Retórica

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RETÓRICA

La retórica es la disciplina transversal a distintos campos de conocimiento


(ciencia de la literatura, ciencia política, publicidad, periodismo, ciencias de la
educación, ciencias sociales, derecho, etc.) que se ocupa de estudiar y de
sistematizar procedimientos y técnicas de utilización del lenguaje, puestos al
servicio de una finalidad persuasiva o estética, añadida a su
1
finalidad comunicativa.
Históricamente, la retórica tiene su origen en la Grecia clásica, donde se entendía,
en palabras de los tratadistas clásicos, como el ars bene dicendi, esto es, la
técnica de expresarse de manera adecuada para lograr la persuasión del
destinatario (etimológicamente, la palabra es un helenismo que proviene
del griego ρητορική [τέχνη], «rhetorikè (téchne)»).
La retórica se configura como un sistema de procesos y recursos que actúan en
distintos niveles en la construcción de un discurso. Tales elementos están
estrechamente relacionados entre sí y todos ellos repercuten en los distintos
ámbitos discursivos.

1. DEFINICIÓN

En principio, la retórica se ocupó de la lengua hablada, pero su saber trascendió al


discurso escrito e influyó poderosamente en la literatura cuando la palabra escrita
ganó prestigio en el régimen imperial en Roma, si bien el discurso escrito suele
considerarse como una transcripción limitada o imitación estrecha del discurso
oral. En la actualidad, la retórica ha vivido un gran resurgimiento y sus enseñanzas
se utilizan en publicidad, la academia, la política, así como en la defensa de
puntos de vista durante los juicios civiles. Por otro lado, gracias a las nuevas
tecnologías audiovisuales podemos hablar de una retórica de la imagen, ya que
mediante una imagen o vídeo podemos hablar sobre algo utilizando figuras
retóricas (metáfora, metonimia, prosopopeya, personificación, etc.).

La retórica ocupó un lugar importante en el sistema educativo antiguo y medieval,


y hasta el romanticismo su significación fue crucial dentro de las disciplinas
humanísticas.

Son tres procesos complementarios los que conformaban el aprendizaje de la


retórica: el estudio de los preceptos, la imitación de modelos y la práctica personal.
2. LA COMPOSICIÓN DEL DISCURSO

La elaboración del discurso verbal y su exposición ante un auditorio son aspectos


que exigen la atención a cinco dimensiones que se complementan entre sí:

En cuanto a estructura lingüística, el discurso está conformado por la inventio, la


dispositio y la elocutio;

En cuanto a actividad oral, el discurso está configurado por la memoria y la actio.

2.1. Inventio (o invenio)


La finalidad de esta fase es establecer los contenidos del discurso. El
término inventio procede del latín invenire que a su vez procede del griego
εὒρεσις que significa «hallazgo», pues de lo que se trata es de que el
orador seleccione, halle, en un repertorio prefijado de temas aquellos que
son los más adecuados a su exposición. Se trata, mentalmente hablando,
de invenire («hallar») en la memoria, llena de topoi o loci («tópicos» o
«lugares» comunes) las ideas propias o heredadas de la sociedad en
general, susceptibles de ser utilizadas en el discurso.

La tipología del tópico retórico incluye los siguientes elementos: persona,


cosa, lugar, instrumento, causa, modo, tiempo, comparación y
argumentación, a los que habrá que añadirse el tópico literario, en el caso
de obras literarias.

2.2. Dispositio
Este término latino es una traducción del concepto de la retórica griega
conocido como τἀξις que quiere decir «disposición». La finalidad de esta
parte de la preparación discursiva es la organización de los elementos de la
inventio en un todo estructurado. Son relevantes a este respecto el número
de partes del discurso y su orden de aparición.

En cuanto a las partes, los discursos pueden presentar una estructura


bipartita (en la que las dos partes mantienen una tensión recíproca dentro
del conjunto) o tripartita (en la que se supone un desarrollo lineal con
principio, medio y fin).

La estructuración tripartita, la más frecuente, consta de un exordium o parte


inicial que tiene por objeto captar la atención (el interés o favor) del oyente
(captatio benevolentiae) e indicar a este la estructuración del discurso; una
parte media con narratio (exposición del asunto y tesis del orador al
respecto) y argumentatio (con las razones que sustentan dicha tesis); y,
finalmente, una peroratio o recapitulación de lo dicho con apelaciones al
auditorio.
2.2.1. La estructura del discurso
El exordio busca hacer al auditorio benévolo, atento y dócil. Su
función es señalizar que el discurso comienza, atraer la atención del
receptor, disipar animosidades, granjear simpatías, fijar el interés del
receptor y establecer el tema, tesis u objetivo.

La proposición es una enunciación breve y clara del tema que se va


a tratar.

La división es la enumeración de las partes de que va a tratar el


discurso.

La narratio, desarrollo o exposición es la parte más extensa del


discurso y cuenta los hechos necesarios para demostrar la
conclusión que se persigue. Si el tema presenta subdivisiones, es
preciso adoptar un orden conveniente (partitio o divisio). En la partitio
tenemos que despojar al asunto de los elementos que no conviene
mencionar y desarrollar y amplificar aquellos que sí conviene.

La argumentación es la parte donde se aducen las pruebas que


confirman la propia posición revelada en la tesis de la exposición
(confirmatio o probatio) y se refutan las de la tesis que sostiene la
parte contraria (refutatio o reprehensio), dos partes que Quintiliano
considera independientes, de forma que para él el discurso forense
tendría cinco. La confirmación exige el empleo de argumentos
lógicos y de las figuras estilísticas del énfasis. También es un lugar
apropiado para el postulado o enunciado sin prueba, siempre que no
debilite nuestra credibilidad, para lo cual hay que recurrir al postulado
no veraz pero plausible (hipótesis), a fin de debilitar al adversario
desorientando su credibilidad; lo mejor en ese caso es sugerirlo y no
decirlo. Se recurre a una «lógica retórica» o dialéctica que no tiene
que ver con la lógica científica, pues su cometido no es hallar la
verdad sino convencer. Se funda más en lo verosímil que en lo
verdadero, de ahí su vinculación con la demagogia. Para los
discursos monográficos enfocados a la persuasión, convienen las
estructuras gradativas ascendentes. En el caso del discurso
periodístico, la tendencia del lector a abandonar al principio
recomienda el uso de la estructura opuesta: colocar lo más
importante al principio. La retórica clásica recomienda para los
discursos argumentativos monográficos el orden nestoriano, el 2,1,3:
esto es, en primer lugar los argumentos medianamente fuertes, en
segundo lugar los más flacos y débiles y en último lugar los más
fuertes.

La peroración es la parte destinada a inclinar la voluntad del oyente


suscitando sus afectos, recurriendo a móviles éticos o pragmáticos y
provocando su compasión (conquestio o conmiseratio) y su
indignación (indignatio) para atraer la piedad del público y lograr su
participación emotiva, mediante recursos estilísticos patéticos;
incluye lugares de casos de fortuna: enfermedad, mala suerte,
desgracias, etc. Resume y sintetiza lo que fue desarrollado para
facilitar el recuerdo de los puntos fuertes y lanzar la apelación a los
afectos; es un buen lugar para lanzar un elemento nuevo, inesperado
e interesante, el argumento-puñetazo que refuerce todos los demás
creando en el que escucha una impresión final positiva y favorable.

2.2.2. Los argumentos


Existen tres tipos de argumentos que pueden ser empleados en un
discurso: los relativos al ethos, al pathos y al logos.

Argumentos ligados al ethos: son de orden afectivo y moral y


atañen al emisor del discurso; son, en suma, las actitudes que debe
tomar el orador para inspirar confianza a su auditorio. Así, debe
mostrarse:

Sensato y fiable: esto es, capaz de dar consejos razonables y


pertinentes.

Sincero: no debe disimular lo que piensa o lo que sabe.

Simpático: debe mostrar que está preparado a ayudar a su auditorio.

Argumentos ligados al pathos: de orden puramente afectivo y


ligados fundamentalmente al receptor del discurso. Según
Aristóteles, estos argumentos se basan en suscitar ira (ὀργή), calma
(πραότης), odio (μίσος), amistad (φιλία), miedo (φόβος), confianza
(θάρσος), vergüenza (αἰσχύνη), indignación (τὸ νεμεσάν),
agradecimiento (χάρις), compasión (ἐλείνος) y envidia (φθόνος) por
las virtudes de otro (ζήλος).1

Argumentos ligados al logos: argumentos ceñidos al tema y


mensaje mismo del discurso; se entra aquí en el dominio
propiamente de la dialéctica y se utilizan sobre todo los deductivos y
los analógicos.
El orden de las partes puede ser naturalis o artificialis. El ordo
naturalis es el que respeta la propia naturaleza del discurso sin
alteraciones intencionadas o el que sigue la tradición; el ordo
artificialis, por el contrario, altera el orden habitual de las partes (por
ejemplo, empezar una historia no por el principio sino en un momento
ya avanzado de la misma, esto es, in medias res).

2.3. Elocutio
La elocutio afecta al modo de expresar verbalmente de manera adecuada
los materiales de la inventio ordenados por la dispositio. En la actualidad, la
elocutio es lo que se denomina estilo.

La elocutio se manifiesta a través de dos aspectos: las cualidades y los


registros.

Las cualidades elocutivas son tres: puritas, perspicuitas y ornatus.

La puritas es la corrección gramatical en la expresión lingüística, que busca,


sobre todo, evitar el barbarismo o palabra incorrecta y el solecismo o
construcción sintáctica errónea.

La perspicuitas es el grado de comprensibilidad del discurso, que se opone


a la obscuritas.

El ornatus tiene por objeto embellecer el discurso con el uso de las distintas
figuras literarias. Se trata del principal constituyente del ornatus pues en
torno a él giran todos los elementos de la configuración estilística. Consta
de dos formantes básicos: la elección de palabras (véase: tropos y figuras)
y su combinación (compositio).

Los registros de la elocución (genera elocutionis) son modalidades


estilísticas que dependen de la combinación de las cualidades elocutivas.
Se pueden identificar varios pero tradicionalmente se habla de tres modelos
básicos:

El genus humile o estilo llano tiene por objeto la enseñanza; se caracteriza


por la puritas y la perspicuitas, y un ornatus poco desarrollado.

El genus medium o estilo medio pretende deleitar; se caracteriza por una


mayor presencia del ornatus que en el anterior.

El genus sublime o estilo elevado busca conmover y las cualidades


elocutivas están presentes en grado máximo.

2.3.1. La compositio
La compositio analiza la estructura sintáctica y fónica de los
enunciados, esto es, sus constituyentes y sus distintas posibilidades
de distribución en el discurso. Así, se distinguen la compositio
sintáctica (centrada en la oración y sus partes) y la compositio
fonética (centrada en la combinación de palabras en la oración por
razones fonéticas).

La compositio sintáctica: se distinguen dos tipos de estilo: el estilo


suelto o seguido y el estilo periódico o periodo.

La primera diferencia entre ambos es de tipo estructural y lógico-


semántica: en el periodo existe una estructura periódica que presenta
varias partes con autonomía argumentativa para cada una de ellas;
en cambio, en el estilo suelto no existe esa estructuración, de forma
que las ideas se suceden hasta llegar a la conclusión.

La segunda diferencia es de orden rítmico: en el periodo hay que


tener en cuenta el numerus (el correlato en latín del metro en poesía,
que se basaba en las cantidades vocálicas), mientras que en el estilo
suelto esto es irrelevante.

2.4. Memoria
La memorización del discurso elaborado depende de dos tipos de memoria
según los tratadistas clásicos: la memoria naturalis (la innata) y la memoria
artificiosa, que implica una serie de procedimientos mnemotécnicos para
facilitar el recuerdo.

2.5. Actio
También llamada pronuntiatio, se ocupa de la declamación del discurso,
prestando atención a la modulación de la voz y de los gestos, que debe
estar en consonancia con el contenido del mismo.

3. Los géneros oratorios

Existen tres géneros de discursos de oratoria: el genus iudiciale (género judicial),


el genus deliberativum (género deliberativo o forense) y el genus demonstrativum
(género demostrativo o epidíctico).2

El genus iudiciale es el que corresponde a las exposiciones realizadas ante un


juez con el objetivo de acusar o defender, respecto de un asunto del pasado, una
causa planteada en término de justicia frente a injusticia. Sus polos son acusación
y defensa
El genus deliberativum es el que corresponde a los discursos pronunciados ante
una asamblea; el orador pretende aconsejar o disuadir en términos de utilidad.
Frente a la género judicial, que se centra en acontecimientos pasados, el tema de
los discursos deliberativos es cómo afrontar en el futuro un determinado asunto.

El genus demonstrativum se centra en individuos particulares a los que se trata


de alabar o denostar ante un público; se ocupa de hechos pasados y se dirige a
un público que no tiene capacidad para influir sobre los hechos, sino tan solo de
asentir o disentir sobre la manera de presentarlos que tiene el orador, alabándolos
o vituperándolos. Está centrado en lo bello y en su contrario, lo feo. Sus polos son,
pues, la alabanza o encomio y el denuesto o vituperio.

Además de estos tres géneros, existen siete especies (εἲδη): la suasoria


(προτρεπτικόν), disuasoria (ἀποτρεπτικόν), laudatoria (ἐγκωμιαστικόν),
vituperadora (ψητικόν), acusatoria (κατηγορικόν), exculpatoria (ἀπολιγικόν) y la
indagatoria (ἐξεταστικόν).3 Estas especies están presentes en los tres géneros. En
el deliberativo, puesto que se busca convencer al auditoriο de una determinada
tesis, las más frecuentes son la suasoria y la disuasoria. En el judicial, en el que
hay que defenderse de acusaciones o realizarlas, predominan las especies
acusatoria y exculpatoria y en el epidíctico, que sirve para reforzar los valores de
una comunidad, la laudatoria y la vituperadora. Aunque predοminen más en
determinados discursos, las siete especies están en los tres géneros. En un
discurso deliberativo se puede utilizar la especie acusatoria y la vituperadora, por
ejemplo, el político que propone una ley puede acusar a su rival de algo o hacerle
un vituperio con el fin de desacreditarlo. De la misma manera, en el discurso
judicial son frecuentes las especies vituperadora y laudatoria. Un caso muy
conocido es el discurso de Cicerón Pro Archia Poeta en el que hay un extenso
elogio de la poesía.

En la Edad Media se añadieron a los anteriores las llamadas artes: ars praedicandi
(sobre la técnica de elaborar sermones), ars dictandi (o ars dictaminis, sobre el
arte de escribir cartas) y las ars poetriae (preceptos gramaticales, métricos y
retóricos para escribir poesía).

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