Teoría General Del Acto Jurídico
Teoría General Del Acto Jurídico
Teoría General Del Acto Jurídico
2023
I.
GENERALIDADES Y CONCEPTOS
1.
LOS HECHOS ANTE EL DERECHO. ¿EN QUÉ CONSISTE LA DISCIPLINA DEL ACTO JURÍDICO?
(i) Hechos jurídicos, son aquellos relevantes para el derecho y que producen
efectos jurídicos.
Existen hechos de la naturaleza (por ejemplo, la lluvia) o del hombre (por ejemplo, correr)
que no son jurídicos. Más importante aún, existen hechos de la naturaleza (por ejemplo, el
transcurso del tiempo, la muerte) y hechos del hombre (como comprar un auto, otorgar un
testamento o matar a una persona) que son propiamente jurídicos, porque producen
efectos en el derecho e interesan a éste.
Los hechos jurídicos del hombre son el objeto de nuestro estudio en este curso, pero
todavía es necesaria distinguir si en ellos existe o no la intención de producir efectos
jurídicos:
(i) Hechos jurídicos del hombre, sin intención de producir efectos jurídicos:
corresponden a los cuasicontratos, los delitos y cuasidelitos. En estos
casos, el hombre ejecuta una conducta voluntariamente, pero los efectos
que se producen no han sido queridos por él, sino que la ley los impone.
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Benjamín Morales Palumbo
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(ii) Hechos jurídicos del hombre, con intención de producir efectos jurídicos.
En estos casos, el hombre ejecuta una conducta voluntariamente, y se
producen los efectos jurídicos que el hombre ha querido ocasionar.
Estos hechos jurídicos del hombre, realizados con intención de producir efectos
jurídicos, y que son lícitos, corresponden a los denominados actos jurídicos, que son
materia de estudio de este curso.
2.
EL CONCEPTO DE ACTO JURÍDICO
(a) Se trata de una manifestación de voluntad: esto significa que existe una
exteriorización –sea por medio de una declaración o de un comportamiento– que
permite conocer la voluntad de quien otorga el acto. Sin esa exteriorización, la
voluntad del agente se mantendría en su fuero interno y no produciría consecuencia
alguna.
Ambas nociones son en realidad compatibles: el propósito práctico que las partes
persiguen al celebrar un acto jurídico es considerado por el derecho y, de cierto
modo, traducido a ciertos efectos propiamente jurídicos que permiten o protegen ese
fin práctico.3
dinero por ella. Ese propósito práctico se traduce jurídicamente en la obligación del comprador y derecho del
vendedor a recibir el precio.
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(c) La manifestación de voluntad produce los efectos queridos por el autor o las
partes, porque el derecho la sanciona: decíamos que los actos humanos pueden
no tener la intención de producir efectos jurídicos, que era el caso de los
cuasicontratos, los delitos y los cuasidelitos. Ellos son también hechos voluntarios,
pero en que el autor no ha querido perseguir un efecto jurídico determinado.
Los actos jurídicos producen los efectos queridos por su autor o por las partes, que
como decíamos, consisten en adquirir, modificar o extinguir un derecho o una
relación jurídica.
Esto, que podría ser más o menos discutible a nivel filosófico, nos parece que no
tiene discusión en la realidad. Como veremos, si bien existe amplia libertad para
otorgar actos jurídicos, la autonomía de la voluntad –fundamento de la facultad de
otorgar actos jurídicos– tiene importantes limitaciones. Más aún, existen también
limitaciones a las clases, formas y efectos en que se pueden otorgar actos jurídicos,
lo que demuestra que la sanción que la ley otorgue es indispensable para que los
actos jurídicos puedan producir sus efectos.
Las doctrinas alemana e italiana distinguen entre negocio jurídico y acto jurídico. Los
primeros corresponderían a aquellos hechos del hombre en que los efectos a que da son
precisamente los que él ha deseado; mientras que los segundos corresponderían a aquellos
hechos del hombre cuyos efectos son meramente los que la ley atribuye al hecho voluntario.
3.
LA TEORÍA DEL ACTO JURÍDICO EN EL CÓDIGO CIVIL CHILENO
En efecto, nuestro Código Civil ni siquiera utiliza la expresión “acto jurídico”. A lo largo
de sus disposiciones habla de “actos”, “actos y contratos”, “de los actos o declaraciones de
voluntad”, expresiones todas que –en cualquier caso– evocan la noción de acto jurídico,
aunque no lo nombre expresamente.
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Esto tiene lugar por influencia del Código Civil francés de 1804, tradicionalmente
considerado una de las fuentes del Código Civil chileno. Ese Código, como el nuestro, no
contiene una sistematización de la teoría del acto jurídico, sino que –como explicamos a
continuación– reglamenta más bien las obligaciones y los contratos, extrayendo de esas
normas una teoría general del acto jurídico.
Por otra parte, el Código Civil no reglamenta tampoco de forma orgánica los actos
jurídicos. Sin embargo, la teoría del acto jurídico se sustenta y construye sobre la base de
diversas disposiciones del Código Civil, principalmente ubicadas del Libro IV del Código (en
especial, sus Títulos I, II, XX), así como en otras disposiciones dispersas a lo largo del
Código (por ejemplo, los arts. 10, 11 y 12 en el Título Preliminar, el art. 1545 en el Título XII
del Libro IV, el art. 2284 en el título XXXIV del mismo Libro, etc.), e incluso en disposiciones
ubicadas en otros cuerpos legales (en particular, en el Código de Comercio, donde se
encuentran las reglas de formación del consentimiento).
II.
CLASIFICACIONES
DE LOS ACTOS JURÍDICOS
En los arts. 1439 y siguientes, el Código Civil hace una clasificación de los contratos.
Con ciertos matices, aquellas clasificaciones también podemos aplicarlas a los actos
jurídicos. Además, la doctrina también ha ofrecido otras clasificaciones de los actos
jurídicos que resultan útiles de consignar.
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Cabe destacar que “Cada parte puede ser una o más personas”, como dispone el art.
1438 del Código; en consecuencia, parte es la persona o grupo de personas que
constituyen un solo centro de intereses para efectos de la manifestación de voluntad.
Así, son ejemplos de actos jurídicos unilaterales los siguientes: el testamento; la renuncia
de ciertos derechos, cuando es permitida; la confirmación de un acto nulo, la aceptación de
una herencia; etc.
Son ejemplos de actos jurídicos bilaterales, en tanto: el contrato; la tradición; el pago, etc.
Por último, pueden considerarse ejemplos de actos jurídicos multilaterales los siguientes:
el contrato de sociedad (en caso que tenga más de dos socios), o la novación por cambio
de acreedor.
Esta clasificación se desprende del art. 1439 del Código Civil, según el cual “El contrato
es unilateral cuando una de las partes se obliga para con otra que no contrae obligación
alguna; y bilateral, cuando las partes contratantes se obligan recíprocamente”. En todo
caso, no deben confundirse: la clasificación que hace el art. 1439 se refiere únicamente a
los contratos, que como veremos, son actos jurídicos bilaterales.4
4Así, ocurre que el contrato –acto jurídico bilateral– puede ser a su vez calificado como unilateral o bilateral,
cuestión que estudiaremos en la parte general de los Contratos
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Cabe destacar que los actos jurídicos bilaterales se llaman también –por la doctrina–
convenciones. El acto jurídico bilateral o convención se define como el acuerdo de
voluntades que tiene por objeto crear, modificar o extinguir derechos.
Debe destacarse que lo que señalamos es una precisión doctrinaria. El Código Civil
no distingue entre contrato y convención, sino que los trata como sinónimos,
definiendo al contrato o convención legalmente en el art. 1438 como “un acto por el
cual una parte se obliga para con otra a dar, hacer o no hacer alguna cosa”.
El criterio de clasificación atiende al beneficio que reciben las partes del acto jurídico.
Así, el acto jurídico es gratuito cuando cede en beneficio de una sola de las partes, y
oneroso cuando lo hace en beneficio de ambas.
Según algunos, esta clasificación sólo rige respecto de los actos jurídicos patrimoniales y
bilaterales, y por lo mismo, equivale a la clasificación que hace el art. 1440 del Código
respecto a los contratos de tal naturaleza.
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prestamista recibe la suma prestada más el interés. Por otro lado, el mandato no
remunerado sería un ejemplo de un contrato bilateral pero gratuito.
La importancia de distinguir entre actos a título gratuito y a título oneroso radica, primero,
en que por regla general el error in persona sólo aplica a los primeros, siendo indiferente
a los segundos. Además, la ley suele ser más exigente respecto de los actos gratuitos,
siendo un ejemplo de ello el trámite de la insinuación como trámite previo a la donación.
Finalmente, los actos de comercio son siempre a título oneroso.
(i) El acto oneroso es conmutativo cuando aquello que las partes se obligan a
dar, hacer o no hacer se mira como equivalente a lo que la otra parte debe
dar, hacer o no hacer a su vez; y
Esta clasificación del Código es criticada por cierta doctrina (Jorge López). A su juicio, el
criterio de distinción es más bien que sólo en los contratos conmutativos se está en situación
de valorar o pronosticar anticipadamente si el acto jurídico será beneficiosa y porqué,
mientras que en el contrato aleatorio no hay cálculo factible respecto de las consecuencias
económicas que tendrá el acto, que se encuentra sujeto a la suerte o al azar.
Esta clasificación es en parte legal y en parte doctrinaria, lo que tiene lugar por causa el art.
1442 del Código Civil, según el cual “El contrato es principal cuando subsiste por sí mismo
sin necesidad de otra convención, y accesorio, cuando tiene por objeto asegurar el
cumplimiento de una obligación principal, de manera que no pueda subsistir sin ella.”
Pero esto deja fuera a otros actos jurídicos que, si bien requieren de la existencia de un
acto principal para subsistir, no tienen por objeto o propósito asegurar el cumplimiento de
otra obligación. Es el caso de las capitulaciones matrimoniales –convenciones de carácter
patrimonial que celebran los esposos antes o en el acto de contraer matrimonio– que “sólo
valdrán entre las partes y respecto de terceros desde el día de la celebración del
matrimonio”, es decir, dependen de que exista matrimonio para tener efecto. A estos actos
jurídicos se les denomina por la doctrina, meramente, actos jurídicos dependientes.
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Así las cosas, el criterio de clasificación atiende a si el acto jurídico puede subsistir o no
por sí mismo, sin necesidad de otra convención, cuestión que separa a los actos
principales de los actos accesorios y actos dependientes. Y estos últimos, a su vez, se
subclasifican según tengan o no por objeto asegurar el cumplimiento de una obligación
principal.
(i) Acto jurídico principal es aquel que subsiste por sí mismo sin necesidad de
otro;
(ii) Acto jurídico accesorio es aquel que tiene por objeto asegurar el
cumplimiento de una obligación principal, de manera que no puede
subsistir sin ella; y
De una perspectiva algo más restringida, se ha clasificado a los actos jurídicos según
requieran o no de una solemnidad para manifestar válidamente la voluntad.
(i) Acto jurídico solemne es aquel en que la voluntad del autor o contratante
solamente puede manifestarse válidamente mediante una formalidad
esencial al acto o contrato;
(ii) Acto jurídico no solemne es aquel en que la voluntad del autor o contratante
se puede manifestar válidamente de cualquier modo.
Esta clasificación tiene su origen en aquella que establece el art. 1443 del Código, que
distingue entre contratos reales, solemnes y consensuales. El Código distingue en base
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al momento en que se forma el contrato y los requisitos que debe reunirse en ese instante
para la formación del contrato, y más propiamente en nuestro concepto, distingue en base
a la forma que debe manifestarse el consentimiento para la válida formación del
respectivo contrato.
(ii) En cambio, actos jurídicos de familia son aquellos que se refieren al estado
civil5 o situación del individuo dentro de la familia y el matrimonio.
La principal diferencia entre ambas clases de actos jurídicos radica en que, mientras los
primeros son de orden estrictamente privado, los segundos versan sobre materias
de orden público, con el propósito de proteger intereses sociales superiores al mero
interés privado de cada interesado (la debida constitución de las familias, la protección de
los cónyuges, interés superior del niño, etc.)
Esto produce una serie de consecuencias prácticas del mayor interés. Primero, mientras en
los actos patrimoniales prima el principio de que pueden renunciarse los derechos
establecidos en el sólo interés del renunciante y cuya renuncia no esté prohibida (art. 12
del Código), en los actos de familia generalmente nos enfrentamos a derechos
irrenunciables.
Segundo, mientras que en los actos patrimoniales existe fuerte primacía de la autonomía
de la voluntad para crear, modificar o extinguir relaciones jurídicas y sus efectos, en los
actos de familia ésta se encuentra fuertemente limitada, puesto que salvo prestar la
voluntad o consentimiento para que el acto nazca a la vida jurídica, sus efectos están
regulados legalmente de forma prácticamente inmodificable (y así, por ejemplo, en el
matrimonio sólo se puede escoger el régimen de bienes, cuya reglamentación legal no
puede alterarse, estando incluso limitado el cambio de regímenes durante el matrimonio).
5El estado civil se define legalmente como “la calidad de un individuo, en cuanto le habilita para ejercer ciertos
derechos o contraer ciertas obligaciones” (art. 304 del Código Civil), y más claramente, como la calidad
permanente que ocupa un individuo en la sociedad, derivada de sus relaciones de familia.
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(6) ACTOS JURÍDICOS ENTRE VIVOS Y ACTOS JURÍDICOS POR CAUSA DE MUERTE
El criterio de clasificación radica en el momento a partir del cual los actos producen pleno
efecto.
(i) Actos jurídicos entre vivos son aquellos que producen pleno efecto en vida
de sus autores;
(ii) Mientras que actos jurídicos mortis causa son aquellos en que la muerte del
sujeto que los otorga es supuesto esencial y necesario para que
produzcan efecto.
El ejemplo típico del acto por causa de muerte es el testamento. Nótese que el hecho de
que un efecto de un contrato se subordine a la muerte de un autor o una de las partes, sin
ser elemento esencial del acto jurídico, no lo convierte en acto mortis causa. Por ejemplo,
el caso de la extinción del mandato por la muerte de una de las partes, no convierte al
mandato en un acto jurídico por causa de muerte.
(i) Actos puros y simples son aquellos que no están sujetos a modalidad, y
producen sus efectos ordinarios sin modificación;
(ii) Actos sujetos a modalidad son aquellos cuyos efectos están subordinados
al cumplimiento de ciertas cláusulas restrictivas particulares: plazo,
condición y modo.
Por regla general, los actos innominados tendrán pleno valor legal al igual que los actos
nominados, siendo excepcionales las áreas del derecho que no permiten su creación (por
ejemplo, el derecho de familia).
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(i) Los actos jurídicos constitutivos son aquellos que crean una situación
jurídica o un derecho nuevo, que antes no existía.
(iii) Los actos jurídicos traslaticios son aquellos que transfieren de un titular a
otro un derecho previamente existente.
Es importante destacar que un mismo acto jurídico puede, según los casos, tener carácter
de administración o de disposición.
(i) Actos causados son aquellos en que la causa aparece manifiesta o está
indicada;
(ii) Actos formales o abstractos son aquellos cuya causa no cobra expresión
en ellos o que se celebran sin guardar relación alguna con una causa
determinada.
No nos parece que en el caso de los actos formales o abstractos no exista una causa, sino
más bien que en ellos la causa se encuentra en una relación jurídica distinta pero
relacionada –por ejemplo, un pagaré no tiene una causa que aparezca manifiesta en él,
sino que ella radica en una relación jurídica diversa pero relacionada: un mutuo de dinero–
o en último término en una liberalidad –por ejemplo, la hipoteca que una persona otorga
para asegurar una obligación ajena–.
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Esto es así porque el Código Civil dispone que “no puede haber obligación sin una causa
real y lícita”, pero de inmediato advierte que “no es necesario expresarla” y acepta que la
pura liberalidad o beneficencia sea causa suficiente de un acto (art. 1467).
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III.
ESTRUCTURA DEL ACTO JURÍDICO
1.
ELEMENTOS QUE CONFORMAN LOS ACTOS JURÍDICOS: ELEMENTOS DE LA ESENCIA, DE LA
NATURALEZA Y PURAMENTE ACCIDENTALES
Los actos jurídicos se estructuran, a modo general, sobre la base de tres clases de
elementos.
Nuestro Código Civil recoge o consagra estos tres elementos en el art. 1444, aunque ahí –
como es habitual– lo hace refiriéndose al contrato en particular, señalando que “Se
distinguen en cada contrato las cosas que son de su esencia, las que son de su naturaleza,
y las puramente accidentales”.
El Código Civil señala que “Son de la esencia de un contrato aquellas cosas sin las cuales
o no produce efecto alguno, o degenera en otro contrato diferente”.
En este sentido, se indica que los elementos de la esencia de los actos jurídicos son
necesarios y suficientes para que el acto pueda producir efectos: necesarios, porque sin
ellos no producirá efecto o degenerará en otro distinto; y suficientes, porque basta la sola
reunión de ellos para que el acto jurídico tenga un contenido mínimo y produzca sus efectos.
Ahora bien, los elementos de la esencia del acto jurídico se clasifican en:
Existe cierta discusión doctrinal sobre cuáles son los elementos esenciales
comunes o generales a todo acto jurídico, sin que el art. 1444 del Código los
mencione o enumere expresamente.
Conjugando esa disposición con el art. 1445 del Código Civil, debiéramos
concluir que tienen tal carácter la voluntad, el objeto y la causa; es decir,
sin dichos elementos, el acto jurídico no producirá efecto alguno, no existiría
propiamente. ¿Cómo se llega a esta conclusión?
- El art. 1445 dispone que “para que una persona se obligue a otra por
un acto o declaración de voluntad es necesario: 1º que sea
legalmente capaz; 2º que consienta en dicho acto o declaración y su
consentimiento no adolezca de vicio; 3º que recaiga sobre un objeto
lícito; 4º que tenga una causa lícita”.
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El Código Civil dispone que “son de la naturaleza de un contrato las [cosas] que no siendo
esenciales en él, se entienden pertenecerle, sin necesidad de una cláusula especial”.
Así, se ha criticado que más que “elementos” de la naturaleza en los actos jurídicos, se
trata de “efectos” de su naturaleza, es decir, efectos que la ley subentiende y que no
requieren una manifestación de voluntad para existir. Lo que es un efecto de un acto no
puede ser elemento del mismo; sólo los elementos de la esencia serían propiamente
elementos del acto jurídico. Esta misma crítica se predica respecto de las cosas
accidentales, a que nos referiremos a continuación.
Otro ejemplo típico son las obligaciones de saneamiento de la evicción y de los vicios
redhibitorios en la compraventa, los cuales están establecidos por la propia ley para la
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compraventa y no requieren estipulación expresa, pero las partes pueden excluir dichas
obligaciones sin que la compraventa deje de producir efecto o degenere en un contrato
distinto (arts. 1842, 1852 y 1859 del Código Civil).
El Código dispone que “son accidentales a un contrato aquellas [cosas] que ni esencial ni
naturalmente le pertenecen, y que se le agregan por medio de cláusulas especiales”.
Así por ejemplo, en una compraventa, el Código dispone –como cosa de la naturaleza de
ese contrato– que el precio se debe pagar en el lugar y al tiempo de la entrega de la cosa
vendida (art. 1872). Por medio de una cláusula accidental, se puede estipular que el precio
se pague a plazo, con lo que se modifica su exigibilidad; o que se pague en un lugar distinto,
con lo que se altera el efecto natural de la compraventa en esta materia.
2.
LA DISTINCIÓN ENTRE CONDICIONES DE EXISTENCIA Y VALIDEZ DE LOS ACTOS JURÍDICOS
Anteriormente nos hemos referido a la estructura del acto jurídico, en el sentido que éstos
requieren ciertos elementos esenciales para su existencia jurídica (descartando entonces
que los llamados elementos de la naturaleza y meramente accidentales cumplan dicha
función).
La doctrina tradicionalmente enseña también que el acto jurídico debe cumplir ciertos
requisitos, tanto de existencia como de validez. Así, se dice que los requisitos de
existencia son necesarios para que el acto jurídico nazca a la vida del derecho; mientras
que los requisitos de validez son necesarios para que el acto jurídico pueda producir sus
efectos de manera sana y estable.
Los requisitos de existencia son aquellos indispensables para que el acto nazca a la vida
del derecho, para que exista como tal y produzca efectos. Sin ellos, será jurídicamente
inexistente y no producirá efecto alguno.
Así, los requisitos de existencia de todo acto jurídico serán la voluntad6, el objeto y la
causa. Lógicamente, la voluntad es el elemento fundamental que caracteriza la noción
misma del acto jurídico, mientras que el objeto se corresponde con la intención de producir
efecto jurídico o el fin práctico propuesto al celebrar el acto; por su parte, la causa –que la
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ley define como el motivo que induce al acto o contrato– es también requisito de existencia
del acto jurídico porque el Código mismo dispone que no puede haber manifestación de
voluntad sin una causa.
En síntesis: para existir un acto jurídico, debe haber una manifestación de voluntad, con un
objeto y una causa, expresada por medio de la solemnidad que corresponde en caso de
ser un acto solemne.
Los requisitos de validez del acto jurídico, en cambio, son aquellos necesarios para que
éste tenga plena eficacia y produzca sus efectos de manera estable. El acto que
adolece de la falta de un requisito de validez nace a la vida jurídica, pero con un defecto
que lo expone ser invalidado.
Los requisitos de validez del acto jurídico son –siguiendo al art. 1445 del Código Civil– la
capacidad, la voluntad no viciada, el objeto lícito y la causa lícita. De este modo, si
bien nacerá a la vida del derecho, nacerá con un defecto el acto jurídico cuya manifestación
de voluntad haya sido dada por un incapaz, o cuya manifestación de voluntad adolezca de
algún vicio (error, fuerza y dolo), o que tenga un objeto ilícito o haya sido celebrado por
causa ilícita.
El Código Civil no se refiere de manera expresa a los requisitos del acto jurídico, ni los
distingue entre requisitos de existencia o de validez.
Esta distinción, más bien, sólo tiene sentido en la medida que creamos que el Código Civil
contempla la inexistencia de los actos jurídicos, como una categoría de ineficacia diversa
de la nulidad de los mismos.
Como veremos a lo largo del curso, es discutible que el Código contemple o reconozca la
inexistencia; cuestión que torna innecesaria la distinción entre los requisitos de existencia
y validez.
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Lo relevante, en nuestro concepto, es no perder de vista que el Código –en el art. 1445–
establece de forma conjunta cuáles son los requisitos necesarios para que un acto
jurídico tenga eficacia, disponiendo lo siguiente:
“Art. 1445. Para que una persona se obligue a otra por un acto o declaración de voluntad
es necesario: 1º que sea legalmente capaz; 2º que consienta en dicho acto o
declaración y su consentimiento no adolezca de vicio; 3º que recaiga sobre un objeto
lícito; 4º que tenga una causa lícita”.
Así las cosas, para que un acto jurídico sea eficaz, el Código Civil exige que el acto o
declaración de voluntad:
A continuación, analizaremos cada uno de estos requisitos necesarios para que exista un
acto jurídico eficaz.
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IV.
LA CAPACIDAD
1.
GENERALIDADES Y CONCEPTO
El art. 1445 del Código Civil dispone, como ya hemos dicho, que para que una persona se
obligue a otra por un acto o declaración de voluntad es necesario “1º que sea legalmente
capaz”.
Cabe destacar que el art. 1445, inciso final, dispone que “la capacidad legal de una
persona consiste en poderse obligar por sí misma, y sin el ministerio o la autorización de
otra”. Este concepto legal se refiere, estrictamente, a la llamada capacidad de ejercicio,
que analizaremos más abajo.
2.
CLASES DE CAPACIDAD
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Capacidad de ejercicio o de obrar, que nuestro Código llama capacidad legal, es el poder
de una persona de obligarse por sí misma, sin el ministerio o la autorización de otra
(art. 1445 inc. final). También se la define como la idoneidad o potencialidad del sujeto para
celebrar actos jurídicos por sí solo, sin la mediación o autorización de otra persona. Las
personas que no pueden ejercer un derecho son denominadas incapaces de ejercicio o
simplemente incapaces.
3.
LAS INCAPACIDADES DE EJERCICIO
Conforme se indicó con anterioridad, no existen personas que sean en general incapaces
de goce, pues la capacidad de goce es un atributo de la personalidad.
Por su lado, en lo que se refiere a la capacidad de ejercicio, el art. 1446 dispone que toda
persona es legalmente capaz, excepto aquellas que la ley declara incapaces. En
consecuencia, las incapacidades sólo existen cuando así lo declara expresamente la ley.
De ahí que no sea necesario estudiar quiénes son capaces, porque la capacidad es la regla,
sino quiénes son incapaces de ejercicio.
La incapacidad de ejercicio puede ser absoluta, relativa o especial, las que se pasan a
analizar a continuación.
(a) Concepto.
Por eso el Código, en el art. 1447, dice que sus actos no producen ni aun
obligaciones naturales, es decir, no generan siquiera el derecho a retener lo que
se reciba de un incapaz absoluto, y mucho menos a exigirlo.
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En tal sentido, el art. 465 del Código establece que los actos y contratos del
demente, posteriores al decreto de interdicción, serán nulos, aunque se
alegue haberse ejecutado o celebrado en un intervalo lúcido. Así, será
sencillo obtener la nulidad del acto si es que acreditamos que el demente ya
había sido declarado incapaz.
Por el contrario, el mismo art. 465 nos indica que los actos y contratos
ejecutados por una persona sin previa interdicción, se entenderán válidos a
menos de probarse que el que los ejecutó o celebró estaba demente. En
tales casos, para efectos de anular el acto jurídico, habrá que acreditar que
al momento de celebrar el acto, la persona tenía perturbadas sus facultades
mentales.
Antes del año 2003 (Ley N° 19.904), la incapacidad afectaba era más amplia,
pues afectaba en general a los sordomudos que no podían darse a entender
por escrito.
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Esto significa, a la luz de lo ya visto, que para que el incapaz absoluto celebre un
acto jurídico, quien manifiesta su voluntad es el representante legal, no obstante
hacerlo en nombre y lugar del incapaz.
Conforme al art. 1682 del Código, los actos y contratos de los absolutamente
incapaces adolecen de nulidad absoluta; aunque en estricto derecho, tales actos
serían jurídicamente inexistentes, por falta de voluntad, que es una de las
condiciones de existencia de todo acto jurídico.
(a) Concepto.
Conforme a su actual redacción, el art. 1447 inciso tercero señala que son
relativamente incapaces: (a) los menores adultos; y (b) los disipadores que se
hallan bajo interdicción de administrar lo suyo.
Originalmente, el Código Civil establecía que también era incapaz relativa la mujer
casada en sociedad conyugal. Cuestión que se modificó con la entrada en
vigencia la Ley 18.802, el 8 de septiembre de 1989, que derogó tal causal de
incapacidad.
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Conforme al art. 445 del Código Civil, el pródigo o disipador es una persona
que efectúa hechos repetidos de dilapidación, demostrativos de una
falta total de prudencia en la administración de sus bienes patrimoniales.
Así, utiliza como ejemplos el juego habitual en que se arriesgan sumas
considerables de dinero, los gastos ruinosos, o las donaciones cuantiosas
sin causa adecuada.
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Aquí radica una diferencia importante con la incapacidad absoluta, puesto que el
incapaz absoluto siempre actuará representado, jamás podrá hacerlo en base a la
mera autorización de su representante.
La ley determina las formalidades a que deben sujetarse los incapaces relativos en
la celebración de los actos jurídicos. Estas formalidades se llaman habilitantes, y
son exigidas en consideración al estado o calidad de las personas; de manera que
si en el acto se observan las formalidades, él es plenamente válido.
A diferencia de lo que acontece con los incapaces absolutos, los actos de los
incapaces relativos sí dan lugar a obligaciones naturales, las que, de conformidad
al art. 1470 del Código, son “las que no confieren derecho para exigir su
cumplimiento, pero que cumplidas, autorizan para retener lo que se ha dado o
pagado en razón de ellas”. En concreto, el art. 1470 N° 1 dispone que son
obligaciones naturales “las contraídas por personas que teniendo suficiente juicio
y discernimiento, son, sin embargo, incapaces de obligarse según las leyes, como
los menores adultos”.
Esto es así porque el incapaz relativo, a diferencia del incapaz absoluto, sí se estima
que tiene juicio y discernimiento.
Varias disposiciones del Código Civil prohíben, por razones de moralidad u otras de orden
público o de orden privado, la ejecución de ciertos actos a determinadas personas. Así, por
ejemplo, el tutor o curador no puede comprar los bienes raíces del pupilo, o tomarlos en
arriendo (art. 412 inciso segundo); los cónyuges no separados judicialmente no pueden
celebrar el contrato de compraventa entre ellos, como tampoco pueden celebrarlo el padre
o madre y el hijo de familia (art. 1796). Así también se prohíbe al empleado público comprar
los bienes públicos o particulares que se venda por su ministerio; y a los jueces, abogados,
procuradores o escribanos, los bienes en cuyo litigio han intervenido, y que se vendan a
consecuencia del litigio; aunque la venta se haga en pública subasta (art. 1798).
Como se puede observar, en todos estos casos la incapacidad se reduce a una prohibición
a la celebración de ciertos actos jurídicos determinados, atendidas las circunstancias
en que se encuentran las partes entre sí o respecto al objeto de que se trata. No ocurre
lo mismo con la incapacidad absoluta y la relativa, que son incapacidades que se aplican a
una determinada persona y le impiden celebrar una generalidad de actos jurídicos.
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que una persona realice un acto que, de no encontrarse en la situación particular descrita,
podría realizarlo igual que cualquiera que tenga capacidad general.
Las incapacidades particulares pueden traer sanciones diversas, según que el caso
concreto esté envuelto en una ley prohibitiva o de otra especie:
(iii) Otras sanciones diversas. Así, por ejemplo, no hay nulidad sino otra
sanción en el caso del que no habiendo cumplido dieciocho años se casare
sin el consentimiento de un ascendiente, estando obligado a obtenerlo; la
sanción consiste en que puede ser desheredado no sólo por aquel o aquellos
cuyo consentimiento le fue necesario, sino por todos los otros ascendientes,
y si alguno de éstos muriere sin hacer testamento, no tendrá el descendiente
más que la mitad de la porción de bienes que le hubiera correspondido en la
sucesión del difunto (art. 114).
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
V.
LA VOLUNTAD JURÍDICA
1.
LA AUTONOMÍA DE LA VOLUNTAD
COMO PRESUPUESTO DE LA TEORÍA DEL ACTO JURÍDICO
Las personas gozan de libertad para actuar en los más amplios ámbitos de su vida, y así
pueden hacerlo en la medida que su voluntad los impulse a ello.
Este es el ideal liberal decimonónico que inspira al Código Civil, y que se traduce, en el
ámbito jurídico, en la llamada autonomía privada o autonomía de la voluntad, principio
que informa en gran medida el derecho privado nacional, y particularmente, la construcción
de la teoría del acto jurídico.
Pues bien dicho poder de autorregulación se manifiesta mediante los actos jurídicos,
que como veremos a continuación, son declaraciones de voluntad destinadas a obtener
un efecto jurídico determinado.
(i) Las personas gozan de libertad y autonomía para celebrar o no los actos
jurídicos que estimen adecuados a los fines que persiguen;
Sin embargo, la autonomía privada reconoce límites. Varios son los fundamentos de estos
límites a que se refiere la doctrina, pero nos parece que en general se pueden reconducir a
la protección del orden público7.
7El orden público se ha conceptuado de varias formas bien diversas: “el arreglo de las personas y cosas dentro
de la sociedad”, “la organización considerada necesaria para el buen funcionamiento de la sociedad”, “aquello
que está conforme al espíritu general de la legislación”.
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
En otros términos, el límite que se establece para que los particulares puedan ejercer la
autonomía privada es el orden público; lo que se traduce en que los actos jurídicos que los
particulares ejecuten o celebren no pueden infringir los intereses de la sociedad toda
en beneficio de sus intereses particulares.
En síntesis, es la protección o resguardo del orden público lo que limita la autonomía privada
de que gozan los particulares para celebrar o no actos jurídicos (de forma que, por ejemplo,
son consideraciones de orden público las que impiden celebrar ciertos actos jurídicos) o
para dotarlos del contenido que ellos estimen apropiado (de suerte que, por ejemplo, no
podrán estipular ciertas cláusulas o condiciones en ellos).
2.
CONCEPTO Y REQUISITOS
Como la mera voluntad interna no puede ser conocida por los demás, y por lo mismo no
puede producir consecuencias en derecho, el primer requisito de la voluntad jurídica
consiste en que debe ser manifestada.
Pero, además, la voluntad –para ser jurídicamente relevante– debe perseguir un fin
sancionado (reconocido o tutelado) por el derecho. En esto consiste el segundo requisito
de la voluntad jurídica: debe ser seria.
3.
LA MANIFESTACIÓN DE LA VOLUNTAD
Hemos dicho que la voluntad debe, en primer término, ser manifestada o exteriorizada, de
modo tal que ella salga del mero fuero interno, sea conocida y resulte relevante para el
derecho. Ello puede tener lugar, en principio, de dos maneras.
Por regla general, la voluntad jurídica se manifestará por una acción directa: habitualmente
por medio de una declaración hecha por medio del lenguaje hablado o escrito, o también
por gestos o indicaciones.
Se enseña por la doctrina que la declaración de voluntad expresa debe ser clara, sin
ficciones ni ambigüedades, siendo el propio declarante el obligado a soportar las
consecuencias de su falta de claridad. Por eso, por ejemplo, las cláusulas ambiguas de un
contrato se interpretan contra quien la dictó, en caso que la ambigüedad provenga de una
falta de explicación que le sea imputable (art. 1566).
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Esto es lo que se denomina una manifestación de voluntad tácita o implícita, que puede
conceptualizarse como aquella que se deduce de circunstancias o hechos que
conducen necesariamente a ella y que no podrían tener otra significación si faltara la
voluntad.
Así señala el art. 1654 del Código, que dispone que “Hay remisión tácita cuando el acreedor
entrega voluntariamente al deudor el título de la obligación, o lo destruye o cancela, con
ánimo de extinguir la deuda”, siendo de interés destacar que en ese caso el legislador
presume de forma simplemente legal la remisión tácita de la deuda, admitiendo al acreedor
probar que la entrega, cancelación o destrucción del título no fue voluntaria o no fue hecha
con ánimo –es decir, con intención o voluntad– de remitir la deuda.
Por otra parte, la doctrina entiende que nuestra legislación otorga, por regla general, igual
valor a la manifestación expresa y tácita de la voluntad. Así se desprende del hecho que
existen numerosos casos en que efectivamente permiten manifestaciones tácitas, en
oposición a ciertos casos excepcionales donde solamente se admiten manifestaciones
expresas de voluntad.
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De interés es que –de forma aún más general– el Código de Comercio contempla igual
valor para la manifestación expresa o tácita de voluntad, puesto que en su art. 103 dispone
que la aceptación tácita de una oferta produce los mismos efectos y se sujeta a las mismas
reglas que la aceptación expresa. Esto es de la mayor relevancia, porque como veremos
más adelante, la aceptación constituye uno de los actos que conforma el consentimiento,
que es la manifestación de la voluntad en los actos jurídicos bilaterales.
En estos casos se pide al testador declaraciones expresas, aunque no sean verbales, las
cuales deben ser claras e inequívocas al punto que –en el primer caso– todos deben ver,
oír y entender su manifestación de voluntad, y –en el segundo caso– debe quedar de
manifiesto una afirmación o negación.
Finalmente, las partes de un acto jurídico pueden estipular que ciertas manifestaciones de
voluntad solamente sean expresas para tener eficacia en sus relaciones jurídicas. Así, por
ejemplo, la cláusula en que se estipula el plazo de duración de un contrato de sociedad:
comúnmente se estipula un plazo de duración y se señala que se prorrogará
automáticamente por períodos iguales y sucesivos, salvo que alguna de las partes
manifieste su voluntad en contrario enviando una carta u otorgando una escritura al efecto.
El silencio no constituye, por regla general, una forma de manifestar la voluntad. Esto es
así, porque quien calla no niega ni afirma, teniendo el silencio un carácter equívoco que no
conduce a determinar o concluir voluntad alguna.
8 Este último caso resulta un ejemplo curioso o paradojal, porque de una manifestación de voluntad expresa es
que la ley concluye una voluntad tácita. Así, el art. 1516 entiende que se renuncia a la solidaridad en el caso
que el acreedor exige o reconoce el pago de su parte o cuota de la deuda al deudor, expresándolo así en la
carta de pago. El hecho de expresar que se exige únicamente una cuota al deudor equivale a manifestar
tácitamente la renuncia a la solidaridad, porque el acreedor tenía la facultad de cobrar toda la deuda –no solo
una cuota– al deudor.
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
Estos casos son entendidos por algunos como formas de voluntad presunta,
es decir, en que la ley presume la voluntad o atribuye efectos de tal a una
situación en que ni siquiera se manifiesta voluntad.
4.
LA SERIEDAD DE LA VOLUNTAD
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Benjamín Morales Palumbo
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El ejemplo clásico que se da: una obra de teatro en que se manifiesta al público la parte del
libreto en que se ofrece celebrar un contrato.
Se ha fallado que “La declaración de voluntad que importa el consentimiento debe ser
manifestada con el propósito de crear un vínculo jurídico, para que pueda obligar a la
persona que la emite; debe haber una relación jurídica formal, una intención en tal sentido,
manifestada ostensiblemente, y no sólo el propósito de servir, complacer o ayudar sin ánimo
de obligarse seriamente” (ECS, 18/08/1955, Repertorio).
5.
LA VOLUNTAD EN LOS ACTOS JURÍDICOS BILATERALES:
EL CONSENTIMIENTO
La formación del consentimiento está reglamentada en los artículos 97 a 108 del Código de
Comercio, con el propósito ex profeso de suplir esa deficiencia del Código de Bello10, igual
que ocurrió con el Código Civil francés. Es generalmente aceptado –conforme deja claro la
historia fidedigna del establecimiento del Código de Comercio– que dichas reglas son de
aplicación general a la materia civil, aun cuando la ley misma no lo diga expresamente.
9 Se ha criticado que el Código Civil incurriría en un error en el art. 1445, al tratar el consentimiento –
aparentemente– como que sólo debiera provenir del deudor o como una especie de mera aceptación del deudor.
La crítica nos parece infundada, considerando que el art. 1445 se refiere a los requisitos “para que una persona
se obligue a otra”, de lo que ciertamente resulta obvio que se hace referencia al consentimiento de quien contrae
la obligación.
10 Dice el Mensaje del Código de Comercio lo siguiente: “En este mismo Título se trata de un asunto tan difícil
como importante, omitido en la Ordenanza y aun en el Código Civil. Frecuentemente ocurre la necesidad de
fijar el momento y el lugar en que las propuestas verbales o escritas asumen el carácter de contratos perfectos,
y careciendo de reglas claras y precisas que dirijan el juicio del jurisconsulto e ilustren la conciencia del
magistrado, es indispensable invocar las opiniones acomodaticias e inseguras de los autores que han
examinado con más o menos profundidad esos puntos. Para obviar dificultades de tanta trascendencia, el
Proyecto ha dado soluciones satisfactorias a las cuestiones principales e incidentes que ofrece la materia; y de
este modo ha llenado un sensible vacío en nuestra legislación comercial y civil.”
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También se la define como el acto jurídico unilateral por el cual una persona propone
a otra celebrar una determinada convención.
Que la oferta sea completa significa que en ella deben ir precisados todos los requisitos
del contrato que sean necesarios para que con la simple aceptación del destinatario el
contrato quede perfecto.
La oferta incompleta –esto es, vaga o imprecisa, carente de elementos suficientes para
configurar una convención– no es jurídicamente tal. Con ella sólo se da inicio a
conversaciones preliminares que pueden llegar más tarde a una oferta. Estas
conversaciones preliminares se caracterizan porque en ellas no hay ánimo de obligarse –
es decir, falta la seriedad propia de la oferta– sino solamente una intención prospectiva,
para conocer las condiciones en que la otra parte aceptaría contratar.
Un tema de interés aquí, que ha presentado una importante evolución en nuestro derecho,
es la responsabilidad que se genera por la ruptura de las conversaciones preliminares
(que forma parte de un mayor tema, que es la responsabilidad precontractual).
11 Sería el caso, por ejemplo, de una compraventa: mientras la oferta individualice la cosa y el precio, ésta se
entenderá completa.
12 Decimos en principio porque, conforme al art. 1546 del Código Civil, los contratos y convenciones deben
cumplirse de buena fe, y por consiguiente obligan no sólo a lo que en ellos se expresa, sino a todas las coas
que por costumbre pertenecen a la convención. Así, la costumbre es fuente integradora del contenido de
contratos incluso innominados.
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fe, con el propósito efectivo de celebrar un contrato, y que impone también un deber de
cuidado al terminar las negociaciones, cuando se ha creado en la contraparte la confianza
de que se celebrará el contrato. Así ha fallado recientemente la Excma. Corte Suprema.13
El inciso primero del art. 105 del Código de Comercio se refiere a esta última clase de
ofertas en estos términos: “Las ofertas indeterminadas contenidas en circulares, catálogos,
notas de precios corrientes, prospectos, o en cualquiera otra especie de anuncios impresos,
no son obligatorias para el que las hace.”
De esta forma, las ofertas hechas a persona indeterminada no son propiamente ofertas en
el sentido jurídico que hemos usado anteriormente, sino que son simples formas de
propaganda.
Cabe destacar que el art. 105, en su inciso segundo, reglamenta la situación de las ofertas
hechas a un conjunto de personas determinadas por medio de anuncios, y –se entiende
por algunos– tienen prácticamente el mismo nulo efecto obligatorio que las ofertas a
persona determinada.
Esto es así porque, según esa disposición, “Dirigidos los anuncios a personas
determinadas, llevan siempre la condición implícita de que al tiempo de la demanda no
hayan sido enajenados los efectos ofrecidos, de que no hayan sufrido alteración en su
precio, y de que existan en el domicilio del oferente”; cuestión que significa que, como el
oferente puede cambiar el precio de la cosa, basta su solo arbitrio para desvincularse de la
oferta hecha por anuncios a un conjunto de personas determinadas.
1329 de diciembre de 2011, Rol N° 1872-2010; 12 de abril de 2012, Rol N° 218-2011; 24 de marzo de 2016, Rol
N° 2786-2015.
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
(2) LA ACEPTACIÓN
La importancia de esta segunda clasificación radica en los efectos que cada una produce
en relación con la formación del consentimiento, como veremos a continuación.
En efecto, para que la aceptación genere el consentimiento es necesario que reúna dos
requisitos:
(a) La aceptación debe ser pura y simple: para que se forme consentimiento es
necesario que la aceptación de la propuesta sea pura y simple. Así resulta de lo
dispuesto en el art. 101 del Código de Comercio, que en su primera parte, dispone
que “Dada la contestación, si en ella se aprobare pura y simplemente la propuesta,
el contrato queda en el acto perfeccionado y produce todos sus efectos legales […]”.
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art. 102 del mismo Código, al prescribir que “La aceptación condicional será
considerada como una propuesta”.
En este punto, sin embargo, cabe hacer ciertas precisiones cuando la oferta
comprende varias cosas –llamada también oferta múltiple– (por ejemplo, varios
contratos a la vez, o en una sola convención varias cosas o cosas de distintas
calidades).
La oferta múltiple indivisible, en cambio, debe entenderse como una única oferta, de
forma tal que la aceptación parcial acá se regirá plenamente por el art. 102 del
Código de Comercio: constituirá una nueva propuesta.
(b) La aceptación debe darse mientras la oferta esté vigente: para que se forme
consentimiento es necesario también que la aceptación de la propuesta tenga lugar
mientras la oferta se encuentre vigente.
14 Esta afirmación requiere algún matiz, pues como dijimos anteriormente, en el caso de las convenciones
nominadas o típicas, ciertos extremos de la convención (las cosas de su naturaleza) están suplidas por la
normativa legal. Así, la aceptación se estimará total cuando comprenda los elementos esenciales de la
convención y aquellas estipulaciones meramente accidentales que modifiquen las cosas de la naturaleza. Por
otro lado, en el caso de las convenciones innominadas, la aceptación se estimará total refiriéndose a todos los
extremos de la convención ofrecida; y aquellas estipulaciones que no se incluyan en la oferta, debieran
entenderse excluidas de la convención, salvo por aquellas estipulaciones que por la costumbre se incorporen
(art. 1546 del Código Civil) o aquellas cláusulas de uso común, cuya estipulación se presume aunque no se
exprese (art. 1563).
15 Que dispone que “El proponente puede arrepentirse en el tiempo medio entre el envío de la propuesta y la
aceptación, salvo que al hacerla se hubiere comprometido a esperar contestación o a no disponer del objeto del
contrato, sino después de desechada o de transcurrido un determinado plazo.”
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
(ii) Retractación del oferente: Hemos dicho que la oferta es un acto jurídico
unilateral, cuestión que significa –en principio– que tiene valor jurídico, por lo
que no podría ser desdicha o revocada sin más por quien la formula.
Sin embargo, la ley ha permitido expresamente la retractación de la oferta,
esto es, el desistimiento unilateral que el proponente hace de su oferta,
dejándola sin efecto. En efecto, es regla general que el proponente pueda
retractarse, en el período que media entre el envío de la propuesta y la
aceptación. Así dispone el art. 99 del Código de Comercio17. Esta regla
general tiene dos excepciones, en las cuales está vedada la retractación:
16 “Art. 98. La propuesta hecha por escrito deberá ser aceptada o desechada dentro de veinticuatro horas, si la
persona a quien se ha dirigido residiere en el mismo lugar que el proponente, o a vuelta de correo, si estuviere
en otro diverso.
Vencidos los plazos indicados, la propuesta se tendrá por no hecha, aun cuando hubiere sido aceptada.
En caso de aceptación extemporánea, el proponente será obligado, bajo responsabilidad de daños y
perjuicios, a dar pronto aviso de su retractación.”
17 “Art. 99. El proponente puede arrepentirse en el tiempo medio entre el envío de la propuesta y la aceptación,
salvo que al hacerla se hubiere comprometido a esperar contestación o a no disponer del objeto del contrato,
sino después de desechada o de transcurrido un determinado plazo.
El arrepentimiento no se presume.”
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18 El límite de esa indemnización es, en definitiva, aquellos gastos, daños y perjuicios sufridos como
consecuencia de preparar la celebración del contrato ofrecido (por ejemplo, en estudiar títulos, en prospectar
los aspectos del negocio, etc.), lo que en definitiva constituye daño emergente; pero no el valor o utilidad que
se habría obtenido de celebrar el contrato (lucro cesante), porque justamente la ley ha permitido la retractación,
y además, porque justamente se permite celebrar el contrato para salvar esta responsabilidad.
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Para nosotros, que entendemos que la entrega o la solemnidad son las formas de
manifestar la voluntad, el mero consentimiento no permitirá perfeccionar esa clase de actos;
y consecuentemente no se podría obligar a la contraparte a cumplir la convención o
contrato, ni a otorgar la solemnidad o realizar la entrega20.
Esto no significa, en todo caso, que el consentimiento carezca de todo valor en el caso de
los contratos solemnes o reales. En caso que formado el consentimiento, una de las partes
rehúse otorgar la solemnidad o realizar la entrega, se generará a su respecto
responsabilidad por la ruptura de las tratativas preliminares, también llamada
responsabilidad precontractual, en los términos que hemos señalado anteriormente.
19 Confirma lo anterior el hecho que las arras, conforme al art. 109 del Código de Comercio, deben devolverse
una vez cumplido el contrato o pagada una indemnización, cualquiera sea la parte incumplidora.
20 Tampoco puede entenderse que aquí se pueda obligar a realizar la entrega u otorgar la solemnidad a la
contraparte. Esto es así atendido lo que dispone el art. 1554 del Código Civil, que reglamenta la promesa de
celebrar un contrato (también llamada contrato de promesa). Sólo en caso que se otorgue una promesa de
celebrar un contrato –con todos los requisitos que ello conlleva– surge el derecho a exigir la entrega de la cosa
o el otorgamiento de la solemnidad, o en otros términos, el derecho a exigir celebrar el contrato prometido.
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
(i) Convenciones entre presentes son aquellas en que la aceptación puede ser
conocida por la otra parte al mismo tiempo o inmediatamente de ser
emitida;
(ii) Convenciones entre ausentes son aquellas en que la aceptación sólo puede
ser conocida después de cierto tiempo, más o menos largo, de ser
emitida.
Como veremos, el Código de Comercio recoge una de ellas, no obstante que, en un caso
de excepción, la ley ha seguido también otra.
21Esto resulta ser hoy en día muy claro, por el advenimiento de la comunicación instantánea por medios
mecánicos y electrónicos, que no existían al tiempo de dictarse el Código de Comercio.
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
De este modo, si ambas partes residen en el mismo lugar no habrá dudas: el consentimiento
se forma en dicho lugar.
6.
LA FORMACIÓN DEL CONSENTIMIENTO EN LOS CONTRATOS ELECTRÓNICOS
Esa regulación es bastante incompleta, por lo que para analizar la formación del
consentimiento en la contratación electrónica resultará necesario recurrir a las normas del
derecho común.
Además, el art. 12 A de dicha ley dispone en los contratos celebrados por medios
electrónicos, y en aquéllos en que se aceptare una oferta realizada a través de catálogos,
avisos o cualquiera otra forma de comunicación a distancia, el consentimiento no se
entenderá formado si el consumidor no ha tenido previamente un acceso claro,
comprensible e inequívoco de las condiciones generales del mismo y la posibilidad de
almacenarlos o imprimirlos.
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
La Ley del Consumidor establece que la sola visita del sitio de Internet en el cual se ofrece
el acceso a determinados servicios no impone al consumidor obligación alguna, a menos
que haya aceptado en forma inequívoca las condiciones ofrecidas por el proveedor. De este
modo, lo importante es que haya un procedimiento en que la manifestación de voluntad de
aceptar sea indubitable o inequívoca.
En cuanto al momento de formación del contrato, rigen las normas generales del Código
de Comercio, y por ende la aceptación manifestada electrónicamente determina la
perfección del contrato, aunque el mensaje de datos o el impulso electrónico que la contiene
no haya llegado aún a conocimiento del oferente.
Por último, en cuanto al lugar de la formación del contrato se aplican las reglas de la
legislación común, conforme a las cuales, si los contratantes residen en distintos lugares,
el contrato se reputa perfeccionado en el lugar en donde resude el aceptante (art. 104 del
Código de Comercio). La norma se refiere a la residencia del aceptante y no al lugar donde
se encuentra el computador sede donde dio su aceptación.
7.
LOS VICIOS DE LA VOLUNTAD
Antes dijimos que uno de los requisitos de validez de los actos jurídicos es que la voluntad
o consentimiento no adolezca de vicio (art. 1445 del Código Civil).
La teoría de los vicios de la voluntad tiene por propósito proteger la autonomía privada,
como expresión de la libertad humana; se pretende proteger la formación de un
consentimiento libre e informado, el cual desaparece completamente en caso de fuerza, o
adolece de defectuoso conocimiento en caso de fuerza o dolo.
Así, dispone el art. 1451 del Código que “Los vicios de que puede adolecer el
consentimiento, son error, fuerza y dolo.” Si bien el Código se refiere a los vicios del
consentimiento, debemos entender que ellos pueden viciar también la voluntad en los actos
unilaterales, los cuales en todo caso tienen ciertas reglas propias en esta materia.
22“Art. 1682. La nulidad producida por un objeto o causa ilícita, y la nulidad producida por la omisión de algún
requisito o formalidad que las leyes prescriben para el valor de ciertos actos o contratos en consideración a la
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
sin embargo, que existe cierta discusión sobre la sanción que procede en ciertos casos de
error, sosteniendo algunos que dichos casos serían sancionados con la nulidad absoluta.
7.1.
EL ERROR
Los actos jurídicos son manifestación de voluntad. Pero lo que determina a las personas a
manifestar su voluntad para otorgar un acto jurídico es el conocimiento que tienen de la
realidad.
Interesa destacar, finalmente, que en el caso del error se manifiesta una voluntad;
pero el conocimiento que determina esa voluntad es defectuoso. En términos
estrictos, el vicio es del conocimiento más que del consentimiento.
Es importante distinguir también el error del dolo, en cuanto este último – como
veremos – vicia el consentimiento porque induce a la celebración del contrato
mediante engaño, que igualmente deforma el conocimiento de la realidad.
naturaleza de ellos, y no a la calidad o estado de las personas que los ejecutan o acuerdan, son nulidades
absolutas.
Hay asimismo nulidad absoluta en los actos y contratos de personas absolutamente incapaces.
Cualquiera otra especie de vicio produce nulidad relativa, y da derecho a la rescisión del acto o contrato.”
23 Stolfi, en Víctor Vial.
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
La distinción provenía del hecho que, entre los romanos, se consideraba inexcusable el
error de derecho, porque resultaba inexcusable el incumplimiento de preceptos jurídicos
siquiera por desconocimiento. Sólo el “error facti” resultaba excusable.
Otras legislaciones prescinden de esta distinción, en el sentido que ambas clases de errores
pueden resultar excusables en tanto el error sufrido resulte determinante o relevante para
la formación del consentimiento.
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
su entrada en vigencia. Cabe destacar que el art. 706, inciso final24, incluso presume
de derecho la mala fe de quien invoca un error en materia de derecho, en relación a
la adquisición de la posesión.
Así, como la ley se presume conocida por todos, y nadie puede lícitamente alegar
ignorarla, menos sería posible invocar ignorancia o error de la misma para intentar
invalidar un acto jurídico. Un acto jurídico celebrado por quien ha incurrido en un
error de derecho no se encuentra viciado y no podrá ser invalidado.
La doctrina habitualmente señala que excepción a esta regla constituyen los arts.
2297 y 2299 del Código Civil25, que reglamentan el cuasicontrato de pago de lo
no debido.
Hay que destacar, eso sí, que en caso de realizarse un pago de lo no debido, no se
demandará la nulidad de dicho pago en base al error de derecho, sino que se
ejercerá la acción particular que ofrece dicho cuasicontrato: la acción in rem verso,
que persigue la repetición del pago de lo no debido.
En lo que toca al art. 2299, no vemos nosotros allí una excepción al art. 1452.
Más propiamente, entendemos que la referida norma reglamenta una presunción
que favorece al que paga lo que no debe.
En efecto, quien paga lo que no debe lo hace porque cree ser deudor, o bien por
mera liberalidad (donación). Como la pura liberalidad o beneficencia es causa
suficiente de los actos jurídicos (art. 1467), quien pretende retener el pago de lo no
debido podría sencillamente alegar que el que hizo el pago actuó por mera
24 “Art. 706. La buena fe es la conciencia de haberse adquirido el dominio de la cosa por medios legítimos,
exentos de fraude y de todo otro vicio.
Así en los títulos translaticios de dominio la buena fe supone la persuasión de haberse recibido la cosa de quien
tenía la facultad de enajenarla, y de no haber habido fraude ni otro vicio en el acto o contrato.
Un justo error en materia de hecho no se opone a la buena fe.
Pero el error en materia de derecho constituye una presunción de mala fe, que no admite prueba en
contrario.”
25 “Art. 2297. Se podrá repetir aun lo que se ha pagado por error de derecho, cuando el pago no tenía por
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
El art. 2299 establece una presunción que invierte esa carga probatoria a favor de
quien hizo el pago, pues impone a quien recibió el pago –y quiere retenerlo– la carga
de acreditar que el que realizó el pago tuvo “perfecto conocimiento de lo que hacía,
tanto en el hecho como en el derecho”; de forma tal que acá un error de derecho
tendrá el efecto de impedir demostrar que tuvo lugar válidamente una donación.
Se enseña por algunos26 que nuestro Código Civil, siguiendo a Pothier, distingue
tres clases distintas de error de hecho: el error esencial, el error sustancial y el error
accidental, distinción cuya relevancia está en que sólo los dos primeros vician el
consentimiento, no así el último.
26 Avelino León.
27 Carlos Ducci considera que el Código Civil reglamenta el error esencial, el error sustancial y el error en la
persona como vicios del consentimiento.
28 “Art. 1453. El error de hecho vicia el consentimiento cuando recae sobre la especie de acto o contrato que se
ejecuta o celebra, como si una de las partes entendiese empréstito y la otra donación; o sobre la identidad de
la cosa específica de que se trata, como si en el contrato de venta el vendedor entendiese vender cierta cosa
determinada, y el comprador entendiese comprar otra.”
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
Ahora bien, siendo así, el error esencial debiera estar sancionado con la
inexistencia o la nulidad absoluta (según sea la postura que se siga al
respecto), porque en definitiva, no ha llegado a formarse siquiera
consentimiento.
29 Luis Claro, Arturo Alessandri Besa. Este entendimiento del tema está tomado de la doctrina francesa, que
tiene disposiciones legales sobre error distintas a la nuestra (un solo artículo en oposición a los tres que hay en
Chile). Allá el error sustancial es el caso de error más importante que reconoce el Código Civil, y por lo mismo,
la doctrina construyó la figura del error obstáculo que no está tratada en la ley.
30 Avelino León, Carlos Ducci.
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
El error sustancial está tratado en el inciso primero del art. 1454 del
Código31. En este caso, se vicia el consentimiento cuando la sustancia o la
calidad esencial del objeto del acto o contrato, es diversa de lo que se cree:
En efecto, por una parte se usa el concepto “sustancia del objeto del acto o
contrato”, el cual –siendo sinónimo de materia de que está hecha una cosa–
constituye un parámetro netamente objetivo. Por eso se ejemplifica con
una barra de plata en oposición a una barra de un metal semejante; podría
también pensarse en la confusión de un cristal o diamante con simple vidrio,
o de un vino con un vinagre.
Sin embargo, la expresión “calidad esencial del objeto del acto o contrato”
podría entenderse como un parámetro subjetivo, lo cual se determinaría
conociendo los motivos o intención de las partes para contratar.
31 “El error de hecho vicia asimismo el consentimiento cuando la sustancia o calidad esencial
del objeto sobre que versa el acto o contrato, es diversa de lo que se cree; como si por alguna de las partes se
supone que el objeto es una barra de plata, y realmente es una masa de algún otro metal semejante.”
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
32 “El error acerca de otra cualquiera calidad de la cosa no vicia el consentimiento de los que contratan, sino
cuando esa calidad es el principal motivo de una de ellas para contratar, y este motivo ha sido conocido de la
otra parte.”
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
33 “Art. 1455. El error acerca de la persona con quien se tiene intención de contratar no vicia el
consentimiento, salvo que la consideración de esta persona sea la causa principal del contrato.
Pero en este caso la persona con quien erradamente se ha contratado, tendrá derecho a ser indemnizada de
los perjuicios en que de buena fe haya incurrido por la nulidad del contrato.”
34 Que el error en la persona se refiera no solo a la identidad en cuanto nombre, sino también a las cualidades
de la persona misma, que son las que definen quién es, lo desprendemos del art. 676 del Código Civil, que
dispone “Art. 676. Se requiere también para la validez de la tradición que no se padezca error en cuanto a la
identidad de la especie que debe entregarse, o de la persona a quien se le hace la entrega, ni en cuanto al
título. Si se yerra en el nombre sólo, es válida la tradición.”; y del art. 1057, en cuanto dispone “Art. 1057. El
error en el nombre o calidad del asignatario no vicia la disposición, si no hubiere duda acerca de la persona.”
35 Por ejemplo, Carlos Ducci.
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
Cabe destacar, eso sí, que en caso de viciarse el contrato por esta clase de
error, existirá un derecho para que la contraparte sea indemnizada de los
perjuicios en que incurrió de buena fe por la nulidad del contrato. Que esté
de buena fe significará, en nuestro concepto, que no conociera que la
identidad o calidad personal era la causa principal de su contraparte para
celebrar el acto.
Si bien el Código Civil se refiere al error como vicio del consentimiento, éste
también constituye un vicio de la voluntad en los actos jurídicos unilaterales.
Así por ejemplo, el art. 1058 del Código señala que “se tendrá por no escrita”
–es decir, es nula– la asignación testamentaria “que pareciere motivada por
un error de hecho, de manera que sea claro que sin este error no hubiera
tenido lugar”. La particularidad de esta disposición es que, a diferencia de las
clasificaciones que hemos visto previamente, el Código da un criterio más
sencillo y amplio para distinguir qué clase de error viciaría la voluntad del
testador: el error de hecho relevante, sin distinguir entre especies de error
(más que para excluir el error de derecho).
39 “Art. 2116. El mandato es un contrato en que una persona confía la gestión de uno o más negocios a otra,
que se hace cargo de ellos por cuenta y riesgo de la primera.”
40 Razón por la cual, conforme al art. 2103, “Disuélvese asimismo la sociedad por la
muerte de cualquiera de los socios”.
41 “Art. 2456. La transacción se presume haberse aceptado por consideración a la persona con quien se transige.
Si se cree pues transigir con una persona y se transige con otra, podrá rescindirse la transacción.
De la misma manera, si se transige con el poseedor aparente de un derecho, no puede alegarse esta
transacción contra la persona a quien verdaderamente compete el derecho.”
42 “Art. 676. Se requiere también para la validez de la tradición que no se padezca error en cuanto a la identidad
de la especie que debe entregarse, o de la persona a quien se le hace la entrega, ni en cuanto al título. Si se
yerra en el nombre sólo, es válida la tradición.”
43 Víctor Vial.
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7.2.
LA FUERZA
El segundo vicio de que puede adolecer la voluntad, según el art. 1451 del Código Civil, es
la fuerza, también llamada violencia. A falta de definición legal, se puede definir como los
apremios físicos o morales que se ejercen sobre una persona destinados a que preste
el consentimiento para un acto jurídico. El consentimiento se estima viciado en estos
casos porque no ha sido prestado de manera libre o espontánea.
Como se advierte, la definición contempla dos situaciones teóricamente diversas, pero que
habitualmente se confunden, y que en todo caso producen el mismo efecto:
(i) los apremios físicos, esto es, malos tratos de obra (por ejemplo, se da una
golpiza al sujeto, quien para evitar que siga, acepta suscribir un documento)
(ii) los apremios morales, esto es, la amenaza, intimidación o coacción (por
ejemplo, se le dice al sujeto que se matará a su familia si no firma un
documento, el cuál acepta inspirado por temor).
Hay autores que distinguen entre fuerza física o absoluta y la fuerza moral (amenaza o
intimidación). Partiendo de la base de un típico ejemplo en materia de fuerza –caso del
sujeto al cual le toman la mano para suscribir el documento, de forma tal que es
básicamente un autómata– afirman que en el caso de la fuerza física, más que vicio del
consentimiento, no existiría consentimiento; la voluntad sería solo aparente, y el acto
jurídico sería propiamente inexistente. Así, el estudio de la fuerza se limitaría al estudio de
la fuerza moral44.
Si bien concordamos que en el caso que proponen no hay propiamente voluntad, no nos
parece que en todos los casos de fuerza ocurra lo mismo. Por eso el ejemplo que dimos
anteriormente. De lo contrario, el Código no habría empleado la expresión fuerza, y habría
preferido simplemente amenaza o intimidación.
44 Víctor Vial.
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
En consecuencia, para nosotros, se configura el vicio de fuerza cuando se obtiene que una
persona manifieste su voluntad o preste su consentimiento a un acto jurídico sea mediante
malos tratos de obra, sea mediante amenazas.
“Fuerza es la presión que se ejerce por una persona por actos materiales o amenazas para
inducirla a consentir. Expone a la víctima, a la persona respecto de la cual se ejerce, o a un
sufrimiento presente o al temor de uno futuro. Y justo es el propósito de verse libre de este
sufrimiento o de evitarlo el que la decide a consentir. En puridad, el vicio del consentimiento
no está constituido por la fuerza misma; no son los actos de violencia ejecutados sobre la
persona los que vician el consentimiento, sino que éste deriva del temor que en el ánimo
del contratante producen los actos materiales de violencia o la amenaza de que es víctima.”
(ECS, 10/06/1980).
(2) REQUISITOS
Cuando se arranca una manifestación de voluntad de una persona por medio de fuerza, el
Código permite al afectado ejercer la acción de nulidad relativa o rescisión, invalidando el
acto jurídico en que se manifestó este consentimiento viciado. Sin embargo, no cualquier
fuerza, amenaza o intimidación califica para tal propósito.
Antes bien –siguiendo la terminología del Código, que dice que “la fuerza no vicia el
consentimiento, sino cuando”– un comportamiento debe reunir varios requisitos para
constituir el vicio de fuerza y permitir anular un acto jurídico.
En primer término, la fuerza debe ser grave, lo que significa que debe influir
significativamente en el ánimo de la víctima, o como dice el Código, debe ser
capaz de producir una impresión fuerte en una persona de sano juicio (art.
1456).
Con el uso de la expresión “sano juicio” se quiere significar que la fuerza debe
medirse en consideración a una persona de juicio normal y no en alguien
síquicamente enfermo (ICA Stgo 21/01/1982).
Sin embargo, la ley orienta la actividad del juez, pues en el art. 1456 le indica que
para decidirlo debe tomar en cuenta la edad, sexo y condición de la víctima.
Condición es una expresión amplia, que en nuestro concepto puede servir para
incluir características como niveles culturales, económicos, profesionales, etc.
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Lo anterior permite concluir, además, que lo que constituye fuerza en un caso puede
no constituirla en otro. La amenaza de golpear a una mujer anciana produce un
impacto distinto que cuando la misma amenaza la recibe un boxeador profesional.
Como cuestión de hecho, el que alegue la fuerza tendrá la carga de acreditar tanto
que existió la respectiva violencia o amenaza, como la entidad de la misma. Sin
embargo, el propio art. 1456 presume que ciertas circunstancias constituyen
amenaza, al señalar que “Se mira como una fuerza de este género todo acto que
infunde a una persona un justo temor de verse expuesta ella, su consorte o alguno
de sus ascendientes o descendientes a un mal irreparable y grave”.
En segundo término, la fuerza debe ser injusta o ilegítima, lo que significa que debe
ser contraria a derecho o destinada a obtener una ventaja desproporcionada
o injusta. Este requisito no lo contempla el Código expresamente, pero hay
consenso en la doctrina sobre él.
Por ejemplo, la amenaza de embargar bienes por parte del acreedor que goza de
un crédito contra el deudor no constituirá el vicio de fuerza. El embargo de bienes
es una actuación legítima, y por lo mismo, no es antijurídica45.
Para viciar el consentimiento, la fuerza debe ser también determinante, esto es, que
la manifestación de la voluntad sea una consecuencia inmediata y directa de la
fuerza o amenaza, de modo que sin ella, la víctima no habría otorgado el acto
jurídico en cuestión.
Este requisito se desprende del art. 1457 del Código, que reglamenta de quien
puede provenir la fuerza, señalando que “basta que se haya empleado la fuerza por
cualquiera persona con el objeto de obtener el consentimiento”.
45 Sin embargo, podría constituir fuerza la misma amenaza cuando es hecha por quien no tiene un título ejecutivo
contra el deudor; o hecha contra quien no es su deudor para obtener de éste una prestación.
46 Víctor Vial.
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Así resulta del art. 1457 del Código Civil, según el cual “para que la fuerza vicie el
consentimiento no es necesario que la ejerza aquel que es beneficiado por ella; basta que
se haya empleado la fuerza por cualquiera persona con el objeto de obtener
el consentimiento.”
Esta disposición deja a salvo que la fuerza pueda tener lugar, entonces, en los actos
jurídicos unilaterales, siendo de interés destacar que el art. 1007 expresamente dispone
que “el testamento en que de cualquier modo haya intervenido la fuerza, es nulo en
todas sus partes”.
Esta última disposición pareciera dar a entender que en el caso del testamento la fuerza no
requiere cumplir todos los requisitos que establecen los arts. 1456 y 1457 –lo cual nos
parece discutible–, y más importante aún, que la fuerza no viciará solamente una de las
disposiciones o asignaciones del testamento, sino que permitirá anularlo enteramente.
Como veremos al hablar del estado de necesidad, es generalmente aceptado que la fuerza
siempre la constituye un acto humano, no pudiendo constituirla fuerzas externas.
Igual ocurre con la aceptación y repudiación de una herencia, que son rescindibles por el
vicio de fuerza (arts. 1234 y 1237 del Código Civil).
El art. 1456 inciso segundo dispone que “El temor reverencial, esto es, el solo temor de
desagradar a las personas a quienes se debe sumisión y respeto, no basta para viciar el
consentimiento.”
En todos esos casos muchas veces nos encontraremos con actos jurídicos que las
personas no realizarían espontáneamente; sin embargo, el consentimiento que allí se
presta no pasa a ser un consentimiento forzado, porque dicha sumisión o respeto no tiene
un origen antijurídico, por lo que no se vicia el consentimiento.
Por esto, se ha fallado que “la circunstancia de que el firmante de una escritura haya tenido
su ánimo sugestionado por el interés de no desagradar a su padre y de salvarse de una
situación delicada, no constituye fuerza ni dolo que anule el contrato” (ICA Stgo 28/03/1914)
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Así, por ejemplo, el de quien expuesto a morir de hambre roba comida; de quien, apremiado
por necesidades financieras, toma un préstamo a intereses altísimos; o de quien,
ahogándose en el mar, ofrece a un remero su reloj para que lo salve.
Estos últimos dos ejemplos permiten preguntarse si quien tomó el préstamo o quien ofrece
el reloj podrían invocar la fuerza para anular su consentimiento e invalidar el préstamo o la
donación.
Una opinión diversa ofrece Carlos Ducci. Para su concepción, lo que caracteriza a la fuerza
es el temor producido, y consecuentemente, el referido temor lo puede causar tanto un
acto del hombre como un hecho o fuerza externa; lo único importante es determinar si hay
libertad para expresar el consentimiento.
Para sustentar su opinión, señala además que cuando el art. 1456 se refiere a “todo acto
que infunde a una persona un justo temor…”, no debemos circunscribirlo solamente al acto
humano de un tercero, cuestión que él entiende que ratifica la disposición siguiente sobre
temor reverencial. En efecto, el temor reverencial no emana de un acto de terceros, sino
que se genera en la conciencia individual derivado de circunstancias externas
independientes de la acción humana.
Finalmente, señala que el art. 1457 no limita la fuerza solo a los actos humanos, sino
que solamente deja en claro que la fuerza puede emanar de un tercero. Lo mismo entiende
del art. 1007, que aludimos antes (por eso se usa, en su concepto, la expresión “de
cualquier modo haya intervenido la fuerza”).
49Víctor Vial explica que en el derecho italiano, en cambio, existe una norma expresa que autoriza la rescisión
por causa del estado de necesidad.
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7.3.
EL DOLO
El dolo es el tercer vicio del consentimiento que individualiza el art. 1451 del Código Civil, y
como tal, está tratado de forma particular en los arts. 1458 y 1459.
Sin embargo, el dolo es una cuestión más general en nuestro derecho civil, de lo cual el
vicio del consentimiento no es sino una manifestación. En efecto, el dolo es también el
elemento constitutivo del delito civil, conforme dispone el art. 2284 del Código50; es también
una causal de agravación de la responsabilidad contractual, conforme al art. 1558; y en
último término, se relaciona también en varias ocasiones con la mala fe.
El art. 44 del Código da una definición legal de dolo, señalando que éste “consiste en la
intención positiva de inferir injuria a la persona o propiedad de otro”.
Como puede advertirse, sin embargo, la definición legal evoca más bien el elemento
constitutivo del delito civil, y especialmente, el estado de ánimo de quien lo comete (quien
tiene la intención positiva de inferir injuria), y no da un concepto completo del dolo en cuanto
vicio de la voluntad.
Doctrinariamente, entonces, se acostumbra señalar que el dolo –en cuanto vicio del
consentimiento– se define como las maquinaciones fraudulentas destinadas a que una
persona preste su consentimiento para la celebración de un acto o contrato; como “el
error provocado engañando a otro”51; o como “toda forma de artificio capaz de inducir a
engaño a otros, que excede de aquel género de habilidades que se pueden considerar
permitidas a las partes en la lucha de astucia que suele desarrollarse en el curso de las
negociaciones de un contrato oneroso”52.
La jurisprudencia ha dicho que “Es condición del dolo, en cuanto vicio del consentimiento,
la concurrencia de una acción u omisión voluntaria empleada por una persona con el
propósito de causar daño a otra, sea por maldad, sea por el deseo de proporcionarse un
determinado provecho. Lo informa, en definitiva, una serie de maniobras ilícitas llevadas a
la práctica para inducir a engaño.
Es condición necesaria para la existencia del dolo que la parte a quien se atribuye,
valiéndose de la astucia y la malicia, engañe a la otra, obteniendo un consentimiento que,
en otra forma, indudablemente le habría sido negado.” (ICA Stgo, 27/09/1945).
Lo que caracteriza al dolo como vicio del consentimiento es, entonces, más amplio que la
sola intención de inferir injuria al otro contratante; es el engaño, el despliegue de
maquinaciones fraudulentas, cuyo propósito es causar error en la otra persona, de forma
tal que celebre un acto o contrato que de lo contrario no celebraría.
50 “Art. 2284. Las obligaciones que se contraen sin convención, nacen o de la ley, o del hecho voluntario de una
de las partes. Las que nacen de la ley se expresan en ella.
Si el hecho de que nacen es lícito, constituye un cuasicontrato.
Si el hecho es ilícito, y cometido con intención de dañar, constituye un delito.
Si el hecho es culpable, pero cometido sin intención de dañar, constituye un cuasidelito.”
51 Stolfi, en Víctor Vial.
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
Así, en el dolo se produce la misma situación que en el error: una falsa representación
de la realidad de quien otorga el acto. La diferencia es que, mientras en el caso del error,
ella es espontánea, en el dolo es provocada por la contraparte del negocio.
El dolo admite ciertas clasificaciones, tanto doctrinarias como legales, que tienen interés
principalmente para determinar los efectos que se siguen de cada tipo de dolo.
Una primera clasificación doctrinaria distingue el llamado dolo bueno del dolo malo.
Una segunda clasificación, también doctrinaria, distingue entre el dolo positivo y el dolo
negativo.
Es discutible en principio si nuestro Código acepta el dolo omisivo, atendido que indica que
“el dolo no vicia el consentimiento sino cuando es obra de una de las partes”, expresión
que parece evocar la necesidad de actos positivos que lo manifiesten.
Lo importante será, en todo caso, determinar cuándo un contratante está obligado a sacar
del error a su contraparte; no siempre existe esa obligación, porque el hecho de negociar
de buena fe no implica custodiar los intereses de la contraparte por sobre los propios.
Una tercera clasificación, con base legal, distingue entre el dolo determinante y el dolo
incidental.
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(i) Dolo determinante, principal o inductivo es aquel que induce de forma directa
a realizar una manifestación de voluntad que, de no mediar el dolo, no se
habría realizado.
(ii) Dolo incidental, en cambio, es aquel que no es determinante a la
manifestación de voluntad, la cual se habría emitido de todas maneras, pero
en condiciones menos onerosas.
El art. 1458 del Código Civil dispone –al igual que como hace con la fuerza– que “el dolo
no vicia el consentimiento sino cuando es obra de una de las partes y cuando además
aparece claramente que sin él no hubieran contratado”.
Dos son los requisitos que debe reunir, entonces, el dolo para viciar el consentimiento.
Dispone el Código Civil que el dolo debe ser obra de una de las partes, lo que –
conforme al art. 1438– denota en principio que el dolo tiene lugar en las
convenciones y contratos.
Para sostener esta posición, se citan varios ejemplos: por ejemplo, el caso de la
aceptación o repudiación de una herencia de los arts. 1234 y 1237 del Código, en
los cuales expresamente se permite rescindir la aceptación o repudiación de la
herencia en caso de haber sido obtenidas por dolo53 y el caso de la renuncia a los
gananciales del art. 1782 del Código, que permite pedir la rescisión de dicha
renuncia si ella fue obtenida por engaño54.
Víctor Vial también pone como ejemplo el testamento, citando el art. 968 N° 4 del
Código, que hace indignos de suceder al “que por fuerza o dolo obtuvo alguna
53 “Art. 1234. La aceptación, una vez hecha con los requisitos legales, no podrá rescindirse, sino en el caso de
haber sido obtenida por fuerza o dolo, y en el de lesión grave a virtud de disposiciones testamentarias de
que no se tenía noticia al tiempo de aceptarla.”
“Art. 1237. Ninguna persona tendrá derecho para que se rescinda su repudiación, a menos que la misma
persona o su legítimo representante hayan sido inducidos por fuerza o dolo a repudiar.”
54 “Art. 1782. Podrá la mujer renunciar mientras no haya entrado en su poder ninguna parte del haber social a
título de gananciales.
Hecha una vez la renuncia no podrá rescindirse, a menos de probarse que la mujer o sus herederos han
sido inducidos a renunciar por engaño o por un justificable error acerca del verdadero estado de los negocios
sociales.
Esta acción rescisoria prescribirá en cuatro años, contados desde la disolución de la sociedad.”
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La ley es categórica en exigir que el dolo sea determinante para viciar la voluntad.
De los antecedentes tiene que aparecer claramente que sin él no se hubiera
contratado. Por eso, decíamos que el dolo determinante se llama también inductivo;
y sólo a éste confiere la ley la virtud de permitir la anulación de un acto o contrato.
El efecto del dolo, cuando reúne dichos requisitos, es que produce la nulidad relativa del
acto o contrato que adolece de él, conforme al art. 1682 inciso final del Código Civil.
Si no se reúnen esos requisitos, en cambio, nos encontramos ante el dolo incidental, que
es aquel que reglamenta el inciso segundo del art. 1458 del Código, al señalar: “En los
demás casos el dolo da lugar solamente a la acción de perjuicios contra la persona o
personas que lo han fraguado o que se han aprovechado de él; contra las primeras por el
total valor de los perjuicios, y contra las segundas hasta concurrencia del provecho que han
reportado del dolo.”
De este modo, la víctima del dolo puede demandar a quien lo fraguó –esto es, a quien
ejecutó la maquinación fraudulenta– por la totalidad de los perjuicios que el dolo le haya
irrogado. El responsable del dolo puede ser tanto la contraparte en la convención, como un
tercero, siendo indispensable en todo caso que se haya producido un perjuicio efectivo
(daño emergente o lucro cesante, daño moral), el cual deberá ser acreditado.
Por otro lado, la víctima del dolo también puede demandar a quienes se aprovecharon del
dolo, disposición que es un espejo de la que establece el art. 2316 del Código Civil55 en
materia de responsabilidad extracontractual. Esto es lo que se conoce como la acción de
restitución del provecho del dolo ajeno, por vía de la cual se que recibió provecho del
dolo, para que lo restituya a la víctima.
Determinar si en un caso determinado concurrió dolo, y si este satisface los requisitos para
viciar el consentimiento, es una cuestión de hecho, que el juez tendrá que determinar en
55“El que recibe provecho del dolo ajeno, sin ser cómplice en él, sólo es obligado hasta concurrencia de lo que
valga el provecho.”
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base a la prueba rendida. Así, quien alegue la concurrencia de dolo para pedir la nulidad
de un acto jurídico tendrá que probarlo.
El Código Civil es especialmente categórico en este punto, puesto que en el art. 1459
dispone que “El dolo no se presume sino en los casos especialmente previstos por la ley.
En los demás debe probarse.” Esta disposición es concordante con la del art. 707 del
Código –incluida entre la reglamentación de la posesión– que señala que “La buena fe se
presume, excepto en los casos en que la ley establece la presunción contraria. En todos
los otros la mala fe deberá probarse.”
Así por ejemplo, en materia de posesión, se presume de derecho la mala fe cuando existe
un error en materia de derecho por parte del poseedor (art. 706). Se presume también la
mala fe, en la renuncia que hace un socio a la sociedad colectiva civil para apropiarse de
una ganancia que debía pertenecer a la sociedad (art. 2111).
El art. 44 del Código Civil define la culpa grave como aquella que “consiste en no manejar
los negocios ajenos con aquel cuidado que aun las personas negligentes y de poco
prudencia sueñen emplear en sus negocios propios”, y acto seguido, indica que “Esta culpa
en materias civiles equivale al dolo”.
Carlos Ducci estima que la equivalencia de la culpa grave al dolo permitiría considerar a
la primera también como vicio del consentimiento. Ello lo sostiene considerando que la
ley justamente los hace equivalentes, y además, en consideración a que el elemento
intencional del dolo será siempre difícil de probar, mientras que la culpa grave –en su
concepto– se puede desprender de antecedentes objetivos más fáciles de establecer. Así,
su concepción facilitaría la prueba para acreditar la concurrencia de este vicio del
consentimiento.
En nuestra opinión, los supuestos en que tendría aplicación esta equiparación son
realmente escasos. Más importante aún, lo que distingue al dolo como vicio del
consentimiento es justamente la existencia de una maquinación, lo que implica un
proyecto o plan dirigido a una finalidad espuria; cuestión que no se vislumbra en la
culpa grave, y que limitaría la equiparación entre ambos conceptos en materia de anulación
del consentimiento. Nótese que la equiparación de la culpa grave y el dolo, para buena
parte de la doctrina, no es absoluta.
56 Esto último entraría en el campo de aplicación del error inexcusable, que según la doctrina no vicia
el consentimiento en forma general.
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7.4.
LA LESIÓN
(1) CONCEPTO
Doctrinariamente, la lesión puede definirse como el perjuicio pecuniario que sufre una
de las partes en la celebración de un contrato oneroso conmutativo, debido a la
desproporción en el valor de las prestaciones recíprocas.
De esta forma, siempre en un plano doctrinario, la lesión solamente puede tener lugar en
contratos onerosos conmutativos (arts. 1440 y 1441 del Código Civil), esto es, aquellos que
tiene por objeto la utilidad de ambos contratantes y en que cada una de las partes se obligó
a dar, hacer o no hacer una cosa que se mira como equivalente a lo que la otra se obligó
a dar, hacer o no hacer a su turno.
No tendrá lugar en el caso de actos o contratos gratuitos –porque en ellos sólo una de
las partes sufre el gravamen en utilidad de la otra– ni en contratos onerosos aleatorios,
en que el “equivalente” de lo que una parte se obliga a dar, hacer o no hacer, es la
contingencia incierta de ganancia o pérdida.
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Para así sostenerlo, se alude en primer término al hecho que el art. 1451 no la contempla
como vicio del consentimiento, en circunstancias que el Proyecto de 1853 la consideraba
expresamente como un vicio especial del consentimiento y la establecía de forma general.
Allí se decía que aplicaba a los contratos conmutativos, se exigía que fuera enorme, esto
es, que el valor de lo dado por una de las partes no llegara a la mitad de lo que el otro diera
a su vez, y finalmente, que no constara intención de donar el exceso, lo cuál debía
mencionarse específicamente en el acto (cosas o cantidades que se donaban).
De este modo, se ha creído que –conforme a la historia fidedigna del establecimiento del
Código Civil– se decidió no dar a la lesión el carácter general de vicio del consentimiento.
Se agrega a lo anterior el hecho que Andrés Bello no siguió en este punto a Pothier, que
consideraba la lesión como una imperfección del consentimiento de la parte lesionada.
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
adelante; y porque en ciertos casos la lesión está establecida para contratos que ni
siquiera son onerosos conmutativos, e incluso para actos que no son contratos.
En tercer lugar, en Chile se considera que la lesión opera solamente en aquellos casos
en que expresamente se ha establecido por el legislador, y sin que en todos ellos la
sanción corresponda a la nulidad relativa o rescisión, que es la sanción propia a los
vicios del consentimiento.
En todo caso, existe una opinión minoritaria –sostenida por Carlos Ducci– que considera
que la lesión sí puede ser considerada como vicio del consentimiento.
Si bien reconoce que el Código no la trató expresamente y de forma general como vicio del
consentimiento, este autor entiende que no existe una prohibición general de sanción de
la lesión, y que además por algo existe la definición de contrato conmutativo.
Invoca además el art. 1348 del Código Civil, que dice que “las particiones se anulan o
rescinden de la misma manera y según las mismas reglas que los contratos”, agregando
que “la rescisión por causa de lesión se concede al que ha sido perjudicado en más de la
mitad de su cuota”. Esto demostraría también que la lesión puede considerarse permitida o
aceptada en forma general entre nosotros.
Para Ducci, como la lesión no está consagrada a modo general, estaría incluida en principio
dentro del error, la lesión constituiría un error en la magnitud de las prestaciones.
Para así sostenerlo, Ducci recurre a la definición del error sustancial (“sustancia o calidad
esencial del objeto sobre que versa el acto o contrato”) y la relaciona con el art. 1460 del
Código, que señala que “Toda declaración de voluntad debe tener por objeto una o más
cosas que se trata de dar, hacer o no hacer.” El autor entiende que, conforme a esos
artículos, que el error sustancial se refiere en general a objetos, entendidos como la
prestación del acto jurídico; y dice que cuando se trata de prestaciones, el error en la calidad
esencial de las mismas no puede ser otra cosa que la magnitud de la prestación.
Ducci argumenta también que si el art. 2458 del Código estableció, como regla especial del
contrato de transacción que “el error de cálculo no anula la transacción, sólo da derecho a
que se rectifique el cálculo”, es porque la regla general sería que un error de cálculo sí
puede formar parte del error sustancial/lesión.
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
El art. 1888 del Código establece que el contrato de compraventa puede rescindirse
por lesión enorme, precisando el art. 1897 que no hay lugar a la acción rescisoria
por lesión enorme en las ventas de bienes muebles, ni en las que se hubieren hecho
por el ministerio de la justicia. El Código de Minería excluye también a la venta de
pertenencias mineras de la sanción por lesión enorme; art. 77.
Conforme al art. 1889, la lesión enorme ocurre cuando se producen las siguientes
situaciones:
En cuanto a los efectos de la lesión enorme, el art. 1890 establece: “El comprador
contra quien se pronuncia la rescisión, podrá a su arbitrio consentir en ella o
completar el justo precio con deducción de una décima parte, y el vendedor, en el
mismo caso, podrá a su arbitrio consentir en la rescisión o restituir el exceso del
precio recibido sobre el justo precio aumentado en una décima parte”.
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
Ese artículo nos indica especialmente cómo determinar el justo precio de las cosas
permutadas.
Se entiende por lesión grave, dice el último inciso del precepto, la que disminuye
el valor total de la asignación en más de la mitad.
Lo interesante del precepto es, que en este caso, nos encontramos con la rescisión
por lesión de un acto jurídico unilateral y gratuito, lo cual choca con el concepto
doctrinario de la lesión.
Esta rescisión, dice el Código en el art. 1350, puede ser “atajada” por los demás
copartícipes si ellos “ofrecen y aseguran” el suplemento faltante a la porción del
coasignatario perjudicado. Esto es curioso, porque la expresión “atajar” denota que
la demanda se puede enervar antes de fallada –a diferencia del caso de la lesión
enorme en los bienes raíces– y que para enervarla se puede simplemente ofrecer y
asegurar –con una caución– el pago correspondiente.
(e) Mutuo
El art. 2206 establece que “El interés convencional no tiene más límites que los que
fueren designados por ley especial; salvo que, no limitándolo la ley, exceda en una
mitad al que se probare haber sido interés corriente al tiempo de la convención, en
cuyo caso será reducido por el juez a dicho interés corriente”.
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
pacto de intereses que exceda el máximo convencional, y en tal caso los intereses
se reducirán al interés corriente que rija al momento de la convención.”
Más interesante, eso sí, resulta el hecho que acá la sanción no es la nulidad relativa,
sino que simplemente opera una reducción del interés, que baja al interés
corriente vigente al tiempo de la convención (la sanción es que no se puede cobrar
siquiera el máximo convencional, se rebaja al interés corriente).
(f) La anticresis
La anticresis es un contrato por el que se entrega al acreedor una cosa raíz para
que se pague con sus frutos. La cosa raíz puede pertenecer al deudor, o a un tercero
que consienta en la anticresis (arts. 2435 y 2436).
El art. 2443 establece que los intereses que se estipularen en caso de celebrarse
una anticresis están sujetos a la misma regla sobre lesión enorme que vimos en el
mutuo.
Conforme al art. 1535 del Código, la cláusula penal “es aquella en que una persona,
para asegurar el cumplimiento de una obligación, se sujeta a una pena, que consiste
en dar o hacer algo en caso de no ejecutar o de retardar la obligación principal”.
Así, la cláusula penal constituye un acto jurídico accesorio o caución, en los términos
de los arts. 1442 y 46 del Código. Doctrinariamente se entiende que es más bien
una avaluación anticipada de los perjuicios moratorios o compensatorios del
incumplimiento de una obligación.
Pues bien, el Código también ha establecido una regla para moderar las cláusulas
penales enormes, en el art. 1544. La regla distingue tres situaciones:
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
8.
DESAVENENCIA ENTRE LA VOLUNTAD REAL Y DECLARADA: LA SIMULACIÓN
Hasta ahora, hemos referido la forma en que debe manifestarse la voluntad y los requisitos
que debe cumplir dicha manifestación, para lograr producir un acto jurídico eficaz y que
produzca plenos efectos.
En este caso, es básicamente el art. 1707 del Código Civil el que sirve de base para
construir una teoría de la simulación, puesto que el alude a las llamadas “contraescrituras”,
documentos mediante los cuales alteran lo pactado en un instrumento que es conocido por
terceros. Del mismo modo, los arts. 1445 y 1467 del Código también sirven de base para
configurar la simulación en nuestro derecho, en lo que se refiere a la existencia de una
voluntad real, así como a la existencia de una causa real y lícita, en todo acto jurídico.
El diccionario dice que simular es representar algo, fingiendo o imitando lo que no es. Detrás
de la idea de la simulación está la idea de aparentar una realidad, crear una apariencia que
disimule una realidad distinta, o haga aparecer una realidad inexistente; y ello con el
propósito de engañar a terceros, haciéndolos creer que la realidad jurídica en cierto punto
es distinta de lo que en verdad es.
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
(i) La simulación tiene por finalidad engañar a terceros, a los que se quiere
hacer creer en el acuerdo simulado, como si éste fuera real. Nótese que esto
no equivale a intención de dañar (dolo) ni a ilicitud; la simulación puede
tener fines lícitos.
(iii) Más aún, las partes del contrato simulado acuerdan simularlo (acuerdo
simulatorio o contradeclaración); las partes convienen otorgar un acto
simulado, y concuerdan también cuál es la voluntad real, si otorgar un
contrato distinto o no otorgan ninguno.
En línea con lo anterior, para la jurisprudencia, los requisitos de la simulación son los
siguientes:
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
Por ejemplo, simulamos una compraventa para disimular una donación, y así
evitar los trámites e impuestos propios de la donación.
(iii) Junto con ellas, la jurisprudencia a veces reconoce también como una
tercera forma de simulación la interposición de personas o simulación por
interpósita persona, que consiste en la simulación relativa configurada por
la celebración de un acto con un sujeto distinto de aquel con que
verdaderamente se celebra, para efectos de evitar alguna prohibición legal
o incapacidad especial.
Por ejemplo, celebramos una compraventa con nuestra suegra, y luego ésta
con nuestra cónyuge, para evitar la prohibición de comprar y vender entre
cónyuges.
Por último, podemos clasificar la simulación entre simulación total o parcial. Al hablar
de simulación total, nos referimos a aquella simulación (absoluta o relativa) en que
se simula íntegramente la existencia de un acto jurídico.
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
La simulación persigue engañar a terceros; las partes no se engañan entre sí, puesto
que están de acuerdo en simular el acto jurídico.
Esta conclusión resulta refrendada por lo dispuesto en el art. 1707 del Código Civil,
interpretado contrario sensu. En efecto, ese artículo indica que las “contraescrituras
privadas” otorgadas por los contratantes para alterar lo pactado en una escritura
pública, no producirán efecto contra terceros. Contrario sensu, sí lo producirán
respecto a las partes del contrato, reafirmando que es su voluntad real la que prima.
Lo mismo se desprende del art. 1560 del Código.
A diferencia de las partes, para los terceros únicamente existe el acto ostensible.
Así, la voluntad real de las partes no afecta a los terceros ajenos al acto jurídico
simulado.
Este es el principio que recoge el art. 1707 del Código Civil, que dispone:
“Las escrituras privadas hechas por los contratantes para alterar lo pactado por
escritura pública, no producirán efecto contra terceros.
Tampoco lo producirán las contraescrituras públicas, cuando no se ha tomado razón
de su contenido al margen de la escritura matriz cuyas disposiciones se alteran en
la contraescritura, y del traslado en cuya virtud ha obrado el tercero.”
Lo que nos indica este artículo es que, para los terceros, solamente se puede hacer
valer la voluntad declarada por los contratantes en la escritura pública. La voluntad
real, manifestada en una “contraescritura” –privada o pública– por regla general no
puede oponerse a los terceros; sólo excepcionalmente, ello ocurrirá cuando una
escritura pública haya sido modificada por otra “contraescritura pública”, y dicha
modificación sea anotada al margen de la matriz de la escritura original y de la
copia (“traslado”) en virtud de la cual el tercero ha actuado.
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
Dependiendo del caso, también se invocará la falta de objeto o falta de causa, en el sentido
que la declaración puede recaer sobre un objeto no real o bien estimarse que carece de
una causa real.
Es común además que, tratándose de una simulación ilícita, se invoque también la causa
ilícita como motivo de nulidad adicional.
Tratándose de la simulación relativa, se entiende en general que ella debe ser impugnada
mediante la llamada acción de simulación, cuyo objeto es pedir al juez que desestime el
acto ostensible y deje al descubierto el acto jurídico disimulado, que corresponde a la
voluntad real de las partes.
Ahora bien, lo anterior puede no ser suficiente para los fines que persigue la víctima de la
simulación, puesto que una vez que queda al descubierto el acto jurídico real, debe
analizarse qué suerte correrá este último, es decir, si el mismo debe mantenerse o ser
anulado.
De esta forma, nos encontramos con dos situaciones a las que se enfrentará el demandante
de simulación:
(i) Su interés es que se mantenga el acto real, puesto que éste en cierto modo
lo beneficia: en tal caso, bastará el ejercicio de la acción de simulación para
satisfacer el interés de quien es víctima de la simulación.
(ii) Su interés es impugnar el acto real, puesto que éste en cierto modo lo
perjudica: en este caso, la acción de simulación irá aparejada de alguna
acción adicional que le permita a la víctima de la simulación desvirtuar los
efectos del acto jurídico real. Tal acción podrá ser la nulidad absoluta, la
nulidad relativa o la inoponibilidad, dependiendo de los vicios que se
configuren en el caso respectivo.
Por ejemplo, si estamos ante una compraventa que disimula una donación, y ello es
perjudicial para el afectado por la simulación, éste junto con la acción de simulación pedirá
la nulidad absoluta de la donación realmente celebrada, por falta de una solemnidad
(insinuación).
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VI.
EL OBJETO
1.
GENERALIDADES Y CONCEPTO
Hemos dicho anteriormente que, entre los requisitos de existencia del acto jurídico, se
encuentra el que éste tenga un objeto; mientras que, constituye requisito de validez del
acto jurídico, que la voluntad recaiga sobre un objeto lícito. Así resulta de lo dispuesto
en el art. 1445 del Código: “Para que una persona se obligue a otra por un acto o declaración
de voluntad es necesario: 3º que recaiga sobre un objeto lícito”.
(i) Que podemos distinguir entre el objeto del acto jurídico y el objeto de las
obligaciones;
(ii) Que el Código Civil no contempla una definición legal; y
(iii) Que la teoría del objeto –al igual que la teoría de la causa– ha sido construida
sobre la base del contrato, esto es, del acto jurídico bilateral, por lo que la
definición de objeto suele ser insuficiente para comprender o incluir ciertos
actos jurídicos unilaterales.
Como decíamos entonces, el Código Civil no ha dado una definición del objeto, limitándose
a decir, en el art. 1460, que “Toda declaración de voluntad debe tener por objeto una o
más cosas que se trata de dar, hacer o no hacer. El mero uso de la cosa o su tenencia
puede ser objeto de la declaración.”
Recordemos por otro lado que el art. 1438 define al contrato o convención como el “acto
por el cual una persona se obliga para con otra a dar, hacer o no hacer alguna cosa”.
Luis Claro Solar enseña que nuestro Código Civil incurre en una confusión en el art. 1460,
tal como ocurrió con el Código francés, siguiendo ambos a Pothier. En su concepto, el
Código aquí confunde dos cosas distintas:
En otras palabras, Claro Solar –siguiendo a Capitant– entiende que lo que define el art.
1460 es el objeto de la obligación, mientras que el objeto del acto jurídico serían los
derechos u obligaciones que se crean, modifican o extinguen. El objeto inmediato del acto
jurídico son los derechos subjetivos que éste crea, modifica o extingue; mientras que
el objeto mediato del acto jurídico son las prestaciones específicas, esto es, lo que se
da, hace o no hace.
59En palabras de Claro Solar, prestación es “un acto que el deudor debe ejecutar en beneficio del
acreedor”, la cual “puede referirse a una cosa que debe darse o a un hecho que debe hacerse o no
hacerse”.
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
Carlos Ducci y Víctor Vial, en cambio, entienden que la distinción anterior no la contempla
el Código Civil, en el cual el objeto del acto jurídico y el objeto de la obligación se
identifican. El objeto del acto jurídico es también el objeto de la obligación, puesto que el
objeto corresponde a la representación de la necesidad que impulsa a las partes a celebrar
el acto jurídico y que se satisface con la cosa que debe darse, o con el hecho que debe
ejecutarse o con la abstención que se compromete.
En esta perspectiva, el objeto es propiamente el medio con el cual las partes pretenden
conseguir el propósito o finalidad que se han propuesto al celebrar el acto jurídico; es el
mecanismo que satisface la intención o finalidad (económica) que han tenido las partes a
la vista al celebrar el acto.
Es importante destacar que en la definición se habla no solo de la cosa que debe darse,
sino también de la que debe entregarse. Esto tiene como propósito incluir, dentro de la
definición de objeto, la entrega de cosas para su mero uso o en mera tenencia, que el
art. 1460 expresamente dice que pueden ser objeto de la declaración de voluntad.
Como explica Claro Solar, esa disposición –tomada del art. 1127 del Código francés– es
necesaria para dejar en claro que las cosas materiales no sólo pueden ser objeto de
derechos reales (“dar”), sino también pueden ser objeto de derechos personales o
incluso pueden ser entregadas en uso o custodia, sin traspasar su dominio ni su
posesión, como ocurre en el caso del depósito, la prenda, el comodato, el arrendamiento,
etc.
Una última precisión, que surge del hecho que el objeto está construido siempre desde la
perspectiva de los contratos. Como se advierte de la definición, hay ciertos tipos de actos –
particularmente algunos actos unilaterales, actos de familia– que parecen quedar fuera de
la definición.
Así, por ejemplo, ¿cuál es el objeto en el acto de reconocer la filiación? No parece haber
allí una cosa que se dé, haga o no haga.
2.
REQUISITOS
Más importante que la definición del objeto, resulta tener en cuenta cuáles son los
requisitos que debe reunir el objeto para ser tal, de forma tal que podamos advertir
cuando el acto jurídico carece o no de objeto.
Esta es precisamente la orientación del Código Civil, que más bien destina sus
disposiciones a expresar cuáles son los requisitos que debe reunir el objeto de la
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
El art. 1461 del Código nos indica cuáles son los requisitos que debe reunir el objeto de
todo acto jurídico, para lo cual distingue entre, por una parte, las cosas –entendida en su
acepción de cosa material o bien– y, por otra parte, los hechos y abstenciones:
“Art. 1461. No sólo las cosas que existen pueden ser objetos de una declaración de
voluntad, sino las que se espera que existan; pero es menester que las unas y las otras
sean comerciables, y que estén determinadas, a lo menos, en cuanto a su género.
La cantidad puede ser incierta con tal que el acto o contrato fije reglas o contenga datos
que sirvan para determinarla.
Si el objeto es un hecho, es necesario que sea física y moralmente posible. Es físicamente
imposible el que es contrario a la naturaleza, y moralmente imposible el prohibido por las
leyes, o contrario a las buenas costumbres o al orden público.”
(1) REQUISITOS QUE DEBE REUNIR UNA COSA PARA SER OBJETO DE UN ACTO JURÍDICO
Si el objeto recae sobre una cosa, ésta debe reunir los siguientes requisitos:
(a) La cosa debe ser real: Esto es, que exista al tiempo de celebrarse el acto
jurídico, o que se espere que existan, pues como dice el art. 1461, no sólo las
cosas que existen pueden ser objetos de la declaración de voluntad, sino también
aquellas que se espera que existan.
La compraventa contiene una regla especial que materializa este principio. Así, el
art. 1814 del Código dispone que “La venta de una cosa que al tiempo de
perfeccionarse el contrato se supone existente y no existe, no produce efecto
alguno”, lo cual es concordante con el art. 1445, que nos enseña que la falta de un
elemento esencial del acto jurídico –como es el objeto– tiene como consecuencia
que el acto no produzca efecto alguno.
El Código agrega una regla adicional a este respecto, la cual para Claro Solar
serían de aplicación general en materia de objeto.
Dice el inciso segundo del art. 1814 que “si faltaba una parte considerable de ella
al tiempo de perfeccionarse el contrato, podrá el comprador a su arbitrio desistir del
contrato, o darlo por subsistente, abonando el precio a justa tasación”. De esta
forma, la falta parcial del objeto permite al comprador elegir: entre persistir en el
contrato, o hacerlo subsistir pagando sólo una parte del precio que corresponda a
justa tasación.
Nos genera dudas que esta disposición especial de la compraventa sea en realidad
de aplicación general al objeto, de forma tal que no creemos que en el caso de otros
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actos o contratos sea posible ejercer semejante “opción” ante la falta de una parte
considerable del objeto60.
Dice el último inciso del art. 1814, en todo caso, que si se vende una cosa inexistente
a sabiendas, deberán resarcirse los perjuicios al comprador de buena fe. Esto es,
quien comete el delito civil –“a sabiendas” es una expresión que denota dolo–
consistente en engañar vendiendo una cosa que sabe inexistente, no sólo estará
expuesto a la nulidad por falta de objeto, sino también a indemnizar perjuicios.
Decíamos también que puede ser objeto del acto la cosa que no existe, pero se
espera que exista; esto es, sobre cosa futura. El acto jurídico sobre cosa futura
puede tener dos modalidades.
▬ Por una parte, el acto o contrato se celebra bajo una condición suspensiva
de que la cosa llegará existir. Así, cuando la cosa llegue a existir, se habrá
cumplido la condición: el acto jurídico tendrá pleno efecto; por el contrario,
cuando la condición falle –se haga cierto que no llegará a existir la cosa– el
acto jurídico adolecerá de falta de objeto.
Así, ese artículo dispone que “La venta de cosas que no existen, pero se espera que
existan, se entenderá hecha bajo la condición de existir, salvo que se exprese lo
contrario, o que por la naturaleza del contrato aparezca que se compró la suerte.”
Cabe destacar, finalmente, que hay un caso de cosa futura que la ley
expresamente impide ser objeto válido de los actos jurídicos: el derecho de
suceder por causa de muerte a una persona viva. Así lo dispone el art. 1463 del
Código.
Sin embargo, este caso es habitualmente tratado dentro de los casos de objeto ilícito
que consagra expresamente el Código, por lo que allí lo estudiaremos.
60Tan así nos parece, que el Código ni siquiera contempla la regla inversa: caso en que el vendedor,
enfrentado a una falta considerable del precio, pueda optar por desistir del contrato o darlo por
subsistente, disminuyendo o ajustando el objeto vendido.
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(b) La cosa debe ser comerciable: dice el art. 1461 que tanto las cosas que existen
como las que se espera que existan, deben ser comerciables. El art. 1464 N° 1
señala, a su turno, que hay un objeto ilícito, en la enajenación de las cosas que no
están en el comercio. Para Claro Solar, en esta última disposición se incurre en un
error, puesto que la enajenación de una cosa incomerciable más bien existe falta de
objeto, y no un objeto ilícito (cuestión que a efectos de su teoría de la inexistencia y
la nulidad tendrá relevancia).
Por regla general, las cosas son comerciables, de forma tal que corresponde
más bien determinar qué cosas tienen carácter incomerciable conforme a la ley.
Que una cosa sea comerciable significa que ella es susceptible de dominio o
posesión por los particulares. En cambio, las cosas incomerciables no son
susceptibles de dominio o posesión particular, y se encuentran excluidas del
comercio humano por su naturaleza, por su destinación, o por la ley en
protección del orden público o de la moral y las buenas costumbres.
Nótese que estos últimos están también tratados como una clase de objeto
ilícito en el art. 1464 N° 2 del Código, lo cual debiéramos considerar también
impreciso, igual que lo señalado por el art. 1464 N° 1, porque más bien en
estos casos existe falta de objeto.
(ii) Cosas incomerciables por su destinación: hay cosas que, por su destinación,
no pueden ser objeto de dominio o posesión particular. Es el caso, por
ejemplo, de los bienes nacionales de uso público, cuyo dominio pertenece
a la nación toda y cuyo uso pertenece a todos los habitantes de la nación
(art. 589 del Código)61.
61No puede decirse lo mismo, en cambio, de los bienes fiscales, que son aquellos bienes nacionales
cuyo uso no pertenece generalmente a todos los habitantes. Dichos bienes son comerciables,
siempre sujeto a las disposiciones particulares que regulan la enajenación de los mismos por parte
del Fisco.
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Suele decirse también que son incomerciables por su destinación los bienes
que han sido consagrados al culto divino (art. 586). Sin embargo, esa
disposición únicamente indica que dichas cosas se rigen por el derecho
canónico, lo que denota que son bienes comerciables en cuanto cumplan la
reglamentación propia del derecho canónico.
Avelino León y Víctor Vial entienden que en realidad no existe aquí una
incomerciabilidad. Esas cosas son susceptibles de dominio y posesión
particular. Más claramente a nuestro juicio, Daniel Peñailillo entiende que
éstas son cosas de comerciabilidad limitada, porque en ciertos casos es
posible y permitido celebrar actos jurídicos sobre las mismas, siempre
cumpliendo las reglamentaciones y exigencias propias de cada sector.
(c) La cosa debe ser determinada: el art. 1461 exige, finalmente, que para ser objeto
de una declaración de voluntad las cosas “estén determinadas, a lo menos, en
cuanto a su género”.
Sabido es que las cosas pueden ser específicas –especies o cuerpos ciertos– o
genéricas. Las especies o cuerpos ciertos son cosas que están determinadas
individualmente: por ejemplo, el inmueble ubicado en calle tanto, o el automóvil
patente tanto. Las cosas genéricas en cambio, corresponden a un indeterminado
individuo dentro de un género determinado: por ejemplo, una manzana; un saco
de arroz, o una cantidad de dinero.
Esto resulta de lo dispuesto en el art. 1461 inciso segundo, que indica que “la
cantidad puede ser incierta con tal que el acto o contrato fije reglas o contenga datos
que sirvan para determinarla”.
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Por ejemplo, es igualmente determinado referirse a “15 sacos de arroz” que a “la
cantidad de sacos de arroz que sea posible comprar en el mercado central con
$10.000”. En este último caso, la cantidad es indeterminada pero el acto contiene
datos o reglas que permiten determinarla. Otro ejemplo nos lo da el art. 1808 del
Código, que permite que el precio de una compraventa de cosas fungibles62 sea
establecido como “el corriente de plaza”.
Se agrega por algunos autores (Ducci) que el objeto que consiste en una cosa
genérica debe también estar determinado en cuanto a su calidad. Recurriendo
al ejemplo usado antes, diríamos “un saco de arroz grado 1 grano largo”; o por
ejemplo “100 kilos de ciruelas de tal variedad y determinado calibre”.
Así, el art. 1509 del Código –en materia de obligaciones de género– señala que el
deudor de esta clase de obligaciones queda libre de ellas entregando la cantidad
debida de cosas del género “con tal que sean de una calidad a lo menos mediana”.
Si entendemos que esta regla tiene aplicación general, nos encontraremos con
que nunca las cosas genéricas estarán indeterminadas en cuanto a su calidad.
(2) REQUISITOS QUE DEBE REUNIR UN HECHO O ABSTENCIÓN COSA PARA SER OBJETO DE
UN ACTO JURÍDICO
Si el objeto recae sobre un hecho –sea este un hecho positivo, sea uno negativo o
abstención– debe reunir los siguientes requisitos:
(a) El hecho o abstención debe ser determinado: si bien el art. 1461 no dice
expresamente que este sea un requisito de los hechos o abstenciones, es evidente
62 Cosas fungibles son aquellas que pertenecen a un mismo género y se encuentran en un mismo
estado, de forma tal que resultan sustituibles unas por otras, y tienen igual poder liberatorio. Por
ejemplo, el dinero.
63 Aunque no es una norma propiamente de objeto, el art. 1063 dispone que “La elección de un
asignatario, sea absolutamente, sea de entre cierto número de personas, no dependerá del puro
arbitrio ajeno.” Pero otras normas
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
que el hecho o abstención objeto del acto debe ser claramente determinado, es
decir, especificado de forma tal que evite ambigüedad en cuanto a qué es lo que
debe o no hacerse.
De lo contrario, surgirían dos problemas: por una parte, quedaría al arbitrio de una
de las partes decidir cuál es el alcance del hecho o abstención que se adeuda, lo
cual no es admisible (así surge del art. 1809 inciso segundo del Código).
Por otra parte, atendido que lo que se debe es un hecho o una abstención, si este
fuera indeterminado, existiría una limitación indeterminada a la libertad
personal de quien resulta obligado, lo cual tampoco parece aceptable. Por ejemplo,
si el objeto del acto jurídico consiste en una prohibición de realizar una actividad
económica, y ella no está determinada de forma precisa, o en cuanto a su duración,
existiría una limitación a una libertad constitucionalmente garantizada que no estaría
claramente determinada.
(b) El hecho o abstención debe ser físicamente posible: el art. 1461 expresamente
indica que si el objeto del acto jurídico es un hecho, es necesario que sea
físicamente posible. Es físicamente imposible el hecho que es contrario a la
naturaleza. Por ejemplo, nadie podría obligarse a volar o a correr a la velocidad del
sonido.
Lo relevante a considerar es que la imposibilidad debe ser absoluta, esto es, debe
ser tal para todos los hombres (erga omnes); no califica como imposibilidad la
imposibilidad relativa a ciertas personas determinadas.
(c) El hecho o abstención debe ser moralmente posible: el art. 1461 indica también
que si el objeto del acto jurídico es un hecho, es necesario que sea moralmente
posible. Es moralmente imposible el hecho “prohibido por las leyes, o contrario a las
buenas costumbres o al orden público”.
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
Esto resulta más claro cuando confrontamos esta disposición con los arts. 1465 y
1466, que contemplan casos específicos de actos o contratos que adolecen de
objeto ilícito, por estar prohibidos por la ley o en que la cosa objeto del contrato es
contraria a las buenas costumbres o al orden público.
Conforme al art. 10º del Código, a su turno, los actos que prohíbe la ley son
nulos y de ningún valor, salvo que la ley contemple una sanción diversa.
En cada caso que se presenta, los jueces deben delimitar qué comprende
estos conceptos, teniendo en consideración principalmente el espíritu
general de la legislación, los principios generales de derecho y los usos o
costumbres propios de cada sociedad.
64 A estos efectos hay que recordar que la ley prohibitiva es aquella que no sólo impone una
abstención a las personas, sino que no permite tampoco la posibilidad de sustituirse por un hecho
positivo (por ejemplo, pactar las partes en contrario), en razón o protección del orden público.
Carlos Ducci enseña que la infracción a una ley imperativa se equipara a la infracción de una ley
prohibitiva, cuando los requisitos que se omiten al celebrar el acto o contrato están establecidos por
la ley imperativa en atención a la naturaleza del acto mismo y no a la calidad de las personas que
los ejecutan o celebran, porque se trataría de disposiciones de orden público, cuya infracción acarrea
también la nulidad absoluta. Cita una sentencia de la Corte Suprema en apoyo de esta tesis.
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¿Qué ocurre cuando una cosa o un hecho no reúnen los requisitos que hemos indicado
anteriormente? Faltará el objeto, lo cual producirá –según la opinión que se siga– la
inexistencia del acto jurídico o bien su nulidad absoluta (art. 1682 del Código).
3.
EL OBJETO ILÍCITO
Hemos visto entonces los requisitos que debe cumplir el objeto para existir como tal; sin
ellos, al acto faltará el objeto.
Pero sabemos también que –una vez que el acto jurídico tenga un objeto– debemos
asegurarnos que este sea lícito, puesto que así lo exige el art. 1445 N° 3 del Código Civil:
para que una persona se obligue para con otra por un acto o declaración de voluntad se
requiere que ésta recaiga sobre un objeto lícito.
Como advertencia previa debemos indicar que, si bien hemos visto anteriormente que el
requisito de licitud del objeto –en principio– es distinto de la falta de objeto; sin embargo,
dijimos también que el Código Civil a veces confunde ambos conceptos.
Así, por ejemplo, el art. 1464 N° 1 y N° 2 señala que habría objeto ilícito en la enajenación
de “las cosas que no están en el comercio” y “de los derechos o privilegios que no pueden
transferirse a otra persona”, es decir, que habría objeto ilícito en la enajenación de cosas
incomerciables, siendo que el art. 1461 nos indica que en realidad la comerciabilidad
sería un requisito para que exista objeto, no para que sea lícito.
Del mismo modo, el propio art. 1461 incurre en cierta confusión puesto que exige que los
hechos, para ser objeto de un acto jurídico, no sean prohibidos por las leyes o contrarios al
orden público o a las buenas costumbres; en circunstancias que lo que contraviene la
prohibición legal o el orden público es por definición un objeto ilícito.
Esta confusión puede explicar, por otra parte, el motivo por el cual los casos de objeto ilícito
especialmente reglamentados por el propio Código Civil son tan disímiles, lo cual quedará
más claro cuando expliquemos el concepto de objeto ilícito.
El Código Civil no ha definido qué constituye objeto lícito o ilícito. Por lo mismo, la
doctrina se ha esforzado –con dispares resultados– en definir un concepto.
Para Luis Claro Solar, el objeto lícito es aquel reconocido, protegido y amparado por la
ley; de forma tal que el objeto ilícito es aquel que infringe la ley, contraviene el orden público
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o las buenas costumbres, lo que se desprende de lo dispuesto en los arts. 1461 y 1467,
este último que expresamente define la causa ilícita como aquella prohibida por la ley o
contraria a las buenas costumbres o al orden público.
Para Carlos Ducci, lo esencial es que el objeto ilícito corresponde a aquel que no está
conforme a la ley. De esta forma, objeto lícito será aquel que reúne todos los requisitos
que señala el art. 1461 y que no consista en ninguno de los casos que el Código
expresamente sanciona como tales; será ilícito, entonces, el objeto que falte algún
requisito legal o los casos expresamente sancionados como tales.
Víctor Vial parte por aclarar que la licitud o ilicitud no puede predicarse de las cosas,
sino que solamente de los hechos, porque las cosas no son lícitas o ilícitas en sí mismas,
pero los comportamientos sí pueden calificarse de esa forma.
De esta forma, para Víctor Vial el objeto ilícito es aquel que consiste en la ejecución de
un hecho ilícito o moralmente imposible, en los términos del art. 1461.
Por otra parte, para este autor, en los demás casos que la ley sanciona como objeto ilícito,
entiende que éste se produce no por la cosa o por el hecho que constituyen el acto, sino
que el acto jurídico mismo constituye objeto ilícito, cuestión que ocurre respecto de los
actos o contratos prohibidos por la ley o en la enajenación de las cosas que enumera el art.
1464 del Código.
El Código, si bien no define el objeto ilícito, reglamenta expresamente ciertos casos en que
se presenta con especial relevancia, a los que nos referiremos a continuación.
(a) Actos que contravienen el derecho público chileno: el art. 1462 dispone que “hay
un objeto ilícito en todo lo que contraviene al derecho público chileno”.
En apoyo de esta tesis está el hecho que en el año 1978 se dictó el D.L. N° 2349,
que Establece normas sobre contratos internacionales para el sector público, donde
expresamente se autorizó someter a legislación y jurisdicción extranjera los
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
Para otra doctrina, en cambio, lo que está prohibido es someterse a una jurisdicción
no reconocida por las leyes chilenas; y resulta que el Código de Procedimiento Civil
–y hoy también la Ley sobre Arbitraje Comercial Internacional– expresamente
reconocen las jurisdicciones extranjeras en Chile, puesto que permiten ejecutar
sentencias extranjeras cumpliendo ciertos requisitos.
El punto es dudoso pero muy importante, puesto que es común que en contratos
celebrados en Chile, o respecto de bienes situados en Chile, se estipule que las
diferencias entre las partes serán resueltas por una Corte del Distrito de Nueva York
o de la ciudad de Londres, etc.
(b) Los pactos sobre sucesiones futuras: El art. 1463 del Código dispone que “el
derecho de suceder por causa de muerte a una persona viva no puede ser objeto
de una donación o contrato, aun cuando intervenga el consentimiento de la misma
persona.”
Se trata aquí de los llamados pactos sobre sucesiones futuras, que son
convenciones cuyo objeto es precisamente un derecho que no existe pero se
espera que exista: el derecho a suceder por causa de muerte, a una persona que
está actualmente viva. Como decíamos, he aquí una excepción al art. 1461, en
cuanto éste permite que las cosas futuras sean objeto de los actos y declaraciones
de voluntad.
El fundamento de esta prohibición, como explica Claro Solar, viene del derecho
romano, que consideraba estas estipulaciones inmorales, porque en ella se
especulaba con la muerte de una persona, y peligrosas, porque podían incentivar
que las personas provocaran la muerte cuya sucesión futura habían convenido
recibir. Pothier explica en el mismo sentido la prohibición.
El Código dice que el derecho a suceder a una persona viva no puede ser
objeto de “donación o contrato”, expresión aparentemente equívoca porque
la donación es a su vez un contrato, y aparentemente limitada, por cuanto
las donaciones y los contratos son sólo algunos de los actos jurídicos que
podrían tener lugar sobre este objeto.
De este modo, están proscritos los llamados pactos de institución, que son
los pactos por medio de los cuales el futuro causante conviene en dejarle a
otra persona, en todo o parte, su herencia (lo instituye como heredero por un
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
acto entre vivos). La única forma en que una persona puede disponer de sus
bienes para después de su muerte es por la vía del testamento.
Están prohibidos también los pactos de renuncia, que son aquellos por los
cuales una persona renuncia anticipadamente a su eventual asignación
hereditaria. La repudiación de la herencia sólo puede tener lugar después de
abierta la sucesión, conforme al art. 1226 (relacionar con art. 956, que indica
cuándo se produce la delación de una asignación).
Dispone que “Las convenciones entre la persona que debe una legítima y el
legitimario, relativas a la misma legítima o a mejoras, están sujetas a las
reglas especiales contenidas en el título De las asignaciones forzosas.”
Para entender esta disposición hay que tener presente que una legítima es
aquella cuota de los bienes de un difunto que la ley asigna a ciertas personas
llamadas legitimarios, siendo estos últimos los hijos, los ascendientes y el
cónyuge sobreviviente (arts. 1181 y 1182).
También hay que tener presente que la ley dispone imperativamente que la
mitad de la herencia constituye la legítima rigorosa, esto es, la porción que
obligatoriamente debe repartirse entre los legitimarios; la otra mitad de la
herencia se divide en dos cuartos: la cuarta de libre disposición, de la cual
el causante puede disponer a su arbitrio, y la cuarta de mejoras, de la cual
el causante puede disponer para favorecer a su cónyuge, o a alguno de sus
descendientes o ascendientes, sean o no legitimarios.
Pues bien, la regla del inciso segundo del art. 1463 pareciera indicar que
dichas convenciones hacen excepción a la regla del inciso primero, por lo
que serían lícitas, pero ello no es así.
En efecto, el art. 1204 inciso segundo nos indica y reitera que “cualesquiera
otras estipulaciones sobre la sucesión futura, entre un legitimario y el que le
debe la legítima, serán nulas y de ningún valor”.
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Este pacto es válido, pues el art. 1204 inciso primero indica que si se
contraviene dicha promesa, “el favorecido con ésta tendrá derecho a que los
asignatarios de esa cuarta le enteren lo que le habría valido el cumplimiento
de la promesa, a prorrata de lo que su infracción les aprovechare”.
Antes de analizar cada uno de los casos que esta disposición contempla, es
necesario primero revisar ciertas cuestiones de carácter general que suscita la
norma.
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
Así, no existirá objeto ilícito si una persona, por ejemplo, se adjudica una
propiedad cuya especie se litiga, o que está embargada.
(ii) ¿Qué ocurre con la venta de una cosa cuya enajenación adolece de
objeto ilícito?
Existe otra opinión que sostiene, en cambio, que la equiparación entre ambos
artículos no es absoluta. Ello sería así porque sólo los dos primeros casos
del art. 1464 constituyen leyes prohibitivas (prohíben absolutamente
enajenar dichas cosas), mientras que los dos últimos casos que esta
consagra no son propiamente prohibiciones, sino mandatos imperativos
(porque, como veremos, en esos casos es posible la enajenación cuando se
cumplen ciertos requisitos); de esta forma, sólo habría un objeto ilícito en la
compraventa de las cosas indicadas en los números 1 y 2 del art. 1464, no
así en la compraventa de las cosas indicadas en los números 3 y 4.
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(iii) Otros actos y contratos cuyo objeto sean las cosas enumeradas en el
art. 1464
El Código indica, como primer caso de objeto ilícito del art. 1464, el de la enajenación
de las cosas que no están en el comercio. Se refiere aquí a las cosas comunes a
todos los hombres y a los bienes nacionales de uso público, pues los derechos
personalísimos son comprendidos en el N° 2 de este artículo.
Sin embargo, este artículo nos indica que en el caso de enajenarse una cosa
incomerciable –o de venderse ella, conforme al art. 1810– el acto jurídico adolecerá
de objeto ilícito.
Esto ha motivado a ciertos autores, como Claro Solar y Víctor Vial, a indicar que en
estos casos el Código ha incurrido en error o confusión; lo cual se explica
básicamente desde la perspectiva que dichos autores consideran que la inexistencia
produce una situación distinta que la mera nulidad absoluta.
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Para considerar que el Código es coherente en este punto, hay que considerar más
bien que el Código no ha distinguido claramente entre falta de objeto y objeto ilícito,
sino que los trata del mismo modo y sin distinción (Carlos Ducci).
Como ya hemos explicado, este también es un caso confuso, puesto que dijimos
que los llamados derechos personalísimos –a que se refiere esta disposición–
constituyen cosas incomerciables cosas incomerciables, por lo que aquí faltaría el
objeto. Nos remitimos a lo ya dicho sobre la eventual confusión en que incurrió el
Código.
Para cierta doctrina (Víctor Vial) acá no existiría redundancia, porque en su concepto
los derechos personalísimos serían susceptibles de apropiación particular y estarían
dentro del comercio humano, y solamente estaría impedida su transferencia
(inalienables). Se justifica esta posición en que el Código habría seguido la doctrina
romana que distinguía cosas incomerciables de cosas inalienables.
(c.3) Art. 1464 N° 3. “Enajenación de las cosas embargadas por decreto judicial, a
menos que el juez lo autorice o el acreedor consienta en ello”:
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Hay que distinguir entre las partes litigantes del juicio en que se decretó el
embargo o medida precautoria, y los terceros ajenos a éste.
65En nuestro concepto, en el caso del embargo propiamente tal, en realidad la cosa se entiende
embargada desde que se notifica dicha resolución y luego que, además, la cosa embargada es
entregada al depositario provisional, porque esto último es lo que perfecciona el embargo: la entrega
del bien embargado a un depositario provisional.
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(iii) Para que exista objeto ilícito, en todo caso, es necesario que el embargo
o medida precautoria exista al momento de la enajenación.
La pregunta surge del siguiente caso: un deudor (A) tiene dos acreedores (B
y C). Cada uno de ellos inicia un juicio ejecutivo por su cuenta, y cada uno
de ellos embarga el mismo bien del deudor (una casa por ejemplo). El
acreedor B logra que su juicio avance más rápido, y logra que el bien
embargado sea rematado y enajenado a un tercero antes que concluya el
juicio del acreedor C, estando vigente el embargo decretado en este último
juicio.
Para Claro Solar, Avelino León y Víctor Vial, no habría objeto ilícito, porque
el espíritu detrás de la norma es sancionar un comportamiento voluntario del
que enajena una cosa embargada, en circunstancias que en la enajenación
forzada no se requiere la voluntad del deudor.
En cuanto a la autorización judicial, ésta debe provenir del propio juez que
decretó el embargo o medida precautoria; y si son varios los jueces que han
decretado tales medidas, todos ellos deben autorizar la enajenación.
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(c.4) Art. 1464 N° 4. “Enajenación de las especies cuya propiedad se litiga, sin
permiso del juez que conoce del litigio”:
Sin embargo, no basta con que sólo exista un litigio para que la especie tenga
el carácter de litigiosa. El art. 296 inciso segundo del Código de
Procedimiento Civil agrega un requisito adicional, al disponer que “Para que
los objetos que son materia del juicio se consideren comprendidos en el
número 4º del artículo 1464 del Código Civil, será necesario que el tribunal
decrete prohibición respecto de ellos”.
En otros términos, el art. 296 del CPC modificó el art. 1464 N° 4 del Código,
de forma tal que las especies litigiosas son aquellos cuerpos ciertos,
muebles o inmuebles, cuyo dominio o propiedad se discute en juicio y
a cuyo respecto se ha decretado prohibición de celebrar actos y
contratos por el tribunal que conoce del mismo juicio.
(ii) Por su parte, rigen a este respecto las normas del art. 297 del CPC que ya
vimos, en el sentido de cuándo se entenderá que existe un objeto ilícito
respecto de terceros a quienes se haya enajenado la especie litigiosa, para
efectos de que se pueda perseguir en su contra el efecto de la nulidad.
Hay autores, como Ducci, que consideran que con la disposición del art. 296
del CPC este art. 1464 N° 4 ha pasado a ser redundante o estar de más,
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
Al igual que en el caso del art. 1464 N° 3, es posible enajenar las especies
litigiosas con la autorización del juez que conoce del litigio.
Carlos Ducci entiende lo mismo. Como el caso del art. 1464 N° 4 es una
hipótesis que también cae dentro del art. 1464 N° 3, en su concepto,
entonces también procede acá que el consentimiento del acreedor permita
enajenar válidamente la cosa.
Dispone el art. 1465 que “El pacto de no pedir más en razón de una cuenta
aprobada, no vale en cuanto al dolo contenido en ella, si no se ha condonado
expresamente. La condonación del dolo futuro no vale.”
Esta disposición contiene dos reglas o situaciones distintas, que vale la pena revisar
separadamente.
(d.1) El pacto de no pedir más en razón de una cuenta aprobada no vale en cuanto
al dolo contenido en ella, salvo que se condone expresamente.
Pues bien, la primera regla del art. 1465 nos dice que el finiquito –“el pacto de no
pedir más”– es nulo si la cuenta ha sido obtenida con dolo –“no vale en cuanto al
dolo contenido en ella”–, salvo que en el propio finiquito se condone
expresamente el dolo (no resulta posible una condonación tácita).
Esto es así porque, como se presume la buena fe, la ley supone que la persona que
aprueba una cuenta lo hace estimando verdaderas las partidas de la cuenta. Por lo
mismo, si después de aprobada la cuenta, descubre que ésta fue dolosa (se falsificó
un balance, se inventaron créditos o se ocultaron deudas, por ejemplo), no podría
invocarse el finiquito contra la acción por dolo que ejerce el que dio el finiquito.
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El dolo que en este caso se condona es un dolo pasado, puesto que se refiere al
dolo contenido en la rendición de cuenta que ya fue aprobada; y este dolo debe
haber sido conocido de la parte que lo condona.
La segunda regla del art. 1465, en concordancia con lo señalado, dispone que “la
condonación del dolo futuro no vale”, esto es, está prohibido –por adolecer de
objeto ilícito– condonar anticipadamente el dolo.
La razón de esta disposición es evidente: todos los contratos en que una parte
puede imponer sus cláusulas tendrían una estipulación condonando el dolo futuro,
por lo que éste pasaría en la práctica a dejar de ser sancionado. Además, una
condonación anticipada del dolo se opone a la presunción general de buena fe.
Conforme al art. 1466 del Código, “Hay asimismo objeto ilícito en las deudas
contraídas en juego de azar”.
El Código divide los juegos en juegos de azar, que son aquellos en cuyo resultado
predomina la suerte; y juegos de destreza, en cuyo resultado prima la destreza,
distinguiendo a su vez juegos de destreza corporal y de destreza intelectual.
Conforme al art. 1466 y al art. 2259, el juego de azar tiene carácter ilícito, mientras
que los juegos y apuestas lícitos –esto es, de destreza– constituyen contratos
aleatorios, y son por tanto perfectamente lícitos66.
66 Con la particularidad que el juego de destreza corporal da acción para exigir el pago quien gana
contra quien pierde, mientras que los juegos de destreza intelectual no producen acción, de forma
tal que el que gana no puede exigir el pago al que pierde, pero sí tiene excepción, para retener lo
pagado por éste.
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El mismo art. 1466 dispone que hay objeto ilícito “en la venta de libros cuya
circulación es prohibida por autoridad competente, de láminas, pinturas y estatuas
obscenas, y de impresos condenados como abusivos de la libertad de prensa”:
El art. 1466 cierra el catálogo de casos específicos de objeto ilícito. Señala al efecto
que existe tal objeto ilícito, “generalmente en todo contrato prohibido por las leyes”.
Esta disposición de carácter general hace eco de aquella contenida en el art. 10º del
Código, conforme a la cual los actos que prohíbe la ley son nulos y de ningún
valor, salvo que la ley contemple una sanción diversa.
Dijimos anteriormente que el acto que prohíbe la ley se identifica con la infracción a
una disposición prohibitiva, y en ciertos casos, a la infracción de disposiciones
imperativas si los requisitos que se omiten al celebrar el acto o contrato están
establecidos en atención a la naturaleza misma de los actos o contratos, y no a la
calidad de las personas que los ejecutan o celebran.
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
VII.
LA CAUSA
1.
GENERALIDADES Y CONCEPTO
Sabemos que el Código Civil exige, conforme al art. 1445 N° 4, que todo acto o declaración
de voluntad debe tener también una causa lícita. Hemos dicho anteriormente que la
presencia de causa es un requisito de existencia de todo acto jurídico, y que el hecho que
ésta sea lícita constituye un requisito de validez de los actos jurídicos.
Por lo mismo es necesario revisar los distintos conceptos de causa, primero, para ver
posteriormente cómo ellos pueden ajustarse a lo dispuesto en nuestro Código Civil.
Jurídicamente, la causa puede ser definida desde tres ópticas distintas.
Dice Claro Solar que la causa eficiente es el elemento generador del efecto.
Esta era la noción que los romanos tenían del concepto de causa: la causa de la obligación
era su fuente misma (el delito o cuasidelito, el contrato o el cuasicontrato).
La causa final es el fin o propósito inmediato e invariable del acto jurídico. Se identifica
o es sinónima de finalidad.
Así, por ejemplo, la causa final de todo comprador en toda compraventa es procurarse una
cosa a cambio de dinero; y de todo vendedor, en toda venta, de procurarse dinero a cambio
de dar una cosa.
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
Así, por ejemplo, mientras una persona vende una cosa porque necesita el dinero para
pagar una deuda, otra puede vender porque quiere invertir en valores mobiliarios, etc.
Posteriormente, Domat elabora por primera vez una teoría de la causa como la
conocemos actualmente. Pothier sigue esta teoría, perfeccionándola sin mayores
alteraciones, y es esta doctrina la que inspira a los redactores del Código Civil
francés.
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
El concepto de causa de la teoría clásica se condice con la idea de una causa final.
El criterio utilizado es estrictamente objetivo: se prescinde por completo de los
móviles personales de cada contratante, estableciendo la causa de la obligación en
base a un criterio que es equivalente para cada contrato bilateral de la misma
especie.
En concepto de este grupo de autores, la causa sería falsa por las siguientes
razones:
(i) En los contratos bilaterales, la causa sería falsa porque como las
obligaciones recíprocas nacen al mismo tiempo, mal podría una de ellas ser
causa de la otra (la causa debe ser anterior al efecto, no puede ser coetáneo).
(ii) En los contratos reales, la causa sería falsa porque la entrega de la cosa no
puede ser causa de la obligación, porque es un requisito esencial para que
el contrato se perfeccione (en nuestro concepto, es la forma de manifestar el
consentimiento).
(iii) En los contratos gratuitos, la causa sería falsa porque se confunde con los
motivos (la intención de liberalidad sería un motivo ocasional).
Para estos autores, en consecuencia, la causa sería también inútil, por los
siguientes motivos:
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
Esta teoría fue posteriormente contestada por varios autores, entre quienes destaca
el también francés Henri Capitant, quienes reivindican la utilidad de la causa y la
precisan en base a términos similares a la doctrina clásica.
Así, por ejemplo, precisan que la causa en los contratos bilaterales es la voluntad
de obtener la ejecución de la obligación recíproca. Así, por ejemplo, en la
compraventa, la causa de la obligación del comprador de pagar el precio, es que se
concrete la entrega de la cosa vendida como consecuencia de la obligación que el
vendedor asume a su turno.
Entre nosotros, esta es la posición que tiene Claro Solar, por ejemplo. Por lo demás,
en nuestro derecho no puede aceptarse una posición anticausalista, porque la ley
precisamente la consagra y exige como requisito de los actos y declaraciones de
voluntad.
Esta doctrina postula que la causa del contrato es el fin o función económico-social
perseguida en el contrato. Por ejemplo, la causa de los negocios onerosos es su
función consistente en producir un cambio de prestación y contraprestación; es
causa de la compraventa su función de producir un cambio de cosa por precio; es
causa de la donación su función de producir un enriquecimiento del donatario.
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
Así, bajo esta doctrina, la causa del acto jurídico es el móvil o motivo determinante
que impulsó al autor o a las partes a celebrar un acto jurídico. La causa no es una
cuestión abstracta y general a todo acto o contrato de una misma especie, sino que
es una motivación psicológica particular de cada contratante.
La teoría unitaria de la causa concluye que tanto la perspectiva objetiva (causa final)
como la perspectiva subjetiva (causa ocasional) son necesarias. La causa final –que
es la causa de la obligación– serviría para dejar sin efecto el contrato ante la
ausencia de contraprestación recíproca, resguardando el interés privado de las
partes; y la causa ocasional –requisito del acto jurídico– permitiría proteger el interés
general, al controlar los motivos contrarios a la moral, el orden público o las buenas
costumbres.
2.
LA CAUSA EN EL CÓDIGO CIVIL Y EN EL DERECHO CIVIL CHILENO
El Código Civil chileno indica, en su art. 1467, que “no puede haber obligación sin una causa
real y lícita; pero no es necesario expresarla. La pura liberalidad o beneficencia es causa
suficiente”.
Define también el Código la causa ilícita, como aquella “prohibida por la ley, o contraria a
las buenas costumbres o al orden público”; y concluye con un ejemplo: “Así la promesa de
dar algo en pago de una deuda que no existe, carece de causa; y la promesa de dar algo
en recompensa de un crimen o de un hecho inmoral, tiene una causa ilícita.”
(1) ¿SE REFIERE EL CÓDIGO A LA CAUSA DEL ACTO JURÍDICO O SOLAMENTE A LA CAUSA DE
LA OBLIGACIÓN?
Esta interrogante surge del tenor literal del art. 1467, conforme al cual “no puede haber
obligación sin una causa”.
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
(i) Una parte de la doctrina (R. Hevia) sostiene que lo que requiere causa es
solamente la obligación. Así lo denotaría el tenor literal del art. 1467 y del art.
1445 (que exige la causa para que una persona “se obligue para con otra”).
(ii) Otra parte de la doctrina (Claro Solar, Alessandri, Ducci), en cambio, sostiene
que es el acto jurídico el que debe tener una causa. Esta doctrina también
se apoya en el tenor literal del art. 1467, en cuanto define la causa como “el
motivo que induce al acto o contrato”; y en el tenor literal del art. 1445, en
cuanto dispone los requisitos para que una persona “se obligue para con otra
por un acto o declaración de voluntad”.
Más aún, esta doctrina alude al art. 2057 del Código, cuyo inciso segundo se
refiere a las “sociedades que son nulas por lo ilícito de la causa”: la sociedad
es un contrato, de forma tal que predicándose la ilicitud de la causa de la
sociedad, se está diciendo que es dicho contrato el que debe tener una
causa.
(iii) Víctor Vial sostiene que tanto la obligación como el acto jurídico deben tener
una causa, y cada cual corresponderá a distinto criterio, según veremos a
continuación. Lo mismo opinaba Avelino León.67
(2) ¿QUÉ CRITERIO ADOPTA EL CÓDIGO CIVIL EN MATERIA DE CAUSA? ¿EL DE LA DOCTRINA
TRADICIONAL O EL DE LA CAUSA OCASIONAL?
(i) Claro Solar y Alessandri, entre otros, sostienen que nuestro Código sigue
la doctrina tradicional en materia de causa.
▬ Esta posición surge también del hecho que el art. 1467 exige que la
obligación tenga una causa real y lícita, lo que denota que puede
haber obligaciones sin causa, cuestión que la teoría clásica
contempla (el ejemplo que la doctrina clásica da es aquel en que se
vende una cosa que las partes suponen que existe pero en realidad
no existe, de donde resulta que carece de causa la obligación del
comprador de pagar el precio). Si el Código hubiera seguido la
doctrina de la causa ocasional, jamás existirían obligaciones sin
causa, puesto que siempre existirá un motivo sicológico que pueda
inducir a contraerla. En este sentido se argumenta también que el
67 Para estos autores ambas clases de causa están comprendidas en nuestro derecho. En su
concepto, la causa ocasional corresponde a la causa que debe tener todo acto o contrato, conforme
a la definición legal que da el art. 1467; mientras que la causa final –la doctrina clásica– es la causa
que debe reunir toda obligación.
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
(ii) Otra parte de la doctrina (Ducci, Víctor Vial) sostiene que el Código innovó
en esta materia, adelantándose a consagrar la causa ocasional, sin seguir
entonces la doctrina clásica. Esta posición sostiene lo siguiente:
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
es también con ese sentido que la expresión ha sido usada por el Código en
los arts. 1454 y 1455.
Ahora bien, no por este motivo pasa a ser irrelevante la causa final, sino que
ella resulta plenamente relevante.
68 Así ha fallado la Corte Suprema, al señalar “SEXTO: Que en relación a la excepción de nulidad de
la obligación, que es también un modo de extinguir las obligaciones, se ha fallado que si el deudor
la alega en razón de carecer la obligación de causa real y lícita su defensa deberá probar tal aserto,
pues si bien la ley establece que toda obligación debe tener causa real y lícita, no es necesario
expresar esa causa, por lo cual esta omisión no puede acarrear por sí sola la nulidad de la
obligación;” (ECS, 25/08/2015, Rol 274-2015).
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“Que conforme lo establece el artículo 1467 del Código Civil "se entiende por
causa el motivo que induce al acto o contrato" y correspondiendo dicho
motivo, en el caso sub lite, según lo acreditado por las probanzas allegadas
al proceso, a saldar las deudas referidas en el considerando precedentes,
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3.
REQUISITOS QUE DEBE REUNIR LA CAUSA CONFORME AL CÓDIGO CIVIL
Conforme al art. 1467, debemos concluir que la causa debe cumplir dos requisitos para que
exista válidamente un acto jurídico: debe ser real, y deber ser lícita.
Causa real corresponde a aquella que efectivamente existe. En consecuencia, faltará este
requisito cuando estemos ante la falta de causa –esto es, una causa inexistente–, ante una
causa falsa, que es aquella que no existe pero se hace aparecer como existente, o ante
una causa errónea, puesto que la existencia de una causa real implica que ésta debe ser
verdadera.
En consonancia con ello, el Código ejemplifica señalando que “la promesa de dar algo en
pago de una deuda que no existe carece de causa”. Se trata de una hipótesis en que la
causa de la promesa de pagar es inexistente, y por lo mismo, faltará la causa.
Esto es cierto sea que se vea la causa como el móvil personal (quien paga lo hace porque
cree que debe, su propósito es saldar una deuda; si no existía la deuda, su propósito es
inexistente, falta la causa) o como el fin económico-social del acto jurídico (el fin-económico
social del pago es saldar deudas, si no existe la deuda, no hay razón para hacer un pago).
“DECIMO: Que, en relación con excepción del N° 14 del artículo 464 del Código de
Procedimiento Civil, en relación con los artículos 1445 N° 4, 1467, 1682 Código Civil, en
concordancia con las motivaciones expuestas anteriormente, se puede establecer, que en
este caso en particular, no existe obligación alguna contraída por Inmobiliaria Altamira
Limitada por la cual se haya girado el cheque que se cobra, incluso ni siquiera está
respaldado por facturas o lo que es lo mismo, la obligación emanada de dicho cheque es
nula y siendo nula la obligación por falta de causa, la ejecución por la que se exige el pago
de una suma de dinero no puede prosperar.
UNDECIMO: Que en efecto, consta de los antecedentes allegados al juicio y como ya se
dijo en los motivos anteriores, el documento objeto de esta causa fue girado en garantía,
por lo que el cheque carece de causa real y lícita porque se entregó por una causa distinta
a la de pagar una deuda, de modo que no existe una obligación contractual que motive el
giro del documento y además adolece de objeto ilícito, por la misma razón al haber sido
entregado por un objeto distinto al alegado por la ejecutante y al señalado en la Ley de
Cheques.” (ICA Concepción, 5/08/2016, Rol 697-2016)
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
Otros ejemplos de falta de causa que encontramos en el Código son, por ejemplo, la
situación del art. 1816, que dispone que “la compra de cosa propia no vale”. Estamos ahí
ante un caso de falta de causa (o causa falsa, si se compra algo que erradamente se piensa
ajeno, pero es propio), porque el fin económico social de la compraventa es hacerse de un
bien ajeno, no propio.
También existirá falta de causa en los actos jurídicos absolutamente simulados, que son
aquellos en que las partes –con el propósito de ocultar su voluntad real– celebran un
contrato que no tiene motivo real para celebrarse, y por lo mismo, carece de causa.
Es también necesario que la causa del acto o contrato sea lícita; el Código define entonces
la causa ilícita como aquella prohibida por la ley, o contraria a las buenas costumbres o al
orden público.
El Código ejemplifica señalando que “la promesa de dar algo en recompensa de un crimen
o de un hecho inmoral, tiene una causa ilícita”.
También hemos explicado qué son las buenas costumbres y el orden público. En este
sentido, adolecerá de causa ilícita el acto o contrato por medio del cual el deudor y un
tercero se conciertan para alterar el precio de un remate judicial; el contrato de
arrendamiento celebrado respecto de un inmueble para convertirlo en una casa de
tolerancia o en un casino de juegos clandestino, etc.
(3) SANCIÓN DE QUE ADOLECERÁ EL ACTO JURÍDICO CUYA CAUSA NO CUMPLA CON DICHOS
REQUISITOS
En otras palabras, el fraude a la ley se configura cuando una serie de actos lícitos se
emplean para evadir el cumplimiento de una norma obligatoria.
La diferencia del fraude a la ley con la simulación radica en que, en esta última, las partes
han realizado un negocio que carece de voluntad o causa real, con el propósito de disimular
otro acto o contrato; mientras que en el fraude a la ley, las partes utilizan un sistema de
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
(i) El elemento objetivo del fraude a la ley consiste en el resultado que la ley
prohíbe. Debe producirse un efecto práctico igual o análogo al resultado que
prohíbe la ley.
El fraude a la ley se relaciona con el tema de la causa, en el sentido que el fraude a la ley
se lleva a cabo por un motivo ilícito: burlar la aplicación de una norma jurídica.
De esta forma, por algunos autores se ha invocado que existe causa ilícita en los actos
fraudatorios, lo cual importa infringir el art. 1467 del Código Civil, viciándolos de
nulidad absoluta (por ejemplo, Fernando Fueyo). Agregan, además, que al obtenerse un
resultado equivalente al de un acto jurídico prohibido, el acto fraudatorio adolecería también
de objeto ilícito, pues se infringen los artículos 10 y 1466 del Código Civil, lo que conlleva
también su nulidad absoluta.
El Código Civil dispone que “es nulo el contrato de compraventa celebrado entre cónyuges
no separados judicialmente” (art. 1796), razón por la cual los cónyuges no pueden celebrar
compraventas entre sí.
Sin embargo, los cónyuges sí pueden conformar sociedades entre ellos. De esta forma,
podría ocurrir que los cónyuges celebren un contrato de sociedad, al cual uno de ellos
aporte como capital una determinada cosa, y el otro en cambio aporte dinero. Disuelta la
sociedad, al practicarse la liquidación, podría resultar que se adjudique la cosa aportada
como capital al cónyuge que no la aportó, y al revés, que el dinero se aporte al cónyuge
que no aportó éste.
Así, se producirá el mismo efecto práctico que una compraventa entre cónyuges, pero sin
celebrar una compraventa, sino que otorgando un contrato de sociedad, que es un acto
jurídico lícito, y en este caso, real.
4.
LOS ACTOS JURÍDICOS ABSTRACTOS O INCAUSADOS
Dijimos anteriormente que los actos jurídicos podían clasificarse en actos causados o
abstractos; definimos los actos causados como aquellos en que la causa aparece
manifiesta o está indicada, mientras que los actos abstractos son aquellos cuya causa
no cobra expresión en ellos o que se celebran sin guardar relación alguna con una
causa determinada.
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
Vale la pena reiterar que no es que los actos abstractos no tengan una causa –puesto que
la ley lo exige siempre, respecto de todo acto jurídico– sino más bien que en ellos la causa
se encuentra en una relación jurídica subyacente –por ejemplo, un pagaré no tiene una
causa que aparezca manifiesta en él, pero generalmente ella radica en una relación jurídica
diversa pero relacionada: un mutuo de dinero– o en último término en una liberalidad –por
ejemplo, la hipoteca que una persona otorga para asegurar una obligación ajena–.
En otras palabras, en esos casos el derecho hace abstracción de la causa del acto jurídico
–prescinde de ella en términos concretos– de forma que dichos actos son válidos con
independencia de su causa.
(a) Los actos jurídicos abstractos se identifican, en general, con los denominados
títulos de crédito, que corresponden a documentos en que consta, por escrito,
el derecho a una determinada prestación, generalmente el pago de una suma
de dinero.
La particularidad de los títulos de crédito es que estos circulan por medio del
endoso69. Esto significa que el tenedor legítimo del título de crédito –que lo ha
recibido por medio del endoso de parte de su beneficiario, o del anterior tenedor–
tiene derecho a exigir la prestación que en él conste, no obstante que dicho tenedor
legítimo no sea la persona en cuyo favor originalmente se estableciera el derecho a
exigir dicha prestación; y el tenedor legítimo también tiene derecho a endosar a su
turno el título, para entregarlo a alguien más en dominio, en prenda, o en cobro.
¿Por qué circulan los títulos de crédito? Los títulos de crédito representan, en
buenas cuentas, dinero. La idea detrás de los títulos de crédito es que éstos son
valores representativos de dinero, de forma tal que, por ejemplo, una persona podría
igualmente pagar una deuda de $100.000 con esa suma en dinero efectivo, o
mediante la entrega de un pagaré representativo de esa suma.
(b) No obstante, según alguna doctrina, existen también otros actos abstractos que no
son títulos de crédito. El ejemplo habitual de ello es la fianza, reglamentada en los
arts. 2335 y siguientes del Código.
69El endoso es el escrito por el cual el tenedor legítimo transfiere el dominio de la letra, la entrega
en cobro o la constituye en prenda. (art. 17 de la Ley N° 18.092, sobre letra de cambio y pagaré).
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
Se dice que este es un acto jurídico abstracto porque el art. 2354 del Código
consagra lo que constituye un principio típico de los actos jurídicos abstractos: la
imposibilidad de oponer excepciones personales del deudor principal al acreedor
que cobra la fianza.
(c) Es importante destacar, finalmente, que los actos jurídicos abstractos sólo pueden
ser creados por ley; las partes no podrían atribuir el carácter abstracto a un
determinado acto jurídico.
Esto es así, según la generalidad de la doctrina, atendido que el art. 1444, 1445 y
1467 dejan claro que todo acto jurídico debe tener una causa real y lícita, lo que
constituye elemento esencial de ellos, cuya omisión es sancionada con la nulidad
absoluta.
De esta forma, se desprende que la causa, como elemento esencial que debe tener
todo acto jurídico, es un requisito de orden público, del cual las partes no podrían
prescindir a su arbitrio. Sólo la ley puede determinar que ciertos actos se abstraigan
de su causa o prescindan de ella.
(a) Hemos dicho que la causa es el mecanismo que contempla la ley para asegurar o
controlar que las motivaciones que inducen a celebrar actos jurídicos sean lícitas,
esto es, que no sean prohibidas por la ley, ni contraríen al orden público o las buenas
costumbres.
Sin embargo, hay ocasiones en que el derecho prefiere prescindir del control de la
“moralidad” de los actos jurídicos, privilegiando la certeza del tráfico jurídico. En
efecto, en el caso de los actos jurídicos abstractos, el derecho renuncia a controlar
la licitud de su causa –disminuyendo entonces la posibilidad de que dichos actos
sean calificados como ineficaces– con el propósito de que los actos jurídicos
abstractos sean especialmente eficaces en el tráfico jurídico, sin estar expuestos a
que su validez sea impugnada por vicios de su causa.
En el caso de los títulos de crédito, la idea es que éstos circulen con eficacia en el
tráfico jurídico, actuando de forma equivalente al dinero. Esa circulación debe tener
la menor cantidad de trabas posible, lo ideal es que el título de crédito pueda ser
exigido y cobrado existiendo la menor cantidad posible de impedimentos que
puedan afectar su cobro.
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(b) Es importante precisar, en todo caso, que la abstracción del título de crédito no tiene
lugar entre las partes que lo celebraron, respecto de las cuales es causado igual que
cualquier otro. Por tanto, si uno de los contratantes adquiere la obligación de pagar
mediante la entrega de títulos de crédito, y la causa es ilícita, se puede anular el
contrato y pedir la restitución de los títulos.
El acto deviene en abstracto una vez que comienza a circular, lo que sucede con el
endoso del título de crédito. Acá el acto jurídico se abstrae de su causa, de forma
tal que el obligado al pago del título de crédito no puede negarse a pagarlo al tercero
que lo recibió en endoso, invocando la nulidad por causa ilícita de la relación original
o subyacente.
(c) Las disposiciones a que alude la jurisprudencia para calificar el carácter de abstracto
son las siguientes.
El art. 28 dispone que “La persona demandada en virtud de una letra de cambio no
puede oponer al demandante excepciones fundadas en relaciones personales
con anteriores portadores de la letra.”
70Rol Nº 291-04, Pronunciado por la Primera Sala de la Corte Suprema, por los Ministros Sres. Jorge
Rodríguez A., Adalis Oyarzún M. y Sergio Muñoz G. y Abogados Integrantes Sres. Hernán Álvarez
G. y Oscar Carrasco A. Autorizado por el Secretario Carlos A. Meneses Pizarro, en autos caratulados
Arriagada Guerrero Arturo Hans con García Peña Marta.
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VIII.
LAS FORMALIDADES
1.
GENERALIDADES Y CONCEPTO
Formalidades son ciertos requisitos que dicen relación con la forma o aspecto externo que
deben revestir ciertos actos jurídicos, exigidas por la ley para la existencia de ellos, su
validez, su prueba u otro efecto determinado.
En el derecho primitivo casi todos los actos eran solemnes, exigiéndose ciertas
formalidades indispensables para la existencia o validez del acto. Así, en los derechos
antiguos la simple manifestación de voluntad no era capaz de producir efectos jurídicos.
Debía rodearse de ciertas formas más o menos complicadas y simbólicas.
El consensualismo no es sino un aspecto del principio más amplio hoy imperante llamado
de la autonomía de la voluntad, conforme al cual los particulares pueden reglamentar sus
relaciones jurídicas libremente; pueden establecer en sus convenios las cláusulas que
estimen convenientes y sujetarse a las formas que les plazca. En una palabra, los individuos
pueden crear su propio derecho, teniendo como límites sólo la ley, el orden público y las
buenas costumbres.
En nuestro derecho, como en todos los modernos, los actos consensuales constituyen la
regla general, y los solemnes la excepción. La ley impone solemnidades sólo a actos
jurídicos de gran trascendencia para las partes y a fin de que ellas pongan la mayor atención
sobre lo que realizan.
2.
CLASES DE FORMALIDADES
Según el fin para el cual se exigen, encontramos varias clases de formalidades, cuya
omisión acarrea diversas consecuencias
a. Las solemnidades son los requisitos externos que la ley exige para la celebración
de ciertos actos jurídicos, pasando a ser la solemnidad el único medio a través del cual
el autor o las partes que celebran el acto pueden manifestar su voluntad.
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Constituyen un requisito esencial para la existencia del acto jurídico, en el sentido que si
falta ella, falta propiamente la voluntad.
Existen varios casos de actos solemnes en el Código Civil: la escritura pública es una
solemnidad del contrato de compraventa de bienes raíces, y mientras ella no se otorgue el
contrato no se reputa perfecto ante la ley (art. 1801 inc. 2º); el contrato de promesa debe
constar necesariamente por escrito (art. 1554 Nº 1), etc.
b. Las solemnidades impuestas por la ley son de derecho estricto, como quiera que
constituyen una excepción al derecho común. En consecuencia, deben ser interpretadas
en forma restrictiva: las solemnidades que la ley exige para un acto no pueden
aplicarse a otro, por parecido que sea, ni pueden exigirse otras solemnidades que las
que la ley expresamente indica; no hay más solemnidades ni actos jurídicos
necesariamente solemnes que los que la ley establece de una manera expresa.
Sin embargo, parte de la doctrina sostiene que en estos casos la sanción aplicable es la
nulidad absoluta, y ello no solo porque el Código no reconoce la teoría de la inexistencia,
sino que además porque expresamente el art. 1682 establece dicha sanción respecto de la
“omisión de algún requisito o solemnidad que las leyes prescriben para el valor de ciertos
actos o contratos en consideración a la naturaleza de ellos, y no a la calidad o estado de
las personas que los ejecutan o acuerdan”.
Pero en este caso hay un medio para prescindir de la formalidad creada por los particulares
sin que se resienta la existencia y validez del contrato. En efecto, el Código Civil dice que
si los contratantes estipularen que la venta de cosas que según la ley no necesita
solemnidad alguna, no se repute perfecta hasta el otorgamiento de escritura pública o
privada, podrá cualquiera de las partes retractarse mientras no se otorgue la escritura o no
haya principiado la entrega de la cosa vendida (art. 1802). O sea, si se da principio a la
entrega de la cosa, la formalidad queda suprimida.
Como puede observarse un acto solemne por mandato de la ley no es lo mismo que
uno que lo es por voluntad de las partes: si en el primer caso faltan las solemnidades, el
acto es inexistente o nulo absolutamente; en cambio, en el segundo caso, el acto puede
producir efectos aun cuando no se cumplan las formalidades, si se ejecutan hechos que
importen renuncia a éstas.
e. Alguna doctrina indica que en ciertos casos, la ley exige la solemnidad no como
requisito de “existencia”, sino como requisito de “validez” de los actos jurídicos.
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
Así ocurre, por ejemplo, con el testamento solemne, que requiere de un cierto número de
testigos para su otorgamiento: si no se cumple con este requisito, el testamento existe, pero
es susceptible de ser anulado. Otro ejemplo de esta clase de solemnidades es la
insinuación de las donaciones.
Formalidades habilitantes son los requisitos que la ley, velando por los intereses de los
incapaces, exige para la validez o eficacia de ciertos actos jurídicos que los afectan
y que tienden a integrar la voluntad de aquéllos o el poder de sus representantes
legales y, consecuentemente, a remover la incapacidad o la falta de poder.
En otras palabras, la ley exige que ciertos actos de incapaces cumplan con una formalidad
que habilite a realizar el acto, sin la cual éste no podría ser válidamente ejecutado por el
incapaz o su representante. Ello lo exige con el fin de protegerlos.
Así, por ejemplo, todos los actos que los menores adultos no están facultados por la ley
para celebrarlos por sí solos, deben hacerlo con la autorización del padre o madre bajo
cuya patria potestad viven; igualmente, los sometidos a guarda deben celebrar dichos actos
con la autorización de su guardador (arts. 253, 254 y 439).
En los actos que celebra el incapaz está presente su representante legal y en los que
concluye el administrador de los bienes ajenos, la persona cuyos bienes son administrados.
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Un ejemplo típico es el de la partición en que tienen interés personas ausentes que no han
nombrado apoderado, o personas bajo tutela o curaduría: terminada la partición es
necesario someterla a la aprobación judicial (art. 1342). Precisamente, el juez debe
examinar si se han respetado las exigencias legales que tienden a resguardar los intereses
de las personas protegidas por la ley; en caso de que llegue a conclusión afirmativa,
aprueba el laudo, es decir, la sentencia definitiva y final del partidor; de lo contrario, la
modifica en la forma que estime adecuada. Mientras el laudo no recibe confirmación por
resolución ejecutoriada, la partición no adquiere el carácter de firme ni, por ende, eficacia.
La sanción por la omisión de una formalidad habilitante acarrea la nulidad relativa del
acto o contrato, pues se omite una formalidad establecida en consideración a la calidad o
estado de las personas que lo celebran (art. 1682).
Son las formas que sirven como prueba de la realización de los actos jurídicos y de su
contenido. En este caso, la forma no desempeña la función de elemento de existencia o
validez del acto jurídico, como ocurre con la solemnidad, sino la de prueba del mismo. Por
eso se habla de forma ad probationem.
Así, por ejemplo, los actos o contratos que contienen la entrega o promesa de una cosa
cuyo valor es superior a dos unidades tributarias deben constar por escrito; si no la ley no
permite probarlos por testigos (art. 1709): quedan privados de este medio probatorio, salvo
los casos expresamente exceptuados por la ley (art. 1711).
Estas formalidades tienen por objeto proteger a los terceros que pueden verse alcanzados
por los efectos del acto jurídico.
Por ejemplo, la notificación al público por medio de tres avisos publicados en un periódico
de los decretos de interdicción provisoria o definitiva del demente y del disipador (arts. 447
y 461).
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
b. Las medidas de publicidad sustanciales tienen por objeto precaver a los terceros
interesados – que son aquellos que están o estarán en relaciones jurídicas con las partes
– de los actos que éstas celebren.
La omisión de estas formalidades tiene una sanción más severa: la ineficacia del acto
respecto de terceros, esto es, la inoponibilidad.
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
IX.
LOS EFECTOS DE LOS ACTOS JURÍDICOS
1.
GENERALIDADES
Así, una vez perfeccionado el acto jurídico, éste tendrá la virtud de crear, modificar o
extinguir derechos y obligaciones. La forma concreta en que ello ocurra dependerá del
tipo de acto jurídico que se trate, puesto que en general, la ley reglamenta cuáles son los
efectos concretos que produce cada acto jurídico, materia que es estudiada
básicamente al estudiar los contratos en particular. Por ejemplo, es el título XXIII del Código
Civil el que reglamenta los efectos de la compraventa.
2.
PERSONAS RESPECTO DE QUIENES SE PRODUCEN LOS EFECTOS DE LOS ACTOS JURÍDICOS
Ahora bien, los efectos que producen los actos jurídicos –crear, modificar o extinguir
derechos y obligaciones– se producen respecto de determinadas personas, y nuestro
interés es determinar a quiénes alcanzan dichos efectos.
Para este propósito, debemos estudiar quienes son partes y quienes son terceros en
relación con un acto jurídico.
En estricto sentido, “parte” se utiliza al hablar de actos jurídicos bilaterales, pues en los
actos unilaterales nos referimos a su “autor”; pero para fines prácticos, utilizaremos el
término parte de forma indistinta.
Esta idea se desprende del propio art. 1438 del Código Civil, que nos indica que, en los
contratos, son las partes las que se obligan una para con otra, indicando que una parte
puede estar conformada por una o varias personas.
Sin embargo, debemos distinguir entre dos clases de terceros: los llamados “terceros
absolutos” y los “terceros relativos o interesados”.
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
(i) Terceros absolutos son aquellos que son totalmente extraños al acto
jurídico, y por tanto, no son afectados en modo alguno por el acto.
(ii) Terceros relativos, en cambio, son aquellos que, por haberse convertido
en sucesores o causahabientes de alguna de las partes, pueden ser
afectados por el acto jurídico.
En otros términos, los terceros relativos son quienes, si bien no corresponden a las partes
originales del acto jurídico, pasan luego a ocupar la posición jurídica de alguna de ellas,
sea en virtud de la ley o de un acto jurídico.
(i) los herederos son causahabientes a título universal por causa de muerte:
suceden a la persona del causante en todos sus derechos y obligaciones
transmisibles, de modo que pasan a ocupar su posición jurídica en
cualquier acto jurídico que hayan celebrado.
(ii) los legatarios son causahabientes a título singular por causa de muerte,
quienes suceden a la persona del causante únicamente en lo que se refiere
al objeto legado.
(iii) los cesionarios de un crédito son causahabientes a título singular por acto
entre vivos, ellos suceden a la persona del cedente en lo que se refiere al
derecho personal materia de la cesión.
La doctrina suele agregar, también, que tienen el carácter de terceros relativos los
acreedores de alguna de las partes, puesto que ellos tienen interés en lo que ocurra con
el patrimonio de su deudor.
En efecto, en virtud del art. 2465 del Código Civil, los acreedores tienen el derecho a
perseguir sus créditos en todos los bienes presentes y futuros de su deudor. De esta forma,
la celebración de actos jurídicos por el deudor puede afectar –para bien o para mal– el
estado del patrimonio sobre el cual pueden hacer efectivo su crédito.
En todo caso, los acreedores no son en principio afectados directamente por el acto
jurídico celebrado por su deudor, como sí ocurre con los causahabientes.
La regla general es que los efectos de los actos jurídicos alcanzan o afectan a quienes
son “parte” del mismo. Esto corresponde al llamado efecto relativo de los actos jurídicos,
consistente en que sólo quienes son parte del mismo resultan afectados por sus
estipulaciones.
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
Debemos recordar, en este punto, que siguiendo lo dispuesto en el art. 101 del Código de
Comercio, una vez que el acto jurídico se perfecciona produce todos sus efectos legales,
y que conforme al art. 1545 del Código Civil, todo contrato válidamente celebrado es una
ley para las partes.
a. Es un principio general del derecho que nadie puede adquirir derechos sin o
contra su voluntad, esto es, quienes no han manifestado una voluntad no pueden ser
beneficiados, ni menos perjudicados por las manifestaciones de voluntad ajenas.
Por consiguiente, los terceros absolutos no serán afectados por los actos jurídicos que
no han celebrado.
b. Ahora bien, respecto de los terceros relativos, como ya dijimos, éstos pasan a
ocupar la posición de la parte del acto jurídico, de forma tal que sobre ellos los efectos
del acto jurídico celebrado resultan plenamente aplicables.
c. En último término, sin embargo, debemos señalar que la doctrina indica que en
ciertos casos excepcionales, los actos jurídicos pueden producir efecto respecto de
terceros absolutos, para lo cual se distingue entre actos jurídicos unilaterales y
bilaterales.
En nuestro concepto, en tales casos no hay una excepción al principio del efecto relativo,
sino que –como veremos– el efecto del acto jurídico alcanza a terceros justamente porque
estos manifiestan su voluntad.
(i) Actos jurídicos unilaterales: la doctrina indica que el acto jurídico unilateral
puede servir de base para que un tercero adquiera determinados
derechos.
Así por ejemplo, el art. 1815 y 1818 del Código Civil disponen que la venta
de cosa ajena vale, pero sólo afectará a su dueño en virtud de su
ratificación.
Otros casos lo constituyen los arts. 1449 y 1450 del Código, habitualmente
referidos como la estipulación en favor de otro y la promesa de hecho
ajeno, respectivamente.
En el caso del art. 1449, se dispone que cualquiera puede estipular en favor
de un tercero, aunque no lo represente, pero sólo este tercero podrá exigir
el cumplimiento de lo estipulado.
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
X.
LAS MODALIDADES DE LOS ACTOS JURÍDICOS
Hemos visto que los actos jurídicos que cumplen todos los requisitos que prescribe la ley,
producen plenamente sus efectos.
Ahora bien, esos efectos pueden producirse de inmediato y sin alteraciones o bien,
pueden tener lugar en forma diferida y con ciertas alteraciones.
Así, hablamos de actos jurídicos puros y simples cuando los efectos del acto jurídico se
producen de inmediato y sin ninguna alteración o modificación.
En cambio, hablamos de actos jurídicos sujetos a modalidad cuando dichos efectos están
sujetos a una modalidad que altera la oportunidad o la forma en que ellos se
verificarán.
1.
CONCEPTO DE MODALIDAD
En otros términos, cuando estemos en presencia de un acto jurídico sujeto a modalidad, los
efectos del mismo estarán subordinados al efectivo cumplimiento de la modalidad
correspondiente, de forma tal que no se producirán de manera inmediata como ocurriría
en el caso de un acto puro y simple.
Es regla general que los actos jurídicos admitan la presencia de modalidades, salvo casos
excepcionales en que la ley impide sujetar ciertos actos a modalidad porque no acepta que
se alteren sus efectos normales. Es el caso, en general, de actos jurídicos de familia: el art.
1717 prohíbe que las capitulaciones matrimoniales contengan estipulaciones de este tipo;
la adopción no puede sujetarse a condición, plazo, modo o gravamen alguno; el art. 1721
prohíbe que la sociedad conyugal se inicie antes o después de contraer matrimonio; el art.
1723 inciso final dispone que los pactos de separación de bienes no son susceptibles de
condición, plazo o modo alguno.
2.
ORIGEN DE LAS MODALIDADES
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
Por ejemplo, el art. 1489 del Código Civil establece una modalidad de la naturaleza de todo
contrato bilateral: la condición resolutoria tácita.
A su turno, el art. 1554 del Código establece una modalidad de la esencia del contrato de
promesa: contener un plazo o condición que fije la época de celebración del contrato
prometido.
3.
CLASES DE MODALIDADES QUE CONTEMPLA LA LEY
Que la condición sea un hecho futuro significa que debe realizarse en el tiempo que está
por venir, o sea, después de celebrado el acto condicional. No es condición aquella que
consiste en un hecho presente o pasado, aunque las partes desconozcan que tuvo lugar.
Si el hecho existe o ha existido, el acto jurídico se reputa puro y simple, pues la condición
se mira como no escrita; si no existe o no ha existido, se considera que el acto no vale, ni
tiene eficacia (art. 1071 en relación con el 1493).
Que la condición sea un hecho incierto quiere decir que el hecho futuro puede suceder o
no. Esto la diferencia del plazo. De ahí que la muerte de una persona no puede ser jamás
condición, ya que tarde o temprano ese fenómeno natural debe producirse.
El Código Civil dispone que “el término o plazo es la época que se fija para el cumplimiento
de la obligación” (art. 1494).
Al igual que la condición, el plazo es un hecho futuro, que debe verificarse con posterioridad
a la celebración del acto jurídico; pero a diferencia de ella, el plazo corresponde a un hecho
cierto, esto es, que necesariamente ha de producirse.
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
El Código Civil dice: “Si se asigna algo a una persona para que lo tenga por suyo con la
obligación de aplicarlo a un fin especial, como el de hacer ciertas obras o sujetarse a
ciertas cargas, esta aplicación es un modo y no una condición suspensiva” (art. 1089).
Por otro lado, la doctrina también indica hoy en día que las obligaciones alternativas,
facultativas y la solidaridad constituye también modalidades.
Atendido el programa del curso, las modalidades serán estudiadas en el curso sobre
Obligaciones, por lo que nos remitiremos únicamente a los someros conceptos que hemos
dado.
Sin embargo, nos detendremos en una última modalidad, que requiere de un estudio
separado: la representación.
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XI.
LA REPRESENTACIÓN EN LOS ACTOS JURÍDICOS
1.
GENERALIDADES Y CONCEPTO
Sin embargo, sabemos que hay ciertas personas –los incapaces– que no pueden
manifestar personalmente su consentimiento, sino que deben hacerlo a través del ministerio
de otros. Del mismo modo, en ciertos casos, las personas capaces –por razones de
conveniencia o imposibilidad temporal o espacial– también pueden requerir que sea otro
quien manifieste voluntad en su lugar.
Esta es la institución de la representación, en virtud de la cual “lo que una persona ejecuta
a nombre de otra, estando facultada por ella o por la ley para representarla, produce
respecto del representado iguales efectos que si hubiera contratado el mismo” (art. 1448
del Código Civil).
2.
FUENTES DE LA REPRESENTACIÓN
Debe notarse que si bien el Código habla de estar “facultado” para representar a otro,
estrictamente hablando el representante debe tener poder de representación, esto es, la
autorización que tiene una persona para concertar actos jurídicos por otra.
Lo normal es que la gente no tenga la potestad de disponer de los intereses ajenos, por eso
es necesario que de alguna parte emane el poder de representación.
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
disposición legal –que establezca la necesidad de que una persona actúe por intermedio
de otra–.
La representación legal emana de la ley, en atención a que ésta considera que ciertas
personas se encuentran imposibilitadas de obrar por sí mismas, por lo que les impone
la necesidad de actuar por intermedio de otro. Es el caso de los incapaces, por regla
general.
La ley es la que determina, además, quién será el representante –o dispone que sea el juez
quien lo designe– el cual corresponderá a una persona plenamente capaz, que suplirá la
falta de capacidad del incapaz.
Señala al efecto el art. 43 del Código que “Son representantes legales de una persona el
padre o la madre legítimos, el adoptante y su tutor o curador”.
Debe notarse, en todo caso, que la enumeración del art. 43 no es taxativa: existen otros
casos de representación legal, que incluso no involucran a incapaces. Por ejemplo, el art.
671 del Código Civil dispone que “en las ventas forzadas que se hacen por decreto judicial
a petición de un acreedor, en pública subasta, la persona cuyo dominio se transfiere es el
tradente, y el juez su representante legal”; el art. 659 del Código de Procedimiento Civil
confiere al partidor la representación legal de los comuneros en las ventas que se celebren
por su conducto.
En este sentido, se distinguen tres clases de actos voluntarios que dan lugar a la
representación:
Nótese, en todo caso, que conforme al art. 2151 del Código Civil, no todo
mandato conferirá representación, puesto que la representación constituye
un elemento de su naturaleza, de forma tal que si bien lo normal será que el
mandato sea con representación (en los cuales el mandatario manifiesta a
terceros que representa al mandante), pueden también celebrarse mandatos
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3.
REQUISITOS DE LA REPRESENTACIÓN
(i) Que se realice un acto jurídico: la representación sólo aplica a los actos
jurídicos, no a meros hechos jurídicos (por ejemplo, no se puede cometer un
delito por representación).
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a. Se entiende que, por regla general, lo realizado por un representante que carece de
poder o de poderes suficientes, no afecta al representado, siendo el acto inoponible a él.
Así resulta del art. 2160 del Código.
c. El representante que excede sus poderes, por regla general, es sólo responsable
a su representado y no a terceros, salvo cuando ha contratado con estos sin darles
suficiente conocimiento de sus poderes (porque los habrá inducido a error sobre el alcance
de su representación) o cuando ha contratado con ellos a nombre propio (porque en tal
caso no hay contemplatio domini). Así resulta del art. 2154.
4.
TEORÍAS QUE EXPLICAN LA INSTITUCIÓN DE LA REPRESENTACIÓN
Habitualmente, se enseña que existen 4 teorías que históricamente han intentado explicar
la institución de la representación.
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
Esta teoría no logra explicar los casos de representación legal como el del demente
o impúber, en los cuales se considera que no hay siquiera voluntad que manifestar,
por lo que menos podría fingirse que ella se manifiesta por intermedio del
representante: la ley les designa un curador o tutor porque carecen de voluntad.
La teoría del nuncio tampoco es satisfactoria por la misma razón que la anterior, y
además, porque no logra explicar la situación de los apoderados generales en que
no se ha encargado la realización de un determinado acto jurídico.
Los franceses Pilon y Levy Ullman exponen que la representación no es más que
una modalidad del acto jurídico. La modalidad radica en que los efectos normales
del acto jurídico se alteran, puesto que los efectos del acto que realiza el
representante no se radican en su patrimonio sino en el del representado.
Alessandri indica que esta teoría encuadra perfectamente dentro del sistema del
Código. Así, indica que el art. 1448 deja en claro que es el representante el que
celebra el acto, pero atribuyéndole los mismos efectos que si hubiese sido ejecutado
por el representado; no considera la ley que el acto sea consentido por el
representado, sino que estima que los efectos de este acto se radican en el
representado.
Carlos Ducci agrega que numerosos artículos también ponen de manifiesto que es
la voluntad del representante la que la ley requiere cuando hay representación: arts.
672, 673, 721.
Como veremos, cuál de estas teorías se siga tiene relevancia para efectos de distinguir
cómo afectarán al acto jurídico, las circunstancias personales del representante o del
representado.
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
5.
INFLUENCIA DE LAS CIRCUNSTANCIAS PERSONALES DEL REPRESENTANTE O
REPRESENTADO EN EL ACTO JURÍDICO
Atendido que en la representación es una persona la que manifiesta su voluntad, pero otra
la que recibe los efectos del acto jurídico, resulta importante preguntarse qué sucederá
ante ciertas circunstancias personales del representante o representado, es decir, si
ellas afectarán al acto jurídico celebrado por vía de la representación.
(5.1) CAPACIDAD
La pregunta que se formula es quién debe ser capaz cuando se trata de un acto jurídico
celebrado por intermedio de representante. Aunque la respuesta parece obvia, es bueno
detenerse en el punto.
a. La primera pregunta que surge es qué ocurre con el acto jurídico en que el
representante sufre error, fuerza o dolo. ¿Puede en tal caso el representado pedir la
nulidad del acto jurídico?
Esto es así, pues dicha voluntad es la que se manifiesta; y por ende, es dicha voluntad la
que debiera estar exenta de vicios.
La doctrina generalmente indica, excepcionalmente, que en caso que el error que sufre el
representante sea irrelevante para el representado, éste no tendrá derecho a invocar ese
vicio del consentimiento.
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
La doctrina considera también que en tal caso el representado puede pedir la nulidad del
acto jurídico, entendido que ello socava también el acto representativo.
c. Ahora bien, también hay que preguntarse qué ocurre cuando es el tercero quien
sufre fuerza o dolo de parte del representante. ¿Puede en tal caso el tercero pedir la
nulidad?
En el caso de la fuerza, no hay inconvenientes a la luz del art. 1457: como no es necesario
que la fuerza la ejerza aquel beneficiado por ella, es perfectamente anulable el acto
jurídico en que el representante ha incurrido en fuerza.
En el caso de dolo, en cambio, el art. 1458 nos dice que éste no vicia el consentimiento
sino cuando es obra “de una de las partes”, y el representante –como tal– no es la parte del
acto jurídico; la parte es el representado. No obstante ello, Avelino León, Víctor Vial y Carlos
Ducci indican que también es anulable el acto jurídico en caso que el representante
haya incurrido en dolo.
(5.3) POSIBILIDAD DE IMPETRAR LA NULIDAD ABSOLUTA EN EL CASO DEL ART. 1683 DEL
CÓDIGO CIVIL
En último término, surge la duda sobre cómo opera la regla del art. 1683 del Código Civil –
según la cual no puede pedir la nulidad absoluta de un acto jurídico el que sabía o debía
saber del vicio que lo invalidaba– en el caso que intervenga un representante.
La pregunta se centra en el hecho que la ley sanciona a quien celebra un acto sabiendo
que adolece de un vicio de nulidad, privándole del derecho a pedir la nulidad absoluta. ¿Qué
ocurre cuando el representado, o el representante, saben que están celebrando un acto
que adolece de vicio?
Si el representado sabía o debía saber del vicio que adolece el acto jurídico, se aplicará
la sanción del art. 1683, vale decir, el representado no podrá pedir la nulidad absoluta.
Esto es así porque, en este caso, la persona que incurre en la conducta reprochada y la
que celebra el acto jurídico es una misma: el representado; motivo por el cual no hay razón
para dejar de aplicar la sanción.
En cambio, cuando es el representante quien sabía o debía saber del vicio que adolece
el acto jurídico, no se aplicará la sanción del art. 1683, es decir, el representado sí podrá
pedir la nulidad absoluta. Para justificar esta solución, la Corte Suprema ha indicado que
la modalidad de la representación permite al representante ejecutar actos lícitos a nombre
del representado, no así actos ilícitos; por ende, no puede imputarse al representado el acto
viciado.
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
XII.
LA INEFICACIA DE LOS ACTOS JURÍDICOS
1.
GENERALIDADES
A lo largo del curso hemos visto qué requisitos debe reunir un acto jurídico, tanto para su
existencia como su validez, cumplidos los cuales el acto producirá plenamente sus efectos,
conforme se explicó en el capítulo pertinente a los efectos de los actos jurídicos.
(i) Las hipótesis de invalidez del acto jurídico, es decir, aquellos casos en que
el acto o declaración de voluntad carezca de alguno de los requisitos para
su existencia o validez. Tal como la ley ampara los efectos de las
manifestaciones de voluntad que persiguen producir efectos jurídicos y
cumplen con los requisitos para ello, la ley priva de efectos a aquellas
declaraciones de voluntad que carecen de dichos requisitos.
Para efectos de nuestro curso, nos detendremos primero en el estudio de la invalidez del
acto jurídico, lo que redunda en definitiva en el estudio de la inexistencia –como eventual
consecuencia jurídica de los actos que adolecen de la omisión de ciertos requisitos– y más
propiamente, de la nulidad.
2.
LA INEXISTENCIA DEL ACTO JURÍDICO
El tema de la inexistencia de los actos jurídicos constituye una de las polémicas más
tradicionales de nuestro derecho civil, la cual hasta el día de hoy mantiene posiciones
encontradas. No obstante que la discusión pierde relevancia práctica como consecuencia
de lo que es hoy en día una tendencia totalmente dominante en materia jurisprudencial, es
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
El problema que hace surgir la teoría de la inexistencia en Francia puede resumirse del
siguiente modo.
Primaba en Francia un principio –hasta hoy de gran relevancia– según el cual “no hay
nulidad sin texto” (pas de nullité sans texte). Conforme a dicho principio, el derecho
francés consideraba que sólo podía sancionarse con la nulidad aquellos casos que
expresamente se contemplaban en la ley; los casos que la ley no sancionaba expresamente
con la nulidad, no podían ser anulados.
Resultaba, sin embargo, que entre las causales de nulidad del matrimonio, el Código de
Napoleón no contemplaba que el matrimonio fuera contraído por dos personas del mismo
sexo. De esta forma, existía una aparente incongruencia: por un lado, resultaba obvio que
el matrimonio entre personas de un mismo sexo era algo imposible de concebir a la época;
no obstante lo cual, el Código no declaraba expresamente su nulidad.
Para solucionar este incordio, se indicó que el matrimonio tenía ciertos requisitos de
existencia y ciertos requisitos de validez; sus requisitos de existencia serían la existencia
de consentimiento, y la existencia de capacidad civil y física, entendiéndose por capacidad
física la capacidad de procrear, ejemplo de lo cual eran precisamente los matrimonios
celebrados entre personas del mismo sexo.
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
Por lo mismo, el acto jurídico inexistente equivale a la nada jurídica, esto es, no es
considerado de forma alguna por el derecho. Esto genera consecuencias importantes, que
distinguen a la inexistencia de la nulidad de los actos jurídicos.
La nulidad relativa puede sanearse por la ratificación de las partes (art. 1684).
Si bien la nulidad absoluta, al igual que la inexistencia, no puede sanearse
por la ratificación, ello es porque es una institución de orden público, que está
establecida en interés de la moral y de la ley.
(v) Se agrega además que la inexistencia podría ser alegada por cualquier
persona, mientras que la nulidad sólo podría alegarse por aquellos que
tengan interés en ello (nulidad absoluta) o por aquellos en cuyo beneficio la
han establecido las leyes o por sus herederos o cesionarios (nulidad relativa).
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
Un grupo de autores, entre quienes cabe destacar a Luis Claro Solar y Enrique
Rossel, y modernamente a Víctor Vial, estiman que el Código Civil efectivamente
consagra y distingue entre inexistencia y nulidad.
Para sostener esta posición, Claro Solar recurre a varias disposiciones del Código,
de las cuales extrae que hay una consecuencia distinta a la pura nulidad para la
omisión de ciertos requisitos prescritos por la ley para que el acto jurídico tenga
lugar, entre las cuales destacan:
(i) el art. 1444, conforme al cual los elementos de la esencia del acto jurídico
son aquellos sin los cuales el acto “no produce efecto alguno”, en
circunstancias que los actos viciados de nulidad producen sus efectos
mientras no hayan sido declarados nulos;
(ii) el art. 1701, que dispone que “la falta de instrumento público no puede
suplirse por otra prueba en los actos y contratos en que la ley requiere esa
solemnidad; y se mirarán como no ejecutados o celebrados aun cuando en
ellos se prometa reducirlos a instrumento público dentro de cierto plazo, bajo
una cláusula penal: esta cláusula no tendrá efecto alguno”;
(iii) el art. 1809, que dispone que “no habrá venta” en caso que no se designe
por las partes la persona que debe determinar el precio de la compraventa;
(iv) el art. 1814, que dispone que la venta de una cosa que al tiempo de
perfeccionarse el contrato se supone existente y no existe –es decir, a la cual
falta el objeto– “no produce efecto alguno”.
En síntesis, Claro Solar afirma que disposiciones como las transcritas demuestran
que el Código recoge la inexistencia y la diferencia de la nulidad, puesto que en vez
de afirmar que en tales casos el acto o contrato de que se trata es nulo, dice
algo mucho más fuerte: no produce efecto alguno, se mirará como no celebrado,
no habrá venta, etc.
Claro Solar agrega también que el art. 1681 del Código deja de manifiesto que la
nulidad absoluta aplica solamente respecto de los actos jurídicos a que falta “alguno
de los requisitos que la ley prescribe para el valor del mismo acto”, siendo “valor” un
sinónimo de validez, sin referirse entonces a los requisitos de existencia del acto
jurídico.
Finalmente, Claro Solar indica que la nulidad está tratada como un modo de
extinguir las obligaciones, lo cual demuestra que la nulidad aplica a actos
jurídicos existentes, esto es, que generan obligaciones; mientras que, como el acto
inexistente no genera obligaciones, no fue necesario que el Código se refiriera
expresamente a la inexistencia.
(i) Conforme al art. 6º de dicha ley, se sanciona con nulidad absoluta –“es nula
absolutamente”– la sociedad cuya constitución o modificación no se otorga
por escritura pública, o cuyo extracto no haya sido inscrito oportunamente, o
bien en cuya escritura o extracto no se contengan ciertas menciones que
exige la ley.
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
La ley agrega que dicha nulidad absoluta puede ser saneada, y que gozará
de personalidad jurídica si consta de instrumento público o instrumento
privado protocolizado.
(ii) El art. 6º A de la misma ley, en cambio, dispone que “es nula de pleno
derecho y no podrá ser saneada” la sociedad anónima que no consta ni de
escritura pública, ni de instrumento reducido a escritura pública, ni de
instrumento privado protocolizado.
La ley agrega que, “si existiere de hecho” una sociedad de tal clase, dará
lugar a una simple comunidad de bienes.
Otro grupo de autores, entre quienes destacan José Clemente Fabres, Arturo
Alessandri Rodríguez, Arturo Alessandri Besa y Carlos Ducci, entre otros,
sostienen que el Código Civil no consagra ni recoge la inexistencia como forma de
ineficacia de los actos jurídicos, para lo cual esgrimen variados argumentos.
Se afirma también, que cuando el art. 1682 dispone que se sanciona con nulidad
absoluta la “omisión de los requisitos o formalidades que las leyes prescriben para
el valor de ciertos actos o contrato”, la ley se está refiriendo a toda clase de
requisitos, incluyendo requisitos de existencia, los cuales también son necesarios
para el valor del acto.
(i) Se afirma que el art. 1682 sanciona expresamente con nulidad absoluta los
actos de los absolutamente incapaces, no obstante que en el caso de estos
últimos se entiende que no existe voluntad. Si el Código reconociera la
inexistencia, esos casos habrían tenido que ser sancionados con
inexistencia.
(ii) Se afirma que aunque el art. 1682 se refiera solo al objeto ilícito al establecer
la nulidad absoluta, debe entenderse que la nulidad también se aplica a la
falta de objeto, atendido lo dispuesto en el art. 1461. En dicha norma, se
equiparan los casos de hechos físicamente imposible –que son casos en que
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
(iii) El art. 2452 del Código, en materia de transacción, dispone que “no vale” –
es nula– la transacción sobre derechos ajenos o derechos que no existen,
es decir, la transacción que adolece de falta de objeto. El Código no la
sanciona con inexistencia.
Esta parte de la doctrina también invoca, como argumento, ciertos casos que son
constitutivos de falta de causa, y que sin embargo están expresamente
sancionados con nulidad absoluta, lo que demuestra que la inexistencia no está
consagrada en el Código:
(i) Es el caso del art. 1630, que dispone que “para que sea válida la novación
es necesario que tanto la obligación primitiva como el contrato de novación
sean válidos, a lo menos naturalmente”. Si la obligación primitiva no
existe, faltará la causa de la novación, y sin embargo, la ley dispone que
en tal caso la novación no será válida, es decir, será nula.
(ii) El art. 1816, que dispone que la compra de cosa propia “no vale”. La compra
de cosa propia carece de causa, y sin embargo, la ley la sanciona
expresamente con nulidad –no vale– y no con inexistencia.
(iii) El art. 2455, que dispone expresamente que es nula –no inexistente– la
transacción celebrada después de terminado el litigio, es decir, considera
nula la transacción que carece de causa.
Esta opinión agrega, en general, que aquellos casos en que la ley se sirve de
expresiones como “no produce efecto alguno”, “no hay sociedad”, etc., son
expresiones o fórmulas con que la ley alude a la nulidad absoluta.
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
Existen, sin embargo, fallos más bien aislados en que se ha acogido la inexistencia
como consecuencia autónoma y distinta de la sanción de nulidad absoluta.
“30°.- De cuanto analizado en este capítulo I. fluye que las daciones en pago en
permanente referencia están totalmente faltas de consentimiento, de objeto y de
causa, consecuencia de lo cual es que no tengan existencia jurídica, por cuanto a
la luz del artículo 1682 del estatuto privatístico, esos tres elementos constituyen
presupuestos de nacimiento o existencia de una obligación.
Tampoco han podido conocer la realidad en la medida que no han dado
cumplimiento a lo que la ley les demanda como solemnidad, a saber, la escritura
pública ante notario.
Ergo, la Corte asumirá la tesis de la inexistencia de los negocios en estudio.”
2.
LA NULIDAD DE LOS ACTOS JURÍDICOS
El Código Civil no define la nulidad. El art. 1681 se limita a señalar que “Es nulo todo acto
o contrato a que falta alguno de los requisitos que la ley prescribe para el valor del mismo
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
acto o contrato, según su especie y la calidad o estado de las partes”, mientras que el art.
1567 la califica como un modo de extinguir las obligaciones.
Ante esa ausencia de definición legal, cabe definir la nulidad como lo hace Alessandri: una
sanción legal establecida para la omisión de los requisitos y formalidades que las
leyes prescriben para el valor de un acto o contrato, según su especie y la calidad o
estado de las partes, que consiste en desconocer sus efectos jurídicos.
Esta definición comprende tanto a la nulidad absoluta como a la nulidad relativa; por lo
mismo, generalmente se entiende que el concepto de nulidad de nuestro Código Civil es
unitario.
Como se ha dicho, la nulidad debe conceptualizarse como una sanción civil, puesto
que la legislación la impone como una suerte de pena a los actos jurídicos que
adolecen de la omisión de ciertos requisitos.
Sin embargo, las características anteriormente anotadas no obstan que –en nuestro
derecho– la nulidad se encuentre consagrada de forma expresa o tácita. La nulidad
será expresa cuando la ley diga, explícitamente al reglamentar un acto jurídico, que
la omisión de un determinado requisito produce nulidad (por ejemplo, los arts. 1107
y 2270 emplean la expresión “es nulo”); o cuando utilice fórmulas análogas, como
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
son aquellas contempladas en los arts. 1207 y 2451 (“no valdrá”), en los arts. 1425
y 2456 (“son rescindibles”), en los arts. 674 y 675 (“para que sea válida”, “para que
valga”).
En cambio, la nulidad será tácita, cuando ésta se derive de los principios generales
que señalan los arts. 10 y 1681 del Código Civil.
La nulidad, además de calificarse como una sanción, constituye una forma o medida
de protección.
Así resulta del art. 1469 del Código, que dispone: “Los actos o contratos que la ley
declara inválidos, no dejarán de serlo por las cláusulas que en ellos se introduzcan
y en que se renuncie a la acción de nulidad”.
¿Qué ocurre con la renuncia hecha a posteriori? Cosa distinta es que, con
posterioridad a celebrado el acto o contrato que adolece de nulidad, la parte que lo
ejecutó o celebró renuncie a la acción de nulidad. Esta renuncia es válida.
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
Sin embargo, la doctrina acostumbra señalar que ello sería una impropiedad. La
nulidad no extingue propiamente las obligaciones que surgen de un acto o contrato,
sino que destruye el acto o contrato que engendró la obligación, extinguiéndose
ésta como consecuencia de aquello.
Hemos señalado que la nulidad es la sanción que se produce por la omisión de los
requisitos de existencia y validez de un acto jurídico. Como sabemos, dichos
requisitos deben concurrir al momento de formarse el acto jurídico; si falta uno de
ellos al momento de formarse el acto jurídico, éste adolecerá de un vicio.
Ciertos autores (Alessandri Rodríguez, por ejemplo) creen que existen dos casos de
nulidad superviniente:
(i) el caso contemplado en el art. 1809 del Código: dispone que “no habrá venta”
en caso que el tercero a cuyo arbitrio se dejó la determinación del precio no
lo hiciere.
(ii) el caso contemplado en el art. 2067 del Código: dispone que la sociedad “es
nula” en caso que faltare el tercero a cuyo arbitrio se dejó la repartición de
beneficios y pérdidas.
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
La doctrina desprende esta exigencia de los arts. 1687 y 1689 del Código Civil, que
respectivamente reglamentan los efectos de la nulidad respecto de las partes del
acto jurídico nulo y respecto de terceros. Dice el art. 1687 que “la nulidad
pronunciada en sentencia que tiene la fuerza de cosa juzgada, da a las partes
derecho para ser restituidas al mismo estado en que se hallarían…”; el art. 1689,
por su parte, dispone que “la nulidad judicialmente pronunciada da acción
reivindicatoria contra terceros poseedores…”.
Baraona explica su opinión en el siguiente sentido: si bien los textos legales que
aludimos anteriormente son contundentes, a su juicio lo que ellos reglamentan es
solamente la producción de los efectos propios de la nulidad.
(f) La nulidad sólo aprovecha a las partes del juicio que intervinieron en él
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
Esto es así conforme a un principio básico de derecho procesal, según el cual las
sentencias judiciales sólo son obligatorias respecto de las personas que
intervinieron como parte en el juicio respectivo.
De esta forma, hay que tener claro que cuando el art. 1687 dispone –por ejemplo–
que la nulidad pronunciada por sentencia firme impone a los contratantes el deber
de hacerse restituciones mutuas, para quedar en el estado anterior a la celebración
del acto nulo, ese deber sólo es exigible respecto de los contratantes que
intervinieron en el juicio, pero no de aquellos que no fueron parte del litigio.
Lo que señalamos se desprende además del art. 1690 del Código Civil, que dispone
que “Cuando dos o más personas han contratado con un tercero, la nulidad
declarada a favor de una de ellas no aprovechará a las otras.” Así, en el caso en
que dos personas contratan con un tercero y sólo una de ellas demanda la nulidad
del contrato, obteniendo sentencia favorable. Dicha nulidad no aprovecha a la
persona que no intervino en el juicio; quien tendrá que ejercer su propia acción de
nulidad para beneficiarse de la nulidad del contrato.
Que la nulidad se pueda hacer valer como acción significa que la parte interesada
en que se declare nulo un contrato, puede pedirlo por medio de una demanda,
en la cual solicite la declaración de nulidad del acto o contrato. Esta es la forma
ordinaria o habitual de hacer valer la nulidad.
Pero la nulidad también se puede hacer valer como excepción, esto es, como una
defensa opuesta contra la demanda de otra persona; por medio de la excepción
de nulidad se intentará obtener el rechazo de la demanda, atendido que el acto o
contrato en que ella se funda, o la obligación que genera, es nulo.
Más adelante –al hablar de los efectos de la nulidad– desarrollaremos con más
detención ciertos temas sobre el ejercicio de la acción de nulidad y la excepción de
nulidad.
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
(2.1) CONCEPTO
Es por este motivo que se habla de nulidad absoluta: ella aplica de forma general y
respecto de toda persona, en los casos en que se omite un requisito o formalidad que
la ley prescribe necesario para que un acto jurídico tenga valor, en consideración a
la naturaleza misma del acto contrato; en cambio, la nulidad relativa es aquella que se
pronuncia solamente en aquellos casos en que se omitió un requisito relativo a la calidad o
estado de una de las personas que intervino en él.
Esto se desprende particularmente del art. 1683 del Código, que expresamente permite
pedir la nulidad al ministerio público “en el interés de la moral o de la ley”.
Esta es, por lo demás, una consecuencia muy clara de que la nulidad absoluta está
establecida en interés general. Otra consecuencia de ello está en que no es posible la
renuncia anticipada de la acción de nulidad absoluta, y más importante aún, en que la
nulidad absoluta no es susceptible de confirmación o ratificación, y sólo se sanea por
el transcurso del plazo máximo de prescripción.
Atendido que la nulidad absoluta tiene un carácter excepcional –esto es, sólo tiene lugar
respecto de las causales que expresamente la consagran, siendo los demás vicios de
nulidad causantes de la rescisión– vale la pena detenernos en las causales que la hacen
procedente.
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
El art. 1682 contempla una causal genérica de la nulidad absoluta, esto es, la
omisión de algún requisito o formalidad que las leyes prescriben para el valor de
ciertos actos o contratos, en consideración a la naturaleza de dichos actos o
contratos.
Decimos que esta es una causal genérica, porque por vía de ésta causal se engloba
a las diversas disposiciones que establecen algún requisito o formalidad especial
para ciertos actos o contratos, en consideración a la naturaleza o especie del acto
mismo.
De esta forma, cuando el Código dice que hay nulidad absoluta por la omisión
de un requisito que la ley prescribe para el valor del acto, en consideración
a su naturaleza, está diciendo que hay nulidad absoluta por la omisión de
un elemento de la esencia, general o especial.
Así, por ejemplo, cuando nos hemos referido a la cosa y el precio como
elementos esenciales propios de la compraventa, debemos entender que la
omisión de alguno de ellos constituye la omisión de un requisito que la ley
prescribe para el valor de toda compraventa, en atención a su carácter de
tal.
Nótese que los ejemplos que dimos demuestran que las formalidades o
solemnidades son variadas en cuanto a su tipo, puesto que puede serlo
tanto el instrumento público o privado, como puede serlo la presencia de
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
El art. 1682 del Código agrega que la nulidad absoluta se produce también por un
objeto o causa ilícita.
El mismo art. 1682 nos indica que los actos y contratos de las personas
absolutamente incapaces también adolecen de nulidad absoluta.
Finalmente, debemos recordar que el art. 1447 del Código, luego de definir las
incapacidades absolutas y relativas, indica que “Además de estas incapacidades
hay otras particulares que consisten en la prohibición que la ley ha impuesto
a ciertas personas para ejecutar ciertos actos.”
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
casos en que la ley impone determinadas formalidades o requisitos para que un acto
pueda ser llevado a cabo por determinadas personas, en atención al estado o
calidad de dichas personas.
Es el caso, por ejemplo, del art. 412 inciso primero del Código, que dispone
que “Por regla general, ningún acto o contrato en que directa o
indirectamente tenga interés el tutor o curador, o su cónyuge, o cualquiera
de sus ascendientes o descendientes, o de sus hermanos, o de sus
consanguíneos o afines hasta el cuarto grado inclusive, o alguno de sus
socios de comercio, podrá ejecutarse o celebrarse sino con autorización de
los otros tutores o curadores generales, que no estén implicados de la misma
manera, o por el juez en subsidio.”
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
Hemos dicho anteriormente que la nulidad absoluta, igualmente que la nulidad relativa,
debe ser declarada judicialmente. Pero para que se produzca esta declaración, es
necesario que alguien pida la declaración de nulidad.
La materia está tratada en el art. 1683 del Código Civil, que dispone lo siguiente:
“La nulidad absoluta puede y debe ser declarada por el juez, aun sin petición de parte,
cuando aparece de manifiesto en el acto o contrato; puede alegarse por todo el que tenga
interés en ello, excepto el que ha ejecutado el acto o celebrado el contrato, sabiendo o
debiendo saber el vicio que lo invalidaba; puede asimismo pedirse su declaración por el
ministerio público en el interés de la moral o de la ley; y no puede sanearse por la ratificación
de las partes, ni por un lapso de tiempo que no pase de diez años.”
Pues bien, la ley ha concedido esta facultad a “todo el que tenga interés en ello,
excepto el que ha ejecutado el acto o celebrado el contrato, sabiendo o debiendo
saber el vicio que lo invalidaba”.
(i) ¿A qué se refiere el Código cuando dice “todo el que tenga interés en
ello?
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
Lo anterior significa que la afectación que un tercero sufra por causa del
acto que pretende anular debe tener un significado económico para él, la
declaración de nulidad debe reportarle un beneficio. Así, no basta invocar
un interés puramente moral o afectivo para invocar la nulidad.
Del mismo modo, la doctrina y jurisprudencia indican que el interés debe ser
actual, Ello significa que el interés debe concurrir al momento de pedirse la
nulidad absoluta, es decir, cuando se pide la acción de nulidad debe existir
el interés pecuniario concreto que motiva a deducir la acción, por lo que no
es suficiente que el interés lo constituya una mera expectativa.
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
La regla general de que la nulidad absoluta puede ser pedida por todo aquel
que tenga interés en ello, tiene una excepción importante: no puede pedir
la nulidad aquel “que ha ejecutado el acto o celebrado el contrato, sabiendo
o debiendo saber el vicio que lo invalidaba”.
Pues bien, con esta frase, la ley está impidiendo demandar la nulidad a
las personas que reúnen dos requisitos: fueron parte del
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
De esta forma, el hecho que los cónyuges ignoren que la ley prohíbe
que celebren una compraventa no les permite pedir la nulidad; el
hecho de saber que son cónyuges implica que saben –tienen
conocimiento real y efectivo– del vicio que invalida el acto, y por lo
mismo, se les impide demandar la nulidad.
- Para algunos, los herederos –en cuanto son sucesores del causante
en todos sus derechos y obligaciones transmisibles– adquieren el
derecho a pedir la nulidad absoluta con la misma limitación que tenía
el causante; de esta forma, si éste sabía o debía saber del vicio que
invalidaba el acto, debe entenderse que los herederos están en la
misma situación, por lo que no podrán pedir la declaración de nulidad.
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
El art. 1683 del Código Civil permite también pedir la nulidad absoluta al Ministerio
Público, en el solo interés de la moral o la ley.
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Si bien la Fiscalía Judicial tiene funciones más bien disciplinarias (vigilan por sí o
por medio de las fiscalías de cada Corte la conducta disciplinaria de Ministros y
jueces, para solicitar a la Corte Suprema la aplicación de medidas de corrección en
caso necesario), la ley reclama su intervención en ciertos negocios específicos, en
los cuales puede actuar como parte principal, como terceros o como auxiliar del juez.
El art. 1683 del Código consagra también que la nulidad absoluta “puede y debe ser
declarada por el juez, aun sin petición de parte, cuando aparece de manifiesto en el
acto o contrato”.
En primer lugar, esta disposición consagra una potestad judicial –un poder y un
deber– puesto que no sólo permite, sino que obliga al juez, a declarar la nulidad
absoluta en el caso que ella aparezca de manifiesto.
De esta forma, hay que tener claro que el juez no sólo está facultado para declarar
la nulidad absoluta cuando la advierta de manifiesto, sino que está verdaderamente
obligado a hacerlo, lo cual se explica porque la nulidad absoluta es una
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
institución de orden público y por lo mismo, el juez no puede dejar pasar ante
sí un acto o contrato que es manifiestamente nulo.
Ahora bien, para que pueda ejercerse esta potestad judicial excepcional, es
necesario que se cumplan tres requisitos copulativos:
Finalmente, existe cierta discusión sobre quienes deben ser las partes
del juicio en que se hace la declaración de nulidad absoluta. Alessandri y
Vial enseñan que no es necesario que en el juicio intervengan todos los
interesados en el acto o contrato en cuestión, con apoyo de jurisprudencia
tradicional.
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
En conclusión, la sola lectura del acto o contrato debe ser suficiente para
constatar el vicio; si ello no es así, el juez no puede declarar de oficio la
nulidad absoluta.
El art. 1683 dispone claramente que la nulidad absoluta no puede sanearse por la
ratificación de las partes, ni por un lapso de tiempo que no pase de diez años. Al alcance
de estas disposiciones nos referiremos a continuación.
Dispone el art. 1683 del Código Civil que la nulidad absoluta no puede sanearse por
la ratificación de las partes, con lo que se establece una diferencia con la nulidad
relativa, que sí puede sanearse por la ratificación (art. 1684).
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
El art. 1683 dispone que la nulidad absoluta sólo se sanea por un lapso de tiempo
superior a 10 años.
Ahora bien, hay que tener presente que –en estricto derecho– los vicios de nulidad
absoluta jamás se sanean; un objeto ilícito no pasa a ser lícito porque transcurre el
tiempo, la causa ilícita no pasa a ser lícita porque pasen los años, etc.
Lo que ocurre es que después del plazo legal, el legislador tiene interés en
consolidar las relaciones jurídicas, y particularmente, en consolidar las
atribuciones y desplazamientos patrimoniales.
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
3. LA NULIDAD RELATIVA
(3.1) CONCEPTO
Conforme se desprende del art. 1681 y 1682 del Código Civil, la nulidad relativa es la
sanción legal a todo acto o contrato a que falta alguno de los requisitos que la ley
prescribe para su valor, en atención a la calidad o estado de las personas que los
ejecutan o acuerdan. El Código Civil la denomina en general rescisión.
A diferencia de la nulidad absoluta, que se entiende ser una institución de orden público
que cautela intereses generales, la rescisión se produce por infracciones que afectan
solamente a ciertas y determinadas personas, que por su calidad o estado, deben
celebrar actos o contratos con sujeción a requisitos especiales. Esto es lo que le da el
carácter de relativa: se refiere solamente a ciertas y determinadas personas.
En concepto de Jorge Baraona, el carácter de “relativa” vendría dado más bien por el hecho
que el acto sería nulo solamente para la parte en cuyo beneficio se estableció la nulidad
relativa; no así para la otra parte del acto jurídico, para quien el acto jurídico es válido y
obligatorio, sin posibilidad de pedir la nulidad.
Decíamos que, conforme al art. 1682 inciso final del Código, la nulidad relativa constituye
la regla general en materia de nulidad; de esta forma, la omisión de cualquier requisito
necesario para la validez de un acto o contrato, que no produzca nulidad absoluta,
será causal de nulidad relativa.
Atendido lo anterior, las causales que hacen procedente la nulidad relativa son múltiples,
pero pueden agruparse del siguiente modo.
Hemos dicho anteriormente que los vicios del consentimiento –el error, la fuerza y
el dolo– se sancionan con la nulidad relativa.
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
Esto es así, además, porque los vicios del consentimiento tienen naturaleza
subjetiva; dicen relación con el fuero interno del individuo particular que celebra el
acto, y es en beneficio suyo que la ley ha establecido la posibilidad de pedir rescisión
del acto que adolece de un vicio del consentimiento.
Además, lo corrobora el art. 1691 del Código, que hace expresa referencia a la
“violencia” (fuerza), el error y el dolo, para determinar en cada caso particular la
forma en que debe contarse el plazo para pedir la rescisión.
Primero, que respecto del error esencial, no es pacífico que dicho vicio se sancione
con la nulidad relativa. Nos remitimos a lo explicado anteriormente.
Dijimos anteriormente que los actos de los absolutamente incapaces son nulos de
nulidad absoluta, por disposición expresa del art. 1682.
Por el contrario, los actos celebrados por los relativamente incapaces darán lugar a
la nulidad relativa. A estos efectos, debe recordarse que los incapaces relativos son
aquellas personas contempladas en el inciso tercero del art. 1447 del Código Civil,
esto es, los menores adultos y los disipadores interdictos.
Lo anterior significa que los actos celebrados por estos incapaces, por regla general,
serán otorgados por ellos mismos pero sujetos a determinadas autorizaciones o
formalidades habilitantes, sin los cuales, adolecerán del vicio de nulidad relativa.
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
Por ejemplo, el menor adulto no puede –por regla general– ejecutar actos jurídicos
por sí solo. Debe hacerlo representado, o aún autorizado por quien tenga la patria
potestad conforme indica el art. 260.
Por otro lado, ciertos actos jurídicos del menor adulto requieren de otra formalidad
habilitante: la aprobación de la justicia. Así por ejemplo, el art. 254 del Código
exige autorización del juez con conocimiento de causa, para enajenar o gravar
los bienes raíces del hijo menor adulto o sus derechos hereditarios. El art. 394 del
Código exige, para enajenar ciertos bienes del pupilo menor adulto, autorización
judicial y pública subasta.
Ocurre algo similar con el pródigo interdicto, quien deberá realizar sus actos jurídicos
patrimoniales representado o autorizado en los actos que intervenga personalmente,
requiriendo en ciertos casos autorización judicial, pública subasta, etc.
Pues bien, a modo de ejemplo, cabe destacar que conforme al art. 1749 del Código
Civil, el marido requiere autorización de la mujer, o de la justicia en subsidio, para
enajenar o gravar voluntariamente, o prometer enajenar o gravar los bienes raíces
sociales o los derechos hereditarios de la mujer. Este requisito pretende proteger a
la mujer casada, que carece de la administración de la sociedad conyugal y de la
administración de sus bienes propios, respecto de una negligente administración del
marido.
Pues bien, a modo de ejemplo, el art. 1792-3 dispone que ninguno de los cónyuges
podrá otorgar cauciones personales a obligaciones de terceros sin el consentimiento
del otro cónyuge. Este requisito protege a cada uno de los cónyuges, ayudando a
conservar el patrimonio del otro –en el cual después se hará compensación de los
gananciales– del evento que una caución otorgada en favor de un tercero termine
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Es el caso, por ejemplo, del art. 412 inciso primero del Código, que dispone que “Por
regla general, ningún acto o contrato en que directa o indirectamente tenga interés
el tutor o curador, o su cónyuge, o cualquiera de sus ascendientes o descendientes,
o de sus hermanos, o de sus consanguíneos o afines hasta el cuarto grado inclusive,
o alguno de sus socios de comercio, podrá ejecutarse o celebrarse sino con
autorización de los otros tutores o curadores generales, que no estén implicados de
la misma manera, o por el juez en subsidio.”
A diferencia de la nulidad absoluta, la nulidad relativa solamente puede ser pedida por
un grupo muy específico de personas que establece el art. 1684: “aquellos en cuyo
beneficio la han establecido las leyes”, además de sus herederos o cesionarios.
De esta forma, la nulidad relativa no puede ser declarada por el juez de oficio, sino solo a
petición de dichas personas; tampoco puede pedirla el ministerio público en el solo interés
de la ley.
Ahora bien, ¿quiénes son “aquellos en cuyo beneficio la han establecido las leyes”?
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
Así, el contratante que padeció el error, la fuerza o el dolo podrá pedir la nulidad
relativa del contrato; no podrá pedir la nulidad, en cambio, el contratante que provocó
el error, o incurrió en violencia o dolo.
Del mismo modo, en el caso de las nulidades relativas producidas por la omisión de
algún requisito establecido en materia de administración de los regímenes
patrimoniales asociados al matrimonio, podrá pedir la nulidad relativa el cónyuge
en cuyo beneficio se haya establecido el requisito omitido, que es quien en cuyo
beneficio se establece en tales casos la nulidad relativa. Normalmente, se tratará
de la mujer, pero no siempre será el caso (así por ejemplo en el caso de la
participación en los gananciales, podría ser cualquiera de los cónyuges).
Otro tanto ocurre con las incapacidades especiales a que nos hemos referido
anteriormente; el legitimado para pedir la nulidad será el perjudicado con la
infracción, por ejemplo, el pupilo.
Finalmente, podrán pedir la nulidad relativa los incapaces relativos en los casos
en que ésta se produzca por la omisión de algún requisito o formalidad establecido
en favor de ellos. Lo importante a considerar respecto de los incapaces es que el
art. 1685 establece una excepción por medio de la cual impide que ciertos
incapaces puedan pedir la declaración de nulidad relativa.
Dice el art. 1685 que “Si de parte del incapaz ha habido dolo para inducir al acto o
contrato, ni él ni sus herederos o cesionarios podrán alegar nulidad. Sin embargo,
la aserción de mayor edad, o de no existir interdicción u otra causa de incapacidad,
no inhabilitará al incapaz para obtener el pronunciamiento de nulidad.”
De esta forma, el incapaz que ha incurrido en dolo para inducir al acto o contrato
está impedido de solicitar la nulidad, sanción que se extiende por expreso texto legal
a sus herederos o cesionarios.
Por otro lado, debemos tener en consideración que el art. 1686 del Código dispone
que “Los actos y contratos de los incapaces en que no se ha faltado a las
formalidades y requisitos necesarios, no podrán declararse nulos ni rescindirse, sino
por las causa en que gozarán de este beneficio las personas que administran
libremente sus bienes”.
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Nuestro Código Civil quiso despejar toda duda, y abolió expresamente la restitutio
in integrum. Así se lee en el Mensaje del Código, donde se indica expresamente; y
así tuvo lugar la disposición del art. 1686, que deja en claro que los actos de los
incapaces no pueden ser declarados nulos ni rescindirse sino cuando concurren
las causales de nulidad que hemos visto anteriormente, y que por el contrario, los
actos válidamente celebrados por ellos no podrán declararse nulos ni rescindirse,
que es lo que ocurría por causa de la restitutio in integrum.
En el caso de los herederos, para que puedan pedir la nulidad relativa, deben haber
aceptado la herencia, cuestión que pueden hacer de forma expresa o tácita
conforme a los arts. 1241 y 1242, mencionados anteriormente. De hecho, pedir la
declaración de nulidad absoluta constituye un “acto de tramitación judicial” por el
cual se toma el título de heredero, conforme al segundo de dichos artículos.
Una vez que la herencia se haya partido, la nulidad relativa sólo podrá pedirla el
heredero al que se adjudicaron los derechos provenientes del acto o contrato
rescindible.
En el caso de los cesionarios, debe tenerse presente que se pueden ceder tanto los
derechos sobre el acto o contrato nulo, como también cederse exclusivamente el
derecho a pedir la nulidad relativa del acto o contrato nulo (aunque Pablo Rodríguez
opina que, en el primer caso, debe hacerse expresa mención del derecho a
demandar la nulidad relativa, porque se trataría de un derecho autónomo, no
derivado del acto o contrato mismo).
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
En este sentido, la posibilidad de confirmar el acto relativamente nulo nos revela una
vez más que estamos frente a la protección de intereses meramente particulares.
En efecto, atendido que se trata de una verdadera renuncia de un derecho, conforme
al art. 12 del Código Civil, es inconcuso que nos encontramos frente a un derecho
que “mira en el solo interés” del renunciante.
Es necesario, además, destacar que el art. 1697 dispone que “No vale la
ratificación expresa o tácita del que no es capaz de contratar”.
Lo anterior significa que la ratificación, en cuanto acto jurídico que es, debe
reunir uno de sus requisitos de validez, como es la existencia de capacidad
legal de quien lo ejecuta.
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
El art. 1693 señala que “La ratificación necesaria para sanear la nulidad
cuando el vicio del contrato es susceptible de este remedio, puede ser
expresa o tácita.”
El art. 1694 del Código dispone, en todo caso, que la ratificación expresa
tiene un requisito de validez especial: debe hacerse con las
solemnidades a que, por ley, está sujeto el acto o contrato que se
ratifica.
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
Esto significa que si el afectado por el acto o contrato nulo no sabe que
éste adolece de un vicio –error de hecho– o desconoce que dicho vicio
le permite invocar la nulidad para no cumplir la obligación –error de
derecho– no está confirmando tácitamente, y por lo mismo, no está
renunciando a pedir la nulidad relativa.
Tal sería el caso, por ejemplo, del deudor que pide un plazo para pagar
(porque reconoce así la obligación, pero en vez de ejecutarla, pide un
plazo para hacerlo); de la persona que, habiendo comprado y adquirido
un bien por medio de un acto resciliable, lo vende y transfiere a otra
persona (porque en vez de pedir la nulidad, que lo obligaría a restituir la
cosa comprada, la enajena a un tercero).
En general, los autores (Claro Solar, Alessandri, Vial) entienden que sí.
Basta cumplir una obligación de un contrato para que se entienda
confirmado el vicio de nulidad, no es necesario cumplir todas las
obligaciones que el mismo contempla. Esto es así porque ese
cumplimiento, aunque parcial, ya revela la intención de validar el acto
que adolecía de nulidad.
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
La nulidad relativa, al igual que la nulidad absoluta, puede sanearse también por el
transcurso del tiempo. Así resulta del art. 1684 del Código en relación con el art.
1691.
(i) Plazo
De acuerdo al art. 1691, el plazo para pedir la rescisión durará cuatro años,
sin perjuicio de que las leyes especiales no hubieren designado otro plazo.
Como se advierte, se trata de un plazo de saneamiento inferior al que permite
sanear la nulidad absoluta.
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
(a) Generalidades: los efectos de la nulidad absoluta y relativa son los mismos
Esto resulta de lo dispuesto en los arts. 1687 y 1689, cuyo texto presupone
justamente que la nulidad haya sido declarada por un tribunal; y diferencia a la
nulidad de la inexistencia, puesto que esta última opera ipso iure o de pleno derecho,
lo que no ocurre respecto de la nulidad según la gran mayoría de la doctrina.
Así, los efectos jurídicos que produce el acto nulo se mantendrán hasta que se
declare la nulidad por un tribunal en sentencia firme, y sólo en ese momento tendrán
lugar los efectos de la nulidad, para hacer desaparecer las consecuencias jurídicas
que provocó el acto nulo.
(i) Debe tratarse de una sentencia en los términos que las define el art. 158 del
Código de Procedimiento Civil, y particularmente en nuestro concepto, tiene
que ser una sentencia definitiva, esto es, la que pone fin a la instancia.
Esto es así porque todos los interesados en la nulidad o validez del acto
jurídico tienen derecho a ser oídos.
(iii) Debe tratarse de una sentencia definitiva firme, en los términos que indica
el art. 174 del Código de Procedimiento Civil: aquellas contra las cuales no
procede recurso alguno, o en caso contrario, aquellas cuyos recursos no se
hayan deducido dentro del plazo que concede la ley, o deducidos éstos, una
vez notificado el decreto que las mande cumplir.
Como dijimos en clases anteriores también, la sentencia que declara la nulidad sólo
afecta a quienes fueron partes en el juicio en que se declaró.
Esto es consecuencia del principio procesal básico que consagra el inciso segundo
del art. 3º del Código Civil –las sentencias judiciales no tienen fuerza obligatoria sino
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
en las causas en que han sido pronunciadas– y está ratificado en el art. 1690 del
Código, según el cual “cuando dos o más personas han contratado con un tercero,
la nulidad declarada a favor de una de ellas no aprovechará a las otras”.
El efecto fundamental de la nulidad, entre las partes que celebraron el acto jurídico,
es el que consagra 1687 inciso primero del Código: la nulidad pronunciada en
sentencia que tiene fuerza de cosa juzgada, da a las partes el derecho para ser
restituidas al mismo estado en que se hallarían si no hubiese existido el acto
o contrato nulo.
Ahora bien, es necesario hacer algunas distinciones en relación con este efecto de
la nulidad:
De esta forma, cada contratante deberá devolver al otro lo que haya dado o
pagado con ocasión de las obligaciones que se declararon nulas. Para estos
efectos, se aplicarán las reglas de las prestaciones mutuas que contempla
la acción reivindicatoria (art. 904 y siguientes del Código).
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
▬ Caso del art. 1468 del Código Civil: Conforme a este artículo, no se
puede repetir lo dado o pagado por un objeto o causa ilícita a sabiendas.
Se trata de la sanción a la mala fe del contratante que celebró el contrato
sabiendo que adolecía de objeto o causa ilícita. Para sancionar su mala
fe, el Código le impide repetir lo que dio o pagó en virtud de ese contrato.
▬ Caso del art. 1688 del Código Civil: conforme a este artículo, en los
casos de nulidad de actos jurídicos por causa de haberse celebrado con
un incapaz sin cumplir los requisitos que la ley exige, se impide al que
contrató con el incapaz pedir restitución o reembolso de lo que gastó o
pagó en virtud del contrato, salvo en cuanto probare que el incapaz se
hizo más rico con ello –es decir, que lo que recibió el incapaz fue invertido
en algo útil para él–. La regla pretende proteger al incapaz, puesto que
lo libera de restituir aquellas cosas que no le han sido útiles, suponiendo
correctamente que el incapaz no las ha invertido bien y probablemente las
ha perdido o dilapidado.
Hay que destacar que, para que el contratante pueda lograr las restituciones
recíprocas de su contraparte, el Código le confiere en definitiva la acción
reivindicatoria, que ejercerá conjuntamente con su acción de nulidad.
Así por ejemplo, junto con declarar nulo un contrato de compraventa, el interés del
contratante es que le devuelvan la cosa vendida. Para tal efecto, goza de acción
reivindicatoria
El principio básico a estos efectos lo consagra el art. 1689 del Código, que dispone
que la nulidad judicialmente pronunciada da acción reivindicatoria contra
terceros poseedores, sin perjuicio de las excepciones legales.
Ocurre que la nulidad intenta extraer al acto nulo del ordenamiento, y hacer
desaparecer todos sus efectos. Sin embargo, sucede también que en el tiempo
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
Para eso se confiere entonces acción reivindicatoria: en estos casos, la única forma
de devolver las cosas al estado anterior a la celebración del acto nulo, es
reivindicando respecto de terceros poseedores, lo que hará que la cosa objeto del
acto nulo vuelva en último término al contratante que le corresponde.
En consecuencia, queda claro que ante un acto nulo se originan dos acciones para
el interesado o beneficiado por la nulidad:
(ii) La acción reivindicatoria, que es una acción real, que se dirige sea contra
el propio contratante que celebró el acto nulo, o bien contra los terceros
poseedores de la cosa, si ésta ha sido enajenada.
Ahora bien, la pregunta que hay que hacerse es cómo se ejercen estas dos
acciones: ¿simultáneamente, o debe ejercerse la nulidad antes que la
reivindicación?
Esta solución, en todo caso, genera dos clases de problemas que para el
demandante de nulidad resultan indeseables:
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
En tal caso, se demandará la nulidad del acto o contrato, y esta acción se dirigirá a
los legítimos contradictores de la nulidad, es decir, las demás partes del acto o
contrato nulo, y aquellos que tengan interés en la validez o nulidad del acto; y al
mismo tiempo, se demandará reivindicación de la cosa –o cancelación de los
gravámenes o derechos reales–, y esta acción se dirigirá contra el que actualmente
posea la cosa o los titulares de los gravámenes o derechos reales.
Por regla general, consideramos que la nulidad es total, en el sentido que el vicio y la
declaración de nulidad acarrean la extinción completa del acto o contrato viciado, el cual
desaparece completamente del ordenamiento.
Así parece desprenderse por lo demás de las reglas del Código Civil, que en general dan
la impresión de referirse a la nulidad de todo el acto jurídico.
Sin embargo, es posible concebir que la nulidad sea una sanción solamente parcial a los
actos jurídicos, lo que se dará en casos en que los actos o contratos estén constituidos por
diversas estipulaciones o cláusulas, más o menos independientes unas de otras, las cuales
podrían adolecer de algún vicio de nulidad y sin embargo, no afectar el resto del acto
jurídico.
El concepto de conversión del acto nulo se refiere a la situación en que el acto nulo se
transforma por el imperio de la ley, siendo sustituido el acto nulo por otro acto
jurídico distinto que la ley establece, cumpliéndose de esta forma la finalidad económica
que las partes tuvieron a la vista al realizar el acto.
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
Por regla general, los casos de conversión del acto nulo se refieren a actos jurídicos que
deben constar por escrito, pero que al carecer de alguna formalidad legal o mención
especial, no valen como tales actos jurídicos, pero sí como otros que no debían
cumplir tales formalidades o menciones.
En Chile, no existen reglas generales que reglamenten la conversión del acto nulo, sólo
algunos casos aislados en legislaciones especiales.
Por ejemplo, el caso del art. 1701 inciso segundo del Código Civil: en este caso, el
instrumento público que adolece del defecto de incompetencia del funcionario o por otra
falta en la forma, valdrá igualmente como instrumento privado si estuviere firmado por
las partes.
En este caso, nos encontramos ante un instrumento público nulo, que como tal, no tendrá
el valor probatorio que la ley le otorga a dichos instrumentos; sin embargo, la ley le reconoce
igualmente el valor de instrumento privado si el documento ha sido firmado, lo que es
relevante porque puede llegar a tener valor probatorio incluso equivalente al del instrumento
público en el juicio respectivo.
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
3.
LA INOPONIBILIDAD DEL ACTO JURÍDICO
1. GENERALIDADES Y CONCEPTO
Los terceros que pueden alegar la inoponibilidad son, por lo general, los llamados terceros
relativos, es decir, aquellos que no pueden estimarse como representantes de las partes y
que están o estarán en relaciones con éstas. En oposición a los terceros relativos se
encuentran los terceros absolutos, que son aquellos que no están ni estarán en relaciones
jurídicas con los autores o partes de un acto jurídico. Se trata de terceros totalmente
extraños. Sin embargo, alguno, por excepción puede hacer valer la inoponibilidad, como es
el caso de la venta de cosa ajena.
2. CLASES DE INOPONIBILIDAD
Dichas formalidades no se exigen para constituir válidamente un acto o contrato –el que
será válido sin ellas–, pero sí se exigen para que los efectos del acto jurídico puedan
hacerse valer u oponerse contra terceros.
Inoponibilidades de fondo son aquellas que se basan en los efectos de un acto que hieren
injustamente los derechos de terceros.
Tales inoponibilidades son las siguientes: por falta de concurrencia, por clandestinidad, por
fraude, por lesión de los derechos adquiridos y por lesión de las asignaciones forzosas.
Como hemos dicho, las formalidades de publicidad son aquellas destinadas a que
los terceros tomen conocimiento de un acto o contrato celebrado por las partes, o
de la ocurrencia de un hecho de relevancia jurídica.
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
Sólo mediante estas dos anotaciones la ley presume que los terceros han
tomado o podido tomar conocimiento de la contraescritura. Si estas dos
anotaciones no se hacen o se omite cualesquiera de ellas, la
contraescritura es inoponible, no afecta a los terceros. Entre las partes la
contraescritura es perfectamente válida, pues la disposición transcrita sólo
tiene por objeto proteger a los terceros.
Sabemos que los instrumentos privados hacen fe, entre otras cosas, de la fecha de
su otorgamiento. Así, nadie puede desconocer que un determinado instrumento
público –por ejemplo una escritura pública– fue otorgada el día que en ella se indica.
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– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
según el art. 419 del Código Orgánico de Tribunales, la fecha de instrumento privado
se cuenta respecto de terceros desde su protocolización.
Con este título se engloban los casos en que el acto o contrato no puede hacerse
valer, oponerse, en contra de las personas que no han concurrido como partes a
su celebración.
El caso más típico es el de la venta de cosa ajena, la cual es válida, sin perjuicio de
los derechos del dueño de la cosa vendida, mientras no se extingan por el tiempo
(art. 1815). Tal contrato es inoponible al verdadero dueño, puesto que este no
concurrió a prestar el consentimiento a la compraventa, de forma tal que ésta no
puede perjudicar sus derechos sobre la cosa vendida.
Son inoponibles por fraude los actos ejecutados en fraude de los derechos de
terceros; así, cuando un tercero es víctima de un acto ejecutado para defraudar sus
derechos, la ley le concede ciertos medios para que aquellos actos no los afecten.
Está fundada en la causal de fraude, por ejemplo, la llamada acción pauliana, acción
que permite a los acreedores perjudicados por actos realizados por el deudor
solicitar la rescisión de éstos, cumpliéndose además otros requisitos señalados por
la ley (art. 2468).
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
El fraude difiere del dolo porque éste tiene lugar entre las partes cuando una de ellas
se vale de engaño para perjudicar a la otra; en cambio, el fraude es una maniobra
de mala fe ejecutada por una o ambas partes dirigida a perjudicar a terceros.
Esta inoponibilidad comprende los casos en que los efectos de un acto no pueden
hacerse valer contra terceros que tienen derechos adquiridos sobre cosas a que el
acto se refiere.
Así, por ejemplo, el decreto de posesión definitiva de los bienes del desaparecido
otorgado a favor de otros sujetos puede rescindirse en beneficio del desaparecido
si reapareciere, recobrando sus bienes en el estado en que se hallaren, subsistiendo
las enajenaciones, las hipotecas y demás derechos reales constituidos legalmente
en ellos (art. 94 Nº 4). Los terceros que adquirieron legalmente estos derechos sobre
los bienes del desaparecido que reaparece podrían oponerle esta adquisición si él
pretendiera recobrarlos en virtud de la rescisión del decreto de posesión definitiva.
Estas asignaciones son aquellas que el testador está obligado a hacer a ciertas
personas determinadas por la ley, como, por ejemplo, los hijos. Si en un caso dado
el testador nada asigna a sus hijos, el testamento no adolece de nulidad, es válido,
pero inoponible a dichos hijos en cuanto los perjudica y ellos pueden solicitar la
reforma del testamento para salvar ese perjuicio (art. 1216).
Por regla general, la inoponibilidad se deduce como excepción por el tercero en contra del
cual se pretende hacer valer en juicio, el acto jurídico inoponible. Así, por ejemplo, si alguien
demanda al dueño de una cosa para que éste se la restituya, invocando una compraventa
en la cual el dueño no intervino, éste podrá alegar la inoponibilidad de la venta de cosa
ajena (inoponibilidad por falta de concurrencia), lo que hará como excepción a efectos que
se rechace la demanda en su contra.
En contados casos, sin embargo, la inoponibilidad sí puede deducirse como acción; así
ocurre con la acción pauliana, por ejemplo.
Entre la nulidad de los actos jurídicos y la inoponibilidad de los mismos hay diferencias
notorias.
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Teoría del Acto Jurídico –
▬ En primer lugar, la nulidad ataca la validez del acto mismo, privándolo de eficacia
tanto respecto de las partes como de los terceros; en cambio, la inoponibilidad sólo
se dirige a privar de efectos al acto respecto de terceros de buena fe, pero el acto
jurídico es, en sí mismo, válido.
▬ En segundo lugar, la nulidad tiende a proteger a las partes del acto, mientras que
la inoponibilidad, protege más bien a terceros ajenos al mismo.
▬ En tercer lugar, la nulidad, sea absoluta o relativa, es una sanción de orden público,
y por ende, no puede renunciarse anticipadamente; pero sí puede serlo la
inoponibilidad, que es una sanción de orden privado establecida a favor de los
terceros en referencia.
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