Lectura 4 - Concepciones Del Derecho (Jori y Pintore)
Lectura 4 - Concepciones Del Derecho (Jori y Pintore)
Lectura 4 - Concepciones Del Derecho (Jori y Pintore)
1. Nociones y problemas
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que el Derecho es norma, sobre la base de una particular concepción del
conocimiento y de la ciencia jurídica, un defensor de la teoría institucional
podrá estar movido por particulares concepciones de los valores que el
Derecho debería, en todo caso, satisfacer. También por esto, la discusión
filosófica de este tipo de concepciones del Derecho corre el riesgo de
permanecer en un terreno algo incierto hasta que sus tesis individuales no sean
identificadas de alguna manera.
2. Iusnaturalismo
Sea también dicho que algunas concepciones del Derecho niegan de ser
iusnaturalistas, pero son consideradas como tales por sus críticos: en esta
acepción, el término es usado como una acusación, sea para criticar una
aproximación que se considera ilícitamente valorativa con respecto al Derecho,
por ejemplo, porque intenta subrepticiamente esconder las propias
valoraciones (éticas, políticas) en una descripción aparentemente neutral del
Derecho; sea para criticar que pretende ilegítimamente hacer creer que las
propias ideas valorativas son objetivamente válidas; según algunos, cualquier
pretensión de este género será siempre inválida, porque no existirían valores
objetivamente válidos (ver: JUSTICIA).
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En las formas más extremas y más claras del iusnaturalismo (que,
quizás, existen como simplificaciones didácticas o como blanco para
polemizar), el derecho natural es un conjunto de normas siempre y
absolutamente justas, objetivamente existentes como tales,
independientemente del hecho de ser aceptadas por alguien, e
independientemente de su aceptación o recepción por parte de algún derecho
positivo. En este sentido, el derecho natural es obviamente una parte de la
moral, aquí considerada como absoluta y eterna, aquella moral que concierne
al campo de las acciones jurídicas.
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En todo caso, en tiempos modernos, la naturaleza a la que el
iusnaturalismo hace mayor referencia es la naturaleza racional del se humano;
entonces, en este caso, derecho natural quiere decir derecho racional, que ha
demostrado ser justo de modo objetivo a la razón humana. Es obvio que esta
precisión deja todavía mucho espacio a grandes diferencias e incertidumbres.
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son precisamente meros hechos: así, la necesidad de certeza puede no llegar
nunca a ser satisfecha; y la variedad de la historia moral puede ser interpretada
como la historia del acercamiento a la verdad objetiva.
3. Imperativismo
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autosuficiente y autónoma se trata, en realidad, de un componente (del
componente principal) de concepciones jurídicas más amplias. Este ha
caracterizado las versiones del positivismo del siglo XIX (ver: Positivismo
jurídico, en esta voz), y ha tenido su formulación más clásica por parte de John
Austin (1790 – 1859), filósofo y jurista inglés, autor de La determinación del
campo de la teoría del derecho (1832) y Lecciones de teoría del derecho o bien
filosofía del derecho positivo (1861 – 1863), recogida póstumamente y que
comprende también a la primera obra.
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¿cómo pueden ser éstas consideradas como mandatos dados al titular del
poder o del permiso? En este caso, el carácter sancionatorio (y por tanto
imperativo) de muchas partes del Derecho deviene en problemático. Incluso, en
el marco de la teoría imperativista, podría dudarse del carácter imperativo y, por
tanto, efectivamente jurídico, de importantes normas que imponen deberes mas
no parecen estar dotadas de sanciones coactivas, por ejemplo, muchas normas
dirigidas a los órganos supremos de los Estados.
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integran y de su voluntad personal, sujeto él mismo a reglas o normas jurídicas
de tipo impersonal (Ver: NORMA JURÍDICA) y, por ello, tanto mandatario como
mandante. En realidad, el legislador no es siquiera un verdadero y propio
mandante, desde el momento que emite prescripciones impersonales, que
deberán ser interpretadas y aplicadas por terceros.
4. Positivismo jurídico
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y discusiones entre los distintos tipos de positivismo jurídico. Además, ayuda
recordar, también en este caso, que una parte considerable del sentido del
positivismo jurídico se hace más clara en contraste con otras concepciones
distintas del Derecho (ver: CONCEPTO DE DERECHO).
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podría alcanzar a superar la vaguedad o las lagunas del Derecho (Ver:
INTERPRETACIÓN) y, por tanto, donde el intérprete está forzado a realizar
elecciones prácticas dentro del marco provisto por el Derecho cierto y claro.
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domina en cada comunidad política. Esto explica por qué el primer
iuspositivismo (Ver, en esta voz: Imperativismo), en la descripción del derecho
positivo, le dio una importancia central a la ley como el trámite a través del
cual, mediante mandatos, se manifestaba la voluntad del soberano político. En
un Estado moderno el soberano político puede ser fácilmente identificado con
el órgano legislativo: ello implica una cierta complicación porque, generalmente,
la función legislativa no es ejercida solamente por el parlamento, pues requiere
la colaboración de otros órganos constitucionales (típicamente, la del Jefe del
Estado). Cuando, en la teoría iuspositivista, el legislador puede ser considerado
como el soberano, la persona colectiva cuyo mandato es Derecho, entonces, la
voluntad del soberano se identifica con la voluntad del legislador (un concepto
muy usado, con notable soltura, por los juristas iuspositivistas). El
imperativismo tiende a identificarse con el legalismo, en la versión que
sostiene la reducción de todo el Derecho a la ley (Ver: Legalismo, en la voz
DERECHO Y ESTADO).
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estatalismo, la teoría de la plenitud, de la coherencia, de la interpretación
mecánica (en síntesis: todo el derecho es ley, y proviene del Estado).
Las leyes estatales resultan ser, por tanto, sólo un tipo de norma jurídica
(Ver: NORMA JURÍDICA); son normas jurídicas también las normas superiores a las
leyes (Constitución) e inferiores (reglamentos, sentencias, contratos); en
ordenamientos “primitivos” pueden ser normas jurídicas también normas de
origen no estatal, en primer lugar, las derivadas de la costumbre. La
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interpretación es considerada en la teoría pura del Derecho como una actividad
sólo en parte cognoscitiva, de conocimiento y descripción de los significados
que poseen las normas, y en parte también creativa, por lo que concierne a la
elección de aplicar la norma general y abstracta en un modo antes que en otro,
en el área de vaguedad que toda norma general y abstracta deja
inevitablemente a la discrecionalidad del intérprete (Ver: INTERPRETACIÓN).
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Esta sofisticada y madura versión del iuspositivismo también ha sido
objeto de críticas radicales: se ha observado, en sustancia, que también en el
iuspositivismo maduro se encontrarían siempre asociados dos elementos
incompatibles, uno científico y otro ideológico, este último escondido e
incorrectamente valorativo. Según el primero, el Derecho es considerado como
hecho (normas socialmente efectivas), según el segundo, es considerado
normativamente (normas socialmente efectivas). Por tanto, se ha sostenido que
el iuspositivismo debería dividirse a partir de estos elementos incompatibles:
uno de ellos, la exigencia de hacer una ciencia de los hechos fácticos, debería
ser reconducido a la sociología del derecho; el otro (normativismo) debería
admitir ser una ideología política favorable a las normas efectivas, una
ideología conformista.
Por ello, hoy podemos hablar con una cierta seguridad de iuspostivismo
cuando están presentes sus dos aspectos más importantes: una aproximación
ideológico-política y una científica. La actitud ideológico-política se funda sobre
una concepción sólo instrumental del Derecho, visto como medio de control
social mediante la coacción, distribuida mediante normas generales y
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abstractas, para algún fin o valor que la sociedad que se pongan las personas
o clases dominantes. La parte científica es considerada subsidiaria a la parte
valorativa y a la práctica iuspositivista del Derecho. Sin embargo, ello no
significa que sea menos importante; al contrario. En efecto, sólo si es posible
describir de un modo no creativo, al menos en alguna medida, las normas
generales y abstractas, transmitiendo su contenido sin intervenciones
normativas ulteriores por parte de quien describe, sólo en este caso tiene
sentido la aproximación ético-política del iuspositivista.
5. Realismo jurídico
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Todas las concepciones ahora mencionadas tienen en común, más allá
de su atención por la efectividad, su oposición al formalismo y al legalismo,
presentes, sobre todo, en el positivismo jurídico (Ver: FORMALISMO JURÍDICO).
Todas las concepciones “realistas” proponen una lista más amplia de las
fuentes del Derecho que la aceptada por los juristas positivos contemporáneos:
el derecho positivo debería comprender también a las costumbres sociales, las
reglamentaciones derivadas de los intereses protegidos y similares.
Se podría pensar que esta concepción del Derecho es, sin duda, más
científica que la difundida entre los juristas positivos y la iuspositivista, porque
considera más hechos, porque está mayormente atenta a la sociedad y a las
concretas situaciones sociales. En realidad, para algunos de estos iusrealistas,
se trata más bien de una distinta valoración ético-política en los límites del
Derecho y no de una distinta descripción científico-factual; se considera
oportuno que el Derecho sea definido de tal modo que incluya también ciertas
normas efectivas, que la concepción tradicional y la iuspositivista tienden a
considerar como no jurídicas. Cualquier valoración, positiva o negativa, que se
de en este tipo de realismo jurídico hace que no pueda ser considerado como
ciencia. Algunos denominan jurisprudencia sociológica a esta rama del
realismo jurídico con fuertes componentes ético-políticos, para distinguirlo de la
sociología del derecho, la ciencia empírico-factual del Derecho.
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propio, que, para ellos, es aquello que incide directamente sobre los
comportamientos, es decir, sobre todo, las decisiones de los jueces. Los
segundos, en su mayoría, sostienen que las normas pueden ser útilmente
desatendidas a favor de investigaciones sobre hechos más directamente
influyentes, como las tendencias jurisprudenciales.
En todo caso, todos los realistas tienden a una concepción más bien
escéptica de la interpretación jurídica; en efecto, ellos subrayan la ineliminable
indeterminación de las normas generales y abstractas y la naturaleza al menos
parcialmente creativa de su aplicación a los casos concretos. La medida de
este escepticismo tiene importantes conexiones con la posibilidad, para el
iusrealismo, de ser o no normativista.
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porque el Derecho prescribe comportamientos que puede, secundariamente,
servir para predecirlos. Por esto, el iusrealista se revela, paradójicamente,
como poco realista hacia el efectivo funcionamiento del Derecho. En
consecuencia, los más coherentes entre los iusrealistas parecen admitir la
naturaleza significante del leguaje jurídico, como un tipo de lenguaje
prescriptivo de comportamientos (Ver: Lenguaje jurídico, en la voz SEMIÓTICA
JURÍDICA).
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Los más típicos exponentes de la corriente norteamericana del realismo
jurídico en este sentido estricto son Jerome Frank (1889 – 1957), autor de El
derecho y la mente moderna (1930) y Karl L. Llewellyn (1893 – 1962), autor de
El arbusto de la zarza (1930) y Un poco de realismo sobre realismo. Respuesta
a Pound (1931). En particular Llewellyn formula claramente las ideas
fundamentales del realismo; niega la capacidad de las normas jurídicas
generales y abstractas para determinar significativamente las acciones
jurídicas, en especial, de decidir los procesos; sostiene que la jurisprudencia
científica debe limitarse a intentar predecir el comportamiento de las cortes y
alimenta ideas extremadamente escépticas sobre la interpretación, que
siempre tendría elementos de creatividad escondidos pero decisivos (Ver:
INTERPRETACIÓN, y SEMIÓTICA JURÍDICA). Finalmente, Llewellyn tiene en común con
los demás realistas el interés por aquello que concierne a la efectividad de las
normas, interés que a menudo lleva a los realistas a ocuparse mucho de
sociología de la actividad judicial, pero en el caso de Llewellyn se extiende
hasta la antropología del Derecho; en efecto, de este autor cuenta, en
colaboración con E.A.Hoebel, la obra Al modo de los cheyenes: conflicto y
case law en la jurisprudencia primitiva (1941).
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En lo que respecta a la crítica al discurso jurídico (Ver: Lenguaje jurídico,
en la voz SEMIÓTICA JURÍDICA), según los iusrealistas, el discurso jurídico debería
ser purgado de lo que consideran verdaderos y propios desechos del
pensamiento mágico e irracional: los términos que no hacen referencia al
mundo de los hechos y, por tanto, que carecen de significado como “derecho
subjetivo”, “poder jurídico”, “efecto jurídico”, “persona jurídica” y “capacidad
jurídica”. Estos términos carentes de referente empírico estarían dotados de
una función exclusivamente ilusoria y persuasiva: la gente cree en la realidad
de las entidades jurídicas en cuestión, y se comporta en consecuencia; cree,
por ejemplo, que el derecho del propietario, o el poder del monarca son una
fuerza real que debe respetarse a sus presuntos detentores.
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jurídica, en la voz JURISPRUDENCIA). La tesis filosófica del empirismo es, por
tanto, un elemento fundamental de esta concepción del Derecho.
Con Olivecrona y con Ross, pero sobre todo con este último, que fue
también alumno de Kelsen, el realismo jurídico enfrenta algunos de los
problemas fundamentales de la teoría jurídica contemporánea, también
abordados por Kelsen; sobre todo, la separación de la cuestión de la justicia de
la identificación y descripción del Derecho, y la pretensión de autonomía del
pensamiento jurídico de los juristas positivos respecto a elecciones filosóficas
o, en general, extra jurídicas.
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vinculantes en las cortes. Por lo demás, el análisis de Ross de los
ordenamientos jurídicos normativos tiene mucha influencia de Kelsen. En
efecto, Ross está de acuerdo con Kelsen en el hecho que las normas de
competencia son reducibles a normas de conducta, y que las normas jurídicas
verdaderas y propias son solo aquellas que disciplinan los comportamientos
humanos observables (Ver: NORMA JURÍDICA).
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Y en una dirección decididamente política se mueve la mayor parte de
las corrientes anti – formalistas del pensamiento jurídico contemporáneo;
especialmente la escuela del Derecho libre. Ella sostiene que junto al Derecho
estatal existe un Derecho de igual o mayor importancia, conformado de
costumbres y normas efectivas, aunque no estén formalmente emitidas (Ver:
Efectividad, en la voz ORDENAMIENTO JURÍDICO). Es evidente que esta tesis no debe
ser considerada solamente descriptiva, sino también prescriptiva, con la
exhortación a los juristas y sobre todo a los jueces, de tener en cuenta estas
normas en sus decisiones. Se trata de un movimiento cultural de reacción a las
codificaciones y a su pretensión de plenitud (Ver: Lagunas, en la voz
INTEPRETACIÓN) y a la cultura jurídica que las acompaña (Ver: Dogmática jurídica,
en la voz JURISPRUDENCIA).
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que, también ellas, son Derecho (Ver: Fuentes del derecho, en la voz
ORDENAMIENTO JURÍDICO).
Como se ve, los aspectos más típicos e importantes del movimiento del
derecho libre son el rechazo de algunas posiciones propias del positivismo
jurídico: en particular, el iusrealista rechaza el estatalismo (la tesis que todo
Derecho es de origen estatal), rechaza también el principio de la supremacía
de la ley (estatal) sobre otras fuentes del Derecho, la tesis que los
ordenamientos legislativos no contienen lagunas (Ver: ORDENAMIENTO JURÍDICO), la
teoría de la interpretación como mera descripción y aplicación de la ley (Ver:
INTERPRETACIÓN).
5.3. Institucionalismo
Esta teoría ha sido elaborada sobre todo en Francia por Maurice Hauriou
(1856 – 1929), autor de la obra: Teoría de la institución y de la fundación
(1925); y, en Italia, por el jurista de Derecho público Santi Romano (1875 –
1947), cuya principal obra de teoría general es El ordenamiento jurídico (1917).
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escrito, cabe preguntarse ¿qué criterios y qué normas permiten distinguir la
costumbre jurídica y la necesidad jurídica del magma de las costumbres y las
fuerzas sociales, que son todas necesarias, cuándo prevalecen y hasta donde
prevalecen?
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invierten de algún modo el sentido de esta noción, sosteniendo que ciertas
relaciones sociales son intrínsecamente normativas y jurídicas, y producen su
propia relación jurídica. Por tanto, para estas concepciones, la relación jurídica
es el centro del Derecho, el elemento por el que es necesario comenzar para
explicarlo.
6. Normativismo
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será necesario encontrar un criterio para distinguir las normas jurídicas de las
demás normas (Ver: CONCEPTO DE DERECHO, y norma y ordenamiento jurídico en
la voz NORMA JURÍDICA).
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estas diferentes concepciones se derivan distintas teorías de la interpretación
(Ver: SEMIÓTICA JURÍDICA).
7. Marxismo y derecho
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movimiento dialéctico, la verdadera realidad, constituida precisamente por el
hombre a partir de los sistemas de relaciones de producción de los bienes, que
son la estructura de la sociedad. Así, la filosofía de Marx se autodenomina
materialismo, no en el sentido filosófico más difundido y, mucho menos, en el
sentido vulgar de la palabra, sino en un sentido hegeliano; quizá sería más
claro hablar de economicismo. Los demás factores sociales no son
determinantes para el materialista (en este sentido); son sólo una parte de la
sobreestructura, realidad derivada y dependiente.
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Así, para Marx nacerá después el (¿breve?) intermedio del socialismo, la
sociedad comunista sin explotación, sin clases y sin falsas representaciones,
como la idea de justicia (Ver: Ideología, en la voz JUSTICIA).
Se entiende, por tanto, que más que una teoría marxista del Derecho
hoy se tiende a hablar de distintas teorías marxistas del Derecho, distintas
entre ellas bajo muchos aspectos importantes. El elemento que parece
vincularlas es la visión del Derecho como producto de una sociedad dividida en
clases sociales antagónicas; ello sería empleado (a menudo, si no siempre) por
la clase dominante como instrumento para consolidar y proteger el propio
dominio sobre las clases sometidas. En este marco, el Derecho no es un
elemento autónomamente decisivo en la lucha de clases; como se ha dicho, es
considerado un elemento de la sobreestructura que está determinada por los
factores fundamentales de la realidad social: los económicos. La
sobreestructura, es decir, el dominio ideológico (político, cultural y jurídico), se
limitaría a reforzar el dominio económico sobre los medios de producción, el
único esencial y definitivo: puede modificar la dinámica social fundamental,
pero no subvertirla. Por tanto, las características del derecho de cualquier
sociedad deberá reflejar su estructura, que siempre es una estructura
económica. Nuestro derecho occidental moderno, según esta concepción, es el
derecho de una sociedad capitalista.
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finalmente desaparecer porque habría desaparecido la explotación y las clases
sociales a las que el derecho es funcional.
Llegamos así a los juristas y teóricos del derecho soviético (del siglo
XX): Nikolaj Lenin, seudónimo de quien es por todos conocido, Vladimir Il’ic
Ul’janov (1870 – 1924), autor de Estado y revolución (1917); Pëter I. Stucka
(1865 – 1932), autor de La función revolucionaria del Derecho del Estado
(1921); Evgenij B. Pasukanis (1891 – 1937?), desaparecido en una de las
purgas estalinistas, es quizá el teórico de mayor valor en el pensamiento
jurídico soviético y autor de varias obras, entre ellas, Teoría general del
Derecho y marxismo (1924).
Otro límite de la filosofía jurídica marxista proviene del hecho que en los
temas específicos que hoy son comúnmente destacados por una teoría del
derecho (Ver: TEORÍA GENERAL DEL DERECHO), el pensamiento marxista y marxiano,
no ha aportado contribuciones significativas. Esta relativa falta de compromiso
y resultados puede ser explicada de varios modos, pero seguramente ha sido
determinante la visión marxista y marxiana del Derecho como momento de la
sobreestructura política, como “apéndice” del aspecto fundamental económico
(estructura).
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Así, las aproximaciones marxistas han intentado explicar el Derecho
solamente como un momento de una interpretación más amplia de la sociedad:
se ha creado así una situación algo extraña para algunos. De un lado, sobre el
plano de la teoría del Derecho, es difícil realizar una comparación entre
soluciones y contribuciones marxistas y no marxistas: en efecto, no se tienen
distintas soluciones a problemas comunes, sino una diversidad de problemas
considerados teóricamente relevantes. De otro lado, los juristas positivos
marxistas frecuentemente optan por emplear conceptos que provienen de las
teorías no marxistas del Derecho, sugiriendo la idea que, respecto a esta
discusión, el marxismo nada dice porque no tiene nada que decir.
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