Trifu - Reflexiones Sobre La Paz Positiva.
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issn 1988-7221 | Vol. 11 | Nº 1 | 2018 | pp. 29-59 29
Resumen
El concepto de paz positiva se ha alejado de la perspectiva original de integración de la sociedad
humana y se suele entender actualmente como ausencia de violencia estructural. En un esfuerzo
por contribuir hacia la integración del pensamiento de paz en cuanto a las dinámicas positivas
de la paz, la autora explora los procesos y causas de este movimiento. El análisis destaca la distin-
ción entre paz estructural y paz positiva, haciendo hincapié en el carácter complejo de ambas, y
recupera la última tal y como esta se ha enriquecido con nuevos significados desde la década de
los 80. A partir de ello se inicia el diálogo entre paz positiva y paz imperfecta, buscando puntos
de unión entre los dos conceptos, y se señalan algunos retos que la propuesta de paz imperfecta
plantea en el proceso madurativo del concepto de paz. Entre ellos, refinar las regulaciones pacíficas
de conflictos para concretar los elementos definitorios de la paz imperfecta y hacer explícito el
papel de los valores.
Palabras clave: concepto de paz; giro epistemológico; paz estructural; paz imperfecta; paz positiva; valores
de paz; visiones de futuro.
Abstract
In an effort to contribute towards the integration of the peace thinking in regard to the positive
dynamics of peace, the author tackles the shift made by the ‘positive peace’ concept from the
original perspective of integration of human society to the definition widely assumed at present
of positive peace as absence of structural violence. The article highlights the distinction bet-
ween structural peace and positive peace, emphasizing the complex nature of both and retrieves
the latter as this has been enriched with new meanings since the 1980s. As of this distinction,
the author performs a dialogue between imperfect peace and positive peace that seeks bonding
points between the two concepts, and points out some challenges regarding imperfect peace pro-
posal. Among them, refine peaceful conflict regulations in order to specify the defining elements
of imperfect peace, and make explicit the role of values.
Key words: epistemological turn; imperfect peace; peace concept; peace values; positive peace; structural
peace; visions of the future.
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Revista de Paz y Conflictos · artículos originales
30 Trifu, L. A. Reflexiones sobre la paz positiva. Un diálogo con la paz imperfecta
1. Introducción
Hoy día, la conceptuación sobre la paz está descrita metafóricamente como un mosaico
cuya riqueza debería propiciar la búsqueda de mecanismos contra la violencia y favorecer
la transformación de conflictos para lograr la paz (Jiménez, 2011; 2016). Cinco décadas
atrás, el contraste paz negativa-paz positiva (Galtung, 1964; 1969) anunciaba la apertura
que se iba a producir en los años 90 en la investigación para la paz (en adelante IP) a
una plenitud de descubrimientos y redescubrimientos de potenciales de paz dentro de la
ciencia y de la política europeas (Dietrich, 2012). No obstante, no se había logrado un
equilibrio entre la conceptuación de los factores negativos, aquello que se quería eliminar
(la violencia), y la conceptuación positiva de la paz (Groff y Smoker, 1996). El marco
epistemológico–metodológico general está dominado por la conflictología que, de acuerdo
con Vinyamata (2016), se ocupa del estudio de los conflictos cuando estos se han trans-
formado en manifestaciones violentas. En este contexto, y en sinergia con el pacifismo
revolucionario de Rapoport (Martínez, 2001a), en los estudios de la paz españoles se
produce un movimiento hacia la irenología – ciencia que se propone estudiar la paz desde
la perspectiva de la paz (Kárpava y Moya, 2016) –. Las últimas dos décadas se caracteri-
zan pues por una actividad fecunda en esta dirección. La transición española y la caída
del muro de Berlín impulsaron reflexiones sobre la paz imperfecta (Muñoz y otros, 2001;
Muñoz, 2009). Se ha reflexionado en torno al giro epistemológico (Martínez, 2001a), la
práctica del maternaje (Magallón, 2006) y se ha profundizado en las éticas del cuidado
(Comins, 2008). Fernández Herrería habla de paz transpersonal global (Muñoz y otros,
2001; Herrero, 2012) y propone la paz intercultural «como equilibrio entre la Paz Interior,
Social y Gaia» (Kárpava y Moya, 2016: 47). Reflexionando sobre la paz intercultural,
Jiménez Bautista, autor de la propuesta de paz neutra, aporta la idea de paz transcultural
(Jiménez, 2004).
Con el anhelo de construir puentes entre diversidad de perspectivas sobre la paz, en el
presente trabajo la discusión se centra en la relación entre la propuesta de paz imperfecta
y el concepto de paz positiva.
Comprender la correspondencia entre ‘paz imperfecta’ y ‘paz positiva’ supone ver el
complejo entramado de la paz, penetrar en la red conceptual que se forma dentro de este
campo y en la cual se entretejen múltiples términos y conceptos (Fabbro, 2012). A partir
del enfoque constructivista (Galtung, 1996), el artículo desarrolla un análisis complejo
que integra el análisis causal con el análisis procesual, estructural y funcional de la realidad
estudiada (L’Abate, 2013). El enfoque constructivista fue introducido a los estudios de
paz por Johan Galtung (1985a; 1996) y otorga un papel esencial a los valores de paz, los
cuales tienen más importancia que los datos empíricos y las teorías. «El constructivismo
trasciende lo que el empirismo revela, y ofrece propuestas constructivas. La crítica es un
puente indispensable entre ambos. Tiene que haber motivación anclada en los valores»
(Galtung, 2003: 33). Desde esta mirada, el artículo realiza una revisión crítica de la lite-
ratura que pone bajo lupa los procesos que caracterizan los movimientos descritos por el
concepto de paz positiva en la IP, las causas de estos movimientos, y la relación de este
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concepto con la paz negativa, la paz estructural y con la propuesta de paz imperfecta.
Al mismo tiempo, este análisis complejo permite señalar algunas disfunciones que los
conceptos estudiados presentan y proponer alternativas funcionales hacia la investigación
- educación - acción para la paz orientadas por los valores de paz.
Los estudios de paz se encuentran con una paradoja: por una parte la introducción de
la paz positiva en los años 60 enriquece y amplía la agenda de la IP con el vínculo entre
paz y desarrollo humano (Herrero, 2012); al mismo tiempo, en la investigación para la
paz se suele reducir el concepto de paz positiva a la paz estructural e inclusive se entiende
generalmente este concepto como un valor en negativo – ausencia de violencia estructu-
ral– (Muñoz y otros, 2001). Con el propósito de indagar en la relación que guarda la paz
imperfecta con los conceptos establecidos en la investigación para la paz, en el presente
artículo se realiza una aproximación a esta paradoja. Al mismo tiempo, en realizar esta
aproximación se persigue hacer visibles los significados con los que la paz positiva se fue
enriqueciendo a lo largo del tiempo (Groff y Smoker, 1996; Grewal, 2003). Para ello, será
necesario indagar primero en el contraste paz positiva - paz negativa, lo que nos llevará
a la distinción entre paz positiva y paz estructural. Una vez realizada esta distinción, se
podrá construir el diálogo entre paz positiva y paz imperfecta.
Tras tres décadas fecundas, la investigación para la paz había generado una amplia gama
de interpretaciones del concepto de paz (Groff y Smoker, 1996). En función de los nive-
les de análisis y del enfoque teórico que cada una incluye, estos autores identificaban seis
perspectivas sobre la paz:
• Ausencia de guerra.
• Equilibrio de fuerzas en el sistema internacional (en base a la propuesta de Quincy
Wright, 1941).
• Paz negativa y paz positiva (en base a las aportaciones de Johan Galtung en los años
60).
• Paz feminista (nivel macro y micro): durante los años 70 y 80, investigadoras de la paz
feministas amplían tanto la paz negativa como la paz positiva para incluir el estudio de
la violencia a nivel micro-social.
• Paz Gaia (paz holística). La teoría de Gaia sitúa la relación del ser humano con los sis-
temas del medio ambiente natural como elemento central para una teoría holística de
la paz, donde los seres humanos son vistos como una de las varias especies que habitan
en la tierra. El objetivo principal es el destino del planeta.
• Paz holística interior y exterior (Inner-Outer Peace, propuesta formulada por Smoker y
Groff en los años 90).
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A los dos modelos holísticos expuestos, Linda Groff añade más tarde el modelo de la
paz intercultural (Groff, 2008) sobre el cual, desde el contexto español, han reflexionado
Alfonso Fernández Herrería (Fernández, 2003; 2004; Kárpava y Moya, 2016) y Francisco
Jiménez Bautista (Jiménez, 2004; 2016).
La dimensión holística descrita por Smoker y Groff viene completada por la paz trans-
personal (Fernández, 2001), y por las paces transracionales (Dietrich, 2012). Estos concep-
tos recuperan la espiritualidad a través de lo que Dietrich denominará paces energéticas,
concepto que se basa en el principio de la energía primigenia. En una imagen energética
del mundo, no hay un creador personificado en el origen, la paz es la vibración armoniosa
del Todo-Uno, y la existencia humana es doblemente relacional: en relación con otros seres
vivos y en relación con el universo (Dietrich, 2012). El epistema transracional que pro-
pone Dietrich (2012) pretende reavivar una interpretación energética ante la vida, desde
la conexión entre el ser humano, la naturaleza y el cosmos, y rehúye una interpretación
absoluta del mundo que pertenece a la imagen de paz moral. Dietrich asocia esta última
a la idea subyacente de un Dios absoluto, creador de toda forma de vida y poseedor de la
verdad última; las paces morales secularizan las paces energéticas a través de la normativi-
dad, la paz de la justicia y la paz de la seguridad (Dietrich, 2012).
Paz positiva y paz negativa son los conceptos establecidos en la IP contemporánea (Arai,
2015). Junto con el concepto de violencia estructural, son conceptos clave que marcan
el nacimiento de la disciplina de la IP (Muñoz en Muñoz y otros, 2001). En relación
con ellos fluyen multitud de definiciones de la paz, por lo que procederemos a un breve
examen de este contraste que realza la complejidad de la relación violencia-paz (Martínez,
2006) y nos permite ver con mayor claridad el concepto de paz positiva (Fabbro, 2012).
De la investigación y la educación para la paz españolas emanan planteamientos como
«transformar conflictos para buscar la paz» (Jiménez, 2016: 14), y perspectivas de la paz
positiva como concepto dinámico que persigue la armonía de las personas en todos los
niveles y dimensiones de sus vidas, incluyendo sus relaciones con la naturaleza (Sampere
y Thonon, 2005). No obstante, la definición de la paz positiva en base a un valor de paz
en negativo (ausencia de violencia) tiene todavía una presencia importante en la IP. La
persistencia de interpretaciones que definen la paz positiva como ausencia de violencia
estructural obstaculiza la integración del pensamiento de paz en cuanto a las dinámicas
positivas de la paz. Por esta razón, es preciso explorar el concepto de paz positiva tal y
como se ha reconstruido a lo largo de 50 años, empezando por su distinción de la paz
negativa (Galtung, 1964).
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Con base en el estudio terminológico realizado por Manuela Fabbro (Fabbro, 2012),
la formulación de la paz negativa se remonta a inicios de siglo XX y pertenece a Jane
Addams. Esta socióloga feminista norteamericana y fundadora de la Women’s Interna-
tional League for Peace and Freedom, premio Nobel de la Paz del 1931, denunciaba la
superficialidad del movimiento pacifista que se concentraba sólo en el aspecto más evi-
dente de la violencia – la guerra – y no en otras formas de violencia e injusticias. Aunque
el término se origina en las intuiciones de Jane Addams (Fabbro, 2012), la paz negativa
como categoría fue introducida en el contexto científico y profundizada por Johan Gal-
tung en los años 60. Planteándola inicialmente como ausencia de violencia directa en
todas sus manifestaciones, Galtung especificaría más tarde que paz negativa se refiere
también a la superación de la violencia estructural y cultural (Galtung, 1990; 1996). Cabe
recalcar que, gracias a aportaciones del pensamiento feminista de paz, como las de Birgit
Brock-Utne (Martínez, 2006), por paz negativa directa se entiende actualmente eliminar,
o cuando menos reducir todo tipo de violencia directa, trátese de violencia a escalas macro
(entre estados, o dentro de ellos), o bien de violencia colectiva como la violencia de gé-
nero. Con base en la distinción entre violencia organizada y violencia no organizada de
Wiberg, Brock-Utne (1989; 2000), ubica la violencia de género a nivel micro social, al
lado de la violencia entre individuos. Con la paz negativa estructural se contempla elimi-
nar/reducir la violencia estructural en sus tres variedades: política, económica y cultural
(Galtung, 1990; 2002). Y con la paz negativa cultural se contempla eliminar/reducir as-
pectos de violencia cultural (Galtung, 1990) que pueden legitimar o justificar la violencia
directa y estructural.
Adam Curle también distingue entre paz negativa y paz positiva (Jares, 2005). A la
primera, Curle se refiere para definir la concepción occidental tradicional de la paz como
ausencia de conflictos, o lo que Galtung (2003) llama relaciones indiferentes. Curle men-
ciona otro tipo más de paz negativa, la que caracteriza las relaciones en las que la violencia
ha sido evitada, mitigada, pero el conflicto no ha recibido tratamiento adecuado, sea por
no solucionar el problema de fondo, sea disfrazándolo de otra cosa (Lederach, 2000).
La denuncia pública que Jane Addams había realizado a finales de 1800 contra las
desigualdades inherentes al sistema político-económico-social (Fabbro, 2012), encuentra
eco en el pensamiento crítico que genera y caracteriza la investigación para la paz. Esta
disciplina se nutre del pensamiento pedagógico de John Dewey y Paulo Freire (Herrero,
2012) y del pacifismo de Gandhi (Fabbro, 2012). El pensamiento gandhiano tan influ-
yente en Galtung (Lawler, 1995; Grewal, 2003) y la distinción hecha por Marie Jahoda
entre salud mental negativa y positiva (Galtung, 2016), cristalizaron lo que el campo cien-
tífico de los estudios de paz conocerá en los años 60 como ‘paz positiva’ (Galtung, 1964;
1969). Los trabajos llevados a cabo en esta dirección reflejan sinergia con el pensamiento
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de María Montessori (Montessori, 1971) y con la lucha de Martin Luther King (Muñoz
y otros, 2001).
Si bien la paz positiva se planteó inicialmente como integración de la sociedad humana
(Galtung, 1964), la ampliación ulterior del concepto de violencia con la distinción entre
violencia directa y estructural (Galtung, 1969), llevó a una enunciación del concepto de
paz positiva como ausencia de violencia estructural. Esta última definición se difundió y
está ampliamente asumida en la investigación para la paz.
¿Cómo se explica el cambio de ángulo, desde una perspectiva positiva que induce a la
presencia de la paz (integración), a un matiz negativo en la paz positiva (ausencia)?
Por un lado, la crítica de muchos teóricos sociales (Grewal, 2003) tuvo su peso; sin
embargo, tal y como veremos a continuación, no se trata de un cambio de postura en
Galtung, sino de razones prácticas que subyacen a su determinación de concretar la paz
positiva con un foco en las estructuras.
El dinamismo que caracteriza la sociedad del noroeste europeo tras el periodo de
post-guerra (Galtung, 1969) y la atenuación de la amenaza nuclear (Fabbro, 2012) en un
contexto marcado por las desigualdades Norte-Sur, permiten que el centro de la atención
para muchos investigadores se desplace desde la eliminación de la violencia directa, a una
agenda más amplia que comprendía la violencia estructural y su eliminación (Grewal,
2003). La brecha estructural entre países ricos y pobres en continuo crecimiento, que
entre 1960 y 1990 llegó a duplicarse (Fernández, 2015), y el monopolio sobre el poder
de decisión denunciado por las rebeliones anti-establishment de los años 60 (Galtung,
1969), representaban razones apreciables para mantener los aspectos estructurales en el
punto de mira en los estudios de paz. Galtung (1969) consideraba imprescindible que la
IP profundizara en la distinción entre violencia directa y estructural, a fin de exponer los
mecanismos sutiles de esta última y para explorar en qué condiciones podría ser eliminada
o neutralizada. Para Galtung (1985a) era también un esfuerzo sostenido por liberarse de
la perspectiva orientada al actor, tan característica de los estudios sociales occidentales.
Estimulado por la crítica de Herman Schmid, Galtung reformula su conceptuación
inicial de la paz positiva en términos de integración y cooperación, para identificarla prin-
cipalmente con la justicia social a la que define como distribución igualitaria de recursos y
participación igualitaria en la toma de decisiones sobre esta distribución (Galtung, 1969).
La injusticia social, en cambio, es violencia estructural, por lo que la paz positiva está
relacionada también con la ausencia de violencia estructural. Grewal (2003) reflexiona
que, para Galtung, vincular la paz a la ausencia de violencia estructural tenía el propósito
de ampliar la investigación para la paz más allá del estudio somático de la violencia, al
estudio de las causas de la violencia y de las condiciones de la paz, buscando tanto las
primeras como las segundas en las estructuras sociales. Este autor considera que el valor
del paradigma de la paz positiva está en su visión de conseguir la paz en vez de resolver
conflictos por mecanismos políticos, como se planteaba desde la corriente dominante en
el subcontinente norteamericano en el alba de la IP. El análisis de Grewal (2003) hasta
alude a una ‘lucha’ por el predominio entre una IP que perpetuara la idea de paz negativa
a nivel macro, es decir de paz como ausencia de guerra, y los esfuerzos por trabajar des-
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de la paz positiva y la conexión entre paz, conflicto y desarrollo. Sin embargo, Galtung
(1969) no pretendía una entrega absoluta al estudio de la violencia estructural, y proponía
evitar los enfoques unilaterales; no sólo porque violencia directa y violencia estructural
forman a menudo un tándem, sino también porque el énfasis unilateral en cualquiera de
ellos puede llevar a extremismos. Este autor resuelve que la teoría de la paz debe de estar
conectada íntimamente con la teoría del conflicto y la teoría del desarrollo; así la investi-
gación de la paz debe ir íntimamente vinculada a la investigación de los conflictos y a la
investigación del desarrollo.
Efectivamente, en los años setenta los esfuerzos de la IP se empiezan a concentrar en
el vínculo que hay entre paz y desarrollo (Jiménez, 2004). Galtung, por ejemplo, consi-
deraba que paz es igual a desarrollo, en cierto sentido son lo mismo (Jares, 2005), si bien
el concepto de desarrollo en Galtung difiere drásticamente del concepto universalista
occidental, blanco, moderno, ilustrado y masculino de desarrollo (Martínez, 2009). Entre
las numerosas críticas a este concepto dominante, Galtung (2003) reprocha a la ayuda al
desarrollo una carencia en comprender el desarrollo como esfuerzo en auto-desarrollarse,
carencia que ha hecho perder de vista que uno de los objetivos del desarrollo es la auto-
nomía. En relación a ello, como hemos visto, al referirse a la violencia estructural con
el término de injusticia social, Galtung (1969) se refería no sólo a la distribución de los
recursos en sí, sino al poder de decisión sobre dicha distribución. En definitiva, la paz
positiva está relacionada con el desarrollo de las potencialidades humanas orientadas a la
satisfacción de las necesidades básicas (Herrero, 2012). Similar a Galtung, Adam Curle
concibe la paz positiva en vínculo con el desarrollo basado en igualdad y reciprocidad.
En este sentido, Lederach (2000: 34) cita una formulación de Curle que nos revela la paz
como «una situación caracterizada por un nivel reducido de violencia y un nivel elevado
de justicia». Hay otros autores que asocian la paz con el desarrollo humano y social basado
en los valores de la justicia, entre ellos Betty Reardon (Jares, 2005).
En palabras de Francisco Muñoz, la paz positiva «era el resultado de una construcción
consciente de una paz basada en la justicia, generadora de valores positivos y perdurables,
capaz de integrar política y socialmente, de generar expectativas, y de contemplar la sa-
tisfacción de las necesidades humanas» (Muñoz y otros, 2001: 29). Este autor considera
que la conceptuación positiva de la paz representa un avance considerable en el campo
de las ciencias humanas, tanto por permitir la incorporación de valores de paz a los estu-
dios de distintos ámbitos, contribuyendo así al declive de las ideologías de la neutralidad
científica, como por fomentar la apertura hacia la interdisciplinariedad (Muñoz, 2001).
A partir de los años 80, Galtung amplía el concepto de paz positiva con aspec-
tos cosmológicos y culturales (Grewal, 2003) y, tras una larga maduración (Galtung,
1985a), desplaza su centro de atención desde la relación violencia-paz, al conflicto. De
ahí en adelante Galtung definirá la paz como «[…] el contexto en el cual se desplie-
gan los conflictos de forma no violenta y creativa» (Galtung, 2003: 31) y el desarro-
llo como la construcción de la capacidad de transformación de conflictos (Galtung,
2000). Tras décadas de reflexiones, investigación y trabajo de paz, Galtung (1996) ar-
monizará sus teorías – de la paz, del conflicto, del desarrollo y de las civilizaciones– e
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Paz positiva
Fuente: Elaboración propia con base en Galtung (1964; 1969; 1985a; 1996); Lederach (2000); Grewal (2003).
Si bien a partir de 1969 y hasta la década de los 80 la paz positiva era un concepto
ambivalente (ausencia de violencia y presencia de justicia social) y acotado a los aspectos
estructurales, la ampliación de los estudios de paz a otras perspectivas culturales genera
una ampliación y reconfiguración de la paz positiva. A partir de este momento, tal y
como examinaremos en epígrafes sucesivos, la ambivalencia caracterizará el dominio más
amplio de la paz (no adjetivada); la paz positiva recobra su orientación positiva inicial,
se enriquece con aspectos culturales y hay distinción entre paz positiva y paz estructural.
Galtung (1985a) incorporará a sus teorías los conocimientos basados en la investigación
ecológica. Fruto de ello, igual que el concepto matriz de paz en Galtung, la paz positiva
se abre al biocentrismo.
El concepto de paz positiva recibió sus críticas. Herman Schmid, por ejemplo, criticó
la formulación original de Galtung (integración humana y social) por considerarla despro-
vista de contenido concreto (Grewal, 2003). Aunque conforme a Grewal esta línea de
pensamiento persiste en la actualidad, quizá la crítica más conocida y referida pertenece
a Kenneth Boulding. En los años 70, Boulding consideraba que la meta de perfecta
igualdad y justicia social de la paz positiva sería imposible de alcanzar en la práctica (Neu-
vonen, 2012). Si bien más tarde intentaría unificar paz negativa y paz positiva (Grewal,
2003), Boulding había criticado inicialmente a Galtung por llevar a los investigadores de
paz a un territorio (estudios del desarrollo) donde tienen poca experiencia.
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concentrar la investigación, acción y educación para la paz desde una mirada integral que
abarque tanto la violencia como la paz existentes en la realidad estudiada. Desde la his-
toriografía se sostiene que incluso en el contexto de la ideología patriarcal hubo prácticas
pacíficas en las relaciones entre hombres y mujeres (Jorge y Muñoz, 2016). Con base en
estos autores, reconocer las experiencias de paz allí donde se han dado se circunscribe a un
esfuerzo de reconciliarnos con nuestro pasado y contribuye a construir una cultura de paz.
Por otra parte, la reconciliación ha de combinarse con la reconstrucción de las relaciones
entre hombres y mujeres (Galtung, 1998). De acuerdo con este autor, la reconstrucción
requiere un entendimiento lúcido del fenómeno de la violencia, ya que se dirige tanto a
aspectos materiales, visibles (para reparar los daños y curar las heridas provocadas por la
violencia directa), como a aspectos más profundos:
• para tejer estructuras más cooperativas que disuelvan las divisiones de género estable-
cidas por el sistema patriarcal;
• reconocer (para desterrar) la conexión simbólica entre guerra y heroísmo y su ligazón
a la violencia ejercida por los hombres;
• y sustituir el dualismo occidental por la dualidad taoísta del yin-yang que permite en-
tender que nada (nadie) es perfectamente bueno/malo.
superar este obstáculo Boulding afirmaba que era necesario empezar a plantearse futuros
mejores. La idea de paz tiene que tener algo concreto, explícito, relacionado con el mundo
que nos gustaría ver (Polak, 1973; Wulf, 1974; Galtung, 2008). Esta proyección es lo que
Elise Boulding llama visiones de futuro (Medina y Ortegón, 2006) y representa un tema
de discusión imprescindible en la investigación y en la educación para la paz, para que sea
efectiva la búsqueda de un futuro mejor y para mantener sana la imaginación individual
y colectiva (Galtung, 2008). Transcendiendo el conflicto entre razón e imaginación, la
visión de futuro se defiende como algo realizable, estructurado y transformador (Medi-
na y Ortegón, 2006). Con ello, se pretende «rescatar la esperanza, decantar los sueños
y los excesos del movimiento revolucionario y el socialismo utópico, criticar las utopías
de la evasión y propender por el carácter trascendente de la razón y la imaginación. De
este modo se entiende la historia como construcción permanente de la utopía y el pen-
samiento utópico como fuente para luchar contra la apatía, la indiferencia y la falta de
ideas creativas y transformadoras de la realidad social» (Medina y Ortegón, 2006: 124).
1. http://www.gernikagogoratuz.org/
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culturas, tejido de vida que trasciende la violencia. Para Guitérrez, la paz positiva es el
tejido social de vidas que se encuentra debajo de la violencia y del que sale la resistencia
creativa que hace posible su superación. Esta definición pone bellamente de manifiesto
que la paz positiva no es exclusivamente un proceso dedicado a combatir la violencia es-
tructural. Hoy nos encontramos con una paz positiva directa que «consistiría en bondad
verbal y física, el bien para el cuerpo, la mente y el espíritu del Yo y del Otro; dirigida a
todas las necesidades básicas» (Galtung, 2003: 58). Asimismo, una paz positiva estructural
que se refiere a la participación dialógica, la integración y la solidaridad para reforzar la
libertad y la equidad a nivel social pero también a nivel intrapersonal (para la armonía
entre cuerpo, mente y espíritu) y una paz positiva cultural que construiría una cultura de
paz positiva. «En el espacio interior del Yo, esto significa abrirse a diversas inclinaciones y
aptitudes humanas, sin reprimirlas» (Galtung, 2003: 58). De igual manera a nivel social,
inclusive en las relaciones interpersonales, la paz positiva cultural implicaría reconocer la
diversidad de perspectivas e interpretaciones del mundo, aceptar y respetar lo diferente,
adoptar el principio de la unidad en la diversidad entre todas las formas de vida humana y
no humana. Por su carácter dinámico, estas tres paces positivas están acompañadas por las
tres paces negativas: paz negativa directa significa reducción/eliminación de la violencia
física y verbal, organizada y no organizada, en todos los niveles; paz negativa estructural
significa reducir/eliminar de las configuraciones sociales la inequidad, la explotación eco-
nómica, la fragmentación y marginación sociales y políticas, la alienación identitaria, y
cualquier otra forma reductora de la calidad de vida de las personas. Paz negativa cultural
significaría reducir/eliminar los símbolos y los aspectos culturales materializados en la re-
ligión e ideología, lengua y arte, ciencias empíricas y ciencias formales, etc., que legitiman
la violencia directa y estructural.
A través del contraste paz positiva - paz negativa, el siguiente cuadro expone de manera
sintética la complejidad de la paz positiva e introduce la relación con la paz estructural
que exploraremos más adelante.
Estructural
Paz negativa
Paz positiva
-política
-económica
-cultural
Cultural
Paz positiva
Directa
Estructural
-política
-económica
-cultural
Cultural
2. Johan Galtung hizo estas distinciones en el contexto del Seminario de Mediación Educativa de Alfaz del Pi,
organizado por el Centro Internacional de Solución de Conflictos AlfaDeltaPi en Noviembre de 2015 (en adelante
SME). Acceso a la página web de AlfaDeltaPi: http://www.alfadeltapi.org/.
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Asimismo, Galtung (1996) sistematiza los estudios sobre la paz, el conflicto y el desa-
rrollo en espacios o esferas:
• Naturaleza: las relaciones que los seres humanos tienen con otras formas de vida.
• Persona: con un enfoque en el interior de la persona y la relación entre mente, cuerpo
y espíritu.
• Sociedad: las relaciones entre personas y grupos; Verticalidad/Horizontalidad e
Individual/Colectivo.
• Mundo: las relaciones entre civilizaciones.
• Cultura: los aspectos culturales que potencian el despliegue de la vida y reducen la
violencia.
• Tiempo: el tiempo circular y los saltos dialécticos.
2. Para los estudios y el trabajo de paz esto significa que ya no se trata de poner el foco en
la violencia, sino en la responsabilidad que tenemos como constructores de determinados
tipos de relaciones sociales y no otros (Martínez, 2006): siempre nos podemos pedir cuen-
tas por nuestras acciones e interacciones. Se reivindican las capacidades humanas de vivir
en paz, lo que desde la Cátedra UNESCO de Filosofía para la paz se ha propuesto como
un giro epistemológico (Martínez, 2000; 2001a; 2006). En el mismo sentido, el estudio
terminológico realizado por Manuela Fabbro distingue entre ‘paz estructural’ y ‘paz posi-
tiva’ (Fabbro, 2012). En la ficha terminológica realizada por esta autora, ‘paz estructural’
aparece antes del concepto de ‘paz cultural’, mientras que ‘paz positiva’ aparece después
de este. Para Fabbro, de la paz positiva deriva la competencia de paz y está vinculada con
la historia compartida. A partir de ahora se trata de aprender a transformar los conflictos
y no de resolverlos a toda costa. Es en este punto donde el conflicto se entreteje dentro
del dominio de la paz. Y es con esta paz positiva, distinta de la paz estructural, con la que
Fabbro conecta de manera más directa la ‘paz imperfecta’.
La siguiente tabla sintetiza las principales líneas distintivas de la paz estructural y la
paz positiva.
triángulo virtuoso de la paz (directa, estructural y cultural). Sin embargo, lo más impor-
tante no reside en lo que las diferencía, sino en la relación indivisible que hay entre ellas y
la necesaria complementariedad con la paz negativa que resulta del carácter dinámico de
la paz: la paz positiva en su tipología estructural se acompaña de la paz estructural nega-
tiva. En definitiva, una condición (inclusive estructural) que favorece el despliegue de la
vida es contar con un nivel reducido de violencia. Y, al igual que construir la paz positiva
(directa, estructural o cultural), superar la violencia en cualquiera de estas formas requiere
de métodos no violentos, empatía, cooperación y creatividad. La clave está en cultivar las
competencias de transformación de conflictos.
Con la distinción entre paz positiva y paz estructural que acabamos de explorar, se pro-
pone matizar la clasificación formulada desde la Universidad de Granada y de la Cátedra
UNESCO de Filosofía para la Paz. Tanto desde el modelo antropológico (Jiménez, 2004),
como desde la reconstrucción filosófica (Martínez, 2009), a partir de 1959 la investiga-
ción para la paz se relaciona con la paz positiva, mientras que desde 1990, la investigación
y la educación para la paz se concentran en los aspectos culturales, en la búsqueda de una
cultura de paz. Sería útil abrir un espacio en la segunda etapa de la IP (1959-1990), a par-
tir del 1969, para la paz estructural. Ello ayudaría a comprender mejor el concepto de paz
positiva. Comparativamente, el recorrido de la paz positiva empieza con más fuerza en la
década de los 90, cuando «la paz toma una posición central» (Martínez, 2009: 95). Desde
esta comprensión, se obtiene una base para consolidar e integrar los esfuerzos que se han
hecho en el campo de la investigación para la paz en dirección a la irenología. Asimismo,
identificar la paz estructural como un concepto diferente de, pero interrelacionado con,
la paz positiva contribuirá a la comprensión de ambos conceptos y al desarrollo de otros
conceptos relacionados con ellos, incluyendo aquí la paz imperfecta.
4. Paz imperfecta
que «nacería con los propios homínidos, hace, según las últimas investigaciones, 6 ó 7
millones de años» (Muñoz, 2009: 423). Reconocer la paz como elemento primigenio
fomentaría «reconocer las prácticas pacíficas allí donde ocurran» (Comins, 2002: 324) y
con ello se potenciarían otras manifestaciones de paz. Junto a ello, hay autores y autoras
quienes proponen hablar de paz imperfecta de género, eso es hablar «en primer lugar, de
todas las instancias de paz, por muy pequeñas y aisladas que sean o estén, de las que forma
parte el género, sean las protagonistas principales las mujeres, los hombres o las relaciones
entre ellos. La paz imperfecta de género es imprescindible para reconstruir el poder, el
empoderamiento, de las mujeres» (Muñoz, 2009: 424).
Muñoz aporta el ejemplo de Colombia, un país que se conoce más por su historia de
violencia que no por las innumerables iniciativas de paz, para argumentar lo que este au-
tor considera una insuficiencia de los conceptos paz negativa y paz positiva para describir
la complejidad de determinadas realidades (Muñoz, 2001). El autor se refiere a la defini-
ción de paz positiva predominante a partir de 1969, y que hemos reformulado como ‘paz
estructural’. Desde la conceptuación de paz imperfecta que propone Francisco Muñoz, la
paz está potencialmente en todos y cada uno de los seres humanos, igual que la violencia.
Invertir el foco de atención desde el potencial de la violencia hacia el potencial de la paz es
imprescindible para un futuro lo más pacífico posible. A la vez, se concibe la paz como un
proceso. Todos estos aspectos se reflejan en el concepto de paz positiva, siempre y cuando
se entienda la paz positiva en sentido dinámico y profundo que se desenvuelve «debajo y
con hondura porque en el seno de la vida diaria, en lo que no se hace público, se mueve
con creatividad, chispa, empatía, afanes y emociones la gran mayoría de la humanidad,
desapercibida, a la vez apolínea y dionisiaca, con estrategias de supervivencia y logro,
enraizada en lo privado e íntimo, en el subsuelo de lo público» (Gutiérrez en Galtung,
2003: 11). Charles Webel tiene su propia idea de paz imperfecta, entendiendo por ello
paz negativa y paz positiva unificadas en una paz fuerte (Strong Peace) a la que este autor
considera más o menos el equivalente de la paz positiva de Galtung (Webel, 2007).
La propuesta acuñada por Francisco Muñoz ha sido relacionada (Fabbro, 2012) con
la evolución reciente de la historiografía y de la didáctica de la enseñanza de la historia,
que reevalúa las situaciones de paz y de colaboración entre los pueblos (la historia com-
partida). Desde esta perspectiva, la paz y la colaboración serían elementos constitutivos
de procesos históricos, culturales y sociales que deben de ser visibilizados a través de los
textos para convertirse en parte de nuestra memoria histórica colectiva. La exigua di-
vulgación de los logros de la noviolencia y de las iniciativas de paz frente al así llamado
‘periodismo de guerra’ dominante se ha venido denunciando por muchos autores, entre
ellos Alberto L’Abate (Fabbro, 2012). Asimismo, según Fabbro, el reconocimiento del
valor de las prácticas pacíficas favorece el fortalecimiento, la consolidación de la paz
desde un empoderamiento de la gente entendido en sentido freiriano, como una toma de
conciencia del potencial de paz. Esta autora explica que el concepto de «empowerment»
comenzó a tomar forma incluso antes de la aparición del término, en la década de 1960,
en el contexto de los estudios sobre desarrollo social y humano. La contribución de Paulo
Freire, con su trabajo Pedagogía del oprimido, es fundamental. Con esta obra Freire pone
Revista de Paz y Conflictos · artículos originales
48 Trifu, L. A. Reflexiones sobre la paz positiva. Un diálogo con la paz imperfecta
de relieve que el desarrollo puede llevarse a cabo solo si va acompañado de una toma de
conciencia por parte de los interesados en cuanto a su potencial y sus derechos, y median-
te una participación activa en las decisiones y acciones que afectan su vida (Fabbro, 2012).
A través de su adjetivación, la paz imperfecta pretende el reconocimiento de la im-
perfección de la condición humana. Vista como un proceso inacabado, que se construye
día a día aceptando nuestras limitaciones y las limitaciones de nuestros contextos, la paz
imperfecta se concibe como movilizadora de la «transformación hacia situaciones lo más
pacíficas posibles» (Comins, 2002: 325). Ser imperfectas, incompletas, es la única carac-
terística que tienen en común multitud de paces pequeñas, cotidianas (Dietrich, 2012).
Desde la Cátedra UNESCO de Filosofía para la Paz, la paz imperfecta matizaría la
clasificación paz positiva-paz negativa de Galtung, si bien en esta ocasión se utiliza el tér-
mino ‘paz positiva’ en el sentido de ‘paz estructural’ (Martínez, 2001: 69). Además, la paz
positiva, entendida como paz imperfecta, es un recurso de flexibilidad que nos permite
preguntar cuál es el grado de justicia de nuestras relaciones (Martínez, 2006). La interpe-
lación se hace en base a una justicia imperfecta, por ser intersubjectiva y no absoluta, como
procedimiento para ajustar las relaciones humanas, pedirnos cuentas. Para este autor, ha-
blar de paz en las relaciones humanas es una forma de hablar de la justicia de lo que nos
hacemos los unos a los otros. Hay diferentes maneras de organizar y entender la justicia.
Por ello la justicia como valor es un procedimiento para iniciar el diálogo (Martínez,
2009). Al mismo tiempo, la paz imperfecta se propone explicar las diferentes ocurrencias
de paz positiva que los seres humanos experimentan.
Muñoz ve al ser humano diseñado tanto para la cooperación como para el conflicto
y ambas (cooperación y conflicto) se encuentran en una relación casi taoísta (Dietrich,
2012): con el conflicto tan inherente a la cooperación como la cooperación lo es al con-
flicto. Desde el análisis complejo realizado en este artículo se manifiesta la necesidad de
añadirle a esta ecuación la dimensión ecológica de la cooperación en el conflicto. La perspec-
tiva ecológica de la cooperación responde a un enfoque transpersonal y se basa en la idea
de coexistencia ineludible3; va un paso más allá de la idea ‘yo gano - tú ganas’, y abre la
relación a la responsabilidad hacia el bien común del grupo, comunidad y así progresiva-
mente de la humanidad y el planeta.
El libro publicado por varios autores y editado por la Universidad de Granada (Muñoz
y otros, 2001) y la reseña del mismo (Comins, 2002) contienen reflexiones detalladas des-
de distintos campos de interés para la paz tales como filosofía, psicología transpersonal, la
perspectiva de género, religiones y cultura, la teoría política, las tecnociencias, economía y
sociología. Por la economía del texto, exploraremos aquí someramente la reconstrucción
de la paz imperfecta desde el enfoque transpersonal (Fernández, 2001). Desde este enfo-
que se entiende la paz imperfecta como una inversión epistemológica-metodológica en el
contexto de la epistemología sistémico-compleja, dos características que según este autor
deberían ser asumidas en la reconstrucción del concepto de paz. El enfoque transpersonal
aplicado a la paz proyecta la paz transpersonal, cuyos ámbitos de expresión – social, natu-
3. De la mano de Alberto Andrés, este aspecto ha sido desarrollado en un trabajo realizado en el marco del SME
(véase nota 2).
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ral y personal – son inseparables. Sería justamente «esta vivencia de la interrelación entre
la dimensión interna de la paz (la personal) con las dimensiones externas (la social y na-
tural) [la que] establece la congruencia con una de las características de la paz imperfecta:
la asunción de una perspectiva sistémica que en este caso es integral, porque afecta no sólo a
la percepción, es decir a la reforma del pensamiento, sino también a lo emocional y a la
acción» (Fernández, 2001: 104). Asimismo, Vicent Martínez Guzmán, desde su propues-
ta de Filosofía para la Paz en clave de ética comunicativa, considera que se justifica el giro
epistemológico que se plantea desde la propuesta de paz imperfecta porque «[…] destacar
los momentos de paz asumiendo sus imperfecciones» permite investigar las características
de estas experiencias, reconociéndolas como procesos, admitiendo su imperfección, ha-
cerlas explícitas para que con ello se vaya introduciendo positividad a la investigación y se
empiece a «aprender a ‘deshacernos de la violencia’» (Comins, 2002: 325-326).
Francisco Muñoz propone una conceptuación de la paz que incluya todas y cada
una de las regulaciones pacíficas de conflictos y las interrelaciones que se dan entre ellas y sus
determinaciones causales (Muñoz y otros, 2001). Para definir las regulaciones pacíficas,
Muñoz recurre a términos como diálogo, solidaridad, cooperación, amor, ternura, amistad,
conciliación, mediación, y también a otros términos más problemáticos como por ejemplo
‘caridad’. Un estudio del discurso sobre la enfermedad y la desigualdad en la narrativa
pública dominante4 sostiene que la idea de caridad viene tradicionalmente asociada a la
lógica desarrollista. Esta lógica separa la pobreza masiva del sistema económico global
y pretende orientar el desarrollo por los valores universalistas occidentales; asimismo,
define el desarrollo como crecimiento industrial y utiliza instrumentos como la ayuda al
desarrollo para perpetuar la dependencia de unos países frente a otros. Siguiendo la críti-
ca postmodernista de Gianni Vattimo (Dietrich, 2012), se podría invocar que la palabra
‘caridad’ vendría de una ética de amor y apreciación por la vida y, por tanto, sería un tér-
mino válido de regulación pacífica. La pregunta que nace es qué impacto tendría en este
caso el concepto de paz sobre la definición del desarrollo en el marco de los Objetivos de
Desarrollo Sostenible, por ejemplo.
¿Podría ello reforzar la lógica de la caridad y de la ayuda que está ocultando y legiti-
mando formas de violencia sutil y continua?
Otras palabras problemáticas para definir la paz imperfecta son ‘acuerdo’ y ‘pacto’
(Muñoz y otros, 2001), ya que ni una ni otra garantizan el respeto de las necesidades fun-
damentales, y no sólo humanas, ni tan sólo connotan un paso hacia esta actitud. Hoy día
abundan ejemplos notorios de acuerdos, alianzas y pactos que responden a intereses pri-
vados ocultos y vulneran necesidades de otras partes (incluida la Naturaleza). Admitiendo
que se pueda hablar de paz moral o paz moderna (Dietrich, 2012) en relación a alianzas,
4. Para una crítica de la lógica de la caridad en el discurso de la pobreza y de los Objetivos de Desarrollo Sostenible
(SDG en inglés), véase Martin Kirk – The rules. Acceso directo al video-archivo del Congreso Comunicambio:
http://www.comunicambio2015.uji.es/videos/ [02.06.2016].
Revista de Paz y Conflictos · artículos originales
50 Trifu, L. A. Reflexiones sobre la paz positiva. Un diálogo con la paz imperfecta
artículo es que precisamente de las múltiples interconexiones que se dan, no sólo entre
las diferentes escalas sociales: micro-meso-macro-mega (Calderón, 2009), sino dentro de
cada una y en los espacios que las trasciende y atraviesa (Galtung, 1996), resulta la com-
plejidad de la realidad. En estos espacios trans-escalas, inclusive transpersonales, es donde
se dan las retroalimentaciones entre (in)acciones, interacciones, relaciones, pacíficas y/o
violentas. En un registro más neutral, es en los espacios transpersonales donde se alimenta
o se reduce la tensión conflictiva. En ocasiones, esta tensión conflictiva está nutrida por
formas de violencia invisible o poco visible. Asumir esto y proceder con el rigor de una
matriz analítica compleja que incluya el estudio de causas y procesos de violencia, no
significa volver a la perspectiva «violentológica» de antes de los 60.
De otro modo ¿sería posible comprender estas interacciones y sus efectos prescindien-
do de un estudio de la violencia en un trabajo de investigación?
Una lectura profunda de las reflexiones iniciales en torno a la paz imperfecta (Muñoz
y otros, 2001), ayudaría a contestar esta pregunta. En este sentido, hablar desde la pers-
pectiva de la paz, y no desde la perspectiva de la violencia, no quiere decir que se vaya
«asumiendo una especie de ceguera respeto a la violencia» (Fernández, 2001: 97). Para
Fernández Herrería, la inversión epistemológica se ha de interpretar como una perspec-
tiva desde la paz que permita estudiar toda la realidad (paz y violencia). Y por inversión
metodológica se entendería investigar la paz, «sus condiciones, las múltiples formas en
las que se vive, sus dimensiones y presencia, su historia y características […]» desde una
visión que abarca la totalidad del fenómeno (paz y violencia). Asimismo, Vicent Martí-
nez Guzmán advierte que no deberíamos ser ciegos a la violencia en el nombre del giro
epistemológico y que en este sentido podemos discernir significados de la paz estudiando
aquello que esta excluye, es decir que el estudio de la violencia, entre otros conceptos, nos
permite aprender sobre la paz (Martínez, 2006).
En definitiva, aun siendo imperfecta, la violencia obstaculiza el desarrollo de las po-
tencialidades humanas e interviene de manera arbitraria en la armonía, rompiendo ese
equilibrio dinámico con la Naturaleza y con los demás seres humanos. Como se ha exami-
nado con las relaciones hombres-mujeres, la construcción de una cultura de paz demanda
actuaciones complejas: implica a la vez recuperar, hacer visibles los testimonios de paz
en la existencia de la humanidad y criticar la consolidación de la violencia y del sistema
patriarcal (Jorge y Muñoz, 2016). Se requiere «ser profundamente críticos y combativos
con la violencia» (Muñoz, 2001: 35) a la hora de recuperar y explicitar las experiencias
de paz, la capacidad de paz de los seres humanos. Además, investigar la paz haciendo
opaca la violencia equivaldría a negarla, lo cual tal y como lo rescata la paz transracional
del pensamiento hindú (Dietrich, 2012), contraviene al concepto mismo de noviolencia.
hacia esta visualización. Esta visualización engrana futuro y presente, exterior e interior,
en un entrelazamiento que hace que el acto (exterior) realizado en el presente se haga con
plena consciencia de la intención que lo lleva (presente, interior) y de la orientación a
la que esta intención está dirigida (futuro, interior-exterior). En la ciencia del Xian, eso
es la práctica del taoísmo (Tian, 2003), la intención es de hacer fluir la energía hacia su
objetivo, hacia la unidad del espíritu interno con la apariencia externa (Yen-Ling, 2008).
La filosofía taoísta del wu-wei no alienta a la inacción como se podría creer (Tian, 2003),
sino a abstenerse de intervenciones arbitrarias en el curso natural de las cosas (Dietrich,
2012). En una cosmovisión integradora, donde la ley primaria que opera en la vida hu-
mana y en las relaciones es la unidad (Danesh, 2011), ello no comportaría problemas. Las
dificultades surgen cuando la cosmovisión del mundo en el que vivimos es una cosmovi-
sión de la supervivencia; esta se relaciona directamente con las inseguridades de la vida,
tanto a nivel individual como colectivo (Danesh, 2011). Wu-wei implica asumir la vida
con su dinamismo, aceptar los cambios, sin miedos en cuanto a la (in)seguridad (Dietrich,
2012). Según este autor, para vivir de acuerdo a wu-wei se demanda una gran madurez
ética y sensibilidad estética, un requerimiento poco confortable para nuestra sociedad
moderna, aunque no imposible de responder.
Dicho lo anterior, la discusión llega al papel del futuro en los dos conceptos en
discusión.
Desde la paz imperfecta el futuro está calificado, por medio del adjetivo deseable, como
digno de ser deseado. De acuerdo con Muñoz (2001), esta categoría gramatical tiene el
efecto de moderar el horizonte, el objetivo, tratando de acercarlo a las posibilidades (ac-
tuales) de la gente, al considerar que el ideal de paz es un sueño demasiado utópico. En
relación con ello, y tras haber refinado la noción de utopía, Vicent Martínez Guzmán
advierte que en nuestras relaciones nos podemos desviar de la paz, por lo que hay que
asumir la utopía no totalitaria como ideal regulativo: «la paz es condición de posibilidad
de las relaciones humanas y, a la vez, horizonte a conseguir» (Martínez, 2001b: 73). Desde
una perspectiva basada en la actitud performativa, este autor afirma que justamente la paz
imperfecta, siempre sometida a la responsabilidad intersubjetiva, a que nos pidamos más
los unos a los otros, sería la clave de la reconceptuación de la utopía.
Por otra parte, el concepto de paz positiva, fiel al enfoque constructivista (Galtung,
1985a; 1996), tiene como punto de partida el futuro deseado - los valores, que en la re-
flexión de Martínez Guzmán representan el ideal regulativo hacia el que tender. Tal y como
se ha expuesto, de igual modo que Elise Boulding, Galtung plantea este ideal regulativo
como visiones de futuro. El futuro en la paz positiva es «producto de la esperanza en la
búsqueda y construcción de un orden nuevo, del nuevo hombre y de la nueva mujer […]
en búsqueda de su liberación» (Freire, 2005). Colocando la meta como futuro deseado y
posible – una realidad potencial deseada – que está en el foco de atención desde el momento
inicial, se persigue introducir energía al proceso y encender un faro que ayude a mantener
el rumbo. Este enfoque es coherente con las actuales tendencias en el pensamiento cien-
tífico, con la lógica de la complejidad en la que «no se puede aislar al observador de lo
observado» porque «en definitiva, toda realidad es una construcción, relativa, no absoluta,
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5. Reflexiones finales
nalmente tras procesos guiados por el principio de la diversidad en unidad entre todas las
formas de vida, humana y no humana.
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