Anne Sauvagnargues 1
Anne Sauvagnargues 1
Anne Sauvagnargues 1
del arte y estética, y estudiosa de la obra de Gilles Deleuze. Este es el único de sus libros,
escrito en 2004, traducido hasta el momento al español. Fue editado en el marco del
Programa de Ayuda a la Publicación Victoria Ocampo.
En algo más de ciento cincuenta páginas, de forma pedagógica, sin por ello perder
profundidad, la autora construye un recorrido, por momentos cronológico, del pensamiento
deleuziano, haciendo pivote en los conceptos centrales de su obra. Ya en el comienzo nos
advierte sobre la cuestión animal como una apuesta estratégica, que no disuelve lo político
en lo biológico, y en donde distintos personajes animales sostienen el análisis y hacen de
agentes de transformación: los silbidos y chillidos de la rata Josefina en Kakfa, las avispas
y las orquídeas de Proust, la garrapata de Uexküll. Entre las primeras categorías que ya
menciona en la introducción del libro, está la del animal como anómalo, no como otro del
hombre, así como lo menor animal no es el otro de lo mayor, ni intenta establecerse como
tal, sino que se trata de un fenómeno de borde, un devenir que “permite a la humanidad
pensar la cultura en términos de pluralidad y la vida en tanto diversidad…una nueva
concepción de la subjetividad como variación de relaciones e intensidad de potencias”
(pág. 13-14).
El libro está dividido en dos grandes capítulos que versan sobre el Animal anómalo
y el Devenir-animal. En el primero de ellos, la autora se remonta a la influencia que
ejercieron Georges Simondon (quien sustituye la metafísica del devenir estable por el
concepto de metaestabilidad como diferencia de potencia que induce un cambio de fase) y
Geoffroy Saint-Hilaire, (quien actualiza la posición spinozista, y cuyo genio, según
Deleuze, consistió en pensar los organismos e individuos como “velocidades …según
aceleraciones o detenciones…en forma de variación de fuerzas intensivas”; y que, además,
abre el camino de la concepción anómala del animal, vía su posición monista: “no hay más
que un solo atributo animal, del que todos los animales son modos” (pág. 40). “La
diversidad de los vivientes pasa a ser entonces variación…que permite pasar de un animal
a otro por modulación intensiva o plegado…efectuaciones modales de un plano de
composición animal no unitario, sino plural e inmanente. Hay un solo animal abstracto
para todos los agenciamientos, y esto incluye al cuerpo humano” (pág.46).
Esas transformaciones en devenir vital tienen base en el huevo, los embriones y los
sujetos larvarios como modelo epistemológico que contarían los conceptos de especie y
organismo adulto que coagulan el movimiento real de diferenciación.
que define como un término descriptivo que no incluye la idea de desorden o irregularidad,
positivo porque obliga a abrir una salida…una línea de fuga que hace huir al sistema…
creando una dimensión que no le preexistía” (pág. 65/66). “No hay más devenir que el
positivas de comunicación disyuntiva, que componen una etología de la cultura “que opera
“trasnsexualidad con n sexos” (pág. 81), que opone las formas molares (normas mayores,
naturaleza a medida que aumentan sus conexiones” (pág. 93). De ello se Sauvagnargues
para desarrollar, con amplitud, el concepto del cuerpo sin órganos (proveniente de “Para
terminar con el juicio de Dios”, de Artaud), a través del cual se elabora la noción de
organismo como enemigo del cuerpo, que actúa como “conjunto reglado…en forma de una
Citando a Deleuze: “Este cuerpo es tanto biológico como político; sobre él se hacen y
Quizás una de las secciones del segundo capítulo con mejor tratamiento, sea el de
teoría modal. Siguiendo a Spinoza: “una cosa, un animal, una persona no se definen más
que pos sus movimientos y reposos, velocidades y lentitudes (longitud), y por los afectos,
sin órganos en la etapa de “Mil Mesetas” (1980) y “Spinoza. Filosofía práctica (1981),
cuerpo social, un concepto, un cuadro, una obra, un estilo”. Esta nueva precisión
Bové, tan sólo por mencionar a algunos entre varios, por vía de la influencia que generaron,
En esta sección del libro, la autora recalca la importancia que tuvo el pasaje del
devenir-animal a la etología de los afectos en la elaboración de una filosofía del arte que
espacio-temporal de los bloques de devenir. “Es una expresión rítmica que da lugar al
sentido visual tanto como al auditivo y concierne…a todos los sentidos…se aplica a todas
las artes, a todos los fenómenos vitales de territorialización” (pág. 144). Sauvagnargues
artístico: “El arte comienza tal vez con el animal, al menos con un animal que talla un
territorio y hace una casa” (pág. 153). También incorpora la distinción entre sensación y
estado de quienes los experimentan; los afectos no son ya sentimientos o afecciones” (pág.
154/5), “el gesto ya no depende de quien lo hizo” (pág. 156), “el material no es la
la obra deleuziana.
“Kafka. Por una filosofía menor” (1975), fue el segundo libro en colaboración que
Deleuze escribió con Félix Guattari (a quien había conocido seis años antes, en plena
recuperación, luego de los problemas respiratorios que lo privarían del uso de un pulmón).
Este libro, compuesto de nueve capítulos, se ubica en un período político del filósofo, en el
marco del Mayo francés, de su relación con Foucault y los grupos de izquierda proletaria, y
anterior etapa productiva, con “Diferencia y repetición”. Es a través del capítulo tercero,
denominado ¿Qué es una literatura menor?, donde se estructura la matriz del escrito.
permite incorporar la cuestión sensorial asociada a lo corporal y los personajes sobre los
devenir-animal indesmontable, bloque sonoro que se opone al recuerdo visual” (pág. 13).
libertad, sino el de hallar una salida, una línea de fuga: “Gregorio se vuelve cucaracha, no
sólo para huir de su padre, sino más bien para encontrar una salida ahí donde su padre no
(lo) plantea en relación con las literaturas llamadas menores” (pág.26). Y es a partir de
esta definición que comienza a armarse el edificio teórico que conjuga arte y filosofía
(política), tal como lo expresarán dieciséis años después, al final de su colaboración: “La
filosofía hace surgir acontecimientos con sus conceptos, el arte erige monumentos con sus
sensaciones”.
Una literatura menor que no es un idioma menor, sino la literatura de una minoría
dentro de una lengua mayor, y que está compuesta por tres características: a) coeficiente de
desterritorialización de la lengua (que produce en esa minoría un callejón sin salida, algo
(“la literatura es cosa del pueblo”…”(Hay) un paso del animal individual a la jauría o a
la multiplicidad colectiva”…”La letra de K ya no designa un narrador, ni un personaje,
multitudinis potentia, en donde lo “menor no califica ya a ciertas literaturas, sino (a) las
condiciones revolucionarias” (pág. 31). Tal como reflexionan Deleuze y Guattari, odiar la
literatura de amos y maestros -que en Kafka vemos materializarse en su fascinación por los
criados y empleados- encuentra una posibilidad aún “más interesante…al hacer un uso
generando “un puchero de lenguas, de ninguna manera un sistema de lenguas” (pág. 40),
Sobre esta base conceptual construida en el capítulo tres, quiero incorporar otros
componentes de la expresión en Kafka, divididos en tres partes: a) las cartas (con su “uso
perverso y el armado de un pacto diabólico”): “Las cartas son un rizoma, una telaraña,
hay un vampirismo… (pág. 47); b) los cuentos, que en esencia tratan del tema animal, en
búsqueda de “una salida, no la libertad…una línea de fuga viva y no un ataque” (pág. 55),
(pág. 56), sino que tiende hacia un devenir-molecular: “A Kafka le fascina todo lo que es
pequeño” (Pág. 58); y c) las novelas, que no presentan ni animales ni devenir-animal, sino
que conforman dispositivos maquínicos. (En el capítulo nueve se relaciona este concepto
con el de dispositivo social del deseo y el de dispositivo colectivo de enunciación,
concluyendo que en Kafka todos ellos forman parte de un todo indisoluble, en una
“función general…social y erótica” (pág. 122)). Deleuze y Guattari resaltan sobre el final:
“Hay dos tesis de Kafka: la literatura como un reloj que adelanta y como un problema del
El olvido de la civilización
El olvido de la civilización desplaza a la memoria de la continuidad
entre humanos y animales. Bajo el dominio de la
civilización, el animal humano olvida lo que era y lo que
es: un animal, para convertirse en lo que aún no es: un
ser racional y moral.
La civilización y el olvido convergen porque
es únicamente gracias al olvido del comienzo animal del
humano que éstos pueden entenderse a sí mismos como
seres racionales y morales, "engendrados por germen divino
y nacidos de la razón" Asimismo, civilización y
olvido se requieren mutuamente, porque para preservar el
dominio de la razón es necesario un permanente ejercicio
del olvido.
Spinoza propone instituir al cuerpo como modelo: «No sabemos lo que puede el cuerpo…».
Esta declaración es una provocación
Una de las tesis teóricas más célebres de Spinoza se la conoce por el nombre de
paralelismo; no consiste solamente en negar cualquier relación de causalidad real entre el
espíritu y el cuerpo, sino que prohíbe toda primacía de uno de ellos sobre el otro.
Cuando un cuerpo «se encuentra con» otro cuerpo distinto, o una idea con otra idea distinta,
sucede o bien que las dos relaciones se componen formando un todo más poderoso, o bien
que una de ellas descompone la otra y destruye la cohesión entre sus partes.
El orden de las causas es así un orden de composición y descomposición de relaciones que
afecta sin límite a la naturaleza entera. Pero nosotros, en cuanto seres conscientes, nunca
recogemos sino los efectos de estas composiciones y descomposiciones; experimentamos
alegría cuando un cuerpo se encuentra con el nuestro y se compone con él, cuando una idea
se encuentra con nuestra alma y se compone con ella, o, por el contrario, tristeza cuando
un cuerpo o una idea amenazan nuestra propia coherencia.
Nuestra situación es tal que sólo recogemos «lo que le sucede» a nuestro cuerpo, o «lo que
le sucede» a nuestra alma, es decir, el efecto de un cuerpo sobre el nuestro, el efecto de una
idea sobre la nuestra.
Spinoza define el deseo como «el apetito con conciencia de sí mismo». el apetito no es más
que esfuerzo por el que cada cosa se esfuerza en perseverar en su ser, cada cuerpo en la
extensión, cada alma o cada idea en el pensamiento (conatus).
Spinoza no es de los que piensan que una pasión triste pueda ser buena bajo algún
aspecto. Antes que Nietzsche, denuncia ya todas las falsificaciones de la vida, todos
los valores en cuyo nombre despreciamos la vida; no vivimos, sólo llevamos una
apariencia de vida, no pensamos sino en evitar la muerte, y toda nuestra vida es un
culto a la muerte.
Esta crítica de las pasiones tristes se arraiga profundamente en la teoría de las afecciones.
Un individuo es primero una esencia singular, es decir, un grado de potencia. A esta esencia
corresponde una relación característica; a este grado de potencia corresponde un poder de
afección. Aquella relación, en fin, subsume las partes, este poder de afección se encuentra
necesariamente satisfecho por las afecciones.
De modo que los animales se definen no tanto por las nociones abstractas de género y
especie como por un poder de afección, por las afecciones de las que son «capaces», por las
excitaciones a las que reaccionan en los límites de su potencia.
La consideración de los géneros y las especies todavía implica una «moral»; en cambio, la
Ética es una etología que, para hombres y animales, sólo considera en cada caso su poder
de afección.
La Ética es necesariamente una ética de la alegría; sólo la alegría vale, sólo la alegría
subsiste en la acción, y a ella y a su beatitud nos aproxima. La pasión triste siempre es
propia de la impotencia. Éste será el triple problema práctico de la Ética: ¿cómo conseguir
el máximo de pasiones alegres y pasar de este punto a los sentimientos libres y activos.
El hombre bueno, o fuerte, es el que existe tan plena o intensamente que ha conquistado en
vida la eternidad, aquel para quien la muerte, siempre extensiva y exterior, poca cosa
significa.
Las afecciones, ora inhiben o ponen en peligro la realización de nuestras relaciones (tristeza
como disminución de la potencia de acción), ora la confortan y refuerzan (alegría como
aumento).
Cuantas más inadecuadas y tristes, mayor es relativamente la parte de nosotros que muere;
por el contrario, cuantas más ideas adecuadas y alegrías activas tenemos, mayor es «la parte
que persiste y permanece indemne; y menor es la parte que muere y a la que lo malo afecta.