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Rafael Tomás-Cardoso
Universidad Complutense de Madrid / Universidad Autónoma de Madrid
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Rafael Tomás-Cardoso
Universidad Complutense de Madrid, España
https://doi.org/10.7440/antipoda50.2023.02
Cómo citar este artículo: Tomás-Cardoso, Rafael. 2023. “La antropología forense como antro-
pología aplicada frente a la violencia social: una reflexión en torno al trabajo y la práctica inter-
disciplinar”. Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología 50: 21-46. https://doi.org/10.7440/
antipoda50.2023.02
Recibido: 10 de junio de 2022; aceptado: 30 de octubre de 2022; modificado: 17 de noviembre de 2022.
P A R A L E L O S
importancia la reflexión en torno a los contextos sociales donde se enmarca
su práctica. Las influencias recíprocas entre ciencia y sociedad, que atraviesan
las formas y usos prácticos de la antropología, en el caso de la antropología
forense y sus ámbitos de actividad adquieren múltiples dimensiones y consi-
deraciones. Dichas influencias tienen una clara proyección e impacto social
dentro de procesos judiciales, en el esclarecimiento de investigaciones crimi-
nales o contribuyendo a la defensa de los derechos humanos en contextos
de conflicto y violencia política. Vinculado a todas estas consideraciones
se presenta un análisis y revisión de las prácticas y técnicas científicas de la
antropología forense. En ellas se argumenta que la patente función aplicada de
esta disciplina no debe llevar a confundir el compromiso social de aportar
datos y evidencias fiables en su contribución al trabajo legal con posturas
ideológicas o intereses políticos concretos, que puedan sesgar o comprometer
* Este artículo se enmarca en la línea de trabajo desarrollada durante la investigación doctoral que derivó en
la tesis “El desarrollo de la antropología física española en el contexto de la historia de la antropología
física y las teorías bioantropológicas europeas y americanas: una historia de contactos, desarrollos
paralelos y convergencias” (Departamento de Biología, Facultad de Ciencias de la Universidad Autónoma
de Madrid, 2016). Dicha investigación ha dado lugar a una serie de estudios y publicaciones, previos y
posteriores a esta, sobre historia, epistemología y estudios sociales de la antropología, en el marco de
las unidades docentes de Antropología Física de la Universidad Autónoma de Madrid y de la Universidad
Complutense de Madrid.
Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. n.° 50 · Bogotá, enero-marzo 2023 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 21-46
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dessa disciplina não deve levar a confundir o compromisso social de contri-
buir com dados e evidências confiáveis em seu apoio para o trabalho legal com
posicionamentos ideológicos ou interesses políticos concretos, que podem
enviesar ou comprometer o rigor de sua tarefa científica. Essas considerações
em torno das questões epistemológicas e éticas da prática da antropologia
forense ganham um peso especial ao redor do estudo e intervenção em
contextos de violência política e conflitos civis, permeados de fortes debates
ideológicos e políticos. A verificação do papel do antropólogo forense nesses
âmbitos de trabalho expressa a necessidade de uma atitude de vigilância epis-
temológica e de reflexão a respeito de suas práticas (e os contextos destas).
Assim, devem-se garantir posicionamentos de neutralidade e objetividade no
trabalho antropológico, a partir de uma atitude de vigilância, autocrítica e
reflexão, de especial importância sobre temas socialmente sensíveis e com
problemáticas extensões no campo das ideias e da política.
Palavras-chave: abordagem interdisciplinar, antropologia aplicada, antro-
pologia forense, direitos humanos, violência social.
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E
l alcance de esta revisión aborda la compleja posición de la antropo-
logía forense, tanto en cuanto disciplina antropológica, como respecto
a su condición de especialidad de las ciencias forenses, que en sus desa-
rrollos y actividad ha ido ampliando su objeto y ámbitos de trabajo (al
tiempo que su impacto y función social), en relación a los contextos de
su ejercicio y práctica profesional. La antropología forense nació en el ámbito fron-
terizo de las relaciones entre la antropología y la medicina legal y, posteriormente, se
desarrolló con importantes conexiones con la odontología y la biología humana. Si
bien la disciplina se institucionaliza formalmente a lo largo del siglo XX, será a partir
de la Segunda Guerra Mundial —y ligada a su papel en posteriores conflictos bélicos
como los de Corea y Vietnam— cuando cobrará mayor impulso. A partir de ese
momento será considerada, por un lado, como especialidad antropológica aplicada
y, por otro lado, como parte del trabajo forense, con un objeto y ámbito reconocido
de intervención en los procedimientos de identificación de restos humanos. En este
contexto, su trabajo dejará de estar asociado únicamente al estudio de casos indi-
viduales de víctimas de delitos o accidentes, para abordar también identificaciones
a gran escala, de grupos de cadáveres, fruto de situaciones de violencia colectiva,
desastres o accidentes masivos.
24 En esta concepción ampliada del ámbito de aplicación y objeto de la disciplina,
Dirkmaat y Cabo (2012) han resaltado y puesto en valor el papel de los antropólogos
forenses como expertos en la recuperación, individualización e identificación de
restos humanos descontextualizados por efecto de desastres masivos o como
producto de eventos de violencia social y/o colectiva (Kerley 1978; Lagunas 2006).
Así, el perfil del trabajo del antropólogo forense en estos campos implica intervenir
en un proceso de identificación (sexo, edad, ancestría/origen poblacional, estatura,
proporciones corporales y características individuales), determinación de las causas
y circunstancias de las muertes, y descripción de las osteobiografias (modo de vida
antes de su muerte, enfermedades, actividades profesionales, etc.) de los sujetos.
En este contexto, se plantea la necesaria reflexión en torno a los nuevos ámbitos y
formas de práctica profesional. Esta disciplina ha de reconfigurar sus métodos, enfo-
ques, conceptos y procedimientos operativos, así como la vigilancia y observación
de criterios éticos de consenso, para el seguimiento de buenas prácticas en el manejo
de las nuevas proyecciones de su objeto de estudio (el proceso de identificación de
restos humanos y contextualización de los mismos).
Ahondando en estos planteamientos ampliados de la disciplina y de su objeto,
cabe referir las definiciones propuestas por algunos autores y actores claves dentro
de la disciplina. Así pues, Stewart entiende la “antropología forense como la rama de
la antropología física con fines forenses que trata de la identificación de restos más
o menos esqueletizados, humanos o de posible pertenencia humana” (1979, ix). Por
su parte, —en el marco de la American Board of Forensic Anthropology (ABFA)—
Işcan (1988) define la disciplina como “el estudio y práctica de la aplicación de los
métodos de la antropología física en los procesos legales” (1988, 203) o “el peritaje
La antropología forense como antropología aplicada frente a la violencia social...
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forense sobre restos óseos humanos y su entorno” (1988, 205). Ubelaker la describe
como el “estudio de la biología esquelética en contextos médico legales” (2008, 41).
Y Parra como el “conocimiento de la biovariabilidad humana que constituye el patri-
monio de la antropología biológica, aplicado al ámbito forense” (2003, 1). Por su
parte, y en un contexto menos académico, Amnistía Internacional define la disci-
plina, desde su posición de salvaguarda de los derechos humanos, como “el estudio
de asuntos médico-legales relacionados con una persona fallecida, por medio del
examen y el estudio de los restos del esqueleto para, entre otras cosas, tratar de deter-
minar la identidad de la persona, la forma y las causas de la muerte” (1994, 162).
En gran medida, las diferentes concepciones de la disciplina están fuertemente
ligadas a los diversos sistemas de formación y reclutamiento de los profesionales de
la especialidad, según los distintos marcos nacionales en que se desarrolla su prác-
tica. Así, por ejemplo, en América del Norte y una gran parte de Latinoamérica, los
profesionales de la antropología forense presentan el perfil de un especialista formado
dentro de escuelas de antropología, con una especialización como antropólogos físicos.
Estos profesionales, asimismo, tienen un amplio conocimiento de otros campos, como
la antropología cultural y otras ciencias sociales. Durante sus estudios se da un fuerte
énfasis al estudio de los tejidos duros (huesos y dientes) y al aprendizaje de las técnicas
de excavación. De igual manera, se ofrece una orientación profesional complemen-
25
taria a la antropología forense, en tanto que especialidad particular de la antropología
física aplicada.
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Por el contrario, en Europa, Asia y África la formación general e inicial en
antropología física —entendida en estos países en tanto que sinónimo de biología
humana— es estudiada en facultades y escuelas de biología (sur y este de Europa) o
medicina (norte de Europa, Asia y África). En este caso, el antropólogo adquiere
formación tanto en el estudio y trabajo con tejidos duros, así como en el trabajo
con tejidos blandos y en el manejo de métodos de laboratorio. La adscripción de
la formación específica en el ámbito de la antropología forense se vincula como
especialidad de la medicina legal. Lo que significa que estos profesionales provienen
de programas de estudios y formación en facultades y escuelas de medicina.
Estas condiciones e itinerarios de formación de los antropólogos, junto con
las peculiaridades y particularidades sociales de cada país, contribuyen a definir y
orientar, no solo los perfiles y recorridos profesionales de los antropólogos forenses,
sino también sus ámbitos y campos de estudio e intervención (figura 1).
Método
El artículo presenta una reflexión hecha a través de la revisión crítica del desarrollo
histórico y el panorama actual de la antropología forense y sus ámbitos de aplica-
ción. Se presta especial atención a los campos de actividad en torno a la violencia
social y política, como contextos de vulneración de los derechos humanos. Para
ello, se realiza un examen de aproximación a la disciplina, a través de un trabajo
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Figura 1. Formulaciones de la disciplina en las distintas regiones geográficas y tradiciones nacionales
Marco geográfico Contexto social Itinerarios de formación Principales técnicas y métodos Campos de actuación
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Delincuencia y
Sociedades urbanas. Formación biológica Genética y biología molecular.
Europa crímenes comunes.
Orientación legalista. y biomédica. Osteología y anatomía patológica.
Grandes catástrofes.
Investigación criminal.
Contextos urbanos. Formación antropológica
Antropología morfológica. Grandes catástrofes.
Norteamérica Dirección de organizaciones general. Orientación
Antropología esquelética. Identificación en contextos
internacionales. biocultural.
de guerra.
Fuente: tabla elaborada por el autor con base en revisiones históricas y de desarrollos particulares de la disciplina (Dirkmaat y Cabo 2012; Fondebrider 2005;
Iscan 1989; Kerley 1978; Salado y Fondebrider 2008; Ubelaker 2008).
La antropología forense como antropología aplicada frente a la violencia social...
Rafael Tomás-Cardoso
Desarrollo
La diversidad y complejidad de los contextos en los que se practica la antropología
forense (marcos de pérdida y muerte, situaciones de violencia, conflicto o catástrofe)
invitan a la conveniencia de una amplia reflexión, con relación a la actividad profe- 27
sional, la función social y los impactos sociales que puedan derivarse del trabajo
antropológico forense.
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Reflexiones en torno a la antropología forense como
antropología aplicada
Para Bastide (1972) la ciencia parte de necesidades prácticas y demandas sociales.
Los antropólogos intentan contribuir a dichas necesidades como especialistas en
el abordaje de la complejidad y multidimensionalidad de la realidad humana. Los
problemas prácticos a los que han dedicado su atención son diversos y han variado en
el tiempo. Los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial marcaron un cambio
en varias áreas de esta disciplina. La antropología social aplicada, por ejemplo, dirigió
su atención a los problemas derivados de los rápidos procesos de transformación de
las sociedades tradicionales y campesinas, y a la articulación de programas de desa-
rrollo en campos como la salud, educación, bienestar social o desarrollo comunitario
(Foster 1974). Por otro lado, en el ámbito de la antropología física, sus orientaciones
aplicadas ampliaron sus campos de acción (Tiziani 2011). De este modo, a los tradi-
cionales estudios antropométricos en ámbitos escolares, estudios de crecimiento o
antropología criminal, se fueron sumando las aplicaciones en antropología nutri-
cional y nutrición comunitaria, epidemiología y salud pública, antropología médica,
antropología deportiva, ergonomía. Lo mismo ocurrió frente a los múltiples desa-
rrollos de la antropología forense. Esta ya no solo estaría vinculada a los trabajos
periciales de obtención de pruebas en procesos judiciales, sino también con nuevas
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una importante presencia en la ya consolidada tradición de los antropólogos forenses
(norteamericanos y latinoamericanos, fundamentalmente) en la aplicación de sus
conocimientos y técnicas de trabajo al estudio de manifestaciones de la violencia
social colectiva contra grupos y poblaciones humanas. Debido a esta labor, contri-
buyen al esclarecimiento, visibilización y denuncia pública de casos y situaciones de
violencia política y civil contra personas y grupos, por su condición de sometidos
y dominados, disidentes o diferentes. Con toda esta información aportan luz sobre
situaciones dramáticas y censurables de crímenes de guerra, genocidios, desapari-
ciones masivas, etc. Tal como ha quedado patente en casos de la historia reciente, como
el genocidio étnico de Ruanda con las masacres de hutus y tutsis en Burundi, la depu-
ración étnica en Bosnia, los asesinatos de comunidades indígenas en Guatemala, las
masacres en Colombia o las desapariciones y muertes durante las dictaduras mili-
tares de Chile y Argentina, la violencia social (y política) es un hecho antropológico
absoluto. A pesar de sus variaciones históricas y particulares es clara la presencia
estructural de este fenómeno en las sociedades humanas. Con el accionar de la antro-
pología forense se reitera que estos hechos deben ser recordados y reconstruidos en
la memoria social, para tomar consciencia de la gravedad de estas transgresiones a la
vida (Amnesty International 1994; Belay, Degregory y Joinville 2004).
En este punto, cabe enmarcar la función relevante de los antropólogos foren-
ses en la reconstrucción de los hechos, la visibilización de los riesgos vinculados al
conflicto humano y la censura pública de estos episodios indeseables. Esta disciplina
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tiene un rol vital al hacer explícitas todas las dimensiones de las memorias y narración
pública de los crímenes y violaciones de los derechos humanos. Esto lo logra a través
de rescatar, con la exhumación de los restos de las víctimas, las historias (contextua-
lizadas) de tantas personas desaparecidas. Saca a la luz historias ocultadas mediante
enterramientos clandestinos, que buscaban que fuesen olvidadas, negándoles su papel
en el esclarecimiento de los hechos de la memoria social (histórica y colectiva).
De esta manera, la intervención de la antropología forense —y de la justicia—
en estos marcos de violación de los derechos humanos ofrece la posibilidad
evidenciar y visibilizar hechos y situaciones sociales moralmente censurables. Al
hacerlo permite que las víctimas cuenten su historia —de injusticia y sufrimiento—,
ofrezcan pruebas con que acusar a sus asesinos o a quienes ordenaron sus asesinatos
y aporten evidencias para que los criminales respondan ante la justicia. Así también,
la antropología forense se constituye en un instrumento para facilitar la reflexión
pública, la sensibilización y la concientización social en torno a la violencia política.
Esta ofrece recursos para un debate público y la construcción de marcos sociales de
convivencia, conciliación, empatía y ejercicio del perdón.
Con estas líneas de trabajo, los antropólogos forenses se han incorporado
a una tarea comprometida, no solo con la exhumación e identificación de restos
óseos, sino también, con la recuperación y registro de datos y evidencias en torno a
30
los sistemas de violencia política y civil que operan contra la población. Al tiempo,
proveen una información clave para el trabajo en defensa de los derechos humanos,
al aportar datos y testimonios a entidades oficiales (fiscalías, policías) o a orga-
nismos internacionales para su uso en el ejercicio y aplicación de justicia.
La antropología forense, relacionada con su actividad y práctica profesional
como antropología aplicada a la defensa de la justicia y de la dignidad de las personas
víctimas de la violencia social y, en general, a la salvaguarda de derechos humanos
fundamentales como el derecho a la vida y la dignidad humana, se vincula con obje-
tivos como:
1) Ahondar en el papel de la antropología forense como ciencia aplicada y de
marcada utilidad social.
2) Cooperar con la promoción y defensa de los derechos humanos.
3) Colaborar con el ejercicio de las instituciones de justicia internacional y/o
nacional, en el esclarecimiento de contextos de violencia social y política.
4) Apoyar a la recuperación de datos y evidencias para la fundamentación, visi-
bilización y clarificación de la reflexión pública en torno a la memoria histórica.
5) Aportar a la restitución de la dignidad de las personas víctimas de la vio-
lencia social.
6) Contribuir a sensibilizar a la población general en el rechazo de la violencia
social y política.
P A R A L E L O S
profesionales, reflexividad en torno al trabajo y los contextos de trabajo).
En esta línea específica de la reflexión ética en torno a las intervenciones
arqueo-antropológicas son de especial relevancia las contribuciones particulares de
la bioarqueóloga Liv Nilsson (2016), tanto para aquellas intervenciones hechas en
contextos funerarios, como en contextos de violencia social. Para el caso de los contextos
de violencia social, Nilsson (2016) realiza una interesantísima reflexión sobre la contri-
bución de la arqueología y antropología forense como marco de reflexión en relación
a los fenómenos de violencia estructural en las sociedades humanas.
Existen otros trabajos que ponen de manifiesto y explicitan las vincula-
ciones entre la antropología (general) y la promoción y defensa de los derechos
humanos (Galán-Juárez 1999), o que abordan las dimensiones éticas y conside-
raciones a tener en cuenta alrededor de la práctica antropológica y sus impactos
sociales sobre los contextos de estudio e intervención (Del Olmo 2010; García-
Alonso 2017). Respecto a la vinculación entre derechos humanos y antropología,
Galán-Juárez (1999) ha resaltado la clara dimensión antropológica de los derechos
fundamentales. Esta disciplina interviene no solo en lo referido a su construcción
filosófica y epistemológica (la sustentación de los principios de unidad, igualdad
de derechos y dignidad humana), sino en la necesaria consideración desde una
perspectiva holística (antropológica) de aquellos problemas vinculados a la vulne-
ración de los derechos humanos, como la defensa de los sometidos, los excluidos,
los desfavorecidos, las mujeres, los niños o los migrantes.
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Contribuciones de la experiencia latinoamericana en las nuevas
direcciones de la antropología forense internacional
Tal como hemos descrito, con carácter general, en Europa la antropología forense
se desarrolló ligada a la investigación criminal. Por su parte, en los Estados Unidos,
esta logró consolidar su principal escuela y tradición disciplinar sólida y académica-
mente reconocible, en torno a la aplicación de la práctica antropológica-forense a la
identificación colectiva de cadáveres en contextos de guerras y grandes desastres, con
situaciones de grupos masivos de víctimas. Siguiendo un camino particular, en sus
desarrollos en Latinoamérica, la disciplina conformó su práctica y métodos de trabajo
alrededor de la aplicación de los procedimientos antropológico-forenses dentro de
proyectos institucionales e iniciativas civiles en relación con el esclarecimiento de situa-
ciones de violación de los derechos humanos en conflictos políticos, civiles y étnicos
(Burn 2008). Así, plenamente asentados en estas orientaciones, los grupos de antropó-
logos forenses latinoamericanos han desarrollado un trabajo continuado y sistemático,
contribuyendo al esclarecimiento de crímenes e identificación de personas víctimas
de la violencia política y desaparecidas por causas ideológico-políticas en países como
Argentina, Chile, Colombia o Guatemala y han logrado compartir su experiencia con
otras regiones y contextos internacionales.
Esta intensa experiencia latinoamericana en el desarrollo de actividades
antropológico-forenses ha estado vinculada a complejos contextos sociopolíticos
de violencia política y violaciones de los derechos fundamentales, como desapa-
riciones forzosas y ejecuciones extrajudiciales. Dichas acciones se han podido
La antropología forense como antropología aplicada frente a la violencia social...
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La participación en el proyecto de antropólogos nacionales y foráneos, favoreció
el desarrollo de una productiva iniciativa, donde Clyde Snow trasladó su amplia
experiencia en identificaciones masivas (en marcos bélicos y de accidentes aéreos)
al contexto de la exhumación e identificación de las víctimas de la dictadura militar
argentina. En colaboración con el especialista en derechos humanos Eric Stover y un
joven equipo de antropólogos argentinos (entre quienes destacaron Luis Fondebrider,
Mercedes Doretti y Silvina Turner), a quienes Clyde Snow forma y orienta en los
trabajos antropológico-forenses de identificaciones colectivas de víctimas, se creará,
en 1984, el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) (Fondebrider 2005;
Salado y Fondebrider 2008). Un productivo equipo de intervención, liderado por
Snow, Stover y Fondebrider, cuyo impacto trascenderá sus trabajos en Argentina,
extendiendo su modelo a actuaciones en otros países con situaciones similares de
violencia política en América Latina, África, Asia y Europa del Este. Así, a partir
de 1986, promueven y participan en intervenciones en países latinoamericanos
como Chile, Guatemala o Colombia; y en otros contextos internacionales como
Bosnia, Timor Oriental, Polinesia francesa, Croacia, Kurdistán, Kosovo o Sudáfrica.
Este enfoque promovido por Snow y la referencia de la EAAF marcará la orienta-
ción en la Asociación Latinoamericana de Antropología Forense (ALAF) —creada
en 2003—, así como la línea de trabajo de otros equipos de intervención antropo-
lógica forense constituidos en países como Guatemala, Colombia o Perú, y en cuya
formación, jugaron un papel central los miembros de la EAAF.
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materias auxiliares como la antropología social, la sociología o la historia.
La integración de datos, tras la acumulación de evidencias por parte de los
distintos especialistas, facilita la disponibilidad de un conjunto de informaciones rele-
vantes para una adecuada interpretación sistémica del contexto. Y la contribución, no
solo con materiales, sino de conceptos y modelos de análisis múltiples (procedentes
de distintas aproximaciones disciplinares al problema), facilita herramientas útiles
al antropólogo forense, para la definición de modelos de abordaje, interpretación y
esclarecimiento de contextos complejos. Es decir, las nuevas formas de trabajo del
antropólogo (físico-forense) y sus colegas en estos ámbitos de actuación suponen un
replanteamiento de sus métodos de trabajo. Más allá de la articulación operativa de
los trabajos interdisciplinares y de la cooperación de aportaciones técnicas diversas,
se precisa de una aproximación del equipo y sus especialistas múltiples a nuevas
formulaciones y enfoques de abordaje del problema objeto de estudio. Entre esto debe
incluirse el cuidado en la recopilación de la información orientada a los objetivos
conjuntos y a los modelos de interpretación y explicación de los datos adoptados por
el equipo, para aportar una información suficiente y generar la mayor cantidad de
evidencias y con la mayor amplitud posible, que pueda servir a su marco práctico de
aplicación en el ámbito de los procesos legales vinculados.
Por todo lo cual, la reflexión en torno al trabajo de la antropología forense no se
puede limitar al estudio de los aspectos bioantropológicos en el análisis de los restos
óseos recuperados, sino que precisa conocer, de modo amplio y detallado, el contexto
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de los hechos estudiados en los que se produjeron las muertes objeto de estudio. Un
objeto ampliado, los restos humanos en sus contextos, del que parte la necesidad del
nexo fundamental entre la antropología y arqueología forense, y al que se vinculan,
necesariamente, toda una serie de otras disciplinas auxiliares y complementarias.
Además, de este planteamiento se deriva la exigencia de recopilar una información
lo más amplia posible sobre las múltiples y complejas circunstancias en torno a los
sucesos de la muerte y/o desaparición de las víctimas (Rodríguez-Cuenca 1994).
Así, este nuevo enfoque promovido, en sus inicios, por el antropólogo norteame-
ricano Snow (2004), y ampliamente desarrollado en la antropología forense norte
y latinoamericana, habría conducido a convertirla en una “disciplina que se nutre
de los métodos y las técnicas de la antropología sociocultural, la arqueología y la
bioantropología, aplicados a los procesos fiscales y judiciales, con fines legales y/o
humanitarios” (Parra y Palma 2005, 4). Lo anterior supone la ampliación de la trama
de relaciones disciplinares en juego, desde la tradicional vinculación de la antropo-
logía forense con la medicina, la biología y la odontología (Prieto 2008), a nuevos
vínculos con la bioarqueología, la antropología sociocultural, la historia y la psico-
logía (Muñoz y Viéitez 2018).
Es desde este enfoque que vienen trabajando los antropólogos forenses de
campo durante las últimas décadas. Estos profesionales trabajan en el desarrollo de
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proyectos de recuperación de restos cadavéricos asociados a situaciones de violencias
y vulneración de derechos básicos de poblaciones y comunidades, en colaboración
con otros especialistas que trabajan en la recolección de los relatos de personas y
familiares. Estas historias guardan las memorias más íntimas y personales de las
desapariciones, ejecuciones extrajudiciales, torturas y otras violaciones de derechos.
El conjunto de datos personales y de narraciones con las que trabajan los antropó-
logos forenses y sus equipos de colaboradores sobre el terreno ha permitido observar
la conveniencia de completar la información a pie de fosa con un profundo y
sistemático análisis del contexto, abordado desde una aproximación sociocultural
y cualitativa. Esto es de especial relevancia cuando se trabaja con grupos culturales
distantes en los que dichas descripciones de los informantes serán claves para la
identificación. Sobre todo, teniendo en cuenta que sus concepciones del cuerpo, de
la estética y la imagen corporal, de la patología, de la salud, de las edades o de los
rasgos de identidad sexual, se verbalizan y describen con términos, concepciones
y expresiones particulares, que no son traducibles, de modo explícito, a la lógica
cultural científica occidental.
Estas cuestiones y sus implicaciones operativas tienen especial peso al incor-
porar en estos proyectos una aproximación previa al contexto y a la información de
referencia. Permiten tener información en torno a los marcos sociales de la inter-
vención, desde los parámetros de la investigación socio-antropológica, para realizar
un acercamiento y encuadre del universo social y cultural de los grupos de infor-
mantes, comunidades y poblaciones locales con quienes se va a trabajar. Una
perspectiva, sin duda, productiva y de utilidad cuando se trabaja con comunidades
La antropología forense como antropología aplicada frente a la violencia social...
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P A R A L E L O S
evidente utilidad en la práctica de trabajos antropológico-forenses en complejos
contextos sociales de conflicto político, civil o étnico) requieren de un mínimo
conocimiento mutuo y capacitación básica de los profesionales, como garantía de
un exitoso planteamiento de los proyectos y productivo trabajo conjunto de los
equipos multidisciplinares. Dicho requerimiento es complejo y supone importantes
esfuerzos de aprendizaje y adaptación entre profesionales con perfiles marcados por
la hiper especialización e itinerarios de formación (o rutas de capacitación como
profesionales especialistas) definidos por programas con una clara escisión en sus
contenidos y objetivos particulares de partida.
Este complicado desafío de obtener unos perfiles de formación nuevos y
abiertos a las disciplinas de apoyo y especialidades que colaboran con la antropo-
logía forense sobre el terreno supondría también considerar la ampliación de los
itinerarios o caminos de formación del antropólogo forense, incorporando cono-
cimientos mínimos en las disciplinas y técnicas complementarias y de apoyo a su
trabajo. Se tendría que delimitar un mapa de formación que incluya: 1) los conoci-
mientos nucleares en antropología física y forense (anatomía humana y comparada,
técnicas antropométricas y osteométricas, craneometría, osteología antropológica,
paleopatología, paleodemografía) y ciencias forenses (medicina legal y forense,
biología y genética forense, tafonomía forense); 2) niveles de competencias básicas
y un mínimo conocimiento en aspectos prácticos de arqueología (arqueología de
campo, técnicas de excavación, bioarqueología), antropología social y cultural
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relación del investigador con su objeto y contexto de estudio, o la actitud crítica y de
vigilancia epistemológica, respecto a las interacciones, los efectos e impacto del antro-
pólogo sobre su objeto y contexto de actuación (Augé 2007; Bourdieu, Chamboredon
y Passeron 2002). Una postura y tarea que algunos antropólogos abordan desde la
actitud y ejercicio de un realismo crítico que busca conciliar las aspiraciones del rigor
y objetividad del trabajo científico y empírico y la incorporación de elementos propios
de las miradas críticas y de atención continua al papel y las interacciones contextuali-
zadas del científico con su ámbito de estudio/intervención (Bourdieu, Chamboredon y
Passeron 2002). En relación a las reservas éticas y garantías epistemológicas, especial-
mente relevantes en el caso de un ámbito de investigación-acción aplicada, como son
la mayoría de intervenciones antropológico-forenses y, en especial, las que cursan en
el marco de la actuación en contextos de violencia social y colectiva, conviene poner
en uso ciertas prevenciones que contribuyan a delimitar un marco de buenas prácticas en
el desempeño del oficio de antropólogo forense.
En esta dirección, resulta ampliamente conveniente y productivo el ejercicio
personal de poner de manifiesto en la presentación de su trabajo el reconocimiento
explícito del posicionamiento ideológico de los investigadores. Sin embargo, para
que la explicitación de las posturas ideológicas personales sirva como herra-
mienta eficaz de vigilancia epistemológica en el ejercicio de la investigación, este
posicionamiento debe formularse en términos de elementos de transparencia y
honestidad científica, que contribuya a evitar las posibles percepciones de intereses
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Discusión
Algunas perspectivas de la antropología social aplicada sostienen el requerimiento
de una necesaria postura de compromiso e implicación con los grupos que estudian,
lo que les convierte en la voz de estas comunidades, grupos o pueblos en situación de
vulnerabilidad, que constituyen su objeto de estudio (pobres, oprimidos, excluidos,
indígenas). De igual forma, existen concepciones dentro de la antropología física
y forense que entienden como necesario un posicionamiento y compromiso social
con la recuperación de la voz de los silenciados, los desaparecidos, los enterrados
anónimamente y los condenados al olvido. Desde estas posturas, se defiende que la
identificación de víctimas contribuye a encarnar en los restos de los cuerpos recu-
40 perados de los asesinados su historia silenciada (enterrada) y su dignidad humana
violada. En esta dirección, el antropólogo forense colombiano José Vicente Rodríguez
Cuenca sostiene que: “Hoy hay quienes, trabajando en la identificación de sus cuerpos
que encuentran anónimos en fosas comunes, los extraen de la tierra que finalmente
los hubiese fundido con la nada, para devolverlos a la cultura. Quizás escribiendo su
nombre sea posible humanizarlos en las encrucijadas de la historia” (1994, 10).
Ciertamente, la recuperación de víctimas enterradas (ocultadas) de la violencia,
la dominación y exclusión social supone una posibilidad para devolver a estos sujetos
a su posición visible, como actores de unos procesos sociales e históricos en los que
participaron y de los que fueron excluidos como víctimas. Asimismo, recuperar su
presencia supone devolverles la identidad y dignidad como persona, al restablecer
su papel y posición dentro de una trama de relaciones sociales —atravesadas por
conflictos, dominaciones y violencias— a quienes fueron borrados de la historia,
la sociedad y la vida. Sin embargo, desde una postura de vigilancia epistemológica
respecto al papel del antropólogo forense como científico formal y aplicado, la aporta-
ción de evidencias y datos para las actuaciones de la justicia o para la reflexión social y
política en torno a la violencia en la vida cívica, no puede —ni debería— confundirse
con un posicionamiento ideológico o un activismo político por parte del antropó-
logo, quien situado y condicionado desde una posición particular, corre el riesgo de
condicionar y/o sesgar el resultado de sus informes, datos y registros de información
forense y pericial. Los sesgos de interpretación pueden desviar hacia usos intere-
sados o partidistas la información referida a los ámbitos de estudio, la interpretación
de los contextos y la aportación de evidencias de situaciones de violencia colectiva,
La antropología forense como antropología aplicada frente a la violencia social...
Rafael Tomás-Cardoso
vinculadas con complejos elementos políticos y/o ideológicos, así como a sensibles
tramas sociales, teñidas de afectos, emociones, sentimientos y creencias.
Por todo ello, junto a la funcionalidad social y utilidad de las evidencias
antropológico-forenses aportadas para el esclarecimiento de situaciones de la viola-
ción de derechos fundamentales, cabe tener presente que dichas informaciones
implican impactos sobre los sentimientos y la experiencia personal vivida en torno a
estos hechos. Esto incluye efectos psicológicos y emocionales que, junto a sus reper-
cusiones a nivel social o comunitario, impactan en el entorno personal y familiar
de las víctimas. En la obra colectiva de Medina, Molina y García-Miguel (2008) se
señala esa importancia psicológica y social de las evidencias explicitadas en torno
a los hechos de violencia social en el pasado, para completar los procesos de duelo,
perdón, reconciliación y restitución a nivel individual, comunitario y social, junto
con una recuperación parcial de la normalidad social. Un retorno a la normalidad
que puede ser construido a partir de la reincorporación y actualización de la narra-
tiva de los conflictos, el daño y el reconocimiento de la censura pública a la violencia.
En este camino, puede ser posible el perdón y la reconciliación, en torno a una
aceptación compartida y pública de los hechos censurables dentro de la memoria
histórica y social.
Recuperar la memoria del conflicto debe ser entendido como un proceso que
41
interesa a toda la sociedad, en la medida que ello supone traer al presente un pasado
que no debería haber ocurrido, para restaurar mediante un acuerdo social compar-
P A R A L E L O S
tido una situación de justicia y dignidad de las víctimas (Del Río-Sánchez 2008;
Vicario 2008). Como señala Parra (2003), cuando se establece la identidad de los
sujetos desaparecidos forzosamente, no solo la familia y los allegados experimentan
la tranquilidad de la certeza de la muerte y se puede enfrentar al duelo, sino que toda la
sociedad siente una calma al hacer explícito un dolor compartido, el repudio
de la violencia y la reivindicación de la vida social, en base a un deseo compartido de
reconciliación. Sin embargo, en el plano individual, al percibirse que se confirma y,
al tiempo, se condena la violación ejercida contra las víctimas de violencia política
(desapariciones forzosas, ejecuciones extrajudiciales), los familiares de las personas
desaparecidas se enfrentan a sentimientos complejos y contrapuestos, de inde-
fensión y comprensión. Aun así, el hecho de la identificación y confirmación de
la pérdida de su allegado también les permite cerrar una fase de incertidumbre y
ansiedad, y recuperar cierta estabilidad en la estructura rota de las tramas familiares
y personales, a partir del duelo completado, la catarsis emocional y el cierre de un
ciclo de incertidumbre.
El caso particular de la guerra civil española constituye un ejemplo repre-
sentativo de la complejidad de este tipo de contextos de intervención, donde el
trabajo antropológico-forense y sus resultados se enmarcan en un ambiente de
debate y polémica entre posturas e interpretaciones teñidas de emociones y sesgos
ideológicos. Este tipo de repercusiones deben ser tenidas en cuenta en el proceso
de actuación y en el reporte de los resultados de las investigaciones. En este caso
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Consideraciones finales
42 Se ha revisado la complejidad operativa, profesional y ética del trabajo del antropó-
logo forense en sus nuevos ámbitos de actividad, y en relación a un objeto de mayor
amplitud a su objeto y enfoques tradicionales. Así pues, cabe concluir que esta
nueva práctica de la antropología forense, en tanto que disciplina aplicada al estudio
de marcos de violencia política o civil, plantea retos metodológicos, prácticos,
ético-profesionales y sociales, tal como el que supone manejar el delicado equilibrio
entre el compromiso social de la investigación y la compleja tarea de aportar luz en
torno a contextos de especial sensibilidad y complejidad. Es recomendable vigilar
que estas situaciones no lleven a posturas que supongan obstáculos al riguroso
trabajo científico del antropólogo, desde un posicionamiento ideológico-político.
Es por ello, la insistencia en la necesaria observación y vigilancia del papel,
posición y desempeño del antropólogo forense en el contexto de la investigación.
De igual forma, sus interacciones y posibles impactos sobre el objeto y sus contextos
deben garantizar el suficiente rigor y objetividad en el reporte de evidencias, infor-
mación y hechos registrados. Queda así, de manifiesto, la importante consideración
del reto de conciliar el compromiso profesional como científicos aplicados con las
garantías de objetividad, rigor y vigilancia en la práctica de la investigación e inter-
vención sobre el objeto de estudio y sus contextos. A tal efecto, el replanteamiento
metodológico, el apoyo en la interdisciplinariedad, la reformulación y aceptación
de un objeto y problema de estudio complejo y la actitud crítica y vigilante de
antropólogo forense constituyen las herramientas y recursos clave de una práctica
profesional productiva y responsable.
La antropología forense como antropología aplicada frente a la violencia social...
Rafael Tomás-Cardoso
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