Jessa Kane When The Farmer Met The City Girl
Jessa Kane When The Farmer Met The City Girl
Jessa Kane When The Farmer Met The City Girl
No mires.
— ¿Qué? No.
—Es un verdadero problema aquí en el campo.
—No soy del campo. Vivo en la ciudad. — Estoy casi lista para
abrir los ojos y echar un vistazo a mi asesino potencial. —Acabo de
perderme y no hay cobertura. La carretera está demasiado oscura para
ver adónde voy.
—Eso parece el comienzo de una película de terror. — comenta,
sacudiéndome en el asiento. —Siento mucho decirle esto, señora, pero
cuando por fin tenga el valor suficiente para mirarme, mi aspecto no
va a ser muy reconfortante.
— ¿Por qué?
—Soy bastante grande, eso es todo.
— ¿Oh?
—No me molesté en ponerme ropa, excepto por este overol y
todavía estoy embarrado por el trabajo del día. También llevo una
horca, porque de vez en cuando bajan lobos de las montañas y
necesitaba algo para ahuyentarlos. Supongo que seré todo un
espectáculo.
—Sí, eso no suena prometedor.
Él hace un sonido de acuerdo.
—Me llamo Dusty. ¿Cuál es el tuyo?
Oh mi Dios.
¿Qué estoy haciendo?
Estoy sonrojada, agitada y tomando malas decisiones.
Lo de las malas decisiones no es nada nuevo para mí.
Últimamente, he empezado a robar en tiendas para poder comer. Nada
grande. Una barra de pan. Un frasco de mantequilla de maní. Ramen.
Sé que está mal, pero tengo dos meses de retraso en el alquiler y cada
centavo se va a mantener un techo sobre mi cabeza.
Por lo general, ninguna de mis malas decisiones están
relacionadas con el hombre.
Hay una primera vez para todo, supongo.
Es difícil explicar por qué entro en la habitación de este hombre
gigante, excepto para decir...
Que me gusta. Mucho.
La honestidad y la integridad lo rodean como un aura. Su piel
está sucia de un día de trabajo en la granja y su cuerpo reacciona
involuntariamente ante mí. Tiene necesidades. Es un hombre. No es
blando, distante y vacilante como los tipos de la ciudad. De hecho, la
comparación me hace reír por lo bajo. Es un hombre que trabaja con
los dedos en la tierra, sudor en la frente... y se excita por mí. Yo lo
excito.
No estoy segura de por qué eso me gratifica tanto. Tal vez porque
sé que es real. No tengo que cuestionar a Dusty ni sus motivos, como
debo ser escéptica con todo en mi vida. Por no hablar de todo el
mundo. Directores de casting, otras actrices, mis extraños vecinos.
Lo que veo con Dusty es lo que tengo.
Y lo que me muestra le hace cosas raras a mi propio cuerpo.
— ¡Dusty!
—Mmmmm. — Me lame, larga y ásperamente, a través del
endeble material. —Dame más.
Mi cuerpo le obedece ciegamente, tensándose de nuevo en
lugares que ya están doloridos y con espasmos, mis muslos se
bloquean y tiemblan. Tiemblan. Cuando las olas se suavizan en una
No sé qué me ha pasado.
Mi plan era llegar a la boutique, profesarle mi amor, entregarle
las flores y cortejarla para que volviera a casa, costara lo que costara.
Pero cuando entré en la tienda y vi a Bianca ahí de pie, con el pelo
rubio ondulado alrededor de sus hombros bronceados y nada más que
un pañuelo sujetándole las tetas, me inundó una tormenta de
posesividad tan densa que no podía ver más allá. Esta chica es mía y
se acabó.
Ella me dio su virginidad por una razón.
Yo la tomé por una razón.
Ahora voy a amarla hasta el fin de los tiempos, le guste o no.
Una cosa, al menos, me da esperanzas, y es el hecho de que me
está besando. Esta atracción entre nosotros no es producto de mi
imaginación. Es cruda, ardiente y real. Lo primero en mi agenda es
hacerle saber a la chica, una vez más, que mantengo mi palabra. Así
que en cuanto la puerta del apartamento se cierra detrás de nosotros,
le arranco el pañuelo de las tetas y la levanto del suelo para poder
chuparle los jugosos pezones.
No tarda en arrancarme el pelo y gritar, haciendo todo lo posible
por rodearme las caderas con las piernas. Pero no puede. La falda rosa
que lleva es ajustada como una segunda piel y el dobladillo le llega
hasta las rodillas.
—Dormitorio. — gruño, deseando desnudarla.
—No. Aquí. —Me planta besos por toda la cara. —Hazlo aquí.
—No. Quiero poner mi semen en tus sábanas. — La llevo a través
de una minúscula sala de estar y a una pequeña habitación con una
cama de hierro forjado, la vista de donde Bianca duerme me pone muy
Alerta roja.
Esto es un estado de emergencia.
No puedo creer lo drásticamente que este hombre hace que mis
convicciones me salgan por las orejas.
Es peligroso. Él es peligroso.
También es un semental grande y hermoso que gana un poco
más de confianza cada vez que nos tocamos. El granjero tímido sigue
ahí, pero ahora sabe que puede complacerme para que siga sus
órdenes. Acabo de llamarle esposo. ¡Eso es lo contrario del plan!
Bueno, está bien. Bien, solo necesito reagruparme.
—Déjame levantarme, así puedo vestirme. — Le empujo los
hombros. Su cuerpo fornido está medio encima del mío, sus brazos
me rodean en un abrazo de oso. Es muy agradable. Demasiado
agradable. —Tenemos que hablar como es debido.
—Podemos hablar así, querida. — me dice acariciándome el pelo
con la punta de los dedos.
—No, creo que no.
— ¿Por qué no?
—Estás... estás utilizando mi cuerpo contra mí.
Su mirada se agudiza, se vuelve preocupada. —Ahora no lo digas
así.
—Es la verdad. Sabes que me atraes muchísimo. Estás
convirtiendo el sexo en un arma.
Me estudia detenidamente durante varios segundos, antes de
que una sonrisa arrogante se dibuje en su rostro. —Te atraigo mucho,
¿eh?
***
DUSTY
Fin…