Unidad 1
Unidad 1
Unidad 1
EXPRESIÓN Y COMUNICACIÓN
UNIDAD 1:
EL PROCESO DE COMUNICACIÓN HUMANA (I)
Parece que no es fácil elaborar un concepto de comunicación sin especificar en cada caso a
qué tipo de comunicación nos referimos, los medios de comunicación utilizados, los agentes de
la misma y el lenguaje utilizado.
Pensemos ahora en una situación comunicativa entre un adulto y un niño y en alguna
expresión como ésta: “Lo que importa es la calidad comunicativa”. Podríamos pensar que nos
estamos refiriendo a la importancia del establecimiento de un clima afectivo cálido, al uso de
otros lenguajes expresivos como el lenguaje corporal para reforzar los mensajes lingüísticos...
La comunicación no se reduce al lenguaje, aunque siempre que hay comunicación hay algún
tipo de lenguaje o forma de expresión y, como en este caso, nos referimos también a otros
elementos que configuran la vertiente afectiva o relacional de la comunicación.
Sin embargo, entre adultos, habitualmente se establecen situaciones y procesos rigurosamente
comunicativos y efectivos sin que sea necesaria la presencia de elementos afectivos o de otros
lenguajes o formas de expresión que no sea el lenguaje verbal estrictamente, porque el
instrumento y el producto mismo de la comunicación es el lenguaje verbal.
Con los ejemplos queda claro que la COMUNICACIÓN puede ser un concepto tan amplio que
es necesario especificar, en cada situación, todos los elementos que la configuran y esto nos
conduce a su definición. Vamos a apoyarnos para ello, con cierta adaptación, en el esquema
clásico de Wiener para hacer una definición formal de comunicación.
Con esta información, podemos plantearnos unas preguntas básicas respecto a los diferentes
elementos de la comunicación:
¿Qué se dice? MENSAJE
¿Quién lo dice? EMISOR
¿A quién lo dice? RECEPTOR
¿Cómo lo dice? CÓDIGO
¿A través de qué medio? CANAL
Según este esquema, podríamos afirmar que la comunicación es un proceso que se produce
cuando se ponen en funcionamiento todos los elementos que la constituyen y que se rompe
cuando falta únicamente uno de ellos. De esta manera, para que exista comunicación, tienen
que darse todos y cada uno de esos elementos. Y basta con que falte únicamente uno para
que la comunicación se rompa.
Diremos, entonces, que no hay comunicación cuando:
a. Sí hay emisor, que actúa de fuente, pero no hay receptor destinatario.
b. Sí hay emisor o fuente, receptor o destinatario, pero no hay mensaje.
c. Sí hay emisor o fuente, receptor o destinatario, mensaje, pero no hay canal por donde
pueda circular el mensaje.
d. Sí hay emisor o fuente, receptor o destinatario, mensaje, canal por el que circula, pero el
código no es común.
e. Sí hay emisor o fuente, receptor o destinatario, mensaje, canal, código común, pero existen
interferencias en la codificación.
f. Sí hay emisor o fuente, receptor, receptor o destinatario, mensaje, canal, código común,
codificación válida, pero no hay descodificación posible.
g. Sí hay emisor o fuente, receptor o destinatario, mensaje, canal, código común, codificación
válida, descodificación adecuada, pero no hay respuesta. En este caso, hay información
pero no hay comunicación.
La aplicación de este esquema puede sernos útil para averiguar si se produce o no
comunicación, identificando la presencia o ausencia de cada uno de sus elementos. Pero
además de la presencia y funcionamiento adecuado de todos y cada uno de estos elementos,
la comunicación tiene que ver con un proceso, sobre todo interactivo y dinámico, en el que el
emisor pasa a ser el receptor en un juego de relación e intercambio algo más vivo que la idea
que nos transmite este esquema.
Así llegamos a otro concepto de especial relevancia a la hora de definir el concepto mismo de
comunicación: el de contexto comunicativo.
Entendemos por contexto comunicativo el conjunto de elementos, factores y circunstancias que
hacen que un acto comunicativo entre personas se desarrolle de una determinada manera,
haciendo referencia a todos los factores ambientales, sociales, personales, afectivos y a todos
aquellos elementos que dibujan el medio en el que se está desarrollando la comunicación
(espacio, tiempo…).
Para entenderlo mejor, vamos a poner un ejemplo.
Vemos la existencia de comunicación sin lenguaje, lo que nos viene a decir que para que la
comunicación se produzca tiene que haber intención comunicativa, siendo ésta la condición
imprescindible, mientras que el lenguaje no lo es.
En la definición anterior decíamos que la comunicación puede darse sin la existencia de
lenguaje, pero que sí hay lenguaje hay comunicación.
Veamos ahora un ejemplo de la situación opuesta
.
Raúl es un niño de 3 años con una importante alteración en su desarrollo social,
relacional y comunicativo; sin embargo, dispone de un adecuado desarrollo lingüístico
que sólo utiliza en contextos comunicativos adecuados ocasionalmente. Pide ir al
baño y su educador le hace un encargo: “Raúl, pídele a María una caja de tizas para
mí”. Raúl conoce perfectamente a María y sabe lo que es una caja de tizas. Al pasar
por el lugar donde se encuentra María, el niño repite exactamente la misma frase
dicha por su educadora un instante antes, pero pasa de largo.
A veces los niños y los adultos comunican con más riqueza sus vivencias, sentimientos, y
conocimientos a través de otros lenguajes expresivos distintos al oral, como es el caso del
dibujo, la pintura o las producciones plásticas en general.
Todos estos ejemplos nos dan una idea de la importancia de los diferentes lenguajes y formas
de expresión y de la interrelación del lenguaje y la expresión al servicio de la comunicación.
Una vez vista la estrecha relación que se establece entre la comunicación, la expresión y el
lenguaje, vamos a entrar a definir más estrictamente el lenguaje.
La dimensión funcional nos sirve para responder a la pregunta de ¿para qué sirve el lenguaje?
La adquisición y uso del lenguaje permite desarrollar formas específicas de relación y de acción
con el medio, actividades como: la comunicación y la interacción social, la expresión emocional,
el conocimiento de la realidad, y también, en el caso de la especie humana, la regulación de la
conducta y el pensamiento racional. Por tanto, podemos entender el lenguaje como un
instrumento funcionalmente ligado a distintas esferas de la actividad de las personas (afectiva,
cognitiva, social) y que permite compartir ese aspecto de la realidad con otras personas.
El lenguaje es un mediador simbólico, en la medida en que está compuesto por signos que
representan algo, permite obtener ciertos fines y “hacer cosas” con los demás.
Desde este enfoque funcional, es importante señalar que la capacidad lingüística del hombre
ha hecho posible el surgimiento de la cultura humana, con todo lo que la cultura lleva consigo:
las innovaciones sociales, artísticas, tecnológicas y científicas, lo que sitúa al hombre en un
lugar aparte respecto a los demás animales.
En este sentido podríamos definir el lenguaje como una forma de conocimiento, y la capacidad
lingüística como la capacidad de adquirir y utilizar ese tipo de conocimiento.
Desarrollemos ahora cada uno de estos niveles de estudio del lenguaje y verás cuál es la
aportación de cada uno de ellos al estudio del lenguaje infantil:
La fonología.
La semántica.
La sintaxis y la morfosintaxis.
3.1. FONOLOGÍA
Definiremos la fonología como el estudio de los sonidos y su estructura.
Desde un punto de vista estrictamente lingüístico, se trataría de analizar la emisión de los
fonemas y su estructura o secuencia para formar palabras, entendiendo éstas como un
conjunto organizado de fonemas con significación propia.
Sin embargo, dada la importancia que tiene el contexto comunicativo, los primeros balbuceos
podrían considerarse como primeras formas transicionales hacia las palabras porque el niño
empieza a organizar conscientemente los fonemas para variar el sentido de sus producciones
vocálicas con una clara intencionalidad comunicativa.
En relación con el estudio de los fonemas o de las emisiones sonoras de los niños surge una
pregunta de gran interés para los lingüistas y para nuestro trabajo:
¿Cuándo podemos considerar la aparición de una “primera palabra” que se distinga con
claridad de las emisiones anteriores tanto estructural como funcionalmente?
Desde un punto de vista lingüístico parece relativamente sencillo: bastaría con identificar el
momento en que los sonidos empiezan a tener una función distintiva. Pero no es tan fácil
porque la consideración de una serie de fonemas con valor de significado depende no sólo de
quien los emite, sino también de quien oye al niño. Y aquí juega un papel primordial la
capacidad de anticipación y traducción, en ocasiones tremendamente imaginativa, del adulto
que oye emitir al niño una serie de fonemas más o menos ordenados y que asegura que esos
sonidos son una palabra.
No cabe duda de que ésta es la clave del aprendizaje de las primeras palabras, pero conviene
distinguir entre lo que formalmente es una palabra y lo que es una aproximación a una primera
palabra, al menos desde la fonología.
La fonología aporta cosas importantes para la tarea del observador del lenguaje infantil; y para
esto es también importante conocer algunas cosas de cuyo estudio se encarga precisamente
esta disciplina, como por ejemplo el orden en que aparecen los fonemas y la relación que
existe entre la fonología y otros aspectos del lenguaje.
Entre las aportaciones de la fonología conviene conocer la descripción fonética de los fonemas
en la lengua española y su equivalencia con los sonidos del habla.
En el cuadro que figura a continuación, encontrarás diferentes informaciones que se refieren a
características o rasgos de identificación de cada fonema. La primera característica se refiere al
modo de articulación, la siguiente al punto de articulación y la tercera a la sonoridad de cada
fonema. Antes de consultar el cuadro de los fonemas vamos a explicar cada una de estas
características.
El modo de articulación está relacionado con la forma que adoptan los órganos de articulación
en la salida del aire. Dando lugar a diferentes modos de articulación:
- Oclusivas. El aire, en su salida encuentra un obstáculo y esa salida se resuelve mediante
una explosión.
- Fricativas. El aire, en su salida, no encuentra ningún obstáculo pero sale constreñido.
- Africadas (oclusivas + fricativas). El aire se topa con un obstáculo y sale constreñido.
- Nasales. El aire sale por la nariz.
- Laterales. El aire, en su salida, encuentra un impedimento en el centro de la cavidad bucal
y sale por los lados de la misma.
- Vibrantes. El aire provoca una vibración en el ápice de la lengua.
El punto de articulación está relacionado con el lugar concreto en el que se produce el sonido.
La sonoridad se refiere a la vibración de las cuerdas vocales. Cuando vibran, el sonido es
sonoro, y cuando no vibran, es sordo.
Ahora ya con esta información previa, puedes consultar el siguiente cuadro:
Descripción fonética de los fonemas y su equivalencia con los sonidos del habla en lengua española
3.2. SEMÁNTICA
La semántica es el aspecto de la lingüística que trata del estudio de la significación del
lenguaje. También se puede hablar del léxico y más coloquialmente del vocabulario. El léxico
de una lengua está constituido por todas las palabras que forman parte de esa lengua. Cada
lengua tiene su propio léxico. De ahí que la manera en que hablamos y la manera en que
pensamos estén íntimamente relacionadas.
Hablar de semántica nos lleva necesariamente a hablar de diccionarios: de los diccionarios
materiales o impresos (recopilaciones del léxico de una lengua) y de los diccionarios mentales,
en la medida en que cuando hablamos habitualmente recurrimos a nuestro diccionario mental y
no a los otros.
Cuando memorizamos una palabra, memorizamos información relativa a la pronunciación
(información fonética), información relativa a la categoría sintáctica (función que realiza en la
oración), además de su significado.
Aprender una palabra supone la capacidad de nombrar y esto significa la capacidad de
representar. El lenguaje nos sirve para representar los conceptos básicos que utilizamos en
relación al mundo y a nosotros mismos.
El diccionario mental forma una red lingüística en la que está guardada nuestra representación
mental del mundo. Almacenamos el léxico de nuestra lengua en una compleja estructura
mental en la que se establecen redes de palabras, imágenes y sonidos, en una especie de
diccionario psicológico. Cada vez que utilizamos una palabra se establecen múltiples
conexiones que van mucho más allá de la tarea de proporcionarnos su significado literal,
poniéndose en juego un conjunto de referencias afectivas, de la propia experiencia, de nuestro
conocimiento…
Las palabras nos remiten a su representación semántica, pero también a nuestra propia
experiencia. El ejemplo más claro es que una misma palabra puede tener significados
diferentes, aun con la misma referencia semántica, en función de quién la utilice y en qué
contexto se utilice.
La semántica nos descubre que el proceso no va sólo en una dirección.
La pregunta no sería sólo ¿cómo aprendemos lo que significan las palabras?, sino también
¿cómo aplicamos las palabras a los conceptos correspondientes? Asignamos significados a las
palabras y asignamos palabras a sus conceptos respectivos en la medida en que vamos
poniendo palabras a las cosas, estableciendo una relación dinámica y constante entre lenguaje
y conocimiento de la realidad.
Hablamos de lo que conocemos, pero al aprender palabras nuevas ampliamos el conocimiento
de la realidad. El lenguaje determina, en cierto modo, nuestra manera de pensar, pero, a la vez,
modifica y enriquece nuestro pensamiento en la medida en que vamos poniendo nombre a más
cosas de la realidad, al conocimiento, a los sentimientos.
Y podemos manejar con mayor precisión aquello cuyo nombre conocemos.
Cada sociedad se identifica básicamente por su lengua y por su cultura, y aunque no exista una
relación cerrada entre lenguaje y cultura o visión del mundo, lo cierto es que cuanto mayor es la
diferencia entre dos sociedades, más difícil resulta traducir el lenguaje de una al lenguaje de
otra, dando por sentado que entre dos culturas muy diferentes se producirán también
distinciones conceptuales importantes. En este sentido, no existen los mismos conceptos en
todas las culturas.
Nos sorprendería saber que la lista de conceptos universales no es mayor de 300 palabras,
aproximadamente. En el caso de algunas comunidades lingüísticas necesitaríamos tener un
conocimiento completo de su cultura para entender con cierta coherencia sus conceptos. Y
aquí nos encontramos con un concepto importante, el de contexto cultural. Igual que antes
mencionábamos el contexto comunicativo, entender el léxico y la semántica de las lenguas nos
lleva a la necesidad de conocer algo del contexto cultural en que se produce.
Un ejemplo próximo de léxico y contexto cultural lo tenemos en la lengua de la etnia gitana. A
pesar de que comparten muchas palabras del léxico de la lengua española, no es posible hacer
una traducción completa de muchas de las palabras que ellos utilizan sin saber algo de su
contexto cultural. Esto ocurre porque cada cultura da un enfoque particular a la realidad, a los
problemas y a las situaciones, lo que tiene una importancia decisiva en la formación del léxico.
3.3. SINTAXIS
El análisis de las oraciones, de cada uno de sus componentes y de la relación entre ellos
ofrece información para efectuar el estudio del desarrollo sintáctico del lenguaje. Los elementos
objeto de estudio en este nivel sintáctico se refieren básicamente a dos aspectos:
- Las categorías de palabras utilizadas en la oración.
- La estructuración de los mensajes y el tipo de oraciones empleadas.
Del análisis del primer nivel sintáctico: las diferentes categorías y subcategorías gramaticales,
se encarga la morfosintaxis. Veamos algunas nociones elementales al respecto.
Aprendemos a construir las oraciones de manera correcta, no a base de experimentar múltiples
combinaciones posibles, sino descubriendo y aplicando unas reglas que explican la
clasificación de las palabras en categorías gramaticales y que nos sirven para identificar las
secuencias de categorías típicas de cada lengua.
A las categorías se las denomina partes de la oración. En el idioma español, las categorías son
el nombre, el verbo, el adjetivo, el adverbio, la preposición, el pronombre, el artículo y la
conjunción. A su vez, esas categorías pueden subdividirse en nombre común, masculino,
singular…
La otra aplicación de las reglas morfológicas o gramaticales es la identificación de las
secuencias de categorías dentro de la oración. Vamos a poner un ejemplo para que entiendas
esto mejor:
- A la secuencia artículo + nombre la llamamos sintagma nominal.
- A la secuencia verbo + sintagma nominal (complemento) la llamamos sintagma verbal.
3.4. PRAGMÁTICA
El estudio del desarrollo pragmático se valora analizando la funcionalidad del lenguaje a través
de un sistema de categorías referidas a las funciones que desempeñan los mensajes verbales
en la interacción verbal.
En la actualidad se está concediendo mucha importancia a los estudios pragmáticos del
lenguaje, considerando que el niño se comunica con su medio ambiente antes de que
comience la adquisición de la lengua materna. El aspecto pragmático del lenguaje está
presente desde el momento mismo en el que se produce la comunicación. En este sentido, la
función pragmática no es otra cosa que el propio uso del lenguaje en el proceso de
comunicación. De tal manera, que el niño, desde una edad muy temprana, aun disponiendo de
una capacidad lingüística muy reducida, tanto a nivel sintáctico como semántico, puede utilizar
cierto número de funciones pragmáticas.
La pragmática del lenguaje es el estudio de la relación que establece el lenguaje y su usuario.
Ni la sintáctica ni la semántica del lenguaje nos proporcionan los medios adecuados para la
interpretación de los datos referidos a la conducta verbal de los comunicantes o hablantes de
una lengua, sino que éstos son los que la dan sentido.
Mediante las leyes sintácticas y semánticas el hablante elabora el mensaje; sin embargo, hay
que situarse en la comunicación para poder interpretar dicho mensaje de forma adecuada.
Igual que en otros aspectos del lenguaje, existe un conjunto de leyes que marcan las pautas de
su uso, ajustándose a determinados contextos e intenciones comunicativas, y esta función
aparece tan pronto como existe comunicación. El niño, desde una edad muy temprana, aun
siendo su capacidad de lenguaje, tanto gestual como oral, muy limitada, utiliza ya cierto número
de funciones pragmáticas.
En la comunicación interactiva el niño manifiesta, progresivamente, a través del lenguaje verbal
o no verbal una intencionalidad cada vez más precisa. A medida que se va adquiriendo mayor
dominio del lenguaje también se van desarrollando las funciones pragmáticas.
Veremos algunas de las clasificaciones de las categorías funcionales del lenguaje infantil en
otras unidades. Pero podemos finalizar este apartado con algunos comentarios sobre una de
las manifestaciones más claras de los aspectos pragmáticos del lenguaje: La conversación.
Quizá el aspecto más evidente de la conversación sea su carácter de interacción cooperativa.
Los participantes tienen que ponerse de acuerdo sobre el tema a tratar, tienen que turnarse
para desarrollarlo, y además han de procurar entenderse. Sin lenguaje, la comunicación está
limitada al presente inmediato, al aquí y al ahora. Con el lenguaje, la comunicación puede
liberarse del contexto inmediato: podemos hablar de las cosas de “allí” y de “entonces”, lo que
supone un aumento considerable de nuestros poderes de anticipación, abstracción y ficción.
La mayor parte de nuestra actividad lingüística tiene lugar en situaciones cara a cara, es decir,
en un grupo reducido de personas que se alternan en los papeles de hablante y oyente y
charlan sobre algo que les interesa a todos.
Las conversaciones poseen ciertas características que las distinguen de otras formas de
interacción social, siendo necesario respetar un conjunto ordenado de convenciones sociales
que regulan la distribución de turnos.
Existen, por una parte, gran variedad de expresiones encadenadas y, por otra, procedimientos
convencionales para iniciar y desarrollar una conversación.
Los niños pequeños tienen que aprender todas esas reglas convencionales.
Reglas convencionales inventadas por los adultos que, en ocasiones entran en contradicción
con algunas de las necesidades comunicativas y expresivas de los niños, porque, para ellos,
hablar no es sólo comunicar algo, sino, con frecuencia, una urgente necesidad.
La comprensión de los mensajes emitidos en una conversación se produce gracias a las
condiciones de un determinado contexto creado por los participantes. De esta manera,
probablemente, alguien que escuche desde fuera de la conversación lo que dicen, e incluso
cómo se dice, no podrá formarse una idea completa ni del contenido de los mensajes ni de su
intención. De esta forma, algunas oraciones que fuera del contexto comunicativo concreto
podrían resultar ambiguas, no lo son en la práctica de esa conversación.
Los interlocutores no sólo deben cooperar en la distribución de turnos, también es necesario
que el que habla sea entendido. Tiene que cooperar haciendo que sus intervenciones sean
informativas y estén en consonancia con los intereses de su interlocutor o interlocutores y
sentando las bases que le van a permitir decir lo que quiere decir. Por otra parte, el oyente
tiene que desear entender al que habla.
El lenguaje humano exige ir más allá del análisis del valor representacional de los signos y la
toma en consideración de ciertos componentes pragmáticos relacionados con la actividad
mental de los sujetos que usan los signos. Porque el lenguaje actúa sobre ideas, creencias,
deseos e intenciones, es decir, sobre los mundos internos de las personas y no es sólo un
código formal.
Por tanto, el lenguaje sirve como intercambio de símbolos y combinaciones de símbolos
significativos (con significado relevante) e intencionales que se utilizan para modificar la
actividad interna y externa de los otros.
Sin embargo, la función comunicativa no es la más importante porque el lenguaje no es ni el
único ni el mejor vehículo comunicativo. Es más, con frecuencia, expresamos nuestras
emociones por vías diferentes al lenguaje, gracias a que disponemos de habilidades y recursos
expresivos no verbales presentes desde el nacimiento, mientras que el lenguaje aparece
alrededor del primer año.
El llanto, considerado como conducta expresiva o forma de expresión en el recién nacido (sirve
para expresar malestar), pasa a convertirse en conducta intencionada algunos meses después
cuando hace un uso instrumental de él. Es una conducta deliberada, intencional cuando utiliza
el llanto para producir efectos en los otros.
Sería ahora cuando podríamos considerarlo como un gesto comunicativo porque lleva implícita
una intención.
Un segundo aspecto que cabría destacar respecto a este uso comunicativo del lenguaje es que
la transmisión de información se puede realizar entre personas y también intrapersonalmente,
es decir, el mismo sujeto puede hacer a la vez de emisor y receptor del mensaje, sirviendo el
lenguaje como un instrumento de autorregulación de la actividad. Los seres humanos también
utilizamos el lenguaje para “comunicarnos con nosotros mismos”, modificando nuestro medio
interno, definiendo un nuevo plano que probablemente no se encuentre en otras especies
animales: el plano de la conciencia, que permite niveles de reflexividad y genera procesos
autocomunicativos.
Si el lenguaje sirve, desde esta función comunicativa, para pedir, exigir, criticar, comentar,
informar, por medio del lenguaje podemos, también, pedirnos, exigirnos, criticarnos,
comentarnos o informarnos a nosotros mismos. Al desarrollar esta vertiente de
Para algunos autores como Vigotsky, la formación de las funciones superiores en el hombre
(atención voluntaria, memoria…) se deriva de un proceso de incorporación e interiorización de
instrumentos: los signos.
Por eso decía que las funciones superiores se constituyen dos veces: primero se dan como
relaciones entre personas y luego dentro del propio niño. Poseen un origen interpersonal,
primero, y después llegan a convertirse en funciones intrapersonales.
Puede parecerte un poco complejo todo esto de las funciones del lenguaje porque para
explicarlo hay que utilizar conceptos abstractos y relacionar el lenguaje con el pensamiento y
con otras funciones psicológicas.
Para hacer una clasificación de los SAC vamos a utilizar primero una clasificación general en
sistemas sin ayuda y sistemas con ayuda.
Dentro de los SAC sin ayuda se sitúan básicamente los siguientes: 1. Lenguaje de signos. 2.
Palabra complementada. 3. Comunicación bimodal.
Lenguajes de signos
Decimos lenguajes de signos porque no existe un único lenguaje universal de signos, aunque
todos comparten características comunes. Es el lenguaje utilizado por las personas sordas.
Todas las lenguas, orales o signadas, están compuestas por una serie de palabras o signos
que representan algo: objetos, sentimientos, acciones… En las lenguas orales los sonidos
(fonemas) son el elemento básico, mientras que en las lenguas de signos las unidades de
significación son los “queremas” o parámetros formacionales, que consisten en signos
manuales que a su vez están constituidos por una serie de elementos:
- Forma que adopta la mano al realizar el signo.
- Posición donde se realiza.
- Movimiento que lleva implícito el signo.
- Orientación que tiene la palma de la mano.
- Expresión facial o corporal con que se realiza el signo.
Cuando un niño sordo tiene padres sordos, éstos utilizan la comunicación gestual. El bebé
empieza a adquirir gestos significativos por imitación, de una forma totalmente natural. Ésta es
la lengua materna del niño sordo que vive en una familia de sordos y es la forma en que el niño
sordo se comunica. Sin embargo, el lenguaje que estos padres transmiten al niño es pobre,
simple e insuficiente. Ésta es una de las razones por las que un niño de padres sordos debe
ser ayudado por terceros.
Un niño sordo, con padres sordos, puede llegar a constituir un buen lenguaje si el nivel del
lenguaje de los padres es elevado y si su aprendizaje se completa con la ayuda de un
educador competente. Si el niño sordo tiene padres que oyen, éstos no podrán enseñarle una
buena lengua de signos, al no ser la lengua que utilizan habitualmente. Esto significa que la
lengua de signos requiere un aprendizaje específico y ser enseñada por hablantes de esa
lengua, a través de procedimientos específicos.
Palabra complementada
Es otro sistema de comunicación sin ayuda que combina la lectura labiofacial con ocho
configuraciones de la mano que se ejecutan en tres posiciones distintas respecto al rostro. Las
configuraciones manuales permiten identificar las consonantes, mientras que las vocales se
corresponden con los diferentes lugares en los que son articuladas las configuraciones
manuales. Ciertos fonemas, en efecto, no se ven en los labios (c, g), además de que dos o más
fonemas pueden tener la misma imagen labial (p, b, m).
Los complementos manuales carecen de contenido lingüístico, es decir, no tienen ningún
significado al margen de la lectura labial. Es un complemento del habla y por tanto tiene
significado en combinación con ella.
Este método permite al niño evitar las confusiones en la lectura labial y acelerar el desarrollo
del lenguaje oral en su totalidad.
Este sistema es utilizado con niños sordos, autistas, graves alteraciones en el desarrollo y
niños con alteraciones motrices que tengan muy alterado el lenguaje.
Comunicación bimodal
Este sistema emplea simultáneamente el habla y los signos, adoptando una modalidad oral-
auditiva junto a una modalidad visual-gestual. El mensaje se expresa en dos modalidades al
mismo tiempo, pero la lengua base, la que marca el orden de la frase y la que determina la
sintaxis, es la lengua oral. Es un intercambio comunicativo basado en una lengua (oral),
aunque empleando dos modalidades diferentes de expresión: vocal y gestual.
Este sistema está especialmente dirigido a personas con la capacidad auditiva limitada, con
personas sordas se tiende a emplear el sistema de signos.
Ya has visto los sistemas alternativos de comunicación sin ayuda; vas a ver ahora los sistemas
con ayuda.
b) Sistemas arbitrarios
En este caso, los elementos de representación no mantienen ningún parecido con su referente.
Se trata de códigos que hay que aprender a descifrar. Es el caso del sistema ortográfico y oral
y de los lenguajes signados.
c) Sistemas complejos
En este tipo de sistemas se utilizan palabras impresas o codificadas. Es el caso del sistema
Braille (para personas ciegas) o el Morse (utilizado en comunicación naval).
En cuanto a la complejidad lingüística. Podemos encontrarnos sistemas basados en elementos
muy representativos, en dibujos lineales, en la ortografía tradicional y sistemas que utilizan
palabras codificadas.
Entre los sistemas con ayuda de cierta complejidad y más extendidos por todo el mundo hay
que mencionar el sistema Bliss. Es un sistema de símbolos gráfico-visuales que representan
significados o conceptos (no sonidos) y que permite comunicarse a personas que no pueden
utilizar el habla como medio de expresión. Utiliza símbolos gráficos o dibujos en vez de
palabras que, atendiendo al significado que representan, se pueden agrupar en categorías
semánticas, cada una de las cuales se representa con un color diferente para facilitar su
diferenciación.
Pongamos algunos ejemplos de la utilización de los colores en este sistema: las personas se
representan en color amarillo, los verbos en color verde, los términos descriptivos en color azul,
los objetos en color naranja, los términos sociales en color rosa, los términos diversos en color
blanco…
Este sistema se utiliza sobre todo con personas con alteraciones motrices importantes que
afectan a su capacidad de habla, así como en algunas deficiencias psíquicas.
Para concluir este epígrafe de los sistemas alternativos o aumentativos de comunicación puede
serte útil observar los gráficos que figuran a continuación. En el primero aparece una
clasificación de los sistemas sin ayuda y con ayuda.