Tema-12_Marx
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Karl Marx
Marx nació en los años inmediatamente posteriores a la Revolución francesa, que había
provocado una transformación radical de su país. Pero por si eso no era suficiente, otra
revolución estaba en camino: las fábricas proliferaban en toda Europa transformando para
siempre la vida de su población. De la misma manera que las personas que están bajo una
tormenta no pueden evitar hablar del tiempo, aquellos que vivieron en los turbulentos
tiempos de la revolución industrial fueron profundamente conscientes de los cambios en la
sociedad. Más que ninguna otra cosa, Marx quería entender el drama humano que se
estaba desarrollando a su alrededor, convencido de que una vez que conociéramos el
modo en que funciona la sociedad, seríamos capaces de construir un futuro mejor.
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Comte, el socialismo utópico de Saint-Simon, la teoría económica de Malthus y David
Ricardo y por supuesto el materialismo dialéctico de Engels, su gran colaborador. Junto a
él, Marx elabora su propuesta, el materialismo histórico.
Marx y Engels recogen la idea hegeliana del proceso dialéctico de la realidad, pero se
proponen reestructurar la doctrina de Hegel contraponiendo a su idealismo una
concepción materialista de la realidad. Es decir, subrayan el carácter originario de la
naturaleza, como algo ontológicamente inmediato, independiente de otra realidad, como el
espíritu.
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naturaleza está orientada hacia el hombre en el sentido de que proporciona los medios
para satisfacer esas necesidades.
Para Hegel, los hombres tienen historia porque la conciencia necesita tiempo y acción para
llegar a realizarse. Para Marx, los hombres tienen historia porque se ven obligados a
producir su vida. Así, el hombre necesita tiempo y acción para prevalecer sobre la
naturaleza. De ahí que, para Marx, no haya historia mientras la naturaleza provee lo
necesario para sobrevivir. La historia aparece como sustituta de la naturaleza.
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Por otro lado, el concepto marxista de materialismo incluye una crítica al materialismo
mecanicista de Feuerach. Esta crítica se puede resumir en tres puntos:
1.- Mientras que para Feuerbach la materia es inerte y está regida por leyes puramente
mecánicas. Para Marx, la materia posee automovimiento y está regida por leyes dialécticas.
Para Marx, el curso de la historia está sometido a unas leyes dialécticas objetivas. Por tanto,
conociendo esas leyes podremos ser capaces de conocer la necesidad dialéctica con la que
se desarrolla la historia y así anticipar el fin al que debe dirigirse. Y la unidad
imprescindible para comprender los mecanismos de desarrollo de una sociedad es el
modo de producción; un concepto teórico que se presenta como el resultado de la
combinación específica de un determinado nivel de desarrollo de las fuerzas
productivas y las correspondientes relaciones sociales de producción. Cuando las
fuerzas productivas se han desarrollado y alcanzan un grado de evolución tal que las
relaciones de producción existentes constituyen una traba para su desarrollo progresivo, se
produce un cambio cualitativo hacia una nueva estructura socioeconómica. A lo largo de la
historia cabe distinguir cuatro modos de producción: el asiático, el antiguo, el feudal y
el burgués.
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Marx, hombre apegado a las urgencias de su tiempo, asume la ingente tarea de analizar la
organización social en la que vive, el capitalismo liberal decimonónico, y su capacidad para
servir a la realización del ser humano y la satisfacción de sus necesidades. En su análisis
de la sociedad capitalista, Marx distingue dos momentos: la infraestructura y la
superestructura.
Las fuerzas productivas son las fuerzas que una sociedad emplea en el proceso de
producción y que, en el capitalismo liberal, comprende tanto al proletariado (con su
fuerza de trabajo) como a la tecnología protagonista de la revolución industrial.
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Marx entiende por superestructura el conjunto de ideologías vigentes y correlativas a
una infraestructura determinada. Es decir, las sociedades no solo se limitan a producir
un modo de organización social de trabajo, sino que generan también un conjunto de
doctrinas que proporcionan a sus miembros una imagen del mundo, del puesto del
hombre en el cosmos y de su relación con él. Marx llama ideologías a estas doctrinas que,
en el liberalismo capitalista, se estructuran en forma de doctrinas jurídicas, políticas,
religiosas y filosóficas.
Aquí, el término ideología posee un significado negativo como sinónimo de idea falsa o
falsificadora. Es decir, la ideología es el conjunto de doctrinas que proporcionan a los
miembros de una sociedad una imagen falsa del mundo y del hombre tratando de
legitimar el orden social vigente del que son expresión, presentándolo como natural,
aunque no lo sea. Son mentiras legitimadoras al servicio de los intereses de las clases
privilegiadas. En el caso del liberalismo capitalista, los intereses de la burguesía.
Para comprender estas afirmaciones hay que analizar la relación existente en el capitalismo
entre la infraestructura y la correspondiente superestructura, que se cristaliza en ideologías
jurídicas, políticas, religiosas y filosóficas.
En primer lugar, la ideología jurídica del liberalismo capitalista consagra como derechos
fundamentales del individuo la libertad, la igualdad y la propiedad. Estos derechos son
defendidos como derechos naturales que todo hombre posee por el mero hecho de serlo.
Por tanto, el capitalismo se consagra a sí mismo como un orden social justo en el que se
reconocen y se cumplen los derechos naturales de los seres humanos. Sin embargo,
esta teoría es, según Marx, falsa. En primero lugar, porque los derechos de participación
política excluyen a las mujeres, jóvenes, a los no propietarios y a los trabajadores por
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cuenta ajena. Se trata de un sufragio censitario. En segundo lugar, porque el derecho de
igualdad es solo formal, no real, ya que la propia estructura social establece la desigualdad
entre clases. Aquí cabe recordar la crítica marxista a la teoría capitalista del contrato, según
la cual el contrato establece una relación igual y libre entre las partes. Para Marx, esto no es
así por varias razones: el proletario, al carecer de los medios de producción para elaborar
los medios materiales necesarios para satisfacer sus necesidades, necesita al burgués. La
presión de penuria que sufre el proletario le obliga a aceptar las condiciones que le
ofrece el burgués, en una situación de gran competencia, ya que proletarios hay
muchos, y burgueses pocos. Finalmente, el proletario no tiene un excedente de capital que
le permita estar sin trabajar, mientras que el burgués sí. En tercer lugar, el derecho a la
propiedad privada lo disfrutan en la práctica solo aquellos que tienen el capital
necesario para poder ejercerlo: los burgueses. Este derecho además está respaldado por
la estructura del Estado: la policía y los ejércitos se hallan al servicio de la clase dominante.
En conclusión, no es cierto para Marx que todos los seres humanos disfruten de los
mismos derechos.
Por su parte, la ideología política afirma que ésta es accesible a todos; todos pueden votar,
lo cual es falso como ya se ha visto, y todos pueden consagrarse a la actividad política,
lo que tampoco es verdad, pues ello exige tiempo, formación y capital, tres bienes de
los que el proletario carece por completo. En la práctica, solo ejercen la política
aquellos tienen los bienes para ejercerla: de nuevo la burguesía, que votará a favor de
aquellas medidas que favorezcan los intereses de su clase.
En cuanto a la ideología religiosa, Marx considera que esta crítica ha sido ya llevada a
cabo por Feuerbach, para quien la religión cristiana no es más que una mentira, una
ficción. La diferencia entre Marx y Feuerbach radica en la explicación que ofrecen del
origen de esta ficción. Para Feuerbach el hombre crea a Dios a su imagen y semejanza,
es decir, de acuerdo a su propia naturaleza: “El hombre es un Dios para el hombre”.
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praxis humana y que es frutada por el orden social vigente. Por eso lo que hay que hacer es
transformar el orden social vigente con vistas a la consecución de una sociedad justa que
posibilite la realización del ser humano. Dicho de otro modo, el hombre suspira por Dios
porque está explotado, pero en el momento en que la praxis social instaure una
sociedad justa, Dios morirá por sí mismo porque el hombre ya no necesitará que
exista.
La religión como ideología retrasa la llegada de esa praxis social por dos motivos: al
condenar la violencia y garantizar la justicia en el otro mundo, el cristianismo disuade al
proletario de buscarla en este mundo. De ahí que diga que “la religión es el opio del
pueblo”, porque lo adormece impidiéndole hacer la revolución que destituya la
sociedad injusta e instaure la sociedad justa, la sociedad comunista.
Pues bien, como ideologías, como mentiras legitimadoras del orden social vigente al
servicio de la clase dominante, estas doctrinas jurídicas, políticas, religiosas y filosóficas
tratan de legitimar la alienación económica de la que son expresión.
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3.- La alienación
Marx expone por primera vez su concepción del trabajo alienado en su obra Manuscritos de
Economía y Filosofía, publicada en París en 1844.
En ella, distingue cuatro formas o aspectos de la alineación del trabajo: a) al objeto del
trabajo; b) a la propia actividad productiva; c) a la esencia genérica del hombre; d) a su
relación con otros hombres. En conjunto, la propia sociabilidad, la relación de unos
hombres con otros queda afectada por la alineación.
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los medios de subsistencia lo hacen en progresión aritmética. De este modo, llegará un
punto en el que la población no encontrará recursos suficientes para su subsistencia.
En relación con esta idea, David Ricardo expone la “ley de hierro de los salarios”, según la
cual los sueldos tienden "naturalmente" hacia un nivel mínimo, que corresponde a las
necesidades mínimas de subsistencia de los trabajadores. Cualquier incremento en los
salarios por encima de ese nivel mínimo, llevará a un incremento de la población, lo que
implicará un incremento de la competencia por obtener un empleo, lo que hará que los
salarios vuelvan a bajar a ese nivel mínimo.
Sin embargo, como señala Engels, Ricardo entendía que los obreros vendían su trabajo, no
su fuerza de trabajo, y por ese motivo no pudo explicar el origen de la plusvalía y la
explotación del hombre. Marx expone su crítica completa a la obra ricardiana en “El
Capital”. Aquí, la noción de plusvalía remite a otros dos conceptos previos: valor de
uso (que posee el objeto en función de las necesidades que satisface) y valor de cambio
(que adquiere el objeto en el mercado en cuanto sirve para cambiarlo por otro). En el
mercado, el objeto se convierte en mercancía, y el valor de cambio de una mercancía
viene dado por el número de horas de trabajo social necesario para producirla. Este
valor se expresa en dinero.
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parar a él, sino que se queda con ella el capitalista. El obrero es, de esta forma,
explotado, y el trabajado se convierte en un medio de explotación del hombre.
Por otro lado, el producto de la acción transformadora del obrero es obra suya, de su
propiedad, pero cuando ese producto no es considerado ni usado como suyo, sino que se
convierte en propiedad de otro, entonces, dicho producto se convierte en algo ajeno y
extraño a él.
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una clase capitalista, propietaria de los medios de producción; y una clase proletaria, que
vende su fuerza productiva.
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Este proceso tendrá tres etapas:
1.- La dictadura del proletariado, por la cual el proletariado toma el poder, se hace con
los medios de producción, elimina los privilegios económicos y políticos de la burguesía y
anula el Estado capitalista.
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