Español Tallerr
Español Tallerr
Español Tallerr
com/recursos-educativos/6130539-
la_escritura.html
2- Leer los siguientes ensayos de Michael de Montaigne e identificar la introducción, el desarrollo y la conclusión.
Socializar lo desarrollado.
3- Responder a partir de la lectura de los ensayos de Montaigne: ¿Montaigne en sus ensayos muestra cuál es su
intención de manera clara y precisa? ¿Puedo identificarla en el texto? ¿Se encuentran fracturas de escritura que impidan
comprender la intención de los ensayos de Montaigne?
4- Escribir un ensayo al estilo Montaigne sobre cualquier tema de su preferencia, preferiblemente que esté relacionado
con la discriminación o la violencia.
DEL DORMIR
La razón nos ordena seguir siempre el mismo camino, pero no constantemente con igual paso, y aunque el filósofo no deba consentir
que las humanas pasiones se desvíen de su derecho cauce, puede muy bien, sin faltar a su deber, darlas la libertad de apresurar o
retardar su marcha, y no quedarse detenido cual coloso inmóvil e impasible. Aunque la propia virtud estuviera encarnada en él, su
pulso se encontraría más agitado yendo a un asalto que cuando va, ásentarse a la mesa; y a veces es necesario que la misma virtud
tome alientos y adquiera vigor. Por esta razón he advertido como cosa singular el ver algunas veces a los frandes personajes, en las
empresas más preclaras y en los negocios más importantes, mantenerse tan firmes en su actitud, que ni siguiera dejaron de reparar sus
fuerzas con el sueño. Alejandro el Grande, el día mismo asignado —232→ para librar la furiosa batalla contra Darío, durmió tan
profundamente y hasta una hora tan avanzada de la mañana, que Parmenión se vio obligado a entrar en su cuarto, acercarse al lecho, y
llamarle hasta dos o tres veces para despertarle, pues llegaba la hora del combate. Habiendo decidido darse a muerte el
emperador Otón, durmió sosegadamente la víspera, después de haber puesto en orden sus asuntos domésticos,
distribuido su caudal entre sus servidores, y afilado el corte de la espada con que se quería sacrificar; y reposó tan
profundamente que sus criados le oían roncar. La muerte de este emperador guarda analogía grande con la del gran
Catón, hasta en la circunstancia de dormir sueño reposado, pues éste, hallándose casi a punto de suicidarse, mientras
aguardaba nuevas de si los senadores a quienes había ordenado retirarse se habían alejado del puerto de Utica, se echó
a dormir con tantas ganas, que los ronquidos se oían en la habitación vecina; y habiéndole despertado la persona que
había enviado a puerto para decirle que la tormenta impedía partir a los senadores, mandó a otro mensajero, y se entregó
de nuevo al sueño hasta que supo que aquéllos habían marchado. Guarda también analogía la muerte de Catón el
Grande con la acción dicha de Alejandro Magno, en la tempestad peligrosa que le amenazaba en la época en que el
tribuno Metelo quería publicar el decreto de llamamiento de Pompeyo a la ciudad con su ejército, cuando tuvo lugar la
conjuración de Catilina; Catón sólo era el que se oponía a tal decreto; él y Metelo mantuvieron en el senado una
discusión ruda. Al día siguiente, en la plaza pública, había de dilucidarse la cuestión. Metelo, además de contar con el
favor del pueblo y el de César, que conspiraba entonces en beneficio de Pompeyo, disponía de gran número de esclavos
extranjeros y de esgrimidores. A Catón sólo alentaba y fortificaba su firmeza, de suerte que su familia, sus criados y
muchas buenas gentes estaban con gran cuidado, y algunos pasaron la noche juntos, sin querer dormir, beber ni comer,
por el peligro a que le veían abocado; la misma esposa de Catón y sus hermanas no hacían más que llorar y afligirse en
la casa; pero aquél, por el contrario, los animaba a todos, y después de haber cenado como de costumbre, se acostó y
durmió profundamente hasta la mañana; entonces uno de sus compañeros en el tribunado fue a despertarle para que se
encaminara a la escaramuza. El conocimiento que tenemos de la grandeza de alma y del valor de Catón por las demás
acciones de su vida, puede servir a hacernos juzgar a ciencia cierta de su firmeza emanaba de un alma tan por cima de
aquel acontecimiento, como de los accidentes más insignificantes de la vida.
En el combate naval que Augusto ganó a Sexto Pompeyo en Sicilia, en el instante de dirigirse el emperador al encuentro, —233→
fue dominado por un sueño tan fuerte, que hubo necesidad de que sus amigos le despertaran para dar la señal de la batalla; esto dio
margen a Marco Antonio para reprocharle luego de que no se había atrevido siquiera a mirar a disposición de su ejército, ni tampoco a
presentarse ante sus soldados, hasta que Agripa le anunció la nueva de la victoria que había alcanzado contra sus enemigos. Mario el
joven dio todavía muestra de mayor presencia de ánimo: el día de su último encuentro contra Sila, después de haber dispuesto el orden
de su ejército y dado la palabra y signo de la batalla, se tendió al pie de un árbol, a la sombra, para descansar, y se durmió tan
profundamente, que apenas si le despertaron la huida y derrota de sus huestes, y no vio ninguna de las perillecias del combate.
Refiérese que se encontraba extenuado por la fatiga hasta tal extremo, y tan falto de sueño, que no pudo ya mantenerse derecho. A este
propósito decidirán los médicos, de si el dormir es tan necesario, que la falta de reposo pueda poner en peligro nuestra vida. Sabemos
que a Perseo, rey de Macedonia, que fue hecho prisionero en Roma, se le hizo morir no dejando que durmiera; pero
Plinio habla de gentes que vivieron largo tiempo sin pegar los ojos, y Herodoto de naciones en las cuales los hombres
duermen y velan por medios años; los autores de la vida del sabio Epiménides cuentan que durmió durante cincuenta y
siete consecutivos.
Montaigne, M. (sf). Del dormir. Adaptado de: http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/ensayos-de-montaigne--0/html/fefb17e2-82b1-
11df-acc7-002185ce6064_166.html#I_57_
DE LA EMBRIAGUEZ
El mundo no es más que variedad y desemejanza; los vicios son todos parecidos, en cuanto todos son vicios, y de esta
suerte es en ocasiones el parecer de los estoicos; pero aunque todos lo sean igualmente, no por ello son vicios iguales, y
aquel que ha franqueado el límite cien pasos más allá,
es sin duda de peor condición que el que no traspuso más que diez; no es creíble, por ejemplo, que el sacrilegio no sea
peor que el robo de una col de nuestra huerta.
Hay en materia de vicios tanta diversidad como en cualquiera otra acción humana. La confusión en la categoría y medida de los
pecados es peligrosa: los asesinos, los traidores —288→ y los tiranos tienen interés sobrado en que esa con fusión exista, pero no hay
motivo para que su conciencia encuentre alivio porque otros sean ociosos, lascivos o poco asiduos en la devoción. Cada cual considera
de mayor gravedad el delito de su compañero y trata de aligerar el suyo. Los educadores mismos suelen clasificar mal los pecados, a mi
entender. Así como Sócrates decía que el principal oficio de la filosofía era distinguir los bienes de los males, así nosotros, en quienes
hasta lo mejor es siempre vicioso, debemos decir lo mismo de la ciencia de distinguir las culpas, sin la cual los virtuosos y los malos
permanecen mezclados, sin que se distingan los unos de los otros.
La embriaguez, entre todos los demás, me parece un vicio grosero y brutal. El espíritu toma una participación mayor en
otros; los hay, por ejemplo, que tienen no sé qué de generosos, si es lícito hablar así; algunos existen, a que la ciencia
contribuye, la diligencia, la valentía, la prudencia, la habilidad y la fineza. En la embriaguez, todo es corporal y terrenal. De
suerte que, la nación menos civilizada de las que existen en el día, es solamente el lugar donde tiene crédito. Los otros
desórdenes alteran el entendimiento; éste lo derriba y además embota el cuerpo:
El estado más deplorable del hombre, es aquel en que pierde el conocimiento, imposibilitándose de gobernarse a sí
mismo; y dícese, entre otras cosas, a propósito de él, que como el mosto cuando hierve en una cuba eleva a la superficie
todo lo que hay en el fondo de la misma, así el vino hace desbordar los secretos más íntimos a los que han bebido
demasiado.
Tu sapientium
con igual confianza que a Casio, bebedor de agua encomendose a Címber el designio de matará Julio César, aunque
Címber se emborrachaba con frecuencia; a esta comisión repuso ingeniosamente el amigo de Baco: «Yo, que no puedo
vencer al vino, menos podré acabar con el tirano.» Los alemanes, aun cuando estén ebrios a más no poder, van derechos
a su cuartel, y recuerdan la consigna y su lugar en las filas:
Nunca hubiera imaginado siquiera que pudiese existir borrachera tan tremenda y ahogadora, si no hubiese leído en las
historias que Atalo convidó a cenar con intención de cometer con él una grave infamia a Pausanias, que más tarde mató a
Filipo (por tratar de inferirle la mala partida de que aquí se habla), rey de Macedonia, soberano que por sus bellas prendas
dio testimonio de la educación que recibiera en la casa y compañía de Epaminondas. Atalo dio de beber tanto a su
huésped que pudo convertir su cuerpo, insensiblemente, en el de una prostituta cuartelera para los mulateros y muchos
abyectos servidores de su casa. Otro hecho me refirió una dama a quien honro y tengo en grande estima: cerca de
Burdeos, hacia Castres, donde se encuentra la casa de mi amiga, una aldeana, viuda y de costumbres honestas, advirtió
los primeros síntomas del embarazo y dijo a sus vecinas que a tener marido creería encontrarse preñada; como
aumentaran de día en día las pruebas de tal sospecha y por último la cosa fuese de toda evidencia, la mujer hizo que se
anunciara en la plática que se pronunciaba en su iglesia, que a quien fuera el padre de la criatura y lo confesara, le
perdonaría y consentiría en casarse con él si lo encontraba de su agrado y el hombre quería. Entonces uno de sus
criados, muchacho joven, animado con el anuncio, declaró haberla encontrado un día de fiesta profundamente ebria
durmiendo junto al hogar y con las ropas tan arremangadas, que había podido usar de ella sin despertarla. Este
matrimonio vive hoy todavía.
La antigüedad no censura gran cosa la embriaguez. Los escritos mismos de algunos filósofos hablan de ella casi
contemporizando; y hasta entre los estoicos, hay quien aconseja el beber alguna vez que otra a su sabor y emborracharse
para alegrar el espíritu.
Al severo Catón, corrector y censor de los demás, se le reprochó su cualidad de buen bebedor:
Ciro, rey tan renombrado, alega entre otras cosas de que se alaba para probar su superioridad sobre su hermano
Artajerjes, que sabía beber mucho mejor que él. Entre las naciones mejor gobernadas estaba muy en uso el beber a
competencia hasta la embriaguez. Yo he oído decir a Silvio, excelente médico de París, que para hacer que las fuerzas
de nuestro estómago no se dejen ganar por la pereza, es conveniente, siquiera una vez al mes, despertarlas por este
exceso de bebida, y excitarlas para evitar que se adormezcan. Dicho también que los persas discutían sus negocios más
importantes después de beber.
SOLUCIÓN
3.
La intención que desarrolla el autor en los escritos no es completamente clara, a lo largo de
los escritos se evidencia que el vocabulario es un poco complicado de entender, también es
posible observar que existen fracturas al momento de escribir los textos, es decir, el autor
explica una idea y luego procede a otra impidiendo la posibilidad de comprender con
claridad los ensayos, sin embargo los títulos ayudan bastante para lograr conocer cual es
tema principal que se quiere dar a conocer.
Para nosotras la intención del primer texto es argumentar lo que el hecho de dormir mucho
puede conllevar y como en muchas situaciones ha ocasionado poner en riesgo la vida de
uno mismo y de los demás. En el segundo texto habla acerca de lo innecesario y poco
ventajoso que es embriagarse, explica que no es óptimo emborracharse porque se entra en
un estado en el cual se pierde el control de las cosas.