Resumen de Ps - Contemporánea
Resumen de Ps - Contemporánea
Resumen de Ps - Contemporánea
Psicoanálisis
Es uno de los sucesos más trascendentales del siglo XX, tuvo como
fundador y máximo representante a Sigmund Freud y conjuga una serie
de teorías prácticas para resolver los estragos que causan las
enfermedades mentales. Entre otras, se sugería que a través de la
hipnosis era posible tanto la inducción como la omisión de los cuadros
histéricos, a partir de allí, el padre del psicoanálisis determinó que la
causa de los problemas de sus pacientes se originaba en la represión de
los deseos y fantasías sexuales, por lo que empezó a abordar los
problemas desde allí.
Conductismo
Para el conductismo, la psicología debe ser la ciencia práctica,
carente de introspección, donde se pueda predecir y controlar la
conducta del ser humano. Esta teoría sólo se dedica a fomentar el
empleo de los procedimientos experimentales con el objetivo de estudiar
el comportamiento observable.
Sus orígenes se remontan al asociacionismo de los filósofos ingleses, a la
escuela de psicología estadounidense y al funcionalismo de la teoría de
la evolución de Darwin. Además, dilucidó que el sujeto se halla
influenciado por las condiciones que le provocan estímulos. El
conductismo desde su surgimiento, se basó en el estudio de los reflejos
condicionados, expuestos por el ruso Iván Pavlov, así como en los
estudios sobre el aprendizaje realizados por Thorndike.
Cognitivismo
Esta teoría considera que la psicología es la actividad mental que
ofrece la posibilidad de buscar, elaborar, transformar, almacenar y
reproducir la información que proviene del medio ambiente o del interior
del sujeto para poder reformar las acciones llevadas a cabo por los
individuos.
Humanismo
La psicología humanista aparece a mediados de los años 60, es la
contraparte del psicoanálisis y del conductismo y sus principales
exponentes son Abraham Maslow, Carl Rogers y Erich Fromm. Esta
corriente, introduce en la práctica terapéutica el crecimiento
personal, la creatividad, la autorrealización, el amor y la afectividad.
Maslow considera que todos los seres humanos son bondadosos, lo cual
les conduce a buscar corregir los desórdenes que les provocan ciertas
patologías, mediante la autorrealización, también expone que una
persona puede alcanzar dicho estado mediante la satisfacción de las
necesidades básicas que él estima fundamentales (salud física,
seguridad, afecto, autoestima, logro intelectual y estética). Su método se
centra en el estudio de la persona sana, asegurando que el ser humano
tiende a buscar de manera constante un estado mental saludable y
armónico con el objetivo de equilibrar y mejorar su vida y sus relaciones
personales.
la psicología positiva busca que los individuos sean capaces de identificar también
sus fortalezas y lo que están haciendo bien, así como conocer los elementos positivos que
les ayudan a sacar el máximo partido a su vida a través de aspectos como el
agradecimiento, la curiosidad o el amor.
Considero esto un reto para los psicólogos ya que, como lo hemos hablado
en blogs anteriores, los psicólogos pueden pasar un promedio de 10.8 meses
desempleados desde el momento de su egreso de la universidad, sumado ahora
a una sociedad que prefiere asistir a eventos de coaching espiritual y sesiones
de constelaciones familiares, el campo de acción cada vez se cierra más
Ciencia
En esencia, los positivistas lógicos formularon distintas versiones del principio de verificación. El
objetivo era determinar un criterio que permitiera distinguir el carácter científico de un enunciado,
así como un criterio de demarcación entre enunciados con significado y enunciados sin significado.
Se trata de dos cuestiones complementarias que quedan resumidas en la afirmación: «el significado
de una proposición consiste en su método de verificación»
Resumen #5
Las paradojas habitan por doquier una vez que uno comienza a mirar
filosóficamente al mundo. La paradoja de la creatividad, por ejemplo: ¿cómo es
posible la creación? Porque lo nuevo ha de nacer de lo viejo. Hacer, pensar
cosas nuevas implica usar los viejos materiales e ideas para que ocurra algo
que no estaba antes en el universo. ¿Cómo puede nacer lo original de lo
caduco? No sorprende que haya mucha gente que sostenga que no hay
creatividad sino recombinación. Y sin embargo la creatividad es hoy día una
especie de imperativo categórico ("innovación", se llama ahora). Muchos se
han ocupado de esta paradoja
El concepto de sujeto ha sido en la historia de la filosofía occidental un concepto central, un eje medular para la configuración de diversos proyectos ético-políticos y de ontologías, un espejo en el que se ha cifrado la imagen que, en cada época histórica, el ser humano construye de sí mismo. Estas diversas concepciones han determinado las prácticas y condicionado las producciones humanas en todos los niveles. Entre ellas, el ejercicio del quehacer científico y la reflexión teórica sobre aquel se han encontrado y continúan indiscutiblemente ligados a una posición filosófica sobre el sujeto, a una consideración ontológica, ética, política sobre los individuos. La posibilidad de abordar la ciencia como un objeto de estudio, de elaborar diversas perspectivas epistemológicas que nos permitan continuar pensando dicha praxis, estará,
entonces, vinculada a una noción de sujeto en función de la cual se estructuran los lineamientos para concebir aquel agente que se postula como el que la produce y reproduce.
La llamada tradición positivista o cientificista, que se ha posicionado de forma dominante en el campo de la epistemología, despliega una definición de la práctica científica que presenta fuertes filiaciones, vinculaciones, con una concepción de la subjetividad instaurada en la Modernidad, especialmente en la filosofía de René Descartes. En efecto, el comienzo del período moderno puede ser considerado un momento de refundación del saber en el seno del desarrollo filosófico de occidente, representa una instancia de fuerte cuestionamiento respecto de la tradición precedente que tiene como resultado el surgimiento de nuevas formas de concebir el mundo que habitamos y a nosotros mismos. Reflexiones que, en tanto tales, se vuelven una referencia ineludible, aun desde nuestro presente, por su valor especulativo y humano.
En esta línea, la apuesta cartesiana por una consideración sobre los sujetos en su esencia, en su carácter de fundamento, a partir de los confines de su propia conciencia, de su actividad de pensar, puede considerarse como un despunte de la reflexión fenomenológica, de una teoría de la subjetividad que representa una referencia insoslayable para toda la intelectualidad occidental posterior. Y parte de esas categorías propias de la metafísica cartesiana, también de su gnoseología, se encuentran presentes en la concepción positivista de la ciencia, la atraviesan y operan como una estructura conceptual constitutiva de su definición del sujeto. La operación de aquellos supuestos filosóficos contribuye a sostener su consideración sobre la ciencia como un tipo de conocimiento verdadero, alumbrado a partir de un método en el que
la matemática y la lógica ocupan un lugar central, al que accede un sujeto solipsista, aislado de cualquier posible influencia, extraído de un supuesto mundo exterior, despojado de sus compromisos intelectuales, afectivos, sociales, p
El concepto de sujeto ha sido en la historia de la filosofía occidental un concepto central, un eje medular para la configuración de diversos proyectos ético-políticos y de ontologías, un espejo en el que se ha cifrado la imagen que, en cada época histórica, el ser humano construye de sí mismo. Estas diversas concepciones han determinado las prácticas y condicionado las producciones humanas en todos los niveles. Entre ellas, el ejercicio del quehacer científico y la reflexión teórica sobre aquel se han encontrado y continúan indiscutiblemente ligados a una posición filosófica sobre el sujeto, a una consideración ontológica, ética, política sobre los individuos. La posibilidad de abordar la ciencia como un objeto de estudio, de elaborar diversas perspectivas epistemológicas que nos permitan continuar pensando dicha praxis, estará,
entonces, vinculada a una noción de sujeto en función de la cual se estructuran los lineamientos para concebir aquel agente que se postula como el que la produce y reproduce.
La llamada tradición positivista o cientificista, que se ha posicionado de forma dominante en el campo de la epistemología, despliega una definición de la práctica científica que presenta fuertes filiaciones, vinculaciones, con una concepción de la subjetividad instaurada en la Modernidad, especialmente en la filosofía de René Descartes. En efecto, el comienzo del período moderno puede ser considerado un momento de refundación del saber en el seno del desarrollo filosófico de occidente, representa una instancia de fuerte cuestionamiento respecto de la tradición precedente que tiene como resultado el surgimiento de nuevas formas de concebir el mundo que habitamos y a nosotros mismos. Reflexiones que, en tanto tales, se vuelven una referencia ineludible, aun desde nuestro presente, por su valor especulativo y humano.
En esta línea, la apuesta cartesiana por una consideración sobre los sujetos en su esencia, en su carácter de fundamento, a partir de los confines de su propia conciencia, de su actividad de pensar, puede considerarse como un despunte de la reflexión fenomenológica, de una teoría de la subjetividad que representa una referencia insoslayable para toda la intelectualidad occidental posterior. Y parte de esas categorías propias de la metafísica cartesiana, también de su gnoseología, se encuentran presentes en la concepción positivista de la ciencia, la atraviesan y operan como una estructura conceptual constitutiva de su definición del sujeto. La operación de aquellos supuestos filosóficos contribuye a sostener su consideración sobre la ciencia como un tipo de conocimiento verdadero, alumbrado a partir de un método en el que
la matemática y la lógica ocupan un lugar central, al que accede un sujeto solipsista, aislado de cualquier posible influencia, extraído de un supuesto mundo exterior, despojado de sus compromisos intelectuales, afectivos, sociales, políticos e incluso éticos.
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El concepto de sujeto ha sido en la historia de la filosofía occidental un concepto central, un eje medular para la configuración de diversos proyectos ético-políticos y de ontologías, un espejo en el que se ha cifrado la imagen que, en cada época histórica, el ser humano construye de sí mismo. Estas diversas concepciones han determinado las prácticas y condicionado las producciones humanas en todos los niveles. Entre ellas, el ejercicio del quehacer científico y la reflexión teórica sobre aquel se han encontrado y continúan indiscutiblemente ligados a una posición filosófica sobre el sujeto, a una consideración ontológica, ética, política sobre los individuos. La posibilidad de abordar la ciencia como un objeto de estudio, de elaborar diversas perspectivas epistemológicas que nos permitan continuar pensando dicha praxis, estará,
entonces, vinculada a una noción de sujeto en función de la cual se estructuran los lineamientos para concebir aquel agente que se postula como el que la produce y reproduce.
La llamada tradición positivista o cientificista, que se ha posicionado de forma dominante en el campo de la epistemología, despliega una definición de la práctica científica que presenta fuertes filiaciones, vinculaciones, con una concepción de la subjetividad instaurada en la Modernidad, especialmente en la filosofía de René Descartes. En efecto, el comienzo del período moderno puede ser considerado un momento de refundación del saber en el seno del desarrollo filosófico de occidente, representa una instancia de fuerte cuestionamiento respecto de la tradición precedente que tiene como resultado el surgimiento de nuevas formas de concebir el mundo que habitamos y a nosotros mismos. Reflexiones que, en tanto tales, se vuelven una referencia ineludible, aun desde nuestro presente, por su valor especulativo y humano.
En esta línea, la apuesta cartesiana por una consideración sobre los sujetos en su esencia, en su carácter de fundamento, a partir de los confines de su propia conciencia, de su actividad de pensar, puede considerarse como un despunte de la reflexión fenomenológica, de una teoría de la subjetividad que representa una referencia insoslayable para toda la intelectualidad occidental posterior. Y parte de esas categorías propias de la metafísica cartesiana, también de su gnoseología, se encuentran presentes en la concepción positivista de la ciencia, la atraviesan y operan como una estructura conceptual constitutiva de su definición del sujeto. La operación de aquellos supuestos filosóficos contribuye a sostener su consideración sobre la ciencia como un tipo de conocimiento verdadero, alumbrado a partir de un método en el que
la matemática y la lógica ocupan un lugar central, al que accede un sujeto solipsista, aislado de cualquier posible influencia, extraído de un supuesto mundo exterior, despojado de sus compromisos intelectuales, afectivos, sociales, políticos e incluso éticos.
El concepto de sujeto ha sido en la historia de la filosofía occidental un concepto central, un eje medular para la configuración de diversos proyectos ético-políticos y de ontologías, un espejo en el que se ha cifrado la imagen que, en cada época histórica, el ser humano construye de sí mismo. Estas diversas concepciones han determinado las prácticas y condicionado las producciones humanas en todos los niveles. Entre ellas, el ejercicio del quehacer científico y la reflexión teórica sobre aquel se han encontrado y continúan indiscutiblemente ligados a una posición filosófica sobre el sujeto, a una consideración ontológica, ética, política sobre los individuos. La posibilidad de abordar la ciencia como un objeto de estudio, de elaborar diversas perspectivas epistemológicas que nos permitan continuar pensando dicha praxis, estará,
la produce y reproduce.
La llamada tradición positivista o cientificista, que se ha posicionado de forma dominante en el campo de la epistemología, despliega una definición de la práctica científica que presenta fuertes filiaciones, vinculaciones, con una concepción de la subjetividad instaurada en la Modernidad, especialmente en la filosofía de René Descartes. En efecto, el comienzo del período moderno puede ser considerado un momento de refundación del saber en el seno del desarrollo filosófico de occidente, representa una instancia de fuerte cuestionamiento respecto de la tradición precedente que tiene como resultado el surgimiento de nuevas formas de concebir el mundo que habitamos y a nosotros mismos. Reflexiones que, en tanto tales, se vuelven una referencia ineludible, aun desde nuestro presente, por su valor especulativo y humano.
pseudopsicologías
A lo largo de los años se han desarrollado otras teorías denominadas
“psicologías alternativas” o pseudopsicologías, que rechazan, por lo general, el
método científico basado en la experimentación y tratan de hacerse pasar por
ciencias. Podemos destacar las siguientes: