2 Platón Apuntes

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Unidad 2:

PLATÓN: el primer gran sistema filosófico

1. MARCO HISTÓRICO, SOCIOCULTURAL Y FILOSÓFICO


Platón vive en Atenas entre los siglos V y IV a. C, más concretamente, nace en el 427
a. C. y muere en el 347 a. C. Durante el siglo VI a.C. se forman en Grecia multitud de ciudades-
estado (polis) en las que se elaboran distintas constituciones para regular sus territorios. En el
siglo V a. C. culmina dicha formación con la reunión de unas quinientas de estas polis en lo
que se llamó la Hélade. El pensamiento de Platón está marcado por este acontecimiento en
dos sentidos. Por un lado, su búsqueda de la justicia ideal está determinada por las
constituciones de las polis que han ido surgiendo durante esta época (de hecho, La República no
es más que el intento de una constitución ideal). Por otra parte, la obra de Platón está empapada
del espíritu helénico. Es una obra que intenta recuperar los antiguos valores de la areté (virtud)
y la paideia (educación de los niños) griegas y en este sentido es una obra para todos los griegos
(enfrentados a los bárbaros que eran todos aquellos que no fueran griegos) y no para una ciudad
determinada.
Desde el punto de vista histórico hay que señalar que a comienzos del siglo V a. C.
los persas habían sido vencidos por los griegos en las Guerras Médicas (primera derrota en
Maratón y segunda, en la batalla de las Termópilas), capitaneados por Atenas que como
consecuencia de ello se convirtió en la primera potencia del mundo griego. Comenzaba así la
época de esplendor ateniense conocida como siglo de Pericles. De la mano de este político se
instauró en Atenas la democracia, modelo político imitado por otras polis, al que se opuso la
aristocracia ateniense que se negaba a perder sus privilegios.
La democracia establece la Asamblea de ciudadanos como órgano directo de poder.
Estos ciudadanos constituyen apenas el 25% de la población, pues se excluye a mujeres,
esclavos y extranjeros. El trabajo productivo es realizado por los esclavos y sectores pobres de
la población. Los ciudadanos libres, provenientes de la aristocracia y clases medias enriquecidas,
desprecian el trabajo físico y las actividades productivas que se consideran deshonrosas e
indignas del hombre libre. Una de las consecuencias de este fenómeno es el escaso desarrollo
de la técnica. La ciudad remunera a los magistrados, jurados, soldados y a los ciudadanos que
participan en la Asamblea. Esto explica que en Atenas predomine la vida pública y el ocio.
Este momento de esplendor acabaría tras la guerra del Peloponeso y la muerte de
Pericles. En efecto, Atenas tuvo que hacer frente a la vecina Esparta, que veía su régimen
aristocrático-militar amenazado por la expansión de los ideales democráticos. Esta rivalidad
provocó hacia el 431 a. C. el estallido de la guerra civil del Peloponeso, que concluye con la
victoria de Esparta. Esta derrota marca el inicio de la decadencia política y militar de Atenas
donde Esparta impondrá el gobierno de los Treinta Tiranos. Platón fue invitado a participar
en él, pero declinó el ofrecimiento. Posteriormente se restaurará la democracia que condenó
a Sócrates, amigo y maestro de Platón.
En este ambiente de crisis de la política se enmarca la filosofía de Platón, que nace en
el seno de una familia de la aristocracia ateniense y que tiene en la preocupación política el
eje central de su filosofía. Platón reacciona contra la democracia como sistema político
porque condenó a Sócrates, pero también contra la oligarquía o cualquier forma de gobierno
que no prime el bien común, el desarrollo de la virtud y la educación. Frente a ellos propondrá
un modelo de estado ideal que desarrolla en su obra La República y que se basa en la idea
de la desigualdad humana y defiende una concepción aristocrática del poder.
En el ámbito cultural durante el siglo V a. C. el arte vivió un momento de esplendor.
Atenas se convirtió en el centro cultural de la época. Llegan a ella muchos extranjeros que son
bien recibidos (aunque se les excluya de derechos políticos y de la propiedad de la tierra):

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médicos ilustres, artistas y filósofos. Aparecen los tres grandes creadores de la tragedia griega:
Sófocles, Eurípides y Esquilo, así como el comediógrafo Aristófanes. Destacan Fidias en
escultura y Mirón en arquitectura.
En cuanto a la religión, la ausencia de dogmas permitía la coexistencia pacífica de
distintas actitudes religiosas, la mayoría de ellas politeístas, desde el culto meramente
externo, costumbre social y deber político, hasta la búsqueda de una relación personal con la
divinidad marcada por una fuerte exigencia ética, como es el caso de las religiones mistéricas
con las que se relaciona el pensamiento platónico.
Desde el punto de vista filosófico es importante destacar la influencia que tuvieron
sobre Platón algunos de los pensadores presocráticos que propusieron una explicación
racional, en lugar de mítica, de los fenómenos de la naturaleza que se explicarían gracias a un
arjé : principio último o materia original. El equivalente a este arjé en Platón serán las Ideas que,
jerarquizadas y resumidas en la Idea de Bien, ordenarán el universo. Por otro lado, siguiendo a
Parménides, Platón va a considerar que el mundo de las ideas, donde reside el ser verdadero,
es inmóvil, inmutable, verdadero mientras que el mundo sensible es tan solo una copia
desvirtuada de aquel, lleno de apariencias, cambios y variaciones. También es clara la influencia
que tendrá sobre su pensamiento la tradición pitagórica, patente en algunos aspectos religiosos
y míticos de su obra como la transmigración de las almas o en la idea de cuerpo como cárcel
del alma.
Pero después de los presocráticos se produjo en el ámbito del pensamiento, a mediados
del siglo V a. C., un giro antropológico. Si durante el siglo anterior y la primera mitad de este,
la preocupación se centraba, con los presocráticos, en el tema de la naturaleza, ahora los
asuntos humanos se convierten en el centro de atención. Sócrates y los sofistas son las
figuras más destacadas de esta segunda mitad del siglo y la filosofía de Platón está estrechamente
relacionada con ellos. Los sofistas ofrecían, a cambio de dinero, los conocimientos necesarios
para triunfar en la vida (retórica, erística…). Sócrates también forma a la juventud ateniense,
pero no cobra por sus enseñanzas, y sus métodos, basados en el diálogo, así como sus ideas,
son opuestas a la sofística.
Las doctrinas de los sofistas fueron el relativismo (no existen verdades absolutas), el
escepticismo (si las hay no podemos conocerlas) y el convencionalismo (las normas morales,
las leyes, las instituciones sociales... etc., son el producto de un acuerdo entre los seres humanos,
pero no están dictadas por ningún orden universal y absoluto). Sócrates niega radicalmente
esas doctrinas y sostiene que la verdad existe y la razón humana puede alcanzarla. Considera
así mismo que las normas morales, las leyes...etc. no son meras convenciones, existe una
verdad universal y absoluta. Esta es la postura que tomará Platón al intentar definir
rigurosamente en sus diálogos los conceptos morales y políticos y que será la base para su teoría
de las Ideas.

2. VIDA Y OBRAS DE PLATÓN


Platón, que como hemos visto nace en una familia de la nobleza, desde joven tuvo
afición por la política y quiso dedicarse a ella, pero pronto se desencantó a partir de su
experiencia vital. Trató de llevar a cabo sus ideales políticos en Siracusa con Dionisio el Viejo,
pero terminó siendo vendido como esclavo; tuvo que ser rescatado por otro filósofo amigo
suyo, como cuenta en una carta autobiográfica (La Carta 7ª). Tampoco con Dionisio el Joven,
consiguió el éxito, ya que este ordenó que lo desterrasen. Si a ello sumamos que la democracia
ateniense condenó a muerte a su maestro Sócrates en el año 399 a. C., que solo quería regenerar
la vida política, no es extraño que Platón dejara definitivamente la política activa para dedicarse
de lleno a la filosofía. Por ello fundó su escuela la Academia, para preparar a la gente para una
sociedad mejor con un gobierno justo que no dependiera de los caprichos de un tirano. Todo
el pensamiento de Platón tendrá una finalidad política y educativa porque como dijo en su Carta

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7ª: “los males del mundo no acabarán hasta que no gobiernen los que son rectamente filósofos”,
es decir quienes conocen el bien y pueden realizarlo en la polis.
Las obras de Platón están escritas en forma de diálogo y en ellas el protagonista
principal es su maestro Sócrates quien emplea el método de la ironía y la mayéutica para
intentar averiguar la verdad sobre cualquier tema (el amor, la virtud, la belleza, la justicia, etc.),
preguntando a los que presumen de conocerla y demostrando que, en realidad, no saben de
nada porque se limitan a responder con sus prejuicios o ideas aprendidas, sin haberse parado a
pensarlas por sí mismos. Consigue desconcertarlos con sus preguntas para que puedan
comprobar que la verdad está en su interior. Realmente, Sócrates no escribió nada, se limitaba
a dialogar, por ello, aunque sea el protagonista de las obras de Platón, no podemos afirmar que
este último esté expresando simplemente el pensamiento de su maestro. Los expertos en la
obra de Platón consideran que en sus diálogos de juventud este se atiene más al pensamiento
de Sócrates, mientras que en los diálogos de madurez, aparecerán ya las propias teorías de
Platón en boca de su maestro.
Como ejemplos de los diálogos de juventud tenemos La Apología (en el que Platón
narra la defensa de Sócrates ante el tribunal que lo condenó a muerte); El Protágoras , contra
los sofistas y su relativismo; o El Menón , sobre la virtud y la excelencia humana. Entre los
diálogos de madurez encontramos El Banquete (sobre el amor); el Fedro y el Fedón , que
tratan distintos temas, pero se ocupan especialmente de la belleza, el alma humana y su
inmortalidad; o La República en donde describe la polis justa y bien gobernada por los
filósofos. Finalmente, como ejemplos de los últimos diálogos están El Timeo, en donde narra
de forma alegórica el origen del mundo sensible por obra del demiurgo, un dios artesano que
usará la materia y las Ideas como modelos y las Leyes en el que reelabora su pensamiento
político.

3. EL CONCIMIENTO y REALIDAD
La teoría central de la filosofía de Platón es la Teoría de las Ideas. Su maestro, Sócrates,
ya defendió la existencia de unas ideas en sí mismas, independientes de la opinión de los
humanos, posicionándose así en contra del relativismo propio de los sofistas. Con su teoría de
las Ideas, Platón afirma la existencia de dos mundos: por un lado, el Mundo Inteligible o mundo
de las Ideas y, por otro, el Mundo Sensible o de las cosas (este mundo en el que vivimos). Al
defender la existencia de dos mundos Platón está proponiendo un dualismo ontológico.

El mundo inteligible que está por encima o más allá del mundo sensible, constituye
la verdadera realidad y está conformado por las Ideas, cuyas características son las siguientes:

• Las Ideas son las esencias de las cosas, esto es, aquello por lo que una cosa es lo
que es.
• Son inmateriales, esto es, no corpóreas, por lo que solo se captan a través de la
inteligencia (son inteligibles) y no a través de los sentidos. Sin embargo, que sean
inmateriales no las hace inexistentes; muy al contrario, existen de forma trascendente
a las cosas. Las ideas no son meros conceptos en la mente de los humanos, por lo que
no debemos confundirlas con la noción típica de idea o con un simple pensamiento.
• Son únicas, universales, eternas e inmutables, al contrario que las cosas que son
múltiples, individuales, temporales y mutables. Gozan, por tanto, de los rasgos que
Parménides asocia al ser.
• Son el modelo al cual las cosas imitan o del que participan; de esto se deduce que el
mundo de las ideas es más real que el de las cosas, pues este solo es un reflejo o copia
de aquel.
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• Son el objeto de investigación de la ciencia.
• Se encuentran jerarquizadas. En la cúspide de esa jerarquía se encuentra la Idea de
Bien, le siguen las Ideas de Belleza, Justicia y demás valores morales, las Ideas
referidas a conceptos matemáticos. Por último, en sus últimas obras, Platón parece
admitir la existencia de Ideas que corresponden a cosas u objetos sensibles, aunque
parece no referirse a la Idea de esta mesa o de aquella ventana, sino más bien a los
tipos de entes, esto es, a las especies.

El mundo sensible es el mundo material, de las cosas y seres naturales, que se


caracteriza por lo siguiente:

• Es un mundo en el que todo es imperfecto, perecedero, múltiple y variable. Tiene,


por tanto, los rasgos del no-ser parmenídeo.
• Es aparente y copia del verdadero mundo, del que participa y al que imita .
• Se conoce a través de los sentidos, por lo que su conocimiento solo proporciona
opinión y nunca ciencia.
• También en él existe una jerarquía: los astros, los seres humanos, los animales, los
vegetales, los 4 elementos, la materia primigenia y el espacio vacío.
La relación entre este universo de las Ideas construido por Platón y las cosas se va a
entender de formas diversas. Desde el punto de vista de las cosas se dice que es una relación
de participación (las cosas participan de las Ideas) o de imitación (las cosas imitan o son
copias de las ideas). Desde el punto de vista de las Ideas aquella relación es de presencia
(parusía): las Ideas están presentes en las cosas. También se dice que las Ideas son causa de las
cosas, pero no en el sentido de que produzcan las cosas, sino en tanto que son sus esencias: lo
que más tarde llamará Aristóteles causa formal, o modelo, de ellas.
Esta relación entre las Ideas y las cosas que Platón nunca aclaró del todo, traerá muchos
problemas para los pensadores posteriores, pues se enfrentarán a la dificultad de que las ideas
estén a la vez presentes en las cosas y sean trascendentes a estas o al hecho de que si las cosas
participan de las Ideas podría interpretarse que comparten algo con ellas o que una parte del
ser de las Ideas es el mismo que el ser de las cosas; sin embargo, Platón insiste en su radical
diferencia.

Para ilustrar este dualismo ontológico Platón utilizará dos mitos, de los cuales el primero
alude al conocimiento de dichos mundos:

• El “mito de la caverna” que aparece en el libro 7º de La República narra la historia de


unos prisioneros encadenados que viven en una cueva y solo alcanzan a ver unas
sombras producto de un fuego que hay al otro lado de la caverna. Éstos confunden las
sombras proyectadas en la pared con la auténtica realidad, hasta que uno de ellos es
liberado y logra salir al exterior, conociendo el mundo bajo la luz del sol. Compadecido
de la ignorancia en la que vivían los otros prisioneros, decide volver al interior de la
cueva para contarles la verdad, pero allí no le creen, le toman por loco y lo matan. En
el mito, el prisionero liberado podría representar a Sócrates que fue condenado a muerte
al intentar mostrar la verdad a sus ciudadanos, pero también a cualquiera que busque la
verdad y quiera enseñársela a los otros. Los demás prisioneros serían los ciudadanos
atenienses, si tomamos al que se libera como Sócrates, pero también la mayoría de
personas que prefiere no conocer lo real y vivir, por tanto, “engañados”. El mundo de
las sombras de la caverna es la realidad que podemos percibir con nuestros sentidos
que se correspondería con el mundo sensible donde todo es aparente, variable y, por
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ende, falso, mientras que el mundo exterior iluminado por el sol es el mundo inteligible
o mundo de las Ideas, solo cognoscible a través de la razón y donde el sol simbolizaría
la Idea del Bien.
• El mito del Demiurgo, del que hablaremos también más adelante, aparece en un
diálogo de vejez de Platón, el Timeo, y sirve de metáfora para explicar cómo una
divinidad, el Demiurgo, fue quien creo todas las cosas del mundo sensible siguiendo los
modelos o formas que constituían las Ideas. Por tanto, la relación que existe entre las
Ideas y los objetos del mundo es de participación o de imitación. De este modo, un
rostro es hermoso porque refleja, imita o participa de la idea de Belleza, aunque sea de
modo imperfecto. Así mismo, una acción es valiente o justa porque participa de la idea
de Valor o Justicia.
La concepción que tiene Platón del conocimiento es, al igual que la ontológica,
dualista: del mismo modo que existen dos mundos, el de las Ideas y el de las cosas, existen dos
tipos de conocimiento. Por un lado, el conocimiento intelectual, la ciencia, el verdadero
conocimiento que versa sobre las Ideas. Por otro, el conocimiento sensible o conocimiento
de las cosas que no es más que opinión y conocimiento confuso.
Se plantea entonces el problema de cómo podemos conocer las Ideas si no pertenecen
a este mundo. La posibilidad de tal conocimiento se basa en dos hechos:

1º) el hecho de que el verdadero conocimiento es reminiscencia, esto es, recuerdo.


El alma, que antes de su unión con el cuerpo habitó el Mundo de las Ideas y las conoció, las
olvidó al encarnarse, es decir, al volver al mundo e “introducirse” en un cuerpo, pero dado que
las cosas imitan a las Ideas, el contacto con las cosas sensibles despierta el recuerdo de lo ya
conocido en el mundo inteligible, antes de venir a este mundo. Por ello aprender no es más
que recordar. El conocimiento verdadero supone el ascenso del intelecto hacia el mundo
inteligible, ascenso que requiere esfuerzo y disciplina y para el que es muy importante la
educación. La cómoda actitud pasiva del que se limita a ser enseñado y no adopta una postura
activa en la investigación y el descubrimiento no lleva al verdadero conocimiento.
2º) el hecho de que existen distintos grados de conocimiento a través de los cuales el
ser humano puede ir ascendiendo poco a poco, hasta llegar al conocimiento de las Ideas. A ese
proceso se le llama dialéctica. La superioridad o inferioridad de los grados de conocimiento
depende de la mayor o menor cercanía de su objeto de investigación a las Ideas.

En la República, Platón utiliza la “analogía de la línea” para presentar su comprensión de


las partes en que se divide el conocimiento. Allí distingue cuatro niveles de conocimiento que
tiene su correspondencia con los dos niveles de realidad de su dualismo ontológico.

• El grado inferior es la opinión o conocimiento sensible (doxa) cuyo objeto es el


mundo sensible. Se divide en dos grados:
o Imaginación (eikasía): su objeto de investigación son las fantasías, sueños,
prejuicios, supersticiones y productos del arte (imitaciones de imitaciones).
o Creencia (pistis): es el conocimiento de las cosas materiales o físicas
(imitaciones de las Ideas).
• El grado superior es la ciencia o conocimiento intelectual (epistéme) cuyo objeto de
investigación son las Ideas. Se divide en dos grados:
o Conocimiento o pensamiento discursivo (diánoia ): se ocupa de los objetos
lógicos y matemáticos y su verdad se alcanza a través de la deducción racional.
o Inteligencia o dialéctica (nóesis ): permite alcanzar el conocimiento
supremo, es decir, el de las esencias inmutables de las cosas o Ideas, en cuya
cúspide se encuentra la Idea de Bien, máximo objeto del conocimiento. Se
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alcanza a través de la intuición intelectual. La filosofía debería corresponderse
con este tipo de conocimiento.

La dialéctica, como proceso que lleva al verdadero conocimiento, tiene una doble
dirección. Ascendente: tal como la hemos descrito hasta el conocimiento de la Idea de Bien.
Descendente: consiste en organizar nuestra vida, tanto privada como pública, de manera recta
y justa de acuerdo a la Idea de Bien cuyo conocimiento hemos alcanzado.

4. EL SER HUMANO
La forma en que Platón concibe al ser humano es consecuencia de su teoría de las Ideas.
Como ya hemos visto Platón defiende una concepción dualista del mundo (dualismo
ontológico) y del conocimiento (dualismo epistemológico). Pues bien, Platón también
posee una concepción dualista del ser humano, distinguiendo en él, dos partes diferentes y
opuestas:
• El alma, parte espiritual, eterna e inmortal, verdadera esencia del ser humano. Su
actividad propia es la actividad intelectual y tiene un importante papel como
intermediaria entre los dos mundos. Originariamente pertenecía al mundo inteligible,
pero por un conflicto interno (un “tropiezo” que se describirá a partir de un mito más
adelante), se precipitó en el mundo de la materia y se unió al cuerpo de un modo
accidental e incómodo para ella. Al ser eterna, por un lado, preexiste a su unión al
cuerpo, es decir, existe en el mundo de las Ideas antes de unirse a este. La prueba de su
preexistencia se encuentra en la teoría del conocimiento, es decir, en el recuerdo que
parecemos poseer todos de las Ideas y que es evidente cuando hasta un esclavo con la
ayuda pertinente y una buena guía intelectual puede enunciar el teorema de Pitágoras
(Menón). Y, por otro lado, el alma subsiste después de la muerte o, dicho de otro modo,
es inmortal. Su destino cuando se separa del cuerpo es vagar de un cuerpo a otro ya
que Platón cree en la trasmigración de las almas, esto es, en la reencarnación (algunos
estudiosos atribuyen esta creencia a la influencia del pitagorismo, así como a un viaje
que realizó por zonas orientales cercanas a lo que hoy día sería Egipto). Solo el alma
cuya purificación haya sido total retornará al mundo de las Ideas. El alma se liberará
plenamente del cuerpo con la muerte, aunque en vida tiene la oportunidad de hacerlo
de modo transitorio mediante la práctica de la actividad intelectual. Al morir el
hombre, el alma es juzgada y aquella cuya purificación haya sido total retornará al
mundo de las Ideas, mientras que aquella que no lo haya conseguido se encarnará de
nuevo.
• El cuerpo, parte material, imperfecta, corruptible y aspecto meramente accidental del
ser humano. Platón posee una concepción peyorativa del cuerpo que es definido como
cárcel, tumba y destierro del alma, que llena a esta de deseos y necesidades que la
hacen olvidar su espiritualidad, entorpeciendo la actividad racional. El ser humano es
un alma encerrada en un cuerpo, por ello la muerte es una liberación a la que no
debemos temer y para la que la filosofía debe prepararnos.

A su vez, el alma tiene tres partes:

• Racional: es la razón cuya función es el conocimiento intelectual. Constituye la


auténtica esencia del ser humano y es inmortal. Es la parte principal del alma y debe
gobernar sobre las otras dos, para lo cual es muy importante la educación.

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• Irascible o volitiva: es la voluntad, sede de las pasiones, emociones y sentimientos más
nobles. Se deja guiar fácilmente por la razón salvo que sea corrompida por una mala
educación.
• Concupiscible o apetitiva: es el origen de nuestros deseos e instintos más bajos.

Para ilustrar su concepción de las partes del alma y a su vez explicar cómo el alma queda
encerrada en el cuerpo, Platón acude una vez más a un mito. En el Fedro compara
alegóricamente el alma con un carro alado, conducido por un auriga (el cochero o persona
que lo maneja) que simboliza a la razón. Este carro está a su vez arrastrado por dos caballos,
uno dócil y hermoso, que se corresponde con la parte volitiva o irascible del alma(simboliza las
pasiones nobles del alma como el amor, el valor, el deseo de justicia etc.), la cual se deja guiar
por el auriga, y otro caballo feo y rebelde que simboliza la parte apetitiva o concupiscible del
alma, responsable de las pasiones desordenadas, los deseos del cuerpo y de todo lo material
(apetitos de placer por la comida, el deseo sexual, la riqueza…).
Por culpa del caballo rebelde, que tropezó haciendo volcar el carro, el alma cayó a este
mundo sensible, encarnándose en un cuerpo que la tiene prisionera. La parte racional se
encarnó en la cabeza, la parte volitiva en el pecho y la parte apetitiva en el abdomen. Por la
caída, el alma olvidó todo el conocimiento del mundo de las Ideas. Solamente si vuelve a
recordar, es decir, si se purifica de todo lo sensible y se dedica a la búsqueda de la verdad, podrá
el alma volver al lugar al que pertenece: el mundo de las Ideas.

Entonces la concepción antropológica platónica lleva asociada:

• Una concepción peyorativa del cuerpo, pues se insiste en la necesidad de controlar


sus tendencias, promoviéndose el ascetismo, algo que posteriormente será utilizado por
los pensadores cristianos.
• La sobrevaloración de lo intelectual como lo verdaderamente importante, ya que a
la parte racional le corresponde el control de las otras dos partes irracionales. Nietzsche,
en el siglo XIX, destacará la importancia de la parte irracional y denunciará la pretensión
de anularla.
• Una ética intelectualista según la cual quien obra mal lo hace por ignorancia, contraria
a los pensadores cristianos.

3. ÉTICA

Antes de introducirnos en la cuestión de la virtud y la ética intelectualista, centrales en el


pensamiento ético de Platón, sería interesante retomar una cuestión relacionada con la ética
que se deriva del problema de la participación de las Ideas en las cosas. Este problema que se
extenderá a lo largo de toda la Historia de la Filosofía es el problema del mal. En efecto,
Platón (y todos los seguidores, sobre todo cristianos, del pensamiento platónico) no pueden
admitir la existencia de Ideas de imperfecciones, por ejemplo, la idea de la suciedad que a
veces se acumula debajo de las uñas. Las diversas imperfecciones observadas en el mundo
sensible se deben a que las cosas participan en mayor o menor medida de las Ideas: a mayor
participación, mayor perfección sensible y, al contrario, a menor participación, menor
perfección. De esta manera, el Mal no tendría existencia real para Platón: no existiría una Idea
del mal, sino que el mal en el mundo sensible se debería a una menor participación de las cosas
en la Idea de Bien. No hay una entidad ontológica del Mal, sino que este se reduce a ser
ausencia de Bien, idea que se va a mantener en todo el pensamiento cristiano (con la dificultad
añadida de explicar entonces el estatus ontológico del Diablo) y que va a ser fuertemente
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criticada por los pensadores ilustrados del siglo XVIII.
La Ética platónica se centra en analizar en qué consiste la virtud (bondad moral). Por
influencia de su maestro Sócrates, Platón seguirá la teoría del intelectualismo ético: solo quien
conoce el bien, obrará bien y, será, en consecuencia, virtuoso. La excelencia humana se logra
por el conocimiento del bien. Por tanto, en un primer sentido, la virtud es un saber. Pero,
además, para que el alma pueda volver a su lugar de origen, esto es, al mundo de las Ideas, antes
debe purificarse y descontaminarse de todo lo sensible, pues solo así saldrá del proceso de las
reencarnaciones. Así pues, la virtud es también purificación. Debemos desligarnos de lo
material y no dejarnos arrastrar por los deseos y las pasiones ligadas al cuerpo. No se trata de
rechazar todo placer, pero sí de ser prudentes, fuertes y templados, como veremos más adelante
o, dicho de otro modo, de vivir en armonía con uno mismo y con los demás, por lo tanto, en
un tercer sentido, la virtud es armonía y solo quien la consigue podrá ser feliz.
Platón llama justicia a este orden y armonía que permite al ser humano ser virtuoso y,
por ende, feliz, y que se alcanza si cada una de las partes del alma cumple con la virtud que le
es propia. Veamos entonces cuáles son las virtudes de cada parte del alma:

• La virtud del alma racional es la prudencia o capacidad para regular el conjunto de


nuestras acciones.
• La del alma irascible es la fortaleza o capacidad para dominar nuestras pasiones,
emociones y sentimientos, saber soportar el dolor o exponerse al peligro en la medida
conveniente.
• La del alma concupiscible es la templanza o capacidad para dominar y moderar
nuestros deseos y apetitos corporales.

En definitiva, el hombre virtuoso es el que es sabio, bueno, justo y feliz: aquel en el


que la razón, única parte del alma que conoce la verdad, controla las pasiones y deseos.
Conviene señalar que no todos los hombres son iguales por naturaleza ni tienen las
mismas capacidades. Algunos pueden conseguir todas las virtudes, pero otros solo una o dos.
Unos se contentarán con la templanza, otros añadirán la fortaleza. Solo algunos, muy contados,
aspirarán a la virtud perfecta. En cualquier caso, siempre son necesarias la educación y la
práctica reiterada de acciones virtuosas.
Por último, debemos indicar que, dado que el ser humano es un ser social (hecho para
vivir en comunidad), no puede alcanzar la felicidad plena al margen de los demás seres
humanos. La felicidad plena solo se consigue en sociedad y solo una sociedad justa y feliz
produce hombres justos y felices por lo que la Ética nos lleva a la Política.
Pero la Ética también desemboca en la Política cuando Platón se sirve de su visión
tripartita del alma humana para organizar su modelo de sociedad justa, tal y como la describe
en la República. El filósofo griego cree que la sociedad es como el alma, pero “escrita en
caracteres grandes para que los cortos de vista también puedan comprender”.

4. POLÍTICA Y SOCIEDAD
La política es una preocupación fundamental en toda la obra platónica. Platón propone
un modelo de Estado Ideal, justo y perfecto que producirá ciudadanos justos y felices. Este
Estado ideal no puede ser una democracia, ni una tiranía sino una aristocracia (gobierno del
mejor o de los mejores) o monarquía (si el mejor es solo uno). El Estado es justo cuando hay
armonía entre sus partes o clases sociales (en paralelo con la ética) de modo que las superiores
dominan sobre las inferiores y cada clase social desarrolla su función, aquella para la que está
capacitada.

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El Estado se organiza dividiendo a los ciudadanos en tres clases sociales que se
corresponden con las tres partes del alma y con sus correspondientes virtudes. Y del mismo
modo que un individuo es justo si cada parte de su alma cumple su misión, el Estado será justo
si cada clase social cumple la suya. Las clases son:

• Gobernantes: su misión es organizar y dirigir la sociedad hacia la consecución del bien


común y la felicidad. Y como solo los filósofos han contemplado la Idea de Bien y de
Justicia, son los únicos capacitados para el gobierno. En ellos debe predominar el alma
racional y su virtud característica es la prudencia. No tienen derecho a la propiedad
privada ni a la familia para evitar que los asuntos privados les distraigan o corrompan.
• Guardianes: su misión es defender el Estado de enemigos internos y externos; en ellos
predomina el alma irascible y su virtud es la fortaleza y el valor. Deben ser educados
en materias convenientes para ellos (gimnasia, música, conocimiento de ideas tales
como la de valor y autodominio). Tampoco pueden tener propiedad privada y viven en
campamentos, en comunidad, no en familia. El Estado controla sus emparejamientos
para procurar nacimientos sanos.
• Productores: deben producir los bienes de consumo necesarios para la comunidad
(artesanos, comerciantes…). En ellos predomina el alma concupiscible y su virtud
debe ser la templanza. Su afán debe ser el de servir a los demás. Tienen derecho a la
propiedad privada y la familia.

Este Estado se basa en la desigualdad humana, ya que no todos los seres humanos
pueden realizar las mismas tareas sociales, puesto que no están igualmente dotados por la
naturaleza: en cada uno predomina un alma. La educación que reciben los ciudadanos debe
estar a cargo del Estado. Todos los niños deben aprender matemáticas, música y gimnasia para
educarlos en las virtudes del valor, la armonía y el razonamiento. Lo principal es educar su
carácter. Una vez que se comprueba cuáles son sus capacidades y tendencias naturales, es decir,
qué tipo de alma predomina en ellos, son ingresados en una clase social y educados para
desempeñar su función propia. Así, por ejemplo, a los más aptos de entre todos los niños o
niñas, se les enseñará cuando crezcan la dialéctica (la ciencia de las Ideas) y de ellos saldrán los
guardianes y gobernantes. A los más capaces entre los guardianes, se les inicia en la filosofía
recorriendo los cuatro grados del conocimiento, y de ellos, a partir de los 50 años y por turnos,
saldrán los futuros gobernantes de la polis.
El Estado Ideal que Platón propone en La República no es comunista, ya que admite la
propiedad privada, pero solo para los productores. Se trata de un Estado clasista, puesto que
no hay movilidad social entre clases sociales (salvo excepciones), sin embargo, los individuos
ingresan en una de las tres clases, no por su origen, esto es, no por su nacimiento, sino en
función de sus capacidades. Esta selección la hacen los filósofos-gobernantes. Por último, el
Estado Ideal platónico anula al individuo porque los intereses individuales se supeditan a los
intereses del conjunto de la comunidad: lo que importa es que la ciudad funcione como un
todo armónico y esto supone la subordinación de los intereses particulares al bien común.
Platón sostiene que el Estado ideal está sometido a una constante y progresiva
degradación. Esta degeneración tiene una doble causa; por un lado, el Estado degenera, como
todo lo humano, por ser algo propio del mundo sensible. Por otro, porque los propios
miembros del Estado con sus acciones cometen errores que provocan la descomposición de la
forma política ideal. Las etapas de esta degeneración de las formas políticas serían las
siguientes:

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1º) Aristocracia o monarquía, es decir, gobierno de los mejores (los aristós: que poseen la
areté, virtud) en el que impera la justicia. Esta puede convertirse en timocracia si los
militares se imponen por la fuerza o en oligarquía si los más ricos acceden al poder.
2º) Timocracia o gobierno de los guardianes: prevalece la fuerza y el estado de guerra.
Termina imperando la corrupción porque los militares son ambiciosos y con enormes
ansias de honores y poder.
3º) Oligarquía: gobierno de los ricos, con su avaricia y codicia empobrecen cada vez a
más gente. Tanto la timocracia como la oligarquía llevan al levantamiento del pueblo
que se rebela contra la injusticia dando lugar a la democracia.
4º) Democracia o gobierno del pueblo: reino de la libertad que degenera en libertinaje y
anarquía social, entonces el demagogo se hace con el poder.
5º) Tiranía: dictadura, el peor de todos los sistemas de gobierno. El demagogo más audaz
se convierte en amo y asume el poder de modo totalmente arbitrario. Este no cuida del
bien común, sino que solo se preocupa de sus propios intereses, por lo que todos los
ciudadanos terminan siendo sus esclavos. Solo cuando el tirano sea derrocado por la
fuerza, se podrá comenzar un nuevo ciclo político.

5. El PROBLEMA DE DIOS
El tratamiento filosófico del tema de Dios es muy difícil en un autor del siglo IV a. C.
como Platón, ya que la idea de un Dios único como el cristiano no es objeto de la especulación
filosófica hasta la Edad Media. Aun así, se puede rastrear un atisbo de esta figura en algunas
ideas platónicas, como la estructuración del mundo inteligible, que cristalizará en la concepción
de Dios de Agustín de Hipona a partir de la cual se desarrolla la doctrina cristiana del Ser Divino
o en el mito del Demiurgo, que es un ser que modela la materia a partir de la contemplación de
las Ideas. Sin embargo, hay grandes diferencias entre las Ideas que componen el mundo
inteligible y el Dios cristiano. Por ejemplo, las Ideas son los modelos a partir de los cuales las
cosas son lo que son, pero no crean esas cosas como sí hará el Dios cristiano con el mundo
(que lo creará de la nada), en otras palabras, no son la causa eficiente de las cosas. Dicha causa
eficiente sería, en el pensamiento platónico, el Demiurgo, un ser secundario (a diferencia del
Dios cristiano que será único y primero) supeditado a la realidad de las Ideas.
El mito del Demiurgo que encontramos en el Timeo de Platón consiste en una narración
verosímil de carácter mítico acerca del origen y estructura del Cosmos, dado que sobre el
mundo sensible no se puede hacer ciencia. En las ideas expuestas por Platón notamos la
influencia de los pitagóricos, Empédocles y la crítica dirigida al mecanicismo atomista.
Platón rechaza el mecanicismo indicando que no es posible que el orden observable en
la naturaleza sea resultado del azar. Desde su punto de vista en la naturaleza todo lo que sucede
responde a un fin, a un plan, no es puramente casual, como defenderán los atomistas. El mundo
entero ha surgido como resultado de la intervención de tres elementos:

• Una materia amorfa y caótica, que existía desde siempre y estaba dotada de
movimientos desordenados. Esta materia sería la causa material de la naturaleza y es
la causa de la imperfección del Cosmos.
• Una inteligencia ordenadora o Demiurgo que produjo todas las cosas a partir de la
materia. Sería el constructor o causa eficiente, pero no el creador.
• Las Ideas como los modelos que el Demiurgo tomó como referencia a la hora de
construir la naturaleza. Ellas serían las causas ejemplares de las cosas. Pero como
además el objetivo del Demiurgo al construir la naturaleza es imitar las ideas, ellas son
también las causas finales de la naturaleza.
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La influencia de Empédocles se pone de manifiesto al señalar Platón que la materia
está formada por cuatro elementos (agua, tierra, fuego y aire). La huella del pensamiento
Pitagórico se deja notar cuando Platón afirma que el Cosmos tiene estructura matemática
porque el Demiurgo lo ordenó siguiendo proporciones matemáticas. Y si el Cosmos ha
resultado ser imperfecto no es por la impericia del Demiurgo o la imperfección del modelo (las
Ideas), sino por la resistencia que la materia opone a ser moldeada.

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