Cartier (2015) Evaluacion para El Aprendizaje Innovacio
Cartier (2015) Evaluacion para El Aprendizaje Innovacio
Cartier (2015) Evaluacion para El Aprendizaje Innovacio
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que se presenten como oportunidades para el alumnado, basadas en
el diálogo y la participación de cada individuo, coopera a generar
instancias democráticas en los espacios educativos (Lorente-Catalán y
Kirk, 2014; Santos Guerra, 1995, 2003) y con más incidencia aún en la
educación en valores.
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transversales, a las cuales las diferentes áreas educativas puedan
aportar desde sus prácticas.
La evaluación es una herramienta con un alto potencial
determinista y transformador en diferentes dimensiones de la realidad
educativa. Es evidente que la evaluación está siempre ligada de forma
directa a la concepción profesional que el evaluador posea, o más
expresamente a los valores que este atienda en el contexto educativo,
incorporando generalmente aspectos ideológicos.
El uso que los profesores dan a la evaluación en gran medida
se basa en una práctica reproductiva, tendiendo a utilizar la evaluación
exclusivamente como una instancia clasificadora y calificadora de
individuos, sin establecer instancias de diálogo, reflexión y mucho
menos de transformación, tal como ellos mismos han sido evaluados
en su paso por el sistema escolar. Este tipo de circunstancias tiende a
tornar los centros educativos en instituciones rígidas, jerárquicamente
ascendentes y en la que se cultivan muchas veces valores que atentan
en contra de la propia convivencia y el medio social.
A ello se suma el peligro recurrente de entender como
sinónimos el rendimiento escolar y la calidad educativa, dimensión en
que la evaluación ocupa un rol preponderante, ya que bajo esta lógica
serian los instrumentos de evaluación-calificación los que
determinarían una elevada o baja calidad. Ello plantea una mirada
reduccionista de lo que supone la evaluación y el propio fenómeno
educativo disminuyéndolo a un mero acto de asimilación de
contenidos, invisivilizando las dimensiones socioculturales de la
educación y el desarrollo personal multidimensional que los individuos
vivencian en su trayecto formativo. En consideración de lo anterior se
requiere comprender la educación más allá de un simple proceso
asimilacioncita de conocimiento que puede ser medido a través de
instrumentos rígidos. Es preciso entender que los espacios educativos
necesariamente han de ser sitios que promuevan el intercambio
dialógico y valores democráticos, como la tolerancia y la aceptación de
cada individuo como una singularidad única e irrepetible (Ayuste, 2006;
Fisher, 2013; Freire, 2007; McLennan (2009); Santos, 2006; Santos
Guerra, 2003). Si una institución educativa no cuenta con este tipo de
instancias que promuevan la reflexión y la diversidad como una fuente
de riqueza, distará mucho de poseer una alta calidad educativa.
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Nuevas vías de aprendizaje y evaluación
Los riesgos pedagógicos de utilizar la evaluación al servicio de
fines que distan de ser educativos o promotores de transformaciones
positivas son altos, ya sea en la evaluación de centros, profesorado o
alumnado. Cuando se utiliza una herramienta tan trascendente como
esta para clasificar, discriminar, ejercer poder, jerarquizar, y/o
atemorizar, lo único que se consigue es emplear la evaluación como
un medio de opresión sobre los evaluados, desaprovechando
importantes oportunidades de aprendizaje.
El enfoque tradicional de enseñanza considera a los aprendices
como receptores pasivos de información y entiende la memorización
del contenido narrado unidireccionalmente por parte del profesorado
como objetivo final del proceso de aprendizaje, para Dochy, Segers y
Dierick (2002) ello implica que el conocimiento almacenado sólo es
abstraído, entiendo entonces que el aprendizaje y la enseñanza se
consideran procesos individuales con el profesor específico situado al
frente de la clase compuesto por un conjunto de estudiantes
particulares. Bajo esta mirada el enfoque de evaluación se concentra
principalmente en la medición de conocimiento o ejecuciones
reproductivas básicas, entendiendo la enseñanza y la evaluación como
actividades separadas que no necesariamente han de ser
complementarias y que se construyen alejadas de la participación del
alumnado, posicionando como centrales muchas veces conocimientos
descontextualizados y poco pertinentes a la realidad de los aprendices.
Frente a la lectura crítica de los modelos tradicionales de
enseñanza-aprendizaje y evaluación educativa, es preciso avanzar
hacia la búsqueda de nuevas vías de aprendizaje y prácticas
evaluativas coherentes. En consideración a ello las nuevas corrientes
plantean la necesidad de adquirir y profundizar continuamente
competencias de diferentes dimensiones: cognitiva, meta-cognitiva y
social (Bozu y Canto, 2009; Dochy, Segers y Dierick, 2002; Kilmenko y
Alvares, 2009). Al respecto varios autores (Dochy, Segers y Dierick,
2002; Roman y Murillo, 2013; Santos Guerra, 1995, 2003) emplean el
termino “comprensión” para referirse al foco actual de la enseñanza y
evaluación, Feltovich, Spiro y Coulson (1993) expresan que este
concepto debe ser entendido como la adquisición y retención de una
red de conceptos y principios sobre algún dominio que pueden
representar los fenómenos y posibles formas de interrelación de este
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mismo, además de ello agregan que estos saberes deben poder
utilizarse con flexibilidad cuando resulte pertinente. Santos Guerra
(1995), plantea además que los procesos evaluativos deben estar
entrelazados por tres factores claves: dialogo, comprensión y mejora.
Posicionando estos tres factores como recíprocos para que la
evaluación pueda poseer fines realmente pedagógicos y democráticos.
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El desarrollo de innovaciones didácticas y por tanto también
evaluativas no tan sólo responde a la necesidad imperante de generar
prácticas docentes coherentes con fines formativos, sino también a
superar enfoques educativos que en su práctica resultan anacrónicos y
descontextualizados a la era de la información.
Diagrama 2: Nuevas vías de aprendizaje y evaluación. Claves para la superación del modelo
tradicional.
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amplias, por lo que tras los tipos de evaluación subyacen distintas
formas de entender la Educación Física y la Escuela.
Blázquez (1993; 2008) expresa que el concepto de evaluación
ha ido cambiando en diferentes nociones a medida que también han
evolucionado los diferentes modelos educativos y concepciones de la
Educación Física. En la actualidad la evaluación ha cambiado,
adquiriendo un significado diferente al que históricamente había
poseído, siendo concebida como la reflexión crítica sobre los
componentes e intercambios en el marco de un proceso al servicio de
los aprendizajes y la mejora continua.
Las diversificación del termino “evaluación” en el campo
semántico ha hecho que utilizar que el concepto posea distintos
matices y significados, respecto a su utilización, extensión y
profundidad (Hernández y López, 2004). Así también ha variado su
función social en la construcción del éxito y fracaso escolar, en esta
última dimensión cobra especial importancia el papel que juega la
evaluación educativa en la conformación de las jerarquías de
excelencia académica (ejemplo: buen o mal estudiante) (Perrenoud,
2008) y la conformación de las identidades y autoconceptos de cada
individuo, lo que muchas veces en Educación Física se ve aún más
acentuado y acaba transformando muchas veces las diferencias
culturales en desigualdades escolares.
López (2000) expresa que la evaluación constituye uno de los
elementos más importantes y controvertidos de la educación,
definiéndola como una “encrucijada curricular” que afecta, condiciona y
refleja todo el espectro didáctico (objetivos, contenidos, metodología,
actividades, temporalización, recursos). El mismo autor plantea que en
el área de Educación Física esa deducción no siempre se transforma
en realidad debido a la incoherencia curricular existente en el área, en
la cual lo que se evalúa no siempre se relaciona con lo enseñado. En
consideración de lo recién expuesto queda en evidencia la necesidad
de otorgar en Educación Física un sentido de coherencia entre
nuestros objetivos educativos, vías de enseñanza y sistemas de
evaluación en búsqueda de enfoques verdaderamente educativos
(Díaz, 2005; López, 2000; Velásquez y Hernández, 2010).
Para Kirk (2001) la Educación Física no ha hecho un análisis
ideológico respecto a sus propias prácticas y formas de comprender la
disciplina, lo que ha permitido que las teorías de reproducción
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adquieran fuerza desmedida en este campo. Fernández-Balboa (2004)
expresa que la Educación Física requiere procesos de transformación
de los modelos de racionalidad que justifican y perpetúan las
estructuras de poder y formas de entender la realidad que se
construyen desde las mismas estructuras que se benefician de ellas.
López (2000) expresa que los modelos y discursos que existen
respecto a evaluación en Educación Física no son entes aislados, sino
más bien están sujetos a determinadas racionalidades curriculares, las
cuales pueden diferenciarse entre: (a) Racionalidad Técnica (b)
Racionalidad Práctica. El autor en cuestión plantea (Ibídem) que la
primera también puede encontrarse en la literatura también como
“instrumental” o “centrada en los medios” y la segunda como “ética” o
“centrada en valores”, cada racionalidad responde a formas
antagónicas de evaluación y enseñanza de la Educación Física, es
decir la evaluación no está tan sólo constituida desde el modelo de
Educación Física empleado (discursos de rendimiento o discursos
educativos y de participación), sino que también a las formas de
implementación del currículum y planteamiento educativo (“educación
democrática”, “comprensiva”, “activa” o “Educación transmisora,
bancaria, instructora, reproductora”).
RACIONALIDAD CURRICULAR TÉCNICA RACIONALIDAD CURRICULAR PRÁCTICA
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evaluativas, superando la lógica en la que la evaluación se construye
como un proceso unidireccional (desde el profesor al estudiante). En
función de lo anterior podemos mencionar que como alternativa se ha
propuesto la utilización de modelos cooperativos de enseñanza de la
Educación Física incorporando principios como: (a) interdependencia
positiva, (b) responsabilidad individual y grupal, (c) interacción social,
(d) desarrollo de habilidades sociales, (e) evaluación y autoevaluación
grupal. Éstas prácticas por su naturaleza deben incorporar formulas
colaborativas y formativas de evaluación, para las cuales se han
expresado cinco líneas, instrumentos y dinámicas de evaluación que
deben ser empeladas complementariamente y que no son bajo
ninguna circunstancia excluyentes entre sí (López et al, 2008):
1. Cuaderno del profesor: diario de registro que emplea el
profesor en el que se recoge información cada clase sobre
el desarrollo de los procesos de enseñanza aprendizaje.
Este cuaderno poder altamente estructurado, así como
semi-estructurado o sin estructura inicial, esta última opción
sólo es recomendada para profesores con alta experiencia
con instrumentos de este tipo.
2. Fichas-sesión y fichas-unidades didácticas: diseño y
utilización de apartados específicos al final del documento
en el que se detalla la planificación de la unidad didáctica y
sesiones. Con las evidencias recogidas de pueden
desarrollar análisis respecto a diferentes dimensiones
evaluativas, además de generar ciclo de reflexión-acción
sobre los procesos educativos.
3. Producciones del alumnado, la carpeta y el cuaderno
del alumno: Agrupación de distintas producciones
específicas que el estudiante ha desarrollado el estudiante
a lo largo del período lectivo de forma individual o grupal. El
estudiante debería realizar una selección de evidencias
“tipo portafolio” en el que de cuenta de su proceso formativo
y reflexionar respecto al mismo de forma personal, así como
también con el profesor. Esta instancia de diálogo y
discusión bidireccional entre estudiante profesor es
fundamental.
4. Fichas y hojas para el alumnado: Trabajo en torno a dos
grandes tipos de instrumentos que sirve tanto para la
evaluación del alumnado y profesorado: (a) fichas de
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seguimiento individual (FSI) (b) fichas de observación
grupal (FOG). Ambos tipos sirven para realizar procesos de
reflexión personal y grupal, en este último caso el diálogo y
la interdependencia son factores a considerar como
importantes.
5. Dinámicas y ciclos de investigación y/o evaluación:
Desarrollo de ciclos reflexivos que apunten a mejorar la
propia práctica del profesorado, en la mayoria de los casos
se siguien dinámicas de investigación acción o investigación
colaborativa, para las cuales pueden utilizarse diversas
formas de recogida y sistematización de datos. También
pueden desarrollarse en este apartado dinámicas de
evaluación compartida, las cuales pueden emplearse como
estrategias permanentes o bien para situaciones
específicas.
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