Teología Pastoral

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8/8/2017 TEOLOGÍA PASTORAL

TEOLOGÍA PASTORAL
NDC

SUMARIO: !. Fundamentación bíblica de la teología pastoral. II. Historia de la


acción pastoral en la Iglesia. III. Surgimiento y evolución de la teología pastoral:
1. En la teología católica: 2. En la teología protestante; 3. Evolución actual; 4.
Aportaciones últimas. IV. El carácter propio de la teología pastoral: 1. La
reflexión teológica; 2. La acción pastoral como praxis; 3. Características propias
de la acción pastoral. V. Fundamentación eclesiológica de la acción pastoral. VI.
Niveles en la acción pastoral. VII. Los retos de la teología pastoral hoy.
Conclusión: la dimensión crítica de la teología pastoral.

A primera vista, definir la teología pastoral puede parecer difícil, tanto por lo que
es en sí misma como por la evolución que ha tenido desde los comienzos de los
estudios teológicos, y especialmente en los dos últimos siglos. El término
pastoral está presente en muchos aspectos de la vida eclesial y, en
consecuencia, desborda el ámbito de la teología. No faltan los que aplican el
término pastoral a un determinado enfoque con que tratan las distintas materias
teológicas; en este caso la teología pastoral no tendría estatuto científico y no
sería considerada como disciplina teológica.

La teología pastoral no ha evolucionado tan claramente como la teología


sistemática y la teología histórica. Sigue luchando para mantener el difícil
equilibrio entre teoría y praxis; si en el pasado predominó el aspecto pragmático
de la teología pastoral, en el presente se han dado pasos significativos para
precisar la especificidad de la teología pastoral. Ante este panorama, urge la
definición precisa de lo que entendemos por pastoral. Para que un saber se
constituya como ciencia debe tener muy claros sus objetivos, su finalidad y la
metodología que le es propia.

Desde el primer momento tenemos que decir que el ser y el hacer, lo teórico y lo
práctico, no sólo no se oponen, sino que se implican mutuamente. Toda acción
eclesial comporta un elemento reflexivo que no se puede separar de la acción
misma; la reflexión teológica sobre la acción de la Iglesia es el contenido propio
de la teología pastoral. Además, la teología pastoral emplea la razón práctica
como mediación de la reflexión, pues parte de la realidad existente para llegar a
la realidad tal y como debería ser, según la propuesta evangélica. En este
sentido, es teología inductiva y necesita necesariamente de la ayuda de las
ciencias humanas.

I. Fundamentación bíblica de la teología pastoral

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El término pastor y pastoreo tiene base bíblica, tanto en el Antiguo como en el


Nuevo Testamento. Han sido los estudios bíblicos los que han renovado
significativamente la vida de la Iglesia, el quehacer teológico y la enseñanza de
la teología. La historia de Israel se presenta con frecuencia con la imagen del
rebaño reunido por Dios como buen pastor1, que libera al pueblo de la
esclavitud y lo conduce a la tierra prometida con reiterados cuidados, con
paciencia y amor (cf Sal 78,52-55; Éx 15,13; Is 40,1). Desde esta misma óptica
se interpreta el regreso del exilio de Babilonia y la restauración del pueblo (cf
Zac 10,8-12; Is 49,1-26; Miq 2,12).

La palabra pastor también se aplica a aquellos que deben guiar y proteger al


pueblo. La referencia para valorar el ejercicio del pastoreo es el modo como
Dios ha cuidado a su pueblo. El Mesías esperado se presenta también como el
pastor que ha de realizar la salvación plena y definitiva. Cristo se encuentra con
un pueblo dominado, infiel y desorientado «como ovejas sin pastor» (Mc 6,34;
Mt 9,36). El evangelio de Juan presenta a Jesús como el buen pastor que
conoce a su rebaño y que da la vida por sus ovejas (Jn 10,1-18); por la entrega
del pastor los hijos dispersos serán reunidos (l Pe 2,25) y se irá formando un
solo rebaño bajo un solo pastor (Jn 10,16).

a) La praxis pastoral de Jesús recogida en los evangelios es la referencia


obligada de la pastoral de la Iglesia. Jesús de Nazaret aparece como profeta
escatológico que anuncia el reino de Dios2; como profeta es tenido por el
pueblo (cf Mc 6,15; Mt 21,11; Lc 7,16; Jn 4,19; 7,40). «Es profeta porque, con
una fidelidad absoluta a su misión y con una libertad sin compromisos, anuncia
las exigencias radicales de Dios, con plena lucidez sobre los acontecimientos
individuales y sociales»3. El núcleo de la predicación de Jesús es el anuncio del
reinado de Dios y la llamada apremiante a la conversión para que el tipo de vida
que propone sea posible. Los protagonistas del Reino son los pobres, los
excluidos, los oprimidos y los que padecen (Mt 5,1-11). Jesús manifiesta con
sus acciones liberadoras que el Reino está presente y que acaece por medio de
su persona; al mismo tiempo, habla de que el Reino se realizará plenamente en
el futuro, cuando toda injusticia sea superada (Lc 17,26-30; Mt 11,5). El reino de
Dios es una denominación teológica de la sociedad alternativa que Jesús
propone a la humanidad4.

Jesús une a los apóstoles a su misión, y después de la resurrección les


encomienda la tarea de apacentar desde el amor y la entrega (Jn 21,15-17). La
misma fidelidad que Jesús ha tenido a la voluntad del Padre es la que los
apóstoles deben tener cuando reciben el mandato misionero. Toda la Iglesia
como pueblo de Dios, misterio de comunión y sacramento de salvación para el
mundo, está llamada a continuar la acción de Cristo.

Lo nuclear en la misión de Jesús es el anuncio del Reino como manifestación


plena, gratuita y definitiva de Dios en la historia, que se consumará en la
plenitud escatológica. La persona, la vida y las acciones de Jesús son la
mediación necesaria para entender y vivir el Reino. La muerte y la resurrección
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de Jesucristo manifiestan el carácter decisivo de la acción salvífica de Dios, que


va más allá de los límites históricos y da al acontecimiento de Jesús de Nazaret
un carácter definitivo y universal (Mt 18,15-20).

Jesús llama personalmente e invita al seguimiento; los que siguen a Jesús


forman una comunidad. Estando con Jesús y en la comunidad que él forma
aprenden a actuar como el Maestro. Jesús llama a Dios Abbá y nos propone
una nueva relación con él. «El mensaje central del Nuevo Testamento es, a la
vez, la revelación del corazón paternal de Dios y la revelación de la exigencia de
que vivamos como hermanos: sólo cuando se asumen a la vez estos dos
aspectos, la revelación se hace humanizadora y liberadora; de otro modo podría
ser más bien alienante»5. Las acciones más significativas que Jesús hace son
los gestos sanadores, el perdón de los pecados y las comidas fraternas. De este
modo Jesús nos revela la misericordia entrañable del Padre, nos libera del mal y
del pecado, nos devuelve la esperanza y nos propone unos nuevos valores
éticos.

b) Por el Espíritu Santo, la Iglesia que nace en Pentecostés es constituida en


cuerpo de Cristo, y Cristo actúa por medio de ella para hacer presente la
salvación en todo tiempo y lugar. Las primeras comunidades fueron conscientes
de que su razón de ser estaba en Jésucristo y en el evangelio, y de que su
misión consistía en el anuncio del kerigma, la enseñanza de los apóstoles
(didajé), la llamada a la conversión, la vida fraterna (koinonía) y la celebración
de la cena del Señor (cf He 2,42-47; 4,32-35). El contexto sociocultural y
sociorreligioso hace que, desde el principio, la acción pastoral sea diferenciada
por sus destinatarios y por la organización de las comunidades (cf He 15,1-33;
17,16-34). La misión encomendada por Cristo se vive como un itinerario de
maduración de la fe e incorporación a la comunidad cristiana, en el que
intervienen los distintos ministerios. La reflexión teológica, el ejercicio del
magisterio y el discernimiento son tres elementos íntimamente relacionados en
el ser y en el hacer de la Iglesia primitiva. Y todo esto en un contexto de
problemas internos en las comunidades, de dificultades en la evangelización del
mundo grecorromano y de persecuciones por parte de los poderes públicos. En
la Iglesia primitiva aparecen formas comunitarias distintas en unidad y
comunión; así lo atestiguan las comunidades de Jerusalén, Antioquía, Corinto,
Macedonia, Roma, Galacia, etc.

II. Historia de la acción pastoral en la Iglesia

a) La Iglesia primitiva manifestó un gran dinamismo en sus comienzos; en el


inicio del tercer siglo los cristianos eran un grupo significativo de la población del
Imperio romano. En esta época los cristianos tienen conciencia de que la Iglesia
es universal y deben situarse en relación positiva con la cultura que les toca
vivir. El catecumenado y las escuelas de catequistas fueron los dos grandes
soportes de la acción pastoral de la Iglesia en los siglos II y III6. A finales del
siglo III la Iglesia es la fuerza espiritual más significativa en el Imperio romano.
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Los laicos tienen gran protagonismo y la diferencia se establece entre creyentes


y no creyentes.

b) De la época patrística (siglos IV-VII) conservamos excelentes catequesis. A


modo de ejemplo, citamos De catechizandis rudibus de san Agustín o las
catequesis mistagógicas de Cirilo de Jerusalén. El ejercicio pastoral de los
Padres manifiesta un admirable equilibrio entre los diferentes elementos:
jerarquía y fieles, Iglesia universal e Iglesia local, el obispo de Roma y los
demás obispos, la conversión, los sacramentos, la fe y la presencia secular. El
catecumenado, que duraba una media de tres años, va quedando reducido a la
cuaresma, se empieza a generalizar el bautismo de párvulos y comienza a
hacerse la distinción entre clérigos y laicos, con todas las consecuencias que
esto ha tenido en los siglos posteriores.

c) En la época llamada de cristiandad, en la Edad media (siglos VIII-XV), el


pueblo comienza a no entender el latín, aparece una religiosidad más individual
y se refuerza el poder temporal del papado. La Iglesia se va configurando como
un elemento estructurante de la vida social. Los enemigos de la fe son los
herejes dentro de la cristiandad y los musulmanes fuera de ella; en respuesta se
organiza la Inquisición y las Cruzadas. El derecho romano va siendo acogido en
el derecho canónico. Desaparece el catecumenado, decae la catequesis y la
predicación; la piedad cristiana se articula en referencia al Cristo sufriente y lo
especulativo va ganando terreno en la reflexión teológica. Dada la situación de
hambre, pestes y precariedades que padece la humanidad, la muerte aparece
como elemento importante en la configuración de la espiritualidad cristiana, tal y
como lo manifiestan las artes del bien morir. Decrece la conciencia comunitaria
de los fieles cristianos, aparece la territorialidad como criterio pastoral y los
movimientos evangélicos que tratan de renovar la vida de la Iglesia.

d) Los siglos XVI y XVII vienen definidos pastoralmente por la influencia de la


Reforma y la Contrarreforma. Lutero defiende una eclesiología fundamentada
en la fe personal, la palabra de Dios y el sacerdocio de los fieles. El concilio de
Trento se propone hacer una revisión de la dogmática y de la pastoral; la visión
teológica de Trento influye decisivamente en el desarrollo de la eclesiología y la
pastoral. Trento afirma la transmisión eclesial de la revelación, la estructura
sacramental de la justificación y la constitución jerárquica de la Iglesia. En
consecuencia, se subraya el opus operatum de los sacramentos, se ve con
recelo el que los fieles lean la palabra de Dios, se reforma la liturgia para
unificarla y se desarrolla una espiritualidad cristiana centrada en la presencia
real de Cristo en la eucaristía, la devoción a la santísima Virgen, la misa como
sacrificio y la importancia del sacerdocio jerárquico. Trento inicia una labor
importante de formación del clero diocesano, y de instrucción religiosa de los
laicos a través de las catequesis dominicales para adultos.

e) En los siglos XVIII y XIX la Iglesia toma una actitud de separación del mundo
y se genera una pastoral de defensa de la fe, pues se ve con desconfianza a la
sociedad. La preocupación pastoral se orienta hacia la educación moral, el
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sacramentalismo sin mucha preparación, y unas formas de piedad individualista.


A finales del siglo XIX se dan en Alemania los primeros intentos de renovación
kerigmática, el inicio del catolicismo social y la renovación litúrgica en la abadía
benedictina de Solesmes. Surgen cofradías y asociaciones para fomentar la
vida espiritual de los laicos. La formación de los sacerdotes tiene una
orientación apologética y la Iglesia se estudia en los seminarios en un tratado de
derecho público eclesiástico7.

f) En la primera mitad del siglo XX comienza la renovación de los estudios


bíblicos, litúrgicos y patrísticos. La palabra de Dios empieza a conectarse con
las exigencias del mundo moderno; esto produce una orientación nueva de la
pastoral. Con todo, hay reticencias por parte del magisterio de la Iglesia a todo
lo relacionado con la filosofía de la acción y del sentimiento, el subjetivismo, el
vitalismo y el historicismo.

Entre las dos guerras mundiales se producen cambios importantes alentados


por la revalorización de la Palabra, la conciencia del sentido comunitario de la
fe, la participación del seglar en el apostolado, la preocupación ecuménica, la
necesidad de una liturgia más viva y la renovación de los estudios teológicos
desde la Biblia y la cristología. Surge la idea de parroquia en estado de misión
para responder a la descristianización de la clase obrera en las grandes
ciudades, y se da, de este modo, una presencia nueva de los cristianos en
lugares significativos.

g) Segunda mitad del siglo XX. Las grandes y rápidas transformaciones


experimentadas a raíz del Vaticano II, y especialmente en las últimas décadas,
han planteado nuevos problemas y abierto nuevas perspectivas a la pastoral de
la Iglesia. Se habla de nueva evangelización, de nuevas situaciones culturales
como nuevos campos de evangelización, de nueva época en la historia de la
humanidad, de nuevos areópagos (entre los que destacan los medios de
comunicación social), etc. Situaciones a las que la pastoral trata de responder
fomentando el diálogo entre la fe y la cultura, la evangelización como
inculturación, la adopción de los nuevos areópagos y los campos culturales
tradicionales, la atención al mundo de los jóvenes... Todo ello es objeto de la
reflexión de la Iglesia, destacando, además de los documentos conciliares,
varias encíclicas y exhortaciones apostólicas de los últimos papas y otros
documentos, como la Fieles et ratio (14.9.1998), de Juan Pablo II, y
expresamente sobre el tema que nos ocupa: Para una pastoral de la cultura
(23.5.1999), del Consejo pontificio de la cultura.

III. Surgimiento y evolución de la teología pastoral

El IV concilio de Letrán (1215) estableció la existencia de un magister


especializado en pastoral y en la práctica de la confesión, que completara la
docencia del magister de Sagrada Escritura. Fue Pedro Canisio, en el siglo XVI,
el primero que utilizó el término teología práctica. En 1585, J. Molanus publicó el
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manual Theologiae practicae compendium. En el siglo XVII la teología pastoral


se había transformado en resolución de casos morales. Como disciplina, surgió
en 1774, por real decreto de María Teresa de Austria, al aprobarse el plan de
reforma de los estudios eclesiásticos formulado por el canonista benedictino
Stephan Rautenstrauch. En España, el primer manual es de 1805; su autor es
L. A. Marín y se titula Instituciones de teología pastoral o Tratado del oficio y
obligaciones del párroco. Los manuales de pastoral buscaban la preparación de
buenos pastores para que estos formaran, a su vez, buenos ciudadanos y
cristianos. La orientación de estos manuales era pragmática (consejos y
recetas), y el pastor era considerado como servidor del Estado para tutelar y
educar en los valores sociales vigentes, pues el Estado se constituía en servidor
y protector de la religión.

1. EN LA TEOLOGÍA CATÓLICA. La teología pastoral católica ha pasado por


varias etapas8: comprensión pragmática (siglos XVIII y XIX) como acabamos de
exponer; concepción histórico-salvífica, debido a su inspiración bíblica y
kerigmática y por la consideración del sacerdote como colaborador de Cristo;
con todo, le falta la óptica eclesiológica. La comprensión eclesiológica se debe a
A. Graf a mediados del siglo XIX y a la influencia de la Escuela de Tubinga.

Para A. Graf la teología práctica surge de la reflexión o conciencia que la Iglesia


tiene de sí misma al autoedificarse de cara al futuro. Un discípulo de A. Graf, J.
Amberger, vuelve a clericalizar el enfoque de la teología pastoral, al relacionar
esta materia con el derecho canónico y presentar su objetivo como la adecuada
formación del pastor para la recta administración de su oficio.

2. EN LA TEOLOGÍA PROTESTANTE. La teología protestante ha hecho


aportaciones valiosas al enfoque de la teología pastoral9. Para Lutero la
experiencia que viene de la fe en Cristo crucificado es fundamental para evitar
una teología especulativa. El objeto propio de la teología es la relación de Dios
con el hombre y del hombre con Dios; en este sentido, la auténtica teología es
práctica, pues se centra en la experiencia de la fe y en la predicación de la
palabra de Dios. F. Schleiermacher (1763-1834) presenta la teología como
ciencia en relación con la conducta de la Iglesia, y divide la teología en
sistemática, histórica y práctica. La teología práctica comprende el ministerio de
la palabra, el de la liturgia y el de la administración de la Iglesia según los tres
oficios de Cristo profeta, sacerdote y rey. En la evolución posterior de la teología
protestante se subraya que la Iglesia, y cada comunidad cristiana, es el sujeto y
el objeto de la teología pastoral. K. Barth (1886-1968) insiste en que la finalidad
de la teología dogmática es la predicación, pues lo que importa es la
actualización del acon. tecimiento contenido en la revelación10. El pastoralista
A. D. Müller en el posconcilio, y con clara influencia del teólogo P. Tillich,
formula la teología práctica como «el lugar teológico de la justa realización del
reino de Dios en la Iglesia y por la Iglesia en el mundo»11.

3. EVOLUCIÓN ACTUAL. La renovación más reciente de la teología pastoral en


el ámbito católico se debe a C. Noppel, que en 1937 publicó Aedificatio Corporis
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Christi; su visión es eclesiológica, y añade una tercera parte a la teología


pastoral: la misión, en la que el laico tiene un lugar importante por el bautismo y
la confirmación. F. X. Arnold12 en los años cuarenta define la teología pastoral
como «teología de las acciones eclesiales». P. A. Liégé13 en Francia tiene el
mismo enfoque, al presentar la teología pastoral como la «reflexión sistemática
sobre las diversas mediaciones que la Iglesia realiza para la edificación del
cuerpo de Cristo». La fundamentación cristológica, eclesiológica y de unidad de
misión, sitúa a la teología pastoral en el lugar teológico que le corresponde por
su propia naturaleza.

La renovación de la teología pastoral se sitúa en el marco de la renovación de la


teología realizada por el Vaticano II. Ya en los años anteriores al Concilio se
veía la necesidad de trabajar: una formulación espiritual de la teología (J.
González Arintero), una teología predicable (escuela kerigmática de Innsbruck y
J. A. Jungmann), la no separación de la teología y la liturgia (O. Casel) y la
relación entre la teología y las realidades temporales. El Vaticano II desarrolló
estas intuiciones y logros, que hasta entonces eran intentos parciales. La nueva
visión de la teología viene marcada por los siguientes rasgos: la realidad de las
comunidades cristianas como lugar teológico, la reflexión teológica busca la
realización de las comunidades cristianas en el amor y la esperanza
escatológica, y la dimensión socio-política de la fe desde la óptica del Reino. En
la etapa pos-conciliar es K. Rahner quien coordina la elaboración de un manual
de teología pastoral subtitulado Teología práctica de la Iglesia en su presente.
Presenta la teología pastoral como una disciplina teológica autónoma, cuyo
objeto es la Iglesia; desarrolla los fundamentos de la acción pastoral desde una
eclesiología existencial, y termina proponiendo criterios para la renovación
pastoral. El manual de teología pastoral (Handbuch der Pastoraltheologie)
editado por F. X. Arnold, F. Klostermaun, K. Rahner, V. Schurr y L. M. Weber, en
seis volúmenes, entre 1964 y 1972, es el primer gran intento para presentar la
teología pastoral como saber teológico con rango universitario. Parte de una
eclesiología existencial, pues el estudio teológico de la situación de la Iglesia
aparece como la base de la teología pastoral. El objeto material de la teología
pastoral es la acción teándrica de la Iglesia, es decir, toda la vida de la Iglesia
(miembros, funciones, acciones y estructuras). El objeto formal viene dado por
la situación concreta en que se encuentra la Iglesia, como ámbito donde es
posible la historia de salvación sin polarizaciones ni reduccionismos. El método
es deductivo-inductivo y antropológico-teológico al tiempo. Las carencias de
este enfoque han estado en la identificación de lo cristiano con lo eclesial, y en
el poco espacio dado a los datos socio-económicos y socio-políticos a la hora
de hablar de la autorrealización de la Iglesia en el mundo. Con todo, sus
aportaciones han sido enormes y definitivas en el enfoque actual de la teología
pastoral.

La teología de la liberación ha hecho aportaciones muy valiosas a la teología


pastoral al recuperar la dimensión política de la fe, la perspectiva del pobre, la
relación entre fe comprometida y reflexión teológica, y la centralidad de la
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caridad en la vida cristiana. El resultado es una nueva hermenéutica y «una


nueva manera de hacer teología»14. «Partimos de un presupuesto: la teología
que no es práctica, que no parte de la praxis para encaminarse a ella de un
modo próximo o remoto es irrelevante. Por el contrario, toda teología
básicamente referida a la praxis transformadora de la realidad será, a nuestro
entender, teología pastoral o teología práctica. La teología de la liberación, por
ejemplo, es hoy básicamente teología práctica fundamental»15

J. Sobrino formula el quehacer teológico desde la categoría intellectus amoris


como «reacción de la misericordia ante los pobres, a partir de una determinada
precomprensión subjetiva (la opción por los pobres) y un determinado lugar
objetivo (el mundo de los pobres)». Al incorporar a la reflexión teológica la
categoría de praxis aparece con nitidez algo inherente a la fe cristiana: el
cristianismo no sólo interpreta la existencia, sino que es «esencialmente una
renovación de la existencia»16. J. B. Libanio relaciona teología y praxis al
hablar de la realidad eclesial de América latina: «La teología de la liberación
tiene una intención práctica que se manifiesta a través de tres relaciones con la
praxis: es teología en la praxis, al estar el teólogo comprometido con la causa
de liberación de los pobres; es teología para la praxis, al afrontar las
mediaciones políticas de una acción transformadora de la realidad; y es teología
por la praxis en la medida en que la misma praxis tiene una dimensión de juicio,
dentro de la naturaleza de la teología»17.

4. APORTACIONES ÚLTIMAS. En 1974 se celebra en Viena el congreso de


teólogos dedicados a la teología pastoral. A partir de este encuentro, comienza
a designarse en el ámbito católico a la teología pastoral con la expresión
teología práctica. Las corrientes actuales acentúan enfoques distintos y
complementarios sobre planteamientos básicos comunes18. H. Schuster hace
una teología pastoral desde la referencia a Jesús de Nazaret, y la praxis de los
cristianos en relación a la praxis de Jesús como el lugar propio de la teología
pastoral. R. Zerfass expone el modelo de teología pastoral desde la categoría
de la acción y las ciencias de la acción (psicología, sociología, economía,
pedagogía, política y ciencias de la comunicación humana). Se parte de la
praxis para terminar en la praxis; entre uno y otro momento se da la
confrontación entre lo que existe y la praxis evangélica ideal. S. Hitner propone
conjuntar los diferentes campos de la praxis pastoral en las dimensiones que
llama organización (reunir y formar comunidad), comunicación del evangelio en
las diferentes acciones eclesiales y pastoreo (como servicio comunitario a las
necesidades humanas). K. W. Dahn introduce en la década de los setenta la
teoría funcional aplicada a la acción eclesial, y desde ahí reformula la teología
pastoral. La realidad social no ha estado muy presente en la reflexión teológica;
más aún, ha sido un elemento incómodo, tanto para el pensamiento teológico
como para la acción pastoral. Dahn subraya la implicación de la Iglesia en
grupos y obras sociales y lo que la Iglesia podría hacer en este campo. La
Iglesia aporta a la sociedad sistemas de interpretación y de valoración, así como
ayuda en momentos significativos de la existencia de las personas y de los
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grupos. Recientemente el Consejo pontificio de la cultura ha publicado el ya


mencionado documento Para una pastoral de la cultura, en el que, después de
hacer algunas reflexiones sobre los retos que las nuevas situaciones culturales
plantean a la pastoral de la Iglesia, ofrece algunas propuestas concretas para
diversas situaciones de la realidad actual. En España, C. Floristán, profesor de
Pastoral de la Universidad pontificia de Salamanca y en el Instituto superior de
pastoral, ha enfocado la teología pastoral como teología práctica desde una
doble perspectiva: una formulación de la praxis de la Iglesia y una praxis de la
reflexión teológica. El análisis de la praxis de la Iglesia y de las comunidades
cristianas se hace con los instrumentos propios de las ciencias socio-
psicológicas, la iluminación desde las aportaciones de la exégesis histórica y la
hermenéutica bíblica pastoral; de lo anterior sale un saber teológico-práctico
«que es interpretación actualizante del pasado y modelo operacional para la
praxis actual»19. En 1968, C. Floristán y M. Useros publicaron Teología de la
acción pastoral y en 1983 C. Floristán y J. J. Tamayo coordinaron la obra
Conceptos fundamentales de pastoral, en la que 39 especialistas comentan 82
conceptos de teología y de pastoral. F. J. Calvo y R. Prat i Pons también han
trabajado con profundidad y creatividad el tema de la teología pastoral. En 1995
J. A. Ramos publica en la serie de Manuales de teología (BAC) el texto de
Teología pastoral; su orientación corresponde al enfoque eclesiológico de la
pastoral y a las coordenadas teológicas del Vaticano II; podría haber
incorporado más las aportaciones de la teología de la praxis y del método propio
de la teología práctica.

IV. El carácter propio de la teología pastoral

1. LA REFLEXIÓN TEOLÓGICA. LO primero en la vida de la Iglesia, de cada


comunidad cristiana y de cada creyente, son las intervenciones de Dios en la
historia, especialmente a través de Jesucristo. El Resucitado sigue actuando en
el mundo por la acción del Espíritu a través de la Iglesia, sacramento de Cristo
para la salvación de todos. La reflexión sobre estos acontecimientos y sus
manifestaciones es el objeto propio de la teología. En sentido propio, la teología
nos ayuda a comprender mejor y a adentrarnos más plenamente en aquello que
creemos por la fe; la teología debe llevarnos a lo que constituye lo nuclear de la
fe: la contemplación del Misterio y su realización aquí y ahora20. Por lo mismo,
la reflexión teológica no se puede alejar de la Palabra revelada, de la
celebración litúrgica y de los signos de los tiempos. La teología lleva
necesariamente a la pastoral, y la caridad pastoral impulsa la mejor reflexión
teológica; más aún, la reflexión teológica necesita en sí misma talante pastoral.
Están tan íntimamente relacionadas teología y pastoral, que H. Denis llegó a
decir que «la teología es la función que realiza en la Iglesia la maduración de la
labor pastoral»21.

A la comprensión de la teología práctica como teología de las acciones


eclesiales (palabra, liturgia y caridad) le faltaba una referencia más explícita a la
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transformación de la realidad desde el horizonte escatológico del Reino; y esta


visión supone el discernimiento de los signos de los tiempos en un contexto
geográfico, social y político concreto. La humanización del mundo sólo es
posible si la historia y la sociedad se analizan desde los excluidos y despojados
de sus derechos más elementales como personas. Al situar la opción
preferencial por los pobres en la misma reflexión teológica, se ve con más
claridad la relación entre la inteligencia de la fe y la praxis histórica de la fe. Los
pobres aparecen como los destinatarios del evangelio, los hijos queridos de la
Iglesia y los interlocutores de la teología, para que sean los protagonistas de la
transformación histórica de la realidad. Hablamos de una liberación integral que
comprende los aspectos económicos, humanos y espirituales. De este modo la
teología es praxis de liberación intraeclesial, pastoral y política. Según J.
Audinet la teología práctica tiene como objetivo «dar cuenta de la fe y del Dios
que ella confiesa en el contexto de las prácticas sociales y culturales
contemporáneas»22, ya que «el anuncio del evangelio en las diversas culturas,
aunque exige de cada destinatario la adhesión a la fe, no les impide conservar
una identidad cultural propia, favoreciendo el progreso de lo que en ella hay de
implícito hacia su plena explicación de la verdad» (FR 71).

2. LA ACCIÓN PASTORAL COMO PRAXIS. Ya Aristóteles entendía la praxis


como actividad inmanente al ser humano; mientras que la poiesis (arte o
técnica) era el producto de una acción transitiva. K. Marx fue quien dio a la
praxis el rango de categoría nuclear en el conocimiento humano, al definirla
como criterio de verdad y elemento de cambio revolucionario; para Marx todo es
en y por la praxis.

En la comprensión actual, cuando hablamos de praxis decimos que hay un


componente, la acción, para señalar la interacción de las personas entre sí y
con el mundo, y otro componente, la teoría, para significar la cosmovisión y los
símbolos con los que se interpreta la realidad y se actúa ante ella. Uno y otro
elemento se implican mutuamente. J. Habermas, de la escuela de Frankfurt, ha
elaborado su «teoría crítica de la sociedad» como «autoconciencia de una
praxis»23. Según J. Comblin la praxis consiste en «una actuación única, eapaz
de mover en un solo proceso la totalidad del hombre y del mundo. La praxis
sería el acto del hombre total produciendo efectos totales, en todas las áreas al
mismo tiempo»24.

Los cristianos hemos configurado nuestra fe como memoria y memorial de la


pascua de Cristo; la Iglesia se constituye como comunidad que anuncia el
evangelio de Jesucristo, que celebra su vida entregada en obediencia al Padre
para la salvación de los hermanos, y que se compromete, desde el amor y la
esperanza escatológica, en la construcción del Reino. Para los evangelistas, y
especialmente para san Juan, la verdad sobre Dios y sobre el hombre es
Jesucristo como realización del proyecto salvador del Padre. La praxis de Jesús
en referencia al Padre y su amor gratuito, incondicional y universal a los
hermanos constituye el contenido fundamental de la fe cristiana.
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La acción pastoral pretende actualizar la praxis de Jesús a través de las


mediaciones eclesiales y de los cristianos. La teología pastoral se podría definir
como la teoría que ilumina la praxis de las comunidades cristianas; según W.
Pannenberg, «la referencia (de la teología) a la praxis de la vida no constituye
sólo una disciplina teológica particular, sino que abarca a toda la teología en su
totalidad» 25. Este enfoque del quehacer teológico hace que «la opción del
teólogo como creyente (su Pides qua) exige de él hoy día el compromiso
decidido por la justicia en el mundo, por la liberación de los oprimidos» 26. En
consecuencia, la presencia encamada y transformadora de los cristianos debe
ser convergente con todos los que trabajan por la liberación humana integral y,
desde ahí, aportar lo propio de la visión cristiana.

3. CARACTERÍSTICAS PROPIAS DE LA ACCIÓN PASTORAL. a) La acción


pastoral actualiza la praxis de Jesús. La praxis de Jesús se desarrolló como
cumplimiento del proyecto salvador del Dios del Reino, desde la solidaridad con
los enfermos, pobres, pequeños, excluidos y pecadores. La acción pastoral se
sitúa entre la cristología y la escatología, y trata de realizar en cada lugar y
momento histórico la salvación cristiana. A esto se llama actualización teándrica
de la praxis de Jesús, o principio humano-divino de la acción pastoral.

b) La acción pastoral tiene como horizonte el Reino. El Reino es don que parte
de la iniciativa de Dios, y llamada personal a la conversión. Acoger el Reino es
acoger al mismo Cristo para tener sus mismos sentimientos (cf Flp 2,5-11),
criterios, actitudes y comportamientos27. Las comunidades cristianas tienen la
misma pretensión que tuvo Jesús de Nazaret: hacer que la realidad que vivimos
se parezca más al estilo de vida del evangelio. Para que el cristiano pueda
continuar la obra de Cristo necesita que Cristo actúe en él; por consiguiente, la
oración va inexorablemente unida a la acción. La acción pastoral debe tener los
mismos elementos que la práctica mesiánica de Jesús: el anuncio profético
(martyría), el compromiso liberador (diakonía), la celebración (leiturgia) y la
fraternidad (koinonía).

c) La acción pastoral corresponde a la Iglesia. Es toda la Iglesia la que, animada


por el Espíritu Santo, proclama la resurrección de Cristo, anuncia la buena
noticia a los pobres, se renueva a sí misma desde la comunión trinitaria y con
los hermanos, y trata de construir el Reino. La Iglesia como pueblo de Dios y
sacramento de salvación, es para el Reino, en el que los pobres, enfermos y
pecadores son los preferidos. A cada comunidad cristiana le corresponde vivir
encamada, discernir los signos de los tiempos y, de una manera
corresponsable, llevar adelante todas las acciones que le son propias, en
permanente reciprocidad de las unas con las otras y evitando polarizaciones o
reduccionismos.

d) La acción pastoral de la Iglesia es una pastoral de conjunto. Partimos de la


afirmación de que el diálogo de la Iglesia con el mundo debe estar en el corazón
de la vida eclesial. La teología de la misión ha ayudado mucho a que la Iglesia
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analice y renueve su presencia y estructuras pastorales. La expresión pastoral


de conjunto significa: análisis de la realidad social, conjunción de proyectos,
medios y agentes, y la Iglesia diocesana como unidad pastoral. Con este
planteamiento se pretende dar respuesta a dos cuestiones básicas: cómo
evangelizar al mundo de hoy, y cómo ser más eficaces. Este planteamiento que
surge en los años anteriores al Vaticano II es recogido al comienzo de la
constitución Gaudium et spes con estas palabras: «El gozo y la esperanza, las
lágrimas y angustias del hombre de nuestros días, sobre todo de los pobres y
de toda clase de afligidos, son también gozo y esperanza, lágrimas y angustias
de los discípulos de Cristo, y no hay nada verdaderamente humano que no
tenga resonancia en su corazón. La comunidad que ellos forman está
compuesta de hombres que, reunidos en Cristo, son dirigidos por el Espíritu
Santo en su peregrinación hacia el reino del Padre, y han recibido, para
proponérselo a todos, el mensaje de la salvación. De ahí la experiencia vital que
le hace sentirse, y serlo en realidad, íntimamente solidaria con la humanidad y
con su historia» (GS 1).

e) La acción pastoral tiene una perspectiva vocacional. Dios llama a la vida y a


encontrar en la existencia las llamadas concretas que van definiendo la
vocación personal que el Padre da a cada uno de sus hijos. Lo vocacional es
una dimensión esencial y constitutiva de la pastoral, pues esta es un servicio a
cada creyente y comunidad para que descubra el proyecto de vida al que Dios
le llama a través de las necesidades del mundo y de la Iglesia. La perspectiva
vocacional invita al creyente a ponerse en actitud de disponibilidad ante la
propuesta de Dios, y le ayuda al discernimiento vocacional según el modo de
discernir de Jesús de Nazaret. Esta propuesta tiene dos consecuencias: la
pastoral general debe apuntar hacia las opciones vocacionales, y la pastoral
vocacional debe enriquecerse con todas las dimensiones de la pastoral. Los
itinerarios vocacionales no pueden ser otros que las dimensiones de la fe: la
comunión eclesial, la oración y la liturgia, el anuncio testimonial del evangelio y
el servicio de la caridad. Estos itinerarios —como piden los últimos documentos
del magisterio pastoral sobre vocaciones28— necesitan comunidades (lugares-
signo) donde se vive la vida como vocación y grupos catecumenales (lugares
pedagógicos) en los que se puede madurar la vocación a través de la siembra,
el acompañamiento, la educación, la formación y el discernimiento.

V. Fundamentación eclesiológica de la acción pastoral

Al repasar la historia de la acción pastoral de la Iglesia hemos vista cómo la


manera de entenderse la Iglesia a sí misma y la manera de situarse en el
mundo condicionan la pastoral que realiza. El Vaticano II en su conjunto fue una
reflexión sobre la identidad de la Iglesia y su presencia dialogante, misionera,
samaritana y evangelizadora. La fundamentación eclesiológica de la teología
pastoral dota a esta en sí misma, y a la metodología que le es propia, de una
base teológica. La acción pastoral tiene tres referencias básicas: Cristo, el
Reino y la humanidad29; a ellas se ha referido constantemente la teología
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pastoral en la etapa posconciliar30. La razón de ser de esta eclesiología está en


las realidades que la constituyen, desde las que reflexiona y a las que sirve al
entender a la Iglesia como «sacramento de salvación para el mundo». Del
mismo modo, la acción pastoral busca a Cristo, al Reino y a la humanidad para
ser fiel al evangelio que la origina.

La encíclica Ecclesiam suam, de Pablo VI, recupera el Christus totus de san


Agustín al considerar dentro del misterio de Cristo el misterio de la Iglesia. La
constitución dogmática Lumen gentium entiende a la Iglesia desde el misterio de
la plenitud de Cristo, que comprende la encarnación, la pascua, pentecostés y la
escatología. Es, por consiguiente, más en el terreno del obrar que en el del ser
donde hay que situar el paralelismo entre Cristo y la Iglesia. La Iglesia está
llamada a continuar en el mundo la mediación salvífica de la humanidad del que
es su Señor. Precisamente porque es su Señor, nunca puede ser identificada
con él y siempre tiene que existir la distancia que, junto con el cuerpo de Cristo,
está iluminada por la imagen de «espera» (cf LG 6). Para poder continuar esta
mediación, es lógico que la estructura teándrica de Cristo sea de alguna manera
reproducida por el ser de la Iglesia31. El Espíritu Santo es el que asegura, al
tiempo, la unión y la distinción entre Cristo y la Iglesia; en consecuencia, la
acción pastoral de la Iglesia viene de Cristo, y él es su referencia.

La Iglesia expresa sacramentalmente la salvación definitiva realizada por


Jesucristo y que se manifestará plenamente en el Reino escatológico. La Iglesia
no es el Reino, pero sirve al Reino y avanza hacia él. Por eso, la Iglesia también
es presentada como pueblo de Dios en marcha con la humanidad hacia el
encuentro con el Padre. Al no identificarse la Iglesia con el Reino, esta tiene que
estar muy atenta para dialogar y colaborar con otras realidades humanas que
significan y realizan, a su modo, el Reino. «El Reino se muestra así como
elemento purificador en la eclesiología, evitando dos posibles errores: una
excesiva fusión de los elementos humano-divinos componentes de su esencia,
que conduciría a una divinización de la Iglesia, y una exagerada desconexión
entre ellos, que la consideraría mera organización o comunidad humana»32.
Con este planteamiento se subraya la responsabilidad de toda la Iglesia, según
la vocación de sus miembros en la misión evangelizadora. La Iglesia anuncia el
Reino, lo acoge en la vida de comunión, lo celebra en la liturgia y lo construye
por la presencia y el compromiso. La fidelidad a Cristo es fidelidad al Reino, y la
comunidad eclesial debe estar permanentemente edificándose desde el origen
que la constituye y la meta hacia la que se encamina.

La Iglesia está en el mundo, es para la humanidad y sus estructuras y


mediaciones también son humanas. La tarea de la comunidad eclesial es
significar el Reino y hacerlo posible en cada tiempo y lugar histórico; por lo
mismo, la Iglesia es lugar e instrumento del Reino y servidora de la humanidad.
Para poder realizar adecuadamente su misión, la Iglesia necesita encarnarse
culturalmente y generar cultura (cf FR 71). «La Iglesia debe segregar cultura, y
el creyente está llamado a dialogar con la cultura. La impregnación de la cultura
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por la fe es un punto de conexión importante para el anuncio cristiano. La


diferencia entre la comprensión cristiana del hombre y el mundo y las
antropologías y cosmovisiones dominantes es grave. El reducidísimo número de
intelectuales cristianos es preocupante. Los que entre nosotros generan cultura
son casi todos increyentes, pos-creyentes o para-creyentes. La presencia de
cristianos confesantes en el seno de las llamadas minorías cognitivas es harto
escasa y apenas perceptible»33. La fe cristiana es respuesta a los deseos
profundos de la persona; por lo mismo, la tarea de la Iglesia está en mostrar a
Cristo como la respuesta para que sea palpable cómo «la causa de Dios es la
causa del hombre»34, pues Jesús revela plenamente al Padre. «Querer
deslindar el misterio del hombre del de Cristo, del de Dios y del de la Iglesia, es
tarea imposible para el que tiene fe. Todos se implican y solamente es posible la
comprensión de cada uno de ellos desde la complejidad de todos» 35. La
Iglesia, misterio de comunión, se empeña en la comunión humana como
realización y anticipo del futuro de la humanidad: vivir en el amor y en la casa
del Padre como hermanos.

VI. Niveles en la acción pastoral

El término pastoral lo podemos usar con tres acepciones distintas, que


responden a diferentes niveles de la acción pastoral36.

a) La pastoral fundamental. Reflexiona sobre la acción, considerada en sí


misma: qué hace la Iglesia como tal y cómo se expresa lo que es la Iglesia en
las acciones concretas que realiza. «La teoría inmanente a la actuación
creyente y eclesial puede ser objeto de reflexión científica; con ello nos
encontramos en medio de la disciplina teológica de la teología práctica.
Desarrolla así una teoría teológica de la praxis cristiana y eclesial, tal como llega
de la historia, se realiza hoy y continúa hacia el futuro»37. En la base de esta
reflexión está la eclesiología; no significa que la pastoral sea consecuencia de la
eclesiología, sino que una y otra están interrelacionadas.

Antes de tratar las acciones pastorales en las diferentes situaciones, hay que
tratar los elementos constitutivos de la acción eclesial: la línea de continuidad
con la misión de Jesús de Nazaret, la referencia al Reino y la inserción de la
acción eclesial en el contexto sociocultural. De este tratamiento surgen los
criterios que orientan la acción pastoral: la acción pastoral como acción divino-
humana; la acción pastoral expresa y busca la comunión de Dios con los
hombres y de estos entre sí, en constante revisión bajo la acción del Espíritu
Santo; la acción pastoral se realiza entre la situación eclesial y la plenitud del
Reino; emplea la lectura de los signos de los tiempos; busca la salvación de
todos los hombres desde la opción por los más pobres; sirve a la
autocomunicación de Dios, que es Palabra viva y eficaz; acoge de forma crítica
las expectativas, valores y aspiraciones humanas, y propicia la comunión
trinitaria.
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b) La pastoral especial. Se refiere a la realización histórica de la acción eclesial


en las acciones y estructuras pastorales: el proceso de evangelización (etapa
misionera, etapa catecumenal y etapa pastoral), la pastoral de la comunión y de
las estructuras comunitarias, la pastoral del servicio, la pastoral de la palabra y
la pastoral litúrgica. Desde la realidad pastoral existente se proyecta una acción
nueva para que la Iglesia responda en mayor medida en su ser y misión.

c) La pastoral aplicada. Su lugar está en el día a día de la vida eclesial, y es la


puesta en práctica de los planteamientos y la reflexión anterior por parte de los
responsables de desarrollar los proyectos pastorales. Responde al qué, cuándo,
cómo, por qué, para qué, con qué medios, etc. La reflexión pastoral fundamenta
el acierto y la creatividad de los agentes de pastoral en la animación pastoral del
día a día de las comunidades, y según ámbitos, edades y situaciones
específicas. Los actos pastorales deben ser evaluados con criterios teológicos,
pues la teología –huyendo tanto de lo abstracto como de lo pragmático–debe
ayudar a mejorar las tareas personales concretas.

VII. Los retos de la teología pastoral hoy

El contexto social, cultural y económico después de la crisis del Estado de


bienestar, condiciona el perfil del cristiano, la presencia de la Iglesia y su labor
pastoral. Estamos en un mundo dominado por la mentalidad neoliberal, en una
sociedad globalizada por los intereses económicos del gran capital y en una
cultura con pocas referencias antropológicas y con evidentes contradicciones
éticas. «Una nueva cultura pluralista y compleja tiende a producir jóvenes con
una identidad imperfecta y frágil con la consiguiente indecisión crónica frente a
la opción vocacional. Muchos jóvenes ni siquiera conocen la gramática
elemental de la existencia; son nómadas; circulan sin pararse a nivel geográfico,
afectivo, cultural, religioso; van tanteando. En medio de la gran cantidad de
informaciones, pero faltos de formación, aparecen distraídos, con pocas
referencias y pocos modelos. Por esto tienen miedo de su porvenir,
experimentan desasosiego ante compromisos definitivos y se preguntan acerca
de su existencia. Si por una parte buscan, a toda costa, autonomía e
independencia, por otra, como refugio, tienden a ser dependientes del ambiente
socio-cultural y a conseguir la gratificación inmediata de los sentidos: de aquello
que "me va"; de lo que "me hace sentirme bien" en un mundo afectivo hecho a
medida»38.

Ante estos retos, la acción pastoral de la Iglesia, en fidelidad a Dios y al hombre


actual, debe tener en cuenta las siguientes opciones: «la civilización del amor»
(o la «cultura de la solidaridad») como horizonte, la opción por los más pobres
como punto de partida, la vida fraterna como alternativa al individualismo, el
testimonio evangélico en la situación de indiferencia religiosa y la praxis de la
esperanza frente al vaciamiento del sentido de la vida. Esta presencia eclesial
requiere cristianos convertidos y comunidades maduras, es decir, que vivan la fe
vocacionalmente. «La pastoral vocacional se presenta como la categoría
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unificadora de la pastoral en general, como el destino natural de todo trabajo


pastoral, el punto de llegada de las varias dimensiones, como una especie de
elemento de verificación de la pastoral auténtica... Por consiguiente, la pastoral
vocacional está y debe estar en relación con todas las demás dimensiones, por
ejemplo con la familiar y la educativa, con la litúrgica y la sacramental, con la
catequesis y el camino de fe en el catecumenado, con los diversos grupos de
animación y formación cristiana (no sólo con los adolescentes y los jóvenes,
sino también con los padres, con los novios, con los enfermos y con los
ancianos) y con los movimientos (desde el movimiento por la vida a las varias
iniciativas de solidaridad social)»39.

Conclusión: la dimensión crítica de la teología pastoral

El lugar específico de la teología pastoral son los estudios teológicos, y debe ser
elaborada con el método propio de las ciencias teológicas. Se trata de una
disciplina con caracteres universales y de rango universitario. El objeto que le es
propio es la acción de la Iglesia, tanto en sí misma como en las estructuras y
acciones pastorales concretas. Pretende la autorrealización de la Iglesia y el
cumplimiento de la misión recibida de Jesucristo. Metodológicamente se sirve
de las ciencias humanas para conocer la situación eclesial, valorarla, y desde
ahí diseñar una nueva situación y las orientaciones básicas para la acción. «En
este sentido podemos decir que la teología pastoral tiene una dimensión crítica,
ya que tiene una tarea de delimitación de objetivos, tareas, actitudes,
prioridades y sistemas organizativos eclesiales. Por su naturaleza no es una
crítica subjetiva e idealista sino una crítica reconstructora de la imagen eclesial
auténtica; es decir, busca el marco teológico desde el cual discernir lo que
hacemos, y habla de las condiciones de la acción de la Iglesia y de su imagen
real, de cara a ayudar en la elaboración de su desarrollo»40.

NOTAS: 1. X. LÉON-DUFOUR, Vocabulario de teología bíblica, Herder, Barcelona 199316, 651-654. – 2.


CH. PERROT, Jesús y la historia, Cristiandad, Madrid 1982, 141. – 3. CH. DUQUOC, Jesús hombre libre,
Sígueme, Salamanca 19908, 45. — 4. J. MATEOS, Nuevo Testamento, Madrid 1987, 1338. — 5. J. VIVES,
Si oyeras su voz... Exploración cristiana del misterio de Dios, Sal Terrae, Santander 1988, 154.— 6 C.
FLORISTÁN, Para comprender el catecumenado, Verbo Divino, Estella 1989, c. 6. — 7. Y. CONGAR,
Verdaderas y falsas reformas en la Iglesia, Instituto de estudios políticos, Madrid 1973'. – 8. C.
FLORISTÁN, Teología práctica, Sígueme, Salamanca 1991, 151-171. -9 Ib, 113-116.—10 V.SCHURR,
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XX, III, Católica, Madrid 1974, 323-324. — 11. Nota 21 en C. FLORISTÁN, Teología práctica, o.c., 116. —
12. F. X. ARNOLD, ¿Qué es la teología pastoral?, en Palabra de salvación como palabra al tiempo, Verbo
Divino, Estella 1966, 36. — 13 P. A. LIÉGÉ, El misterio de la Iglesia, en AA.VV., Iniciación teológica III,
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Cuadernos Confer 9, partes 3' y 4'. — 29 J. A. RAMOS GUERREIRA, Cristo, Reino y Mundo, tres
referencias obligadas para la acción pastoral de la Iglesia, Salmanticensis 37 (1990) 177-200. Cf la
bibliografía citada en este artículo. —30 A. ANTÓN, Eclesiología posconciliar: esperanza, resultados y
perspectivas para el futuro, en R. LATOURELLE (ed.), Vaticano II. Balance y perspectiva, Sígueme,
Salamanca 1989, 275-294. – 31 J. A. RAMOS GUERREIRA, Teología pastoral, BAC, Madrid 1995, 87. —32.
J. J. HERNÁNDEZ, La nueva creación. Teología de la Iglesia del Señor, Sígueme, Salamanca 1976, 135. –
33. Congreso Evangelización y hombre de hoy, Edice, Madrid 1986, 178. -34 J. L. RUIZ DE LA PEÑA, El
último sentido, Marova, Madrid 1980, 106. — 35. J. A. RAMOS GUERREIRA, Teología pastoral, o.e, 96. –
36. lb, 9-14. — 37. P. M. ZULEHNER, Teología práctica, en P. EICHER, Diccionario de conceptos
teológicos II, Herder, Barcelona 1990, 530. — 38. OBRA PONTIFICIA PARA LAS VOCACIONES, o.c., 20-
21. – 39. Ib, 81. — 40 R. PRAT I PONS, Compartir la alegría de fe. Sugerencias para una teología pastoral,
Sígueme, Salamanca 1988, 48.

BIBL.: AA.VV., Teología y praxis pastoral (VIII Semana nacional de teología de la Sociedad argentina de
teología), Buenos Aires 1988; BERSTEIN R. J., Praxis y acción, Alianza, Madrid 1979; BOFF C., Teología
de lo político. Sus mediaciones, Sígueme, Salamanca 1980; BOFF L. y C., Cómo hacer teología de la
liberación, San Pablo, Madrid 1988; FLORISTÁN C.-USEROS M., Teología de la acción pastoral, Madrid
1968; FORTE B., La teología como compañía, memoria y profecía, Sígueme, Salamanca 1990; GROM B.,
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MARLÉ R., Le projet de théologie pratique, París 1979'-; MIDALI M.-TONELLI R. (eds.), Dizionario di
pastorale giovanile, Turín 1989; NADEAU J. G. (ed.), La praxéologie pastorale. Orientationes et parcours
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1982; SZENMÁTONI M., Introducción a la teología pastoral, Verbo Divino, Estella 1994; URBINA F.,
Mundo moderno y fe cristiana. Meditación desde España, Popular, Madrid 1993; Pastoral y
espiritualidad para el mundo moderno. En el espesor de lo real, Popular, Madrid 1993; VIAU M.,
Introduccion aux études pastorales, París 1987; ZULEHNER M., Pastoraltheologie, Düsseldorf 1989-
1990.

Jesús Sastre García

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