TP 2 Filosofía de La Educación

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Filosofía de la educación

3er Año PEI

Prof: Roxana Sansone


Índice Temático abordado

1. Introducción

2. La Filosofía de la Educación como “disciplina académica”

3. La Filosofía de la Educación y otras disciplinas pedagógicas

3.1. Pedagogía, Ciencias de la Educación y Teoría de la Educación

3.2. Antropología de la Educación

4. La Filosofía de la Educación y los educadores

5. Historia de la Filosofía de la Educación como disciplina

5.1. La “prehistoria académica” de la Filosofía de la Educación

5.2. Richard S. Peters y el Instituto de Educación de Londres

5.3. Corrientes actuales en Filosofía de la Educación

7. Bibliografía citada en esta voz y otra bibliografía de interés

Consignas de trabajo:

1. Luego de leer detenidamente el texto que se adjunta se le solicita “armar” un escrito


que no supere una carilla donde se explicite que es la Filosofía de la Educación, su
objeto de estudio y su importancia en la formación de docentes
2. Explicite en breves palabras la relación entre Filosofía de la educación y Pedagogía
3. Cuales son las corrientes actuales de la Filosofía de la Educación?

Recomendaciones:

 Lean dos veces el texto, una general y otra para marcar las ideas principales.
 Usen diccionario para comprender el sentido de términos que puedan ser nuevos
 Armen un cuadro con las ideas principales

EXITOS EN LA TAREA

1. Introducción

Desde sus orígenes en la Grecia clásica la Filosofía se constituye como el saber más general y
profundo sobre la realidad, porque se ocupa del conocimiento del ser en toda su amplitud a la
luz de las últimas causas y primeros principios. La Filosofía, por su propia naturaleza,
constituye un saber de segundo orden, pues sólo superando el plano epistemológico del
conocimiento espontáneo y científico es posible alcanzar la unidad de sentido y universalidad a
la que tiende la Filosofía.

En este contexto, la Filosofía de la Educación puede definirse como la aproximación al mundo


de los fenómenos educativos desde una perspectiva filosófica. Se encuadra, por tanto, en el
ámbito de la Filosofía Práctica pues constituye un saber de la acción, para la acción y desde la
acción. En consecuencia, su fin principal no es tanto la contemplación de la realidad educativa
como su mejora [Amilburu 2010].

La Filosofía de la Educación no siempre es valorada adecuadamente por parte de los filósofos:


algunos la consideran una filosofía “de segunda clase”, porque se trata de una de las ramas de
la Filosofía que toma otra actividad humana como objeto de estudio. En otras ocasiones, el
menosprecio hacia la Filosofía de la Educación tiene su origen en los prejuicios de los propios
educadores, que la consideran un saber bello pero inútil, incapaz de orientar efectivamente la
educación que es, ante todo, una tarea práctica.

Así, la Filosofía de la Educación ha sido denostada desde dos frentes: de una parte, por
filósofos que se empeñan en encajar las ideas entre sí de modo que formen un sistema
coherente en lugar de comprender su verdad y unidad esencial; de otra, por aquellos
educadores que conciben la propia tarea como una actividad fundamentalmente práctica, de
la que se esperan efectos beneficiosos inmediatos visibles y mensurables, en el ámbito del
aprendizaje.

Estas críticas no hacen justicia a la Filosofía de la Educación, aunque hay que reconocer que en
ocasiones tienen cierto fundamento sobre el que sustentarse porque, a veces, los filósofos de
la educación —urgidos por la necesidad de dar respuestas inmediatas a los problemas
concretos que plantea la práctica educativa— descuidan la profundidad y el rigor
metodológico que requiere una disciplina filosófica, y no hacen propiamente una Filosofía de
la Educación [White 2003]. Y otras veces, para contrarrestar esta opinión negativa extendida
entre los filósofos y demostrar que son ciudadanos de pleno derecho en la república de los
sabios, algunos filósofos de la educación se centran exclusivamente en análisis y cuestiones
autorreferenciales sobre la propia disciplina —como cuál es la naturaleza de esta materia, la
definición de su estatuto epistemológico, sus vinculaciones con otras ciencias, el lugar que le
corresponde en el conjunto de los saberes filosóficos o pedagógicos, etc. [Haldane 1989]—.
Esto supone, en realidad una “reflexión-sobre-la-reflexión acerca de la educación” —una
especie de “meta-Filosofía de la Educación” carente de interés para los educadores— que aleja
a la disciplina del ámbito de la práctica educativa real y de las preocupaciones concretas de sus
protagonistas. Se trata, en el mejor de los casos, de una sistematización abstracta sobre temas
académicos, sin incidencia en la educación tal y como la experimentan sus protagonistas —
padres, profesores y alumnos— en su actividad diaria.

Sin embargo, y a pesar de estas críticas, es comúnmente admitido que existe una Filosofía de
la Educación implícita en las obras de muchos filósofos —desde Platón a Gadamer— que
constituye, en algunos de ellos, el núcleo de su pensamiento.

2. La Filosofía de la Educación como “disciplina académica”

La diversificación de las disciplinas académicas obedece a su consideración como áreas de


estudio organizadas sistemáticamente; son ámbitos del saber y del hacer que tienen objetos,
metodologías y finalidades específicas. Más que conjuntos estáticos de saberes objetivados, las
disciplinas son modos de disponer un conjunto de actividades cognoscitivas [Pring 2004].

Así, la Filosofía de la Educación se distingue de las demás materias filosóficas y pedagógicas


por su objeto de estudio, la metodología que emplea y el fin que se propone alcanzar.
— Su objeto propio es el estudio del fenómeno educativo en toda su amplitud: los agentes,
procesos y escenarios donde se desarrolla el binomio enseñanza-aprendizaje.

— Emplea para su elaboración metodologías filosóficas.

— Tiene como fin inmediato la elaboración de un cuerpo de doctrina que facilite a los
profesionales de la educación la comprensión del sentido y las implicaciones antropológicas y
éticas de su tarea, para mejorar su actividad práctica.

En definitiva, la Filosofía de la Educación no pretende elaborar “una gran teoría” en el sentido


epistemológico fuerte de la palabra [Pring 1978] —un sistema unificado de proposiciones,
semejante a las teorías científicas—, sino llevar a cabo una reflexión crítica y sistemática sobre
la educación de la que se puedan extraen conclusiones que permitan entender y afrontar
mejor los problemas de la práctica educativa.

El asentamiento de la Filosofía de la Educación como disciplina académica a partir de 1960 se


debe a Richard S. Peters, del Instituto de Educación (Institute of Education, IOE) de la
Universidad de Londres, quien lideró el trabajo de un grupo de expertos en Filosofía Analítica,
que aplicaron este método al estudio de la educación. Su objetivo principal se orientaba a la
clarificación filosófica de conceptos educativos fundamentales como, por ejemplo, enseñanza,
adoctrinamiento, autoridad, aprendizaje, creatividad, etc., que hasta ese momento habían
recibido poca atención por parte de los filósofos.

Peters definió la Filosofía de la Educación como una familia de investigaciones unidas entre sí
por su carácter filosófico y su relevancia en cuestiones educativas; señaló que debía tomar
como punto de partida los problemas de la educación, y había de construirse en diálogo
fecundo con la Ética, la Filosofía Social y la Teoría del Conocimiento, entre otros saberes
[Peters 1983].

Estos pioneros de la Filosofía de la Educación en Gran Bretaña pretendían que la disciplina


fuera auténticamente filosófica —y, por lo tanto, reconocida como tal por los demás filósofos
—; y demostrar su relevancia de cara a la formación del profesorado, de tal forma que se
incluyera en los planes de estudio de los futuros profesionales de la educación a nivel nacional.
Aunque en parte lograron estas metas, la Filosofía Analítica de la Educación resultó
excesivamente técnica y fría, y no contaba con una antropología definida sobre la que
sustentarse.

3. La Filosofía de la Educación y otras disciplinas pedagógicas

La Filosofía de la Educación no constituye un campo independiente, como una “reserva


acotada” de conocimiento, sino que debe cultivarse en diálogo interdisciplinar con los demás
saberes que se ocupan del estudio del ser humano y de la educación. En concreto, se sitúa en
la intersección de la Antropología, la Filosofía de la Cultura y las Ciencias de la Educación
cuando éstas tratan de comprender en plenitud al ser humano en cuanto educable, con vistas
a iluminar lúcidamente la acción educativa [Amilburu – García 2012].

En cuanto disciplina académica, se puede elaborar de diferentes maneras, muchas de ellas


válidas y complementarias entre sí. El hecho de que se cultive con una orientación más
histórica o sistemática, analítica o deductiva, etc., dependerá de las inclinaciones filosóficas de
los autores o de las circunstancias externas —requisitos legales, académicos, etc.— que pesen
sobre ellos.

3.1. Pedagogía, Ciencias de la Educación y Teoría de la Educación


En el ámbito de lengua española se llamó inicialmente “Pedagogía” a la rama del saber que
tenía como objeto específico describir y dar razón de la actividad educativa, y señalar el modo
de llevarla a cabo [Medina 2001: 309].

Con el paso del tiempo, la Pedagogía alcanzó un mayor nivel de especialización y complejidad
al adoptar la metodología propia de las ciencias experimentales, con las que ha ido
estableciendo vínculos cada vez más estrechos. Así, los pedagogos se interesaron
progresivamente por conocer e incorporar a su ámbito los métodos y resultados de la
Psicología, Biología, Sociología, Economía, etc. De esta manera, la Pedagogía se identificó con
el “estudio científico de la educación” ampliándose para albergar todos los saberes que
empezaron entonces a llamarse “Ciencias de la Educación”. Esto supuso simultáneamente un
parcelamiento del estudio del fenómeno educativo, favoreciendo el desarrollo diferenciado y
autónomo de diferentes áreas: Didáctica, Pedagogía Social, etc.

Sin embargo como las Ciencias de la Educación remiten un mismo fenómeno, se echaba de
menos una sistematización y visión de conjunto que permitiera comprender, interpretar,
describir, explicar, predecir, justificar, etc., las múltiples circunstancias que concurren en el
proceso educativo. Por eso se volvió nuevamente la mirada hacia la Pedagogía, como “ciencia
que aporta la fundamentación teórica, tecnológica y axiológica, dirigida a explicar, interpretar,
decidir y ordenar la práctica de la educación” [García Aretio 2011: 251]. Pero,
paradójicamente, la denominación “Pedagogía” perdió su carga “científica” y se dividió en
otras dos disciplinas —Teoría y Filosofía de la Educación—, conviviendo con ellas sin una
delimitación clara de sus fronteras.

En este contexto, la Teoría de la Educación buscaba configurarse como un saber de carácter


más descriptivo y demostrativo, mientras que la Filosofía de la Educación adoptaba una
intención normativa. La primera asumió el estudio de la educación desde un punto de vista
predominantemente fáctico, mientras que segunda lo hacía desde un enfoque interpretativo.
La Teoría de la Educación estaría orientada por tanto hacia el análisis de temas inmediatos o
circunstanciales, mientras que la Filosofía de la Educación busca fundamentar reflexivamente
la acción educativa [Quintana 1995].

3.2. Antropología de la Educación

La Antropología cumple una función propedéutica en cualquier estudio relacionado con la


educación, ya que disponer de un conocimiento adecuado del hombre —de su modo de ser y
de obrar— es una condición necesaria para poder plantear con acierto la tarea educativa
[Higgins 2011].

El estudio del ser humano puede abordarse desde ángulos muy diversos, desde la experiencia
inmediata al conocimiento científico y filosófico. Atendiendo a la distinción establecida por
Dilthey puede ser estudiado tanto por las Ciencias de la Naturaleza —Física, Biología,
Medicina…—, como por las del Espíritu: Historia, Sociología, Literatura, etc.

Entre los estudios antropológicos que revisten un mayor interés de cara a la educación se
puede distinguir dos grandes ámbitos: la Antropología Filosófica y las Antropologías Positivas:
estas últimas engloban a su vez los trabajos de la Antropología Física y la Antropología
Sociocultural [Choza 1985].

Mientras que las Antropologías Física y Sociocultural se ocupan de distintos aspectos de


la facticidad humana, empleando los métodos y procedimientos propios de las ciencias
particulares, la Antropología Filosófica se propone llegar a comprender el sentido de lo
humano, que incluye pero no se agota en su dimensión fáctica.
La consideración de las cuestiones antropológicas más estrechamente vinculadas al proceso
educativo ha dado origen a la Antropología de la Educación, una disciplina relativamente
joven, que se caracteriza por la diversificación de temáticas y metodologías entre quienes la
cultivan.

Las relaciones que se establecen entre la Filosofía y la Antropología de la Educación


dependerán del tipo de Antropología que se adopte en cada caso. La Antropología filosófica,
constituye un firme apoyo para la Filosofía de la Educación de cara a la consecución de su
objetivo: comprender qué es la educación en toda su radicalidad y los seres humanos en cuanto
educables, con el fin de mejorar la práctica educativa.

4. La Filosofía de la Educación y los educadores

La Filosofía —también la Filosofía de la Educación— no es un tipo de saber útil en el sentido en


que pueden serlo las matemáticas o la ingeniería; pero es de gran utilidad, porque cumple una
función esencial a la hora de iluminar la acción humana, que por tratarse de la actividad de un
ser racional debería estar orientada por el conocimiento. Por esa razón su cultivo adquiere una
gran importancia para los educadores.

La tarea educativa remite de suyo a cuestiones de gran calado filosófico que es necesario
abordar como, por ejemplo, qué significa conocer y qué valor tienen determinadas formas de
pensamiento (Epistemología), qué es valioso y por tanto merece ser enseñado y aprendido
(Ética), la naturaleza de las actividades mentales (Filosofía de la mente), etc. [Pring 1978].

La Filosofía de la Educación, no pretende determinar con qué medios, en qué circunstancias y


ambiente, o a qué individuo psicobiológico concreto hay que educar; sino que se plantea
cuestiones de carácter más amplio y general, del tipo: qué es la educación, por qué es
necesaria, quién es el sujeto de la educación metaempíricamente considerado, para qué
educamos, cómo es posible que alguien llegue a educarse, etc. [Sacristán 1994].

En concreto, una de las cuestiones filosóficas fundamentales que han de abordarse al tratar el
tema de la educación consiste en clarificar qué se entiende por un ser humano educado;
porque el ideal de humanidad que se asume es el motor que pone en marcha todo el proceso
educativo. Sólo después, una vez perfilada la cuestión del ideal al que se tiende, se podrán
acometer con acierto los estudios relacionados con los agentes y los medios educativos, pues
deben adecuarse a la promoción del ideal de persona que orienta el proceso. Y, sin duda, para
acertar en la formulación de ese ideal es preciso llevar a cabo una atenta reflexión de carácter
filosófico-antropológico.

Además de éstas, hay otras cuestiones filosóficas de gran interés para los educadores; entre
ellas, las que examinan las tensiones que se plantean en la sociedad contemporánea rara
reconciliar la responsabilidad social y la autonomía individual; el respeto por la tradición y la el
derecho a ofrecer una interpretación personal de la misma; la libertad personal y la autoridad
externa; el ámbito privado del individuo y el dominio público de la comunidad, etc.

La Filosofía de la Educación se ocupa también de otros temas de gran importancia como, la


formulación del modelo antropológico que subyace en las distintas propuestas teóricas de
educación; la naturaleza específica de la relación educativa; la clarificación de los fines,
objetivos y valores educativos; el lugar que corresponden a la educación social, cívica, política,
religiosa, ética y estética en el currículum; la deontología profesional de los docentes, etc.

Sólo tras una reflexión Filosófica, Antropológica y Ética sobre el sujeto de la educación es
posible formular conclusiones que tengan fuerza normativa en este ámbito. Y sólo entonces
los educadores estarán preparados para ejercer un juicio razonable sobre su propia tarea, y
hacer aportaciones substanciales en asuntos educativos de interés general, más allá de los
límites de su institución.

Como ya se ha mencionado, la Filosofía de la Educación, no busca directamente generar


nuevos conocimientos pedagógicos, sino permitir una comprensión más profunda de aquello
con lo que el educador está ya familiarizado; y ayudar a conocer las discusiones y los
problemas que tuvieron lugar en el pasado, y el modo en que fueron afrontados —y tal vez
solucionados— racionalmente [Smeyers 2010].

En concreto, hay tres campos de la Filosofía de la Educación que pueden proporcionar una
ayuda inestimable a los educadores:

a. El recurso al Análisis lógico del lenguaje, orientado a la clarificación de los términos y teorías
pedagógicas que se emplean en el lenguaje ordinario y el discurso académico sobre la
educación.

b. El modo de argumentación propio de la Filosofía práctica, que proporciona un contrapeso y


complemento a la abstracción de las ciencias teóricas y al pragmatismo técnico [Amilburu
2014].

c. El conocimiento de la Historia de la Filosofía, que pone en contacto con las diferentes


respuestas que el ser humano ha formulado a los interrogantes últimos que se plantea, desde
perspectivas teóricas e ideológicas muy diversas.

En efecto, los conceptos que utilizamos actualmente en el ámbito educativo son el producto
terminal de un proceso histórico de transformación de nociones que se acuñaron por primera
vez en la Grecia clásica [Carr 1987]. Conviene conocer el desarrollo de las ideas que se
emplean, porque la evolución de su uso y su significado manifiestan cuestiones más profundas
que es necesario tener en cuenta para su adecuada comprensión. Porque, como señala Boyer,
no es posible adquirir un conocimiento adecuado de las realidades específicamente humanas
—y la educación es, sin duda, una de ellas— sin conocer su historia [Boyer 1920].

Muchos filósofos han trabajado temas de interés para la educación. En todas las grandes áreas
de la Filosofía —Metafísica, Lógica, Ética, Epistemología, Antropología Filosófica, Filosofía
Moral y Política, etc.— se tratan de un modo u otro cuestiones que afectan directamente al
núcleo mismo de la acción educativa como, por ejemplo, la distinción entre el bien y el mal, el
ejercicio de la libertad, la posibilidad de que un ser humano enseñe a otro, la dimensión social
del ser humano, el fundamento de la autoridad, etc.

La Historia de la Filosofía pone al educador en contacto con las ideas que entretejen nuestro
modo de entender la educación, facilita el desarrollo del juicio propio y previene frente al
peligro del dogmatismo en aquellos ámbitos que están abiertos a la discusión, a la diversidad
de planteamientos, y a la crítica razonada.

No es este el momento de señalar el desarrollo del pensamiento educativo en la Historia de la


Filosofía. Remitimos al lector a las voces correspondientes a los distintos autores.

5. Historia de la Filosofía de la Educación como disciplina

5.1. La “prehistoria académica” de la Filosofía de la Educación

La Filosofía de la Educación como disciplina académica universitaria tiene una vida


relativamente corta [White 2003] pero, como ya se ha dicho, desde Sócrates, pensadores que
pertenecen a épocas y tradiciones filosóficas muy diversas han formulado “ideas filosóficas
acerca de la educación” [Hirst 1998].
Estas “ideas filosóficas sobre temas educativos” que han llegado hasta nosotros se pueden
agrupar en cuatro grandes tradiciones de pensamiento: la aristotélica –incluyendo en ésta el
pensamiento clásico y las aportaciones cristianas—; el racionalismo postcartesiano; la filosofía
empirista y el idealismo.

Sin embargo, hay que esperar hasta el siglo XX para poder hablar propiamente de Filosofía de
la Educación como “disciplina académica”. Muchos autores consideran a John Dewey (1859-
1952) el primer “filósofo de la educación”, porque planteó su trabajo como un examen
filosófico de los problemas que surgen en el desarrollo de la educación, y no como
pensamiento filosófico aplicado a la educación. Para Dewey los planteamientos teóricos acerca
de lo que hay que hacer en el ámbito educativo deben surgir como respuesta a los problemas
que presenta la propia tarea de educar; y las teorías deben probarse después en la práctica,
como él mismo hizo en la Escuela Laboratorio.

5.2. Richard S. Peters y el Instituto de Educación de Londres

Peters es, sin duda, una de las personas que ha contribuido más decisivamente a edificar la
Filosofía de la Educación en el siglo XX, reuniendo en el Instituto de Educación de la
Universidad de Londres un importante grupo de académicos entre quienes cabe destacar,
además del propio Peters, figuras como Paul Hirst, John Wilson, John White, etc. Bajo el
impulso y la dirección de Peters se cultivó un estilo nuevo de Filosofía de la Educación que ha
tenido gran repercusión en el desarrollo de esta disciplina, sobre todo en el ámbito anglosajón
[Cuypers – Martin 2009].

Richard S. Peters estudió Filosofía en las Universidades de Oxford y Londres. En 1962 sucedió a
Louis A. Reid en la Cátedra de Filosofía del IOE hasta 1983. Por influjo de G. E. Moore y B.
Russell, el Análisis Lógico del Lenguaje se convirtió a inicios del siglo XX en el instrumento
imprescindible para la clarificación del significado de los conceptos y la justificación de su valor
de verdad. Esta clarificación se realiza reduciendo el concepto a elementos atómicos que son
comprobables a través de la experiencia sensible. Posteriormente, el pensamiento del segundo
Wittgenstein centró el análisis lógico en el examen del uso que se hace del lenguaje, tanto del
lenguaje científico como del ordinario. Peters se formó en el seno de esta tradición filosófica;
de ahí que propusiera la aplicación del análisis lógico del lenguaje ordinario a los enunciados
que se emplean en el ámbito de la educación con el fin de clarificar el contenido de los
principales conceptos utilizados en este campo como, por ejemplo, motivación, emoción,
autonomía, castigo, aprendizaje, enseñanza, curriculum, etc. Y, en primer lugar, el concepto
mismo de educación.

En resumen, Peters defendió que la Filosofía de la Educación debía ocuparse en primer


término del análisis lógico de los conceptos empleados en el discurso pedagógico y de
la fundamentación de los conocimientos, creencias, acciones y actividades educativas, antes de
responder a las cuestiones relativas a su justificación y la normatividad. De ahí que las dos
preguntas que enmarcan el paradigma de la Filosofía de la Educación planteado por Peters
son:

a. ¿Qué se entiende por educación? (“What do you mean?”: Análisis conceptual)

b. ¿Cómo se puede mostrar que la educación es algo valioso? (“How do you


know?”: Justificación)

Peters desarrolló su trabajo en cuatro áreas fundamentales [Peters 1966]:

1. El análisis filosófico de los conceptos propios del campo de la educación que pueden ser
estudiados también desde la Psicología Filosófica y la Filosofía Social
2. La aplicación de la Ética y la Filosofía Social a los contenidos y procedimientos deseables
para la educación

3. El examen de los esquemas conceptuales que emplean los psicólogos de la educación en el


estudio de los procesos educativos

4. El examen filosófico del contenido y organización del curriculum y otras cuestiones


relacionadas con el aprendizaje.

Entre sus escritos hay que destacar la Conferencia Inaugural pronunciada en el IOE en 1964,
que llevaba por título “La Educación como iniciación”. En ella presentaba de modo
paradigmático su manera de entender la tarea educativa como la introducción del sujeto que
se educa en las tradiciones públicas de la cultura a la que pertenece [Peters 1966]. Ésta es una
de las aportaciones más originales de Peters, con la que se abrió una nueva línea de
comprensión y desarrollo de la disciplina.

La “iniciación” es el rito de paso que se cumple en la pubertad y que, una vez superado,
introduce a los jóvenes en la vida adulta como sujetos de pleno derecho. La imagen de la
“iniciación” sostiene que la educación tiene como fin familiarizar a los seres humanos más
jóvenes con el mundo de las tradiciones culturales a las que pertenecen para que puedan vivir
en él como personas adultas, autónomas y responsables.

Peters parte del ideal de “persona educada” que se forjó en el siglo XIX —aquella que se ha
desarrollado moral, intelectual y espiritualmente—, y describe la educación como la actividad
mediante la cual la propia cultura es “entregada” por una generación a la siguiente y se
desarrollan en quienes aprenden estados mentales estables valiosos.

Hacia el final de su vida académica, dedicada a la teorización filosófica a un alto nivel, Peters
reconoció que el trabajo que debería desarrollarse en el futuro tendría que asumir un carácter
más “pegado a la tierra”, aunque también afirmó que no se debe perder de vista que no será
posible solucionar los problemas educativos concretos si los educadores no los abordan
primero desde una aproximación filosófica coherente [Peters 1983].

Efectivamente, la Filosofía de la Educación elaborada por Peters, al ser analítica y fundante,


contribuyó a dar claridad, estructura argumentativa, seriedad y respetabilidad a la disciplina,
pero —como él mismo intuyó—, de alguna manera reclama un complemento que contrarreste
su carácter excesivamente formalista y analítico.

5.3. Corrientes actuales en Filosofía de la Educación

La nota característica del pensamiento filosófico educativo actual es su fragmentación: por el


modo de entender la naturaleza de esta disciplina, por los diferentes tipos de preguntas que se
formulan quienes la cultivan, por las respuestas —muchas veces incompatibles entre sí— que
ofrecen las distintas escuelas o tradiciones de pensamiento, etc. [Carr 2005].

Así, se observa que conviven en la actualidad Filosofías de la Educación de corte Analítico junto
con otras aproximaciones influidas por la filosofía Crítica, el Deconstruccionismo, la
Fenomenología, el Neomarxismo, el Existencialismo, el Personalismo, la Hermenéutica, o el
Neoaristotelismo, por citar sólo las más señaladas.

Si bien algunas de las cuestiones educativas que se plantean en la actualidad son cuestiones
permanentes, otras han ido surgiendo al hilo del desarrollo histórico humano, como las que
hacen referencia, por ejemplo, a la educación multicultural en un mundo globalizado, la
educación para la democracia, para el desarrollo sostenible, etc., pues los filósofos de la
educación contemporáneos son herederos de una tradición multisecular que está en continuo
desarrollo.

La Filosofía de la Educación de cada autor es deudora de su planteamiento filosófico y del


modo de concebir las relaciones entre la Filosofía y la Educación. Algunos autores sostienen
que entre ambas disciplinas se da una íntima vinculación, otros defienden su absoluta
independencia, y —como en todo— también existen posturas intermedias.

En conjunto, se puede hablar de seis grandes metodologías utilizadas para elaborar la Filosofía
de la Educación, que son las que diferencian unos estilos filosóficos de otros:

1. La Filosofía de la Educación descriptiva analiza filosóficamente lo que sucede en el proceso


educativo.

2. La “Filosofía de la Educación para educadores” elabora una especie de antología de


cuestiones filosóficas que se consideran de interés para los profesionales.

3. Se ha cultivado también una Filosofía de la Educación como “Análisis Metafísico de


cuestiones educativas” —la estructura entitativa del ser educacional, la esencia de la
educación y sus causas, la teleología ordenadora de todo el proceso, etc.

4. La Filosofía Analítica de la Educación trata de clarificar el contenido conceptual de los


términos del lenguaje que se emplea en el contexto de la educación.

5. Hay autores que defienden una Filosofía de la Educación “reflexiva”, sobre los supuestos
profundos de la educación, que integre un buen conocimiento de la Historia, y las conclusiones
de la Antropología Filosófica.

6. El enfoque deductivo en la Filosofía de la Educación, o estudio de las Escuelas de Filosofía —


llamado coloquialmente “de los -ismos”—, busca explicitar las consecuencias educativas que
se pueden extraer de los principales sistemas filosóficos —racionalismo, empirismo,
existencialismo, etc.-.

Las críticas a este tipo de Filosofía de la Educación señalan que una postura metafísica o
epistemológica no puede tener implicaciones lógicas necesarias que sean aplicables en el
campo de la teoría y la práctica educativas; y sostienen también que dos filósofos que
pertenezcan a una misma escuela filosófica pueden estar en desacuerdo respecto a cómo
deben llevarse a cabo determinadas prácticas educativas y, por el contrario, personas que
coinciden sobre cuestiones educativas pueden sostener posturas filosóficas muy diferentes.

Aun siendo esto verdad, es posible descubrir rasgos recurrentes en la Filosofía de la Educación
que elaboran pensadores que pertenecen a una corriente filosófica determinada [Bigge 1982],
y que existe un cierto “aire de familia” en las respuestas que ofrecen a las preguntas
fundamentales que se plantea la Filosofía de la Educación. Podrían resumirse así [Amilburu
– García 2012: 118]:

Fin de la Cómo se aprende Cómo se Qué se enseña


Educación enseña

Realismo Formar virtudes Disciplina Mostrando la Verdades


clásico intelectuales y intelectual verdad y el bien fundamentales
morales

Teísmo dualista Salvación eterna Demostración Disciplina de la Matemáticas. Lógica


racional inteligencia

Empirismo Eficacia Estímulo- Desde fuera. Ciencias naturales


respuesta y Estimular
refuerzo

Filosofía Examinar Refinando el Enseñar a Proposiciones


analítica creencias para razonamiento razonar verificables
ser racionales lógicamente

Existencialismo Autorrealización Cultivando Despertar la Lo que quiera el


del individuo. sentimientos responsabilidad alumno
Autoconciencia personal

Conductismo Formar patrones Haciendo, Seleccionar Estudios sociales,


intelectuales y resolviendo experiencias. experimentos
de conducta problemas Interés

Cognitivismo Reconstruir la Cambio en Suscitar y


vida cambiando comportamientos resolver
patrones de problemas.
pensamiento Investigar

6. Sociedades, Congresos y Revistas de Filosofía de la Educación

Aunque la Filosofía de la Educación tiene una vida relativamente corta como disciplina
académica, constituye un área de conocimiento muy dinámica si se tienen en cuenta las
Sociedades profesionales, publicaciones y reuniones científicas que se celebran, aunque sea
reducido el número de personas que se dedican a su cultivo. Esto se debe en parte a las
propias características de la disciplina y también a que los recortes presupuestarios llevados a
cabo en casi todas las Universidades han perjudicado directamente a los Departamentos de
Humanidades y, de modo especial, a las materias relacionadas con la Filosofía.

En general, hay dos cuestiones que preocupan a los filósofos de la educación de cara al
desarrollo futuro de esta disciplina: en primer lugar, el hecho de que aunque ellos desarrollen
una gran actividad investigadora y de difusión de sus trabajos, éstos tienen poco impacto entre
quienes diseñan la política educativa de los diferentes países: de hecho, ejercen poca
influencia en la toma de decisiones prácticas, que se adoptan habitualmente por criterios de
corte más ideológico y utilitarista que pedagógico. Y en segundo término, como consecuencia
de la mentalidad mercantilista extendida en Occidente, cada vez son más escasos los recursos
destinados por los gobiernos a la investigación y a la dotación de plazas en los departamentos
universitarios en este área.

Bibliografía citada en esta voz y otra bibliografía de interés

7.1. Obras de referencia

Bailey, R. – Barrow, R. – McCarthy, C. (eds.), The Sage Handbook of Philosophy of Education,


Sage, London 2010.

Blake, N. (ed.), The Blackwell Guide to the Philosophy of Education, Blackwell, Oxford 2002.
Carr, W. (ed.), The Routledge Falmer Reader in Philosophy of Education, Routledge, London
2005.

Curren, R. (ed.), A Companion to the Philosophy of Education, Blackwell, Oxford 2003.

—, Philosophy of Education: an Anthology, Blackwell, Oxford 2006.

Palmer, J. A., (ed.), Fifty Mayor Thinkers on Education, Routledge, London 2001.

Rorty, A. O., Philosophers on Education. Historical Perspectives, Routledge, London 1998.

Siegel, H. (ed.), The Oxford Handbook of Philosophy of Education, Oxford University Press,
Oxford 2009.

VV.AA., La Filosofía de la Educación en Europa, Dykinson, Madrid 1985.

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