. prohíbe que los delitos cometidos durante cierto período
presidencial sean amnistiados en dicho lapso.”
9
El Artículo 144 de la Constitución dice: “Los Tratados internacionales celebrados por El Salvador con
otros estados o con organismos internacionales, constituyen leyes de la República al entrar en vigencia,
conforme a las disposiciones del mismo tratado y de esta Constitución.” // “La ley no podría modificar o
derogar lo acordado en un tratado vigente para El Salvador. En caso de conflicto entre el tratado y la ley,
prevalecerá el tratado”.
10
El artículo 244 de la Constitución dice: “La violación, la infracción o la alteración de las disposiciones
constitucionales serán especialmente penadas por la ley; y las responsabilidades civiles o penales en que
incurran los funcionarios públicos, civiles o militares, con tal motivo, no admitirán amnistía, conmutación o
indulto, durante el período presidencial dentro del cual se cometieron”.
34
“…dicha interpretación parte de una premisa falsa, cual es que todos los delitos
mencionados en la LAGCP constituyen una violación, una infracción o una alteración de
las disposiciones constitucionales. Al respecto, como ya se dijo en los párrafos que
anteceden, no todos los delitos susceptibles de ser amnistiados –delitos políticos,
comunes conexos con políticos y comunes cometidos por un número de personas que
no baje de veinte- son delitos contra la Constitución o delitos contra el orden
constitucional sino sólo algunos, por lo que, desde el artículo 244 Cn., no se pueden
entender excluidos de la amnistía a todos lo delitos mencionados en la LAGCP.
“Por otra parte, en cuanto el elemento personal del delito, la mencionada ley está
referida a “todas las personas que en cualquier forma hayan participado en la comisión
de delitos…”, no a determinadas personas, sino que de un modo general; mientras que
la excepción del artículo 244 Cn. se limita a aquellos delitos –contra el orden
constitucional, habría que entender- cometidos por funcionarios públicos, por lo que el
ámbito de aplicación de la ley impugnada es mucho más amplio que el ámbito del
artículo 244 Cn.”
"... Lo anterior implica que la Asamblea Legislativa puede conceder amnistía por delitos
políticos o comunes conexos con éstos o por delitos comunes cometidos por un número
de personas que no baje de veinte, siempre que dicha amnistía no impida la protección
en la conservación y defensa -por la vía del proceso penal- de los derechos
fundamentales de la persona humana”.
11
El Art. 2 inciso 1 de la Constitución, dice literalmente: “Toda persona tiene derecho a la vida, a la
integridad física y moral, a la libertad, a la seguridad, al trabajo, a la propiedad y posesión, y a ser protegida
en la conservación y defensa de los mismos”.
35
En este punto la Sala concluye que "el artículo 1 de la LAGCP, en relación con el
artículo 2 inciso 1º Cn., admite interpretación conforme a la Constitución que debe ser
considerada en cada caso en concreto por los aplicadores de la ley. En consecuencia, la
referida disposición no puede ser considerada inconstitucional y también procede
desestimar la pretensión en este aspecto".
12
El Art. 245 de la Constitución, dice literalmente: “Los funcionarios y empleados públicos responderán
personalmente y el Estado subsidiariamente, por los daños materiales o morales que causaren a
consecuencia de la violación de los derechos consagrados en esta Constitución”.
36
La Sala de lo Constitucional no se pronunció sobre los efectos de la Ley de
Amnistía en el tiempo, cuando su aplicación haya sido considerada inconstitucional, en
virtud de que cuando así fuera, “el tiempo transcurrido es un tiempo
inconstitucionalmente transcurrido” y no puede abonarse al cómputo de la prescripción.
Este pronunciamiento omitido, había sido solicitado por los peticionarios, como se ha
relatado supra.
37
Enfatizó, el juzgador, la obligación fiscal de iniciar una investigación del caso
concreto y promover la acción penal respectiva, por los medios establecidos en la Ley
Procesal Penal vigente desde 1998.
38
prescrita la acción penal. El IDHUCA, por medio del querellante mencionado, sostuvo
que el asesinato de los Sacerdotes Jesuitas, la señora Ramos y su hija, es un delito
oficial, pues “fue ordenado desde el aparato organizado de poder en un marco de
violencia en guerra civil que imperaba en nuestro país…” y que la masacre se cometió
mediante “una operación militar oficial, en un marco de actividades de contrainsurgencia
de la Fuerza Armada”. También refirió el querellante la naturaleza imprescriptible de los
crímenes de lesa humanidad, según el derecho internacional de los derechos humanos.
Los argumentos utilizados por el Lic. Cruz Rodríguez refieren que, al aceptarse la
figura de la prescripción de la acción penal, se violentan los derechos otorgados a los
ofendidos en la Convención Americana sobre Derechos Humanos y en el Pacto
39
Internacional de Derechos Civiles y Políticos suscritos por El Salvador. Por otra parte, la
parte querellante mantiene la tesis que los asesinatos ocurridos constituyen delito oficial,
no sólo porque los imputados eran funcionarios públicos civiles y militares, sino porque,
para ejecutarlos, utilizaron vehículos, personal, armas y pertrechos del Estado. También
invocaron la naturaleza imprescriptible de los delitos, de conformidad a las normas y la
costumbre internacional en materia de derechos humanos.
40
El 2 de febrero de 2001, el licenciado Pedro José Cruz, de IDHUCA, presentó recurso
de revocatoria contra la sentencia de la Cámara Tercera de lo Penal, la que consideró
"contraria al derecho y a la justicia", adujo que la Cámara no tomó en cuenta la
suspensión de la prescripción, que realizó un análisis inadecuado sobre las violaciones a
la Convención Americana sobre Derechos Humanos y al Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos señalados en el recurso de apelación y, que no tomó en cuenta los
argumentos para sostener que el delito es de carácter oficial.
La sala consideró, a la vez, que los motivos expuestos por el querellante se basan
en aspectos meramente técnicos, los cuales no tienen incidencia en condiciones o
circunstancias personales de los integrantes del tribunal que dictó la resolución.
41
La Cámara Tercera de lo Penal resolvió con fecha 22 de marzo 2001, declarando
sin lugar el recurso de revocatoria interpuesto por el querellante.
Consideraron, además, que tal decisión era “la más favorable al reo” y que si se
aplicara la tesis de suspensión de la prescripción aludida por el Lic. Cruz Rodríguez, "no
sólo se desnaturalizaría el art. 21 Cn., sino también el espíritu del legislador consagrado
en él".
Agotadas todas las instancias anteriores, el IDHUCA, por medio del licenciado
Pedro José Cruz, con fecha 21 de noviembre de 2001, promovió proceso de Amparo ante
la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, en contra de actos
cometidos por las siguientes autoridades: Presidente de la República, Fiscal General de la
República, Jueza Tercera de Paz de San Salvador, Cámara Tercera de lo Penal de la
Primera Sección del Centro y Sala de lo Penal de la Corte Suprema de Justicia.
42
Sección del Centro, referidas a la aplicación de la prescripción penal en el caso Jesuitas.
Al respecto, la Sala de lo Constitucional adujo que el juzgamiento de las interpretaciones
que hayan realizado los juzgadores sobre este punto, escapan a su competencia.
13
Esteban Cuya, las Comisiones de la Verdad en América Latina, 1996;
www.derechos.org/koaga/iii/1/cuya.html
14
L. Joinet, op cit., documento del 26 de junio de 1997.
43
“La meta perseguida con carácter prioritario es doble: por una parte, desmontar los
mecanismos que desembocaron en la práctica cuasi administrativa de actos aberrantes,
para impedir que vuelvan a producirse; por otra parte, conservar las pruebas para la
justicia, pero también con miras a determinar que lo que los opresores calificaban de
mentira, a fin de desacreditar a los defensores de los derechos humanos, se quedaba
muy a menudo corto en relación con la verdad; así se podrá restituir su dignidad a esos
defensores”.
La impunidad en el caso Jesuitas, nos revela que los graves vicios de la justicia,
señalados por la Comisión de la Verdad en 1993, aún se manifiestan en la actualidad. Por
esta razón, la vigencia de las recomendaciones de la Comisión son, ahora, igualmente
válidas y esta Procuraduría debe reivindicarlas, exhortando al Estado salvadoreño a darles
el debido cumplimiento.
“La Comisión considera que es injusto que el Coronel Guillermo Alfredo Benavides
Moreno y el Teniente Yusshy René Mendoza Vallecillos sigan encarcelados, mientras
que los autores intelectuales de los asesinatos, y quien dio la orden de asesinar, siguen
en libertad”16.
15
CIDH, Informe de fondo sobre el Caso Jesuitas (Informe N° 136/99, del 22 de diciembre de 1999).
16
Informe Comisión de la Verdad, op cit. Caso Jesuitas.
44
La Comisión de la Verdad recomendó la sanción para los responsables de las
graves violaciones a los derechos humanos descritas en su informe.
17
La Comisión de la Verdad, como fue citado supra, señaló como encubridores o autores de fraude procesal
en el caso, al Coronel Oscar Alberto León Linares, Comandante del Batallón Atlacatl; al Coronel
Manuel Antonio Rivas Mejía, Jefe de la Comisión de Investigación de Hechos Delictivos (CIHD); al
Coronel Nelson Iván López y López, asignado para ayudar a la investigación de la CIHD y al Licenciado
Rodolfo Antonio Parker Soto, miembro de la Comisión de Honor.
18
Informe Comisión de la Verdad, op cit., Recomendaciones.
45
La responsabilidad del Estado salvadoreño en el incumplimiento de las
recomendaciones, debe atribuirse a las autoridades ya señaladas por la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos, en su Informe N° 136/ 99, del 22 de diciembre de
1999, relacionado supra.
46
significativo que se traduzca en una transformación de la administración de justicia. Más
aún, el Órgano Judicial continúa bajo la dirección de las mismas personas cuya omisión
fue parte del escenario que ahora se trata de superar y nada indica que la praxis de su
actuación se modifique en el porvenir inmediato.
Estas reflexiones colocan a la Comisión frente a una seria disyuntiva. La cuestión que se
plantea no es si se debe o no sancionar a los culpables sino si se puede o no hacer
justicia. La sanción a los responsables de los crímenes descritos, es un imperativo de la
moral pública. Sin embargo, no existe una administración de justicia que reúna los
requisitos mínimos de objetividad e imparcialidad para impartirla de manera confiable.
Esta es una parte de la realidad actual del país, cuya urgente superación debe ser
objetivo de primer orden para la sociedad salvadoreña”.
47
de una amplia ley de amnistía pocos días después de la publicación del informe de la
Comisión. La celeridad con que esta ley se aprobó en la Asamblea Legislativa puso de
manifiesto la falta de voluntad política de investigar y llegar a la verdad mediante
medidas judiciales y castigar a los culpables.
“Conclusiones de la Comisión
El Estado salvadoreño, a través de los agentes de la fuerza armada que perpetraron las
ejecuciones extrajudiciales aquí descritas, ha violado el derecho a la vida consagrado en
el artículo 4 de la Convención Americana, conjuntamente con los principios recogidos en
el artículo 3 común de los Convenios de Ginebra de 1949, en perjuicio de los sacerdotes
jesuitas Ignacio Ellacuría, Ignacio Martín Baró, Segundo Montes, Amando López,
Joaquín López y López, Juan Ramón Moreno; de la señora Julia Elba Ramos; y de la
hija de ésta, la menor Celina Mariceth Ramos.
48
la Convención Americana. Todo ello afectó la integridad del proceso e implicó una
manipulación de la justicia con un evidente abuso y desviación de poder. El resultado es
que estos crímenes permanecen hasta el día de hoy en la impunidad ante una evidente
denegación de justicia. El Estado ha violado, además, en perjuicio de las víctimas, el
derecho a las garantías judiciales y a la tutela judicial efectiva establecido en los
artículos 1(1), 8(1) y 25 de la Convención Americana.
Las únicas personas declaradas culpables por los tribunales salvadoreños fueron
amnistiadas poco después, mediante la aplicación de la Ley de Amnistía General. Los
autores intelectuales que han sido identificados hasta la fecha, es decir los que dieron la
orden de matar a los sacerdotes jesuitas, a la señora Ramos y a su hija, pertenecientes
al Alto Mando de la Fuerza Armada salvadoreña, nunca fueron investigados, procesados
ni castigados. Como consecuencia de la sanción de la Ley de Amnistía, el Estado
salvadoreño ha violado el artículo 2 de la Convención Americana. Además, a raíz de su
aplicación al presente caso, el Estado ha violado el derecho a la justicia y su obligación
de investigar, procesar y reparar establecidos en los artículos 1(1), 8 y 25 de la
Convención Americana, en perjuicio de los familiares de las víctimas y de los miembros
de la comunidad religiosa y académica a la que pertenecían.
Recomendaciones de la Comisión
1. Realizar una investigación completa, imparcial y efectiva, de manera expedita,
conforme a estándares internacionales, a fin de identificar juzgar y sancionar a
todos los autores materiales e intelectuales de las violaciones encontradas, sin
perjuicio de la amnistía decretada.
49
servanda, derivado del ius cogens del derecho internacional. En este caso, el
incumplimiento de las recomendaciones de la Comisión Interamericana, suponen un
nuevo incumplimiento de la Convención Americana sobre Derechos Humanos,
inicialmente vulnerada por el crimen de lesa humanidad que privó arbitrariamente de la
vida a los Sacerdotes Jesuitas, a la señora Ramos y a su hija, así como por los actos de
encubrimiento y fraude procesal posteriores, y por la falta de seriedad y eficiencia en las
investigaciones.
Sin embargo, en virtud del principio de buena fe, consagrado en el mismo artículo 31.1
de la Convención de Viena, si un estado suscribe y ratifica un tratado internacional,
especialmente si se trata de derechos humanos, como es el caso de la Convención
Americana, tiene la obligación de realizar sus mejores esfuerzos para aplicar las
recomendaciones de un órgano de protección como la Comisión Interamericana, que es,
además, uno de los órganos principales de la Organización de los Estados Americanos,
que tiene como función “promover la observancia y la defensa de los derechos humanos
en el hemisferio” (Carta de la OEA, artículos 52 y 111).
21
CrIDH, sentencia del caso Loayza Tamayo, del 17 de septiembre de 1997.
50
La responsabilidad del Estado salvadoreño en el incumplimiento de las
recomendaciones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, debe atribuirse a
las autoridades que han tenido a cargo la investigación, juzgamiento y sanción de los
responsables intelectuales de estos crímenes; tales autoridades son: el Señor Fiscal
General de la República, licenciado Belisario Artiga Artiga; la señora Jueza Tercero de
Paz de San Salvador, licenciada Ana América Lorena Rodríguez; así como los señores
Magistrados de la Cámara Tercera de lo Penal de la Tercera Sección del Centro, doctores
Carlos Alberto Salina Mira y Miguel Ángel Araniva.
51
C. Sobre la Ley de Amnistía General para la Consolidación de la Paz
“Art. 6. No gozarán de esta gracia las personas que, según el Informe de la Comisión de
la Verdad, hubieren participado en graves hechos de violencia ocurridos desde el 1° de
enero de 1980, cuya huella sobre la sociedad, reclama con mayor urgencia el
conocimiento público de la verdad, independientemente del sector a que pertenecieran
en su caso.
Así mismo, no se aplicará esta gracia a los que hubieren sido condenados por el Tribunal
del Jurado por cualquiera de los delitos cubiertos por esta amnistía”.
52
“Se concede amnistía amplia, absoluta e incondicional a favor de todas las personas que
en cualquier forma hayan participado en la comisión de delitos políticos, comunes
conexos con éstos y en delitos comunes cometidos por un número de personas que no
baje de veinte, antes del primero de enero de mil novecientos noventa y dos, ya sea que
con dichas personas se hubiere dictado sentencia, se haya iniciado o no procedimiento
por los mismos delitos, concediéndose esta gracia a todas las personas que hayan
participado como autores inmediatos, mediatos o cómplices en los hechos delictivos
antes referidos. La gracia de la amnistía se extiende a las personas a las que se refiere
el artículo 6 de la Ley de Reconciliación Nacional (…)”.
22
Informe CIDH N° 1/99, Caso 10.480, Lucio Parada Cea y otros, de fecha 27 de enero de 1999.
53
enero de 1992, incluidos aquellos examinados y establecidos por la Comisión de la
Verdad. En particular, su efecto se extendió, entre otros, a delitos tales como las
ejecuciones sumarias, la tortura y la desaparición forzada de personas practicadas por
agentes del Estado. Algunos de estos delitos se consideran de tal gravedad que han
justificado la adopción de Convenciones especiales sobre la materia y la inclusión de
medidas específicas para evitar su impunidad, incluyendo la jurisdicción universal y la
imprescriptibilidad de los delitos…
La Comisión también hace notar, que el artículo 2 del Decreto Nº 486 aparentemente se
aplicó a todas las violaciones del artículo 3 común y del Protocolo II, cometidas por
agentes del Estado durante el conflicto armado que tuvo lugar en El Salvador. También
es importante señalar que muchas de estas violaciones, tales como las ejecuciones
extrajudiciales y la tortura, pueden ser equiparadas con violaciones de derechos
humanos que no son susceptibles de suspensión conforme a la Convención Americana.
54
Sobre la base de lo anterior, la Comisión Interamericana, en lo tocante a la
aplicación de la Ley de Amnistía de 1993, consideró:
“En efecto, el decreto de amnistía establece que aquellas personas condenadas deben
ser liberadas inmediatamente, y que aquéllas bajo proceso o de alguna manera
involucradas en graves violaciones de derechos humanos no pueden ser investigadas,
procesadas y sancionadas, ni demandadas civilmente, lo que consagra la impunidad en
casos de graves violaciones de los derechos humanos. En consecuencia, dicha ley
elimina legalmente el derecho a la justicia establecido por los artículos 1(1), 8(1) y 25 de
la Convención Americana, pues imposibilita una investigación efectiva de las violaciones
de los derechos humanos, el procesamiento y sanción de todas aquellas personas
involucradas y la reparación del daño causado. Con ello, como ya lo expresó la CIDH en
relación con este decreto, "se desconocieron los derechos legítimos de reparación de los
familiares de las víctimas, lo cual ciertamente no constituye una medida de
reconciliación".
23
Informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos sobre el Caso Jesuitas, ya citado, párrafos
215, 216 y 217.
24
L. Joinet, Informe Presentado a la Subcomisión de Prevención de Discriminaciones y Protección a las
Minorías de la ONU, 1997, op cit.
55
infinidad de iniciativas de resistencia pacífica o de lucha contra los regímenes
dictatoriales de la época.
Tercera etapa: Con el fin de la guerra fría, simbolizado por la caída del muro de Berlín,
van despuntando en el horizonte, jalonando este período, múltiples procesos de
democratización o de retorno a la democracia, o incluso acuerdos de paz que ponen
término a conflictos armados internos. Ya se trate de un diálogo nacional o de
negociaciones de paz, la cuestión de la impunidad configura el eje del debate entre dos
partes que buscan un equilibrio imposible de encontrar entre la lógica del olvido que
impulsa al antiguo opresor y la lógica de la justicia que alienta a la víctima.
(…)
56
A. Principios generales
La impunidad constituye una infracción de las obligaciones que tienen los Estados de
investigar las violaciones, adoptar medidas apropiadas respecto de sus autores,
especialmente en la esfera de la justicia, para que sean procesados, juzgados y
condenados a penas apropiadas, de garantizar a las víctimas recursos eficaces y la
reparación del perjuicio sufrido y de tomar todas las medidas necesarias para evitar la
repetición de dichas violaciones.
Aunque la iniciativa del enjuiciamiento es en primer lugar una de las misiones del Estado,
deberán adoptarse normas procesales complementarias para que las propias víctimas
puedan tomar esa iniciativa cuando las autoridades no cumplan su deber, en particular
constituyéndose en parte civil. Esta facultad se hará extensiva a las organizaciones no
gubernamentales que justifiquen una acción prolongada en defensa de las víctimas
interesadas.
(…)
(…)
Cuando la amnistía tenga por finalidad crear condiciones propicias para alcanzar un
acuerdo de paz o favorecer la reconciliación nacional, se aplicarán dentro de los
siguientes límites:
57
del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, una ley deberá considerar nula y
sin valor respecto de ellas toda decisión judicial o de otro tipo que les concierna; se
pondrá fin a su reclusión sin condiciones ni plazos.
c) Toda persona condenada por infracciones que no sean las previstas en el apartado b)
del presente Principio y que entren en el ámbito de aplicación de la amnistía podrá
rechazar la amnistía y solicitar que se revise su proceso si no ha tenido un juicio
imparcial y con las debidas garantías, previstas en los artículos 10 y 11 de la Declaración
Universal de Derechos Humanos, y 9, 14 y 15 del Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos, o si ha sido sometida a interrogatorios inhumanos o degradantes,
especialmente bajo la tortura”.
En el citado informe sobre el caso del Arzobispo Romero, esta Procuraduría trajo
a cuenta, también, la categórica posición de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos respecto de disposiciones de amnistía como la LAGCP de 1993, las cuales
pretenden imponer la impunidad en casos de graves violaciones a los derechos humanos.
“Esta Corte considera que son inadmisibles las disposiciones de amnistía, las
disposiciones de prescripción y el establecimiento de excluyentes de responsabilidad
que pretendan impedir la investigación y sanción de los responsables de las violaciones
graves de los derechos humanos tales como la tortura, las ejecuciones sumarias,
extralegales o arbitrarias y las desapariciones forzadas, todas ellas prohibidas por
contravenir derechos inderogables reconocidos por el Derecho Internacional de los
Derechos Humanos”.
25
Corte Interamericana de Derechos Humanos, caso Barrios Altos (Chumbipuma Aguirre y otros vrs.
Perú), sentencia del 14 de marzo de 2001, párrafo 41.
58
En sentencia interpretativa del caso Barrios Altos, de fecha 03 de septiembre de
2001, la Corte Interamericana evacuó demanda de la Comisión Interamericana, quien
solicitó pronunciarse sobre lo siguiente: “¿Tiene la Sentencia Barrios Altos, con
referencia a la incompatibilidad de las leyes Nos. 26479 y 26492 con la Convención
Americana, alcance general o se limita solamente al caso indicado?”.
“La promulgación de una ley manifiestamente contraria a las obligaciones asumidas por
un Estado parte en la Convención constituye per se una violación de ésta y genera
responsabilidad internacional del Estado. En consecuencia, la Corte considera que, dada
la naturaleza de la violación constituida por las leyes de amnistía No. 26479 y 264792, lo
resuelto en su sentencia de fondo en el caso Barrios Altos tiene efectos generales, y en
esos términos debe ser resuelto el interrogante formulado en la demanda de
interpretación presentada por la Comisión”.
Finalmente, esta Procuraduría desea traer a cuenta las memorables palabras del
doctor A.A. Cançado Trindade, Presidente de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos, referidas al tema de las autoamnistías, en su voto concurrente de la sentencia
del caso Barrios Altos:
59
términos del artículo 1(1) de la Convención), así como de adecuar su derecho interno a
la normativa internacional de protección (en los términos del artículo 2 de la
Convención). Además, afectan los derechos protegidos por la Convención, en particular
los derechos a las garantías judiciales (artículo 8) y a la protección judicial (artículo 25).
Hay que tener presente, en relación con las leyes de autoamnistía, que su legalidad en el
plano del derecho interno, al conllevar a la impunidad y la injusticia, encuéntrase en
flagrante incompatibilidad con la normativa de protección del Derecho Internacional de
los Derechos Humanos, acarreando violaciones de jure de los derechos de la persona
humana. El corpus juris del Derecho Internacional de los Derechos Humanos pone de
relieve que no todo lo que es legal en el ordenamiento jurídico interno lo es en el
ordenamiento jurídico internacional, y aún más cuando están en juego valores superiores
(como la verdad y la justicia). En realidad, lo que se pasó a denominar leyes de amnistía,
y particularmente la modalidad perversa de las llamadas leyes de autoamnistía, aunque
se consideren leyes bajo un determinado ordenamiento jurídico interno, no lo son en el
ámbito del Derecho Internacional de los Derechos Humanos.
Esta misma Corte observó, en una Opinión Consultiva de 1986, que la palabra "leyes" en
los términos del artículo 30 de la Convención Americana significa norma jurídica de
carácter general, ceñida al bien común, elaborada según el procedimiento
constitucionalmente establecido, por órganos legislativos constitucionalmente previstos y
democráticamente elegidos. ¿Quién se atrevería a insinuar que una "ley" de
autoamnistía satisface a todos estos requisitos? No veo cómo negar que "leyes" de este
tipo carecen de carácter general, por cuanto son medidas de excepción. Y ciertamente
en nada contribuyen al bien común, sino todo lo contrario: configúranse como meros
subterfugios para encubrir violaciones graves de los derechos humanos, impedir el
conocimiento de la verdad (por más penosa que sea ésta) y obstaculizar el propio
acceso a la justicia por parte de los victimados. En suma, no satisfacen los requisitos de
"leyes" en el ámbito del Derecho Internacional de los Derechos Humanos.
Hay otro punto que me parece aún más grave en relación con la figura degenerada - un
atentado en contra el propio Estado de Derecho - de las llamadas leyes de autoamnistía.
Como los hechos del presente caso Barrios Altos lo revelan - al llevar la Corte a declarar,
en los términos del reconocimiento de responsabilidad internacional efectuado por el
Estado demandado, las violaciones de los derechos a la vida y a la integridad personal ,
- dichas leyes afectan derechos inderogables - el minimum universalmente reconocido, -
que recaen en el ámbito del jus cogens.
Siendo así, las leyes de autoamnistía, además de ser manifiestamente incompatibles con
la Convención Americana, y desprovistas, en consecuencia, de efectos jurídicos, no
tienen validez jurídica alguna a la luz de la normativa del Derecho Internacional de los
60
Derechos Humanos. Son más bien la fuente (fons et origo) de un acto ilícito
internacional: a partir de su propia adopción (tempus commisi delicti), e
independientemente de su aplicación posterior, comprometen la responsabilidad
internacional del Estado. Su vigencia crea per se una situación que afecta de forma
continuada derechos inderogables, que pertenecen, como ya lo he señalado, al dominio
del jus cogens. Configurada, por la expedición de dichas leyes, la responsabilidad
internacional del Estado, encuéntrase éste bajo el deber de hacer cesar tal situación
violatoria de los derechos fundamentales de la persona humana (con la pronta
derogación de aquellas leyes), así como, en su caso, de reparar las consecuencias de la
situación lesiva creada.
Por fin, - en este brevísimo par de horas de que dispuse para escribir mi presente Voto
Concurrente y presentarlo a la Corte, - me permito agregar una última reflexión. En este
inicio del siglo XXI, no veo sentido alguno en intentar contraponer antagónicamente la
responsabilidad internacional del Estado a la responsabilidad penal individual. Los
desarrollos, en relación a una y a otra, hoy se dan, a mi modo de ver, pari passu. Los
Estados (y cualquier otra forma de organización político-social) son compuestos de
individuos, gobernados y gobernantes, siendo estos últimos los que toman decisiones en
nombre del respectivo Estado.
- "(...) Las propias emergencia y consolidación del corpus juris del Derecho Internacional
de los Derechos Humanos se deben a la reacción de la conciencia jurídica universal ante
los recurrentes abusos cometidos contra los seres humanos, frecuentemente
convalidados por la ley positiva: con esto, el Derecho vino al encuentro del ser humano,
destinatario último de sus normas de protección.
61
derecho, no veo cómo dejar de afirmar la existencia de una conciencia jurídica universal
(correspondiente a la opinio juris comunis), que constituye, en mi entender, la fuente
material por excelencia (más allá de las fuentes formales) de todo el derecho de gentes,
responsable por los avances del género humano no sólo en el plano jurídico sino
también en el espiritual" (párr. 16)…
En la síntesis de su pensamiento filosófico sobre los límites del poder estatal, escrita en
el período de 1939-1945 (en plena agonía de lo que se creía ser la "civilización"),
Jacques Maritain tomó como punto de partida la existencia de la persona humana, que
tiene su raíz en el espíritu, sosteniendo que sólo hay un verdadero progreso de la
humanidad cuando marcha en el sentido de la emancipación humana . Al afirmar que "la
persona humana trasciende el Estado", por tener "un destino superior al tiempo",
Maritain agregó que:
No hay que olvidarse jamás que el Estado fue originalmente concebido para la
realización del bien común. El Estado existe para el ser humano, y no viceversa. Ningún
Estado puede considerarse por encima del Derecho, cuyas normas tienen por
destinatarios últimos los seres humanos. Los desarrollos contemporáneos pari passu del
derecho de la responsabilidad internacional del Estado y del derecho penal internacional
apuntan efectivamente en la dirección de la preeminencia del Derecho, tanto en las
relaciones entre los Estados y los seres humanos bajo sus respectivas jurisdicciones,
como en las relaciones interindividuales (Drittwirkung). Hay que decirlo y repetirlo con
firmeza, cuantas veces sea necesario: en el dominio del Derecho Internacional de los
Derechos Humanos, las llamadas "leyes" de autoamnistía no son verdaderamente leyes:
no son nada más que una aberración, una afrenta inadmisible a la conciencia jurídica de
la humanidad.
26
Voto concurrente del Juez Sergio García Ramírez a la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos en el caso Barrios Altos.
62
La Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos, considera que la
llamada “Ley de Amnistía General para la Consolidación de la Paz”, en tanto deroga
absolutamente los derechos a la verdad, a la justicia y a la reparación de las víctimas de
crímenes aberrantes, como las masacres de campesinos, las ejecuciones extralegales, las
desapariciones forzadas, la tortura, el asesinato sistemático de funcionarios públicos y la
misma corrupción judicial27, es una norma del derecho positivo que vulnera gravemente
el orden jurídico constitucional y que afecta, asimismo, los principios fundamentales del
derecho internacional de los derechos humanos. Es por ello que dicha Ley, debe
considerarse un agravio contra la “conciencia jurídica de la humanidad” misma, como ha
señalado el Juez Cançado Trindade.
Y como el mismo Juez señaló respecto de las amnistías peruanas, ya citadas, esta
Procuraduría considera que la “Ley de Amnistía General para la Consolidación de la
Paz”, es un subterfugio para encubrir violaciones graves a los derechos humanos, para
impedir el conocimiento de la verdad y obstaculizar el acceso a la justicia de miles de
personas cruelmente victimizadas en nuestra patria.
27
Según el artículo 2 de la Ley de Amnistía de 1993, en términos totalmente inaceptables, se consideraron
“delitos políticos” a los efectos de la amnistía, los delitos contra la administración de justicia: denuncia
calumniosa, simulación de delito, falso testimonio, fraude procesal, soborno, encubrimientos, prevaricato,
retardación de justicia, entre otros.
63
Esta Procuraduría le recuerda al Estado, que la vigencia irrestricta de los derechos
humanos y el fin de la impunidad, constituyen elevados ideales de los Acuerdos de Paz
suscritos en 1992.
No fue de esta manera en nuestro país: a los delitos de los terroristas, las
Fuerzas Armadas respondieron con un terrorismo infinitamente peor que el
combatido, porque desde el 24 de marzo de 1976 contaron con el poderío y la
impunidad del Estado absoluto, secuestrando, torturando y asesinando a miles de
seres humanos”.
64
Por tanto, la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos, insta a los
Honorables Jueces que presiden los tribunales ordinarios, a declarar inaplicable la Ley de
Amnistía General para la Consolidación de la Paz, en aquellos casos de graves
violaciones a los derechos humanos cuyo juzgamiento sea de su competencia. Lo
anterior, por encontrarse dicha Ley reñida con principios y derechos constitucionales
inderogables y violentar normas de tratados internacionales de derechos humanos
vigentes para El Salvador.
Dicho al revés, pues, el Estado podría amnistiar todos los delitos políticos, todos los delitos
comunes conexos con éstos, y todos los delitos comunes cometidos por más de veinte
personas sí y solamente sí, tales delitos reúnen necesariamente 3 características negativas:
no son violación, infracción o alteración de las disposiciones constitucionales; no fueron
cometidos por funcionarios públicos ya sea civiles o militares; y no fueron cometidos dentro
del mismo período presidencial en el que se amnistían. No hay que perder de vista que la
LAGCP fue emitida dentro del período presidencial que inició el 1 de junio de 1989 y terminó
el 1 de junio de 1994, y que según el artículo 1 de la LAGCP la amnistía comprende a las
personas que en cualquier forma hayan participado en delitos políticos, comunes conexos
28
Urquilla, Carlos Rafael; ver: “La prescripción procesal penal de los casos amnistiados: ¿la supervivencia
de la ley de amnistía general para la consolidación de la paz? www.urquilla.com/dh/artículos/artic003.htm
65
con éstos, y comunes cometidos por más de veinte personas, realizados antes del 1 de
enero de 1992…
(…)
La Sala de lo Constitucional… señaló que “se advierte que el artículo 2 inciso 1º [C.] …
también se perfila como una limitación a la atribución concedida a la Asamblea Legislativa en
el artículo 131 ordinal 26 [C.], siendo que este último debe interpretarse en comunión con
dicha limitación. Lo anterior implica que la Asamblea Legislativa puede conceder amnistía
por delitos políticos o comunes conexos con éstos o por delitos comunes cometidos por un
número de personas que no baje de veinte, siempre que dicha amnistía no impida la
protección en la conservación y defensa —por la vía del proceso penal— de los derechos
fundamentales de la persona humana”.
Lo que está diciendo la Sala de lo Constitucional es que la amnistía puede ser válida, sí y
sólo sí, no recae sobre un hecho que represente una violación a derechos humanos, y que,
en todo caso, la amnistía no puede servir como obstáculo legítimo y válido para impedir a las
víctimas de violación a derechos humanos, o sus familiares, el desarrollo de un debido
proceso -penal- que permita investigar el hecho, condenar a los responsables y
sentenciarlos, y ofrecer una reparación satisfactoria…
(---)
… al interpretar los artículo 245 y 2 C., [la Sala] dice que “se entiende que los funcionarios y
empleados públicos deben responder civilmente en caso de violación a los derechos
consagrados en la Constitución, siempre que sus actuaciones no hayan sido objeto de una
amnistía legítima … si los hechos que dieron origen a la responsabilidad civil de un
funcionario o empleado público no han sido amnistiados —por tratarse de delitos que no son
susceptibles de ser amnistiados— o la amnistía concedida contraviene la Constitución, el
reclamo de la obligación de indemnizar es viable ante los tribunales competentes.”29
Al analizar el artículo 4.e LAGCP se observa que su aplicación está indisolublemente ligada
a la aplicación del artículo 1 LAGCP, y por tal razón, las consideraciones desarrolladas en
los dos puntos precedentes, respecto de los casos en los que sí es válida la amnistía, y en
los casos en los que ésta no es válida, son igualmente aplicables, y por tal razón, si se trata
de un hecho que infraccionó, violó o alteró disposiciones constitucionales, cometido por
funcionarios públicos, civiles o militares, dentro del período comprendido entre el 1 de junio
de 1989 y el 1 de enero de 1992, y es un delito político, común conexo con éste, o común
cometido por más de veinte personas, entonces la aplicación del artículo 4.e de la LAGCP
sería inconstitucional. Asimismo, si se trata de un hecho que representa una violación a
derechos humanos, independientemente de ser un delito político, común conexo con éste, o
común cometido por más de veinte personas, la aplicación del artículo 4.e de la LAGCP
también sería inconstitucional.
29
Idem. Página 43
66
Se desprende de la redacción del artículo 1 de la LAGCP y del artículo 131 numeral 26 Cn.
que no existe ningún tipo de amnistía respecto de los hechos o delitos comunes cometidos
por menos de veinte personas.
El artículo 1 de la LAGCP no se aplica cuando el delito político, común conexo con éste o
común cometido por más de veinte personas sea representativo de una violación a derechos
humanos.
67
Sin embargo, la PDDH si considera oportuno pronunciarse sobre dos aspectos de la
sentencia del 26 de septiembre de 2000, los cuales tienen relevancia para el caso Jesuitas
y para el ámbito de los derechos humanos. Tales aspectos, son los siguientes:
En ejercicio de sus facultades constitucionales (art. 194.I, ordinales 1° y 11° C.), esta
Procuraduría expresará, a continuación, su desacuerdo en el primero de los puntos
reseñados y destacará su preocupación por los efectos de la omisión a que se refiere el
segundo.
68
Sobre una perspectiva distinta, el jurista Carlos M. Ayala Corao30, afirma que “la
jerarquía de los diversos instrumentos internacionales en general, y en particular sobre
Derechos Humanos dentro del ordenamiento jurídico estatal, es una materia a ser
determinada por la propia Constitución. Es por tanto la Constitución la llamada a
establecer el rango normativo de un tratado, pacto o convenio internacional sobre
derechos humanos, dentro del ordenamiento jurídico interno o las fuentes del derecho
estatal.... En términos generales las Constituciones le otorgan a estos instrumentos
internacionales, cuatro tipos de rango o valor: 1) supraconstitucional ; b) constitucional ;
c) supralegal ; y 4) legal”.
30
Carlos M. Ayala Corao, “La Jerarquía de los Tratados de Derechos Humanos”, presentado en el
“Seminario sobre el Sistema Interamericano de Promoción y Protección de los Derechos Humanos”,
organizado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, 1996.
69
Como ha señalado Mónica Pinto31, “El principio pro homine es un criterio
hermenéutico que informa todo el derecho de los derechos humanos, en virtud del cual se
debe acudir a la norma más amplia, o a la interpretación más extensiva, cuando se trata de
reconocer derechos protegidos e, inversamente, a la norma o a la interpretación más
restringida cuando se trata de establecer restricciones permanentes al ejercicio de los
derechos o su suspensión extraordinaria. Este principio coincide con el rasgo fundamental
del derecho de los derechos humanos, esto es, estar siempre a favor del hombre”.
“El principio pro homine impone que, por ejemplo, una norma específica sobre tortura –
que enuncia detalladamente los derechos de la víctima y las obligaciones asumidas por
el Estado- supere y prevalezca sobre las disposiciones genéricas sobre el tema
contenidas, por ejemplo, en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos o en la
Convención Americana sobre Derechos Humanos.
Por otra parte, este mismo principio supone que las normas consuetudinarias que
explicitan los contenidos de los derechos protegidos en los tratados deben tener cabida
en el orden jurídico interno de un país siempre que enriquezcan sus disposiciones…
70
La Corte debe enfatizar… que los tratados modernos sobre derechos humanos, en
general, y, en particular, la Convención Americana, no son tratados multilaterales del tipo
tradicional, concluidos en función de un intercambio mutuo de derechos, para el
beneficio mutuo de los Estados contratantes (...). Al aprobar estos tratados sobre
derechos humanos, los Estados se someten a un orden legal dentro del cual ellos, por el
bien común, asumen varias obligaciones, no en relación con otros Estados, sino hacia
los individuos bajo su jurisdicción. El carácter especial de estos tratados ha sido
reconocido, entre otros, por la Comisión Europea de Derechos Humanos cuando declaró
que:
Las obligaciones asumidas por las Altas Partes Contratantes en la Convención
(Europea) son esencialmente de carácter objetivo, diseñadas para proteger los
derechos fundamentales de los seres humanos de violaciones de parte de las
Altas Partes Contratantes en vez de crear derechos subjetivos y recíprocos entre
las Altas Partes Contratantes…
“...debe quedar sentado que la jurisdicción constitucional ejerce sus funciones entre el
derecho y la política, lo que a menudo produce colisiones intrasistémicas en los países
con democracias frágiles, como en el Perú, en donde, cuando el Tribunal Constitucional
ha intentado atrapar y encerrar en el marco de la Constitución a los indómitos poderes
de iure y de facto, lo ha pagado caro con su clausura o estrangulamiento, lo cual no es
óbice para señalar que la labor de los magistrados constitucionales en gobiernos
democráticos, materialmente entendidos, deben actuar con prudencia jurídica o
razonablemente iuris prudentia, para asegurar su estatus de independencia.
71
Más aún, a nivel internacional se vienen produciendo grandes transformaciones
contemporáneas que hacen de la primacía de los derechos humanos y del derecho
internacional humanitario, conquistas universales que se extiendan a todas las latitudes
del mundo. Estos procesos se expresan jurídicamente en la tesis monista, que “toma la
forma de una declaración de la supremacía del derecho internacional aun en el ámbito
nacional, unida a la observación del buen desarrollo de la persona como sujeto del
derecho internacional. Esta doctrina es la antípoda de los postulados jurídicos de la
existencia de la soberanía de los Estados y reduce la ley nacional a un status de
prisionera de la ley internacional...” 34 (negrillas agregadas).
72
A criterio de la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos, la omisión
de la Sala, respecto a pronunciarse sobre los efectos en el tiempo de la aplicación
inconstitucional de la Amnistía de 1993, es violatoria del principio de congruencia, pues
su pronunciamiento fue requerido expresamente por los peticionarios.
Pero más grave que lo anterior, tal omisión permite que los jueces de instancia,
quienes a partir de la emisión de la sentencia pueden juzgar graves crímenes - hasta ese
momento amnistiables - puedan invocar la figura de la prescripción de la acción penal, a
fin de mantener la impunidad de los autores de graves violaciones a los derechos
humanos.
“El principio de congruencia procesal es el que exige la identidad jurídica entre lo resuelto,
en cualquier sentido, por el juez y las pretensiones planteadas por las partes en los
procesos; es decir, que este principio delimita el contenido de las resoluciones judiciales que
deben proferirse, de acuerdo con el sentido y alcance de las peticiones formuladas por las
partes en el proceso.
Dicho principio, “…tiene especial importancia, pues se liga íntimamente con el derecho
constitucional de petición, ya que éste último, exige que se resuelva sobre lo solicitado
dentro de un plazo razonable y de manera congruente; por lo que la violación a la
congruencia, implicaría la violación a tal derecho."35
Por otra parte, sobre la contribución a la impunidad que ha tenido esta omisión de la
Sala, válido es traer a cuenta que la tentativa de juzgar a los presuntos autores
intelectuales del asesinato de los Sacerdotes Jesuitas, la señora Ramos y su hija, ha sido
fallida en virtud de que los jueces de instancia invocaron la figura de la prescripción
penal para impedir el juzgamiento.
35
Tomado de sentencia dictada por la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia en el
proceso de amparo del 07/IV/1999. Ref. 138-98.
36
Tomado de la sentencia dictada por la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, en el
proceso de amparo del 14/07/1999. Ref. 108-98.
73
Más allá de las responsabilidades de los funcionarios individualmente considerados,
la omisión dicha, ha generado un funcionamiento perverso del sistema judicial, el cual
-aún en contra de los principios éticos que sustentan la actividad de juzgar, de las normas
expresas de la legislación procesal penal y de la normativa internacional vigentes- ha
encontrado en la prescripción el valladar preciso para negar la verdad, la justicia y la
reparación a las víctimas, y para sostener la oscura impunidad de los victimarios.
Esta Procuraduría desea conservar la fe en que tal omisión no haya sido deliberada;
pues si fuese lo contrario, la Sala de lo Constitucional habría incurrido en una
manipulación inaceptable de la justicia, previendo que la prescripción de la acción penal
fuese el muro insalvable de la impunidad, institucionalizada en las estructuras mismas del
Poder Judicial.
74
Como corolario a la denegación de justicia y utilizando una frase en extremo
desafortunada, el Señor Fiscal General aseguró que el asesinato de los Sacerdotes
Jesuitas, la señora Ramos y su hija, no constituía una vulneración a la Constitución de la
República: “…Con la muerte de los padres Jesuitas y otros no se violó, infringió o alteró
las disposiciones constitucionales, sino que por el contrario fue una grave violación de
la Ley Secundaria y específicamente del Derecho Punitivo o Código Penal” (resolución
fiscal del 26 de abril de 2000, ya citada).
75
En el requerimiento, el fiscal Zelaya Larreynaga solicitó la investigación de los
presuntos autores intelectuales, pero tal petición constituyó un absurdo procesal, ya que
resultaba evidente que el juicio ventilado en el Juzgado Cuarto de Instrucción se
encontraba fenecido, además de que era improcedente aplicar la legislación procesal
penal derogada a un nuevo juicio (cual era el juzgamiento de los autores intelectuales). El
resultado de esta gestión, fue la reconvención enérgica del Juez Cuarto de Instrucción,
instando a la Fiscalía General de la República para que aplicase la normativa procesal
vigente y diera cumplimiento a su obligación constitucional de investigar el delito.
Debe recordarse que el denunciante, padre José María Tojeira, invocó claramente
cual era la legislación procesal penal aplicable en el presente caso.
Además, que como consecuencia de tal atribución, toda persona puede acudir a la
autoridad fiscal para obtener la protección de sus derechos o para hacer valer sus
pretensiones, mediante las facultades constitucionales de investigación del delito.
37
“El Sistema de Ejercicio de la Acción Penal Pública y el diseño de la Investigación Preliminar”, José
David Campos Ventura, Selección de Ensayos Doctrinarios, nuevo Código Procesal Penal, UTE.
76
la Fiscalía - el ejercitar la acción penal, siempre que concurran las condiciones requeridas
por la ley.
“… la Comisión reitera, con base en las consideraciones precedentes, que dadas las
circunstancias, fines y efectos de la Ley de Amnistía General aprobada por la Asamblea
Legislativa de El Salvador mediante el Decreto 486 de 1993, dicho acto violó las
obligaciones internacionales asumidas por el Estado al ratificar la Convención
Americana, al permitir la figura de la "amnistía recíproca" (que no tuvo como paso previo
un reconocimiento de responsabilidad) pese a las recomendaciones de la Comisión de la
Verdad; su aplicación a crímenes de lesa humanidad; y la eliminación de la posibilidad
de obtener una adecuada reparación integral, incluida la patrimonial, por el daño
causado.
38
Informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos sobre el Caso Jesuitas, ya citado, párrafos
216 y 217.
77
Además, como se ha señalado con anterioridad, esta Procuraduría considera que la
aplicación de la Amnistía de 1993, al asesinato de los Sacerdotes Jesuitas, la señora
Ramos y su hija, contraviene la moral pública y los fines de la justicia, en virtud que se
configura una infracción a la obligación estatal de investigar el múltiple asesinato y su
finalidad es favorecer la impunidad de responsables de graves violaciones a los derechos
humanos, así como de crímenes de guerra y de lesa humanidad; además, en razón de que
deroga absolutamente derechos fundamentales – incluso reconocidos constitucionalmente
– cuya naturaleza, desde el punto de vista ético y jurídico, es la de ser derechos
inderogables de la persona humana.
En razón de que la prescripción fue aplicada, en el caso Jesuitas, por las instancias
judiciales, la fundamentación de esta conclusión de la Procuraduría será expuesta en el
apartado siguiente, cuando se valoren las actuaciones judiciales.
Sobre las actuaciones fiscales aquí referidas, es válido declarar que la abstención
de investigar del 12 de abril de 2000 y la improcedencia de la impugnación a tal decisión,
del 18 de septiembre del mismo año, suscritas por el mismo licenciado Belisario Artiga,
constituyen claras y expresas denegaciones de acceso a la justicia y contravienen su
obligación constitucional de promover la acción de la justicia en defensa de la legalidad,
de dirigir la investigación del delito y de promover la acción penal de oficio o a
instancia de parte (artículo 193 de la Constitución).
Por otra parte, el requerimiento fiscal ante la Jueza Tercera de Paz de San
Salvador, del 06 de diciembre de 2000, en el cual el licenciado Salvador Ruiz Pérez
solicita el sobreseimiento definitivo, puso de manifiesto la falsedad del supuesto interés
fiscal de promover la investigación, presentado al Juez Cuarto de Instrucción y demostró
que, por el contrario, existía un marcado interés fiscal porque no fuese investigada la
autoría intelectual del asesinato de los Sacerdotes Jesuitas, la señora Ramos y su hija.
El interés del Señor Fiscal General de la República y sus auxiliares, por evitar la
investigación de la autoría intelectual, como ha sido descrito, constituye un proceder
78
ilícito que contraviene sus obligaciones constitucionales y legales, así como las
obligaciones internacionales contraídas por el Estado en materia de derechos humanos.
“La Corte Interamericana ha establecido que la obligación asumida por los Estados de
garantizar el libre y pleno ejercicio de los derechos reconocidos en la Convención
Americana prevista en su artículo 1(1), debe entenderse en los siguientes términos:
El deber de los Estados partes de organizar todo el aparato
gubernamental y, en general, todas las estructuras a través de las cuales
se manifiesta el ejercicio del poder público, de manera tal que sean
capaces de asegurar jurídicamente el libre y pleno ejercicio de los
derechos humanos. Como consecuencia de esta obligación, los Estados
deben prevenir, investigar y sancionar toda violación de los derechos
reconocidos por la Convención y procurar, además, el restablecimiento,
si es posible, del derecho conculcado y en su caso, la reparación de los
daños producidos por la violación de los derechos humanos.
La Corte ha señalado también que:
39
Ibidem. Consideraciones de Derecho, párrafos 170 y siguientes.
79
El Estado está en el deber jurídico de prevenir, razonablemente, las
violaciones de los derechos humanos, de investigar seriamente con los
medios a su alcance las violaciones que se hayan cometido dentro del
ámbito de su jurisdicción a fin de identificar a los responsables, de
imponerles las sanciones pertinentes y de asegurar a la víctima una
adecuada reparación.
...Si el aparato del Estado actúa de modo que tal violación quede impune
y no se restablezca, en cuanto sea posible, a la víctima en la plenitud de
sus derechos, puede afirmarse que ha incumplido el deber de garantizar
su libre y pleno ejercicio a las personas sujetas a su jurisdicción.
“El artículo 8(1) de la Convención Americana dispone que "Toda persona tiene derecho a
ser oída, con las debidas garantías y dentro de un plazo razonable, por un juez o tribunal
competente, independiente e imparcial, establecido con anterioridad por la ley, en la
sustanciación de cualquier acusación penal formulada contra ella, o para la
determinación de sus derechos y obligaciones de orden civil, laboral, fiscal o de cualquier
otro carácter".
Según tal criterio interpretativo, la Corte estableció que el artículo 8(1) comprende el
derecho de los familiares de la víctima a las garantías judiciales. Dichas garantías
judiciales consisten en una investigación efectiva, el procesamiento de los responsables
de los ilícitos, la imposición de las sanciones pertinentes y la indemnización de los daños
y perjuicios que hubieren sufrido los familiares.
Por su parte, el artículo 25(1) de la Convención Americana expresa que "toda persona
tiene derecho a un recurso sencillo y rápido o a cualquier otro recurso efectivo ante los
jueces o tribunales competentes, que la ampare contra actos que violen sus derechos
fundamentales reconocidos por la Constitución, la ley o la presente Convención, aun
cuando tal violación sea cometida por personas que actúen en ejercicio de sus funciones
oficiales".
80
Al interpretar dicha disposición la Corte Interamericana estableció que, según la
Convención Americana, los Estados partes se obligan a suministrar recursos judiciales
efectivos a las víctimas de violación de los derechos humanos (artículo 25), recursos que
deben ser substanciados de conformidad con las reglas del debido proceso legal
(artículo 8(1)), todo ello dentro de la obligación general a cargo de los mismos Estados
de garantizar el libre y pleno ejercicio de los derechos reconocidos por la Convención a
toda persona que se encuentre bajo su jurisdicción (artículo 1).
En el caso bajo examen, dado que la violación denunciada constituye un delito, el Estado
tiene el deber de emprender una investigación efectiva tendiente a identificar a todos los
autores de la violación, para juzgarlos y aplicarles las sanciones legales
correspondientes, promoviendo e impulsando el proceso penal hasta sus últimas
consecuencias.
Sin embargo, para que la investigación que el Estado está obligado a garantizar sea
efectiva, es condición fundamental que sea emprendida de buena fe, de manera
diligente, exhaustiva e imparcial, y que esté orientada a explorar todas las líneas
investigativas posibles que permitan la identificación de los autores del delito, para su
posterior juzgamiento y sanción. Como se ha analizado en el punto anterior, en el caso
bajo examen el Estado no adoptó las medidas necesarias para entablar procesos contra
todos los implicados ni actuó con la idoneidad y la buena fe requeridas para juzgar
debidamente a los acusados. En consecuencia, la CIDH concluye que El Salvador ha
violado el derecho a las garantías judiciales establecidas en el artículo 8(1) de la
Convención Americana y a la protección judicial consagrada en el artículo 25 de la
misma”.
“El derecho a conocer la verdad con respecto a los hechos que dieron lugar a las graves
violaciones de los derechos humanos que ocurrieron en El Salvador, así como el
derecho a conocer la identidad de quienes participaron en ellos, constituye una
obligación que el Estado debe satisfacer respecto a los familiares de las víctimas y la
sociedad en general. Tales obligaciones surgen fundamentalmente de lo dispuesto en
los artículos 1(1), 8(1), 25 y 13 de la Convención Americana.
81
violaciones que se hayan cometido dentro del ámbito de su jurisdicción, identificar a los
responsables, imponerles las sanciones pertinentes y asegurar una adecuada reparación
a la víctima.
Además de los familiares de las víctimas directamente afectados por una violación de
los derechos humanos, también es titular del derecho a ser debidamente informada la
sociedad en general. Como ha sostenido la CIDH con respecto a la amnistía establecida
mediante el decreto 486 de 1993:
Independientemente del problema de las eventuales responsabilidades
--las que, en todo caso, deberán ser siempre individuales y establecidas
después de un debido proceso por un tribunal preexistente que utilice
para la sanción la ley existente al momento de la comisión del delito-- …
toda la sociedad tiene el irrenunciable derecho de conocer la verdad de
lo ocurrido, así como las razones y circunstancias en las que aberrantes
delitos llegaron a cometerse, a fin de evitar que esos hechos vuelvan a
ocurrir en el futuro. A la vez, nada puede impedir a los familiares de las
víctimas conocer lo que aconteció con sus seres más cercanos (...) Tal
acceso a la verdad, supone no coartar la libertad de expresión…"
82
Además, como ha sido señalado, existe una responsabilidad personal y directa del
Fiscal General de la República, señor Belisario Artiga, en algunas de las irregularidades
señaladas o en la decisión de no responsabilizar a los infractores que actúan bajo su
mandato.
“La Jueza Tercera de Paz de San Salvador... consideró que la Ley de Amnistía no
era aplicable al caso del asesinato de los Sacerdotes Jesuitas, la señora Ramos y su
hija, pues ello violentaría el artículo 244 de la Constitución…
Ante apelación presentada por la parte querellante, con fecha 26 de enero de 2001,
la Cámara Tercera de lo Penal de la Primera Sección del Centro, compuesta por los
83
Magistrados, doctores Carlos Alberto Salinas Mira y Miguel Ángel Araniva, confirmó el
sobreseimiento definitivo dictado por la Jueza Tercera de Paz.
84
El Estatuto de la Corte Penal Internacional (Estatuto de Roma), aprobado el 17 de
julio de 1998 por la Conferencia Diplomática de Plenipotenciarios de las Naciones
Unidas sobre el Establecimiento de una Corte Penal Internacional, es el instrumento más
avanzado en el derecho internacional que define los crímenes de guerra y los crímenes de
lesa humanidad, pues fue nutrida por más de 50 años de normativa y jurisprudencia
nacional e internacional sobre la represión a estas infracciones.
a) Asesinato;
b) Exterminio;
c) Esclavitud;
d) Deportación o traslado forzoso de población;
e) Encarcelación u otra privación grave de la libertad física en violación de normas
fundamentales de derecho internacional;
f) Tortura;
g) Violación, esclavitud sexual, prostitución forzada, embarazo forzado,
esterilización forzada u otros abusos sexuales de gravedad comparable;
h) Persecución de un grupo o colectividad con identidad propia fundada en motivos
políticos, raciales, nacionales, étnicos, culturales, religiosos, de género definido en el
párrafo 3, u otros motivos universalmente reconocidos como inaceptables con arreglo al
derecho internacional, en conexión con cualquier acto mencionado en el presente
párrafo o con cualquier crimen de la competencia de la Corte;
i) Desaparición forzada de personas;
j) El crimen de apartheid;
k) Otros actos inhumanos de carácter similar que causen intencionalmente grandes
sufrimientos o atenten gravemente contra la integridad física o la salud mental o física”40.
40
Artículo 7
85
Crímenes de Guerra: En el Estatuto se entiende por crímenes de guerra:
A continuación, el Estatuto de Roma hace una larga enumeración de los actos que
deben considerarse crímenes de guerra. La Corte Penal Internacional tendrá jurisdicción
para juzgar los crímenes de guerra, “en particular cuando se cometan como parte de un
plan o política o como parte de la comisión en gran escala de tales crímenes”.
Agresión: El Estatuto no adopta una definición de este delito y establece que la Corte
Penal Internacional tendrá jurisdicción para conocer de este delito hasta que se definan e
incluyan por enmienda al tratado sus elementos constitutivos42.
Con relación al caso Jesuitas, nos interesa destacar que los crímenes de guerra son
graves infracciones a las leyes y a las costumbres de la guerra que incluyen el asesinato
de civiles y de personas especialmente protegidas por el derecho internacional
humanitario.
Por su parte, los crímenes de lesa humanidad son “actos graves de violencia que
perjudican al ser humano, atacando lo que le es más esencial: su vida, su libertad, su
bienestar físico, su salud o su dignidad. Son actos inhumanos que, por su generalización y
su gravedad exceden los límites tolerables de la comunidad internacional que debe
necesariamente exigir su castigo. Pero los crímenes de lesa humanidad trascienden
igualmente al individuo pues cuando se ataca a éste, se ataca y se niega a la humanidad.
Así pues, lo que caracteriza esencialmente a los crímenes de lesa humanidad es el
concepto de la humanidad como víctima”43.
Como puede verse, la distinción entre ambos tipos de crímenes no es del todo clara,
especialmente en el asesinato de civiles en tiempos de conflicto armado. “Aunque los
41
Artículo 8
42
Debe mencionarse que la Asamblea General de la ONU, en su resolución 3314 (XXIX) de 14 de
diciembre de 1974, ya había definido el delito de agresión como “el uso de la fuerza armada por un Estado
contra la soberanía, la integridad territorial o la independencia política de otro Estado, o en cualquier otra
forma incompatible con la Carta de las Naciones Unidas”.
43
Tribunal Internacional para la Ex Yugoslavia. Caso Erdemovic. Decisión del 29 de noviembre de 1996.
Naciones Unidas. Doc. IT-96-22-T.
86
crímenes de guerra y los crímenes de lesa humanidad constituyen ahora dos categorías
autónomas y válidas por sí mismas, no puede negarse que a menudo están estrechamente
ligadas en los conflictos modernos, especialmente por lo que atañe a los crímenes contra
la población civil. La inclusión del asesinato, la deportación y otros actos que conforman
las largas listas de los instrumentos recientes son ejemplos claros de conexión y
superposición44.
44
Greppi, Edoardo: La evolución de la responsabilidad penal individual bajo el derecho internacional.
Revista Internacional de la Cruz Roja, N° 835. Ginebra, 30 de septiembre de 1999.
45
Resolución 3074 (XXVIII) de la Asamblea General de las Naciones Unidas, de 3 de diciembre de 1973.
46
Resolución 95 (I) de la Asamblea General de las Naciones Unidas, de 11 de diciembre de 1946.
87
En el caso de los Estados que aún no han ratificado la Convención sobre la
Imprescriptibilidad o el Estatuto de Roma, como El Salvador, cabe preguntarse si la
imprescriptibilidad de los crímenes de guerra y de los crímenes contra la humanidad es
una norma consuetudinaria del derecho internacional y, por tanto, fuente de obligaciones
jurídicas en el ámbito internacional. De la costumbre internacional emanan obligaciones
erga omnes para los Estados, como lo establece el artículo 38 del Estatuto de la Corte
Internacional de Justicia y la jurisprudencia emanada de este órgano 47, así que, si la
imprescriptibilidad de los graves crímenes internacionales es considerada parte de la
costumbre internacional, ningún Estado puede válidamente sustraerse de la obligación de
investigar y sancionar estos hechos por causa del transcurso del tiempo,
independientemente de lo que disponga su legislación interna.
La Cámara Federal Argentina que conoció el caso del asesinato del General
chileno Carlos José Santiago Prats y su esposa Sofía Cuthbert Charleoni en suelo
argentino, reconoció que la acción penal no había prescrito en este caso, alegando que
“en el contexto en que se enmarca este crimen, caracterizado por la utilización del
aparato estatal en la consecución de fines delictivos impropios de un estado de derecho,
con un objetivo de persecución de ciudadanos, como política sistemática, a los que se
vedaba cualquier protección y sin dudar en llevar a cabo sus designios aún fuera de su
territorio nacional, constituyen, todos ellos, elementos agraviantes contra la comunidad
internacional que erigen este crimen en delicta iuris gentium. Por otra parte, la vigencia
interna del Derecho de Gentes... modifica las condiciones de punibilidad, inclusive en lo
47
International Court of Justice: Barcelona Traction, Light and Power Company, Limited, Second Phase,
Judgment, I.C.J. Reports 1970, pág. 3; Legal Consequences for States of the Continued Presence of South
Africa in Namibia ( South West Africa ) notwithstanding Security Council Resolution 276 ( 1970 ) supra 37,
pág. 16 ad 57; United States Diplomatic and Consular Staff in Tehran, Judgment, I.C.J. Reports 1980, pág.
3 ad 42.
48
Decisión de la Cámara en lo Criminal y Correccional Federal de la Argentina, en el Proceso contra
Massera y otros, op. cit.
88
relativo a la prescripción y deja satisfechas las exigencias relativas al principio de
legalidad”49.
49
Decisión de la Cámara en lo Criminal y Correccional Federal de la Argentina, Resolución de la
apelación del caso contra Iturriaga Neumann y otros sobre prescripción de la acción penal. Causa 16.596.
4 de octubre de 2000.
50
Citado en Decisión de la Cámara en lo Criminal y Correccional Federal de la Argentina, en el Proceso
contra Massera y otros. Expediente 30514 “Massera, s. Excepciones. J.7S.13”. Parte III. 9 de septiembre
de 1999.
51
Audiencia Nacional de Madrid: Auto por el que se informa a la Fiscalía de la Corona (de Gran Bretaña)
sobre la imprescriptibilidad de las conductas imputadas a Augusto Pinochet. Procedimiento Sumario
19/97. Juzgado Central de Instrucción número 5. Madrid, 18 de diciembre de 1998.
52
International Court of Justice: Reservations to the Convention on the Prevention And Punishment of
the Crime of Genocide Advisory Opinion of 28 May 1951.
53
L. Joinet, Informe presentado a la Subcomisión de Prevención de Discriminaciones y Protección a las
minorías, ya citado.
89
“C. Medidas restrictivas incorporadas a determinadas normas del derecho que se
justifican por la lucha contra la impunidad
Se incorporarán garantías contra las desviaciones a que pueda dar lugar el uso de la
prescripción, la amnistía, el derecho de asilo, la denegación de la extradición, la
inexistencia de procesos en rebeldía, la obediencia debida, las leyes sobre
"arrepentidos", la competencia de los tribunales militares, así como el principio de la
inamovilidad de los jueces con el fin de promover la impunidad.
La prescripción de una infracción penal, tanto en lo que respecta a las diligencias como a
las penas, no podrá correr durante el período en que no existan recursos eficaces contra
esa infracción.
Los asesinatos de los padres jesuitas son crimina iuris gentium y, por tanto,
imprescriptibles
En el caso que nos ocupa, es claro que estamos ante el asesinato de civiles a manos
del Estado en tiempos de guerra, con lo cual podría haber dudas en calificar el delito
como crimen de guerra o crimen de lesa humanidad. Podría ser calificado como crimen
de guerra pues fue una infracción grave al artículo 3 común los Convenios de Ginebra y
su Protocolo II Adicional que prohíben el asesinato de civiles en tiempo de guerra. Podría
ser tipificado como crimen de lesa humanidad, pues las víctimas fueron asesinadas como
parte de un ataque contra supuestos opositores ideológicos del Estado; por lo demás, el
asesinato de civiles de alta valía moral y motivado por el pensamiento de las víctimas es,
sin duda, un ataque contra la humanidad.
90
Esta Procuraduría considera que, sin importar si se puede considerar el asesinato de
los padres jesuitas como un crimen de guerra o como un crimen de lesa humanidad, lo
cierto es que ambas categorías son entendidas como crimina iuris gentium que han sido
reconocidas por la comunidad de naciones como delitos imprescriptibles.
“Todos los decretos, acuerdos, órdenes y resoluciones que los funcionarios del Órgano
Ejecutivo emitan, excediendo las facultades que esta Constitución establece, serán nulos y
no deberán ser obedecidos, aunque se den a reserva de someterlos a la aprobación de la
Asamblea Legislativa”.
91
En el caso que nos ocupa, por tanto, deben tenerse por nulos los actos emanados de la
aplicación de la Amnistía de 1993 y la declaratoria judicial de inaplicabilidad de la
misma, dictada por la Jueza Tercera de Paz de San Salvador, debiese surtir efectos ex
tunc, es decir, retroactivos.
que su aplicación excede a la literalidad de “los funcionarios del Órgano Ejecutivo”, y alcanza a la totalidad
de los funcionarios del Estado. Todos los funcionarios públicos juran desatender las leyes, normas u
órdenes que sean contrarias a la Constitución, no sólo los del Órgano Ejecutivo… los actos, cualquiera que
sea su autor, contrarios a la Constitución, son nulos, y no deben ser obedecidos, porque no poseen valor
jurídico alguno. Esta nulidad es absoluta, léase no subsanable, y opera de pleno derecho. Ver: Carlos Rafael
Urquilla, op cit.
55
María Julia Hernández, Carolina Constanza y otros; petición de inconstitucionalidad de la LAGC, citada
por la sentencia de la Sala de lo Constitucional del 26 de septiembre de 2000.
56
Sentencia del 26 de enero de 2001, ya citada.
92
responsables intelectuales de delito, pues es falso que el derecho a la justicia hubiese
podido ejercerse por las víctimas, en virtud de la vigencia de la LAGCP, como se ha
demostrado.
57
Audiencia Nacional de Madrid, Caso Pinochet, op. cit.
58
Audiencia Nacional de Madrid, Caso Pinochet, op. cit.
93
Es igualmente importante, traer a cuenta las disposiciones de la normativa procesal
penal vigente, respecto al cómputo de la prescripción en el presente caso.
El Código Procesal Penal de 1998, que es el aplicable al caso del juzgamiento de los
autores intelectuales de la masacre de los Sacerdotes Jesuitas, la señora Ramos y su hija,
establece que el plazo de la prescripción debe tenerse por suspendido si ha existido un
impedimento legal para ejercer la acción. Por supuesto, la vigencia irrestricta de la
amnistía, anterior a la sentencia constitucional del 26 de septiembre de 2000, constituye
un claro “impedimento” de este tipo.
94
“Artículo 36 Código Procesal Penal.
Prescripción Durante el Procedimiento.
(…)
Las disposiciones de este Código se aplicarán desde su vigencia a los procesos futuros,
cualquier que sea la fecha en que se hubiere cometido el delito o falta.”
95
cualquier consecuencia penal accesoria.
96
crimen de guerra y un crimen de lesa humanidad, por cuanto constituye asesinato de
civiles a manos del Estado en tiempos de guerra y, según la costumbre internacional, el
Estado salvadoreño no puede sustraerse de su obligación erga omnes de investigar y
sancionar el crimen, si no es a costa de atropellar gravemente la justicia e instaurar la
impunidad.
Debido a que esta Procuraduría sienta como conclusión que la prescripción no era
aplicable al caso Jesuitas, por tratarse de crímenes de lesa humanidad y de guerra, resulta
irrelevante extenderse en consideraciones sobre la naturaleza penal del ilícito, en el
sentido de calificarlo como delito oficial o común, debate que pretendía generar efectos
respecto del cómputo del plazo, en virtud de lo dispuesto en el artículo 242 Cn.
97
El período no abonable al plazo de la prescripción, comprende desde el inicio de la
vigencia de la LAGCP, hasta la fecha en que se dictó la sentencia de la Sala de lo
Constitucional referida a tal Decreto, es decir, el 26 de septiembre de 2000.
Por tanto, la aplicación de la prescripción en este caso concreto, por parte de la Jueza
Tercera de lo Penal de San Salvador y los Magistrados de la Cámara Tercera de lo Penal
de la Primera Sección del Centro, transgredió, también, la Constitución de la República y
la normativa Procesal Penal.
98
En tal sentido, la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos, lamenta
que la Sala de lo Penal haya desprotegido a las víctimas, actuando con una visión
restrictiva respecto de la aplicación de las normas que rigen el incidente de recusación,
pues con ello contribuyó también a la impunidad en el presente caso.
99
que se plantea no es si se debe o no sancionar a los culpables sino si se puede o no
hacer justicia. La sanción de los responsables de los crímenes descritos, es un
imperativo de la moral pública. Sin embargo, no existe una administración de
justicia que reúna los requisitos mínimos de objetividad e imparcialidad para
impartirla de manera confiable”60.
Muchos avances y éxitos democráticos han deparado al país una década de paz, o más
bien dicho, una década sin conflicto armado. Algunos de estos avances, lógicamente, se
han dado en materia del ámbito judicial. De hecho, algunos jueces han demostrado ser
ejemplo intachable de independencia, aún frente a sectores poderosos acostumbrados a
usar la pasividad del Estado, para imponer sus intereses por sobre el bien común.
El caso Jesuitas, sin embargo, nos muestra en la actualidad cuanto nos falta por andar,
en el difícil camino de dar vigencia irrestricta a la justicia. El sistema, en términos
generales, ha funcionado de modo tal que ha consagrado a la impunidad, en el sitial que
correspondería a la verdad y a la justicia. Tal realidad nos muestra cuan desprotegidas se
encuentran las miles de víctimas de graves violaciones a los derechos humanos cometidas
durante el conflicto armado, para quienes, en la práctica, no existe la democracia, ni la
protección del derecho.
Esta Procuraduría exhorta a las autoridades del sistema de justicia salvadoreño, sobre
todo a las mencionadas como responsables de violaciones a los derechos humanos en este
informe, para que retomen estos principios, como un paradigma esencial de su labor
pública.
60
Informe Comisión de la Verdad. Recomendaciones.
61
M. Cherif Bassiouni; Informe final presentado en virtud de la resolución 1999/33 de la Comisión de
Derechos Humanos de la ONU: “El derecho de restitución, indemnización y rehabilitación de las víctimas
de violaciones graves de los derechos humanos y las libertades fundamentales”.
100
Sobre el derecho de las víctimas de acceder a la justicia, el informe del Sr.
Bassiouni concluye que:
“El derecho de la víctima a acceder a la justicia comprende todas las acciones judiciales,
administrativas o de otra índole que ofrezca el derecho interno o internacional en vigor.
El derecho interno debería garantizar las obligaciones de respetar el derecho individual
o colectivo a acceder a la justicia y a un juicio justo e imparcial previstas en el derecho
internacional. Con tal fin, los Estados deberían:
c) Utilizar todos los medios diplomáticos y jurídicos apropiados para que las
víctimas puedan ejercer su derecho a interponer recursos y obtener
reparación por las violaciones de las normas internacionales de derechos
humanos o del derecho internacional humanitario.”
“Se tratará de obtener una reparación suficiente, efectiva y rápida para promover la
justicia, remediando las violaciones de las normas internacionales de derechos humanos
y del derecho internacional humanitario. Las reparaciones serán proporcionales a la
gravedad de las violaciones y al daño sufrido (...)
101
Debería indemnizarse todo perjuicio evaluable económicamente que fuera consecuencia
de una violación de las normas internacionales de derechos humanos o del derecho
internacional humanitario, tal como:
102
i) asegurando un control efectivo de las fuerzas armadas y de
seguridad por la autoridad civil;
103
Da por establecido el incumplimiento del Estado salvadoreño a las recomendaciones de la
Comisión de la Verdad, en lo referente al asesinato de los Sacerdotes Jesuitas Ignacio
Ellacuría, Ignacio Martín Baró, Segundo Montes Mozo, Joaquín López y López, Amando
López, Juan Ramón Moreno, así como de la señora Julia Elba Ramos y su hija Celina
Mariceth Ramos, por el hecho violatorio de no investigar, procesar y sancionar, seria y
efectivamente, a los autores materiales e intelectuales del crimen, así como a los
funcionarios que participaron de los delitos de encubrimiento y fraude procesal señalados
en el citado informe de la Comisión de la Verdad.
104
Calderón Sol y licenciado Francisco Flores Pérez, puesto que de sus altas decisiones
políticas y administrativas, debieron emanar las directrices de las actuaciones policiales
del Estado que hubiesen permitido el esclarecimiento de los hechos y la reparación de las
víctimas en este caso.
Recomienda al Estado la realización de sus más serios y efectivos esfuerzos, para dar
cumplimiento a las recomendaciones de la Comisión de la Verdad, no sólo aquellas
referidas al caso que aquí nos ocupa, sino integralmente a las contenidas en el informe
final de la citada Comisión, denominado “De la locura a la esperanza: la guerra de 12
años en El Salvador”, presentado formalmente al Estado y al Secretario General de la
Organización de las Naciones Unidas, el 15 de marzo de 1993.
Lamenta que la autoría intelectual de los asesinatos no haya sido investigada en más de
una década y que los tribunales ordinarios que han conocido del caso, se hayan negado a
ello, bajo el argumento de la prescripción, cuya aplicación, a juicio de esta Procuraduría,
ha sido violatoria del derecho internacional de los derechos humanos y de los principios
constitucionales que deberían prevalecer en nuestra justicia, como se ha fundamentado en
el presente informe.
105
Recuerda a las autoridades estatales, que sus obligaciones internacionales en materia de
derechos humanos suponen el cumplimiento de los tratados que asume de buena fe, en
virtud del principio pacta sunt servanda, derivado del ius cogens del derecho
internacional.
106
República, licenciado Francisco Flores Pérez y para el Señor Director de la Policía
Nacional Civil, señor Mauricio Sandoval Avilés, dado que de sus altas decisiones
políticas y administrativas, debieron emanar las directrices de las actuaciones policiales
del Estado, a fin de esclarecer este crimen de lesa humanidad. Lo anterior, tomando en
cuenta que la omisión fiscal de investigar, no exime a las autoridades policiales de tomar
iniciativa para promover la investigación de este grave crimen; por el contrario, tal
iniciativa policial, de haberse producido, hubiese generado un avance importante en
orden a superar la impunidad que ha prevalecido en el caso Jesuitas.
Expresa su preocupación, por que han resultado infructuosos los esfuerzos de obtener
justicia constitucional respecto de la vigencia de la Ley de Amnistía de 1993, tanto en
107
1993, cuando la petición de una declaratoria de inconstitucionalidad fue denegada, como
en 2000, cuando una nueva petición, que si fue tramitada, resolvió que la Ley de
Amnistía per se no adolecía de inconstitucionalidad.
Insta a los honorables jueces que presiden los tribunales ordinarios, a declarar inaplicable
la Ley de Amnistía General para la Consolidación de la Paz, por encontrarse reñida con
principios y derechos constitucionales inderogables y violentar normas de tratados
internacionales de derechos humanos vigentes para El Salvador.
108
de los Sacerdotes Jesuitas, la señora Ramos y su hija, ha sido fallida en virtud de que los
jueces de instancia invocaron la figura de la prescripción penal para impedir el
juzgamiento.
El caso Jesuitas demuestra que el sistema de justicia -aún en contra de los principios
éticos que sustentan la actividad de juzgar, de las normas expresas de la legislación
procesal penal y de la normativa internacional vigentes- ha encontrado en la prescripción
el valladar preciso para negar la verdad, la justicia y la reparación a las víctimas, y para
sostener la oscura impunidad de responsables de graves violaciones a los derechos
humanos y crímenes aberrantes.
Además, que como consecuencia de sus atribuciones, toda persona puede acudir a la
autoridad fiscal para obtener la protección de sus derechos o para hacer valer sus
pretensiones, mediante las facultades constitucionales de investigación del delito.
Le resulta altamente preocupante que observaciones tan elementales para cumplir con la
justicia, deban formularse a la Fiscalía General en el presente caso.
109
que fue mantenido tal criterio, a pesar de la sentencia de la Sala de lo Constitucional del
26 de septiembre de 2000, el cual claramente consideró inaplicable la amnistía en casos
como el que nos ocupa, por ser violatoria de la Constitución de la República.
Le resulta claro, de igual forma, que el requerimiento fiscal ante la Jueza Tercera de Paz
de San Salvador del 06 de diciembre de 2000, en el cual el licenciado Salvador Ruiz
Pérez solicitó el sobreseimiento definitivo, puso de manifiesto la falsedad del supuesto
interés fiscal de promover la investigación y demostró que, por el contrario, existía un
marcado interés porque no fuese investigada la autoría intelectual del asesinato de los
Sacerdotes Jesuitas, la señora Ramos y su hija.
Declara que el interés del Señor Fiscal General de la República y sus auxiliares, por
evitar la investigación de la autoría intelectual, constituye un proceder ilícito que
contraviene sus obligaciones constitucionales y legales, así como las obligaciones
internacionales contraídas por el Estado en materia de derechos humanos.
Los derechos principalmente violados por el Señor Fiscal General de la República y sus
agentes Ricardo Marcial Zelaya Larreynaga y Salvador Ruiz Pérez, en perjuicio de los
familiares de los Sacerdotes Jesuitas, la señora Ramos y su hija, así como en perjuicio de
los miembros de la comunidad religiosa y académica a la que las víctimas pertenecían,
son: el derecho a las garantías judiciales y a la tutela judicial efectiva (artículos 8(1) y 25
de la Convención Americana sobre Derechos Humanos); el derecho a la justicia y a la
obligación indelegable de investigar, procesar, sancionar y reparar a las víctimas
(artículos 1 (1), 8(1) y 25 de la misma Convención); y el derecho a la verdad.
110
5. Sobre la imprescriptibilidad en los asesinatos de los Sacerdotes Jesuitas, la
señora Ramos y su hija
Considera que, de la costumbre internacional, emanan obligaciones erga omnes para los
Estados, como lo establece el artículo 38 del Estatuto de la Corte Internacional de Justicia
y la jurisprudencia emanada de este órgano; por lo cual, si la imprescriptibilidad de los
graves crímenes internacionales es considerada parte de la costumbre internacional,
ningún Estado puede válidamente sustraerse de la obligación de investigar y sancionar
estos hechos por causa del transcurso del tiempo, independientemente de lo que disponga
su legislación interna.
Por tanto, afirma que la imprescriptibilidad de los crímenes de guerra y de los crímenes
de lesa humanidad es obligatoria para El Salvador, independientemente de lo dispuesto
en su legislación interna o incluso ante la carencia de disposiciones sobre el particular y
ello, sin importar que se haya ratificado o no la Convención sobre la Imprescriptibilidad
de los Crímenes de Guerra y de los Crímenes de Lesa Humanidad.
En el caso de los asesinatos de los Sacerdotes Jesuitas, la señora Ramos y su hija, es claro
que estamos ante el asesinato de civiles a manos del Estado en tiempos de guerra;
además, civiles de alta valía moral e intelectual, cuyo exterminio fue motivado por el
propósito de eliminar el pensamiento de las víctimas y acallar su voz en nuestra sociedad.
Por tanto, sin lugar a dudas, constituye un ataque contra la humanidad.
Considera que los asesinatos aquí referidos, deben entenderse como crimina iuris
gentium, que han sido reconocidas por la comunidad de naciones como delitos
imprescriptibles.
Aunque en principio destaca que los asesinatos de los Sacerdotes Jesuitas, la señora
Ramos y su hija son imprescriptibles, es importante considerar que la resolución judicial
de la Jueza Tercera de Paz de San Salvador, declaró inaplicable la Ley de Amnistía de
1993 para el caso Jesuitas. Lo anterior supone una declaratoria judicial de nulidad de la
citada Ley en este caso concreto. La declaratoria judicial se realizó, inclusive, invocando
los criterios de la sentencia de la Sala de lo Constitucional del 26 de septiembre de 2000.
El anterior razonamiento debe llevarnos, por tanto, a que deben tenerse por nulos los
actos emanados de la aplicación de la amnistía en el caso Jesuitas, surtiendo la
declaratoria judicial efectos ex tunc, es decir, retroactivos. Además, el mismo debe
completarse con la circunstancia fáctica de que los autores de la masacre de los
Sacerdotes Jesuitas, la señora Ramos y su hija, han permanecido impunes por más de diez
años, debido a la vigencia de la referida Ley.
111
Considera que, mientras la Ley de Amnistía fue aplicable al caso, el tiempo transcurrido
es un tiempo inconstitucionalmente transcurrido, de modo que dicho lapso no es abonable
al cómputo de la prescripción.
Es del parecer que la normativa procesal vigente establece que, en un caso como el que
nos ocupa y bajo las circunstancias descritas, el plazo de la prescripción debe tenerse por
suspendido, en virtud de que existía una disposición legal (artículo 1 de la LAGCP), que
impidió la persecución penal, desde el inicio de la vigencia de la Ley de Amnistía hasta la
interpretación de la Sala de lo Constitucional, establecida en la sentencia del 26 de
septiembre de 2000.
Los derechos principalmente violados por los mencionados jueces, en perjuicio de los
familiares de los Sacerdotes Jesuitas, la señora Ramos y su hija, así como en perjuicio de
los miembros de la comunidad religiosa y académica a la que las víctimas pertenecían,
son: el derecho a las garantías judiciales y a la tutela judicial efectiva (artículos 8(1) y 25
de la Convención Americana sobre Derechos Humanos); el derecho a la justicia y a la
obligación indelegable de investigar, procesar, sancionar y reparar a las víctimas
(artículos 1 (1), 8(1) y 25 de la misma Convención); y el derecho a la verdad.
Considera que la aplicación de la prescripción en este caso concreto, por parte de la Jueza
Tercera de lo Penal de San Salvador y los Magistrados de la Cámara Tercera de lo Penal
de la Primera Sección del Centro, transgredió también la Constitución y la normativa
Procesal Penal vigente en la República, por las razones que han sido expuestas con
anterioridad.
Empero, advierte que la recusación estaba dirigida hacia jueces que aplicaron la
prescripción de la acción penal respecto de crímenes de lesa humanidad, por naturaleza
imprescriptibles y que lo hicieron, por otra parte, contraviniendo la misma Constitución y
la normativa procesal penal vigente. Tales circunstancias, afectaron gravemente las
garantías de imparcialidad e independencia ofrecidas por dichos juzgadores. En tal
sentido, lamenta que la Sala de lo Penal haya desprotegido a las víctimas, actuando con
112
una visión restrictiva en la aplicación de las normas que rigen el incidente de recusación,
pues con ello contribuyó a la impunidad en el presente caso.
VI. EPÍLOGO
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restricciones. Tal conciencia, nos dice el honorable juez Cançado, constituye la fuente
material por excelencia de todo el derecho de gentes, “responsable por los avances del
género humano, no sólo en el plano jurídico, sino también en el espiritual”. Y se inspira,
el destacado profesor, en Jacques Maritain, quien “en el período 1939 – 1945 (en plena
agonía de lo que se creía ser la “civilización”)… tomó como punto de partida la
existencia de la persona humana, que tiene su raíz en el espíritu, sosteniendo que sólo hay
un verdadero progreso de la humanidad cuando marcha en el sentido de la emancipación
humana”.
La muerte de los padres Ignacio Ellacuría, Segundo Montes, Amando López, Juan
Ramón Moreno, Ignacio Martín Baró, Joaquín López y López, de la señora Julia Elba
Ramos y de la niña Celina Mariceth Ramos, corren en un río de sangre, angustia y
desesperación, al lado de otras miles de víctimas cuya voz aún no ha sido escuchada. La
misma voz que los asesinos de Oscar Romero trataron de acallar.
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El diálogo, la paz, las ideas dichas frente a la intolerancia irracional; tal es el
legado que nos dio la vida de los padres jesuitas, de Elba y Celina. El mismo legado nos
deja su martirio.
La naturaleza del Ombudsman es ser contralor moral, pero también jurídico, del
poder. Por ello, en Latinoamérica, su rol es trascendental en los tránsitos hacia la
democracia. Desde esa autoridad, propongo, como Procuradora para la Defensa de los
Derechos Humanos de El Salvador, la fundación de una reconciliación verdadera, que no
se establezca desde el interés del poder que, mucho o poco, aún ostentan quienes
atropellaron la dignidad humana en el pasado reciente del país.
Cierro esta exposición, lo estimo oportuno, con las contundentes palabras del
señor L. Joinet, a quien hemos acudido tan frecuentemente en nuestro informe:
“Para poder pasar la página, ¡hay que haberla leído antes! Ahora bien, la lucha contra la
impunidad no es únicamente una cuestión jurídica y política; ¿no se olvida con
demasiada frecuencia su aspecto ético?
VII. NOTIFICACIÓN
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1. Notifíquese la presente resolución a los familiares de los Sacerdotes
Jesuitas Ignacio Ellacuría, Ignacio Martín Baró, Segundo Montes
Mozo, Joaquín López y López, Amando López, Juan Ramón Moreno,
y de la señora Julia Elba Ramos y su hija Celina Mariceth Ramos, en
su calidad de víctimas de los hechos narrados en el presente informe.
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10. Notifíquese a los señores Magistrados de la Sala de lo Penal de la Corte
Suprema de Justicia.
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20. Notifíquese a la Directora de la Oficina de Tutela Legal del Arzobispado
de San Salvador, licenciada María Julia Hernández.
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