Obstetricia Schwarcz
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La telemedicina aparece como una forma de luchar contra las barreras geográficas
aumentando la accesibilidad a los cuidados de salud, especialmente en zonas rurales y países
en desarrollo.
Definir la telemedicina puede parecer una tarea sencilla, sin embargo son muchas las
definiciones y matices. Telemedicina significa medicina a distancia (diagnóstico,
tratamiento, etc.), mediante recursos tecnológicos que optimizan la atención, ahorrando
tiempo y costes y aumentando la accesibilidad. En esta misma línea pero más amplia y con
matices, la Organización Mundial de la Salud (OMS) la define como «Aportar servicios de
salud, donde la distancia es un factor crítico, por cualquier profesional de la salud, usando
las nuevas tecnologías de la comunicación para el intercambio válido de información en el
diagnóstico, el tratamiento y la prevención de enfermedades o lesiones, investigación y
evaluación, y educación continuada de los proveedores de salud, todo con el interés de
mejorar la salud de los individuos y sus comunidades».
Está claro que, amparado en un desarrollo de las tecnologías de la comunicación nunca antes
visto, ha existido un crecimiento exponencial en las últimas 5 décadas. Su utilidad ha
quedado ampliamente demostrada en muchos ámbitos con importantes beneficios
socioeconómicos para pacientes, familias, profesionales de la salud y sistema de salud y con
evidencias cada vez más claras en distintos campos. Como ejemplo podemos citar evidencias
en teledermatología en ámbitos rurales, consejo dietético, control de constantes, entre otros.
Las aplicaciones de la telemedicina son múltiples, ya sean en tiempo real, o modo síncrono,
o en tiempo diferido, o modo asíncrono.
Hasta ahora, de todos los proyectos descritos en la bibliografía que se aporta, pocos son los
que se han generalizado, sobre todo en la AP. La realidad está todavía muy lejos del
verdadero potencial que la telemedicina puede aportar. Y es que todavía existen muchas
barreras para su generalización. Muchos facultativos no son conscientes del uso que hacen
cada día de la telemedicina (historias digitales, transmisión de analíticas, etc.), y esgrimen
con frecuencia resistencias a toda nueva opción que se salga de lo que ya hace habitualmente
con sus pacientes. Todo esto provoca una serie de barreras «artificiales» directamente
relacionadas con la dificultad ante el cambio e innovación que hace que algunos autores
consideren el sector sanitario como difícilmente modificable con los riesgos para la
implantación de proyectos concretos. Pero la resistencia no solo está en los profesionales.
Podemos tener personas comprometidas e implicadas, dispuestas a lograr que funcione, y
aun así tener un riesgo elevado de no conseguir su sostenibilidad.
Es decir, para que un programa de telemedicina pueda tener éxito, no basta con el recurso
humano, sino que hay que tener en cuenta una serie de elementos que ponen en peligro su
implantación y continuidad en nuestro medio y que pueden estar influyendo en que proyectos
de telemedicina ya pilotados no se hayan generalizado.
Es necesario por tanto que la administración apoye los proyectos de telemedicina con un
buen perfil coste-eficiencia generalizándolos, y que los gestores crean en ello y tomen un
papel activo en la puesta en marcha y difusión, aportando herramientas fáciles, «invisibles»
y útiles. Y los profesionales deben asumir el riesgo de probar estas tecnologías como una
realidad necesaria (no solo para algunos «innovadores»), dándoles una oportunidad,
probándolas y comprobando por sí mismos la utilidad en el día a día, tanto para los pacientes
como para los propios profesionales. La necesidad y la realidad por su lado ayudarán en este
camino.
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