Tema-12_Marx

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TEMA 12.

Karl Marx

1.- Introducción: contexto histórico y filosófico

El pensamiento de Marx no puede ser comprendido adecuadamente sin hacer referencia al


contexto histórico y filosófico en el que surge. Y lo que caracteriza radicalmente el paso del
siglo XVIII al siglo XIX son las dos grandes revoluciones: la revolución francesa y la
revolución industrial, basada en el desarrollo científico-tecnológico, y caracterizada
por la producción fabril. Las fábricas arrastran a millones de personas desde las zonas
rurales hasta las grandes ciudades, que ven incrementar su población de manera
incontrolada, erosionando las tradiciones de las pequeñas comunidades humanas que
habían orientado sus vidas desde siglos, al tiempo que comienzan a emerger nuevas ideas
acerca de la democracia y los derechos políticos. Es tiempo también de la crisis del
idealismo hegeliano, el nacimiento del socialismo utópico de Saint-Simon, y la pujanza de
las ciencias naturales. En este contexto surgen las primeras teorías positivistas y
utilitaristas que confían en el poder de la razón para desvelar la verdad y orientar el
progreso social.

Marx nació en los años inmediatamente posteriores a la Revolución francesa, que había
provocado una transformación radical de su país. Pero por si eso no era suficiente, otra
revolución estaba en camino: las fábricas proliferaban en toda Europa transformando para
siempre la vida de su población. De la misma manera que las personas que están bajo una
tormenta no pueden evitar hablar del tiempo, aquellos que vivieron en los turbulentos
tiempos de la revolución industrial fueron profundamente conscientes de los cambios en la
sociedad. Más que ninguna otra cosa, Marx quería entender el drama humano que se
estaba desarrollando a su alrededor, convencido de que una vez que conociéramos el
modo en que funciona la sociedad, seríamos capaces de construir un futuro mejor.

Marx se embarcó en un proyecto filosófico y una praxis política destinados no solo a


comprender el mundo sino a transformarlo con el fin de alcanzar una sociedad justa,
al servicio del ser humano. En él convergen el idealismo hegeliano, el positivismo de

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Comte, el socialismo utópico de Saint-Simon, la teoría económica de Malthus y David
Ricardo y por supuesto el materialismo dialéctico de Engels, su gran colaborador. Junto a
él, Marx elabora su propuesta, el materialismo histórico.

Su pensamiento se articula en torno a tres directrices fundamentales:

1.- Una concepción materialista de la historia, cuyo motor es la lucha de clases.


2.- Una interpretación de la injusticia del presente en términos de trabajo alienado.
3.- Un proceso revolucionario que acelere el advenimiento de una sociedad sin clases
sociales, no alienada, justa y al servicio del ser humano. La sociedad comunista.

A continuación, se va a presentar una panorámica general del pensamiento de Marx


organizando la exposición en torno a estas tres directrices.

2.- Materialismo dialéctico y materialismo histórico

Marx y Engels recogen la idea hegeliana del proceso dialéctico de la realidad, pero se
proponen reestructurar la doctrina de Hegel contraponiendo a su idealismo una
concepción materialista de la realidad. Es decir, subrayan el carácter originario de la
naturaleza, como algo ontológicamente inmediato, independiente de otra realidad, como el
espíritu.

De este modo, invierten los términos de la relación entre pensamiento y realidad: el


movimiento dialéctico del pensamiento humano no es más que el reflejo del movimiento
dialéctico de la realidad. Dicho en otros términos, mientras que para Hegel la realidad es el
producto de la razón infinita, para Marx y Engels la realidad es el producto de una
materia transformada por la praxis humana. Esta es la clave de su materialismo: la
totalidad de lo real lo constituye el conjunto naturaleza-hombre unidos en la
producción de la vida. El hombre está orientado hacia la naturaleza en el sentido de
que tiene necesidades que solo pueden satisfacer objetos ajenos a sí mismo, y la

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naturaleza está orientada hacia el hombre en el sentido de que proporciona los medios
para satisfacer esas necesidades.

Para Hegel, los hombres tienen historia porque la conciencia necesita tiempo y acción para
llegar a realizarse. Para Marx, los hombres tienen historia porque se ven obligados a
producir su vida. Así, el hombre necesita tiempo y acción para prevalecer sobre la
naturaleza. De ahí que, para Marx, no haya historia mientras la naturaleza provee lo
necesario para sobrevivir. La historia aparece como sustituta de la naturaleza.

Esta idea central; a saber, considerar que la realidad fundamental consiste en la


relación del hombre con la naturaleza para la producción de su vida, está a la base de
su teoría materialista de la historia o materialismo histórico.

Por un lado, es histórico porque el hombre es un ser natural en construcción. No posee


una naturaleza o esencia acabada, igual en todos los tiempos, sino que tiene que ir
haciéndose a sí mismo a través de la historia mediante el trabajo. Es decir, el hombre
comienza su historia como tal, se humaniza, cuando empieza a trabajar.

Por otro lado, es materialismo porque lo que impulsa fundamentalmente el curso de la


historia de la humanidad es la forma de producción de los bienes materiales
necesarios para la vida. Dicho en otros términos, la evolución de la historia se debe a
causas materiales, principalmente de naturaleza económica.

El materialismo histórico se presenta así como el estudio de los distintos modos de


producción que se han seguido a lo largo de la historia desde que el hombre empezó a
trabajar para subsistir. De acuerdo con Marx, la forma de producción de los bienes
materiales va a implicar una determinada forma de división de clases sociales, y
consecuentemente, una forma particular de lucha de clases. Esa lucha de clases constituye,
en último término, el motor de la historia.

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Por otro lado, el concepto marxista de materialismo incluye una crítica al materialismo
mecanicista de Feuerach. Esta crítica se puede resumir en tres puntos:

1.- Mientras que para Feuerbach la materia es inerte y está regida por leyes puramente
mecánicas. Para Marx, la materia posee automovimiento y está regida por leyes dialécticas.

2.- Mientras que para Feuebach el movimiento de la realidad material consiste en la


perpetua repetición de lo mismo. Para Marx, la materia tiene historia como resultado de ser
transformada por la actividad del hombre.

3.- Mientras que para Feuerbach el hombre es interpretado como un ser


contemplativo. Para Marx, la esencia del hombre consiste en la praxis o acción. Marx
resume esta idea en su undécima Tesis sobre Feuerbach con la siguiente afirmación:

“Los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de distintos modos;


de lo que se trata es de transformarlo”.

Para Marx, el curso de la historia está sometido a unas leyes dialécticas objetivas. Por tanto,
conociendo esas leyes podremos ser capaces de conocer la necesidad dialéctica con la que
se desarrolla la historia y así anticipar el fin al que debe dirigirse. Y la unidad
imprescindible para comprender los mecanismos de desarrollo de una sociedad es el
modo de producción; un concepto teórico que se presenta como el resultado de la
combinación específica de un determinado nivel de desarrollo de las fuerzas
productivas y las correspondientes relaciones sociales de producción. Cuando las
fuerzas productivas se han desarrollado y alcanzan un grado de evolución tal que las
relaciones de producción existentes constituyen una traba para su desarrollo progresivo, se
produce un cambio cualitativo hacia una nueva estructura socioeconómica. A lo largo de la
historia cabe distinguir cuatro modos de producción: el asiático, el antiguo, el feudal y
el burgués.

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Marx, hombre apegado a las urgencias de su tiempo, asume la ingente tarea de analizar la
organización social en la que vive, el capitalismo liberal decimonónico, y su capacidad para
servir a la realización del ser humano y la satisfacción de sus necesidades. En su análisis
de la sociedad capitalista, Marx distingue dos momentos: la infraestructura y la
superestructura.

La infraestructura viene caracterizada por la manera como se producen los bienes


materiales según las diversas sociedades. Dos elementos forman parte de la
infraestructura capitalista: el sistema de producción y el sistema de distribución.

El sistema de producción incluye las relaciones de producción y las fuerzas


productivas.

Las fuerzas productivas son las fuerzas que una sociedad emplea en el proceso de
producción y que, en el capitalismo liberal, comprende tanto al proletariado (con su
fuerza de trabajo) como a la tecnología protagonista de la revolución industrial.

Las relaciones de producción establecen el modo de propiedad de los medios de


producción que, a su vez, constituyen el criterio de pertenencia a una clase social u
otra. En el capitalismo, la propiedad privada de los medios de producción da lugar a
la división de dos clases sociales: la clase burguesa o capitalista, propietaria de los
medios de producción, y la clase obrera o proletariado, no propietaria de los medios
de producción, que se ve obligada a vender su fuerza de trabajo al capitalista a
cambio de un salario.

Por otro lado, el sistema de distribución de bienes es, en el capitalismo, el mercado,


regido por la ley de la oferta y la demanda; una ley económica que atiende, por así
decirlo, a razones meramente económicas desoyendo otras que atiendan a las
necesidades humanas.

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Marx entiende por superestructura el conjunto de ideologías vigentes y correlativas a
una infraestructura determinada. Es decir, las sociedades no solo se limitan a producir
un modo de organización social de trabajo, sino que generan también un conjunto de
doctrinas que proporcionan a sus miembros una imagen del mundo, del puesto del
hombre en el cosmos y de su relación con él. Marx llama ideologías a estas doctrinas que,
en el liberalismo capitalista, se estructuran en forma de doctrinas jurídicas, políticas,
religiosas y filosóficas.

De acuerdo con su materialismo histórico, la superestructura es un producto o reflejo


de la infraestructura económica, que determina directa o indirectamente la
superestructura. Es decir, la actividad productiva del hombre determina su vida
política, su ley, su moral, su religión y su filosofía.

Aquí, el término ideología posee un significado negativo como sinónimo de idea falsa o
falsificadora. Es decir, la ideología es el conjunto de doctrinas que proporcionan a los
miembros de una sociedad una imagen falsa del mundo y del hombre tratando de
legitimar el orden social vigente del que son expresión, presentándolo como natural,
aunque no lo sea. Son mentiras legitimadoras al servicio de los intereses de las clases
privilegiadas. En el caso del liberalismo capitalista, los intereses de la burguesía.

Para comprender estas afirmaciones hay que analizar la relación existente en el capitalismo
entre la infraestructura y la correspondiente superestructura, que se cristaliza en ideologías
jurídicas, políticas, religiosas y filosóficas.

En primer lugar, la ideología jurídica del liberalismo capitalista consagra como derechos
fundamentales del individuo la libertad, la igualdad y la propiedad. Estos derechos son
defendidos como derechos naturales que todo hombre posee por el mero hecho de serlo.
Por tanto, el capitalismo se consagra a sí mismo como un orden social justo en el que se
reconocen y se cumplen los derechos naturales de los seres humanos. Sin embargo,
esta teoría es, según Marx, falsa. En primero lugar, porque los derechos de participación
política excluyen a las mujeres, jóvenes, a los no propietarios y a los trabajadores por

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cuenta ajena. Se trata de un sufragio censitario. En segundo lugar, porque el derecho de
igualdad es solo formal, no real, ya que la propia estructura social establece la desigualdad
entre clases. Aquí cabe recordar la crítica marxista a la teoría capitalista del contrato, según
la cual el contrato establece una relación igual y libre entre las partes. Para Marx, esto no es
así por varias razones: el proletario, al carecer de los medios de producción para elaborar
los medios materiales necesarios para satisfacer sus necesidades, necesita al burgués. La
presión de penuria que sufre el proletario le obliga a aceptar las condiciones que le
ofrece el burgués, en una situación de gran competencia, ya que proletarios hay
muchos, y burgueses pocos. Finalmente, el proletario no tiene un excedente de capital que
le permita estar sin trabajar, mientras que el burgués sí. En tercer lugar, el derecho a la
propiedad privada lo disfrutan en la práctica solo aquellos que tienen el capital
necesario para poder ejercerlo: los burgueses. Este derecho además está respaldado por
la estructura del Estado: la policía y los ejércitos se hallan al servicio de la clase dominante.
En conclusión, no es cierto para Marx que todos los seres humanos disfruten de los
mismos derechos.

Por su parte, la ideología política afirma que ésta es accesible a todos; todos pueden votar,
lo cual es falso como ya se ha visto, y todos pueden consagrarse a la actividad política,
lo que tampoco es verdad, pues ello exige tiempo, formación y capital, tres bienes de
los que el proletario carece por completo. En la práctica, solo ejercen la política
aquellos tienen los bienes para ejercerla: de nuevo la burguesía, que votará a favor de
aquellas medidas que favorezcan los intereses de su clase.

En cuanto a la ideología religiosa, Marx considera que esta crítica ha sido ya llevada a
cabo por Feuerbach, para quien la religión cristiana no es más que una mentira, una
ficción. La diferencia entre Marx y Feuerbach radica en la explicación que ofrecen del
origen de esta ficción. Para Feuerbach el hombre crea a Dios a su imagen y semejanza,
es decir, de acuerdo a su propia naturaleza: “El hombre es un Dios para el hombre”.

Para Marx, en cambio, el origen de la religión se encuentra en el orden social que la


genera, ya que ofrece un más allá que satisface el anhelo de realización que preside la

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praxis humana y que es frutada por el orden social vigente. Por eso lo que hay que hacer es
transformar el orden social vigente con vistas a la consecución de una sociedad justa que
posibilite la realización del ser humano. Dicho de otro modo, el hombre suspira por Dios
porque está explotado, pero en el momento en que la praxis social instaure una
sociedad justa, Dios morirá por sí mismo porque el hombre ya no necesitará que
exista.

La religión como ideología retrasa la llegada de esa praxis social por dos motivos: al
condenar la violencia y garantizar la justicia en el otro mundo, el cristianismo disuade al
proletario de buscarla en este mundo. De ahí que diga que “la religión es el opio del
pueblo”, porque lo adormece impidiéndole hacer la revolución que destituya la
sociedad injusta e instaure la sociedad justa, la sociedad comunista.

Finalmente, la ideología filosófica, en la medida en que se olvida de los conflictos reales


del presente y se enfrasca en problemas abstractos es errada e ideológica. Errada, porque la
filosofía occidental (desde Platón y Aristóteles) ha definido al ser humano como un ser
racional suya esencia es la capacidad para entender el mundo y cuya tarea propia es
comprenderlo. Para Marx, es ideológica, porque esa concepción del hombre es reflejo de
la injusticia social que preside la sociedad en la cual se originó la filosofía. Quien
filosofa es quien puede hacerlo porque dispone del ocio necesario y no se ve acuciado
por la necesidad de trabajar para satisfacer sus necesidades, pues es el esclavo quien
realiza esa función. Por eso, a la pregunta de qué es el hombre, el filósofo griego responde
que un ser que elabora teorías, olvidando que esas teorías están posibilitadas por el trabajo
ajeno, el del esclavo, y convierte la esencia del amo (el que teoriza) en esencia del
hombre como tal. Pero lo propio del ser humano es la praxis, su necesidad de
trabajar para transformar el mundo y vivir en él.

Pues bien, como ideologías, como mentiras legitimadoras del orden social vigente al
servicio de la clase dominante, estas doctrinas jurídicas, políticas, religiosas y filosóficas
tratan de legitimar la alienación económica de la que son expresión.

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3.- La alienación

Marx expone por primera vez su concepción del trabajo alienado en su obra Manuscritos de
Economía y Filosofía, publicada en París en 1844.

En ella, distingue cuatro formas o aspectos de la alineación del trabajo: a) al objeto del
trabajo; b) a la propia actividad productiva; c) a la esencia genérica del hombre; d) a su
relación con otros hombres. En conjunto, la propia sociabilidad, la relación de unos
hombres con otros queda afectada por la alineación.

El hombre es un ser práxico por naturaleza: su esencia es la actividad, el trabajo, que


se expresa y manifiesta en el objeto producido. En esa actividad el hombre pierde algo
de sí mismo (al menos de su fuerza productiva o trabajo). Esta enajenación o pérdida
de algo de sí mismo es natural y necesario, acorde con su propia naturaleza, ya que el
hombre se ve obligado a trabajar para poder sobrevivir.

Sin embargo, en la producción de la sociedad capitalista no solo se produje


enajenación sino alienación. Entendiendo por alienación aquella situación en la que el
hombre queda desposeído de algún aspecto esencial de sí mismo que se convierte en
algo ajeno e independiente de él.

Esto es así porque en el sistema capitalista, el obrero no es propietario de los medios de


producción y para poder vivir se ve obligado a vender al capitalista no el objeto por él
elaborado (a través del cual se expresa) sino su fuerza de trabajo. Y como el hombre es
un ser práxico, su esencia es el trabajo, resulta que el obrero se vende a sí mismo. Es
decir, se trata a sí mismo como una mercancía. Y al hacerlo, deja de pertenecerse y
pasa a pertenecer a otro: al capitalista.

Una obra fundamental en el pensamiento económico y político de Marx lo constituye el


“Ensayo sobre el principio de la población” (1798) de Malthus, en el que expone el
principio según el cual la población humana crece en progresión geométrica, mientras que

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los medios de subsistencia lo hacen en progresión aritmética. De este modo, llegará un
punto en el que la población no encontrará recursos suficientes para su subsistencia.

En relación con esta idea, David Ricardo expone la “ley de hierro de los salarios”, según la
cual los sueldos tienden "naturalmente" hacia un nivel mínimo, que corresponde a las
necesidades mínimas de subsistencia de los trabajadores. Cualquier incremento en los
salarios por encima de ese nivel mínimo, llevará a un incremento de la población, lo que
implicará un incremento de la competencia por obtener un empleo, lo que hará que los
salarios vuelvan a bajar a ese nivel mínimo.

Sin embargo, como señala Engels, Ricardo entendía que los obreros vendían su trabajo, no
su fuerza de trabajo, y por ese motivo no pudo explicar el origen de la plusvalía y la
explotación del hombre. Marx expone su crítica completa a la obra ricardiana en “El
Capital”. Aquí, la noción de plusvalía remite a otros dos conceptos previos: valor de
uso (que posee el objeto en función de las necesidades que satisface) y valor de cambio
(que adquiere el objeto en el mercado en cuanto sirve para cambiarlo por otro). En el
mercado, el objeto se convierte en mercancía, y el valor de cambio de una mercancía
viene dado por el número de horas de trabajo social necesario para producirla. Este
valor se expresa en dinero.

En la sociedad capitalista, el capitalista compra la fuerza productiva del obrero a


cambio de un salario equivalente a las horas de trabajo social necesarias, pero ese
salario nunca excederá el nivel mínimo imprescindible para satisfacer las necesidades
de subsistencia del trabajador. Es decir, los capitalistas pagan un salario según el valor
de uso que fija el propio capitalista, pero el valor de cambio en el mercado libre
siempre será mayor que lo que recibe a cambio el trabajador. Esa diferencia o
plusvalía se la embolsa el patrón.

Dicho de otro modo, a partir de un determinado nivel de la productividad del trabajo,


la fuerza productiva produce más valor que el que hace falta para cubrir los gastos de
subsistencia del trabajador. Esta plusvalía generada por el trabajo del obrero no va a

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parar a él, sino que se queda con ella el capitalista. El obrero es, de esta forma,
explotado, y el trabajado se convierte en un medio de explotación del hombre.

Por otro lado, el producto de la acción transformadora del obrero es obra suya, de su
propiedad, pero cuando ese producto no es considerado ni usado como suyo, sino que se
convierte en propiedad de otro, entonces, dicho producto se convierte en algo ajeno y
extraño a él.

En conclusión, la alienación, como pérdida de algo de sí mismo, en tanto que el hombre


es convertido en mercancía, y en tanto que expropiación de lo que es de su propiedad
es, de acuerdo con Marx, consecuencia del modo de entender y organizar la relación de
producción en una determinada sociedad. Por tanto, la situación de alienación no es
algo natural sino histórico, lo que exige una doble tarea: en primer lugar, el estudio de
esa determinada estructura socioeconómica o modo de producción; esto es, una teoría
científica de la sociedad y una teoría de la historia; y en segundo lugar, la transformación
práctica de esa realidad social, encaminada a una plena realización del hombre.

4.- La historia como lucha de clases y la sociedad comunista

Con la propiedad privada de los medios de producción surge la división de la sociedad


en clases sociales o económicas: la clase explotadora, poseedora de los medios de
producción; y la clase explotada; que no posee los medios de producción. Mientras
que la primera goza de una libertad ilimitada, la segunda se encuentra en condiciones
de esclavitud respecto al grupo dominador.

A lo largo de la historia se han dado, fundamentalmente tres sociedades clasistas: La


sociedad esclavista, en la que existe una clase de los amos, propietaria de todos los medios
de producción, incluidos otros hombres, que pertenecen a la clase de los esclavos. La
sociedad feudal; en la que existe una clase de los señores, propietaria de la tierra; y una
clase de siervos, ligados a la tierra a los señores. La sociedad capitalista; en la que existe

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una clase capitalista, propietaria de los medios de producción; y una clase proletaria, que
vende su fuerza productiva.

En esta situación, en toda sociedad clasista, la clase explotadora y la explotada terminan


oponiéndose entre sí como resultado necesario de sus intereses opuestos. Esta oposición
dialéctica o lucha de clases, esta tensión incesante entre ambas fuerzas es el poder
dinámico que explica el proceso evolutivo de la historia. Un proceso evolutivo que
tiende, de modo necesario, a la superación, entendida por Marx como la implantación de
una sociedad sin clases en la que todos sus miembros participen en la producción de
bienes y en el disfrute de los bienes adquiridos, desapareciendo la propiedad privada.
Frente a la injusta sociedad capitalista, Marx bautiza con el nombre de sociedad comunista
a ese tipo de sociedad justa, sin clases sociales, no alienada y al servicio del ser
humano.

Pues bien, la consecución de esta sociedad comunista exige un proceso revolucionario


que suprima la propiedad privada de los medios de producción y libere al hombre de
la situación de alienación en la que se encuentra. El razonamiento de Marx es el
siguiente:

- La alienación jurídica, política y religiosa es consecuencia de la alienación económica.


- La alienación económica es consecuencia de la propiedad privada de los medios de
producción.
- Por tanto, para liberar al hombre de la situación de alienación en la que se encuentra
resulta indispensable abolir la propiedad privada de los medios de producción.
- El capitalismo, al oponerse a la abolición de la propiedad privada, retarda la llegada de
sociedad comunista, por lo que se hace necesario un proceso revolucionario que acelere
el advenimiento de la sociedad comunista.

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Este proceso tendrá tres etapas:

1.- La dictadura del proletariado, por la cual el proletariado toma el poder, se hace con
los medios de producción, elimina los privilegios económicos y políticos de la burguesía y
anula el Estado capitalista.

2.- El socialismo, periodo de gran desarrollo de los medios de producción y de la riqueza


social, que será administrada por el Estado en representación de los intereses de toda la
sociedad. En esta fase, la distribución justa de los bienes sociales se hará bajo el principio:
“exigir de cada uno según su capacidad, dar a cada uno según su contribución”. Van
desapareciendo poco a poco las clases sociales y sus antagonismos.

3.- La sociedad comunista, es la culminación del proceso revolucionario, con la


desaparición de las clases sociales y la instauración de la propiedad colectiva de los medios
de producción. Es una época de abundancia, libertad y plenitud humana. En esta fase, la
distribución justa de los bienes sociales se hará bajo el principio: “exigir de cada uno
según su capacidad, dar a cada uno según su necesidad”. El Estado proletario
desaparece, pues ya no es necesario, y es sustituido por una asociación libre e igual de
productores.

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