Jessa Kane - The Hitman's Angel

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 67

La madre de Margaret partió hace seis meses, dejándola en las

garras del padrastro del dueño de su club de striptease. Ahora es su


decimoctavo cumpleaños y él le informó a Margaret que ella debe
comenzar a ganarse su sustento. Y eso significa dar su primer baile de
regazo a un extraño ruso llamado Lenin. Cuando su primer cliente
misterioso paga miles de dólares por encima del precio de venta de su
compañía, luego destruye el sofá de cuero con manos temblorosas para
evitar tocarla, Margaret comienza a preguntarse si hay más en el ruso de
lo que parece.
Y ahí está. Mucho más de lo que ella podría imaginar. Incluyendo el
hecho de que se niega a dejar ir a su ángel, ahora que la ha encontrado.
Créditos
Capítulo uno
Capitulo dos
Capítulo tres
Capítulo cuatro
Capitulo cinco
Capitulo seis
Capitulo siete
Epílogo
TRADUCTORAS
Xory
Katherine
Carli
Margaret

Debería haberme quedado fuera de vista.


Ese es el pensamiento que se repite una y otra vez en mi cabeza
mientras me arrastra por el codo en las escaleras. Mi padrastro no me da
la oportunidad de ganar pie, por lo que soy esencialmente una mancha
de patas incómodas. Golpeé un lado de mi cabeza con la barandilla y casi
doy la bienvenida a las estrellas que parpadean frente a mis ojos, son una
gran mejora después de mirar la expresión de disgusto de Hank.
Dios, me odia tanto. Más de lo que odio las pasas en el pan. ¿Por
qué la gente insiste en arruinar el buen pan?
Hank me tira al suelo y me atrapa ahí con una burla. —Ya
terminaste de vivir a costa de mi, niña. Ya tienes edad suficiente para
ganarte tu sustento. Él cruza sus brazos golpeados sobre su camiseta,
que dice Hank’s All-Nude Review. —¿Pensaste que no notaría la comida
que falta en mi refrigerador?
—¿De qué otra manera se supone que debo comer?— No estoy
siendo una imbécil. Es una pregunta honesta. No hay otro lugar para
conseguir comida, porque él me mantiene encerrada. —No me dejas irme.
Él me pega en la boca antes de que pueda agacharme. —No me
reprendas, pequeña mocosa—.
Lamo la sangre de mi labio, fingiendo que es de él y no mía. —Lo
siento.
—Deberías. Traté de hacer lo responsable. Tu madre se fue y te
mantuve aquí, a salvo, por si ella regresaba. —Su sonrisa es fea. —Bueno,
parece que ella no regresará y si tengo mis cálculos correctos, ahora
tienes dieciocho años. Hora de pagar tu camino o salir.
—Genial. ¿En qué dirección está la puerta?—
Esta vez, me las arreglo para evitar su mano voladora, echándome
de nuevo al suelo hasta que llegué a la pared de la sórdida sala de estar
y no puedo ir más lejos. Hank nunca deja pasar un insulto, se acerca y
se inclina, su aliento de cerveza bañando mi cara. —No durarías ni una
hora ahí fuera, no tienes ni un centavo a tu nombre. Señala la ventana y
las calles de Baltimore que están más allá. —¿Sabes lo que les sucede a
las chicas que se parecen a ti cuando no tienen un hombre que las
proteja? Terminan de rodillas en un baño público, tratando de ganar
suficiente dinero para comer del menú de un dólar. Tienes suerte de
tenerme—.
Estaba preocupada por esto. Hank ha estado amenazando con
echarme desde que mi madre se mudó a México con un nuevo hombre,
un fotógrafo que conoció en la planta baja y se desnudó en la Review.
Hank estaba muerto de amor por mi madre. Pero aquí está la cosa,
cientos de hombres se han creído enamorados de mi madre desde que
era una niña. Es una sirena moderna, que llama a los marineros hacia
las rocas, excepto que no puede cantar una mierda. Es más acerca de su
increíble figura.
De todas formas. Estar enamorado de mi madre es la razón por la
que Hank me mantuvo cerca. Con la esperanza de ganar puntos si ella
vuelve arrastrándose, quebrantada y arrepentida. Mírame. Soy el esposo
y padre que necesitas.
Ruedo los ojos
Sin embargo, han pasado seis meses y mi madre ni siquiera ha
llamado. Obviamente, Hank tomó unas copas y una esperada epifanía
masculina esta tarde y se dio cuenta de que su amada dama se ha ido
para siempre. Vi venir este día y tuve la sensación de que Hank había
estado mintiendo acerca de echarme. Los hombres como Hank no
reducen sus pérdidas. No. Son conocidos por tener la última palabra.
Aparentemente, voy a ser la última palabra que él diga contra mi
madre.
He estado trabajando con todo mi coraje durante los últimos seis
meses, en caso de que en realidad se mantuviera fiel a sus amenazas y
me echara a la acera. Podría haber escapado por mi ventana mucho
antes. O simplemente irme cuando se desmayó borracho en el sofá. Pero,
y esto me duele admitir, tiene razón. No tengo habilidades de
supervivencia. Mi madre dejó a mi verdadero padre pensando que podría
hacerlo sola y termino chupándoselo a los conductores de camiones en
una semana.
No quiero eso Estoy aterrorizada de eso.
Pero finalmente he trabajado en la valentía para intentarlo. Para
encontrar un trabajo y un lugar barato para dormir, hasta que tenga
suficiente dinero para salir de Baltimore. Mi otra opción es permanecer
en este lugar, un lugar asqueroso con un hombre que me odia, gracias a
mi parecido con mamá. Y esa no es una opción en absoluto. De todos
modos, no parece que me esté dando una.
—Cómo propones que gane mi sustento cuando no me dejes ir?
Ya conozco la respuesta y su expresión lobuna lo confirma. —¿Tu
mamá te enseñó alguno de sus movimientos en el palo, niña?
El calor se precipita a mi cara. —No.
—Bueno, será mejor que aprendas rápido. Se agacha y me tira un
puño de mi cabello, arrastrándome hacia el pasillo del edificio de
apartamentos. Me apresuro a arrastrarme más rápido para no perder
todo el pelo en el lado izquierdo de mi cabeza. Aunque tal vez debería
dejarlo arrancarlo. Nadie quiere una stripper medio calva, ¿verdad? Y
definitivamente no quiero quitarme la ropa a hombres como Hank. Dios,
la idea hace que mi piel se erice.
Cuanto más nos acercamos al pasillo, más fuertes se vuelven los
gritos de borrachera de abajo. Hank vive por encima de su propio club de
striptease, porque es conveniente y también, sospecho, podría
incendiarse si realmente abandona el edificio y se expone a la luz solar.
Nunca he estado dentro del lugar, incluso cuando mi madre era la
directora, pero parece que estoy a punto de conseguir la gran gira.
—¿Sabes algo?— Gruñó, tirándome de mis pies y obligándome a
bajar las escaleras al final del pasillo. —Espero que tu madre regrese para
que pueda ver en lo que te convertirás. ¿Quiere echarme como si fuera
café de ayer? Bueno, ya veremos quién es la basura por aquí. Ella lo es.
Y ahora tú también lo serás—.
Cuando llegamos al pie de la escalera, Hank golpea la puerta con
una cadera y los gritos lujuriosos aumentan un poco más. Estamos en
algún tipo de área de vestidor. Esta oscuro. Hay una fila de casilleros y
una niña encorvada en un banco, fumando un porro. Ella me da un
perezoso saludo una vez y vuelve a soplar. No la culpo. Ella está tratando
de ganarse la vida y los trabajos bien remunerados por aquí son escasos.
Sé por los años que mi madre y yo pasamos viviendo en moteles,
luchando por mantenerse legítima mientras iba a la escuela. Hasta que
Hank vino y prometió cuidarnos, ella estaba demasiado cansada y rota
para decir que no.
Hay otro grupo de mujeres semidesnudas por delante y Hank me
impulsa por el cuello para pararme en medio de ellas, gruñendo —Ponla
en algo inocente. Ella está a punto de dar su primer show privado y un
imbécil va a entregar su salario para verlo de cerca—. Él comienza a
alejarse, pero cambia de opinión y le devuelve a la carga. Las chicas se
dispersan cuando él me agarra por la garganta y me arroja contra un
casillero ruidoso. —Escucha bien. Si no satisfaces al cliente que te envié,
quemaré cada una de tus pertenencias. ¿Esa pequeña caja de chucherías
que crees que has escondido debajo de las tablas del piso? Piénsalo otra
vez. Te haré ver como la quemo en el fuego—.
Estoy temblando tan fuerte, mis dientes traseros chirrían. Así es
como lo hizo. Obligó a mi madre a trabajar durante años hasta que sus
pies sangraron, y luego entregarle a él cada centavo de su dinero,
convirtiéndola en un robot de ojos muertos. Él la amenazó y la aterrorizó
hasta que ella se rindió. —Por favor, no hagas eso—.
—No lo haré. Mientras tú... Él levanta una ceja condescendiente. —
Satisfagas al cliente—, escupió.
—Lo intentaré—.
Sus ojos brillan con enojo, apretando la mano alrededor de mi
garganta. —Lo harás.
—Lo haré. Lo voy a hacer.
—Buena chica. Me recorre con la mirada, y la fija en mis pechos,
que se levantan y caen debajo de la vieja camiseta sin mangas Nirvana
de mi madre. —Debería haber pensado en este arreglo antes. Se ríe
mientras se aleja. —Feliz cumpleaños, Margaret.
Lenin

Este lugar es basura. Deseo volver a mi rompecabezas en casa.


En Moscú, los clubes de striptease no son tan obvios. Son más como
un club nocturno regular, menos como un club de libre consumo de
alcohol para todos. Por desgracia, sufro en este tipo de ambiente no
importa qué. No hay control ni previsibilidad en un lugar donde los
hombres se sienten frustrados y las mujeres los están haciendo sentir así
a propósito. Me gusta el control. Tener las cosas en orden, donde caben.
En un lugar como este, siempre hay algo de resentimiento en el aire,
proveniente del escenario y asientos baratos por igual. Me molestó y me
distrajo, así que dije que sí cuando el hombre sudoroso y pálido me
ofreció un baile privado en otra parte del club.
Me recordó a un mosquito, zumbando a mi alrededor, aterrizando
brevemente con palabras como primera vez como bailarina, precio
especial, bla bla bla. No me importa nada de eso. Simplemente quería
que él cerrara la boca y me convenía dejar el piso principal con este
hombre. Donde puedo matarlo con facilidad, como me han contratado
para hacerlo. El contrato fue establecido por su ex socio comercial a
través de mi empleador, pero no me importan los detalles.
Solté un suspiro y dejé que mi codo rozara la Glock enfundada a mi
lado. Este ni siquiera va a ser un desafío. Cuando mi empleador ordenó
el golpe, colgué sin aceptar de inmediato. Solo me tomó unos minutos de
búsqueda en Internet para confirmar que este hombre merece ser puesto
bajo tierra. Cargos por drogas, moviendo la prostitución en este mismo
club. Asalto contra una mujer. Eso último selló el trato.
Tan pronto como estemos solos, cumpliré con mi deber y estaré en
casa a tiempo para tanque de tiburones1.
Esa Barbara Corcoran es una astuta. Encuentro que disfruto mucho
su visión.
Pero primero, el trabajo. Es solo otra tarea en una serie de muchos.
Sin embargo, está llegando a su fin. Mi deuda con mi empleador está casi

1 programa de tv
pagada y luego tendré la libertad de resolver mis acertijos en paz. Sigo al
hombre mosquito a través de una cortina de cuentas de plata hasta un
pequeño salón que, si es posible, es incluso más desagradable que el piso
principal. La habitación se ilumina con una luz azul neón, sin hacer nada
para ocultar los sofás de cuero rasgados y la alfombra industrial
manchada. Si los gemidos provenientes de los rincones oscuros son una
indicación, las manchas no son de bebidas derramadas.
Suspiro y cierro brevemente los ojos. —¿Hay algún lugar más
privado?— Pregunto.
En un lugar como este, siempre hay. Un cuarto trasero donde los
hombres pueden hacer mucho más que recibir un baile de regazo. Por
una tarifa mayor, por supuesto.
Simplemente quiero un lugar sin testigos.
Su risa en respuesta pone mis dientes en el borde. —¿Es eso un
acento? No lo noté antes. ¿De dónde eres amigo Rusia o algo así?—
—Nyet2. Soy del infierno ¿Has estado?
Él piensa que esto es muy divertido y se golpea la rodilla, riéndose
como un niño pequeño. —Perfecto. Esto es perfecto. Vas a poner a esa
perra mimada justo en su lugar—.
Supongo que por "perra mimada", está hablando de esta bailarina
debutante, y estas son palabras que no tienen sentido para mí. Si fuera
malcriada, no estaría trabajando en este vertedero abandonado.
Bailarina debutante. Mimada. ¿Está ella aquí contra su voluntad?
Me parece que no me gusta mucho esta idea en absoluto.
Felicitaciones, mosquito. Te has ganado un minuto extra de
respiración porque ahora estoy interesado en ver a la bailarina. Si puedo
evitarlo, nunca dejo que las mujeres sufran, como lo hicieron muchas
mujeres en mi vida cuando era joven. Impotente. Demasiado joven para
ayudarlas.
No soy impotente ahora.
Soy la peor pesadilla de esta mierda.
—Por suerte lo tengo—, dice el mosquito, —hay un cuarto trasero.
Pero esta bailarina de aqui...— Tratando de ser tímido, se rasca la nuca,
pero hay signos de dólar en sus ojos. —Cuando digo que nunca ha

2 Nyet (no en ruso)


bailado. Quiero decir que ella nunca ha bailado, si captas mi indirecta.
Te costaría unos centavos más si quisieras más que un espectáculo.
—Aunque ya sabías que podía pagarlo. Por eso te me acercaste,
no?—
El duda por un momento, mirando mi traje gris, apretado. —No te
ves exactamente como mi típico cliente—.
—Gracias—.
—Oye—, dice, frunciendo el ceño, —Estos tipos son decentes,
trabajadores...
—Suficiente. Donde esta esta chica, decidiré si vale la pena vaciar
mi billetera—. Estudio el puño de mi chaqueta. —Basándome en los
talentos en el escenario principal, lo dudo.
Ahora tiene algo que demostrar, este niño que vive en el cuerpo de
un hombre. —Tu solo espera. Hay una razón por la que la he mantenido
encerrada en el piso de arriba—.
Bastardo. Muevo mis molares cuando sale de la habitación, con mí
mano picando para alcanzar la pistola, girar el silenciador y apuntar.
Para acabar con su miserable existencia. Donde quiera que esté la
bailarina debutante, ella será liberada una vez que él respire por última
vez. No hay necesidad de esperar. Pero justo cuando estoy a punto de
seguirlo a cualquier habitación oscura en la que haya desaparecido, las
cuentas de plata se balancean, y mi corazón se clava en mi estómago,
luego se estrella contra mi garganta.
Ángel.
No tiene sentido para mi cerebro que ella esté parada en este lugar.
Ella pertenece a las nubes. O sentada en una almohada de seda bebiendo
champán. Dios mío, nunca he visto a nadie ni a nada tan hermoso en
mis treinta y tres años. Su cabello oscuro se apila sobre su cabeza,
pequeños pedazos cosquilleando su cuello agraciado. Su boca es
regordeta, ojos marrones redondos y enérgicos. Asustada, pero valiente.
Lo mataré por asustarte, ángel.
¿Cuánto tiempo ha estado asustada? ¿Encerrada?
Un rugido se acumula en mi garganta y los músculos de mis brazos
se detienen. La adrenalina convierte el pulso lento en mi cuello en un
ritmo rápido y entrecortado. Estoy preparado para matar.
Sin embargo, estoy preparado para más que eso. Mi polla golpea con
lujuria, creciendo y estirándose en mis pantalones. Hambriento. Tengo
mucha hambre y mi deseo es su piel. Quiero quitarle la larga túnica
transparente azul que lleva y lamer cada centímetro de su cuerpo. Nunca
antes había deseado a una mujer con esta urgencia. Mis encuentros en
el pasado eran funciones que realizaba como parte de mi trabajo.
Infiltrándome en lugares como este. Acercarse al objetivo por cualquier
medio necesario.
Nunca por placer.
Tener este ángel debajo de mí sería todo por placer. Estoy preparado
para derramar mi corrida solo mirándola, oliendo el ligero aroma floral.
Ella me está complaciendo simplemente por existir.
Le comunico con mis ojos que la salvaré. Le mostraré la verdadera
definición de ser mimada. Sí. Ese será mi nuevo trabajo.
Entreno mis ojos en el mosquito y alcanzo mi arma.
Mi paso vacila cuando los ojos del ángel se abren y ella me da una
pequeña sacudida de cabeza.
—Yo-yo quiero bailar para usted. Señor—. Ella traga y mis bolas se
vuelven pesadas. —¿Por favor?—
Es el placer que me deja inmóvil. No creo que pueda decir no a esta
criatura.
Creo que podría ser... ¿imposible?
En ese momento, me doy cuenta de que el ángel tiene una gran arma
contra mí, por cierto. Desde muy joven, me he visto obligado a ganar
dinero para alimentar a mi familia indigente trabajando para la Bratva3.
¿Primera lección que me enseñaron? Las debilidades te matarán. Sin
embargo, no puedo dejar de asentir con la cabeza y raspar, —Da4. Lo que
quieras.
El mosquito ríe a sabiendas y me trago mi veneno. —Pensé que
podrías cambiar tu tono una vez que vieras la mercancía.
Él empuja al ángel en mi dirección y la atrapo hacia mí. Un gemido
sale de mi boca porque es tan exuberante y femenina, pero estoy dividido
entre absorber la salvación de sus suaves curvas y poner una bala en el
hombre que se atrevió a ponerle las manos encima. De cerca, puedo ver
los moretones en su sien, en los lados de su garganta, y mis labios se

3 mafia rusa
4 Da (si en ruso)
desprenden de mis dientes. Abro la boca para decirle que he venido a
matar a su torturador, pero me detengo.
¿Y si ella no quiere un asesino a sangre fría? ¿Qué pasa si me
rechaza?
No sería una sorpresa. Ella ya no puede mirar con mucho cariño a
los hombres. Mi código de honor, el matar solo a aquellos que justifican
el asesinato, podría no influir en ella. Después de todo, ella no es de los
mundos subterráneos brutales donde me corté los dientes. Ella es una
inocente.
Mi polla se alza con ese recordatorio y ella jadea.
Nyet. No puedo asustarla. Mi deuda con mi empleador pronto será
pagada y ella nunca tendrá que saber sobre mi oscuro estilo de vida.
—Por favor... —, dice ella, subiendo de puntillas y susurrando en mi
oído. Es la euforia. —Por favor, solo déjame bailar para ti o él...
—Él no va a hacer nada—, le digo. —Él no te hará nada nunca más—
.
Ella mira a mis ojos y lanza un hechizo. —¿Por qué?—
—Porque... —¿Qué estaba diciendo? Mi cerebro no está funcionando
a su ritmo habitual. Parece que no puedo concentrarme en nada más que
en las tetas hermosas que se presionan contra mi pecho. —No importa
cómo evitaré que te moleste, ángel. Solo confía en mí—.
—Sí, no lo creo—.
El sudor se forma en mi columna vertebral. No me gusta que ella no
confíe en mí. Sólo unos segundos de eso y soy miserable. —¿Cómo puedo
hacer que confíes en mí?—
—Dime cómo um... por favor. — Ella mira hacia atrás por encima
del hombro al mosquito, el pulso en su cuello acelerándose con evidente
miedo. —Tengo que complacer al cliente. Enséñame como—.
—No estás obligada a complacerme, ángel. Aquí no. No así—.
Ella parece desconcertada. —¿Por qué estás aquí si no es por
placer?—
Para poner una bala entre los ojos de tu torturador. No puedo decir
tal cosa a esta chica. Esas palabras la mancharían. No me gusta no
decirle la verdad. De hecho, lo detesto. Pero debo permitir que ella crea
que estoy aquí por placer. De lo contrario, hará más preguntas o
sospechará que está tratando con alguien indigno y nunca confiará en
mí. O vendrá conmigo.
Da. Eso es lo que quiero más que nada. Que este ángel me deje
sacarla de este lugar. Tal vez si seguimos con el baile, puedo convencerla
de que confíe en mí. Que venga a casa conmigo
Sin embargo, no hay forma de que la deje bailar frente a una
audiencia. Especialmente no frente a mosquito, que incluso ahora se está
frotando las manos. Odio darle lo que quiere, pero no hay otra opción.
Tragando mi disgusto, saco mi billetera y saco el fajo de billetes de cien
dólares. Todo ello. Sin apartar los ojos de la chica, se lo entrego por
encima del hombro. —Vete a la mierda—.
Aunque no lo estoy mirando, siento sus ojos saliendo de su cabeza.
—Lo tienes, hombre. Solo toca la puerta de mi oficina cuando hayas
terminado. No la quiero huyendo cuando está atrae este tipo de efectivo—
.
—Ve—. Antes de que te desgarre la garganta.
Con un estallido de cuentas, el mosquito se ha ido y estoy solo con
mí ángel. Se ve tan pequeña en la luz azul, con los ojos muy abiertos en
su hermoso rostro. Pequeño tesoro, tan asustado. Me dan ganas de aullar
como un oso mutilado.
—¿Cuál es tu nombre?—, Le pregunto, con ganas de ahuecar su
mejilla.
—Oh, um ...
—Tu verdadero nombre, por favor.
Ella traga. —Margaret.
El nombre se desliza por mi garganta como un buen vino. —
Margaret. Soy Lenin—.
—Lenin—. Podría masturbarme durante una década con ese solo
pronunciamiento de mi nombre, pero se ve demasiado nerviosa para
relajarme. —Hay cámaras. Tenemos que empezar.
—He pagado más que suficiente para que te tomes tu tiempo.
Eso no la hace relajarse. —Usted pagó lo suficiente para hacer ...
todo. Conmigo. Sus ojos caen a mi entrepierna y ella respira
profundamente. —¿Es eso lo que estás esperando?
—Nyet. Hacemos lo que te hace sentir cómoda.
—Sentarme en un baño de burbujas con un libro me haría sentir
cómoda. Eso no me parece una opción.
Si tuviera la capacidad de reír, lo haría. Ella es inteligente por
encima de todo lo demás. Me sorprende el repentino temor de no haber
conocido a Margaret si simplemente hubiera apretado el gatillo, matado
al mosquito y desaparecido en la noche. Ese pensamiento me da un gran
pánico. —Te sacaré de este lugar ahora mismo, ángel. Te preparé un baño
de burbujas y enviaré suficientes libros para llenar una biblioteca. Todo
lo que tiene que hacer es pedirlo.
—Quédate con el diablo que conoces. Mi madre solía decir eso. Ella
sacude la cabeza. —No voy a ninguna parte contigo. Desvestirse apesta,
pero mi cabeza en una bolsa de lona suena peor.
También podría tener una herida de bala en el pecho. Y no sería la
primera vez. —No te haría daño ni en un pelo de la cabeza.
Sus ojos marrones se ablandan y mastica su delicioso labio inferior.
Ella quiere desesperadamente creerme. Desesperadamente quiere salir
de este lugar. Pero le resulta difícil confiar, y respeto eso. Entiendo, pero
quiero tanto su confianza que vendería mi alma para obtenerla. —
¿Puedes probar que no me harás ... daño?
—Tú misma lo dijiste—, le respondo. —Pagué lo suficiente para tener
mi momento contigo.
—Sí—, susurra ella.
—No lo haré, ángel—. Por mucho que mi cuerpo me pida lo contrario.
—No te voy a poner un dedo encima sin tu permiso—.
—¿Cómo sé que serás tan noble una vez que nos vayamos?—
Lo que hago a continuación es un riesgo, pero no se me ocurre otra
opción. Los movimientos se sienten antinaturales, renunciar a mi arma.
Pero inclino mi cuerpo para bloquear la cámara y mostrarle el arma en
mi chaqueta. —Toma el arma ahora, si lo deseas. No te detendré Eso te
daría dos armas contra mí.
Ella parpadea hacia el arma, hacia mí. —¿Cuál es la otra?
—Cada maldita cosa sobre ti.
Su aliento se detiene. —Nos acabamos de conocer.
—Da. Cuando lo sabes, lo sabes. Mi madre solía decir eso.
La esquina de su boca se inclina hacia arriba. —Voy a pensar acerca
de su oferta. Pero ... guarde el arma por ahora. —Sus ojos van hacia la
cámara y se sacude, como si recordara algo. —¿Te sientas, por favor?
Me caigo sobre el cojín, enganchando mis brazos en el respaldo. Mis
muslos se desplazan y ensanchan por necesidad, gracias al espacio que
ocupa mi erección. —Parece importante que bailes por mí, ángel. ¿Por
qué?
Margaret comienza a confiar, pero le lanza a la cámara otra mirada
y cierra la boca. —Solo dime qué ..." Se mete un cabello suelto detrás de
la oreja. —¿Qué les gusta a los hombres?
—¿Hombres que pagan bailes, quieres decir?
Brevemente, ella pone mala cara. —Los hombres como tú, supongo.
El ácido me canta la garganta. —Con el tiempo sabrás que no soy
nada como los hombres en este lugar, ángel—. Ambos pasamos unos
segundos mirando mi polla. No es algo que se pueda evitar en su tamaño
completo. —Acércate y déjame comenzar a probarlo—. Ella toma una
respiración entrecortada, luego se coloca entre mis piernas estiradas.
Vacilante, sus dedos suben por mis muslos y yo reprimo un gemido. —
Blyad5.
Margaret no tiene idea de la imagen que crea en su larga lencería
azul. La luz azul se abanica a su alrededor, ensombreciendo su hermoso
rostro y, de repente, soy un hombre moribundo que mira a un ángel que
custodia las puertas del cielo. Solo que, ella es un ángel sexy con un
pequeño triángulo de seda azul que oculta su coño y el más simple toque
de encaje que cubre sus tetas. Sus muslos. Maldita sea. Son suaves y lo
suficientemente jóvenes para hacerme sentir culpable, pero no lo
suficiente como para dejar de mirar. Ella es una fiesta y todo lo que tengo
que hacer para atiborrarme es ponerla debajo de mí en este sofá. Podría
poner mis caderas entre sus muslos, sujetarla con la parte superior de
mi cuerpo y encajar mi polla gorda dentro de ella. Golpearla, embestirla,
joderla hasta que mis bolas estén vacías. Nadie me detendría.
Bastardo. Mira sus ojos Te estás perdiendo.
Trago duramente y le doy una silenciosa disculpa a Margaret por
dejar momentáneamente que la lujuria controle mi mente, comienzo a
instruirla. Es importante para ella bailar y por eso es importante para mí.
Nunca he pagado por un baile como este, pero he visto a suficientes
hombres sucumbir a sus debilidades para saber cómo se hace. —

5 Blyad (joder en ruso).


Empieza por molestarme, ángel. Toca tu hermoso cuerpo. Hazme desear
que tus manos sean las mías. Mi polla se levanta contra mi cremallera
cuando sus dedos se deslizan por sus caderas y caja torácica. Hay música
procedente del escenario principal. Está amortiguada, pero es suficiente
para darle un latido a su cuerpo y ella se balancea, de lado a lado. —
Revélate a mí, escupo. —Despacio.
Margaret tira del arco con los lados de su túnica juntos. Mi boca se
seca ante el sonido de la seda deslizándose sobre la seda. Con dedos
ágiles, comienza a separar los lados de su bata, pero se gira antes de que
pueda ver sus tetas y su coño sin obstrucciones. Lo que obtengo en
cambio es que el material transparente se desprende para revelar sus
mejillas de trasero altas y regordetas en una tanga azul bebé y mi polla
se sacude, liberando un chorro de pre-semen en mis pantalones.
Mi gemido es obsceno. —Margaret. Un día me comeré ese lindo
trasero como un rey.
Ella jadea y me mira por encima del hombro. —Tú ... ya pareces
satisfecho y ni siquiera he empezado.
—Sí, ángel, me complace verte, es un gran jodido trato.
Algo nuevo baila en su expresión. Algo como la confianza. Ella se
acerca y se quita el sujetador. Manteniéndolo en sus tetas, se da la vuelta
y, tras una breve vacilación, se sienta a horcajadas en mi regazo. Apenas
me he recuperado de la vista de su vientre y la seda estirada sobre su
coño cuando su peso se posa en mis muslos, y ella se desliza más cerca
por accidente, su coño chocando con mi bulto, nuestras bocas se acercan
a una pulgada de distancia. —Oh, gime ella mientras trato de no venirme.
—Supongo que necesito algo de práctica.
—Da, digo con voz ronca, rodando mis caderas y jadeando ante la
sensación de su coñito sedoso arrastrándose en mis pantalones de vestir.
—Mientras esta práctica ocurra solo en el regazo de Lenin.
Una bocanada de aire la abandona. —Estás tan afectado por mí,
susurró con asombro. —Pensé que esto me haría sentir pequeña y
nerviosa, pero ... ¿es extraño que me sienta en control de lo que está
pasando por primera vez?
Me gusta la emocionada floración de color en sus mejillas, así que
levanto mis caderas nuevamente y su sonrojo se profundiza, un gemido
silencioso pasa por sus labios. Sí. Chica receptiva. Margaret va a empapar
mis sábanas con su venida tan pronto como pueda manejarlo. Voy a
complacerla hasta que se olvide de la dirección del cielo. —¿Te sientes así
porque prometí no tocarte?
—Sí. Me dejas ser libre, pero ... Debajo de los párpados tapados, ella
examina mi cara y parece casi tímida. —Hay algo en ti que me hace querer
quedarme ...
Mi pecho se inunda de orgullo y alivio. —Te esta faltado el control,
mi pobre ángel, me inclino hacia delante y respiro por su cuello, jurando
poner un collar de diamantes allí. —Lo siento. Tómalo ahora. Toma, si
eso te hace confiar en mí.
Su exhalación es desigual, su cabeza cayendo hacia atrás. Pasa un
tiempo en el que siento que se ablanda, dándome un centímetro de
confianza. Tal vez incluso permitiendo que su cuerpo explore lo que le
estoy haciendo sentir. Gemí en voz alta cuando su coño finalmente
comienza a rodear mi polla y cerramos los ojos. Los de una niña
somnolientos e inocentes frente a los de un hombre hambriento y
experimentado.
—¿Q-quieres verme aquí? Margaret murmura, inclinándose hacia
atrás e indicando sus tetas aún cubiertas. Solo quedan las copas de
encaje y ella solo necesita soltar el sujetador y estaré mirando sus pechos
completamente. Sin barrera. —¿Lenin?
Mis caderas se empujaron violentamente hacia ella diciendo mi
nombre y gruño. Su expresión se sobresalta, aunque excitada, cuando
gana aire, su parte trasera golpea de nuevo en mi regazo una fracción de
segundo más tarde. —Muéstrame. Mis dedos se hunden en el respaldo
del sofá de cuero. —Por favor.
Pareciendo aguantar la respiración, ella deja caer el sujetador y yo
rasgo el cuero, apretando los trozos con mis temblorosos puños. Sus
pechos son redondos y se inclinan en color rosa. Menea sus pequeños
pechos que me hacen la boca agua y una vez más prueban mi fuerza de
voluntad. Una vuelta y ella estaría de espaldas. Ella tal vez ni siquiera
pelearía conmigo si empujara sus piernas para abrirlas y jodiera esta
lujuria. La lujuria que nunca he sentido por nadie más que ella.
—Me encanta esto, susurra ella, su voz temblando. —No estoy
segura de que deba.
—Cualquier cosa conmigo está bien, ángel. Sacude tus lindas tetas
hacia mí, tortúrame y bromea con ese agujero virgen entre tus muslos y
estarás a salvo. ¿Tú me entiendes? Te mantendré a salvo. Incluso de mí
mismo. Siempre.
—Nunca me he sentido así ..., reflexiona, arqueando la espalda y
montando mi polla con los empujes de la cadera apretados y sexis,
tentando a mis bolas a explotar con cada movimiento sensual. —Como si
lo que yo quiero ... importara. Un estremecimiento la atraviesa. —Lenin.
Oh. Eso se siente muy bien.
Estoy gimiendo tan fuerte que apenas puedo escuchar, pero me
cuesta retener lo que me está diciendo. El camino a la confianza de
Margaret, y quizás incluso a su corazón, es devolverle algo del control que
le faltaba. Eso le ha sido quitado. Si eso significa que seguirá siendo mía,
le daré cualquier cosa. El universo será suyo. Especialmente si recuperar
el control significa que ella frota su coño cariñoso en mi polla. Puedo
mantener una correa en mi fuerza de voluntad. Puedo hacer eso por
Margaret. Por ella, sufriré por cualquier cosa. Y tal vez cuando ella confíe
más en mí, me darán el regalo de mis manos sobre su piel perfecta y rosa.
Ahora me está jodiendo a través de los pantalones, aunque no estoy
seguro de si ella lo sabe. Su boca está abierta, ojos marrones ciegos
mientras se desliza hacia arriba y hacia abajo en mi polla. Sé en el
momento en que descubre la ubicación de su clítoris, porque jadea y
luego sus caderas hacen movimientos mucho más pequeños. Se inclina
hacia adelante y sus tetas presionan mi pecho. Ella frota esa pequeña
protuberancia en la cresta dura de mi polla, gimiendo y gimiendo. No hay
mayor privilegio que ondular lentamente la parte inferior de mi cuerpo
para su disfrute, ver a esta hermosa criatura usar mi polla como su
juguete personal.
Nunca he necesitado liberar mi carga con tanta desesperación en mi
vida. Hasta ahora, ceder y acariciar la presión acumulada de mi cuerpo
se consideraba una debilidad, pero con Margaret, es una fortaleza. Mi
venida es ahora un elogio por su habilidad. Es lo que nos dará los bebés
cuando finalmente me meta dentro de ella. Es una prueba de que me han
permitido tocar a un ángel.
Mantenerla
La mantendré, esta chica increíble que abre sus hermosos muslos y
se masturba en mi polla con tal abandono. Ella contiene tal magia, a
pesar de que ha sido encerrada, tratada mal. Su espíritu está intacto y
solo quiero nutrirlo.
El dolor en mi interior aumenta a un grado febril y arranco más del
cuero del sofá, mordiéndome el labio hasta que se extrae sangre. —Blyad.
Ángel, me harás enloquecer.
—Lenin, se queja, entrelazando sus dedos en las solapas de mi
chaqueta. —Voy a…
Levanté la parte inferior de mi cuerpo como una silla de montar para
su placer. —Eso es correcto, ángel. Mantén tu pequeño coño en mi regazo
y déjame frotarlo. Podemos fingir que es solo un juego y seguirás siendo
una chica inocente.
Sus ojos vuelan a los míos y tienen fuego. Emocionada. Incluso más
que antes.
Hay algo aquí. Algo que ella necesita, y eso significa que yo también
lo necesito.
—Frótame. Ella asiente vigorosamente. —Por favor.
Puse mi boca en su oreja y golpeé mis caderas con fuerza. —¿Le
gusta frotarse a la niña buena de papá?
Ella aterriza en mi regazo con un grito y gruñí en respuesta,
sintiendo su crema tibia en mis pantalones, deseando que me dejara
tenerla por toda la boca y la barbilla, donde podría lamerlo. Agito mis
caderas con fuerza, ayudándola a salir de su orgasmo tembloroso y
lloroso, pero me obligo bajar mi propia liberación con un grito brutal. Mi
intención era venir, pero ...
Estoy jodidamente enamorado. Estoy enamorado de Margaret y no
volveré a alcanzar el clímax hasta que la cabeza de mi polla se presione
contra su matriz, convirtiéndola en la madre de mis hijos. No puedo
soportar desperdiciar lo que hay dentro mío antes de eso. Estoy
momentáneamente ciego por la frustración y rasgo otro agujero en el sofá
mientras Margaret continúa sollozando contra mi pecho, su coño ahora
cálido y flexible donde acuna mi polla, acariciándolo a través de mis
pantalones.
Un momento después, estoy mirando el rostro enrojecido de
Margaret. Ella parpadea, su atención se centró en el cuero desmenuzado
en mis manos.
—Está bien, está bien ... ella jadea. —Iré contigo.
Desnudo mis dientes en victoria. —¿Esto significa que confías en mí,
ángel?
—Creo que podría, susurra ella. —Hay algo que necesito obtener
primero desde el piso de arriba, sin embargo. Todavía aparentemente
aturdida, ella se preocupa mordiendo su labio. —¿Me ayudarás? Hank
podría haberlo escondido ya. Si él sabe que voy a tomarlo, encontrará
una manera de destruirlo.
Mis cejas se juntan. —Es por eso que bailaste para mí, ¿no es así?
—Sí. Me dijo que lo quemaría, si no complacía al cliente. Un
momento de silencio pasa —Pero no creo que dejes que eso suceda.
Gruño de felicidad, aunque tengo un extraño impulso de reírme otra
vez. Ella confía en mí, lo he hecho. —Ese mosquito no nos dará un
problema.
Ella sonríe, brillante y deslumbrante. —¿Ese mosquito?
Mi corazón se infla como un globo de aire caliente. —Da. Es un
insecto molesto, nada más. Asiento. —Vamos a conseguir esta cosa que
necesitas.
—Gracias, ella respira. —Todo esto está sucediendo muy rápido.
—Rápido es bueno. Lo rápido me hace feliz cuando se trata de ti.
Margaret se viste una vez más con el sostén y la bata transparente,
sus movimientos son ágiles y elegantes. Me muero por besarla.
Anhelando su boca. La próxima vez. La próxima vez, ella pedirá mi boca
por mi nombre y se la proporcionaré.
Alejando mis ojos de su hermoso rostro, tomo su mano y la guío
hacia el oscuro pasillo. Antes de que hayamos dado cinco pasos, el
mosquito sale de su oficina, mi dinero todavía en sus sudorosas garras.
—Allí están. Vale la pena cada centavo, ¿verdad? Se atreve a mirar a mi
ángel. —Parece que heredaste algunos movimientos de tu madre...
Lo golpeé con un cruce de derecha, con su cabeza rebotando contra
la jamba de la puerta, su cuerpo endeble aterrizando en un montón. Con
un suspiro de aburrimiento, paso por encima de él y recupero un juego
de llaves de su escritorio, volviendo y entregándoselo a Margaret. —
Vamos a buscar tus cosas. Necesito llevar a mi ángel a algún lugar digno
de ella.
Ella mira al mosquito con los ojos muy abiertos. Me temo que le he
mostrado mi lado violento, a pesar de que he tratado de evitarlo
manteniendo la vida del mosquito. Finalmente, levanta la barbilla y
siento una ligera cautela allí. Aguanto la respiración, pero ella se va por
el pasillo. —Sólo tardaré un minuto. Se detiene y se da vuelta. —
¿Realmente hablabas enserio sobre baño de burbujas y los libros?
—Nunca te diré nada que no quiera decir.
Ella mira el arma en mi chaqueta. —¿Qué hay de las cosas que no
estás diciendo?
No tengo una respuesta para eso. Solo puedo seguirla, protegiéndola
mientras sube las escaleras. Puedo amarla, tratarla como una princesa,
cuidarla con mi vida.
¿Pero querría esas cosas si supiera que soy un asesino?
Margaret

Mi vida solo se hizo mucho más intensa.


¿Quién es este tipo ruso terriblemente caliente y qué hacía en
Hank’s All Nude Review? Su actitud estricta, su traje caro y el Escalade
negro que conduce lo convierten en la cosa más alejada de la clientela de
strip-tease que puede obtener. O eso creo. Después de todo, hoy fue mi
primer “y aparentemente el último” día de trabajo.
Desde mi posición en el asiento del pasajero, le doy otra mirada
furtiva a Lenin. Si ese es su verdadero nombre. Él debe ser algún tipo de
mago, porque definitivamente estuve bajo un hechizo durante el baile.
Un minuto estaba petrificada, no le complacería, y mi padrastro destruiría
la caja de zapatos que ahora estoy agarrando. Y al siguiente? No estaba
pensando en nada más que avivar el nuevo fuego dentro de mí más y más
alto hasta que me quemó.
Me he despertado después de un sueño sexy antes y presioné la
carne entre mis piernas hasta que llegó un alivio fugaz. En estos tiempos
hubieron orgasmos, sí, pero no eran tan satisfactorios como el que tuve
en el regazo de Lenin. Señor, todavía estoy zumbando por eso. Mi piel es
sensible y puedo sentir cada inhalación y exhalación que sale de mi
cuerpo. Pasé por ello tan vergonzosamente, retorciéndome en su
excitación como un animal en celo.
¿Frotarse como la niña buena de papá?
Mi núcleo se aprieta como un puño y trago un grito ahogado. ¿Qué
significa que Lenin, se hacía llamar papá a sí mismo, provocara una
respuesta tan abrumadora de mi cuerpo? Mi verdadero padre apenas me
echó un vistazo y lo odio por el daño que le infligió a mi madre. La idea
de que él ponga un dedo sobre mí es repulsiva y nunca lo llamé papá.
Lenin, sin embargo ... llamándolo por ese título me emociona. No solo por
la palabra en sí, sino por lo que representa. Alguien que realmente se
preocupe por mí. Sobre mí. Lenin parece hacerlo. Sin embargo, si aprendí
algo de mi madre y de la vida que ella llevaba, es tener cuidado y confiar
solo con moderación.
Especialmente cuando se trata de hombres que portan armas y
mueven sus puños tan fácilmente como respiran.
—¿A dónde me llevas?
Lenin asiente a la pantalla del navegador. —Al puerto. Siento que su
aguda mirada se desliza sobre mí desde detrás de sus oscuras sombras.
—Necesitas algo de comer.
Mi estómago gruñe ante la mera mención de comida y sus labios se
curvan en un extremo. Diré una cosa para Lenin, él es como ningún
hombre con quien me haya cruzado. Uno, ninguno de los novios de mi
madre llevaba consigo fajos gigantescos de dinero. Dos, ninguno de ellos
exhibió ninguna forma de autocontrol. Y tres, sus necesidades siempre
estaban primero.
Tráeme una cerveza, mujer.
Tengo hambre.
Dile a tu mocosa que se calle.
No importa cuánto lo intente, no puedo imaginarme a Lenin
diciéndome cualquiera de estas cosas. ¿O estoy tan acostumbrada a la
escoria de la tierra que estoy pintando una imagen de él que se destruirá
tan pronto como baje la guardia? No bajes la guardia. Él tiene una pistola
—Sí. Me aclaré la garganta oxidada. —Supongo que podría ir por un
bocado.
Él murmura con simpatía, pero sus poderosas manos aprietan el
volante, haciendo que el cuero suene. —¿Cuándo fue la última vez que
comiste?
—Galletas y un poco de mantequilla de maní. ¿Tal vez ayer? El
orgullo envía mi mentón hacia arriba un poco más. —No me estoy
quejando. Es mi merienda favorita.
Un músculo salta en su mejilla. —No, no pareces el tipo de quejarte.
—No—. Pienso en el eje duro que quedó insatisfecho entre sus
piernas. —Tampoco tú—
—Tengo muchas quejas en este momento, Margaret. Se atenderán
cuando te alimente y sumerja en este baño de burbujas que quieres.
—¿Qué hay en esto para ti, Lenin? ¿Por qué quieres alimentarme y
bañarme? —
Él está tranquilo hasta que nos detuvimos en una luz roja y mira
hacia arriba, con los ojos ocultos detrás de los lentes negras. —Ya te
resulta difícil confiar en mí, ángel. Me preocupa que, si explico mis
sentimientos, estarás aún más asustadiza conmigo.
—Asustadiza—. Arrugo la nariz. —Ouch.
Suspira. —Eres adorable.
—Doble ouch.
La luz se vuelve verde. Entramos en la intersección. —¿Ves? Ya estoy
jodiendo esto.
En un impulso, me acerqué y puse mi mano en su brazo, fascinada
cuando todo su cuerpo se estremeció con el simple toque, sus dientes
blancos destellaron. —Dime. No estaré más asustadiza—. Torcí mis
labios. —Pero no puedo prometer que no me volveré más adorable.
Él se ríe suavemente y mi piel pica deliciosamente con el sonido. Oh.
¿Estoy coqueteando? No soy terrible en esto. Mi madre debe haberme
pasado sus habilidades.
—Margaret... —Gira a la derecha y el resplandeciente puerto
nocturno aparece a la vista, pero solo le dedico una breve mirada porque,
oh Dios mío, las puntas de sus orejas son rojas. —No puedo describir lo
que sucedió dentro de mí cuando entraste en la habitación. Hiciste mi
polla dura, sí, no mentiré sobre eso. Pero lo supe de inmediato... tu
espíritu debe ser protegido a toda costa. Eres hermosa y me siento
honrado de que me confiaras esta misión. —Había un ángel parado frente
a mí y soy un bastardo suficientemente codicioso para quererlo. El cuero
en el volante cruje de nuevo. —Quiero todo de ti—.
El aire me ha abandonado por completo, pero se necesita cada
gramo de mi fuerza de voluntad para no retorcerme en mi asiento. No
puedo decidir si debo subirme a su regazo y moler otro orgasmo, con
clase, o abrir la puerta del pasajero en la siguiente luz roja y correr por
mi vida. Este hombre es el tipo de intenso que no se rinde. Solo nos
conocemos por una hora... y ya, no creo que alguna vez me deje ir. Por
un lado, eso me emociona y me reconforta. Por otro lado, sé muy bien
cómo es estar atrapada. Ahora no me siento así con Lenin, pero ¿y si lo
hago en el futuro? Se suponía que este era mi escape, pero ya estoy en la
red de un hombre.
Trago saliva cuando su enorme bíceps se desplaza bajo la manga de
su chaqueta. Sin embargo, ¿qué hay de malo en una red sexy para estar
atrapada, verdad?
—Hay hoteles en el puerto. Lindos Podríamos quedarnos por esta
noche.
Ahora tengo aún más preguntas. —¿No puedes llevarme a tu lugar?
Su cara dura sigue siendo estoica. —Es tiempo de un cambio.
Mi estomago se hunde —No estás casado, ¿verdad? —
Él se burla. —Nyet. Ni siquiera soy dueño de la casa. Su mirada se
posa en mí. —Ahora tengo que cuidar a una chica. Muy ambicioso de mi
parte.
—Tal vez deberías haber comenzado con un periquito.
Lenin sacude la cabeza. —Me haces querer reír, Margaret.
—¿Por qué no te ríes, entonces?—
Considera esto por un momento, luego hace un sonido puntuado,
ja, ja, que suena más bien como grietas separadas de truenos. —¿Como
fue eso?
—Vamos a trabajar en ello.
Un minuto después, Lenin se detiene junto a un alto edificio de
piedra con una hiedra que sube por el costado. Sale y le entrega las llaves
a un hombre con una chaqueta azul marcada con Valet. Luego me abre
la puerta y me ayuda a la acera. El aire de la noche es frío y sopla mi
vieja y suelta camiseta, que me cambié mientras empacaba con prisa,
pero antes de que pueda temblar, Lenin me envuelve en su chaqueta y
me tira en un abrazo. La caja de zapatos que sostengo está encajada entre
nosotros y me gustaría que no estuviera allí. Es increíblemente cálido y
huele a humo de chimenea flotando en el aire invernal. Me gustaría
envolverlo alrededor de mí y dormir durante mil años.
Da miedo lo mucho que me hace querer derribar mis muros. Sin
embargo, ¿de dónde vino? ¿Por qué estaba en el club esta noche?
Levanta mi barbilla y me besa la frente, distrayéndome de mis
preocupaciones. —Primero nos registraremos en el hotel y luego
buscaremos un lugar donde comer. ¿Da?
Asiento y le dejo que me siga abrazando. Tal vez estoy siendo
complaciente o demasiado crédula, pero solo quiero vivir las próximas
horas sin miedo. Miedo a que me echen a la calle, por temor a no poder
comer una comida. El miedo en general. Lenin me está dando eso y si soy
una tonta por tomarlo, que así sea. Volveré a ser una imbécil cínica
mañana.
Lenin me sostiene a su lado cuando entramos en el lobby del hotel
y me alegra que me cubra, porque estoy muy poco vestida para este lugar.
Tiene una araña de una milla de ancho, pisos relucientes y arreglos
florales gigantes. El personal ajetreado con carros de equipaje y música
de piano se desplaza suavemente por el interior. Lenin me mantiene a su
lado cuando nos registra en una habitación y solicita que se lleven mis
cosas a nuestra habitación. Unos diez minutos más tarde, cruzamos la
calle hacia los numerosos restaurantes que bordean el puerto. —Es un
poco presuntuoso de tu parte reservar solo una habitación, Lenin, le digo,
dándole una mirada severa y burlona. —Supongo que no tuvo nada que
ver con que me desnudara y me trepase sobre ti antes.
—¿Estás siendo sarcástica, ángel? Él gruñe. —Eres muy buena en
eso.
—Eso es todo lo que tienes que decir? No va a ser una excusa para
ahorrar dinero o ...
Me mira como si estuviera loca. —Nyet. Me guía a un restaurante
italiano y nos detenemos frente a la estación de azafatas. —Me estoy
volviendo loco necesitando follarte, Margaret. Por eso reservamos solo
una habitación.
La anfitriona nos parpadea con ojos de búho.
—Mesa para uno—, dice Lenin, arqueando una ceja oscura hacia
mí. —A menos que prefieras dos
La risa me hace cosquillas en la garganta. —Cariño, hiciste una
broma! —
Su única respuesta es un gruñido, pero detecto una sonrisa.
Él está pensando profundamente en el camino a nuestra mesa,
fulminando con la mirada a cada hombre en el comedor lleno. Incluso las
personas mayores. Cuando nos sentamos, él acerca la silla y me golpea
con el ceño fruncido. —Me llamarás 'cariño' de ahora en adelante. Es
agradable.
El placer corre a través de mí. ¿Quién sabía que la vida podía ser
divertida? Lenin lo está haciendo así.
Estoy pensando en escalarlo de nuevo. Si no estuviéramos en un
restaurante, podría, pero estamos en público, así que tal vez simplemente
siga coqueteando. Sus respuestas me hacen sentir que tengo control
sobre la situación. No importa lo que diga o haga, sé que no me obligará
a hacer nada para lo que no esté preparada. Lo hizo muy obvio cuando
destruyó el sofá mientras yo bailaba sobre él. Quiero decir, él podría
haberme hecho lo que quisiera, y no lo hizo. Creo ... creo que podría estar
a salvo.
Burlarme de él, coquetear con él, incluso volverlo loco se siente
seguro. ¿Alguna vez me he sentido segura?
Debajo de la mesa, dejé que las puntas de mis dedos subieran por
su muslo. Su pierna se vuelve acero bajo mi toque y tira de su cuello.
Trazo su hebilla de cinturón con mi dedo índice y él respira mi nombre.
—¿Realmente quieres que te llame "cariño "?— Metí mi dedo justo dentro
de sus pantalones. —Pensé que nos decidimos por 'papá'.
Cierra los ojos y respira pesadamente por un momento. Cuando me
mira de nuevo, soy testigo de un hombre que arde por dentro. —¿Es tu
plan despojarme de mi cordura, ángel? —
Me inclino y susurro contra su oreja. —¿Realmente quieres
llamarme 'ángel'? —
—Eso es lo que eres, — responde, con voz áspera.
—Pero, um ... Mi propia cara se sonroja cuando admito la siguiente
parte. —Me gustó cuando me llamaste tu niña buena.
Su boca encuentra la mía y la consume con un gruñido. El gran
cuerpo de Lenin se vuelve hacia el mío, su rodilla encuentra mi centro y
presiona, y al instante estoy mojada, empapando mis bragas y el material
de sus pantalones. Mueve su rodilla de lado a lado mientras me acaricia
la boca y yo gimo, tratando de dejar mi silla y de montar su regazo.
Quiero. Quiero la seguridad y la satisfacción que me da. Necesito volver.
¿Qué me ha hecho?
—Basta, pequeña niña—.
Lenin rompe las palabras como un látigo y me vuelvo a sentar en la
silla, trabajando por el oxígeno. Mis pezones están en picos terribles y
doloridos y mis sentidos se callan y hierven a fuego lento. Pero mi cuerpo
obedece la orden de Lenin, como si fuera la cosa más natural del mundo.
Parece que puedo coquetear y volverlo loco, pero él es el jefe. Dios mío,
estoy tan excitada por eso que apenas puedo soportarlo.
Sin lugar a dudas, he encontrado algo que necesito. Tal vez incluso
el único hombre que me hace necesitarlo.
Por favor, deja que esto sea real. Por favor, déjame tener razón. Que
no sea una trampa.
Miro con ojos hambrientos mientras se limpia el labio superior con
la servilleta de mesa blanca, y asiente con la cabeza al camarero que se
acerca a la mesa. —¿La pasta te suena bien, ángel?
—Cualquier cosa suena bien. Lenin señala algunas cosas al
camarero en el menú y el hombre regresa rápidamente con una cesta de
pan, un vaso de vino tinto y una cerveza, dejándolos en la mesa y saliendo
tan rápido como llegó. —Creo que lo pones nervioso, le digo a Lenin,
tratando de no parecer desesperada cuando busco un pedazo de pan.
—¿Te pongo a tí nerviosa?—
—Sí. Pero no por la misma razón—.
Él frunce el ceño. —Trabajaremos en esto. Cuando asentí
lentamente, sus grandes hombros se relajaron y acercó más mi silla,
maldiciendo en ruso cuando ya no llegara más. Me mira tragar un rollo
de comida y me da otro. —¿Me dirás lo que hay en la caja de zapatos,
Margaret? —
Hago una pausa, a medio masticar. —Oh, um ...
—¿Es personal?
—Sí, pero quiero decirte, le digo, con la verdad. —Figuras de
caballos.
Me encanta que no esté sorprendido, solo curioso. —Son especiales
para ti?
—Sí. Levanto mi servilleta y la giro entre mis dedos. —Cuando tenía
diez años, mi madre me llevó a una granja y montamos a caballo. Fue el
mejor día. De todos. Solo ella, yo y nos quedamos todo el día, alimentando
a los caballos y dándoles nombres tontos. Cuando nos íbamos, ella robó
las figuras del granjero y me sorprendió con ellas en el viaje en autobús
a casa. Me encogí de hombros. —Sé que robar no está bien, pero ella
nunca ha hecho nada según las reglas. Esa es solo mi madre. —Si no
tuviera esos caballos, no tendría nada para recordarla.
Lenin está tranquilo. —Entonces me alegro de que los tengas.
Levanta mi mano y besa la pequeña parte de mi muñeca, enviando una
ráfaga de vértigo a mi estómago. —Me duele que hayas sido forzada a
bailar para que los salve. Si solo hubieras preguntado, habría derribado
el edificio para encontrarlos y ponerlos a tus pies.
—Creo que ahora lo sé, le susurro.
—Bien. Su lengua traza las venas de mi muñeca. —Encuentro que
no puedo arrepentirme de frotarme tu pequeño y cremoso coño hasta que
me empapaste la cremallera.
Mi gemido, mi pulso, mis ondas cerebrales están entrecortadas. ¿Por
qué estas palabras prohibidas suenan tan asombrosas saliendo de su
boca? —Parece que tampoco puedo lamentarlo.
—Mmmm. Frotarás ese dulce coño en mi cara más tarde, Margaret.
Lame mi palma. — Por toda mi lengua y barbilla y mejillas. Luego besaré
ese lío en tu bonita cara mientras te penetro como un jodido animal.
—Oh—, jadeo, mi carne femenina se contrae dolorosamente. —Oh.
Un gruñido afirmativo sale de su pecho. —Volvamos a los caballos.
Sobrecargada en todo sentido pregunto. —¿Ah… Que?
—Caballos, Margaret. Pareciendo medio divertido y medio
depredador, Lenin traza mi labio inferior con la yema de su pulgar. —Te
llevaré a montar a caballo. ¿Esto te haría feliz?
Mi columna vertebral se endereza. —¿Harías eso?
Lenin está visiblemente ofendido de que yo lo dudara. —Por
supuesto. También les daremos nombres tontos. Como ... Joe.
Me río. —Joe?
—Es un nombre tonto para un caballo, ¿no es así?
—¿Por qué la cara larga, Joe? Asiento con firmeza. —Me gusta.
Está muy contento consigo mismo.
—¿Me vas a robar algo?
—Solo me limitare a pedir lo que desees, Margaret. Nada más.
No por primera vez, siento la oscuridad dentro de Lenin, pero estoy
demasiado caliente, segura y llena de carbohidratos para cuestionarla
esta noche. Quizás mañana. Y luego llega nuestra comida y tomo mi vino
mientras disfruto de la mejor comida que he comido.
La vida es buena.
¿Pero solo por ahora? ¿O para siempre?
Lenin

Tal vez no debería haber sido tan contundente con mi Margaret


sobre querer follarla esta noche.
Estamos dentro de la habitación del hotel y parece que la están
llevando hacia la horca. Debo admitir que encuentro que el cambio en su
estado de ánimo es confuso, ya que hizo todo lo posible por hacerme venir
en mis pantalones en el restaurante. Ella es una pequeña y complicada
belleza y casi estoy enfermo de lujuria, ansioso más allá de la creencia de
acostarme con ella, pero no me gusta la forma en que se retuerce las
manos y trata de fundirse contra la pared. Se qué debo hacer algo para
arreglar esto.
Cuando ella no está sonriendo, me molesta. Ella siempre debería
estar sonriendo.
Pensando en cómo aliviar sus nervios, hago una rápida observación
de la habitación. Es agradable. En mi profesión, normalmente barrería la
sala por dispositivos de escucha o cámaras, para estar seguro. Luego iría
a la ventana y memorizaría el diseño del área inmediatamente. Luego
revisaría la información sobre mi objetivo, limpiaría mi arma y me
prepararía para el golpe. La habitación sería intrascendente para mí.
Simplemente un lugar para descansar, así puedo ser agudo cuando
cuenta.
Ahora, sin embargo, lo observo con un ojo crítico si es digna de
Margaret. Reservé la habitación más grande disponible, pero sospecho
que nada menos que un palacio me dejaría satisfecho cuando se trata de
donde ella duerme. Aun así, es segura y de buen gusto con sus brillantes
lámparas de cristal, muebles de espejo, alfombras blancas gruesas y
habitaciones separadas. Arte que representa a París y España cuelgan en
las paredes. La sala de estar está colocada frente a una gran ventana,
con el Puerto brillando debajo.
Me quito la chaqueta y la funda del hombro, colgando con cuidado
en el respaldo de una silla. Nos miramos el uno a al otro mientras me
quito los botones de las muñecas y me levanto las mangas. Hay asuntos
que debo atender pronto, como las cuarenta llamadas perdidas de mi
empleador en mi teléfono. Esta noche marca la primera vez desde mi
juventud que no he completado una misión. Irónicamente, este trabajo
estaba destinado a ser el último. Cuando tenía dieciséis años, logré un
acuerdo con el Bratva para sacar a mi familia de la deuda y desde ese
momento en adelante, le pertenecía. Ahora me prestan a grupos delictivos
más pequeños de todo el mundo. De cada uno de mis cheques de pago
sustanciales, el Bratva toma un corte. Esta noche iba a salir para
siempre, con un golpe final.
Mi empleador no estará contento de que deje que el mosquito viva.
En este momento, Margaret es más importante que todo eso. Incluso
si mi propia vida está en riesgo.
—¿Hora de tu baño, da?
Ella traga audiblemente. —Oh, ¿seguimos haciendo eso?
—Cumpliré mis promesas, ángel.
Ella murmura, mirando alrededor de la habitación. —Esto es
hermoso, Lenin.
Mi gemido no puede ser atrapado. Cuando dice mi nombre con esa
voz sin aliento, podría estar chupando mi polla. Me aclaro la garganta. —
Es suficiente.
Cuando paso a Margaret para entrar al baño, ella toma una
respiración rápida, soltando lo que parece ser un alivio cuando no la toco.
Sus acciones crean una extraña sensación en mi vientre. Lastimado, tal
vez? No estoy seguro de cómo se siente el dolor, por lo que no puedo estar
seguro. Para distraerme, enciendo la luz del baño y lleno la bañera con
agua, agregando suficiente gel de baño con aroma a lavanda para hacer
burbujas de espuma en abundancia en la superficie. Cuando termine,
me vuelvo para encontrar a Margaret parada en la puerta del baño,
observándome.
—Gracias.
Asiento y comienzo a salir del baño para que ella pueda tener algo
de privacidad, pero me detengo en seco cuando pone una mano en mi
brazo. —Lenin?
Mi eje se pone rígido, alargándose en mis pantalones. —¿Sí?
Se mastica su labio, aparentemente sin darse cuenta de la situación
física en la que me pone simplemente hablando, respirando, existiendo.
—Es solo que ... y no es como si hubiera pensado mucho en cuándo o
cómo perdería mi virginidad, pero pensé que habría, no sé, tres o cuatro
citas primero. Y un montón de besos que conducen al tiro principal. ¿Ya
sabes? —
—No tengo planes de derribarte.
—No quise decir eso literalmente.
—Sin embargo, en el futuro, habrá ocasiones en que te derribaré,
Margaret.
Una risa desigual sale de ella. —¿Podemos concentrarnos en esta
primera vez, por favor?
—Estoy muy concentrado en eso, ángel.
Ella deja escapar un suspiro. —Note eso.
Es totalmente posible que me equivoque, pero creo que su adorable
parloteo me ha dado una idea de por qué está repentinamente nerviosa a
mi alrededor. —Pasaremos un tiempo besándonos y teniendo citas antes
de follarte, Margaret?
Su boca se abre y se cierra. —¿Tu harías eso?
—Será doloroso, pero es más doloroso tenerte asustada de mí.
Ella frunce el ceño. —No me asustas. Tengo miedo de, um ...
—Dime.
—Ya sabes. Ella mira hacia mi polla y se pone rosa. —El dolor.
Levanto una mano y acuno su mejilla. —Es mi trabajo asegurarme
de que el placer supere el dolor la primera vez, Margaret. Mi pulgar se
desplaza sobre la suavidad y el volumen de su labio inferior. —Y me tomo
mi trabajo muy en serio.
Margaret me mira por un momento antes de acercarse,
aparentemente fascinada con mi barbilla. —¿No estás frustrado?
—Nyet. Casi me das un trabajo manual en el restaurante y me dices
que te gusta que te llame mi niña y que ahora quieres esperar. Tiene
mucho sentido para mí.
Una sonrisa se extiende por su rostro. —Oh wow. Eso fue un
sarcasmo serio.
Pellizco mi dedo índice y el pulgar juntos. —Tal vez un poco. Estoy
aprendiendo de los mejores.
Ella se ríe en voz baja. —Me gustas.
Mi corazón se expande hasta el punto de casi explotar fuera de mi
pecho. —¿Lo hago? — Dejo escapar un suspiro que no sabía que estaba
conteniendo. —Eso es bueno, ángel.
—Me voy a bañar ahora—.
Yo gruño —Y luego nos besamos por un rato—.
—Sí—. Aprieta los labios y echa un vistazo hacia la bañera. —¿Vas
a verme?
—Esa sería mi preferencia—.
Sus mejillas florecen de color. —Está bien—. Ella me deja para
caminar hacia la bañera y lloro por la pérdida de su calor corporal. Mi
sangre se calienta como metal fundido cuando se quita la camiseta y
descubre sus tetas. Soy incapaz de impedirme agacharme y pasar el talón
de mi mano por la cresta de mi polla. La criatura más hermosa del mundo
me está dando un show privado. Es imposible creer que he tenido tanta
suerte después de la vida que he llevado, pero no puedo hacer nada más
que disfrutar mientras Margaret se desabrocha sus diminutos
pantalones cortos y los deja caer, dejándola en nada más que las bragas
azules que llevaba antes. Saber que todavía llevan su orgasmo me vuelve
loco para darle otro.
Ella tira su largo y oscuro cabello y me mira por encima del hombro.
Deseo encargar una pintura de la vista, es tal perfección. Justo cuando
lo recuerdo, ella se inclina hacia adelante lentamente, apoyando su mano
en el borde de la bañera para comprobar la temperatura. El movimiento
empuja su parte trasera, y salivo sobre los suaves y redondos montículos
de su culo, la forma en que sus bragas abrazan esas curvas. Algún día
separaré esas mejillas y meteré mi lengua en su pequeño agujero hasta
que grite por papá.
Sus bragas se deslizan por sus muslos a continuación y hundo mis
dientes en mi labio inferior hasta que pruebo la sangre. Inclinada como
está, puedo ver su coño por detrás y es todo lo que puedo hacer para no
montarla como una bestia. En un dolor insoportable, tengo que
apartarme de la vista de ella y respirar profundamente, contando hasta
diez y hacia atrás.
—Lenin. La oigo hundirse en el baño. —¿Por qué no, um ... te
liberas?
Con un fuerte trago, dejo caer mi cabeza contra la pared, aunque me
gustaría golpearla con toda su fuerza. —Mi cuerpo ha estado creando
esta semilla desde que te conocí, por lo que cada gota dentro de mis bolas
es preciosa. Solo puedo darte esta carga particular una vez.
Hay algunos cambios en el agua y me la imagino enjabonándose el
coño. —No puedo creer que hagas que las bolas suenen tan románticas,
dice un poco sin aliento.
A pesar de mi dolorosa excitación, mis labios aparecen en los
extremos. —Me alegro de que pienses eso. Me permito un golpe más en
mis pantalones y me quito la mano, apoyándola en la pared. —¿Te
importa si me pongo cómodo?
—Por supuesto no.—
Me desabrocho la camisa y la libero de mi cintura. Sabiendo que ella
va a ver mis tatuajes, vacilo, pero ocultarlos para siempre no es realista,
así que exhalo y me quito la camisa, observándola por encima del hombro
para ver una reacción. No obtengo lo que estoy esperando. En lugar de
miedo, veo curiosidad. Y la atracción. Sí, definitivamente eso. Ella se
mueve en la bañera y gruño bajo en mi pecho cuando sus pezones
rosados se endurecen entre las burbujas. —¿Te gusta lo que ves,
Margaret?
Ella asiente lentamente, sus labios picados de abeja se separan en
un suspiro tembloroso. —Algunos de esos tatuajes parecen algo así
como... simbólicos. Como insignias de honor.
—Más deber que honor, en mi caso, digo suavemente. —Algún día
te las explicaré, ángel. Hago una pausa. —No tienes nada que temer de
mí. Nunca. ¿Tú lo sabes verdad?
Una vez más, ella asiente. —No puedo tener miedo de ti cuando me
haces sentir tan poderosa, murmura ella. —Podrías tomar lo que quieres
de mí tan fácilmente, pero me dejas creer que tengo el control de lo que
sucede entre nosotros.
Noto una sombra en su rostro y quiero desterrarla. —Hay más.
—Sí. Sus ojos se oscurecen. —Este poder que me das ... me da
ganas de probarlo. Como burlarme de ti en el restaurante o ...
desnudarme para ti. Nunca me hubiera fijado a mi misma como una
tomadora de pelo ...
—Pero tú solo eres de esa manera conmigo. Sabes que no me voy a
romper.
—Sí. Así que es seguro tratar de romperte. Soy horrible, ¿no?
—No hay nada terrible en ti, Margaret. Eres magnifica. Y puedes
torturarme todo lo que necesites. Puedo soportarlo. No sé qué hacer con
mis manos de repente. —Significa que te gusto, cuando haces estas
burlas, así que ... vale la pena la frustración.
—Me gustas todo el tiempo. Después de la más pequeña vacilación,
ella deja a un lado el jabón y se pone de pie, enviando una cascada de
espuma por todo su frente. Mi polla se sacude, liberando un chorro de
semen en la pierna de mis pantalones. Y una segunda rompe las defensas
de mi cuerpo cuando dice —Quiero comenzar a besarte ahora, Lenin.
Margaret

¿Qué voy a hacer con este hombre?


Cada vez que me recuerdo a mí misma de ser cautelosa, él
demuestra ser digno de confianza. O dice algo que me calma, me hace
reír, me hace sentir especial, sexy. Importante.
¿Mencioné que es estúpidamente sexy?
En su traje, era un diez. Ahora camina hacia mí como el Rey de los
Chicos Malos Tatuados y cada paso hace que los músculos se agrupen y
rueden bajo su piel entintada. Si alguien corriera de cabeza contra los
planos musculares de su pecho, sufriría una contusión. Sus pezones son
de color marrón rojizo, arrugados como los míos, porque estoy bastante
segura de que ambos estamos excitados por el beso. No, definitivamente
está excitado. Su erección va a romper la cremallera de sus pantalones
en cualquier momento. Tiene que ser doloroso, pero sigue deambulando
como un cabrón, con la mandíbula flexionada, sus ojos humeantes e
intensos mientras se deslizan sobre mi cuerpo desnudo.
Sí, quiero besar ahora.
Lenin se detiene delante de mí y deja caer su mano, masajeando el
bulto en sus pantalones. —No me estás tomando el pelo, ¿verdad, ángel?
¿Vas a dejar que me acueste con tu cuerpo desnudo y bese esa dulce
boca?—
—Sí—, susurro.
El gruñe, largo y bajo, esa mano apretada sobre su sexo,
moviéndose, apretando. —La vida contigo va a ser una hermosa tortura,
Margaret.—
Antes de que pueda responder, agarra mis caderas y me saca de la
bañera. Mis pies apenas han tocado el suelo cuando soy arrastrada por
los brazos de Lenin y llevada hacia el dormitorio. Mi corazón golpea
contra mis costillas, pero no por los nervios. Estoy cien por cien segura
de que Lenin no cruzará la línea que hemos trazado, pase lo que pase.
Aunque lo tiente para que se vuelva loco.
Y Dios, anhelo la oportunidad de tentarlo a cruzar la línea.
¿Quién iba a saber que yo era una atormentadora? Pero no puedo
evitarlo. Su fuerza de voluntad me ha dado permiso para abrazar una
parte de mí mísma que no sabía que existía. Tal vez nunca hubiera
existido sin él.

El olor de su piel es terroso, masculino, y lo inhalo de camino al


dormitorio. Estoy jugando con la idea de lamerle la clavícula para
averiguar si su olor tiene sabor, pero no tengo la oportunidad porque me
está acostando en el centro de la cama gigante, mi cuerpo mojado y
desnudo. El fuego en los ojos de Lenin me convence de que va a sujetarme
al colchón y atacar mi boca, así que estoy sorprendida cuando se acuesta
a mi lado y los músculos de su mandíbula, pecho y estómago se flexionan
con la luz de la lámpara. Se acerca más, hasta que sólo queda una
pulgada de espacio entre nosotros, y ahueca mi cara en una mano
caliente.
—Se me ocurre que los dos somos vírgenes en esta situación—,
murmura. —Nunca lo he hecho como un adolescente. Pensé que esto es
algo que sólo pasa en las películas americanas—.
Su boca me invita a acercarme y lo hago, mis muslos desnudos
presionando contra los suyos vestidos. —Para empezar, no creo que
ninguno de los participantes deba estar desnudo.—
Lenin me guiña el ojo y todo al sur de mi ecuador se derrite como
chocolate al sol. Él corre un solo dedo por el medio de mi cuerpo,
comenzando en mi cuello y terminando con una vuelta alrededor de mi
ombligo. —Hacemos nuestras propias reglas, da?—
—Da—, respiro.
Lenin se ríe cuando nuestros labios se encuentran, pero se detiene
inmediatamente y siento la tensión destrozar su cuerpo. Aunque nunca
lo sabrías por su boca. Sus labios se mueven lentamente sobre los míos,
separándolos, su aliento resonando. Él sigue adelante, abriendo mi boca
para tomar y su lengua toca la punta de la mía, apenas, antes de
retirarse. Un sonido sabroso cruje en su pecho, haciéndome vibrar de
pies a cabeza. —¿Te gusta esto hasta ahora?— Prácticamente me gruñe.
—Uh-huh.— Es decir poco.
Su gran mano se extiende sobre mi cadera, amasándome allí, su
mirada me recorre codiciosamente, oscureciéndose cuando toca mi
feminidad. Mi cuerpo florece como una flor bajo su atención, mis manos
se levantan por sí solas para cerrar sobre mis pechos. —Juega limpio,
Margaret—, advierte, con la parte inferior de su cuerpo balanceándose
contra mí, ese órgano masculino imposiblemente rígido donde me
presiona el muslo.
Spoiler: No juego limpio.
Ni siquiera puedo controlar mi impulso de volverlo loco.
Simplemente obedezco el innegable impulso de ponerlo a prueba. Mi boca
forma una mueca y me pellizco los pezones, jadeando con el
correspondiente disparo eléctrico entre las piernas. —Pero se siente tan
bien.—
Esta vez, cuando Lenin me besa, es casi animal. La mano sobre mi
cadera está temblando y está respirando con dificultad por la nariz. Lo
que sea que haya despertado dentro de mí, suena como un diapasón
pulsado. Sus caderas ruedan a un ritmo cada vez mayor y mis pechos
me duelen en las puntas, la humedad se precipita entre mis piernas. Sin
bragas que capten la humedad, simplemente me cubre los muslos y una
baja vibración comienza allí, extendiéndose a través de mi vientre hasta
que estoy arañando los hombros de Lenin, tratando de levantarme de la
cama para saborear más de él, pero él me sujeta y se abalanza sobre mí
primero. Estoy atrapada. Y me encanta. Me encanta no haberle dado
opción.
—Haces que sea muy difícil controlarme—, dice con aspereza,
asentándose entre mis muslos. —Tu boquita sabe como la miel y puedo
oler tu coño empapándose por mí en bienvenida.— Bombea sus caderas
hacia la unión de mis muslos y gime roncamente. —Unos minutos más
de estos besos, ángel, y luego paramos. No te creerías tan segura si
supieras las visiones en mi cabeza—.
Atrapada en mi propia maldad, coloco mis rodillas contra su caja
torácica. — ¿Cuáles son?—
—Niña mala—, gruñe Lenin. Su gran mano captura mi mandíbula,
su pulgar tirando de mi labio inferior para así poder pasar su lengua por
mi boca abierta. Su envergadura es todos ángulos ásperos y músculos
gruesos. Encima de mí, es divino. Yo estoy desnuda y él aún está medio
vestido. En todo lo que cuenta, estoy a su merced. Entonces, ¿por qué
parece que está a la mía? Es una sensación increíble. Sus besos son
feroces. Húmedo, masculino e indomable. Su boca trabaja la mía rápida
y fuerte, su bulto moliendo mi carne desnuda. —Vas a dejar que papá
ponga su gran polla en esta boca algún día—. Uh oh Un cambio en el
juego.
Tan pronto como se llama a sí mismo mi papá, mi carne femenina
se exprime de la manera más intensa. Suficiente para hacerme jadear y
retorcerme bajo su duro cuerpo. ¿Voy... a llegar al clímax? Oh, Dios mío.
La lujuria forma una niebla alrededor de mi cerebro y todo lo demás se
vuelve negro excepto mi contacto físico con Lenin. Es todo lo que siento,
veo o me importa. Papá está encima de mí y está hambriento. También
con dolor, si los fuertes gemidos que salen de su pecho son una pista.
Su lengua invade mi boca de nuevo, de nuevo, de nuevo, de nuevo y
siento esos profundos lametazos entre mis muslos. Atizan el fuego que
está empezando a arder fuera de control. Necesito algo. No,
necesito....todo. Su boca es implacable, cambia de dirección y me ataca
una y otra vez desde todos los ángulos. No es seducción, es sólo
honestidad. Pura y cruda honestidad. Cuando nos detenemos a respirar,
miro brevemente su expresión de párpados pesados, músculos tensos,
sudor que se acumula en el centro de sus pectorales gruesos. Los
músculos destellan y brillan, su boca está mojada y me saca los dientes
cada vez que me empuja contra mi centro.
Está famélico por mí. ¿Cómo podría parar?
No lo sé. Pero lo haría.
Tal vez esa es parte de la razón por la que ya no quiero que lo haga.
La confianza y el afecto se expanden dentro de mí hasta que me voy
a romper.
Confío en mi papá. Quiero enseñárselo. Hacerlo feliz.
Quiero ser su niña buena.
Antes de que pueda volver a meterme la lengua en la boca, le susurro
apresuradamente: — No quiero dejar de besarte nunca más —. Te
necesito dentro de mí. Por favor.—
Deja caer su cara en mi cuello y brama como un animal herido. —
Nyet. Me estás poniendo a prueba. Seré inquebrantable para ti, ángel. No
dudarás de mí.—
—No. No, no dudo de ti. Para nada. Por favor. He cambiado de
opinión.—
Esos ojos calientes pasan por encima de mi cara y sacude la cabeza.
—Pasaré esta prueba aunque me mate. Sufriré para hacerte mía para
siempre.— Oh, Dios mío. Realmente no va a tomarme.
No puedo culpar a nadie más que a mí misma.
Es tan ridículo sentir las lágrimas brotando detrás de mis ojos, pero
estoy empezando a sentir dolor, y la intuición me dice que Lenin me dice
que es la única manera de detenerlo. Sobre mi propia lujuria creciente,
hay un impulso de satisfacerlo que es inmenso. —¿Por favor?—
Maldice sin parar en ruso lo que supongo que es un elaborado no.
Antes de que pueda detenerla, una lágrima se escapa.
Lenin mira la gota de humedad deslizarse por mi sien con horror. —
¿Qué es eso, Margaret? ¿Qué estás haciendo?—
Otra lágrima se escapa y el pánico de Lenin se intensifica. Parece
que acaba de ser testigo de una bomba que detona y destruye la
civilización tal y como la conocemos.
—¿Estás... llorando?—
—Estoy bien—, sollozo, no lo convenzo en absoluto. —Es sólo que te
necesito. Todo de ti. Y no me creerás y todo es culpa mía—.
Las palabras divagadoras apenas salen de mi boca antes de que
Lenin baje la mano y se baje la cremallera. Mirando hacia abajo entre
nuestros cuerpos, observo como su mano desaparece dentro de sus
pantalones y rápidamente saca una enorme y palpitante serpiente de
carne. La cabeza húmeda es de color rojo violáceo, húmeda y goteando.
Un profundo anhelo se retuerce dentro de mí. Este es mi compañero. Y
yo soy de él. Estamos a punto de entregarnos el uno al otro y de repente
estoy desesperada por que eso suceda. Estoy lloriqueando y
retorciéndome en la cama, extendiendo mis muslos lo más que puedo.
La niña buena de papá.
—Shhh. Por favor, no llores. Me harás pedazos con estas lágrimas—
. Lenin presiona su jadeante boca abierta al pulso en mi cuello. —Lo haré
todo mejor, ángel.—
Con eso, golpea su polla dentro de mí.
Aguanto la respiración, esperando un dolor terrible, pero sobre todo
hay una sensación de culminación. Estoy llena de la hombría de Lenin,
tan llena que no puedo moverme sin que él roce un lugar misterioso en
lo más profundo de mí. Ohhhhhhh. Hay un toque de incomodidad
cuando mi carne se estira para tomar su erección, pero su expresión es
de un placer tan profundo que acojo con beneplácito la ternura. Con
gusto cambiaré el dolor por estar tan cerca de Lenin, dándole todo.
Mi mandíbula está atrapada en sus manos. —¿Quién te quitó la
virginidad?— —Papi lo hizo—, me quejé.
—Sí, ángel. No llorarás ahora—, exige bruscamente. —Sólo serás
feliz.—
Saca su miembro mojado de mí y lo empuja de vuelta con un
gruñido. —¡Oh!—
—Dios mío, pequeña—. Trabaja dentro y fuera de mí, gimiendo de
placer. —Te extendí bien y con fuerza. Ahora voy a disfrutar de los frutos
de mi trabajo, da?—
Sus palabras me hicieron explotar. Ya no soy Margaret. Soy su
juguete. Gimo y lucho por llevarlo más profundo, como si fuera mi misión
en la vida. Papá me ayuda a extender mis muslos con las manos ásperas
y me elogia con un beso cuando es capaz de hundir otra pulgada dentro
de mí.
—¿Sientes lo que tus bromas inocentes me hacen?— El deja caer su
boca sobre mis pechos y lame mis duros pezones, uno tras otro. —Llenas
mis bolas con tanta presión, pequeña. No tengo otra opción que aliviarme
dentro de ti. Tú lo pusiste ahí. Ahora tienes que aceptarlo—.
Hago mi expresión solemne. —Sí, papá. Lo siento.—
Él mira hacia abajo a nuestros cuerpos unidos, saliendo de mí
lentamente y golpeando fuerte, disfrutando el movimiento con una
mandíbula floja. —En nuestra casa, llamamos a esto pedir perdón. Te
disculpas sobre tu espalda cuando estamos solos, y siempre acepto—.
Algo se aprieta dentro de mí y aspiro un poco, tratando de aflojarlo.
Pero moverme en el eje de papá sólo empeora la aceleración y no tengo
más remedio que soportar la bendita incomodidad que se eleva a un
nuevo nivel cada vez que soy empalado. Papá me da todo su peso,
gruñendo en mi cuello, y si es posible, su erección parece engordar más
y más grande. Mi cuerpo parece saber que necesita producir más
humedad para acomodarse a su creciente tamaño, y así lo hace, creando
un sonido húmedo y de succión en la habitación. Se intercala con el
sonido de las bolas llenas de papá golpeando mi trasero con creciente
rapidez. Estamos construyendo algo y sólo puedo extender mis muslos
como una buena chica y dejar que el borde se acerque.
—¿Te gusta cómo se siente mi polla cruda, ángel?—, dice.
Entierro mis uñas en su hombro y grito. —¡Sí!—
—Entonces demostrarás tu aprecio—, dice, mirándome, su acento
más grueso de lo habitual. —Hazle crema a papá. Se te permite disfrutar
disculpándote.—
Tres impulsos más de su grueso sexo en mi estrecha entrada y no
puedo soportar más la construcción de la presión. Mi aliento se engancha
junto con los pequeños músculos entre mis piernas. Se aprietan, se
sacuden y se estrujan alrededor de la dureza de papá. Oigo mi voz a lo
lejos sollozando y suplicando. Para qué, no sé, porque ya estoy siendo
golpeada por ola tras ola de placer, la humedad brotando en la unión de
mis muslos. Y cuando gruñe una maldición en ruso y clava mis rodillas
en la cama, golpeándome por última vez antes de lanzar su cabeza hacia
atrás y gritar, mi propia felicidad se multiplica por diez.
Le he complacido. Y Dios sabe que he sido complacida a cambio.
Ni siquiera puedo mover mis extremidades mientras Lenin cae en la
cama a mi lado y me envuelve en un cálido abrazo. —Mi dulce Margaret.
¿No estas dolorida?— Él me da besos por toda la cara. —Tu orgasmo
gotea de mi polla, pero necesito que me digas que estás bien.—
—Estoy bien—, respondo aturdida. —Estoy súper bien.—
—No más llantos.— Su voz es dura. —Me arrancaste el corazón.—
Me vuelvo en sus brazos y beso su barbilla rasposa. —No creo que
tenga muchas razones para llorar en el futuro.— Sintiéndome tímida,
sólo puedo echarle un vistazo. —No contigo cerca—.
Su pecho retumba. —Sí, ángel. Estoy muy presente en tu vida.
Ahora y siempre.— Me besa la frente con dolorosa sensibilidad. —Ahora
duerme para que tenga el privilegio de protegerte toda la noche.—
Mi bostezo es enorme. —¿Protegerme de qué?—
¿Es mi imaginación o algo frío baila a través de sus ojos? —Nada,
ángel—. Me empuja hacia el calor de su pecho y la sospecha se
desvanece. — Duerme—

Lenin

Estoy en una tormenta de nieve, como las ventiscas blancas y


aullantes que experimenté al crecer en Rusia. Tengo suficiente frío como
para que mi piel se ponga azul, pero no tengo ni una sola preocupación
para mí. Tengo que encontrar a Margaret. ¿Dónde está ella? Puedo oírla
llorar, pero no puedo distinguir una sola forma en el cegador vórtice
blanco que me rodea. Me arranco el pelo y grito su nombre.
Ella me necesita.
¿Dónde está mi ángel?
Sólo esta noche estaba debajo de mí, acogiéndome en su cuerpo
virgen, dándome un placer que nunca pensé en experimentar. La mejor
noche de mi vida. No puedo vivir sin su tacto, su voz, su presencia ahora
que la he experimentado. ¿Quién me la ha quitado?
—Lenin—.
Allí. Su voz está más cerca ahora. Caminé a través del viento
azotador, mis brazos extendidos para que puedan cerrarse a su alrededor
lo antes posible.
—¡Margaret!—
—Estoy aquí.— Sus manos me tocan pero no puedo verlas. —Estoy
justo aquí.— ¿Una pesadilla? ¿Estoy teniendo una pesadilla?
Miro a mi alrededor y encuentro el suelo elevado en ángulos
extraños, el sonido de la tormenta antinatural. Es posible que esto no sea
real. Por favor, no dejes que sea real. Forzándome a abrir los ojos, libero
un ronco aliento cuando me encuentro mirando a los ojos de pánico de
Margaret. Se desploma.
—Ahí estás.— Me acaricia los lados de la cara y me arrojan del
infierno al cielo. —Estabas teniendo una pesadilla...—
La corté cuando la tiré a mis brazos. Ella envuelve sus brazos
alrededor de mi cuello, sus piernas rodeando mi cintura, su dulce y
desnudo cuerpo moldeándose a mi cuerpo más duro. Ella está bien. Ella
está aquí y todo está bien ahora.
—Por favor, no llores de nuevo—, le raspo el cuello. —Parece que no
puedo recuperarme de ello.—
—Lo siento.— Me besa una línea por el hombro. —Las chicas lloran
a veces.—
—No lo harás más, Margaret.—
—¿Y si veo una película triste?—
—Sólo películas felices de ahora en adelante.—
— Esas también me hacen llorar a veces—.
Suelto un sonido miserable y la acerco más. —¿Qué te hace feliz?
Necesito tener planes de respaldo por si tu cara empieza a gotear de
nuevo.—
Su risita me hace sentir algo mejor.
—Um....— Suspira en mi cuello. —Bueno.... me haces realmente
feliz. Así que ahí está eso.— No estoy seguro de que me guste lo
sorprendida que suena. —Caballos. Me encantan los caballos. Y... mi
madre. Mi madre me hacía feliz antes de irse. Al menos en los días en
que no estaba trabajando o con un hombre. O durmiendo de borrachera.
Aún así, no puedo evitar echarla de menos. Ella es mi madre—.
—No lo has tenido fácil, ángel.— Acaricio con mi mano su dulce y
desnudo culo. —Te lo pondré fácil de ahora en adelante.—
—¿Qué hay de ti, Lenin?— Ella levanta sus ojos hacia los míos y
ellos están buscando. Curiosos. Me recuerda lo inteligente que es. —¿Qué
te hace feliz?—
—Antes de ti, sólo eran rompecabezas. Y tanque de tiburones —.
—Oooh, soy una chica Bárbara hasta la médula.—
—Da. Ella es muy astuta!—
Nos sonreímos el uno al otro en la oscuridad por un momento antes
de que ella pregunte: —¿Lo has tenido fácil, Lenin?—
—Nyet—. Beso su boca y su gusto me golpea como una droga. —La
vida que he llevado no es adecuada para tus oídos, Margaret. Cambiaré
ahora que te conozco. No era consciente de que había tanta belleza en
este mundo antes.—
Ella me pasa los dedos por el pelo, sus uñas raspan ligeramente mi
cuero cabelludo, y mi polla se agita contra mi muslo. No hay nada en este
mundo más increíble que ser tocado por este ángel. —Nada de lo que
pudieras decirme me sorprendería, Lenin. Cuando mi madre dejó a mi
padre biológico, yo era tan joven. Vivíamos en moteles, en los sofás de
extraños a los que no les importaba lo que yo veía y escuchaba...—
Mi estómago se dispara a mi garganta. —Me vas a dar un ataque al
corazón diciéndome esto.—
Margaret me calma con un beso en la barbilla. —Estoy bien. Pero he
visto a mi madre sufrir a manos de gente mala—.
—Hombres—.
Ella asiente con la cabeza. —Sí.—
Trago con fuerza. —¿Y te preocupa que yo pueda ser uno de esos
hombres malos?—
—No. Por supuesto que no.— Ella me muestra su ceño fruncido y yo
me relajo un poco. —Cuando te conocí por primera vez, tal vez. La forma
en que golpeaste a Hank parecía tan.... practicada. Todavía no sé por qué
estabas en el club tampoco.— Después de un momento de tensión, mira
hacia otro lado. —He vivido alrededor de la violencia y no quiero vivir
como ella para siempre. Simplemente sobreviviendo. En constante
temor.—
—Me clavaría un cuchillo en el corazón antes de lastimar un pelo de
tu cabeza—, lo juro.
Su mirada se fija en la mía. —Lo sé—, susurra. —Ya lo sé.—
—Nunca le haría daño a un hombre que no se lo mereciera. Y nunca
una mujer. Nunca.— Suelto un suspiro de alivio. Tomo su suave trasero
en mis manos y lo moldeo suavemente. —Dicho esto, no te mentiré,
Margaret. También clavaré un cuchillo en el corazón de cualquiera que
intente robarte de mí—. Desnudo mis dientes contra su boca. —Soy
extremadamente posesivo contigo. No se puede evitar—. Nuestras
respiraciones superficiales se mezclan. —Ahora eres mi niña pequeña.—
Esas palabras la afectan visiblemente, como lo hacen conmigo. Su
coño gotea preciosa humedad sobre mi polla y le da más vida entre
nosotros. —Eres mi papá—, susurra ella.
Alcanzo entre nosotros y guío mi flecha hacia su pequeño y húmedo
agujero, frotándolo allí en círculos. —¿Quieres jugar el juego tranquila?—
Ella asiente con la cabeza y mi polla se hincha en mi mano. No estoy
seguro de cómo me he convertido en un experto en ser el padre de
Margaret, considerando que nunca he hecho o fantaseado con algo así.
Mi única explicación es que reconocí las necesidades de mi pareja y
desarrollé la habilidad de complacerla para satisfacerla. Ahora sus
necesidades se han convertido en las mías. No puedo imaginar nunca
haber hecho esta conexión con mi ángel. Soy su proveedor en todos los
sentidos. Emocionalmente, físicamente. Y si lo que nos llamamos a
nosotros mismos está mal, me importa una mierda tener razón.
Estoy enamorado de Margaret. Su felicidad y satisfacción son los
idiomas que hablo ahora y ya lo hablo con fluidez.
Alivio mi polla en su entrada, exhalando en una bocanada cuando
solloza y se aprieta a mi alrededor. —Recuerda, debemos estar en
silencio. No quieres despertar a nadie, ¿verdad?—
Ella sacude la cabeza vigorosamente. —No. Puedo estar callada.—
—¿Incluso cuando juego demasiado duro?—
—Sí.— Sus ojos están muy abiertos y serios. —Lo prometo.—
Le meto unos centímetros más en su coño mojado, viéndola
sonrojarse. —Ambos podemos ganar el juego, si lo hacemos bien.— La
siento encima de mí completamente y pierdo momentáneamente la
capacidad de pensar con claridad, ella está envuelta alrededor de mi polla
tan cómodamente. —Es tu turno primero. Muéstrame lo rápido que
puedes montar a papá sin hacer ruido—.
Sus manos se posan sobre mis hombros y con una línea de
concentración entre sus cejas, mi pequeña me folla adorablemente. Con
su fuerza limitada, ella apenas puede sacar mi polla gorda de ella, antes
de aceptarlo una vez más con luchas retorcidas de sus caderas. Sin
embargo, no hay problema. Podría correrme simplemente de ver a mi
ángel sexy con falda corta. Así que ver su jugoso y joven coño menearse
alrededor de mi polla mientras se muerde el labio para evitar chillar le
valdrá tanto como para correrse, tendré que explicarle a su madre si
regresa que ella también va a ser abuela pronto.
—Buena chica—, alabo en voz baja, como si alguien durmiera en la
habitación de al lado. Acaricio su trasero, dejando que mi dedo corazón
descanse contra su trasero arrugado. —Sigue meneándote y papá ni
siquiera necesitará un turno.—
Ella hace pucheros. —¿No quieres tomar uno?—
No tienes ni idea. Estoy tan cerca de disparar dentro de ella como
un géiser, que me voy a lesionar yo mismo reteniéndolo. — Da, ángel.
Pero cuando tomo mi turno, la cama cruje muy fuerte.—
Sus hombros hacen un movimiento orgulloso, haciendo rebotar sus
tetas. —¿Así que yo gano?—
—No tan rápido—. Tomo a mi pequeña por las rodillas y la vuelco
sobre la cama, haciendo que caiga de espaldas con un grito ahogado. Con
eso, ella está en la posición perfecta para que yo me coma su hermoso
coño, y lo hago, comenzando con una minuciosa lamida entre sus
pliegues. El chillido que ella ha estado reteniendo llena la habitación y yo
levanto la mano, cubriéndola la boca con una mano. —Papi no puede ser
atrapado con la boca donde no debe estar, niñita. Si quieres que me
quede a jugar, tienes que ser buena—.
Un escalofrío atraviesa su cuerpo. —Seré buena—. Su vientre sube
y baja, sus dedos se retuercen en la ropa de cama. —Me portaré bien.—
—Da—. Mi boca se curva en una sonrisa contra su coño. —Lo
harás—.
Sólo se necesitan unos pocos movimientos de mi lengua en su
clítoris y ella está jadeando en la oscuridad, sus muslos abriéndose y
cerrándose alrededor de mi cabeza. Mierda, es dulce. Lamo su jugo como
si fuera a convertirme en un dios, y así es. Soy un maldito dios mientras
tenga su coño para lamer. Extraño sus gritos de éxtasis, pero está
disfrutando del juego silencioso, así que prometo compensar el no
escuchar su hermosa voz haciéndola gritar el doble de fuerte la próxima
vez.
Mi pulgar dibuja un círculo alrededor de su clítoris, presionándolo
como un botón, y luego moviéndolo. Como si hubiera saltado su
combinación, ella se agarra a mí y se endurece, la humedad cubre mi
barbilla y mis labios mientras la llevo directamente al ojo del orgasmo,
luego me levanto y la lleno de polla. Cubro su boca con mi mano y monto
su coño apretado mientras ella jadea y se queja en mi palma, sus talones
se clavan en mi espalda baja, sus uñas se clavan en mi culo.
Por encima de mi mano, sus ojos están confiados y la combinación
de su confianza y la comodidad de su coño mojado me hacen pasar el
punto de ruptura. Caigo sobre ella como un hombre sin moral, golpeando
su cuerpo inocente sin remordimientos, porque no puedo existir fuera de
la lujuria y la posesividad que ella engendra en mí. Me convierto en un
animal, decidido a plantar su semilla en lo más profundo de su pareja y
lo hago con un gruñido. Estoy atormentado por la intensidad de mi
liberación y es casi más de lo que puedo soportar, porque mi corazón está
involucrado.
—Te amo—, le raspo el cuello un momento después. —Mi Margaret.
Te quiero tanto.—
Sus brazos se cierran a mi alrededor, vacilante al principio, pero
luego ella aprieta fuerte y yo estoy en casa. Ella es mi hogar ahora. —Yo
también te amo, Lenin.—
Mi pecho se contrae tanto que apenas puedo respirar. Sólo rezo para
que recuerde que me ama si alguna vez descubre lo que he hecho en mi
pasado... y de lo que soy capaz.
Margaret

Querido Dios, estoy dolorida.


Anoche parecería un sueño si no fuera por el incómodo latido entre
mis piernas. Se siente como si estuviera sentada sobre una berenjena y
honestamente, eso no está tan lejos de la verdad. No necesito comparar
a mi sexy amante ruso con otros hombres para saber que está bien
dotado. Es intuitivo. Al igual que sé que la mayoría de los hombres no
son tan generosos en la cama o dispuestos a ir a toda máquina en las
fantasías pervertidas de una mujer tan fácilmente como Lenin. Si lo
fueran, mi mamá y las mujeres en las relaciones que he conocido no
habrían sido tan miserables todo el tiempo.
Todo indica que soy un pato afortunado.
Una sonrisa cubre mi cara mientras estiro mis brazos sobre mi
cabeza y muevo mi trasero en las sábanas. Lenin no está en la cama, pero
oigo la ducha y es reconfortante saber que está cerca. Sólo está a una
habitación de aquí y no puedo esperar a volver a verlo. Quiero que haga
chistes malos, sea demasiado literal y me llame —ángel—. Hay tantas
cosas que me gustan de Lenin, además del hecho de que estoy enamorada
de él.
¿Quién iba a saber que podía pasar tan rápido?
Definitivamente yo no. Puede que haya algunas preguntas sin
respuesta sobre cómo nos conocimos anoche, y sobre el arma que lleva,
pero esas respuestas llegarán a tiempo. Ni siquiera han pasado 24 horas
y no voy a ser impaciente. No cuando puedo ser feliz. Si he aprendido
algo en mis dieciocho años, es que mucha gente no está bendecida con
la felicidad. Tal vez soy una de las pocas personas que realmente lo
experimenta. Voy a seguir adelante con el viaje.
Lenin sale del baño con una toalla blanca alrededor de sus caderas
y yo estoy inmediatamente hipnotizada. Me mira con preocupación, como
si pudiera haberme lastimado mientras él no estaba, pero sólo tengo ojos
para su trasero. Dios, está hecho de mármol. Apenas se mueve cuando
camina, sus nalgas están asentadas como dos jugosas montañas y quiero
morderlas una por una.
—¿Estás admirando tu trabajo, Margaret?—
—¿Mi trabajo?—
Tararea y se quita la toalla, mostrándome las ronchas rojas de su
trasero.
Jadeo, el horror me atraviesa. —Oh, Dios mío. Lo siento mucho.—
—¿Qué? ¿Por qué?— Me frunce el ceño con total confusión. —Quiero
que me las tatúen. Una insignia de honor cortesía de mi ángel—.
El calor se hunde en mi vientre ante la idea de que tenga tinta
permanente en la piel relacionada conmigo. — ¿Puedo tener uno
también?—
Ahora él es el que está horrorizado. —¿Crees que podría soportar
que alguien te pusiera una aguja en la piel?—
—Mucha gente lo hace—.
—No eres mucha gente, Margaret. Eres mi única persona—.
El aire me abandona. —Eso es realmente dulce.—
— Da, me has vuelto dulce. ¿Estás feliz?—
—Sí. Lo estoy.—
Su sonrisa es la cosa más increíble que he visto. —Entonces yo
también soy feliz.—
Me he olvidado de lo que es estar dolorida. Principalmente porque
ha estado de pie frente a mí desnudo durante nuestra charla y su
erección crece minuto a minuto. —¿Adónde vamos hoy? ¿Me llevas a tu
casa?—
Su sonrisa se desvanece. —Nyet. Es hora de encontrar un nuevo
lugar. Uno que podamos llamar nuestro—. No me está mirando. —
Necesito que te quedes aquí mientras regreso a casa y recojo algunas
cosas. Entonces nos iremos de Baltimore. Tengo un destino en mente.—
—¿Dónde?—
—Quiero sorprenderte—.
La alarma salta en mi torrente sanguíneo. —Preferiría saber adónde
vamos, Lenin. No he tenido el control de mi vida durante mucho tiempo.
¿No podemos hablar de ello?—
Se ve miserable ahora. —Me esperarás aquí, ángel. ¿De acuerdo?
Entonces, ¿hablaremos?— Se arrastra sobre un par de bóxers, haciendo
una mueca de dolor cuando guarda su excitación. Luego camina por un
momento, como una pantera inquieta. —Si te lo cuento todo... tal vez no
estarás aquí cuando vuelva. ¿Entiendes mi preocupación?—
—Tendría que ser bastante malo para hacer que me vaya.— La
vulnerabilidad me calienta la cara. —Te dije que te amaba y lo dije en
serio.—
Lenin se arrodilla junto a la cama. —Ángel—. Inclina la cabeza. —
Es porque me amas que no puedo arriesgarme. No jugaré rápido y soltar
con un milagro—.
—No tenemos que hablar de todo ahora, pero al menos llévame
contigo. Muéstrame dónde vives—.
Su expresión es agonizante pero decidida. —No es seguro.—
Una pizca de inquietud nada en mi estómago. —Acabas de
ayudarme a escapar de ser encerrada y ahora ya estás haciendo lo
mismo.— Mi voz flaquea mientras las paredes de la habitación comienzan
a cerrarse. —Por favor. Ayúdame a sentirme bien con esto—.
—Sólo sé paciente...—
—No—, digo temblorosamente. —No puedes rogarme que confíe en
ti y no me des confianza a cambio. Manteniéndome en la oscuridad, eso
es lo que estás haciendo—.
Arremete sobre sus pies, dando un puñetazo en la palma opuesta
con un gruñido. —No soy un buen hombre, Margaret. No soy digno de
besar tus pies. Estoy tratando de cortar el pasado para que nunca nos
toque, pero hasta que estemos fuera de la ciudad, hay una posibilidad de
que mi antigua vida hunda sus garras una vez más. Mi apartamento es
donde ellos vendrían a buscar. Si te hirieran en un fuego cruzado, rezaría
para que el diablo me arrastrara al infierno porque no podría vivir ni un
puto segundo más—.
Apenas puedo hablar alrededor de la emoción en mi garganta. —
¿Todos los rusos son tan dramáticos?—
La tensión se desvanece cuando ve mi media sonrisa. —¿Esperarás
aquí?—
—Sí.—
Cruza la distancia entre nosotros en un gran paso y me recoge en
sus brazos, poniendo besos en mi línea de cabello. —Eso estuvo bien.
Tuvimos una pequeña pelea y...—
—Gané. Acostúmbrate a ello.— Empujo mi nariz contra el centro de
su pecho y respiro profundamente su olor. —Gracias por confiar en mí.—
La boca de Lenin se cierra sobre la mía con un sonido hambriento y
en cuestión de segundos, sus manos están en todas partes. Ahuecando
mi culo, acariciando mis muslos, retorciéndome el pelo. Mis muslos
tiemblan, la humedad se acumula entre ellos, y de repente estoy de
espaldas y Lenin está encima de mí, bajando la cintura de sus
calzoncillos, sacando su polla. —Por favor. Una vez más antes de irme.
Por favor.— Sin esperar mi respuesta, me atraviesa con su hombría y no
pierde tiempo en encontrar un ritmo magullador, empujando mi húmeda
entrada una y otra vez sin gentileza, mis gritos de su nombre resonando
en las paredes. —Me vuelves loca, niñita. No puedo dejar de follarme a
este coño—. La cabeza hacia atrás y con las caderas bombeando
furiosamente, emite un grito gutural. —¡ELLA ES MÍA!—
—Tú también eres mío, Lenin.— Lo tiré hacia abajo para darle un
beso y lloriquear contra su boca: — Regresa sano y salvo —. Y lo hace.
¿Pero estaré allí cuando vuelva?

Me lleva una hora ponerme inquieto.


Sin Lenin alrededor para distraerme, la calma se vuelve empalagosa
y los recuerdos de la última vez que estuve encerrada a petición de un
hombre -¿en realidad fue ayer mismo?- comienzan a bombardear mi
mente. Nunca me he considerado claustrofóbica, pero tal vez el trastorno
sólo se ha desarrollado desde que probé la libertad. No me gusta estar
atrapada en un lugar sin saber mi destino. Y para colmo, estoy
preocupada por Lenin. ¿En qué tipo de peligro está?
¿Podría salir herido?
Con un pequeño sonido, me pongo de pie, buscando algo -cualquier
cosa- para distraerme. Ya me he duchado y comido servicio de
habitaciones. He garabateado en la papelería del hotel y he visto quince
minutos de un reality show. Nada mantiene mi atención o me hace menos
ansiosa.
Paso del dormitorio a la sala de estar y viceversa. En mi segundo
viaje por el espacio, el teléfono me llama la atención. No he tenido acceso
a un teléfono desde que mi madre se fue de Baltimore. Hank sólo usó su
celular y no tenía teléfono fijo. La excitación se filtra en mi vientre. ¿Es
posible llamar a mi madre? A menos que haya cambiado de número, me
lo sé de memoria. Ha tenido el mismo desde que dejó a mi padre.
Mi corazón está retumbando en mi pecho mientras cojo el teléfono y
escucho el zumbido del tono. Sigo las instrucciones telefónicas para
llamar desde el hotel y teclear lentamente el número de mi madre.
Cuando empieza a sonar, se me seca la boca.
—¿Hola?—
Mi inhalación es temblorosa. —Mamá—.
—¿Margaret? Oh, gracias a Dios.— Su alivio es palpable a través del
teléfono. —¿Dónde estás, nena? Estoy de vuelta en la ciudad. ¡Dime
dónde estás!—
—¿Regresaste?—
—¡Sí! Justo esta mañana. Te extrañé tanto y no quería perderme tu
cumpleaños número dieciocho! Ya no soportaba estar lejos—. Se ríe
nerviosamente. —No estabas donde te dejé.—
—¿Fuiste a casa de Hank?— Mi cara se calienta. —¿Te dijo que me
hizo...——Sólo dime dónde estás, por favor—, dice mi madre, más
categóricamente.
Frunzo el ceño al teléfono. Algo parece estar mal. —Um....—
—Estás en peligro, Margaret. El hombre que te secuestró es muy
peligroso—.
—Él no me secuestró—, digo rápidamente. —Me fui con él por mi
propia voluntad.—
—¿Está ahí? ¿Te está haciendo decir eso?—
—¡No!—
—¿Así que no está contigo ahora mismo?—
Me empiezan a reventar los nervios. —Mamá, ¿qué está pasando?—
—¡Te lo diré! El hombre con el que estás fue contratado para matar
a Hank. Es un asesino, cariño. Dime dónde estás para que pueda ir a
recogerte.— Esas palabras caen en mi estómago como pianos que caen.
Cierro los ojos y veo destellos de violencia. Dirigido a mí mismo. Mi
madre.
Me he enamorado de un hombre violento. Igual que mi madre, una
y otra vez.
Aunque lamento mi error aparentemente terrible, no puedo creer
que Lenin sea un mal hombre. Mi corazón no dejará que sea verdad. Mi
corazón no dejará de amarlo o de creer en él.
—Si lo conocieras, cambiarías de opinión. Es tan bueno conmigo...—
Su burla me corta el paso. —¿Cuántas veces he dicho esas mismas
palabras, Margaret?—
Mi cara arde porque tiene razón. Aún así. Puedo ver la cara de Lenin,
escuchar su voz, y eso me mantiene firme en mi juicio. —Él no mató a
Hank. Él.... va a cambiar. Vamos a dejar este lugar atrás.—
—¿Sin verme?— Su tono adquiere un tono más alto. —¿No puedes
venir a verme un rato antes de irte?—
—Claro que quiero verte, le dije a Lenin que esperaría a que
volviera.—
—No tengo mucho tiempo, cariño. ¿No puedes dedicarme unos
minutos?—
La decepción me abofetea en la cara. ¿Ya se está yendo otra vez? No
sé por qué me sorprende. Ha estado ausente durante seis meses. Aún
así, no puedo evitar querer ver a mi madre. Sigue siendo la mujer que me
acurrucó en innumerables camas de motel para mantenerme caliente. La
misma mujer que vendió sus favores sexuales para alimentarme cuando
los tiempos eran difíciles. Le debo a mi madre al menos pasar unos
minutos en su presencia antes de que nos separemos de nuevo.
Eché un vistazo al reloj. Lenin sólo se ha ido una hora. Dijo que
volvería en dos. Hay tiempo más que suficiente para tomar un café con
mi madre antes de que vuelva. Nunca sabrá que me fui.
—Hay un Starbucks cerca del hotel. East Pratt Street, creo— Mojé
mis labios nerviosamente. ¿Por qué estoy tan nerviosa? Mi estómago no
deja de agitarse como una rueda de un bote de pedales. —Te veré allí en
diez minutos—.
No hay mucha ropa para elegir, pero me pongo un par de jeans y
una sudadera con capucha, antes de meter los pies en las zapatillas y
peinarme el pelo con los dedos. Hago una pausa al salir por la puerta,
una voz en la parte de atrás de mi cabeza susurrando —quédate—, pero
no escucho.
Debí haber escuchado. Tan pronto como el Starbucks está a la vista,
una camioneta se detiene a mi izquierda a lo largo de la acera y la
ventanilla trasera se baja. Ahí está mi madre, más malhumorada que de
costumbre, pero sonriendo. Haciendo señas. Mi corazón salta a pesar de
la rareza de la situación y me inclino por la familiaridad de ella. —Mamá—
.
Sólo cuando me acerco veo la pistola apretada en la parte de atrás
de su cabeza.
Hank la está sosteniendo.
—No tuve elección—, dice ella, una lágrima rodando por su mejilla.
—Entra—, Hank rechina. —O aprieto el gatillo—.
Lenin

ALGO ANDA MAL.


No me gusta.
El sudor baja por mi columna mientras el ascensor va hacia el piso
correcto. En segundos, tendré a Margaret en mis brazos y todo estará
bien. Solo necesito ver a mi ángel.
Debe haber alguien vigilando mi apartamento, pero inspeccioné el
área desde una azotea cercana y no ví a nadie. Es inaudito para un sicario
ignorar una tarea tan delicada. Una vez que eludí mi responsabilidad, mi
empleador debería haber puesto precio a mi cabeza. Sé demasiado y no
tengo piel en el juego. Soy una carga para el hombre que me contrató.
Sin embargo, no había nadie esperando en las sombras de mi armario.
Nadie merodeando en el garaje.
Estaba totalmente preparado para hacer un trabajo corto de
quienquiera que enviaron para matarme.
Sin embargo, ni siquiera fui desafiado.
Algo estaba definitivamente mal.
Tan pronto como las puertas del ascensor se abren, me lanzo a
través de la apertura, con la llave en la mano. Ella está al otro lado de la
puerta. Voy a besarla y llévarla a una cita. Tal vez encuentre un
restaurante ruso en la ciudad y le muestre algo de mi cultura.
No, la dejaré elegir.
Después de pedirle que permanezca atrapada todo el día, tomará
todas las desiciones esta noche. Si quiere ir a la jodidia luna. Encontraré
una manera de llevarla allá.
Tan pronto como abro la puerta, sé que se ha ido.
Mi rugido hace que los cristales de las ventanas vibren.
—¡Margaret!—
Estoy mareado y sin oxígeno cuando tropiezo hacia la habitación,
dando vueltas en círculo. Buscando pistas. No hay signos de lucha y es
la única razón por la que mantengo mi cordura. Su bolsa de ropa ha sido
movida, faltan algunas de las prendas. Ella se fue por su propia
voluntad?
¿Decidió abandonarme después de lo poco que le conté de mi vida?
—Ángel—, grito con voz ronca, notando que su cepillo de dientes
todavía está en el baño. ¿Planeaba volver? ¿Qué pasa si ella salió a hacer
un recado y estoy exagerando?
No
No, algo esta mal.
Mi estómago esta ardiendo y quiero a mi Margaret.
Me siento en el borde de la cama donde todavía puedo oler nuestro
amor y me convierte en un animal temible. Si alguien tiene a mi
compañera, tienen las horas contadas. Antes de que termine este día,
moleré sus malditos huesos en polvo. Para Margaret, soy un amante.
Para ellos, yo soy Satanás.
Aunque es casi imposible, me obligo a luchar contra el miedo, las
náuseas y la rabia. Para centrarme en lo que sé. Su padrastro es el único
que alberga mala voluntad hacia Margaret.
Voy a empezar allí.
En piloto automático, reviso mi arma y la devuelvo a la funda del
hombro.
Ya voy, Ángel.

Margaret

Es un mal día en la vida de una mujer cuando se da cuenta de que


su madre tiene defectos.
Quiero decir, siempre supe que ella no era perfecta. Todos tienen
sus faltas. Pero pensé que ella tenía honor. Más que eso, pensé que ella
haría cualquier cosa para protegerme. Incluso después de que ella me
dejó con Hank, mantuve esa creencia. Durante los últimos seis meses,
tuve la fabulosa fantasía de que ella no tenía más remedio que irse de
Baltimore y que estaba construyendo la casa perfecta para nosotros en
México. Ella me llevaría allí un día y nos echaríamos a reír en la playa.
En cambio, estoy en el sótano frío de Hank´s All Nude Review, mis
rodillas en el piso de concreto sucio. Mi madre se arrodilla a mi lado
llorando, pero estoy demasiado adormecida para consolarla. O a mí
misma. Ella ni siquiera se ha disculpado conmigo. Todo lo que puedo
hacer es mirar al espacio y fingir que el arma apuntada a mi cabeza no
va a disparar en ningún momento.
La voz de Lenin susurra en mi oído. Mi margaret Te quiero mucho.
La humedad salada pica la parte posterior de mis ojos.
¿Por qué no me quedé en el estúpido hotel?
Dos hombres están con nosotros en el sótano. Hank y el hombre
desconocido que nos llevó en la furgoneta. Mi padrastro camina de un
lado a otro en la oscuridad cercana, chupando un cigarrillo Camel. Sigue
revisando su teléfono celular como si estuviera esperando algo. La ira
hacia mí mismo ruge dentro de mí y ya no puedo guardar silencio. No
quiero esperar para saber mi destino.
—¿Qué vas a hacer? ¿Matarnos?— Levanto los ojos. —¿Por qué?—
El labio superior de Hank se riza. —No te debo una explicación,
maldita perra—. Simplemente espero, sabiendo que no podrá aguantarlo.
—No he decidido si voy a dejar que tu madre viva todavía. Los asiduos de
arriba todavía preguntan por ella. Me encantaría ponerla a trabajar
después de que ella me abandonó. Serviría a su traicionero culo, ¿no?—
A mi lado, mi madre empieza a llorar suavemene.
—¿Y que hay de mí?—
Hank se ríe y enciende otro cigarillo, tomándose su tiempo en la
primera calada.
—Después de que te fuiste anoche con el ruso, me puse a pensar.
Algo sobre él no se sintió bien. He estado mirando por encima del hombro
desde que saqué a mi socio de negocios de este lugar y lo supe. Sabía que
ese gran jodido ruso vino aquí para hacerme entrar—. Me mira y estoy
agradecida de llevar una sudadera con capucha. —Tal vez debería
agradecerte por distraerlo. ¿Cuánto tiempo te tomó extender las piernas
por él, Margaret? ¿Un par de horas? Como la madre, la hija.
Me niego a dejar que él convierta mi relación con Lenin en algo sucio
lo se mejor que nadie. Sé que fue creado en el amor. Si mi vida termina
aquí, mantendré viva esa verdad hasta que no pueda más.
—Me enfrenté a mi ex socio de negocios anoche y después de algo
convincente...— Hank sonríe, y tengo la sensación de que su convincente
involucraba tortura. —… Confesó haber contratado el golpe a través de
un tercero. Ese tercero es un desagradable hijo de puta y no le gusta que
cuando contrata a alguien y no le cumplan a tiempo. Él está buscando al
ruso ahora y está dispuesto a olvidarse del golpe si le traemos el ruso.
Muerto.
Mi sangre se congela. —¿Cómo vas a hacer eso?—
—Oh, vamos, pequeña Margaret—. Su risa hace que mi interior se
contraiga.
—Conozco la mirada de un hombre que ha sido hipnotizado por un
coño. Aparecerá tarde o temprano.
Hank asiente con la cabeza al otro hombre en la habitación y él
empuña un arma.
Ambos se ríen.
Un sollozo sube por mi garganta y se libera. Van a matar a Lenin.
Por mí culpa.
Las lágrimas borran mi visión mientras Hank continúa hablando. —
Seguro que sabes cómo escogerlos, Margaret. Tu primer hombre y es un
asesino a sueldo de clase mundial—.
Ya había deducido lo que Lenin hace para ganarse la vida y esto lo
confirma. Anoche estuvo en el club para matar a mi padrastro y además
de eso ya me dijo que no es un buen hombre. Estoy enamorada de un
sicario.
Pero eso no es todo lo que él es.
Es cariñoso, reflexivo y apasionado.
Tuvo una pesadilla sobre mí llorando, por tortitas.
Él me salvó de este lugar y me trató con respeto.
Se contuvo hasta que estuve lista para ir más allá.
Me alimentó, me prometió un futuro, y le creo.
Las lágrimas recorren mis mejillas. Ahora va a ser emboscado...
Hay una crujido y el hombre que sostiene el arma cae en el suelo.
Una sombra aparece en el borde de la habitación. Ahí, pero no allá. Hank
se apresura a sacar su propia pistola, pero él grita de dolor y una mancha
roja florece en su muslo. Su arma cae al suelo y él tropieza.
Lenin sale de las sombras. Su mirada es asesina, dirigida a Hank.
Mi corazón vibra como una audiencia de miles.
—Ángel, por favor, seca tus lágrimas antes de que te mire—. Su voz
resuena, profunda y lívida en la habitación fría. —Estoy haciendo un gran
esfuerzo para no asustarte, pero si lloras ahora mismo...—. Se detiene
soltando una respiración estremecedora. —Cuando nos vayamos, tendré
que quemar este edificio con todos dentro—.
Utilizo mis mangas para limpiar mis mejillas. —No hagamos eso. Es
malo—.
—Deja de llorar y lo consideraré—. Él hace un sonido miserable. —
¿No estás lastimada? —
—No. Estoy bien—.
Aprieta los ojos, brevemente. —Lo volveré a verificar más tarde—.
Tengo la repentina necesidad de reír, estoy tan aliviada y feliz. —
Está bien—.
Hank busca su arma, pero Lenin dispara y lo golpea en el brazo con
una bala antes de que pueda agarrarlo. Mi padrastro se lamenta y rueda
sobre su espalda, acunando su sangrante antebrazo contra su pecho. —
Jesucristo. Ayúdame—.
—¿Pensaste que me atraparían dos bichos inmundos?— Lenin se
detiene junto a Hank y apunta el arma al centro de su frente. —¿Usas a
mi ángel como cebo?—
—Lo siento—. Hank levanta sus manos en señal de rendición. —Lo
siento—.
La expresión de Lenin es de puro disgusto, su dedo se vuelve blanco
en el gatillo. —Ya estarías muerto si ella no estuviera mirando, pedazo de
basura—.
—Puedo darme la vuelta—, sugiero.
—Margaret—, mi madre jadea, dándome un codazo.
Tragando, me vuelvo a ella. —Ya no tienes derecho a cuestionarme—
.
—¿Ayudó ella a atraerte aquí?— Lenin pregunta, su expresión aún
más oscurecida. —Lo siento, ángel. Nadie te merece—.
Alejo mis ojos de mi madre y lo miro. —Eso no es cierto—.
—Sí, lo es—. Su garganta funciona. —¿Te dijeron lo que soy? —.
—Sí—. Me levanto y me acerco a él. —Pero tu pasado es solo una
parte de lo que eres, Lenin. Me mostraste el resto y es hermoso. Mi
corazón me dijo que confiara en ti y me alegro de haber escuchado—.
Extiendo mis dedos sobre su brazo, calmando los músculos tensos con
un masaje. —Vamos a averiguar quién serás en el futuro en su lugar.
Quiénes seremos juntos—.
—Seré todo lo que necesites que sea, angel—, jura.
—Eso debería ser fácil—. Beso su bicep, su hombro, su boca. — Ya
lo eres. Y no necesitas matar más. Solo necesitas amarme. Desde ahora—
.
Lenin recoge las armas en la habitación y con una ultima mirada
amenazadora a los ocupantes de esta, me guía a la salida con un brazo
rodeandome. Me detengo y vocalizo un —adios— a mi madre, pero mira
en blanco a la pared. La echaré de menos, increíble, pero es hora de
empezar mi propia vida con el hombre que amo. Lo quiero tanto.
—Ven, angel—. Lenin me coge y envuelve mis piernas en su cintura,
acurrucando mi cara en la curva de su cuello. —Te llevaré a ver
caballos—.
—Te amo—, susurro.
—Ah, Margaret. Yo también te amo—.
Lenin

Catorce meses después


ESTO ES LO QUE se siente al ser contenido.
Nunca conocí este sentimiento hasta ahora.
Mi ángel me sonríe a través de la ventana de nuestra casa y le envío
un guiño antes de devolver mi hacha y cortar un tronco por la mitad.
¿Quién sabía que me acostumbraría tan rápidamente a la vida rural?
Nuestros días comienzan muy temprano, pero me conviene
perfectamente porque me encanta estar despierto. Estar despierto
significa que tengo mis ojos en Margaret. Significa que estoy hablando
con ella, tocándola. Dormir no es más que un medio para descansar, así
puedo amarla más al día siguiente.
Después de dejar Baltimore, no pude relajarme hasta que puse un
anillo en su dedo para proclamarla como mía. Una vez que Margaret tomó
mi apellido en una ceremonia civil, la llevé a un rancho de caballos en
Montana, lejos de los recuerdos de nuestras viejas vidas. Ella amaba
tanto el lugar, se lo compré en efectivo, junto con un corral lleno de
caballos, para que pudiera elegir.
Entre el cuidado de nuestros gemelos de ocho meses de edad, monta
a su yegua favorita a través de los verdes pastizales, descalza, su cabello
en una oscura y ondulante ola alrededor de su hermoso y sonriente
rostro. La vista me roba el aliento cada vez, aunque estoy tenso hasta que
se desmonta de manera segura y vuelve a estar en mis brazos.
Hablando de eso, la necesito en mis brazos ahora. Demasiado.
Trabajar me da hambre de Margaret. Todo lo hace.
Cuando llegamos al rancho, apenas podía dejar de follarla lo
suficiente para realizar las tareas que hacen que funcione el lugar. Sin
embargo, después de que se quedó embarazada de los gemelos, me
empapé del impulso de cuidar de mi esposa y mis hijos, así que ahora
debo aprovechar mi necesidad infinita de estar entre sus muslos,
absorbiendo su pureza y amor. Tengo suficiente dinero para dar a mi
familia una vida cómoda, pero deseo darles aún más. Así que trabajo
desde el amanecer hasta el atardecer, siempre vigilando a mi hermosa
esposa a través de las ventanas.
La puerta principal de nuestra casa se abre y dejo caer el hacha,
muy consciente del sudor que corre por mi cara y el torso desnudo.
Consciente de ello, porque mi piel es muy sensible cuando Margaret está
cerca, mirándome. Esta vez no es una excepción. Ella sale al porche con
su bonito vestido amarillo y abraza a una de las columnas de madera,
mirándome casi con timidez.
Ah, ya veo. Nuestros hijos deben estar durmiendo.
Sé lo que ella quiere. Jugar. Mi polla se pone rígida al saberlo.
—Ven, ángel—, la llamo, torciendo mi dedo hacia ella. —Hay algo
que quiero mostrarte en el establo—.
Se ve casi nerviosa mientras sube los escalones, sus dedos juegan
con el dobladillo de su vestido, casi me muestran su coño. —¿Qué pasa,
papá?—
Sin responder, le tomo la mano con suavidad y la guío hacia la
estructura roja, ubicada en el borde de la propiedad. Ella me mira
confiada, a pesar de que papá está viendo cómo se sacuden sus tetas en
el escote bajo de su vestido. Y planeando. —Creo que es hora de algunos
vestidos nuevos, ángel—. Ella frunce el ceño hacia su atuendo. —¿No te
gusta mi vestido? —.
Llegamos al granero y la guío dentro, cerrando la gran puerta detrás
de nosotros, creando un silencio total. La única luz entra por las grietas
de la puerta y una fila de ventanas cerca de las vigas. Pero es sobre todo
débil. Tranquilo. —Por supuesto que me gusta tu vestido, ángel—. Le
alisé el pelo. —Pero soy el único que necesita saber qué tan rápido estás
madurando—. Dejo caer las yemas de mis dedos en el cuello y trazo las
suaves pendientes de sus tetas. —Y qué bien—.
—E-gracias—. Agitada, ella agacha la cabeza. —¿Qué querías
enseñarme?—
Le tomo la mano una vez más, guiándola a uno de los puestos vacíos
de caballos. —¿Están todos dormidos en la casa?—
—Sí—.
La anticipación casi me marea. Necesitando sentir sus curvas, la
jalo contra mí para un abrazo. Ella lo devuelve con un feliz suspiro y nos
balanceamos un momento. —Te has vuelto tan buena cuidando a los
caballos, ángel. Estoy pensando en comprarte uno nuevo, todo para ti.
Una bonita yegua gris con una línea blanca en la nariz—.
—¿De verdad? — pregunta con los ojos abiertos de excitación. —¡No
puedo esperar a conocerla!. ¿Puedo ponerle nombre?—
Le quito el pelo de su rostro. —Por supuesto que puedes—. Hago
una pausa, mostrándole mi vacilación. —Pero será una gran
responsabilidad. No estoy seguro de que estés preparada para ello—.
—Lo estoy, papá—. Ella baila de puntillas, arrastrando los frentes
de nuestros cuerpos juntos. Si ella siente mi polla dura, no da ninguna
indicación. —Lo prometo—.
—No lo sé—. Lo considero con una exhalación. —Hay cosas acerca
de los caballos que aún no has aprendido. Cosas que necesitas saber
para ser una entrenadora de caballos adecuada. Como la forma en que
se aparean y hacen bebés—.
Incluso en la penumbra, puedo ver sus mejillas llenas de color, sus
hombros caídos. —Oh. No, no sé cómo hacen ... esas cosas—.
—Supongo que podría enseñarte—.
Su emoción ha vuelto, rebotando hacia arriba y hacia abajo, con las
palmas de las manos extendidas sobre mi pecho desnudo. —¿De
Verdad?, ¿Y luego podría tener el caballo?—
—Veremos qué tan bien prestas atención—. Le puño el pelo y le doy
la vuelta para que esté frente a la pared del establo. —Ponte sobre tus
manos y rodillas, ángel. La única forma de aprender es mostrándote—.
—Oh. De acuerdo, papa—.
Ella se arrodilla en el heno y se inclina hacia adelante, apoyada en
sus manos. La posición hace que su vestido suba por detrás, dándome
una buena mirada a su dulce y desnudo trasero. Mientras me desabrocho
los pantalones sin hacer ruido, me inclino hacia atrás y observo su
pequeño y apretado coño, también, esperando a papá como un regalo de
cumpleaños. —Abre las rodillas un poco más, ángel—, jadeo, me arrodillo
y me encorvé sobre su espalda arqueada, sosteniendo mi polla en una
mano para que no la sienta todavía. —El semental se pone detrás de la
yegua así... —
—¿Detrás de ella? Eso es tan gracioso—.
Riendo, le beso el cuello con la boca abierta, dos o tres veces y
escucho su sorpresa al respirar. —Um... ¿qué pasa después, papá?—
Mi voz se ha caído y cuando hablo a continuación, siento su temblor.
—Has visto esa gran parte entre las piernas del semental, ¿verdad?—
—S-sí—, admite. —Pero trato de no mirar—.
—¿Porque no sabes que es?, no pasa nada. Te voy a enseñar—.
Coloco mi palpitante polla entre sus nalgas. —Hace el mismo trabajo que
esta parte de papá. Se mete en un pequeño agujero entre tus piernas, de
la misma manera que un semental encaja dentro de una yegua—.
Sus costados comienzan a levantarse y beso su cuello otra vez, en el
otro lado esta vez.
—Voy a mostrarte ahora, ángel—, gruñí en su oído. —Es la única
forma de que lo entiendas—. Aprieto mi polla y la coloco entre sus
muslos, encontrando la entrada húmeda a mi cielo personal. —Quieres
a esa bonita yegua, ¿verdad? —
—Sí, papá—.
—Tú eres mi niña buena, ¿verdad? —
—¡Sí, lo soy!—
—Bien—. Envuelvo mi brazo libre alrededor de sus caderas para
mantenerla inmóvil, luego atasco varias pulgadas de mi polla en su coño
tembloroso, sus gemidos rebotan alrededor del puesto pequeño y vacío.
Joder, ella es la perfección. Mis bolas crecen hacia arriba, ya
preparándose para vaciar. —Relaja tu cuerpo, ángel. Así es como me
enseñas que estás lista para más responsabilidades—.
Ella lucha por adaptarse a mi grosor. —Lo estoy intentando—.
Golpeé mis caderas hacia delante y la empalé completamente, mis
gruñidos roncos llenando el granero. —Lo intentas muy bien, pequeña—
. Mis impulsos comienzan e inmediatamente aceleran el ritmo y no puedo
evitar follarla con fuerza, rápido, rebotando en ella con salvajes bombas
de mis caderas. —Casi hemos terminado con la demostración—, le escupí
en el cuello. —Casi, ángel. Papá está casi allí—.
—¿Se supone que la yegua se siente divertida?— Su culo apretado
comienza a retorcerse en mi regazo y siento que su coño comienza a
contraerse a mi alrededor. —Oh, papá, ¿qué me está pasando?—
—No te asustes. Te tengo—. Encuentro su clítoris y lo froto con mi
dedo medio. —A tu cuerpo solo le gusta el mío y te lo hace saber. Quiere
jugar así todos los días—.
Su respiración se engancha y grita, girando su cabeza para que
pueda atrapar el sonido, la lengua follando su boca mientras ella viene,
desatando un río de humedad en mi pujante polla. El sonido de nuestros
cuerpos que se unen, junto con el sabor de su boca, me lleva a la línea
de meta y me meto dentro del coño de mi ángel acelerando. El fin nunca
deja de destrozar mi mente mientras retumba el placer de la parte inferior
de mi cuerpo con tanta violencia que apenas puedo pensar o respirar.
—Buena niña, buena niña, buena niña—, grito entre besos,
escuchando cómo mi semen cae en el heno. Tan pronto como termino,
nuestro juego se resquebraja por la mitad y no hay nada más que amor
irradiando desde mi interior. Llevo a mi esposa de vuelta a mi regazo,
sosteniéndola como la valiosa obra de arte que es ella, meciéndose de
lado a lado. —Mi Margaret. Eres mi todo. Mi vida, mi paz, mi obsesión—
. Suelto las palabras a través de mis dientes. —Di que eres mía,
eternamente—.
Ella se levanta y toca mi cara, el amor brilla en sus ojos. —
Eternamente tuya, Lenin—.

También podría gustarte

pFad - Phonifier reborn

Pfad - The Proxy pFad of © 2024 Garber Painting. All rights reserved.

Note: This service is not intended for secure transactions such as banking, social media, email, or purchasing. Use at your own risk. We assume no liability whatsoever for broken pages.


Alternative Proxies:

Alternative Proxy

pFad Proxy

pFad v3 Proxy

pFad v4 Proxy