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    novelas costarricenses

    5 El Jaúl

    Max Jiménez

    Esa existencia, como hay tantas en las aldeas de nuestra


    amada tierruca, le sirve al autor para presentar, en estilo
    apropiado, una serie de valiosos cuadros campesinos: el de la
    jornada violeta y llorona del Viernes Santo’ el del brillar y del
    velorio; el de la siembra y el consiguiente merodeo; el de la
    escuelita, más que rural con su maestro, más que ignorante; el
    de turno de engaños permitidos y de dudoso resultados.

    Son de importancia varios tipos admirablemente delineados;


    el Señor Cura del alma llena de remiendos como la propia
    sotana; el palmitero que arriesga la vida cada vez que
    desploma una palma, allá en lo más espeso del bosque, el
    que, poco a poco, va adueñándose del espíritu del hombre
    hasta hacerlo desparecer cualquier rincón de Ia selva;
    el padre de Chunguero, aquel espantapájaros sin trigal
    hombre de milagros sin palabras cabalísticas y sin conjuros
    de embrujadas consecuencias. Ese viejo señor Santiago
    no anda de brazos del espíritu malo por visto, en larga e
    íntima discusión, nada menos que con la enjuta sombre
    del inolvidable don Quijote. ¡Y qué decir del albañil de cara
    aplastada, buen trasegador, de agua aquellas remotidades;
    estoy seguro de que alguien la ha ardiente clandestino, cuyo
    encanto es de ir sembrando, en las conciencias, inquietudes
    que pronto, muy pronto, han de florecer en discordia, cuando
    en crímenes!

    Al final, vientos fuertes, lluvias húmedas de tedio suspicacias


    y valentonadas en Chunguero, cuya muerte coincide con la
    carda inesperada del jaúl simbólico.

    El estilo es el apropiado para el desarrollo de la idea


    conductora. El ambiente, bien asimilado por el autor, se refleja
    hasta en las palabras que la pluma valioso fue dejando caer en
    la blancura de las páginas.

    iLástima grande que Max Jiménez no escribiera otra novela!


    En mil novecientos treinta y siete apareció, editada en Santiago
    En ese campo, la victoria es suya, como el triunfo le sonrió en
    de Chile, una de las mejores novelas costarricenses: El jaúl, de
    la poesía y en las artes que se prologan en el espacio.
    Max Jiménez, el admirable escritor recién fallecido allá, en el
    mismo extremo sur de continente Andino.
    ¡Fue un artista perfecto!
    El jaúl es, en la obra, un árbol simbólico: acompaña en todos
    los momentos, la vida de Juan Chunguero. Es el árbol de
    pie falso, aclimatado, quién sabe por cuáles designios de la
    naturaleza en las alturas de perpetua niebla. Árbol solitario,
    diríase trágico, como la es el destino de Chunguero y como lo
    es, sin duda alguna, el pueblecito cuya vida aparece, con todos
    sus detalles, en la magnífica novela que estudió.

    El aspecto del jaúl es el de una vara central que resiste los más
    fuertes huracanes, que apenas logran mecerlos cuando soplan
    con furia demoniaca. Es de rápido y nada costoso crecer. Su
    madera, de calidad inferior: tal vez, por ese motivo, la utilizan
    para hacer ataúdes.

    El hombre y el árbol, de poco precio, ambos viven una vida


    así paralela. Escuchan la huida húmeda de los riachuelos.
    Contemplan el lento caminar de los bueyes que van dejando
    signos de dolor a lo largo de los caminos polvorientos.
    Admiran las auroras que les parecen más brillantes cuando
    se asoman tras las montañas. Hacen la señal de la cruz, con
    movimientos mecánicos, cuando las ruidosas campanas se
    desemperezan, en las horas pálidas del amanecer. También,
    ponen atención a los chismes de las viejas que, con sus
    pasitos rápidos, van deshaciendo distancias al mismo tiempo
    que reputaciones.

    La novela casi no tiene argumento. Si lo hay, está en el hilo


    más que recio de la vida de Juan Chunguero.

    Fuente: Garnier, José Fabio. (2017). Cien novelas


    costarricenses. Compilación, prólogo y notas de Mario Oliva
    Medina. 1a. ed. Heredia, Costa Rica : EUNA.

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