Dahr Lambert Joan - Los Circulos de Piedra
Dahr Lambert Joan - Los Circulos de Piedra
Dahr Lambert Joan - Los Circulos de Piedra
piedra
Los crculos de
Los crculos de
LOS
CRCULOS DE
PIEDRA
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Los crculos de
ndice
RESUMEN................................................................................4
PRLOGO.............................................................................5
PRIMERA PARTE 7
Captulo 1..............................................................................8
Captulo 2............................................................................16
Captulo 3............................................................................27
Captulo 4............................................................................39
Captulo 5............................................................................48
Captulo 6............................................................................57
Captulo 7............................................................................67
Captulo 8............................................................................80
SEGUNDA PARTE93
Captulo 9............................................................................94
Captulo 10........................................................................106
Captulo 11........................................................................118
Captulo 12........................................................................134
Captulo 13........................................................................151
Captulo 14........................................................................165
Captulo 15........................................................................182
Captulo 16........................................................................196
Captulo 17........................................................................212
Captulo 18........................................................................228
TERCERA PARTE 243
Captulo 19........................................................................244
Captulo 20........................................................................259
Captulo 21........................................................................274
Captulo 22........................................................................292
Captulo 23........................................................................308
Captulo 24........................................................................326
Captulo 25........................................................................345
Captulo 26........................................................................364
Captulo 27........................................................................382
NOTAS DE LA AUTORA................................................389
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Los crculos de
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Los crculos de
RESUMEN
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Los crculos de
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Los crculos de
PRLOGO
Zena sujet la mano de su hija para ayudarla a subir la empinada cuesta. El camino
le resultaba tan familiar que no era consciente de estar realizando un esfuerzo.
Centenares de veces haba visitado la cueva sagrada donde hablaba a la diosa, la
Madre de todos los seres vivientes. Sin embargo, para la joven Zena era una
experiencia nueva y extraa.
Al cabo de un rato madre e hija llegaron a un saliente que se hallaba en la cima de
la colina. Zena se detuvo, con los brazos extendidos, para saludar a la diosa. La joven
Zena observ a su madre en silencio.
Gran diosa, te traigo a mi hija, destinada a servirte pues tambin lleva el nombre
de Zena. Aydala a aprender tus normas y acompala a lo largo de su vida.
Transmtele tu sabidura, tus conocimientos; gua su corazn y su mente en la tarea
de conducir a nuestro pueblo. Invocamos tu fuerza, oh Madre sagrada!
Zena aguard hasta que sinti a la diosa penetrar en lo ms profundo de su
espritu. Luego se volvi hacia su hija. La joven escuchaba con atencin las palabras
de su madre, pues saba que no deba olvidar jams lo que aprendiera aquel da en el
lugar sagrado.
Durante muchos aos, ms de los que alcanzo a recordar dijo Zena, hemos
vivido en armona con nuestros semejantes y con el entorno. Ello se debe a que
hemos observado las enseanzas de nuestra Madre, los principios de amor y paz. En
cada tribu exista una mujer sabia que enseaba las normas de nuestra sagrada
Madre a su hija, o a la hija de su hermana, y sta, a su vez, las transmita a la suya
propia. As ha venido sucediendo, hasta ahora, a lo largo de toda nuestra existencia.
Algunas de esas mujeres sabias se llamaban Zena, como nosotras. Nuestra Madre
nos encomienda a nosotras las ms arduas tareas. La primera mujer sabia vivi hace
mucho tiempo, antes de nuestra poca. El amor hacia su pueblo, el dolor ante el
hambre y el sufrimiento de nuestras gentes no era distinto del nuestro. La Zena que
la sigui era capaz de ver ms cosas que nadie con su imaginacin, y cambi nuestro
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Los crculos de
PRIMERA PARTE
EL GRAN RIFT VALLEY EN FRICA, ENTRE UN MILLN
Y UN MILLN Y MEDIO DE AOS ATRS
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Los crculos de
Captulo 1
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Los crculos de
Tras ordenar a Zena que la siguiera, Tope se dirigi hacia el lecho de un arroyo que
haba divisado a lo lejos. Lo nico que quedaba del arroyo que en otros tiempos
serpenteaba a travs de la hierba era una profunda grieta sembrada de piedrecitas.
Estaba seco, pero a veces debajo de la superficie de esos arroyos encontraban un poco
de agua. Tope saba que sin agua era imposible sobrevivir.
Zena, extenuada debido al hambre, la sed y el calor, no respondi a la llamada de
su madre. Tope se volvi y le orden de nuevo que la siguiera, un ejercicio que fue
repitiendo cada pocos metros. Al fin, al comprobar que su hija permaneca
encaramada en el rbol, Tope hizo uso de aquel tono perentorio que la pequea
conoca bien desde que haba nacido, seis aos atrs. Zena reaccion. Entre sollozos,
baj del rbol y sigui a Tope.
A medida que Tope escarbaba en el lecho del arroyo, se iba formando un pequeo
charco de agua. Zena, imitando a su madre, consigui tras muchos esfuerzos beber
unos sorbos de agua turbia, los suficientes para calmar por el momento su sed.
El resto del da Tope sigui avanzando incansablemente hacia el oeste, guiada por
una intuicin en la que crea a ciegas. Mientras caminaba, sus ojos hundidos,
protegidos del resplandor del sol por una frente protuberante, recorran el rido
paisaje al tiempo que su sensible olfato trataba de detectar algn aroma. Zena imit a
su madre, pero no haba nada que ver salvo el fulgor del sol y nada que oler salvo la
sequedad del ambiente. La pequea se lami los brazos en un intento de sorber unas
gotas de sudor, pero slo consigui llenarse la boca de polvo y tierra.
De improviso Tope se abalanz sobre un pequeo lagarto que se haba cruzado en
el camino, lo atrap y lo devor en un instante. Desconcertado por el brusco
movimiento de su madre, el hijito rompi a llorar. Tope lo estrech contra sus flcidos
pechos para que el beb mamara, pero apenas le quedaba leche y el pequeo
continu llorando.
Al cabo de unos minutos Tope percibi un ruido y se detuvo en seco. Un
gigantesco macho la estaba siguiendo, sus pasos sofocados por el seco terreno y los
berridos del beb. Tope lo observ con recelo. No se fiaba de los machos
desconocidos. En una ocasin haba visto a un macho arrebatar a un beb de los
brazos de su madre y estamparlo contra el suelo; la escena se le haba quedado
grabada en la mente.
Zena se ocult detrs de su madre y observ con temor al intruso. Rara vez tena
ocasin de ver a seres parecidos a ella. Su grupo se haba dispersado haca mucho
tiempo, pues en aquella zona afligida por la segua no haba suficiente comida ni
agua para todos ellos. El extrao le inspiraba temor. Era casi dos veces ms alto que
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poda resultar fatal. Los depredadores acechaban tras los matorrales, dispuestos a
precipitarse sobre los incautos que se acercaran al lago a beber. Sin embargo, tambin
corran un gran riesgo: atrados por la perspectiva de darse un banquete, tanto el
cazador como su presa caan con frecuencia en las aguas pantanosas que circundaban
el lago.
Tope se acerc con cautela al lago seguida por Zena, deseosa de beber. Pero
cuando sta empez a hundirse en el lodo se agarr al brazo de su madre, gimiendo
de temor. Tope retrocedi unos pasos, arrastrando consigo a su hija. Sus oscuros ojos
escrutaron la hmeda tierra y el charco de agua que haba en el centro del lago.
Luego entreg el beb a Zena y empez a escarbar el lodo con sus fuertes dedos.
Cuando brot a la superficie un agua de color pardusco, madre e hija se arrodillaron
para beber.
Tras aplacar su sed, Tope escarb a mayor profundidad primero en un extremo del
lago y luego en otro, ayudndose de una rama. De pronto haba recordado la imagen
de su propia madre realizando la misma operacin. Con una mueca en el rostro, Tope
meti la mano en uno de los orificios y extrajo unos objetos duros. A continuacin los
golpe con una piedra hasta partir el cascarn y se apresur a engullir el contenido
blando y carnoso.
Zena olfate prudentemente los curiosos objetos que le entregaba su madre;
despedan un olor extrao, pero apetitoso. Estaba tan famlica que incluso le dola la
barriga. Tras devolver el beb a Tope, Zena comenz a devorar los mejillones hasta
que logr mitigar el hambre. Luego cogi una rama y removi el lodo en busca de
ms comida. Al fin, tras haber conseguido por primera vez en varios meses saciar el
apetito y aplacar la sed, Tope y Zena reanudaron su camino.
Durante las semanas siguientes no tuvieron tanta suerte. Cada da representaba un
esfuerzo por sobrevivir, por hallar la suficiente comida para mantenerse en pie y el
agua suficiente para mantener alejado el delirio que provoca la deshidratacin. Las
noches eran todava ms duras. Con frecuencia, Tope y su hija pasaban las largas
horas nocturnas acurrucadas en un hoyo poco profundo, sin apenas pegar ojo,
siempre pendientes de cada ruido que perciban.
Poco a poco, a medida que avanzaban hacia el oeste, el terreno empez a cambiar.
El suelo estaba sembrado de piedras y la llanura daba paso a unas lomas.
Desesperada por hallar un lugar que les ofreciera el medio de subsistir, algn tipo de
alimento y refugio por las noches, Tope trepaba hasta la cima de cada loma para
examinar el paisaje que se abra a sus pies. Al fin, una tarde su perseverancia se vio
recompensada. Desde lo alto de una loma Tope divis unos peascos lo
suficientemente grandes para ofrecerles cobijo; ms all, una pendiente conduca
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hasta el lecho de un viejo ro, donde Tope supuso que hallaran comida. A lo lejos,
divis la tenue silueta de unas montaas. De forma instintiva Tope comprendi que
donde haba montaas deba haber agua. Y donde haba agua haba vida.
Entusiasmada por el descubrimiento, Tope ech a correr. Pero al aproximarse a las
peas redujo el paso, manteniendo a Zena a sus espaldas, y ech un vistazo a su
alrededor. Tope saba que en estos lugares rocosos habitaban numerosos
depredadores. Al fin, tras comprobar que no les acechaba ningn peligro inmediato,
se acerc con cautela y olisque las piedras. Su olfato le indicaba a qu clase de
animal perteneca un determinado olor, y si ste representaba un peligro.
Al acercarse a dos peas, Tope not que la atmsfera estaba impregnada de un
olor fuerte y penetrante y retrocedi sobresaltada. El olor le resultaba familiar pero
no por ello dejaba de alarmarla, pues indicaba que en aquel lugar haba vivido un
tigre. Tope llam a Zena y empez a investigar una pequea abertura que se hallaba
en el otro extremo de los peascos. Al acercarse no la asalt ningn olor sospechoso y
Tope penetr en la abertura, indicando a su hija que la siguiera. Zena olfate las
piedras, tal como haba hecho su madre, para retener el aroma del depredador y
luego sigui a su madre a travs de la angosta abertura.
Ante Tope y Zena se abra un espacio oscuro y cavernoso. Los muros de las rocas
proporcionaban una agradable sensacin de frescor. Zena se agazap en un rincn y
observ a su madre mientras sta examinaba unos huesos que yacan diseminados
por el suelo de la cueva. Eran antiguos y no despedan ningn olor. Madre e hija se
tumbaron en el suelo. Ninguna otra criatura viva all, y ningn animal de mayor
tamao que ellas poda penetrar en su refugio. Al fin haban dado con un lugar
seguro donde dormir.
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muros de las rocas, describiendo con la lengua un amplio arco sobre la spera
superficie.
De golpe advirti que estaba sola. Sin embargo an perciba el olor tranquilizador
de su madre y de su hermano, as que decidi explorar con los dedos las grietas y
orificios de la roca en busca de comida. Haca ya casi un ao que vivan all y Zena
conoca todos los lugares donde se escondan los gusanos y las cucarachas. Al cabo
de un rato descubri unas jugosas semillas. Tras devorarlas rpidamente, se relami
de satisfaccin.
De pronto apareci una serpiente, cuyo reposo haba interrumpido Zena con sus
exploraciones, y sta retrocedi al tiempo que lanzaba un grito de terror. El reptil la
observ con aire amenazador y se ocult de nuevo debajo de la roca.
Asustada por la presencia de la serpiente, Zena asom la cabeza por la abertura de
la cueva en busca de su madre. El olor acre y penetrante era ms fuerte en el exterior
y Zena not que le caan unas gotas sobre el rostro. Desconcertada por aquellos
extraos acontecimientos, comenz a gemir. Sin embargo, los deseos de hallar a su
madre eran ms fuertes que su temor y la pequea sali de la cueva.
De inmediato le empezaron a resbalar unas gruesas gotas por el rostro, los brazos
y la espalda. Zena sacudi la cabeza y los brazos, pero no tard en quedar empapada.
Perpleja, alz la vista. Nunca haba visto caer unas gotas del cielo, y an ms
alarmante resultaba la ausencia de sol. Zena estaba acostumbrada a ver cmo los
rayos solares se extendan a cada rincn del paisaje. Ahora el sol haba desaparecido
por completo y haca un da triste y gris.
Zena lanz otro gemido de angustia, esta vez ms fuerte. Su madre respondi
desde el lecho seco del ro, que trazaba una amplia, profunda y tortuosa senda a
travs del terreno. Tope se hallaba junto al lecho del ro y sostena al beb con un
brazo mientras con el otro sealaba hacia la colina, a modo de invitacin. Tras lanzar
otro grito en respuesta a la peticin de auxilio de su hija, Tope se agach para seguir
buscando gusanos y caracoles.
Zena vacil. El sol segua sin aparecer y aquel olor acre se haba vuelto ms
intenso. De pronto oy un ruido que provena del cielo y alz los ojos. Pero no vio
nada, pues las gotas de agua le nublaban la vista, todo el paisaje estaba inundado. El
agua caa sobre las peas que la rodeaban y formaba unos charcos en el suelo, de los
que arrancaban unos riachuelos que se deslizaban hacia el lecho del ro.
Zena mir a su alrededor, aturdida; luego solt un grito y corri a refugiarse en la
cueva. En aquel momento la luz cegadora de un rayo rasg las nubes y estall un
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muy largas. Zena trat de atrapar a uno de ellos, pero se le escap. Entonces lo
intent de nuevo, y esta vez consigui capturar al renacuajo. Durante los largos aos
de sequa los renacuajos haban permanecido inactivos, pero en cuanto las larvas
recibieron el agua, cobraron de nuevo vida.
El verdor haba empezado tambin a modificar el paisaje. Dos semanas de lluvia
ininterrumpida haban hecho que nacieran unos brotes de color esmeralda entre las
hierbas marchitas y que asomaran unas hojas entre las piedras. En la estepa que se
extenda detrs del refugio, Zena descubri unos bulbos rojos, blancos y azules que
se agitaban sobre sus cortos tallos. Zena se acerc corriendo y prob algunas de esas
plantas. La roja tena un gusto amargo y la escupi al instante, pero los bulbos
blancos eran tiernos y suculentos.
De pronto sali el sol a travs de las nubes y derram su luz sobre las hojas, las
piedras y las ondas que se formaban en la superficie del agua. Zena se arrodill para
examinarlas, pero en cuanto las tocaba desaparecan. Al cabo de unos instantes
reaparecieron, pero de golpe se extendi una inmensa sombra sobre el suelo y las
ondas desaparecieron de nuevo. Zena alz la vista, perpleja. Las nubes, ahora negras
y de un aspecto compacto y bulboso, se cernan sobre ella, ocultando el sol.
Se levant precipitadamente, llena de temor. El cielo se haba oscurecido casi como
si fuera de noche y Zena oy un ruido extrao, una especie de rugido sofocado,
distinto a todos los sonidos que haba odo antes. Pareca provenir de las montaas,
no del firmamento. Zena dirigi la vista hacia la cumbre de las montaas, pero las
nubes le impedan distinguirlas. Entonces comenz a llover de nuevo. Unas gotas
gruesas precedieron a una lluvia torrencial. Zena ech a correr hacia la entrada de la
cueva, pero no penetr en ella. Ms que la seguridad que le ofreca el refugio, ansiaba
la presencia de su madre. La repentina oscuridad y el extrao clamor la tenan
aterrorizada.
Al mirar hacia la pendiente, Zena vio a su madre de pie junto al lecho del ro. El
agua le alcanzaba los tobillos. Tope avanz unos pasos hacia la ladera pero de pronto
se detuvo y se volvi hacia el nacimiento del ro, all, en las montaas que se
recortaban sobre el horizonte meridional.
Zena percibi el sonido que haba atrado la atencin de su madre y not que su
temor aumentaba. Se trataba de un ruido nuevo, ms intenso que el otro y que fue
creciendo hasta convertirse en un estruendo ensordecedor. El viento soplaba ahora
con furia y Zena se agarr a los peascos mientras llamaba con desespero a su
madre, pero el fragor del viento sofocaba sus gritos.
De improviso, mientras observaba a su madre, una gigantesca muralla de agua
apareci por el recodo del ro y se abalanz sobre Tope. Zena vio cmo su madre
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Los crculos de
estrechaba con fuerza al beb entre sus brazos y trataba de ganar la escarpada orilla.
Pero la muralla de agua se alz sobre su cabeza y cubri el profundo lecho del ro.
Tope levant una mano para protegerse pero el torrente cay sobre ella, derribndola,
y la sepult.
Zena emiti un alarido de dolor e impotencia. Tras muchos esfuerzos, consigui
introducirse entre dos peas para que el viento no la arrastrara y se volvi hacia el
lugar donde su madre haba desaparecido. La lluvia le impeda la visin.
Gimiendo de forma lastimera, Zena se dirigi hacia la cueva y busc refugio en el
rincn ms oscuro de la misma. En el fondo de su corazn, saba que su madre no
regresara jams. Se haba quedado sola en aquel mundo desconocido y violento en
el que no luca el sol, un mundo invadido por el agua torrencial y unos ruidos
ensordecedores que provenan de las montaas y el cielo.
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Captulo 2
La noche era oscura como boca de lobo. Las densas nubes se deslizaban
pesadamente a travs del cielo, ocultando la luna. sta se dej ver en una ocasin, y
su aparicin fue tan repentina, tan fantasmagrica, que ms bien pareci un
espejismo.
Aturdida por el miedo y el dolor, Zena permaneci agazapada en la cueva, sin
apenas moverse, mientras las horas transcurran lentamente. Fuera, la impetuosa
corriente golpeaba los mrgenes del ro, arrastrando arbustos, animales y rboles. El
agua trepaba de modo inexorable por las laderas y arrancaba a su paso las plantas y
hierbas que haban brotado con la llegada de las lluvias. Ya alcanzaba las piedras que
haba a la entrada de la cueva, haciendo que se deslizaran unos pequeos riachuelos
hasta los pies de Zena, quien no dejaba de tiritar.
Hacia el amanecer, el diluvio remiti. La lluvia torrencial se convirti en una suave
llovizna y el viento dej de soplar a travs de las grietas de la roca. Zena empez a
percibir otros sonidos aparte del rugido de la tormenta. Un ruido rtmico y silbante
acompaaba el paso del agua cargada de piedrecitas por la colina, y tambin oy
unas pisadas suaves, como si un animal se hallara sobre su refugio.
Zena se alarm al percibir el olor acre que haba atemorizado a su madre el da en
que llegaron a la cueva. Luego, sobre su cabeza, oy un rugido ronco y feroz. El
temible sonido tena un significado para ella. Aunque Zena haba olvidado a sus
antiguos compaeros, siempre recordara los gritos que uno de ellos profiri cuando
un tigre se abalanz sobre l y se lo llev a rastras. En aquel momento acudi a su
mente la imagen del inmenso felino de dientes grandes y afilados, y se estremeci.
Entonces oy cmo el tigre se paseaba inquieto sobre las rocas. El animal se detuvo
de repente y al cabo de unos minutos las pisadas sonaron ms cerca. Sin apenas
atreverse a respirar, Zena se desliz sigilosamente hacia el rincn ms oculto de la
cueva. De pronto, una gigantesca pata apareci en la entrada y comenz a araar con
sus garras la tierra sobre la que Zena haba estado sentada. La pata retrocedi y el
tigre empez a escarbar de forma enrgica primero en un extremo del montn de
piedras que rodeaban la entrada de la cueva y luego en el otro. Las lluvias
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unos enormes charcos llenos de ramas, hojas y piedras. Ms abajo, las turbias aguas
del ro fluan impetuosamente. Pero la corriente no discurra con tanta violencia
como el da anterior, y el sol se reflejaba en su superficie.
Zena comenz a explorar los charcos que haba en la ladera, debajo de su refugio.
No vio ningn renacuajo, pero s algunas plantas de bulbos blancos, numerosos
insectos y el cadver de un roedor. Entonces se apresur a devorar los bulbos y los
insectos, aunque tema ponerse a machacar el cuerpo del roedor con una piedra y
que el tigre la oyera. As pues, cogi una piedra afilada y se llev el cadver del
roedor a su refugio para comrselo con tranquilidad.
Al volverse, Zena percibi un leve movimiento entre las piedras. Al instante sus
msculos se tensaron y un grito se hel en su garganta cuando vio al tigre salir de su
madriguera. El felino se desperez, alzando sus musculosos cuartos traseros y su
gigantesca cabeza mientras arqueaba el lomo. Luego se dirigi lentamente hacia la
cueva, olfate el aire, mir a su alrededor y se tumb frente a ella, ocultando la
entrada con sus enormes patas.
El tigre apoy la cabeza sobre las patas y bostez. Zena contempl las temibles
fauces, fascinada ante los largos y afilados dientes. El intenso sol la cegaba, pero no se
atreva a apartar los ojos o siquiera parpadear, pues el inmenso depredador todava
no haba detectado su presencia. Un lagarto que tomaba el sol sobre las rocas decidi
alejarse al ver la sombra del inmenso felino. El tigre levant la cabeza con indolencia
para observar al reptil. Zena vio cmo el animal escrutaba con sus ojos amarillos la
zona prxima al ro, y de pronto se posaron sobre su rostro. Durante unos instantes el
animal contempl a Zena fijamente al tiempo que mova la cola; luego se incorpor y
se dirigi con pasos lentos hacia ella.
Zena grit angustiada. No haba escapatoria. A sus espaldas discurran las
agitadas aguas del ro y entre ella y el refugio se hallaba el tigre. Estaba paralizada de
terror; slo alcanzaba a mover los ojos. El felino emiti un rugido y el horripilante
sonido la hizo reaccionar: ech a correr por la pendiente, tropezando con las piedras
y tratando de sortear los charcos; respiraba con dificultad y notaba los acelerados
latidos de su corazn.
Al aproximarse al torrente se detuvo, aterrorizada por su violento clamor. El tigre
lanz otro rugido y en tres zancadas se situ junto a ella. Zena grit y se arroj al
agua.
De inmediato, las turbulentas aguas comenzaron a arrastrarla. Trat de agarrarse a
un tronco o una rama, pero la corriente la zarandeaba con violencia. Zena logr sacar
la cabeza unos segundos para tomar aire, pero volvi a hundirse enseguida. Unas
ramas se enredaron en sus brazos y piernas, tirando de ella hacia el fondo del ro, y
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sinti que sus pulmones iban a estallar. Al fin consigui librarse de las ramas y sigui
deslizndose ro abajo.
Una gruesa rama le roz el hombro y se agarr a ella para sacar la cabeza a la
superficie y llenar sus pulmones de aire antes de sumergirse de nuevo. Tena los ojos,
los odos y la nariz llenos de agua. Se debata desesperadamente, pero no poda
luchar contra el tempestuoso ro. Al fin desisti y se dej arrastrar por la corriente
que la sacuda como si fuera una hoja, impulsndola hacia el fondo y devolvindola a
la superficie una y otra vez, arrojndola contra piedras, troncos y ramas. De pronto, a
ms de un kilmetro de distancia del lugar donde se haba tirado al ro, la corriente la
arroj contra una pea que se hallaba en la orilla opuesta. El impacto la hizo
reaccionar y Zena se aferr a ella con desespero. Luego el impetuoso oleaje la lanz
hacia la arena y Zena se golpe la cabeza contra la roca, quedando inconsciente.
Al cabo de una hora recobr el conocimiento. Se hallaba atrapada entre dos peas.
El agua le lama los pies, pero su rostro yaca sobre la arena. Entonces comenz a
vomitar y a escupir agua, sintiendo un intenso dolor en la cabeza. Al cabo de un rato
el dolor remiti y Zena se apresur a trepar por el margen del ro para ponerse a
salvo. Cuando alcanz la orilla se tumb en el suelo, y all permaneci varias horas
mientras el sol proporcionaba calor a su magullado cuerpo.
Al despertar, comprob que haba empezado a oscurecer. Trat de incorporarse,
consciente de que tena que buscar un lugar donde refugiarse, pero las nuseas y el
mareo se lo impidieron. Al fin, con los ojos nublados por las lgrimas se arrastr a lo
largo de la orilla hasta unos matorrales. Una vez oculta entre los arbustos y protegida
por las espinas, se desplom sobre la dura tierra.
II
Zena gimi. Le dola cada msculo del cuerpo y estaba aterida de fro. Mientras
dorma, la humedad del suelo le haba calado hasta los huesos. No poda dejar de
tiritar, y los bruscos espasmos intensificaban el dolor que senta en todo el cuerpo.
Trat de levantarse pero las espinas de los matorrales araaron su piel, de modo
que permaneci tendida, sollozando. El sonido de sus propios lamentos la consolaba,
como si provinieran de otro ser de su especie.
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Los crculos de
Al fin, el sol despunt sobre las montaas que se alzaban hacia el este. Zena not
su calor, an tibio, acaricindole los hombros mientras yaca hecha un ovillo, y eso le
dio fuerzas para arrastrarse unos metros. Agotada por el esfuerzo, se tumb a
descansar un rato hasta que el sol, ya en su cenit derram sus potentes rayos sobre
ella. Entonces, reuniendo sus ltimas fuerzas, se arrastr hasta la sabana.
Lo primero que vio fue un sinfn de patas largas y esbeltas que correteaban por la
estepa. Las patas estaban rematadas por los vientres suavemente redondeados, los
largos y airosos cuellos y los potentes cuernos de una manada de antlopes. En los
siete aos de su corta existencia Zena slo haba visto antlopes en una ocasin, pero
no los recordaba. Antes de producirse la sequa, los antlopes acudan cada ao a
pastar en los exuberantes prados alimentados por la lluvia. Desde el ao de su
nacimiento, los antlopes haban desaparecido. Ahora, siguiendo un instinto ancestral
que les deca que esa zona de la sabana volva a estar cubierta de verdes pastos,
haban regresado a ella.
Zena no tema a los antlopes, pues de forma inconsciente saba que aquellos
animales de largas patas no pretendan hacerle dao. Su intuicin le deca tambin
que deba observarlos con atencin. Si notaba que se alarmaban, significaba que
haba un depredador rondando. Pero en aquellos momentos los antlopes pastaban
tranquilamente, de modo que se levant y se dirigi hacia la estepa.
Frente a Zena se extendan unos pastos de forma triangular que lindaban por un
lado con el ro y por el otro con las montaas violceas que se erguan a lo lejos. Al
otro lado de la estepa se elevaban unas colinas sembradas de grandes piedras. Zena
se encamin hacia ellas, pues su madre le haba dicho que las piedras representaban
un refugio seguro.
Avanzaba despacio, buscando tubrculos y otros productos comestibles mientras
caminaba, y a menudo se detena a descansar. En una ocasin tropez con unos nidos
de termitas. Tal como su madre le haba enseado, Zena golpe suavemente uno de
los nidos con una rama para que los insectos salieran. Hizo una mueca cuando los
bichos empezaron a trepar por sus dedos y le hicieron cosquillas en los labios, pero
los lami y devor con fruicin.
Al aproximarse a las colinas que se hallaban junto a la estepa, vio una charca. La
nia se acerc con gran cautela, recordando las violentas aguas del ro que se haban
llevado a su madre y la haban arrastrado a ella durante un largo trayecto. Pero esta
agua permaneca estancada en una depresin del terreno y estaba rodeada de hierba.
Justo en el centro de la charca haba una piedra grande y lisa. Al aproximarse, vio un
curioso animalito verde oscuro que saltaba apresuradamente de la piedra para
zambullirse en el agua. Zena observ las ondas que se formaron en la superficie,
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esperando en vano que el animal apareciera de nuevo. Al fin, al darse cuenta de que
no la acechaba ningn peligro, se arrodill junto a la charca para beber.
A medida que su sombra se iba alargando, Zena comprendi que deba buscar un
refugio. En primer lugar se acerc a investigar las piedras que haba divisado desde
el otro lado de la estepa, pero estaban diseminadas por la ladera y ninguna le ofreca
un cobijo adecuado. Entonces recorri las dems laderas que aparecan sembradas de
piedras, pero no hall ningn lugar donde guarecerse. Desalentada, se sent a
descansar junto al pico de un cerro que se alzaba al este de la charca.
De pronto se dibuj la sombra de unas alas gigantescas sobre el suelo, frente a ella,
y Zena corri a ocultarse entre unos matorrales. Pero la sombra pas lentamente
sobre su cuerpo. Despus oy el rumor de las alas mientras el buitre revoloteaba
sobre ella.
Zena se estremeci de terror. Los buitres siempre le haban inspirado temor. Casi
todos los das de su infancia haba visto alguno devorando ferozmente los restos
sanguinolentos de un animal que yaca sobre la rida tierra. El olor a muerte y
podredumbre le produca nuseas. Tena grabada en la memoria la imagen de las
grotescas cabezas de los buitres, desgarrando con sus temibles picos los cadveres
indefensos y atrapando con sus afiladas garras cualquier animal demasiado dbil
para huir. Ahora que se haba quedado sola, esas imgenes le inspiraban un terror
an mayor.
Al cabo de unos minutos apareci un segundo buitre, y despus un tercero. Zena
ech a correr hacia unos matorrales. Pero eran tan densos que no haba espacio para
permanecer de pie o arrodillada, de modo que tuvo que arrastrarse a lo largo de una
tosca senda que se iba estrechando tanto que al final apenas le permita el paso.
Asustada, intent retroceder, pero las enredaderas que pendan sobre ella se lo
impidieron. As pues, no tuvo ms remedio que seguir avanzando.
Al cabo de un rato Zena advirti que el terreno adquira una inclinacin
ascendente y el suelo cubierto de enredaderas dio paso a una superficie sembrada de
piedras que se clavaban en su dolorida carne. No obstante, all los matorrales eran
menos densos y ante ella apareci una explanada desnuda y, ms all, una pequea
colina rocosa. Junto a la cima haba un saliente debajo del cual Zena descubri una
abertura lo suficientemente ancha para pasar a travs de ella.
Tras dudar unos instantes, la nia extendi una mano en la oscuridad para
comprobar la profundidad de la hendidura y consigui introducir el tronco de su
delgado cuerpo a travs de ella. La atmsfera en el interior de la pequea cueva
estaba impregnada de polvo, que la hizo toser. Zena tema que el buitre la oyera e
intentase atacarla, pero no se atrevi a penetrar ms. Del fondo de la cueva brotaba
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Los crculos de
un desagradable olor que no haba detectado antes. La pequea supuso que aquello
era la morada de un grupo de roedores, un nido de serpientes o incluso una pequea
hiena. Debido a la oscuridad, apenas distingua el interior de la cueva.
Ms temerosa de un peligro desconocido que del buitre, Zena comenz a
retroceder. De pronto oy el rumor de unas alas y una lluvia de piedrecitas aterriz
sobre sus piernas. Entonces alz la cabeza y vio a la feroz ave posada sobre el saliente
de la roca; el buitre se inclin sobre ella y la contempl fijamente.
Zena abri la boca para gritar, pero los msculos de su garganta se contrajeron y
slo logr emitir un dbil quejido. Rpidamente, introdujo el cuerpo entero en la
cueva, encogiendo las piernas para que el buitre no la atrapase. Al aspirar otra
bocanada de polvo Zena comenz a estornudar. El hedor era tan penetrante que
apenas la dejaba respirar. Desesperada, casi histrica, apoy los hombros contra la
abertura de la cueva y las rodillas contra el suelo en un intento de hacerse espacio.
Ante su asombro, la tierra cedi y Zena alz los brazos para protegerse contra una
cada segura.
La nia aterriz sobre el suelo de tierra de otro recinto. Durante unos momentos le
fue imposible ver nada debido a la nube de polvo que haba provocado su cada. Pero
en cuanto la nube se disip, comprob que en aquel lugar haba ms luz y ms
espacio. La impenetrable oscuridad haba dado paso a un tenue resplandor grisceo
que emanaba de dos estrechas grietas de la roca que se hallaba a sus espaldas.
Aturdida, contempl unas diminutas motas de polvo que permanecan suspendidas
en el aire, pero de inmediato el terror y sus doloridos msculos le hicieron regresar a
la realidad.
Zena permaneci tendida en el suelo, inmvil aunque alerta, pero no capt ningn
sonido que procediera del exterior o de la misma cueva en la que haba aterrizado.
All reinaba un silencio total y no se perciba prcticamente ningn olor. Poco a poco
la pequea empez a calmarse. No haba indicio de que en aquel lugar viviera otro
ser y ella estaba convencida de que el buitre no lograra atravesar la estrecha
hendidura. De momento se encontraba a salvo.
Extenuada, empez a emitir suaves gemidos para consolarse, como ya haba hecho
antes. Durante un buen rato permaneci tumbada, escuchando los pequeos sonidos
que ella misma produca. La angustiosa sensacin de soledad que experimentaba se
fue disipando y por primera vez desde que haba muerto su madre Zena se sumi en
un sueo profundo y reparador.
~25~
Los crculos de
III
Una suave luz penetraba en la cueva. Zena abri los ojos y mir a su alrededor,
desconcertada. Luego record su cada y se apresur a incorporarse. Se encontraba
aproximadamente medio metro ms abajo del lugar donde el suelo haba cedido,
sobre un suelo de tierra cuyo dimetro meda el doble de su estatura. Trat de
ponerse en pie para explorar el nuevo espacio, pero se golpe la cabeza contra el
techo. En vista de ello, recorri la cueva a gatas y examin cada rincn de su nuevo
refugio con sus sensibles dedos. Palp unos excrementos, pero estaban fros y secos;
los olisque delicadamente y despus prosigui la exploracin.
Detrs de ella, frente al lugar donde haba cado, haba dos aberturas a travs de
las cuales se filtraba la luz. Una era apenas una grieta, pero la otra era una hendidura
larga y estrecha, lo suficientemente grande para permitirle el paso. El angosto pasillo
conduca a una cueva que se hallaba en la colina. Zena sali y estudi la zona, a fin
de hallar despus la entrada. Al igual que el agujero por el que haba cado, la cueva
estaba bien oculta detrs de la roca y resultaba casi imposible distinguirla desde lo
alto de la colina. En ambos casos el acceso era demasiado estrecho para que se
introdujera un depredador, pero si una serpiente o un animal de menor tamao
trataba de atacarla siempre podra huir a travs de la segunda abertura. Existan
pocos escondrijos como se en la sabana africana. Gracias a que el suelo haba cedido
debajo de ella, Zena dispona del refugio ideal.
Antes de dirigirse hacia el saliente, Zena se detuvo para comprobar si perciba
algn ruido que indicara la presencia del buitre. Al no or nada, se encaram sobre el
saliente y contempl el paisaje que se abra a sus pies.
Haba silencio alrededor y la charca tena un color gris plido bajo los primeros
rayos del sol. La hierba y las flores se mecan suavemente por accin de la brisa.
Hacia el norte unos grandes rboles cubiertos de hojas decoraban los mrgenes del
ro, y el cerro sobre el que se hallaba Zena estaba tapizado de arbustos y plantas
silvestres. Ante sus ojos, acostumbrados al paisaje devastado por la sequa, la tierra,
rica y frtil, ofreca un aspecto infinitamente acogedor. Entonces se volvi como para
llamar a su madre y mostrarle aquel maravilloso lugar. Pese a los das que haban
transcurrido desde la muerte de sta, Zena no haba perdido el hbito de
comunicarse con ella.
~26~
Los crculos de
De pronto observ algo que la distrajo de los tristes pensamientos que por unos
instantes haban empaado la belleza del paisaje. Las aguas del ro haban empezado
a brillar y su color grisceo se haba transformado en plateado. Luego, el sol se alz a
sus espaldas sobre el cerro e ilumin las montaas que se erguan al sur. Zena
contempl la escena extasiada. Las cumbres ms prximas aparecan envueltas en un
resplandor rosceo y anaranjado; las otras se recortaban sobre el horizonte formando
una cordillera de variado y magnfico colorido.
Al cabo de unos minutos la nia observ otra cosa que la inquiet. De una
montaa cuya cima tena forma de cuenco brotaba una delgada columna de humo, lo
cual pareca estar fuera de lugar en aquel paraje.
Una manada de antlopes cuyo dorado pelaje reluca bajo el sol apareci entre dos
pequeas colinas que se hallaban al norte de la charca y los animales se detuvieron
para beber. Estaban nerviosos; no cesaban de pisotear la hierba con sus delicados
cascos y de alzar la cabeza para olfatear el aire. Zena los observ con atencin.
Al cabo de un rato comprendi el motivo del nerviosismo que mostraban los
antlopes. Un ruidoso grupo de jabales pas trotando frente al cerro que lo haba
ocultado y se dirigi hacia la charca. Los jabales organizaron un gran escndalo
mientras beban arrojando agua a su alrededor y enturbindola con sus cascos. En
cuanto hubieron aplacado su sed, se revolcaron en el barro, luego se levantaron y
sacudieron de forma enrgica la cabeza y el cuerpo.
Zena no se movi hasta que los jabales dieron por finalizada su ruidosa visita y
regresaron a las colinas. Luego prosigui sus exploraciones. Al cabo de un rato hall
cuatro huevos salpicados de motas en un nido que estaba formado por gruesas
ramas. Zena recordaba vagamente haber visto con anterioridad unos huevos y saba
que eran comestibles, aunque no tena idea de cmo comerlos. Cogi uno y lo
mordi; la cscara se rompi y, para no desperdiciar el contenido, se meti el huevo
entero en la boca. El lquido era delicioso, pero al engullirlo trag unos trocitos de
cscara que la hicieron toser y entonces se apresur a escupir el huevo. Luego cogi
los pedazos ms grandes de cscara y lami los restos de huevo que estaban
adheridos a ellos junto con un puado de tierra y fragmentos de roca. Tena un sabor
riqusimo.
A continuacin contempl los otros huevos, indecisa. Cuando se dispona a
comerse otro, una ruidosa pareja de aves la disuadi. Chillando y agitando
furiosamente las alas, las aves se precipitaron sobre Zena. sta se cubri la cabeza con
las manos y baj corriendo mientras las aves seguan chillando y revoloteando sobre
ella. No eran lo suficientemente grandes para inspirarle temor, pero no quera
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Los crculos de
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Los crculos de
a la superficie, para luego reaparecer con unas algas colgando de sus rosados picos.
Zena meti la mano en el agua para averiguar qu coman, pero al probar las plantas
que haba recogido del fondo comprob que tean un gusto amargo. A continuacin
hundi la mano en el mullido barro cerca del borde de la charca, apartando el rostro
para no mojarse, y hall unos caracoles, unos renacuajos y unas plantas rastreras que
tenan unos deliciosos bulbos blancos.
Los pequeos peces plateados que haba visto antes la seguan por doquier,
sumergindose en el agua y desapareciendo debajo del lodo. Cuando Zena se detuvo
los peces comenzaron a mordisquearle los tobillos. Asustada, avanz unos pasos y
los peces la dejaron en paz, pero en cuanto se detuvo de nuevo volvieron a
abalanzarse sobre ella. Entonces atrap uno de los pececitos y engull el delicioso
manjar relamindose. Despus de repetir la operacin tres o cuatro veces, se dirigi
satisfecha hacia su refugio.
Los huevos seguan en el nido. Zena pas de largo sin tocarlos siquiera. Haba
saciado su hambre y no necesitaba comer nada ms.
Lanz un suspiro de satisfaccin y se tumb a descansar sobre el saliente. Ni
siquiera se movi al ver aparecer el buitre. Ahora que haba hallado un lugar donde
refugiarse, ya no le tema. Pero ms tarde, cuando anocheci y oy gemir a un animal
en la colina, su serenidad se vino abajo. Aunque haba empezado a recobrarse del
dolor que haba experimentado por la muerte de su madre y de su angustioso
encuentro con el tigre, Zena anhelaba sentir, or y oler a otro ser que fuera semejante
a ella. Sin embargo, estaba sola.
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Los crculos de
Captulo 3
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Los crculos de
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Los crculos de
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Los crculos de
II
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Los crculos de
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Los crculos de
noches desde que haba aparecido Screech, durmieron abrazados el uno al otro,
respirando de forma rtmica y sosegada.
A la maana siguiente, cuando salieron de la cueva, Screech seal con insistencia
unas bayas rojas como las que Zena le haba ofrecido el primer da. Ella se sac unas
cuantas bayas de la boca y se las dio; el pequeo intent masticar los frutos por s
mismo, pues estaban maduros y tiernos. Tras saciar su hambre, iniciaron el lento
ascenso hacia la cima del cerro a travs de los matorrales. Zena no conoca ese
camino; siempre se diriga a la charca debido a la abundante comida que hallaba en
sus alrededores.
Zena mir hacia abajo con curiosidad. A sus pies yaca un profundo y angosto
valle que estaba tachonado de rboles. El cerro se elevaba hacia el sur, frente a las
montaas, cerrando el valle por un lado; al otro haba un profundo barranco. Ms
all del barranco, el terreno ascenda de forma paulatina hasta formar una enorme
meseta. A lo lejos se vea multitud de animales que pastaban en los verdes prados.
Zena observ un movimiento que atrajo su atencin y la alarm. Una larga cola,
con la punta blanca, asom por un instante sobre la hierba. Los antlopes que
pastaban en el prado se pusieron nerviosos, sacudieron la cabeza y pisotearon la
hierba con sus delicados cascos. Zena, angustiada, tema or aquel sonido que tanto la
atemorizaba.
De pronto apareci entre la hierba un leopardo.
Con cada uno de los msculos de su esbelto cuerpo en tensin y sus poderosas
fauces crispadas debido a la concentracin, mir fijamente a los antlopes y avanz
hacia ellos, su vientre casi rozando el suelo. Algunos animales emprendieron
rpidamente la huida, pero uno que se qued rezagado cay en las garras del
leopardo. Nada ni nadie poda detenerlo. Cada msculo y cada nervio estaban
prestos para la caza, para perseguir a su vctima y al final abalanzarse sobre ella.
Presa del pnico el antlope ech a correr y el leopardo se lanz tras l a toda
velocidad; su cuerpo leonado no era sino una silueta borrosa. Ambos animales
desaparecieron tras una colina.
Zena permaneci inmvil, y contuvo la respiracin, incapaz de alejarse de la
escena. Al poco rato reapareci el leopardo arrastrando el cuerpo inerte del antlope.
Luego se instal en un rbol para devorar su botn.
Zena contempl la cicatriz que tena Screech en la espalda. El grito haba llegado
de ese lugar, del cerro... Debi de ser el leopardo, no el tigre, el que haba asestado un
zarpazo al beb matando a su madre...
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Los crculos de
Zena dio media vuelta y condujo a Screech a la charca, que estaba fuera del
territorio de caza del leopardo. No obstante, el incidente la inquiet y durante varias
noches sufri pesadillas, como cuando haba perdido a su madre. Soaba que unos
leopardos y tigres acechaban a Screech de forma permanente y ella no lo poda
socorrer, pues sus piernas no la obedecan. Estaba paralizada de terror.
A partir de aquel da Zena vea al leopardo de vez en cuando, pero ste nunca se
acercaba a la charca. Poco a poco la angustia de Zena se fue disipando, aunque
procuraba evitar la zona que se hallaba detrs del cerro. Pronto encontr otro lugar
donde crecan bayas rojas, y all sola llevar a Screech cuando ste tena hambre. El
pequeo ya era capaz de masticar distintos tipos de frutos, pues le haban salido
algunos dientes. Tambin aprendi a caminar e incluso a correr tan rpido que Zena
apenas lograba alcanzarlo. Screech disfrutaba persiguindola, o escapndose y
haciendo que Zena lo persiguiera a l. Slo se detena cuando ella lo llamaba de una
determinada manera. Zena utilizaba distintos sonidos y voces para indicarle que
haba encontrado comida o que haba visto a un depredador, a fin de que el pequeo
se pusiera a salvo. Sola emitir unos ruidos que tanto ella como Screech podan
recordar con facilidad. Al poco tiempo Screech tambin saba utilizarlos. Imitaba
todo cuanto realizaba Zena. Aprendi a olfatear el aire y a escrutar el terreno antes
de bajar a la charca, a permanecer atento para detectar la menor seal de peligro.
Asimismo, aprendi a escarbar la tierra con las manos en busca de bulbos y
tubrculos y atrapar renacuajos, ranas o peces pequeos.
La comida abundaba por doquier. Los arbustos estaban cubiertos de bayas , y los
rboles que se hallaban junto al ro ofrecan maravillosos frutos y nueces. Los campos
estaban llenos de trigo, los melones y los tubrculos proliferaban y las aves ponan
gran cantidad de huevos. Screech se diverta ahuyentndolas de sus nidos a gritos
mientras Zena sustraa un par de huevos y dejaba el resto para que los empollaran las
aves.
A veces Screech trataba de atrapar algn animal joven, pero Zena siempre se lo
impeda. Dada la abundancia de alimentos no tenan necesidad de comer carne y le
pareca injusto capturar a un animal si no iban a devorarlo. En vez de eso, se divertan
observando a los pequeos antlopes o cebras que correteaban junto a sus madres. Un
da vieron a una joven jirafa caer del lomo de su madre y seguirla con pasos
vacilantes hasta la charca; al llegar a sta, la jirafa separ las piernas torpemente y
agach la cabeza para beber mientras su cra mamaba bajo su vientre. Con frecuencia
atravesaba el valle una manada de elefantes, las cras agrupadas entre las patas de los
animales adultos; usaban sus trompas para arrancar los frutos de los rboles y
arbustos a fin de aplacar su insaciable apetito. Zena y Screech procuraban no
acercarse a los gigantescos animales, pero los observaban fascinados mientras stos
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Los crculos de
se baaban en la charca y se rociaban unos a otros con sus largas trompas. Despus
de la visita de los elefantes, el agua de la charca tena durante unos das un color
pardusco y opaco.
Lo nico que Zena y Screech echaban de menos era la compaa de otros seres
semejantes a ellos. Zena ya no se senta sola desde que tena a Screech a su lado, pero
a veces notaba un extrao vaco. Haban pasado trece aos desde su nacimiento y
meda un metro de estatura, lo mismo que haba medido su madre. Sus genitales
estaban cubiertos por un vello oscuro y en su huesudo trax haban aparecido unos
incipientes pechos. A veces, cuando se los tocaba, experimentaba una curiosa
sensacin, algo as como si deseara o tuviera que hacer algo que no alcanzaba a
imaginar. A menudo la invadan unos extraos deseos, sobre todo cuando suba al
cerro y el viento transportaba unos aromas del valle que le hacan evocar recuerdos
de otros seres como ella, de su madre y de su hermanito. Fue ah donde Zena ov el
grito de otro miembro de su especie...
Sin embargo, no se atrevi a bajar por aquella vertiente del cerro que conduca al
territorio del leopardo.
III
Una maana en que se senta nerviosa e intranquila, baj a la charca. El cielo iba
cubierto de grandes nubarrones, pues estaban a punto de llegar las lluvias. Screech se
adelant y tras beber en la charca se dirigi hacia el lado opuesto del cerro en busca
de fruta, su comida favorita, que ahora empezaba a escasear. Durante varios meses
los animales, grandes y pequeos, se haban alimentado de la suculenta cosecha,
pero en poco tiempo sta desaparecera hasta que se iniciara un nuevo ciclo, lo cual
sucedera despus de las lluvias.
En lugar de acompaar a Screech, Zena permaneci junto a la charca masticando
distradamente unos bulbos mientras observaba a un grupo de patitos que
correteaban junto a su madre. Cada ao, los animalitos abandonaban sus nidos para
divertir a Zena con sus juegos y travesuras. Pero esta vez la risa de Zena se convirti
en un grito de alarma cuando uno de los patitos desapareci bajo las turbias aguas.
Al cabo de unos momentos, Zena vio aparecer la cabeza de una tortuga, que abri
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Los crculos de
sus fauces para engullir otro patito. Sin embargo ste consigui escapar mientras la
madre ahuyentaba a la tortuga con sus chillidos.
Screech avis a Zena que haba hallado unos rboles frutales. Tras contestar a su
llamada, Zena se levant. Entonces percibi un ruido, un sonido ululante que no
recordaba haber odo jams. No provena de los rboles, sino de entre las peas que
se alzaban detrs del refugio. Dirigi la vista hacia el cerro, pero no vio nada, de
modo que ech a andar hacia el lugar donde se encontraba Screech.
Al cabo de un rato volvi a percibir el extrao sonido. Al volverse vio aparecer por
entre los matorrales un joven macho, mucho ms alto que Screech. Alarmada, Zena
lanz un alarido. Screech corri hacia ella, pero al ver al intruso se detuvo en seco. El
extrao se dirigi lentamente hacia Zena al tiempo que emita unos suaves sonidos
guturales.
Zena se qued inmvil. Por algn misterioso motivo, no senta deseos de huir. El
intruso se acerc a ella y la olfate. Luego trat de montarla pero ella lo rechaz con
brusquedad y el joven macho retrocedi, sobresaltado. Acto seguido Zena dio media
vuelta y regres a la charca, haciendo caso omiso de l. El macho la sigui,
detenindose cada vez que ella se volva para observarlo. El extrao ni siquiera
repar en Screech, quien al cabo de un rato se dirigi de nuevo hacia los rboles
frutales.
Zena condujo al macho hasta la charca y se sent sobre la hierba. El intruso se
coloc en cuclillas junto a ella y observ fijamente. Al ver que Zena no le devolva la
mirada, el macho arranc unas jugosas plantas y se las ofreci. Ella las acept, pero
no se dign a mirarlo. El joven macho aguard pacientemente, atento a cada
movimiento que haca Zena. Cuando ella se levantaba, l la segua; si coma unos
bulbos o beba en la charca, l haca otro tanto. Durante todo el da el macho se
entretuvo observando y siguiendo a Zena, pero al atardecer se dirigi hacia el cerro y
desapareci. Zena se qued muy triste y por la noche no logr conciliar el sueo,
afligida por una profunda sensacin de vaco, como si llevara muchos das sin comer,
aunque no tena hambre.
A la maana siguiente el macho regres. Esta vez Zena lo trat con menos reserva,
y al cuarto da ya lo recibi con entusiasmo. Le complaca las atenciones que ste le
dispensaba y su presencia mitigaba la extraa sensacin de vaco que experimentaba
a veces. Cada vez que el macho acuda a visitarla le llevaba algo de comer, y se lo
ofreca emitiendo ciertos sonidos guturales que sonaban como dak, dak, y Zena le
puso el nombre de Dak.
A Screech no le hacan tanta gracia las visitas del joven macho. Cada vez que
apareca Dak, echaba a correr hacia los rboles frutales o se sentaba en la colina con
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Los crculos de
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Los crculos de
que Screech lo acariciara hasta que se acostumbr a las patadas y movimientos que
notaba en el interior.
Una noche, al cabo de varios meses, Zena se despert a causa de unos fuertes
dolores en el vientre. De forma instintiva, haba construido un segundo lecho en un
rincn de la cueva, y se arrastr hacia l, entre gemidos y suaves lamentos. Screech se
tumb junto a ella y la observ con preocupacin. Les una un vnculo muy
poderoso, y cada vez que la vea sufrir l sufra tambin. Zena le acarici el rostro con
ternura.
Cuando las contracciones se aceleraron, Zena comenz a gritar de dolor. Screech
gimi y trat de ayudarla a levantarse. Pero Zena se resisti, pues no tena fuerzas
para ponerse en pie. Todas sus energas estaban concentradas en su abdomen, en la
sensacin y los espasmos que notaba en su interior. De pronto sinti un intenso dolor
en la espalda y una enorme presin entre las piernas. Las contracciones seguan
aumentando en intensidad y frecuencia, sin darle tiempo a recobrarse. Screech le
acarici el vientre, sin dejar de emitir suaves gruidos junto a ella, pero Zena ni
siquiera se dio cuenta.
Al cabo de unos minutos Zena experiment un intenso dolor que pareca
arrancarle las entraas y empuj hacia abajo con los msculos del vientre. Entonces el
dolor aument, obligndola a alzar el torso y arquear la espalda mientras los feroces
espasmos le sacudan todo el cuerpo.
De pronto not que expulsaba un chorro de lquido y sinti algo duro entre las
piernas. Cuando se inclin hacia delante comprob que el suelo de la cueva estaba
cubierto de sangre. Curiosamente, no se alarm; ni tampoco lo hizo al ver la
diminuta figura que asomaba entre sus piernas, sino que sinti una inmensa alegra.
Zena cogi la cabecita del pequeo ser y, tras encontrar una leve resistencia,
consigui extraer el resto del cuerpo. Luego se lo acerc a la boca y empez a lamerlo.
El pequeo ser lanz un sonoro berrido y Screech se sobresalt, pero Zena no le hizo
caso y sigui lamiendo el cuerpo del recin nacido. Luego lo estrech contra su
pecho. El beb le agarr el pezn y empez a succionarlo con voracidad mientras
Screech contemplaba la escena atnito.
La luz empezaba a penetrar en la cueva y Zena vio entonces al beb con ms
claridad. Tena la carita rosada y arrugada, y el diminuto crneo estaba cubierto de
una sustancia pegajosa que Zena no haba conseguido limpiar con la lengua. Al igual
que ella, no tena una protuberancia entre las piernas. Durante unos breves
momentos, el beb abri los ojos y la mir fijamente. Zena tambin lo observ,
fascinada. Despus emiti un suave gemido y estrech de nuevo a la criatura contra
su cuerpo. sta se aferr a su pecho, pero no lo succion, sino que se qued dormida,
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Los crculos de
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Los crculos de
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Los crculos de
Captulo 4
Los antlopes estaban muy nerviosos; no cesaban de alzar las cabezas y corretear
de un lado a otro, como atrados por una fuerza invisible. Zena los observ con
inquietud. No conoca la causa de su nerviosismo, pero ella tambin senta algo.
Sobre ellos se cerna un peligro mayor que el que representaba un leopardo o un
tigre, o incluso una tormenta.
Un angustioso cosquilleo recorri su piel y le record la sensacin que haba
experimentado poco antes de que se produjeran las lluvias, cuando sonaron unos
estallidos en el cielo y unos destellos de luz atravesaron las nubes; pero esta vez la
sensacin era mucho ms opresiva.
Zena se volvi y contempl las montaas. Haca semanas que de ellas emanaba un
olor acre e intenso que haca que le lloraran los ojos. Ahora el hedor era an ms
penetrante. Haba tambin una luz extraa. El cielo presentaba una tonalidad verdegriscea. Zena no alcanzaba a ver el sol, no lo haba visto en todo el da; el astro
pareca remiso a mostrar su rostro, como si se hubiera cansado de esforzarse en
atravesar la densa neblina.
De la montaa cuya cima tena forma de cuenco brotaban unos penachos de humo
negro que al dispersarse adquiran un tono grisceo y se mezclaban con las densas
nubes ribeteadas de un color amarillo sulfreo. stas parecan cubrir todo el universo
con su horrible palidez. La inquietud de Zena iba en aumento. La montaa era la
causa del nerviosismo de los animales, estaba segura de ello.
Zena se estremeci, asustada. Por primera vez en muchos aos, echaba de menos a
su madre. No saba qu hacer, si abandonar aquel lugar con Screech y la criatura o
permanecer en su refugio hasta que hubiera pasado el peligro. Su madre la habra
ayudado a tomar una decisin.
Zena llam a Screech y se dirigi hacia la cueva. Haba empezado a oscurecer y era
hora de regresar al refugio. Tras depositar en el suelo de la cueva el montn de
plantas y tubrculos que haba cogido, dio de mamar a su hijita. Haba tratado de
hacer comprender a Screech que deba llevar a la cueva la mayor cantidad posible de
~43~
Los crculos de
comida. Eso era todo cuanto se le ocurri para defenderse del peligro que los
amenazaba.
Screech lleg de inmediato. Haba comprendido el mensaje de Zena y sus
pequeas manos estaban llenas de plantas y frutas. Tras dejarlas en el suelo se
acurruc junto a ella y le acarici el brazo, como si notara su preocupacin. Hasta la
criatura pareca estar afectada por la inquietud que reinaba en el ambiente, pues no
haba dejado de gemir en todo el da.
Al poco rato anocheci, pero Zena no lograba conciliar el sueo. La montaa
emita un ruido sordo que a veces se converta en un potente estruendo. En dos
ocasiones la tierra tembl mientras Zena y los pequeos se hallaban acostados.
Despus del segundo temblor, Zena cogi a su hijita en brazos y sali de la cueva,
movida por un impulso ms fuerte que el temor. Haca una noche templada y
silenciosa, a excepcin del ruido del volcn; era como si hasta los insectos estuvieran
demasiado cansados para emitir sus acostumbrados sonidos. La luz de la luna
baaba la estepa. Zena distingui la silueta de los animales que pastaban junto a la
charca, y los not ms nerviosos que antes.
Una de las nubes negras que cubran el cielo se desliz ante la faz de la luna y los
animales desaparecieron. Lo nico que vea Zena era el resplandor de la montaa a
lo lejos. El destello rojo que se apreciaba junto a la cima haba adquirido mayor
volumen, al igual que el humo; ste brotaba ahora en una gruesa columna que se
elevaba hacia el firmamento. Detrs del humo aparecieron unas llamas, que esta vez
brotaron con inusitada fuerza, convirtiendo la cima en un infierno.
Zena estaba horrorizada. Algo terrible iba a suceder. Lo intua por el cosquilleo de
su piel y el dolor que senta en el vientre. Tena que llevarse a los pequeos de all.
Zena se dispuso a regresar a la cueva, pero antes de que diera un paso la montaa
explot. Una gigantesca columna de humo y llamas brot de su cima y atraves las
tumultuosas nubes acompaada por un estrpito ensordecedor, mientras miles de
toneladas de lava escapaban a travs de la endurecida capa de magma que las haba
mantenido cautivas. Los ardientes fragmentos de roca rodaron por la ladera a cientos
de kilmetros por hora, sepultando y abrasndolo todo a su paso.
Al cabo de unos instantes se produjo otra explosin. La montaa escupi unas
bolas de roca incandescentes que cayeron sobre la tierra describiendo unos grandes
arcos luminosos y sembraron el fuego por doquier, quemando en pocos segundos la
hierba, los rboles y los animales que se haban refugiado bajo stos.
Aterrorizada y demasiado impresionada para reaccionar, Zena permaneci
inmvil y contempl la dantesca escena. Las llamas cubran por completo el valle que
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Los crculos de
se abra a sus pies, abrasando la estepa y tiendo el aire de rojo. Los animales corran
despavoridos, pisotendose unos a otros en el intento de huir de aquel infierno. Una
manada de jabales ech a correr hacia Zena, pero se desvi en el ltimo momento
para dirigirse al cerro. No todos los animales lograron escapar al fuego que asol la
estepa; los gritos de los que moran abrasados se confundan con el crepitar de las
llamas y el rugido del volcn.
De pronto un fuerte temblor sacudi la tierra. Zena llam a Screech, pero ste va se
encontraba junto a ella y tena el rostro demudado; sbitamente desapareci a travs
de una inmensa grieta que se abri a sus pies. Zena cay y se golpe en el costado
contra el saliente. Trat de llamar a Screech, pero no logr emitir ningn sonido.
Entonces aferr a su hijita con un brazo mientras con la otra mano buscaba el cuerpo
clido de Screech. El pequeo haba desaparecido.
Al fin oy que la llamaba con voz angustiada desde algn lugar situado debajo del
saliente. Zena se dirigi hacia l, pero en aquel momento se produjo otro temblor de
tierra. Zena estrech a la criatura contra su pecho y se arrastr hasta el lugar del que
procedan los gritos de Screech. Las densas nubes haban eclipsado la luna y Zena
apenas vea nada; luego apareci por un instante e ilumin la ladera donde yaca
Screech. Zena corri hacia l y lo condujo de nuevo hacia la cueva, suponiendo que
all estaran a salvo.
Sin embargo, cuando se aproximaron a la entrada del refugio comprobaron que
haba desaparecido. Zena mir atnita a su alrededor. El saliente se haba
desplomado sobre la entrada. Zena agarr a Screech de la mano y se dirigi hacia la
segunda entrada, pero tambin sta haba quedado enterrada bajo el peasco. El
refugio haba desaparecido, no tenan adonde ir.
El rugido de la montaa fue en aumento hasta convertirse en un sostenido alarido.
Zena apret la cabeza de la criatura contra su pecho y se cubri una oreja con la otra
mano para acallar el sonido. Pero de pronto estall un clamor an ms potente; la
salvaje intromisin del volcn en la atmsfera haba desencadenado una pavorosa
tormenta; los truenos estallaban por doquier, seguidos de fuertes relmpagos. Uno de
ellos alcanz la cima del cerro y convirti la zona en un infierno.
Aturdida, incapaz de pensar con claridad en medio de aquel estruendo, de aquel
horror, Zena se qued clavada en el suelo. De pronto un pedazo de roca candente
aterriz a sus pies y la oblig a reaccionar. Zena agarr a Screech de la mano y ech a
correr, dejando atrs la montaa que escupa fuego.
Zena y Screech corrieron durante toda la noche a travs de la oscuridad,
tropezando y cayendo innumerables veces, hasta que estuvieron tan magullados que
apenas eran capaces de moverse. Tan slo la luz de los relmpagos iluminaba el
~45~
Los crculos de
paisaje. Cuando caa un rayo, la silueta de cada pea, cada arbusto y cada rbol se
recortaba con nitidez sobre el cielo escarlata, pero en cuanto desapareca la
incandescente lanza apareca de nuevo un teln de polvo negruzco que daba a la
atmsfera un aspecto lvido e impenetrable. Zena experiment un deseo irresistible
de detenerse pero sigui avanzando, pues presenta una amenaza an ms temible
que el fuego. Se volvi en dos ocasiones y vio el resplandor de la lava que se
deslizaba a travs de la estepa y las colinas, y se sinti como si la misma montaa la
persiguiera.
La ferocidad de la tormenta aumentaba por momentos. Los truenos se sucedan
sin interrupcin y los relmpagos parecan desgarrar el firmamento. De pronto se
levant un fuerte viento que llen el aire de cenizas. Despus empez a caer una
lluvia torrencial, negra e impregnada de holln. Zena sigui avanzando con la
asustada criatura en un brazo, y protegindose los ojos con el otro.
A sus espaldas cay un rbol que produjo un estruendo ensordecedor. Zena ech a
correr, desesperada por hallar un refugio. Apenas vea nada y las ramas le araaban
la piel. Era peligroso seguir adelante.
Al volverse para indicar a Screech que la siguiera hacia un saliente que haba
divisado, comprob que el pequeo no estaba detrs de ella.
Llam a Screech repetidas veces, pero no obtuvo respuesta. Supuso que no andara
muy lejos, pues poco antes an se encontraba junto a ella. Presa del pnico, Zena
comenz a gritar con todas sus fuerzas para hacerse or sobre el clamor de los
truenos, el viento y las llamas, pero Screech no contest.
Desesperada, Zena decidi retroceder sobre sus pasos, pero la oscuridad le
impeda distinguir el camino. Al fin cay de rodillas y avanz a gatas, estrechando a
la criatura contra el pecho mientras exploraba el suelo con una mano. Quiz Screech
se haba cado o estaba atrapado en alguna parte.
Pero no consigui dar con l. Zena explor el rea entera, gritando hasta quedarse
ronca. Al fin se tumb en el suelo, agotada, mientras las lgrimas rodaban por sus
mejillas. Screech haba desaparecido. Lo haba perdido, al igual que haba perdido a
su madre.
La criatura rompi a llorar, pero Zena no le hizo caso. Tena que hallar a Screech; lo
quera ms que al beb. Estaba ms ligada a l, pues haba llegado antes a su vida,
cuando ella estaba sola.
Una intensa desesperacin se apoder de Zena. Senta como si algo en su interior
hubiera muerto, como si hubiera sido herida mortalmente de un modo que no
lograba comprender. Cerr los ojos y lanz un gemido, olvidndose de la tormenta,
~46~
Los crculos de
del volcn y del peligro que la amenazaba. Luego se desplom en silencio sobre la
tierra cubierta de cenizas.
II
~47~
Los crculos de
rboles; el fuego haba calcinado las plantas y los arbustos. El aire estaba impregnado
de un intenso olor a madera quemada y holln hmedo.
Zena se estremeci. Cmo sobrevivira en ese lugar? El sol no proporcionaba
calor, ni haba arbustos con bayas; tampoco haba una charca que contuviera bulbos
ni campos donde crecieran los tubrculos. No exista nada de eso. Quiz ya no
existiera en ninguna parte del mundo. Zena haba visto como todo se quemaba
mientras hua.
De pronto se le ocurri que tal vez an exista la charca a la que ella sola ir. Quiz
Screech, al no encontrar a Zena, haba regresado a ella.
La imagen de Screech aguardando junto a la charca le infundi nimos, as que
comenz a trepar por una pea que se hallaba junto a la cima de la colina, y desde la
cual se divisaba un amplio panorama de la zona. Resbal en un par de ocasiones
pues la pea estaba cubierta de holln, pero sigui avanzando, resuelta a alcanzar la
cima y comprobar si el lugar que le haba brindado refugio durante tantos aos poda
seguir cobijndola y le devolva a Screech.
El paisaje que se abra ante ella era desolador. La lava, negra e inerme, se extenda
hasta el horizonte. Nada tena vida en aquella vasta llanura, excepto el vapor que
brotaba de la dura roca. La lava se haba precipitado sobre el valle, ms abajo del
refugio, y haba borrado toda seal de la rica flora y fauna que exista en la zona,
deslizndose a travs de las colinas y extendindose ms all del profundo barranco
que separaba a Zena de la meseta que haba visto un da desde la cima del cerro.
Las esperanzas de Zena se vinieron abajo. No poda regresar, y Screech no estara
esperndola junto a la charca. De sta, cuyas aguas solan relucir bajo el sol, tan slo
quedaba un charquito lleno de cenizas. No haba hierba ni arbustos, nada. Incluso los
rboles que crecan junto al ro haban desaparecido, calcinados por las llamas.
Asustada, Zena rompi a llorar. Del volcn brotaban todava unas llamas. El
peligro no haba pasado: los arcos incandescentes atravesando el firmamento, la lava,
la impenetrable oscuridad que era an peor que el fuego y los temblores de tierra que
sacudan las rocas y hacan que se desplomara el cerro podan repetirse.
Zena decidi ir en busca de Screech para luego abandonar aquel lugar de
inmediato. Pero adonde poda ir? Alz lo ojos y contempl de nuevo la elevada
meseta. Slo all distingua rboles, hierba y el movimiento de animales.
Tras sentar a la criatura sobre su cadera, Zena descendi por la pea y ech a
andar hacia la meseta con renovados nimos. Haba perdido a Screech cerca de ese
lugar y estaba convencida de que ahora, a la luz del sol, no le resultara difcil dar con
l. Mientras avanzaba por el camino sembrado de holln, Zena no dejaba de escrutar
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Los crculos de
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Los crculos de
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Los crculos de
Las ramas que sostenan el tronco ms grande cedieron y ste cay al suelo,
arrastrando al ms pequeo que se precipit en el agua.
Zena grit, se aferr desesperadamente al tronco con las piernas y extendi una
mano para agarrarse a unos elevados arbustos que crecan en el margen opuesto.
Pero al caer el rbol perdi el equilibrio y no consigui sujetarse. El brusco
movimiento casi le hizo soltar a la criatura. Zena saba que no lograra resistir mucho
tiempo y tema dejar caer al beb en las impetuosas aguas.
Con un gigantesco esfuerzo, la mujer levant los brazos mientras se agarraba al
tronco del rbol con las piernas y lanz a la criatura hacia los arbustos. Luego se
aferr con todas sus fuerzas a una rama que tena ante ella mientras el rbol oscilaba
de modo violento sobre el barranco.
Al cabo de unos instantes, el tronco se precipit sobre la ribera. Casi de forma
involuntaria, Zena se quedo contemplando la impetuosa corriente que discurra por
el barranco, alcanzndole el rostro y lamindole las piernas como si pretendiera
arrastrarla consigo.
Aturdida, cerr los ojos. Cuando los abri de nuevo, lanz un gemido de
desesperacin. No haba escapatoria. Era imposible trepar por aquella escabrosa y
resbaladiza orilla del ro erosionada por la accin de las tumultuosas aguas. Los
arbustos se alzaban por encima de Zena, lejos de su alcance. La criatura permaneca
quieta, sin emitir el menor sonido.
~51~
Los crculos de
Captulo 5
Dak anduvo en silencio a travs del bosque. Haba dejado a los otros agazapados
debajo de una pea en el barranco. All estaban a salvo. Era peligroso aventurarse
ms lejos tratando de huir de la montaa que escupa fuego. Despus de la explosin
haban caminado durante horas, pero la tormenta era tan intensa que Dak no se
atreva a alejarse ms. Los rboles caan abatidos por los rayos o calcinados por las
llamas y el aire estaba tan cargado de humo y polvo que no se vea nada. Por otra
parte, Myta llevaba consigo a sus dos hijitos, y Rune, su madre, era demasiado vieja
para correr. Klep, su hermano menor, era fuerte, pero sus cortas piernas no estaban
acostumbradas a caminar durante toda una noche.
Dak decidi regresar al barranco, del que se haba alejado al or unos angustiosos
gritos que le causaron una honda impresin. No saba qu clase de criatura los haba
emitido ni por qu, pero a l le haban traspasado el corazn. Incluso cuando dej de
orlos, no haba logrado apartarlos de su pensamiento y, haciendo caso omiso de la
tormenta, haba partido para tratar de socorrer al desgraciado ser que los profera.
De pronto un pedazo de roca candente aterriz junto a l, incendiando un arbusto.
Dak agarr una rama y sofoc con l las llamas. No quera que el fuego se propagara
y le impidiese regresar junto a los suyos. Dak observ con curiosidad la punta de la
rama, que estaba encendida y arrojaba un resplandor rojo. Luego sigui avanzando.
Al alcanzar el extremo del cerro, not que el terreno empezaba a ascender en
direccin al sur. La zona no le resultaba familiar. l y los otros habitaban un valle
orientado hacia el este, detrs del cerro, y rara vez ascendan la abrupta colina, pues
saban que el leopardo cazaba por aquellos parajes. Apar, la hermana de Dak, se
haba aventurado all un da en busca de fruta y jams regres. El hijito de ella
tambin haba desaparecido, aunque slo haban hallado el cuerpo de Apar colgando
de un rbol.
Un da ya lejano, Dak haba trepado hasta la cima del cerro atrado por el olor de
otras criaturas, procurando evitar el territorio del leopardo. Dak sonri al evocar una
imagen de la charca y de la compaera que haba encontrado all.
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Los crculos de
~53~
Los crculos de
Dak dud de nuevo. Los gritos que haba odo resonaban todava en su mente,
pero an no haba hallado a la criatura que los haba emitido. La joven criatura que
sostena en brazos no era la autora de esos gritos. Quizs haba otra criatura atrapada
bajo un rbol, o que yaca herida en algn lugar. Dak explor la zona, pero la
oscuridad le impeda ver con claridad.
De pronto empez a soplar el viento, silbando con furia y arrojando cenizas contra
el rostro de Dak. ste percibi un nuevo ruido, que lo hizo volverse hacia el barranco.
Era el sonido que produca el agua al golpear las peas. Dak ech a correr y se asom
al barranco. El nivel del agua haba aumentado y calcul que si se meta en el ro sta
le alcanzara los tobillos. Al recordar a los otros, que permanecan agazapados junto
al peasco aguardando su regreso, Dak dio media vuelta y retrocedi sobre sus
pasos.
La pequea criatura que transportaba en brazos no dejaba de gemir mientras l
avanzaba rpidamente a travs del bosque. Dak mir su rostro, pero no detuvo el
paso. El nivel del agua ascenda por momentos; era preciso apresurarse. Pero cuando
lleg al lugar donde haba dejado a los otros, comprob que haban desaparecido.
Alarmado, mir a su alrededor. En aquel momento cay un rayo y el resplandor
ilumin unas huellas en la vertiente norte del barranco. Dak dio un suspiro de alivio
al comprender que los otros haban logrado atravesar el ro. Al meterse en el agua
comprob que sta le cubra los tobillos; durante unos instantes le alcanz el pecho.
Dak alz los brazos para sostener en alto al pequeo mientras atravesaba el ro. La
corriente pronto sera tan turbulenta que ninguna criatura conseguira atravesarla.
Los otros haban hecho bien en adelantarse.
Al alcanzar la orilla Dak trep por el terrapln, examinando con atencin las
huellas. La lluvia haba borrado buena parte de ellas, pero por las marcas que an
eran visibles Dak comprendi que los otros se dirigan hacia el norte. Durante el da
anterior, mientras las monstruosas nubes se abran y derramaban una lluvia
torrencial, su madre, Rune, los haba instado a tomar esa direccin. Rune conoca
algunos lugares que los otros jams haban visto, pues haba vivido muchos aos.
Cuando la montaa hizo explosin, Rune llam a Dak, Myta y Klep y, junto con los
pequeos, partieron apresuradamente hacia el norte. Dak recordaba haber visto una
meseta al norte el da que subi al cerro para dirigirse a la charca. Se trataba de una
pradera verde, llena de animales. Estaba lejos de la montaa que arrojaba fuego, de
modo que all estaran seguros.
Las huellas conducan a un claro en el bosque. El fuego haba quemado todos los
rboles, as que no haba peligro de que el bosque se incendiara de nuevo. Un coro de
~54~
Los crculos de
voces recibi el olor que emanaba de Dak, anunciando su presencia, y los otros
echaron a correr hacia l.
Dak se alegr al ver que todos estaban ilesos. Rune, Myta y Klep se agolparon a su
alrededor, pero retrocedieron alarmados al ver que Dak sostena a una joven criatura
en los brazos. Cuando Dak les asegur que el pequeo era inofensivo se acercaron de
nuevo y lo tocaron con suavidad. Rune lo olfate, arrugando el ceo, mir a Dak con
aire interrogante y volvi a olfatear al pequeo. Luego tom a Screech en brazos y
empez a lamer la sangre que le cubra el rostro mientras emita unos sonidos
tranquilizadores.
Dak observ a su madre perplejo. Rune slo trataba as a sus hijos, o a los hijos de
sus hijas. Dos de sus hijas haban muerto a causa de una enfermedad que haba
diezmado al grupo; otra se haba marchado en busca de un compaero. De los hijos
de Rune, slo Dak y Klep seguan en el grupo. Antes, estaba Apar; Rune tambin se
haba comportado de ese modo con el hijito de Apar...
Dak dej de darle vueltas al asunto. El comportamiento de Rune indicaba que
aceptaba al pequeo que Dak haba encontrado en el bosque, y eso era lo nico que
importaba.
Rune tambin estaba extraada, pero saba que su intuicin no la engaaba. Haba
reconocido de inmediato al hijo de Apar. Exhalaba un olor singular, que Rune
conoca a la perfeccin. Antes de que el pequeo desapareciera, ella lo haba cuidado,
lamindolo y dndole de comer, transportndolo en brazos a todas partes. Su olor era
la prueba de que formaba parte del grupo.
Rune cogi unas hojas que se haban salvado del fuego y deposit a Screech con
suavidad sobre ellas. Al moverlo, el pequeo volvi a gemir. Rune lo examin de
forma muy minuciosa. El pequeo tena un brazo torcido, hinchado y magullado, y
tambin unos morados sobre los hombros y el cuello. Rune le dio la vuelta para que
el brazo hinchado no quedara apoyado contra el suelo. Tena tambin una herida en
la frente y Rune la lami hasta que dej de sangrar.
Screech emiti un leve sonido. Los hijitos de Myta se acercaron y observaron al
recin llegado con curiosidad, pero Rune les orden que lo dejaran tranquilo.
Permaneci toda la noche junto a l, impidiendo a los otros que se aproximaran
demasiado al pequeo. De vez en cuando, beba un sorbo de agua en un charco que
haba a sus pies y aplicaba sus labios sobre los del pequeo; buena parte del agua se
deslizaba por la barbilla y el cuello de ste, pero al menos consegua tragar unas
gotas. Cada movimiento le provocaba una mueca de dolor. Haba permanecido
durante horas tendido en el suelo, atrapado bajo el peso de la enorme rama, y tena
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Los crculos de
II
Algunas horas ms tarde empez a filtrarse la luz a travs del aire impregnado de
cenizas y holln. El color rojizo haba desaparecido del firmamento y la lluvia haba
cesado. Dak se levant de su lecho de hojas y se desperez. Klep lo cogi de la mano
y lo condujo hacia el lugar donde yaca el pequeo. Haciendo caso omiso de las
amonestaciones de Rune, palp suavemente la cicatriz que tena Screech en la
espalda. Ese gesto despert un vago recuerdo en la memoria de Dak: se vio a s
mismo junto a la charca, recorriendo la cicatriz con la yema de los dedos...
Era el pequeo macho que haba conocido junto a la charca. Pero dnde estaba la
joven hembra con la que haba yacido? Dak frunci el ceo, intrigado. La hembra le
haba gustado y deseaba verla de nuevo. Quiz se encontraba herida en alguna parte.
Dak decidi ir en su busca.
Rune se acerc a Dak y seal hacia el norte, indicndole que deseaba partir. Dak
alz la vista y contempl la montaa que arrojaba fuego. sta poda volver a estallar
y dejarlos all atrapados. No haba tiempo para ir en busca de la joven hembra. Dak
era el nico adulto que quedaba en el grupo, y tena que ayudar a Rune y a los otros
a escapar.
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Los crculos de
El joven se volvi y ech a caminar con tristeza hacia el norte. Rune cogi a Screech
en brazos y lo sigui, pero el pequeo pesaba demasiado y al cabo de un rato se lo
entreg a Dak. Klep caminaba a grandes zancadas junto a su hermano, intentando no
perder el paso. Los dos hijitos de Myta echaron a correr a travs del bosque,
indiferentes ante los estragos que haban causado el volcn y la tormenta. Myta sali
tras ellos, llamndolos para que no se alejaran demasiado.
Los dos pequeos haban nacido al mismo tiempo, casi un ao despus de que
Myta, desnutrida y asustada, apareciera en el valle. Al principio Rune haba tratado
de ahuyentarla, pero Myta se negaba a marcharse. Permaneca siempre junto a ellos,
cuando dorman y cuando iban a buscar comida, inclinando la cabeza en actitud
sumisa cada vez que Rune o uno de sus hijos se acercaba a ella. Al fin acabaron
acostumbrndose a su presencia. Al poco tiempo Myta les comunic que estaba
preparada para copular. Dak y otro macho yacieron con ella repetidas veces. A partir
de entonces, Rune acept a Myta como un miembro ms del grupo.
La aprobacin de Rune era fundamental, pues ella era la indiscutible matriarca del
grupo. Dak observ a su madre con admiracin mientras sta caminaba junto a l,
con los ojos clavados en el norte, en aquel lugar donde deseaba instalarse. Rune les
haba enseado qu clase de alimentos deban comer, dnde hallar refugio y cmo
proteger y alimentar a los pequeos; ella les haba conducido a otros lugares cuando
la comida empezaba a escasear. Durante la sequa que haba matado a tantos
miembros del grupo, cuando Dak era nio, Rune los haba conducido al valle que se
extenda detrs del cerro, all donde exista agua y comida al alcance de quienes
conocan el territorio, como Rune. Ahora, los conduca de nuevo hacia un lugar
seguro.
Dak baj la vista, sorprendido, a medida que las hojas hmedas e impregnadas de
cenizas que tapizaban el suelo del bosque dejaban paso a una sustancia blanda y
pegajosa que casi le cubra los pies. Al alzar la vista se dio cuenta de que haban
dejado el bosque atrs. Por primera vez desde que haban huido del volcn, Dak vea
el paisaje con nitidez. Todo el terreno que los rodeaba estaba cubierto por una costra
negra y dura sobre la que yaca una delgada capa de ceniza todava hmeda debido a
la lluvia. La lava cubierta de cenizas se extenda hacia el este y el oeste, y hasta el
borde del erosionado acantilado que apareca al norte. Sobre el acantilado se hallaba
la meseta, donde se vean unos prados.
Klep llam a Dak. Haba descubierto unos huesos que asomaban por entre la lava.
Al acercarse, Dak comprob que los huesos conformaban el esqueleto de un antlope.
ste yaca en el suelo, como si durmiera, aunque buena parte de la carne haba
desaparecido. Dak arranc un pedazo de carne quemada de las costillas del animal.
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Los crculos de
Tena un sabor amargo. Pero ms adelante hall los restos de un animal cuya carne
estaba en mejores condiciones, y llam a los otros para que la probaran.
Rune arranc un trozo de carne y lo devor con avidez. Luego meti un pedazo
ms pequeo en la boca de Screech. El pequeo se atragant y emiti un quejido.
Rune mir preocupada a Dak. El pequeo macho tena los labios muy calientes.
Los hijitos de Myta comenzaron a jugar con los cuernos del animal, entre risas,
mientras los otros devoraban su carne. Llevaban muchos das sin comer. Tras saciar
su apetito, reanudaron la marcha a travs de la inmensa explanada cubierta de lava,
dejando sus huellas sobre las hmedas cenizas. El calor del sol sec las huellas,
dejando una marca indeleble de su paso por aquel lugar.
De pronto Klep se puso a gritar y brincar. Dak corri hacia l pero al instante
comenz a dar brincos, pues las cenizas estaban ardiendo. Dak apart a Klep de
aquel lugar, pero a medida que el sol brillaba con ms fuerza las cenizas empezaron a
calentarse y tuvieron que avanzar a saltitos para no quemarse las plantas de los pies.
Al poco rato empez a atormentarlos la sed. Dak record las hojas hmedas que
haban dejado atrs, en el bosque, mientras se pasaba la lengua por los labios
agrietados.
Frente a ellos vieron una roca que se elevaba en medio de la lava y se detuvieron a
descansar unos instantes sobre ella, aliviados de poder retirar los pies del ardiente
suelo. Sin embargo, la acuciante sed los oblig a reanudar de inmediato la marcha.
Myta era quien ms necesitaba el agua, pues estaba amamantando a sus pequeos y
empezaba a deshidratarse. Rune los condujo hacia la derecha, llevando a Klep de la
mano. El instinto que le proporcionaban sus aos de experiencia, le deca que en
aquel lugar hallaran agua. A la derecha de la meseta el terreno se inclinaba en
sentido descendente, y Rune saba que eso indicaba la presencia de un pantano.
De pronto, ms all de una pequea loma, Dak divis una charca de agua turbia.
Avanz a trompicones hacia ella, sin advertir que la lava y las cenizas haban
desaparecido para dar paso a una hierba fresca y mullida. Dak baj la vista,
asombrado. Todava quedaban restos de lava y cenizas, que se extendan como
lenguas negras hacia el pantano. Pero frente a l haba un maravilloso prado verde y,
ms all, el agua.
Rune y Klep se haban adelantado y estaban arrodillados junto a la charca,
bebiendo con avidez. Myta segua a sus hijitos. Los pequeos haban echado a correr
alegremente hacia el pantano, pero en lugar de detenerse a beber se metieron en el
agua. Myta grit para advertirles que corran peligro y los pequeos salieron en el
acto. Myta haba divisado unos ojos feroces sobre la superficie del agua. No saba a
~58~
Los crculos de
qu animal correspondan, pues jams haba visto algo semejante, pero presenta que
poda lastimar a sus hijos.
Dak se arrodill junto a la charca para beber. Al inclinarse sobre el agua vio el
largo cuerpo del animal debajo de la superficie. Estaba cubierto de escamas, tena la
cola muy larga y un morro alargado que exhiba unos dientes afilados y temibles.
Dak indic a su madre la presencia del animal y Rune retrocedi, advirtiendo a los
otros por medio de gestos que el animal poda herirlos con sus feroces fauces.
Los dos pequeos se apartaron al instante del agua, pero su temor se disip
rpidamente al ver unas ranitas brincando en el pantano. Los mellizos echaron a
correr tras ellas, hundiendo los pies en el hmedo musgo que rodeaba la charca. Uno
de ellos cogi un puado de musgo y se lo arroj a su hermano, quien no tard en
contraatacar.
Los dems se alejaron del territorio del cocodrilo y se sentaron junto a otra
pequea charca que haba en el pantano, donde refrescaron sus doloridos pies. Luego
se tumbaron sobre una explanada cubierta de hierba para descansar un rato. Dak
mir satisfecho a su alrededor. La comida abundaba en ese lugar. Los pantanos
estaban repletos de plantas comestibles, adems de toda clase de insectos, reptiles,
pequeos mamferos y aves.
Dak dej con cuidado a Screech en el suelo. El pequeo macho apenas se mova y
no haba emitido un solo sonido desde haca mucho rato, ni siquiera cuando Dak
haba echado a correr hacia el agua. Ahora el pequeo abri los ojos y lanz otro
dbil gemido.
Rune se acerc y observ preocupada al pequeo.
Dak crey ver unas lgrimas en sus ojos, lo cual le alarm an ms. Rune se dirigi
con paso decidido hacia la charca y sorbi un poco de agua. Era preciso dar de beber
al pequeo. Estaba deshidratado debido al calor de la lava y tena mucha fiebre.
Screech no se resisti cuando Rune aplic sus labios sobre los de l, pero no
consegua tragarse el agua.
Mientras Rune permaneca inclinada sobre el pequeo, una bola de musgo la
golpe en la espalda. Rune se volvi y reprendi a los mellizos. Luego se le ocurri
una idea: el musgo tena un tacto refrescante. Rune indic a uno de los nios que le
entregara la bola de musgo y la aplic sobre la frente de Screech. Luego pidi a los
nios que recogieran ms musgo. stos obedecieron y regresaron con un montn que
Rune deposit sobre el pecho y el cuello de Screech. El frescor del musgo pareca
aliviarlo, pues la expresin del pequeo se relaj. Satisfecha, Rune se sent junto a l
para aguardar a que le bajara la fiebre.
~59~
Los crculos de
Dak se incorpor y trep hasta la cima del acantilado que se alzaba sobre el
pantano. Desde all se divisaba el valle donde haban vivido. El contraste entre el
lugar donde se hallaba en aquellos momentos y el sitio de donde provena resultaba
asombroso. Aqu, todo era verde y frondoso, mientras que ms abajo se extenda un
panorama devastado por el volcn, negro e inerme. Slo los rboles del bosque que
haban dejado atrs, erguidos sobre las cenizas, rompan la monotona del siniestro
paisaje. Al cabo de unos minutos Dak vio unos antlopes y unos jabales que
aprovechaban el frescor del atardecer para atravesar la estepa cubierta de lava. El
grupo de animales era reducido, pero demostraba que algunos haban logrado
sobrevivir. A lo lejos, cerca del lugar donde haban tropezado con la lava, Dak crey
ver otra criatura que caminaba en posicin erecta, como l. Pero por ms que se
esforz no logr distinguir su forma y tamao.
Dak dirigi la vista hacia el horizonte. El sol acababa de desaparecer y el
firmamento estaba teido de rojo. Su resplandor iluminaba las voluminosas nubes
que asomaban detrs del humeante volcn, dando a la lava un color prpura. El
paisaje pareca oscilar ante Dak a medida que empezaba a oscurecer. Al cabo de un
rato decidi regresar junto a los otros. No tardara en caer la noche y deba
protegerlos. Aqu estaban a salvo del volcn, pero podan acecharles otros peligros.
Cuando regres al pantano, Dak comprob que Rune y los otros se haban instalado a
unos cuantos metros del agua y los cocodrilos. Dak cogi unas cuantas piedras para
arrojarlas contra cualquier depredador que se acercara y Klep hizo otro tanto. Rune
tambin haba cogido una piedra para defenderse.
Dak se acerc a su madre, que yaca junto a Screech sobre un montn de hierba. El
pequeo macho permaneca inmvil y silencioso. Mientras Dak lo contemplaba abri
los ojos durante unos instantes y gimi, pero enseguida volvi a cerrarlos. Dak mir a
su madre, pero el rostro de Rune mostraba una expresin impenetrable.
Rune acarici la mano y la frente del pequeo. A pesar del frescor y la humedad
del musgo, Screech estaba todava ardiendo. La anciana mir a Dak y sacudi la
cabeza con tristeza.
Dak suspir y se ech junto a ellos. Aun dormido, su odo permaneca alerta para
detectar el menor sonido extrao. Al cabo de un rato oy a un animal que hocicaba
en busca de comida y un coro de insectos. Tambin percibi el chillido de un ave y el
alarido de un animal al caer vctima de un depredador. Sin embargo, ninguno de
esos sonidos despertaron a Dak, aunque era consciente de ellos. De pronto oy unos
gritos que lo obligaron a incorporarse de forma brusca. Los gritos cesaron, pero al
cabo de unos momentos se reanudaron desde otro punto ms lejano.
~60~
Los crculos de
Dak se acost de nuevo. Los gritos que haba odo con anterioridad eran distintos.
Se durmi y so con la joven hembra con quien haba copulado junto a la charca.
Estaba sentada sobre la lava, la cabeza entre las manos mientras gritaba llena de
angustia. Dak vio su imagen una y otra vez, y a la maana siguiente, al despertarse,
no saba si haba odo realmente unos gritos o si haba soado.
~61~
Los crculos de
Captulo 6
Zena se aferr con ambas manos a una gruesa rama para conservar el equilibrio
mientras el tronco se precipitaba sobre la ribera, arrancando unos terrones que
cayeron al agua y desaparecieron bajo la superficie.
El tronco se haba desplomado sobre el ro. Zena not que el agua le lama las
rodillas y le salpicaba los ojos, pero no se atreva a enjugarse la cara por temor a caer
del tronco. No os mover ni un msculo del cuerpo. Estaba atrapada, a merced de la
impetuosa corriente.
Zena se apoy contra la rama y de pronto ov un dbil gemido, apenas audible
sobre el clamor del agua. Estaba casi segura de que se trataba de la pequea.
Haciendo acopio de las escasas fuerzas que le quedaban, se incorpor. Tena que
rescatar a su hijita.
Con gran cuidado, se sec los ojos con una mano para ver mejor. A un lado el
torrente discurra con violencia entre las rocas, al otro haba unos matorrales llenos
de enredaderas y unas ramas que colgaban del tronco principal. Si consegua
alcanzarlas, tal vez lograra ponerse en pie.
Pero cuando empez a deslizarse hacia delante, un tronco que flotaba a la deriva la
golpe en una pierna. Asustada, Zena se levant y agarr una enredadera que penda
junto a ella, entre los matorrales. Al incorporarse resbal y qued suspendida sobre
el agua, que le alcanzaba el pecho. Zena se aferr a la enredadera con todas sus
fuerzas mientras las tumultuosa corriente intentaba arrastrarla consigo.
Temblando debido al esfuerzo, mir a su alrededor en busca de algn punto de
apoyo. El tronco que haba chocado contra ella se hallaba a escasa distancia, flotando
en la impetuosa corriente, y Zena apoy los pies sobre l. El tronco sostuvo su peso
durante unos minutos, pero luego empez a deslizarse con gran rapidez ro abajo y la
lanz contra los matorrales. Pese al brusco movimiento, Zena se sinti ms segura,
pues el agua le llegaba slo a las rodillas y alcanzaba las ramas. Sujetndose a una de
ellas, se elev por encima del agua hasta conseguir sustraerse al mpetu de la
corriente.
~62~
Los crculos de
Estaba segura de haber odo a la criatura, que no dejaba de berrear. El sonido hizo
que Zena redoblara esfuerzos por salvarla. Lentamente, se arrastr a travs del
amasijo de ramas hasta que se situ debajo del tronco principal. Luego, rodendolo
con ambos brazos, consigui montarse sobre l. Esta vez no intent sentarse a
horcajadas, sino que se tumb boca abajo y as se dej transportar hacia la orilla del
ro.
Al cabo de unos instantes advirti que el agua ya no le salpicaba el rostro y baj la
vista para contemplar el torrente que discurra a sus pies. En aquel momento sinti
un alivio tan inmenso que casi perdi el equilibrio. Por fin estaba en tierra firme. Tras
enjugarse unas lgrimas de emocin, se encamin hacia el lugar del que provenan
los berridos de la criatura.
De pronto ov un ruido que hizo que su corazn empezara a latir de forma
violenta, rebosante de esperanza. Era un estornudo igual a los que lanzaba la criatura
cuando Zena atravesaba la polvorienta cueva con ella en brazos. Zena ech a correr y
vio que su hijita yaca entre unos arbustos, junto al barranco, moviendo los pies y
agitando sus diminutos puos como si tratara de liberarse de algo que la tena
atrapada. Aparte de un chichn en la frente y unos rasguos en el abdomen, estaba
ilesa. La criatura mir a su madre y gimi. Zena la estrech entre sus brazos mientras
unas gruesas lgrimas rodaban por sus mejillas.
El beb suspir y empez a mamar. Zena se sent, aturdida por el cmulo de
emociones que haba experimentado durante las ltimas horas. Al cabo de unos
minutos se levant. Estaba a punto de anochecer y tena que hallar un refugio. Se
encontraba tan cansada que las piernas no la sostenan y apenas lograba mantener los
ojos abiertos, pero continu avanzando. Lo nico que la impulsaba a seguir adelante
eran los movimientos y sonidos que emita la criatura. Cada vez que tropezaba o sus
brazos empezaban a relajarse, la pequea se revolva y gritaba asustada.
De repente Zena repar en que atravesaba una zona con menos rboles. El suelo
tena un tacto ms mullido y en algunos lugares estaba caliente. Arrugando el ceo,
escrut el paisaje.
Ante ella se extenda una inmensa explanada que estaba cubierta de lava y cenizas.
Era un paraje desolado y no haba animales ni rboles ni arbustos ni hierba. No
advirti ningn movimiento, ni percibi el menor sonido.
La embarg un sentimiento de desespero e impotencia. No saba qu hacer. Para
alcanzar la meseta tena que atravesar la negra explanada, lo cual resultaba poco
menos que imposible; era demasiado grande, demasiado peligrosa. Pero tampoco
poda permanecer en ese horrible lugar donde no haba luz ni comida ni una pea
que le sirviera de refugio.
~63~
Los crculos de
Con cautela, Zena avanz unos pasos para tantear el terreno. La lava le abrasaba
las plantas de los pies, de modo que se volvi y ech a andar hacia el este,
procurando no alejarse de los rboles, en busca de un lugar ms fresco. Pero al poco
rato el hambre y el cansancio la obligaron a detenerse. Era incapaz de seguir
adelante. Tena que hallar un refugio. Despacio, haciendo acopio de las ltimas
fuerzas que le quedaban, Zena se dirigi hacia el bosque en busca de algo que le
sirviera de refugio durante la noche. Al fin divis unas rocas en una zona calcinada y
se encaram sobre ellas, buscando una cavidad donde ocultarse.
Tras muchos esfuerzos consigui introducirse a travs de una grieta que se hallaba
junto a la cima de las rocas. El espacio era muy reducido y apenas la permita
moverse, pero al menos estaba segura. Agotada, se tumb en el suelo, cerr los ojos y
se qued dormida, olvidando el hambre, el temor y la angustia que senta ante la
prdida de Screech. Al fin poda descansar, y eso era lo nico que le importaba.
II
Al percibir las sigilosas pisadas de un animal sobre las rocas, Zena se estremeci.
El sonido le hizo recordar su terrorfico encuentro con el tigre. Apenas se atreva a
respirar. Sin embargo, el sonido desapareci al cabo de unos minutos. Algo ms
tranquila, Zena se dispuso a amamantar a la criatura, pues tema que los gemidos de
sta atrajeran a otro depredador. Estrech a su hijita contra el pecho, pero se haba
quedado casi sin leche y la criatura no pudo aliviar su hambre. Con un suspiro de
resignacin, Zena abandon el pequeo refugio. Ni ella ni su hijita lograran
sobrevivir si no encontraba pronto comida.
Zena se arrodill a beber en un charco; el agua tena el color del humo y saba a
fuego, pero aplac su sed. Ms trabajo le cost encontrar comida, pero despus de
dar muchas vueltas hall unas plantas que reconoci al instante. Los tubrculos
largos y amarillos de stas estaban sepultados bajo la tierra; al masticarlos, comprob
sorprendida que eran ms tiernos que los que crecan junto a la charca. Arranc un
puado y se dirigi de nuevo hacia la explanada cubierta de lava.
La comida y el descanso le haban proporcionado nuevas fuerzas, y la imagen de
la meseta verde segua obsesionndola, de modo que ech a andar a travs de la
oscura explanada con paso decidido. Las cenizas no estaban calientes, pues el sol
~64~
Los crculos de
comenzaba a despuntar por el horizonte. Zena anduvo durante una hora, vagamente
consciente de la presencia de unos pocos animales que se dirigan tambin hacia la
meseta. De pronto se detuvo al descubrir unas marcas en las cenizas, unas marcas
que haba visto en numerosas ocasiones. Ella misma las produca con sus pies en el
lodo, y tambin Screech. Pero cmo haban llegado hasta ah?
Zena observ sus pies. Con cuidado, coloc un pie junto a una de las huellas,
luego lo retir y contempl el resultado. La huella de su pie tena el mismo aspecto
que la otra, aunque era ms pequea y menos profunda, pues las cenizas se haban
endurecido. El suelo estaba cubierto de huellas, algunas casi del mismo tamao que
las de ella y otras, ms pequeas. Zena se arrodill y mientras las examinaba se
acord de Screech.
Al cabo de unos momentos alz la vista y mir a su alrededor. Las inesperadas
huellas hicieron renacer sus esperanzas, pero al mismo tiempo experiment cierto
temor. Presenta que las marcas haban sido hechas por unos seres semejantes a ella,
pero llevaba tanto tiempo sin ver a otro miembro de su especie que no fuera Screech,
que no saba cmo reaccionaran los otros, ni ella misma, cuando se encontraran.
Sigui adelante, mirando nerviosa a su alrededor, siempre atenta a percibir cualquier
seal de los seres que haban dejado aquellas marcas en el suelo.
Las cenizas empezaron a calentarse a medida que el sol se elevaba en el
firmamento. Zena situ los pies sobre las huellas de mayor tamao, pues all el suelo
estaba ms fresco, y continu avanzando hasta que las marcas se interrumpieron de
repente junto a una roca. Entonces se detuvo a descansar unos instantes y luego
reanud su camino, impaciente por atravesar la zona cubierta de lava antes de que
sta se calentara ms y le abrasara los pies. Frente a ella, a poca distancia, vio un
prado y unos arbustos e incluso crey percibir el olor del agua. Tambin advirti que
el olor que emanaba de las huellas se haca ms intenso. Zena haba notado con
frecuencia un olor semejante mientras contemplaba el valle desde la cima del cerro,
aunque no era tan penetrante como ste. Tras escrutar el paisaje que se extenda ante
ella, se apresur a reanudar la marcha.
Al poco rato percibi otro olor que la hizo detenerse en seco, y su corazn empez
a latir de forma acelerada. Se trataba de un olor demasiado dbil para identificarlo
con precisin y, por otra parte, era imposible que Screech hubiera llegado hasta all...
Tensa y excitada, Zena sigui avanzando sin apenas reparar en que la frescura de
la hierba haba dejado paso a unas cenizas que le abrasaban los pies. Al cabo de unos
minutos se levant una ligera brisa que transportaba un aroma a agua y lodo, junto a
ese otro olor que Zena no consegua identificar.
~65~
Los crculos de
~66~
Los crculos de
frente a ella, sin apartar la mirada de su rostro. Zena tambin lo observ fijamente. Su
olor le resultaba familiar. Entonces record: era el macho que haba conocido junto a
la charca. Zena extendi la mano con timidez y le toc el hombro. Dak sonri y
apoy la mano sobre la de ella.
Zena emiti un largo y profundo suspiro y se inclin de nuevo sobre Screech. El
nio estaba ardiendo y tena un brazo torcido y magullado. Ella arrug el entrecejo y
empez a emitir unos sonidos tranquilizadores. Screech abri los ojos por un
instante, pero no reaccion. Su incapacidad para moverse, para echarle los brazos al
cuello y besarla como habra hecho en otras circunstancias, alarm a Zena. De pronto
temi perderlo para siempre.
Enseguida se impuso la razn y la calma. Screech estaba herido, al igual que el da
en que Zena lo haba encontrado entre los arbustos. Pero cuidara de l y lograra que
sanara, como haba hecho entonces. As pues, se dirigi a la charca, se llen la boca
de agua regres junto al nio y acerc sus labios a los de l. Su instinto le deca que
Screech necesitaba agua para aplacar aquel calor que lo quemaba por dentro.
Tras grandes esfuerzos, Screech consigui tragar unas gotas de agua. El
movimiento le produjo dolor en el brazo, pero al mirar a Zena y ver su rostro de
preocupacin, intent beber algo ms. Tena la garganta reseca y dolorida debido a la
tensin que haba padecido hasta que apareci Zena. Durante las largas noches y los
calurosos das, Screech haba permanecido por completo inmvil, siempre, atento a
cualquier sonido que indicara la presencia de Zena. Ahora que sta se hallaba junto a
l, se senta relajado y trat de ingerir otro sorbo de agua. Zena se dirigi de nuevo a
la charca y oblig a Screech a beber un poco ms. Luego mastic uno de los
tubrculos que haba cogido y trat de convencerlo de que se lo comiera, pero el nio
apart la cabeza. Entonces Rune se acerc, aplic un puado de musgo sobre la
frente de Screech y entreg el resto a Zena, quien imit a la anciana y deposit un
poco de musgo sobre el febril cuerpecito de Screech. Luego mir a Rune con
expresin de gratitud.
Mientras Zena estaba arrodillada junto a Screech, observndolo con preocupacin,
apareci otra hembra seguida de dos jvenes criaturas. sta extendi la mano para
tocar a Zena, pero de improviso se volvi hacia Rune como si solicitara su permiso.
Rune mir a Zena y a Screech, arrugando el ceo. Screech exhalaba un olor
familiar, distinto al de Zena. Sin embargo, Dak haba acogido a sta como si la
hubiera reconocido. Rune sacudi la cabeza, confundida, y fue a sentarse junto a un
arbusto.
Aprovechando la confusin de Rune, Myta toc levemente a Zena en el hombro y
mir con curiosidad a Screech. Luego dio media vuelta y fue a sentarse junto a Rune.
~67~
Los crculos de
III
Al despertarse vio que los otros estaban agrupados a su alrededor. Dak yaca de
espaldas; un joven macho al que Zena no haba visto hasta entonces estaba apoyado
sobre l. Rune se hallaba sentada junto a Screech, observndolo. Myta sostena en sus
brazos a los dos mellizos mientras stos mamaban con avidez.
Zena se volvi llena de temor hacia Screech. El nio, como si presintiera su
angustia, abri los ojos y extendi hacia ella el brazo sano. Zena cogi la manita con
ternura y la apoy en su mejilla. Al cabo de un rato se levant, tom en brazos a su
hijita y se dirigi a la charca en busca de ms agua y musgo.
Dak la sigui y la observ mientras ella beba en la charca. Ahora que Zena haba
regresado, estaba resuelto a ofrecer su proteccin a ella y al beb. Aquellos pantanos
estaban infestados de cocodrilos dispuestos a devorar a cualquier criatura que se
acercara a ellos. Al distinguir unos ojos y unas pequeas ondas en el agua, Dak arroj
una piedra con todas sus fuerzas para ahuyentar al cocodrilo, que se alej
~68~
Los crculos de
apresuradamente mientras agitaba su cola cubierta de escamas. Zena mir a Dak con
gratitud y ste sonri satisfecho.
Zena regres junto a Screech. Tras beber un sorbo de agua, el nio la mir y abri
la boca, como sola hacer de pequeo cuando tena hambre. Eufrica ante este indicio
de mejora fue en busca de los tubrculos que haba dejado junto a l. Haban
desaparecido. Al volverse, Zena vio los restos de un tubrculo colgando de los labios
de Myta. Entonces se acerc a Dak y le indic que le diera ms fruta. Estaba segura
de que Screech la aceptara sin protestar, pues era su comida favorita. Dak emiti un
gruido para sealar que haba entendido su peticin y condujo a Zena hacia los
rboles frutales. Entre los dos cogieron una buena cantidad de suculentas frutas, que
llevaron al lugar donde descansaban los otros.
Zena mastic algo de fruta hasta convertirla en papilla mientras Screech la
observaba con atencin. Cuando Zena acerc los labios a los suyos, el nio abri la
boca de forma dcil pero slo consigui succionar un poco de fruta. Zena suspir
resignada y contempl a Screech. El rostro del nio, a la dbil luz del crepsculo,
sorprenda por su palidez.
Ms tarde, cuando anocheci, Screech empez a tiritar y a emitir extraos sonidos,
como si no supiera dnde estaba ni quin era Zena. La llam repetidas veces, pero
pareca no or su respuesta. Zena corri a la charca en busca de ms agua, pero
Screech apenas consigui tragar unas gotas. Le haba bajado la fiebre y su piel
presentaba un tacto fro y hmedo. Zena se acost junto a l para proporcionarle
calor y le murmur unos sonidos que l conoca, para hacerle comprender que no lo
haba abandonado.
De pronto, Screech lanz un grito de angustia. Zena le acarici la mano. Ese gesto
pareci rescatarlo de su delirio. El nio abri los ojos y la mir. Zena contempl su
rostro a la luz de la luna. Su expresin de alegra, la misma que mostraba cuando
jugaban juntos, le indic que Screech saba que ella estaba junto a l. Zena frot su
nariz contra la del pequeo y ste reaccion durante unos segundos, como si as le
asegurara que recordaba esa costumbre. Luego volvi a mirarla a los ojos con
expresin serena, lanz un breve suspiro y su cuerpecito se relaj.
Zena se tumb junto a Screech y le sostuvo la mano. Durante el resto de la noche,
el nio no se movi ni emiti sonido alguno. Al despertar a la maana siguiente,
Zena comprob que la mano de Screech estaba helada. Se inclin sobre l y lo llam
repetidas veces, pero el nio no respondi. La tenue luz del amanecer iluminaba
suavemente su rostro, que presentaba una palidez espectral.
Un terrible presentimiento se apoder de Zena. Temblando, deposit al beb sobre
la hierba y estrech a Screech entre sus brazos. El cuerpo del nio estaba fro y rgido.
~69~
Los crculos de
Zena sinti como si el mundo se hubiera sumido en las tinieblas. No vea nada ni
deseaba ver nada salvo el rostro de Screech, animado y lleno de alegra como antes.
Zena no saba qu era la muerte, ni lo que significaba, pero su instinto le hizo
comprender que el pequeo se haba marchado para siempre. Aturdida ante esta
realidad, lo abraz con fuerza y empez a gemir y a gritar.
Dak se levant sobresaltado. Los alaridos de Zena hicieron que se le erizara el
vello del cogote, como la noche que estall el volcn, pero no se atrevi a acercarse a
ella para consolarla. La postura de su cuerpo y la desolacin que reflejaba su voz se lo
impedan. Dak se volvi hacia Rune sin saber qu hacer. sta pareca presentir
tambin una barrera invisible, pues en lugar de acercarse a Zena y consolarla se
limit a menear la cabeza con tristeza. Rune era una hembra anciana y haba visto
morir a muchos miembros de su grupo a causa de una enfermedad o un accidente, y
recordaba bien los temblores y el delirio que se apoderaba de ellos poco antes de
expirar.
Despus de salir con los otros en busca de comida, Dak regres junto a Zena y
trat en vano de quitarle a Screech de entre los brazos para reanudar la marcha hacia
la meseta. Rune deseaba partir de inmediato, pues los cocodrilos representaban una
constante amenaza para los pequeos, pero Zena se negaba a separarse de Screech.
Junto a ella yaca su hijita, que lloraba desconsoladamente.
Rune indic a Dak que se adelantara con los otros. No le sorprenda la actitud de
Zena, pues saba por experiencia propia que era muy duro aceptar la muerte de una
joven criatura. Rune se acerc a Zena despacio, con los brazos extendidos, y al ver
que sta no reaccionaba cogi al beb en brazos. Zena se levant entonces y la sigui,
sin dejar de estrechar el cuerpo de Screech contra su pecho.
Durante el resto del da Zena anduvo con el cadver de Screech a cuestas. Estaba
rgido y pesaba mucho, pero a ella no pareca importarle. Haba dejado de gritar y
tena los ojos secos. Estaba como ausente, como si al morir Screech le hubieran
arrebatado una parte de su vida. Andaba de forma torpe, con los ojos clavados en el
suelo, y en una ocasin que Dak trat de arrebatarle el cuerpo del nio para que ella
descansara un rato, se apart bruscamente y sigui caminando.
Hacia el medioda, el beb empez a gemir de hambre, pero Zena no repar en sus
gritos. Al fin, Rune la oblig a sentarse y apoy a la criatura contra su pecho para que
mamara mientras los otros descansaban un rato. Zena deposit el cuerpo de Screech
sobre la hierba para dar de mamar a su hijita con ms comodidad, pero cuando
reemprendieron la marcha entreg el beb a Rune y cogi de nuevo en brazos a
Screech.
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Los crculos de
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Los crculos de
Captulo 7
Zena estaba sentada junto al lago, y observaba con gran atencin a los pjaros
tejedores mientras stos construan sus complicados nidos. Ella utilizaba un viejo
nido que haba hallado para guardar en l las bayas y las nueces, pero estaba lleno de
agujeros y quera hacer uno nuevo. As, arranc unos juncos que crecan en la orilla
del lago e intent tejerlos como hacan los pjaros, pero no lo consigui. Hizo un
nuevo intento y esta vez logr su propsito, pero Tipp le arrebat el nido y lo arroj
al aire entre alegres risas.
Zena abraz a su hija, cuyas travesuras y juegos le divertan mucho. Tipp era ahora
casi tan mayor como lo era Screech cuando muri. Haban pasado algunos aos, pero
Zena se acordaba de l con frecuencia. Al evocar su imagen se entristeca, pero Tipp
siempre consegua animarla con su irreprimible alegra. Era una nia curiosa e
intrpida. Zena la vigilaba a todas horas, temerosa de que sufriera algn percance. A
Tipp le encantaba corretear y perseguir a los mellizos. Incluso cuando apenas andaba
sola seguirlos a todas partes, cayndose una y otra vez en su afn de compartir sus
juegos.
De pronto Tipp comenz a gritar y Zena se incorpor de un salto. Llevada por su
curiosidad, la nia se haba encaramado a un montculo de arena y haba metido las
manos en l, ignorando que contena unas hormigas len; stas se haban abalanzado
sobre ella y la haban mordido en manos y pies. Tipp empez a gritar y a brincar,
tratando de liberarse de ellas. Entonces Zena la cogi en brazos y la sumergi en el
lago. Tipp mir a su madre sorprendida ante ese inesperado gesto, pero dej de
gritar. Olvidndose de las picaduras de las hormigas, la nia comenz a chapotear
alegremente en el agua.
En aquel momento apareci Dak, con aire preocupado. Zena le dio a entender que
unas hormigas haban picado a Tipp. l se encogi de hombros y se alej. Al igual
que el resto del grupo, estaba acostumbrado a las travesuras de la pequea.
Al cabo de un rato se acercaron los mellizos a la orilla del lago y Tipp los invit a
jugar con ella. Los nios aceptaron encantados y se metieron en el agua entre risas y
gritos. Unos flamencos que pescaban en el lago se alejaron apresuradamente ante el
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Los crculos de
escndalo que organizaban los tres nios. Zena los observ mientras remontaban el
vuelo en una nube roscea, con sus largas patas suspendidas en el aire, para
instalarse en otra zona del lago. Detrs de ellas apareci de pronto un hipoptamo,
que al abrir su enorme boca exhibi unos grandes dientes amarillos; un segundo
hipoptamo sac la cabeza a la superficie, seguido de otro ms. Protestando por la
nueva invasin de su intimidad, los flamencos remontaron otra vez el vuelo.
Zena emiti un sonido de alarma. Aunque los hipoptamos no estaban cerca de
ellos, su presencia la inquietaba. Pese a su inmenso tamao, eran capaces de moverse
con una rapidez pasmosa y solan atacar a cualquier animal o criatura que les irritara.
Al or a Zena, Tipp y los mellizos salieron corriendo del lago. Todos los miembros
del grupo haban aprendido el significado de los sonidos que Zena haba ideado para
comunicarse con Screech. Los nios tenan una gran habilidad para aprender el
significado de los distintos sonidos, y se inventaban otros nuevos para designar cada
objeto y situacin.
Tipp emiti un sonido que significaba correr, inventado por ella misma, y
empez a brincar a travs de la alta hierba. Los mellizos echaron a correr tras ella al
tiempo que repetan ese sonido. De pronto Tipp se detuvo bruscamente y los nios
chocaron con ella, derribndola. Alarmada, Zena se acerc a ellos para averiguar qu
haba sucedido. Tipp contemplaba fijamente un animalito que haba salido de debajo
de unos matorrales tena aproximadamente el tamao de la nia, un morro alargado
y estaba cubierto por un espeso pelaje; tras l apareci otro animal de mayor tamao.
Tipp extendi la mano y el animalito la olfate. El segundo animal se volvi y
sigui buscando insectos entre los matorrales. Zena solt entonces un suspiro de
alivio. Haba visto babuinos en otras ocasiones, aunque no solan aproximarse a los
seres humanos. No obstante, no presentaban ningn peligro a menos que se sintieran
amenazados. Zena dio media vuelta y regres al lugar donde el grupo se haba
instalado, ordenando a los nios que la siguieran.
Tipp y los mellizos obedecieron, un poco asustados por la repentina aparicin de
los babuinos. El ms joven de stos los sigui, pero al or que lo llamaba su madre
desapareci rpidamente. Tipp lo observ con tristeza mientras se alejaba y luego fue
a reunirse con los dems.
Todos los miembros del grupo se haban congregado en su lugar de descanso, un
espacio abierto que se hallaba bajo los peascos donde se refugiaban por las noches.
All estaban Rune, Dak y Klep, as como Myta y su hijita recin nacida. Tambin se
encontraba presente un nuevo macho, llamado Lop, que haba aparecido haca un
ao por las inmediaciones del lago. Al igual que Myta, Lop haba seguido al grupo
durante varias semanas. Era muy tmido y al principio no se atreva a acercarse, pero
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Los crculos de
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Los crculos de
Klep se haba desarrollado mucho durante los ltimos meses. Era ms alto que
Dak, y muy fuerte, aunque siempre se mostraba afectuoso y delicado con los ms
pequeos. Zena lo observ mientras l descansaba a la sombra de un peasco y
experiment una sensacin que ya casi tena olvidada. Arrugando el ceo, se volvi
hacia Dak. La sensacin se intensific y Zena se acerc a Dak y restreg su cuerpo
contra el de l. Pero ste no desvi la vista de la cigea que cazaba peces en el lago.
Zena le acarici entonces los brazos y el rostro esperando que se volviera hacia ella y
la mirara a los ojos; al hacerlo sinti un intenso calor entre las piernas.
Sin apartar la vista de sus ojos, Dak empez a acariciarla suavemente y luego con
ms energa. Zena tambin lo acarici hasta que su excitacin fue tal que se mont
sobre sus rodillas para que l la penetrara. Dak empez a moverse dentro de ella y
Zena gema de placer. Despus unos espasmos sacudieron su cuerpo y al fin se relaj.
Dak se estremeci tambin y la abraz con fuerza. Tras haber mitigado aquel ardor
que la invada, Zena lanz un profundo suspiro.
Klep mantuvo la vista apartada mientras Zena y Dak copulaban, aunque era
consciente de lo que estaban haciendo. Aguard hasta que se separaron y se
tumbaron a descansar antes de acercarse a Zena y empezar a acariciarla. Sin
embargo, sta lo rechaz y se dirigi hacia unos matorrales que se hallaban debajo
del peasco. Al poco rato lo llam y Klep fue a reunirse con ella. Era la primera vez
que copulaba con una hembra, pero Zena se mostr paciente con su falta de
experiencia y le indic lo que deba hacer.
En los das sucesivos Zena copul repetidas veces con Dak y Klep, as como con
Lop. Su instinto le indicaba que era importante copular con todos los machos del
grupo a fin de que stos no se pelearan entre s. Por otra parte, despus de haber
copulado con ella, cada macho la ayudara a proteger a su hijito o hijita cuando
naciera.
Deseosos de gozar de su compaa, los tres varones seguan a Zena por doquier y
la agasajaban con toda clase de manjares. A veces ella los recompensaba
ofrecindoles su trasero; en otras ocasiones se tumbaba de espaldas sobre la hierba o
se sentaba sobre sus regazos, como haba hecho con Dak. Zena disfrutaba copulando
con ellos, pues eso le haca sentirse llena y le proporcionaba unas sensaciones muy
agradables. Cuando Tipp oa gritar y gemir a su madre, acuda rpidamente
temiendo que sta se hubiera lastimado. Pero eran gritos de placer, no de dolor.
Poco a poco Zena empez a sentir menos deseos de copular, hasta que se olvid
por completo de ello. Al cabo de un tiempo su vientre comenz a hincharse de nuevo.
Esta vez era Tipp quien palpaba el abdomen de su madre y se mostraba sorprendida
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Los crculos de
al notar que algo se mova en su interior. Pero fue Rune quien ayud a Zena durante
el parto.
Las contracciones se iniciaron a primeras horas de la tarde. Zena se dirigi a un
rea que estaba rodeada de peascos donde haba construido un nido de hierba.
Intuyendo su deseo de estar sola, los otros se mantuvieron alejados, excepto Rune.
Zena se alegr de tenerla a su lado durante el parto. A lo largo de toda la tarde, la
noche y parte de la maana del da siguiente los espasmos le sacudieron el cuerpo,
cada uno ms doloroso que el anterior, pero no haba seal del beb. Hacia el
medioda, Zena estaba agotada y tema que le hubiera pasado algo a la criatura, pues
cuando naci Tipp el parto haba sido rpido y sin complicaciones.
Rune contempl a Zena con cierta preocupacin. Haba asistido a muchos partos y
enseguida comprendi que algo iba mal. Cuando se produjeron las siguientes
contracciones, Rune se agach para echar un vistazo y al ver el diminuto trasero del
beb asomando entre las piernas de Zena, tir de l. Zena lanz un grito de dolor,
pero Rune sigui tirando de la criatura con ms fuerza cuando Zena contrajo de
nuevo los msculos. Entre las piernas de sta empez a manar un chorro de sangre,
pero la criatura se negaba a nacer. Triste y preocupada, Rune se sent a esperar.
Hacia el anochecer Zena dej de gemir y se qued en silencio, sin apenas moverse.
Rune temi que no aguantase mucho ms. Tras frotarse las manos con tierra para que
no resbalaran, introdujo los dedos por la vagina de Zena, tirando del beb con todas
sus fuerzas. Al tercer intento, tir tan fuerte que cay hacia atrs en el mismo
momento en que la criatura apareca, berreando a pleno pulmn. Rune sonri
satisfecha al entregar a Zena su beb.
Zena lo estrech entre sus brazos, olvidando por un momento el dolor y el
cansancio. El beb tena la cara roja y arrugada y comprobaron que era un macho.
Zena le lami el cuerpo durante unos minutos y luego se tumb sobre la hierba,
extenuada. Se haba quedado sin fuerzas y le dola todo el cuerpo como si se lo
hubieran desgarrado. Cuando expuls la placenta, ni siquiera tuvo fuerzas para alzar
la cabeza.
Rune demostr saber bien lo que se deba hacer en esos casos. Tras indicar a Zena
que descansara, cort el cordn umbilical con el canto de una piedra y luego
desapareci. Al cabo de unos instantes regres con unos tubrculos y un montn de
musgo empapado en agua del lago. Zena chup el musgo, pero estaba demasiado
cansada para comer los tubrculos.
Despus se sumi en un profundo sueo. Rune no se movi de su lado y, en cierto
momento, cuando un halcn se pos junto a ellas, llam a Dak para que ahuyentase
al pjaro.
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Los crculos de
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Los crculos de
beber un lquido que ella misma preparaba con las hojas de unas plantas,
triturndolas con su gastada dentadura y aadindoles agua del lago.
Dak segua con atencin el curso de los acontecimientos, temeroso del desenlace.
Siempre haba sentido el dolor de Zena como el propio. Tiempo atrs, cuando la
haba odo gritar mientras sostena el cadver de Screech entre los brazos, sus gritos
se le haban clavado en el corazn; ahora era como si Zena le hubiera contagiado su
debilidad, y se senta torpe e incapaz de ampliar la tarea de ir en busca de alimentos
para el grupo.
A medida que los das pasaban, el temor de Dak iba en aumento. La hemorragia
haba cesado, pero Zena segua sin moverse apenas y llevaba mucho tiempo sin
probar bocado. Una maana, Tipp apareci con un enorme huevo en las manos, el
primero que vean desde haca meses. La nia saba que los huevos eran la comida
favorita de su madre, de modo que clav la ua en un extremo y luego en el otro, tal
como le haba enseado Zena, y verti el contenido en la boca de su madre. Zena
abri los ojos e ingiri el huevo con avidez. Tipp sonri por primera vez desde que
haba nacido su hermanito, y corri en busca de otro huevo.
Aquella noche Zena empez a sudar de forma copiosa, pese a que soplaba una
brisa fresca. Dak advirti que la piel de Zena se mantena constantemente hmeda, y
a la maana siguiente not que tena la frente helada. Alarmado, llam a su madre.
Rune apoy la mano sobre la frente y el abdomen de Zena y rompi a llorar. Dak
observ a su madre con una mezcla de terror y desconcierto. No saba si aquello
significaba que Zena estaba mejor o que haba empeorado. Por un momento, al ver
las lgrimas de su madre, temi que el estado de Zena se hubiera agravado, pero al
acercarse sta abri los ojos y sonri. Dak se cubri el rostro con las manos y llor de
alegra.
II
Aquel ao las lluvias fueron intensas y prolongadas. Dos densos nubarrones que
se deslizaban por el firmamento, en lugar de desaparecer al cabo de unas horas,
como era habitual, permanecan anclados sobre el sombro paisaje durante varios
das, derramando una lluvia torrencial. Las gruesas gotas caan sobre el lago y la
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Los crculos de
hierba, empapando la tierra. Desde los peascos, donde se hallaban agazapados Zena
y los dems, descendan unos riachuelos que trazaban amplios surcos en su recorrido
hacia el lago.
Tiritando de fro, Zena estrech al beb entre sus brazos para impedir que se
mojara. Pero era imposible huir de la lluvia. No tenan una cueva donde cobijarse, tan
slo los peascos, y stos no constituan un refugio adecuado contra aquel torrente
de agua.
Al cabo de un rato Zena se levant, nerviosa y hambrienta. Desde que se haba
recuperado del parto estaba siempre famlica, pero entre el fin de la estacin seca y el
comienzo de las lluvias resultaba difcil hallar comida. Las laderas no tardaran
mucho en aparecer cubiertas de todo tipo de plantas, pero hasta que stas dieran
frutos deban contentarse con lo poco que encontraban.
Tipp ech a andar tras su madre. Desde el nacimiento de su hermano no apartaba
la vista de Zena, por miedo a que le ocurriera algo. Zena le agarr la mano y la
condujo hacia el conjunto de rboles que tenan en la ladera. Algunos ofrecan
todava nueces, pero era difcil alcanzar sus ramas.
Zena se refugi de la lluvia debajo de los grandes rboles y alz los ojos. Avist
algunas nueces en unas ramas, pero estaban muy altas y no llegaba a ellas. Al
abandonar la proteccin que ofrecan los rboles, Zena sinti de nuevo el azote de la
lluvia sobre los hombros y la espalda. De pronto tropez con las ramas de un rbol
que haba sido abatido por la tormenta la noche anterior.
Tipp solt la mano de Zena y corri a explorar el rbol cado en el suelo. A poco
rato regres sosteniendo un nido de pjaro al tiempo que profera gritos de jbilo. El
nido contena cuatro pequeos huevos de cscaras partidas, pero cuyo contenido
estaba intacto. Tipp y Zena devoraron dos de los huevos y luego empezaron a
explorar las ramas en busca de nueces. Haba muchas, de modo que Zena llam a los
dems para que participaran del festn.
Los otros miembros del grupo no tardaron en aparecer, eufricos ante la
perspectiva de comer unas nueces. Tras llenar los estmagos, metieron el resto de las
nueces en unas cestas; Zena haba conseguido al fin confeccionar unas parecidas a los
nidos que construan los pjaros tejedores.
Los mellizos, sin embargo, no se molestaron en investigar las ramas del rbol
derribado, sino que treparon por otro que todava se sostena en pie y comenzaron a
agitar sus ramas para provocar la cada de los frutos, pero fue en vano. En vista de
ello, Klep agarr un palo, se encaram al rbol y golpe hasta que se desprendieron
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Los crculos de
un montn de nueces. Dak y los mellizos cogieron tambin unos palos e imitaron a
Klep. Al poco rato, el suelo estaba sembrado de nueces y otros frutos.
Despus de saciar el apetito, Zena y Tipp regresaron al campamento, aunque no
sin antes coger una rama llena de nueces para Rune. La humedad afectaba a la
anciana, quien padeca dolores en las articulaciones, de modo que todos contribuan
a llevarle comida para que no tuviera que desplazarse.
Zena sostuvo la rama llena de hojas sobre su cabeza para protegerse de la lluvia.
Tipp observ el gesto con curiosidad y sali corriendo de nuevo hacia el rbol
derribado; al regresar, sostena con orgullo una gruesa rama sobre su cabeza,
imitando a su madre. Los mellizos, para no ser menos, corrieron tambin en busca de
otras, y va con ellas sobre sus cabezas, echaron a andar hacia el campamento,
arrastrando dos gruesas ramas ms.
Dak tambin quiso participar en el juego, as que se acerc al rbol y regres con
una magnfica gruesa rama rebosante de hojas que introdujo en una hendidura entre
dos peas para cubrir una parte de la zona donde estaban sentados. Lop coloc otras
ramas sobre sta para reforzar el improvisado techado, pero fue Zena quien
comprendi la utilidad de ese sistema. Tras indicar a Dak y a Klep que la ayudaran,
coloc las dos gruesas ramas que arrastraban los mellizos sobre las peas que
rodeaban el rea donde dorman y los otros se apresuraron a cubrirlas con otras
ramas ms pequeas.
Tipp y los mellizos se instalaron bajo el techado, riendo satisfechos, y los otros les
imitaron. Haba espacio suficiente para todos si se apretujaban, lo cual no tuvieron
inconveniente en hacer, pues estaban tiritando de fro. Zena sonri complacida. Al fin
podra conseguir que su beb no se mojara y la anciana Rune dispondra de un techo
bajo el que guarecerse de la lluvia.
Ya instalada cmodamente, Zena se puso a confeccionar otra cesta mientras los
otros se entretenan afilando unas piedras. No haba otra cosa que hacer hasta que
cesara la lluvia. Durante semanas permanecieron bajo el techado, ocupados con sus
labores. Zena empezaba a dudar que alguna vez volvieran a sentir el calor del sol.
Pero al fin una maana sus rayos aparecieron a travs de las nubes y Zena sali de la
cueva y se ech sobre la hierba para dejarse acariciar por el calor. Rune tambin
abandon la cueva, pero en lugar de tumbarse a reposar en el claro, decidi bajar al
lago para contemplar las cigeas, los flamencos y dems animales que se acercaban
a beber en sus aguas.
Zena observ con preocupacin cmo Rune descenda por el embarrado y
resbaladizo sendero acompaada por Tipp.
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Los crculos de
Tipp caminaba con aire serio junto a la anciana, procurando ajustar el paso al de
sta, pero en cuanto llegaron al lago la nia recuper su acostumbrada vitalidad y
alegra y ech a correr en busca de ranas y tortugas. Le encantaba acercarse a ellas
con sigilo para asustarlas y hacer que se precipitaran al agua.
Rune se sent junto al lago, en un lugar donde le resultaba fcil alcanzar los bulbos
y el musgo. Tras observarla durante un rato, Zena cerr los ojos para disfrutar del
agradable sol. No vio las ondas que se formaron en la superficie del agua ni el lomo
de un hipoptamo que apareci de pronto junto a Rune. La anciana tampoco lo vio,
pero alz la vista sobresaltada cuando un segundo hipoptamo, un gigantesco
macho, se asom por entre los juncos para desafiar al otro. Era la poca del
apareamiento, y los animales estaban irritables y agresivos.
Los hipoptamos se miraron de frente al tiempo que abran la boca y mostraban
sus afilados incisivos. Luego se precipitaron uno sobre el otro, creando unas grandes
olas que se deslizaron hasta los pies de Rune. Enzarzados en el combate, los
hipoptamos se fueron acercando a la anciana hasta echarse prcticamente encima de
ella. Rune grit e intent apartarse. Demasiado tarde. Cuando Zena levant la vista,
alarmada por los gritos de Rune, el frgil cuerpo de la anciana haba desaparecido
sepultado bajo los gigantescos animales.
Zena ech a correr hacia el lago llamando desesperadamente a Tipp. Cuando
lleg, los hipoptamos haban retrocedido hacia el agua pero seguan luchando,
propinndose dentelladas y lanzando sonoros gritos. Rune yaca inerte en la orilla
del apacible lago.
Zena y Tipp contemplaron el cuerpo de la vieja hembra. Conmovida, Tipp rompi
a llorar. Zena sinti tambin un nudo en la garganta, pero estaba demasiado aturdida
para echarse a llorar. Rune haba cuidado de ella y la haba protegido, adems de
transmitirle sus conocimientos. Ahora, se haba ido.
Dak se acerc a su madre con el rostro contrado en una mueca de emocin, se
arrodill junto a ella y la estrech entre sus brazos. Al cabo de un rato, se levant y
transport el cuerpo de la anciana hasta un lugar seguro. Con suavidad, deposit el
cadver en la hendidura de unas peas situadas a orillas del lago, al abrigo de los
depredadores. Durante toda la noche permaneci velando el cuerpo de su madre, sin
reparar en la presencia de los otros, que se acercaron para averiguar lo que haba
ocurrido. Imitando la fiereza de los hipoptamos, Zena les explic con tristeza que la
anciana haba muerto vctima de los mismos. Despus de tocar suavemente el
cadver, se alejaron.
La muerte de Rune dej un gran vaco en sus vidas. A pesar de la avanzada edad,
Rune haba sido su lder, y la sabidura y experiencia de la anciana los haba salvado
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Los crculos de
de numerosos desastres. Ella era quien organizaba los desplazamientos del grupo,
quien controlaba su conducta y los ayudaba cuando estaban enfermos o tenan
miedo. Con frecuencia, Dak y los otros se dirigan al lugar donde yaca Rune y
permanecan un rato sentados junto al cadver, en seal de respeto, mientras
recordaban sus enseanzas.
Al cabo de unos das empez de nuevo a llover. El lago se fue haciendo ms ancho
y profundo a medida que caa la lluvia, hasta que sus aguas alcanzaron las peas que
ocultaban el cadver de Rune. Al fin, el lago la sepult y al da siguiente, cuando Dak
se dirigi al lugar donde haba depositado el cadver de su madre, comprob que
ste haba desaparecido.
La desaparicin de Rune afect a todos los miembros del grupo, que pronto
empezaron a pelearse entre s; era como si no supieran comportarse sin sus consejos
y su presencia para imponer disciplina. Un da Klep asest un golpe a uno de los
mellizos por haberle robado una fruta; el otro mellizo acudi en defensa de su
hermano, encarndose con Klep, mientras Dak trataba de poner orden. Turbada ante
aquella inslita y violenta escena, Tipp se ech a llorar. Zena les solt cuatro
gruidos, como hubiera hecho Rune, y al fin logr que se calmaran los nimos. A
partir de aquel da, Zena se convirti en la cabeza del grupo. Era quien ms se
pareca a Rune, y los otros confiaban en su experiencia y sabidura.
Cuando cesaron las lluvias, Zena los condujo en primer lugar a las marismas, igual
que haba hecho Rune. Pero del mismo modo que las lluvias se haban prolongado
ms de los habitual, el calor y la sequa que siguieron a las precipitaciones tambin
fueron ms intensos que en otros aos. Hasta los pantanos haban empezado a
secarse. Resultaba difcil hallar comida, y las charcas que antao eran generosas en
frutos se haban convertido en peligrosos lodazales. Uno de los mellizos se dirigi
hacia un pequeo charco que haba en medio del pantano, pero Zena, recordando lo
que le haba sucedido a su propia madre, lo oblig a retroceder.
Al da siguiente echaron a andar a travs de una vasta llanura que estaba cubierta
de nidos de termitas, algunos tan altos como Klep, stos les procuraron sustento. En
cierta ocasin tuvieron la suerte de encontrar tres huevos de avestruz. Ms difcil era
hallar agua. Haban cogido musgo en el pantano para calmar su sed durante el viaje,
pero el calor no tard en secarlo.
Por la noche se instalaron junto al lecho seco de un ro. Zena escarb en l con una
rama hasta que apareci un pequeo charco. Los otros la imitaron, y todos
consiguieron beber unas gotas de agua para aplacar la sed. Por la maana Dak hall
un lugar donde se haba formado una gran charco; Zena se agach para beber un
largo sorbo antes de reanudar la marcha, e indic a los otros que hicieran lo mismo.
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Los crculos de
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Los crculos de
Zena abraz a su hija con ternura. Dak y Myta se acercaron para consolarla. Como
de costumbre, Lop se mantuvo a cierta distancia mientras observaba cmo los tres
varones se alejaban a travs de la pradera.
Zena tambin los contempl hasta que desaparecieron, con los ojos llenos de
lgrimas pero tratando de contener su emocin. Los otros dependan de ella y deba
mostrarse fuerte. Klep y los mellizos tenan razn; al separarse del grupo no tendran
que compartir la comida con sus compaeros, y los otros tambin dispondran de
ms alimentos. Los mellizos eran casi tan grandes como Klep, y todos ellos
necesitaban mucha comida para alimentarse.
Saba que despus de Klep y los mellizos partira otro miembro del grupo, y luego
otro ms, hasta que todos acabaran separndose. Pero no quedaba otra solucin.
Al volverse, Zena comprob que Dak la estaba observando. Se acerco a l y le
agarr la mano con fuerza. La mera idea de abandonarlo le resultaba insoportable. El
era su compaero, el que siempre la ayudaba y consolaba. Ambos se abrazaron y al
cabo de unos minutos Zena se apart de Dak. El sol luca en lo alto del cielo y tenan
que ir en busca de comida.
Durante los das sucesivos, Zena y los otros procuraron permanecer unidos,
temerosos de que pudiera ocurrirles algo malo. La ausencia de Klep y los mellizos les
haca sentirse extraos, como si los hubieran desprovisto de una parte de s mismos.
Klep, debido a su fuerza y arrojo, les proporcionaba seguridad. Pero adems de
temor, experimentaban una gran tristeza. Tipp no cesaba de llorar y Myta mostraba
una expresin de profundo dolor. Zena observ tambin unas lgrimas en los ojos de
Dak; a fin de cuentas Klep era su hermano, al que siempre haba cuidado y
protegido.
Zena empez a tener pesadillas por las noches, al igual que aos atrs, cuando
perdi a su madre y se sinti sola. Vea al buitre que la haba aterrorizado de nia
precipitarse sobre ella, dispuesto a atacarla con su afilado pico; pero antes de
alcanzarla se transformaba en un gigantesco y feroz tigre. Zena trataba de huir, pero
la fiera echaba a correr tras ella, dispuesta a abalanzarse y despedazarla. Zena grit
de terror.
Al cabo de unos minutos se incorpor sobresaltada cuando oy unos gritos.
Todava recordaba el sueo, pero no saba si los gritos brotaban de su garganta o si
los profera otro ser humano o animal.
Dak alz la cabeza y la mir asustado. Luego cogi una piedra y se levant
apresuradamente. Zena tambin se incorpor. Entonces oy otro grito, largo y
profundo, que reson en la quietud de la noche.
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Los crculos de
Despus oyeron unos sonidos extraos y alarmantes. Zena jams haba odo nada
parecido. Su beb y la hija de Myta se despertaron y empezaron a berrear.
Tipp se acurruc junto a ellos, temblando de miedo. Zena cogi tambin una
piedra y se situ junto a los nios en actitud defensiva. No saba qu clase de animal
era capaz de hacer tanto ruido, pero cada vez sonaba ms cerca.
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Los crculos de
Captulo 8
Los sonidos se perciban ahora con gran claridad. Zena y Dak se miraron
perplejos. Se trataba de unas voces, no de unos gritos de angustia o socorro; unas
voces y unos sonidos que parecan risas. Qu clase de criatura profera aquellas
risotadas?
De pronto Dak salt sobre el muro de ramas que haban construido en torno al
refugio a modo de proteccin y ech a correr hacia el claro. Horrorizada, Zena corri
tras l para detenerlo. Pero Dak no le hizo caso, sino que se puso a gritar como un
demente.
Casa!, gritaba Dak una y otra vez. Del bosque, ms all del claro, brot un grito
de respuesta. Entonces ech a correr hacia el bosque y desapareci entre los rboles.
Zena permaneci inmvil mientras un espasmo de alegra le atenazaba la
garganta. Era imposible...
Tipp sali corriendo del refugio y se agarr al brazo de su madre. Su rostro se
ilumin, pasando de la confusin al asombro y finalmente a la esperanza. Luego
esboz una sonrisa de felicidad como Zena jams haba visto.
Dos!, exclam excitada. sa era la palabra que empleaba siempre Tipp para
referirse a los mellizos. Entre risas y lgrimas, ech a correr en pos de Dak.
De pronto salieron del bosque cuatro siluetas vagas que se confundan con los
rboles, riendo, llorando, saltando y abrazndose entre s.
Al verlas, Zena se ech a llorar. No lo haba hecho cuando Klep y los mellizos
abandonaron el campamento, pues quera mostrarse fuerte ante los dems. Sin
embargo, ahora no intent contener su emocin y dej que las lgrimas rodaran por
sus mejillas. Haban regresado. Klep y los mellizos estaban all, y el grupo volva a
estar unido.
Klep se acerc a Zena y le dio un abrazo carioso. Luego se dirigi hacia Lop, le
agarr el brazo y lo sacudi con vehemencia. Los mellizos comenzaron a brincar en
torno a Tipp, estirndole del pelo de forma afectuosa y manifestndole lo contentos
que estaban de haber vuelto a casa. Al ver a su madre se pusieron serios. Myta los
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Los crculos de
abraz llorando de alegra. Ellos le acariciaron el rostro y las manos hasta que
recobr la compostura, al tiempo que trataban de consolar a su hermanita, que no
dejaba de llorar confundida y asustada.
Klep llam a los mellizos y los tres hombres se dirigieron de nuevo hacia el
bosque. Tipp los observ consternada. Acaso iban a partir de nuevo?
Al cabo de unos momentos aparecieron de nuevo, transportando un objeto
pesado. Zena los mir con asombro mientras los tres varones depositaban el bulto
junto al claro. Se trataba de los restos de un jabal que conservaba todava casi toda la
carne. Los jabales eran unos animales muy peligrosos, que destrozaban todo con sus
colmillos. Jams haban logrado capturar ninguno, al menos no tan grande como
aqul.
Con pocas palabras y numerosos gestos dramticos y elocuentes, Klep y los
mellizos describieron su aventura. Haban descubierto al animal atrapado en un
lodazal, casi muerto, pero no se atrevan a meterse en el lodo y sacarlo por temor a
hundirse ellos mismos. Con ayuda de unas ramas consiguieron acercarlo un poco al
borde del lodazal. Entonces colocaron un montn de ramas sobre el lodo, se subieron
a ellas y acabaron de sacar al jabal. Luego recordaron a sus compaeros y el hambre
que stos deban estar padeciendo. El jabal les procurara alimento durante varios
das, de modo que decidieron regresar a casa con su trofeo. Durante el viaje de
regreso, entre gritos y risas, haban empleado diversas combinaciones de sonidos
para ahuyentar a cualquier animal que pretendiera atacarlos o arrebatarles el botn.
En cuanto amaneci, desmembraron el jabal con unas piedras afiladas y el grupo
se dio un festn con la carne tierna y jugosa del animal. Tena un sabor riqusimo,
pero el olor a sangre era muy fuerte. Al poco rato aparecieron unos buitres, y Zena
oy los aullidos de unas hienas cerca del campamento. De da no se atreveran a
acercarse, pero en cuanto oscureciera trataran de atacarlos, a menos que apareciera
primero un len o un tigre.
Hacia el atardecer cruzaron el firmamento unos relmpagos y cayeron unos rayos.
Se haban empezado a formar de nuevo unas nubes, pero era demasiado pronto para
confiar en que lloviera. A lo lejos vieron unos matorrales que ardan. Zena llam a su
hijo, Hoot, y a la hija de Myta, que nunca se separaba del nio, y los tres se dirigieron
hacia los matorrales. A veces, el fuego obligaba a las aves a abandonar sus nidos. Los
huevos les sentaran bien a los nios. Hoot era tan alto como Screech cuando ste
muri, pero mucho ms delgado, y siempre tena hambre. En sus cinco aos de vida,
slo haba conocido la sequa y la escasez de alimentos.
Zena cogi una rama que yaca junto a los matorrales y atiz con ella unos
arbustos que todava no haban sido alcanzados por el fuego, pero no sali ninguna
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Los crculos de
ave. Quedaban pocas, y an menos nidos. Zena y los nios exploraron toda la zona,
pero no hallaron huevos. Decepcionada, Zena regres al claro.
De repente vio pasar sigilosamente una hiena. Zena llam a los nios y agit la
rama para espantarla, y el animal dio media vuelta y huy. Zena se detuvo,
sorprendida. Era la primera vez que consegua ahuyentar a una hiena con tanta
facilidad.
Entonces se dio cuenta de que el extremo de la rama estaba ardiendo y que su
resplandor era lo que haba atemorizado al animal. Zena fue en busca de Dak y, tras
dejar a los nios con Myta, lo condujo hasta los matorrales que se estaban quemando.
Entonces indic a Dak que la imitara, y ambos cogieron sendas ramas con la punta
encendida y se dirigieron hacia una zona herbosa donde las hienas solan ocultarse.
Al aproximarse agitando las ramas percibieron unos gemidos de temor y unas
pisadas que se alejaban apresuradamente.
Zena y Dak se miraron y, de forma instintiva, comprendieron que haban
descubierto algo muy importante, algo que modificara para siempre sus vidas.
Llamaron a los otros, indicndoles que recogieran tantas ramas ardientes como les
fuera posible. Al anochecer, las colocaron alrededor del jabal y apilaron sobre stas
hierba y hojas secas para conseguir una gran fogata. Luego se ocultaron en su refugio
y aguardaron a ver qu suceda.
El primero en aparecer fue un joven len. El animal se pase por el margen del
claro, mientras observaba el fuego con cautela; en dos ocasiones avanz unos pasos,
como tratando de abalanzarse sobre los restos del jabal, pero al final decidi
retroceder y desapareci. Luego aparecieron las hienas, y se acercaron con gran
sigilosidad al jabal, pero tambin stas huyeron espantadas por el fuego. Tampoco
los buitres osaron acercarse.
Era asombroso el poder disuasorio de las ramas incandescentes. Salieron del
refugio y se acercaron a la fogata. El intenso calor y las chispas que despedan las
llamas los obligaron a retroceder de inmediato. Al cabo de un rato, cuando el fuego
perdi fuerza, se acercaron de nuevo, hipnotizados por la extraa belleza de las
llamas. Durante largo rato, permanecieron sentados ante las llamas escarlatas que
danzaban airosamente, gozando de su calor y admirando su poder.
Poco a poco, el fuego se fue apagando hasta que slo quedaron unas brasas. Zena
y los dems, una vez liberados del poder hipntico de las llamas, se levantaron y
fueron en busca de ms ramas y hierba secas. Haban entendido que stas servan de
alimento al fuego, mantenindolo vivo. Durante la noche se turnaron para alimentar
el fuego e impedir que se apagara. Cuando Zena se despert a la maana siguiente,
not que el aire estaba impregnado de un intenso olor a humo y lanz un suspiro de
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Los crculos de
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Los crculos de
El grupo se puso enseguida manos a la obra. Con ayuda de unas piedras afiladas,
cortaron unos trozos grandes de carne y arrancaron una pata entera del animal.
Luego echaron a correr. Las hienas haban regresado sin apenas hacer ruido y ahora
gruan con renovado valor; tambin los buitres haban aterrizado de nuevo junto a
los restos del antlope, chillando y encarndose con quienes se haban atrevido a
invadir su territorio.
Al da siguiente, y en los sucesivos, Zena y los suyos exploraron la zona en busca
de cadveres frescos de animales. Era una tarea peligrosa, pero no les importaba. Por
primera vez en muchos aos haban conseguido llenar sus barrigas y se sentan
satisfechos. Cada maana devoraban la jugosa carne de una cebra o un antlope, y
por las noches dorman plcidamente, sabiendo que el fuego les protega. Mantena
sus cuerpos calientes e iluminaba las impenetrables sombras. Los leones y las hienas
merodeaban por los alrededores, pero se mantenan alejados.
El atardecer era el momento ms agradable del da; arrojaban ramas y hojas secas
sobre los rescoldos y esperaban a que las llamas brotaran, cautivndolos con su
poder mgico. Era entonces cuando sentan que un ntimo vnculo los ligaba, como si
el fuego fuera un potente lazo de unin. A veces intercambiaban palabras, en un
intento de relatar las aventuras de la jornada: el hallazgo de una nueva fuente de
alimento, o la visin de un inslito animal. Unas veces intentaban describir los
sentimientos que experimentaban; otras, guardaban silencio y se limitaban a
contemplar el fuego, comprendiendo lo que los otros sentan sin necesidad de
palabras. En aquellos momentos Zena saba que deban permanecer juntos y que
sera un error separarse.
Poco a poco, los cadveres de animales quedaron reducidos a unos montones de
huesos, y el hambre amenaz de nuevo. Zena envi a los otros, distribuidos en
grupos de dos o tres, en busca de comida, a fin de cubrir la mxima extensin de
territorio posible. Al final de la jornada, regresaban al claro para compartir con los
dems lo que haban hallado y acostarse junto al fuego. Era peligroso salir en busca
de comida en pequeos grupos, pero era el nico medio de subsistir, a menos que se
separaran y cada uno fuera por su lado. Pero sa era una posibilidad en la que Zena
no quera ni pensar.
Los leones y los tigres se haban convertido en un grave problema. Haban
aumentado en nmero durante los primeros aos de la sequa, cuando abundaban
los animales que haban sucumbido a ella. Ahora, en cambio, la comida empezaba a
escasear y el hambre converta a esas fieras en un gran peligro. Cuando un miembro
del grupo tardaba en regresar al refugio, Zena tema lo peor. Una vez Dak no
apareci hasta el da siguiente, y ella permaneci en vela toda la noche.
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Los crculos de
Pero fue Lop, no Dak, quien cay vctima de los depredadores. Una tarde fue con
Myta en busca de agua. sta dej en el suelo a su hijito recin nacido mientras se
pona a escarbar en la tierra con una rama y no vio al tigre que sala de entre los
arbustos y se deslizaba con gran sigilo hacia el nio, pero Lop s lo vio. Agitando la
rama que sostena y gritando, corri a colocarse junto al beb para protegerlo.
Aunque de carcter retrado, Lop era muy agresivo cuando un animal amenazaba a
alguien del grupo, sobre todo si se trataba de uno de los nios.
El tigre lanz un rugido pero se detuvo. Lop se acerc a l y lo golpe repetidas
veces con la rama. Enfurecido, el animal alz una gigantesca pata y mat a Lop de un
zarpazo en la cabeza. Zena y los otros trataron de socorrerlo, pero era demasiado
tarde. Cuando llegaron junto a Lop, lo nico que se oa eran los lamentos que Myta
profera mientras observaba cmo el tigre agarraba el cadver de Lop con sus fauces
y se lo llevaba a rastras.
La muerte de Lop dej un gran vaco en sus vidas. Pese a su timidez y discrecin,
siempre estaba dispuesto a echar una mano, ir en busca de un nio que se haba
perdido, afilar unas ramas o compartir su comida con los dems. Su trgica
desaparicin les hizo sentirse vulnerables. El tigre los haba atacado pese a que en el
campamento arda un fuego. Aquella noche permanecieron en vela, temerosos de
que apareciera otro tigre.
Zena comprendi que deban partir, alejarse de las praderas donde cazaban los
grandes depredadores antes de que stos mataran a otro miembro del grupo. Pero no
saba adnde dirigirse. Ninguna zona haba escapado al azote de la sequa, y al
menos all les resultaba fcil conseguir agua escarbando en el lecho del ro.
Fue otro peligro lo que acab convencindola de que deban marcharse. Un da se
qued en el claro con su hijita recin nacida, mientras los otros iban en busca de
comida a los prados que rodeaban el campamento. Slo Tipp permaneci a su lado
para hacerle compaa.
De pronto Zena oy el sonido que produjo una rama al partirse y se volvi
alarmada, temiendo que se tratara de un depredador. Pero en lugar de un len o un
tigre apareci un gigantesco macho, un extrao, de entre los arbustos y mir a Zena
con expresin beligerante.
La nia, que dorma en brazos de su madre, se despert y rompi a llorar. El
extrao la mir y, con un rpido movimiento, agarr al beb por una pierna. La nia
solt un grito de dolor. Zena se apart apresuradamente y consigui que el extrao
soltara a la nia. Luego entreg el beb a Tipp y pronunci la palabra correr.
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Los crculos de
Tipp dud unos instantes. No quera dejar a su madre sola con aquel extrao tan
agresivo.
Corre!, grit Zena de nuevo, pero al ver que Tipp no se mova, profiri otro
sonido.
Otros, dijo ahora con vehemencia. Esta vez la nia dio media vuelta y ech a
correr.
Zena se encar con el extrao. Era un individuo muy alto, ms que Klep, pero
estaba esqueltico. Su instinto le hizo desconfiar de l. Los ojos del extrao no
expresaban bondad, sino hambre y desesperacin.
El macho se volvi y ech a correr en pos de Tipp y el nio. Zena lo persigui y
consigui agarrarlo de un brazo, pero era muy fuerte y no logr detenerlo. Sigui
corriendo tras l durante un buen trecho, sin soltarlo, hasta que ambos tropezaron. El
macho cay sobre ella y la mir, sorprendido. Aprovechndose de su confusin y de
la postura, Zena le ofreci sus genitales. Cuando el macho se inclin para olfatearla,
ella cogi una piedra y lo golpe en la espalda con todas sus fuerzas. El macho solt
un grito y se apart. Zena le asest otro golpe en el hombro. El extrao hizo una
mueca de dolor y levant el puo, pero antes de que consiguiera golpearla se oyeron
unos gritos y volvi la cabeza. En aquel momento aparecieron Dak y Klep, seguidos
por los mellizos y por Tipp, corriendo a travs de la reseca hierba y gritando. El
extrao se levant de un salto y desapareci entre los arbustos. Pero al da siguiente
lo vieron merodear por los alrededores del refugio. Apareca todos los das, en el
momento ms imprevisto. Zena comprendi que los estaba vigilando, a la espera de
la ocasin de hacerse con el beb.
A Zena el extrao le infunda ms miedo que los leones y los tigres. Era un
individuo semejante a ellos, pero estaba famlico y se le vea dispuesto a devorar
incluso a una criatura de su especie. Zena procuraba mantenerlos a todos unidos,
preparados para repeler el prximo ataque del extrao.
Un da que el extrao no se dej ver por all, Zena decidi que deban huir antes de
que ste regresara. Tras reunir a los miembros del grupo, les indic que deban partir.
Todos asintieron y la siguieron en silencio a travs del claro. Zena ech a andar hacia
el ro, guiada por la idea de que si excavaban a cierta profundidad hallaran agua.
Tampoco pareca haber un mejor sitio al que dirigirse.
El nmero de depredadores fue disminuyendo a medida que se alejaban de las
praderas, y no volvieron a ver al extrao. Aunque el temor del grupo comenz a
disiparse, el hambre y la sed eran tan acuciantes como cuando abandonaron el
campamento. En una ocasin los mellizos hallaron un nido de termitas que todava
~92~
Los crculos de
contena insectos y Dak encontr unos tubrculos, pero estaban tan secos que apenas
resultaban comestibles. Pasaron tres das sin probar bocado, detenindose de vez en
cuando para beber un sorbo del agua que transportaban en una cscara de huevo de
avestruz. Zena sufra al ver cmo Tipp y los pequeos se frotaban sus abultados
vientres para aliviar las punzadas de hambre que sentan. A fin de consolarlos, les
dio las ltimas gotas de agua que quedaban, sin saber cundo conseguiran hallar
ms.
El reducido grupo sigui avanzando. Los das transcurran con exasperante
lentitud; por las noches, al acostarse, soaban con comida y agua. Tan slo la
perspectiva del ro les permita continuar adelante, convencidos de que, como en
otras ocasiones, ste les ofrecera agua, comida y refugio. Pero cuando alcanzaron su
meta la confianza que los haba animado durante tantos das se esfum. All no haba
comida ni agua. Por ms que excavaran la tierra, no brotaba ni una sola gota de agua.
II
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Los crculos de
hacer. Ahora tambin ella se senta desorientada, pero no iba a permitir que los otros
lo percibieran.
Zena entreg el beb a Tipp y fue a sentarse en un pequeo valle que se abra junto
al claro. Era un lugar muy apacible. Se haba detenido a reposar all con frecuencia en
otros tiempos, gozando de los sonidos y los aromas. Pero ahora los pjaros haban
dejado de cantar y la reseca hierba no exhalaba ningn olor aromtico.
Las dudas la consuman. Deba abandonar el ro, llevndose a los otros consigo,
confiando en hallar un lugar donde hubiera comida y agua? Acaso era mejor
decirles que era preferible separarse? Pero la sola idea la haca estremecerse de
angustia. Zena no se senta capaz de emitir los sonidos y hacer los gestos para indicar
que deban separarse.
Poco a poco recuper la confianza y la determinacin. El grupo deba permanecer
unido, y ella impedira que tuvieran que separarse. Tiempo atrs, su madre la haba
ayudado a sobrevivir a una terrible sequa; ahora era ella quien deba hallar el medio
de ayudar a los otros.
Por su mente desfilaron las imgenes de su madre, de su abuela, a la que apenas
recordaba, y de Rune. Sus rostros aparecieron una y otra vez en su imaginacin como
si quisieran consolarla con su presencia. Curiosamente, no estaban separadas sino
que formaban un solo ser, una Madre grande, sabia y fuerte, una Madre que contena
a todas las hembras que se haban esforzado en ayudar a quienes dependan de ellas,
tal como Zena estaba en esos momentos. Ellas comprendan el dilema en el que se
hallaba y la guiaran y aconsejaran, como haban hecho su madre y Rune.
Zena permaneci inmvil durante largo rato, sintiendo la presencia de esas
madres que formaban una sola. Aunque no se qued dormida, tuvo unos sueos.
Cerr los ojos y vio unas piedras, un crculo de piedras. Arrug el ceo, extraada,
pero dej que el sueo siguiera su curso. Vio cmo coga una piedra y la depositaba
en el suelo; era una piedra redonda, erosionada por las tormentas y el paso de los
aos. Zena coloc otra piedra junto a ella, y luego otra ms, hasta formar un inmenso
crculo en el que caban muchos seres. Despus se vio a s misma dentro del crculo...
El sueo se desvaneci. Zena mir a su alrededor y advirti que junto al bosque
haba unas piedras como las que haba visto en sueos. Eran grandes y redondas,
pero no pesaban mucho. Zena cogi una y la deposit en el suelo, en medio del valle,
oprimindola contra la tierra. Tena un tacto fresco y suave. Luego, tal como haba
hecho en el sueo, cogi otra y luego otra ms, y las dispuso en amplio crculo.
Al cabo de unos momentos apareci Dak, preocupado por la ausencia de Zena, y
contempl con incredulidad la escena que se desarrollaba ante sus ojos. Sin embargo,
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Los crculos de
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Los crculos de
~96~
Los crculos de
al crculo de piedras para pronunciar las palabras mgicas y realizar los gestos que
haba aprendido en el sueo. Jams olvidara esa magia, la magia que le haban
transmitido las madres que confirmaban una sola.
III
Zena mantuvo la promesa que se haba hecho a s misma. Cada vez que regresaba
al ro, lo primero que haca era dirigirse al crculo de piedras para dar las gracias a las
madres que conformaban una sola por haberla ayudado a lo largo del ao. Cuando se
aproximaba la estacin de las lluvias y el cielo empezaba a cubrirse de nubes, reuna
a todos en torno suyo para repetir el ritual que les traa el agua. Cada ao del resto de
su vida las lluvias aparecan con puntualidad. Cada vez que Zena extenda los brazos
al cielo y pronunciaba las palabras sagradas, las nubes se abran y liberaban la
anhelada carga. Ella no saba con certeza si aquel ritual que ejecutaban todos los aos
era lo que provocaba la lluvia, pero por si acaso jams dejaban de practicarlo.
Durante aquellos aos el grupo se ampli. Un da desapareci Klep y todos
temieron que hubiera sufrido un percance, pero no tard en regresar acompaado
por una joven hembra. Poco despus de morir Myta se incorpor al grupo otra joven,
as como otro macho, tan dulce y amable como Lop. En cierta ocasin trat de
atacarlos un macho alto y esqueltico como el extrao que haba aparecido aos atrs
por los alrededores del campamento, pero enseguida se libraron de l. Zena no
permita que semejantes individuos se unieran al grupo. Asimismo, se produjeron
numerosos nacimientos. Tipp copul con los mellizos y tuvo unos varones gemelos, y
poco despus parieron las dos nuevas hembras. La hija de Myta y Hoot, el hijo de
Zena, tambin estaban preparados para copular.
Zena observaba satisfecha cmo se iba ampliando el grupo. Haba olvidado la
soledad de su infancia, pues los suyos le proporcionaban constantes alegras. Siempre
estaba dispuesta a escuchar sus problemas, a resolver sus disputas y ayudarlos a
tomar decisiones.
Los aos transcurrieron con rapidez. Zena se haba convertido en una anciana
achacosa que pasaba buena parte del tiempo sentada en una pea junto al lago, o en
el crculo de piedras, recordando otras pocas. A veces acuda a su mente la imagen
de Screech, observndola sorprendido o con aire divertido mientras jugaban. A
~97~
Los crculos de
menudo pensaba en Dak, el cual haba muerto durante el ltimo viaje hacia el ro.
Zena lo echaba mucho de menos. l haba tenido la virtud de adivinar siempre sus
pensamientos, sus penas y alegras. Tambin se acordaba de Rune, con sus ojos
sabios y penetrantes, su brusco tono de voz y su talante solcito y maternal, as como
de todas las madres que haban acudido a su llamada cuando Zena las necesitaba.
Un da, mientras se hallaba sentada en medio del crculo de piedras, absorta en sus
pensamientos, se desplom en el suelo. Cuando Tipp fue a buscarla al anochecer,
comprob que ya no respiraba. Tipp sonri con ternura, pero no llor. Tena el
corazn rebosante de alegra y no quera llorar. Permaneci sentada junto a su madre
un rato y luego fue en busca de los otros. Hoot fue el primero en llegar, llevando a su
hijo de la mano. Luego apareci la hija menor de Zena con una criatura recin nacida
en sus brazos, seguida de los otros. Todos se acercaron para tocar a Zena y
contemplar su rostro, a fin de conservar la imagen grabada en sus mentes y sus
corazones.
Su muerte les entristeca, pues durante casi veinte aos haba sido una madre para
ellos y le profesaban un gran amor. Pero por otra parte su muerte les alegraba, pues
Zena perteneca a ese lugar tan especial, al crculo de piedras que ella misma haba
creado. A partir de ahora, cada vez que visitaran ese lugar ella estara all
esperndolos, dispuesta a ofrecerles su ayuda y sus consejos. Despus de cubrir su
cuerpo con ramas y hojas regresaron lentamente al refugio. Haban vuelto las lluvias,
y era el momento de partir hacia el lago.
Tipp ocup el lugar que su madre haba dejado vacante. Al igual que Zena, era
valiente, honrada y digna de respeto. Reuni a los otros y los condujo por senderos
trillados desde el ro hasta las marismas, y de all al lago. Cuando lleg de nuevo la
estacin seca, regresaron al ro. Cada vez que volvan all lo primero que hacan era
visitar el crculo de piedras en recuerdo de Zena y ella siempre estaba all. A veces su
voz les llegaba por medio del viento; otras, la oan hablar a travs de las estrellas, la
luna o los animales que habitaban en el bosque.
Al cabo de un tiempo no slo escuchaban a Zena, sino que su voz se convirti en la
voz de las madres que configuraban una sola, y su presencia se uni a la presencia
que sentan cuando llevaban a cabo el ritual de la lluvia y que llamaban Madre. sta
figura representaba el conjunto de todas las madres que haban parido y cuidaban no
slo de sus hijos, sino de quienes las rodeaban; era una fuerza poderosa capaz de
provocar tormentas y lluvia, una fuerza que creaba vida nueva y se llevaba a los
viejos y a los enfermos. La Madre habitaba en la tierra, en el cielo, en los ros y lagos,
en cada animal que caminaba, se arrastraba o volaba. Su morada era el crculo de
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Los crculos de
piedras, donde la compasin de Zena hacia los seres que amaba haba propiciado su
nacimiento.
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Los crculos de
SEGUNDA PARTE
DEL RIFT VALLEY A LAS COSTAS DEL MAR ROJO,
ENTRE QUINIENTOS Y DOSCIENTOS MIL AOS ATRS
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Los crculos de
Captulo 9
Las hierbas haban mitigado los dolores de Mina. Cere observ satisfecha el
cambio que se haba producido en el rostro de su hermana. Durante horas Mina
haba yacido postrada, apretando los msculos de la mandbula para reprimir sus
gritos, tragndose su sufrimiento y sudando de forma copiosa. Cere le haba
enjugado el sudor de la frente con un puado de hojas fragantes. Al fin, Mina haba
dejado de sudar y su mandbula se haba relajado.
Cere mir a su madre. Como de costumbre, Kalar mostraba una expresin serena,
como corresponda a su posicin. Era la mujer sabia de la tribu, la mujer que les
aconsejaba y ayudaba a tomar decisiones importantes. Kalar era quien estaba ms
unida a la gran Madre, y sin sta, la tribu no habra sobrevivido. Todos eran hijos de
la Madre, pues ella era quien creaba la vida, quien haca que los nios se
desarrollaran en los vientres de su madres.
La Madre les hablaba a travs de Kalar, de modo que era Kalar a quien acuda la
tribu en busca de apoyo, pues muchas de las mujeres jvenes moran. Cere evoc la
imagen de las jvenes que haban muerto; entre ellas se le apareci el rostro de Mina.
Cere se estremeci y desech aquellos pensamientos. Era un mal augurio. Resultaba
inconcebible que la Madre quisiera llevarse a Mina tan pronto. Haca tres das, la
misma Cere haba dado a luz sin dificultad. Eso era una buena seal. Su hijito, sin
embargo, haba vivido menos de una hora. Haba nacido prematuramente, sin
fuerzas para respirar, y la Madre se lo haba llevado para mantenerlo junto a ella
hasta que se hiciera ms fuerte. Cere se entristeci al recordar el rostro diminuto y
arrugado, sus esfuerzos por aspirar aire. Ni siquiera haba llegado a mamar. Al
inclinarse sobre Mina, Cere not el peso y la tensin de sus pechos llenos de leche.
Mina se haba quedado dormida. En sus labios se dibujaba una leve sonrisa y las
arrugas de su frente se haban suavizado. Al igual que Kalar, Mina posea una cabeza
de forma alargada. Algunos miembros de la tribu tenan la frente estrecha y
protuberante, pero ella tena la frente alta y la cabeza ms grande que los dems.
Mina abri los ojos de repente. Pareca sorprendida por lo que vea.
~101~
Los crculos de
Cere la observ perpleja. All no haba nada ms que los gigantescos rboles que
rodeaban el pequeo valle al que haban acudido para que Mina diera a luz. Haban
elegido aquel lugar porque contena el crculo de piedras sagrado. Nadie saba cmo
haban llegado hasta all aquellas piedras lisas y redondas, pero saban que eran
sagradas y que era el lugar ms apropiado para dar vida a otro ser. La propia Cere
haba sentido su poder, al igual que Mina. La primera vez que penetraron en el
crculo, de nias, sintieron una extraa sensacin. Al preguntarle a Kalar a qu se
deba, sta haba respondido: Aqu reside el espritu de la gran Madre. A partir de
aquel da las piedras haban inspirado a las nias un gran respeto y veneracin.
Mina cerr de nuevo los ojos mientras Cere murmuraba unas palabras de consuelo
y le acariciaba la mejilla, pero ella no pareca orla.
Cere alz la mirada, deseando que apareciera la luna para baar a Mina con su
suave luz. La noche en que Cere haba parido haba luna llena, pero esta noche la
luna haba permanecido oculta tras unas densas nubes orladas por una franja negra.
La luna llena facilitara el parto, segn deca Kalar, pues posea un gran poder y la
facultad de tirar de la vida que anidaba en el vientre de la parturienta.
Cere observ a su hermana. Mina entreabri los ojos durante unos segundos y un
pequeo suspiro escap de sus labios. Cere vio una pequea mancha de sangre junto
a la boca de Mina, que sta se haba producido al morderse los labios, y se la limpi
suavemente con las fragantes hojas.
Por fortuna, los dolores haban dejado de atormentar a Mina. Pero el parto se
estaba prolongando demasiado. Mina haba llegado al valle poco despus del
amanecer y la noche casi haba tocado a su fin. Al principio se haba colocado en
cuclillas para atenuar la presin, dando un par de pasos de vez en cuando. Pero
luego se haba acostado en el suelo a fin de recuperar las fuerzas para empujar hacia
abajo cuando sintiera las contracciones del parto.
Cere mir a las otras mujeres, tratando de adivinar sus pensamientos. Aquellos
rostros slo mostraban una expresin de resignacin y cansancio. Haban
permanecido toda la noche junto a Mina, alimentando las hogueras que iluminaban
el pequeo valle, yendo a buscar agua y hojas para preparar las compresas y juncos
para suavizar el lecho sobre el que yaca la parturienta, preparndose para el
momento en que naciera la criatura. Pero ese momento no llegaba. Kalar haba
pedido que fueran en busca de unas hierbas especiales para calmar los dolores. Le
oblig a su hija a beberse la pcima mientras le acariciaba la frente.
Cere arrug el ceo, preocupada. Estaba a punto de amanecer y el nio an no
haba nacido. Su parto haba durado slo unas pocas horas, y no haba necesitado
tomar un brebaje de hierbas. Muchos partos se desarrollaban con normalidad. Si el
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Los crculos de
parto era breve, el beb mora, pues era demasiado pequeo para vivir; si se
prolongaba demasiado, era la madre quien mora. La tribu haba acudido a Kalar en
busca de respuestas y ella haba intentado tranquilizarlos, pero no le resultaba fcil
expresar sus pensamientos. Disponan de palabras para describir animales, objetos,
actividades, personas y las relaciones entre stas, e incluso para describir sus
sentimientos. Sin embargo, el conocimiento de otras cosas se produca en imgenes
que vea en su mente, y era muy difcil mostrar esas imgenes a otra persona.
La Madre hace que cambiemos dijo. Luego sentimos dolor. Pero tambin
sentimos alegra. Debemos tener paciencia y esperar.
En aquellos momentos Cere no haba comprendido la respuesta de Kalar, y ahora
no le serva de gran ayuda. Lo nico que deseaba era que Mina se pusiera bien. Mina
era quien la consolaba de nia cuando ella se caa, quien la haba enseado a utilizar
una rama para escarbar en la tierra y cmo machacar nueces y tubrculos. Iban a
todas partes juntas, brincando a travs de los campos como las airosas gacelas o
chapoteando en el lago cuando haca calor. Ambas se entretenan contemplando su
imagen reflejada en el agua, extraadas ante la semejanza que sta guardaba con su
propio rostro y de la distorsin que sufra cuando el agua se mova. Cere deseaba
preguntar a Mina muchas cosas. Estaba segura de que su hermana conocera las
respuestas. Pese a su juventud era muy sabia, al igual que Kalar de joven. Cere lo
haba odo en boca de otras mujeres.
Cere mir a su hermana y sonri, recordando, y le acarici la mejilla para
tranquilizarla, como haba hecho tantas veces esa noche. Pero de improviso retir la
mano al advertir que Mina tena la piel tan fra como las piedras cuando pasan varios
das sin que salga el sol. Cere se estremeci, pero no logr articular palabra. El temor
le atenazaba la garganta y aceleraba los latidos de su corazn. El rostro de Mina
presentaba un color ceniciento, al igual que la criatura que haba parido Cere pocos
das atrs. Acaso significaba eso que tambin Mina iba a morir?
De pronto Cere percibi unos movimientos a su alrededor. Kalar haba llamado a
una de las mujeres y, tras darle unas instrucciones, sta se haba dirigido
apresuradamente hacia el claro. Sus pasos resonaban en el trillado sendero. Cere
haba odo un ruido apagado y luego la voz de Kalar ordenando que le trajeran su
piedra de cortar. Se pregunt para qu la querra.
Kalar se arrodill junto a Mina y frot con suavidad el hinchado abdomen. Tena
los ojos cerrados y una expresin de intensa concentracin, por lo que no vio a Cere
ni contest cuando sta le pregunt asustada qu se propona hacer. Kalar era tan
slo consciente de los mensajes que perciba con las yemas de sus dedos mientras
exploraba la distendida masa debajo de la cual yaca todava el beb.
~103~
Los crculos de
Al poco rato le trajeron su piedra de cortar. Se trataba de una piedra que Lett haba
afilado numerosas veces con el fin de que atravesara los huesos y msculos de los
restos de animales que se encontraban a veces. Kalar, que segua arrodillada junto a
Mina, bes la piedra y la alz como si deseara que un ser invisible la bendijera. Luego
acarici el rostro de Mina y le habl con suavidad y ternura.
El cario que siento por ti es el que gua mis manos, Mina dijo Kalar. Ve a
reunirte con nuestra Madre, la cual est dispuesta a acogerte en su corazn.
Tras depositar la piedra de forma ceremoniosa sobre el pecho de Mina, Kalar se
levant y, extendiendo las manos, habl con voz clara y enrgica.
Gran Madre, creadora de vida, guarda a Mina, mi primera hija pequea, en tu
corazn. Yo, Kalar, conservar junto a m a la pequea, tal como me dijiste. Dame
fuerzas para poder obedecerte.
Durante unos momentos Kalar permaneci inmvil, con el rostro inclinado hacia
el cielo. Poco a poco, el sol, una resplandeciente bola escarlata, fue deslizndose sobre
el horizonte y ti sus prpados de rosa. Era la seal que Kalar aguardaba.
De nuevo se arrodill junto a su hija y coloc la mano sobre el vientre distendido.
Sus largos dedos palparon el abdomen de Mina, tratando de percibir la forma de la
criatura que yaca dentro para ejecutar la tarea que le haba encomendado la Madre.
Kalar mostraba una expresin de profunda concentracin, preocupada ante la grave
responsabilidad que tena ante s, pero sus manos no temblaron. Tras respirar hondo
para sosegarse, cogi la piedra de cortar y, lenta y minuciosamente, practic una
larga incisin en el abdomen de Mina. Una de las mujeres se arrodill junto a la
parturienta y enjug la sangre que manaba de la herida con un puado de hojas.
Kalar practic otra incisin, ms profunda que la anterior, e introdujo las manos
dentro de la herida, explorando, sintiendo, con esperanza.
Cere sinti nuseas, pero trat de dominarse. Deba ser fuerte, por el bien de su
madre y de Mina.
De pronto Kalar retir las manos bruscamente y practic otro corte junto al
primero. Entornando los ojos para ver mejor en la oscuridad, introdujo de nuevo las
manos en el vientre de Mina y empez a tirar. La sangre man a borbotones. Kalar
tena los brazos, los codos, las rodillas y el pecho empapados en la sangre de Mina,
su hija. Sigui tirando cada vez ms fuerte y al cabo de unos instantes apareci la
criatura, y lo hizo de forma tan repentina que Kalar casi cay hacia atrs. El beb,
cubierto de sangre, casi irreconocible, se revolvi en manos de Kalar y emiti un
dbil gemido.
~104~
Los crculos de
Enseguida, Kalar aplic sus labios sobre los del beb y aspir con fuerza. Al ver
que la criatura no emita ningn sonido, la sostuvo boca abajo y le propin unos
suaves azotes en el trasero. Al cabo de unos instantes la criatura solt un berrido,
seguido de otro.
Kalar pidi unas hojas para limpiar a la criatura recin nacida. Su rostro reflejaba
una mezcla de cansancio y alegra. Se haba conducido tal como le haba indicado, a
travs de una representacin en la mente la Madre, la creadora de vida. Era la
primera vez que una criatura era extrada viva del vientre de su madre. Kalar haba
realizado la arriesgada operacin, y era capaz de repetirla en otros casos.
Seguramente no podra salvar a los diminutos bebs que nacan prematuramente,
pero s podra ayudar a aquellos que, debido a su gran tamao, dificultaban el parto.
Aunque la Madre se llevara a las mujeres que trataban de parirlos, ella, Kalar, salvara
al beb que llevaban dentro. Adems, no todas las mujeres que se enfrentaban a un
parto difcil acababan muriendo. Quiz, tal como le haba indicado la visin, sus
sufrimientos tenan un significado y de ellos saldra algo til.
La luz del sol baaba el pequeo valle donde haba parido Mina. Kalar contempl
a la criatura. Era una nia y, al igual que su madre, tena la frente alta y despejada.
Posea una cabeza muy grande, mayor que las de los nios recin nacidos que Kalar
haba visto hasta entonces. Quiz se debiera a que haba permanecido mucho tiempo
en el tero materno. Kalar arrug el ceo, pensativa y se pregunt si este rasgo
tendra algn significado.
Deba preguntrselo a la Madre, acudir a su sabidura. Pero en aquellos momentos
tena que cumplir ciertas funciones prcticas que guardaban relacin con la vida
misma. Kalar hizo una seal a Pote, la mujer de la tribu que ms experiencia tena en
esos trances, y le pidi que la ayudara a cortar el cordn umbilical. La criatura no
rechist mientras ambas mujeres practicaban un nudo sobre su pequeo y
redondeado vientre, pero su silencio no alarm a Kalar. La nia respiraba con
normalidad y su piel presentaba un color rosado y saludable, a diferencia del pobre
varn que haba parido Cere, el cual tena la piel translcida y un cuerpo frgil y
poco desarrollado. Kalar se volvi hacia su otra hija. Las cosas, al final, se haban
resuelto de modo favorable.
Cere sinti que los ojos se le llenaban de lgrimas cuando Kalar deposit la
criatura en sus brazos. Era un honor para ella que su madre le encomendara a esa
nia que haba nacido en unas circunstancias especiales. Cere mir a Kalar con
gratitud, pero estaba demasiado emocionada para expresarlo con palabras. Kalar
inclin la cabeza para indicar a Cere que comprenda sus sentimientos.
~105~
Los crculos de
La nia empez a berrear de nuevo y Cere la estrech entre sus brazos para
tranquilizarla. Su hijito no haba emitido siquiera un dbil gemido, pues no tena
apenas fuerzas para respirar. La hijita de Mina era mucho ms grande y no cesaba de
moverse. Cere le acarici la mejilla con suavidad, asombrada ante la perfeccin de
sus rasgos. La nia volvi la cabeza y oprimi sus diminutos labios. Cere la observ
divertida y le acerc el rostro a su pecho. Entonces la nia empez a succionar con
avidez.
Cere experiment una sensacin placentera mientras la pequea mamaba, a cada
instante con renovada intensidad. Jams haba sentido una sensacin semejante,
aquel suave ardor en el bajo vientre. Cere contempl a la criatura, cautivada por su
diminuto cuerpo y los sentimientos que le inspiraba. Apenas repar en las mujeres
que se haban congregado a su alrededor para examinar a la pequea y tocarla
mientras musitaban unas bendiciones.
Luego, las mujeres se acercaron al cadver de Mina, entonando palabras de afecto,
la besaron en la frente y depositaron unas fragantes hojas sobre su cuerpo para cubrir
la terrible herida. Cere se levant, se dirigi hacia su hermana y sostuvo a la nia
sobre ella, para que su espritu viera que la nia estaba viva.
Mira a tu pequea, Mina. Cere se seal a s misma, a su corazn y luego a la
criatura. Yo la cuidar; me ha conquistado el corazn, la quiero como si fuera mi
propia hija.
Al besar la frente de Mina, Cere se emocion y rompi a llorar. Kalar indic a dos
de las mujeres que se acercaran. stas ayudaron a Cere a levantarse y la condujeron
hacia el refugio que se hallaba en el claro. Una vez all, prepararon un lecho con
juncos y la instalaron en l. Luego le llevaron agua fresca del ro, fruta y nueces. Cere
lo acept con una sonrisa de gratitud. Durante toda la noche no haba bebido ni
probado bocado. Pero a los pocos minutos se qued dormida y no volvi a
despertarse hasta que la nia empez a agitarse en sus brazos.
Cuando se despert, Kalar estaba junto a ella. sta cogi a la nia con manos
expertas y trat de calmarla. Kalar mostraba una expresin serena, como si hubiera
olvidado los acontecimientos de la noche anterior. La nia volvi la cabeza hacia su
pecho y emiti un sonido para indicar que deseaba mamar. Al comprobar que no le
daban de comer, hizo un mohn con sus rosados labios y grit en seal de protesta.
Durante unos momentos, Kalar observ el congestionado rostro de la criatura y luego
se la entreg de nuevo a Cere, quien la acerc a su pecho para que mamara. En
cuanto la nia toc el pezn empapado en leche, dej de chillar. Cere y Kalar se
echaron a rer ante el repentino silencio del beb.
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Los crculos de
Kalar se volvi, preocupada por los interrogantes que haban surgido en su mente
mientras contemplaba a la nia. Haba presenciado muchos partos, pero todava
ignoraba ciertas respuestas. La nia estaba perfectamente desarrollada y mamaba con
avidez aunque haca pocas horas que haba nacido. Era demasiado grande para nacer
de forma natural, pero haba sobrevivido. Despus de permanecer tanto tiempo en el
tero materno, su cabeza haba crecido tanto que le impeda pasar por el estrecho
pasaje que tena su madre entre las piernas. En cambio el hijo de Cere, as como
muchos otros que haban nacido dentro de un plazo normal, no era lo bastante
grande para vivir. Cmo poder entender este fenmeno? Kalar frunci el ceo.
Luego recobr su habitual serenidad. Cuando llegara el momento propicio, la Madre
le dara la respuesta.
II
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Los crculos de
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Los crculos de
arroj al suelo, enojado. Pero no estaba dispuesto a rendirse. De todos los miembros
del grupo, l era quien manejaba con ms pericia las piedras de cortar y no quera
fracasar ante sus compaeros. As pues, fue en busca de otro trozo de madera, ste
ms fuerte y resistente, y se puso de nuevo a trabajar.
Dos das ms tarde, Lett entreg a Kalar su obra. Kalar se mostr muy complacida
con el resultado. La figura estaba toscamente tallada, pero se pareca a la visin que
haba tenido: caderas muy anchas, abdomen abultado y pechos grandes y cados.
Kalar sonri a Lett en seal de gratitud y fue a mostrar la figura a los otros miembros
de la tribu. Algunos, al verla, se sobresaltaron. Para tranquilizarlos, Kalar pronunci
la palabra Madre. Aunque se negaron a tocarla, todos la observaron con
curiosidad. Kalar instal la figura en el lugar donde solan parir las mujeres de la
tribu, convencida de que sta las ayudara.
No se equivocaba. A partir de entonces comenzaron a disminuir los problemas de
las mujeres a la hora de parir. La primera seal se produjo una maana, cuando Nyta
dio a luz una nia en el momento previsto, tras cumplirse diez ciclos lunares. Nyta
haba tenido otros dos hijos, que haban muerto al poco de nacer. Al igual que el hijo
de Cere, eran muy pequeos y no podan respirar. Pero esta vez, a pesar de su
aparente fragilidad, el beb sobrevivi. Era mucho ms pequeo que Zena, pues sta
haba nacido al cabo de trece lunas, y tampoco poda sostenerse derecho como ella,
pero pareca sano y lanzaba unos sonoros berridos.
Al explorar el crneo del nio con los dedos, Kalar descubri una zona blanda
junto a la coronilla. Entonces mir al beb consternada. Jams haba visto ningn
nio con el crneo blando. Cmo iba a sobrevivir un nio con un agujero en la
cabeza?
Entristecida, devolvi el nio a la madre indicndole el lugar blando que tena en
la cabeza, para que procurara que no se le cayera al suelo. Pero sera intil: aunque el
beb se convirtiera en un chico fuerte y sano, nunca podra jugar como los otros
nios, pues el menor golpe que recibiera en la cabeza lo matara.
Durante los aos siguientes nacieron otros tres bebs parecidos al hijo de Nyta:
nacan tras cumplirse diez u once ciclos lunares y presentaban una zona blanda en el
crneo. Dos de ellos consiguieron sobrevivir, pero Kalar tema que no alcanzaran la
madurez. No obstante, los nios crecieron sin problemas.
Lo ms sorprendente era que los agujeros que tenan en la cabeza acabaron por
cerrarse. Los tres nios se desarrollaron con ms lentitud que los otros; al ao de
nacer, an les costaba andar, mientras que Zena haba aprendido a caminar al cabo
de siete lunas. Pero, a pesar de su torpeza, los nios mostraban algunas de las
aptitudes que posea sta; aprendieron a hablar muy jvenes y observaban todo
~109~
Los crculos de
cuanto les rodeaba con gran curiosidad. Adems, tambin tenan una cabeza
desproporcionada en relacin con el cuerpo.
Kalar pens que de haber permanecido ms tiempo en el tero materno jams
habran logrado nacer. Quizs sta era la solucin que les ofreca la Madre; hacer que
los bebs nacieran en cuanto fueran lo bastante fuertes para sobrevivir pero antes de
que desarrollaran una cabeza tan enorme que, aunque presagiaba una extraordinaria
inteligencia, impidiera un parto normal. Tal como la Madre haba prometido, los
sufrimientos de las mujeres no seran en vano.
Kalar estaba satisfecha de ver que, a medida que transcurra el tiempo, muchas
mujeres desarrollaban un cuerpo semejante a la figura que haba tallado Lett. La
seal que haba enviado la Madre, y que al principio Kalar no comprendi, haba
sido un buen augurio. Casi todas las mujeres que sobrevivan al parto eran anchas de
caderas y sus hijas, al desarrollarse, presentaban unas caderas an ms anchas. Kalar
haba vivido a travs de casi tres generaciones y saba establecer la diferencia entre
ellas. Aunque no poda tener la certeza de que la visin que haba tenido junto a la
figura de Lett, hubiera contribuido a aquel cambio tan espectacular, orden a ste que
confeccionara numerosas figuritas semejantes a la primera; as, cada vez que
empezaba a formarse una criatura en el vientre de una mujer, Kalar le entregaba una
para que la colocara en el lugar donde iba a parir.
Las mujeres de la tribu no tardaron en acostumbrarse a las figuritas: stas las
tranquilizaban y lograban que se sintieran ms compenetradas con la Madre.
Durante los aos en que muchas mujeres haban muerto durante el parto, todos los
miembros de la tribu se haban acercado a la Madre en busca de consuelo. Solan
visitar el crculo de piedras sagrado para rogar a la Madre que permitiera que las
mujeres que paran all sobrevivieran. Mientras se dirigan a la Madre, permanecan
de pie ante la primera figura que haba realizado Lett, la cual segua instalada dentro
del crculo, o bien la cogan en sus manos. A medida que pasaban los aos, la Madre
continu atendiendo sus ruegos.
Tambin se produjeron otros cambios importantes. Kalar repar en algunos de
ellos, pero otros eran invisibles y formaban parte de un proceso que se prolongara
incluso despus de que ella hubiera regresado junto a la Madre. Kalar no vio que los
huesos de las caderas de las mujeres se haban ensanchado, aunque lo sospechaba.
Tampoco vio que debajo de los grandes crneos de los nuevos miembros de la tribu el
tejido cerebral se haca cada vez ms complejo, evolucionando pero sin ocupar mayor
espacio. Sin embargo, Kalar observ que los crneos se tornaban ms estrechos y
menos rgidos. Al nacer Zena presentaba un crneo enorme y duro como una piedra;
en cambio, ahora casi todos los bebs que sobrevivan tenan el crneo ms estilizado,
~110~
Los crculos de
dotado de ese agujero que tanto preocupaba a Kalar y que al cabo de un tiempo se
cerraba. Finalmente, tras asistir a multitud de partos, Kalar comprendi que esa
abertura permita que el crneo del nio se comprimiera en el momento de nacer.
Sin duda, pens Kalar, la Madre ofreca unas soluciones maravillosas y ella se lo
agradeca. Pero, al mismo tiempo, Kalar era consciente de que aquellos cambios, pese
a las ventajas que suponan, presentaban serios inconvenientes. Antao, los bebs
eran capaces de asirse a sus madres, pero ahora ni siquiera eran capaces de
sostenerse derechos. Sus madres tenan que utilizar ambos brazos para evitar que
cayeran, lo cual supona un obstculo a la hora de ir en busca de comida. Si una
mujer quera coger plantas o frutas, tena que dejar al nio en el suelo, pero si ste se
pona a berrear su madre deba cogerlo nuevamente en brazos para evitar que sus
gritos atrajeran a un depredador.
Las complicaciones no desaparecieron a medida que los nios crecan. stos se
hacan ms fuertes, pero tambin ms pesados, y, adems, ahora las madres deban
transportarlos durante casi dos aos. Nyta y mujeres que tenan nios de corta edad
regresaban por las noches al refugio agotadas, sin comida para la tribu, pues al tener
que transportar a sus hijos en brazos apenas reunan fuerzas suficientes para cargar
con frutas y tubrculos.
La vida se haba vuelto ms dura para las mujeres, pens Kalar. Pero enseguida se
arrepinti de haber tenido ese pensamiento. En realidad, el problema no era tan
grave. Las mujeres ya no moran de parto, y eso era lo ms importante. La Madre les
enviara una solucin para el nuevo problema, al igual que haba resuelto todos los
dems. Hasta entonces, deban tener paciencia. Los que no tenan unos hijos que
atender los hombres y los hijos mayores se encargaran de buscar comida para la
tribu. Los hombres haban empezado a ayudar a las mujeres en algunas tareas, lo
cual tambin era una buena seal.
Cada maana al despertarse, y cada noche antes de conciliar el sueo, Kalar
permaneca acostada en el refugio, sosteniendo en actitud de concentracin una de
las figuritas talladas por Lett. Eran unos momentos muy importantes para ella, tanto
si reciba un mensaje como si no. Le encantaba escuchar la respiracin acompasada
de sus compaeros mientras stos dorman y contemplar la luna o los primeros rayos
del sol a travs de las ramas, mientras las imgenes que le enviaba la Madre se
filtraban en su mente.
Esa noche Kalar no tuvo ninguna visin, pero estaba satisfecha; todo iba bien en la
tribu. Cere yaca a su lado, con un brazo apoyado sobre Zena. Kalar se senta feliz por
el espritu de Mina y por Cere, que amaba a Zena como si fuera su propia hija.
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Los crculos de
El nombre de Zena se ajustaba perfectamente a la nia, pens Kalar, que era quien
lo haba elegido. Significaba mujer extraordinaria, una mujer nacida para convertirse
en la jefa de la tribu. Era una palabra antigua, cuyos orgenes nadie recordaba. Se la
haba enseado su abuela, y Kalar dedujo que provena de un viejo antepasado que
haba servido a la Madre.
Uno de los bebs rompi a llorar. Su madre lo estrech contra su pecho y el nio se
tranquiliz. A continuacin, como obedeciendo una seal acordada, las cigarras y las
ranas iniciaron su serenata nocturna. Kalar se adormeca escuchando aquellos
sonidos que aumentaban y disminuan rtmicamente de volumen. Al cabo de unos
instantes se oy el rugido de un len, y unas hienas comenzaron a aullar. Los us que
habitaban al otro lado del ro comenzaron a agitarse, nerviosos.
Kalar bostez. Sus compaeros y ella estaban a salvo en aquel refugio construido
con ramas de unos arbustos espinosos, que hacan prcticamente impenetrable su
acceso. Los muros les llegaban a la altura de los hombros, y la entrada estaba
custodiada por una hoguera. Ningn animal intentara entrar en l, pues las espinas
eran afiladas y el olor de los miembros de la tribu muy intenso.
Era un excelente refugio. Kalar no deseaba abandonarlo, pero pareca haber
llegado el momento de hacerlo. Como de costumbre, antes de las lluvias Kalar
conducira a su tribu hacia el sur. Los frutos de los rboles que crecan all ya haban
madurado, los peces y las ranas abundaran en el agua y las aves depositaran sus
huevos entre los juncos. Cuando llegara de nuevo la estacin seca, regresaran al ro,
a su refugio y al crculo de piedras que tanto amaba Kalar.
Entonces cerr los ojos y de pronto se le apareci una imagen. Vio un animal,
pequeo y semejante a una rata pero tena una bolsa en el vientre que protega a sus
cras. Por qu le haba enviado la Madre la visin de ese animal, que Kalar slo
haba contemplado en una ocasin?
Sacudi la cabeza, incapaz de imaginar el significado de aquella imagen. Al da
siguiente describira a Zena el animal que haba visto. La nia era mucho ms
inteligente que el resto de la tribu y quiz tuviera una respuesta para aquel enigma.
~112~
Los crculos de
Captulo 10
Al notar el penetrante olor del humo, Zena se incorpor de golpe. Los otros
seguan durmiendo. A la dbil luz del amanecer, sus siluetas, postradas sobre el
suelo de tierra del refugio, resultaban irreconocibles.
Zena contempl la colina donde haba cado un rayo la noche anterior. En esta
poca del ao solan producirse numerosos incendios. A medida que se aproximaba
la estacin de las lluvias, unas espesas nubes cubran el cielo de las tardes. Pero la
lluvia an tardara unas semanas en llegar; ahora slo los truenos y rayos caan sobre
la tierra seca y la hierba marchita. Los incendios que provocaban los rayos solan
apagarse durante la noche, cuando el viento amainaba, pero esta vez el fuego que se
haba declarado en la colina arda con furia.
Zena sacudi a Cere para despertarla, y sta se incorpor en el acto. Mir a Zena y
se volvi para contemplar al resto del grupo. El sol acababa de despuntar en el
horizonte. Cere se dio cuenta de algo que Zena no haba advertido: Kalar y Lett
haban desaparecido.
En aquel momento se oyeron unos gritos que rompieron la quietud del amanecer.
Zena se levant de un salto y corri hacia la entrada del refugio, seguida por Bran, el
hijo de Kalar, y Agar, otro macho adulto.
Juntos observaron cmo Lett y Kalar descendan por una colina que se hallaba al
norte del claro. Sus siluetas se recortaban sobre el resplandor escarlata del fuego.
Entre ambos arrastraban un animal que pareca muy pesado. Zena sali a su
encuentro y al acercarse comprob que se trataba de un antlope. Cmo haban
conseguido capturar tal pieza? La tribu no sola hallar ms que huesos o los restos de
animales que abandonaban los depredadores. Zena agarr una pata del animal y
ayud a sus compaeros a transportar el animal hasta el refugio, temerosa de que
apareciera un len o un tigre reclamando su presa.
De pronto se vieron envueltos en una densa nube de humo y holln. Kalar se
volvi para contemplar el incendio. Zena la observ preocupada. Pese a contar slo
ocho aos, era lo suficientemente perspicaz para comprender el dilema de la anciana.
~113~
Los crculos de
En breve, Kalar conducira a la tribu hasta el lago que se hallaba al sur, pero si el
viento cambiaba o el fuego segua propagndose no conseguiran alcanzar su meta.
Cun extrao era el fuego, pens Zena. Tan apreciado y temido a la vez. Las ramas
que hallaban con un extremo an ardiendo, fruto de la cada de un rayo en el bosque,
servan para encender las hogueras que les proporcionaban calor y ahuyentaban a los
depredadores por las noches; cuando la hoguera se apagaba confiaban en que cayera
de nuevo un rayo para encontrar otra rama encendida.
Adems, el fuego generaba abundancia: las plantas brotaban de la tierra
revitalizada tras haberse abrasado y en los arbustos proliferaban los frutos de la
prxima temporada. Pero cuando arda de forma incontrolada, el fuego era muy
peligroso. Zena haba visto huir despavoridos a los animales, y un miembro de la
tribu haba perecido vctima del fuego; no haba muerto abrasado, sino que el fuego
haba rodeado las rocas donde se ocultaba. Quizs eso era lo que tambin le haba
ocurrido al antlope.
Zena se estremeci. Y si el fuego llegaba hasta all y los atrapaba a todos? En esa
poca del ao los vientos resultaban imprevisibles. Era preferible partir cuanto antes
hacia el lago.
Las palabras de Kalar confirmaron sus pensamientos.
Debemos disponernos a partir inform Kalar al resto del grupo. Esta noche
lo celebraremos y daremos las gracias a la Madre. Maana, al amanecer, nos
pondremos en camino.
No era necesario aadir ms. Todos los miembros de la tribu saban lo que deban
hacer y se pusieron manos a la obra sin dilacin. Entre otras tareas, tenan que meter
en las cestas que haban confeccionado con juncos y enredaderas, los tubrculos,
nueces, melones y dems frutas, y deban llenar las cscaras de huevos de avestruz
con agua. Luego descuartizaran el antlope para llevarse la carne que no
consumieran aquella noche.
Zena se alegraba de no tener que partir hasta el amanecer, pues le encantaba
sentarse en torno a la hoguera con sus compaeros y darse un festn de antlope u
otro manjar parecido. En primer lugar, daban las gracias a la Madre por el regalo que
les haba hecho. Luego relataban la historia de la captura del animal mientras
saboreaban su suculenta carne. Por lo general era Zena quien narraba la historia, ya
que tena ms habilidad para expresarse verbalmente que los otros; una vez que los
cazadores le haban explicado su hazaa por medio de gestos y unas pocas palabras,
Zena transmita la historia al resto de compaeros con todos los pormenores,
aprovechando la ocasin para ensearles algunas palabras nuevas. Kalar y los ms
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Los crculos de
jvenes las captaban de inmediato, mientras que los otros tardaban algo ms en
comprenderlas.
Lett comenz a afilar unas piedras para descuartizar el animal; se sirvi de una
piedra para pacientemente afilar la otra. Las chispas y los fragmentos saltaban por
doquier. Sima, la hija de cuatro aos de Nyta, cogi una lasca y se cort. Sus gritos
atrajeron a Nyta, que acudi corriendo. Pero Lett prosigui su tarea tranquilamente.
Cuando hubo afilado tres piedras, entreg una a Cere y otra a Bran para que le
ayudaran a descuartizar el antlope. Tras practicar un corte en el abdomen del animal
desde la cola hasta la base del cuello, le arranc la piel y la dej a un lado para lavarla
ms tarde en el ro.
Los nios se agolparon alrededor de Lett, riendo y parloteando sin cesar. En
cuanto Cere y Bran comenzaron a cortar la carne, los nios extendieron las manos
para hacerse con algn pedazo. Tras devorar unos trozos de carne, Zena cogi la piel
del animal y ayud a Lett a lavarla en el ro. Durante unos momentos la sostuvo
contra su mejilla, sintiendo su suavidad, aunque apestaba a humo.
De pronto record la imagen que Kalar le haba descrito unos das atrs. Vio con
toda claridad a un animal pequeo, cubierto con un suave pelaje castao, y a su cra,
que asomaba la cabeza desde la bolsa que su madre tena en el vientre.
Al cabo de unos minutos apareci Nyta; haba ido al ro para lavar unos trozos de
carne de antlope que haban cado sobre las cenizas. Deposit junto a ella al beb
que haba parido haca poco y el nio, bruscamente privado del calor del cuerpo de
su madre, empez a llorar. Nyta lo cogi en brazos y le dio de mamar para
tranquilizarlo. Pero en cuanto volvi a depositarlo en el suelo, el nio berre de
nuevo.
Zena mir a Nyta, al beb y luego la piel del antlope con expresin pensativa.
Record el pequeo animal que le haba descrito Kalar. De pronto, extendi la piel
sobre el suelo y corri a pedir a Lett que le diera una piedra para rascarla.
Lett seal el lugar que l ocupaba en el refugio; all conservaba numerosas
piedras. Zena cogi una y se puso manos a la obra. Sima se acerc para ayudarla.
Zena movi sus delgados brazos con asombrosa fuerza hasta conseguir eliminar todo
resto de carne de la piel del animal. Luego sumergi la piel en el ro, la restreg
contra la arena y por ltimo la extendi en el suelo para que se secara al sol.
La piel se sec con rapidez. Sima observ con curiosidad cmo Zena cortaba una
larga tira, algo ms ancha en el centro, de uno de los extremos de la piel y, despus
de atar los extremos con un nudo, se colocaba la bolsa que haba confeccionado sobre
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Los crculos de
el hombro y alrededor del pecho. Al comprobar que la bolsa le alcanzaba las rodillas,
Zena deshizo con paciencia el nudo y la acort. Luego la colg del cuerpo de Nyta.
Nyta la mir perpleja, pero acept de buen grado. Cuando Zena cogi al nio de
sus brazos para instalarlo en la bolsa de piel, Nyta protest pero enseguida
comprendi la funcin de la misma. El nio yaca cmodamente sobre su pecho y
tena al alcance el pezn, por si deseaba mamar, dejando a Nyta las dos manos libres.
Ella poda coger frutos de los rboles, arrancar tubrculos y lavar la comida en el ro
sin tener que depositar al nio en el suelo. Asombrada ante el ingenioso invento de
Zena, Nyta se puso a saltar y rer de alegra.
Sus risas atrajeron a los otros, que se agolparon en torno a Nyta para admirar el
invento. La bolsa no era segura, pues haba cortado precipitadamente la tira de piel
con prisas y el nudo no estaba bien hecho. La siguiente tira que cort era an ms
ancha en el centro y tena los extremos ms delgados, de forma que resultaba ms
fcil anudarlos. Cere y Tempa, una joven hembra que se haba unido a la tribu haca
pocos aos, pidieron a Zena una bolsa igual.
Slo quedaba un pequeo trozo de piel utilizable. Zena cort con cuidado una tira
como las otras, aunque ms pequea, y la at alrededor del hombro de Sima. La nia
corri a mostrarle a Kalar su nueva bolsa. Kalar mir a Zena y sta sonri divertida.
De modo que eso era lo que la Madre haba intentado decirle! Sin embargo, slo
gracias a la perspicacia de Zena el mensaje haba sido puesto en prctica. Los
acertados consejos de la Madre y la inteligencia de Zena formaban una maravillosa
combinacin, pens Kalar.
Kalar no tard en comprender la importancia del invento de Zena; sin duda
cambiara sus vidas.
Kalar sonri. Zena haba descubierto el medio de transportar a los bebs; quiz
tambin fuera capaz de hallar la forma de llevar la carne. Aquella noche consumiran
una parte del antlope, pero todava quedara una buena cantidad. No era aconsejable
demorar la partida, pues el fuego podra atraparlos. Sin embargo, Kalar no quera
desperdiciar el regalo que les haba hecho la Madre.
Transportar el antlope? pregunt Kalar, incrdula sealando los restos del
animal y la bolsa que Zena haba confeccionado. La carne se pudrira con rapidez y
su olor atraera a los depredadores.
Zena se tom la pregunta muy en serio y se puso a reflexionar ladeando la cabeza
y apretando los labios en un gesto de concentracin. Bran y Agar rieron ante aquella
expresin solemne y pensativa, y ella les dirigi una mirada de reproche.
Cere se acerc a Bran y Agar y les orden con brusquedad:
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Los crculos de
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Los crculos de
colgndole entre los dientes. Dorn, el hijo de Tempa, que haba nacido el mismo ao
que Lupe, lo imit. Incluso Zena ri la ocurrencia de los nios.
De repente las risas cesaron. Kalar ech a andar por el camino habitual, seguida de
los otros. Al cabo de unos momentos se detuvo y alz la mano. El fuego haba
remitido durante la noche, pero no se haba apagado por completo. Kalar tema que
se propagara a travs de la estepa que deban atravesar para alcanzar el pantano,
donde encontraran agua para refrescarse despus del largo y caluroso trayecto.
Quiz consiguieran atravesar la estepa antes de que el fuego los alcanzara, pero si
arreciaba el viento se veran obligados a detenerse.
Kalar comprendi que deba tomar una decisin. No podan arriesgarse a cruzar la
estepa, sino que deban tomar el camino del ro. Kalar conoca bien la primera parte
del trayecto, pues tena tratos con una tribu que habitaba cerca de all. Los miembros
de ambas tribus se reunan con frecuencia para copular entre s, o bien cuando Kalar
acuda para asistir a una parturienta. Ms all, el camino era muy peligroso. Los
depredadores habitaban entre los matorrales, y los elefantes y rinocerontes se sentan
atrados por los arbustos espinosos y los altos rboles que crecan junto al ro. Los
elefantes, al ser unos animales tan ruidosos, eran fciles de sortear, pero los
rinocerontes se ocultaban detrs de los arbustos y atacaban a cualquier animal o ser
humano que pasara junto a ellos.
Sin embargo, haba otro problema que preocupaba a Kalar an ms que los
agresivos rinocerontes. A lo largo del ro vivan unos grupos de seres de cabeza
extraordinariamente grande, a los que llamaban los gigantes. La abuela de Kalar le
haba contado que se parecan a los seres de antes, pero que no haban evolucionado
como los otros grupos. Si bien los gigantes caminaban en posicin erecta, en otros
aspectos eran muy distintos. No saban hablar, slo gruir; las hembras no eran ms
altas que las de la tribu de Kalar, pero los machos eran gigantescos, posean unos
cuerpos fuertes y robustos y unas mandbulas enormes. Kalar siempre procuraba
evitarlos, pues no deseaba provocarlos invadiendo su territorio. No le constaba que
los gigantes hubieran lastimado nunca a nadie, pero hasta ahora no se haba visto
obligada a atravesar la zona donde habitaban. No tena eleccin.
II
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Los crculos de
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Los crculos de
Fjate en su forma dijo Kalar, detenindose para mostrar a Zena una rama
cubierta de hojas que haba arrancado de un arbusto. Posee muchas ramificaciones,
como los dedos de la mano. Con ella puedes preparar un brebaje que cura numerosas
dolencias.
Zena asinti. En cierta ocasin haba visto a unos babuinos devorar esa planta,
como si supieran que sus aromticas hojas posean poderes curativos.
sta es muy suave continu Kalar, al tiempo que se agachaba para arrancar
una planta suculenta. Si te la colocas sobre la piel, el dolor desaparece aadi
mientras estrujaba la planta y la aplicaba sobre unos araazos que se haba hecho la
nia en el brazo. Al cabo de unos minutos los araazos dejaron de escocerle.
A continuacin Kalar cogi otra planta y la mostr a todos los nios de la tribu.
Esta planta es mortal dijo. No debis comerla.
Kalar lo saba porque se lo haba dicho su madre, cuyo hijo menor haba muerto
tras ingerir una de esas plantas.
Los nios la observaron asustados. Zena examin con atencin la flor morada y las
hojas estrechas de la planta, para retener su imagen en la mente.
De pronto oyeron un ruido parecido al sonido de una trompeta, que los sobresalt.
Kalar se apresur a conducirlos por otro camino. Se haban metido en una senda de
elefantes. A medida que avanzaban, los elefantes derribaban rboles y arrancaban
arbustos con sus poderosas trompas, desbrozando el camino. Aqullas eran unas
sendas cmodas de recorrer, pero cuando las utilizaban los elefantes era mejor
omitirlas. stos no solan atacar a menos que se sintieran amenazados, pero a veces
los machos se volvan agresivos, sobre todo durante la poca del apareamiento.
Kalar y su tribu prosiguieron la marcha a travs de unos matorrales, mirando con
cuidado a su alrededor. Pero no volvieron a or los estruendosos gritos de los
elefantes, tan slo el gemido de una hembra que se hallaba en medio del camino
junto a su cra, la cual estaba postrada en el suelo. Zena observ a la elefanta empujar
suavemente con su trompa a su hijito, pero ste no se movi. Entonces mir a Kalar
con expresin interrogante.
El pequeo ha muerto dijo Kalar con tristeza. Su madre le llora, como
nosotros lloramos a nuestros hijos cuando mueren.
Zena se volvi para contemplar por ltima vez a la elefanta y a su cra mientras
Kalar la instaba a seguir avanzando. La elefanta alz la cabeza y mir a Zena. Sus
ojos reflejaban un profundo dolor. La nia not que los ojos se le empaaban de
lgrimas y sigui caminando en silencio.
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Los crculos de
~121~
Los crculos de
Kalar se alegr de verla. Era la mujer sabia de su tribu y le haba enseado mucho
sobre plantas. Las conoca todas, especialmente las que servan para limpiar heridas
y calmar el dolor.
Tras la anciana aparecieron tres miembros ms de su tribu, quienes sostenan unos
pescados de gran tamao. Una parte del ro que discurra por aquella zona se haba
secado, dejando numerosos peces varados en la orilla que resultaban muy fciles de
capturar.
Come dijo uno de los hombres a Kalar, entregndole un pescado. Tenemos
muchos.
Kalar inclin la cabeza en seal de agradecimiento.
Bran cogi unas ramas y ensart los pescados en ellas para asarlos sobre el fuego.
Al cabo de un momento, el suculento aroma invadi el aire. Entonces Bran pidi a
Zena que fuera en busca de unas hojas grandes para poner el pescado. Kalar fue la
primera que lo prob, pues saba que el obsequio se deba a la ayuda que ella haba
prestado a las parturientas de la otra tribu. Luego lo pas a la mujer sabia.
Come t tambin le dijo Kalar, pues la carne del pescado estaba muy tierna y
saba que a la anciana no le costara masticarla.
Todos participaron del festn. Cuando slo quedaron las espinas se sentaron
alrededor del fuego y charlaron tranquilamente. Al cabo de un rato se levant Nyta y
llam a uno de los hombres jvenes de la tribu amiga; Tempa llam al otro, y los
cuatro se ocultaron tras unos arbustos para copular. La joven que acompaaba a los
miembros de la tribu vecina se llev a Bran; Agar les sigui, esperando su turno para
copular con la joven. Despus de descansar, las parejas cambiaron de compaero, de
forma que cada varn copulara con cada hembra.
Kalar sonri satisfecha. Se alegraba de que su gente tuviera oportunidad de
copular con miembros de otra tribu. El acto de copular era un don que les haba
otorgado la Madre, y Kalar deseaba que hicieran uso de l con frecuencia. Adems,
les procuraba un gran placer, especialmente a las mujeres; las intensas sensaciones
que les produca unirse con un macho solan prolongarse despus un buen rato. Los
hombres se cansaban con ms rapidez, y Kalar supona que experimentaban un
placer menos intenso que las mujeres. Pero el copular los calmaba, y eso era
importante. Era el medio que haba ideado la Madre para reducir las peleas que a
veces estallaban entre los machos, incluso entre jvenes pacficos como Bran. Aquel
acto los liberaba de un fluido que los volva agresivos si permaneca demasiado
tiempo dentro de ellos.
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Los crculos de
Aos atrs ella tambin haba buscado a machos de otras tribus para copular con
ellos, pero ahora slo le atraa Lett. Kalar sinti una punzada de deseo mientras
frotaba la pierna de Lett y lo besaba en los labios, pensando en si deban abandonar
el calor del fuego para ocultarse tras los arbustos. Lett la mir a los ojos y
comprendi al instante lo que ella senta. Sin embargo, ambos decidieron que les
daba demasiada pereza moverse. As pues, permanecieron apoyados en una clida
roca y se contentaron con acariciarse y frotarse los rostros con gestos suaves y
rtmicos. Ya tendran otras oportunidades de estar juntos.
Los nios siguieron a las jvenes parejas, tratando de ver lo que hacan tras los
arbustos. Sima y los dos nios observaban la escena con gran inters, pero Zena
haba contemplado muchas veces a una pareja copulando y no le llamaba la atencin.
Aquello le pareca una actividad absurda, y no comprenda por qu los adultos le
dedicaban tanto tiempo. Hasta Kalar lo haca. Zena los haba visto juntos en
numerosas ocasiones. La nia haba preguntado a Kalar y a Cere qu significaba
aquel acto, pero ninguna le haba dado una explicacin satisfactoria.
Nos proporciona un gran placer, haban contestado, pero Zena no las crea. Los
gemidos que emitan y las muecas que esbozaban indicaban que deba de ser un
asunto muy incmodo y desagradable. En cualquier caso, Zena no tena ningn
deseo de hacerlo.
La nia decidi ir a dar un paseo. No tardara en anochecer y quera explorar la
zona antes de que oscureciera. Cere entreg su hijito a Kalar y ech a andar tras la
nia. Zena era muy independiente y lo suficientemente responsable para no cometer
imprudencias, pero a Cere no le gustaba que se alejara sola del campamento y la
sigui a una distancia prudente.
El sol se estaba poniendo y Zena se detuvo para admirar los colores, cuya belleza
nunca dejaba de asombrarla. Haba preguntado a Kalar de dnde procedan aquellos
colores, pero la respuesta de la anciana tampoco la haba satisfecho.
Los crea la Madre, haba contestado Kalar. Pero Zena pensaba que su autor era
el propio sol cuando se comprima para ocultarse detrs de la tierra, al igual que las
bayas sueltan un jugo cuando uno las estruja. Pero no estaba segura: el sol volva a
aparecer cada maana, redondo e intacto, mientras que las bayas, una vez estrujadas,
no recuperaban su forma primitiva.
A lo lejos divis un gran nmero de antlopes. Algunos eran muy altos, ms que la
cebra que pastaba entre ellos; otros eran ms pequeos y airosos, y exhiban una
decorativa cornamenta. De pronto todos empezaron a dar brincos, como si trataran
de ver alguna cosa entre la elevada hierba, y desaparecieron. Zena supuso que los
estaba persiguiendo un len.
~123~
Los crculos de
De repente percibi un ruido junto a ella que hizo que se le helara la sangre.
Al ver que no apareca ningn depredador, se tranquiliz. Pero al poco rato volvi
a or el sospechoso murmullo, tan dbil que apenas resultaba audible. Zena alz la
mano en la que sostena la piedra que llevaba siempre consigo para defenderse y se
agach para mirar entre la hierba.
Al principio no vio nada, pero instantes despus reprimi una exclamacin de
asombro al descubrir una pequea gacela agazapada entre la hierba. Estaba tan bien
camuflada, que podra haberla pisado.
Le extra que el animal no huyese. Dnde estaba su madre? Aunque las gacelas
no teman a los animales pacficos, solan huir ante cualquiera que se aproximara
demasiado. Zena se arrodill junto al animal para comprobar si estaba herido. No
estaba muerto, pues an respiraba.
La pequea gacela tena los ojos cerrados y el morro apoyado sobre sus patas
delanteras. Cuando se agach para examinarla, abri lentamente los ojos orlados de
largas pestaas y la mir. Zena contempl embelesada al animalito. Sus lmpidos ojos
castaos contenan todo cuanto Zena haba visto en la sabana: la belleza y el temor, la
inmensidad del cielo y las praderas, la increble complejidad de las criaturas que
habitaban en ella. No hallaba palabras para describir sus pensamientos, pero lo vio
todo reflejado en los ojos de la joven gacela.
Deposit la piedra con suavidad en el suelo. Luego, con infinita cautela, extendi
la mano para acariciar al animal. La gacela se movi ligeramente, pero no intent
levantarse. Cuando Zena apoy la mano en el lomo de la gacela, sta se estremeci,
pero permaneci inmvil. Zena le frot el lomo primero suavemente y luego con ms
vigor, como una madre que estuviera lamiendo a su cra. Una y otra vez acarici la
delicada piel leonada, desde el cuello hasta los cuartos traseros, con gestos cariosos
pero firmes.
De pronto Zena oy un ruido que le hizo alzar la cabeza, alarmada. Se trataba de
Cere; se haba acercado para ver qu haba hallado la nia. La gacela observ a Cere
con temor y trat de incorporarse. Pero sus patas no la sostenan y cay de nuevo al
suelo, gimiendo de forma lastimera.
Silencio murmur Zena. Creo que est herida. Despacio, casi de modo
imperceptible, Zena pas la mano por el lomo del animal hasta llegar a la pata. La
gacela se estremeci de nuevo, pero no se movi. Zenale propin unas suaves
palmaditas en el lomo y la gacela se tranquiliz. La nia le acarici de nuevo una
pata y luego otra, y el animal permaneci inmvil; pero cuando le toc la tercera
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Los crculos de
pata, la gacela le golpe los dedos con la cabeza. Se detuvo y volvi a acariciarle el
lomo.
Cere observ la escena sin moverse. Haba notado que los animales no teman a
Zena; no echaban a correr cuando se aproximaba a ellos y algunos, como esa gacela,
incluso dejaban que los tocara. Suspir, compadecindose del animalito; antes de que
amaneciera habra muerto vctima de un len o una hiena.
Se levant, dispuesta a marcharse, pero Zena la detuvo con gesto imperativo.
Debemos curar su herida dijo.
Cere la mir perpleja. Cmo iban a curarle la pata si la tena rota? Era imposible.
Pero Zena insisti. Estaba convencida de poder curar a la gacela con ayuda de Kalar.
Seguramente existan unas hierbas para aquella lesin.
Zena cogi al animalito en brazos y emiti unos suaves balidos para apaciguarlo.
Al principio la gacela trat de escapar, pero Zena frot suavemente la cara contra su
lomo y el animal se tranquiliz.
Al llegar al campamento comprobaron que los otros ya dorman. Los visitantes se
haban quedado a pasar la noche para no tener que regresar en la oscuridad. Zena se
alegraba de que estuvieran dormidos. Las llamas y el olor de los cuerpos pusieron
nerviosa a la gacela, pero al menos no la asustaran con sus voces.
Zena se tumb junto al animal, lejos de sus compaeros. Mientras senta las manos
de la nia sobre el lomo permaneca quieta y con los ojos cerrados, pero en cuanto
Zena dejaba de acariciarla los abra de nuevo y trataba de incorporarse.
Zena no quera dormirse, pero el calor del fuego y el estmago lleno conspiraron
contra ella y al fin cerr los ojos. Se despert dos veces durante la noche, al notar que
la gacela se mova inquieta, y la acarici hasta volver a caer dormida. Pero al
despertarse a la maana siguiente, cuando la luz del amanecer empezaba a filtrarse
por los rboles, comprob que el animalito haba desaparecido.
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Los crculos de
Captulo 11
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Los crculos de
El ruido despert a los otros. Cere les explic que Zena haba ido en busca de la
gacela al lugar donde la haba hallado. Bran y Agar sonrieron ante la nueva
ocurrencia de Zena. Pero cuando sta regres al campamento con expresin
apesadumbrada, los dos nios se compadecieron de ella.
Yo te ayudar dijo Agar.
Zena sonri. Agar era un experto en animales. Bran era un grandulln de
temperamento sosegado, mientras que Agar era bajito y agresivo y con frecuencia
suscitaba las iras de Kalar, pues siempre andaba de pelea con los dems. Cuando la
sabia anciana se enfadaba con l, Agar se dedicaba a observar a los animales. Saba
todo lo referente a ellos; qu coman, dnde se ocultaban...
Agar pidi a Zena que describiera la gacela y le dijera dnde la haba hallado. A
continuacin, se dirigi a una pequea zona cubierta de hierba pardusca.
Quiz se oculte aqu indic Agar, pues la hierba de este color ayuda a los
animales a pasar inadvertidos.
Estaba en lo cierto. La gacela yaca donde Zena la haba encontrado, con el morro
apoyado sobre las patas, y resultaba prcticamente invisible entre las hierbas altas y
parduscas. Zena mir a Agar con profunda gratitud. Jams volvera a meterse con l,
como solan hacer ella y los otros nios, para provocar su enfado.
La gacela abri los ojos cuando Zena se inclin sobre ella, pero no opuso
resistencia cuando la nia la cogi en brazos.
Necesita comer dijo Agar. Est muy dbil.
Qu comen las gacelas? pregunt Zena.
Haba observado con frecuencia a las gacelas cuando stas pastaban, pero no
estaba segura de qu tipo de plantas preferan esos animales.
Se alimenta de la leche de su madre contest Agar. Al ver la expresin de
desconcierto que mostraba el rostro de su amiga, se apresur a aadir: Pero ya es lo
suficientemente mayor para comer hierba y hojas.
Agar se dirigi entonces hacia el lugar donde Zena haba hallado la gacela y
empez a arrancar las briznas ms pequeas y tiernas que encontr. No haba
muchas, pues al trmino de la estacin seca la hierba era alta y spera. Sosteniendo
un manojo en la palma de su mano, Agar la acerc al morro del animal.
La gacela comi un poco. Agar entreg el resto a Zena y se dirigi a un rbol
cercano. Curiosamente, incluso antes de que llegaran las lluvias ese rbol siempre
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Los crculos de
estaba cubierto de pequeas hojas de un color verde plido. Cuando el animal oli
las tiernas hojas, alz la cabeza y empez a devorarlas con avidez.
Si se alimenta, quiz consiga salvarse dijo Agar.
Zena contempl atnita a la gacela mientras sta engulla las hojas e iba
recuperando las fuerzas. Entonces llam a Sima y a los dos nios, que observaban la
escena desde cierta distancia porque Cere les haba advertido que no se acercaran
para no atemorizar al animal.
Id en busca de ms hierba y hojas les orden Zena.
Deseosos de colaborar, los nios obedecieron de inmediato y al poco rato
regresaron con un montn de hierba y hojas. Zena permiti que dieran de comer a la
gacela, la cual les hizo cosquillas en la mano con la lengua hacindoles rer.
Le damos agua? pregunt Zena a Agar.
Apenas la necesita contest Agar.
Zena ofreci agua al animalito y ste bebi un poco.
Cuando la gacela termin de comer, Zena la deposit con cuidado en el suelo y le
examin la pata. El animal volvi la cabeza hacia ella, profiriendo unos lastimosos
balidos, y trat de refugiarse en sus brazos, donde se senta segura.
Kalar se acerc para averiguar lo que estaban haciendo los nios.
Tenemos que aplicarle unas hierbas para curar su herida dijo Zena.
La patita del animal, poco ms gruesa que un dedo, estaba hinchada y presentaba
un profundo corte. Kalar asinti y fue en busca de unas hojas que haba mostrado a
Zena el da anterior. Entre las dos prepararon un emplasto. Luego empezaron a
envolver la pierna con las hojas trituradas, pero la mujer sabia de la otra tribu las
detuvo.
Esperad dijo y desapareci durante unos instantes para regresar con dos
ramas delgadas y unas enredaderas.
Tiene la pata rota dijo la anciana. Esto la sostendr recta e inmvil. He
practicado esa cura en otra ocasin, a un nio.
Con suavidad, la anciana enderez la pata del animal y se la sujet con las ramas y
enredaderas. La gacela se resisti un poco pero la mujer sabia murmur unas
palabras tranquilizadoras y la acarici, como haba hecho Zena. El animal dej que la
anciana la curara, como si presintiera que tena una larga experiencia en estos
menesteres y no la lastimara.
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Los crculos de
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Los crculos de
y el suelo tena un tacto clido y esponjoso. Haca mucho calor y el aire estaba
saturado de humedad.
Zena se estremeci. Se senta incmoda en ese lugar. Todo apareca envuelto en
sombras. En las copas de los rboles sonaban los cantos de los pjaros y otros ruidos,
pero Zena no distingua ningn animal entre el oscuro amasijo de hojas. La nia
cogi la mano de Cere para tranquilizarse, pero el follaje era tan denso que tenan
que desfilar de uno en uno y se vio obligada a soltarle la mano.
Al fin llegaron a un pequeo claro, en el que se detuvieron para descansar. Los
nios corrieron hacia una charca de agua turbia y se inclinaron para beber.
No! grit Lett.
Haba estado en otros lugares parecidos a se y saba que las charcas eran
peligrosas. Contenan algo que provocaba dolor de barriga y los que beban su agua
caan enfermos, vctimas de la fiebre y la deshidratacin.
Los nios retrocedieron de un salto. Lupe haba tragado un poco de agua pero
escupi el resto que le quedaba en la boca. Los otros bebieron un sorbo del agua que
llevaban en los cascarones sin dejar de mirar a su alrededor. Teman que en esa
extraa y hmeda selva existieran otras cosas que pudieran hacerles dao. Slo Lett
conoca el lugar. Kalar estaba muy inquieta, como si unos ojos hostiles la observaran.
Escrut el impenetrable follaje que la rodeaba, pero no vio nada sospechoso.
Zena sac a la gacela de la cesta para que estirara las patas y fue en busca de unas
hojas a fin de colocrselas sobre los hombros y evitar as el roce de la tira de la cesta.
El animalito la sigui brincando sobre tres patas.
Ya est! exclam Zena de pronto. La llamar Tres Patas.
Luego cogi una hoja ancha y gruesa y la examin con curiosidad. Era ms grande
que las hojas que haba visto hasta entonces y tena el dorso cubierto de unos pelos
blancos muy finos. Quiz sirviera para curar las lesiones de la piel, pens Zena,
puesto que la piel tena tambin pelos. Cuando extendi la mano para coger otra y
mostrrsela a Kalar, se llev un susto tremendo. Detrs de la hoja apareci el rostro
de un gigante. ste la mir unos instantes y luego observ a Tres Patas. Zena solt un
grito.
Kalar acudi corriendo para ver qu haba sucedido. El gigante sali de detrs del
arbusto, seguido por otros de su especie. Las hembras no eran ms altas que Kalar y
sus compaeras, pero los hombres eran gigantescos. Tenan la mayor parte del cuerpo
cubierto de vello negro y exhiban una poderosa mandbula, aunque la cabeza era
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Los crculos de
Los nios rompieron a rer, descargando as su tensin. Los adultos los imitaron, y
al poco rato todos rean a mandbula batiente, reprimiendo as el posible ataque de
histeria tras una experiencia tan inquietante.
Pero sus risas se desvanecieron cuando una enorme sombra se proyect sobre el
claro, oscurecindolo todava ms.
Han aparecido las nubes dijo Kalar. Debemos partir.
La anciana se volvi hacia Lett en busca de consejo. ste posea un extraordinario
sentido de la orientacin, ms fino an que el de Kalar, y sta confiaba en su criterio
cuando dudaba hacia dnde dirigirse.
Regresemos a la pradera dijo Kalar. Debemos abandonar este lugar antes de
que anochezca.
Lett asinti y seal hacia el oeste.
Nos dirigiremos hacia all dijo. No s a qu distancia se halla la pradera.
Kalar y su tribu se abrieron camino entre el denso follaje. Zena corri tras ellos,
impaciente por alejarse de los altos rboles, las tupidas enredaderas, el aire sofocante
y la penumbra. En poco rato anochecera y los gigantes podan regresar.
Temblando de miedo, Zena estrech a Tres Patas contra su pecho. Tema que, si
aparecan de nuevo los de la otra tribu, no podra salvar a la pequea gacela de sus
garras, pues ya no quedaban ms pedazos de carne. De modo que aceler el paso, sin
saber que unos ojos la observaban tras los arbustos. Kalar intuy que los gigantes los
estaban siguiendo.
II
Durante horas avanzaron con gran dificultad a travs de la frondosa selva, sin
hallar un claro donde reposar. Como haban regalado la cesta a los gigantes, se
turnaban para llevar a Tres Patas en brazos. De vez en cuando Bran y Agar miraban a
Zena con desdn por haber sido tan tonta de regalar la cesta a los intrusos, pero, al
igual que los otros, se haban encariado con la pequea gacela y la transportaban
con cuidado para no lastimarla.
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Los crculos de
El hecho de transportar a Tres Patas en brazos les impeda ahuyentar a los insectos
que los atormentaban y apartar las enredaderas que entorpecan su marcha. Estaban
agotados y de malhumor, pues tenan todo el cuerpo cubierto de picaduras y
araazos.
Bran entreg la gacela a Agar, harto de sostenerla, y se volvi para comprobar si
los otros los seguan. En aquellos momentos era Tempa quien llevaba la bolsa colgada
de los hombros, y Cere avanzaba torpemente tratando de apartar las enredaderas
mientras sostena a su hijito en brazos. Consciente de la dificultad de transportar
durante horas a una criatura, Bran extendi los brazos para coger al nio. Pero Cere
sacudi la cabeza, jadeando, y seal a Lupe. El nio apenas poda caminar debido a
los retortijones que le haba provocado el agua de la charca. Dorn, preocupado,
intentaba ayudarlo y lo observaba. Bran cogi a Lupe y lo instal sobre su hombro. Al
menos el nio era lo suficientemente mayor para agarrarse a l, de forma que Bran
tena las manos libres para abrirse paso por la selva y ahuyentar a los insectos.
Por fin alcanzaron un sendero que pareca conducir afuera de la selva, pues el
camino empez a despejarse mientras el sol se ocultaba tras el horizonte. Kalar y su
tribu avanzaron por l, demasiado cansados para advertir que la vegetacin era
menos densa y que las enredaderas ya no obstaculizaban su camino. Al llegar a una
explanada cubierta de hierba se desplomaron en el suelo.
Zena alz la cabeza y contempl el firmamento como si lo viera por primera vez.
La gigantesca cpula se extenda hasta el infinito, y hacia poniente el horizonte
apareca teido de naranja y rosa. Pronto not que le pesaban los prpados y se
acurruc junto a la gacela, demasiado cansada siquiera para comer algo. Los otros
nios se acostaron junto a ella; extenuados tras la larga marcha a travs de la selva,
cayeron dormidos al instante.
Kalar los observ con inquietud. Lo ms sensato era seguir avanzando, pero no
estaba segura de lograr que los nios despertaran. Al fin decidi dejarlos dormir,
pero ella se mantuvo alerta. Kalar y Lett permanecieron despiertos hasta bien
avanzada la noche. Luego, los otros se turnaron para hacer guardia. Durante toda la
noche Kalar tuvo la impresin de que los gigantes los observaban desde los
matorrales, aunque ningn sonido ni movimiento delatara su presencia.
Tan pronto como amaneci, despert a los nios y todos se dirigieron hacia unos
peascos que la anciana haba divisado a lo lejos. Si conseguan alcanzarlos, estaran
a salvo; tena la certeza de que los gigantes no se aventuraran mucho ms all de su
tenebroso refugio en la selva. A medida que dejaban atrs la espesura, Kalar empez
a tranquilizarse.
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Los crculos de
El pequeo animal se detuvo de repente, como si buscara algo. Zena vio a escasos
metros de distancia un pajarito que echaba a volar y se posaba en la rama de un rbol
cercano; cuando lo descubri el animal, se traslad a otra rama. Intrigada, Zena los
sigui. De pronto el pjaro dej de volar de un lado a otro y se detuvo sobre otra
rama, mirando hacia abajo. El animal se par entonces ante l y empez a excavar de
forma enrgica hasta dar con la colmena. Zena se mantuvo a cierta distancia. El
animal, ignorando las furiosas abejas que revoloteaban a su alrededor, sigui
escarbando y devorando la miel. Lo engull todo menos la capa cerosa que recubra
la colmena, la cual cedi al pjaro que lo haba guiado hasta all. El pjaro, satisfecho
por la recompensa, se afan en picotear los restos.
Zena record de pronto la misin que le haba encomendado Kalar y empez a
explorar la ladera en busca de las hierbas que sta le haba pedido. Cuando reuni
una buena cantidad, se apresur a regresar junto a los otros, impaciente por contarles
el episodio del pjaro y el animalito aficionado a la miel. Agar y Cere la acompaaron
hasta el lugar donde el animal haba descubierto la colmena, confiando en hallar
todava un poco de miel, pero aqul se la haba comido toda. Decepcionados, dieron
media vuelta para regresar al campamento. Durante el camino Agar vio un hoyo
lleno de hormigas que elaboran miel. El voraz animal lo haba excavado tambin y las
hormigas se esforzaban en reparar los daos; adheridos a sus vientres llevaban unos
glbulos de miel cuyo volumen era dos veces superior al suyo.
Al ver la miel, a Zena se le hizo la boca agua. Cogiendo a las hormigas con
cuidado para que no la picaran, fue devorando los trocitos de miel que stas llevaban
adheridos al vientre hasta que saci su apetito. Luego, los tres metieron un puado
de insectos en la cesta y regresaron rpidamente al campamento. Al ver el manjar que
traan, los acogieron con grandes muestras de entusiasmo. La miel era un alimento
muy apreciado, especialmente por los nios. Hasta Lupe comi un poco para
eliminar el amargo sabor del brebaje que Kalar la haba obligado a beber. Los nios
fueron a por ms miel y pronto se convirtieron en unos expertos en el arte de atrapar
hormigas y extraerles la deliciosa miel sin que stas les picaran. El dulce manjar les
restituy las fuerzas y al cabo de un rato comenzaron a saltar y a jugar con su
acostumbrada energa.
Tras permanecer un da ms en aquel lugar, emprendieron de nuevo su camino.
Lupe haba empezado a recuperarse y Kalar deseaba llegar al lago antes de que se
iniciara el perodo de las lluvias. Una vez all, podan construir un refugio slido y
seguro que los protegiera o bien reparar el antiguo, suponiendo que ste siguiera en
pie. Pero cuando llegaron al lago, dos das ms tarde, comprobaron que su viejo
refugio ya estaba ocupado. Bran y Agar, enojados al ver a unos extraos en el lugar
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capaz de tejerlas con tal precisin. Cuando alguien necesitaba una cesta grande,
peda a Cere que la hiciera a cambio de comida o de realizar alguna tarea que a ella le
resultara pesada o aburrida. A Cere le gustaba mucho tejer cestas y siempre aceptaba
los encargos.
Las hembras que ocupaban el antiguo refugio de la tribu de Kalar se sentan
fascinadas por aquellos artilugios. Tras observar cmo la anciana y los dems
construan el nuevo refugio, haban tratado de imitar sus tcnicas; as, tambin ellas
utilizaron ramas y hierba para tapar las goteras del tejado. Sin embargo, lo que ms
envidiaban eran las cestas. Cada da se aproximaban un poco ms al lugar donde
trabajaba Cere, sosteniendo a sus hijitos contra el pecho mientras la observaban.
Los nios de ambos grupos no mostraban tantos prejuicios. Despus de dedicar
unos minutos a escrutarse mutuamente, se pusieron a jugar juntos, correteando
alrededor de la charca y escondindose detrs de las peas y los arbustos. La nica
que no comparta sus juegos era Zena. Se haba convertido en una jovencita y en vez
de jugar con los nios prefera observar las aves y los animales, ayudar a los adultos o
trabajar en alguna de las ideas que se le ocurran.
La espontaneidad de los nios acab por contagiarse a las mujeres. La jefa de stas
se acerc un da a Zena y, sealando la bolsa, le pidi que le permitiera probarla.
Zena se quit la bolsa y la coloc alrededor de los hombros de la mujer, quien sonri
y se apresur a mostrarla a las otras. Sus compaeras empezaron a gesticular,
indicando que queran ms bolsas como aqulla.
Cere y Zena se miraron desconcertadas. Haba muchas mujeres, demasiadas para
complacerlas a todas. Zena levant la mano para imponer silencio e indic a las
mujeres que la siguieran. Entonces las condujo al lugar donde crecan las enredaderas
que utilizaban para confeccionar las cestas y orden a cada una de ellas que cogiera
un puado de plantas. Luego hizo que se sentaran junto a Cere y la observaran
mientras sta trabajaba. Cere mova las manos lentamente, para que pudieran copiar
sus gestos. Arrugando el entrecejo en seal de concentracin, las mujeres empezaron
a imitarla. Al principio sus movimientos fueron torpes, pero al poco rato
consiguieron aprender a tejer las enredaderas con agilidad y atarlas con nudos
precisos y seguros.
Despus de ayudarlas durante un buen rato, Zena fue a sentarse en el peasco que
se hallaba sobre el refugio, junto a Tres Patas, pues tema que los hombres de la otra
tribu lastimaran a su mascota. A las hembras y a los nios les caa simptica la
pequea gacela; rean sus travesuras y la acariciaban con suavidad. Pero los hombres
eran distintos, eran ms propensos a matar a un animal para devorar su carne o por
mera diversin; incluso algunos jvenes machos mostraban tales inclinaciones. El da
~139~
Los crculos de
anterior Kalar se haba enojado mucho con Lupe y con Dorn, pues los dos chicos
haban matado a todos los pajaritos que se encontraban en un nido aun sin tener
necesidad de comida.
Esas criaturas son hijos de la Madre los amonest Kalar, sin alzar la voz pero
con tono severo. No debis matar ms animales de los que necesitis para comer,
pues de otro modo las especies se extinguiran. Debis dar las gracias a la Madre por
la abundancia de animales con que nos obsequia y jams utilizarlos como mera
diversin.
Entonces les arrebat las piedras y los mir con rabia y desespero, como si sintiera
en su propia carne el dolor que los nios haban infligido a los pjaros.
Luego les haba gritado, asustndolos hasta el punto de que los chicos no
volvieron a despegar los labios durante el resto del da.
Marchaos y no os presentis ante m hasta que hayis pedido perdn a la Madre
por vuestro acto.
Los dos chicos se alejaron con expresin contrita.
Lett los sigui para asegurarse de que cumplan la orden de Kalar.
Zena contempl el paisaje mientras pensaba en esas cosas. Jams haba sentido el
deseo de matar a un animal, salvo cuando tena hambre, y siempre bendeca la
comida, tal como le haban enseado Cere y Kalar. Todos los animales haban sido
creados por la Madre, y si stos sacrificaban sus vidas para que Zena y los otros se
alimentaran, justo era agradecrselo y bendecirlos para que la Madre los acogiera en
su seno.
El acto de matar animales de forma gratuita le disgustaba tanto como a Kalar. No
comprenda qu satisfaccin obtenan los hombres con ello. Kalar le haba explicado
que los machos posean una fuerza que era preciso controlar para que no hirieran a
las criaturas creadas por la Madre. Los hombres, segn dijo Kalar, necesitaban los
consejos y la orientacin de una mujer sabia que los ayudara a controlar esa fuerza.
Esos pensamientos confundan a Zena. Los hombres que conoca eran muy
amables: Agar le haba ayudado a transportar a Tres Patas y Bran siempre se portaba
muy bien con ella, aunque de vez en cuando le tomara el pelo. Le extraaba que la
Madre hubiera creado a los hombres de ese modo. La prxima vez que hablara con
Kalar le preguntara la razn de ello.
Permaneci un buen rato sentada en el peasco, consciente de que su tristeza tena
una causa ms profunda que la curiosa conducta de los machos. Provena de algo
que llevaba oculto en su interior, de unos interrogantes que no cesaba de plantearse,
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Los crculos de
de unas preguntas sin respuestas acerca de los hombres, del acto de copular, sobre
por qu algunos seres saban expresarse por medio de palabras y otros no, de por
qu la Madre slo daba hijitos a las hembras y por qu los animales se comportaban
como lo hacan. Sobre todo, Zena deseaba saber el motivo de que la Madre permitiera
ciertas cosas, como matar pajaritos u otros animales simplemente por diversin. Eso a
Zena le pareca injusto en extremo y deseaba resolverlo, al igual que deseaba reparar
muchas otras injusticias.
A los dems no parecan preocuparles esas cuestiones, exceptuando a Kalar. Pero
cuando la anciana tena dudas sobre algn asunto, la Madre le proporcionaba la
respuesta por medio de imgenes. Zena no comprenda por qu la Madre no
responda a sus preguntas cuando deseaba averiguar algo. Kalar le haba dicho que
deba ser paciente y aguardar muchas horas, muchos das e incluso muchas lunas
hasta recibir mensajes de la Madre. Pero Zena no quera esperar tanto tiempo;
deseaba conocer las respuestas de inmediato.
Record cierta ocasin en que se hallaba de pie sobre el mismo peasco donde
ahora estaba, antes de que construyeran el refugio, y casi haba visualizado una
imagen, pero sta se haba desvanecido cuando Tres Patas se encaram sobre la roca
y empez a lamerle la mano. Ahora Zena decidi intentar recuperarla.
Se puso de pie, con los brazos extendidos, y cerr los ojos. La gacela empez a
empujarla con el hocico de modo juguetn. Zena la mir con expresin severa y
apoy la mano sobre su lomo para tranquilizarla. Luego cerr los ojos de nuevo y
trat de concentrarse.
Poco a poco empez a formarse en su mente una imagen, aunque era distinta de la
que haba visualizado con anterioridad. La escena que vea en esos momentos no se
desarrollaba junto al lago; ahora, Zena apareca en un claro junto al ro, cerca del
refugio que haban construido. El aire ola a humo y se oa un ruido tan aterrador que
ella se tapaba los odos con las manos. Era un sonido confuso, como si proviniera de
los animales.
Al cabo de unos instantes Zena vio la figura de Kalar de pie junto al ro. El rostro
de la sabia anciana estaba contrado en una mueca de pavor. Kalar abra la boca para
gritar un mensaje. Zena oa su voz, pero no lograba entender las palabras, pues el
estruendo era atronador.
De repente Kalar echaba a correr despavorida.
Zena grit. No le gustaba esa imagen, no quera verla. Sollozando, la apart de su
mente. Cuando Cere acudi para comprobar qu pasaba, Zena no supo explicarle lo
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Los crculos de
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Los crculos de
Captulo 12
Zena y los nios de ambas tribus se hallaban sentados a la sombra de unos rboles
que los protegan del ardiente sol.
Vamos a jugar a las palabras y a los dibujos dijo Zena.
Los nios asintieron entusiasmados. Zena haba inventado un juego que consista
en poner nombre a un objeto y dibujarlo en la tierra. Luego, trataban de contar los
dibujos que haban realizado. A los nios les encantaba ese juego, y a Zena tambin.
La distraa y evitaba que pensara en la terrible visin que haba tenido cuando estaba
encaramada sobre el peasco.
Un pez dijo Zena.
Sima y Lupe comenzaron de inmediato a trazar en la tierra la figura de un pez.
Dorn consigui dibujar algo bastante aproximado. Los nios de la otra tribu se
apresuraron a imitarlos, pero sus garabatos no se parecan en nada a un pez. No
obstante, Zena se abstuvo de criticarlos. Los pobres se esmeraban en hacerlo lo mejor
posible pero no tenan tanta experiencia como Sima y los chicos, porque stos haca
tiempo que conocan el juego de las palabras.
Dibujad un pjaro orden entonces Zena.
Eso era an ms difcil, pero todos se aplicaron a la labor con gran ahnco.
Son muchos dijo Zena al tiempo que sealaba los dibujos.
Luego alz los dedos de una mano. Sima le fue bajando un dedo por cada dibujo
mientras pronunciaba la palabra que haban ideado para cada uno. Cuando le hubo
bajado todos los dedos mir a Zena desconcertada, sin saber qu hacer.
Zena se ech a rer y le revolvi el pelo. Haca demasiado calor y estaba
demasiado sedienta para empezar a contar con los dedos de la otra mano, de modo
que dej que los nios fueran a baarse en el lago y ella corri a reunirse con Kalar y
Cere. Ambas mujeres estaban tambin sentadas a la sombra de un inmenso rbol,
rodeadas de sus alumnos. Cere ayudaba a los adultos de la otra tribu a confeccionar
cestas mientras Kalar les hablaba sobre la Madre, como haba hecho en tantas otras
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Los crculos de
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Los crculos de
confeccionado. Una de las mujeres, con su cesta en una mano y en la otra la figura
que haba tallado Lett, pronunci el mensaje que les haba enseado Kalar. Las dems
la imitaron.
Id con la Madre dijeron. Sus voces sonaron como un coro de bendiciones.
Kalar agit la mano para despedirse de ellos.
Confo en que la Madre resida siempre en vuestros corazones respondi.
Luego ech a andar sin volverse. Llegado el momento de guiar a su tribu, slo
miraba hacia delante.
Primero los condujo a una zona pantanosa donde sola abundar la comida y el
agua. Luego emprendieron el camino hacia el norte y despus al este, siguiendo el
curso del ro. Esta vez no tenan prisa, pues hallaban alimentos por doquier. A veces
pasaban varias semanas en un mismo lugar; construan un refugio y permanecan all
hasta que la comida empezaba a escasear. Luego reanudaban la marcha. A Zena le
gustaba permanecer varios das en un sitio, pues ello le permita ensear sus juegos a
los nios de las tribus que iban encontrando. Los reuna a su alrededor para
ensearles a jugar a las palabras y a los dibujos, mientras Cere enseaba a los adultos
a confeccionar cestas y Kalar les hablaba de la Madre. Tanto los nios como los
adultos escuchaban sus explicaciones con gran atencin. Era casi como si hubieran
estado esperando, pensaba Zena, igual que las plantas esperan la lluvia, a que
alguien llegara para ensearles nuevos conocimientos e ideas. Cuando se lo coment
a Kalar, la anciana asinti.
As es como la Madre ha hecho que cambiemos contest Kalar con un tono de
voz solemne. Todos desean aprender.
Debis ensear a otros lo que os hemos enseado, deca siempre Kalar a sus
aplicados discpulos, que no dudaban en obedecerla. Cada tribu transmita sus
conocimientos a las gentes que conocan durante sus viajes, y stas, a su vez,
enseaban a otras tribus; cada generacin transmiti lo que haba aprendido a la
siguiente generacin, ao tras ao, generacin tras generacin. Al cabo de poco
tiempo prcticamente todas las tribus que habitaban en aquella zona conocan los
inventos de Zena y el concepto de la Madre.
Cuando al fin llegaron al ro, Zena se sinti un poco triste pese a encontrarse en su
lugar predilecto. All no haba nios a quienes ensear sus juegos. Por otra parte, sin
embargo, le daba cierta rabia responder a las preguntas que le formulaban otros y ver
que, en cambio, nadie era capaz de responder a las suyas.
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Los crculos de
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Los crculos de
Zena se senta muy triste. Era como si le hubieran arrancado una parte de s
misma, como si le faltara un brazo o una pierna.
Con la cabeza gacha para que los otros no advirtieran su expresin de dolor, Zena
se dirigi poco a poco hacia el pequeo valle donde haba nacido. Aquel lugar le
proporcionaba siempre una gran sensacin de paz y sosiego. Hasta los problemas
ms graves perdan importancia cuando se hallaba sentada en medio del crculo de
piedras, como si no tuviera necesidad de buscar respuestas sino simplemente de
escuchar.
Tras cerrar los ojos, Zena se oblig a prestar atencin a los sonidos de las aves, al
murmullo del ro. De pronto percibi otro sonido que la distrajo. Extraada, abri los
ojos y vio que Tres Patas pastaba tranquilamente junto a unos arbustos. Haba
regresado!
Las lgrimas que Zena haba tratado de contener rodaron por sus mejillas
mientras corra a abrazar a su gacela. Tres Patas restreg el morro contra su mejilla de
forma afectuosa y sigui comiendo como si nada hubiera sucedido. Cuando Zena
ech a andar hacia el refugio, la gacela la sigui y no volvi a alejarse de su lado.
Hacia el atardecer aparecieron unos nubarrones y cay un rayo sobre la colina
donde pastaban las gacelas. El fuego se propag muy rpido a travs de la hierba
seca. Se aproximaba de nuevo la estacin de las lluvias y, debido a las escasas
precipitaciones que se haban producido el ao anterior, los incendios eran ms
feroces de lo habitual.
Las gacelas huyeron despavoridas. Sus lomos dibujaban unos delicados arcos en el
aire mientras corran para alejarse del peligro. Al cabo de pocos minutos, toda la
manada desapareci. Zena lanz un suspiro de alivio. Ahora ya no tendra que
preocuparse por Tres Patas, al menos durante un tiempo.
A la maana siguiente, Zena sali en busca de unas ramas encendidas. Su hoguera
se haba apagado durante la noche y siempre abundaban las ramas en los lugares que
haban ardido. Esta vez dej a Tres Patas con Sima y Lupe, temiendo que la gacela se
quemara las patas o el hocico al buscar comida debajo de la gruesa capa de holln y
hierba calcinada.
Zena comenz a trepar por la empinada ladera cercana a la explanada donde se
haba producido el fuego. A medio camino se alzaba un pequeo peasco que
formaba un saliente; debajo del cual Zena detect un ligero movimiento y se detuvo,
aterrada. Tema que en aquel tenebroso espacio viviera un len, o quizs un
leopardo, pero no haba visto ninguno por esos parajes ni haba percibido su olor.
Probablemente se tratara de un pequeo animal.
~147~
Los crculos de
Agachndose, Zena se asom sobre el saliente. No se mova ni una hoja, pero vio
una figura que yaca en el suelo. Quiz fuera un antlope como el que haban
encontrado la ltima vez que se haban producido unos incendios. Eso sera
fantstico, pues utilizaran la piel del animal para confeccionar ms bolsas y su carne
les proporcionara comida durante varios das.
De pronto, la criatura que yaca en el suelo se movi un poco y lanz un gemido.
Zena se sobresalt. Aquel sonido no corresponda a un animal, sino a un ser humano
como ella. Zena se acerc apresuradamente, temiendo que se tratara de un miembro
de su tribu que haba sufrido un accidente. Pero era un extrao, un macho joven un
poco ms alto que ella.
Cuando la nia se inclin sobre el extrao, ste abri los ojos. Zena los mir
embelesada, pues jams haba visto unos ojos semejantes. Eran de color castao claro
con motas amarillas, como si en las pupilas se reflejaran unos pequeos destellos de
sol.
El joven macho solt una serie de palabras que Zena desconoca. La mayora de las
tribus empleaban unas palabras parecidas a las suyas, pero aquel individuo se
expresaba de forma muy rara. Zena lo observ fijamente, tratando de adivinar en su
rostro lo que su odo no acertaba a comprender.
El torrente de palabras ces bruscamente cuando el joven macho advirti que Zena
no le comprenda. Sus ojos reflejaban temor y una profunda tristeza. Trat de
incorporarse, pero volvi a caer al suelo, aturdido.
Yo te ayudar dijo Zena, al tiempo que se sealaba a s misma y luego al chico.
ste no contest, sino que la observ con recelo mientras ella se inclinaba para
examinarlo. En la cabeza presentaba un chichn que explicaba su aturdimiento; tena
las manos y los pies abrasados, como si hubiera corrido a travs de las llamas, y una
mueca hinchada.
Espera le orden Zena mientras se levantaba para ir en busca de ayuda, pues
no poda transportar ella sola al chico hasta el refugio.
El temor que expresaban los ojos del extrao aument cuando se oyeron unos
pasos. Zena empez a dar voces, confiando en que se tratara de un miembro de su
tribu. Al cabo de unos segundos apareci Bran, que haba acudido en su busca
temiendo que le hubiera ocurrido algo malo. El chico trat de incorporarse, pero al
descubrir la expresin de sincera preocupacin que mostraba el rostro de Bran al
inclinarse sobre l, se tranquiliz. Entonces Zena y Bran lo ayudaron a ponerse en pie
y lo condujeron despacio hacia el claro.
~148~
Los crculos de
Los otros acudieron corriendo, parloteando entre s con gran excitacin. Kalar no
dijo nada, pero indic a Zena y a Bran que llevaran al extrao ante ella. Cuando ste
se acerc, la anciana lo examin detenidamente.
Creo que la mueca est rota dijo Zena, y tiene un chichn en la cabeza.
Debe de haberse cado. Lo encontr debajo de un peasco.
Kalar asinti.
Ve en busca de unas hierbas para curarle las quemaduras y la hinchazn del
brazo orden a Zena.
El joven observ con curiosidad cmo le sujetaban la mueca con dos ramas, tal
como Kalar les haba enseado. La anciana no crea que la tuviera partida, pero las
ramas impediran que la doblara. Despus prepararon varios emplastos, que le
aplicaron en la cabeza, los pies, las manos y sobre la mueca. Sima y los dos chicos
empezaron a rerse. El extrao presentaba un aspecto muy cmico con aquellos
vendajes. Adems tena unos ojos muy raros.
El joven sonri pero su sonrisa se desvaneci al cabo de unos instantes para dar
paso a una expresin de dolor. Zena no crea que el dolor proviniera de sus heridas,
sino de sus pensamientos.
Cere le ofreci un meln y unos pedazos de carne de un pequeo jabal que Bran y
Agar haban atrapado la noche anterior. El extrao inclin la cabeza en seal de
gratitud y se puso a comer con voracidad. Estaba famlico. Zena arda en deseos de
preguntarle de dnde provena, qu le haba ocurrido y si estaba solo. Era ms alto
que ella, pero no mucho mayor. En cualquier caso, era demasiado joven para andar
solo.
Tambin deseaba preguntarle qu les haba ocurrido a los otros miembros de la
tribu, pero al fin abandon la idea y se limit a observarlo con aire interrogante
mientras sealaba la ladera donde se haba producido el fuego.
El dolor que reflejaba el rostro del extrao se agudiz y ste se pas la mano por
los ojos. Pareca extenuado. Luego las palabras empezaron a surgir de sus labios a
borbotones, pero Zena sacudi la cabeza para darle a entender que no comprenda lo
que deca. Entonces el joven se detuvo y empez a gesticular para explicar lo que
haba ocurrido. Despus de sealarse a s mismo, dibuj unas figuras en el aire que
representaban a otros seres. Luego, ponindose en pie, avanz unos pasos hacia un
lado al tiempo que empujaba a los otros en sentido contrario; seal la colina donde
se haba producido el fuego y agit las manos, trazando unas llamas en el aire. Su
rostro expresaba pnico y una profunda tristeza. El extrao seal a Zena y a Cere
~149~
Los crculos de
mientras por sus mejillas rodaban las lgrimas. Por ltimo, se desplom en el suelo,
gesticulando con una mano para expresar que se haba cado.
Zena observ fascinada la pequea representacin. Acaso pretenda decirles que
los dems miembros de su tribu haban muerto? O que se haba visto separado de
ellos por el fuego? Por qu las haba sealado a Cere y a ella?
Jams lo averiguara, a menos que ella aprendiera el lenguaje del extrao o le
enseara a l el suyo. Zena decidi ponerse a la labor de inmediato.
Zena dijo al tiempo que se sealaba a s misma.
El joven la mir y luego repiti ese gesto en su propia persona, pronunciando una
palabra parecida a la que ellos empleaban para designar a los peces.
Zena trat de decirla. El chico se ri y repiti la palabra: Lotan. Zena lo intent de
nuevo y consigui pronunciarla de forma correcta.
De modo que el extrao se llamaba Lotan. Ya era algo. Entonces Zena seal a
Sima y pronunci una palabra que significaba nia. Luego gesticul de forma
vehemente con ambas manos, como tratando de provocar as la respuesta del
extrao.
El joven macho asinti y pronunci una palabra al tiempo que sealaba a la nia.
Zena la almacen en su memoria y dijo otra palabra en el lenguaje de su tribu. Al
poco rato haba conseguido comprender buena parte de las palabras que empleaba el
extrao para designar los objetos y la gente que se hallaba a su alrededor. Cuando
Zena le pidi que pronunciara el trmino madre en su idioma, Lotan se entristeci
de nuevo. Luego seal a Bran e hizo unos gestos como si peleara con alguien.
Un macho hiri a tu madre? pregunt Zena, articulando las palabras
despacio para que Lotan la entendiera.
El joven asinti mientras se levantaba y sealaba el lugar de donde proceda.
Quieres que vayamos a auxiliar a tu madre? pregunt Zena, sealando a
Bran, a Kalar, a Lotan y a s misma; confiaba en que l comprendiera el significado de
la palabra auxiliar.
El extrao asinti de nuevo y repiti:
Auxiliar.
Primero debes descansar contest Kalar con firmeza.
~150~
Los crculos de
Zena le tradujo como pudo las palabras de la anciana y Lotan asinti con aire
resignado. De todos modos, no conseguira llegar muy lejos hasta que se le hubieran
curado las quemaduras que tena en los pies.
Durante el resto de la tarde Zena permaneci sentada junto a la hoguera, que
haban conseguido encender de nuevo, tratando de aprender las palabras que le
enseaba Lotan. Kalar la observ preocupada. Zena mostraba tanto afn en
aprenderlo todo de inmediato que desde que haba aparecido el extrao no haba
comido ni haba hecho una pausa para descansar o jugar con su gacela.
Kalar comprendi que haba llegado el momento de ensear a Zena no slo las
caractersticas y usos de las plantas, sino todo lo referente a la Madre y lo que
significaba ser una mujer sabia. Haban transcurrido casi diez aos desde su
nacimiento y Zena ya tena edad suficiente para aprender esas cosas. Era inteligente y
saba mucho ms que los otros sobre el mundo que los rodeaba. Posea una gran
imaginacin y era capaz de inventar todo tipo de cosas y hallar respuesta a los
enigmas ms complejos. Pero eso no bastaba. La nia tena que aprender y aceptar las
normas de la Madre, su infinita paciencia y fuerza.
Zena perteneca a la Madre, estaba destinada a servirla y hablar en su nombre.
Kalar estaba convencida de ello. Pero tambin saba que a Zena la tarea de aprender
las normas de la Madre le resultara ms ardua que a otros. Era una jovencita
impetuosa y testaruda que prefera buscar ella misma las soluciones sin ayuda de
nadie. Era preciso que Zena aprendiera a asimilar la sabidura de la Madre y
utilizarla en combinacin con sus dotes personales. De lo contrario, su inteligencia la
conducira por mal camino. Zena tena que aprender, sobre todo a aceptar la realidad.
Los designios de la Madre eran inescrutables; al mismo tiempo duros y benvolos.
Nadie era capaz de comprenderlos plenamente; ni siquiera Zena, por lo que era
preciso que aprendiera a aceptarlos sin ms. No tena ms remedio.
A la maana, decidi Kalar, mientras se preparaban para partir de nuevo hacia el
lago, comenzara la iniciacin de Zena para convertirse en una mujer sabia.
II
~151~
Los crculos de
Hacia el anochecer la tribu se reuni alrededor del fuego, segn era costumbre.
Lotan los observ indeciso, sin saber qu hacer. Al ver sus apuros, Zena sonri y le
indic que se sentara a su lado.
Se llama Lotan inform Zena a los dems. Segn me ha explicado, el fuego
lo separ de su tribu. Un macho hiri a su madre y l est muy preocupado por ella.
Ms adelante, cuando yo aprenda ms palabras del lenguaje que utiliza, preguntar
acerca de los detalles. Est muy triste aadi Zena mientras observaba la expresin
pensativa de Lotan.
Los otros miraron con lstima y simpata al extrao. Kalar abri la boca para
contestar, cuando de pronto estall un tumulto que hizo que todos se levantaran de
forma apresurada. Los us que habitaban al otro lado del ro bramaban y no cesaban
de patear la tierra. Durante el da, Zena y los otros haban contemplado unas nubes
de polvo que flotaban en el aire mientras miles de us se desplazaban con lentitud
hacia el sur. Todos los aos por esa poca pasaban por aquel lugar, como si
percibiesen las posibles lluvias en la zona. La tribu apenas les prestaba atencin, pero
su presencia indicaba que las lluvias no tardaran en llegar.
Kalar se dirigi al ro para averiguar qu ocurra, seguida por Lett. Al llegar a la
orilla, se miraron preocupados. No hacan falta las palabras para expresar lo que
pensaban y sentan. Haca muchos aos que venan observando a los us y saban
que las inmensas manadas se hallaban muy cerca. Tambin saban que los us tenan
que atravesar el ro para alcanzar las praderas que se extendan al sur. Por lo general,
lo atravesaban en un punto donde ste formaba un amplio recodo, el cual se hallaba a
medio da de camino de donde se hallaba la tribu. Pareca imposible que ahora lo
estuvieran atravesando ah; jams lo haban hecho.
No obstante, el hecho de que se encontraban tan cerca inquiet a Kalar. Resultaba
difcil adivinar hacia dnde se dirigan los us o distinguirlos con claridad a la tenue
luz del crepsculo y a travs de la espesa nube de polvo que los envolva. En todo
caso, daba la impresin de que los agitados animales se dirigan hacia el lugar donde
estaban ellos.
Kalar orden a los otros que se ocultaran en el refugio. A menos que produjera
una estampida, all estaran a salvo. Al volverse para observar de nuevo la estepa que
se extenda al otro lado del ro, la anciana comprob alarmada que se haba iniciado
un fuego que avanzaba a gran velocidad y obligaba a los us a huir alocadamente. El
horizonte, de aspecto apacible poco tiempo antes, apareca ahora teido de naranja y
escarlata a medida que el fuego arrasaba a un grupo de rboles y las llamas ardan
con ferocidad. Tambin se haban producido unos fuegos hacia el sur de donde se
~152~
Los crculos de
hallaban los us, interceptndoles el paso. Ese era el motivo de que los animales se
dirigieran hacia el ro; no les quedaba otra opcin.
En aquel momento cay un rayo en medio de la manada, y a continuacin otro y
otro ms, acompaados por el ruido ensordecedor de unos truenos. Kalar se tap los
odos para protegerlos del estruendo que resonaba a travs de la estepa.
Los us lanzaron unos bramidos de terror y algunos echaron a correr, seguidos
por los dems. Al cabo de unos momentos, la manada galopaba a toda velocidad
hacia el ro y el claro que se abra ms all de ste, levantando un torbellino de polvo
con sus cascos.
Corred hacia el bosque! grit Lett a sus compaeros.
Pero su voz qued sofocada por el estruendo de los cascos de los animales.
Entonces Kalar dio media vuelta y ech a correr hacia el refugio. La gigantesca
manada de us cubra prcticamente toda la estepa. El suelo temblaba y el ruido era
ensordecedor. Kalar temi que los otros no hubieran odo la advertencia de Lett. Pero
aunque la hubieran odo, no tendran tiempo de alcanzar el bosque. Cuando estaban
asustados, los us corran a la velocidad del viento, pisoteando todo cuanto hallaba
en su camino. Nadie ni nada era capaz de detenerlos. Slo los grandes rboles que
crecan a ambos lados del claro los detendran; el pelotn se comprimira entonces
para pasar a travs de los rboles, del claro, del refugio...
Kalar ech a correr ms deprisa. Los primeros animales no tardaran en
alcanzarlos. El ro no lograra detenerlos, pues en esa poca del ao sus aguas eran
poco profundas.
El bosque! grit Kalar al ver a Nyta plantada en medio del claro, sin saber
hacia dnde dirigirse.
Nyta ech a correr hacia el bosque sosteniendo a su beb en brazos y arrastrando a
Sima tras ella. Pero la nia estaba aterrada y se tir al suelo. Kalar vio cmo Zena la
agarraba de la mano y la conduca hasta un gigantesco rbol; luego la empuj hacia
los brazos del joven macho y trep al rbol. Una vez que Zena alcanz la copa, el
extrao le entreg a Sima y se encaram tambin al rbol.
Kalar lanz un suspiro de alivio al ver que Zena estaba a salvo, pero no haba visto
a Cere ni a los otros. El aire estaba impregnado de una capa de polvo tan espesa que
apenas dejaba ver nada.
Kalar mir de nuevo hacia el refugio y crey detectar un movimiento en su
interior. Los otros deban de estar todava dentro, pensando que all se encontraban a
salvo. Era preciso advertirles del peligro, obligarlos a salir.
~153~
Los crculos de
~154~
Los crculos de
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Los crculos de
Lotan toc con suavidad el hombro de Zena y seal el suelo. Pero Zena se senta
incapaz de moverse. No tema a los us, puesto que ya haban pasado, sino lo que se
encontrara al bajar del rbol. La rama a la que se aferraba con desesperacin le
proporcionaba una profunda sensacin de alivio y seguridad.
Zena permaneci toda la noche encaramada al rbol, atormentada por la
incertidumbre. De vez en cuando llamaba a los otros. En una ocasin crey or una
respuesta, pero no estaba segura.
Al amanecer, descendi con cuidado del rbol y ech a andar a travs del claro,
llorando en silencio. Lotan y Sima la siguieron.
Zena tropez con un cuerpo postrado en el suelo y se agach para mirarlo, pero se
incorpor enseguida, horrorizada. Era Lett. Zena le haba profesado un gran afecto,
pues era un hombre bondadoso y les haba ayudado casi tanto como Kalar. Junto a l
yaca un cuerpo irreconocible. Zena dedujo que se trataba de uno de los nios. Los
cascos de los animales le haban destrozado la cabeza. Cerca de los rboles yaca otro
cuerpo, pero Zena no se detuvo para examinarlo.
De pronto not en la mano el roce de un hocico clido y hmedo. Se sobresalt y al
volverse vio a Tres Patas. La gacela debi de huir, aterrada por la manada de us. La
estrech entre sus brazos unos instantes y continu andando. Se alegraba de que Tres
Patas no hubiera muerto, pero estaba ansiosa por averiguar lo que les haba sucedido
a los otros.
Al fin lleg al refugio, del que no quedaba ms que un montn de ramas
destrozadas cubiertas por cuerpos de us. Algunos todava respiraban. A travs de
ellos asomaban, inmviles, unos brazos y unas piernas que no pertenecan a los
animales. Zena, aturdida, los contempl framente y se alej.
Un joven u se levant tras muchos esfuerzos, balando de forma lastimera, y se
dirigi hacia la ladera. Zena apenas repar en l se encamin despacio hacia el claro,
como ausente. Todo aquello le pareca imposible. Pocas horas antes, sus compaeros
y ella se hallaban sentados alrededor del fuego en animada charla. Ahora no quedaba
nada.
De pronto Zena pens en Cere. Seguramente haba conseguido salvarse. Al or la
advertencia de Kalar debi de dirigirse hacia el bosque. Cere se hallaba junto a Nyta,
y sta haba echado a correr hacia los rboles. Y seguro que Bran estaba con ellas.
En aquel momento se oy una voz que provena del margen del bosque, al otro
lado del claro. Era la voz de Bran. Tras l apareci Lupe. Bran se haba convertido en
el hroe de Lupe, y sta lo segua a todas partes. Su devocin le haba salvado la vida.
~156~
Los crculos de
Zena corri hacia ellos y los abraz entre risas de alegra. Si Bran y Lupe estaban
vivos, imaginaba que Cere y Nyta tambin se habran salvado. Zena mir hacia el
bosque, pero al no ver a nadie ms sus esperanzas se desvanecieron de inmediato.
De pronto oy la voz de Lotan entre los rboles. Zena corri hacia l, sintiendo que
sus esperanzas renacan. Junto a l yaca Nyta, quien sostena a su hijito entre los
brazos. El nio, que por lo general no dejaba de berrear, estaba silencioso e inmvil.
Nyta tena los ojos abiertos, y al ver a Zena se puso a llorar; trat de incorporarse,
pero cay hacia atrs gimiendo de dolor.
Zena se arrodill junto a ella para examinar la herida que tena en el crneo, pero
Nyta le apart las manos y seal al nio. Al cogerlo en brazos, Zena comprendi
inmediatamente que haba muerto. Su cuerpecito estaba fro y rgido.
Ha regresado junto a la Madre susurr Zena suavemente mientras depositaba
al nio junto a Nyta.
sta volvi la cabeza pero permaneci estirada en el suelo. En aquel momento
Sima vio a su madre y, entre lgrimas de alegra, se arroj sobre ella. Zena los dej
all y regres al claro. Tena que encontrar, a Cere y a Kalar. Estaba ansiosa por
hallarlas.
Oy el batir de unas alas sobre su cabeza y al mirar hacia arriba vio que un buitre
se dispona a aterrizar junto a ella. Zena dio unas palmadas para ahuyentarlo y el
buitre remont el vuelo y se pos sobre una rama, con los ojos fijos en el terreno que
estaba pisando Zena. Temerosa de descubrir el cadver de otro compaero, Zena baj
la vista.
Era Cere. Zena la reconoci de inmediato; consigui identificarla por las manos,
aquellas manos de dedos largos y giles que confeccionaban unas cestas perfectas. El
resto de su cuerpo haba sido destrozado por los cascos de los us. Por qu no haba
corrido a refugiarse en el bosque?, se pregunt Zena.
Entonces se tap los ojos con las manos para contener las lgrimas y no ver ms
cadveres. No quera descubrir los restos de ms compaeros. Lo nico que deseaba
era estar sola, alejarse de aquel lugar de pesadilla, huir. No quera saber qu haba
sido de las personas que amaba, en especial Kalar.
Kalar estaba muerta. Deba de estar muerta porque Zena saba que antes de
refugiarse en el bosque habra intentado salvar a los otros. Intua su presencia,
incluso estando muerta. Pero no deseaba contemplar su cadver.
~157~
Los crculos de
Alz la vista. El firmamento estaba despejado, sin una sola nube, como si nada
hubiera pasado. Pero los buitres no dejaban de revolotear describiendo crculos, a la
espera de que se alejara de all. Entonces ech a caminar con la mirada al frente.
Pero cuando lleg al lugar donde Kalar haba muerto, una extraa fuerza la oblig
a bajar la vista, como si la anciana deseara comunicarle algo, explicarle el motivo de
aquella espantosa tragedia. El rostro de Kalar estaba sepultado en la tierra. Cuando
Zena le dio la vuelta, comprob que estaba casi intacto. Tena los ojos cerrados y su
semblante mostraba una expresin de reverencia, como si el ltimo acto de su vida
hubiera sido hablar con la Madre.
De pronto, el dolor que senta Zena dio paso a una intensa rabia. Ech a correr
alrededor del claro destrozando todo cuanto hallaba a su paso: fragmentos de tiles y
cestas y pedazos de los troncos que quedaban del refugio.
Cuando hubo destruido todo cuanto estaba a su alcance, empez a golpear el suelo
con una piedra. Luego alz la vista hacia el cielo y grit:
No puedes llevrtela! No puedes llevarte a mis compaeros! Eres nuestra
Madre. Nosotros confibamos en ti. Cmo has podido hacernos esto? No! No! No!
Zena sigui gritando hasta quedarse ronca. Luego se arroj al suelo, desesperada,
y rompi a llorar desconsoladamente. De pronto sus sollozos cesaron de forma tan
repentina como haban comenzado. Cuando consigui calmarse, se incorpor y
murmur entre dientes:
No. Es imposible. T nos has dado la vida. Kalar te amaba. Todos te ambamos.
Es imposible que nos hayas hecho esto.
Zena aguard con los puos crispados, como esperando que de pronto
aparecieran en el claro Kalar, Cere, Lett y los dems, confiando en or sus voces y el
llanto de los nios.
En aquel momento le pareci or el llanto de un beb. Zena mir a su alrededor.
Era imposible. Todos haban muerto; si uno de los nios estuviera an con vida, Zena
lo hubiera odo.
Entonces se apresur a dirigirse hacia el lugar de donde provena el llanto. Se
trataba del refugio, debajo de los cuerpos destrozados de animales y personas que
yacan en el suelo. Zena comenz a buscar entre la masa sanguinolenta de carne y
huesos triturados, pero las nuseas la obligaron a detenerse. El llanto haba cesado, y
supuso que era fruto de su imaginacin; quiz que lo haba soado. Pero Lotan y
Bran no tardaron en acudir y empezaron a buscar entre el montn de cadveres.
~158~
Los crculos de
Fue Lupe quien hall a la criatura. Menos impresionado ante aquel espectculo
dantesco que los dems, pues era demasiado joven para entender la gravedad de lo
sucedido, el chico se puso a revolver entre los nauseabundos restos hasta dar con ella.
Zena le arrebat de las manos a la pequea hembra.
Era Filar, la hijita de Cere. Zena sinti un nudo en la garganta al contemplar a la
nia que sostena en sus brazos. Quiz la Madre haba querido mitigar su dolor
entregndole a la hija de Cere, pero aun as Zena era incapaz de perdonarla.
De forma milagrosa, Filar no haba sufrido ningn dao. Pero estaba famlica y en
cuanto la sacaron de debajo del cuerpo que le haba salvado la vida respir hondo y
empez a chillar. Los berridos atrajeron a Nyta, quien sali del bosque y se dirigi
hacia el refugio cojeando. Se haba torcido el tobillo cuando los us la derribaron del
rbol en el que se haba encaramado, aparte de golpearse la cabeza.
Nyta mir a la criatura. Aunque no era suya, estaba dispuesta a darle de mamar.
Tena los pechos llenos de leche y le dolan.
Zena regres al lugar donde Lupe haba hallado a Filar. Deseaba saber quin haba
salvado a la nia protegindola con su cuerpo. Pero resultaba poco menos que
imposible identificarlo entre aquel montn de cadveres destrozados. Pudo haber
sido Tempa, o quizs Agar. Tal vez Cere entreg la nia a uno de ellos y luego trat
de regresar al refugio para rescatarla.
Zena era consciente de que Cere la haba querido ms que a sus propios hijos, y
siempre le atormentara la idea de que sta haba ido al refugio en busca de ella, no
de su hijita, de que en lugar de correr hacia el bosque haba vuelto all para rescatar a
su querida Zena. Esa accin le haba costado la vida.
La rabia de Zena era tan intensa que acab por borrar cualquier otro sentimiento,
incluso sus remordimientos por no haber hecho caso de la visin que le envi la
Madre.
Su ira hizo que se le secaran las lgrimas; a partir de aquel da no volvi a llorar, ni
siquiera por la desaparicin de sus seres queridos. Lo nico que senta era odio hacia
la Madre por haber permitido que las personas que amaba murieran de aquel modo
trgico e innecesario. Abandon junto con los otros supervivientes el claro que los
haba albergado en tantas ocasiones.
Se jur que jams regresara a aquel lugar de pesadilla ni volvera a pensar en la
tragedia que haba sucedido all, ni tampoco en los seres queridos que haba perdido.
Tambin se jur no volver a pensar en la Madre.
~159~
Los crculos de
III
Los buitres, las hienas y los perros salvajes acudieron presurosos a darse un festn
con los restos que yacan diseminados por el claro. Una leona que pasaba por all se
detuvo para alimentarse ella y sus cras. Otros depredadores acudieron tambin
atrados por el hedor. En aquella ocasin no tuvieron que pelearse por los despojos,
pues haba suficientes para todos. Cuando se dieron por satisfechos, aparecieron
otros animales de menor tamao para roer los huesos y una legin de insectos acab
de limpiarlos. Al cabo de unos das lleg el calor, y con l la sequa y los fuegos, y por
fin las lluvias. Las breves pero feroces tormentas hicieron que las aguas del ro se
desbordaran, depositando cieno y detrito y borrando todo rastro de la destruccin.
Al poco tiempo, la nica seal que quedaba del lugar donde haban vivido Kalar y
su tribu era el crculo de piedras sagrado que yaca en el pequeo valle, junto al claro,
donde Zena haba sido extrada del vientre de su madre.
~160~
Los crculos de
Captulo 13
Dos meses atrs, Lotan se hallaba sentado junto a Ralak, su madre, mientras
observaba una expresin de preocupacin en el rostro de esta que se fue acentuando
a medida que transcurra el tiempo. Los hombres haban partido antes del amanecer
en busca de los restos de una cebra que las mujeres haban visto el da anterior. Ya
casi haba anochecido y an no haban regresado.
Ralak se levant para coger ms plantas aromticas y echarlas al fuego, a fin de
que los hombres percibieran su olor en la lejana. Antes de ir en busca de las plantas,
Ralak entreg la nia que sostena a Lotan, quien la tom cariosamente en sus
brazos. El caracterstico olor a beb y los gorgoritos le divertan. Lotan le hizo
cosquillas para que emitiera aquellos ruiditos tan graciosos, pero la nia dorma
plcidamente, de modo que el joven se content con observar sus suaves mejillas y
sus labios contrados como si estuviera mamando.
La nia haba nacido haca pocas lunas. Lotan recordaba a la perfeccin aquella
noche. Su madre haba permanecido postrada todo el da y toda la noche,
esforzndose en alumbrar la criatura. Al amanecer, Toro, la otra hembra adulta, y
Metep, su hija adolescente, se haban mirado con tristeza y haba musitado una
palabra. A Lotan se le encogi el corazn. Estaba seguro de haberlas odo pronunciar
la palabra muerte.
Pero Ralak era fuerte y no estaba dispuesta a ceder. Era la mujer sabia de la tribu y
saba que los otros la necesitaban. Clavando las uas en la tierra, invoc una fuerza
que resida en sus entraas y de la que brotaba la vida, a fin de soportar el dolor de
las brutales contracciones. Cada vez que sus msculos se tensaban, Ralak empujaba
hacia abajo con todas sus fuerzas, desgarrndose la piel pero resuelta a que naciera la
criatura. Al fin, cuando el sol casi se hallaba en su cenit, Ralak sinti la minscula
cabecita entre sus piernas y llam a Toro.
Estira! le orden Ralak.
Toro agarr el diminuto crneo y estir con todas sus fuerzas. Pero la cabeza de la
criatura estaba resbaladiza y se le escap de entre las manos. Toro se las frot con
~161~
Los crculos de
tierra, lo intent de nuevo y esta vez consigui sacar a la criatura, que lanz un
potente berrido.
Menos mal pens Ralak, eso significa que est viva. Luego cerr los ojos y
se sumi en un estado de duermevela, como si se hallara suspendida entre la vida y
la muerte. El presente careca de significado para ella; slo era consciente de los
labios del beb succionndole el pezn. Pero su mundo interior estaba repleto de
sonidos, sensaciones y recuerdos.
Su mente regres al lugar en el que haba habitado tiempo atrs: un lugar arbolado
y hmedo. Estaba rodeada de unos altos rboles a travs de los cuales se filtraba el
sol, la rodeaban de forma que su universo interior yaca en la penumbra. Ralak
percibi el aroma de las plantas y el musgo, el olor hmedo a tierra y al detrito que
cubra el suelo del bosque. Vio la tribu en cuyo seno haba nacido, observ cmo se
desintegraba hasta que slo quedaban su hermano y ella. Los otros haban muerto a
causa de unas enfermedades que minaban sus fuerzas hasta el punto de que ni
siquiera eran capaces de comer o sostenerse en pie.
Su madre fue la ltima en morir. Vio de nuevo su rostro y la oy hablar sobre la
fuerza terrestre que creaba vida y se la llevaba de nuevo, en unos ciclos que se
repetan de forma continua; pero en realidad no oa la voz de su madre, pues existan
pocas palabras para describir ese tipo de cosas. Escuch a su madre como si sus
mentes formaran una sola. De ese modo, lleg a comprender que al igual que la
fuerza terrestre haca que creciera la hierba y las plantas, que los rboles dieran frutos
y que nacieran los animales, tambin causaba la muerte y la destruccin cuando las
montaas estallaban y la tierra temblaba y se resquebrajaba. En otras ocasiones, esa
fuerza terrestre hua hacia el firmamento; volaba como un inmenso pjaro hacia las
tumultuosas nubes para descender de nuevo hacia la tierra en forma de unos
fulgurantes y feroces rayos que abrasaban todo cuanto hallaban a su paso.
Ralak permaneci con los ojos cerrados mientras contemplaba esas imgenes en su
mente. Yaca inmvil, como si estuviera muerta, mientras la sangre no cesaba de
manar de entre sus piernas. Lotan estaba aterrado. Toro y Metep la contemplaban
asombradas, como si les pareciera increble que an respirara, que de sus pechos
brotara leche. Pero lo cierto es que estaba viva, y Lotan decidi hacer cuanto estaba en
su mano para impedir que muriera. Una y otra vez, verti poco a poco unas gotas de
agua ente sus labios con ayuda de una pequea calabaza. La primera vez Ralak se
atragant y comenz a toser, pero luego pareci intuir la presencia de Lotan y
consigui tragar un poco de lquido.
~162~
Los crculos de
Al cuarto da abri los ojos. Tena una expresin ausente, como si se hallara en otro
lugar. Pero cuando Lotan le introdujo con suavidad unas bayas en la boca, Ralak las
mastic despacio. Al da siguiente, se incorpor un poco y llam a Toro.
Mi hija dijo con un hilo de voz. Quiero verla.
Toro le acerc la criatura. Ralak esboz una leve sonrisa. Tena los labios agrietados
y ensangrentados por habrselos mordido durante el parto. Extendi los brazos y
sostuvo a la nia unos momentos, pero enseguida volvi a caer exhausta sobre el
lecho. Lotan se inclin sobre ella, angustiado y Ralak le apret la mano un instante
para tranquilizarlo. Animado ante ese gesto, Lotan moj unas hierbas en el ro y le
limpi con delicadeza la sangre del rostro.
Cuando amaneci de nuevo, Ralak se arrastr hasta el ro y se sumergi en l para
lavarse. El agua la reanim. Cuando sali del ro, orden a los otros que eliminaran
toda seal del parto para que los depredadores no acudieran atrados por el olor.
Luego volvi a acostarse y permaneci postrada durante varios das, pero Lotan
observ que de su cuerpo emanaba una renovada energa. Aunque apenas se mova,
haba perdido su exagerada palidez, beba y coma con apetito y no cesaba de pedir
que le llevaran a su hijita. Por primera vez en muchos das, Lotan suspir aliviado.
Haban pasado tres lunas y Ralak pareca haberse recuperado por completo. Hasta
esa noche en que esperaron en vano el regreso de los dos hombres, Ralak se haba
mostrado alegre y despreocupada.
La nia gimi y volvi el rostro hacia el huesudo pecho de Lotan, deseosa de
mamar.
Tiene hambre dijo Lotan a Ralak al tiempo que le entregaba a la criatura. Ir
en busca de unas ramas y permanecer atento por si oigo regresar a los hombres.
Ralak asinti y fue a sentarse junto al fuego. Mientras daba de mamar a su hijita no
dejaba de mirar inquieta en direccin al bosque. Aunque no se lo haba confesado a
Lotan, haba otro problema que le preocupaba tanto como la ausencia de los
hombres. Durante das haba visto a un macho desconocido merodear por aquella
zona. No le gustaba su aspecto. En lugar de acercarse al grupo y preguntar si poda
unirse a ellos, el intruso se limitaba a observarlos entre los rboles con una mirada
fra y de rencor. Cuando uno de los hombres fue a encararse con l, el extrao se
esfum.
Estrech a la nia entre sus brazos. Un da, haca mucho tiempo, un macho haba
atacado a su tribu mientras los hombres se hallaban ausentes. Haba matado a su
hermano menor y a otro nio antes de que los hombres regresaran para ayudar a su
madre y a las otras mujeres en su intento de obligarlo a huir. Algunos machos, segn
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Los crculos de
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Los crculos de
camuflado bajo una espesa capa de polvo amarillento. A pocos metros del cadver,
Lotan descubri la silueta de otra figura que le resultaba familiar.
Las nuseas le hicieron volver la cabeza. No comprenda cmo el agua poda
quemar, pero saba que jams olvidara aquel horrible lugar, el silencio, el hedor a
muerte. Una muerte intil. Lotan comprenda que un ser muriera para satisfacer el
hambre de otro ser, pero la muerte gratuita, innecesaria, le resultaba inexplicable.
Ralak permaneci inmvil, incapaz de dar un paso. Haba reconocido al instante
aquel nauseabundo olor, aunque lo haba percibido slo una vez con anterioridad.
Existan algunos lugares donde la sustancia amarillenta que tea el agua era tan
corrosiva que quemaba, como si la fuerza de la tierra hubiera permanecido
demasiado tiempo all contenida. En cuanto percibi el olor, comprendi que su
hermano haba muerto. En realidad, lo supo antes de llegar a la charca. Durante la
noche haba experimentado la angustiosa sensacin de que algo terrible le haba
sucedido. Su hermano haba sido su compaero; cada uno era capaz de sentir el
dolor y los sufrimientos del otro. Ahora lo haba perdido para siempre.
Ralak extendi la mano como para tocar a su hermano por ltima vez. Slo l la
comprenda y conoca las palabras que ella utilizaba; slo l saba a qu se refera
cuando hablaba sobre la fuerza de la tierra. Al morir los miembros de su tribu, Ralak
y su hermano se unieron a otros seres; pero stos eran diferentes: no conocan esa
fuerza terrestre. Lotan, pese a su juventud, s lo comprenda.
Por suerte, pens Ralak, todava le quedaba Lotan.
Se volvi hacia ste, con el rostro contrado en una mueca de dolor. Lotan la abraz
para consolarla. Su gesto desencaden un torrente de lgrimas que Ralak haba
tratado de contener. Durante unos minutos solloz presa de la histeria. Luego
recobr la compostura. No poda sucumbir al dolor. El grupo, en el que quedaban tan
slo mujeres y nios, era muy vulnerable. Los depredadores representaban un serio
problema y, antes eran los hombres de la tribu, con su corpulencia y sus voces,
quienes conseguan ahuyentar a los leones y a los tigres. Sin embargo, a Ralak le
preocupaba ms el extrao que los depredadores. Ahora que los hombres haban
desaparecido, saba que no dudara en atacarles. A partir de ahora, debera
permanecer siempre atenta a percibir cualquier olor a movimiento sospechoso.
Ralak convoc al grupo. A partir de aquel momento deberan desplazarse de
forma continua para impedir que el extrao diera con ellos.
Ralak condujo a su grupo hacia el este, lejos del lugar donde haban acampado
antes. Lotan la mir perplejo. No comprenda por qu se alejaban del lugar donde
haban dormido tantas veces.
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Ralak deseaba decirle algo ms, aunque no hall las palabras adecuadas. Sin
embargo, en su mente estaba claro: si el extrao haba matado a Lotan, ella lo
obligara a pagar por su crimen. No saba cmo, pero de algn modo le hara pagar.
II
~168~
Los crculos de
mucho antes de que l alcanzara la madurez. Desde entonces vagaba solo por el
mundo.
A medida que transcurran las semanas la ira del extrao iba en aumento. No se
atreva a descargar su furia sobre Ralak, pues deseaba conquistar su afecto en lugar
de soportar sus miradas de odio. Tampoco quera lastimar a las dems hembras del
grupo, pues pretenda copular con ellas. As pues, todo su rencor iba dirigido contra
Lotan. Lotan era el culpable de que Ralak se hubiera encarado con l y ahora lo
tratara con desprecio. Se deba a Lotan que Ralak no lo hubiera aceptado todava en
el grupo. Con frecuencia el extrao senta deseos de agarrar a Lotan y retorcerle el
pescuezo, pero no se atreva. En lugar de ello, trat de amedrentarlo siguindolo a
todas partes sin quitarle la vista de encima. Lotan senta los ojos fros y crueles del
intruso sobre l mientras buscaba tubrculos o frutas, y cuando estaba acostado
notaba su repelente olor junto a l. No se atreva a bajar la guardia un solo instante, lo
cual resultaba agotador.
Ralak decidi huir con Lotan. Toro y Metep se quedaran a vivir con el macho.
Metep era alta como su madre y pronto estara preparada para copular. Una vez que
el extrao hubiera copulado con Toro y con Metep, las protegera a ellas y a sus hijos.
Un da, tras indicar a Lotan en voz baja que la siguiera, Ralak se fue alejando de los
otros mientras cogan bayas y ech a correr hacia el bosque. El extrao, al darse
cuenta, la persigui y la agarr de un brazo. Con el rostro contrado por la furia, el
chico se apresur a defender a su madre. Pero Ralak le orden que se detuviera,
temiendo que el extrao lo matara si Lotan volva a golpearlo. Aun a regaadientes,
Lotan obedeci a su madre.
Durante las siguientes semanas, Ralak cambi de tctica. En lugar de demostrarle
su desprecio, trat de congraciarse con el intruso. Estaba decidida a huir con Lotan,
pero tendran ms probabilidades de conseguirlo si el extrao aceptaba la presencia
del joven.
Yo, Ralak le dijo una noche al tiempo que se sealaba a s misma.
El extrao emiti un gruido pero no respondi. Conoca pocas palabras, incluso
menos que Toro y Metep. Quiz los machos solitarios como l no tuvieran necesidad
de expresarse a travs de palabras.
Ralak fue sealando uno por uno a cada miembro del grupo a la vez que
pronunciaba sus nombres. El extrao asinti como si comprendiera.
Kropor dijo con claridad.
~169~
Los crculos de
Era un nombre que Ralak haba odo con anterioridad, pero desconoca sus
orgenes.
Y tu madre? pregunt, confiando en obtener as ms informacin del
extrao. La mayor parte de los machos se sentan ms unidos a su madre que las
hembras, y preferan permanecer en la tribu de su madre que independizarse.
Ralak se seal a s misma y luego a su hijita, para que el extrao comprendiera la
pregunta.
Kropor arrug el entrecejo y volvi la cabeza. Por primera vez Ralak observ una
expresin ms dulce en su rostro, lo cual indicaba que comprenda la palabra y que
amaba a su madre.
Su afable expresin desapareci de pronto al ver que Lotan apoyaba una mano
sobre los hombros de Ralak. sta ya no se mostraba hosca con l, pero era evidente
que Lotan acaparaba todo su cario. Kropor pretenda que lo quisiera a l ms que a
ningn otro ser. Pero Ralak no era su madre sino una posible compaera; mientras
Lotan permaneciera con el grupo, el nio sera el centro del afecto de Ralak.
Kropor asest un puetazo en el suelo. No estaba acostumbrado a experimentar
esos sentimientos tan complejos, y su confusin acrecent su ira.
Se ha ido gru en respuesta a la pregunta de Ralak. Luego cerr la boca
firmemente, dando a entender que la conversacin estaba zanjada.
Ralak comprendi que sus intentos de trabar amistad con Kropor no conseguan
neutralizar la ira que ste senta hacia Lotan, tal como ella haba previsto. A medida
que se mostraba menos esquiva con l, Kropor redoblaba sus intentos de retenerla
junto a s y desembarazarse de Lotan. En un par de ocasiones, Ralak not que Kropor
observaba fijamente a su hijita recin nacida, como si intentara reunir el valor
suficiente para atacarla. Desconcertada ante esa inesperada reaccin del extrao,
empez a tratarlo de nuevo con desprecio y rencor. Procuraba no separarse de Lotan,
y no dejaba que Kropor se acercara a ella o a la nia.
Esa tctica tambin fracas. Confundido y dolido por la renovada hostilidad que le
demostraba Ralak, Kropor se volvi ms agresivo que nunca. Ralak saba que deban
partir pronto, y aguardaba atenta la primera oportunidad que se presentara. sta se
produjo un da en que, al trepar a la cima de una pequea colina, vio que arda un
fuego en el valle. Al trmino de la poca seca, la fuerza terrestre comenzaba a
agitarse, propiciando tormentas y abatindose sobre el terreno en forma de violentos
relmpagos que prendan fuego a la reseca hierba. Ralak observ que se trataba de
un fuego sin importancia, pero despeda mucho humo y buena parte del valle qued
oculto bajo ste y decidi que era el momento idneo para escapar con Lotan.
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Mientras gritaba llamando a su madre, retrocedi sobre sus pasos. Pero el fuego
haba destruido las huellas, y el crepitar de las llamas sofocaba su voz y cualquier
otro sonido. Si su madre respondi, Lotan no la oy; si se hallaba cerca de l, no
alcanz a verla.
Las lgrimas empezaron a rodar por sus mejillas, desesperado por el calor, el
humo y la terrible angustia que lo atenazaba. Por ms que buscaba a su madre, no
consegua dar con ella. Jams conseguira hallarla en medio de aquella densa
humareda. Quiz no haba podido seguirle. Tal vez Kropor la haba obligado a
regresar.
De pronto Lotan tuvo la certeza de que Kropor retena a su madre contra su
voluntad, y eso le proporcion renovadas fuerzas. Tena que encontrar a su madre,
tena que regresar a la ladera y rescatarla.
El viento comenz a soplar con fuerza. Los fuegos que ardan alrededor de Lotan
cobraron vigor. Las llamas se encabritaron durante unos instantes y luego
comenzaron a propagarse a travs de la reseca hierba. El humo invada la atmsfera,
y le impedan la visin. Las llamas le lamieron las piernas y apenas poda respirar: el
fuego lo tena acorralado.
Aterrado, se cubri la cara con las manos y ech a correr a ciegas hacia cualquier
pequeo oasis que el fuego no hubiera alcanzado todava. No saba hacia dnde se
diriga ni si lo perseguan las llamas; lo nico que tena claro es que deba escapar de
aquel infierno.
Las llamas ardan con furia, chamuscando el vello de su cuerpo y abrasndole los
pies. Pero sigui corriendo, cansado y mareado debido a la espesa humareda.
Tropez y se cay en dos ocasiones, pero consigui incorporarse y continuar
avanzando. La tercera vez que se cay advirti que el suelo estaba menos caliente.
Aturdido, mir a su alrededor y comprob que el fuego ya haba pasado por aquel
lugar. Del suelo brotaba una densa columna de humo, pero las llamas se haban
extinguido. Decidi descansar un rato.
De pronto vio ante l un animal inmenso y se levant de un salto. No distingui
qu clase de animal era, pero le pareci or un rugido. Aterrorizado, ech a correr.
Sinti que las piedras se le clavaban en las abrasadas plantas de los pies y, de pronto,
cay en el vaco.
III
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Los crculos de
Ralak, que contemplaba el fuego desde la ladera, esboz una mueca de dolor,
como si la hubieran golpeado. Pero no haba nadie junto a ella. Incluso Kropor haba
retrocedido, alarmado ante sus desgarrados gritos de dolor.
Ralak haba tratado de seguir a Lotan, procurando sortear las llamas, pero su hijita
haba empezado a gritar y a revolverse en sus brazos, impidindole avanzar. Kropor
casi le haba arrancado el brazo de cuajo, lo cual le produca un dolor indecible, y el
humo, el holln y el calor la cegaban. Entonces, de pronto haba aparecido Kropor,
obligndola a regresar a la colina.
Furioso de que Lotan hubiera conseguido escapar, de tener los pies abrasados y de
haber perdido un ojo, la haba arrastrado del brazo magullado, insensible ante sus
ruegos, sin soltarla hasta que llegaron al lugar donde se encontraban los otros.
Entonces Ralak lanz un grito de angustia y se arroj al suelo. Kropor la mir
alarmado, temiendo por ella y por l mismo. Ralak comenz a temblar de forma
violenta, gritando como una posesa y escupindole en el rostro, hasta que Kropor
emprendi la retirada.
Avergonzado ante su propia crueldad, regres al cabo de unos minutos y ofreci a
Ralak una fruta para hacer las paces. No pretenda lastimarla; slo deseaba
conservarla junto a l, impedir que siguiera a Lotan.
Pero Ralak, sentada en el suelo junto a su beb, sollozando desconsoladamente, no
lo vio ni oy sus torpes palabras de disculpa. En sus pensamientos y en su corazn
slo haba espacio para Lotan. Lo haba visto desaparecer detrs de una espesa
cortina de humo y no saba si estaba vivo o muerto, si se encontraba herido y
aguardaba a que ella acudiera junto a l.
La criatura empez a gemir y Ralak la sostuvo contra su pecho. Poco a poco, la
agradable sensacin de dar de mamar a su hija la calm y sus lgrimas cesaron.
Quiz Lotan estaba todava vivo y la andaba buscando; tal vez al amanecer, cuando el
fuego se hubiera extinguido, conseguira dar con l.
Al cabo de unos momentos se sinti de nuevo presa de la angustia, pero intent
desechar los negros pensamientos que la atormentaban. De pronto vio a Lotan
yaciendo en el suelo.
Ralak trat de concentrarse en aquella visin. Tiempo atrs, cuando su madre an
viva, tena visiones de vez en cuando. Pero haba pasado mucho tiempo y desde que
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Los crculos de
su madre haba muerto nadie haba sabido ayudarla a interpretar esas visiones, ni
siquiera su hermano.
Ralak cerr los ojos para concentrarse mejor. Vio de nuevo la imagen de Lotan
tendido en el suelo, pero al cabo de unos momentos sta se desvaneci. Ralak crisp
los puos, desesperada. Luego la invadi un profundo cansancio y dej que su mente
se relajara mientras escuchaba los sonidos que emita la nia al mamar.
De repente la imagen apareci de nuevo. Ralak la examin con atencin. Vio a
Lotan tendido en el suelo. A su alrededor no haba llamas, slo humo. Estaba inmvil
y silencioso, pero Ralak tuvo la sensacin de que no estaba muerto. Entre Lotan y ella
exista un vnculo tan fuerte que, de haber muerto, ella lo habra sabido. Tan slo
estaba herido, y asustado.
La imagen se desvaneci de nuevo, pero se senta ms animada. Estaba convencida
de que hallara a Lotan. En cuanto amaneciera, saldra en su busca. Esta vez Kropor
no lograra detenerla. Al da siguiente, mucho antes de que despuntara el sol, se alej
con pasos sigilosos del campamento. Las amplias plantas de sus pies pisaban la
hierba sin producir ruido, y su gil cuerpo resultaba casi invisible en la oscuridad.
Kropor no se despert. Pero Toro s. Al incorporarse y ver la vaga silueta de Ralak
sinti ganas de gritar, pero se tap la boca con las manos y no emiti ningn sonido
ni se movi hasta que la diminuta figura se hubo esfumado.
Ralak se volvi y la mir con gratitud. Toro no saba muchas palabras, pero s
comprendi el gesto de su compaera. Ralak sigui avanzando con cautela,
estrechando a su hijita contra su pecho para evitar que llorara. No se dirigi hacia la
estepa calcinada, sino hacia el bosque, donde Kropor no podra encontrarla.
Permaneci oculta entre los rboles toda la maana mientras Kropor la buscaba como
un loco. Luego, cuando ste, Toro y Metep hubieron desaparecido, Ralak descendi
sigilosamente por la colina en busca de Lotan.
Busc a su hijo durante varias horas, mientras el sol se abata sobre su espalda.
Pero no hall ni rastro de l. El acre olor a humo le impeda percibir su olor. No vio
ningunas huellas, ni tampoco un reguero de sangre que la condujera hasta donde
estaba Lotan. De haber muerto vctima del fuego o a manos de Kropor, Ralak sin
duda habra hallado alguna seal. Esa certeza le dio nuevos nimos. De pronto
percibi el olor de Lotan. Provena de una zona pedregosa que se hallaba debajo de
un pequeo risco, ms abajo del lugar donde se haba producido el fuego.
Lotan haba pasado por all, sin duda. El olor era muy potente, pues el fuego no
haba alcanzado ese lugar. Ralak percibi tambin otro olor, el olor de seres como
ella.
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Captulo 14
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Los crculos de
el brazo para consolarla. Era una escena que se produca con frecuencia. Zena y Bran
sentados cada cual por su lado, dejando que los dos ms jvenes se procuraran
consuelo mutuo. Nyta no les prest atencin. Desde que se haba cado del rbol
viva sumida en una especie de trance, como si no recordara lo que haba sucedido.
Daba de mamar a la hijita de Cere y a veces ayudaba a Sima, pero rara vez hablaba
con los dems o responda a sus preguntas.
Lotan suspir al recordar los tiempos anteriores al episodio de los us, cuando
todos los miembros de la tribu se ayudaban y apoyaban mutuamente. Entre ellos
reinaba un ambiente de profunda amistad y afecto. En cambio ahora slo sentan
indiferencia y un intenso dolor.
Al observar la tristeza que reflejaba el rostro de Zena, Lotan sinti deseos de
consolarla, pero no se atrevi. Zena rechazaba siempre cualquier intento de
acercamiento. Slo consenta la proximidad de Tres Patas, la pequea gacela. Apenas
despegaba los labios. Antes se mostraba siempre dispuesta a charlar con Lotan y
aprender su lenguaje, pero ahora su curiosidad se haba disipado y lo nico que
quera era que la dejaran en paz.
Lotan lo comprenda. l tambin haba perdido al ser que ms quera. Su madre
estaba siempre presente en sus pensamientos, y Lotan nunca haba dado por
concluida la bsqueda de ella y los otros.
Lotan se acerc a Zena y seal hacia el sur.
Por ese camino? pregunt.
Zena se encogi de hombros y mene la cabeza, como si no supiera qu hacer.
Probablemente debieran dirigirse hacia el sur, hacia el lago, como siempre haban
hecho. Pero los fuegos se haban extendido a lo largo de la ruta que solan tomar y,
sin Kalar para guiarlos, se sentan perdidos.
Ahora resultaba ms difcil hallar comida. Los tiles de que disponan para
hacerlo las ramas que utilizaban para excavar la tierra, las lascas y los artilugios
para transportar alimentos haban sido destruidos cuando los us se haban
precipitado a travs del claro y el refugio. Bran haba tratado de tallar unas piedras
como las que haca Lett, pero no funcionaban.
Cada vez que Zena empezaba a tejer una cesta o una bolsa, se acordaba de Cere y
las lgrimas le nublaban los ojos, impidindole trabajar.
Slo haban logrado salvar dos cosas: Nyta todava utilizaba la bolsa que le haba
dado Zena y, poco antes de abandonar el claro, se haba dirigido al crculo de
piedras, ya que Zena se negaba a hacerlo, para rescatar la primera estatuilla de una
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Los crculos de
mujer de anchas caderas que haba tallado Lett. Nunca se separaba de ella. Al ver que
Nyta sostena la figura mientras daba de mamar a Cere, Zena sinti que le invada de
nuevo la clera, y eso le procur nuevas energas.
Debemos buscar un refugio dijo entonces.
Los otros se apresuraron a levantarse y seguirla, ansiosos de entregarse a alguna
actividad que los distrajera de su tristeza.
Por las tardes se refugiaban tiritando bajo un rbol o una roca, para protegerse de
las lluvias torrenciales. Todos saban que deban construir un refugio ms slido,
pero no tenan ganas.
Zena vio unos peascos. Si cogan unas ramas y tenan la suerte de hallar una
encendida para hacer una hoguera, podran construir un refugio que los protegiera
de los animales.
Al acercarse a los peascos, Lotan percibi un olor acre y penetrante,
inconfundible.
Es un macho dijo, agarrando a Zena del brazo. Un macho cruel.
Zena se volvi hacia Lotan. Su rostro denotaba temor, pero tambin esperanza.
En aquel momento se acerc Bran, alertado por la tensin que expresaban los
cuerpos de sus compaeros.
Debemos regresar respondi cuando Zena le explic lo que haba dicho
Lotan.
Pero Lotan sacudi la cabeza e insisti:
Debo hallar a mi madre.
Nos ocultaremos para buscarla contest Bran.
Zena asinti y comenzaron a trepar por la ladera en busca de un escondrijo desde
donde escrutar el paisaje sin ser observados. Pero era demasiado tarde. Kropor los
haba visto. Se hallaba de pie sobre una pea, vigilndolos. Pese a la distancia que los
separaba, Zena observ que tena un ojo tumefacto y enrojecido, que no dejaba de
enjugarse.
Est herido en un ojo dijo Zena al tiempo que se volva hacia Lotan.
Lotan seal la rama que llevaba para excavar la tierra e hizo un gesto para indicar
que la haba clavado en el ojo de Kropor. Zena hizo una mueca. El extrao deba de
estar furioso con Lotan por haberlo dejado medio ciego.
El gigantesco macho emiti unas voces y aparecieron dos hembras.
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Ralak! exclam.
Ante el asombro de Zena, el gigantesco extrao esboz una amplia sonrisa
mientras contemplaba arrobado a la diminuta hembra.
Ralak tampoco sala de su asombro. Esperaba que Kropor la recibiera con una
lluvia de golpes, no con una sonrisa. Temiendo no hallar a Lotan y sabiendo que era
incapaz de sobrevivir por s misma, Ralak haba seguido a Kropor, tratando de reunir
el valor suficiente para unirse de nuevo al grupo. De pronto, al or la llamada de
auxilio de Lotan llamndola, haba corrido a defenderlo y Kropor la haba recibido
con una beatfica sonrisa.
Todo resultaba extrao. Ralak asinti con aire autoritario para disimular su
perplejidad y pronunci un torrente de palabras que Zena no logr comprender. No
obstante, era evidente que iban dirigidas al gigantesco macho, quien haba alzado de
nuevo el brazo para golpear a Lotan. Pero al or la retahla de palabras que le lanz
Ralak, abandon su actitud y extendi una mano hacia ella en un gesto de sumisin.
Ralak no le cogi la mano, pues estaba rabiosa, pero se acerc a l y examin su ojo
herido.
A una orden de Ralak, Toro y Metep desaparecieron.
Perpleja, Zena se volvi hacia Lotan. Sin embargo, el joven no le hizo caso. Corri
hacia su madre y la abraz mientras las lgrimas rodaban por sus mejillas. Ralak
sonri, pero cuando trat de estrecharlo entre sus brazos lanz un grito de dolor.
Lotan la mir preocupado.
Le duele el brazo? pregunt Zena a Lotan.
No era necesario preguntar al joven si se trataba de su madre. Bastaba con
contemplar la expresin de alivio y de amor que reflejaba su rostro. Zena haba
observado tambin que Ralak sostena a una criatura en un brazo, mientras que el
otro colgaba inerte.
Lotan asinti al tiempo que miraba a Kropor enfurecido. Las motas amarillas de
sus pupilas relucan como chispas.
Ralak se apresur a calmar los nimos.
No quiero peleas dijo, mirando severamente a Kropor y Lotan. Ralak no se
explicaba por qu Kropor se comportaba de modo tan sumiso, pero estaba resuelta a
aprovecharse del poder que, al parecer, ejerca sobre ste.
Bran se coloc junto a Ralak con el fin de reforzar la autoridad de la diminuta
hembra. No comprenda sus palabras, pero saba que Kropor deba ser controlado, y
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estaba dispuesto a ayudarla. Bran era an ms alto y corpulento que Kropor, y ste
retrocedi ante tan imponente adversario.
Vamos a curarte el ojo. Sintate orden Ralak a Kropor al tiempo que le daba
un empujn en el hombro para que comprendiera lo que le deca.
Toro y Metep regresaron al cabo de unos momentos con un puado de plantas y
una calabaza que contena un poco de agua. Toro se hizo cargo de la criatura
mientras entregaban a Ralak las plantas y la calabaza. Zena se acerc para observar la
escena mientras Ralak arrancaba con cuidado las hojas de los tallos y las sumerga en
el agua. Deseaba ayudarla, y la mir a con aire interrogante.
Ralak asinti. Entre las dos terminaron de arrancar las hojas y de embeberlas en
agua. Ralak aplic con suavidad el emplasto sobre el ojo de Kropor. Luego se sent y
dirigi a Zena una mirada intensa y penetrante. Zena le devolvi la mirada con
franqueza, sin inhibiciones. Los perspicaces ojos de Ralak parecan haber descubierto
los secretos que ocultaba en su corazn, y era intil tratar de disimular. As pues,
Zena se limit a asimilar los sentimientos que le transmita aquella mujer tan
extraordinaria. Su mirada expresaba simpata y comprensin, como si ambas se
conocieran desde haca tiempo. Haba algo en ella que a Zena le resultaba
curiosamente familiar...
De pronto la invadi un extrao temblor, semejante al que haba sentido cuando se
agarr al rbol para no caerse, y sacudi la cabeza como para despejarse.
Ralak le propin unas palmaditas en el brazo y dijo con tono enigmtico:
Tenemos que hablar de muchas cosas.
Luego se apresur a levantarse, pues empezaban a caer las primeras gotas de
lluvia y era preciso buscar refugio.
Zena se dirigi hacia los peascos que haba divisado antes y, tras encaramarse a
ellos, seal un lugar lo bastante amplio para acogerlos a todos y donde podan
colocar unas ramas a modo de techado. Ralak asinti satisfecha y dio unas rdenes a
Kropor y a las otras dos mujeres.
Los ayudaremos a construir un refugio dijo Zena dirigindose a Bran y los
otros.
Acto seguido todos se pusieron manos a la obra, arrancando ramas llenas de hojas
y cogiendo musgo, tal como estaban haciendo Toro y Metep. Kropor permaneci
inmvil, sin saber qu hacer, pero cuando empezaron a construir el techado decidi
ayudarlos a transportar las ramas ms pesadas e instalarlas sobre el refugio. Al poco
rato haban conseguido levantar un refugio slido y resistente que apenas tena
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Los crculos de
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Los crculos de
Tan pronto como la lluvia remiti, Zena y Sima partieron en busca de unas hojas
para preparar un emplasto, a fin de aliviar la hinchazn, y unas enredaderas para
sujetar el brazo de Ralak. Feliz de ayudar a Zena despus de que sta no le hubiera
hecho el menor caso durante varias semanas, Sima se aplic con entusiasmo a la tarea
y arranc ms enredaderas de las que precisaban. Zena le dio las gracias, y tras
colocar el emplasto sobre el hombro de Ralak le sujet el brazo al cuerpo. Luego, al
observar las enredaderas que haban sobrado, decidi confeccionar una bolsa para
que Ralak transportase con mayor comodidad a su hijita.
Agachando la cabeza para que los otros no advirtieran la expresin de dolor que le
produca el recuerdo de Cere, Zena comenz a tejer una slida bolsa. Trabaj
infatigablemente durante horas, tratando de contener las lgrimas; sin embargo, pese
a sus esfuerzos, algunas se escaparon rodando por sus mejillas. Zena apret las
mandbulas con rabia. Odiaba las lgrimas y lo que stas representaban. Pero, sobre
todo, odiaba a la Madre por haberles causado a sus compaeros y a ella tanto
sufrimiento.
La clera era ms intensa que antes, pues no slo estaba furiosa con la Madre sino
tambin consigo misma. Haba permitido que los inslitos acontecimientos que se
haban producido recientemente la apartaran de su obsesin y la hicieron sentirse
casi feliz, en lugar de alimentar aquella clera que le permitira vengarse de la Madre.
Bran observ los esfuerzos de Zena para no sucumbir al llanto; tambin observ
que los otros no le quitaban la vista de encima. En otra ocasin seguramente le habra
tomado el pelo, pero ahora slo deseaba ayudarla. Cogi algunas de las ramas que
haba conseguido reunir y empez a afilarlas. Los otros dejaron de contemplar a Zena
e imitaron a Bran. ste envi a Lupe en busca de ms ramas y el chico se apresur a
obedecerle. Al igual que Sima, estaba deseoso de sentirse til. Al cabo de un rato
regres con un montn de ramas. Pese al percance que haba sufrido en un ojo,
Kropor demostr una gran habilidad y consigui afilar una buena cantidad de ellas.
Aquella actividad pareca calmarlo y, en lugar de mirar a todos como si quisiera
retorcerles el pescuezo, se concentr en su tarea.
Ralak tambin haba advertido los esfuerzos de Zena por contener el llanto, pero
no trat de ayudarla. Las lgrimas que asomaban a sus ojos eran buena seal. Hasta
que la joven no se desahogara, liberndose de la rabia y el dolor que Ralak haba
observado en su rostro, permanecera paralizada, incapaz de poner en prctica el
extraordinario don que posea. Slo unos pocos estaban dotados de la facultad de or
y sentir con sus mentes. Aunque Zena todava no se haba dado cuenta, era uno de
ellos.
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Los crculos de
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Los crculos de
sobre su cuerpo. Era como si ste le hubiera devuelto la capacidad de amar, la energa
y la curiosidad perdida. Zena sonri satisfecha. Comenzaba un nuevo da.
II
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Los crculos de
En ocasiones Ralak tema que Zena no volviera a depositar una confianza plena en
nadie y pens que era necesario ponerla a prueba, tal como la Madre haba hecho con
la propia Ralak. A fin de cuentas, se era el motivo de que la Madre los hubiera
conducido hasta aquel lugar.
Ralak haba hablado a Zena en multitud de ocasiones sobre la fuerza de la tierra y
la joven le haba contado lo que Kalar, la representante de la Madre, le haba relatado
sobre sta. Ralak haba comprendido de inmediato que la fuerza de la tierra y la
Madre eran una misma cosa, como si de pronto se le revelara el estrecho vnculo que
exista entre ambas. Siempre haba comprendido el poder de esa fuerza, pero al
mismo tiempo presenta que deba de existir algo ms clido e inmediato. Ese
elemento que echaba en falta lo haba hallado en la Madre.
Ambas fuerzas podan revelarse crueles y bondadosas al mismo tiempo, y eso era
lo que Zena no lograba aceptar. Saba que la fuerza de la tierra y la Madre eran
capaces de matar o de dar la vida, pero su corazn rechazaba esa evidencia.
Ralak cogi la figura de una mujer de amplias caderas que haba confeccionado
Lett y dijo:
Esta estatuilla contiene la fuerza de la tierra, lo presiento. Toma, veamos si t
tambin eres capaz de sentirla agreg, al tiempo que la entregaba a Zena.
Zena la acept de mala gana. Al tocar la estatuilla sinti una especie de descarga
elctrica que pareca provenir de la figura y se apresur a soltarla.
S, puedo sentirla dijo Zena. Pero tambin contiene un gran temor.
El temor est en ti, no en la estatuilla replic Ralak cortante. Luego el tono de
su voz se suaviz. La fuerza de la tierra y la Madre son la misma cosa explic a
Zena. Ambas pueden lastimarnos. Ellas crean las montaas que estallan, los rayos
y la sequa, pero de ellas proviene tambin la lluvia y la vida. Ambas representan la
vida y la muerte, el dolor y la felicidad.
Por qu se muestra la Madre tan cruel a veces? inquiri Zena con un rictus de
amargura.
No tengo respuesta a tu pregunta. Slo puedo decirte que la Madre es como es,
y que la fuerza de la tierra es lo que gobierna el mundo.
Ralak emiti un suspiro de resignacin. Ella misma no estaba muy segura de sus
palabras; slo saba que era preciso que Zena lo aceptara y que le quedaba poco
tiempo para ensear a la joven todo cuanto deseaba ensearle. Lo saba por el dolor
que senta en el abdomen y las hemorragias que sufra desde haca algn tiempo. Al
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Los crculos de
principio no le haba dado importancia, pero los sntomas se haban ido agravando.
Lo cierto es que cada da se senta ms dbil.
Nosotros no somos importantes terci Lotan. Luego seal a Tres Patas y
aadi: Somos como esa gacela, uno ms entre los muchos seres que pueblan el
Universo. Es normal que algunos sean sacrificados para servir de alimento al len
mientras otros sobreviven; el len tambin ha de subsistir.
Zena observ a Lotan con admiracin, pues lo que acababa de decir tena sentido.
l tambin haba crecido mucho, aunque no era tan fornido como Bran. Se haba
convertido en un joven menudo, esbelto y fuerte. En ocasiones, cuando Lotan la
miraba, Zena senta un extrao cosquilleo.
En cualquier caso, no me parece justo que la Madre matara a nuestros
compaeros de forma gratuita insisti Zena para disimular su turbacin.
Pero ahora tenemos otros compaeros terci Sima, y ya no nos sentimos tan
solos.
Tienes razn, Sima respondi Zena al tiempo que esbozaba una sonrisa. La
Madre nos ha enviado a Ralak y a los otros.
Zena reflexion unos momentos en un intento de borrar sus recelos. Ralak le haba
enseado muchas cosas; tena la impresin de conocerla desde siempre. Era sa la
forma que haba elegido la Madre para ensear a Zena todo cuanto no haba logrado
ensearle Kalar? Aunque Zena sola evitar ese pensamiento, saba que estaba
predestinada a hablar en nombre de la Madre.
Tambin trat de desechar una idea que albergaba en lo ms profundo de su
cuerpo y su corazn, como si stos se hallaran ntimamente ligados al cuerpo y al
corazn de Ralak: Ralak se estaba muriendo. La fuerza vital que la sostena se estaba
disipando. Ralak jams le haba hablado de ello, pero Zena lo saba.
Entonces se levant de un salto y dijo:
Vayamos en busca de comida antes de que oscurezca.
Tras estas palabras, ech a correr hacia la ladera donde crecan los rboles frutales
seguida por Lotan. Entre los dos cogieron un montn de fruta, que despus llevaran
al refugio. Pero antes se sentaron a comer unas cuantas piezas de las que haban
cogido. Era el momento del da que ms le gustaba a Zena: el cielo apareca teido de
unos refulgentes tonos rosceos, naranja y escarlata y los pjaros se instalaban en las
ramas de los rboles, entre un sonoro batir de alas y chillidos. Era el momento en que
los animales acudan a beber a la charca que se hallaba a los pies de la colina, y los
depredadores merodeaban en busca de una presa.
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Los crculos de
len? Las leonas tambin tienen necesidad de alimentarse, al igual que sus cras.
Entonces, por qu esperan los pequeos a que los otros hayan terminado?
Todos los animales son distintos respondi Lotan. Me gusta ese sistema
aadi al tiempo que sonrea: La hembra va en busca de comida para que se la
coma el macho.
A m no replic Zena en son de broma. Me alegro de no ser una leona.
Luego Zena se tumb en el suelo para gozar de los ltimos resplandores del
crepsculo. Lotan se ech junto a ella. Su cuerpo era suave y clido. Zena se
estremeci al sentir la caricia de la leve brisa en la piel. Entonces se volvi hacia Lotan
en busca de calor y el chico se volvi tambin hacia ella. Cuando sus cuerpos se
encontraron en esa nueva posicin, experimentaron una sensacin muy intensa; Zena
sinti que le recorra el cuerpo y saba que Lotan tambin la senta, pues la mir
sorprendido y se apart.
Ambos jvenes se observaron durante unos momentos, al principio con timidez,
tratando de contener sus sentimientos, pero poco a poco sus miradas se fueron
suavizando y al cabo de un rato slo prestaban atencin a aquellas sensaciones
incontrolables que se haban adueado de ellos. De forma impulsiva, Zena acarici el
muslo de Lotan; el chico emiti un gemido de placer. El sonido la excit, la hizo
sentirse poderosa, y empez a acariciarle todo el cuerpo. Lotan le devolvi las
caricias. Zena sinti que su piel arda bajo el contacto de su mano, pero era una
sensacin placentera, no dolorosa. Se arrim a l hasta que su vientre y sus pechos
parecieron fundirse con la clida piel de Lotan, sintiendo que algo la abrasaba entre
las piernas.
Lotan la acarici justo donde la ardiente sensacin era ms potente. Zena gimi de
placer y separ las piernas; sus sensaciones cobraron tal intensidad que, vindose
incapaz de controlarlas, se dej arrastrar por la pasin. Entre gritos y gemidos, rode
las caderas de Lotan con sus piernas para tenerlo ms cerca. Pero no era suficiente;
deseaba ms, deseaba sentirlo dentro de ella.
De nuevo en un gesto impulsivo, Zena condujo el miembro de Lotan hacia el
interior de su vagina. Lotan empuj hasta penetrarla por completo; luego retrocedi y
volvi a penetrarla. Zena cogi el miembro y lo sostuvo con firmeza, sintiendo cmo
creca, hinchndose como si fuera a estallar, igual que una fruta madura que se
despojara de su piel. Zena experiment de pronto un placer inimaginable, que fue en
aumento a medida que recorra todo su cuerpo; entonces, un profundo
estremecimiento le traspas los brazos, las piernas, hasta alcanzarle los dedos de las
manos y los pies. El xtasis invadi todo su ser, abrumndola con su intensidad.
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Los crculos de
Lotan empuj an con fuerza dentro de ella, luego su cuerpo se arque hacia atrs
y lanz un grito suave, urgente, lleno de pasin. Zena crey ver en Lotan el reflejo de
lo que ella misma haba sentido y lo abraz con fuerza hasta que l dej de temblar.
Entonces, de forma inesperada, volvi a notar un intenso calor entre las piernas
mientras el miembro de Lotan creca dentro de ella y estallaba de nuevo. Por dos
veces consecutivas, sinti que unas sensaciones indescriptibles se apoderaban de
todo su cuerpo, intensificndose ms y ms hasta alcanzar el paroxismo.
Lotan yaca en silencio, inerte, junto a ella. Zena era incapaz de moverse ni de decir
nada. En su mente resonaban las palabras de Kalar y de Cere: Copular produce un
gran placer. Tenan razn.
Al cabo de un rato, se dio cuenta de que casi haba anochecido y despert a Lotan.
Debemos regresar. El sol se ha ocultado musit.
Lotan se incorpor y lanz un bostezo. De pronto pareci recordar lo sucedido y
mir a Zena asombrado. A la tenue luz del crepsculo, las motas amarillas de sus
pupilas resultaban casi invisibles.
Nunca haba copulado confes Lotan.
Yo tampoco respondi Zena. No me apeteca. No crea que procurase tanto
placer.
Zena cogi a Lotan de la mano y juntos bajaron corriendo la ladera. El grupo haba
construido un excelente refugio, slido y resistente, que se hallaba rodeado por una
amplia explanada donde podan confeccionar cestas, afilar ramas o piedras y sentarse
alrededor del fuego al final de la jornada. Al aproximarse al claro vieron el
resplandor de la hoguera, clida y acogedora.
Ralak alz la cabeza y mir a los dos jvenes. A la luz de las llamas vio la
expresin de felicidad que reflejaban sus rostros y al instante comprendi la causa.
Era una expresin inconfundible. Ralak se alegr. La cpula era un acto que estaba
bendecido por la Madre y en el que slo intervenan los sentimientos, no la razn.
Ello ayudara a Zena a afrontar con mayor madurez y serenidad la gran prueba que
deba superar.
Ralak suspir. Haba transcurrido mucho tiempo desde la ltima vez en que ella
haba yacido con un hombre. Desde su ltimo parto, que haba resultado duro y
laborioso, su cuerpo haba sufrido un cambio. En una ocasin que haba tratado de
copular con Kropor, sinti un dolor tan intenso que se lo cedi a Toro y a Metep. De
todos modos, no se lamentaba de ello, pues estaba demasiado dbil para copular.
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Si te duele, te dar unas hierbas dijo Zena con suavidad al tiempo que coga la
mano de Ralak.
Era la primera vez que se refera a la enfermedad de Ralak. Sus palabras
significaban que Zena aceptaba los designios de la Madre, al menos en esta cuestin,
lo cual era un buen comienzo.
Ralak cerr los ojos y su rostro asumi una expresin relajada.
Quiz ms tarde le contest. Ahora deseo dormir.
Zena sostuvo la mano de Ralak entre las suyas. Tena un tacto seco; su piel era
spera como la corteza de un rbol, y bajo ella se notaban los huesos.
Al poco rato anocheci, pero Zena permaneci junto a Ralak. Se senta ligada a ella
a travs de la frgil y spera mano, como si captara los sentimientos de Ralak y viese
y oyese a travs de los ojos y odos de sta. As unidas, contemplaron el chisporroteo
de las llamas y aspiraron el aroma de las ramas y hojas que Lotan arrojaba al fuego.
Ambas escucharon los sonidos del claro, el murmullo de los insectos y el incesante
parloteo de pequeos monos que se disponan a dormir. Eran unos sonidos distintos
de los que haba odo Zena antes de instalarse all, el lugar donde Ralak haba vivido
aos atrs. Aunque toda su tribu haba perecido en ese lugar, Ralak haba regresado a
l. Zena no comprenda el motivo.
En torno al claro crecan unos rboles inmensos por los que se filtraba la luz de la
luna, y el musgo que penda de sus ramas arrojaba extraas sombras. A travs del
croar de las ranas se oa el murmullo que produca el agua al precipitarse en cascada
entre los numerosos riachuelos. Los olores eran intensos y hmedos. Esto no se
pareca en nada al lugar donde tiempo atrs se haban topado con los gigantes, pens
Zena. Mientras que aquel lugar era tan sombro como si el sol no penetrara nunca en
l, en ste proliferaban las flores y las plantas y luca el sol. Aqu todo era verde,
incluso las montaas. stas se alzaban desde el fondo del valle, cubiertas por un
manto de vegetacin, hasta casi rozar las nubes que se deslizaban por el cielo.
Zena suspir y se acost junto a Ralak, sin soltarle la mano. No durmi, pero so
igual que si estuviera dormida. Se vio a s misma encaminndose hacia una elevada
montaa que se ergua en medio de un brumoso valle. Zena reconoci la montaa,
pues no estaba lejos de all. Con frecuencia haba contemplado cmo su cima de
forma cnica atravesaba las nubes que flotaban sobre las laderas superiores. Pero en
su sueo no apareca la cima, sino slo unas nubes densas y blancas que giraban
lentamente, disipndose en la atmsfera. Durante unos instante antes de que se
reagruparan, Zena vio la cima de la montaa iluminada por el resplandor dorado del
sol y se sinti poderosamente atrada hacia ella. Zena comenz a ascender la
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Los crculos de
montaa. Por doquier creca el musgo y los helechos, y la tierra estaba hmeda. Pese
a hallarse sumida en un trance, percibi con toda claridad el olor a humedad que
despedan las plantas.
Zena mir a su alrededor en busca de un sendero que la condujera a travs de la
bruma y la densa espesura hasta la cima. Era preciso alcanzarla, tena que llegar.
Algo la aguardaba all arriba.
Al cabo de un rato Zena se dej vencer por el sueo y la montaa se esfum.
Durmi profundamente, sin or los sigilosos pasos con que los otros entraron en el
refugio. Pero al amanecer, cuando los primeros rayos de sol se filtraron en el refugio,
Zena oy cmo Ralak se quejaba.
Alarmada, Zena se despert de forma brusca. Se inclin sobre Ralak, tratando de
ver su rostro a la dbil luz del amanecer, pero comprendi que no haba nada que
hacer. Ralak agonizaba; se deslizaba hacia un lugar desconocido, y Zena no poda
impedirlo.
Las lgrimas empezaron a rodar por las mejillas de Zena y cayeron sobre el enjuto
rostro de Ralak. De pronto sta abri los ojos y la mir.
Ve! le orden con voz ronca. Ve mientras todava yo pueda ayudarte. Debes
partir de inmediato. Ellos te guiarn.
Durante unos momentos Zena la mir perpleja. Adnde deba ir, y por qu?
Entonces record la montaa; deba dirigirse a la montaa. Volvi a verla en su
imaginacin como cuando se hallaba sumida en un trance.
Zena bes la fra mejilla de Ralak para darle a entender que haba comprendido
sus palabras. Luego se levant y abandon con gran sigilo el refugio.
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Los crculos de
extraordinario panorama contena una gota de roco, y cada gota de roco reflejaba la
luz del astro solar en todo su esplendor.
Sus ojos se inundaron de lgrimas ante la visin de aquel increble espectculo
mientras se esforzaba en asimilar cada detalle. El dorado resplandor del sol la llenaba
por completo, borrando el hambre, la fatiga, incluso la tristeza que haba
experimentado durante unos momentos al pensar en Ralak. Su luz lo invada todo:
los rboles, la hierba, la tierra, incluso a ella misma. La sinti penetrar en su cuerpo
formando unas ondas doradas que ella poda ver, or, oler y saborear.
Las plumas del pjaro pasaron a gran velocidad ante sus ojos y luego
desaparecieron en la neblina. Zena ech a correr tras el ave para no perderla de vista,
pues el camino era tan abrupto y resbaladizo que tema despearse. Numerosos
riachuelos discurran entre aquellas piedras cubiertas de musgo. Las flores,
multicolores y delicadas, agitaban la cabeza sobre sus elevados tallos como
fragmentos de un arco iris. La ladera estaba tapizada de plantas rojas, azules,
moradas y amarillas, que resaltaban sobre el tono verde aterciopelado de la hierba.
A medida que ascenda, el murmullo del agua se transform en un ruido
atronador. Detrs de un promontorio descubri la causa: desde un risco que se
hallaba a varios metros de altura caa una gigantesca cascada que formaba unos
profundos torrentes. Al bajar la vista, contempl las tumultuosas aguas que
discurran a sus pies. A su alrededor se erguan unos acantilados cortados a pico.
Nadie sera capaz de subir por este camino, pens. Era preciso hallar otra ruta.
El pjaro comenz a revolotear en torno a ella, como si quisiera atraer su atencin.
Luego ech a volar hacia la cascada y desapareci tras ella. Zena lo contempl
asustada, dudando si deba seguirlo.
Al cabo de unos momentos el pjaro reapareci y repiti la maniobra. De mala
gana, Zena avanz hacia la cascada, pero al aproximarse vio una pequea cavidad
que se hallaba a la izquierda de la misma. Penetr en ella y se encontr en un
diminuto espacio, al abrigo del torrente. Incluso el ruido atronador sonaba
amortiguado, de tal forma que percibi las suaves y refulgentes gotas de humedad
que caan de las rocas. No se adverta ningn otro movimiento, ninguna seal de
vida, tan slo el sofocado rumor de las gotas de agua al caer al suelo.
Mir a su alrededor con el fin de localizar al pjaro, que se hallaba posado sobre
un saliente y la observaba. Zena lo reconoci por la forma, pues la luz apenas
penetraba en la caverna y era imposible distinguir sus colores. Entonces el pjaro
ech a volar en direccin a un pequeo tnel. Zena lo sigui y sali a otra oscura
galera. Al cabo de unos momentos, cuando sus ojos se adaptaron a la penumbra, vio
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Los crculos de
un gran charco negro que ocupaba todo el espacio. Ms all de ste se extenda la
ms impenetrable oscuridad.
El pjaro vol sobre el charco y aterriz sobre una roca que estaba medio
sumergida en el agua. Zena arrug el ceo. El ave poda volar, pero ella tendra que
atravesar a pie aquel inmenso charco de aguas turbias y estancadas. Todo permaneca
inmvil en la cueva, excepto el temor de Zena. Su miedo resonaba en el silencio,
flotaba entre las hmedas paredes de la caverna y se alojaba de nuevo en lo ms
profundo de su corazn.
De pronto, el silencio se vio roto por el aleteo de centenares de murcilagos que
abandonaban sus escondrijos para revolotear por la sombra caverna. Zena not en el
rostro y el cabello la corriente de aire que generaban las alas de los pjaros, pero
ninguno de ellos la roz con su cuerpo. Zena reprimi un grito y, al mismo tiempo,
sinti que su temor se desvaneca.
Luego se sumergi en el charco. El agua le alcanz el pecho, limpiando el polvo y
la tierra de sus piernas y brazos. Zena se relaj y dej que el agua la envolviera en su
clido y oscuro abrazo. Era un charco de agua sagrada; estaba segura de ello. Pos la
mano sobre la reluciente superficie en un gesto de gratitud y sali del charco.
Sigui al pjaro de nuevo. Mientras trepaba por unas escarpadas rocas que se
alzaban a modo de escalones en la parte posterior de la cueva, percibi el eco del
aleteo de los murcilagos y del agua lamiendo las rocas. De improviso divis una luz.
Al llegar a ella se detuvo, asombrada. Se encontraba a la altura de la mitad de la
cascada y estaba, rodeada de resbaladizas rocas. A sus pies se abra el vaco. Presa del
pnico, se agarr a una gruesa enredadera para mantener el equilibrio. El pjaro se
pos sobre otra enredadera y agit la cola. Zena respir hondo y, sujetando la
enredadera con ambas manos, avanz con cautela. Al notar que la enredadera se
escurra entre sus dedos agarr otra, y luego otra ms, hasta que se situ en un
estrecho saliente. Se detuvo entonces para recuperar el resuello, sin atreverse a mirar
hacia abajo.
Al alzar la cabeza vio una explanada verde. Se arrastr hacia ella, casi llorando de
alivio por dejar atrs las peligrosas rocas, y se tumb a descansar. Durante unos
minutos permaneci inmvil, atenta a las voces agudas y musicales de las aves
mientras senta que la tierra le restitua las fuerzas. Junto a ella haba unos arbustos
en los que crecan unas bayas rojas. Tras comer un puado para mitigar el hambre y
la fatiga, continu su ascenso hacia la cima de la montaa sin perder de vista al
enigmtico pjaro.
De repente, dej atrs la frondosa vegetacin y lleg a unas rocas de color marrn
anaranjado. Entre ellas crecan unas delicadas flores de aspecto plido y ceroso como
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Los crculos de
diminutas calabazas; Zena aspir su intenso perfume. Al alzar los ojos se encontr
con la cima de la montaa, imponente y dorada, tal como la haba visto en su sueo.
Despacio, escal los ltimos metros que la separaban de la cima y se sent en un
peasco liso, sobre el cual se haba posado el pjaro. Intua que aqul era el final de
su odisea. Tena razn, pues al alzar de nuevo la vista comprob que el pjaro haba
desaparecido.
Durante unos momentos contempl el valle que se abra a sus pies. Luego las
nubes lo ocultaron y Zena slo alcanz a ver la pequea zona que circundaba el
peasco en el que se encontraba sentada. El resto se hallaba envuelto en la niebla.
Permaneci inmvil, consciente de la profunda serenidad que la embargaba. No era
necesario seguir adelante. Lo que andaba buscando vendra a ella en su debido
momento.
El tiempo transcurri sin que Zena se diera cuenta. Slo era consciente de los
aromas, los sonidos, de su quietud y su paz interior. Al cabo de un rato percibi un
ruido y vio que algo avanzaba hacia ella a travs de la pedregosa tierra. Ms que
verla presinti que era una serpiente, y cuando sta se detuvo ante ella, Zena no se
sobresalt. Era muy gruesa, tanto como sus dos brazos juntos, y el largo cuerpo
estaba decorado por unas franjas anchas de color coral. La serpiente se instal a los
pies de Zena, alz la cabeza lisa y triangular y la observ con sus negros ojos
mientras exhiba su larga lengua ahorquillada. Luego empez a mover la cabeza
hacia delante y hacia atrs.
Zena no movi un msculo. Respiraba de forma tan pausada que apenas era
consciente de estarlo haciendo. Tan slo reaccion con los ojos, cuyas pupilas se
dilataron de forma casi imperceptible debido al temor y a la fascinacin que le
inspiraba el reptil. Saba que si se mova la serpiente la atacara, pero tambin saba
que eso careca de importancia, que lo nico importante era observar con gran
atencin al animal y seguir sus movimientos.
Mir a la serpiente a los ojos, unos ojos que parecan pozos muy profundos e
insondables que contuvieran todo cuanto Zena haba conocido y odo, todo cuanto
exista. En ellos vio reflejados los ojos de Kalar y los de Ralak, as como los de tantas
otras mujeres sabias. Todo el conocimiento, la perspicacia y la sabidura yacan en el
fondo de la mirada de la serpiente. Zena asimil aquel compendio a travs de sus
ojos, sus odos, su piel y su nariz, y lo almacen en el corazn.
Tambin era consciente de la presencia del veneno, el poder de la serpiente; saba
que si dejaba de sostenerle la mirada, si se rompa aquella ligazn visual que las una,
el reptil la atacara y acabara con ella sin piedad.
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Los crculos de
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Los crculos de
una fruta madura o contemplar un pjaro o una flor. La Madre constitua su tristeza
cuando enfermaban, su dolor cuando se llevaba a los seres queridos. Pero para
mitigar ese dolor les daba algo precioso: la capacidad de compadecerse de quienes
sufran, de saber que Ella los acoga de nuevo en su corazn cuando expiraban. La
Madre era sabidura y amor.
Zena abri su corazn a la Madre. Ningn pensamiento ni sentimiento accedi a
su mente ni a su corazn mientras permaneca sentada, inmvil, concentrada en todo
cuando representaba la Madre. El tiempo careca de importancia, pues cada instante
era tan breve como el rpido movimiento de la lengua del reptil, y sin embargo
pareca abarcar cada uno de los momentos que haban transcurrido desde el origen
de la vida.
Tan poco a poco que ella ni siquiera se dio cuenta, Zena se desplom en el suelo y
se qued dormida.
II
Cuando abri los ojos, la serpiente haba desaparecido. Durante unos momentos
Zena se pregunt si no habra sido fruto de su imaginacin, si no habra soado su
presencia. Pero luego vio la piel del reptil yaciendo junto a sus pies. La serpiente se
haba despojado de su piel del mismo modo que Zena se haba despojado de su
clera absurda e infantil.
Toc el transparente tejido como si tocara por ltima vez la piel de su infancia.
Luego se levant de un salto, impulsada por una repentina sensacin de urgencia que
borraba cualquier otro pensamiento y sentimiento. Ralak haba estado con ella en la
montaa; Zena sinti sus pensamientos, su presencia. Pero ahora not que la fuerza
de la mujer sabia se desvaneca. La fuerza de la tierra, la Madre, aguardaba para
llevrsela de nuevo.
Ech a correr montaa abajo, resbalando y tropezando, sin reparar en los
resbaladizos riscos, la peligrosa cascada o la impenetrable selva que se extenda ms
all de aqulla. Toda su energa estaba concentrada en alcanzar a Ralak. Slo cuando
lleg a la marisma y se adentr en el bosque advirti que haba recorrido de nuevo
aquella peligrosa ruta sin que el pjaro la guiara.
~200~
Los crculos de
El terror borr ese pensamiento de su mente mientras corra a travs del bosque.
Al llegar al claro, no se fij en sus compaeros; slo vio el refugio y luego el rostro de
Ralak. Yaca inmvil. Tena los ojos cerrados y su piel presentaba un color ceniciento.
Zena se arrodill junto a ella y escuch los acelerados latidos de su corazn. Si bien
no haba logrado hablar en su momento con Kalar, deseaba or la voz de Ralak
siquiera por ltima vez.
Por favor implor Zena a la Madre. Deja que viva un instante ms.
De pronto, como si hubiera odo sus palabras, Ralak abri los ojos. Zena le cogi la
mano. La anciana estaba tan delgada que no era ms que un montn de huesos y
piel, como el frgil esqueleto de un pajarito desnutrido. Pero su voz, aunque dbil,
conservaba toda su firmeza y autoridad.
Me alegro de que hayas ido a la montaa dijo Ralak al tiempo que se volva
hacia Zena y esbozaba una leve sonrisa. Ahora perteneces a la Madre. Pero ello no
significa que no tengas que seguir buscando alimento y agua como los dems. La
Madre castiga a quienes se vuelven orgullosos.
La advertencia de Ralak hizo sonrer a Zena, quien prometi no olvidarla. Pero su
sonrisa de inmediato dio paso a una expresin de humildad. Ralak se mora, y ella
deba ocupar su puesto como mujer sabia de la tribu. Deba aprender a comportarse
como Ralak, Kalar y todas las mujeres sabias que la haban precedido y la seguiran.
Zena era consciente de la gran responsabilidad que ello entraaba.
Como si hubiera adivinado sus pensamientos, Ralak habl de nuevo. Su voz haba
perdido firmeza, y Zena comprendi que estaba a punto de expirar.
Que la Madre te ayude y acompae siempre dijo Ralak a modo de bendicin
. La fuerza de la tierra te dar poder; la Madre, sabidura y valor. Escchalos y ellos
te guiarn.
Ralak emiti un largo y profundo suspiro y se entreg a la muerte. Durante las
largas horas que Zena haba pasado en la montaa, Ralak se haba aferrado a la tierra
en un ltimo intento de que su frgil cuerpo absorbiera la fuerza necesaria para
seguir viviendo. Pero cej en su empeo. La fuerza de la tierra haba venido para
reclamarla, y ella se desliz dulcemente hacia sus brazos.
Zena sinti que se alejaba, algo as como si se hubiera roto una conexin entre la
tierra, la mano de Ralak y su propia mano. Incluso a las puertas de la muerte, Ralak
transmita el poder de la fuerza de la tierra a travs de sus dedos. Pero la situacin se
haba invertido y su vida retornaba a la tierra que le haba dado fuerzas en tantas
ocasiones. Zena dej que la mano exnime cayera al suelo.
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Los crculos de
~202~
Los crculos de
ocuparse de ella y Toro la haba sustituido. Cada vez que Clio se caa o lastimaba,
buscaba consuelo en Toro.
Kropor dej caer la rama. Luego ech a correr por el margen del claro, recogiendo
todos los objetos que haba apartado de su camino con la rama y arrojndolos al
suelo con furia. De pronto aterriz a los pies de Bran una piedra afilada, de las que
utilizaban para cortar, y ste se lanz hacia Kropor para detenerlo. Pero Kropor no le
hizo caso.
Zena grit su nombre repetidas veces, tratando de hacerle reaccionar. Pero Kropor
la mir como si no la viera. Zena se acerc a l, pero se apresur a retroceder cuando
Kropor levant la mano para golpearla. Bran y Lotan se acercaron a l con cautela,
pero Kropor los detuvo con un rugido. Su tono no revelaba agresividad, sino dolor y
desesperacin. Entonces ech a andar con pasos torpes hacia los rboles, y ni Bran ni
Lotan intentaron seguirlo.
Antes de adentrarse en el bosque, Kropor se volvi y mir al grupo que lo
observaba desde el margen del claro, como si los contemplara por primera vez desde
que Ralak haba muerto. Abri los ojos de forma desmesurada, en una expresin de
terror, y lanz otro alarido. Luego dio media vuelta y ech a correr a travs de los
matorrales como un animal enloquecido.
Toro observ cmo se alejaba, triste e indecisa. Kropor era su compaero; llevaban
juntos muchas lunas. Tras la muerte de Ralak, Toro deba su lealtad a Kropor, no a los
otros. Sujetando a Clio de la mano, ech a andar detrs de su compaero. Metep, que
se hallaba preada, sigui a su madre con una mano apoyada en su abultado vientre.
Zena contempl la escena con pesar. No poda detenerlas. Toro siempre haba
querido a Kropor, pese a la devocin que ste senta por Ralak, y Metep deba
permanecer junto a su madre. Zena estaba segura de que Kropor, tras descargar su
furia, no les hara dao, y Toro lo ayudara a superar el dolor. Clio era otra cuestin.
Zena sinti deseos de llamarla para que regresara, pero saba que era intil. Clio
jams se separara de Toro. En definitiva, slo la Madre conoca la respuesta al
problema de Clio; slo la Madre era capaz de protegerla, pues era una nia
incontrolable, igual que las fuerzas de la naturaleza. Zena lo haba visto en aquellos
ojos intrpidos que brillaban como relmpagos en una tormenta, en la exuberancia de
su cuerpo cuando corra y danzaba bajo la lluvia. A Clio le fascinaban las tormentas.
Cuando comenzaba a tronar y a llover ejecutaba unos bailes desenfrenados que se
prolongaban hasta que caa agotada al suelo y deban transportarla en brazos al
refugio. Slo en esos momentos, y cuando dorma, lograba quedarse quieta durante
ms de un minuto.
Ralak tambin era consciente del problema de su hija. Un da confi a Zena:
~203~
Los crculos de
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Los crculos de
~205~
Los crculos de
Coged unas ramas encendidas orden Zena. Nyta se quedar para cuidar
de los nios. Bran y Lotan vendrn conmigo. Luego aadi: No dejis que nos
siga Tres Patas.
Todos cogieron una rama encendida y siguieron a Toro. Aunque era noche de luna
llena el bosque estaba oscuro, pero al cabo de un rato llegaron a un pequeo claro en
el que penetraba el resplandor de la luna.
Acampamos aqu dijo Toro. Kropor corra ms que nosotras y no logramos
alcanzarlo.
Metep se hallaba acostada en el rincn ms sombro del claro, temblando de
miedo. Cuando aparecieron los otros no se levant, sino que permaneci tumbada
gimiendo y sujetndose el vientre. Haban comenzado las contracciones del parto.
Toro se inclin sobre su hija, y la observ con preocupacin.
El nio est a punto de nacer dijo a Zena. Debemos regresar al refugio.
Zena asinti. Con la desaparicin de Clio, y Metep a punto de dar a luz, iba a ser
una noche muy ajetreada. La Madre no haba esperado para ponerla a prueba.
Acompaa a Metep al refugio respondi Zena. Nosotros iremos en busca de
Clio y luego nos reuniremos con vosotras.
Metep se levant con dificultad y, apoyndose en su madre, ech a andar hacia el
refugio. Zena mir a Bran y a Lotan con aire interrogante. Era complicado buscar a la
nia. Nadie saba hacia dnde se haba dirigido.
Podan llamarla, pero exista la posibilidad de que no contestara aunque los oyera.
Clio se haba criado en el bosque y no tema andar por l, ni siquiera de noche. No
comprenda el peligro que corra.
Debemos intentarlo dijo Bran, en respuesta a la pregunta que Zena les haba
formulado en silencio.
Lotan asinti con vehemencia. Clio era su hermanita y senta un gran cario hacia
ella. Era todo cuanto le quedaba de su madre.
Cada uno tomar un camino distinto y dentro de un rato nos reuniremos aqu
de nuevo dijo Lotan.
Armados con sus antorchas, los tres partieron en busca de Clio, gritando su
nombre mientras avanzaban por el bosque. Pero no obtuvieron respuesta. Al cabo de
un rato se reunieron en el claro y emprendieron de nuevo la bsqueda, pero tampoco
esta vez lograron dar con Clio.
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Los crculos de
III
~207~
Los crculos de
Captulo 16
~208~
Los crculos de
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Los crculos de
Nunca alcanzaba a ver con claridad el rostro del macho, de modo que no estaba
segura de que fuera Kropor. En estos momentos el rostro que apareca ante ella era el
de Bran.
Los leones andan merodeando por los alrededores dijo ste cuando Zena sali
de su trance. Son varios. Al menos dos cachorros, uno o dos machos y la leona.
Debemos vigilar a los pequeos y no salir nunca solos en busca de comida.
Zena le dio las gracias por la informacin. Bran era un experto en huellas. Todos
dependan de l, puesto que era el macho de ms edad en la tribu. Sus consejos eran
siempre acertados, su criterio infalible.
Debemos partir cuanto antes murmur Zena tan bajito que slo la oy Bran.
No quera pronunciar aquellas palabras en voz alta, pues significaban que jams
hallaran a Clio. No obstante, deba pronunciarlas. Toda la tribu estaba a su cargo,
ella era la jefa del grupo. En ocasiones era necesario actuar con firmeza. Por otra
parte, seguramente la nia se encontraba a salvo. De otro modo, Zena no habra
experimentado aquella sensacin de paz y serenidad.
Se acerc a Lotan y apoy una mano en su hombro.
Creo que Clio est a salvo dijo Zena. Cada vez que pienso en ella la Madre
calma mis temores.
Pero sus palabras no lograron consolar a Lotan.
Quiz se deba a que la Madre ya se ha llevado a Clio respondi el joven con
amargura. Tal vez sea por eso por lo que no logramos dar con ella. Quiz la ha
atacado el len, u otro animal.
Zena esboz una mueca de tristeza. No se le haba ocurrido esa posibilidad. Lotan
tena razn. Era probable que Clio estuviera muerta.
Lotan cogi la estatuilla y sigui esculpindola con movimientos bruscos. Pero al
cabo de un rato se seren. Le encantaba ese trabajo y se haba convertido en un
consumado artista. Creaba figuras femeninas de anchas caderas, como las que sola
hacer Lett. Zena haba comprendido la importancia de las estatuillas cuando Metep
haba dado a luz. El laborioso parto se haba prolongado toda la noche, la misma
noche en que Clio haba desaparecido. Al amanecer, Toro haba exclamado
desesperada:
La criatura es demasiado pequea! No puede nacer. Se morir.
Al ver su desesperacin, Nyta haba sacado la figura que haba rescatado del
crculo de piedras y la haba depositado en manos de Zena con aire reverente. De
~210~
Los crculos de
forma instintiva, Zena haba pasado la estatuilla por el cuerpo de Metep, desde el
ombligo hasta los genitales, una y otra vez, como si aqulla tuviera el poder de
extraer a la criatura del tero materno. Su gesto no haba sido en vano, pues al cabo
de unos minutos naci la criatura.
Despus de aquel milagro, Metep, Toro y Sima insistieron en que queran una
estatuilla propia. Toro se haba sentido muy impresionada por su magia. Mientras
Zena la pasaba por el cuerpo de Metep, Sima la haba contemplado boquiabierta,
asombrada de su poder. Toro nunca haba comprendido las explicaciones de Ralak
sobre la fuerza de la tierra ni las de Zena sobre la Madre. Pero esto otro era algo
tangible: la estatuilla posea una magia que haba surtido efecto por mediacin de
Zena.
A partir de aquel momento Toro procur prestar ms atencin cuando Zena le
hablaba de la Madre, y la tosca pero eficaz figura que Lotan tall para ella se
convirti en su ms preciado tesoro.
Zena se palp el vientre. Tambin ella necesitaba una estatuilla. Llevaba dentro de
s una criatura, aunque todava era tan diminuta que apenas la senta. La Madre la
haba bendecido con un hijo.
Al final del da, Zena convoc un consejo para que todos pudieran participar en la
decisin.
No he hablado antes debido a la ausencia de Clio dijo Zena a los otros, pero
ha llegado el momento de relataros lo que me ha transmitido la Madre.
A continuacin describi la visin que haba tenido repetidas veces. Les explic
que haba visto un maravilloso valle rodeado por unas elevadas mesetas, un inmenso
lago y la extraa tierra. Zena no mencion a Clio ni a Kropor, para no dar falsas
esperanzas al grupo, pero les habl de la sensacin de paz que experimentaba
cuando pensaba en Clio.
Quiz la Madre la proteja y Clio se halle sana y salva; quiz la Madre la haya
acogido de nuevo en su corazn, tal como cree Lotan. No puedo asegurarlo
concluy Zena.
Sus palabras fueron recibidas con un sofocado murmullo, pero habl durante un
largo rato. Al fin, Bran intervino.
Debemos partir dijo Bran con suavidad. La Madre ha indicado a Zena en su
visin lo que desea que hagamos. Debemos obedecer. Yo tambin creo que Ella ha
acogido a Clio en su corazn aadi, al tiempo que miraba a Lotan. La nia le
pertenece, y no debemos seguir preocupndonos por ella.
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Los crculos de
Es duro partir sin Clio dijo Toro con tristeza, y tambin me gustara volver a
ver a Kropor. A fin de cuentas, formaba parte de esta tribu.
Los otros asintieron, pues comprendan el cario que Toro senta hacia Kropor.
Ellos tambin lo echaban de menos. Kropor tena un carcter difcil y quisquilloso,
pero su ausencia haba dejado un vaco en sus vidas.
Es posible que Kropor regrese algn da dijo Zena para tranquilizar a Toro,
cuando se haya mitigado su dolor.
Toro sacudi la cabeza con vehemencia y contest:
Partiremos, aunque s que Kropor no nos buscar. Creo que prefiere estar solo,
ahora que Ralak ha muerto.
De pronto sonaron unos potentes rugidos en la quietud de la noche que
interrumpieron el discurso de Toro. Eran los leones. Quizs haban matado a su
presa. Los nios se estremecieron y se aproximaron a los adultos. Tres Patas se
arrim a Zena y la mir alarmada. Incluso las ranas y los insectos cesaron de gorjear
y emitir chirridos.
S, debemos partir. Estoy de acuerdo con Bran dijo Nyta con voz firme, pese al
temor que los rugidos de los leones haba despertado en todos ellos. La Madre me
ha dado un nuevo hijo y no deseo que nazca aqu y me lo arrebaten los leones
aadi mientras contemplaba su abultado vientre.
Al fin, Lotan asinti tambin.
Al amanecer saldr una vez ms en busca de Clio dijo. Luego partiremos.
Al da siguiente tampoco consiguieron dar con la nia. Bran descubri unas
huellas que conducan a un rbol, pero stas se interrumpan bruscamente. Era como
si Clio hubiera seguido a la luna hasta el firmamento, pens Zena, y hubiera
desaparecido sin dejar rastro.
Pese a la tristeza que les embargaba, estaban deseosos de partir. Los leones haban
merodeado por el campamento durante la noche, atemorizndolos. Caminaron con
paso rpido, pues la ruta era fresca y agradable a travs del frondoso bosque que se
extenda a lo largo de varios kilmetros hacia el norte antes de dar paso a la sabana.
Al anochecer llegaron a las lindes del bosque. Zena decidi acampar all.
Amenazaba tormenta y no deseaba pasar la noche en la estepa, al cielo raso. Durante
la tarde haban aparecido unos nubarrones negros, surgidos de un lugar invisible
ms all del horizonte, que se fueron haciendo ms densos a medida que se
deslizaban por el cielo. Al anochecer, se convirtieron en una slida e impenetrable
~212~
Los crculos de
masa que ocultaba las estrellas. El viento comenz a soplar a travs de los rboles,
emitiendo unos fantasmagricos sonidos que resonaban por todo el bosque.
De repente cayeron unas gotas de lluvia sobre sus rostros. Enseguida, Zena y los
otros cogieron unas ramas para construir un refugio provisional, pero tan pronto
como instalaron las ramas a modo de techado una violenta rfaga de viento las
derrib, diseminndolas por el suelo del bosque. Entonces Lotan seal una
profunda depresin que haba en la tierra, all donde el viento haba derribado un
rbol gigantesco.
Podemos meternos en ese agujero y taparnos con las ramas dijo Lotan,
gritando para hacerse or sobre el alarido del viento.
Metep y Toro corrieron hacia el agujero y se metieron en l, tratando de proteger a
los nios con sus cuerpos, pues los pequeos no resistiran el azote de una tormenta
tan violenta. Caa una lluvia torrencial, soplaba un viento feroz y haca mucho fro.
Incluso Tres Patas, pese a estar dotada de un tupido pelaje, tiritaba de fro.
Zena cogi una rama y se apresur a meterse en el agujero. Los otros la imitaron,
pero era intil. El viento se llevaba las ramas y al fin abandonaron su empeo de
cubrirse con ellas. Las inmensas races del rbol los protegan del viento y, al cabo de
un rato, el calor que causaban sus propios cuerpos hizo que dejaran de tiritar.
De pronto cay otro gigantesco rbol detrs de ellos. El pesado tronco aterriz
sobre las races que los protegan. De forma milagrosa, nadie result herido. La copa
del rbol qued suspendida sobre ellos, araando sus brazos y rostros con sus ramas,
pero al mismo tiempo guarecindolos de la incesante lluvia. Zena tema que el rbol
acabara por aplastarlos bajo su peso, pero no poda hacer nada para impedirlo. Haca
mucho fro y era demasiado peligroso tratar de moverse. As pues, confi en la
proteccin de la Madre.
Poco a poco el viento amain y la lluvia torrencial dio paso a una ligera llovizna,
pero la noche era oscura como boca de lobo y la temperatura segua descendiendo.
Zena y los otros permanecieron acurrucados en el agujero. Zena trat de imaginar un
sol que derramara sus benficos rayos sobre ellos, para as mitigar el intenso fro;
luego visualiz una fogata e imagin que se calentaban las manos y los pies al amor
de las llamas.
Al cabo de un rato not que una agradable sensacin de calor le recorra el cuerpo.
Zena contuvo entre sus brazos a cada uno de los nios durante unos momentos,
hasta notar que entraban en calor. Sin embargo, al cabo de un rato los pequeos
empezaron a tiritar de nuevo. Filar, la hijita de Cere que haba conseguido sobrevivir
a la estampida de los us, temblaba con tal violencia que le castaeteaban los dientes.
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Los crculos de
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Los crculos de
Zena se puso a buscar entre unas rocas, tratando de recordar el aspecto y el tacto
de las piedras que usaba Lett. Una tena un color naranja y la otra era dura y oscura.
Al fin hall una piedra con unas manchas anaranjadas y la cogi.
La otra debe ser lisa les dijo Zena, oscura y muy dura.
Lotan apareci sosteniendo una piedra que pareca reunir los requisitos
necesarios. Zena le entreg la piedra que ella haba encontrado y Lotan empez a
frotar ambas con energa. Tena los msculos de los brazos muy desarrollados debido
a su trabajo de tallar piedras, y por tanto imprima ms fuerza a la accin que Bran.
De pronto salt una chispa y Lotan comprendi que si era capaz de producir una
chispa, tambin lograra encender un fuego. Sigui frotando las piedras y salt otra
chispa.
Los dems se agolparon a su alrededor para observarlo con curiosidad. Todos,
incluso los nios, comprendan que lo que haca Lotan era vital para ellos.
Traed unas hojas o hierbas secas le orden Zena. Y ramas.
Todos fueron en busca de hojas, ramas y toda clase de plantas secas, lo cual era
una empresa difcil despus de un aguacero. Pero consiguieron reunir las suficientes
y volvieron a congregarse en torno a Lotan, nerviosos e ilusionados.
Lotan movi los brazos para relajar la tensin de los msculos y comenz de
nuevo a frotar las piedras con ms energa que antes. De pronto salt otra chispa, y
luego una ms. Zena cogi un puado de hierbas y las acerc a Lotan. ste consigui
producir de nuevo una chispa, que prendi fuego al manojo de hierbas. Zena las dej
caer de golpe para no quemarse. Bran arroj entonces unas ramas al pequeo fuego,
que ardi durante unos minutos y luego se apag.
Todos lanzaron una exclamacin, decepcionados; estaban decididos a conseguir
encender un fuego. Lotan continu frotando las piedras y produciendo chispas. Zena
deposit a sus pies un manojo de hierbas ms grande que el anterior. De pronto una
chispa les prendi fuego y las hierbas empezaron a arder. Zena sopl con suavidad
para avivar las llamas mientras los otros, en silencio, tensos e impacientes, arrojaban
ms ramas y hierbas secas a la hoguera. Al ver que las llamas amenazaban con
apagarse, Bran empez a soplar con fuerza y Lotan arroj al fuego una rama gruesa.
Mientras Zena soplaba desde un lado y Bran del otro, los dems siguieron echando
ramas y hojas secas al fuego para alimentarlo.
Al cabo de un rato el fuego se aviv y empez a arrojar unas llamas gigantescas
que danzaban y chisporroteaban alegremente. Todos contemplaron la hoguera como
hipnotizados, temerosos incluso de respirar no fuera que se apagara.
~215~
Los crculos de
Un largo suspiro escap de labios de todos los miembros de la tribu. Sus rostros
expresaban asombro, incredulidad, alivio y gratitud.
Lo hemos conseguido! exclam Lotan, maravillado ante tamaa proeza.
Y podemos encenderlo cuando nos apetezca aadi Sima, que no sala de su
asombro.
Debemos dar las gracias a la Madre dijo Zena, emocionada, al tiempo que se
pona de pie. Madre nuestra, te damos las gracias por este don. De todos los dones
que nos has concedido, el fuego es el ms valioso, pues evita que sintamos fro y nos
protege de los animales que merodean en la oscuridad. Su calor nos anima y hace
que nos sintamos ms cerca de ti mientras permanecemos sentados a su alrededor,
contemplando el misterio de sus llamas.
Recordando que el fuego poda resultar tan peligroso como til, Zena aadi estas
palabras:
Utilizaremos tu don con prudencia, a fin de no daar la tierra que constituye tu
hogar y el nuestro.
Las voces de los otros se unieron a la suya, para confirmar las palabras de Zena.
Era maravilloso poder encender fuego, un don ms preciado de lo que jams haban
imaginado. De forma espontnea, todos unieron las manos y formaron un crculo
alrededor de la fogata mientras expresaban su agradecimiento a la Madre. Bailaron y
cantaron hasta caer rendidos, contemplando las llamas con asombro y alegra. Luego,
tras recuperar las fuerzas, iniciaron una animada charla.
Jams volveremos a tener fro! dijo Sima al tiempo que abrazaba a Filar.
No volveremos a tener fro repiti alegremente la nia una y otra vez.
La carne sabe mejor asada sobre el fuego coment Lupe. Y los tubrculos
tambin.
El fuego nos proteger siempre, incluso cuando viajemos dijo Bran.
Su voz expresaba una gran satisfaccin, pues se senta responsable de la seguridad
del grupo. El fuego simplificara su tarea.
Los nios estarn siempre calentitos terci Metep, mirando con ternura a su
pequeo hijo.
Toro asinti con una sonrisa.
Ningn len se atrever a llevarse a mi hijo observ Nyta mientras se tocaba
el abultado abdomen.
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Los crculos de
~217~
Los crculos de
II
El joven len alarg el morro y olfate la mano de la nia. Luego retrocedi unos
pasos y estornud. Aquella mano despeda un olor muy distinto a los olores que el
len conoca; su madre le llevaba cebras, antlopes y pequeos animales para que los
devorara, pero jams le haba llevado un animal parecido al que tena ahora ante s.
Receloso, el len se sent y observ a la nia sin apartar de ella sus pupilas amarillas.
De pronto el joven len percibi un rugido de su madre, procedente de un prado
que se hallaba junto al bosque. El animal se revolc un par de veces por el suelo antes
de levantarse y dirigirse hacia el prado.
Clio observ con tristeza cmo se alejaba. El len le haba cado bien. Sus
movimientos le fascinaban. Tratando de imitarlo, la nia se dirigi a gatas hasta el
lugar donde el animal se haba sentado. El olor que emanaba de la tierra en aquel
lugar le gust y empez a revolcarse tambin por el suelo.
El animal regres al cabo de unos minutos. El rugido de su madre no haba
significado comida, tal como l haba pensado, y empez a comprender que deba ir
l mismo en busca de alimento. Quizs el pequeo animal que haba hallado tendido
junto al rbol todava estuviera all.
Clio se puso muy contenta al verlo aparecer de nuevo y extendi la mano para
acariciar su suave pelaje. Sorprendido, el len retrocedi. Cazar una presa supona
perseguirla, pero ese pequeo animal no haba huido de l, sino que permaneca
tendido en el suelo y lo trataba como si fuera uno de sus compaeros de camada.
Adems, ola igual que ellos. El len propin a Clio un ligero zarpazo, deseoso de
jugar con ella. Esta vez fue Clio quien se qued sorprendida. El cachorro tena la
zarpa suave, pero poderosa. Entonces el len empez a inspirarle respeto y Clio
permaneci quieta, como la noche anterior, sin atreverse casi a respirar.
El len propin otra caricia juguetona a la nia. La zarpa aterriz sobre su hombro,
pero Clio no se movi. El animal le dirigi dos zarpazos ms, pero la nia ni siquiera
pestae. Aburrido del juego, el cachorro solt un bostezo y se alej. Clio permaneci
inmvil hasta que hubo desaparecido. Luego abri la boca de forma desmesurada, tal
como haba hecho el animal; le haban impresionado los afilados dientes y la lengua
roja. Acto seguido se introdujo un dedo en la boca para palparse los dientes y sac la
~218~
Los crculos de
lengua para observrsela; pero sta era demasiado corta y sus esfuerzos resultaron
intiles.
De pronto avist un riachuelo y se olvid del len.
Se dirigi a gatas hacia el agua, sintiendo en su barriga el tacto suave y hmedo de
la tierra, y se inclin para beber. El agua estaba tan fra que se levant de un salto y
ech a correr por la orilla del ro. El chapoteo de sus pies en el agua le diverta y se
pas una hora saltando y jugando en el ro.
Al cabo de un rato divis un pequeo valle que estaba cubierto de musgo y sali
del ro para investigar. Sobre la aterciopelada superficie yacan unas nueces, lo cual
record a Clio que estaba hambrienta. La nia se meti unas cuantas nueces en la
boca, pero eran demasiado duras para masticarlas y las escupi de inmediato.
Afligida, mir a su alrededor confiando en que acudiera alguien, como de costumbre,
para ayudarla a comer las nueces. Pero al ver que no apareca nadie, se tumb sobre
el mullido musgo a descansar.
De pronto oy un ruido entre los arbustos que haba frente a ella. Clio abri los
ojos pero no se movi. En aquel momento apareci un enorme pjaro que se pos
sobre un nido y cubri con su plumaje todos los huevos. El ave permaneci inmvil.
Su cuerpo castao se confundan con el paisaje hasta el punto de resultar invisible.
Clio arrug el ceo al comprobar de repente que el pjaro haba desaparecido.
Perpleja, se levant y fue a investigar. Al aproximarse la nia, el pjaro se apresur a
remontar el vuelo y dej los huevos en el nido. Clio se meti uno en la boca y lo
mordi; por su barbilla se deslizaron unas gotas de yema, que la nia recogi con la
lengua e ingiri con avidez, procurando escupir los pedacitos de cscara. Despus de
comerse otro huevo se tumb a la sombra de un rbol y se qued dormida.
Permaneci all hasta el da siguiente, yaciendo perezosamente sobre la mullida
alfombra del valle y movindose slo para comer otro huevo o beber en el arroyo. Al
amanecer, se levant y abandon el valle.
Ech a andar sin rumbo. Se senta desorientada, como si le faltara algo, desconoca
qu poda ser. Pero cuando vio unas piernas atravesando un prado que haba frente a
ella, comprendi que eso era lo que haba echado en falta. Sigui a las piernas a una
distancia prudente, sin apresurarse. Clio se haba criado en el bosque y se mova por
l con tanto sigilo como un pequeo animal, de modo que el propietario de aqullas
ni siquiera sospech su presencia.
Clio sigui a las piernas durante todo el da, detenindose cuando stas lo hacan o
echando a correr cuando apretaban el paso, pues las piernas eran el doble de largas
que las suyas. Cuando comenz a oscurecer, las piernas se detuvieron y se
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Los crculos de
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Los crculos de
Clio conoca la palabra comer y extendi la mano. Pero Kropor no tena nada
que ofrecerle; slo haba cogido unas bayas , que la nia va haba engullido.
Espera dijo Kropor. Ir en busca de comida.
Se dirigi hacia el arroyo junto al que haba encontrado las bayas. Antes de
penetrar entre los matorrales se volvi para cerciorarse de que Clio segua all, y
comprob que la nia haba desaparecido.
Enojado, regres al lugar donde la haba dejado. Cmo era posible que se hubiera
esfumado de aquel modo? Si Clio era incapaz de quedarse quieta en un sitio, l no
podra ir en busca de comida para ella. A medida que exploraba los alrededores, su
enojo iba en aumento. Nunca haba prestado mucha atencin a los nios; no hacan
ms que berrear y cometer travesuras, de modo que prefera mantenerse alejado de
ellos. Pero no poda abandonar a Clio; la pobre apenas comprenda nada y era
demasiado pequea para andar sola por el bosque. Kropor haba visto un rato antes
las huellas de unos leones.
De pronto oy un suave gemido a su espalda y al volverse vio que Clio lo
observaba con sus impenetrables ojos. Acaso se estaba burlando de l? Enfadado,
Kropor descarg una patada en el suelo. Clio lo imit; empez a patear el suelo con
ambos pies y luego se puso a saltar y brincar.
Pese a su enojo, Kropor no pudo por menos de echarse a rer ante el cmico
aspecto de la nia. Clio lo mir extraada.
Ven dijo Kropor.
La nia lo sigui dcilmente hasta el arroyo. Una vez all, ambos se dieron un
festn con las suculentas bayas amarillas que crecan en aquel lugar. Kropor encontr
tambin unos caracoles. Tras partirlos con una piedra ofreci unos cuantos a Clio,
que los devor con fruicin.
Al cabo de un rato la nia bostez y se acost entre los arbustos, hecha un ovillo.
Kropor la contempl con curiosidad. Dorma profundamente como un animalito.
Aunque a regaadientes, Kropor se arrodill y la cogi en brazos. No quera cargar
con ella, pero tampoco la iba a dejar a merced de los depredadores. As que decidi
cuidar de ella hasta el amanecer, cuando a buen seguro apareceran los otros en busca
de la nia.
Clio pesaba ms de lo que haba supuesto Kropor. De haber estado despierta
habra resultado imposible transportarla en brazos, pues se habra resistido con todas
sus fuerzas. Dormida, sus defensas desaparecan y la nia pareca agradecer el calor
que le brindaba otro cuerpo y que de da se obstinaba en rechazar.
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Los crculos de
Kropor la llev hasta unos peascos que haba visto cerca de all y construy un
mullido lecho con un montn de hierba. Despus de depositar a Clio sobre l, se
sent en una de las peas para contemplar el paisaje mientras todava haba luz. No
lograba apartar de su mente a Ralak. Adems, la nia se la recordaba; quiz se
debiera a su pequea estatura o la negrura de sus ojos. Pero Ralak haba tenido unos
ojos expresivos y alegres, en tanto que los de Clio eran inescrutables.
Kropor lanz un suspiro de resignacin y se acost junto a ella. Al menos por
aquella noche podra protegerla. Clio se arrim a l y apoy la cabeza sobre su pecho.
Kropor cubri el cuerpecito con uno de sus largos y peludos brazos y se qued
dormido mientras senta el clido aliento de la nia en su rostro.
Al despertarse, vio que Clio lo observaba fijamente. Durante unos momentos
confundi su rostro con el de Ralak, pues haba soado con ella. Pero all estaba Clio.
Enojado de nuevo por la presencia de la nia y ante el hecho de que no era Ralak,
Kropor se levant de un salto y ech a andar, atento a percibir alguna seal de los
otros. Clio lo sigui sin inmutarse ante su brusco comportamiento. Durante todo el
da Kropor apenas repar en ella, aunque la ayud a buscar comida. Al anochecer, la
pequea se durmi tan deprisa como la noche anterior. Kropor la cogi de nuevo en
brazos y se dirigi hacia unos rboles frutales, que les proporcionaran alimento a la
maana siguiente. Al depositar a la nia en el suelo sta se acurruc junto a l, sin
abrir los ojos, y suspir satisfecha.
Aquella situacin se prolong varios das. Cada maana, al despertarse y ver a
Clio observndolo, Kropor la confunda con Ralak. Al comprender que no era ella se
enfadaba con la pequea por causarle tanto dolor. La nia procuraba permanecer
alejada hasta que a l se le haba pasado el enojo, pero nunca lloraba ni se quejaba.
Por el contrario, lo segua dcilmente. Cuando necesitaba que le ayudara a comer
ciertos alimentos, corra hacia l y le tocaba la pierna, y luego se apresuraba a alejarse
de nuevo. Pero nunca lo perda de vista, y por las noches dorma acurrucada entre
sus brazos.
Una maana Kropor se despert antes que Clio. La nia yaca junto a l. Su carita
redonda expresaba paz y serenidad, sus espesas y largas pestaas reposaban sobre
sus mejillas, y tena una manita apoyada en el vientre de Kropor. ste la cogi con
ternura y la examin. En aquel momento Clio abri los ojos y esboz una sonrisa
encantadora que le ilumin el rostro y aviv su mirada. Luego volvi a cerrar los ojos.
Kropor contempl a la nia. Esta vez no vio a Ralak, pero oy la voz de sta
repitiendo una y otra vez: Protege a mi hija.Al notar que se le llenaban los ojos de
lgrimas, Kropor se las enjug con rabia. Pero su ira se disip de inmediato y dio
paso a una inslita sensacin de felicidad. Ralak le haba hablado; l haba odo su
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Los crculos de
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Los crculos de
a nada de lo que les circundaba. Su mirada enloquecida estaba fija en algo que
Kropor no alcanzaba a ver.
Clio! grit Kropor con el fin de hacerla reaccionar.
Pero Clio no respondi, sino que ech a correr hacia las colinas que se alzaban ante
ellos. Asustado, Kropor la atrap y la cogi de nuevo en brazos, haciendo caso omiso
de los gritos de protesta, y se dirigi a la cueva. En cuanto la deposit en el suelo,
Clio se precipit hacia el exterior de la cueva. Kropor la sigui, temeroso de que
sufriera algn percance.
Llova a mares y el agua le impeda la visin. Kropor se enjug los ojos para ver
hacia dnde se haba dirigido la nia. Se haba esfumado de forma tan repentina
como el da en que Kropor la hall. Entre sollozos de terror, ech a correr en busca de
Clio por las sombras colinas. Casi haba anochecido y si no daba pronto con ella
tema no hallarla jams.
Sinti un lacerante dolor en su corazn. No poda perder a Clio como haba
perdido a Ralak.
De pronto oy un ruido a su espalda. Al volverse vio a Clio en la cima del peasco
ms alto, bailando y saltando de forma desenfrenada, como si estuviera poseda por
un demonio. No atenda a nada, ni siquiera a los precipicios que se abran a sus pies,
ni se daba cuenta de lo resbaladizas que estaban las rocas...
Kropor corri hacia ella, pero ya era demasiado tarde: vio cmo Clio se despeaba
y caa al vaco. Su pequeo cuerpo aterriz sobre unas rocas y permaneci all
inmvil.
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Los crculos de
Captulo 17
Kropor corri a travs del bosque con Clio en los brazos, sin prestar atencin a los
gritos de protesta ni a los golpes que la nia le propinaba. Slo pensaba en una cosa:
alcanzar cuanto antes el refugio para que Zena curase a Clio. Todo el amor que
Kropor haba sentido hacia Ralak lo haba transferido a la hijita de sta, y la idea de
perderla lo haca enloquecer.
Despus de que la nia cayera al vaco, Kropor la recogi y la traslad a la cueva.
Al contemplar su cuerpo inerte temi que se hubiera matado. Luego not que
respiraba, si bien de forma dbil y espasmdica, y comprendi que an estaba viva.
No obstante, haba permanecido atento a cualquier cambio en el ritmo de su
respiracin, temeroso de perderla. Al fin, el cansancio le haba obligado a acostarse
junto a ella, pero haba dormido con su rostro sobre los labios de Clio, como la
primera noche, a fin de sentir su aliento sobre la mejilla y cerciorarse de que segua
viva.
Con la primera luz del da, Kropor abandon la cueva y ech a correr hacia el
refugio. Al cabo de un rato Clio abri los ojos y rompi a llorar. Kropor sinti una
alegra inmensa al comprobar que haba recobrado el conocimiento, pero sus gritos le
desgarraban el corazn.
Kropor contempl el rostro de Clio. Nunca la haba odo llorar, y supuso que deba
sentir un terrible dolor que le nublaba la vista y la haca contraer los labios en una
mueca. Kropor no soportaba ver sufrir a la nia ni deseaba pensar en que el hecho de
correr con ella en brazos empeorara sus sufrimientos. Pero era preciso llegar cuando
antes al refugio para salvarla. De modo que apret el paso, procurando no hacer caso
de sus gritos y sollozos.
Ya haba anochecido cuando Kropor alcanz los rboles que se encontraban junto
a la entrada del refugio. Dio unas voces, pero nadie respondi. Pens que quizs
estaba demasiado lejos an para que lo oyeran. Al aproximarse grit de nuevo, pero
comprendi que no haba nadie. Del claro no brotaba ni el sonido de voces ni el olor a
cuerpos humanos.
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Los crculos de
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Los crculos de
quien se arrodill junto a Clio para examinarla. Kropor la observ con aire
interrogante.
No est malherida le tranquiliz Zena. Se ha roto la pierna y tiene un
chichn en la cabeza, pero vivir.
Kropor lanz un suspiro de alivio. Clio no morira. Zena haba dicho que vivira, y
Kropor estaba convencido de ello. Pese al accidente que haba sufrido la nia, l haba
conseguido salvarla. Sin soltar la mano de Clio, Kropor se tumb junto a ella para
descansar, protegiendo con su enorme cuerpo la diminuta figura de la nia.
Zena contempl al gigantesco macho y a la nia, tratando de hallar una
explicacin a aquella relacin. De algn modo, la hijita de Ralak haba logrado
penetrar el dolor de Kropor, y ste haba logrado romper el aislamiento de la nia.
Zena jams haba visto a Clio extender la mano hacia alguien, ni llamar a una
persona, y haba observado los ojos de Kropor rebosantes de ternura, salvo cuando
miraba a Ralak. Cmo era posible que Kropor y Clio se hubieran encariado tanto el
uno del otro?
Lotan le dio un golpecito en el hombro para sacarla de su ensimismamiento.
Tenas razn confes ste, profundamente conmovido. La Madre protega a
Clio y por eso, cuando pensabas en ella, experimentabas una sensacin de paz. La
Madre envi a Clio hasta el lugar donde se hallaba Kropor para que l cuidara de la
nia.
Zena asinti, pensando que los caminos de la Madre eran inescrutables. De
repente apareci en su mente el rostro de Ralak y los pensamientos referentes a la
Madre se eclipsaron. Zena la vio con tal nitidez como si Ralak se hallara de pie ante
ella. Estaba sonriendo y en sus ojos se reflejaba un destello de picarda. Abri la boca
para hablar y, aunque no emiti ningn sonido, Zena oy claramente sus palabras.
Kropor necesitaba amar a alguien dijo Ralak. Y Clio necesitaba ayuda. De
manera que propici el encuentro.Acto seguido el rostro de Ralak desapareci. Zena
se ech a rer y Lotan la mir desconcertado.
Los mtodos de la Madre son prodigiosos dijo Zena a modo de justificacin,
en especial cuando Ralak le echa una mano.
Lotan no pareca muy convencido, pero su alegra de tener a Clio de nuevo entre
ellos elimin con rapidez cualquier otro pensamiento de su mente. Mir con ternura
a la nia, que dorma profundamente. Zena le haba administrado un brebaje de
hierbas para tranquilizarla y calmar los dolores. Tena el cuerpo cubierto de rasguos
y contusiones, y ola a tigre. Lotan arrug la nariz. Aunque Clio detestaba que la
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Los crculos de
baaran, el joven decidi que en cuanto amaneciera la lavara para eliminar aquel
desagradable olor.
El grupo permaneci en aquel lugar dos das ms, mientras Zena curaba la pierna
de Clio y Kropor recuperaba las fuerzas. Ninguno tena ganas de partir. Estaban
maravillados ante la milagrosa curacin de Clio y el regreso de Kropor. Sima no
cesaba de abrazar a Clio, pese a las objeciones que sta pona, y Toro diriga a Kropor
unas miradas llenas de amor. En una ocasin ambos desaparecieron tras unos
matorrales para copular, pero Kropor regres al poco rato junto a Clio. Pese a las
escasas atenciones que el macho le dedicaba, Toro se mostraba radiante desde el
regreso de ste.
Al tercer da se pusieron en marcha. Kropor cogi a Clio en brazos. La nia
aguant en esa posicin durante un buen rato, pero luego empez a revolverse para
que la depositara en el suelo. Su pierna se haba curado por completo y quera
caminar. Kropor trat de apaciguarla, pero la nia comenz a berrear. Al fin, Kropor
la dej en el suelo, incapaz de controlarla.
Zena mir enojada a Clio. Haca das que deseaba partir y haban tenido que
aplazar el viaje debido al estado de la nia. Sin duda exista alguna forma de
transportarla en brazos sin que Clio se quejara de forma continua.
Zena mir a su alrededor en un intento de dar con algo que resolviera el problema.
De pronto se fij en Tres Patas. Clio la adoraba, al igual que a todos los animales.
Quiz consentira en viajar sentada a lomos de la gacela. Tres Patas era lo bastante
grande y fuerte para transportar a una criatura como Clio. Pero aceptara la gacela
cargar con la nia?
Zena condujo a Tres Patas hasta Clio y dej que la nia acariciara el suave pelaje.
Luego at una enredadera en torno al cuello del animal y se lo entreg a Sima.
Procura que no se ponga nerviosa dijo Zena.
Sima asinti. Tres Patas la sigui sin oponer resistencia, como antao sola seguir a
Zena.
Zena cogi con cuidado a Clio en brazos y la sent a horcajadas sobre el lomo de la
gacela. Tres Patas empez a brincar, pero Sima le acarici el hocico y consigui
calmarla.
Clio se puso rgida, abri los ojos desmesuradamente e hizo una mueca como si
fuera a gritar. Pero en lugar de ello emiti un sonido parecido a una risotada y sus
ojos se iluminaron. Se haba convertido en parte del cuerpo de un animal; ahora
poda acariciarlo cuando le apeteciera sin temor a que ste echara a correr.
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Los crculos de
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Los crculos de
Zena entreg el nio a Nyta. sta rompi a llorar al contemplar a su beb, pero al
instante recobr la compostura y se lo devolvi a Zena.
Sufre mucho musit Nyta, todava dbil a causa del parto. Debemos
enviarlo junto a la Madre. No puede vivir, y no debemos permitir que sufra.
Zena asinti. Mientras sostena al nio tiernamente con una mano le tap la boca y
la nariz con la otra hasta que el pequeo dej de respirar. Haba visto hacerlo a Kalar
tiempo atrs, cuando naci otra criatura que no era capaz de sobrevivir. Dejar que un
nio sufriera resultaba algo imperdonable. La Madre jams lo habra tolerado.
Madre nuestra, creadora de vida, acoge a este nio en tu seno. Aunque no tiene
nombre, le queremos y conservaremos su recuerdo en nuestros corazones. Nyta, su
madre, es quien ms lo ha amado, pues lo ha llevado en su vientre durante muchas
lunas. El pequeo ha regresado junto a ti, y ya no sufrir. Te damos las gracias por
ello.
Los otros se congregaron en torno a Zena mientras sta depositaba el cadver del
nio entre unas peas y lo cubra con hojas. Era muy triste perder a un beb, pero
ms triste an era presenciar sus intiles esfuerzos por sobrevivir. La misin de la
mujer sabia de la tribu era ayudar a una pobre criatura como aqulla a regresar junto
a la Madre de la forma ms rpida posible. Todos se alegraban de que Zena hubiera
tenido el valor de hacerlo.
Cuando Nyta hubo recobrado las fuerzas reemprendieron el camino, con pasos
lentos pero sin pausa, el sol siempre a su derecha al amanecer y a su izquierda al
anochecer, tal como Zena haba visto en su sueo.
Un da que Zena mont a Clio sobre el lomo de la gacela, se sorprendi al
comprobar que el animal tena el vientre hinchado. Era posible que la Madre
hubiera hecho que Tres Patas se quedara preada de nuevo? En cierta ocasin, poco
despus de que la gacela desapareciera por primera vez, haba parido, pero la cra
haba muerto a las pocas horas de nacer. Tres Patas haba permanecido todo el da
junto al cadver, balando de forma lastimera. Luego haba regresado junto a Zena,
como si hubiera olvidado el episodio.
A Zena le extraaba que cada vez que Tres Patas se apareaba con un macho
quedara preada. Por otra parte, la Madre haba hecho que Zena concibiera poco
despus de copular con Lotan. Pero eso no tena sentido. Qu relacin exista entre
el hecho de copular o aparearse y tener un hijo?
Zena reflexion unos instantes, tratando de resolver el enigma. Pero al cabo de un
rato dej de pensar en ello. Tena otras preocupaciones ms urgentes. La tierra haba
empezado a secarse y el viaje se haba vuelto ms duro y complicado. Sin embargo,
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II
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Los crculos de
reflejaba el agotamiento y Zena los oa suspirar y jadear. Por primera vez, se pregunt
por qu los haba conducido hasta all, por qu haba emprendido aquel viaje, y si
alguno de ellos lograra sobrevivir. La sabana que haban abandonado era mil veces
ms acogedora que aquel desolado paraje.
Tan pronto como pisaron la plida tierra del valle les invadi un calor abrasador,
casi tangible, que se adhera a su piel y absorba cada gota de humedad de sus
cuerpos. Zena vio una estrecha franja de sombra debajo de un saliente y los condujo
hacia ella. Pero ni siquiera ah consiguieron zafarse del sol que les quemaba los
hombros. El aire era tan caliente que tenan que jadear a fin de que se enfriara un
poco antes de que llegara a los pulmones.
Zena vio unos arbustos a pocos metros de distancia. Tal vez en sus ramas crecieran
unos frutos que les ayudaran a aplacar su sed.
De pronto los arbustos empezaron a moverse de forma extraa. Al aproximarse,
Zena comprob que algo se ocultaba detrs, algo semejante a las cabezas de unos
seres como ellos. Sin embargo, eran ms menudos y tenan el arco superciliar
protuberante y la mandbula prominente como la tribu de los gigantes. Llevaban la
cara cubierta de mugre y estaban raquticos.
Salieron de detrs de los arbustos con aire amenazador y sosteniendo una rama o
una piedra. Era un grupo muy numeroso, y la ferocidad que expresaban sus miradas
asust a Zena. Avanzaron hacia ella con los ojos fijos en las cestas, las calabazas de
agua, la gacela e incluso los nios.
Ocultad a los pequeos a vuestras espaldas orden Zena en voz baja.
Tal vez aquellos seres de mirada feroz no pretendieran lastimarlos, pero Zena
recelaba de ellos. Sus movimientos le recordaban a los de un leopardo cuando acecha
a su presa.
Alarmada por la belicosa actitud de los extraos, Tres Patas se alej trotando y
trep por la empinada colina. Al no tener que cargar con Clio, cuya pierna haba
sanado lo suficiente para permitirle caminar, la gacela se mova con rapidez y
agilidad. Antes de que los feroces extraos le arrojaran sus piedras, el animal
desapareci. Zena dio un suspiro de alivio. Esta vez, sin embargo, no llevaban carne
que ofrecer a cambio de su integridad fsica.
Rpido, coged unas ramas y unas piedras! dijo Bran con voz firme, sin
apartar los ojos del macho ms alto y corpulento de la tribu.
Los feroces extraos se aproximaron y sealaron la cesta que portaba Nyta. Uno de
ellos solt un gruido y extendi la mano con la intencin de arrebatrsela.
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Bran deposit a Metep con suavidad en el suelo. Metep abri los ojos un instante y
gimi. Zena le palp la cabeza para comprobar si tena alguna herida. Se apreciaba
un corte en la sien de donde manaba sangre. Tambin tena una herida en el hombro.
Zena supuso que le haba cado una piedra encima.
A menos que encendamos un fuego, no podr comprobar su estado hasta
maana. Creo que el terremoto ha terminado dijo Zena.
La aparicin de Kropor con Clio en brazos, seguido de Tres Patas, confirm sus
palabras. Si Clio se haba quedado dormida y Tres Patas haba regresado, significaba
que el peligro haba pasado, pues tanto el animal como Clio habran notado las
vibraciones del terremoto en caso de persistir bajo la superficie terrestre.
Bran fue a ver si quedaban algunas ramas encendidas de la fogata que haba
ardido delante del refugio antes de que estallara el terremoto y regres con unas
pocas.
El terremoto ha apagado el fuego comunic a sus compaeros con voz
temblorosa. Se lo ha tragado todo: la fogata, el claro, incluso los riscos.
Zena cerr los ojos, tratando de asimilar las palabras de Bran. La tierra se haba
abierto justo en el lugar donde se hallaban ellos y lo haba devorado todo. Por
fortuna, ellos se haban salvado.
Madre nuestra dijo Zena con sencillez y naturalidad, te damos las gracias
por habernos prevenido del peligro.
Los dems dieron las gracias a la Madre y permanecieron unos minutos en
silencio. Tras meditar sobre aquel milagro se dedicaron a tareas de orden prctico,
como buscar ramas y hierbas para encender otra fogata. Al examinar a Metep a la luz
de las llamas, Zena comprob que sus heridas no eran profundas.
Se pondr bien, estoy casi segura de ello dijo Zena a Toro, quien observaba a
Metep con expresin preocupada.
Luego se acostaron para dormir un rato antes de que amaneciera. Pero los nicos
que consiguieron conciliar el sueo fueron los nios. Al ver el leve resplandor por el
este que indicaba que el sol estaba a punto de despuntar, Zena se levant para
comprobar los efectos del terremoto.
Los escarpados riscos haban desaparecido. En su lugar apareca un montn de
rocas y cascajo. Zena trep por las rocas y al mirar hacia el norte, hacia donde
deseaba dirigirse, solt una exclamacin de asombro mientras las lgrimas rodaban
por sus mejillas.
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El terremoto haba abierto una ruta para Zena y su tribu. En lugar de los riscos y el
abismo que les impeda el paso haba unas rocas entre las que se poda pasar con
facilidad. Luego, tras un largo descenso a travs de escarpadas colinas alcanzaran un
valle de increble belleza por el que discurra un ro de aguas cristalinas y donde
abundaban los rboles, prados y animales de variadas especies. Ms all, a lo lejos, se
abra un mar tan ancho y vasto que no tena fin.
Embargada por la emocin, Zena cay de rodillas. Los riscos se haban abierto
para franquearles el paso. La Madre les haba proporcionado una ruta.
Permaneci arrodillada largo rato, demasiado aturdida para moverse o articular
palabra. Luego alz la cabeza, como si buscara a la Madre en la inmensa cpula
celeste. La estrella segua brillando dbilmente sobre el plido firmamento. Levant
una mano en seal de gratitud y luego se puso en pie.
De forma impulsiva, abri los brazos como si quisiera abrazar el paisaje que se
extenda a sus pies y dio las gracias con voz emocionada a la Madre. Al orla, los
otros se apresuraron a acudir junto a ella y, cuando vieron lo que Zena haba visto,
abrieron tambin los brazos y expresaron en voz alta su agradecimiento a la Madre.
Alzaron sus voces a coro, claras y potentes, hasta que su eco reson en el valle y las
colinas circundantes.
Luego, con la seguridad de que la Madre los haba odo y saba el amor y gratitud
que sentan hacia ella, cogieron a los nios y comenzaron a descender en silencio
hacia el paraso que les aguardaba ms abajo.
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Los crculos de
Captulo 18
Zena observ cmo los flamencos acudan para posarse sobre el agua formando
una nube roscea. Llegaban a millares, y las aguas del lago se tieron de un color
rosa intenso bajo el reflejo de sus cuerpos. Agitando la cabeza de un lado a otro, se
deslizaban sobre las algas de tono azulverdoso que poblaban aquellas aguas
infestadas de sal. Cualquier otro pjaro o animal que se aventurara en este lago
morira sin remisin. Slo los flamencos toleraban aquel grado de salinidad. Las aves
parecan saber que ah se encontraban a salvo. Coman de forma despreocupada, sin
alzar la cabeza en ningn momento para avistar a algn depredador, ni tampoco se
molestaban en ocultar los nidos que construan en unos montculos que se erguan
sobre el agua. No era necesario. Ningn otro animal era capaz de llegar hasta ellos.
Todos a una los flamencos remontaron el vuelo. Sus alas escarlatas destacaban
sobre el luminoso cielo. Protegindose los ojos con la mano, Zena admir a las
airosas aves zancudas. Haba presenciado aquel espectculo muchas veces, pero
jams dejaba de asombrarla. El valle entero constitua un espectculo maravilloso y
Zena no cesaba de dar las gracias a la Madre por haberlos conducido hasta aquel
lugar. Todo cuanto precisaban, y ms, lo tenan all. En el otro extremo del valle haba
otro lago cuyas lmpidas aguas albergaban abundantes peces y crustceos. No menos
abundantes eran los peces que poblaban el ancho ro que serpenteaba perezosamente
a travs del centro del valle. En sus orillas crecan unos grandes rboles cuyas ramas
estaban cargadas de frutas. Otros rboles, ms pequeos, ofrecan unos frutos negros
y relucientes que Zena jams haba visto; tenan un sabor extrao pero delicioso. Por
las laderas se deslizaban numerosos arroyos, junto a los cuales crecan unos arbustos
repletos de bayas. Por doquier se vean animales. Al igual que los frutos, eran ms
grandes y gordos que cualquier animal que nunca haba visto; incluso los leones y los
tigres presentaban unas dimensiones mayores de lo habitual. Al principio Zena y los
dems se haban sentido alarmados, pero las inmensas fieras apenas les prestaban
atencin; se limitaban a dirigirles de vez en cuando una mirada de curiosidad, pues
para saciar su apetito ya disponan de unas presas ms grandes y apetitosas.
Ms all del valle se extenda el vasto mar que Zena haba contemplado en su
visin. Junto a la orilla presentaba un color verde plido y luminoso, que se
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Los crculos de
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Los crculos de
rodeada de rboles salvo por un costado, desde el cual se divisaba una esplndida
panormica del valle y, hacia el este, del mar.
Zena se detuvo a descansar unos momentos, para saborear su triunfo. Luego fue
en busca de los otros con objeto de ponerse manos a la obra de inmediato. Ya haban
localizado las piedras que utilizaran y entre todos las transportaron hasta la
hondonada.
Zena, que estaba a punto de dar a luz, tom en sus manos la primera piedra y la
deposit en el suelo. Al inclinarse para coger otra la invadi una extraa confusin.
No recordaba quin era ni qu haca en aquel lugar. Era como si otra persona se
hubiera apoderado de su cuerpo y depositara cuidadosamente una piedra tras otra
para formar un crculo. Demasiado concentrada en lo que estaba haciendo para
preocuparse de aquella curiosa sensacin, se limit a aceptarla y prosigui su tarea
con ayuda de los otros. Al poco rato haban completado el crculo de piedras.
Sacudi la cabeza para librarse de su extraa ofuscacin. Luego, sealando una
piedra grande y lisa que haba visto antes, orden a Bran y a Kropor:
Ayudadme a transportarla hasta aqu.
Entre los tres arrastraron la piedra hasta un lugar llano que haba junto a la boca
de la hondonada. Los hombres ayudaron a Zena a instalar la piedra lisa sobre otras
dos piedras que haban colocado verticalmente, a modo de repisa. Luego Zena
deposit en ella la primera estatuilla que haba construido Lett, para que todos la
admiraran cuando acudieran a hablar con la Madre y a escuchar su voz.
Al cabo de unos das, Zena sinti las primeras contracciones y sonri satisfecha. El
crculo de piedras estaba terminado y era luna llena, lo cual facilitara el parto.
Las contracciones empezaron a sucederse con mayor rapidez e intensidad. Zena
presinti que el nio no tardara en nacer. Llam a Nyta para que fuera en busca de
hierbas secas y un poco de agua del ro. Luego empez a caminar en crculos
alrededor de la hondonada asimilando la paz que le enviaba la Madre y saboreando
su alegra por hallarse en ese maravilloso lugar. Cada vez que llegaba al lugar desde
donde divisaba el valle, Zena se detena para admirar la belleza del paisaje; eso
pareca mitigar su dolor y darle fuerzas para seguir caminando.
Al cabo de un rato apareci Lotan, quien le entreg tmidamente una estatuilla que
acababa de realizar. Era la figura ms perfecta que haba construido. La madera
oscura y bruida pareca atraer los ltimos rayos de sol y transmitirlos al cuerpo de
Zena. sta sinti una agradable sensacin de calor, que alivi la tensin de su vientre.
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Los crculos de
Gracias, Lotan dijo Zena. Es una estatuilla muy hermosa y siento en ella la
presencia de la Madre.
Zena observ la figura con detenimiento. Al igual que las otras, tena un vientre y
unos pechos grandes y redondos, pero su cabeza era ms grande y su rostro ms
expresivo, como si se tratara de algo ms que una simple estatua de madera. Zena la
estrech contra su corazn y se acost en el lecho de fragantes hierbas que le haban
preparado las mujeres, a fin de descansar unos momentos. Cuando se dispona a
levantarse para seguir caminando alrededor de la hondonada, sinti la cabeza del
nio entre sus piernas.
La luna se asom por detrs de los rboles y Zena sonri. Antes su visin de la
luna sola atemorizarla, pero ahora le produca una sensacin reconfortante y
constitua un punto de referencia. La luna sealaba las estaciones del ao y pona
orden en sus vidas. Les adverta cundo iban a llegar las lluvias y la sequa o cundo
iba a nacer un nio, e incluso contribua a facilitar el parto.
Aydame invoc Zena a la luna. Tira del nio mientras yo empujo hacia
abajo, para que nazca con rapidez.
Zena trat de colocarse en cuclillas, pero en aquel momento sinti un espasmo que
le sacudi todo el cuerpo y cay hacia atrs. Toro y Nyta la sujetaron por los hombros
para ayudarla a incorporarse. Las contracciones eran tan intensas que Zena apenas
lograba respirar. Despus de otros cuatro espasmos tan brutales como cuatro
latigazos sobre el vientre, Zena comenz a empujar hacia abajo con todas sus fuerzas.
El beb est a punto de salir oy decir a Nyta.
Casi antes de que sta terminara de pronunciar la frase, Zena not que el nio se
deslizaba entre sus piernas. Nyta lo cogi en brazos y, tras examinarlo a fondo, dijo:
Es un varn sano y robusto.
Luego se lo entreg a Zena. Los ojos de Nyta se nublaron de lgrimas al recordar a
la desdichada criatura que ella haba parido y que slo haba vivido unos instantes.
Pero enseguida recobr la compostura y sonri: el nacimiento de un nio siempre era
motivo de alegra.
Zena sostuvo a su hijito en brazos, rebosante de dicha. El nio era sano y normal y
el parto haba transcurrido sin complicaciones, pues, al igual que Kalar, Zena tena
las caderas anchas y una naturaleza fuerte y resistente. En cuanto pudiera levantarse,
se dirigira al lugar donde haba depositado la estatuilla de Lett para dar las gracias a
la Madre. Luego decidi colocar junto a aqulla la figura que haba tallado Lotan, a
modo de ofrenda en seal de gratitud.
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Los crculos de
Zena acarici la mejilla de su hijo con el ndice y se ech a rer ante la rpida
reaccin del nio, que volvi la cabeza y le chup el dedo. Zena se lo acerc al pecho
y le dio de mamar. Al cabo de unos momentos el nio se qued dormido. l tambin
haba trabajado duro durante el parto.
Zena decidi llamarlo Kalet. La primera slaba le recordaba a Kalar, y la segunda a
Lett. Cuando nacieran sus otros hijos, pues Zena estaba segura de que tendra ms
hijos, tambin les pondra un nombre que le recordara a los seres queridos que
haban regresado junto a la Madre.
Zena no tard en recuperarse del parto. Al cabo de una semana ya tena fuerzas
para ir con los otros en busca de alimento, y cuando volvi a ser luna llena se sinti
completamente normal y en paz con el mundo.
Su paz de espritu se vio bruscamente truncada la primera vez que el nio abri
los ojos y la mir. Zena haba notado en otras ocasiones que tena los ojos muy
plidos, pero haba supuesto que se trataba de un efecto producido por la luz. Sin
embargo, ahora comprendi que estaba equivocada. El nio tena los ojos como
Lotan, de color castao y con motas doradas.
Zena sinti un escalofro. Durante largo rato permaneci inmvil, mientras la
angustia le atenazaba el corazn. No comprenda por qu los extraos ojos de Kalet le
producan tal terror, pero no intent buscar una respuesta. La Madre no le habra
hecho sentir temor sin un motivo justificado. Cuando llegara el momento oportuno,
Ella le revelara su propsito.
Cuando Lotan se acerc a admirar al beb, Zena pens por un instante en
comentarle lo de los ojos, pero de inmediato cerr la boca. Tuvo la incmoda
sensacin de que haba estado a punto de cometer una torpeza que habra
perjudicado a todos. Preocupada por esas extraas reacciones, Zena entreg el nio a
Sima, a quien le encantaba sostenerlo en sus brazos, y se dirigi al crculo de piedras.
Tal vez all lograra desentraar el misterio. Pero sin embargo, por primera vez en su
vida no hall la paz que anhelaba en el lugar sagrado. Tan slo experiment la
sensacin de que iba a producirse una tragedia a menos que ella lo evitara, pero no
saba de qu se trataba ni cmo deba actuar para impedirlo.
Nerviosa y preocupada, se levant y abandon el crculo de piedras. Saba que la
Madre no le hablara en aquel lugar especial mientras su corazn estuviera
atormentado por las dudas y decidi regresar cuando recuperara la calma. De pronto
sinti el impulso de dirigirse hacia una escarpada colina que se alzaba sobre el claro.
En ella crecan unos rboles que daban unos frutos rojos y redondos cuyo dulce
aroma perfumaba el aire. Se sent en un saliente e intent poner en orden sus
pensamientos.
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Los crculos de
Kalet tena los ojos de Lotan, y ste haba sido su compaero: su nico compaero,
pues en la tribu no haba ms hombres, excepto Bran, que era como un hermano para
Zena, y Kropor, al que jams se le ocurrira considerar un compaero.
De algn modo, Kalet tena los mismos ojos que Lotan. Una parte de ste estaba
ah, en su hijito. Acaso haba transmitido Lotan, al copular con Zena, una parte de s
mismo a la criatura? Pero si el acto sexual y los machos desempeaban un papel
fundamental en la creacin de los nios, cmo es que nadie se haba fijado antes en
ello?
Zena pens en Tres Patas. La gacela haba parido tras las dos ocasiones en que se
haba apareado con un macho. La segunda cra haba vivido, y deleitaba a todos con
sus gracias y travesuras. Acaso la gacela macho le haba transmitido algo que le
haba permitido sobrevivir? Era el deseo de quedarse preada lo que haba
impulsado a Zena a copular con Lotan?
Zena sigui dndole vueltas al asunto, aunque presenta que no recobrara la
calma hasta que desistiera de hallar una explicacin al misterio.
No se equivocaba. Al cabo de varias horas, cuando el sol se encontraba en el cenit,
comprendi que no importaba que el acto sexual y los machos influyeran en la
creacin de nios. La Madre era quien creaba la vida. Todo era obra suya. Todo
cuanto posean proceda de Ella. Sin la Madre, no existiran animales ni alimentos ni
belleza, ni tampoco la alegra y el amor hacia los compaeros y el mundo que los
rodeaba. Poco importaba que Zena llegara a comprender cmo era posible que los
machos transmitieran una parte de ellos a sus hijos. Lo importante era entender el
motivo del temor que se haba apoderado de ella, de la sensacin de que se dispona
a cometer una torpeza si comentaba a Lotan el tema de los ojos de Kalet. Era como si
la Madre le hubiera tapado la boca en aquel momento para impedirle hablar. Si la
Madre no quera que Zena comunicara a los otros sus temores, sin duda exista una
razn.
Poco a poco, Zena fue acallando los pensamientos que se agolpaban en su mente y
abri su corazn a la Madre. Los otros, al verla sentada en la colina, no se atrevieron a
importunarla. Saban que esperaba un mensaje de la Madre.
Aunque no se hallaba en el crculo de piedras, su postura, su inmovilidad y su
concentracin indicaban claramente que estaba meditando. Cuando Kalet solt unos
sonoros berridos, Sima se lo entreg a Metep para que sta le diera de mamar.
Zena permaneci sentada en la colina toda la tarde, aguardando. Durante mucho
tiempo lo nico que experiment fue la sensacin de una tragedia inminente. En
lugar de reprimir el terror que le inspiraba, dej que ste invadiera su mente y su
~247~
Los crculos de
corazn. Cerr los ojos para contener aquellos sentimientos dentro de s pese al dolor
que le producan, y cuando volvi a abrirlos comprob que el valle haba
desaparecido. Ya no se hallaba en la colina, sino en la montaa, en la roca lisa sobre la
que se haba sentado mientras la serpiente se mova de forma sinuosa ante ella.
Zena mir los insondables ojos del reptil, unos ojos que contenan la sabidura de
la Madre. En su subconsciente saba que segua en el valle, pero en su corazn haba
regresado a la montaa. Su visin era tan real que al cabo de unos minutos Zena
empez a moverse al ritmo de la serpiente. Vio la dorada cumbre, aspir el perfume
de las flores que crecan en la ladera y sinti la suavidad y tibieza del aire. De
improviso aparecieron unas palabras en su mente, en realidad unos pensamientos
que no precisaban palabras. Zena se concentr en ellos con todas sus fuerzas, con su
mente, su corazn y su cuerpo.
No trates de penetrar el misterio de los machos y el acto sexual. Es el nico
conocimiento que te est vedado. No debes hablar jams de ello con nadie. Si lo
haces, todo cuanto he creado quedar destruido. Los seres que nazcan despus de
que t hayas desaparecido tendrn que esforzarse en obtener alimento de una tierra
que ya no dar fruto, y sus hijos vivirn en un mundo lleno de dolor. Recuerda mis
palabras y no hables de ello jams, pues de lo contrario el horror que has
experimentado se extender por toda la Tierra.Los pensamientos de la serpiente
atormentaron a Zena durante unos momentos e hicieron que se sintiera enferma y
mareada. Pero la serpiente no haba terminado. De repente dej de moverse y se
irgui sobre Zena. Entonces clav los ojos negros en los de sta con tal intensidad que
Zena se apart, temerosa. La serpiente no trat de atacarla, sino que permaneci
inmvil mientras la observaba fijamente con sus malvolos ojos. Zena sinti que la
invada una angustia que le atenazaba el corazn como si en ste se hubiera
acumulado a lo largo de los aos un insoportable sufrimiento que traspasaba todo su
ser. En l no quedaba espacio para la alegra, el amor o la dicha, sino slo para el
dolor.
La serpiente volvi a enrollarse sobre su cola y permaneci ante Zena en actitud
expectante, como si esperara una respuesta.
Jams hablar de ello declar Zena. He odo tu mensaje, he percibido la
angustia en tus ojos. No dir una sola palabra.
Su voz apenas resultaba audible, pero sus pensamientos eran firmes y ntidos.
Durante unos momentos la serpiente mir a Zena a los ojos. Luego se volvi y
desapareci.
~248~
Los crculos de
Zena se qued quieta, como hipnotizada. El sol se ocult tras el horizonte pero ella
permaneci sentada, incapaz de moverse. Le dola todo el cuerpo, como si hubiera
sido agredida fsicamente por el dolor que atenazaba su corazn. Al cabo de un rato
aquellos angustiosos sentimientos se fueron disipando hasta desaparecer por
completo. Ms tarde, Zena no lograra recordar la angustia que haba experimentado,
pero s el mensaje de la serpiente. No olvid sus siniestras palabras ni la promesa que
ella misma le haba hecho, pero jams habl de eso con nadie.
II
~249~
Los crculos de
~250~
Los crculos de
como Zena, pues la Madre slo le haba concedido a ella la capacidad de quedarse
preada antes de que su ltimo hijo estuviera destetado. Metep pari otros dos hijos,
Toro uno, y tanto Filar como Sima, cuando alcanzaron la madurez sexual, tuvieron
cuatro hijos. Nyta no tuvo ningn otro hijo, pero ayud a criar a los de las otras
mujeres. La Madre tampoco concedi un hijo a Clio, de lo cual Zena se alegr, pues
Clio no habra comprendido el significado de todo aquello.
Cada vez que se produca un nacimiento en la tribu, Zena llevaba a cabo un rito
especial en el crculo de piedras, en el que daba las gracias a la Madre por haber
creado una nueva vida. Sosteniendo al nio en brazos, Zena pronunciaba su nombre
y peda a la Madre que bendijera con su amor y proteccin a la nueva criatura; luego
derramaba tierra y agua sobre el cuerpo del nio, para demostrar a la Madre lo
mucho que valoraban esos dones tan preciados. Zena estaba convencida de que la
Madre atenda sus splicas, pues casi todos los nios lograron superar las
enfermedades que solan aquejar a los pequeos.
Zena realizaba tambin ese rito para los nios que nacan en las tribus vecinas, a
las que acuda con frecuencia como sola hacer Kalar para hablar sobre la Madre
y recomendar que observaran sus normas. Siguiendo el ejemplo de otras tribus,
aqullas aceptaban de inmediato a la Madre, como si la llevaran en su corazn desde
haca tiempo y las palabras de Zena hicieran que aflorara el amor y la devocin que
sentan por ella.
Sima y Lupe se dedicaban a organizar unos juegos para los nios de la tribu como
los que Zena sola inventar cuando ellos mismos eran pequeos. Zena hablaba a los
nios sobre la Madre e intentaba explicarles sus normas. Lo ms importante, les
deca, era vivir en armona con todos los seres que haba creado la Madre. Si alguno
lastimaba a un compaero o a un animal, la Madre se enojaba mucho y nadie poda
dirigir la palabra al agresor hasta que el nio hubiera pedido perdn a la Madre y a
toda la tribu. Zena les explic que aunque la Madre los castigara, no por ello dejaba
de amarlos infinitamente. La historia de Kropor le haba enseado una leccin muy
til: un nio que fuera objeto de malos tratos por parte de los adultos se converta en
una persona violenta. La idea de Zena se revel muy eficaz, pues los nios de su
tribu se convirtieron en unos adultos de temperamento apacible y carioso.
Zena ense tambin a los nios los pormenores de todas aquellas ceremonias que
haban desarrollado para celebrar la muerte y una nueva vida, la matanza de un
animal aunque los alimentos eran tan abundantes que rara vez tenan que recurrir
a ello y la llegada de las lluvias. La danza en honor de la lluvia era el rito favorito
de todos los miembros de la tribu. A Zena se le haba ocurrido un da en que se
encontraba hablando con la Madre en el crculo de piedras. Al alzar los ojos y
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Los crculos de
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Los crculos de
Zena contemplaba alarmada la escena, cay el rayo ms grande y luminoso que ella
jams haba visto; ste atraves el tronco del vetusto rbol y acab en el acto con las
vidas de Clio y Kropor.
La Madre ha sido benvola dijo Zena una vez que el dolor por la muerte de
ambos hubo remitido un poco. Es duro perder a Clio, pero s que le hubiera
complacido saber que la fuerza de la tierra la haba reclamado de esa forma y que la
Madre se haba llevado tambin a Kropor...
Zena se detuvo. Nadie deseaba imaginar siquiera el tormento que habra padecido
Kropor si la Madre le hubiera arrebatado a Clio.
Fijaos agreg Sima con voz temblorosa, Kropor sostiene la mano de Clio y
la nia tiene los labios apoyados en su rostro.
Los otros asintieron. Clio y Kropor siempre dorman uno junto al otro, con las
manos enlazadas y los suaves labios de Clio apoyados sobre la hirsuta mejilla de l.
Los enterraron en esa posicin, en una fosa que abrieron a los pies del vetusto
rbol. Todos los miembros de la tribu estaban convencidos de que quienes regresaban
junto a la Madre deban ser sepultados bajo tierra, de la que proceda la vida. Tras
cubrir sus cuerpos con fragantes flores, todos pronunciaron unas palabras para
expresar a la Madre el amor que sentan hacia aquellos dos seres que ella haba
creado. Elogiaron la profunda compenetracin de Clio con la fuerza de la tierra, su
gran intuicin, su dulzura y su amor hacia los animales. Al hablar de Kropor, se
refirieron al cambio que ste haba experimentado, pasando de ser un hombre
violento a una persona bondadosa y afable, dispuesta a sacrificar incluso su vida por
la gente que amaba. Estehombre, ahora tan difcil y quisquilloso, se haba convertido
en el ser ms dulce que caba imaginar.
Cuando todos hubieron hablado, Zena encomend a Clio y Kropor a la Madre.
Acoge a estos dos seres tan queridos para nosotros dijo profundamente
conmovida, y albrgalos en tu generoso corazn, pues te han sido siempre leales. Si
es posible, te ruego que hagas que Kropor y Clio se renan con Ralak. Kropor la
amaba ms que a nadie, aparte de Clio, y s que se sentira muy dichoso de reunirse
de nuevo con ella. Madre nuestra, creadora de vida, te devolvemos a tus hijos.
Las ltimas palabras de Zena permanecieron suspendidas unos instantes en el
aire; luego todos empezaron a llenar la fosa que haban cavado en la tierra para
enterrar a Clio y a Kropor con el fin de que estuvieran a salvo de los depredadores.
En los siguientes aos, fueron algunas las veces que se reunieron para llevar a cabo
los ritos mortuorios para miembros del grupo originario de Zena. Nyta fue la
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Los crculos de
primera en morir, pues estaba vieja y enferma; poco despus falleci Toro. Sus
muertes fueron lloradas por todos sus compaeros, pero la muerte que ms afect a
Zena fue la de Bran. Una tarde lo hall junto al lago, donde haba ido a pescar. No
haba sufrido ningn percance, segn comprob Zena, sino que simplemente dej de
respirar. Cuando Zena se arrodill junto a su querido hermano, sinti un dolor tan
intenso en su corazn que apenas logr respirar. Jams haba experimentado, desde
la estampida de los us, un sufrimiento tan grande. Bran haba sido su amigo ms
leal, siempre dispuesto a ayudarla y defenderla. Su muerte constitua una prdida
irreparable.
A pesar de la magnitud de su dolor, poco a poco ste se fue disipando. Lotan fue
un gran consuelo para Zena, y su tribu creca con tal rapidez que no le quedaba
tiempo para lamentaciones. Los nios seguan naciendo, pues los ms jvenes se
hacan adultos y tenan hijos. Al poco tiempo el grupo de Zena se compona de ms
de cien miembros, e incluso el frtil valle al que la Madre los haba conducido no
bastaba para alimentarlos a todos. Zena comprendi entonces que algunos miembros
de su tribu tendran que independizarse, y empez a preparar a otras mujeres sabias
para que condujeran a sus respectivos grupos a un nuevo territorio. Haba seguido
con atencin el desarrollo de las jvenes de su tribu, y cuando lleg el momento
oportuno eligi a las que se sentan ms unidas a la Madre y deseaban seguir sus
pasos. Zena les ense todo cuanto saba, todo lo que haba aprendido de Kalar y
Ralak sobre el poder de la fuerza de la tierra, los hombres y el motivo de que fueran
distintos de las hembras, y sobre la necesidad de aceptar las normas y los designios
de la Madre aunque les costara comprenderlos.
Las enseanzas prcticas eran las ms sencillas. Una mujer sabia deba conocer las
diversas plantas que se utilizaban para curar dolencias y heridas, as como las
palabras y dems pormenores referentes a los ritos. Pero explicar a las jvenes en que
qu consista la sabidura resultaba ms difcil.
Lo ms importante es tener firmeza de carcter y ser bondadosa y justa con los
dems explic Zena a las iniciadas. La tribu necesita siempre que la gue una
mujer sabia. Si no hay nadie que les hable de la Madre, se desmandan y se produce el
caos. Yo misma he sido testigo de ello.
Por eso, vuestra misin principal es aprender a escuchar a la Madre y aceptar sus
mensajes. Eso es ms importante que todas las lecciones que os he impartido, pues
ella puede guiaros mejor que yo. Acompaadme al crculo de piedras y os lo
demostrar.
A partir de entonces, y durante muchas lunas, Zena condujo a las iniciadas cada
maana y cada noche al crculo de piedras con el fin de comunicarse con la Madre.
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Los crculos de
Para escuchar la voz de la Madre se requera mucha paciencia y una gran capacidad
de concentracin. Eso era lo que le haba resultado ms difcil a Zena. Pero a sus
discpulas les cost menos esfuerzos. Llevaban muchos aos observando a Zena y a
menudo haban tratado de imitarla a fin de escuchar ellas tambin a la Madre. Al
poco tiempo, la mayor parte de las iniciadas consiguieron or la voz de la Madre casi
de forma tan ntida como Zena. Zena bendijo a las nuevas mujeres sabias antes de
que partieran. Unas se dirigieron hacia el oeste, en direccin a un gran valle surcado
por un ro que se extenda ms all de las montaas; otras se encaminaron al norte y
al este por la costa; y otras, hacia las estepas que se hallaban al sur.
De todas las jvenes capacitadas para convertirse en mujeres sabias, la hija menor
de Zena era la ms inteligente y quien se hallaba ms compenetrada con la Madre.
Haba nacido mucho despus que los otros hijos e hijas de Zena, cuando sta, debido
a su edad, no crea que pudiera volver a parir. Al principio no haba sospechado que
estuviera preada, pero una maana la criatura que llevaba en el vientre le haba
propinado una patada y Zena haba comprendido que iba a tener otro hijo.
La nia haba permanecido muchas lunas en el seno materno, desarrollndose
sana y fuerte, como su madre. Durante aquellos meses Zena se sinti tranquila y
serena, rebosante de la gracia que le haba otorgado la Madre. La criatura debi de
notar la serenidad que senta su madre, pues en el momento de nacer, justo cuando el
sol se deslizaba por el horizonte, en lugar de romper a llorar mir sin ms a su
alrededor.
Zena sonri al contemplar la expresin seria y solemne de su hija, indecisa sobre el
nombre que deba poner a esa pequea hembra que ya daba muestras de poseer una
gran sabidura. Pero en su fuero interno ya lo haba decidido, pues cuando las
mujeres le preguntaron cmo iba a llamarla, Zena respondi de inmediato:
Mina. Esta nia se llamar Mina; s, pues es idntica a mi madre.
A medida que la nia iba creciendo, Zena comprendi que haba acertado con la
eleccin. Cere le haba hablado muchas veces de Mina, que ya de nia manifestaba
una gran inteligencia. La hijita de Zena era igual. Desde el principio, pareca
comprender todo lo referente a la Madre como si hubiera nacido con esos
conocimientos.
Zena pens que quiz los haba asimilado mientras se hallaba en el seno materno,
y se alegraba de que su hija no tuviera que experimentar el dolor y los conflictos que
ella misma haba sufrido de jovencita.
Slo en una ocasin not que su hija estaba desconcertada. Zena haba visto a
Mina observar intrigada los ojos de Lotan y luego los de su hermano Kalet. Cuando
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Los crculos de
no comprenda una cosa, la nia sola pedir que se lo explicaran. Pero en aquella
ocasin no dijo nada. Abri la boca un par de veces para formular una pregunta, pero
volvi a cerrarla de inmediato, tal como hiciera Zena aos atrs.
Zena comprendi que la nia haba adivinado tambin la relacin que exista entre
copular y parir hijos, pero su instinto le deca que no deba expresar en voz alta sus
sospechas. Zena no respondi a la pregunta que su hija no lleg a formular; en su
lugar, cuando supuso que Mina estaba preparada la envi a la colina donde se le
haba aparecido la serpiente. Cuando Mina regres, Zena supo que haba odo la voz
de la Madre. Estaba escrito en la expresin de horror y asombro que mostraba el
joven rostro. El misterio se mantena, as, a salvo.
La prdida de esa hija fue la que ms afect a Zena, pues madre e hija estaban
unidas por unos lazos muy fuertes. Eran capaces de adivinar sus pensamientos
mutuos sin necesidad de palabras, y sentan el dolor o la dicha de la otra como
propios. Pero cuando un da Mina inform a Zena de que haba tenido una visin,
sta abraz a su hija e intent disimular su tristeza.
Al otro lado del mar hay otra tierra le dijo Mina, una tierra que la Madre me
ha mostrado en la visin. Debo partir. La Madre me espera all.
Su juvenil rostro reflejaba el fervor y la alegra que le haba causado el hecho de
que la Madre le hubiera enviado una visin, como aos atrs le haba sucedido a
Zena.
Zena se alegr por ella y la ayud a reunir las vituallas necesarias para el viaje,
pese al dolor que senta en su corazn. Luego bendijo a Mina en nombre de la Madre
y sonri mientras la pequea procesin parta hacia las colinas que circundaban el
valle. Slo despus de que la nueva mujer sabia de la tribu se hubiera vuelto por
ltima vez para despedirse de ella, Zena dio libre curso a sus lgrimas. Saba que
jams volvera a ver a su hija, pero al mismo tiempo saba que Mina perteneca a la
Madre y deba seguir sus visiones, tal como haba hecho Zena. Aos atrs, la Madre
la haba conducido hasta este esplndido valle, y Zena estaba convencida de que un
da tambin conducira a Mina al paraso que la aguardaba.
Estaba en lo cierto. Mina viaj hacia el norte y el este, y al cabo de muchas lunas
lleg a la orilla del vasto mar. All descubri un lugar maravilloso donde abundaban
toda clase de frutos y animales, que vino a ser llamado la Tierra Frtil de la Media
Luna, pues tena forma de una media luna. Su tribu prosper y cuando el nmero de
miembros aument en exceso, Mina form a otras jvenes mujeres sabias para que
condujeran a unos pequeos grupos hacia nuevos territorios, tal como haba hecho su
madre con ella. Mina les ense el valor de la tolerancia y la paz, el respeto a la tierra
y a todos los seres que la poblaban, pues tal era el deseo de la Madre. A su vez, las
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Los crculos de
nuevas mujeres sabias formaron a otras para que difundieran la palabra de la Madre,
y as fue como sus normas y enseanzas se fueron extendiendo por doquier.
Poco a poco, las generaciones venideras de mujeres sabias y sus grupos se
dispersaron a lo largo y ancho de la Tierra. Viajaron hacia los cuatro puntos
cardinales, alcanzando grandes continentes e islas que ningn ser humano haba
pisado antes. Muchas tribus se asentaron y construyeron crculos de piedras para
venerar a la Madre, algunos de los cuales eran tan gigantescos que nadie ha sido
capaz an hoy de explicar las circunstancias de su creacin. Otras hallaron unas
cuevas donde refugiarse cuando el hielo empez a cubrir las planicies; en definitiva,
las cuevas tambin eran crculos de piedras, aunque stos construidos por la propia
Madre. Miles de aos ms tarde, sus descendientes se asombraran al admirar los
magnficos dibujos que aquellos primeros exploradores dejaron sobre los muros de
las cuevas para dar las gracias a la Madre por su infinita generosidad.
Otras tribus se dirigieron hacia el oeste y el este para fundar legendarias ciudades
en el valle del Nilo y en el vasto territorio de Oriente. Conforme transcurran los
aos, siguieron propagndose hasta los confines del mundo. Las montaas no
lograban detenerlos, ni tampoco los ocanos, por agitadas y tumultuosas que fueran
sus aguas. Continuaron avanzando hasta que toda la Tierra estuvo poblada por ellos
y los suyos. Todos eran descendientes de la tribu primitiva de Zena, de aquellos a
quienes ella haba conducido a travs de la sabana y el desierto hasta el paradisaco
valle que se abra a orillas del Mar Rojo.
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Los crculos de
TERCERA PARTE
LOS PIRINEOS, ENTRE CINCUENTA MIL
Y TREINTA MIL AOS ATRS
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Los crculos de
Captulo 19
~259~
Los crculos de
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Los crculos de
Zena mir a Conar a los ojos. Esta vez el joven no baj la vista, sino que le devolvi
la mirada para que ella contemplara as sus sentimientos. Zena vio reflejados en
aquellos ojos amor y pasin.
Ese pensamiento despert una gran ternura en Zena, que se apresur a atraer
hacia s a Conar. ste la abraz con fuerza y empez a restregarse con movimientos
lentos contra ella, entre sus piernas, pero sin penetrarla. Zena not su miembro duro
sobre el vientre. Algunos hombres se impacientaban cuando alcanzaban la ereccin y
trataban de penetrar a la mujer al instante. Pero las manos y los labios de Conar se
movan con sensualidad, casi de forma perezosa. El joven pareca anticipar de modo
instintivo los deseos de Zena, como si conociera el cuerpo de sta tan bien como el
suyo propio.
Su madre haba explicado a Zena que algunos hombres eran expertos en el arte del
akat, y no necesitaban que la mujer les indicara lo que deban hacer. Conar era uno de
ellos. Su aire tmido haba desaparecido y ahora se mostraba seguro de s mismo y de
sus artes amatorias. Zena dej de pensar cuando Conar empez a succionarle los
pezones con suavidad, utilizando su lengua adems de los labios. Entonces sinti un
cosquilleo que le recorra desde los pechos hasta los genitales y emiti un gemido de
placer.
Una intensa excitacin se apoder de su cuerpo, ms placentera que ninguna otra
que hubiera experimentado antes. Zena empez a acariciar las caderas y las nalgas de
Conar, y advirti que l estaba tan excitado como ella. Era una sensacin muy
poderosa que ambos se transmitan mutuamente. Zena sinti la pasin en su vientre,
en su cabeza, en las yemas de los dedos, en los dedos de Conar, en el miembro de
ste y en todo su ser. Notaba cmo ste le transmita su ardor.
Zena estaba impaciente por sentir a Conar dentro de ella. Lo bes en los labios y
separ las piernas, una seal inconfundible de que estaba preparada. Conar se apart
unos instantes y pas la lengua, primero con suavidad y luego con ms energa,
sobre los sensibles labios de su vulva. Ella lanz una exclamacin de placer e
impaciencia mientras le araaba la espalda, gozando con sus caricias pero deseosa de
que la penetrara. Conar emiti un prolongado gemido, como un animal, y la penetr
al instante. Luego empez a moverse dentro de ella con suavidad y luego con ms
fuerza, Zena se abandon a su incontrolable pasin y al cabo de unos segundos sinti
unos espasmos de placer que le recorrieron todo el cuerpo.
Conar empez a moverse ms despacio, la penetr hasta el fondo y de repente se
retir. Zena emiti entonces una exclamacin de protesta, temiendo que l hubiera
acabado y no deseara seguir. Pero Conar volvi a penetrarla, movindose a un ritmo
lento y en sentido circular, lo cual produjo en ella unas sensaciones delicadas y
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Los crculos de
exquisitas. Zena sinti de nuevo unos intensos espasmos que sacudieron todo su
cuerpo. Cuando stos se disiparon, abraz a Conar con ternura para demostrarle su
amor por el placer que le haba procurado.
l empez a moverse de nuevo, ahora de forma ms enrgica. Zena lo abraz con
fuerza pero l alz el torso y arque la espalda, con todos los msculos de su cuerpo
en tensin; se arroj de nuevo sobre ella y al cabo de unos momentos volvi a alzarse.
Entonces su cuerpo empez a temblar con tal violencia que Zena se asust. Un grito
se escap de labios de Conar a medida que la intensidad de los espasmos creca;
luego las sacudidas fueron remitiendo poco a poco hasta quedar reducidas a un leve
temblor.
Conar cay sobre Zena, sacudido por un ltimo y breve espasmo. Segua dentro
de ella, pero la fuerza haba abandonado su miembro. No obstante, al poco rato
empez a excitarse de nuevo y Zena respondi a sus caricias. Esta vez los espasmos
fueron breves pero intensos, seguidos de un estallido que elimin cualquier resto de
tensin del cuerpo de Zena. Cuando todo hubo concluido, permaneci inmvil.
Zena estaba maravillada. Haba practicado el akat muchas veces desde su primera
menstruacin, pero jams haba experimentado unas sensaciones tan intensas.
Observ a Conar con curiosidad. Tena los ojos cerrados y su rostro mostraba una
expresin serena. Pareca muy vulnerable, y muy joven. Aunque no hubiera copulado
muchas veces, no se notaba su falta de experiencia.
En alguna ocasin, una de las mujeres haba apuntado que quiz los hombres
tambin se preparaban en el arte del akat, y se era el motivo de que Conar mostrara
tal pericia. Pero Zena no daba crdito a esos rumores. Las enseanzas del akat
correspondan a las mujeres. Lo ms probable es que Conar fuera uno de esos
machos que, segn le haba explicado su madre, no necesitaban instruirse en el acto
sexual.
Era Conar tan sensible y delicado como los otros machos? Zena decidi
preguntrselo de forma discreta a sus compaeras. No poda formular abiertamente
una pregunta de ese tipo, pues sera considerado una falta de cortesa. Las mujeres
hablaban con frecuencia entre s, pero nunca comparaban las dotes de los hombres a
fin de no humillarlos. La Madre les haba enseado que no se deba humillar a nadie.
Los hombres, al no ser capaces de crear vida, se sentan en inferioridad de
condiciones respecto a las mujeres. stas se parecan a la Madre y estaban ms
unidas a Ella, pues la Madre era la creadora de toda vida y las mujeres daban vida a
la tribu. Los hombres no desempeaban aqu ningn papel relevante, y a eso se deba
que el acto de copular fuera tan importante para ellos. Slo cuando estaban dentro
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Los crculos de
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Los crculos de
Pero Zena saba que tendran que aguardar al menos una semana, pues no deba
mostrar un claro favoritismo hacia Conar.
De todos modos estaba dispuesta a cumplir su palabra en cuanto fuera posible.
Conar era su amante favorito. Posea una gran habilidad a la hora de procurar placer
a una mujer.
Zena y Conar regresaron al refugio cogidos de la mano, pero cuando se
aproximaron Zena se solt y apret el paso para que no les vieran llegar juntos. No
quera que los otros se enteraran de sus asuntos privados.
Zena se recost sobre una roca para tomar el sol y descansar. So con un lejano
lugar que jams haba visto, un lugar hacia el oeste en el que, ms all de unas
abruptas colinas, se erguan gigantescas montaas cuyas cimas estaban coronadas de
nieve. En su sueo, Zena y Conar aparecan caminando a travs de unos profundos y
sinuosos tneles que configuraban un laberinto debajo de la tierra. Al cabo de un rato
llegaron a un estrecho pasadizo que atravesaba las rocas. Aunque Zena no lo haba
visto jams, saba que ese pasadizo daba acceso a una vasta explanada. Conar
desapareci, pero Zena continu el camino sola, pues algo muy importante le
aguardaba en aquella explanada.
Antes de que consiguiera atravesar el pasadizo la despertaron unas voces. Zena se
incorpor, enojada. Pero al or a su madre hablando en tono duro y severo, su
indignacin se disip de inmediato.
No podemos consentirlo dijo su madre. Toda la tribu sufrir las
consecuencias. Debe ser expulsado.
Expulsado. Zena se qued perpleja al or aquella palabra. A quin iban a expulsar
y por qu? La expulsin era un castigo terrible. Slo haba ocurrido en una ocasin, si
ella no recordaba mal, cuando un hombre llamado Kort haba tratado de forzar a una
mujer. Aunque no haba logrado sus propsitos, pues los gritos de la mujer haban
atrado a otros miembros de la tribu, era un acto digno del ms severo castigo.
Siempre corresponda a la mujer elegir a un compaero con quien copular, puesto
que slo ella saba cundo estaba preparada para ello. El hecho de que un hombre se
atreviera a usurparle esa prerrogativa era algo deleznable.
Zena ignoraba lo sucedido pero no deba seguir escuchando aquella conversacin
a escondidas. As pues, se levant de la roca y se dirigi hacia el claro.
Saludos dijo a su madre, Lune. He odo lo que estabas diciendo. Qu ha
pasado?
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Los crculos de
Antes de responder, Lune lanz una mirada inquisitiva a su hermana, Menta, que
era la mujer sabia de la tribu. Menta y Lune haban nacido al mismo tiempo, pero
tenan un temperamento muy distinto. Menta era reflexiva y prudente, mientras que
Lune era impulsiva y apasionada. ste era el motivo por el que, al morir la madre de
stas, sus compaeros haban elegido a Menta en lugar de Lune como mujer sabia.
Por otra parte, Lune era la curandera de la tribu. Tena grandes dotes para sanar todo
tipo de dolencias, mientras que Menta era un gran visionaria, capaz de ver ms all
de lo que vean los dems, tiempos futuros y pasados, anteriores al nacimiento de
cualquier miembro de la tribu.
Diselo contest Menta. De todos modos, no tardar en enterarse. Todos
deben expresar su opinin antes de que tomemos una decisin al respecto.
Se trata de Tron explic la madre de Zena. Su voz temblaba de ira. Se ha
llevado a Pila al bosque sin su consentimiento. Pila sufre fuertes dolores y est
deshecha en llanto. Tron se cree con derecho de hacer esas cosas porque es fuerte y
mata muchos bisontes.
Qu espanto! exclam Zena indignada. Pila es muy joven. No creo que
haya tenido todava una hemorragia.
As es respondi Menta, llena de tristeza y compasin hacia la desdichada
joven. No estaba preparada.
Zena la abraz, comprendiendo el dolor que deba experimentar desde su
condicin de mujer sabia de la tribu. Menta se senta responsable del bienestar del
grupo, y ella era quien tena la ltima palabra respecto al castigo que deba
imponrsele a Tron. La expulsin de Kort haba durado slo unos meses, tras los
cuales haba regresado; se haba enmendado y, en todo caso, su delito no haba sido
tan grave como el de Tron. Si Tron haba forzado a Pila, probablemente lo expulsaran
de la tribu para siempre. A Zena aquello le resultaba inconcebible. Cmo se las
arreglara para vivir sin los otros?
Aunque era una medida muy dura, quiz fuera lo mejor para la tribu, pens Zena.
Tron era distinto al resto de los machos. stos a veces se enojaban y se peleaban entre
s, pero en el fondo eran amables y cariosos. Tron no demostraba cario hacia nadie.
Ya de nio se meta siempre en peleas y gozaba lastimando a sus compaeros. Por
ms que todos se hubieran esforzado en ser amables con l, Tron no haba cambiado.
A Zena nunca le haba gustado. Se mostraba siempre malhumorado y agresivo, y
cuando haba copulado con l se haba comportado de forma ruda e insensible hacia
los deseos de ella. Zena lo haba achacado a su falta de experiencia, pero ahora
comprenda que se deba a su temperamento hosco y cruel.
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Le dola hostigar a la joven, pero saba que Menta deseaba conocer cuanto antes su
versin.
Pila asinti.
Yo haba ido al bosque a buscar setas cuando de pronto apareci Tron y se arroj
sobre m. No dijo ni una palabra, sino que me oblig a tumbarme en el suelo y me
penetr. Me hizo mucho dao. Cuando se hubo desahogado, se levant y se fue.
Pila mir a su madre con ojos ingenuos y pregunt:
Siempre hace tanto dao realizar el akati?
No, Pila se apresur a contestar Bly, si ests preparada no duele en
absoluto. No te preocupes. Cuando elijas a un compaero para yacer con l, el akat te
producir un gran placer.
Pese a la firmeza de su tono, las palabras de Bly estaban desprovistas de toda
conviccin. Zena comprendi lo que deba de estar pensando la madre de Pila.
Quin se atreva a asegurar que despus de esa traumtica experiencia Pila fuera
capaz de gozar copulando con un hombre? Es posible que siempre temiera acercarse
a un macho, lo cual le impedira disfrutar del acto sexual. El akat era un don que les
haba concedido la Madre para llenar sus vidas de armona y felicidad. El hecho de
haber arrebatado a Pila ese don constitua un delito monstruoso.
Zena se indign al pensarlo, pero trat de alejar de s ese sentimiento. No deba
dejar que la ira influyera en su juicio. Si quera ayudar a Menta a tomar una decisin
justa, deba pensar con claridad. La decisin ms cabal sera aquella que no
perjudicara a nadie, sino que beneficiara a todos, incluido Tron. Zena emiti un largo
y profundo suspiro. En aquel momento no lograba imaginar cmo se resolvera el
asunto, pero si prestaba atencin sin duda oira la voz de la Madre aconsejndola
sobre lo que deba hacer.
II
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Los crculos de
sagrado para hablar con la Madre y cumplir unos ritos que estaban destinados a
venerarla. La presencia de la Madre era all muy fuerte. Zena observ los rostros
solemnes de los miembros de la tribu a medida que stos accedan a la hondonada.
Todos agacharon la cabeza y luego la alzaron hacia el firmamento para honrar a la
diosa a la que llamaban Madre. Se sostenan erguidos, resueltos a vivir conforme a
las normas de la Madre, a tomar las decisiones que Ella deseaba que tomaran.
La tribu se compona de treinta personas, y no haba resultado fcil reuniras a
todas. Muchas haban salido en busca de frutos y tubrculos, y Katli y unos cuantos
hombres haban ido a cazar. La mayora de las mujeres dejaban de cazar, al menos
durante un tiempo, cuando paran, pero Katli no abandonaba en ningn momento
esa actividad. Tan pronto como se recuperaba de un parto sala de caza con los
hombres, dejando a sus hijos con sus hermanas, que los queran mucho y siempre
tenan los pechos repletos de leche. Katli saba tanto sobre la conducta y forma de
vida de los animales como el ms experto de los cazadores, y stos aceptaban de
buen grado su participacin. Los animales tambin acogan bien su presencia, pues
notaban su devocin hacia ellos; no corran a tanta velocidad y por ello resultaba ms
fcil capturarlos cuando Katli formaba parte del grupo de cazadores. Katli los
bendeca entonces y les daba las gracias por haber sacrificado sus vidas en beneficio
de las de la tribu.
Segn la creencia de Zena, los animales en realidad no moran. Al igual que las
personas que los cazaban, los animales formaban parte del incesante ciclo de muerte
y renovacin creado por la Madre. As pues, un da renaceran para correr de nuevo
por las planicies y alimentarse en sus frtiles pastos.
Cuando se hallaron todos reunidos, Menta se levant y tom la palabra. Era una
mujer menuda de cabello largo y negro, pero cuando asuma el papel de
representante de la Madre pareca ms alta e imponente que un hombre.
Gran diosa, madre de todos nosotros dijo con voz solemne, uno de los
nuestros ha cometido un grave delito, soliviantando los nimos de la tribu e
impidindonos gozar de tu presencia y la alegra que nos inspiras. Deseamos resolver
esta situacin, pues no lograremos obedecerte con lealtad ni gozar de tus dones si no
tenemos paz en nuestro corazn.
Te rogamos que gues nuestros pensamientos para ayudarnos a averiguar la
verdad, as como nuestro juicio para tomar una decisin acertada. Haz que
conservemos el amor en nuestro corazn, aunque ste se encuentre rebosante de
dolor, y la sabidura en nuestra mente pese a la ira que nos confunde, pues as debe
ser.
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pensativa durante unos momentos con los ojos clavados en Tron, como si pretendiera
adivinar sus pensamientos.
Tron la mir furioso. Esa gente daba demasiada importancia a la nia, pens con
amargura. La chica haba estado ms que dispuesta a copular con l; adems, l la
deseaba y ella estaba all. No tena nada de malo practicar el akat. La propia Menta lo
haba dicho en repetidas ocasiones. Pero tanto ella como los otros la tenan tomada
con l, pens Tron. De nio haba tratado de demostrar lo fuerte que era y su pericia
como cazador para reclamar la atencin de sus compaeros. Pero stos haban
rehuido su compaa, de modo que no haba tenido ms remedio que golpearlos para
demostrarles que su indiferencia poco le importaba. Disfrutaba lastimndolos. Eso le
haca sentirse mejor. De mayor, las cosas no haban cambiado. Las mujeres le llevaban
a los lugares donde practicaban el akat, pero Tron saba que preferan a otros machos.
l gozaba mostrndose rudo con ellas. Los hombres eran distintos. Seguan evitando
su compaa, aunque era el mejor cazador de la tribu.
Tron se encogi de hombros para demostrarles que no le importaba lo que
pensaran de l y rehuy la mirada de Menta.
Los otros aguardaron en silencio durante un rato, intuyendo que Menta estaba
solicitando a la Madre que la ayudara a tomar una decisin. Luego empezaron a
murmurar de nuevo, irritados e impacientes. Los murmullos sacaron a Menta del
trance en el que se hallaba sumida.
Bien, ha llegado el momento de or vuestra opinin dijo Menta con aire
solemne. Todos debis participar en esta decisin.
Bly fue la primera en tomar la palabra.
No quiero que Tron siga aqu dijo de forma rotunda. No me mueve la ira,
sino el temor. Podra volver a forzar a una hembra. Hay muchas hembras jvenes en
la tribu, ni ellas ni el resto de nosotras estaremos a salvo mientras l permanezca
aqu.
Los dems asintieron con vehemencia y se levantaron para expresar su opinin.
Las palabras de una nia, aterrada a la mano de su madre, conmovi a los asistentes:
Me gusta correr y jugar en el bosque, pero ya no me atrevo a perseguir a las
ardillas o a otros animalitos. Adems, siempre salgo acompaada de mi hermanita.
A continuacin se levant un nio:
Tron ha cometido una falta muy grave declar indignado. Las personas
malas no pueden permanecer entre nosotros. La Madre no quiere saber nada de ellas.
De modo que Tron debe ser expulsado de la tribu.
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gente, pero Lune era producto de la luna. Aunque no era tan prudente y sosegada
como Menta, sus compaeros la respetaban por su fuerza y coraje.
Quizs exista otra solucin dijo Lune en tono firme y enrgico. Una solucin
ms segura que la expulsin y menos terrible que la muerte. Todos sabemos que el
akat contribuye a que los hombres no peleen entre s ni provoquen conflictos. Pero se
no es el caso de Tron.
Un murmullo de aprobacin brot de boca de los presentes. Saban que si los
hombres no practicaban el akat, se volvan agresivos. Pero Tron copulaba de forma
peridica con las hembras de la tribu y, sin embargo, era incapaz de controlar su
temperamento violento.
A veces he pensado continu Lune que el secreto de la eficacia del akat, en
el caso de los hombres, reside en que extrae el ardor de la zona que interviene en la
cpula; quiz los sacos que poseen constituyan el lugar donde se oculta el deseo de
pelear o lastimar a otros, y si no los vacan provocan conflictos. En el caso de Tron, si
le cortramos esos sacos eliminaramos de modo definitivo su ardor. De esta forma
no volvera a causar problemas, ni a violar a una hembra que no deseara copular con
l.
Podra hacerlo Krost prosigui Lune. Lo ha hecho multitud de veces en que
es necesario preparar un animal para comerlo.
Todos la miraron atnitos mientras intentaban digerir sus palabras. A ninguno se
le haba ocurrido esa posibilidad. Pero Lune saba ms cosas que los dems, en
especial sobre los cuerpos humanos y de los animales, y quiz tuviera razn.
Krost, un hombre corpulento de rudas facciones, pero amable y bondadoso, se
levant para responder. Su rostro expresaba angustia ante la sugerencia de Lune.
Krost haba cazado muchas veces con Tron, al que le una una cierta amistad, pero
tambin era muy leal al grupo y estaba dispuesto a protegerlo incluso con su vida.
Lo que ha apuntado Lune es posible dijo, pero me parece una crueldad. No
deseo ser yo quien lo haga.
Krost mene su enorme cabezota de forma enrgica, en un intento de controlar sus
sentimientos, antes de proseguir.
Tron debe decirnos si est dispuesto a cambiar. En tal caso, lo vigilaremos muy
de cerca para comprobar si es sincero. Si no cambia, deber ser expulsado. Yo mismo
lo obligar a prometernos que se alejar de aqu, y me encargar de que no regrese
jams.
Yo tambin lo vigilar terci una voz masculina.
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como nosotros, pero posean ms conocimientos. Era como si en las cuevas hubieran
descubierto algo de gran importancia, algo que provena de la Madre y era sagrado
para Ella.
Zena sinti que un escalofro le recorra la espalda. Acaso se refera Menta al
lugar que ella haba visto en su sueo? Cmo era posible que Menta lo hubiera visto
tambin? Qu significaba aquello?
La voz de Menta, suave y pausada, como si contemplara de nuevo su visin, hizo
que Zena se olvidara de sus pensamientos.
Es de noche; unas personas estn sentadas frente a una cueva y charlan
tranquilamente. Veo una fogata y percibo un ruido, un sonido muy hermoso que no
logro identificar, el cual brota de una caa que sostiene un hombre en las manos. El
sonido cesa de repente, pues las gentes han odo otro ruido que les alarma, unos
sollozos desgarradores.
De pronto aparece una joven alta y esbelta, con el pelo del color del sol. No cesa
de llorar. Tiene las mejillas manchadas de rojo y entre sus piernas se desliza un hilo
de sangre. Una de las mujeres la estrecha entre sus brazos hasta que la joven se
tranquiliza. Luego les explica que un hombre, un extrao, la sorprendi en el bosque
y la viol de forma brutal, adems de causarle unos cortes en el rostro con una lasca.
Sus compaeros se quedan horrorizados. Jams haban odo algo semejante. No
saben qu hacer. Los hombres parten de inmediato en busca del extrao para llevarlo
ante el consejo, pero ste se ha escondido y no consiguen dar con l. Tras buscarlo
por toda la zona, se acuestan agotados, pero el miedo les impide conciliar el sueo.
Durante toda la noche permanecen atentos a cualquier ruido sospechoso o al sonido
de unas pisadas sigilosas.
Por la maana siguen buscando al agresor de la joven, pero no lo encuentran. Al
fin, suponiendo que el extrao ha abandonado el territorio, se dan por vencidos y
bajan la guardia. Al cabo de unos das son atacadas dos mujeres de la tribu, y el
hombre que trata de protegerlas resulta herido. El extrao clava una lasca en el brazo
del hombre y ata a las mujeres con unas enredaderas para inmovilizarlas mientras las
viola.
Unas exclamaciones de horror e indignacin recorren el claro. Ningn miembro de
la tribu haba odo jams hablar de una atrocidad semejante. Les resulta casi
imposible creer que un hombre sea capaz de comportarse de modo tan cruel con
otros seres.
Menta levant la mano para imponer silencio.
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haba descrito Menta. Ni siquiera Tron. La Madre haba enviado a Menta y a ella la
visin para que tuvieran presente lo hermosa que era su vida, siempre alegre y llena
de felicidad.
Menta pareci adivinar sus pensamientos y dijo:
S que estas cosas tan terribles que os he relatado resultan difciles de creer, pero
la Madre me las ha mostrado, de modo que son ciertas. Ignoro si el primer extrao
que aparece en mi visin es Tron, pero es posible. Si lo desterramos, quiz se dedique
a vagar por otros territorios atacando a los hombres y violando a las mujeres; por lo
tanto, no podemos desterrarlo. Tampoco podemos matarlo, pues nadie tiene derecho
a arrebatar la vida a otro ser humano por venganza. Si matamos a Tron, su espritu
nos perseguir siempre, atormentndonos e impidiendo que nos sintamos
compenetrados con la Madre. Ella misma me lo ha advertido.
Entonces qu podemos hacer? pregunt Bakan
desapasionado. Su serenidad restaur la calma entre el grupo.
con
tono
fro
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Antes de empezar a relatar su visin, Menta haba pedido a Krost y a Tragar que
taparan los odos de Tron con unas hojas que sujetaron a la cabeza de ste por medio
de unas lianas. Dicha operacin haba requerido la fuerza de ambos hombres. La
peticin de Menta haba extraado a Zena, pero ahora lo comprenda. Menta no
quera que Tron oyera lo que deca, por temor a que sus palabras indujeran a ste a
pensar que deba comportarse en la forma que ella describa.
Zena observ con atencin el semblante de Tron. Este expresaba ira y terquedad,
pero no vio el intenso odio que Menta haba descrito en su visin.
Cuando los hombres le quitaron los tapones de los odos Tron mir a Menta con
amargura y rencor; sin embargo, sta permaneci impvida, contemplndolo
fijamente como si quisiera adivinar sus pensamientos ms recnditos.
Ponte de pie, Tron orden Menta.
Tron obedeci a regaadientes. Menta se acerc a l y dijo en tono severo:
Has violado a Pila, y con ello a su madre y a todos los miembros de esta tribu.
Has violado a la Madre. No podemos olvidar tu infamia. La mayora de tus
compaeros desea que te expulsemos de la tribu por el resto de tus das.
La Madre, sin embargo, nos ha mostrado otra solucin. Desea que aprendas a leer
nuestros rostros a fin de que sepas cundo puedes abordar a una mujer para copular
con ella y cundo debes abstenerte. Pero, puesto que has violado a la Madre, sta te
prohbe que accedas a su don supremo, el don del akat, hasta que hayas aprendido a
interpretar de forma correcta los deseos de una mujer.
Menta se detuvo durante unos momentos para dar a Tron la oportunidad de
hablar. Pero Tron permaneci en silencio, con los labios apretados y los ojos clavados
en el infinito.
Si ests dispuesto a obedecer a la Madre prosigui Menta, aprenders con
rapidez. En caso contrario, el perodo de enseanza te resultar muy largo. Todo
depende de ti. Ests dispuesto a obedecer?
Tron baj la vista, rabioso. Zena supuso que la decisin de Menta le haba
sorprendido, aunque quisiera disimularlo. A buen seguro haba imaginado que lo
expulsaran durante un tiempo, y ya haba incluso empezado a pensar adonde ira y
lo que hara.
La respuesta de Tron confirm la suposicin de Zena.
Me marchar dijo Tron. No deseo quedarme aqu.
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Poco antes del anochecer, Nevilar atraves furtivamente el claro. Cuando lleg al
lugar junto al ro donde llevaba a sus compaeros para practicar el akat, encontr a
Tron aguardndola. Nevilar haba descubierto haca aos aquel lugar ntimo y
apartado. Era el sitio ideal para un encuentro amoroso, pues se hallaba oculto entre
unos densos arbustos, al abrigo de miradas indiscretas, aunque el espacio era tan
reducido que apenas caban dos personas tumbadas en el suelo.
Sin mediar palabra, Tron la abraz y la oblig a tumbarse.
Espera! protest Nevilar al tiempo que le golpeaba la espalda con los puos y
se resista al deseo de abandonarse a l.
Tron sonri de forma despectiva y, sujetndola por las muecas, la penetr.
Nevilar solt un gemido. La Madre haba prohibido a Tron realizar el acto sexual y
ella no deseaba transgredir las rdenes, pero su excitacin era tan intensa e
incontrolable como la de su compaero.
Nevilar sinti cmo Tron trataba de separarle an ms las piernas e intent
contenerlo. Pero al fin cedi, incapaz de oponer ms resistencia, y abri las piernas
por completo. Con un grito de triunfo, Tron la penetr hasta el fondo y empez a
moverse con fuerza, mientras Nevilar lo segua con un movimiento rtmico de
caderas. Ambos alcanzaron el orgasmo al mismo tiempo y, tras una violenta
sacudida, permanecieron inmviles.
Al cabo de unos momentos Tron alz la cabeza y a continuacin se levant de un
salto. Nevilar lo mir atnita. Cmo era posible que se fuera y la dejara all
abandonada?
Antes de que abriera la boca para protestar, Tron ya haba desaparecido. Nevilar
permaneci postrada en el suelo, mordindose los labios para no llorar. La violenta
pasin de Tron le haba producido un intenso placer, pero tambin un gran dolor.
Tena todo el cuerpo magullado, pero lo peor era que Tron haba herido sus
sentimientos. Ni siquiera se haba molestado en dirigirle la palabra, como si ella tan
slo fuera un cuerpo. Era tan bruto que ni siquiera se haba dado cuenta de que haba
ido a reunirse con l para demostrarle su amor.
Con el fin de consolarse, pens que Tron quiz no haba hablado con ella por
temor a que alguien los oyera. Menta haba dicho que siempre habra alguien
vigilando a Tron y ste, por prudencia, haba decidido marcharse antes de que lo
sorprendieran con Nevilar.
Les haba espiado alguien? Nevilar se levant. Todos sus sentidos estaban alertas.
Horrorizada por lo que haba hecho, explor los arbustos para cerciorarse de que no
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haba ningn intruso. Haba desobedecido a Menta y haba permitido que Tron
desobedeciera a la Madre. Violar un mandato de la Madre era un delito terrible.
Nevilar se pregunt qu la haba impulsado a comportarse de ese modo, a traicionar
la confianza de Menta y del resto de la tribu.
Haba anochecido. Los otros estaran preocupados por su prolongada ausencia. Su
madre habra salido en su busca, temiendo que le hubiera sucedido algo malo en el
bosque. Nevilar se levant de un salto y se limpi con unas hojas. Nadie deba
adivinar lo que haba ocurrido. Era preciso que regresara al refugio antes de que
salieran a buscarla.
Nevilar ech a correr hacia el claro, temblando ante lo que haba hecho y temerosa
de que alguien la hubiera visto con Tron. Cmo se justificara si alguien la acusaba
de haber copulado con l?
Pero cuando lleg al campamento y se sent junto a la fogata, los otros apenas
repararon en ella. Su madre la reprendi por llegar tarde y le comunic que Bakan
haba visto las huellas de unos tigres en las inmediaciones. Por fortuna, la Madre
velaba siempre por sus hijos. Acaso pretenda morir devorada por un tigre?
Tratando de mostrarse lo ms natural posible, Nevilar asegur a su madre que no
deseaba morir devorada por un tigre, aunque no crea que hubiera tigres en aquella
zona. Su madre se lo haba dicho para demostrarle que estaba enojada con ella.
Nevilar se quej de que no haca ms que criticarla.
Tron estaba sentado frente a ella. Nevilar observ que miraba su cuerpo con una
expresin que le produjo un escalofro, pese a hallarse sentada junto al fuego. Tron la
miraba como si la poseyera, como si pudiera hacer con ella lo que deseara. Era una
expresin parecida a la que Nevilar haba visto en los felinos que merodeaban por
aquel paraje cuando stos cazaban un ratn u otro pequeo animal. Turbada, volvi
la cabeza. El hecho de reunirse con Tron no haba resultado tan peligroso como
haba temido, pero no estaba dispuesta a correr ms riesgos.
Al da siguiente, cuando Nevilar se hallaba sentada junto al ro lavando unos
tubrculos, Tron se acerc por detrs y le acarici los pechos.
Nadie me vigila murmur. Nadie nos sorprender. Ven a reunirte conmigo
esta noche. El simple hecho de verte enciende mi pasin.
Nevilar lo mir asombrada. As pues, haba estado en lo cierto. Tron no le haba
hablado mientras practicaban el akat y se haba marchado precipitadamente porque
tema que los descubrieran. La amaba, acababa de decrselo. Conmovida, lo mir a
los ojos para asegurarse de que era sincero. Pero slo vio deseo, el mismo que haba
observado la noche anterior en sus ojos, slo que ahora aquella expresin la excitaba.
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amigas, pero ltimamente Nevilar la rehua. sta era una buena ocasin para
reanudar su amistad.
Ests contenta de ir al Ekali? pregunt Zena a Nevilar.
No deseo seguir acudiendo ah replic Nevilar. Prefiero quedarme en el
claro con los otros.
Zena la mir desconcertada ante su vehemencia. Nevilar tena un aspecto extrao,
como si alguien la hubiera golpeado. Presentaba unas manchas oscuras en las
mejillas, los brazos y el pecho.
Te has hecho dao, Nevilar?
Me ca en el bosque contest sta. Pero no me duele.
Te aplicar unas hierbas sobre las magulladuras para reducir la inflamacin.
La voz de Zena denotaba preocupacin y Nevilar sinti que los ojos se le llenaban
de lgrimas. Haca mucho tiempo que nadie se preocupaba por ella. Quiz Zena no
fuera tan antiptica como crea. Nevilar volvi la cabeza para que Zena no
descubriera que estaba emocionada.
Nevilar no haba querido ir al Ekali, pues eso significaba separarse de Tron.
Cuando le cont que iba a pasar unos das all, Tron se haba enojado con ella y le
haba dicho que la necesitaba a su lado. Pero en el fondo a Nevilar no le disgustaba la
idea de pasar unos das sola. A veces Tron la atemorizaba. La golpeaba con
frecuencia, y la promesa de realizar el akat con l no siempre lo detena. Nevilar saba
que aquella agresividad obedeca al sentimiento de frustracin por no poder ir a
cazar con los otros y tener que quedarse a escuchar las lecciones de Zena. Otro
motivo de enojo para Tron era la sospecha de que Nevilar llevaba a otros machos al
lugar que ellos utilizaban para copular. Nevilar no quera hablar de eso, pero Tron le
pellizcaba el pecho o el brazo con fuerza para obligarla a confesar. Una vez que lo
haba conseguido, la golpeaba de forma brutal.
Tron no entenda que Nevilar deba tener relaciones sexuales con otros machos de
la tribu a fin de que los otros no empezaran a murmurar.
Nevilar suspir. Se alegraba de que Tron la amara tanto que no quisiera que otros
hombres se acercaran a ella, y se senta orgullosa de ser la nica que comprenda el
motivo de su agresividad y desespero. No obstante, era duro ser la nica persona
sobre la que Tron se atreva a descargar su ira.
Durante cuatro das, Nevilar no tendra que preocuparse de l. Ms animada ante
esa perspectiva, ech a correr hacia el Ekali, sin saber que Tron la observaba, oculto
en la copa de un rbol desde el que dominaba todo el lugar.
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Tron no estaba seguro de por qu haba seguido a Zena y a Nevilar, pero tena
claro que disfrutaba vigilando a quienes pretendan vigilarlo a l y le gustaba hacer
lo que le estaba prohibido. Menta haba dejado de pedir a los otros miembros de la
tribu que lo vigilaran mientras daba sus lecciones, pero Tron era consciente de que
Krost o Tragar no le quitaban la vista de encima. Un rato antes haba notado que
Tragar lo andaba siguiendo, pero pese a su fuerza era un poco obtuso y Tron haba
conseguido despistarlo. La idea de seguir a las dos jvenes hasta el Ekali lo excitaba.
Ningn hombre poda poner los pies all. Pero Tron haba conseguido penetrar
furtivamente.
Tron contempl el interior del recinto. Quera averiguar lo que hacan las mujeres
en ese lugar que consideraban tan especial. Era la primera vez que se atreva a
acercarse a l, pues tema que la Madre lo castigara. Pero ahora haba comprobado
que la Madre no era tan poderosa como decan. l la haba desobedecido al copular
con Nevilar y no haba sucedido nada. Menta tampoco era tan poderosa como crea,
pues no haba logrado impedir que Tron hiciera lo que le diera la gana. A fin de
cuentas no era ms que una mujer, y las mujeres eran dbiles. Tron no comprenda
por qu los otros les concedan tanta importancia. Por el simple hecho de parir las
mujeres eran consideradas unos seres especiales, aunque en su mayora ni siquiera
saban cazar. Eso era mucho ms importante que tener nios.
Zena se crea superior porque un da ocupara el puesto de mujer sabia de la tribu.
Tron la mir con rencor al verla entrar en el Ekali. La detestaba con todas sus fuerzas,
detestaba las lecciones que le imparta y detestaba el hecho de que le dijera lo que
deba y no deba hacer. Era humillante estar sometido a las rdenes de una mujer.
Adems, las cosas que le enseaba eran absurdas. No eran ms que palabras sin
ningn significado.
Lo nico que le interesaba era el akat. Eso s poda sentirlo. Akat significaba deseo
sexual, sencillamente. Zena haba tratado de convencerlo de que encerraba otras
emociones, pero apenas le haba prestado atencin. Mientras Zena le hablaba de esas
cosas haba notado que su miembro se pona duro. Paradjicamente, cuanto ms la
odiaba ms la deseaba. Haba observado una expresin de deseo en el rostro de
Zena, lo cual haba estimulado su pasin. Zena se burlaba de l, demostrndole que
lo deseaba pero negndose a entregarse a l. Sin embargo, estaba seguro de que un
da la poseera, tanto si ella quera como si no. Esa perspectiva lo excit an ms.
Se ocult detrs de unas ramas y permaneci inmvil como un felino mientras
observaba a las dos jvenes. An faltaba mucho para que anocheciera, pero decidi
no moverse hasta entonces.
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Pero al volverse se qued helada. No era Lune, sino Tron. Se hallaba plantado
frente a ella, con las manos apoyadas en las caderas, y miraba furioso a Nevilar, como
si se dispusiera a atacarla. Nevilar no haba reparado en l, pues tena la cara
sepultada entre las manos. Pero Zena s lo vio, y tambin la ira que reflejaban sus
ojos.
Nevilar alz la cabeza y solt una exclamacin de terror. Antes de que lograra
moverse, Tron se abalanz sobre ella emitiendo un gruido y la agarr del pelo con
una mano mientras con la otra la abofeteaba. Nevilar grit y trat de soltarse, pero
Tron la tena bien sujeta por el cabello y cada vez que la joven se mova le propinaba
otro golpe.
Me has traicionado mascull Tron entre dientes. Has revelado nuestro
secreto!
Nevilar le golpe en las muecas, rogndole que la soltara. Pero sus splicas slo
conseguan enfurecer an ms a Tron. De repente, ste alz el brazo y descarg un
brutal puetazo en la boca de Nevilar, partindole varios dientes. Tron sonri
satisfecho. Nevilar mereca ese castigo. Ya le haba advertido que no lo abandonara.
No, Tron! Basta! grit Zena, tratando de detenerlo.
Al fin consigui sujetarle el brazo con el que estaba golpeando a Nevilar. Tron
descarg un ltimo puetazo sobre la cabeza de la desdichada joven y luego se
volvi hacia Zena.
Entonces se detuvo unos instantes, observndola y gozando del temor que
expresaban sus ojos. En el fondo era a ella a quien deseaba herir. Cada da se haba
visto obligado a escucharla, a permanecer junto a ella sin poder poseerla pese a ver el
deseo pintado en su rostro. Zena le haba explicado que aquella expresin formaba
parte de las lecciones. Bien, pues ahora le demostrara que no estaba dispuesto a dejar
que se burlara de l. La tomara por la fuerza, la humillara como ella lo haba
humillado a l. Zena se crea capaz de controlarlo, pero l la obligara a hacer lo que
l deseara. Ella no lograra detenerlo, como tampoco lo haban logrado Menta ni la
propia Madre.
Tron la agarr del brazo y se lo retorci mientras con la otra mano le asestaba un
puetazo en la cara. Zena grit de dolor.
Nevilar se arroj sobre Tron y empez a golpearlo en la espalda al tiempo que
gritaba:
Djala, Tron! Ir contigo, har lo que quieras, pero no le hagas dao.
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Pero antes de que descargara un segundo golpe, Tron cay sobre Conar y qued
postrado en un charco de sangre.
Zena estrech la piedra contra su pecho, paralizada de terror. Tron emiti un
extrao ruido gutural mientras un violento y breve espasmo sacuda su cuerpo.
Luego permaneci inmvil.
II
Menta alz la cabeza, alarmada. Algo terrible haba sucedido. Lo presenta con tal
intensidad como si se hubiera producido ante sus propios ojos. Pero no saba de qu
se trataba ni dnde haba ocurrido.
Lune! grit.
Por lo general, su hermana y ella presentan las cosas al mismo tiempo.
Lune apareci al instante, alarmada por el perentorio tono de su hermana.
Tambin ella estaba inquieta.
Creo que se trata de Zena dijo Menta. Debemos partir de inmediato para el
Ekali.
Despus de avisar a Bakan y a Tragar, que se encontraban trabajando en el claro,
ambas hermanas echaron a correr hacia el bosque.
Estaba vigilando a Tron dijo Tragar cuando logr alcanzarlas, pero se me
escap.
Menta asinti en silencio para no malgastar energas. Haba presentido desde el
principio que ocurrira una tragedia. Por qu haba permitido que Zena la
convenciera de dejarla a solas con Tron? Pero Tron no estaba con ella en esos
momentos. Zena y Nevilar se encontraban en el Ekali, y Tron jams se atrevera a ir
all.
Dnde est Conar? pregunt Lune.
Haba visto a Conar seguir con disimulo a Tron a todas partes. Sin duda l saba
dnde se hallaba Tron.
No lo he visto respondi Bakan meneando la cabeza.
~300~
Los crculos de
Lune se tap la boca con la mano para reprimir un grito de angustia. Presenta que
algo terrible le haba ocurrido a Zena.
Al llegar al Ekali y ver a la joven de pie junto al fuego, sinti una alegra inmensa.
Pero al contemplar la escena que se ofreca ante sus ojos exclam horrorizada. Zena
tena las manos manchadas de sangre y el rostro magullado y tumefacto. Nevilar
presentaba un aspecto an peor; no dejaba de gemir y Lune observ que tena un ojo
amoratado y la boca ensangrentada. En el suelo yaca Conar, inmvil como un
cadver, con el rostro lvido; de improviso empez a toser y a escupir, tratando de
recuperar el resuello. Lune corri hacia l y le levant la cabeza, extraada de que
Zena, que se hallaba junto a l, no hubiera intentado reanimarlo. Pero enseguida
comprendi el motivo. Al volverse Lune vio que otro cuerpo yaca en el suelo. Era
Tron, aunque resultaba casi irreconocible. Estaba muerto, con el crneo machacado.
Lune cerr los ojos y volvi la cabeza.
Cmo haba muerto? Lo haba matado Conar? No, era imposible, pens Lune,
tratando de descifrar el enigma. Luego mir a Zena de nuevo. La joven no haba
movido un solo msculo. Estaba tan inmvil como una estatua de piedra. Menta se
hallaba frente a ella, contemplndola con tristeza y compasin.
Es preciso que nos cuentes qu ha sucedido dijo Menta con suavidad en un
intento de arrancarla de su mutismo.
Pero Zena no respondi. Pareca sumida en un trance, sin or las palabras de
Menta ni reparar siquiera en la presencia de sta y de Lune.
Menta se dirigi hacia Nevilar y, apoyando las manos con cuidado en su barbilla,
la oblig a alzar la cabeza.
Todo es culpa ma! exclam Nevilar entre sollozos. Yo soy la culpable de
esta tragedia por haber desobedecido a la Madre. Debes castigarme, expulsarme de
la tribu!
Menta arrug el ceo, perpleja, pero enseguida adivin lo que haba ocurrido.
Haca tiempo que vena observando que algo turbaba a Nevilar. La joven pareca
triste, nerviosa, como si tuviera remordimientos por haber cometido una grave falta.
Tambin haba observado que presentaba algunas heridas y magulladuras. Al
principio supuso que se haba cado, pero ahora comprendi que se las haba
producido Tron al golpearla de forma brutal. Menta se estremeci. Jams haba
presenciado nada tan cruel, excepto en sus visiones.
De pronto la voz de Zena interrumpi sus pensamientos.
~301~
Los crculos de
~302~
Los crculos de
con Pila y, sin duda, habra acabado hacindolo con otras mujeres. Abusar del don
del akat constitua un pecado tan grave como matar. Tal como haba dicho la Madre,
Tron no slo representaba una amenaza para ellos, sino para muchos seres que an
no haban nacido. Por tanto, era preferible que estuviera muerto.
El consejo, sin embargo, no se mostr tan generoso con Nevilar. El acto de haber
desobedecido a Menta y a la Madre poda perdonarse siempre y cuando ella
mostrara un sincero arrepentimiento, pero el hecho de haber permitido que Tron
abusara de ella y la maltratara resultaba ms difcil de perdonar. Segn le dijeron los
miembros del consejo, aquello no era amor, cario ni ternura. Su escaso respeto hacia
s misma demostraba que tampoco respetaba a la Madre. Nevilar formaba parte de la
Madre, insistieron sus compaeros, y al dejarse intimidar, maltratar y violar por Tron
haba permitido que ste maltratara y violara a la misma Madre. El akat no deba
practicarse nunca bajo coaccin. Por consiguiente, Nevilar deba pedir perdn a la
Madre y retirarse un tiempo hasta haber purgado su pecado.
El consejo decidi que Nevilar se retirara en el Ekali con las otras mujeres durante
su menstruacin, y tambin en la mitad de su ciclo, durante una temporada completa
de calor y fro. Nevilar protest de forma enrgica, pues no deseaba regresar al Ekali,
pero el consejo se mantuvo firme en su decisin. En el Ekali, Nevilar aprendera, a
travs de la ayuda y colaboracin mutua con las otras mujeres, a amar y respetar a la
Madre. Al fin Nevilar accedi, pero Menta no estaba segura de que la joven hubiera
comprendido el propsito del castigo que le haban impuesto. Al igual que Tron,
Nevilar tena unas reacciones extraas que la hacan distinta de sus compaeros.
Tron haba sido incapaz de mostrar cario hacia nadie, y Nevilar no pareca capaz de
quererse y respetarse a s misma.
Me preocupa tanto la falta de autoestima de Nevilar como me preocupaba la
agresividad de Tron confes Menta a su hermana Lune. Sera terrible que no nos
respetramos y permitiramos que los dems abusaran de nosotros.
Lune asinti, pero no dijo nada. Quien la inquietaba era Zena, no Nevilar. Haba
pasado otro da y el consejo an no haba tomado ninguna decisin respecto a Zena.
sta apenas despegaba los labios y se mantena alejada de los dems, como si ya no
formara parte de la tribu. Los otros suponan que an se hallaba trastornada por lo
ocurrido y necesitaba tiempo para recuperarse. Pero Lune no lo tena tan claro.
Menta tampoco crea que se fuera el motivo del extrao comportamiento de Zena,
pero no se atrevi a expresar sus temores. La solucin a aquella tragedia se hallaba en
manos de la Madre, y de Zena. Los dems eran meros espectadores. Menta tampoco
manifest lo que pensaba sobre la muerte de Tron. En su fuero interno saba que la
Madre no deseaba que se castigara la violencia con ms violencia, pero no
~303~
Los crculos de
reprochaba a Zena lo que haba hecho. Era probable que de haberse encontrado en su
situacin, ella hubiese reaccionado del mismo modo. Menta senta una profunda
compasin por Zena, que pareca juzgarse de forma ms severa a como lo hacan los
dems.
Menta estaba en lo cierto. A Zena no le importaba el veredicto del consejo, pues ya
haba dictado su propio veredicto respecto a su terrible accin. Aunque la tribu no la
haba expulsado, Zena saba que deba mantenerse alejada de los otros hasta que la
Madre le comunicara que poda regresar.
Aquella noche, cuando los otros se hubieron acostado, Zena abandon el refugio
con sigilo. En primer lugar se dirigi a un lugar en el bosque donde haba ocultado
sus lascas de slex y dems instrumentos, ms otra piel por si haca fro, en una bolsa
que haba confeccionado con el pellejo de un animal. El agua y la comida no
representaban un problema, pues los hallara en el camino, pero aquellos otros
objetos eran fundamentales para su supervivencia, sobre todo ahora que el invierno
se echaba encima.
Despus de recoger sus cosas Zena se encamin hacia el oeste, en direccin a las
montaas que haba visto en su sueo. No saba con exactitud por qu se diriga all,
pero la visin que haba tenido en su sueo la atraa de forma irremediable.
Conar tambin haba aparecido en su sueo, pero ahora no la acompaaba. Por
primera vez desde la muerte de Tron, Zena not que tena los ojos llenos de lgrimas.
Desde el primer da en que haba copulado con Conar, se haba sentido vinculada a l
de forma muy especial. Supona que l tambin experimentaba lo mismo, pues haba
tratado de defenderla a riesgo de su propia vida.
Zena procur no pensar en Conar. No se atreva a imaginar la desolacin que
embargara a Lune, Menta y los otros cuando descubrieran que ella se haba
marchado; no poda permitirse caer en el desnimo.
Durante unas horas Zena avanz sin dificultad a travs del bosque, aunque la luna
se hallaba en cuarto creciente. Pero al cabo de un rato el camino se hizo ms duro.
Estaba cansada y le dolan los msculos de las piernas, pues haba abandonado un
terreno que conoca a la perfeccin para adentrarse en otro ms abrupto, sembrado
de piedras y montculos. No obstante, no se atreva a detenerse para descansar. Al
amanecer quera estar lo bastante lejos del claro para que los otros no lograran dar
con ella.
Sigui adelante, tropezando y cayendo una y otra vez debido al cansancio. Tena
una sensacin extraa, como si su mente se hallara en un lugar remoto. Desde la
muerte de Tron, apenas haba dormido ni probado bocado. No tena hambre, y
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Los crculos de
cuando trataba de comer algo la comida se le atragantaba. Era como si el horror del
abominable acto que haba cometido le atenazara la garganta, impidindole comer e
incluso hablar.
La luna se ocult detrs de una nube y el paisaje qued sumido en una
impenetrable oscuridad. Comenz a subir una escarpada colina pero tropez y rod
colina abajo, hirindose con los pedruscos en brazos y piernas. Al fin aterriz en una
pequea depresin. Demasiado cansada para levantarse, se cubri con las pieles y
permaneci tendida en su pequeo refugio. Tena los dedos entumecidos a causa del
fro, pero al menos estaba al abrigo del viento.
Durmi profundamente hasta que unas finas franjas de luz empezaron a
deslizarse por el ciclo. Al abrir los ojos comprob que se hallaba en un agujero que
haba alojado las races de un enorme rbol, ahora derribado por la accin del viento.
Al cabo de unos minutos, se levant y prosigui su camino.
Hacia el oeste se extenda un amplio valle. Zena no lo haba visto jams, aunque
estaba segura de que el ro que lo atravesaba era el mismo que serpenteaba a travs
del claro donde se haba instalado su tribu. A lo lejos, unas inmensas manadas de
renos, antlopes y bisontes con los lomos cubiertos por un tupido pelaje pastaban
apaciblemente. Junto al ro crecan unos rboles de hoja ancha que estaban cargados
de nueces y frutos maduros.
Not que tena hambre y baj corriendo la ladera. No tuvo ninguna dificultad en
comer los tiernos frutos de color morado, pero le cost ms deglutir las nueces; aun
as cogi un puado, pues se conservaban mejor que la fruta, para comrselas ms
tarde. Las nueces le proporcionaran la energa necesaria para proseguir el largo
viaje.
Durante todo el da Zena sigui el curso del ro. Se senta ms segura, pues estaba
lejos de los parajes que recorran sus compaeros. Ellos solan dirigirse hacia el sur,
por donde discurra un tributario del ro, o hacia la tundra, siguiendo a los rebaos,
en lugar de hacia el oeste, donde se alzaban las montaas, como haca Zena. Los
cazadores afirmaban que all haba ms animales, pero no estaba segura de ello; aqu
haba tantos bisontes y renos como en las zonas donde cazaba su tribu.
Al cabo de un rato, divis las montaas con nitidez. Sus picos, coronados de nieve,
relucan bajo el sol. A los pies de las mismas se alzaban unas pequeas colinas que
estaban cubiertas por una fina capa de verdor. Eran esas colinas, ms que las elevadas
montaas, las que le atraan. Entonces se detuvo para admirarlas y sinti que la
atraan como un imn, como si la estuvieran esperando.
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Los crculos de
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Los crculos de
adems, nunca lograra hallar su bolsa. Aterida de fro y desesperada, dio media
vuelta y regres hacia el lugar donde haba cruzado el ro.
Temi que la corriente transportara su bolsa hasta el claro. Si los otros la hallaban,
pensaran que se haba ahogado. Al imaginar la desolada expresin de Lune, Menta y
el resto de la tribu sinti remordimientos por haberse fugado.
Triste y desmoralizada, Zena se tumb sobre la fra arena de la ribera y rompi a
llorar. No poda regresar al claro. Los deseos de la Madre no admitan dudas, pero
dejar que los otros creyeran que se haba ahogado era una crueldad. Cmo era
posible que la Madre hubiera permitido que ocurriera aquella tragedia? Acaso era
un castigo porque Zena haba fracasado en la misin que se le haba encomendado,
por haber matado a Tron en lugar de ayudarlo a enmendarse?
Abrazndose para entrar en calor, continu llorando hasta que sus lgrimas se
secaron. Luego se levant y ech a andar poco a poco hacia las montaas. Al menos
haba logrado atravesar el ro.
El sol se haba ocultado tras unos nubarrones que presagiaban tormenta, y haba
empezado a soplar el viento. Al cabo de unos minutos comenzaron a caer unas gotas.
Zena ech a andar tan rpido como se lo permitan sus menguadas fuerzas,
procurando no pensar en que pronto anochecera, en el fro que le calara los huesos.
Jams haba pasado una noche a la intemperie. Incluso cuando iban de caza,
construan un refugio provisional y encendan una hoguera.
Ella tambin poda construir un refugio, por precario que fuera. Quiz lograse
hallar unas piedras con las que encender fuego. Ms animada, explor la zona que
circundaba las colinas hasta que la luz casi hubo desaparecido. Pero no encontr
unas piedras adecuadas para encender fuego, sino slo unas de color negro y aspecto
comn que no producan chispas. Tiritando de fro, arranc unas ramas de unos
arbustos que crecan en las laderas y trat de construir un refugio entre dos rocas. Las
ramas la protegan algo, pero caa una lluvia torrencial y helada y el viento soplaba
con fuerza. Desesperada, Zena se acost en el suelo e intent decidir lo que deba
hacer. Si se quedaba all, perecera de fro; por otro lado, estaba demasiado cansada y
dbil para seguir caminando, y casi haba anochecido. No poda seguir adelante, pero
deba hacerlo pues de lo contrario morira.
Tena tanto fro que le castaeteaban los dientes. El ruido interrumpi sus
pensamientos, rompindolos en mil fragmentos incoherentes. Zena trat de
concentrarse. Imagin que se incorporaba y reanudaba su camino, pero enseguida
comprob que no se haba movido. Lo intent de nuevo, pero su cuerpo se negaba a
hacerle caso. Al cabo de unos momentos su mente se qued en blanco. Sin darse
cuenta, se levant y ech a andar a travs de la glida noche, haciendo caso omiso de
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Los crculos de
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Los crculos de
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Los crculos de
Captulo 22
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Los crculos de
Zena les haba rogado que la dejaran a solas con Tron y ellas haban accedido,
aunque no se haban opuesto a que uno de los hombres de la tribu los vigilara.
Ninguno era capaz de seguirlos y vigilarlos con tanta discrecin como Conar. Tron
haba conseguido burlar la vigilancia de los otros hombres, pero no haba logrado
zafarse de Conar. En cierta ocasin, ste lo haba visto rondar por el lugar que
utilizaba Nevilar para copular con sus compaeros, pero no se haba atrevido a
acercarse. No le pareca bien espiar a una mujer en tales circunstancias. Ahora se
arrepenta de ello. De haber sabido que Tron haba forzado y maltratado a Nevilar, lo
habra denunciado y de ese modo hubiera evitado la tragedia que se produjo ms
tarde.
Por encima de todo, Conar se arrepenta de no haberse acercado al Ekali. Al pensar
en ello sinti que la rabia le atenazaba la garganta. Haba visto a Tron seguir a Zena y
a Nevilar, as como encaramarse a un rbol y ocultarse entre dos grandes ramas. Pero
Conar ignoraba que Tron estaba espiando a las dos jvenes que se hallaban en el
interior del Ekali. No se le haba ocurrido que un hombre fuera capaz de violar el
santuario de las mujeres. Luego, Tron se haba esfumado de forma repentina. Conar
dedujo ms tarde que Tron haba bajado del rbol y se haba colado en el refugio de
las mujeres, pero en aquellos momentos no se le ocurri y haba perdido un tiempo
precioso buscndolo en el bosque, hasta que haba odo gritar a Zena.
Conar trat de tranquilizarse. Cuando senta esa opresin en la garganta no
lograba respirar bien. Se frot el cuello para aliviar la tensin de los msculos.
Todava le dola un poco, pero al menos no jadeaba y eso evitara que descubriera su
presencia.
El bosque era muy denso, por lo que no resultaba nada fcil seguirla entre los
rboles. Al cabo de un rato Zena trep por una colina y desapareci. Conar apret el
paso. La luna se ocult detrs de una nube y el paisaje se oscureci. Conar se detuvo
unos momentos, tratando de percibir algn sonido que revelara la presencia de Zena,
pero el viento soplaba con fuerza y no oy nada.
Conar intent adivinar qu direccin haba tomado Zena. Si se diriga hacia el
oeste, llegara a unas escarpadas colinas; era una zona que ninguno de ellos conoca
bien, pues la tribu no sola recorrer esa ruta. Pero si se diriga hacia el sur, llegara a
un ro que naca en el claro y describa una larga curva hasta separarse en dos brazos.
Conar supuso que Zena tomara aquella direccin, ya que el terreno era menos
escabroso, y ech a andar con cautela hacia el ro. Pero al cabo de un rato se perdi.
En el cielo no haba estrellas que guiaran sus pasos y todo estaba sumido en una
impenetrable oscuridad; por si eso fuera poco, haca fro y soplaba un viento spero.
Cada ao el invierno pareca adelantar su llegada. Conar se arrebuj en la piel que
~311~
Los crculos de
llevaba sobre los hombros y sigui adelante, confiando en que la luna apareciera de
nuevo para iluminar el camino y el viento cesara de soplar, pues slo as percibira
algn sonido que lo condujera hasta Zena.
Decidi refugiarse bajo un pequeo saliente hasta el amanecer. Estaba nervioso y
aguardaba impaciente a que se hiciera de da para reanudar su bsqueda. Tema que
Zena sufriera un accidente o fuera atacada por un depredador. Cmo era posible
que le hubiera perdido el rastro?
Al fin, cansado de permanecer sentado mientras Zena andaba expuesta a toda
clase de peligros, se levant para seguir buscndola, pero tropez en la oscuridad y
cay al suelo. Comprendiendo que era intil proseguir la bsqueda en aquellas
condiciones, desisti de su empeo.
Durante varias horas se qued sentado bajo el saliente, tratando de ver u or algo
que indicara la presencia de Zena, esforzndose en permanecer despierto. Al cabo de
un rato se qued dormido, pese a la dureza del suelo y al viento helado que se
filtraba a travs de la gruesa piel que le serva de abrigo. Durante dos noches se haba
obligado a permanecer despierto por si Zena decida abandonar el refugio; pero la
tercera noche su cuerpo se haba rendido ante el cansancio.
Cuando se despert ya haba amanecido. Se levant de un salto, furioso consigo
mismo por haber dormido tanto rato, y ech a correr a travs de los rboles hacia el
ro. La distancia era mayor de lo que haba imaginado, y cuando alcanz el ro el sol
se encontraba ya en el cenit. Durante el camino Conar haba permanecido atento a
cualquier sonido o movimiento que lo condujera hasta Zena, pero no haba odo ni
visto nada. No obstante, supuso que una vez que hubiera abandonado el bosque la
bsqueda le resultara ms fcil. Durante horas se haba dedicado a recorrer la orilla
del ro y trepar hasta la cima de cada colina que encontraba, a fin de escrutar el
paisaje hasta el horizonte, pero no haba seal de Zena.
Conar sigui avanzando, demasiado cansado y desalentado para esforzarse en
ahuyentar los sombros pensamientos que se agolpaban en su mente. Haba perdido
a Zena y era posible que no volviera a verla jams. Tambin haba traicionado la
confianza que Menta haba depositado en l, pues no haba conseguido cumplir la
misin que sta le haba encomendado. Por ltimo, haba traicionado la confianza de
la Madre, quien le haba ayudado a adivinar los pensamientos de Zena como si sta
formara parte de l. Desde su primer encuentro amoroso, Zena constitua una parte
importante de l. Conar confiaba fervientemente en que la Madre le ayudara a
encontrarla.
De pronto vio la bolsa de Zena atrapada entre dos rocas, en la orilla del ro.
Durante unos instantes Conar experiment una alegra inmensa, pero sta se disip
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Los crculos de
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Los crculos de
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Los crculos de
pero una repentina y violenta rfaga de viento y unas gotas de lluvia helada le
hicieron pensar de nuevo en Zena.
Una hoguera! Era preciso encender fuego. Cmo no se le haba ocurrido antes?
Zena divisara la hoguera desde lejos, o al menos olera el humo. Conar se apresur a
sacar las piedras y el puado de hierba seca que haba metido en su bolsa antes de
abandonar el refugio. Al frotar las piedras saltaron unas chispas, que prendieron
fuego a la hierba. Pero toda la vegetacin que haba en aquel lugar estaba hmeda y
el fuego no tard en apagarse. Al fin, Conar encontr unas ramas secas en una
hendidura que haba debajo de una roca y logr encender una modesta hoguera.
Luego se sent frente al fuego, triste y desalentado. La hoguera era muy pequea y
dudaba que Zena consiguiera verla a lo lejos; ni siquiera era lo bastante grande como
para proporcionar el calor que l precisaba. Tiritando de forma convulsiva, Conar se
cubri con la otra piel, pero no consigui quitarse el fro de encima. Pens en utilizar
las pieles de Zena, que haba dejado secar al sol mientras caminaba, pero decidi que
eso sera una especie de traicin, algo as como robar a su amiga el calor que le
perteneca a ella.
La lluvia arreci e hizo que se extinguiera el pequeo fuego. Conar se levant y
empez a dar saltos para entrar en calor, pero en cuanto volvi a sentarse comenz a
tiritar de nuevo. El joven se levant tres veces ms para mover las piernas, pero al
cabo de unos momentos el fro invadi su cuerpo, obnubilando su mente hasta el
extremo de que lo nico que le preocupaba era obtener calor del modo que fuera.
Conar sac entonces las pieles de Zena y se cubri con ellas la cabeza, las piernas y
los pies. Pero el viento se filtraba a travs de las mismas y el fro, unido al cansancio y
la desesperacin, hizo que rodaran unas lgrimas por sus mejillas. Se las enjug con
las pieles, y sinti que sobre su rostro se formaba una fina capa helada de humedad.
Las horas transcurran lentamente mientras Conar aguardaba a que se hiciera de
da para reanudar su bsqueda. Tan pronto como amaneci, se levant de un salto y
empez a explorar el valle sin dejar de gritar el nombre de Zena con desesperacin.
Pero no obtuvo respuesta. Al anochecer vio aparecer ante l las rocosas colinas, lo
cual le dio renovadas esperanzas. Quiz Zena se haba desplazado con ms rapidez
que l y ahora se encontraba en una de las cuevas que haba visto en su sueo. Al
menos, all estara al abrigo del viento y la lluvia. Pero en su fuero interno, Conar
saba que aquello era imposible; l, pese a ir envuelto en unas pieles, casi haba
muerto de fro durante la noche. Resultaba impensable que Zena hubiera logrado
sobrevivir. Con todo, Conar no estaba dispuesto a admitirlo y se aferraba a la idea de
que si descubra una cueva como la que haba descrito Zena, sta deba mantenerse
viva para contemplarla junto a l. Eso era lo que ella haba soado, y as deba ser.
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Los crculos de
La idea cristaliz en la mente de Conar. Deba hallar una cueva para conseguir que
Zena regresara. Desechando los sombros pensamientos que lo atormentaban, Conar
se dispuso a localizar la cueva que hara que Zena regresara junto a l. Durante toda
la noche y el da siguiente, explor sin desfallecer las colinas que se alzaban al pie de
las montaas. Poco antes del atardecer, cuando la lluvia al fin remiti, hall una
cueva que estaba semioculta bajo un saliente en la roca. Conar penetr con cautela y
se detuvo, maravillado. Se trataba de una cueva gigantesca. El suelo estaba sembrado
de grandes piedras y fragmentos de roca, lo cual confera al espacio un aspecto algo
siniestro. Pero esa impresin desapareci cuando Conar vio tierra entre las piedras y
aspir el aroma de unas florecillas blancas que crecan en aquel inslito lugar.
Asombrado, avanz a travs de la cueva y de inmediato advirti que la
temperatura era all ms clida. La atmsfera era suave y hmeda. Un riachuelo
brotaba de un manantial invisible y atravesaba la parte posterior de la cueva, hasta
desembocar en una diminuta charca a cuyo alrededor crecan unas flores de color
rosa. Conar se arrodill para examinarlas y al incorporarse vio, a la luz de los ltimos
rayos de sol que penetraban en la cueva, que haba la figura de un bisonte dibujada
en la roca. Conar se qued estupefacto y despus se concentr en seguir con el dedo
las lneas de la cabeza, los gigantescos hombros, las patas y los cuernos del animal.
Al cabo de unos instantes el sol se ocult tras el horizonte y la figura del bisonte se
desvaneci.
Conar sigui pensando en las imgenes que haba visto, mientras encenda un
fuego y preparaba unos tubrculos y cereales silvestres. Haba cogido ms comida de
la que necesitaba, convencido de que eso contribuira a que Zena apareciera. Tambin
prepar un tnico con unas hierbas que haba encontrado y bebi un poco de l; el
resto lo conserv junto al fuego para Zena. Pero cuando empez a oscurecer y las
llamas arrojaron unas fantasmagricas sombras sobre los muros de la cueva, el temor
que Conar haba desterrado de su mente apareci de nuevo. Durante cuatro noches
Zena haba permanecido a la intemperie, sin poder cubrirse con una piel ni encender
una hoguera. Conar la imagin postrada en el suelo, llorando de dolor a medida que
los dedos de sus manos y sus pies se congelaban, hasta que al fin caa en un sopor
que la conduca a la muerte. Se estremeci, embargado por una angustia que le
impeda ver, or e incluso pensar.
Al cabo de un rato, que a Conar le pareci interminable, su angustia fue
remitiendo y dio paso a un profundo cansancio. Los ojos se le nublaron y unas
gruesas lgrimas se deslizaron por sus mejillas, pero ni siquiera tena fuerzas para
probar la comida que haba preparado con tanto esmero. De forma impulsiva, ech
ms ramas al fuego. Las llamas comenzaron a danzar y proyectaron en torno a l
unas gigantescas sombras entre las cuales aparecan unos bisontes; Conar los vio en
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Los crculos de
su imaginacin con total nitidez. Los animales galopaban sobre los muros y el techo
de la cueva, haciendo gala de un movimiento fluido y enrgico. Conar los mir
distradamente, demasiado apesadumbrado para gozar de la visin de aquellas
airosas formas. De pronto apareci otra sombra, una sombra distinta.
Conar se sobresalt. Pareca una persona. Tena las manos alzadas y caminaba
arrastrndose, como si las piernas ya no la sostuvieran. La sombra se detuvo de
repente y se desplom junto al muro de la cueva.
Conar oy un leve ruido a sus espaldas y se volvi al instante.
II
El animal se acerc a ella, desconcertado por su extrao olor. Zena sinti cmo la
spera lengua le lama el brazo, pero estaba calentita y satisfecha y no le dio
importancia. El animal sigui olfatendola durante unos momentos y luego cerr los
ojos, pues la presencia de aquella pequea criatura no le infunda miedo. Otro animal
se acerc a Zena y oprimi los peludos hombros contra su espalda. Zena se acurruc
contra l, complacida por el clido tacto. Luego apareci un animal ms pequeo,
que se tumb a los pies de Zena. La manada se instal alrededor de Zena,
envolvindola con sus clidos cuerpos y el grueso pelaje. Zena sigui durmiendo, sin
hacer caso de su presencia, y no abri los ojos hasta el amanecer, cuando not que un
bulto se mova debajo de ella.
Se encontraba rodeada de unos animales que estaban cubiertos de un pelo castao
oscuro, emitan unos ruidos extraos y exhalaban un olor tan penetrante que casi le
produjo nuseas. Uno de ellos restreg su hocico clido y hmedo contra ella. Zena
permaneci inmvil, tratando de comprender lo que haba ocurrido.
Record vagamente haber visto a Lune all, acostada en el suelo, y tambin a
Menta y a los otros. Pero tena la sensacin de que ya no estaban junto a ella.
Era imposible que estuvieran all. Zena haba abandonado el refugio sola y estaba
segura de que nadie la haba seguido. Pero por qu estaba rodeada de aquellos
animales peludos?
De pronto stos se movieron, exhibiendo debajo de sus peludos cuerpos unas
patas robustas y no menos peludas. Zena empez a tiritar al dejar de sentir el calor
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Los crculos de
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Los crculos de
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Los crculos de
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Los crculos de
sta era su gran oportunidad de huir. Despacio, Zena desmont y se dirigi hacia
un pequeo conjunto de rocas. Pese a su cautela, uno de los animales la sigui;
entonces ella ech a correr y se ocult entre las rocas, dando gracias de que la carrera
de los bisontes a travs del valle la hubiera conducido hasta las ansiadas colinas.
Zena sonri. Era la primera vez que lo haca desde que abandonara el refugio. Pero
la sonrisa se borr de su rostro en cuanto comprendi la situacin en la que se
hallaba. Los bisontes le haban proporcionado calor durante tres noches, pero ahora
estaba sola, haba comenzado a anochecer y en el cielo aparecan unos nubarrones.
Pese a su agotamiento, se incorpor y ech a andar en direccin a las colinas que
se elevaban a los pies de las montaas. Pero no tard en tropezar. Las piernas apenas
la sostenan y todo su cuerpo temblaba debido al esfuerzo y a la impresin que le
haba producido la arriesgada, aunque excitante aventura que acababa de vivir. Al
poco rato sinti fro y sus temblores aumentaron hasta el punto de no permitirle dar
un paso ms. No obstante, Zena sigui avanzando, guiada por la idea de que en las
colinas hallara unas piedras con las que encender fuego y quizs una cueva donde
refugiarse para pasar la noche. En su sueos haba visto numerosas cuevas.
De pronto empezaron a caer unas gotas heladas de lluvia. Zena vio unas piedras
parecidas a las que utilizaban para encender fuego. Entonces se apresur a recoger
unas hojas y unas hierbas antes de que se mojaran. Luego frot las piedras entre s
repetidas veces. Al tercer intento saltaron unas chispas, pero no cayeron sobre el
manojo de hojas y hierbas.
Zena insisti de nuevo y al fin consigui encender un fuego, que se apresur a
alimentar con ramas secas. La pequea hoguera ardi durante unos instantes, pero la
lluvia arreci y consigui apagarla.
Zena removi las brasas, dispuesta a no desmoralizarse y seguir luchando para
sobrevivir. Resultaba difcil confiar en la Madre cuando uno no consegua protegerse
del fro o hallar un lugar donde refugiarse. Cmo poda ponerse a buscar una cueva
si apenas era capaz de arrastrarse, o hallar hierba y ramas secas cuando la glida
lluvia lo empapaba todo?
Durante largo rato permaneci sentada con las rodillas encogidas contra el pecho,
intentando defenderse as de la lluvia y el fro que le calaba hasta los huesos. Vio en
su mente unas imgenes de un fuego y una cueva que le ofrecan calor y proteccin.
Imagin que se guareca en la cueva, al abrigo de las inclemencias del tiempo. Zena
cerr los ojos y las imgenes se transformaron en sueos. Se vio sentada en una
cueva, donde la lluvia no poda alcanzarla, ante una enorme hoguera que le
proporcionaba calor.
~321~
Los crculos de
Al cabo de un rato se despert del sueo. Era preciso hallar una cueva, tena que
levantarse y seguir buscando hasta dar con una. Eso era lo que la Madre intentaba
decirle. Zena trat de incorporarse, pero sus piernas no la sostenan y cay al suelo.
Lo prob de nuevo, y volvi a desplomarse. Al fin empez a arrastrarse a gatas, como
un nio. Las palmas de las manos le sangraban, pero las tena tan entumecidas por el
fro que ni siquiera se fij en ello; sin embargo, s not cmo las piedras le araaban
las rodillas, provocndole un dolor intenso e irritante. Estaba cansada de sentir dolor,
de luchar para sobrevivir. Por un momento pens en darse por vencida, en dejar que
la Madre se la llevara. Quizs eso era lo que pretenda la Madre.
Con un suspiro de cansancio y resignacin, Zena se tumb debajo de una roca
para refugiarse de la lluvia. Entonces, de forma inesperada, la lluvia ces y el sol se
asom por el oeste a travs de las nubes, derramando con generosidad sus clidos
rayos. Zena sali de debajo del saliente para sentir el calor sobre su piel, pero al cabo
de unos instantes el sol se ocult de nuevo y todo qued envuelto en una fra e
impenetrable oscuridad.
Zena empez a sentir en las manos un dolor lacerante; los pies tambin le dolan.
Se mordi los labios, esforzndose por sobreponerse, y al cabo de un rato el dolor
desapareci. Ms calmada, se tumb sobre la dura roca; no estaba fra, sino que tena
un tacto clido y confortable. So de nuevo que estaba una cueva en la que arda un
fuego.
El sueo envolvi suavemente a Zena, alejando el dolor de su cuerpo y la
desesperacin de su mente. Zena se abandon a l para experimentar slo el calor
reconfortante del fuego. Cuando unas manos la alzaron del suelo, Zena crey que
haba regresado el bisonte para transportarla de nuevo a travs del valle. Not unos
pelos speros rozndole la piel y oy unos sonidos guturales que la tranquilizaron.
Luego not que se mova, pero de forma ms brusca que antes, como si el bisonte
estuviera ascendiendo una colina. Zena hizo una mueca de disgusto, pues deseaba
seguir durmiendo plcidamente, y se acurruc contra el peludo cuerpo.
Despus sinti el tacto de unas manos en los hombros, rudas y speras, que le
obligaban a ponerse de pie. Zena frunci el ceo, confundida. Los bisontes no tenan
manos. Pero estaba demasiado cansada para descifrar el enigma y tambin para
sostenerse derecha, de modo que trat de oponer resistencia a las manos que la
impelan hacia delante y la sostenan cada vez que se desplomaba en el suelo.
No deseaba caminar, slo dormir. Pero las manos no dejaban de azuzarla, y al fin
dej de resistirse. Era preferible hacer lo que las manos queran. Luego se acostara y
seguira durmiendo. As pues, avanz un paso, seguido de otro, y otro ms.
~322~
Los crculos de
Fuego! Al percibir el olor a fuego Zena alz la cabeza, alarmada. Pero aquel fuego
despeda un olor distinto. Se trataba de un fuego real, no como el que haba visto en
el sueo. Aunque eso era imposible.
De pronto sinti un destello de esperanza y oblig a su cuerpo, paralizado y
entumecido, a dirigirse hacia el lugar del que provena el olor. Reinaba una oscuridad
impenetrable y al principio Zena no vio nada. No obstante, sigui avanzando al
tiempo que tanteaba el espacio circundante con las manos. Luego vio un resplandor
ante ella, un resplandor dentro de un agujero negro y profundo.
Zena lo contempl atnita. Dentro de una cueva arda un fuego. Se dirigi hacia l
tambalendose, con las manos alzadas como para defenderse de una posible agresin
o de la desagradable sorpresa de comprobar que todava estaba soando, de que el
fuego, la cueva y el calor que haba empezado a sentir eran producto de su fantasa.
Entonces not que se mova algo detrs del fuego. Era una figura, irreal y
fantasmagrica que apareca iluminada por las llamas, una figura que jams imagin
que encontrara en ese lugar.
Conar! Se trataba de Conar. Pero era imposible que l estuviera all, pues se haba
quedado en el refugio con los otros! Zena estaba convencida de ello, lo cual
demostraba que deba de estar soando.
El fuego, la cueva e incluso Conar no formaban sino parte del sueo. Nada de
aquello era real.
Desesperada, Zena se dobl hacia delante como si hubiera recibido un puetazo
en el vientre. Luego se desplom en el suelo, incapaz de resistir aquel ltimo golpe
del destino. No tena fuerzas para admitir que todo haba sido un sueo.
En aquel momento oy una voz que la llamaba por su nombre. Zena cerr los ojos.
No quera ver aquella imagen irreal que la atormentaba con falsas esperanzas, que
luego le seran arrebatadas de forma cruel.
De nuevo sinti unas manos que trataban de alzarla del suelo. Zena gimi e
intent apartarse.
Es el deseo de la Madre insisti la voz. Si la Madre no hubiera querido que
te hallara, no me habra mostrado tu bolsa en el ro. Ella me envi aqu.
Zena se qued perpleja. Qu significaban esas palabras sobre la Madre y la bolsa?
De mala gana, abri los ojos y vio ante ella el rostro de Conar. Por sus mejillas
rodaban unos gruesos lagrimones. O acaso era tambin un sueo?
Zena toc las mejillas de Conar.
~323~
Los crculos de
Quizs aquellas lgrimas fueran unas gotas de lluvia; sin embargo, haba dejado
de llover. Emocionada, Zena not que se le nublaba la vista.
Ven a sentarte junto al fuego dijo Conar, al tiempo que la empujaba con
suavidad por los hombros.
Ella no respondi. Estaba demasiado cansada para moverse, para tratar de
descifrar si Conar era real o una ilusin. Cerr los ojos de nuevo. Lo nico que
deseaba era dormir.
Conar retir las manos de los hombros de Zena y al cabo de unos momentos le
acerc algo a los labios.
Bebe le orden. Su voz sonaba ms autoritaria que de costumbre.
Zena obedeci y abri la boca.
Conar verti en ella un lquido caliente y amargo que la hizo toser. Luego Zena
not que un agradable calor se extenda por todo su cuerpo.
Zena volvi a abrir los ojos.
Conar la mir preocupado y empez a frotarle las manos y los pies para ayudarla a
entrar en calor. Ella se apart bruscamente al sentir un intenso dolor, como si tuviera
las manos y los pies ardiendo.
Bien! exclam Conar.
Me duele se quej Zena, sorprendida al or su propia voz.
Conar dej de frotarle las manos y los pies. Su rostro expresaba una alegra
inmensa.
Luego abraz a Zena, que no sala de su asombro, y la bes en la cara una y otra
vez. El delicado tacto de sus labios y el calor de sus brazos se confundan con el dolor
que senta Zena en las manos y los pies.
Zena lo mir y comprendi que no era un sueo. Conar estaba all. Era real, al
igual que la cueva y el fuego.
Entonces lanz un suspiro de alivio, se abraz a Conar y lo bes en las mejillas,
sintiendo el calor de su piel, el sabor de aquellas lgrimas que se mezclaban con las
suyas propias. Luego se apart de forma repentina para mirarle a la cara, temerosa de
que pudiera desaparecer y convertirse de nuevo en un sueo.
Los rasgos de Conar aparecan borrosos a travs de las lgrimas que nublaban los
ojos de Zena, y sta se abraz a l con desespero.
~324~
Los crculos de
Conar la bes en los ojos, y le enjug las lgrimas; los rasgos de ste adquirieron
as de nuevo nitidez.
Ests aqu, junto a m dijo Conar, mientras la abrazaba con tanta fuerza que a
ella casi se le cort la respiracin. Soy real.
No quiero separarme de ti jams respondi Zena.
Sigui abrazada a l, tratando de asimilar todo cuanto haba sucedido en los
ltimos minutos: ahora se encontraba en una cueva con Conar, junto a un fuego
maravilloso que haba devuelto el calor a su cuerpo.
Pero cmo haba llegado hasta all? Haba notado unas manos... las recordaba a la
perfeccin.
Me has trado hasta aqu en brazos? pregunt Zena.
Conar la mir perplejo.
Te estaba aguardando. Yo no te traje hasta aqu; llegaste por tu propio pie...
Zena sacudi la cabeza, desconcertada. Alguien la haba transportado hasta all. Si
no haba sido Conar...
Quiz las manos formaran parte del sueo, pero Zena no estaba convencida.
En cualquier caso, se encontraba demasiado cansada para desentraar el enigma.
Al da siguiente tratara de hallar la respuesta. Ahora lo importante era que estaba
all, que la Madre la haba conducido hasta aquel lugar y la haba ayudado a
sobrevivir cuando ella estaba dispuesta a darse por vencida. Zena sinti una
profunda gratitud hacia la Madre.
De pronto record el motivo de su fuga.
Me march del refugio para estar sola. Cmo es que me has seguido hasta
aqu? pregunt a Conar.
Me ha enviado la Madre respondi Conar con firmeza.
Estaba seguro de que eso era cierto; y en caso de que no lo fuera, deseaba que Zena
creyera sus palabras y no intentara alejarlo de su lado.
Zena arrug el ceo. Estaba demasiado confundida para pensar con claridad. No
saba si Conar se hallaba en lo cierto, pero decidi que tampoco era momento para
descifrar aquel complejo enigma.
Cmo llegaste hasta aqu? pregunt, intrigada.
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Los crculos de
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Los crculos de
Captulo 23
Tron se arrastr hacia los matorrales. Lo haban dado por muerto. De eso estaba
seguro, pues lo haba odo decir a los otros; pero no recordaba el resto. l haba
dejado que lo creyeran. Haba permanecido inmvil, sin atreverse apenas a respirar.
No le haba resultado difcil fingir que estaba muerto; lo haca a menudo cuando iba
a cazar, para que los animales no se dieran cuenta de que los persegua.
Casi lo haban matado. Durante largo rato no haba conseguido moverse. Senta un
dolor atroz en la cabeza. Al palparla comprob que estaba cubierta de sangre, una
sangre oscura, espesa, coagulada. Pero quin le haba hecho aquello? Y cmo haba
llegado l hasta all, hasta el lugar donde enterraban a los muertos?
Tron arrug el ceo e intent recordar. Haba seguido a Zena y a Nevilar hasta el
Ekali y se haba encaramado a un rbol para espiarlas, pero no recordaba lo que haba
sucedido despus. Sin embargo, los acontecimientos de los ltimos meses, las odiosas
lecciones, la prohibicin de practicar el akat, las humillantes sesiones ante el consejo,
eso s lo recordaba a la perfeccin. Tron haba manifestado su deseo de marcharse,
pero Menta no se lo haba permitido.
La rabia se apoder de l. Estaba decidido a marcharse y nadie lograra
impedrselo. No quera volver a ver a ningn miembro de su tribu jams. Pero antes
de emprender el viaje deba recuperar las fuerzas, conseguir agua y comida, unos
tiles y pieles. Quiz lograra robarlos mientras los otros dorman.
Tras algunos esfuerzos, se levant. Sin embargo estaba mareado y tuvo que
sentarse. Tena que buscar ayuda, pero no saba cmo.
Nevilar; hara que Nevilar le proporcionase lo que necesitaba. La obligara a
obedecer con amenazas. Tron se arrastr hacia el ro, pues saba que ella acuda all
todas las tardes en busca de agua, y se ocult entre unos arbustos.
Cuando apareci Nevilar y se arrodill para llenar las vasijas que le haba dado su
madre, Tron se encontraba al acecho. La joven estaba plida, pero la impresin que se
llevara al verlo la hara palidecer an ms.
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A hurtadillas, Nevilar introdujo unos trozos de carne en una vieja cesta y la ocult
debajo de su lecho. Pero cuando se levant ms tarde y dijo que iba en busca de ms
hierbas, Menta la detuvo.
No ests bien, Nevilar dijo Menta con suavidad al tiempo que observaba el
rostro de la joven.
Nevilar asinti y mantuvo los ojos clavados en el suelo.
Tras observarla durante unos momentos, Menta le alz la barbilla y la mir a los
ojos.
Te pasa algo, Nevilar. Hace dos das que te vengo observando y he notado que
ests asustada. Quiero saber el motivo.
No lo estoy replic Nevilar.
Sin embargo, no lograba ocultar el temor que se reflejaba en sus ojos.
Tron la matara si contaba a alguien lo sucedido, pero Menta lo vea y presenta
todo. Nevilar saba que no conseguira engaarla.
No es cierto insisti Menta con calma.
Luego call y esper pacientemente la respuesta de Nevilar. Su postura indicaba
que estaba dispuesta, si era necesario, a aguardar todo el da a que la joven le diera
una explicacin satisfactoria.
sta se mordi los labios. En el fondo deseaba confesar a Menta que haba visto a
Tron, pero no osaba pronunciar su nombre por miedo a que ste la matara tal como
haba asegurado que hara.
En aquel momento apareci Lune; mir con aire serio a Nevilar, pero no dijo nada.
Al cabo de unos momentos, incapaz de soportar la mirada escrutadora de ambas
mujeres, Nevilar farfull:
Es Tron quien me ha asustado.
Luego se apresur a mirar hacia atrs, temiendo que ste saliera de entre los
matorrales y la matara en el acto.
Cmo es posible que Tron te siga atemorizando si est muerto? pregunt
Lune, perpleja.
No est muerto. Ha regresado de entre los muertos contest Nevilar.
Tras esta primera confesin, las palabras salieron de sus labios a borbotones.
No est muerto; yo misma lo he visto. Dijo que me matara si os contaba que me
haba encontrado con l. Es muy poderoso, y s que es capaz de matarme en
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Los crculos de
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Debemos intentar recordar algo de lo que dijo Zena que nos sirva de
orientacin. Tambin debemos invocar la ayuda de la Madre para que nos gue hacia
donde se encuentra Zena.
De pronto la interrumpi una vocecita juvenil.
Creo que se ha dirigido hacia las montaas. Un da la o relatar su sueo a
Conar.
La vocecita perteneca a Lilan, la hermana de Conar, quien tan pronto como hubo
pronunciado la ltima frase se tap la boca, temiendo haber cometido una
indiscrecin. Un da haba seguido a Zena y a Conar, confiando en que la hicieran
partcipe de su conversacin y sus juegos, pero stos se haban dirigido al lugar que
utilizaba Zena para copular. Al cabo de unos momentos Lilan se haba marchado,
avergonzada de estar espindolos.
No pretenda seguirlos dijo con voz temblorosa. Quera que me llevaran a
ver a los grandes animales para poder dibujarlos como hace Conar.
Lilan observ los rostros que la rodeaban. Al cabo de unos minutos Lune se
levant y fue a sentarse junto a ella.
Cuntanos ese sueo, Lilan la inst Lune con dulzura. No est bien seguir a
las personas sin que lo sepan, pero debes relatarnos el sueo de Zena para ayudarnos
a encontrarla.
El sueo se desarrollaba en aquellas montaas contest Lilan al tiempo que
sealaba hacia el oeste. Zena dijo que haba unas cuevas en las colinas y unos
tneles muy largos, y que alguien la esperaba all.
Lune arrug el entrecejo. El sueo se pareca mucho a la visin que haba tenido
Menta. Era posible que Lilan los hubiera confundido? Sin embargo, tambin pareca
algo muy propio de Zena.
Has hecho bien en contrnoslo asegur a Lilan para que la nia se animara a
relatarles ms cosas.
A Menta tambin le sorprendi el hecho de que el sueo se asemejara tanto a su
visin. Zena no le haba hablado de l. Quiz no quera revelarlo a nadie hasta haber
comprendido su significado. Zena era una persona reflexiva, a la que le gustaba
meditar las cosas antes de hablar; eso era una seal de sabidura. No obstante, haba
sido una suerte que Lilan la hubiera odo relatar el sueo a Conar, pues eso quiz les
ahorrara tiempo y sufrimientos. A menos, claro est, que Tron conociera tambin el
contenido del sueo.
Crees que se lo cont a alguna otra persona?
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II
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Los crculos de
El individuo haba salido a cazar, pero no haba podido reprimir la curiosidad que
despertaba en l aquella mujer tan delgada, a la que haba visto montada en un
bisonte. Cuando la hall semiinconsciente y aterida de fro, la haba llevado a aquella
cueva donde haba un hombre, pues supona que los dos pertenecan a la misma
tribu. Sospechaba que la presencia de ambos en aquellos parajes tena un significado,
aunque l lo desconoca. Los extraos no presentaban un aspecto fuerte y robusto. El
hombre era tan delgado y raqutico como la mujer, y lo nico que haban hecho
durante el tiempo que haban permanecido all era trazar unos garabatos en los
muros de la cueva. Sin embargo, l haba ayudado a la mujer cuando estaba medio
muerta de fro; le haba hecho un gran favor al salvarle la vida. Pero ni ella ni su
compaero tenan aspecto de buenos cazadores.
El individuo decidi observarlos para ver lo que hacan. Pero ahora deba ir a
reunirse con los otros, as que trep por la colina y desapareci entre las rocas.
Zena alz la cabeza, alarmada al captar la presencia de un intruso. Haba tenido
esa sensacin en varias ocasiones durante los meses que llevaba viviendo en aquel
lugar. Curiosamente, esa presencia no le causaba temor; no entraaba algo siniestro,
como cuando Tron las haba observado a ella y a Nevilar desde el rbol. sta era una
presencia simplemente curiosa, no peligrosa.
No la sientes?
Conar se hallaba tan concentrado en el dibujo que estaba realizando que apenas
oy la pregunta de Zena.
Sentir qu?
A alguien que nos observa dijo Zena. Quiz sea la persona que me trajo
hasta la cueva.
Conar emiti un ruido gutural y prosigui su tarea. Haba comenzado a dibujar en
los muros de la cueva el mismo da en que apareci Zena. Utilizaba colores que
extraa de las propias rocas, mezclndolos con agua para obtener tonos castaos,
naranjas y rojizos, o un negro intenso, con los que perfilaba las siluetas de los
bisontes sobre las rocas. Zena las vea ahora con tanta claridad como las haba visto
Conar incluso antes de crear esas formas que saltaban y galopaban a travs de los
muros de la cueva, tan grciles y poderosas como en la vida real.
Eran unos dibujos muy hermosos, pens Zena, un maravilloso presente para los
bisontes y la Madre por haberla conducido hasta la gigantesca manada. Pero no se lo
podan comer, y en aquellos momentos a Zena le preocupaba el tema de los
alimentos. Hasta entonces haban tenido suerte. Llevaban all ms de dos lunas y slo
haba nevado en una ocasin. La nieve haba dado paso a una lluvia torrencial que
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La nia mantena sus ojos azules clavados en Zena. No pareca sorprendida por su
presencia, sino que la contemplaba implorndole ayuda, como si estuviera
convencida de que Zena era capaz de aliviar sus dolores.
Por qu estaba tan segura de ello? Zena la mir perpleja, y enseguida comprendi
el motivo de la angustia de la nia: un corte profundo le recorra el muslo hasta una
nalga, y de l partan unas lneas abultadas y granates que se extendan hacia la
espalda y el abdomen.
Zena sinti que se le encoga el corazn. La herida se haba infectado. No estaba
segura de que ni ella ni nadie fuese capaz de curarla. Lune le haba enseado cmo
tratar diversas dolencias y heridas con la ayuda de diversas plantas y hierbas
medicinales; tambin le haba enseado a concentrarse y aplicar sus energas a fin de
extraer el dolor y la enfermedad del cuerpo de una persona. Jams haba tratado de
curar a alguien sola, sin ayuda de Lune. Curar una herida semejante requera una
fuerza y una concentracin enormes, y pocas personas eran capaces de conseguirlo.
La facultad de sanar era un don de la Madre, que slo unos elegidos posean. La
misma Lune se lo haba dicho.
Zena contempl los rostros expectantes a su alrededor. A buen seguro algn
miembro de esa tribu sera ms experto que ella en esta materia. Cmo es que no se
les haba ocurrido aplicar en la herida milenrama u otras plantas que absorban el
veneno? Era posible que no lo supieran?
Las dos mujeres, tan corpulentas como los hombres, aunque de estatura ms baja,
se acercaron a Zena; sus gestos indicaron a esta que tampoco se haba equivocado en
esa suposicin. Ambas extendieron las manos como si se sintieran impotentes,
rendidas a la idea de que no haba nada que hacer. Zena imagin que haban
intentado curar a la nia y, ante el fracaso, haban recurrido a ella.
El individuo que la haba rescatado se acerc a Zena y seal la herida. Despus
sacudi la cabeza y, dirigindose a Conar, movi las manos como si estuviera
dibujando.
Los bisontes. Eso era lo que trataba de decirles; un bisonte haba herido a la nia.
Pero cmo haba ocurrido? Qu haca la nia tan cerca de una manada de
bisontes?, se pregunt Zena. Y qu les haca pensar que ella sera capaz de curar la
herida? Era evidente que estaban convencidos de ello. En sus rostros Zena vio la
misma confianza que haba observado en los ojos de la nia.
Zena cerr los ojos en un intento de hacer acopio de todas sus energas para no
defraudar a aquella gente. El corpulento individuo le haba salvado la vida, la haba
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Los crculos de
llevado hasta la cueva donde estaba Conar, y ahora le peda que salvara la vida de la
nia. Pareca una tarea imposible, pero deba intentarlo.
Zena pidi a Conar que regresara a la cueva y le trajera una cesta que contena
unas plantas y hierbas medicinales. Una de las primeras cosas que haba hecho Zena
al llegar a aquel lugar haba sido coger esas plantas y hierbas antes de que se iniciara
la poca de las nieves. Zena pens en Lune con gratitud por haberle transmitido sus
muchos conocimientos sobre plantas y hierbas, as como la forma de utilizarlas para
sanar a la gente.
Zena se pregunt si alguna vez volvera a ver a Lune, cuya voz, firme a la vez que
amable, y dinmica presencia siempre la reconfortaban. Durante unos momentos
sinti una profunda tristeza que amenazaba con hacerla estallar en lgrimas. Pero
Zena desech de inmediato esos pensamientos. Ahora slo deba pensar en la nia y
en intentar curarla.
Agua dijo Zena, al tiempo que haca como si bebiera para que aquellas gentes
comprendieran lo que peda.
Lune le haba dicho que era muy importante lavarse las manos antes de tocar a
una persona enferma o que hubiera sufrido un accidente. Las mujeres le
proporcionaron un recipiente de piedra lleno de agua. Zena lo observ con
curiosidad y pens que aquel artilugio deba de resultar muy prctico.
Al cabo de unos instantes apareci Conar con las hierbas. Estaba sudoroso y
jadeaba por haber subido la colina a toda velocidad. Zena eligi unas hierbas para el
dolor, y milenrama y liquen para extraer el veneno del cuerpo, y lo tritur y mezcl
todo con agua en otro recipiente de piedra. Luego ayud a la nia a incorporarse y le
hizo beber el brebaje. Era preciso que las medicinas actuaran dentro de su cuerpo, no
slo sobre la herida. Cuando la nia se hubo acabado la pcima, Zena prepar un
emplasto y lo aplic con suavidad sobre la herida.
Cuando las otras personas se acercaron para observar lo que haca Zena, sta les
indic de forma amable que se apartaran un poco. El siguiente paso era el ms
complejo y Zena necesitaba espacio. Lune le haba explicado que una curandera no
poda fiarse nicamente de las hierbas para sanar a una persona, sino que deba
extraer el veneno con el poder de su mente y su cuerpo, absorberlo ella misma, y
luego esparcirlo a los cuatro vientos para que no pudiera volver a hacer dao a nadie.
A continuacin, aunque su cuerpo se quedaba muy debilitado a causa de aquel gran
esfuerzo, la curandera deba hacer acopio de todas sus fuerzas para transmitir una
parte de su fuerza vital al enfermo. Deba transmitirle energa y vitalidad a travs del
poder de sus manos, un poder que provena de la Madre, aunque fuera la propia
curandera quien lo comunicaba a la persona que estaba sufriendo.
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Los crculos de
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Los crculos de
Deba de ser Conar, pens Zena, aunque no estaba segura. Sus ojos slo vean a la
nia y la herida que deba curar.
El lquido le produjo una sensacin reconfortante y Zena dej de temblar. Era
difcil mostrarse fuerte cuando su cuerpo no la obedeca. Cerr los ojos y escuch la
voz de su mente, que le hablaba sobre una atmsfera templada y prados, sobre el
aroma de los cereales y la fruta madura, sobre la tibia calidez del sol. Sinti que todo
eso penetraba en su cuerpo y le devolva la vitalidad. Luego vio a los bisontes,
corriendo y galopando por el valle, y se vio a s misma montada en uno de ellos.
Sinti de nuevo la euforia y el xtasis que haba experimentado antes, slo que ahora
con ms intensidad. Notaba el poder de sus piernas, sus brazos y sus manos mientras
se sujetaba con fuerza al animal y se mova al ritmo de su poderoso galope.
Zena sonri al sentir que una renovada energa circulaba por sus venas y por su
mente. Transmitira a la nia esa energa y la alegra que experimentaba al recordar
los dones que haba recibido de la Madre: la comida, el sol, el podero del bisonte, la
euforia al volar a travs del valle montada a lomos de ste. Todo ello contribuiran a
sanarla.
Zena coloc las palmas de las manos sobre las de la nia y sujet las muecas con
los dedos, a fin de que la fuerza vital circulase por el interior del brazo de la nia y se
extendiera por todo su cuerpo. Tras buscar la postura ms cmoda, Zena transmiti a
la nia la fuerza que le haba procurado la Madre. Poco a poco, vio cmo el color
retornaba a aquel pequeo rostro. O quiz fuera el calor del sol, el sabor de la fruta
que Zena vea en su imaginacin o la caricia del viento sobre su rostro mientras
galopaba a lomos del bisonte, lo que estaba transmitiendo la sangre clida de sus
manos, al cuerpo de la nia y a sus mejillas.
Zena permaneci sentada junto a la nia durante horas, concentrando todas sus
energas en devolverle la vida. Cuando al fin, sin darse cuenta, se desplom sobre el
suelo rendida de cansancio, la nia dorma apaciblemente. Su rostro presentaba una
expresin serena; ya no senta dolor y su cuerpo haba expulsado el veneno que haba
intentado devorarla.
El corpulento individuo deposit a Zena con suavidad sobre una clida piel, pero
procurando que sta no soltara las manos de la nia. El extrao haba observado
cmo Zena haba transmitido su fuerza a la nia que l tanto amaba, y no quera
romper el vnculo que las una.
Luego mir a Zena y a la nia, que dorman tranquilas. No se haba equivocado.
Esa mujer posea una cualidad mgica. Lo haba sospechado al verla montada sobre
el bisonte, y ahora saba que era cierto. Una mujer capaz de montar a lomos de un
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Los crculos de
bisonte tena que poseer la facultad de curar a una nia que haba sido herida por
uno de esos feroces animales.
Tal vez pudiera ayudar tambin a su compaera durante el parto e impedir que
muriera como tantas otras mujeres antes que ella, cuyos nios se negaban a nacer.
Asimismo, supuso que el otro macho, el compaero de la mujer, tambin deba de
poseer dotes mgicas, puesto que haba dado vida a unos bisontes en los muros de su
cueva. Sus garabatos no eran tan intiles como l haba credo en un principio. Con
una sola mano, haba conseguido que los animales saltaran y corrieran sobre la roca.
Si tena la habilidad de conseguir eso, sin duda sera capaz de pedir a los bisontes y a
los renos que sacrificaran su vida sin herir a quienes necesitaban su carne para
sobrevivir.
Aliviado, el gigantesco macho se tumb junto a Zena. Por primera vez desde haca
varias estaciones, su inquietud haba desaparecido. Estaba convencido de que nada
malo le sucedera al resto de su tribu. Los extraos no haban dudado en ayudarlos,
tal como l haba supuesto. A cambio del favor, l les proporcionara carne. Puesto
que ambos ejercan poder sobre los bisontes, supuso que stos estaran dispuestos a
colaborar para que la caza resultara menos peligrosa. Adems, despus de haber
visto a los extraos ms de cerca, estaba seguro de que eran incapaces de procurarse
carne por s solos. Tal vez poseyeran dotes mgicas, pero eran demasiado delgados y
debiluchos para cazar.
Despus de soltar un enorme bostezo, el corpulento individuo cerr los ojos. Casi
haba amanecido.
Durante un largo rato, en la cueva no se oy ms que algn que otro gruido y el
crepitar de las llamas cuando alguien atizaba el fuego. Luego, un rayo de luz penetr
por la entrada que estaba orientada al este y despert a Zena. sta se apresur a
incorporarse, asombrada de hallarse en aquel lugar. Recordaba cmo haba llegado
hasta all, pero no que haba pasado toda la noche en aquel lugar.
De pronto se acord de la nia. Ya no le sostena las manos, transmitindole
energa y vitalidad, pues se haba quedado dormida. Zena se inclin sobre la nia,
temiendo comprobar que su estado haba empeorado. Pero vio que todava respiraba
y que tena las mejillas sonrosadas. En aquel momento la pequea abri los ojos,
como si intuyera que Zena la estaba observando, y sonri. Luego cerr los ojos de
nuevo y se qued dormida.
Zena se estremeci de asombro y alegra. Los relucientes ojos de la nia no
expresaban dolor, y su cuerpo ya no estaba caliente. Al examinar la herida comprob
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Los crculos de
que las marcas granates sobre el muslo y la espalda de la nia casi haban
desaparecido.
Zena contempl sus manos, casi asustada de lo que haba hecho. Haba curado con
ellas a la nia. La Madre le haba concedido el poder de sanar.
Gracias, Madre musit Zena en medio de la silenciosa estancia.
Durante largo rato permaneci sentada, inmvil y en silencio, tratando de asimilar
la magnitud de aquel maravilloso don.
De pronto la nia se movi y Zena regres entonces al presente. Tras inclinarse
sobre la nia, se levant sin hacer ruido. La pequea estaba mucho mejor, pero deba
comer algo ligero, como unas gachas o un poco de fruta. Zena decidi ir en busca de
algo de comida antes de que los otros se despertaran.
Al salir de la cueva la luz del sol la deslumbr. Zena se detuvo unos momentos y
sinti que su calor le restitua la energa que haba perdido su cuerpo. La tarea que
haba realizado la haba dejado exhausta. Zena alz la vista, algo aturdida, y observ
que los rayos del sol incidan sobre una grieta de la colina que tena frente a ella,
haciendo que sta pareciera ms grande.
En aquel instante record su sueo. ste era su sueo. El sol haba penetrado en
una hendidura en la roca, agrandndola. Esa era la imagen que haba visto justo
antes de caminar con Conar a travs de los labernticos tneles subterrneos y llegar
a la angosta abertura que conduca al espacio abierto donde algo o alguien la
aguardaba.
Ante sus ojos estaba la entrada que daba acceso a los tneles. Zena se volvi para
llamar a Conar, pero ste ya se hallaba junto a ella. Zena le cogi la mano y ambos
treparon por la pequea colina y penetraron a travs de la estrecha abertura.
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Captulo 24
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comparables con nada de cuanto Zena haba visto hasta entonces. Algunas se
elevaban desde el suelo de la cueva en unas formas gruesas parecidas a tubrculos;
otras eran delgadas como ramas, aunque ninguna rama se habra curvado de aquel
modo sin antes partirse. Algunas presentaban un aspecto similar a un rbol que
estuviera partido por la mitad, o plantado boca abajo. Incluso los costados de la
cueva estaban repletos de esas formaciones estratificadas. Cuando Zena las toc, not
que eran duras y fras y que se encontraban cubiertas por una reluciente capa de
humedad.
Zena se volvi en busca de Conar. ste estaba admirando boquiabierto las
espectaculares agujas y las bulbosas formas que se alzaban desde el suelo hacia ellas.
La luz de su antorcha arrojaba unas extraas y oscilantes sombras sobre las
formaciones, que parecan moverse. De pronto, la antorcha que sostena Conar se
apag; Zena tema que la suya no tardara mucho en hacerlo. Llevaban un buen rato
en la cueva, fascinados ante la belleza de aquellas curiosas formaciones.
Zena se apresur a acercarse a Conar y ambos se dirigieron hacia la angosta
abertura por la que haban entrado. Antes de abandonar la cueva, Zena se volvi para
contemplarla por ltima vez. Sin duda, no era el espacio abierto que haba visto en su
sueo, pero era la cueva ms extraordinaria que haba visto jams.
Ech a caminar con paso rpido a travs del pasadizo, seguida de Conar, pero
apenas haba avanzado unos pasos cuando su antorcha se apag, sumindolos en
una impenetrable oscuridad. Zena no alcanzaba a ver siquiera su mano cuando la
agitaba ante su rostro para alejar cualquier peligro que encerrara la oscuridad. No
vea nada en absoluto, ni a Conar ni los muros del pasadizo ni el terreno que pisaban.
Zena! exclam Conar. Su voz reson a travs del reducido espacio.
Conar extendi el brazo y agarr la mano de Zena para impedir que se separaran.
Zena dio un suspiro de alivio al comprobar que no estaba sola. Ambos siguieron
avanzando en silencio. Puesto que no vean nada, sus otros sentidos se haban
agudizado. Por primera vez, Zena oy el suave murmullo del agua y percibi el
intenso y desagradable olor a humedad. Sus dedos palparon la rugosa y hmeda
superficie de la roca. Incluso le pareci palpar la oscuridad, como si la vasta negrura
de la noche hubiera descendido hasta las entraas de la Tierra. Las densas tinieblas le
llenaban los ojos, los odos y la boca, sofocando su voz al hablar y adhirindose a sus
brazos y a sus piernas cuando se mova.
Zena y Conar siguieron avanzando con gran dificultad a travs de todos aquellos
tneles, sin alejarse de los muros, tratando en vano de recordar las veces que haban
girado hacia un lado u otro al penetrar en aquel endiablado laberinto. La oscuridad
les impeda distinguir nada, ni siquiera una pequea seal de la ruta que haban
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Los crculos de
recorrido anteriormente. Zena tena la impresin de que haba pasado mucho rato
desde que penetraran en aquel laberinto. Al fin, confundida por la oscuridad e
incapaz de seguir avanzando a ciegas, se sent en el suelo y apoy la espalda en el
muro del pasadizo.
Nos hemos perdido le dijo a Conar. Es intil esperar a que amanezca, pues
la luz jams llegar a este lugar.
Conar asinti, pero al recordar que Zena no lo vea se apresur a contestar:
S, nos hemos perdido. Pero si continuamos adelante hallaremos la salida. Estos
tneles no son infinitos.
Debemos aguzar la mente mientras avanzamos por ellos respondi Zena al
tiempo que intentaba idear un plan para infundirse nimos. Debemos fijarnos en lo
que cada pasadizo nos sugiere, si se halla a una gran profundidad o si es ms seco, lo
cual indicara que est ms prximo a la superficie. Cuando entramos en el laberinto
la atmsfera era menos hmeda; luego debimos de descender. Ahora tenemos que
procurar subir para alcanzar la superficie.
El plan ayud a Zena a recobrar la confianza en s misma y, con ella, la voluntad de
salir de aquel laberinto. Pero al levantarse not que algo viscoso se deslizaba sobre
uno de sus pies y lanz un grito de terror. El eco reson a travs de los tortuosos
tneles, perdiendo intensidad a medida que el sonido se propagaba.
Debo de haber tropezado con una serpiente dijo Zena a modo de excusa.
Me he asustado al notar que se deslizaba sobre mi pie, pero al menos no me ha
mordido.
Vi un animal deslizndose por la cueva contest Conar para tranquilizarla.
Pareca una serpiente, pero era pequea y creo que inofensiva.
Zena avanz unos pasos, tratando de dominar los temblores de sus piernas; no
obedecan slo al susto que se haba llevado, sino al hambre y al cansancio. La noche
anterior apenas haba dormido ni probado bocado, pues estaba demasiado excitada
para pensar en comida. Se haban detenido slo unos minutos para coger una gachas
y llevrselas a la nia que Zena haba curado y para que Conar preparara las
antorchas. Ahora Zena estaba pagando su imprudencia.
Creo que estamos descendiendo dijo Conar. El aire cada vez es ms
hmedo y oigo el sonido de agua.
Zena ech a andar en sentido opuesto. Para animarse, empez a emitir unos
sonidos cuyo eco reson por todo el gigantesco laberinto. Al principio el eco tardaba
en regresar; pareca extenderse a lo largo de un espacio infinito antes de rebotar en
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La pequea cueva estaba invadida por una luz clida e intensa. se deba de ser el
motivo por el que aquellas gentes corpulentas habitaban en aquel refugio en lugar de
hacerlo en una cueva ms grande, como la que ocupaban Conar y Zena. El sol
penetraba en la cueva de buena maana, proporcionndoles un calor que se
mantena casi todo el da.
El individuo que haba salvado a Zena mir a sta y a Conar con una expresin de
respeto y admiracin. Era posible que los extraos no slo tuvieran poder sobre los
bisontes, sino tambin sobre las rocas? Los nios le haban explicado que los haban
visto penetrar en el interior de la colina y que, tras emitir un sonido parecido al de las
lechuzas haban salido de all como si la roca se hubiera abierto para ellos. El
corpulento individuo decidi explorar aquel lugar para comprobar por s mismo si
aquello era posible.
Luego se acerc a Zena y le toc la frente con suavidad en un gesto de gratitud.
Los otros hicieron lo propio mientras la observaban con una expresin reverencial. El
hombre era poderoso, pero la mujer lo era an ms; no slo haba curado a la nia,
sino que era capaz de montar a lomos de un bisonte y pasar a travs de las rocas.
Zena y Conar se miraron desconcertados. No comprendan el motivo de que
aquellas gentes les mostraran tal respeto y admiracin. Si fueran capaces de hablar
con ellos, quiz lograran aclarar el misterio.
Gunor dijo el macho corpulento, sealndose a s mismo. Luego seal a la
nia y dijo: Pulot.
Su voz tena un tono nasal tan curioso como la forma en que emita los sonidos.
Zena se dirigi hacia la nia y pregunt:
Te encuentras mejor, Pulot?
La nia se ech a rer, divertida ante el sonido de su voz, y observ con curiosidad
mientras Zena la examinaba. sta se tranquiliz al comprobar que la herida tena
mejor aspecto y que la fiebre haba remitido, por lo que no era necesario permanecer
junto a la nia durante todo el da. Despus de la larga noche y de la temible
experiencia en los tneles, lo nico que deseaba era dormir.
Al da siguiente Gunor se present con unos pedazos de carne, que deposit junto
al fuego.
Yo os dar comida dijo, sealando la carne y luego su boca. Soy buen
cazador.
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Acto seguido dio unos pasos al tiempo que agitaba la lanza de madera que
sostena y finga arrojarla contra los bisontes que aparecan dibujados en los muros,
para demostrar cmo cazaba.
Gracias, Gunor respondi Zena, complacida ante la oferta que ste les haba
hecho.
Conar le dio tambin las gracias con profunda sinceridad. Detestaba matar unos
animales que adoraba, pero comprenda que no lograran sobrevivir al invierno sin
comer carne.
Gunor asinti, satisfecho. Luego, Zena lo sigui hasta su cueva para comprobar
cmo se encontraba Pulot. La nia se encontraba mucho mejor, pero an deba
guardar reposo durante unos das. Zena tema que se quedara coja. Haba notado que
uno de los nios tambin cojeaba. La mayora de esas gentes tena el cuerpo cubierto
de cicatrices y seales de haberse partido algn hueso que luego no haba soldado
bien.
Al cabo de unos das Zena descubri el motivo. Conar y ella haban trepado por
una colina en busca de un tipo de semillas que maduraban ms tarde que otras. Para
comerlas era preciso triturarlas y mezclarlas con agua, pero tenan un sabor exquisito.
A sus pies se extenda el valle que haba atravesado a lomos del bisonte. En aquellos
momentos haba una manada de renos pastando.
Mira! exclam Conar.
Al volverse Zena vio al grupo de gentes corpulentas, en el que faltaban Pulot y la
anciana, persiguiendo a unos renos. Los tenan acorralados y trataban de separar a
un par de animales del resto de la manada. Uno de los renos, un animal enorme y de
poderosa cornamenta, se fij en uno de los nios y ech a correr hacia l mientras
sacuda los cuernos. El nio eludi con gran habilidad la embestida. El otro nio se
acerc al animal, agitando los brazos y una pequea lanza de madera. Luego
aparecieron en escena las dos mujeres, que se afanaron en conducir al reno hacia
donde se hallaban los hombres. El animal se lanz contra uno de los hombres, quien
trat de clavarle la lanza en el vientre, pero el reno logr huir. El grupo comenz de
nuevo a perseguir a la manada.
Zena contempl asombrada la escena.
De modo que as es como Pulot result herida dijo, admirada ante el coraje de
la nia. Demuestran un gran valor al no temer acercarse a una manada de renos.
Si les arrojaran las lanzas, no correran tanto riesgo coment Conar.
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Quiz no sepan hacerlo respondi Zena. O puede que las lanzas no sean lo
bastante afiladas y tengan que acercarse para clavarlas.
Debemos observarlos con atencin dijo Conar.
De haber tenido ms conocimientos sobre el arte de la caza, habra ayudado a
aquellas gentes a idear un mtodo menos peligroso. Aunque l no cazaba, estaba
seguro de que los cazadores de su tribu arrojaban sus lanzas contra los animales
antes de acercarse a ellos para rematarlos.
Zena pareci adivinar sus pensamientos y dijo:
Ojal estuvieran los otros aqu para ensear a esas gentes cmo cazar sin
arriesgar el pellejo. Las lanzas que utilizan nuestros compaeros son ms afiladas, lo
cual evita que tengan que aproximarse a los animales para convencerlos de que se
dejen matar.
Zena lanz un profundo suspiro. Exista otra razn por la que deseaba que los
otros estuvieran all. Haban pasado tres lunas llenas desde que abandonara el
refugio, y no haba vuelto a tener la menstruacin. Zena estaba segura de que la
Madre le haba enviado otro hijo, pero en lugar de alegrarse experimentaba una gran
tristeza por no poder hablar de ello con Lune, Menta y los otros. No le pareca bien
tener un hijo sin que la tribu estuviera presente para recibirlo.
De pronto oy unos gritos que interrumpieron sus meditaciones. Los cazadores
haban logrado aislar a un joven reno. Despus de matarlo rpidamente, lo
arrastraron hacia los arbustos y empezaron a descuartizarlo. Pero de repente apareci
un nuevo peligro: un len que haba permanecido oculto entre los matorrales se
precipit hacia el grupo. Los hombres siguieron despedazando el reno, mientras los
otros gritaban y agitaban sus lanzas para ahuyentar al len. ste retrocedi unos
pasos, rugiendo. En aquel momento apareci otro len. Ambos depredadores
observaron al grupo durante unos instantes y luego se lanzaron al ataque. Esta vez
Zena temi que no lograran detenerlos.
Los hombres no abandonaron su tarea hasta el ltimo momento. Luego arrojaron
los pedazos de carne a lo lejos, entre los arbustos, y echaron a correr. Las mujeres
cogieron a los nios en brazos y siguieron a sus compaeros. De forma milagrosa,
todos los miembros del grupo consiguieron escapar. Al cabo de unos minutos
comenzaron a trepar por la colina, cargados con los pedazos de carne. Los dos nios
se adelantaron, entre risas, indiferentes al peligro que haban corrido.
No era de extraar que fueran fuertes y corpulentos, pens Zena. Seguramente
cazaban un animal casi todos los das para conseguir suficiente carne, puesto que
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parecan alimentarse casi en exclusiva de ella. Nunca los haba visto comer granos o
tubrculos, tan slo algunos frutos.
Zena no poda ayudarles a cazar, pero s explicarles que existan otros tipos de
alimento aparte de la carne. Aun cuando el suelo estaba cubierto de nieve, siempre
podan hallar unas bayas y unas ramas comestibles.
En cuanto regresaron al refugio, Conar y Zena llenaron una cesta con diversos
productos que haban cogido y la llevaron a sus amigos. stos aceptaron el presente
con gratitud, aunque su contenido los sorprendi.
Gesticulando para hacer ms inteligibles sus palabras, Gunor intent explicarles el
motivo de su perplejidad. Zena crey entender lo que pretenda decirles. Mientras
agitaba los brazos hacia el norte Gunor se puso a tiritar de forma violenta, tras lo cual
seal los cereales y mene la cabeza en sentido negativo. Sus gestos indicaban que
provenan del norte, donde haca mucho fro y no existan cereales. Luego empez a
soplar, imitando el viento, y les explic que all la tierra estaba casi siempre, cubierta
por una espesa capa de nieve.
Zena dedujo que haban viajado hacia el sur, hasta este lugar, para huir de las
nieves. Quizs se era el motivo por el que el fro no pareca afectarles. Conar y Zena
calzaban unas pieles que haban acolchado con hierba y se cubran el cuerpo con
gruesas pieles para defenderse de los rigores del invierno, mientras que los
miembros de la tribu amiga llevaban slo una pequea piel sujeta alrededor de la
cintura o de los hombros.
Zena sinti un escalofro. Puede que los otros no notaran el fro, pero ellos s. El
suelo estaba cubierto de una delgada capa de nieve, que se hara ms espesa a
medida que siguiera nevando.
En efecto, aquella misma noche cay una tremenda nevada. Los copos blancos no
cesaron de caer a lo largo de todo el da siguiente. Al principio lo hacan de forma
lenta, como si ejecutaran una airosa danza, pero luego empez a soplar el viento del
norte y los helados copos cayeron con feroz intensidad. Zena trat de ir a visitar a
Pulot, pero el viento la oblig a retroceder. Ms tarde la tormenta remiti un poco y
Zena consigui salir del refugio. Al alcanzar la colina que se ergua sobre la cueva se
top de pronto con una gigantesca figura, casi invisible a travs de la espesa nieve.
Creyendo que se trataba de Gunor, Zena avanz hacia l.
Zena! grit la figura.
Pese a que el rugido del viento sofoc el sonido, Zena saba que la voz perteneca a
un hombre. Extraada de que Gunor pronunciara su nombre, Zena apret el paso.
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La figura agit los brazos. Zena lo mir desconcertada. No era tan corpulento
como Gunor ni ningn otro miembro adulto de la tribu amiga, pero por fuerza tena
que ser uno de ellos, puesto que Conar se haba quedado en el refugio.
Zena! volvi a gritar la figura con desesperacin. Luego se desplom en el
suelo.
II
Zena corri hacia la persona que haba gritado su nombre. De quin se trataba?
Desech rpidamente sus dudas y continu adelante a travs de la espesa nieve que
cubra el suelo. La figura intent levantarse, pero no lo consigui. Aunque no era tan
fornido como Gunor, era alto como Krost y Tragar. Tron tambin haba tenido una
estatura respetable.
Era Tragar! Pero qu haca en aquellos parajes? Zena se agach junto a l para
ayudarlo a incorporarse.
Los otros... empez a decir Tragar. Los otros han quedado atrapados ah...
Morirn...
Zena se qued estupefacta. Los otros haban venido! Durante unos momentos
permaneci inmvil, incapaz de reaccionar.
No te muevas dijo cuando sali de su estupor. Ir en busca de ayuda.
Tragar asinti y se tumb de nuevo sobre la nieve. Zena ech a correr, tratando de
no tropezar en la nieve, hasta que sinti que sus piernas apenas la sostenan.
Al llegar a la cueva de Gunor, entr precipitadamente y grit:
Necesito ayuda!
Gunor se acerc a ella y se esforz en comprender sus palabras. Zena seal hacia
el exterior y lo agarr del brazo. Gunor asinti y cogi unos extraos artilugios que
estaban confeccionados con unas ramas, unas enredaderas y unas pieles. Tras
colocrselos en los pies y dar unas instrucciones a los otros, sigui a Zena.
Al salir vieron a Conar en la cima de la colina, preocupado por la prolongada
ausencia de Zena.
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Tragar est aqu! grit Zena a travs del viento. Y los otros tambin!
Al pensar que sus compaeros podan estar sepultados en la nieve, helados de fro,
not que unas lgrimas se deslizaban por sus mejillas. Zena se apresur a enjugarlas.
Deba conservar la calma si quera ayudarlos.
Al llegar al lugar donde haba dejado a Tragar, comprob que ste haba logrado
incorporarse. Tragar seal el paraje donde la otra tribu sola cazar. Zena lo escudri
a travs de la espesa nieve en un intento de distinguir a sus compaeros. Era posible
que estuvieran all?
Gunor emiti un sonido para indicar que haba comprendido el gesto de Zena y se
apresur a descender por la colina. Zena se qued asombrada al ver que no se hunda
en la nieve. Al cabo de unos minutos aparecieron los dems miembros de la tribu,
que tambin calzaban unos artilugios semejantes a los de Gunor, y se lanzaron colina
abajo.
Zena empez a descender la colina seguida por Tragar, que caminaba despacio y
de forma torpe. Conar no se molest en intentar correr, sino que se hizo un ovillo y
empez a rodar colina abajo, como haca de nio. La tcnica funcion, pues lleg
antes que los otros.
Conar!
Zena reconoci de inmediato la voz jubilosa de Lilan.
Luego oy otra voz, ronca y profunda. Era Katli!
Llvate primero a los nios dijo Katli a Conar, y luego a Menta. Se tir al ro
para salvar a uno de los nios y el agua estaba helada.
Dnde est Zena? inquiri Lune. Has conseguido dar con ella? Se
encuentra contigo?
Zena ech a correr y se arroj a los brazos de su madre, incapaz de contener el
llanto y dejando que las lgrimas, clidas y reconfortantes bajo la glida nieve, se
deslizaran por sus mejillas.
Zena murmur Lune emocionada. Luego aadi: Apresrate. Debemos
rescatar a los otros. Estn congelados. Algunos no son capaces ni de caminar.
Zena cogi en brazos a uno de los nios y grit:
Los que puedan andar que me sigan. A los otros los transportaremos en brazos.
Gunor y el otro macho llevaban un nio bajo cada brazo mientras trepaban por la
pendiente hacia la cueva. Cuando Zena lleg a mitad de camino, ellos ya haban
regresado en busca del resto de compaeros. Despus de haber transportado a todos
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hasta la cueva, sanos y salvos, las gentes de la tribu amiga desaparecieron. Zena se
dio cuenta de que ni siquiera les haba dado las gracias.
Zena mir satisfecha a su alrededor. La cueva, en la que ahora haba treinta
personas, ya no pareca tan grande. Pero qu hacan sus gentes all?
Zena apart la pregunta de su mente. Lo primero era ayudar a sus compaeros,
pues todos tenan fro y estaban agotados. Entonces empez a triturar unas hierbas
para preparar un tnico mientras Conar se apresuraba a encender un fuego en el que
ella calentara el brebaje.
Zena dio de beber un poco a cada nio y luego examin a Menta. La mujer sabia
tena los ojos cerrados y respiraba con dificultad. Zena lanz una mirada inquisitiva a
Lune.
Fue debido al ro dijo Lune con aire de profunda tristeza al recordar el
episodio. Una noche, mientras dormamos, se desbord. El nivel del agua ascendi
con gran rapidez y antes de que nos diramos cuenta arrastr a una de las hermanas
de Katli y a su hijo. Cuando Menta vio lo que haba pasado se tir al agua para
salvarlos. Ya era demasiado tarde. Conseguimos sacar a Menta del ro, pero estaba
casi muerta. Luego lleg el fro, y ya no logramos reanimarla.
Lune se detuvo, embargada por la emocin, y Krost continu el relato:
Las caudalosas aguas del ro nos impidieron atravesarlo tal como nos habamos
propuesto. De modo que seguimos su curso hasta el norte, hasta hallar un lugar
donde atravesarlo. Cuando llegamos a estas colinas percibimos el olor de vuestra
fogata. Pero luego empez a nevar y no conseguimos dar con vosotros. Slo Tragar
tuvo fuerzas para continuar la bsqueda.
Hemos viajado durante varias lunas aadi Bakan. Por lo menos, ms de
dos. No pensbamos que nuestro viaje se prolongara tanto.
En su voz haba tambin una gran tristeza, pero su rostro surcado de arrugas
mostraba una sonrisa de satisfaccin por haber hallado a Zena y estar todos reunidos.
Cmo descubristeis que yo estaba aqu? pregunt Zena.
Su tono de incredulidad hizo que los nios rompieran a rer, un sonido que a ella
le pareci el ms maravilloso que haba odo nunca.
Conar sonri y abraz a su hermana.
Lilan les dijo dnde te encontrabas respondi Conar con orgullo. Te oy
comentar tu sueo.
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Lilan, que no haba apartado los ojos del rostro de su amado Conar desde que
haban entrado en la cueva, se volvi hacia Zena y dijo con suavidad:
Lamento haber escuchado vuestra conversacin, Zena. No era mi intencin.
Te agradezco que hayas conducido a los otros hasta aqu, Lilan contest Zena
con sinceridad. Todos te damos las gracias, incluso la Madre.
En aquel momento Menta emiti un sonido entrecortado y Zena temi que su
estado hubiera empeorado. Pero al acercarse comprob que la mujer sabia haba
abierto los ojos, y stos mostraban un gran asombro.
Los bisontes. Menta yaca en posicin supina y al abrir los ojos lo primero que vio
fue los bisontes que aparecan dibujados en el techo.
Los otros alzaron la vista y al ver la esplndida obra de Conar lanzaron un grito de
admiracin. A la luz oscilante de las llamas, los bisontes parecan deslizarse a travs
de los muros de la cueva con saltos largos y precisos.
Los ha dibujado Conar dijo Zena para dar las gracias a los bisontes por
haberme salvado la vida. Haba perdido mis tiles y mis pieles en el ro y ellos me
procuraron calor durante la noche. Luego, el corpulento individuo de la otra tribu me
rescat y me condujo hasta Conar, que se hallaba en esta cueva.
Todos comenzaron a hacer mil preguntas a Zena, deseosos de conocer el resto de
la historia. Zena dej que Conar las respondiera mientras ella atenda a Menta; le
frot las manos y los pies al igual que haba hecho Conar con ella. Al cabo de unos
instantes vio un espasmo de dolor en el rostro de Menta, lo cual significaba que haba
empezado a recuperar la sensacin del tacto. Al mismo tiempo, su respiracin se hizo
ms acompasada.
En mi sueo aparecan unos bisontes dijo Menta en un susurro, pero no
comprend su significado. Los caminos de la Madre son inescrutables aadi con
voz ms firme, pero siempre acertados. La Madre ha salvado a Zena y nos ha
conducido hasta ella.
No has visto a Tron por estos parajes? pregunt Katli. Su voz ronca y
profunda rompi el momentneo silencio.
Tron? repiti Zena, perpleja. Pero... pero si est muerto.
No, no ha muerto contest Lune al tiempo que se acercaba a Zena y la miraba
a los ojos. sa es una de las razones por las que hemos venido aqu. Para
informarte de que no mataste a Tron. Est vivo, aunque malherido. Nevilar lo vio un
par de veces aunque luego desapareci. Temamos que intentara buscarte, y por ello
queramos que supieras que no lo habas matado.
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Zena sinti un profundo alivio. Desde el aciago da en que haba golpeado a Tron
con una piedra, los remordimientos no haban dejado de atormentarla. Ahora al
menos saba que no lo haba matado.
Pero su alegra se evapor al instante para dar paso a un terrible sentimiento de
responsabilidad. Si Tron estaba vivo, era capaz de seguir haciendo dao. Zena se
lamentaba de no haberle enseado la diferencia entre el bien y el mal, tal como le
haba pedido la Madre. Tron posea un carcter violento que nada ni nadie sera
capaz de modificar. Estaba segura de ello. Y eso significaba que la visin de Menta
poda cumplirse.
Al recordar las imgenes de forma tan ntida y cruel como cuando Menta se las
haba relatado, Zena sinti un escalofro. Era preciso hallar el modo de detener toda
aquella violencia.
Los otros guardaron silencio, preocupados por la angustia que expresaba el rostro
de Zena. Saban que no podan ayudarla.
Al cabo de unos momentos Lilan se acerc a Zena y dijo, acaricindole le mano:
Me alegro de que Tron no est muerto, porque gracias a ello hemos vuelto a
reunimos todos.
Nos alegramos de haberte encontrado aadi Nevilar con timidez.
Zena observ que la madre de Nevilar haba apoyado la mano sobre el brazo de su
hija mientras sta hablaba. Quiz los problemas de Nevilar haban dulcificado el
carcter de su madre.
Estoy muy contenta, ms de lo que podis imaginar, de teneros aqu
respondi Zena, emocionada. Lilan tiene razn. Al menos el hecho de que Tron
siga vivo ha propiciado que nos reunamos de nuevo. Esto es lo ms importante.
No obstante, Zena saba que tendra que digerir lentamente aquella nefasta noticia.
Con el tiempo y la ayuda de la Madre, comprendera lo que deba hacer.
Tan pronto como la tormenta ces, Bakan, Katli y los dems cazadores salieron en
busca de Gunor para mostrarle sus lanzas. Queran ayudar al hombre que haba
salvado la vida de Zena. sta les haba hablado sobre el mtodo que utilizaba la otra
tribu para cazar y sobre la herida de Pulot, y deseaban impedir que Gunor y sus
gentes sufrieran ms percances.
Gunor prest gran atencin mientras le enseaban cmo deba arrojar la lanza
desde una plataforma especial. Despus de practicar varios das y dada su
corpulencia, aprendi a arrojar la lanza con ms fuerza y habilidad que nadie. A
cambio, l les ense a confeccionar los artilugios que se calzaban para no hundirse
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Los crculos de
en la nieve. Al poco tiempo ambas tribus empezaron a cazar juntas y entre todos
consiguieron reunir numerosas pieles de reno y una buena provisin de carne, que
sepultaron en un agujero que haban practicado en la nieve a fin de que se congelara.
Juntos celebraron tambin el xito de la caza y dieron las gracias a la Madre por su
generosidad.
Lo que ms alegraba a Zena era el hecho de que los nios no tuvieran que
participar en la caza. Al principio, los dos chicos protestaron por ser excluidos de una
actividad que les diverta mucho. Pero al poco tiempo empezaron a jugar con los
otros nios, arrojndose bolas de nieve unos a otros y deslizndose por las cuestas
sobre viejos pellejos, lo cual les pareci ms divertido que cazar.
Zena sonri satisfecha. Ahora su nica preocupacin era Menta. Se preguntaba si
sta volvera a caminar y se recuperara del todo. Sus pies se haban helado. Pero
aunque el fro haba lastimado su cuerpo, no haba conseguido daar su espritu.
Segua teniendo un espritu indmito y estaba ansiosa por saber todo cuanto les
haba sucedido a Zena y a Conar. Lo que ms le interesaba eran las cuevas y los
tneles subterrneos de los que le haba hablado Zena. sta trat de describir la
magnfica caverna repleta de estalactitas y estalagmitas, la oscuridad de los tneles y
el temor que sintieron cuando se les apagaron las antorchas. Asimismo, le habl de
su tristeza por no haber encontrado todava el espacio abierto donde la aguardaba la
Madre.
Yo tambin presiento que la Madre nos aguarda en las cuevas dijo Menta.
Cuando sea el momento, ella nos mostrar el camino. Hasta entonces, debes tener
paciencia.
En aquel instante la silueta de Gunor se perfil en la entrada de la cueva; buscaba
a Bakan y a los otros cazadores. Zena se apresur a ponerse en pie para saludarlo.
Dile a Gunor que se acerque pidi Menta a Zena. Ahora que puede
comprender mis palabras, me gustara darle las gracias por todo lo que l y su tribu
han hecho por ti, por todos nosotros.
Las dos tribus haban pasado mucho tiempo juntas aprendiendo sus respectivos
lenguajes para as comunicarse verbalmente. Al fin lo haban logrado, aunque a
Gunor y su gente todava les costaba pronunciar algunas de las palabras que
empleaban Zena y los suyos.
Cuando Gunor se acerc a Menta, sta lo observ con gran atencin. Tal como
haba comentado Zena, su rostro reflejaba una gran bondad y al mismo tiempo una
honda tristeza, casi como si asistiera de forma permanente a la muerte de un ser
querido.
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Puede que se sea el motivo de que muchas de las mujeres mueran de parto
respondi Zena con pesar. Gunor dijo que haba pasado ms de un ciclo completo
de estaciones. Debe de estar muy triste por haber perdido a su compaera.
No hemos podido ayudarla confes Zena a Gunor cuando ste se acerc para
ver lo que haba ocurrido. Slo conseguimos mitigar sus dolores. Lo lamento. Al
menos el nio est vivo.
Gunor asinti con tristeza. Ni siquiera Zena, pese a su magia, poda ayudarle a
superar el dolor. Las gentes de su tribu sufran un defecto que impeda que los nios
nacieran con normalidad, y nadie era capaz de resolver aquel problema. Dentro de
poco todas las mujeres de la tribu habran muerto y sta se extinguira, pues sin
mujeres era imposible crear nuevas vidas.
Curiosamente, fue Nevilar quien logr consolar a Gunor. Zena se dio cuenta de
que la joven haba cambiado. Los das que haba pasado en el Ekali con las otras
mujeres haban suavizado su carcter y al mismo tiempo le haban dado una nueva
fuerza; ahora pareca sentirse lo bastante segura de s misma para ayudar a los otros
sin salir ella perjudicada. A buen seguro, el hecho de que su madre hubiera dejado de
criticarla en todo momento haba contribuido tambin a mejorar su carcter.
Nevilar no habl con Gunor, sino que se limit a sentarse junto a l y apoyar la
mano con suavidad sobre su brazo. Se senta atrada por aquel individuo corpulento
y bondadoso, y no quera dejarlo solo en su dolor. Lo ayud a coger unas ramas
llenas de frutos marchitos, pues no haba flores, para depositarlas sobre el cadver de
su compaera. Segn le explic, era costumbre en su tribu enterrar a los muertos en
un lugar cercano al refugio, y cubrirlos de flores. Luego, entre los dos cavaron un
agujero en la nieve y enterraron en l los restos de la joven.
Durante las semanas siguientes, Zena se fij en que Nevilar y Gunor paseaban
juntos con frecuencia. Cuando sta le confes que haba copulado con l, Zena no se
asombr. Le pareca una solucin excelente. Slo quedaba una mujer en la tribu de
Gunor, y era demasiado vieja para copular.
Zena suspir. No haba pensado nunca en copular con Gunor. De un tiempo a esta
parte no tena deseos de practicar el akat, pues ya no disfrutaba copulando, ni
siquiera con Conar. Desde que Tron la haba violado se senta distinta, como si su
cuerpo no le perteneciera. Era difcil describir lo que senta. Haba tratado de
explicrselo a Conar, y l se haba mostrado afectuoso y comprensivo, pero Zena no
crea que nadie, ni siquiera Conar, fuese capaz de entender lo que ella senta.
Quiz se debiera tambin al salvaje ataque de Tron el hecho de que Zena no se
alegrara de estar preada, y que no hubiera hablado de ello con Lune y Menta.
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Menta tambin comprendi esas cosas, pero de forma distinta. Lo supo a travs
de sus visiones. Al igual que yo, no habl de ello con nadie, pues las visiones le
dejaron entender que si rompa su silencio las personas sufriran y se produciran
grandes tragedias. La Madre le advirti que no deba hablar de ello con nadie, pues si
lo haca todo el mundo padecera las consecuencias. Pero Menta adivin que yo lo
saba, al igual que yo adivin que ella lo haba descubierto.
Lune se detuvo unos momentos para poner sus pensamientos en orden, mientras
Zena aguardaba impaciente la continuacin del relato. Presenta el final. Haca
tiempo que lo intua, pero no haba querido reconocerlo.
A lo largo de los aos continu Lune, comprend que era ms fcil que se
creara una nueva vida cuando el akat se produca a mitad del ciclo entre una
hemorragia y la siguiente. Por este motivo Menta y yo llevbamos a las jvenes, como
t y Nevilar, al Ekali cuando la luna estaba en cuarto creciente. Queramos que os
desarrollarais y os hicierais ms fuertes antes de parir un hijo y cuidar de l.
En el rostro de Lune se dibuj un espasmo de dolor. Hablar de aquel tema en
general resultaba fcil, pero hablar de lo que significaba con relacin a Zena era muy
duro. Al fin continu con voz apenas audible:
Fue por esa poca cuando Tron penetr a hurtadillas en el Ekali y te viol. Por
eso tema por ti, y ahora nuestras sospechas se han confirmado...
Lune se detuvo, incapaz de proseguir.
Por eso debes saber la verdad dijo Menta con los ojos fijos en los de Zena,
aunque te duela. Es preciso que la sepas.
Zena se qued atnita, incapaz de articular palabra. Se sinti como si alguien le
hubiera asestado un puetazo en el pecho y se le hubiera cortado la respiracin.
Saba que lo que Lune le haba contado era cierto. No era el rbol, ni las estatuillas
sagradas, lo que originaba la vida, como ella misma haba intentado creer; era el akat,
el don de la Madre, lo que haca que nacieran los nios.
De pronto todo cobraba sentido: la sensacin de tristeza que haba experimentado,
la angustia. Tron haba depositado en ella su semilla, y ella deba cuidar de la criatura
y ayudarla a nacer. Luego deba amamantarla, observar cmo creca y se
desarrollaba, sin que jams la abandonara el recuerdo de que Tron la haba violado,
de que su violencia formaba parte de ella y nunca conseguira olvidarla.
Zena sinti de pronto que un arrebato de ira irrumpa a travs de su dolor.
No! grit. No quiero parir una criatura engendrada por l! Por qu ha
tenido Tron que hacerme eso? No quiero nada suyo en mi cuerpo ni en el de mi hijo!
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Todos los nios son obra de la Madre dijo Menta con suavidad, y por eso la
Madre no desea que hablemos de este tema. Es una cuestin tab; Ella teme que la
gente considere a sus hijos algo propio, cuando en realidad pertenecen a la Madre,
pues en tal caso ya no necesitaran a la Madre, sino que asumiran ellos mismos su
poder.
Zena no quiso escuchar ms. Apartando bruscamente a Lune, que trat de
detenerla, sali corriendo del refugio. No quera or hablar de la Madre, pues Ella
haba permitido que le ocurriera esta tragedia. No deseaba or nada, excepto que la
Madre la librara de aquella insoportable carga.
Menta y Lune se miraron preocupadas.
Es injusto dijo Lune. La pobre Zena ha sufrido mucho.
Ella es fuerte respondi Menta con aire grave. Por eso la Madre la ha
elegido. Es posible que a travs de esta prueba Zena halle el medio de ayudarnos.
Pronto todos sabrn lo que nosotras hemos descubierto. No podemos ocultarlo por
siempre. La mayora de los hombres reaccionarn como es debido, pues el hecho de
saber que nos ayudan a crear vida nueva har que se sientan ms compenetrados con
la Madre. Pero otros, no. Creern que son ellos, no la Madre, los dueos de la Tierra y
de todo cuanto hay en ella. Entonces empezarn los sufrimientos, y las mujeres
seremos las ms perjudicadas.
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Captulo 25
Tron cerr los ojos y escuch con atencin. Haba comprobado que si finga
dormir, las mujeres se expresaban como si l no estuviera all. Ese mtodo le haba
permitido enterarse de muchas cosas. No obstante, an haba muchas cosas que
desconoca, aunque haca casi tres lunas que haba encontrado aquel lugar. Al
principio no comprenda nada, pues las gentes que haba encontrado all empleaban
un lenguaje distinto. Pero luego, poco a poco, haba empezado a entender lo que
decan. Los nios le haban ayudado, sealando a las personas y los objetos que
nombraban y hacindole repetir las palabras. A Tron le enojaba que unos nios le
dieran lecciones, pero haba disimulado su enojo. Saba que era preciso que
aprendiera el lenguaje de la tribu si pretenda comprender el misterio que encerraba
el akat, sobre el que no cesaban de hablar las mujeres. Adems, le gustaban las
costumbres de esas gentes y deseaba quedarse entre ellas.
Las lecciones de Zena le resultaron muy tiles. Esa tribu lo haba aceptado sin
reservas, pues Tron saba mostrarse agradable cuando quera. Nadie sospechaba que
bajo aquella fachada afable y sonriente ocultaba un profundo rencor hacia Zena,
Menta y los otros miembros de su tribu. A veces, sin embargo, Tron se preguntaba si
realmente era necesario ocultar su rencor.
Todos los habitantes de aquel lugar admiraban la violencia. Los hombres se
peleaban entre s, les gritaban a las mujeres y a veces incluso les pegaban delante de
los dems. La primera vez que Tron haba visto a un macho comportarse de esa
forma le haba sorprendido. Pero nadie protestaba, excepto una mujer muy vieja a la
que nadie haca caso.
No obstante, Tron prefera no mostrar sus verdaderos sentimientos hasta tener la
certeza de que eso no le perjudicara. Las costumbres de aquella tribu eran distintas
por completo de las suyas. Aqu, el macho ms fuerte y feroz, de nombre Dagon, era
el lder. Los otros lo escuchaban con respeto cuando l hablaba y nadie se atreva a
desobedecerlo. No exista ninguna mujer sabia ni ninguna curandera. Esas gentes
jams se referan a la Madre, a la creadora de vida. Al principio Tron crey que la
llamaban diosa, como a veces hacan los miembros de su propia tribu, pero luego
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Al pasar junto a Tron le dirigi una mirada de deseo que hizo que ste se excitara.
Hasta aquel momento, Tron se haba sentido demasiado dbil para pensar en copular
con una mujer, pues el len lo haba dejado malherido. Pero Veeta le hizo recobrar las
ganas de practicar el akat y decidi poseerla de inmediato, aunque tuviera que
enfrentarse a todos los hombres de la tribu.
La perspectiva resultaba de lo ms excitante. Una vez que una joven haba sido
adjudicada a un hombre tena que obedecerle en todo, pues ste se converta en su
amo. Al principio esa idea choc a Tron, pero al final comprendi que ello significaba
que la mujer perteneca al hombre, como una lanza o una piel, y que ste poda hacer
con ella lo que le viniera en gana. Incluso poda obligarla a copular con l si ella se
negaba.
Por la mirada que Veeta le haba dirigido Tron dedujo que no sera necesario
forzarla, lo cual hizo que se sintiera un tanto decepcionado. Le complaca mostrarse
rudo con una mujer, y poseerla por la fuerza representaba un goce an mayor.
Durante su viaje se haba conducido as con frecuencia. Cada vez que acampaba cerca
de una tribu, Tron observaba las idas y venidas de las mujeres hasta sorprender a una
de ellas a solas. Entonces se acercaba con sigilo, le tapaba la boca con la mano para
que nadie oyera sus gritos y la forzaba. Algunas mujeres estaban demasiado
asustadas para tratar de gritar pero otras se defendan como fieras, lo cual complaca
a Tron.
Tron decidi que cuando recuperara las fuerzas tratara de forzar a una de las
mujeres de la tribu de Dagon. Saba que aunque las mujeres no deban practicar el
akat con ningn hombre, excepto con aqul al que haban sido adjudicadas, los
hombres eran admirados por copular con tantas mujeres como pudieran. Si
descubran a una mujer copulando con un hombre que no era su amo, la azotaban sin
piedad; sin embargo, un hombre rara vez era castigado, aunque poseyera a la mujer
de otro hombre o incluso la violara. Tron sonri. Era un sistema muy curioso, pero no
por ello dejaba de gustarle.
Unos das ms tarde Dagon pregunt a Tron si se senta lo bastante fuerte para
luchar. Al darse cuenta de que lo observaban los otros hombres, Tron se levant de
un salto, lanza en mano. Pero no era con esos hombres con quienes Dagon quera que
luchara, sino con los hombres de otra tribu que se dedicaban a matar renos en la zona
donde cazaban Dagon y su gente.
Al or las conversaciones de los hombres sobre la batalla que se avecinaba, Tron
comprendi el significado de la palabra territorio. Al parecer, una parte de la zona
circundante perteneca a la tribu de Dagon, del mismo modo que una mujer
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copular con l! Ningn hombre puede poseer a una mujer hasta que sta le ha sido
concedida. Soy tu hija, merezco un trato ms respetuoso!
Dagon se acerc a Tron y dijo:
Si no fueras un extrao, te matara por lo que has hecho. Yo, el jefe de esta tribu,
te dir cundo puedes poseer a Veeta. Ella es mi hija, superior a las dems mujeres.
No conozco vuestras costumbres le respondi Tron con humildad. Dime lo
que debo hacer. Deseo reclamar mis derechos sobre Veeta, pues t me concediste a tu
hija.
Es cierto dijo Dagon, ya en un tono ms conciliador. Despus de la prxima
cacera, cuando demuestres una vez ms que eres capaz de matar un animal, podrs
poseerla.
Tron aguard impaciente a que Dagon anunciara la cacera. Hubiera preferido
perseguir solo a un animal, pero Dagon insisti en que deba cazarlo en presencia de
los otros para que nadie tuviera la menor duda acerca de su hazaa. Aunque a Tron
le enoj esa decisin, la palabra del jefe prevaleca sobre la suya.
Por fin, Dagon anunci que haba llegado el momento oportuno para que Tron
demostrara de nuevo su valor. Mientras se preparaba, vio que dos hombres lo
observaban con gran recelo. Dagon tambin lo advirti.
Esos hombres no intentarn arrebatarte a Veeta dijo a Tron en tono jovial,
pues son sus hermanos. Pero si haces dao a mi hija, se vengarn.
Tron ech a andar sin hacer caso de las miradas poco amistosas de los dos jvenes.
Les demostrara que l, Tron, era mejor cazador que nadie, incluso que Dagon.
Cuando lleg al lugar donde se hallaba la manada de renos vio a un viejo macho de
poderosa cornamenta, que pastaba alejado de sus compaeros; su aspecto era ms
dbil que el de sus compaeros, como si se hubiera enzarzado en numerosas luchas
con otros machos.
Tron se acerc con sigilo al viejo macho, casi conteniendo la respiracin para que el
animal no detectara su presencia. Al verse sorprendido, el viejo reno trat de huir,
pero Tron le clav la lanza en el cuello. El animal consigui escapar, pero Tron saba
que lo haba herido de muerte. No tuvo que perseguirlo durante mucho rato. Cuando
le dio alcance, el reno, que se hallaba postrado en el suelo, se defendi agitando las
patas y los cuernos. Tron esper a que se le agotaran las fuerzas para precipitarse
sobre l y hundirle una lanza ms corta en el pecho. El reno le asest una patada en el
brazo, pero no le hiri.
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Antes de que Veeta lograra protestar, Tron la oblig a tumbarse boca abajo y le
alz las nalgas para penetrarla por detrs. Era su postura de akat preferida, la forma
en que se apareaban los animales. Veeta emiti un grito de asombro pero Tron
empez a moverse dentro de ella de forma rpida y salvaje, disfrutando al verla
indefensa, incapaz de resistir sus furiosas embestidas, restregando su rostro y sus
pechos contra la tierra. La tensin fue en aumento hasta que, con un ltimo y
espasmdico movimiento, Tron eyacul y se desplom sobre el cuerpo de su
compaera.
Veeta se apart bruscamente de l, temblando de rabia. Tron la mir sorprendido.
Quizs en esta tribu no practicaban el akat de ese modo. Nevilar nunca haba opuesto
resistencia, sino que pareca gozar hacindolo en esa postura. Veeta, sin embargo,
estaba furiosa; pero tanto si le gustaba como si no, ahora perteneca a Tron y ste
estaba autorizado a hacer con ella lo que le viniera en gana.
Eso lo hacen los animales protest Veeta. No debes hacerme eso a m, la hija
de Dagon. Quiz puedas hacerlo con una mujer de inferior categora, a quien no le
importe que la traten como a un animal, pero a m no. Se lo contar a mis hermanos,
y tambin a mi padre.
Yo puedo hacer contigo lo que me plazca replic Tron tranquilamente al
tiempo que cerraba los ojos para no ver la expresin de ira de su compaera.
De pronto percibi un ruido y al abrir los ojos vio que Veeta se hallaba de pie junto
a l y sostena una piedra en las manos. Tron le agarr la mueca para impedir que lo
golpeara y en aquel momento record de nuevo el episodio que haba ocurrido haca
mucho tiempo. Pero esta vez en lugar de esfumarse al instante, las imgenes
adquirieron plena nitidez en su mente: era Zena quien se haba resistido a l con
todas sus fuerzas. Tron la haba forzado en el Ekali, para vengarse de ella, y ella lo
haba golpeado en la cabeza con una piedra.
De modo que haba sido Zena quien lo haba golpeado. A Tron le resultaba
inconcebible que una mujer fuera capaz de causarle una herida de tal magnitud. Pero
de pronto, mientras experimentaba cmo creca su odio hacia Zena, Menta y hacia los
otros por haberlo engaado y maltratado durante tanto tiempo, se le ocurri algo que
lo dej estupefacto: tal vez Zena se hubiera quedado preada y estuviera a punto de
parir su hijo. El hijo de Tron, no de ella; era de l, y no parara hasta arrebatrselo.
Tron apenas prest atencin a la furiosa andanada que le solt Veeta, ni tampoco a
sus amenazas. La joven jur que hara que sus hermanos lo azotaran por haber
abusado de ella, y tratarla como si fuera un animal. Ella era Veeta, la hija de Dagon, y
no estaba dispuesta a tolerar que ningn hombre la maltratara de aquella forma. Tron
no asimil lo que Veeta le haba dicho hasta que sta sali de la choza y se puso a dar
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voces. Entonces meti unos trozos de carne en su bolsa, cogi unas pieles y unas
lanzas y se dirigi con pasos sigilosos hacia el bosque. Nadie le vio atravesar el claro
y penetrar en el bosque. Haba anochecido y los otros estaban sentados alrededor del
fuego, deliberando sobre lo que haran con l.
Es preciso castigarlo por lo que ha hecho oy decir a uno de los hombres.
Violar a la hija de Dagon exige venganza.
Yo mismo estoy dispuesto a matarlo contest otro hombre. Es posible que
Tron sea un buen cazador, pero no pertenece a esta tribu. No es uno de los nuestros.
Tron supuso que el ltimo en hablar haba sido uno de los hermanos de Veeta; le
resultaba absurda la idea de que alguien estuviera dispuesto a matar a un hombre
por haber practicado el akat de esa forma. Pero quiz su delito consista en haberlo
hecho con la hija del jefe de la tribu, a la que se consideraba superior al resto de las
mujeres; o tal vez no queran a un extrao entre ellos y utilizaban ese pretexto para
liquidarlo. En cualquier caso, Tron no deseaba permanecer all ni quera saber nada
de Veeta. Saba que sta slo le traera problemas, por otra parte, no estaba dispuesto
a dejarse gobernar por Dagon.
Con movimientos silenciosos, como un animal, se desliz entre los rboles.
Aunque no crea que empezaran a buscarlo hasta el cabo de un buen rato, procur
ocultar sus huellas. No estaba dispuesto a dejarse matar por el hermano de Veeta ni
por ningn otro hombre, pues tena cosas demasiado importantes que hacer. En
primer lugar deba hallar a Zena. Si sta para a su hijo, no dudara en arrebatrselo.
A fin de cuentas le perteneca, pues l le haba dado la vida.
II
El nio, Rofal, propin un bofetn a su hermanita cuando sta salt de una roca y
aterriz de forma accidental sobre l. Zena le cogi la mano y dijo con voz firme:
Mrame, Rofal.
El nio obedeci de mala gana.
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le haba dicho que no deban seguir ocultndoselo a la tribu, pues estaba prximo el
momento en que todo el mundo lo sabra.
Algunos se haban quedado pasmados, pero otros haca tiempo que lo
sospechaban. Bakan haba sonredo cuando Menta tom la palabra; cuando Lune le
pregunt el motivo, l haba sealado primero el cabello plido de Lune, luego el
suyo, y haba indicado que el color azul de los ojos de ambos era idntico.
Lo he sabido desde hace aos comunic Bakan al resto de la tribu, pero
guard silencio por temor a que algunos hombres trataran de retener a una mujer en
exclusiva para ellos, a fin de impedir que sta tuviera hijos de otros hombres. En tal
caso, habramos olvidado que el propsito del akat es el placer y mantener la paz
entre la tribu.
Yo tambin lo saba confes Katli, por haber observado a los animales. A
veces puede apreciarse el parecido entre un lobezno y un lobo adulto, el macho
elegido por la hembra que es la jefa de la manada. Los otros machos aceptan su
decisin y no se pelean entre s, sino que colaboran en el cuidado del lobezno. Pero
entre los renos, los machos se pelean de forma constante para aparearse con las
hembras e impedir que otros machos accedan a ellas. Como saba que nosotros no
desebamos vivir de esta forma, decid no hablar de ello con nadie.
Debemos evitar que los hombres nos peleemos entre nosotros para impedir que
otros copulen con nuestra compaera agreg Krost con vehemencia. Las mujeres
deben seguir siendo quienes decidan cundo y cmo desean practicar el akat. Pero al
mismo tiempo deben satisfacer a todos los hombres, para evitar que algunos se
sientan despechados y se originen conflictos en la tribu, aunque sea una tribu tan
pacfica como sta.
Es preferible que sigamos comportndonos como hemos hecho siempre, hasta
recibir rdenes de la Madre dijo Menta. Segn me ha comunicado Ella misma,
no es malo que sepamos de dnde provienen los nios, slo es malo si los hombres
abusan de ese conocimiento, como hacen los hombres del norte que ha descrito
Gunor.
Gunor asinti.
Las gentes del norte no conocen a la Madre dijo. Los hombres creen que son
ellos quienes crean una nueva vida en el vientre de las mujeres, y se pelean entre s
por la posesin de una mujer. Tratan a las hembras con brusquedad, las obligan a
practicar el akat y a veces incluso llegan a golpearlas. No me gustan sus costumbres.
Zena comprendi de pronto que Tron era como esos hombres del norte. Si se
enterara de que el akat contribua a crear una nueva vida, se peleara con otros
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hombres por el derecho a copular con una mujer y tratara a las hembras con mayor
brutalidad que antes. Quiz llegara incluso a convencerse de que los nios
pertenecan al macho y no a la Madre.
Al imaginar el rostro de Tron, brutal y rebosante de satisfaccin, como despus de
haberla atacado en el Ekali, Zena se estremeci y ahuyent esa imagen de su mente.
Tron no poda volver a hacerles dao; haban transcurrido ms de diez ciclos de
estaciones desde su fuga. A buen seguro se hallaba muy lejos, o quizs haba
perecido. Pero haba muchos hombres como l, segn haba explicado Gunor, unos
hombres que desconocan el significado del amor o la ternura, que slo admiraban a
los individuos tan violentos como ellos mismos y que alentaban a otros a violar a las
mujeres y a matar.
Unas terribles imgenes acudieron a su mente, imgenes de unos hombres
brutales que violaban a mujeres, incluso a nias, por ms que stas gritaran y
suplicaran. Zena observ horrorizada cmo los vientres de esas mujeres se hinchaban
al quedarse preadas de esos salvajes. Vio cmo al cabo de un tiempo aquellas
mujeres paran y acunaban a sus hijos dulcemente en sus brazos. Pero tan pronto
como los nios eran capaces de andar, los hombres se apoderaban de ellos y se los
llevaban lejos mientras las madres lloraban desesperadas. Oy a los hombres gritar
unas palabras que ella no conoca, aunque comprenda su significado: Es mo! Es
mi hijo!Unas gruesas lgrimas comenzaron a deslizarse por el rostro de Zena, que
sacudi la cabeza con energa para librarse de aquellas espeluznantes imgenes.
Rofal observ a su madre con una mezcla de curiosidad e inquietud. Zena lo
abraz y, por una vez, el nio no trat de apartarse. Luego abraz tambin a su hija,
Zena, cuyo semblante dejaba traslucir un profundo pesar. Madre e hija estaban tan
unidas que la pequea senta las alegras y el dolor de su madre como si fuera ella
misma quien lo experimentara.
Os gustara ir a las cuevas en busca de Conar y Lilan? pregunt Zena a sus
hijos.
Los nios asintieron con entusiasmo y al instante se olvidaron de su inquietud y
pesar. Zena cogi unas lmparas y los condujo a travs del laberinto de tneles hasta
la cueva donde Conar y Lilan se hallaban pintando. Gunor les haba enseado a
confeccionar unas lmparas con ayuda de grasa animal y una mecha elaborada con
musgo, que colocaban en un recipiente de piedra como los que haba visto Zena el
da que cur a Pulot. Las lmparas ardan despacio y duraban mucho ms que las
antorchas que utilizaban antes, lo cual les permita explorar buena parte de los
oscuros pasadizos y cavernas que se ocultaban bajo los escarpados riscos.
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Asimismo, las lmparas permitan a Conar y Lilan pintar incluso en las cuevas
ms tenebrosas. Los dibujos que Conar haba realizado en la enorme cueva donde
vivan haban empezado a deteriorarse. Si pretenda que los bisontes vivieran por
siempre, tal como se haba propuesto, deba pintar sus vividas formas en unas
cavernas subterrneas, donde ni el sol ni la lluvia ni el humo de las fogatas lograran
borrar sus hermosas lneas. En esos lugares protegidos apenas penetraba el agua de
la superficie y la temperatura no variaba nunca, ni siquiera cuando haca mucho fro.
Zena observ cmo Conar y Lilan situaban las manos de los nios contra el muro
de la cueva y vertan pintura sobre ste a travs de una caa delgada, para as obtener
las siluetas perfectas de aqullas. A los nios les encantaba ese juego y queran cubrir
todos los espacios vacos. Hasta Rofal disfrutaba con ello y por unos momentos
dejaba de reclamar la atencin de su madre.
Aprovechndose de su momentnea libertad, Zena cogi una lmpara y anduvo a
travs del angosto pasadizo que daba acceso a otra cueva. sta constitua el hogar de
la Madre, un lugar que le ayudaba a recobrar su paz de espritu.
Conar y Zena haban descubierto aquella caverna poco despus de que llegara el
resto de la tribu, como si la Madre hubiera aplazado el hallazgo hasta aquel
momento. En cuanto entraron en la cueva se haban quedado pasmados ante el poder
que emanaba de ella, tan fuerte y vigoroso como un rayo. Al comprobar que la cueva
tena la forma de un crculo de piedras, comprendieron que Menta estaba en lo cierto:
la Madre no slo aguardaba a Zena en las colinas, sino que, en la intimidad de ese
lugar sagrado, los aguardaba a todos ellos.
Zena y Conar haban ido corriendo en busca de los otros. Zena sonri al recordar
que Krost y Tragar haban transportado a Menta hasta el estrecho pasadizo, pues
entonces an le costaba caminar. Luego, Zena la haba conducido, a gatas, a travs del
tnel y haba observado cmo los ojos de la mujer sabia se llenaban de lgrimas ante
la visin de la maravillosa cueva. Zena se haba sentido en aquellos momentos tan
conmovida como Menta, quien no sola demostrar sus emociones.
Este es el hogar de la Madre, el lugar donde naci les haba dicho Menta. Es
un gran honor para nosotros que nos haya conducido hasta aqu.
Luego haba sealado un crculo de piedras, ms reducido, que se hallaba en un
lado de la caverna y en el que Zena no haba reparado.
La propia Madre coloc ah esas piedras haba aadido Menta.
Zena asinti. Daba la impresin de que las piedras hubieran sido colocadas all a
propsito, pero eran tan grandes que ningn ser humano, hombre o mujer, habra
sido capaz de transportarlas hasta all. El espacio de tierra arenosa que encerraba el
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crculo era lo bastante amplio para dar cabida a todos los miembros de la tribu. A
travs de una grieta en las rocas, al otro lado de la cueva, se filtraba una luz que
incida sobre el espacio circular, como para asegurarles que eran bienvenidos. La luz
se reflejaba sobre un riachuelo; ste discurra por el centro de la caverna e iluminaba
la opaca superficie de una charca negra y profunda que se hallaba al otro lado de la
misma, y cuyas aguas no mostraban el menor movimiento.
Los otros haban entrado detrs de Menta, inclinando de forma instintiva la cabeza
y luego alzndola hacia el techo abovedado, como hacan siempre que penetraban en
un crculo de piedras. Este crculo tena un especial carcter sagrado, pues lo haba
creado la propia Madre. En ese lugar ella era diosa rebosante de poder y energa, en
la misma medida que Madre, con su infinita compasin. Su presencia inspiraba a
todos un profundo respeto.
Zena permaneci sentada en silencio y sinti cmo el espritu de la Madre llenaba
su cuerpo y su mente, borrando las terrorficas imgenes que haba visto antes en su
imaginacin. Aunque saba que stas eran ciertas, aqu, en la casa de la Madre, tan
slo era consciente del prodigioso misterio de su presencia. El espritu de la diosa era
ms potente en este lugar que en cualquier otro. Aqu, en el crculo de piedras
sagrado que haba creado la Madre para ellos, Menta convocaba los consejos y
presida las ceremonias con las que celebraban un nacimiento o una muerte, la caza
de un animal o la llegada de las lluvias. A medida que ejecutaban los ritos una y otra
vez, las voces alzadas a coro, las mentes abiertas para recibir las palabras de la
Madre, el poder del lugar haba ido en aumento, hasta el punto de que incluso el
nio ms pequeo de la tribu era capaz de sentir su energa, como una pulsin que
brotara de las piedras sagradas para penetrar en sus cuerpos, unindolos a la diosa
mientras hablaban con ella y escuchaban su voz.
Zena suspir. Era maravilloso haber encontrado aquel lugar rebosante del espritu
de la Madre, pero todava no haba hallado el espacio abierto que haba visto en
sueos. No obstante, estaba segura de que uno de los pasadizos la conducira a l, a
las colinas.
Unas voces interrumpieron sus reflexiones. Conar y Lilan le informaron de que
llevaran a los nios con ellos cuando salieran en busca de agua y comida. Zena se
alegr. De este modo tendra oportunidad de establecer una ntima comunicacin
con la Madre. Tambin se alegraba de sentir de nuevo la dicha que le inspiraba la
presencia de la Madre. Durante mucho tiempo, a raz del descubrimiento de que
Tron haba contribuido a crear una nueva vida en su vientre, haba experimentado
tan slo una sensacin de angustia y tristeza que le impedan escuchar en la forma
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Los crculos de
debida a la Madre. Pero su corazn haba recobrado la alegra, y era Conar quien la
haba ayudado a recuperarla.
Zena sonri al recordar cierto episodio. Un da, cuando pensaba con tristeza en el
nio que iba a nacer, Conar la haba conducido a otro lugar subterrneo, no lejos de
la inmensa cueva llena de estalactitas y estalagmitas que haban hallado.
Una vez all, Conar haba hecho que se tumbara en el suelo cubierto de musgo y,
con sus suaves y tiernas caricias, haba conseguido eliminar la angustia de su mente y
la haba hecho sentirse pletrica de vida y alegra. Haban permanecido tanto tiempo
en la cueva que las lmparas de piedra se haban apagado, obligndolos a recorrer los
tneles de nuevo en la oscuridad. No obstante, los haban atravesado tantas veces que
los conocan como la palma de su propia mano.
El recuerdo de aquel encuentro amoroso excit a Zena. Aquel da Zena y Conar lo
haban experimentado en todas sus formas imaginables, excepto aquella que
denominaban akate. Pero si su abrazo no haba contenido una pasin febril, s posey
todos los dems ingredientes necesarios. Al principio, al abandonarse al akatele, Zena
haba sentido una infinita ternura. Poco a poco, esa sensacin haba dado paso a la
pausada y profunda sensualidad del akatelo, una sensualidad que fue en aumento
hasta alcanzar un ardor casi insoportable, como las brasas de un fuego que
comienzan a adquirir mayor intensidad hasta convertirse en llamas. Ms tarde,
cuando ambos hubieron descansado un rato, las placenteras sensaciones que
experimentaban los haban conducido al xtasis perfecto del akatalelo, un abrazo tan
espiritual y enriquecedor que cualquiera que lo alcanzara no olvidaba jams. En
aquellos momentos Zena y Conar se haban sentido compenetrados por completo con
la Madre. Por ltimo, mientras rean en la oscuridad de la cueva, haban practicado el
akato, el abrazo carioso y juguetn.
A raz de aquel episodio Zena haba recobrado la serenidad y la alegra de vivir,
recuperando as la idea de que la Madre le mostrara lo que deba hacer. Zena saba
que gracias a Conar, pero tambin al akat, y sobre todo al akatalelo, haba logrado
vencer el dolor que senta en su corazn, pues aquel da, en la cueva, la Madre haba
penetrado en su cuerpo para sustituir el dolor por la dicha.
Aquella sensacin de dicha, clida y vigorosa, no haba desaparecido. Al recordar
aquel da en la cueva, junto a Conar, Zena se sinti como si la Madre penetrara de
nuevo en su corazn. Jams haba sentido su presencia con tanta fuerza. La Madre, la
diosa, estaba dentro de ella, a su alrededor, en todo lo que la circundaba...
Zena se puso tensa ante el presentimiento de que la Madre deseaba comunicarle
algo. Muy pronto hablara con ella, pero esta vez no se referira a la violencia, sino al
akat, as como a algo ms profundo e importante que l. Zena comprendi que la
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Los crculos de
Madre quera hablarle sobre la nueva vida que se creaba a travs del akat, cuando
ella, Madre, lo deseaba. Quera que Zena pensara en ello, que meditara sobre ese
milagro que aportara nueva vida a la tribu.
Zena medit en ello. Ese acto de creacin comprenda varios pasos, todos ellos
perfectos y precisos. En primer lugar, el hombre penetraba a la mujer a travs del
pasadizo, estrecho y resistente, que la hembra ocultaba entre las piernas. En caso de
formarse un nio, ste viva durante muchas lunas en el oscuro pero confortable
tero materno; Zena lo vio flotar de forma plcida en el lquido mientras escuchaba
los latidos del corazn de su madre desde la oscuridad. Vio cmo se desarrollaba da
a da, hacindose ms fuerte y grande, hasta que comenzaba a dar patadas y a
revolverse en un intento de hallar una posicin cmoda en aquel reducido espacio.
Pas otra luna, y el nio se haba hecho tan grande que apenas consegua moverse.
Slo colocndose boca abajo, con la cabeza oprimida contra los huesos de su madre,
consegua adaptarse al pequeo espacio. El nio empezaba a presionar sobre los
huesos que le interceptaban el paso, consciente de que un da tena que salir de all.
Zena vio que el nio se esforzaba en salir del clido tero materno para penetrar
en el mundo desconocido que se extenda ms all de aqul, pero el pasadizo era
muy estrecho. El nio sigui empujando con la cabeza en su intento de huir de aquel
lugar que ya no le ofreca seguridad. La tensin iba en aumento a medida que la
madre trataba de expulsar la dulce carga. Unas feroces contracciones sacudan su
abultado vientre mientras la madre se esforzaba en expulsar al nio, impaciente por
sostenerlo en brazos y sentir su clido cuerpecito contra el pecho.
El dolor flotaba alrededor de la parturienta, penetraba en ella y la obligaba a gritar;
laceraba sus entraas, sus huesos, su piel, pero ella trataba de apartarlo de su mente y
por fin expulsar al nio de su cuerpo. Saba que si no alejaba de s el dolor, si lo
recordaba, sufrira siempre. Era una mujer, y la Madre le haba encomendado la dura
y laboriosa misin de parir un hijo, algo que no estaba exento de peligro. Pero ella era
una mujer, y deba cumplirla. Cuando todo sala bien y el nio naca fuerte y sano, la
mujer experimentaba una dicha y una serenidad incomparables. Haba tambin
poder, en ese bendito acto de creacin, un poder que slo una mujer poda
experimentar. Hecha a imagen y semejanza de la Madre, slo la mujer era capaz de
portar una nueva vida en sus entraas, de notar cmo la criatura se desarrollaba,
cmo se esforzaba en nacer, sabiendo que era gracias a ella, y a la Madre, que el nio
consegua abrir los ojos y contemplar la luz por primera vez.
Zena alz la cabeza y contempl la luz que penetraba en la cueva, una luz que
atraa de forma poderosa su mirada, como si fuera un beb recin nacido. Vio que se
filtraba a travs de una grieta que se hallaba en la parte superior de la roca, frente a
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Los crculos de
ella. Ningn miembro de la tribu haba llegado hasta all, pues para alcanzar aquella
zona de la cueva era preciso atravesar la charca negra y profunda. Ninguno de ellos
quera tocarla. Se trataba de una charca sagrada, pues representaba el tero que haba
dado vida a la Madre, y perturbar su oscura serenidad habra sido como violarla.
El rayo de luz se reflejaba en el centro de la charca. Zena la contempl como si
estuviera hipnotizada; pareca bailar sobre la opaca superficie, sin alcanzar el fondo,
extendindose en un amplio y luminoso crculo. Al fin se levant y se acerc a la
charca, fascinada por la suave luz que brillaba en la superficie del agua. Quiz la
Madre deseaba que la tocara, que sintiera su aterciopelado tacto. Zena se arrodill y
apoy la mano con suavidad sobre la oscura superficie, creando unas pequeas
ondas que se fueron alejando hacia el centro de la charca, donde aguardaba la luz.
Comprendi que deba ir hacia la luz. La Madre deseaba que entrara en el sagrado
tero del que Ella haba salido, quera que Zena sintiera el poder, la dicha del parto
que haba conducido a la Madre hasta ellos.
Con suavidad, Zena introdujo un pie en el agua. Era aterciopelada y clida, y
exhalaba un aroma que ella conoca pero no lograba identificar. Luego introdujo el
otro pie, creando unas ondas que se deslizaron perezosamente hacia el extremo
opuesto de la charca, en direccin al estrecho haz de luz que penetraba del exterior.
Zena estaba convencida de que aquello era una seal. La respuesta que buscaba se
encontraba all, ms all de la charca, en el lugar de donde provena la luz.
Zena avanz un paso y luego otro. Despacio, el agua que la rodeaba fue
adquiriendo mayor profundidad. Pero no sinti ningn temor, slo una sensacin
parecida al xtasis. Las oscuras aguas la envolvan, la abrazaban como si la hubieran
estado aguardando. Sonri, gozando de aquella sensacin de suavidad. De pronto
reconoci el aroma que haba percibido antes. Era el olor de su propio cuerpo, de los
fluidos que brotaban de l cuando abrazaba a un hombre durante el akat.
Zena comprendi de pronto que la charca no slo era el tero que haba acogido a
la Madre, sino que era tambin obra de sta. La Madre haba nacido de s misma,
pues lo representaba todo. La Madre haba creado la profunda charca negra al mismo
tiempo que sta la alimentaba, haba creado la cueva sagrada que constitua su hogar
y todo lo que ellos conocan; Tierra, cielo y cuanto exista en ellos. La Madre haba
nacido de ellos, de su propia creacin, y deseaba que Zena experimentara su
nacimiento. Como una criatura que se haba hecho demasiado grande para
permanecer en el vientre de su madre, Zena deba abrirse camino a travs de las
oscuras aguas hasta la luz. La Madre le hablara a travs de la luz, y ella deba llegar
all para escuchar su voz.
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Zena lo comprendi a travs de los ojos, los odos, la piel, dejando que ese
conocimiento penetrara en su cuerpo, su corazn y su mente. Ahora era suyo,
formaba una parte integrante de su ser, y saba que jams la abandonara. Complejo y
misterioso, al mismo tiempo era infinitamente simple. Por doquier reinaba el caos, un
caos tan ordenado como los movimientos del Sol. Era perfecto; todo era perfecto.
De forma tan brusca como se haba apoderado de ella, el agua liber a Zena. Con
un impetuoso movimiento, la impuls hacia la orilla opuesta de la charca. Temiendo
golpearse en la cabeza contra las rocas, Zena extendi las manos para amortiguar el
golpe. El agua la deposit con suavidad sobre una roca y Zena se agarr a ella. La luz
penetr de nuevo en la cueva; las aguas de la charca aparecan oscuras y quietas,
como si nada hubiera ocurrido.
Zena lanz un suspiro de alivio. La luz estaba justamente sobre ella. Casi haba
llegado a su destino.
Despacio, empez a trepar por unas escarpadas rocas hasta alcanzar la estrecha
abertura que daba acceso al exterior. Pas a travs de ella, casi sin atreverse a
contemplar lo que se le ofreca a la vista. De improviso el sol la ceg, obligndola a
cerrar los ojos. Cuando volvi a abrirlos se qued pasmada: ante ella se extenda un
espacio abierto, en lo alto de la colina, el lugar donde alguien la aguardaba. Por fin la
Madre la haba conducido hasta all.
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Captulo 26
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impedir que estallara la violencia, pero no haba tenido que tomar ninguna medida
encaminada a tal fin puesto que nadie deseaba hacerles dao.
Lune pareci adivinar los pensamientos de Zena.
Las caas no significan que tu visin se tenga que hacer realidad dijo a Menta
. Recuerdo que dijiste haber odo un sonido muy hermoso, pero ste es por
completo desagradable.
Sin duda era cierto, pens Zena, aliviada de que el chirriante sonido empezara a
disiparse mientras Pulot conduca a los nios colina abajo, hacia las marismas donde
haban hallado las caas. Pero el grupo no tard en regresar. Cada nio soplaba a
travs de una caa, produciendo un sonido discordante que resonaba por todo el
claro. Tras pedir a los nios que fueran a jugar a otro sitio, Zena se sent junto a
Menta y a Lune.
No he tenido en las colinas ninguna visin parecida a la que tuvo Menta
declar en un intento de convencerlas no slo a ellas, sino tambin a s misma.
El temor que expresaban los rostros de Menta y Lune la haban impresionado y
obligado a analizar la inquietud que experimentaba de un tiempo a esta parte. Era
una sensacin tan nebulosa que por lo general consegua superarla, aunque nunca
desapareca del todo.
La Madre me ha mostrado muchas cosas all, pero no me ha hablado sobre
violencia continu Zena con voz firme. Me ha hablado de la Tierra y los seres
que la habitan, del cielo, del Sol y la Luna, me ha mostrado que todo est
ntimamente ligado, as como la compleja red que abarca toda su creacin.
Zena haba explicado a Menta, a Lune y a los dems que por fin haba hallado el
espacio abierto que andaba buscando. Nadie haba tratado de ir all. Algunos teman
la charca de aguas negras y profundas; por otra parte, crean que la Madre deseaba
que fuera slo Zena quien penetrara en su sagrado tero. Tal vez fuera cierto, pens
sta, pues cada vez que haba regresado all la charca la haba acogido con
benevolencia. En lugar de verse zarandeada y vapuleada por su oscuro poder, las
aguas la haban transportado dulcemente hasta la otra orilla para que pudiera trepar
por las escarpadas rocas hasta alcanzar la abertura que la conduca al exterior y a la
luz.
La sabidura de los crculos dijo Menta con una leve sonrisa. Eso es lo que
has descubierto, Zena. As es como yo lo llamo, pues los pensamientos de la Madre
pueden provenir de algo que sucedi hace tiempo, de algo presente o de algo que
an no ha sucedido. Son como un crculo que no tiene inicio ni fin, sino que se va
agrandando a medida que todo cuanto sucede, todos los conocimientos que
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aument cuando la primavera dio paso al verano. A Zena le pareca absurdo sentir
temor cuando la tierra estaba pletrica de vida, cuando los rostros de quienes la
rodeaban mostraban una profunda serenidad, y a menudo se enfadaba consigo
misma por no gozar de las alegras que les proporcionaba la Madre. El aire estaba
perfumado, las laderas aparecan tapizadas de flores silvestres y los frutos haban
madurado en los rboles, pero Zena no consegua liberarse de aquella sensacin de
inminente peligro.
El motivo se deba, en parte a Rofal, se dijo Zena. Eso no dejaba de ser extrao,
pues Rofal, se dijo Zena, pareca sentirse ms en paz consigo mismo que nunca.
Haban transcurrido catorce veranos desde su nacimiento y apenas quedaba rastro
del violento temperamento que haba mostrado en su infancia. La razn de aquel
cambio obedeca en buena medida al akat, segn comprendi Zena. De vez en
cuando Rofal desapareca con Sarila, la hija de Nevilar y Gunor, seguramente para
copular. Zena no se atreva a preguntrselo a su hijo, pues consideraba que sus
actividades privadas no eran de su incumbencia, pero estaba satisfecha de que
hubiera encontrado una compaera como Sarila.
Sin embargo el akat no era la nica causa de la paz de espritu que pareca haber
hallado Rofal. La otra era el hallazgo de Pulot: las caas que, al soplar a travs de
ellas, emitan unos sonidos musicales. Rofal se haba mostrado desde el primer
momento entusiasmado con aquellos artilugios. Pasaba largos ratos practicando unos
orificios en las caas para crear diversas notas, as como soplando a travs de ellas
con una expresin de profunda concentracin. Los sonidos que produca eran tan
hermosos que todos escuchaban embelesados cuando Rofal tocaba uno de aquellos
instrumentos.
A medida que pasaban los das, la inquietud de Zena fue incrementndose hasta
atormentarla da y noche. Horrorizada ante la perspectiva de que ocurriera una
tragedia, apenas era capaz de comer o dormir. Menta y Lune tambin presentan un
desastre, pero no expresaron sus temores en voz alta. No podan hacer nada salvo
esperar.
Zena acudi en numerosas ocasiones al Kyrie, confiando en recibir un mensaje de
la diosa, pero lo nico que perciba era una sensacin de peligro, como cuando haba
estado preada de Rofal, aunque ahora ms intensa; entonces la haba experimentado
como una herida en sus entraas, como si Rofal le hubiera sido arrebatado en lugar
de nacer de forma natural.
Cuando se produjo el ataque Zena no se sorprendi, aunque jams conseguira
olvidar el horror de aquella tragedia. El hecho de que los acontecimientos se
desarrollaran casi exactamente como haba presagiado Menta, tampoco la
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Zena se inclin sobre Tron. ste tena los ojos abiertos, pero la mirada nublada.
Es mo dijo Tron con voz ronca. Es mo, pues yo le he dado la vida. He
venido para llevrmelo. Te aseguro que te lo arrebatar...
Pero Zena saba que no era cierto. Por la comisura de sus labios se desliz un hilo
de sangre, y su tez haba cobrado un tono ceniciento.
Zena pidi agua y un emplasto para refrescar la frente de Tron y aliviar as sus
sufrimientos. Luego empez a hablarle del hijo que no haba llegado a conocer. Zena
pens que si Tron hubiera conocido a Rofal, si lo hubiera sostenido en sus brazos
cuando era nio, que a buen seguro habra conseguido modificar su violento carcter.
S, era muy posible, pues cuando Tron trat de fijar la vista en el rostro del chico,
Zena observ que la furia desapareca de sus ojos. Pareca desconcertado, como si no
alcanzara a comprender lo que haba ocurrido.
Me ha matado dijo Tron en voz tan baja que slo le oy Zena. Quera
llevrmelo, ensearle a cazar, a...
Tron call de repente y emiti un profundo suspiro que pareca brotar del rincn
ms recndito de su corazn, un lugar que l jams haba llegado a conocer, al igual
que tampoco haba conocido a su hijo. Zena sostuvo la enorme cabeza entre sus
brazos y llor en silencio, dejando que las lgrimas baaran el hirsuto rostro
manchado de tierra y mugre. Aquel hombre que antes presentaba un aspecto tan
salvaje ahora pareca perdido, vaco, como si no quedara nada dentro de l.
II
Enterraron a Tron con gran ceremonia, para compensarlo por el escaso mimo con
que lo haban tratado antes, cuando crean que estaba muerto. La propia Zena lav su
cuerpo y le frot las piernas y los brazos con lavanda y otras hierbas, a fin de aportar
paz a su espritu y propiciar el encuentro con la Madre. Los otros depositaron unas
flores sobre l, cubriendo as las grotescas cicatrices producidas por los cuernos y los
cascos de los animales que haba matado. Tron haba acabado con la vida de
numerosos renos y bisontes, pero stos le haban dejado sus huellas en l.
Despus de enterrar el cadver bajo tierra se dirigieron al crculo de piedras para
honrar su memoria y encomendar su espritu a la diosa, como solan hacer siempre
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que mora un compaero. Todos trataron de decir algo agradable sobre Tron,
confiando en que la Madre lo acogiera en su corazn y eliminara la violencia que
haba regido su vida.
Tron era el cazador ms valeroso de la tribu afirm Krost. No dudaba en
correr a rescatarnos cuando un animal embesta a alguno de nosotros. En cierta
ocasin salv a Bakan cuando un bisonte lo atac, clavando una lanza en el pecho del
animal.
Los otros guardaron silencio durante unos momentos, pensando en Bakan, quien
haba regresado haca unos aos junto a la Madre. Haba sido el hombre ms anciano
y respetado de la tribu, y todos aoraban su sabia y paciente presencia.
Quiz debimos de haber expresado a Tron nuestra admiracin por sus dotes de
cazador dijo Zena. Tal vez eso habra contribuido a que se sintiera mejor.
Creo que Tron nunca lleg a comprender por qu le rechazbamos apostill
Conar con suavidad. Trat de obligarnos a respetarlo demostrando su fuerza y
convirtindose en un extraordinario cazador, pero lo nico que consigui fue que le
temiramos. En lugar de acercarnos a l, nos alejamos an ms.
Era violento y le gustaba hacer dao dijo Lune. Lo vi en sus ojos. No
debemos ensalzarlo porque haya muerto, sino tratar de comprender por qu se
comportaba de ese modo.
Es cierto que a Tron le gustaba hacer dao terci Nevilar al tiempo que
apoyaba un brazo en los hombros de Sarila. Tal vez aprendi a comportarse de esa
forma cuando le permit que me maltratara.
El deseo de herir estaba presente en l desde el principio dijo Menta,
dirigindose a Nevilar. No debes culparte por ello, pues era parte integrante de su
personalidad. Tampoco es culpa de Zena si no logr que cambiara. Antes de empezar
a darle clases el mal ya estaba enraizado en l. Ni siquiera la Madre consigui
enderezar su carcter.
Quiz llevaba la maldad en su interior desde que naci, al igual que algunos
animales nacen con el deseo de matar a otros de su especie coment Katli.
Despus abri la boca para aadir algo ms, pero volvi a cerrarla. Rofal estaba
sentado frente a ella, con la cabeza apoyada en las rodillas. Katli no se atrevi a decir
que algunos animales que nacan con esas perversas inclinaciones las transmitan a
sus cras.
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No creo que todos esos hombres salvajes del norte, sobre los que nos ha hablado
Gunor, nazcan con el deseo de hacer dao declar Tragar. Supongo que algunos
desarrollarn esos instintos a lo largo de su vida.
Puede que algunos nazcan con el afn de hacer dao, pero muchos otros no
respondi Zena. En una tribu en la que se admira a los luchadores y nadie ensea a
los nios que no deben lastimar a sus compaeros, es fcil que un hombre desarrolle
esas tendencias.
Los otros asintieron, pensando en Rofal. Zena haba insistido en que cada vez que
un adulto lo viera pelearse con otro nio le explicara que es preciso amar y ayudar a
los compaeros, en lugar de hacerles dao. Sus esfuerzos al fin dieron fruto, aunque
la violencia volvi a aflorar cuando se encontr frente a Tron y lo atac. Sin embargo,
en este caso exista una justificacin.
Ahora la agresividad haba desaparecido de nuevo y Rofal se mostraba
desalentado, sin energa y tan ensimismado que Zena se pregunt si volvera a
pronunciar alguna vez una palabra. Lo observ con atencin, temiendo que
abandonara la tribu como haba hecho ella aos atrs. Pero no crea que tuviera
fuerzas para hacerlo. Era como si Rofal, tras haber ejecutado lo que estaba destinado
a hacer, hubiera perdido toda su vitalidad.
Era acaso eso lo que deseaba la Madre? Quiz quienes violaban a una mujer
estaban condenados a morir a manos de los hijos que haban nacido de ese acto
violento.
La violencia no haba terminado, pens Zena con tristeza. Aunque no haba
contemplado la visin de Menta, intua el resto en su corazn, en sus entraas, en la
sensacin de inminente peligro que no la haba abandonado al morir Tron, sino que
tan slo se haba adormecido un poco.
La sombra sensacin se fue desvaneciendo an ms a medida que las estaciones
transcurran sin que se produjeran nuevos actos de violencia, aunque no desapareci
por completo. Luego, al cabo de un largo tiempo tras la muerte de Tron, comenz a
agudizarse de nuevo. Un da apareci en el claro una anciana de pelo cano que
llevaba dos criaturas en brazos, una instalada sobre cada cadera, e iba seguida de un
grupo de nios hambrientos. Segn explic la anciana a Zena, su tribu haba sido
atacada por unos intrusos que haban matado a los hombres y a los viejos y haban
raptado a las mujeres. La anciana y los nios se encontraban en el bosque y haban
conseguido escapar. Anduvieron durante muchos das, en busca de otra tribu entre la
que poder convivir.
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Zena los acogi de buen grado, pero la historia que le relat la anciana la perturb.
Saba que aquello no era ms que el principio, que apareceran ms bandas de
salvajes, tal como haba presagiado la visin de Menta.
Gunor saba quines eran.
Son los feroces cazadores del norte que mataron a muchos de mi tribu
advirti a Zena. Lo s porque conozco sus mtodos. Matan a todos de forma
indiscriminada, salvo a las mujeres, a las que se llevan a su campamento.
Vienen aqu debido al fro aadi Katli. Los animales que cazan abandonan
su territorio y ellos los siguen. Gunor y yo observamos eso cuando tratamos de
dirigirnos hacia el norte para cazar.
Katli tena razn. El fro se haba adueado de forma lenta e inexorable de todo el
territorio. Unas capas de hielo que jams se derretan cubran lo que antao era la
tundra, unos vastos bosques que se haban convertido en desolados campos nevados
donde el viento no cesaba de soplar y slo crecan arbustos enanos. A medida que el
aire se volva ms glido y la capa de hielo ms gruesa, las inmensas manadas de
renos y bisontes emigraban hacia el sur en busca de nuevos pastos. Con ellos
aparecan las tribus que los perseguan, los feroces cazadores que Gunor haba
conocido tiempo atrs. Buscaban valles frtiles donde abundaran los animales,
clidas cuevas donde refugiarse en invierno y mujeres para sus cazadores. La caverna
que se hallaba debajo de las escarpadas colinas que Zena y Conar haban descubierto
tiempo atrs ofreca todo cuanto necesitaban.
Zena sinti un arrebato de ira al pensar en esos salvajes que no conocan a la diosa,
que eran capaces de profanar su santuario, el crculo sagrado que la propia Madre
haba construido, y decidi hacer cuanto estuviera en su mano para impedir que
accedieran a ella.
El arrebato de ira se disip de inmediato al comprender que no podan defender
las cuevas de la presencia de esos hombres.
Tal como haba mostrado la visin de Menta, eran unos seres brutales, dispuestos
a todo con tal de conseguir sus fines. Algunos eran apenas unos adolescentes, pues
los cazadores hacan que se adelantaran los ms jvenes para localizar unos lugares
que sirven de refugio a la tribu. Solos y sin un jefe que los guiara, se comportaban de
forma ms salvaje que los hombres que los haban engendrado. Matar no
representaba para ellos ms que un juego, y el akat slo un medio de hacer dao a las
mujeres.
Aunque no estuvieran en condiciones de luchar contra esos brbaros s podan
ocultarse de ellos, pens Zena. La Madre les haba proporcionado las cuevas. Un da
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Los crculos de
tal vez se vieran obligados a abandonarlas, pero Zena no estaba dispuesta a rendirse
an.
Debemos estar preparados en caso de que esos hombres vengan aqu dijo
Zena a los otros. Resulta imposible luchar contra ellos, pero la Madre nos ha dado
unas cuevas donde ocultarnos. All estaremos a salvo, pero debemos aprender a
entrar en ellas sin ser vistos y recorrer los tneles sin luz, para impedir que esos
hombres nos sigan.
Taparon la entrada que daba acceso a las cuevas con hojas, ramas y piedras, a fin
de que ningn intruso lograra hallarla, y ensayaron su plan innumerables veces;
accedan con sigilo a los tneles a travs del bosque y recorran en silencio los
sombros y tortuosos pasadizos hasta alcanzar la cmara de la Madre, donde
penetraba la luz. Al poco tiempo todos, incluidos los nios ms pequeos de la tribu,
haban aprendido a entrar y salir de las cuevas sin ser descubiertos. Asimismo
hicieron acopio de alimentos, pieles y tiles, que trasladaron a la caverna de la Madre
por si los necesitaban.
Conar se encarg de vigilar la zona. En ocasiones se ausentaba durante varias
semanas para observar los movimientos de las bandas de intrusos, los hombres
provistos de cuchillos, segn decan ellos, pues utilizaban unas lascas de slex largas
y afiladas. Cada vez que parta, Zena tema que esos salvajes lo mataran. Pero Conar
saba moverse con tanto sigilo como un animal, sin ser visto, y siempre regresaba al
claro.
Los hombres con cuchillos se dirigen hacia el norte para reunirse con sus tribus
y pasar all el invierno comunic un da Conar a sus compaeros en la cmara de la
Madre, despus de su ltimo viaje de inspeccin. Podemos estar tranquilos. No nos
atacarn.
Pero regresarn cuando la nieve se haya derretido respondi Zena con tristeza
, y de nuevo comenzarn las matanzas.
La pequea Zena se acerc a su madre y pregunt perpleja:
Por qu matan esos hombres? Sin duda la Madre les proporciona suficiente
comida y cuevas, al igual que a nosotros.
Zena mir a su hija angustiada, sin saber qu responder. No quera hablarle sobre
la violencia, pues era demasiado joven para entenderlo. Slo haban transcurrido seis
aos desde el nacimiento de la pequea Zena, y hasta la aparicin de los hombres
con cuchillos la nia no haba conocido sino paz y bondad.
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III
Zena contempl el vasto y esplndido panorama que se abra ante sus ojos.
Durante unos instantes se aferr a la abertura que conduca al crculo de piedras, con
el fin de serenarse. Luego avanz con decisin, admirando la belleza e inmensidad de
la creacin de la Madre. Contempl la cueva donde vivan, que no pareca mayor que
un oscuro agujero desde el lugar donde Zena se hallaba en ese momento, y el valle a
travs del cual los bisontes la haban transportado hasta Conar. Los animales haban
regresado ahora; sus gigantescos y peludos cuerpos parecan unas pequeas
manchas que se movieran sobre el esplndido tapiz verde que cubra el valle. Ms
all se alzaban las montaas, cuyas cimas coronadas de nieve relucan bajo el sol.
Zena tena la impresin de estar contemplando desde su Kyrie la Tierra entera, pues a
lo lejos slo se vea el espacio, como si aquella vasta superficie de terreno diera paso a
la nada.
All se senta protegida por completo. Un lado del saliente sobre el que se hallaba
de pie quedaba cubierto por la curva que describa la colina, pero los otros costados
estaban cortados a pico y era imposible trepar por ellos. Sobre Zena se erguan unas
gigantescas cumbres impracticables; slo las cabras eran capaces de atravesarlas, pues
sus cascos se adheran sin dificultad a las rocas. Zena extendi la mano para acariciar
a una cabra que se acerc a ella. Era blanca como la nieve y posea unos elegantes
cuernos curvados. La cabra sacudi la cabeza levemente y lami la mano de Zena. No
era la primera vez que acuda a saludarla. La presencia del animal tranquilizaba a
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Zena, pues sus ojos negros y profundos parecan contener la sabidura de la Madre.
Eran opacos e insondables como la charca. Cuando Zena los contemplaba vea
reflejados en ellos las visiones que le enviaba la diosa.
Antes de que Zena se sintiera preparada, antes de haber serenado su espritu y su
cuerpo, las visiones se precipitaron sobre ella. En lugar de desarrollarse de forma
pausada, como en otras ocasiones, un cmulo de turbulentas imgenes se agolparon
en su mente.
Zena vio una hormiga que corra por el suelo del bosque y acto seguido not que
se encoga y penetraba en el cuerpo de la hormiga, convirtindose en sta. Al cabo de
unos instantes apareci un pjaro, el cual descendi en picado y atrap a la hormiga
con su afilado pico. Fue un gesto tan rpido que Zena no sinti miedo. Slo
experiment un breve dolor, que desapareci casi antes de que lo notara, seguido de
una curiosa sensacin de paz.
Zena formaba ahora parte del pjaro, y al posarse sobre una rama vio una
gigantesca sombra sobre ella. Luego not que unas garras se clavaban en su carne,
producindole otro breve dolor, y de nuevo la inundaba una extraa paz.
Las imgenes se sucedan a una velocidad vertiginosa; Zena sinti que creca, que
su cuerpo se estiraba, que galopaba a travs de la planicie, alegre y feliz.
De pronto apareci un len y Zena ech a correr; no tard en sentir las zarpas y los
colmillos clavndose en su carne, y luego una inmensa sensacin de paz en el cuerpo.
Todos formaban una sola cosa, la hormiga, los pjaros, la presa y el depredador.
Constituan el ciclo vital creado por la Madre.
Al cabo de un rato los animales asumieron de nuevo su identidad individual. Zena
vio entonces una enorme telaraa de forma circular, que estaba tejida por un sinfn
de hilos. Presentaba los colores del arco iris, y era tan hermosa que Zena se
conmovi. En su interior vio a unos animales que pastaban y correteaban, unos
pjaros en pleno vuelo y unos insectos que se arrastraban; tambin haba rboles,
plantas y peces, y unas personas que paseaban despacio a travs de prados y
bosques.
La luz del sol, y luego el resplandor de la luna, incidan sobre la telaraa, haciendo
que los hilos adquirieran un brillo tenue y plido. Pero entonces empezaron a
formarse unas nubes densas y negras. La tormenta estall sobre la telaraa y Zena
temi que se rompiera bajo el mpetu del viento y las lluvias torrenciales, pues sus
hilos eran tan frgiles como la seda. Pero al igual que sta, la telaraa era ms
resistente de lo que pareca. Entonces se tens y oscil, sin llegar a romperse.
De repente apareci una mano, la mano de un hombre, que se crisp en un puo.
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Los crculos de
Zena lanz una exclamacin de terror al observar que la mano se diriga hacia el
centro de la telaraa.
El puo golpe la telaraa, produciendo un sonido ronco que se propag a travs
del aire. La telaraa se curv y form un inmenso arco, cada vez ms tenso, para
luego asumir de nuevo su forma primitiva. Zena vio que se haba roto uno de los
hilos, pero los otros estaban intactos, y lanz un suspiro de alivio. Sin embargo el
puo, no contento con el dao que haba causado, la golpe una y otra vez hasta
reducirla a un montn de hilos cubiertos de sangre, pelo de animales, plumas y
cuerpos mutilados.
sta es la diferencia, oy Zena decir a la diosa, cuya voz resonaba por doquier:
en el aire, las rocas, los rboles y en el propio cuerpo de Zena. La voz se alzaba y
disminua de volumen continuamente; a veces sonaba en los odos de Zena, spera
como el viento que sopla sobre los riscos en invierno; otras, suave como la cadencia
de una fina llovizna sobre la hierba y las hojas.
No existe violencia en el acto de tomar los alimentos que uno necesita dijo la
diosa, pues as lo ha dispuesto la Madre. Pero matar por el mero placer de matar es
imperdonable. Slo esto puede destruir la hermosa y vibrante telaraa que he creado.
Una y otra vez, la tierra, el mar y los cielos se purifican y renuevan, pero si las heridas
infligidas a la telaraa son graves y profundas sta morir, como acaba muriendo
todo. En tal caso ni siquiera yo, la diosa, la Madre, ser capaz de repararla.
Eso es lo que he venido a decirte. T, y todos los que vivs de acuerdo con las
normas y enseanzas de la Madre, debis proteger el mundo. Hace tiempo, todos los
seres que lo poblaban conocan a la Madre, pero hoy muchos se han olvidado de Ella.
Cada vez son ms numerosos los hombres que reniegan de Ella, y se extendern por
toda la Tierra sembrando la violencia y el terror. No basta la fuerza para detenerlos,
ni los cuchillos afilados, pues la violencia que generan no va dirigida slo contra
otros seres, sino contra la propia telaraa, contra la red de energa benefactora que
envuelve el mundo. Del mismo modo que creen que son ellos, y no la Madre, quienes
crean una nueva vida en el vientre de las mujeres, tambin llegarn a creer que son
los dueos de la Tierra y de todos los seres que la habitan, y que pueden hacer con
ellos lo que les plazca.
La voz se desvaneci. Zena permaneci agazapada junto a la roca, temerosa y
vulnerable. No deseaba or nada ms. Pero la voz son de nuevo, profunda e intensa,
y Zena se ech a temblar bajo el impacto de los conceptos que expresaba.
Llegar una poca de gran inestabilidad, cuando la oscuridad prevalecer sobre
la luz y los fuertes sometern a los dbiles, cuando los hombres dominarn a las
mujeres, violndolas y obligndolas a parir unos hijos a los que no podrn alimentar.
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Captulo 27
Sobre ellos se cerna una grave amenaza. Zena poda olera, sentirla, como una
presencia fsica. Haban transcurrido cuatro aos desde que la diosa les hubiera
prevenido, y cada verano los invasores se aproximaban ms en sus redadas anuales.
Esta vez se hallaban ms cerca que nunca.
Zena ech un vistazo a su alrededor. Estaban todos all, excepto Conar.
De pronto sali ste de entre los rboles y grit:
A los tneles! Apresuraos!
Los otros reaccionaron de inmediato. Sus movimientos eran muy rpidos y
precisos, pues haban ensayado numerosas veces. Cada adulto cogi a un nio en
brazos y agarr a otro de la mano y se dirigi corriendo hacia los tneles. Uno tras
otro pasaron a travs de la estrecha abertura y se encaminaron hacia la cmara de la
Madre. All estaran a salvo, al menos de momento.
Hasta entonces los intrusos no haban descubierto las cuevas, pero un da sin duda
las hallaran. Antes de que eso ocurriera Zena deba llevarse a su hija, a la pequea
Zena, de aquel lugar. Su hija sera la prxima guardiana de los secretos de la Madre,
y deba ponerla a salvo.
En aquel momento Zena oy un sonido que le hel la sangre: el impacto de unos
guijarros al caer al suelo. Era posible que los extraos hubieran hallado el medio de
entrar en la cueva?
Zena se puso muy tensa, alerta, pero no oy nada ms. Quiz los guijarros
hubieran cado en una cueva contigua.
Durante unos instantes el grupo permaneci en silencio; incluso los nios saban
que no deban hacer ruido. Al cabo de un rato, Zena les entreg unas bayas para que
se entretuvieran comindolas y la espera resultara penos dura. Siempre guardaban
comida y agua en la cueva, por si tenan que refugiarse en ella durante un tiempo
prolongado. Al fin, cuando la luz que se filtraba por la abertura les indic el tiempo
que haban transcurrido, Conar se levant.
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Los crculos de
Las dos hermanas haban muerto con escasos das de diferencia, unidas en la
muerte como lo haban estado en vida. Menta haba sido la primera en morir, de una
enfermedad que se haba llevado a varios miembros de la tribu. Muy afectada por la
muerte de su hermana, Lune haba fallecido poco despus. Zena les haba ofrecido
hierbas para intentar curarlas, pero ambas las haban rechazado.
Ha llegado la hora de que regresemos junto a la Madre haban dicho. Nos
est aguardando.
Zena se entristeci al recordar la negativa de las hermanas a tomarse las hierbas,
pero supuso que se deba a una seal de la diosa, indicndoles que haba llegado la
hora de reunirse con Ella.
Al volverse, vio que Conar haba regresado y estaba junto a ella. Zena lo abraz y
lanz un suspiro de alivio, sintiendo los acelerados latidos de su corazn.
Se han marchado dijo Conar con suavidad.
Los dems dejaron escapar tambin un suspiro de satisfaccin y se relajaron.
Algunos de los nios empezaron a parlotear con gran animacin aunque en voz baja,
como si temieran que los intrusos pudieran orles. Comprendan el significado del
peligro, pens Zena con tristeza, pues los haban llevado a las cuevas para ponerlos a
salvo de los brbaros que atacaban a sus tribus. Haban visto cmo asesinaban a los
hombres que ellos queran, cmo violaban y raptaban a sus madres y hermanas. Este
era otro motivo por el que Zena se alegraba de haberse quedado all. Al menos haba
conseguido salvar a algunos nios de otras tribus ocultndolos en las cuevas.
La joven Zena se acerc a Conar, y ste la estrech entre sus brazos. Haban
transcurrido diez aos desde el nacimiento de la nia y, pese a su corta edad, posea
una gran fuerza psquica y fsica.
Conar mir a Zena, a la nia y de nuevo a Zena. Esta comprendi de inmediato el
mensaje de la mirada de Conar: era peligroso que la nia permaneciera en aquel
lugar. Era preciso que concluyera su formacin cuanto antes.
Necesito un da ms le dijo Zena a Conar. Crees que los extraos
regresarn?
Esta noche seguirn a la manada de bisontes respondi Conar, y maana
tambin. Pero regresarn. Conozco algunas de las palabras que utilizan, y los o
hablar sobre las cuevas. Es posible que hayan descubierto este lugar.
Maana estar preparada prometi Zena. Despus de llevar a la pequea
Zena a saludar a la diosa, partiremos.
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Los crculos de
Conar asinti y sali a travs del tnel para reanudar su tarea de vigilancia. Zena
pronunci otra breve y silenciosa oracin, pidiendo a la diosa que los protegiera, y
condujo a su hija hacia un rincn de la cueva.
Maana dijo, tratando de contener la emocin debemos abandonar este
lugar y refugiarnos en otras cuevas, sas de las que nos ha hablado Conar. Es
peligroso permanecer aqu.
Conar haba descubierto un pequeo grupo de cuevas que se hallaba a tres das de
viaje en direccin al este. En primer lugar iran all; luego, cuando estuvieran seguros
de que el peligro haba pasado, saldran en busca de Lilan y su grupo.
Yo quiero quedarme aqu protest la joven Zena.
Es imposible contest su madre. Los hombres con cuchillos estn cada vez
ms cerca. Si descubren la entrada a las cuevas, nos matarn a todos.
Pero quin proteger la casa de la Madre si nos marchamos?
La misma diosa la proteger respondi Zena.
El rostro de la joven Zena reflejaba una profunda tristeza mientras escuchaba las
palabras de su madre.
Pulot, Taggart y Lipa ya estn en las otras cuevas, esperndonos insisti Zena
con suavidad. Se adelantaron para cerciorarse de que all no correramos peligro.
Taggart y Lipa eran el hijo y la hija mayores de Pulot, y dos de las personas que
Zena haba elegido para que protegieran a la joven Zena durante el viaje. Ambos eran
fuertes y valerosos, y queran tanto a la joven Zena que habran estado dispuestos a
sacrificar su vida por ella.
Los ojos de la nia se iluminaron de gozo ante la perspectiva de reunirse de nuevo
con Pulot y sus hijos, a los que tambin quera mucho. Pero al recordar el significado
del viaje hacia el este, se puso seria de nuevo.
Come y bebe un poco de agua continu Zena, pues nos espera una larga y
ardua tarea, que quiz nos lleve un buen rato. Cuando ests lista iremos juntas al
Kyrie. Slo reviviendo las vidas de las hembras llamadas Zena que te han precedido
conseguirs completar tu formacin en el escaso tiempo que nos queda antes de
partir. La diosa har que las contemples por medio de unas visiones.
Yo permanecer junto a ti aadi al observar la expresin de temor de su hija.
Una vez que hubieron comido, Zena condujo a su hija a la profunda charca y la
sostuvo entre sus brazos mientras las aguas negras las envolvan. La nia se abraz a
ella, pero no emiti ningn sonido mientras la casi imperceptible corriente las
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Los crculos de
trasladaba con suavidad hacia las rocas que se hallaban al otro extremo de la cueva.
Por fortuna, fue un trayecto apacible, sin turbulencias ni remolinos que las asaltaran
como sucedi la primera vez que Zena se haba metido en la charca. Su pequea hija
an tena mucho que aprender y asimilar en un corto espacio de tiempo, pens Zena
con cierta preocupacin.
Cuando comenzaron a trepar por las rocas hacia la cima de la colina Zena sinti
un dolor que le oprima el pecho. No se deba al cansancio ni al temor, sino a la
tristeza que le produca saber que nunca ms trepara por esas rocas llevando de la
mano a su amada hija. La nia la haba acompaado a aquel lugar en numerosas
ocasiones; permaneca sentada en silencio junto a su madre mientras sta se
concentraba y asimilaba la sabidura de la diosa.
Zena se detuvo un momento a fin de recobrar el aliento. Lo ms importante era
conducir a su hija en presencia de la Madre para que sta le transmitiera su sabidura,
y sus normas y enseanzas no cayeran en el olvido.
Al cabo de unos instantes llegaron a la abertura que haba en la parte superior de
la colina. Zena condujo a su hija hacia el saliente y se detuvo, con los brazos
extendidos, para saludar a la diosa. La joven Zena observ la escena en silencio.
Gran diosa, te traigo a mi hija, la cual est destinada a servirte, pues lleva
tambin el nombre de Zena. Aydala a aprender tus normas y acompala en el
trayecto de su vida. Transmtele tu sabidura, tus conocimientos; gua su corazn y su
mente en la tarea de conducir a nuestro pueblo. Invocamos tu fuerza, oh Madre
sagrada!
Zena aguard hasta que sinti a la diosa penetrar en lo ms profundo de su
espritu. Luego se volvi hacia su hija. La joven Zena escuch con atencin las
palabras de su madre, pues saba que no deba olvidar jams lo que aprendiera aquel
da en el lugar sagrado.
Durante muchas lunas, ms de las que alcanzo a recordar dijo Zena, hemos
vivido en armona con nuestros semejantes y con la vida que nos rodea. Ello se debe
a que hemos observado las enseanzas de nuestra Madre, los principios de amor y
paz. En cada tribu exista una mujer sabia que enseaba las normas de nuestra
sagrada Madre a su hija, o a la hija de su hermana, y sta, a su vez, las transmita a su
hija. As ha ocurrido, hasta ahora, a lo largo de toda nuestra existencia.
Algunas de esas mujeres sabias se llamaban Zena, como nosotras. Nuestra Madre
nos encomienda a nosotras las ms arduas tareas. La primera mujer sabia vivi hace
mucho tiempo, antes de nuestra poca. Su amor hacia su pueblo, su dolor ante el
hambre y el sufrimiento de nuestras gentes, no era distinto del nuestro. La Zena que
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Los crculos de
la sigui era capaz de ver ms cosas que nadie con su imaginacin, y cambi nuestro
mundo en muchos aspectos. Gracias a ella, la gente lleg a conocer a la diosa, quien
nos ense a vivir en paz.
Despus de ella vine yo, y ya conoces una parte de mi historia. Pero ahora debes
conocer el resto; debes penetrar en mi corazn y mi mente, en el corazn y las mentes
de otras mujeres que ostentaron el nombre de Zena, pues somos una misma persona
aunque seamos distintas. Aqu, mientras aguardamos sobre la colina, la diosa te
mostrar nuestras vidas a travs de sus visiones. Sentirs nuestra alegra y nuestro
sufrimiento, conocers nuestros pensamientos, nuestros temores y nuestras dudas,
vers y oirs todo lo que hemos visto y odo, hasta convertirte en nosotras. Slo de
este modo podrs cumplir el destino que la diosa te reserva: mantener vivas las
enseanzas de nuestra Madre durante los tiempos difciles que se avecinan.
Ven, hija ma, a saludar a la diosa, la que nos llama. Asimila su sabidura en tu
mente, su fuerza en tu cuerpo y su amor en tu corazn. Sintela en tu interior
mientras te conduce al inicio de los tiempos para mostrarte a la primera mujer sabia
que llev el nombre de Zena. Ella, al igual que todas nosotras, te ensear lo que
debes hacer. Haz tuyas nuestras vidas, nuestros conocimientos y nuestras visiones,
todo cuanto hemos experimentado, hasta que nos convirtamos en una parte de ti, en
una parte de todas las Zena que existirn en el futuro, a fin de que el mundo no
olvide jams las normas y enseanzas de nuestra Madre sagrada.
Transcurrieron unas horas, horas que abarcaron das, meses e incluso aos. El sol
desapareci en un estallido naranja y rojo y las sombras se abatieron sobre la Tierra,
que se sumi en una insondable oscuridad, como la charca. Cuando sali la luna, la
joven Zena se desplom sobre el suelo. Entonces Zena cogi a su hija en brazos y la
transport de regreso a la cueva, a travs de la charca, y la deposit junto al crculo de
piedras. La nia durmi durante un buen rato. Cuando abri los ojos de nuevo, Zena
comprendi que su hija haba cumplido su misin; haba contemplado aquellas
visiones que jams olvidara. Llegado el momento, las transmitira a la prxima Zena,
quien a su vez las transmitira a la siguiente, y as sucesivamente, a fin de mantener
vivas las normas y enseanzas de la diosa.
II
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Los crculos de
La inmensa cueva estaba casi a oscuras; slo un pequeo rayo de luz que se filtraba
a travs de la abertura en las rocas animaba el espacio. Zena se hallaba sentada
dentro del crculo de piedras, abrumada por la angustia de verse obligada a
abandonar el lugar donde haba vivido durante tantos aos.
Debemos irnos dijo con voz apenas audible en el cavernoso espacio.
Pero los otros oyeron sus palabras. Uno a uno, se arrodillaron ante la diosa para
despedirse de ella y luego echaron a andar a travs de los angostos pasadizos que
conducan a la entrada de las cuevas.
Cuando hubo salido el ltimo de sus compaeros, Zena se levant y se situ ante
la imagen de la diosa.
Madre nuestra dijo, nos duele no poder seguir custodiando la sagrada
cmara que constituye tu casa. Gurdala en nuestra ausencia, a fin de que un da
podamos regresar aqu. Invoco tu proteccin para Conar, para nuestra hija, quien un
da te servir, para m y para todos los que nos acompaen en nuestra bsqueda de
un nuevo hogar donde instalarnos y vivir de acuerdo con tus normas. Debemos
abandonar este lugar donde naciste, pero siempre lo conservaremos en nuestros
corazones.
Despacio, Zena dio media vuelta y abandon la cmara sagrada. Conar le tom la
mano. La joven Zena caminaba ante ellos, erguida y con paso decidido. Al cabo de
unos momentos se agacharon para deslizarse a travs del estrecho pasadizo que daba
acceso a la cueva donde Conar y Lilan haban dejado plasmada su obra. Los bisontes,
los renos y dems animales les contemplaban desde los muros de la misma, como si
quisieran despedirse de ellos. Luego recorrieron los labernticos tneles hasta llegar a
la magnfica cueva llena de estalactitas y estalagmitas. Las formaciones emitan
suaves destellos bajo la tenue luz de la antorcha que sostena Conar. Zena y Conar
contemplaron admirados los gigantescos muros, como hicieran la primera vez que
haban penetrado en las cuevas, mucho tiempo atrs. Luego, de repente, se
encontraron en el exterior.
El sol an no haba alcanzado las montaas, pero por detrs del horizonte apareci
una delgada franja de luz que se desliz entre dos pequeas colinas, como si les
sealara el sendero que deban tomar.
Zena se volvi por ltima vez para contemplar el saliente que se destacaba sobre la
colina, donde haba hablado tantas veces con la diosa. En la cima de la colina vio a la
cabra, cuya silueta se recortaba sobre el cielo. Zena alz la mano en un gesto de
saludo y luego ech a andar hacia el sendero de luz.
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Los crculos de
NOTAS DE LA AUTORA
Primera parte: La primera Zena perteneca a la especie Homo habilis tarda, u Homo
erectus primitiva, nuestros antepasados que vivieron hace aproximadamente un
milln de aos y cuyo cerebro meda unos 900 cc. (Los cerebros humanos miden
entre 1.000 y 1.400 cc.) Presentaban un aspecto similar al nuestro, pero es probable
que emplearan un lenguaje muy limitado.
El episodio de la muerte de Tope, que perece al ser arrastrada por el torrente, se
halla inspirado en la figura de Lucy, un esqueleto fsil extraordinariamente completo
que pertenece a un tipo prehumano anterior y que, segn algunos antroplogos,
muri tambin ahogado.
La escena en la que Zena sita los pies dentro de las huellas de Dak est basada en
el hallazgo que realiz Mary Leakey de unas huellas humanas primitivas; en stas se
aprecian, de modo inexplicable, la pisada de una persona de talla menuda dentro de
las huellas de otro compaero de mayor tamao.
La autora se ha inspirado asimismo en el crculo de piedras de dos millones de
antigedad que fue descubierto en la garganta de Olduvai Gorge, en frica. Resulta
evidente que aquel espacio haba sido utilizado, pero contena escasos fragmentos de
huesos y piedras que pudieran asociarse con lugares arqueolgicos habitados por
seres humanos.
Todo indica que puede tratarse del primer crculo de piedras construido por
nuestros antepasados con fines religiosos o ceremoniales.
El infanticidio era una prctica muy comn en los primates, y a buen seguro
existi tambin en el caso de nuestros primeros antepasados. Entre los primeros, los
machos suelen proteger a las cras de las hembras de su manada, pero no dudan en
matar a las cras de las hembras de otros grupos, con las que no se han apareado. De
este modo, la hembra se muestra ms receptiva sexualmente y el macho puede
aparearse con ella y transmitir sus genes.
Por este motivo, y debido a que el apareamiento comporta unos favores especiales,
las hembras de los primates procuran aparearse con todos los machos de la manada.
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Los crculos de
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Los crculos de
Los gigantes con quienes se topan Zena y su tribu representan los restos de una
poblacin de tipos prehumanos denominados Australopithecus bosei, unos individuos
de grandes dimensiones, omnvoros, que acabaron extinguindose.
Los feroces extraos constituyen otra poblacin primitiva,
Australopithecus africanus, que tambin desapareci.
denominada
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Los crculos de
abundantes dones. El hecho de que existan algunas pinturas de los animales que
nuestros antepasados solan cazar con mayor frecuencia parece apoyar esta teora, al
igual que el hecho de que muchas pinturas se hallen en unas cuevas subterrneas
especiales, que no servan de vivienda, donde las tormentas y las inclemencias
meteorolgicas no lograran deteriorarlas. Dado que se trataba de unas ofrendas a la
diosa, era preciso que perduraran.
En los muros de las cuevas se suelen encontrar huellas de manos; en mi opinin,
stas fueron realizadas no con un fin solemne y profundo, sino por mera diversin,
para entretener a los nios mientras sus padres realizaban sus trabajos pictricos.
La imagen de los feroces cazadores del norte se basa en pruebas prehistricas que
demuestran que unas bandas de invasores llegaban peridicamente del norte para
destruir a los pueblos pacficos, adoradores de la diosa, que habitaban en el sur de
Europa. Los ataques se sucedieron a lo largo de miles de aos y acabaron
destruyendo a la diosa. El motivo de que los cazadores del norte fueran tan violentos,
a diferencia de las sociedades que veneraban a la diosa, representa un enigma que
encierra un significado muy interesante.
Zena y su tribu comprendan de forma intuitiva lo que la ciencia ha empezado hoy
a confirmar: que las personas que han sido maltratadas, ya sea fsica o
psquicamente, durante su infancia corren el riesgo de convertirse en adultos
violentos, y que slo una terapia intensiva puede reparar esos daos. En trminos
cientficos, los daos son reales: los abusos y malos tratos reiterados provocan unos
cambios en el circuito cerebral de dos neurotransmisores que regulan la agresividad.
Asimismo, Zena y sus gentes sostenan una creencia que los estudios de mestizaje
cultural y experiencia contempornea confirman: los nios que se cran en una
cultura violenta son propensos a la violencia y los jvenes, en especial los varones,
corren en esas condiciones el riesgo de convertirse en adultos agresivos. En ocasiones
tambin se dio el caso de individuos que poseen unas tendencias violentas innatas y
son incapaces de experimentar empata hacia sus semejantes o de modificar su
conducta; Tron era uno de ellos.
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Los crculos de
Fin
Ttulo original: A Circle of Stones
Traduccin: Camila Batlles
Joan Dahr Lambert, 1995
ISBN: 84-406-9693-0
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