POEMAS

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ROBERTA IANNAMICO

TORNQUIST

Martes a la mañana
todo el pueblo está trabajando
el panadero el mecánico la maestra
todos trabajan
pero no se escucha nada
porque en ese momento
todos trabajan silenciosamente
es un instante especial
las flores trabajan de estar lindas
las hojas aprovechan
el momento de santa quietud
para ser rondas y corridas
por la calle
libertinas
la hamaca continua
en su eterno yin yan
la plaza es un laberinto
abandonado bajo el sol
en un sector
el lago con patos
patos blancos
y orondos jaspeados.

Roberta Iannamico Bahía Blanca, 1972. Vive en Villa Ventana, provincia de Buenos Aires. Publicó los
libros de poesía El zorro gris, el zorro blanco, el zorro colorado (1997), Mamushkas (1999), Tendal
(2001), El collar de fideos (2001), Celeste perfecto (2005), Dantesco (2006), Muchos poemas (2008),
El día nuevo (2013), Nomeolvides (2015), Qué lindo (2015) y Caballo de hule (2018), además de
libros para niños. Es cantautora en el dúo Las Kostureras y co-dirige la Editorial Maravilla.
MARÍA LUCESOLE

Estoy volviendo de la escuela y el cielo todavía guarda restos de atardecer:


verde, azul, amarillo contra el horizonte,
sobre los autos desordenados al lado de los zanjones,
bajo la luna y más allá del camino de tierra
cuando doblo en la curva más grande.
La noche en el campo cae mucho más lento,
a veces son las diez y todavía hay en el cielo partes verdes,
amarillas,
azules.

II

Una alumna me dijo que mi voz se escucha mientras venís para la escuela en camioneta por la calle
de tierra, cuando yo les pregunté si estaba hablando muy fuerte.

Con los alumnos del campo leemos poesía de campo.

La poesía de la ciudad no le gusta a ninguno, y a mí, estando en el campo, tampoco.

La misma alumna que viene en camioneta me contó que tuvo que salir a mirar el atardecer para
comprobar que la poesía que les di para que leyeran hablaba de ese momento del día.

María Lucesole, Lobos, 1988. Vive en Capital Federal desde 2006. Poeta, profesora de Letras,
correctora literaria, editora y estudiante de Bibliotecología. Codirige la revista de poesía
Campotraviesa y es una de las organizadoras del Festival Rural de Poesía de Lobos desde 2016.
Publicó la novela corta Irse (2011), los libros de poemas Las plantas verdes de los veranos (2014), El
primer color de la noche (2015), En todas las cosas la niebla (2016) y los diarios Flechas lanzadas
desde ninguna parte (2017).
VALERIA TENTONI

SAN BERNARDO

El tiempo que pasamos mirando el anillo lácteo


el polvo sereno que levantaban las camionetas, polvo
que vuelve a su puesto sin intentar la huida, sin esperar
con esperanza o terror del viento,
la conversación, entre las casas abiertas,
de los humos interiores, el punto
al que nos dirigíamos
masticando el aire hueco
aire de nadie antes
todo nuestro, la parte
de nosotros
que se arrastraba,
lo que tardan los cuerpos en recuperarse
después de un camino.

Valeria Tentoni (Bahía Blanca 1985). Reside en Buenos Aires. Publicó los libros de poesía Batalla
sonora, Ajuar, Antitierra, Hologramas y Piedras preciosas, así como los libros de relatos El sistema
del silencio y Furia diamante. Fue incluida en distintas antologías, como Nuevas narradoras
argentinas (Función lenguaje, 2017) y Penúltimos. 33 poetas de Argentina 1965-1985 (UNAM, 2014).
Actualmente es editora del blog de Eterna Cadencia y periodista freelance.
ANA CLAUDIA DÍAZ

LAVALLE

1.
La ruta, las casas, las vacas, los días viajando
la gente a caballo, las calles de tierra
Lavalle
la costa de los domingos de mi infancia, su ría de ajo
a cuestas
para partir

2.
las ramas para prender el fuego
vos y yo en una pulpería de antes mirando por la ventana
ahora eso es un hotel
juntamos piedras de colores para jugar a la payana
mientras
la nona se sentó al sol
está tejiendo escarabajos en la bufanda que le pedí que me hiciera
para este invierno, verde
que la oye tarareando bajito la tarantela

3.
mamá nos pone un chaleco inflable a cada una
por si nos caemos al agua
la lancha El Delfín estaba guardada en el garaje de los abuelos
la sacamos, la atamos al auto para pasear
como en las películas

4.
desde acá
el mar es invertebradamente inmortal
el musgo que cubre el cemento lo vuelve resbaladizo, pardo
pero ninguna de las dos le tiene miedo al vértigo

5.
papá nos cuenta la historia de estos pagos, el primer puerto
nos habla de lanzas, de dardos, de jaulas de gauchos envenenados
nos dice que estamos en la bahía de Samborombón
ese nombre se queda en mí para siempre
y pienso que es lindo estar ahí
como en una canción
como dentro de un eco

6.
yo de verdad creo
que si me caigo un pulpo gigante y rojo me atrapara para siempre
que el mar es como un pozo
lleno de caimanes y corolas brillantes
de huracanes de olas que arden al sol
y ruedan

7.
encendemos el motor
despegamos
nos deprendemos por un rato de la tierra
hacemos dibujos redondos en el agua, ondas
burbujas, globos
patinamos por el océano en nuestro bote, sin cesar

8.
este suelo de seda, casi desnudo
es el resplandor que veo en tus pupilas que no conocí
en esa foto vieja

9.
cayó la tarde
hace frío ya, nos sale humo de la boca
un astro arrastra un pedacito de cielo
es una estrella fugaz
o una mosca plateada, inmensa, que se arroja desde allá
quien sabe porque, pero pido un deseo
volvemos a la orilla

10.
de vuelta la ruta
tomamos mate, ponemos un cassett
la noche de tan libre es asfixiante, explosiva y serena
te das vuelta, nos miras y decís
nosotros vamos hasta esas luces que se ven allá a lo lejos

Ana Claudia Díaz nació en Santa Teresita, en 1983. HA PUBLICADO EN POESÍA LIMBO (2010 Y 2012),
Conspiración de perlas que trasmigran (2013), Una cartografía de la insolación (2015) y El hemisferio
del lado en que quedamos (2018. Desde 2014 coordina talleres de poesía y clínicas de obra.
WALTER LEZCANO (de Humo, Vox, 2013)

Caminé unas cuadras por el barrio


hasta la parada del bondi.
Las calles se confundían con la noche.
San Francisco Solano se desplegaba
en todo su esplendor.
La tierra que nadie sabe dónde queda.
Siempre escucho la misma pregunta:
¿de dónde dijiste?
Y si bien esto es Quilmes
no tenemos nada que ver con Quilmes.
No nos hacemos notar,
pero nos mojamos la oreja, sacamos pecho
y nos mantenemos despiertos hasta cualquier hora
para protestar contra esa fuerza extraña
que nos corta la sonrisa a la altura de la garganta.
Nos faltan un montón de cosas
que ya no importa nombrar.
Nos importa un carajo.
De todas formas jode.
Pero estábamos con el paisaje
y éste no se consigue en el Louvre.
Somos únicos.
Eso es muy importante.
Con el asfalto como utopía,
con un arroyo atravesando el cuerpo de la ciudad,
esa vena coagula agua sucia y restos de comida.
Vas a ver esos barcos de plásticos a la deriva
llamados Figureti, Waldo, Trompis.
Y cada lluvia
convierte la mugre en lodo
y eso en pequeños ríos donde los pibes se bañan
los días de calor.

Te contaba:
cada casa,
¿se puede llamar “casa” a esas cajas de madera,
a esos alambrados tambaleantes?
¿Y esos pozos mutilados que están al frente
y algunos llaman jardín?
Cada una tenía prendida un foquito de 60 watts,
la tele sobre el plato,
y algo perdido o esquivo.
La felicidad es un buen chamuyo
del que alguna vez oímos un silbido,
esa lejanía que te empuja una mueca
muy parecida a una sonrisa.
Pero no es ni ahí.
Levanté la vista:
el cielo estaba a punto caramelo.
Walter Lezcano nació en Goya, provincia de Corrientes, Argentina, en 1979. Aunque, al cumplir un año, su
familia se mudó al conurbano bonaerense. Se crio en la localidad de San Francisco Solano.

GERMAN ARENS

El cuchillo verijero
que se adentró en la agonía
de los ojos del cordero
que en una Gilera 200
desde el cuadro de los tamariscos
al corral de las lecheras arreara,
es además de la rodilla
que sujeta la paleta
y la inútil mano izquierda
que despeja la garganta
corriendo la carretilla
quien me ha iniciado
en los misterios de la muerte.

Debajo del alero las calandrias.


A pocos metros
la abuela domestica una garza blanca
como lo hiciera con el abuelo.
Ayer hicimos jabón
con grasa de cerdo a falta de alas.
Trabajamos en la huerta.
Hay pulgones blancos, rojos y negros;
tratamos de exterminarlos
con una solución de ortigas en agua
(un kilo en diez litros).

Cosechamos melones escritos


(Berguer los venderá en el cruce de rutas).
Por la noche
después de los malhechos
miramos las estrellas.
todos menos el tío
que se fue para el pueblo
a encontrarse con Diana.

Germán Arens (Bahía Blanca 1967) publicó Pueblada (Buenos Aires, Ediciones en Danza, 2008),
Versos de Gabino (Buenos Aires, El Suri Porfiado, 2009), Los ojos del cordero (Buenos Aires, El Suri
porfiado, 2010), En una nave comandada por Enrique unos pocos hombres abandonamos la Tierra
(Bahía Blanca, Vox, 2011 – Arica, Chile, Ediciones Cinosargo, 2013), Siempre creí que los zombis eran
los protagonistas de un subgénero del cine de terror clase B (Bahía Blanca, Vox, 2013), Cinco pájaros
de un tiro (Rosario, Neutrinos, 2014), Cagliero (Buenos Aires, El Ojo del Mármol, 2015), Agitando el
insecticida (Córdoba, Editorial Borde Perdido, 2015), Desiderio (La Plata, Club Hem – 2016), ¡Oh, qué
lugar más bello! (Buenos Aires, Barnacle, 2017).

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