Hades
Hades
Hades
El reino de Hades[
En los antiguos mitos griegos, el reino de Hades es la neblinosa y sombría2 morada de los
muertos (también llamada Érebo), a la que iban todos los mortales. La filosofía griega posterior
introdujo la idea de que los mortales eran juzgados tras su muerte y se los recompensaba o
maldecía. Muy pocos mortales podrían abandonar este reino una vez que habían entrado, con la
excepción de los héroes Heracles y Teseo. Incluso Odiseo en su nekyia3 llama a los espíritus de
los difuntos, en lugar de descender hasta ellos.
Había varias secciones en el Érebo, incluyendo el Elíseo, los Campos de Asfódelos y el Tártaro.
Los mitógrafos griegos no son totalmente consistentes sobre la geografía del más allá. Un mito
completamente opuesto sobre la otra vida concierne al Jardín de las Hespérides, con frecuencia
identificado con las Islas de la Bendición, donde podían morar los héroes bendecidos.
En la mitología romana, la entrada al Inframundo localizada en el Averno, un cráter cercano a
Cumas, fue la ruta usada por Eneas para descender al reino de los muertos.4 Por sinécdoque,
«Averno» puede usarse como referencia a todo el inframundo. Los Inferi Dii eran los dioses
romanos del inframundo.
Para los helenos, los fallecidos entraban al inframundo cruzando el río Aqueronte, porteados por
Caronte, quien cobraba por el pasaje un óbolo, una pequeña moneda que ponían en la boca del
difunto sus piadosos familiares. Los pobres y aquellos que no tenían ni amigos ni familia se
reunían durante cien años en la orilla cercana.4
Los griegos ofrecían libaciones propiciatorias para evitar que los difuntos volviesen al mundo
superior a «perseguir» a quienes no les habían dado un funeral adecuado.
El otro lado del río era guardado por Cerbero, el perro de tres cabezas derrotado y domesticado
para sí mismo por Heracles (Hércules para los romanos). Más allá de Cerbero, las sombras de
los difuntos entraban en la tierra de los muertos para ser juzgadas.
Los cinco ríos del reino de Hades y su significado simbólico eran el Aqueronte (el río de la pena
o la congoja), el Cocito (de las lamentaciones), el Flegetonte (del fuego), Lete (del olvido) y
Estigia (del odio), el río sobre el que incluso los dioses juraban y en el que Aquiles fue
sumergido para hacerlo invencible. El Estigia formaba la frontera entre los mundos superior e
inferior. (Véase también Erídano.)
La primera región del Hades comprendía los Campos de Asfódelos, descritos en la Odisea,3
donde las almas de los héroes vagaban abatidas entre espíritus menores, que gorjeaban a su
alrededor como murciélagos. Solo libaciones de sangre que les eran ofrecidas en el mundo de
los vivos podían despertarlos durante un tiempo a las sensaciones de humanidad.
Más allá quedaba el Érebo, que podía tomarse como un eufemismo para el Hades, cuyo nombre
era temido. Había en él dos lagos: el de Lete, a donde las almas comunes acudían para borrar
todos sus recuerdos, y el de Mnemósine (‘memoria’), de donde los iniciados en los Misterios
preferían beber. Siendo este concepto del olvido de vidas pasadas, equivalente a que podemos
encontrar en la mitología China, en el rol que cumple el personaje de Meng Po.
En el antepatio del palacio de Hades y Perséfone se sentaban los tres jueces del Inframundo:
Minos, Radamantis y Éaco. Allí, en el trivio consagrado a Hécate, donde los tres caminos se
encontraban, las almas eran juzgadas; volvían a los Campos de Asfódelos si no eran virtuosas
ni malvadas y eran enviadas al camino del tenebroso Tártaro si eran impías o malas, o al Elíseo
(Islas de los Bienaventurados) con los héroes «intachables».
En los Oráculos sibilinos, un curioso batiburrillo de elementos grecorromanos y judeocristianos,
vuelve a aparecer el Hades como morada de los muertos, y por etimología popular, incluso
procede del nombre de Adán (el primer hombre), afirmándose como motivo que fue el primero
en entrar en él.5